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INTRODUCCIÓN

El estado como un instrumento al servicio del hombre, tiene entre sus fines brindar
una seguridad integral a los ciudadanos. Por ende cuenta con órganos públicos
que expresan su voluntad en los distintos ámbitos del quehacer nacional, de los
cuales algunos de ellos emplean legítimamente la fuerza pública.

Conforme al artículo 166° de la Constitución Política del Perú, la Policía Nacional


tiene por finalidad fundamental garantizar, mantener y restablecer el orden interno.
En ese mismo sentido y con lo establecido en el artículo 2°, numeral 24, literal f)
del mismo cuerpo normativo, la detención de una persona en situación de
flagrancia es una tarea asignada a la Policía dentro de sus funciones.

No obstante, no es un secreto el déficit existente de los efectivos policiales y la


inseguridad ciudadana en que se vive; provocando que la labor del Estado se
muestre insuficiente frente a la ola delincuencial. Producto de este estado de
indefensión en la que se ve inmersa la ciudadanía en general, surge la figura del
arresto ciudadano, que le otorga la facultad al ciudadano de detener a una
persona que se encuentre en flagrante delito y exige ponerla a disposición de la
autoridad competente.

Así, toda persona puede proceder al arresto de cualquier sujeto en caso de


flagrante delito, al ponerse en vigencia la Ley N° 29372 que modificó los artículos
259° y 260° del Nuevo Código Procesal Penal, referidos al arresto ciudadano y a
la detención sin mandato judicial, a quien sorprenda en flagrante delito.
I. CUESTIONES GENERALES

1.1. ANTECEDENTE HISTÓRICOS

A los finales de los setenta, el robo de ganado se había vuelto muy frecuente por
lo que se construyó en ese momento un verdadero circuito de bandolerismo que
iba desde la costa hasta la selva, y frente al cual la policía no reaccionaba. En este
contexto en el que, en 1976, surgió la primera ronda campesina. (Tejada, 2016)

En este sentido las rondas campesinas asumieron directamente la función de


administrar justicia en cualquiera sea el tipo de conflicto suscitado entre los
campesinos.

Según Tejada (2016) antes de la dación del Nuevo Código Procesal Penal no
existía norma que permitiera el arresto ciudadano por parte de una persona
natural, sin embargo desde finales de los sesenta, ya se venía aplicando por parte
de las Rondas Campesinas en una justicia popular los arrestos, y posteriores
castigos. (p. 17). Actualmente la figura del Arresto ciudadano se encuentra
contenida en el artículo 260° del Nuevo Código Procesal Penal.

(Neyra, 2015) Un problema que se presentó fue si ¿la detención practicada en


flagrancia por los ronderos constituye un supuesto de arresto ciudadano?

Al respecto hay que decir que la Constitución (Art. 149°), la Ley de Rondas
Campesinas (Ley N° 27908, de enero 2003) y el propio CPP 2004 (Art 18°),
reconocen las facultades que tienen las rondas campesinas para:

-Garantizar la seguridad y el mantenimiento de la paz en sus ámbitos territoriales.

-Resolver conflictos dentro de su comunidad (Arts. 1 y 7 Ley N° 27908), en base a


sus costumbres (Art. 13 Ley N° 27908)

De allí que puedan intervenir y privar de la libertad a una persona descubierta en


“flagrancia”, sin recurrir al arresto ciudadano, sino basándose en la costumbre de
su comunidad.
Es necesario enfatizar que en el Nuevo Código Procesal penal establece en la
sección III, sobre las medidas de coerción procesal; en la cual cita en el Artículo
260º, sobre el arresto ciudadano donde indica que toda persona podrá proceder al
arresto en estado de flagrancia delictiva, que tiene como objeto privar la libertad
personal de un sujeto que se encuentre en flagrante delito, en consecuencia el
arresto ciudadano, entro en vigencia el 01 de enero al 09 de julio del año 2009,
según el Artículo 2º de la Ley Nº 29372, publicada el 09 de junio del 2009.

1.2. PRECISIÓN TERMINOLÓGICA

La norma procesal penal denomina a la institución materia de comentario “arresto


ciudadano en estado de flagrancia”; sin embargo, no existe consenso sobre esta
denominación ni en la legislación así como tampoco en la doctrina. Pues, algunos
la denominan “detención”, otros “captura”, “aprehensión”, “arresto”, etc. En nuestro
medio, resulta relevante la postura de Oré (2008), quien discrepa de la
denominación “arresto” al considerar que este al igual que la “detención”,
significan privación de la libertad.

En la legislación comparada así como en nuestra legislación histórica, tanto


“arresto” como “detención” siempre han significado privación de la libertad. El
propio significado gramatical de “arresto” es “detener” o “poner preso”, en clara
alusión a la privación de la libertad. Entonces, estando al contenido del artículo
2°.24.f) de la Constitución, la figura procesal en comento, no puede configurar un
supuesto de “detención” ni propiamente uno de “arresto”; pues, si tuviese esta
naturaleza, la medida sería inconstitucional y por tanto no sería aplicable, y todo
“arresto ciudadano” sería arbitrario, o en el peor de los casos, configuraría delito
de secuestro.

Consecuentemente, considerando que, estando a que la medida no significa una


detención ni propiamente un “arresto” sino una limitación del derecho a la libertad,
es necesario darle una denominación apropiada, tal como refiere Oré (2008),
quien propone denominarla “aprehensión”, y con clara alusión al significado
gramatical de la palabra hace referencia a la acción de “coger” o “prender” al
sospechoso de la comisión de un delito con la finalidad de ponerlo a disposición
de la autoridad competente; propuesta que la suscribimos, agregando que para
comprender al sujeto que realiza la intervención, debemos denominarla
“aprehensión ciudadana”.

1.3. GENERALIDADES DEL ARRESTO CIUDADANO

Todos los días se ve en la televisión o leemos en los medios de comunicación


escritos, que se producen “asaltos y robos” al paso. Nadie puede transitar por las
calles, con el celular en la mano o con algunos billetes en la cartera, sin correr el
riesgo de que éstos le sean arrebatados por algún delincuente. Si el ciudadano es
osado y opta por perseguir al delincuente y logra capturarlo, está realizando un
“arresto ciudadano”.

Las preguntas que surgen inmediatamente en cualquier ciudadano son: ¿acaso


está función de intervenir y arrestar a un delincuente, No es de la Policía?, ¿No es
el Estado el que tiene que garantizar la seguridad ciudadana?

Tejada (2016) sostiene que “se trata de eventos en los que se aprecia la
necesidad de restringir el principio general de libertad (…)” (p.24). En este sentido
la Ley que confiere está facultad a los ciudadanos es excepcional y como tal no
constituye un mandato imperativo, es decir los ciudadanos no están obligados a ir
por las calles arrestando delincuentes.

La detención efectuada por particulares tiene como objeto reducir la inseguridad


ciudadana de un Estado y contribuir con la Administración de Justicia del mismo,
todo lo cual redunda en el desarrollo del país. (Vásquez y Sánchez, 2014, p.32)

A dicho objetivo también contribuyen normas como las que regulan la detención
ciudadana, que permiten a los particulares apoyar a las autoridades en el combate
de la violencia y de la inseguridad en las calles.
1.4. CONCEPTO DE ARRESTO CIUDADANO

Arbulú (2017) afirma que “es una institución por la que un ciudadano ante
flagrancia delictiva puede privar de su libertad al presunto autor para ponerlo a
disposición de la autoridad policial” (p.276)

Esto es permitido por la Constitución, que reconoce el derecho de los ciudadanos


de retener a quienes están cometiendo un delito, cuando la autoridad competente
no está presente, pero debiendo entregar inmediatamente al arrestado y las cosas
que son el cuerpo del delito a la Policía más cercana.

La apreciación de esta facultad coercitiva de la ciudadanía, no debe llevar a


confundir el arresto ciudadano con los ajusticiamientos selectivos, que algunos
pobladores y caseríos de nuestro país están cometiendo en forma sistemática.
(Peña, 2014).

Para Neyra (2015) esta figura:

Se constituye en una aprehensión ciudadana que solo


puede adoptarse en ausencia de las agencias de
persecución, debe durar el tiempo estrictamente
necesario para poner a disposición de la Policía a los
presuntos autores o sospechosos del delito, no facultando
al particular a realizar un uso excesivo de fuerza natural.
Debe ser entendido como una labor complementaria de
colaboración con la administración de justicia. (p. 153)

Kadagand (s/f), cita a Ore Guardia en su Manual de derecho Procesal Penal,


menciona que el arresto ciudadano es “el acto material transitorio de privación de
la libertad, que no supone propiamente encarcelamiento, y que obliga al
ejecutante a poner inmediatamente al aprehendido a disposición de la autoridad
policial”.
De lo dicho anteriormente se desprende que el arresto ciudadano viene hacer el
arresto o la detención de una persona por otra que no es ni una autoridad judicial
ni tampoco una autoridad policial, sino cualquier ciudadano en estado de
flagrancia delictiva.

Del artículo 260° del Código Procesal Penal se desprende que el arresto
ciudadano consiste en la aprehensión que puede realizar cualquier ciudadano
sobre otro que se encuentre en estado de flagrancia delictiva; es decir, cuando la
comisión de delito es actual y el autor es descubierto, o cuando es perseguido y
capturado inmediatamente después de cometido o cuando es sorprendido con
objetos o huellas que revelan que acaba de hacerlo.

1.5. NATURALEZA JURÍDICA DEL ARRESTO CIUDADANO

El arresto ciudadano se sustenta en la facultad que el legislador ha otorgado a los


ciudadanos para efectos de contribuir a la seguridad ciudadana. No constituye una
obligación del ciudadano sino una facultad, por lo que este, bien puede ejercitarla
o dejar de hacerla, en tanto ejercitar la facultad pueda significar una puesta en
peligro de su integridad física para lo que está preparado; de ahí su diferencia con
la detención policial, que constituye un deber, e inclusive una obligación cuyo
incumplimiento puede dar lugar a la comisión de un delito.

Tal como lo estipula el artículo 260° del CPP el arresto ciudadano puede ser
realizado por toda persona cuando descubre al agente en estado de flagrancia
delictiva. En este caso, se considera que la única diferencia con la detención
policial es que esta es realizada por la Policía, mientras que el “arresto” es
realizado por particulares o por entidades distintas a la Policía, como Serenazgo.

El estado de flagrancia delictiva está determinado por el artículo 259° del referido
cuerpo procesal penal, que, como se ha visto al tratar la detención policial en
flagrancia, este artículo está lejos de establecer y determinar en forma concreta y
definida la flagrancia delictiva; en tal sentido, por ahí nos encontramos con un
primer problema referido al “arresto ciudadano”, al igual que también para la
detención policial.

De otro lado, algunos han sostenido que el arresto ciudadano establecido en el


referido artículo 260° es inconstitucional, puesto que no se ajusta al contenido del
artículo 2°. 24. f) de la Constitución Política del Estado, el mismo que
expresamente refiere que ante la situación de flagrancia solo la Policía puede
realizarla detención de agente del delito y que en ningún momento autoriza la
posibilidad de legislar autorizando la detención por particulares u otros agentes
distintos de los efectivos policiales.

Estas posturas sobre la inconstitucionalidad del arresto ciudadano tendrían


sustento si se lo considera como una forma de “detención”, similar a la “detención
policial”, como en efecto, lo considera Chang Kcomt , quien haciendo referencia a
una interpretación integral y sistemática de los literales f) y b) del artículo 2°. 24 de
la Constitución, concluye que el arresto ciudadano es un tipo de detención
realizada por particulares en caso de flagrante delito. Obviamente, si se concluye
de este modo, la consecuencia necesaria es el tratamiento similar al arresto
ciudadano que a la detención policial.

Sin embargo como se viene sosteniendo, no se puede asimilar y tratar de modo


equivalente al literal f) y al literal b) del artículo 2°. 24 de la Constitución ; pues el
literal f) está referido a la detención de una persona, y establece que esta solo
puede realizarse por mandato escrito y motivado del juez o por las autoridades
policiales en caso de flagrante delito; mientras que el literal b) se refiere a la
posibilidad de establecer legalmente alguna restricción a la libertad personal. Y
claro, la detención es considerada como una privación de la libertad, mientras que
la restricción es solo una limitación de la libertad.

En efecto, la doctrina y la jurisprudencia es unánime al considerar a la detención,


como la privación de la libertad ambulatoria, locomotriz o de movimiento de forma
que el autor de la privación de la libertad impide al sujeto pasivo trasladarse del
lugar según su libre voluntad. Lo que determina que no basta que se limite el
ejercicio de dicha libertad, tampoco que se impida al sujeto pasivo permanecer o
acceder a determinado lugar, se requiere que se le prive del ejercicio de su
libertad ambulatoria; en consecuencia privación de la libertad ambulatoria implica
anulación de esta facultad. En cambio, a través de la restricción de la libertad solo
se limita de alguna forma el ejercicio de la libertad ambulatoria pero de ningún
modo se anula o se priva del ejercicio de este derecho.

Un caso de restricción de la libertad, es la retención policial con fines de


identificación prevista en los artículos 205° y 209° del Código Procesal Penal, la
misma que no puede ser por más de 4 horas y el intervenido no podrá ser
ingresado a celdas o calabozos ni mantenido en contacto con personas detenidas,
y tendrá derecho a comunicarse con un familiar o con la persona que indique, a la
vez que se le permitirá retirarse una vez que se haya cumplido el fin por el cual fue
retenido. Como puede verse esta restricción no equivale a una privación de la
libertad y por tanto, no es una detención.

De otro lado, desde una perspectiva material o sustantiva la diferencia entre la


privación de la libertad y la restricción de la libertad es evidente e indiscutida, a tal
punto que el Código Penal trata a estas como instituciones diferentes, con
consecuencias y finalidades distintas. Así, el artículo 28° de este cuerpo normativo
trata de la pena privativa de libertad y de la pena restrictiva de libertad, la primera
se ejecuta a través de la privación total de la libertad ambulatoria, mediante el
internamiento del condenado en un Establecimiento de Sentenciados de Régimen
Cerrado, que lo priva de la libertad de retirarse del interior del penal y de acceder y
comunicarse con el exterior, salvo en el caso de las visitas; mientras que la pena
restrictiva de libertad solo implica la expulsión del país del ciudadano extranjero
que ha cometido un delito en el país. Como puede verse, con la restricción de la
libertad el sujeto no queda privado del ejercicio de su libertad ambulatoria, solo se
le prohíbe acceder a determinado lugar, en cambio con la privación de la libertad,
el sujeto queda encerrado en un establecimiento carcelario. Obviamente, ambas
situaciones no se pueden equiparar.
Estando la diferencia de estas instituciones que afectan derechos fundamentales,
la Constitución Política del Estado trata de modo específico a la detención, y por
tratarse de una injerencia severa en la libertad de la persona, determina
expresamente, a través de numerus clausus, los casos en los que procede dicha
detención, no dejando abierta la posibilidad para que el legislador, a través de una
norma de menor jerarquía como la ley, establezca nuevos casos de detención. En
cambio respecto a la restricción de la libertad, el artículo 2.24.b) de la Constitución
deja abierta la posibilidad de que el legislador, mediante una norma con jerarquía
de ley, pueda establecer límites a la libertad sin problema alguno; pero claro, no se
trata de una autorización para privar de la libertad sino solo para realizar
restricciones; pues la privación únicamente puede realizarse conforme al artículo
2°.24.f) de la Constitución.

Siendo así, el arresto ciudadano no puede configurar un supuesto de detención en


flagrancia, si ello fuera así, sería inconstitucional, puesto que el artículo 2°.24.f)
referido a la detención, solo autoriza detener por mandato judicial o por la Policía
en flagrante delito, cualquier otro supuesto no está autorizado. Esto es, el arresto
ciudadano configura solo un caso de restricción de la libertad conforme al artículo
2.24.b) de la Constitución.

En este mismo sentido Rodríguez (2012) refiere que “(…) no es excepción al


imperativo constitucional de que el ciudadano solo puede ser detenido en caso de
flagrancia delictiva o por mandato judicial, ya que no se faculta para detener a
nadie, solo para arrestar”. Así también Rosas (2015) señala que “(…) en realidad,
cuando un ciudadano procede a realizar la captura del delincuente in fraganti,
efectúa un acto de colaboración con la justicia que no constituye, propia o
estrictamente, una detención sino una restricción de la libertad” (p. 635). Se trata
de un supuesto excepcional, justificado en ausencia de las autoridades policiales,
donde la conducta del particular solo se dirige a aprehender y retener
temporalmente al delincuente, hasta que la policía se constituya al lugar o para
conducirlo inmediatamente ante dicha autoridad.
1.6. PERDIDA DE LA LIBERTAD PERSONAL POR ARRESTO CIUDADANO
EN EL PERÚ

El derecho a la libertad como el derecho a la vida son derechos inherentes a una


persona, no se pueden renunciar, son inalienables, son derechos naturales que se
adquiere desde que el hombre nace. El derecho a la libertad es necesaria para
que el hombre pueda desarrollar su existencia y que el estado debe crear
condiciones para su pleno goce de sus ejercicios, es por ello el estado debe
proveer seguridad en el sujeto. El estado a través de sus organismos y estos dan
leyes que protegen y dan seguridad al hombre dentro de una sociedad. (Capira,
2014, p. 34)

Indudablemente, en un Estado los derechos no son ilimitados, pero tampoco estos


límites son absolutos. Los límites surgen de la necesidad de proteger o conservar
otros derechos fundamentales pero deben hacerse de acuerdo a pautas
razonables que no tengan por efecto desnaturalizar el derecho que se debe limitar.

La Constitución Política del Perú no hace referencia sobre el arresto ciudadano


dónde faculte al ciudadano a realizar arresto ciudadano, solo reconoce la
detención por parte de una autoridad policial en estado flagrante delito o por
mandamiento escrito debidamente motivado por un juez, es decir, son las únicas
formas que se puede perder la libertad personal, es por ello que el estado ha
creado mecanismos o dispositivos jurídicos mediante la cual una persona pueda
perder su libertad sin vulnerar los derechos de los cuidando que están reconocidos
en la constitución política del Perú, cuidando celosamente y respetando los
principio que están consagrados en nuestra carta magna como el de legalidad el
debido proceso y presunción de inocencia.

Para Neyra (2015) el arresto ciudadano no constituye una detención en los


términos que propone la Constitución en sus artículos 2, inciso 24, numeral f), ni
configura una limitación absoluta e intensa de la libertad personal, como sería la
detención; sino que se trata de una restricción de este derecho conforme al
artículo 2.24.b) de nuestra ley fundamental (p. 152).

Bajo esta argumentación el arresto ciudadano se constituye en una aprehensión


ciudadana que solo puede adoptarse en ausencia de las agencias de persecución,
debe durar el tiempo estrictamente necesario para poner a disposición de la
Policía a los presuntos autores o sospechosos del delito, no facultando al
particular a realizar un uso excesivo de fuerza natural. Debe ser entendido como
una labor complementaria de colaboración con la administración de justicia.
(Neyra, 2015, p.153)

II. MARCO NORMATIVO

2.1. ANTECEDENTES LEGISLATIVOS DESDE LA PERSPECTIVA DE LA


CONSTITUCION

En primer lugar estableceremos que la Constitución Política Del Perú, en su Art. 2º


inciso 24 literal f, señala que nadie puede ser detenido sino por mandamiento
escrito y motivado del juez o por las autoridades policiales en flagrante delito.

Según la Ley Orgánica de la Policía Nacional del Perú con Nº 27238, en su Art 9º
en el numeral 4 establece que son facultades de la Policía Nacional del Perú
intervenir, citar y detener a las personas de conformidad con la Constitución y la
ley. No obstante en su Reglamento de la Ley Orgánica, en su artículo 11º, en el
numeral 11.7, establece son facultades de la policía del Perú detener a las
personas sólo por mandato judicial o en caso de flagrante delito; debiendo el
detenido ser puesto a disposición de la autoridad correspondiente dentro de las
veinticuatro horas de su detención o en el término de la distancia del delito o
inmediatamente después de cometido. Por consiguiente no hay otra forma de
restricción del derecho de libertad personal.
Si bien es cierto que la figura fue incorporada en el código procesal penal con Ley
Nº 29372, donde expresamente señala toda persona podrá proceder al arresto en
estado de flagrancia delictiva, podemos indicar que el arresto ciudadano, no está
amparada en la en la Constitución Política del Perú, es mérito mencionar el único
mecanismo para detener a una persona es que este tiene que incurrir en
flagrancia del delito y puede ser detenida

2.2. EL ARRESTO CIUDADANO EN EL CÓDIGO PROCESAL PENAL


PERUANO

El código procesal penal peruano entra en vigencia en el año 2004, en algunos


lugares del Perú estableciendo como principios inspirados en la constitución
siendo como principal característica un código garantista que vela los derechos de
las partes, posteriormente en el año 2009 entra en vigencia en todo el país, según
Ley N° 29372 nos establece el arresto ciudadano es una figura de medida de
coerción procesal.

En el cuerpo normativo ya mencionado se establece lo siguiente:

Artículo 260°.- Arresto ciudadano

1. En los casos previstos en el artículo anterior, toda persona podrá


proceder al arresto en estado de flagrancia delictiva.

2. En este caso debe entregar inmediatamente al arrestado y las


cosas que constituyan el cuerpo del delito a la Policía más cercana.
Se entiende por la entrega inmediata el tiempo que demanda el
dirigirse a la dependencia policial más cercana o al Policía que se
halle por inmediaciones del lugar. En ningún caso el arresto autoriza
encerrar o mantener privada de su libertada en un lugar público o
privado hasta su entrega a la autoridad policial. La Policía redactara
un acta donde se haga constar la entrega y las demás circunstancias
de la intervención.
Según dispone este precepto, cualquier persona puede practicar una detención en
flagrancia, siempre claro está que en efecto concurran los elementos de la
flagrancia delictiva.

En todo caso, la intervención de los particulares ante tales circunstancias


habilitantes ha de entenderse de forma absolutamente subsidiaria y
complementaria; solo si no es posible la preferible intervención de los miembros
de las Fuerzas y Cuerpos de la seguridad pública. De esta característica de la
complementariedad se deriva también la obligación de poner el detenido
inmediatamente a disposición de la Policía.

Tengamos presente además que los llamados “delitos permanentes”, tenencia


ilícita de armas; no estará generalmente presente la urgente necesidad de
intervención por los ciudadanos, que en condiciones normales deberán
simplemente poner los hechos en conocimiento de las autoridades competentes
para que intervengan.

Además, del mismo tenor de este art. 260 de Código Procesal Penal se reduce
que la actuación del particular en la detención de otro ciudadano es un derecho o
facultad; por lo tanto, en ningún caso estará obligado a realizar una acción de este
tipo, que por otra parte puede entrañar riesgos para su persona o bienes o para
terceros, quedando la decisión última en manos del particular, ya que la
persecución de los delitos es una actividad que se encomiendo a los órganos del
Estado. Naturalmente, sí tendrán la obligación de denunciar el hecho delictivo que
presenciaren, y de impedir la comisión del mismo cuando no suponga un riesgo
para él u otros. (Miranda, et al., 2009)

Por otra parte, precisamente porque la intervención del particular procede cuando
las autoridades que tienen constitucionalmente encomendada la persecución de
los delitos no pueden actuar, si éstas se encontraran en el lugar de comisión de
los hechos y no practicaran la detención por ser ésta improcedente o
desproporcionada en el caso concreto, no podrá hacerlo el particular motu proprio.
Debemos poner también de relieve que los genéricamente denominados “agentes
de seguridad privada”, independientemente de su calificativo concreto en cada uno
de los ordenamientos; guardaespaldas, detectives, vigilantes privados, etc.; son
también particulares, por lo que a estos efectos no tienen más facultades o
poderes de actuación que aquellos que se reconocen en general a los
“ciudadanos”, independientemente de que tales sujetos particulares o miembros
de equipos de seguridad privada puedan ir armados, cumplan funciones de
vigilancia o prevención de hechos delictivos, y de que tengan una cualificación y
experiencia muy superior a la que en general tendrá cualquier otro ciudadano.

Para Cáceres e Iparraguirre (2005), el artículo 260° del Código Procesal Penal "no
señala si el arresto ciudadano, lo debe realizar una persona o un grupo de
personas” (p.324); sin embargo, es el segundo caso, el que se presenta
frecuentemente y lo sabemos por experiencias recientes, qué le sucede a aquellas
personas que son detenido por un grupo de personas, y peca de iluso el artículo,
cuando refiere que el arrestado debe ser entregado con la cosa que constituya el
cuerpo del delito a la Policía más cercana, debemos preguntarnos, ¿es eso así?,
¿Qué es lo que busca el ciudadano que ha sido objeto de un delito? Que le
devuelvan las codas que le han sido sustraídas o ¿se pone el supuesto enunciado
por este artículo?, que por cierto tal vez desconozca y si lo conociera ¿irá a la
Policía con el sujeto y el objeto materia de denuncia? o tal vez ¿sólo desahogue
su enojo y frustración contra su agresor?

Cabe señalar, que en ningún caso el arresto autoriza a encerrar o mantener


privada de su libertad en un lugar público o privado hasta su entrega a la autoridad
policial. La Policía redactará un acta donde se haga constar la entrega y las
demás circunstancias de la intervención, esto quiere decir que si, el arrestado, es
retenido más allá del tiempo que demanda el dirigirse a la dependencia policial
más cercana o al Policía que se halle por las inmediaciones del lugar ¿podrían ser
procesados por secuestro la persona o personas que intervinieron?

Por lo dicho, se cree que este artículo además de tener una mala técnica
legislativa, recoge supuestos de una realidad que no es acorde con la nuestra; sin
duda influenciada por el Código de Enjuiciamiento Criminal Español, el cual
debería haber constituido un marco normativo referencial, pero lamentablemente
fue burdamente copia, sin pasar por el filtro de una política criminal acorde a
nuestra realidad, pues recordemos como decía ROCCO, El derecho no es solo
norma, el derecho se nutre de fenómenos humanos (hombre-sociedad). (Cáceres
e Iparraguirre, 2015, p. 325)

III.

3.1. APLICACIÓN DEL ARRESTO CIUDADANO EN FLAGRANCIA

Hernández (2013) sobre la flagrancia señala que es “un delito que resplandece y
por ello es advertible retóricamente en el acto en que se enciende a los ojos de
quien lo observa” (p. 1772). Por otro lado, Meini (2005) afirma “…abarca el
momento en que el autor o los partícipes están cometiendo el delito, lo que incluye
a todos los actos punibles del iter criminis” (p. 315).

Así también el Tribunal Constitucional en su Expediente N° 05696‐2009‐PHC/TC


sostiene:

a) La inmediatez temporal, es decir, que el delito se esté cometiendo o se


haya cometido momentos antes; y,
b) La inmediatez personal, es decir, que el presunto delincuente se encuentre
en el lugar de los hechos, en el momento de la comisión del delito, y esté
relacionado con el objeto o los instrumentos del delito.

El jurista peruano San Martin (2016) afirma:

1. Inmediatez, implica que la acción delictiva se esté desarrollando o se acabe


de realizar.
2. Relación directa del imputado con la cosa: instrumento, objeto o efectos del
delito.
3. Percepción directa de la situación delictiva.
4. Necesidad de urgencia de la intervención para evitar la consumación o
agotamiento del delito O desaparición de los efectos del mismo (p. 154).

3.1.1. Tipos de flagrancia

Se considera los siguientes tipos:

a) Flagrancia estricta: para el jurista Tejada (2016) señala “cuando el sujeto es


sorprendido y detenido en el momento mismo de estar ejecutando o
consumando el delito, concepto que se encuentra vinculado con las fases
consumativa o ejecutiva del hecho punible” (p. 52).

b) Cuasi flagrancia: para Tejada (2016) “Se da cuando un individuo ya ha


ejecutado el hecho delictivo, pero es detenido poco después, ya que no se
le perdió de vista desde entonces” (p. 53).

c) Presunción de flagrancia: Tejada (2016) considera “el individuo ni ha sido


sorprendido al ejecutar o consumar el delito, y tampoco ha sido perseguido
luego de cometido. Sólo hay indicios razonables que permiten pensar que
él es el autor del hecho” (p. 53)

3.2. SUJETOS AUTORIZADOS PARA INTERVENIR Y DETENER EN CASOS


DE FLAGRANCIA

3.2.1. Cualquier particular que presencie la comisión del delito

Tal como hemos señalado líneas antes, esta aprehensión es realizada por
cualquier persona; sin importar si se trata de un particular, de un funcionario
público, de una autoridad, o de un miembro de seguridad particular, inclusive
puede tratarse de un Juez o un Fiscal, que no actúan en una investigación o un
proceso sino como simples ciudadanos, solo se excluye la autoridad policial.

La validez del arresto realizada por estas personas se sustenta en la urgencia de


la intervención de la ciudadanía ante un ataque actual y evidente a bienes
jurídicos penalmente tutelados, o ante la necesidad de protección de los bienes y
derechos y sus condiciones de vigencia, que la sociedad y el Estado consideran
indispensables para asegurar la paz social. En tales circunstancias, son los
propios titulares de los bienes y derechos atacados, los primeros llamados a
buscar su preservación e incolumidad y, por ello, su actuación es indispensable,
aunque no tienen la obligación de intervenir.

3.2.2. Agentes de Serenazgo

La participación de los agentes de Serenazgo se sustenta en la necesidad de


reducir los altos niveles de inseguridad ciudadana existentes. Pues estos agentes
actúan prestando seguridad ciudadana de conformidad con el artículo 197° de la
Constitución Política.

Los efectivos de Serenazgo deberán intervenir en la captura y eventualmente en la


persecución y retención del agente delictivo descubierto in fraganti.

Comúnmente los efectivos de Serenazgo van acompañados de efectivos


policiales, en estos casos ante un supuesto de flagrancia delictiva los serenos solo
apoyarán a la Policía para realizar la detención policial, pero si ellos estuvieran
solos y no sería posible comunicarse de inmediato con la Policía, procederán a la
aprehensión, y retendrán al intervenido hasta ponerlo a disposición de la
Comisaría o del efectivo policial que se encuentre más cerca al lugar de los
hechos.

A diferencia de los casos de particulares, cuya intervención ante flagrancia


delictiva, solo es facultativa, en el caso de la participación de los agentes de
Serenazgo, si bien estamos ante un supuesto de “arresto” ciudadano, puede
sostenerse que su intervención ante la flagrancia delictiva es obligatoria, solo
limitada por la necesidad de preservación de su vida, su libertad o su integridad
corporal; pues, estos estos agentes, al igual que los efectivos policiales son
portadores de deberes especiales de protección frente a la ciudadanía, impuestos
por la Ley Orgánica de Municipales y demás normas que rigen la creación y
funcionamiento de Serenazgo en los respectivos distritos y provincias. En tal
sentido, su no intervención frente a la flagrancia delictiva, estando en condiciones
de hacerlo, resultaría configurativa de un delito de infracción de deber en comisión
por omisión

3.2.3.

3.3. PROCEDIMIENTO

El arresto la realiza cualquier persona o agente de Serenazgo, cuando el


aprehendido sea descubierto en el preciso momento en que está cometiendo el
delito o se apresta a cometerlo; asimismo, cuando se da la fuga y es perseguido
luego de ser descubierto cometiendo el delito o de haberlo intentado (supuestos
de consumación y tentativa respectivamente); esto es, en los casos de flagrancia
propiamente dicha o de cuasiflagrancia. Como se ha señalado, no puede
realizarse el arresto en los demás casos en que el artículo 259° del Código
Procesal Penal considera como supuestos de flagrancia, puesto estos no son
propiamente tales; por lo que realizando el test de proporcionalidad y
razonabilidad encontramos que la medida no resulta aplicable fuera de los
referidos casos de flagrancia o cuasiflagrancia.

En este primer momento el particular actúa facultativamente, ya que no es


obligado a actuar. Asimismo en el momento de la intervención in fraganti el
particular interviniente debe recoger las evidencias del delito que se encuentren en
el lugar de los hechos y que su no recojo podría significar un riesgo de pérdida,
ocultamiento o destrucción. Esto es, recoge el objeto, los instrumentos o efectos
del delito y cualquier otro material que pueda ser de utilidad para la investigación y
el proceso.

La norma habla de la recolección y entrega de las cosas que constituyan el cuerpo


del delito. Sin embargo, el concepto de “cuerpo de delito”, no reviste mayor
precisión, pues se refiere a todo objeto o elemento material vinculado al delito, por
lo que comprende a instrumentos del delito, al objeto del delito, a efectos o
productos del mismo así como también a las ganancias o cualquier otro objeto
material que pueda servir como elemento o fuente de prueba en la investigación
del delito. Este concepto engloba cualquier tipo de referencia a los rastros visibles
que puede dejar cualquier hecho delictivo. Por ello, no se trata de un concepto
técnico capaz de aportar, en términos de eficacia o funcionalidad, a la práctica
procesal. Pues se sigue utilizando el concepto, más por tradición que por criterio
técnico-jurídico.

Tal como refiere Ore (2008) la ejecución de esta medida presenta dos etapas, la
primera facultativa y la segunda obligatoria. En la primera se interviene al sujeto in
fraganti y se procede, de ser posible, al recojo del “cuerpo del delito”; la segunda
etapa es obligatoria y consiste en la entrega inmediata del aprehendido y las
cosas que constituyan el cuerpo del delito al efectivo policial más cercano o su
traslado a la Comisaría. La Policía redactará el acta donde se haga constar la
entrega y las demás circunstancias de la intervención.

Está prohibido mantener encerrado o privado de su libertad al intervenido por


parte de los particulares intervinientes, pues, estos están obligados a poner a
disposición de la autoridad competente de inmediato; asimismo, tampoco en la
Comisaría se puede hacer ingresar al aprehendido a un calabozo o encerrarlo en
alguna celda o algún otro lugar, salvo que, al constatar la flagrancia se dicte la
detención policial correspondiente.

Obviamente, la ejecución de esta medida puede significar una serie de problemas


para el ciudadano que proceda al arresto, tales como: ser denunciado por atentar
contra la libertad del arrestado si lo mantiene privado de su libertad sin dar cuenta
inmediatamente a la policía; que se vea amenazado o sea víctima de represalias
por parte del arrestado u otras personas; que proceda de manera arbitraria, etc.

El policía que recibe al arrestado por parte del particular tiene el deber de
informarle los derechos que le asiste como la no autoincriminación, contar con la
presencia de un abogado cuando declare o se realicen otras diligencias, a guardar
silencio si ni desea declarar, y demás derechos previstos en el artículo 77° del
CPP. Inmediatamente después de ello el Policía comunicará del hecho al
Ministerio Público. También informará al Juez de la Investigación Preparatoria
tratándose de los delitos de terrorismo, espionaje y tráfico ilícito de drogas.
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