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1. EN CHINA
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Las dos exposiciones paralelas que J. Gernet y J.-P. Vernant habían presentado en noviembre de 1963 fueron
publicadas en el Bulletin de l’Association Guillaume Budé, París, 1964, 3, p. 308-25. Agradecemos vivamente a
Jacques Gernet el habernos autorizado reproducir aquí el texto de su intervención respecto a China. Tomado de : Jean-
Pierre Vernant, Mythe et société en Grèce ancienne, La Découverte, Paris, 1974. Traducción de Laura Sampson.
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a un esfuerzo mínimo le corresponden los mayores efectos. Es este uno de los temas
mayores del pensamiento chino en los siglos 4º y 3º. Vemos claramente qué concepción
de la sociedad y de la naturaleza implica una sabiduría tal: el orden no puede ser el
resultado de la intervención externa de una potencia de mando, ni de una repartición
autoritaria de las funciones y los poderes, ni de un equilibrio sancionado por una
convención entre fuerzas antagónicas. En una palabra, no puede depender de lo arbitrario.
La acción del soberano se aparenta a la del cultivador que se limita a favorecer el brote de
las plantas pero que no interviene de ninguna manera en el proceso de germinación y de
crecimiento. Actúa conforme a las órdenes del Cielo (t’ien ) y se identifica con él. El
orden solamente puede tener su principio en los seres. No puede sino serle inmanente al
mundo.
Las nociones de influencia, de modelo, de tendencia espontánea, de manera de
ser, predominan sobre la de ley. Esto explica que los chinos le hayan atribuido mayor
importancia a los dominios de la física que fueron desdeñados por la ciencia griega y sus
herederas. Se aplicaron por predilección al estudio y a la interpretación de los fenómenos
magnéticos, de los fenómenos de resonancia, de las mareas, de las ondas sonoras y de las
ondas sísmicas. En el campo musical, parecen haberse interesado especialmente por los
timbres de los instrumentos y por los procedimientos para construir modelos de carillones
de una manera exacta, mientras que los griegos definieron la gama por medio de
procedimientos geométricos.
¿Cómo explicar estas diferencias de orientación tan fundamentales? Nos pareció
que la historia podía proporcionarnos un comienzo de explicación. No hubo en China una
crisis violenta ni enfrentamientos entre demos y aristocracia que habrían conducido a un
cambio radical de constitución política y a un cuestionamiento de todo el pasado, sino
una evolución que, a pesar de su magnitud y de los progresos hacia lo racional, permitió
acomodos y compromisos. No se produjo en China nada semejante a la separación radical
entre el mundo de los hombres y el mundo de los dioses que fue el primer paso necesario
al nacimiento de la razón griega. Podría afirmarse con relación a esto, que el pensamiento
chino anterior al imperio está tanto más allá como más acá de tal distinción: más allá,
porque los chinos habrían juzgado que los dioses y los mitos eran inventos pueriles
(como les ocurrió más adelante a los mitos cristianos); más acá, porque este pensamiento
no se preocupa por separar lo ritual de lo positivo, lo cósmico de lo humano. Es
demasiado tarde para que un pensamiento de tipo griego pueda realizarse en China,
porque los chinos ya han naturalizado lo divino cerrándole así el paso a cualquier forma
de pensamiento transcendente.
A fin de cuentas, un acercamiento histórico permite entrever las correspondencias,
bastante sorprendentes, entre lo político y lo mental. Si la razón china, fruto ella también
de una experiencia humana original, difiere de la razón griega, ¿significa eso acaso que
representa un estadio inferior en la evolución del espíritu humano? Eso sería erigir en
norma un tipo de pensamiento que es muy específico y, finalmente, admitir que por fuera
de las vías singulares que ha seguido Occidente no puede haber sino aberración y
esfuerzos irrisorios por alcanzar la razón universal.
JACQUES GERNET
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II. EN GRECIA
individuo autónomo es donde puede, por contraste, definirse el concepto jurídico del
esclavo, es decir de un individuo privado de todos los derechos que hacen del hombre un
ciudadano. Con un mismo movimiento, Grecia creó el ciudadano libre y el esclavo,
siendo el estatuto de cada cual definido en función del otro. Sin ciudadano libre no hay
esclavo; pero desde la base hasta la cima de la escala social hay diversos grados de
dependencia jerarquizada, una servidumbre generalizada de la cual el rey mismo, en sus
relaciones con los dioses o con el orden divino, no está exento.
Nada puede ilustrar mejor la importancia de este ideal aristocrático de autonomía,
que implica la isocratia (la repartición igual del poder entre todos) que la significación
que reviste en Grecia, en el plano intelectual, el hecho urbano.
La ciudad, que constituye siempre un medio favorable para el surgimiento de una
mentalidad nueva, toma en Grecia un sentido particular en la medida en que está ligada a
las instituciones de la Polis. La Grecia micénica conoció sin duda un tipo de ciudad-
palacio; la Grecia arcaica conoció la ciudad, morada noble, opuesta al campo poblado de
villanos que tienen a su cargo la alimentación de los kaloì kagathoi. Pero la ciudad griega
clásica no se convirtió, como la ciudad china, en un centro real que administraba un vasto
territorio rural y que agrupaba junto a los funcionarios, sacerdotes, consejeros políticos
directamente al servicio del soberano, cierta cantidad de comerciantes y de empresarios
industriales. En Grecia, el establecimiento urbano no se opone al campo, porque la urbe
comprende el territorio del campo y la aglomeración urbana sin establecer entre los dos
ninguna diferencia en el plano propiamente político. Campesinos y citadinos tienen los
mismos derechos y las mismas cargas; toman asiento en la misma asamblea, en los
mismos tribunales, eligen juntos los mismos magistrados. ¿Cuál es entonces el papel de
la ciudad, como tal, en el sistema de la urbe? Es lo que le da a un territorio, o más bien al
grupo humano que allí se ha establecido y que lo cultiva, un centro, una unidad, una
comunidad. La aglomeración urbana reúne esencialmente los edificios ligados a la vida
pública, es decir todo lo que, común por oposición a lo privado, concierne a los
individuos en la medida en que son todos igualmente ciudadanos: los templos, los
asientos de los magistrados, los tribunales, las asambleas, el ágora, el teatro, los
gimnasios. La ciudad es concebida entonces como el centro que le da al espacio social de
los griegos su homogeneidad; en relación a este centro común, todos los ciudadanos
ocupan, de alguna manera, posiciones simétricas y reversibles. En una urbe que se inspira
en el ideal de la isonomia , el poder y la autoridad se encuentran, retomando la expresión
griega, depositados en el centro, en mésoi y ya no confiscados para el provecho de una
persona particular como el rey o de una minoría privilegiada de ciudadanos.
Entre este régimen político de la urbe y el nuevo horizonte espiritual de los
griegos del siglo 6º, hay un lazo estrecho. Las ideas evolucionarán ciertamente, pero
mientras la urbe siga viva, serán las ideas de hombres que se afirman como autónomos y
libres en el marco de pequeñas comunidades independientes las unas de las otras. Así
como en la urbe el poder es puesto en común, depositado en mésoi (expresión que
prolonga de manera muy significativa las prácticas de una aristocracia militar en el
mando de la guerra y el reparto del botín), así mismo la cultura es puesta en común,
depositada en el centro, dejando de ser el privilegio de ciertas familias, o como en China,
de una categoría de letrados. Evidentemente esta democratización se hace posible a través
de la escritura alfabética, que ya no es la especialidad de una clase de escribas y que
permite al conjunto de los ciudadanos aprender a leer y a escribir. Por lo demás, toda la
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urbe tiene acceso, por medio de su participación en las fiestas, por medio de su presencia
en el teatro, a las más bellas producciones del arte y la literatura.
La puesta en común de la cultura, paralela con la puesta en común de la autoridad
política, tendrá consecuencias decisivas en la evolución de las ideas. De ahora en
adelante, los saberes, las técnicas mentales que se mantenían en secreto con un mayor o
menor celo como privilegios de ciertas familias, serán expuestos con toda claridad en la
plaza pública. Las reglas del juego político: la publicidad, la discusión libre, el debate
argumentado, se convertirán en la regla del juego intelectual. La verdad ya no dependerá
de la revelación misteriosa. Se divulgarán las doctrinas, se las someterá a la crítica y a la
controversia, se les dará la forma del razonamiento argumentado. Los discursos
sagrados, los hieroi lógoi, cederán el lugar a demostraciones de carácter profano.
Hay que prestarle atención ahora a la condición de hecho que posibilitó este
fenómeno, en su doble aspecto social e intelectual. Es decir, la pequeña dimensión de los
grupos humanos, el carácter disperso y fragmentado de la población. El papel de la escala
demográfica es fundamental al comparar China y Grecia. Por ser la unidad social griega
relativamente restringida, dos condiciones se ven realizadas. En primer lugar, la rapidez
de la información y la extensión de la comunicación a través de todo el cuerpo social.
Estos sectores favorecen un sistema de democracia directa. Si las decisiones políticas
pueden tomarse al cabo de un debate general, es porque cualquiera puede ser rápidamente
informado de todo. El universo de la urbe debe ser bastante estrecho para que todo el
mundo o casi se conozca, para que cualquiera pueda discutir con todos. Lo que es cierto
en el plano político lo es también en el de las ideas. Pensemos en Sócrates buscando a sus
interlocutores en el ágora.
En segundo lugar, no es deber del Estado tomar en mano la gestión de lo que hoy
llamaríamos lo económico; no tiene que administrar en todo detalle la producción
agrícola e industrial, el intercambio y la circulación de los bienes. Le deja el cuidado de
esto a las “casas” particulares. Es este realmente el sentido que le dan los griegos a la
palabra oiconomia. El Estado sólo se inmiscuye cuando necesita dinero o medios
materiales para realizar los fines que le son propios. Su campo es lo político, es decir el
juego que regula las relaciones de mando y de obediencia entre los ciudadanos, los
vínculos de dominación y de sumisión entre Estados diferentes. En la urbe, la política
consiste esencialmente en la reglamentación de los modos de ejercicio del poder. Gravita
completamente alrededor de la noción de Poder. ¿Cómo equilibrar el poder desde el
interior para que todos los ciudadanos lo ejerciten igualmente en común? ¿Cómo
reforzarlo, en las relaciones con el exterior, para que la ciudad-estado siga siendo siempre
soberanamente dueña de sí misma y que pueda afirmar su supremacía sobre sus rivales?
El Poder: quizás encontramos aquí una de las nociones claves para entender el
pensamiento griego. André G. Haudricourt opuso antaño la mentalidad de los pueblos
pastores y navegantes, como los griegos, a la de los pueblos “jardineros”, como los
chinos. La domesticación de los animales habría conducido a los pueblos pastores a
concebir la acción del hombre sobre los demás - especialmente el poder del rey sobre sus
sujetos - según el modelo de las relaciones del pastor con su rebaño, es decir bajo la
forma de una intervención directa y apremiante. Por el contrario, los pueblos jardineros
tomarían como modelo de las relaciones interhumanas una “acción indirecta y negativa” -
la mejor autoridad, es decir la más conforme al orden natural, sería aquella que, siendo
inmanente a las cosas, jamás necesita intervenir. Observaremos, en cualquier caso, que el
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JEAN-PIERRE VERNANT