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La bioética vs la corrupción y dilemas éticos.

LUIS GERARDO BELTRÁN VILLALOBOS

UNIVERSIDAD PRIVADA “DR. RAFAEL BELLOSO CHACÍN”


Resumen. La corrupción consiste en el desvío de recursos financieros o de otra
índole dirigido a particulares o grupos que conforman una élite. Es un problema
que existe en países donde la democracia es frágil, complementado con la
complicidad u omisión de los poderes públicos. La corrupción se fomenta por la
codicia, avaricia, deseo de poder, posesión de privilegios y deslinde de la
ciudadanía por parte de los políticos. El entorno y la cultura influyen en quienes
manejan los recursos u ostentan el poder en cuanto a cometer actos de
corrupción. Desde la perspectiva de la bioética se relaciona la corrupción con
procesos biológicos, es decir, existen personas que tienden a ser más honestas y
toleran menos la injusticia.
Palabras clave: ética, corrupción, partidos políticos,

I. Introducción: La bioética vs la corrupción y dilemas éticos.

La corrupción sistémica origina consecuencias que son evidentes, como


corrosión del sistema democrático, desaparecen los sueños de las clases más
desprotegidas de cualquier sociedad, ataca en especial e intensamente a los más
desposeídos y al estado de bienestar construido a partir de políticas públicas
basado en la educación, en lo económico y en lo social. Es un camino muy corto
hacia la pobreza, la miseria y la desigualdad, donde, la brecha entre ricos y pobres
se acentúa más y más.

II. Relacionar la corrupción con procesos biológicos.

Dentro del ámbito de la administración pública, es menester distinguir entre


medios y fines, el dinero no es un fin en sí mismo sino un medio que permite crear
trabajo para disminuir las desigualdades, es decir, que la brecha entre ricos y
pobres converja. Tomando en consideración, que el dinero no es amigo de nadie y
que se presta para caer en hechos de corrupción, según Bautista (2009), existen
factores que fomentan la corrupción estos se fundamentan en la conducta del
político, valores de consumo, avaricia y la genética.

La mayoría de las personas cuando entran en la arena política dentro de la


lista de las cosas que no debe hacer un buen político, es el deseo inicial de poder
y luego su proyección económica. Ahora bien, aquí subyace un elemento
perturbador de ese buen político, que es tener lealtad absoluta a su partido
aunque sea a costa de desviarse de sus objetivos sociales, de quienes lo eligieron
y de las necesidades del colectivo. De aquí deriva el desprestigio de los partidos
políticos, que no gozan de credibilidad y acusados de socavar la democracia y
engañar conscientemente a la ciudadanía trasformando los procesos electorales
en un mercadeo de votos, aunado a promesas y ofrecimiento de cargos públicos.

Los valores de consumo en este mundo globalizado se orientan hacia el


deseo de obtener bienes materiales, de ostentar lujos, la práctica del consumismo
ilimitado, la necesidad de aparentar un estatus social y de ser admirado por un
grupo de ignorantes en cuanto a valores éticos. Para lograr esta situación no
importa divorciarse de nuestra dignidad, ni como el político será evaluado por su
entorno familiar, ni cuantas personas serán las perjudicadas, el pensamiento de
esa persona, ya sea político o funcionario público, ronda en acciones
maquiavélicas, donde el fin justifica los medios, donde el fin es nada más y nada
menos que enriquecerse ilícitamente a través del erario público.

La avaricia es muy característica en gobiernos tanto de izquierda como de


derecha, aunque tienen un elemento en común, aparece como caldo de cultivo
cuando los poderes públicos no son independientes, sino que esta, parcializados
con el partido de turno, en pocas palabras son un apéndice del poder ejecutivo
en los que aparece el deseo de usura y de acumulación de riqueza que conduce a
un individualismo, donde reina la impunidad y complicidad con evidente reducción
de valores éticos.
Por otra parte, García-Conde (2013), sostiene que recientemente se intenta
relacionar la corrupción con procesos biológicos, es decir las personas que tienen
un número menor de transportadores de serotonina en el núcleo dorsal del rafe del
cerebro tienden a ser más honestas y toleran menos la injusticia, donde la
conjunción de biología, educación y ética sugiere la introducción de un área de
conocimientos designada como neuroética.

Es importante señalar que la corrupción es muy diversa según su ámbito,


tanto si es pública, privada, institucional o individual, que al sumarse la ignorancia
en el sujeto corrupto limita que este tipo de personas puedan discernir sobre sus
actos y sus consecuencias, así como, el deseo excesivo de apropiarse de algo sin
límites y con una tendencia a desear cada vez, convirtiendo esta práctica en un
círculo vicioso.

III. La ética en las organizaciones públicas y comunitarias.

En los sistemas políticos donde la corrupción es una constante, donde se


introduce hasta en los tuétanos de la administración pública, todo acarrea en un
entorno que prevalezca lo amoral, la injusticia y la involución de los pueblos,
además, genera pobreza, desigualdad y al mismo tiempo privilegia grupos elites
que se enriquecen ilícitamente evadiendo controles con conocimiento del resto de
los poderes que actúan en complicidad, donde no solo propugnan la impunidad, lo
por lo contrario buscan institucionalizar estas prácticas.

Ahora bien, quien pretenda denunciar estas actuaciones, simplemente los


descalifican o los sacan del juego político, a través de denuncias o querellas sin
argumento jurídico, provenientes del ministerio público y con el visto bueno de los
tribunales de justicia, en otras palabras, eliminar a quien intenta descubrirlos, por
lo tanto, se desmorona la legitimidad de las instituciones democráticas, prevalece
la dependencia de los poderes públicos al partido de turno y por ende a la máxima
autoridad nacional, generando una pérdida de confianza y de optimismo en la
población, en especial los más desprotegidos.
Por otro lado, el término ética es una palabra de común denominador tanto
en la gestión pública, como puede ser compartido en el ámbito privado, a su vez
no escapan las organizaciones comunitarias, es decir, la ética debe prevalecer en
las gestiones de este tipo de organizaciones y es esto precisamente lo que más
importa, que la gestión de las organizaciones no pierda su esencia,
particularmente en la administración tanto pública como comunal, donde el flagelo
de la corrupción deteriore su razón de ser, que no es más que el bienestar social.

Según Escalante (1992) citado por Hernández, “en ese sentido, no


olvidamos tampoco que la corrupción no obedece a un solo factor. La corrupción
no es sólo cuestión moral, sino también resultado de una circunstancia política y
económica: tiene consecuencias políticamente conservadoras; tiene que ver con el
mantenimiento del control político a través de una repartición de los privilegios a
las élites”. De lo anterior se discierne que el problema de la corrupción va más allá
de un planteamiento solamente ético o de un principio de lucrarse por la vía
rápida, más bien, como un compromiso con ese grupo élite, es decir, el partido o
partidos que apoyaron a estos gobernantes actuales cuando anteriormente eran
candidatos.

Añade el autor, existen los factores externos a la organización que pueden


mencionarse como favorecedores de procesos de corrupción:

· Debilidad de la moral pública: cuando tenemos una situación de hecho en


que la población acepta o admite más o menos con naturalidad las prácticas
corruptas, como si se tratara de conductas normales y esperadas. La conciencia
cívica es débil.

· Inadecuación de leyes y reglamentos: sea por su anacronismo, su


inadaptación a las realidades que deberían regular, o incluso la inexistencia de
norma jurídica.

· Ineficacia de la administración pública, cuando el burocratismo impide la


terminación eficiente de procesos, abriendo oportunidades para la intervención de
gestores y abriendo la posibilidad para corruptelas de parte de funcionarios de alto
o bajo rango.

· Inequitativa distribución del poder político, contrario a una sociedad bien


ordenada, la falta de acceso al poder público y su concentración en unos pocos.

· Inequitativa distribución de la riqueza (contrario a una sociedad equitativa),


la desigualdad de riqueza irá aparejada con la desigualdad de poder,
estableciéndose intercambios de hecho entre los grupos con poder efectivo.

Por lo anteriormente expuesto, para mitigar estos elementos, donde estos


elementos poseen una categoría de índole sistémico, para disminuirlos no
solamente es necesario el accionar de la organización involucrada, sino que, son
problemáticas sociales y culturales más amplias y aún más complejas que
escapan de las manos.

IV. Conclusiones

Se pretendió con este ensayo, estudiar el dilema entre la corrupción y la


ética, es decir, la conducta ética de los integrantes vinculados a las organizaciones
públicas y comunitarias, tomando en consideración que se tocaron puntos como
institucionalización de la corrupción, lealtad al partido político de turno, se
discierne que en el caso de las organizaciones públicas y comunitarias, se llega a
estas prácticas ilegales, por la impunidad existente, a través de los órganos
jurisdiccionales competentes, así como, por la mentalidad de los gobernantes,
donde se han acuñado frases como: “ Dios no me des ponme donde hay”. Es
decir, el entorno y la cultura influyen en quienes manejan recursos u ostentan el
poder en cuanto a realizar actos de corrupción.

Sin embargo, desde otra óptica se rompe el esquema, en cuanto al dilema


existente si es ético o antiético realizar prácticas de corrupción en las
organizaciones públicas o comunitarias, dado que, desde la perspectiva de la
bioética se relaciona la corrupción con procesos biológicos, es decir las personas
que tienen un número menor de transportadores de serotonina en el núcleo dorsal
del rafe del cerebro tienden a ser más honestas y toleran menos la injusticia,
donde la conjunción de biología, educación y ética sugiere la introducción de un
área de conocimientos designada como neuroética.

Concluyendo, en este ensayo el resultado que se observa es que la ética vs


la corrupción no comparte el término dilema ético, dado que, el acto de corrupción
practicado por los grupos involucrados, se origina producto del entorno (lealtad al
partido político de turno, enriquecimiento ilícito, complicidad por parte de los
órganos jurisdiccionales) o surge por una decisión del sujeto que lo realiza, debido
a la conformación biológica de su ser.

Referencias Bibliográficas

Diego Bautista, Oscar. (2009). Ética para corruptos. Urduliz:


Editorial Desclée De Brouwer.

Alberto Hernández Baqueiro (2004). Estructura ética y cultura


organizacional: ¿formalización o compromiso? Instituto Tecnológico y
de Estudios Superiores de Monterrey. Campus Ciudad de México.
Departamento de Humanidades. Cátedra de Etica, Justicia y Sociedad Civil.

Javier Garcia-Conde (2013) La corrupción sistémica. El fracaso de


la educación de los valores éticos y de la ejemplaridad. Editorial
Comares, S.L.

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