Período 4
Organización y europeización
El neorrenacentismo y
los "Revivals" (1852-1880)
Alberto S. J. de Paula, arq.
La caída del gobierno de Juan Manuel de Rosas
derivó, para las catorce provincias de la
Confederación Argentina, en una crisis donde
unas fueron actoras y otras espectadoras: el
proceso crítico, en sí, se desarrolló en el Litoral
cuya región entonces alcanzaba evidente
superioridad respecto del interior en cuanto a
desarrollo económico y comercial; la
transferencia de la sede política de Buenos Aires
a Entre Ríos no fue solo asunto de caudillos, sino
también demostración de la continuidad del
ejercicio del poder desde el Litoral sobre el
interior, aun cuando desde el 11 de setiembre de
1852 Buenos Aires constituía un estado libre,
escindido de la Confederación. Al cabo de casi
diez años y tras avenencias (Pacto de San José
de Flores) y desavenencias (Cepeda, Pavón), en
abril de 1862 asumió Mitre en Buenos Aires la
jefatura del estado nacional que durante cuatro
meses permaneciera acéfala; quedaba todavía
por resolver la cuestión "capital de la república"
que culminó recién en 1880. con la
federalización de la ciudad de Buenos Aires,
tras sangrienta lucha armada.
Durante el período 1852/1880 se desarrollaron
dos importantes hechos concernientes a la
efectiva expansión territorial de la república: la
construcción de ferrocarriles y la colonización de
la Patagonia; el primero estructuró el antiguo
territorio de la Confederación sobre la base del
nuevo medio de comunicaciones, de velocidad
sin precedentes, y con el sistema centrado en
Buenos Aires; el segundo permitió un gran
incremento de superficies aptas para la ex-
plotación agropecuaria y, consecuentemente, de
riquezas exportables a través del puerto
metropolitano. Entretanto una política de
inmigración masiva permitía ocupar rápidamente
áreas geográficas casi despobladas y contribuía
a una europeización del país.
La arquitectura y su evolución estilística
El período 1852/1880, que registra cambios tan
fundamentales para la vida nacional, es también
una época de transformaciones para la
arquitectura en sus características de estilo,
programas, modos de producción y cantidad de
obras; los cambios sociales causados tanto por
la modificación del estilo de vida de las clases
altas como por la influencia de la inmigración
masiva, in-
cidieron asi en el carácter global de la
arquitectura argentina.
A diferencia del neoclasicismo de principios del
siglo XIX, que tuvo alguna (no mucha) influencia
sobre la arquitectura por-teña, pero casi ninguna
fuera de ella, la tendencia neorrenacentista de
mediados de ese mismo siglo se desarrolló con
fuerza en toda la región litoral fluvial y, más dé-
bilmente, en las provincias del interior. Buenos
Aires, Paraná, Concepción del Uruguay y
Corrientes, al igual que Montevideo y Asunción
del Paraguay (por solo citar los centros
principales) tuvieron entonces una intensa
renovación edilicia, de gran semejanza en sus
características programáticas y estilísticas, no
menos que en la importancia global de sus obras
y volúmenes de construcción.
La particularidad de la arquitectura bonaerense
dentro del programa señalado es la doble
vertiente del neorrenacentismo en boga: hay una
influencia de origen italiano, cuyo precursor fue
Pedro Fossati y cuyos máximos exponentes
serían Nicolás Canale y su hijo José Canale,
pero en Buenos Aires también hubo otro
neorrenacentismo de origen inglés, materializado
principalmente por Eduardo Taylor y Enrique
Hunt. Ambas corrientes eran asemejables pero
fuera de ellas apareció, también en el área
metropolitana, el neomedievalismo que,
aportado por arquitectos de origen británico y
circunscripto al principio a unos pocos templos
protestantes y al detalle ornamental de una que
otra fachada cobró, hacia 1880, una considerable
difusión nacional.
Principales estudios y obras
Especial mención merece Carlos Enrique
Pellegrini, ingeniero saboyano, graduado en
París y llegado a Buenos Aires en 1828 para las
obras del puerto y aguas corrientes; su línea
arquitectónica acusaba entonces una fuerte
influencia neoclásica que luego se diluiría un
tanto, en el ejercicio de la labor pictórica, hacia
una posición casi romántica: conservó en el
diseño de sus cuadros una definida nitidez en lo
que concierne a retratos y al dibujo de edificios,
pero su temática se orientó hacia escenas de la
vida cotidiana, unas veces rústicas y otras
intimistas, y hacia una comprensión del entorno y
del paisaje netamente romántico. En el antiguo
edificio del Teatro Colón (1854/58) Pellegrini
trató la vestidura de elementos clasicistas con
una libertad de composición que un cuarto de
siglo después merecería adversos comentarios
del arquitecto y crítico Juan Martín Burgos; el
antiguo Colón incorporó adelantos tecnoló-
gicos como la estructura metálica de la sala y
otros; sus dos grandes fachadas de las calles
Rivadavia y Reconquista se integraban
armoniosamente con el ámbito de la Plaza de
Mayo, mediante el recurso de mantener el ritmo y
tamaño de arquerías, coincidentes con los de la
Recova Vieja que dividía en dos partes la plaza.
Carlos Enrique Pellegrini fue también periodista,
y desde su Revista del Plata impulsó fuerte y
decididamente el progreso técnico y edi-licio de
la provincia de Buenos Aires.
Uno de los precursores del academicismo
renacentista, que bien pronto alcanzó gran
difusión, fue el arquitecto lombardo Pedro
Fossati, a quien Urquiza encargó en 1850 la
remodelación de su residencia "San José", en
Concepción del Uruguay, convertida en un
palacio por su amplitud, ornamentación
académica y nobles proporciones; la fachada
consta de una amplia galería de arcos sobre
columnas de sección circular, con dos torres o
miradores en ambos extremos; el patio principal
sigue el mismo lineamiento, en el cual demostró
Fossati la solvencia de su oficio, en tanto la
distribución general de jardines, con sus
palomares, capilla y hermoso lago artificial,
expresa el espíritu de las villas italianas del
Véneto, mientras una avanzada tecnología se
concitaba en la instalación de un servicio de
aguas corrientes. Fossati manejó acertadamente
el lenguaje de "loggias" y "cortiles" en otras de
sus obras, como la antigua Curia Episcopal de
Buenos Aires (1856/62) y los hospitales italianos
de Montevideo y Buenos Aires (este demolido);
fue también autor de otras obras de gran
jerarquía: la Catedral de Concepción del Uruguay
(1856/ 58) y el Palacio de Santa Cándida (c.
1860) de Urquiza, cerca de la misma ciudad; en
este empleó una escala monumental y un partido
semejante al de las "villas palladianas" aunque
difiera de estas el planteo general.
En 1855 llegaron a Buenos Aires los ingenieros
genoveses Nicolás Canale (1804-1874) y José
Canale (1833-1883) hijo del anterior, autores de
obras de gran envergadura como la Catedral de
Lomas de Zamora (1860-1902) y la quinta "Los
Leones" (1858) de Esteban Adrogué, en la
misma ciudad, esta de partido compacto y
rodeada sobre tres frentes por una columnata de
orden toscano; también fueron autores de las
iglesias de la Inmaculada Concepción
(1864-1916), en Bel-grano, cuya planta circular
y enorme cúpula recuerdan el panteón de Agripa
en Roma, y de Nuestra Señora de la Piedad
(1866-1895), en Buenos Aires, de escala
monumental. En materia de diseño urbano, el
estudio de los Canale innovó respecto de la
secular
traza de damero, al proyectar el trazado del
pueblo de Almirante Brown o Adrogué (1872)
con diagonales y perspectivas, así como el
conjunto de los edificios públicos (iglesia,
municipalidad y escuela), todos en el estilo
"renacimiento italiano" que caracterizó su
producción. Su discípulo y continuador fue el
arquitecto Juan A. Buschiazzo. J
La tendencia "italianizante" alcanzó gran auge
en el interior de nuestro país, especialmente en
ciertos centros como Paraná, Corrientes y
Catamarca, donde actuaron los arquitectos
Santiago Danuzio, Nicolás Gros-so y Luis
Caravatti respectivamente, como también en
Santiago del Estero, donde se radicaron los
piamonteses Agustín, Gerónimo Ambrosio y
Nicolás Cánepa.
Durante el lapso de su capitalidad nacional, en la
ciudad de Paraná se construyeron los
imprescindibles edificios públicos, dentro de la
corriente renacentista italiana: Casa de Gobierno
(1854/56, demolida), Residencia Presidencial
(1855/58), Cámara de Diputados (1856) y de
Senadores (1858) Mercado de la Paz (1858/59)
todos obra de Danuzio, a los cuales deben
agregarse el Teatro 3 de Febrero (1852/53) del
arquitecto José Guirce y la Iglesia de San Miguel
(1854/65) de Augusto Reant que, como
excepción a la generalidad, es de estilo dura y
vagamente neogótico. En la misma época se
construyeron en Corrientes la Catedral (1854/64)
e iglesias de Nuestra Señora de la Merced
(1856/58) y San Francisco (1858/67), el Teatro
Torres de Vera (1958/62) y el Cabildo o
Legislatura Provincial (1856/59) todas obras de
Nicolás Grosso quien también fue autor del
templo antiguo de Itatí (1853/56).
El lombardo Luis Caravatti llegó a Catamarca en
1857, con 26 años de edad y se hizo cargo del
proyecto y ejecución de la Casa de Gobierno
(1857/59) y después, entre otras obras, de la
terminación de la Catedral (1862/75) y de la
construcción del Colegio Nacional (1876), la
Escuela Normal (1878), el Seminario Conciliar
(1882/91) y la iglesia de San Pablo en Capayán.
También los Cánepa cumplieron importante
labor, pues fueron autores del templo y convento
de Santo Domingo, en Córdoba (1858/62), del
Cabildo o Jefatura de Policía, en Santiago del Es-
tero (1867), y de la Catedral de la misma ciudad
(1869/78).
La universalización del gusto
renacentista-italianizante en todo el país
coincidió con el período de renovación de
importantísimos edificios públicos y, en general,
significativos para el paisaje urbano de nuestras
ciudades; fue posible, entre otras causas, por la
presencia de profesionales y artesanos de origen
italiano, quienes no solo difundieron el estilo en el
cual se habían formado académicamente sino
que, en el caso de los operarios, tuvieron amplia
capacidad e idoneidad técnica para mate-
rializarlo. Fue una transculturación a nivel
humano que, en una coyuntura excepcional,
produjo la modificación del gusto estilístico;
luego, la inmigración masiva enfati-zaría aún
más esta situación.
De carácter más mesurado que el de los
arquitectos hasta aquí citados, fue la obra del
inglés Eduardo Taylor (1801-1868) nacido en
Chelsea y arribado en 1824 a Buenos Aires
donde atendió, en general, obras particulares
hoy desconocidas; en 1854 ganó el concurso de
proyectos para la Aduana Nue-
va con su propuesta de volumen semicircular,
emergente del agua, y fachada curva, compuesta
por un basamento y dos pisos de arquerías de
medio punto, que aligeraban su pesada masa de
carácter marcadamente romano; sobre el eje
estaba la portada monumental rematada por la
torre o-"faro de Buenos Aires". También fue autor
del palacio Muñoa o Club del Progreso (1856)
donde empleó un sistema compositivo de
basamento y dos plantas unidas por un orden
monumental de pilastras, análogo al empleado
entonces en Inglaterra por Sir Charles Barry y
otros arquitectos; al igual que estos, Taylor
cultivó también los neo-medievalismos o
"revivals" de raíz británica que empleó en la
neogótica iglesia evangélica alemana (1850/51)
de Buenos Aires y en la pequeña capilla
presbiteriana escocesa de San Juan (1854/55),
en Florencio Varela, neorrománíca.
El renacentismo italiano de vertiente inglesa fue
también cultivado por el estudio de Henry Hunt y
Hans Schroeder (este presumiblemente alemán,
fallecido en 1871), autores del edificio de San
Martín 216 en Buenos Aires (1861),
originalmente Bolsa de Comercio y hoy asiento
de la Cámara Compensadora del Banco Central,
de las iglesias de Capilla del Señor (1864/66),
Tandil (1868, hoy desfigurada) y presbiteriana
escocesa de Chascomús (1872); también fueron
autores de los primeros ejemplos de arquitectura
bancaria en nuestro país, pero su producción se
ha destruido casi totalmente: las antiguas sedes
del Banco de Londres (1867) y del Banco de la
Provincia de Buenos Aires (1869/75), en Buenos
Aires, así como las numerosas sucursales de
este último en el interior de la provincia,
sub-
asistiendo solo la casa que fue asiento principal
del Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos
Aires (1872/76), institución crediticia
desaparecida y cuyo edificio sirve hoy de sede al
Banco Central de la República Argentina.
El neogótico de vertiente inglesa tuvo, en los
arquitectos Carlos Ryder y Edwin A. Merry,
ejecutores de alto nivel de diseño y calidad de
construcción; pueden citarse como muy buenos
ejemplos de este período dos iglesias: la
anglicana de la Santísima Trinidad, en Lomas de
Zamora (1872/73), y la metodista episcopal de
avenida Corrientes 618, Buenos Aires (1872/75);
en ellas es muy destacable la expresión de los
materiales con sentido de autenticidad, la
organicidad de sus. volúmenes, buenas
proporciones y. como particularidad esencial,
la ejecución de los techos con cerchas y
cielorrasos de madera lustrada que, con los
vitrales milticolores y los pisos, generalmente de
entarimado, confieren a los espacios interiores
calidez y nobleza.
El estilo "renacimiento francés", que después del
'80 llegaría a dominar barrios enteros con sus
diversas variantes, comienza a aparecer en las
mansardas de la futura Casa Rosada (1873) que
proyectara el arquitecto Carlos Kihnlderg, con
destino inicial para Correos, en el antiguo
palacio mu. nicipal de Lomas de Zamora
(1876/82), del casi desconocido Teodoro Juan
de Groux de Patty, y en una finca particular de
Maipú y Lavalle, en Buenos Aires, de autor
ignorado y respecto de la cual emitiría Sarmiento
este comentario posterior: "No tuvo imitadores;
se anticipaba".
Primeros arquitectos argentinos
Prilidiano Pueyrredón (1823-1870), que fue
graduado hacia 1846 en el Instituto Politécnico
de París; Jonás Larguía (1823-1891), que lo fue
en 1862 en la Real Academia de Arquitectura de
Berlín y Juan Martín Burgos (1846-?) en 1870 en
la ya citada Academia romana, formaron el
primer grupo de argentinos académicamente
graduados de arquitectos. Este título comenzó a
otorgarse en nuestro país en 1878: el 19 de
agosto, la Universidad de Buenos Aires otorgó
reválida a Ernesto Bunge, el 2 de setiembre se
graduó Juan A. Buschiazzo y el 8 de noviembre
de ese mismo año quedó revalidado el título de
Juan Martín Burgos.
A la antedicha nómina habría que agregar el
nombre de Pedro Benoit, h. (1936-1897) quien,
sin haber recibido graduación académica, fue
siempre considerado como ingeniero y
arquitecto y, en cuanto tal, fue el profesional de
más vasta labor en esta época. Aprendió el oficio
junto a su padre —destacado dibujante
proyectista de origen francés— y a los 14 años
de edad ingresó como meritorio en el
Departamento Topográfico de Buenos Aires; en
1853 inter vino Benoit en la obra del Gran Hotel
Pro-vence y realizó después trabajos geodésicos
y catastrales siendo matriculado, en 1867. como
agrimensor. Desde su cargo oficial en el
Departamento de Ingenieros de la Provincia,
proyectó y dirigió un vasto cúmulo de obras
calculado en 1800 planos.
La acción de este primer grupo de argentinos
arquitectos no ofrece un carácter homogeneo: la
obra de Prilidiano Pueyrredón. fuertemente
influida por el gusto román-
tico, presenta un cierto grado de pintoresquismo
como en la quinta de Azcuénaga (1853), hoy
residencia presidencial de Olivos; también
realizó una significativa obra de remodelación de
espacios urbanos, orientada a la forestación de
plazas y avenidas, la Plaza de Mayo ante todo,
cambiando el concepto de paseo seco que regía
hasta entonces. Larguía, de reducida
producción, se mantuvo en un academicismo
albertiano, expresado en el antiguo palacio del
Congreso Nacional (1862), hoy englobado en el
interior del ángulo sudeste del Ministerio de
Bienestar Social.
Bunge trabajó durante cinco años en Alemania,
asociado con los a r q u i t e c t o s Schmieden y
Martin Gropius (tío de Wal-ter Gropius) con
quienes en 1867 ganó el concurso para la obra
del hospicio de Neustadt Eberswalde; en 1869
regresó a la Argentina donde fue, según un
comentario de la época, "el primero que opuso
el arte helénico al renacimiento italiano, único
estilo imperante en los tiempos en que Ca-
1 Aduana Nueva. Buenos Aires
(demolida). Eduardo Taylor. arq.
2 Correo Central, englobado posteriormente en el
conjunto arquitectónico de la Casa Rosada.
Carlos Kihnilder, arq.
3 Capilla Presbiteriana Escocesa de San
Juan Bautista, Florencio Varela, Eduardo Taylor.
arq
4 Banco de Londres, Buenos Aires (demolido), Henry
Hunt y Hans Schroeder, arqs.
5 Banco Hipotecario de la Provincia,
Buenos Aires (hoy Banco Central de la
República),
6 Iglesia de la Inmaculada Concepción. Belgrano.
Nicolás y José Canale. arqs.
7 Catedral de Corrientes. Nicolás Grosso, arq
8 Casa de Gobierno y Catedral.
Catamarca. Luis Caravatti, arq. *
nale dominaba casi exclusivamente";
su
primera obra en Buenos A ire s fue la iglesia de
Santa Felicitas (1870) de estilo neo-rrománico;
entre las posteriores merecen señalarse la
Penitenciaría Nacional (demolida) y la Escuela
Normal de Maestras de avenida Córdoba 1951
que lo muestran como un ecléctico muy hábil, de
rasgos depurados y capaz de manejar un vasto
repertorio temático dentro del historicismo
dominante.
En cuanto a Burgos, cuyo proyecto para un
"Gran Teatro Municipal" fue premiado en el
concurso académico de su graduación en Roma,
siguió cursos sobre ornato e higiene pública,
sistemas de mataderos urbanos y puertos, en
Londres y París, para efectuar después un viaje
de estudios a Estados Unidos, donde le fue
ofrecida la dirección de obras del Palacio de
Correos de Nueva York, que declinó para
regresar a Buenos Aires donde realizó diversas
obras como el Palacio Municipal de Azul (1879),
la escuela agronómica de Santa Catalina (1882,
hoy Universidad Nacional de Lomas de Zamora),
mataderos de Buenos Aires (1889) y otras.
Desarrolló una vasta labor crítica y docente (fue
titular de la cátedra de Arquitectura en la UBA,
desde 1883) sosteniendo enfoques de análisis
funcional y seriedad académica en cuanto con-
cierne a los aspectos programáticos y es-
téticos-compositivos.
Las obras públicas
La administración de Rosas dejó tras de sí una
estructura estatal capitalizada, singularmente en
lo que concierne al banco provincial que, de una
situación de bancarrota en 1834 alcanzó, al
cabo de dos dé-
cadas, un estado de solidez que posibilitó el
fomento de ambiciosos programas de obras
como el Ferrocarril del Oeste, la aduana y
muelles de Buenos Aires, el Teatro Colón, las
obras sanitarias y otras. La ejecución de las
obras estatales se canalizó básicamente en tres
niveles: el municipal que estuvo a cargo de
Prilidiano Pueyrredón, Carlos Enrique Pellegrini y
Nicolás Canale entre otros; el provincial, que
experimentó una serie de cambios estructurales
hasta la creación, en 1875, del Departamento de
Ingenieros donde actuaron los ya mencionados
Pedro Benoit y Ernesto Bunge, y el nacional, del
cual nos ocupamos separadamente. En las
p r o vi nc i a s —Buenos Aires incluida— el primer
grado de interés en el área de ingeniería lo ocu-
paban las tareas geodésicas y topográficas; de
ahí que la estructuración de oficinas de
arquitectura se haya concretado muy
tardíamente, y esta actividad, siguiendo una
tradición de la época de los cabildos, quédase
con frecuencia en el nivel municipal.
Ya nos hemos ocupado de las inquietudes del
presidente Urquiza en cuanto al fomento de las
obras arquitectónicas; en 1854 designó como
Arquitecto Nacional a Augusto Reant, cuya
actuación fue muy breva, ya que su cargo se
suprimió al año siguiente. Recién en 1869 fue
creada la Oficina de Ingenieros Nacionales cuyo
primer jefe fue el italiano Pompeyo Moneta a
quien, desde 1874, secundó como Arquitecto
Nacional el sueco Enrique Aberg, adscripto en
general a la línea del neorrena-centismo
anglo-italiano, como en su obra de la Capitanía
General de Puertos de Buenos Aires
(1874/1876) y en algunos edificios
bancarios y públicos, aunque también
in-cursionó en el neomedievalismo, como en la
iglesia de Domselar (1876) y en la Aduana de
Rosario (1876).
Un rubro significativo, aunque más por su
importancia intrínseca que por la cantidad de
obras en el período que nos ocupa, fue la
arquitectura escolar. La construcción de la
escuela de Catedral al Norte, en Reconquista
461, Buenos Aires (1858/1860, re-modelada)
obra que se adjudicó, previo concurso, al
arquitecto Nicolás Barabino, marcó una etapa de
renovación programática con aceptación de los
conceptos más modernos de entonces.
La arquitectura hospitalaria también tuvo en este
período obras significativas, como el antiguo
Hospital de Clínicas de Buenos Aires. Los
puertos y ferrocarriles no alcanzaron en este
período el influjo sobre los espacios urbanos que
tendrían después de 1880. En general, las
grandes obras de ingeniería son posteriores a
dicho año, pero en el caso particular de Buenos
Aires hay que mencionar dos rubros de
infraestructura anteriores al '80: las obras de
salubridad y los tranvías; las primeras hicieron
viable la elevación en altura de los edificios; los
segundos posibilitaron la expansión horizontal
de la ciudad, mediante la formación de nuevos
barrios, ágilmente intercomunicados.
9 Banco Hipotecario de la Provincia
Buenos Aires (hoy Banco Central de la
República),
10 Banco de la Provincia de Buenos
Aires, Dolores (demolido), Henry Hunt,
arq.
11 Casa de Gobierno y Catedral,
Catamarca, Luis Caravatti, arq.
12 Catedral de Corrientes, Nicolás Grosso, arq.