ESCULPIR EL LUGAR
Félix Duque
Universidad Auténoma de Madrid
En un lugar de la Physica de cuya pagina si quiero acordar-
me (212a20) ofrece Arist6teles una definicién del lugar que, a
pesar de su drido y abstracto aspecto, ha pesado decisivamente
sobre el imaginaire colectivo del pensar occidental, y no sélo
desde luego en el respecto fisico. Seguin el Fildsofo, el lugar es:
«el limite primero inmévil del “cuerpo” continente». En efecto,
el lugar esta en cierto sitio como el limite en lo por él limitado.
Llevando esta definicién al extremo (literalmente, alo més alto),
bien puede decirse que es lugar de cada cosa o cuerpo movil la
parte extrema (t6 éschaton) o superficie interna del cielo que
entra en contacto con el objeto particular del caso (aunque haya
sucesivas localizaciones en continentes cada vez mas compren-
Sivos en virtud de la transitividad de los diversos modos en que
una cosa «esta en» otra; cf. 212b20-22).
Y bien, {qué se gana con eso? Por violencia, las cosas pueden
seguir un movimiento locativo (phord) que les saque de su lugar
(segtin las cuatro dimensiones relativas del movimiento: los cua-
tro puntos cardinales, que estan a la mano del hombre, segun la
orientacién de su cuerpo al sol); pero sus elementos tienden al
lugar natural que les es propio («arriba o abajo»), garantizando
ademas, a través de la transitividad del «estar en», que todo en
ultima instancia se mueve dentro de y bajo un mismo y tinico
cielo protector (el lugar comin), que, con respecto a lo que él
envuelve (todas las cosas), esta inmédvil, aunque en sf mismo se
halle en perpetuo movimiento circular.
De aqui la creencia filoséfica inicial (y de sentido comin): ¢de
dénde venimos?, 3a dénde vamos? Porque aunque pasemos aho-
95ra por muchos lugares, se entiende que origen y meta son nues-
tros lugares naturales (verticales, los propios de la altura y de la
profundidad). Y que todo ello descansa en un orden inmévil que
en definitiva envuelve a todas las cosas y les presta medida. Lo
cual puede trasladarse metaféricamente —metafisicamente—muy
bien al sentido global de Ja existencia humana, del homo viator a
Ja busqueda del Lugar ultimo, absolutamente inmévil—comoa él
mismo le gustaria estar, al parecer. Y por eso clama con San Agus-
tin: Inguietum est cor nostrum donec requiescat in te, Domine!
Pero, a su vez, esa metafora «desciende», otorgando peso y
destino al cuerpo colectivo formado por los cuatro puntos cardi-
nales, superficiales: la NACION con sus fronteras, que delimitan su
lugar natural. También él, inmévil (la Nacion UNA E INDIVISIBLE, la
sagrada unidad de la Patria). Aqui, la Historia (mitica, en buena
medida) otorga la profundidad («el destino en lo universal»), se-
gun la cual un individuo es de Vitoria, la cual es una ciudad que
pertenece a Alava, Alava forma parte del Pais Vasco, éste se halla
contenido en Espafia como ésta lo estA en Europa, y Europa per-
tenece ala Humanidad (trasunto mévil, en progreso hacia lo me-
Jor, del cielo inmévil aristotélico). Pero la verdad es que todos esos
«continentes», y el paso de unos a otros, estan en entredicho.
El problema ya estaba en Aristételes: ¢cémo un cuerpo cata-
logado como movil —o sea, consistente en cambiar de lugar—va
a estar contenido en un limite inmévil? Todas esas «pertenen-
Cias» son estaticas, y ordenadas Jjeraérquica y naturalmente de arriba
abajo (es més valioso ser hombre que ser europeo, europeo que
espanol, etc.), mientras que el «mévil» (el individuo del caso) se
mueve traslaticiamente, o sea: va abandonando los lugares hori-
zontales que le fueron més inmediatos (placenta, familia, pueblo
natal, region, etc.), mientras que los verticales en los que va en-
trando (0 en los que le van obligando a entrar: empadronado en
‘Tres Cantos, miembro de una Comunidad Auténoma, ciudadano
espafiol, dizque miembro de la Union Europea) son vistos por él
como siendo progresivamente mas exangiies y formales, hasta
legar a la maxima abstraccién: la Humanidad. Todo ello esta en
contradiccién con lo que debiera ser un lugar, locus: del griego
Ischos: el lecho en el que uno fue engendrado, en el que igual-
mente nacié y también en el que, presumiblemente, moriré (cla-
To, eso era antes), 0 sea, por extender el simi: la red 0 atmédsfera
cordial que me envuelve y protege, de la cual puedo ciertamente
salir (pues, al contrario de la forma, es separable del movil; y, al
96contrario del recipiente, el lugar permanece —;faltarfa mas!— en
su lugar: es inmévil, como si de siempre le siguiera esperando.a
uno). Desde luego que puedo salir, pero a costa de sentir desde
entonces nostalgia por el origen perdido. ¥ si todo esto —lo perdi-
do— tiene que ver con lo natal, lo natural y la natio, entonces la
soluci6n —literalmente, artificial— de la contradiccién entre esos
lugares y los pretendidamente «naturales», pero en realidad poli-
ticos y religiosos (el arriba y abajo absolutos), sera la de insuflar
emocion y pathos del eje mévil horizontal al eje inmévil vertical,
poniendo a éste en un movimiento que ya no es meramente tras-
laticio, sino dindmico y teleolégico: la Historia.
Ahora bien, Aristételes se preguntaba si el lugar era la exten-
sién o didstema que media entre los extremos del cuerpo envol-
vente, o los extremos mismos (‘a eschata). Y contestaba con ra-
z6n que sdlo podian serlo los extremos, pues, sin esos limites
ultimos —o primeros, segtin se mire—, la superficie interior del
cuerpo continente se confundiria con la «piel» del cuerpo en él
contenido, dada su absoluta contigtiidad. Mutatis mutandis, ca-
bria decir: los «pasos» que los hombres —colectivamente toma-
dos— van dando sobre Ja tierra, horizontalmente, sélo podrian
ser medidos como apropiados o no al acercamiento de la Huma-
nidad a su Lugar Natural (Dios) si éste fija sus extremos: el Alfa y
la Omega, como principio y fin de una Historia, miticamente
entendida también ella como salida de y retorno final a un [6-
chos, 0 mejor un Seno, en el que los homini viatores, los indivi-
duos méviles, quedarian definitiva y etermamente ordenados (arri-
ba 0 abajo, segtin los casos) en una justa disposicién en Ja que el
Unum englobaria todas las diferencias jerarquicas. Y asf pode-
mos «traducir» cristianamente a Aristételes y sefalar que el lugar
‘por antonomasia no es ya el ourands (inmévil para nosotros, circu-
larmente mévil en sf) sino el «Cielo mévil» de la Historia, orienta-
da también ella de acuerdo al curso del Sol divino: de izquierda
a derecha, de Este a Oeste, como trasunto y a la vez prueba terres-
tre de la ordenacion vertical metafisica, ya decidida antes de todo
tiempo, en la que los hombres serdn juzgados, y que, obviamente,
debera coincidir con el rumbo y la meta de la Historia: el extremo
Oeste coincidira al fin con el Arriba extremo.
Permitaseme ejemplificar el punto: si las gentes del Imperio, o
sea: del Hiper-lugar en el que se mezclan todos los lugares (melting
pot), pueden asegurar: In God we trust (lado teleolégico: la esperan-
za de quienes estan en la punta de la Historia), ello se debe a que
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