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1.

We, the Ingo: Reconocimiento y legitimidad

Hace un año y medio la ciudadanía organizada recuperó un edificio que estaba perdido para
la ciudad. Un antiguo bien público de propiedad municipal , Centro de Salud y Centro de la
Uned, donde se daba servicio público en esos dos pilares del Estado de Bienestar que son
la educación y la sanidad, había sido regalado a un arquitecto neoyorquino amigo del
Partido Popular para que construyera un museo dedicado a su persona. Este ejemplo casi
perfecto de la economía del saqueo al que se ha sometido a la propiedad pública mediante
las privatizaciones, se revirtió, no desde la institución municipal, sino mediante un proceso
de autoorganización ciudadana.

En ese mismo instante, la relación entre el espacio y su legitimidad cambió radicalmente.


De ser un espacio legalmente reconocido pero ajeno a cualquier mecanismo de legitimidad
democrática pasó a ser un espacio abierto a la ciudadanía, desde el que se recomponen
vínculos sociales maltrechos y se produce una nueva comunidad en un territorio, el centro
de Madrid, arrasado por el poder inmobiliario y sus aliados en las instituciones. Pasó a ser
un espacio lleno de vida y de legitimidad pero carente de una ratificación jurídico-legal a esa
legitimidad.

No existe posibilidad de desvincular la parte destituyente de ese momento, la reversión de


la operación de saqueo y privatización que significaba el Museo Ambasz, de la parte
constituyente de ese mismo momento, la emergencia de una comunidad llamada “la
Ingobernable” que opera esa transformación y que es coextensiva al espacio que recupera
para la ciudadanía. Es un acto de autodeterminación, tan pronto como muere el Museo
Ambasz, nace una comunidad política en un espacio y un territorio definido.

No se trata de una simple operación de limpieza para mejorar la salud pública, aunque esta
haya sido indispensable, sino de la aparición de un Centro Social que inmediatamente se
convierte en un vector de transformación de la ciudad y de recomposición comunitaria. El
ser un producto de la ciudadanía organizada implica que el Centro Social no puede estar en
oposición a la ciudad entendida como la gente que la habita, porque no es más que una
extensión de esa misma gente, pero se sitúa inmediatamente frente a los poderes
financieros y inmobiliarios que destrozan sistematicamente las vidas de la gente y los
territorios en los que se desarrollan sus vidas.

La política que aquí sucede no es una política como la de partidos y elecciones. Aquí la
política no es consumo político: “cada cuatro años vota”. La política que aquí sucede es de
recomposición, de generación de nuevos vínculos entre personas a las que una ciudad
dominada por la endeudamiento, la precarización y la mercantilización empuja
permanentemente hacia la individualización y la soledad. En La Ingobernable suceden
actividades constantemente que no tienen nada de extraordinario, son básicamente las
mismas que suceden fuera, pero tienen algo de único en la ciudad neoliberal, son
actividades hechas en común, colectivamente. Y no sólo practicadas en común, sino
también gestionadas y diseñadas colectivamente. No se necesita el permiso de ninguna
instancia burocrática, ni titulación alguna para formar parte de su diseño, su gestión y su
práctica.
Las ciudades vivas son máquinas de producir e innovar sólo por el mero hecho de la
cantidad de interacciones y de mezcla social que contienen. El carácter, lo que tiene de
propio una ciudad es el resultado productivo de los millones de relaciones que tienen sus
habitantes entre sí. Eso por lo que paga el turista, esa localización excepcional por la que el
mercado inmobiliario cobra beneficios extraordinarios, esa capacidad de la que se apropia
el mercado de trabajo, están producidas por la ciudad, por sus habitantes. Cuando una
ciudad se somete a la lógica del precio del suelo, se seca, se reduce el número de
interacciones, se homogeneiza, se pierde la mezcla social y se expulsa a sus habitantes.
Eso mismo es lo que ha sucedido en un territorio como el centro de Madrid donde el
mercado turístico e inmobiliario ha podido hacer y deshacer el territorio a su antojo. La
Ingobernable, lugar de recomposición de vínculos comunitarios, de reagrupación de las
expulsadas por el mercado inmobiliario, de mezcla social y de interacción, es un contenedor
a pequeña escala de eso que hace a las ciudades vivas e innovadoras.

2. La política es posible hasta en el Palacio de Correos de Cibeles: reconocimiento y


legalidad

Lo legítimo y lo legal. Legitimidad tenemos pero no tenemos ese reconocimeinto


jurídico-legal. Por qué es legitimo y por qué no nos cabe en la cabeza que no sea
legal. Vais por detrás, las leyes siempre van por detrás. Teneís la oportunidad, por
una vez, de que lo legítimo sea legal. Ejemplos: el Estado iba por detras en el 15M,
en el 8M… va por detrás. El ayntamiento, el Estado, Bruselas… es algo constitutivo
de cualquier institución. La institución es una invención de la gente y no debe estar
por encima de la gente.

Las instituciones democráticas tienen la obligación de reconocer a la ciudadanía


democráticamente organizada. Y la obligación de favorecer sus experiencias y procesos,
desarrollando mecanismos administrativos que se ajusten a la realidad QUE CREAN,
acompañándola en lugar de entorpecerla. Las instituciones democráticas son invención de
la propia ciudadanía y han de estar siempre a su servicio, en ningún caso por encima.
[El uso de la palabra "ciudadanía" es aquí estratégico. Sabemos que es problemático, pero
también que nos interesa robar palabras a lxs ricxs para devolvérselas a lxs pobrxs. Lo
mismo para "democracia" y derivados.]

Reconocer la experiencia y el proceso del CS La Ingobernable significa:


Reconocer que, sin la intervención ciudadana, este edificio de 3.000 m2 en el paseo
del Prado estaría a día de hoy en manos privadas, reforzando la especulación inmobiliaria,
la gentrificación, la turistificación, la museificación y, en definitiva, todas aquellas "políticas"
que expulsan a las personas de sus casas y de sus espacios públicos, que ahogan al barrio
de Las Letras en particular y a Madrid en general. Tenemos todo el derecho del mundo a
defendernos de quienes nos están ahogando. Y el Ayuntamiento tiene el deber de ratificar
jurídicamente la recuperación del edificio en los mismos términos en los que ha sido
recuperado, es decir, COMO CENTRO SOCIAL.

Reconocer que cualquier habitante de esta ciudad tiene todo el derecho del mundo,
también, a vivir una vida que merezca la pena. Derecho a cooperar en vez de competir con
sus iguales, derecho a probar junto a otrxs la propia capacidad, derecho a organizarse
políticamente más allá o más acá de la ​forma partido,​ derecho a pasárselo pipa, derecho a
unas bellas vistas del Jardín Botánico, derecho a la delicadeza y a la sofisticación ("lujo
público", que lo llaman). Y, last but not least, en los centros sociales la desnudez de la vida
se vuelve un acontecimiento político: hay que aprender lo que no se sabía y transmitir lo
que se sabía, desde cocinar a arreglar un enchufe, la lógica del servicio carece de sentido
en ellos. Hay gente que desea con toda el alma experimentar esa clase de acontecimiento,
chínchense.
Reconocer la humana necesidad de espacio (común, autónomamente reglado y
cuidado), de lugares para el encuentro, de rincones en los que estar y, si se quiere,
permanecer, de infraestructuras que nos permitan enfrentar el infierno (laboral, social, fatal,
total) allá fuera. Cualquiera, sin dinero, sin titulación ni filiación aparentes puede poner el pie
en La Ingobernable. Y disfrutarla.
Reconocer que no somos criminales. Criminal es Villar Mir y bien que se hicieron la
foto con él en Cibeles cuando la Operación Canalejas. Absolutamente nada justifica que las
reuniones para conversar y/o negociar en relación a este interesantísimo conflicto
POLÍTICO no sean públicas y conocidas de todxs. Respect! Just a little bit.

Hay un sujeto centro social que debe ser reconocido como tal. El ayuntamiento ratifica
rescindiendo el contrato con Ambasz. Indemnización por los múltiples trastornos que ha
generado la cesión, porque aquí se reciben dos órdenes de lanzamiento.

Falla general: el ayuntamiento no ha desarrollado mecanismos administrativos que permitan


reconocer una experiencia como la que se está teniendo aquí. Cuando el ayuntamiento dice
que este proceso va a tomar un proceso administrativo normal, este no reconoce la
experiencia politica que esta sucediendo.

La genesis del proceso de Ahora Madrid. Hasta que no hay un centro social en el centro
que plantea una serie de historias, no se produce un cortocircuito en el modelo de ciudad.
Como es posible que el ayuntamiento no tenga mecanismos para reconocer y fomentar
cuando la ciudadanía se organiza. Hay mecanismos para enfrentarse a los malos incluso
dentro de la institución. La política es posible incluso en el palacio de Cibeles.

El espacio importa: demanda concreta de este espacio. El proceso de la Ingobernable es un


proceso único. No sirven alternativas. Hay una comunidad y hay un recurso, que es el
edificio. No tener miedo al tiempo en el que vives es una cuestión de espacio. No podemos
hacerlo del todo solas, el ayuntamiento debe reforzar ese proceso, rescindiendo y
reconociendo lo que sucede.
Os damos la oportunidad de reconocer lo que aquí está sucediendo. Tenéis la oportunidad
de no ir a la zaga por una vez. Si no cuentas con nosotros no vas a tener otro remedio que
convertir esto en un museo, en regalar el edificio a los mismos que te van a echar del
gobierno. Quien quiera un minimo programa transformador necesita la política de los
centros sociales.

Tenemos una dimensión metropolitana pero estamos enclavados en un barrio concreto


donde se está echando a la gente a patadas. A patadas te están sacando, no las UIP, sino
los precios de los alquileres, los pisos turísticos, los precios de lo que consumes. Un centro
social es una fijación para que no se vaya más gente y para que los que se han ido,
vuelvan.

Este espacio funciona como una plaza pública. La función de la Ingo dentro de la milla de
oro es llenar de vida un espacio arrasado en una ciudad donde el mercado inmobiliario
dicta. Por eso la cuestión de la localización es crucial. La ciudadanía de Madrid tiene
derecho a las vistas de la ciudad, a las azoteas, al museo del prado, a la amplitud… que
menos que este palacete se merece la ciudad. Los centros sociales son espacios de
desprecarización de la vida.

El lujo público: una infraestructura pública que haga sentirse privilegiada por inclusión. En
un edificio de obra civil bien hecho. Ya no se convive en edificios con paredes de dos
metros de espesor.

Reconocimiento es algo público y notorio, no tiene nada que ver con un ghetto.
Discursivamente, matiz: no referirnos al ayuntamiento como contraparte sino como la otra
parte.

Es un envite al ayuntamiento: qué tipo de ciudad teneis en la cabeza cuando no sois


capaces de reconocer lo que ocurre aquí dentro. ¿Queremos ir hacia otro lado? Si es asi,
reconocer lo que pasa aquí es indispensable para construir otro modelo de ciudad. Se trata
de reconocer una forma de organización y de hacer política. Reconocimiento es lo contrario
del pasilleo. Todo el mundo que pasa por aquí sabe que se ha hablado con el ayuntamiento.
Lo que tú dices (concejal de turno) como institución tiene valor ejecutivo, si tú no lo
tienes, ponme con quién lo tenga.​ Eso es reconocer: reconocer mutuamente como
agentes políticos. ¿Cabe en esta ciudad que la ciudadanía se organice de manera
autónoma? ¿Cabe otra forma de organizarse?

Reconocimiento público con consecuencias. Si no aceptas ese proceso entendemos que no


hay otra política que la continuidad de la ciudad neoliberal. Cualquier política
transformadora, con la gente en primer plano, requiere una ruptura con lo que ya hay, que
es mercado inmobiliario y expulsión. Queremos que os deje de dar miedo la idea de que la
ciudadanía organizada existe. Queremos que no os avergüence. Somos una parte
significativa de la ciudadanía madrileña que se ha organizado para dar lugar a esto. No
debe haber ningún tipo de vergüenza en sentarse a hablar y reconocer esto. Es una
realidad que se parece mucho a lo que sucede fuera pero con un matiz: las formas de hacer
son distintas. Comemos, escuchamos música, vemos películas igual que se hace fuera..
pero lo hacemos de otra manera, de una forma que es más vieja que el hambre. Somos esa
clase de gente que quiere tener una relación estrecha con su propia capacidad. Hacer
cosas en un espacio autónomo. Autonomía es que entre tú y lo que decides hacer no hay
30 mandos intermedios.

La vida fuera es dura. Individualización, precariedad, deuda. Este es el único lugar para la
abundancia. Fuera de aquí todo es precariedad, individualización, deuda.

Poder llegar desnudo a los sitios, incluso a la política. No hace falta ninguna prueba para
acreditar ninguna filiación. Es un espacio donde cabe cualquiera. Esa entrada no depende
del dinero que tienes, del mercado, de la meritocracia, no depende de lo público, no
depende de que un Montoro decida no dar dinero y cargárselo. Lo público está sometido a
la misma lógica de mercado de manera indirecta. Llega Bruselas y se lo carga. Lo común
está ajeno a esas lógicas, sobrevive a los recortes.

La cuestión organizativa y ligarla a la cuestión del lujo público es un derecho. No nos dejáis.

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