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Garcilaso de la Vega
(Toledo, 1498 – Niza, 1536)

Soneto 1

Cuando me paro a contemplar mi estado


y a ver los pasos por do me ha traído
hallo, según por do anduve perdido
que a mayor mal pudiera haber llegado

mas cuando del camino esto olvidado 5

a tanto mal no sé por do he venido


sé que me acabo y más he yo sentido
ver acabar conmigo mi cuidado.

Yo acabaré, que me entregué sin arte


a quien sabrá perderme y acabarme 10

si ella quisiere, y aun sabrá querello

que, pues, mi voluntad puede matarme


la suya, que no es tanto de mi parte
pudiendo, ¿qué hará sino hacello?
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Soneto 5

Escrito está en mi alma vuestro gesto


y cuanto yo escribir de vos deseo
vos sola lo escribiste, yo lo leo
tan solo, que aun de vos me guardo de esto.

En esto estoy y estaré siempre puesto 5

que aunque no cabe en mí cuanto en vos veo


de tanto bien lo que no entiendo creo
tomando ya la fe por presupuesto.

Yo no nací sino para quereros


mi alma os ha cortado a su medida 10

por hábito del alma misma os quiero.

Cuanto tengo confieso yo deberos


por vos nací, por vos tengo la vida
por vos he de morir y por vos muero.
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Soneto 10

¡Oh dulces prendas por mi mal halladas


dulces y alegres, cuando Dios quería!
Juntas estáis en la memoria mía
y con ella en mi muerte conjuradas.

¿Quién me dijera, cuando en las pasadas 5

horas en tanto bien por vos me vía


que me habíades de ser en algún día
con tan grave dolor representadas?

Pues en un hora junto me llevaste


todo el bien que por términos me distes, 10

llevadme junto al mal que dejaste.

Si no, sospecharé que me pusiste


en tantos bienes, porque deseaste
verme morir entre memorias tristes.
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Soneto 32

Mi lengua va por do el dolor la guía


ya yo con mi dolor sin guía camino;
entrambos hemos de ir con puro tino
cada uno va a parar do no querría

Yo, porque voy sin otra compañía,


sino la que me hace el desatino;
ella, porque la lleve aquel que vino
a hacella decir más que querría.

Y es para mí la ley tan desigual


que aunque inocencia siempre en mí conoce
siempre yo pago el yerro ajeno y mío.

¿Qué culpa tengo yo del desvarío


de mi lengua si estoy en tanto mal,
que el sufrimiento ya me desconoce?
5

Égloga primera tu glorïosa frente,


dé lugar a la hiedra que se planta
Al virrey de Nápoles debajo de tu sombra, y se levanta
poco a poco, arrimada a tus loores; 40

El dulce lamentar de dos pastores, y en cuanto esto se canta,


Salicio juntamente y Nemoroso escucha tú el cantar de mis pastores.
he de cantar, sus quejas imitando;
cuyas ovejas al cantar sabroso Saliendo de las ondas encendido
estaban muy atentas, los amores, 5 rayaba de los montes el altura
(de pacer olvidadas) escuchando. el sol, cuando Salicio, recostado 45
al pie de un alta haya en la verdura
Tú, que ganaste obrando por donde un agua clara con sonido
un nombre en todo el mundo atravesaba el fresco y verde prado,
y un grado sin segundo él, con canto acordado
agora estés atento solo y dado 10 al rumor que sonaba 50

al ínclito gobierno del estado del agua que pasaba,


albano, agora vuelto a la otra parte, se quejaba tan dulce y blandamente
resplandeciente, armado, como si no estuviera de allí ausente
representando en tierra el fiero Marte; la que de su dolor culpa tenía;
y así, como presente, 55

agora de cuidados enojosos 15 razonando con ella, le decía:


y de negocios libre, por ventura
andes a caza, el monte fatigando SALICIO:
en ardiente jinete, que apresura
el curso tras los ciervos temerosos, «¡Oh más dura que mármol a mis quejas,
que en vano su morir van dilatando; 20 y al encendido fuego en que me quemo
espera, que en tornando más helada que nieve, Galatea!
a ser restitüido Estoy muriendo, y aun la vida temo; 60

al ocio ya perdido, témola con razón, pues tú me dejas,


luego verás ejercitar mi pluma que no hay, sin ti, el vivir para qué sea.
por la infinita innumerable suma 25 Vergüenza he que me vea
de tus virtudes y famosas obras, ninguno en tal estado,
antes que me consuma, de ti desamparado, 65

faltando a ti, que a todo el mundo sobras. y de mí mismo yo me corro agora.


¿De un alma te desdeñas ser señora,
En tanto que este tiempo que adevino donde siempre moraste, no pudiendo
viene a sacarme de la deuda un día 30 de ella salir un hora?
que se debe a tu fama y a tu gloria Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. 70

(que es deuda general, no solo mía,


mas de cualquier ingenio peregrino El sol tiende los rayos de su lumbre
que celebra lo digno de memoria), por montes y por valles, despertando
el árbol de victoria, 35 las aves y animales y la gente:
que ciñe estrechamente cuál por el aire claro va volando,
cuál por el verde valle o alta cumbre 75
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paciendo va segura y libremente, llevaba, por pasar allí la siesta,


cuál con el sol presente a abrevar en el Tajo mi ganado;
va de nuevo al oficio, y después de llegado,
y al usado ejercicio sin saber de cuál arte, 120
do su natura o menester le inclina, 80 por desusada parte
siempre está en llanto esta ánima mezquina, y por nuevo camino el agua se iba;
cuando la sombra el mundo va cubriendo, ardiendo yo con la calor estiva,
o la luz se avecina. el curso enajenado iba siguiendo
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. del agua fugitiva. 125
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¿Y tú, desta mi vida ya olvidada, 85
sin mostrar un pequeño sentimiento Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena?
de que por ti Salicio triste muera, Tus claros ojos ¿a quién los volviste?
dejas llevar, desconocida, al viento ¿Por quién tan sin respeto me trocaste?
el amor y la fe que ser guardada Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste? 130
eternamente solo a mí debiera? 90 ¿Cuál es el cuello que, como en cadena,
¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera, de tus hermosos brazos añudaste?
pues ves desde tu altura No hay corazón que baste,
esta falsa perjura aunque fuese de piedra,
causar la muerte de un estrecho amigo, viendo mi amada hiedra 135
no recibe del cielo algún castigo? 95 de mí arrancada, en otro muro asida,
Si en pago del amor yo estoy muriendo, y mi parra en otro olmo entretejida,
¿qué hará el enemigo? que no se esté con llanto deshaciendo
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. hasta acabar la vida.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. 140
Por ti el silencio de la selva umbrosa,
por ti la esquividad y apartamiento 100 ¿Qué no se esperará de aquí adelante,
del solitario monte me agradaba; por difícil que sea y por incierto
por ti la verde hierba, el fresco viento, o qué discordia no será juntada?,
el blanco lirio y colorada rosa y juntamente, ¿qué tendrá por cierto,
y dulce primavera deseaba. o qué de hoy más no temerá el amante, 145
¡Ay, cuánto me engañaba! 105 siendo a todo materia por ti dada?
¡Ay, cuán diferente era Cuando tú enajenada
y cuán de otra manera de mi cuidado fuiste,
lo que en tu falso pecho se escondía! notable causa diste,
Bien claro con su voz me lo decía y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo, 150
la siniestra corneja, repitiendo 110 que el más seguro tema con recelo
la desventura mía. perder lo que estuviere poseyendo.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Salid fuera sin duelo,
salid sin duelo, lágrimas, corriendo.
¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta,
reputándolo yo por desvarío, Materia diste al mundo de esperanza 155
vi mi mal entre sueños, desdichado! 115 de alcanzar lo imposible y no pensado,
Soñaba que en el tiempo del estío y de hacer juntar lo diferente,
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dando a quien diste el corazón malvado, los árboles parece que se inclinan,
quitándolo de mí con tal mudanza las aves que me escuchan, cuando cantan,
que siempre sonará de gente en gente. 160 con diferente voz se condolecen,
La cordera paciente y mi morir cantando me adivinan.
con el lobo hambriento Las fieras, que reclinan
hará su ajuntamiento, su cuerpo fatigado,
y con las simples aves sin rüido dejan el sosegado 205
harán las bravas sierpes ya su nido, 165 sueño por escuchar mi llanto triste.
que mayor diferencia comprehendo Tú sola contra mí te endureciste,
de ti al que has escogido. los ojos aun siquiera no volviendo
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. 210
Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada 170 Mas ya que a socorrer aquí no vienes,
la manteca y el queso está sobrado; no dejes el lugar que tanto amaste,
de mi cantar, pues, yo te vi agradada que bien podrás venir de mí segura.
tanto que no pudiera el mantüano Yo dejaré el lugar do me dejaste;
Títiro ser de ti más alabado. ven, si por solo esto te detienes. 215
No soy, pues, bien mirado, 175 Ves aquí un prado lleno de verdura,
tan disforme ni feo; ves aquí un espesura,
que aun agora me veo ves aquí un agua clara,
en esta agua que corre clara y pura, en otro tiempo cara,
y cierto no trocara mi figura a quien de ti con lágrimas me quejo. 220
con ese que de mí se está riendo; 180 Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
¡trocara mi ventura! al que todo mi bien quitarme puede;
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede».
¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible? Aquí dio fin a su cantar Salicio, 225
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento? 185 y suspirando en el postrero acento,
Si no tuvieras condición terrible, soltó de llanto una profunda vena.
siempre fuera tenido de ti en precio, Queriendo el monte al grave sentimiento
y no viera de ti este apartamiento. de aquel dolor en algo ser propicio,
¿No sabes que sin cuento con la pesada voz retumba y suena. 230
buscan en el estío 190 La blanda Filomena,
mis ovejas el frío casi como dolida
de la sierra de Cuenca, y el gobierno y a compasión movida,
del abrigado Extremo en el invierno? dulcemente responde al son lloroso.
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo Lo que cantó tras esto Nemoroso 235
me estoy en llanto eterno! 195 decidlo vos, Pïérides, que tanto
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. no puedo yo ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.
Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan,
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con presunción graciosa sostenía?


NEMOROSO: Aquesto todo agora ya se encierra,
por desventura mía, 280
«Corrientes aguas, puras, cristalinas, en la fría, desierta y dura tierra.
árboles que os estáis mirando en ellas, 240
verde prado, de fresca sombra lleno, ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía,
aves que aquí sembráis vuestras querellas, cuando en aqueste valle al fresco viento
hiedra que por los árboles caminas, andábamos cogiendo tiernas flores,
torciendo el paso por su verde seno: que había de ver con largo apartamiento 285
yo me vi tan ajeno 245 venir el triste y solitario día
del grave mal que siento, que diese amargo fin a mis amores?
que de puro contento El cielo en mis dolores
con vuestra soledad me recreaba, cargó la mano tanto,
donde con dulce sueño reposaba, que a sempiterno llanto 290
o con el pensamiento discurría 250 y a triste soledad me ha condenado;
por donde no hallaba y lo que siento más es verme atado
sino memorias llenas de alegría. a la pesada vida y enojosa,
solo, desamparado,
Y en este mismo valle, donde agora ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa. 295
me entristezco y me canso, en el reposo
estuve ya contento y descansado. 255 Después que nos dejaste, nunca pace
¡Oh bien caduco, vano y presuroso! en hartura el ganado ya, ni acude
Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora, el campo al labrador con mano llena.
que despertando, a Elisa vi a mi lado. No hay bien que en mal no se convierta y
¡Oh miserable hado! [mude:
¡Oh tela delicada, 260 la mala hierba al trigo ahoga, y nace 300
antes de tiempo dada en lugar suyo la infelice avena;
a los agudos filos de la muerte! la tierra, que de buena
Más convenible fuera aquesta suerte gana nos producía
a los cansados años de mi vida, flores con que solía
que es más que el hierro fuerte, 265 quitar en solo vellas mil enojos, 305
pues no la ha quebrantado tu partida. produce agora en cambio estos abrojos,
ya de rigor de espinas intratable.
¿Dó están agora aquellos claros ojos Yo hago con mis ojos
que llevaban tras sí, como colgada crecer, llorando, el fruto miserable.
mi alma doquier que ellos se volvían?
¿Dó está la blanca mano delicada, 270 Como al partir del sol la sombra crece, 310
llena de vencimientos y despojos y en cayendo su rayo se levanta
que de mí mis sentidos le ofrecían? la negra escuridad que el mundo cubre,
Los cabellos que vían de do viene el temor que nos espanta,
con gran desprecio al oro, y la medrosa forma en que se ofrece
como a menor tesoro, 275 aquello que la noche nos encubre, 315
¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho? hasta que el sol descubre
¿Dó la columna que el dorado techo su luz pura y hermosa:
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tal es la tenebrosa con sospiros calientes,


noche de tu partir, en que he quedado más que la llama ardientes, 360
de sombra y de temor atormentado, 320 los enjugo del llanto, y de consuno
hasta que muerte el tiempo determine casi los paso y cuento uno a uno;
que a ver el deseado juntándolos, con un cordón los ato.
sol de tu clara vista me encamine. Tras esto el importuno
dolor me deja descansar un rato. 365
Cual suele el ruiseñor con triste canto
quejarse, entre las hojas escondido, 325 Mas luego a la memoria se me ofrece
del duro labrador, que cautamente aquella noche tenebrosa, escura,
le despojó su caro y dulce nido que siempre aflige esta ánima mezquina
de los tiernos hijuelos, entre tanto con la memoria de mi desventura
que del amado ramo estaba ausente, Verte presente agora me parece 370
y aquel dolor que siente 330 en aquel duro trance de Lucina,
con diferencia tanta y aquella voz divina,
por la dulce garganta con cuyo son y acentos
despide, y a su canto el aire suena, a los airados vientos
y la callada noche no refrena pudieras amansar, que agora es muda. 375
su lamentable oficio y sus querellas, 335 Me parece que oigo que a la cruda,
trayendo de su pena inexorable diosa demandabas
al cielo por testigo y las estrellas; en aquel paso ayuda;
y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas?
desta manera suelto yo la rienda
a mi dolor, y así me quejo en vano ¿Íbate tanto en perseguir las fieras? 380
de la dureza de la muerte airada. 340 ¿Íbate tanto en un pastor dormido?
Ella en mi corazón metió la mano, ¿Cosa pudo bastar a tal crüeza,
y de allí me llevó mi dulce prenda, que, conmovida a compasión, oído
que aquel era su nido y su morada. a los votos y lágrimas no dieras,
¡Ay muerte arrebatada! por no ver hecha tierra tal belleza, 385
Por ti me estoy quejando 345 o no ver la tristeza
al cielo y enojando en que tu Nemoroso
con importuno llanto al mundo todo. queda, que su reposo
El desigual dolor no sufre modo. era seguir tu oficio, persiguiendo
No me podrán quitar el dolorido las fieras por los montes, y ofreciendo 390
sentir, si ya del todo 350 a tus sagradas aras los despojos?
primero no me quitan el sentido. ¿Y tú, ingrata, riendo
dejas morir mi bien ante mis ojos?
Una parte guardé de tus cabellos,
Elisa, envueltos en un blanco paño, Divina Elisa, pues agora el cielo
que nunca de mi seno se me apartan; con inmortales pies pisas y mides, 395
descójolos, y de un dolor tamaño 355 y su mudanza ves, estando queda,
enternecerme siento, que sobre ellos ¿por qué de mí te olvidas y no pides
nunca mis ojos de llorar se hartan. que se apresure el tiempo en que este velo
Sin que de allí se partan, rompa del cuerpo, y verme libre pueda,
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y en la tercera rueda, 400 no vieran que era ya pasado el día,


contigo mano a mano, la sombra se veía
busquemos otro llano, venir corriendo apriesa 415
busquemos otros montes y otros ríos, ya por la falda espesa
otros valles floridos y sombríos, del altísimo monte, y recordando
do descansar y siempre pueda verte 405 ambos como de sueño, y acabando
ante los ojos míos, el fugitivo sol, de luz escaso,
sin miedo y sobresalto de perderte?» su ganado llevando, 420
se fueran recogiendo paso a paso.

Nunca pusieran fin al triste lloro


los pastores, ni fueran acabadas
FIN DE LA ÉGLOGA PRIMERA
las canciones que solo el monte oía, 410
DE GARCILASO DE LA VEGA
si mirando las nubes coloradas,
al tramontar del sol bordadas de oro,

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