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LAS ACTITUDES 1

Elena Mercedes Zubieta

L Introducción
La' actitudes han sido, casi desde la constitución de la Psicología Social, uno de los
temas de estudio centrales de esta disciplina Tanto es así que se ha llegado a afirmar
que sin las actjtudes no podría comprenderse la Psicología Socia~ especialmente lo que
refiere a la producción norteamericana.
Como señalaba Germani (1966), el interés por este concepto surge de la necesidad del
psicólogo de contar con categorías que penuitan reducir la complejidad y diversidad de
la conducta social permitiendo hallar las causas generales de la misma.
Presente, como objeto relevante en campañas y programas preventivos de djstintas
conducta de .riesgo así como en intervenciones orientadas a mejorar el _. clima
organizacional su interés primordial reside en el papel que juega en los procesos de
cambio social. Es el factor mediador por excelencia entre el individuo y el contexto
social de pertenencia. (Morales, 1999).
Para Triandis (1971, en Echebarría et. al., 1987) la actitud puede pensarse corno una
id.ea cargada de emoción que predispone a una clase de acciones respecto de una clase
particular de situaciones sociales. Fishbein y Ajzen (1975) sostienen que la mayoría de
íos investigadores acordarían en que las actitudes pueden ser descritas como una
predisposiciones aprendidas a responder en una manera consistente favorable o
desfavorable respecto de un objeto dado. Ambas definiciones indican que las actitudes
tienen un aspecto afectivo o emocional y que proveen el bagaje motivacional para las
acciones dirigidas hacia un objeto especffico (person~ grupo, sítuación, ide~ etc.).
Si bien, como se verá más adelante, cada actitud tiene un referente par6cular, las
actitudes pueden organizarse en estructuras conslstentes y coherentes conocidas como
sistemas de valores. El término "ideoJogfa'', por ejemplo, se usa para deslgnar ur::

Texto elaborado sobre la base-lle: Morales: J.F: (1994): Las actitudes. En J.F. Morales
(Coord.).Psicología Social. Madrid: Me Graw Hill. 2° Edición.
conjunto integrado de creencias y valores que justifican las políticas de un grupo o
institución (Katz y Scottland, 1959; en Echebarría et. al., 1987).
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Las actitudes sociales, se caracterizan por la consistencia en la respuesta a objetos
sociales y, es esta consistencia la que facilita el desarrollo de sistemas integrados de
actitudes y valores que los individuos utilizamos para determinar qué tipo de conducta
realizaremos al enfrentarnos a cualquier amplia gama de situaciones posibles. Estos
sistemas nos permiten interpretar y evaluar Jos hechos, son fi1entes de interpretación y
acción que nos ayudan a reducir la ambigüedad y la confusión. Pueden también ser
concebidos como estilos de percepción apren.didos a través de los cuales aprehendemos
Ja "realidad". La clase de estilo que aprendemos así como el tipo de realidad que
percibimos depende en gran medida de modelos, es decir, de Ja cultura de pertenencia
(Lindgren y Harvey, 1973).

2. Medición y dimensión de las actitudeS


Para introducirnos en la composición interna de las actitudes y su complejidad,
podemos utilizar la definición de Eagly . y Chaiken (1993) en tanto tendencia
psicológica que se expresa mediante la evaluación de una entidad u objeto concreto
con cierto grado defavorabilidad o desfavorabilidad.
Al hablar de tendencia, se está implicando que es algo que no es externo a la persona, ni
una respuesta manifiesta y observable sino un "estado interno". La actitud es concebida
entonces como interviniente y mediadora entre los aspectos o estímulos del ambiente
externo y las reacciones de las personas ante aquellos, es decir, sus respuestas
evaluativas manifiestas.
Siendo la actitud un estado interno~ debemos inferirla a partir de respuestas manifiestas
y observables y, siendo evaluativa, aquellas respuestas serán de aprobación o
desaprobació~ de atracción o rechazo, de aproximación o evitación, etc. En este
tendencia evaluativa los individuos asignamos aspectos positivos o negativos a un
determinado objeto. Proceso éste que trasciende lo meramente denotativo o descriptivo
y es, por tanto, connotativo.
La evaluación implica valencia -o dirección· e intensidad. Mientras la valencia refiere
al carácter positivo o negativo que se atribuye al objeto actitudinaL Ja intensidad se
relaciona con la gradación de esa valencia. Por ejemplo, un sujeto puede tener una

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Tema problemático producto de los componentes y de Ja compleja estructura interna de la actitud.

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actitud positiva o negativa hacia un líder pero, a su vez, su carácter positivo o negativo
admite varios grados. Puede ser también que esa actitud caiga- en un punto de
indiferencia o neutro, bien porque la persona no tiene una actitud fopnada respecto de
ese líder ---estarnos frente a una no-actitud-, bien porque su actitud es ambjgua, admite
aspectos positivos y negativos con aproximadamente la misma intensidad. Así, se
representa lo que se denomina continuo actitudinal, que integra a la valencia y a la
intensidad (Figura 1).

(-) Dirt'Cción (+)

(+) Intensidad (+)

i -3 -2 -1 o 1 2 3
1 Muy Neutra Muy
Neg3-tiva Positiva

Figura ];·Continuo actitudinal

Es importante señalar también que habrá que diferenciar qué actitudes son más
centrales en el sistema de actitudes y valores y cuáles son más inarginales o periféricas.
Es decir, cuáles ocupan una posición clave en términos de lo que es altamente
significativo para el bienestar y los objetivos del individuo. Asimismo, la centralidad se
complementa de saliencia; la medida en la cual un sujeto le da preeminencia a una
actitud. No todas las actitut;ies centrales son salientes.
Por último, es necesario remarcar que la actitud tal como ha sido definida, siempre se
dirige a algo, a un objeto que debe quedar claramente especificado. No es lo mismo una
actitud negativa hacia un estilo de liderazgo que una actitud negativa hacia el liderazgo
de Pedro. Este ejemplo nos sugiere que los objetos actitudinales se diferencian entre sí
no sólo en función de sus contenidos (p.e: liderazgo situacional), sino también por: su
nivel de abstracción (p.e: Pedro).

3. Las respuestas o componentes de la actitud


El estado psicológico interno que denominarnos actitud, se manifiesta a través de
respuestas observables que tradicionalmente se han clasificado en tres categorías:
cognitivas, afectivas y conativo-conductuales. Si bien lo que caracteriza a la actitud es

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la evaluación, ésta se puede manifestar a través de tres vías diferentes que coexisten y
aluden siempre a un único estado interno. Esta coexistencia, y por ende, la complejidad
interna que dicho estado supone es la razón por cual también se hable de aquellas vías
de expresión como de los elementos o componentes de la actitud.

3.1 Las respuestas cognitivas


p,._ menudo la evaluación positiva o negativa de un objeto se produce a través de

pensamientos o ideas denominados '"creencias". En sentido estricto, las "creencias"


incluyen tanto los pensamientos y las ideas propiamente dichos como su expresión o
manifestación externa. Como bien indica Morales (1999), la evaluación mediante
respuestas cognitivas siguen una doble secuenqia: primero, se establece inicialmente
una asociación de naturaleza probabilística entre un objeto y alguno de sus atributos o
notas. Si el objeto en cuestión es la organización burocrática y el atributo es la rigidez,
el primer paso en la creacíón de la creencia relevante es establecer una conexión como
la siguiente: "la organización burocrática tiene una (alta/media/baja) probabilidad de
estar formada por individuos rígidos". En función del resul~do de este primer paso, en
el que se establece una asociación objeto-atributo cuya fuerza depende del grado de
probabilidad estimado por la persona, se da el segundo paso, que es la evaluación
propiamente dicha, y que deriva fundamentalmente de la connotación positiva o
negativa del atributo. En este ejemplo, si la rigidez está connotada negativamente, una
asociación fuerte entre ella y la organización burocrática llevaría a una evaluación
negativa de éste última.

3.2 Las respuestas afectivas


Se incluyen aquí a los sentimientos, estados de ánimo y emociones que se asocian con
el objeto de la actitud. Aunque muchos autores han afumado que la emoción es el único
componente de la actitud, -es decir, que actitud y respuesta o componente afectivo son
una y la misma cosa- es claro que evaluación y afecto son conceptos diferentes y que la
evaluación se puede expresar no sólo a través del afecto, sino también a través de las
cogniciones y las conductas.
Por el momento, siguiendo la hipótesis de consistencia, es de esperar que Ja evaluación
negativa de la organización burocrática y la rigidez de sus miembros esté acompañada
por sentimientos y emociones negativos hacia sus expresiones.

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3.3 Las respuestas conativo-conduetuales

Las conductas son tambíén susceptibles de ubicación en el denominado continuo


actitudinal. Algunos comportamientos pueden ser muy negativos como es el hecho de
negarme a interactuar con individuos rígidos y otros muy positivos, con10 colaborar en
las acciones propuestas en el llderazgo situacional de Pedro. En los estudios de actitudes
se to1na en consideración, además de la conducta propiamente dicha, las íntenciones de
conducta: el acuerdo en apoyar el estilo de liderazgo propuesto por Pedro o el
desacuerdo en interactuar con determinada organización a causa de su impronta rígida y
burocrática.

3.4 La relación entre las respuestas evaluativas o componentes de la actitud

Como se mencionara, desde el punto de vista teórico }a actitud es un estado interno


evaluativo mientras que los componente·s cognitivo, afectivo y conativo-conductual son
sus vías de expresión. Asumiendo una perspectiva metodológica., los tres ~ípos de
respuestas son diferentes entre sí aunque no completrunente, ya que todas ellas-remiten
a Ja misma variable que es la actitud.

Dicho de otra manera, cualquier actitud se puede manifestar concretamente a través de


tres vías fundamentales diferentes que convergen en cierta medida porque comparten un
su..<;;frato o base común, porque todas representan la misma actitud.

Metodológicamente, cada tipo de respuesta actitudinal se puede medir con la utilización


de diferentes índices pero la relación entre estos índices de la mlsma respuesta ·debe no
sólo ser positiva sino también intensa (Figura 2). :

Persona ____.,. Creencias positivas acerca de un objeto'

i
R.eacciones ante él Con efecto y emociones
positivas

Dispuesta a mostrar conductas favorables

Figura 2: sustrato común de la actitud.

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Si bien los elementos son diferentes y el solapamiento no es total. Aún así la estructura
tridimensional de la actitud es la 1nás adecuada según los resultados empíricos y la
fundamentación teórica

4. El surgimiento de las actitudes

En tanto mediadora entre los estímulos del ambiente social y las respuestas de la
persona a dicho ambiente, la actitud es una fonna de adaptación activa. Es el resultado
de una serie de experiencias que la persona tiene con el objeto actitudinal y producto de
los procesos cognitivos, afectivos y conductuales que se fueron activando en el proceso
de formación-adaptación. Es en este senti'do que se habla de los antecedentes de la
actítud.

4.1 Antecedentes cognitivos

La evaluación que hacemos del objeto actitudinal está estrechamente relacionada con la
información y creencias que tenemos acerca del objeto, con lo que pensamos acerca de
él. La teoría de la expectativa-valor indica que el conocimiento que la persona adquirió
en el pasado en su relación con el objeto actitudinal le proporciona una base sobre la
cual hacer una buena estimación de cómo merece ser evaluado ese objeto. Nos sentimos
atraídos hacia aquello que considerarnos dotado de cualidades positivas y, a la inversa,
rechazamos a aquello que adjudicamos propiedades negativas.

En el marco de los modelos unidimensionales, de la Teoría de Ja Acción Razonada


(TAR) de Fishbein y Ajzen (1975) se desprende de la formulación anterior y postula
que para saber lo que piensa una persona respecto de un determinado objeto, es preciso
recabar dos tipos de información: la probabilidad subjetiva y la deseabilidad subjetiva.
Estas informaciones se obtienen sobre la base de un conjunto de creencias que son
normativas en la población respecto del objeto.

La probabilidad subjetiva refiere al grado de probabilidad estimada de la creencia. En la


investigación que los autores realizaron sobre la actitud hacia el uso de píldoras
anticonceptivas, sobre la base de un listado de quince creencias como "produce efectos
secundarios graves" o "regula e-1 ciclo menstrual" y usando un continuo de respuesta de
+3 (extremadamente improbable), O (ni probable, ni improbable), -3 (extremadamente
probable), quien piensa que es "extremadamente improbable" que el uso de píldoras
anticonceptivas- '"genere efectos secundarios graves" (creencia) tendrá una probabilidad
subjetiva de tal creencia de -3.

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La deseabilidad subjetiva es el grado en que la persona cree que las consecuencias
expresadas por la creencia son positivas o negativas. En el caso de la creencia "produce
efectos secundarios graves", se puede anticipar que las personas considerarán que las
consecuencias resultan índeseables. Esta información también se evalúo en una escala-
3 a +3, con un punto de indjferencia O.

Subyace a la T AR el supuesto de que la conducta está bajo la influencia de la intención


de conducta, y ésta a su vez está bajo la influencia de la actitud y de la norma subjetiva.
De esta 1nanera, los individuos toman decisiones en función de la valoración que hacen
de los resultados de su comportamiento y de las expectativas que tienen sobre ese
comportamiento en función de lograr dichos resultados. A esta racionalidad
instrun1ental, el modelo integra la racional cultural o normativa mediante una medida de
opinión favorable o desfavorable de los otros significativos ante la conducta específica y
sobre la motivación para seguir esa opinión (Ubillos, Mayordomo y Páez, 2004).

ACTI'.fUD
Creenci"a Valor
Creencias Expectativas

INTENCIÓN COMPORT~MIENTO

NORMA SUBJETIVA
/
Creencia sobre otros
Valor de los otros

Figura 3: Representación de la Teoría de la Acción Razonada (Ajzen y Fishbein, 1980:


en Ubillos. Mayordomo y Páez, 2004)

4.2 Antecedentes afectivos

Si todas las actitudes surgieran como lo propone la Teoria de Ja Acción Razonada, eso
llevaría a postular que las personas tienen un control racional de todas sus emociones y
sentimientos y sabemos que esto no es siempre así. 1-Iay muchos eje1nplos sobre cómo
las emociones influyen en las funciones psicológicas de las personas y estudios que

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demuestran que las actitudes pueden sufrir un cambio considerable sin que se modifique
el componente cognitivo. Estas últimas refieren al condicionamiento de las actitudes.

Los estudios sobre el condicionamiento actitudinal han sido prolíficos en el ámbito de la


psicología del aprendizaje en los que se han desarrollado los denominados:
condicionamiento clásico y condicionamiento instrumental.

El condicionamiento clásico se vincula a la figura de Pavlov y refiere a una forma de


aprendizaje en la que un estímulo neutral (o condicionado), que illicialmente no evoca
respuestas específicas en 'las personas~ acaba por evocarlas gracias a sus asociaciones
repetidas con otro estímulo (incondicionado) que si las evoca. Un determinado líder
puede al inicio no producirnos nada, neutralidad, y co1no producto de asociaciones
frecuentes con su forma de organizar el trabajo que apoyamos -p.e., en equipo-
tenninar en una actitud positiva hacia el líder.

El condicionamiento instrwnental u operante refiere al fortalecimiento de aquellas


respuestas que producen resuhados positivos o que ayudan a evitar los negativos. En un
programa de intervención comunitari~ se decide realizar :un encuentro grupal diario en
el que se evalúa positivamente las actividades realizadas por cada individuo dado que se
observó que esto incrementa los niveles de implicación y participación de Jos
integrantes de la comunidad.

En psicología social las teorías del condicionamiento han sido de gran utilidad por su
énfasis en el reforzamiento. El- condicionamiento es un elemento que cobra fuerza en
aquellos casos en que los objetos actitudinales resultan poco familiares o son pocos
conocidos por la5 personas. Así, el análisis del proceso que media entre el reforzamiento
y la modificación ha sido centro de fuerte debate en la disciplina dando lugar a
desarrollos importantes como es el caso del "efecto de la mera exposición".

Para Zajonc (1968) la "mera exposición" implica que un estímulo concreto es accesible
a la percepción de la persona y, cuando la exposición de la persona al estímulo es
repetida se produce una "intensificación" de la actitud hacia el objeto. La persona
desarrolla finalmente una actitud positiva o negativa hacia el objeto que se le ha
presentado en numerosas ocasiones. Por ejemplo, podemos generar que se intensifique
la actitud negativa de los individuos hacia el liderazgo femenino incorporando imágenes
··descalificantes'' sobre la mujer actuando en puestos de liderazgo en _una determin~dª ___ ~--------
proyección.

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Investigaciones posteriores del autor demostraron sin e1nbargo, que la mera exposición
es condición suficiente pero no necesaria para que se produzca la intensificación de la
actitud (Moreland y Zajonc, 1977). Se observó también que Ja mera exposición con su
correspondiente intensificación de Ja evaluación positiva, se producían incluso cuando
los estímulos no llegaban a ser reconocidos por las personas. La intensificación se
produce también sin que se implique ningún proceso cognitivo, el reconocimiento está
ausente y su lugar es ocupado por "afectos subjetivos". Puedo no tener una explicación
"racional'' de 1ni oposición a que las mujeres ocupen puestos directivos o de liderazgo
pero la problemática activa aspec;tos persoi:iales en la que intervienen emociones y
afectos.

Otras investigaciones inás recientes han demostrado también que hay una amplia gama
de procesos cognitivos y perceptivos que pueden ocurrir sin necesidad de conciencia por
parte del sujeto como puede ser el aprendizaje de una estructura gramatical, ciertas
tareas léxicas o el proceso de categorización social. De la misma manera, fenómenos
como la presión te1nporal o la aprensión de. evaluación afectan el efecto de la 1nera
exposición (Bomsteín, 1989; en Morales, 199:9).

Si bien la tradición en investigación sobre actitudes considera al efecto de mera


exposición como un antecedente afectivo de las actitudes, muchos autores lo consideran
,,xin10 uno cie ios inuchos efectos cognitivos que ocurren _sin intervención de la

conciencia.

4~3 Antecedentes conductuaies

Es abundante ]a evidencia con la que se cuenta acerca de la coriducta con10 fuente de la


actitud. Las más conocidas son las técnicas de adiestramiento de todo tipo, deportivas,
religiosas, militares, educativas, etc. Subyace a éstas la idea que la repetición muy
intensa de ciertas conductas hará que éstas se incorporen en el repertorio conductual de
los adiestrados sin que haya resistencia por paite de éstos. Está la conocida "'técnica de
lavado de cerebro" y, si bien su implantación con gran reiteración muestra un impacto
comprobado, éste se ha exagerado en muchos casos.

Fazio (1986) postuló que la experiencia directa con el objeto era la base fuerte sobre la
que se forman las actitudes. Sus estudios demostraban que las actitudes que mejor se

·-----~i;:r~!_1-~-~~-.!~.--!!1-~--í?~t~J?les )!_la.<; que most~aban una relación_ más estrecha con la


conducta eran las que surgían a partir de la experiencia directa en comparación con las

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que se producían por experiencia indirecta o mediatizada. Posteriormente el autor, corno
resultado de sus investigaciones, matizará esta posición encontrando que el punto
decisivo parece estar no tanto en la experiencia directa sino en la accesibilidad de la
actitud.

Podemos no tener una experiencia directa de abuso de autoridad o autoritarismo pero el


contacto frecuente con personas que sí las tuvieron y el realizar acciones de apoyo
llevamos a formarnos actitudes cada vez más claras respecto de ciertas modalidades del
manejo del poder.

Morales ( l 999) nos recuerda bien que la teoría de la disonancia cognitiva, que fue una
de las más influyentes en el estudio de las actitudes, postulaba que en ciertas
condiciones, el realizar determinadas conductas produce importantes y permanentes
cambios actitudinales.

5. Aspectos estructurales de las actitudes

Los resultados de algunos estudios empíricos han hecho relevante tres aspectos
centrales:·relacionados con la actitud: la supuesta bipolaridad, la consistencia y el
problema de la ambivalencia.

Respecto de la bipolaridad, el supuesto clásico indicaba que la actitud descansa sobre


un continuo actitud~al. ~l problema surge cuando los extremos de éste no ~on

contradictorios u opuestos. En el caso de acuerdo-desacuerdo con el


liberalismo/conservadurismo implicaría que definirse por un~ indicatía la negación del
otro cuando, sin embargo, los datos muestran que los liberales no se oponen a los
postulados conservadores, no los evalúan de forma intensamente negativa sino más bien
neutral, en el punto medio del continuo. Algo similar sucede en los conservadores
respecto del ideario liberal. Las conclusiones de este tipo de investigaciones muestran
que en aquellas personas que tienen referentes criteriales sólo o predominantemente
positivos, no se puede mantener la idea de unidirnensionalidad y bipolaridad actitudinal.
Las personas pueden no estar familiarizadas con los valores opuestos a los que mantiene
y, de esta forma, resultarles irrelevantes. Por otro lado, como mecanismo defensivo
respecto de las propias creencias y valores, un sujeto puede negar la relevancia a los
valores opuestos para proteger mejor los propios.

Directamente relacionada a la complejidad interna de la actitud y a sus tres vías de


expresión, aparece el tema de la consistencia. Con10 se señaló previamente, deberíamos

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esperar que sus componentes funcionen de forma sünilar, es decir: creencias positivas +
afectos positivos + aproximación de aceptación y simpatía. Cada una de las
evaluaciones parciales deberían armonizar con la evaluación global del ol::jeto que
proporciona la actitud general y si esto sucede estamos en condiciones de hablar de
consistencia actitudinal.

Así, los tipos de consistencias pueden ser múltiples en función de la existencia de Jos
tres componentes actitudinales. Una consistencia evaluativo-cognitivo, por ejemplo, es
la que se da entre la evaluación general del objeto actitudinal y la evaluación que resulta
del conjunto de sus creencias. Si evalúo muy positivamente el ideario liberal se espera
que evalúe positivamente la iniciativa individual. Si tengo una actitud positiva frente a
una organízación del Estado comunista, es esperable que me manifieste negativamente
ante la propiedad privada.

Respecto de las fuentes de ínconsistencias, aparecen cuando la actitud, más que un


origen cognitivo tiene un origen afectivo o conductual. Puedo tener una posición
negativa ante ciertos grupos minoritarios, por ejemplo Jos protestantes, y ésta verse
relativizada producto de una relación interpersonal afectiva positiva que mantengo con
un integrante de ese grupo religioso.

Asimismo, puede haber una inexistencia de creencias sobre el objeto actitudinal que
ünpíde que la actitud esté bien definida y nos acerca al concepto de no actitud, cuando
una persona no tiene una actitud formada hacia un objeto concreto -probablemente fruto
de Ja falta de trato y experiencia con aquéL

La inconsistencia evaluativo-cognitiva afecta la estabilidad de la actitud o, dicho de otro


modo, provoca su inestabilidad. Las actitudes inconsistentes cumplen deficitariamente
la función fundamental de ellas que es Ja de orientación de la persona en su mundo
social. Por el contrarío, los sujetos con actitudes consistentes manejan mejor la
información contradictoria con su actitud, exploran las características de esa
infonnación y tratan de refutarla activamente.

La denominada ambivalencia actitudinal puede darse tanto en el componente cognitivo


como afectivo. En el primer caso sucede que las creencias sobre el objeto actitudinal
son evaluativamente inconsistentes entre sí, en el segundo, existen sentimientos mixtos
o encontrados en relación al objeto de Ja actitud. Podríamos decir que Ja ambivalencia_

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es en cierta manera un caso especjal de inconsistencia: cognitiva cuando es entre
creencias y afectiva cuando se produce entre afectos.

La ambivalencia hace que las actitudes tiendan a ser inestables y afecta las relaciones
que mantienen eon Ja conducta. En el ejemplo dado, puedo en un determinado contexto
ser extremadamente dura hablando del protestantismo, defendiendo mi postura
religiosa, y en otras situaciones, reconocer algunos aspectos positivos de ese credo
cuando la "'amenazada" resulta una persona conocida a la que aprecio. El contexto
también influye de forma Jiamativa haciendo más salientes las características positivas
en unos casos y las negativas en otros.

6. Las funciones de las actitudes


Ubillos, Mayordomo y Páez (2004) ratifican la función que las actitudes tienen de llenar
necesidades psicológicas de los individuos a la vez que puntualizan de forma clara y
precisa las cinco funciones generales que los estudios han identificado:

a) De conocimiento: los sujetos ordenan y categorizar el mundo de manera


coherente satisfaciendo la necesidad de tener Una imagen clara y significativa
del mundo.
b) Instrumental: permiten maximizar las recompensas y minimizar los castigos,
satisfaciendo la necesidad hedónica.
e) Ego-defensiva: _permite afrontar las emociones negativas hacia sí mismo,
extemalizando ciertos atributos o denegándolos.
d) Valórico-expresiva: permiten expresar valores importantes para Ja identidad o
auto-concepto
e) De ajuste social: permiten integrarse en ciertos grupos y recibir aprobación
social. Las actitudes pueden ayudar a cimentar las relaciones con las personas o
grupos que el individuo considera importantes, le permiten adaptarse a su
entorno social (en Ubillos, Mayordomo y Páez, 2004; p.30ó)

A manera de síntesis, podemos decir que la actitud cumple una función instrumental
cuando sirve para alcanzar objetivos que reportan beneficios tangibles o de "ajuste a la
situación''. Una persona puede decidir apoyar a un determinado líder -reducir Ja
necesidad expresiva de valores- con el fin de lograr~ determinado ascenso_ u ocupar
determinado puesto. Aquí la actitud aparece más adaptativa o utilitaria ya que se basa en

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el principio de utilidad medios-fmes, la actitud se adquiere, mantiene o expresa como
forma de conseguir un objetivo gue es útil a la persona.
En una actitud se hace saliente la .función expresiva de valores cuando permite a la
persona 1nanifestar lo que piensa y siente realmente o quiere que los demás sepan acerca
de ella. Una persona muestra una actitud favorable hacia un líder como medio de
comunicar a los demás la posición propia respecto de una serie de cuestiones acerca de
del manejo de la distribución de tareas, de las relaciones interpersonales y del logro de
objetivos en un grupo.
Mientras que a Ja función instrumental subyace una racionalidad utilitaria que pe:r1nite
alcanzar objetivos de corte individualista, la función expresiva se ba.">a en la proyección
de una determinada imagen social y, por tanto, tiene una racionalidad de corte más bien
cultnral (Páez & Zubieta, 2001).
Morales (1999) amplía el espectro indicando que existen otras actitudes, como las
prejuiciosas o etnocéntricas que cnmplen más bien una función ideológica. Este tipo de
actitudes proporcionan una determinada explicación de las condiciones o desigualdades
existentes e.n una sociedad y, si su grado d~ aceptación es elevado se logra legitimación
y justificación para quienes sostienen Ja actitud en cuestión. Esto se dará cuando existan
condiciones objetivas crónicas de marginación y estigmatízación de los grupos que son
objeto del prejuicio junto a un conjunto de prácticas sociales orientadas a mantener ese
estado de cosas. En síntesis, para qne esta función tenga lugar debe haber nn apoyo y
respaldo institucional tanto a la marginación de personas pertenecientes al grupo
desfavorecido como a las estrategias de mantenimiento del statu quo (Echebarría y
VillareaL 1995).

Por último, hay una nueva función que es muy similar a la anterior pero en la que no
tiene por qué darse necesariamente un respaldo institucional sino que depende más bien
de las condiciones de interacción entre grupos: la de separación. En este caso las
actitudes consisten en atribuir a un grupo dominado, sin poder o de status inferior,
características negativas sobre las que es posible despreciar y negar reconocimiento
social a los sujetos que pertenecen a ese grupo y llegar a justiiicar, eventualmente, el
tratamiento injusto que se les dispensa (Zinder y Miene, 1994).

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7. Hiblioraffa

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