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Garcilaso de la Vega
(Toledo, 1498 – Niza, 1536)
Soneto 1
Soneto 5
Soneto 10
Soneto 32
dando a quien diste el corazón malvado, los árboles parece que se inclinan,
quitándolo de mí con tal mudanza las aves que me escuchan, cuando cantan,
que siempre sonará de gente en gente. 160 con diferente voz se condolecen,
La cordera paciente y mi morir cantando me adivinan.
con el lobo hambriento Las fieras, que reclinan
hará su ajuntamiento, su cuerpo fatigado,
y con las simples aves sin rüido dejan el sosegado 205
harán las bravas sierpes ya su nido, 165 sueño por escuchar mi llanto triste.
que mayor diferencia comprehendo Tú sola contra mí te endureciste,
de ti al que has escogido. los ojos aun siquiera no volviendo
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. a lo que tú hiciste.
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. 210
Siempre de nueva leche en el verano
y en el invierno abundo; en mi majada 170 Mas ya que a socorrer aquí no vienes,
la manteca y el queso está sobrado; no dejes el lugar que tanto amaste,
de mi cantar, pues, yo te vi agradada que bien podrás venir de mí segura.
tanto que no pudiera el mantüano Yo dejaré el lugar do me dejaste;
Títiro ser de ti más alabado. ven, si por solo esto te detienes. 215
No soy, pues, bien mirado, 175 Ves aquí un prado lleno de verdura,
tan disforme ni feo; ves aquí un espesura,
que aun agora me veo ves aquí un agua clara,
en esta agua que corre clara y pura, en otro tiempo cara,
y cierto no trocara mi figura a quien de ti con lágrimas me quejo. 220
con ese que de mí se está riendo; 180 Quizá aquí hallarás, pues yo me alejo,
¡trocara mi ventura! al que todo mi bien quitarme puede;
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. que pues el bien le dejo,
no es mucho que el lugar también le quede».
¿Cómo te vine en tanto menosprecio?
¿Cómo te fui tan presto aborrecible? Aquí dio fin a su cantar Salicio, 225
¿Cómo te faltó en mí el conocimiento? 185 y suspirando en el postrero acento,
Si no tuvieras condición terrible, soltó de llanto una profunda vena.
siempre fuera tenido de ti en precio, Queriendo el monte al grave sentimiento
y no viera de ti este apartamiento. de aquel dolor en algo ser propicio,
¿No sabes que sin cuento con la pesada voz retumba y suena. 230
buscan en el estío 190 La blanda Filomena,
mis ovejas el frío casi como dolida
de la sierra de Cuenca, y el gobierno y a compasión movida,
del abrigado Extremo en el invierno? dulcemente responde al son lloroso.
Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo Lo que cantó tras esto Nemoroso 235
me estoy en llanto eterno! 195 decidlo vos, Pïérides, que tanto
Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. no puedo yo ni oso,
que siento enflaquecer mi débil canto.
Con mi llorar las piedras enternecen
su natural dureza y la quebrantan,
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