Resumen. La corrupción consiste en el desvío de recursos financieros o de otra índole dirigido a particulares o grupos que conforman una élite. Es un problema que existe en países donde la democracia es frágil, complementado con la complicidad u omisión de los poderes públicos. La corrupción se fomenta por la codicia, avaricia, deseo de poder, posesión de privilegios y deslinde de la ciudadanía por parte de los políticos. El entorno y la cultura influyen en quienes manejan los recursos u ostentan el poder en cuanto a cometer actos de corrupción. Desde la perspectiva de la bioética se relaciona la corrupción con procesos biológicos, es decir, existen personas que tienden a ser más honestas y toleran menos la injusticia. Palabras clave: ética, corrupción, partidos políticos,
I. Introducción: La bioética vs la corrupción y dilemas éticos.
La corrupción sistémica origina consecuencias que son evidentes, como
corrosión del sistema democrático, desaparecen los sueños de las clases más desprotegidas de cualquier sociedad, ataca en especial e intensamente a los más desposeídos y al estado de bienestar construido a partir de políticas públicas basado en la educación, en lo económico y en lo social. Es un camino muy corto hacia la pobreza, la miseria y la desigualdad, donde, la brecha entre ricos y pobres se acentúa más y más.
II. Relacionar la corrupción con procesos biológicos.
Dentro del ámbito de la administración pública, es menester distinguir entre
medios y fines, el dinero no es un fin en sí mismo sino un medio que permite crear trabajo para disminuir las desigualdades, es decir, que la brecha entre ricos y pobres converja. Tomando en consideración, que el dinero no es amigo de nadie y que se presta para caer en hechos de corrupción, según Bautista (2009), existen factores que fomentan la corrupción estos se fundamentan en la conducta del político, valores de consumo, avaricia y la genética.
La mayoría de las personas cuando entran en la arena política dentro de la
lista de las cosas que no debe hacer un buen político, es el deseo inicial de poder y luego su proyección económica. Ahora bien, aquí subyace un elemento perturbador de ese buen político, que es tener lealtad absoluta a su partido aunque sea a costa de desviarse de sus objetivos sociales, de quienes lo eligieron y de las necesidades del colectivo. De aquí deriva el desprestigio de los partidos políticos, que no gozan de credibilidad y acusados de socavar la democracia y engañar conscientemente a la ciudadanía trasformando los procesos electorales en un mercadeo de votos, aunado a promesas y ofrecimiento de cargos públicos.
Los valores de consumo en este mundo globalizado se orientan hacia el
deseo de obtener bienes materiales, de ostentar lujos, la práctica del consumismo ilimitado, la necesidad de aparentar un estatus social y de ser admirado por un grupo de ignorantes en cuanto a valores éticos. Para lograr esta situación no importa divorciarse de nuestra dignidad, ni como el político será evaluado por su entorno familiar, ni cuantas personas serán las perjudicadas, el pensamiento de esa persona, ya sea político o funcionario público, ronda en acciones maquiavélicas, donde el fin justifica los medios, donde el fin es nada más y nada menos que enriquecerse ilícitamente a través del erario público.
La avaricia es muy característica en gobiernos tanto de izquierda como de
derecha, aunque tienen un elemento en común, aparece como caldo de cultivo cuando los poderes públicos no son independientes, sino que esta, parcializados con el partido de turno, en pocas palabras son un apéndice del poder ejecutivo en los que aparece el deseo de usura y de acumulación de riqueza que conduce a un individualismo, donde reina la impunidad y complicidad con evidente reducción de valores éticos. Por otra parte, García-Conde (2013), sostiene que recientemente se intenta relacionar la corrupción con procesos biológicos, es decir las personas que tienen un número menor de transportadores de serotonina en el núcleo dorsal del rafe del cerebro tienden a ser más honestas y toleran menos la injusticia, donde la conjunción de biología, educación y ética sugiere la introducción de un área de conocimientos designada como neuroética.
Es importante señalar que la corrupción es muy diversa según su ámbito,
tanto si es pública, privada, institucional o individual, que al sumarse la ignorancia en el sujeto corrupto limita que este tipo de personas puedan discernir sobre sus actos y sus consecuencias, así como, el deseo excesivo de apropiarse de algo sin límites y con una tendencia a desear cada vez, convirtiendo esta práctica en un círculo vicioso.
III. La ética en las organizaciones públicas y comunitarias.
En los sistemas políticos donde la corrupción es una constante, donde se
introduce hasta en los tuétanos de la administración pública, todo acarrea en un entorno que prevalezca lo amoral, la injusticia y la involución de los pueblos, además, genera pobreza, desigualdad y al mismo tiempo privilegia grupos elites que se enriquecen ilícitamente evadiendo controles con conocimiento del resto de los poderes que actúan en complicidad, donde no solo propugnan la impunidad, lo por lo contrario buscan institucionalizar estas prácticas.
Ahora bien, quien pretenda denunciar estas actuaciones, simplemente los
descalifican o los sacan del juego político, a través de denuncias o querellas sin argumento jurídico, provenientes del ministerio público y con el visto bueno de los tribunales de justicia, en otras palabras, eliminar a quien intenta descubrirlos, por lo tanto, se desmorona la legitimidad de las instituciones democráticas, prevalece la dependencia de los poderes públicos al partido de turno y por ende a la máxima autoridad nacional, generando una pérdida de confianza y de optimismo en la población, en especial los más desprotegidos. Por otro lado, el término ética es una palabra de común denominador tanto en la gestión pública, como puede ser compartido en el ámbito privado, a su vez no escapan las organizaciones comunitarias, es decir, la ética debe prevalecer en las gestiones de este tipo de organizaciones y es esto precisamente lo que más importa, que la gestión de las organizaciones no pierda su esencia, particularmente en la administración tanto pública como comunal, donde el flagelo de la corrupción deteriore su razón de ser, que no es más que el bienestar social.
Según Escalante (1992) citado por Hernández, “en ese sentido, no
olvidamos tampoco que la corrupción no obedece a un solo factor. La corrupción no es sólo cuestión moral, sino también resultado de una circunstancia política y económica: tiene consecuencias políticamente conservadoras; tiene que ver con el mantenimiento del control político a través de una repartición de los privilegios a las élites”. De lo anterior se discierne que el problema de la corrupción va más allá de un planteamiento solamente ético o de un principio de lucrarse por la vía rápida, más bien, como un compromiso con ese grupo élite, es decir, el partido o partidos que apoyaron a estos gobernantes actuales cuando anteriormente eran candidatos.
Añade el autor, existen los factores externos a la organización que pueden
mencionarse como favorecedores de procesos de corrupción:
· Debilidad de la moral pública: cuando tenemos una situación de hecho en
que la población acepta o admite más o menos con naturalidad las prácticas corruptas, como si se tratara de conductas normales y esperadas. La conciencia cívica es débil.
· Inadecuación de leyes y reglamentos: sea por su anacronismo, su
inadaptación a las realidades que deberían regular, o incluso la inexistencia de norma jurídica.
· Ineficacia de la administración pública, cuando el burocratismo impide la
terminación eficiente de procesos, abriendo oportunidades para la intervención de gestores y abriendo la posibilidad para corruptelas de parte de funcionarios de alto o bajo rango.
· Inequitativa distribución del poder político, contrario a una sociedad bien
ordenada, la falta de acceso al poder público y su concentración en unos pocos.
· Inequitativa distribución de la riqueza (contrario a una sociedad equitativa),
la desigualdad de riqueza irá aparejada con la desigualdad de poder, estableciéndose intercambios de hecho entre los grupos con poder efectivo.
Por lo anteriormente expuesto, para mitigar estos elementos, donde estos
elementos poseen una categoría de índole sistémico, para disminuirlos no solamente es necesario el accionar de la organización involucrada, sino que, son problemáticas sociales y culturales más amplias y aún más complejas que escapan de las manos.
IV. Conclusiones
Se pretendió con este ensayo, estudiar el dilema entre la corrupción y la
ética, es decir, la conducta ética de los integrantes vinculados a las organizaciones públicas y comunitarias, tomando en consideración que se tocaron puntos como institucionalización de la corrupción, lealtad al partido político de turno, se discierne que en el caso de las organizaciones públicas y comunitarias, se llega a estas prácticas ilegales, por la impunidad existente, a través de los órganos jurisdiccionales competentes, así como, por la mentalidad de los gobernantes, donde se han acuñado frases como: “ Dios no me des ponme donde hay”. Es decir, el entorno y la cultura influyen en quienes manejan recursos u ostentan el poder en cuanto a realizar actos de corrupción.
Sin embargo, desde otra óptica se rompe el esquema, en cuanto al dilema
existente si es ético o antiético realizar prácticas de corrupción en las organizaciones públicas o comunitarias, dado que, desde la perspectiva de la bioética se relaciona la corrupción con procesos biológicos, es decir las personas que tienen un número menor de transportadores de serotonina en el núcleo dorsal del rafe del cerebro tienden a ser más honestas y toleran menos la injusticia, donde la conjunción de biología, educación y ética sugiere la introducción de un área de conocimientos designada como neuroética.
Concluyendo, en este ensayo el resultado que se observa es que la ética vs
la corrupción no comparte el término dilema ético, dado que, el acto de corrupción practicado por los grupos involucrados, se origina producto del entorno (lealtad al partido político de turno, enriquecimiento ilícito, complicidad por parte de los órganos jurisdiccionales) o surge por una decisión del sujeto que lo realiza, debido a la conformación biológica de su ser.
Referencias Bibliográficas
Diego Bautista, Oscar. (2009). Ética para corruptos. Urduliz:
Editorial Desclée De Brouwer.
Alberto Hernández Baqueiro (2004). Estructura ética y cultura
organizacional: ¿formalización o compromiso? Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey. Campus Ciudad de México. Departamento de Humanidades. Cátedra de Etica, Justicia y Sociedad Civil.
Javier Garcia-Conde (2013) La corrupción sistémica. El fracaso de
la educación de los valores éticos y de la ejemplaridad. Editorial Comares, S.L.