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Antonino De Francesco
Luigi Mascilli Migliorini
Raffaele Nocera
(Coordinadores)
Introducción
Giuseppe Galasso
Coordinación editorial: Fondo de Cultura Económica Chile S.A. / Nicoletta Marini d’Armenia
Imagen de portada: Impresión original de mapa antiguo, cortesía de Jonathan Potter Ltd., Londres. Novissima Totius
Terrarum Orbis Tabula. Por Nicholas Visscher. Publicado en Ámsterdam, c.1679.
Revisión de textos e índice onomástico: Valerio Giannattasio
Diseño de portada: Macarena Líbano Rojas
Diagramación: Gloria Barrios A.
Se prohíbe la reproducción total o parcial de esta obra –incluido el diseño tipográfico y de portada–, sea cual fuera el
medio, electrónico o mecánico, sin el consentimiento por escrito de los editores.
Referencias 545
Raphaël Lahlou
Traducción de Marcelo Iturrieta
211
Estos últimos dividen a las comunidades blanca, negra y mestiza de la isla, prin-
cipalmente al interior de las asambleas provinciales acerca de la cuestión del reco-
nocimiento de los derechos de representación, de voto y de propiedad, mientras
por otro lado la isla sigue siendo el primer productor mundial de azúcar y uno de
los primeros de café. Junto a toda la exasperación nacida de los debates acerca de
la esclavitud, así como el juego diplomático y político ambiguo de los colonos, en
ocasiones ellos mismos divididos, y de los esclavos y mestizos, libres o no, aparece
la demanda de autonomía respecto de Francia y la llamada a los ingleses o a los
españoles. El conjunto de este contexto difuso y convulsionado es testigo del inicio
del movimiento de revuelta en la isla, principalmente de la insurrección del verano
de 1791. En realidad hubo varias formas de disputas en Santo Domingo aquel año,
varias oposiciones y revueltas, lo cual también necesita que desarrollemos algunas
explicaciones.
1
L’Exclusif es equivalente al Monopolio español (N. del T.).
el general Leclerc para posteriormente ser encerrado en el fuerte de Joux, del cual
logró escapar en el mismo momento en que Toussaint-Louverture allí moría. Tomó
el poder de la isla durante un tiempo breve antes de ser a su vez derrocado y, final-
mente, dejarse morir de hambre.
Pero volvamos a Toussaint-Louverture, cuyo perfil ha sido hasta ahora solo
esbozado. Si bien el hombre era de modesta estatura (un metro sesenta y tres) y de
apariencia enfermiza, su carisma y su estatura moral eran bastante excepcionales:
este negro, llamado François Dominique Toussaint, tiene poco más de cincuenta
años (nació hacia 1743 y murió en 1803, detenido en el fuerte de Joux) y posee
algunas hectáreas y esclavos. Es miembro del grupo de negros libres, libertos más
o menos enriquecidos que deseaban ostentar un papel público, social y político.
Sin embargo, nada parecía predestinarlo a tal fin: no solo lo llamaban Louverture,
sino también “Fatras-Bâton”, el deforme, aunque poseía una fina inteligencia.
En 1791 jugó un rol discreto, aunque real, en la insurrección negra, iniciada
en las planicies del norte para luego aliarse con los españoles hasta 1794; en tres
meses, Louverture logró liberar a la provincia del norte, luchó contra los ingleses
en la región de Puerto Príncipe e incluso participó en operaciones de incursión en
los territorios de la parte española de la isla. Mientras que Rigaud, con sus tropas
de mulatos, aún mantenía sólidamente el sur, Toussaint-Louverture adquiere, en
el resto de la isla, cada vez más peso, deshaciéndose así, sin dudarlo, de buen nú-
mero de torpes jefes negros rivales. Sin embargo, los ingleses aún tenían una sólida
posición. En ese momento, entre 1795 y 1797, resurge el problema de la esclavi-
tud en principio abolida. Será protestando contra una nueva política amenazado-
ra de los republicanos de la Metrópolis (se trataba de un estricto restablecimiento
del sistema colonial y de la esclavitud; en 1797 el gobierno francés pretendía
enviar un cuerpo expedicionario y acababa de excluir de los cargos militares a los
oficiales de color) que Toussaint-Louverture radicalizó su posición.
Después de la Convención, caída poco después de la muerte de Robespierre,
se instaló en Francia el régimen del Directorio: Toussaint-Louverture pensaba que
había hecho un buen negocio, en 1795, adquiriendo la parte española de Santo
Domingo, pero ahí la ebullición también reinaba. Ciertamente, las tropas loca-
les se adjudicaban triunfos relativos en contra de los ingleses, pero en 1797 aún
mantenían una buena parte de sus bastiones y puertos. Louverture se impuso
entonces frente a los comisarios de la República francesa y trató directamente con
los ingleses, que se retiraron en 1798.
En 1800, luego de neutralizar a los diferentes clanes divididos en la isla (resa-
bios de los “grandes blancos” y de los “pequeños blancos rústicos” y sobre todo de
los grupos mestizos), deviene el líder indiscutible de Santo Domingo y luego de
imponerse de facto al resto de los jefes negros, se decide a dirigirla y organizarla,
hacerla autónoma o independiente y ¡relanzar la economía totalmente apagada de
Después de diez años de disturbios, entre 1800 y 1801 Toussaint parecía dominar
la situación en Santo Domingo. Por otro lado, desde fines de 1789, otro gene-
ral insular, el corso Bonaparte, nuevo soberano de Francia, puso término a diez
años de agitaciones revolucionarias internas y externas en Francia. Bonaparte es un
hombre de acción, un hombre apresurado, como lo calificará en 1969, en un en-
sayo brillante, Paul Morand, quien también consagró una hermosa y perturbadora
novela corta a Haití, Le tzar noir [El zar negro] en 1926. Pero Bonaparte, que tiene
veintiséis años menos que Louverture y que pasó por una larga carrera militar antes
de volverse un maestro de la política, es también un hombre de formación inte-
lectual y de cultura libresca considerable. Además, es un hombre de una pasión a
veces fría (o de rabias lúdicas), pero capaz también de ser un jugador y, su reacción
frente a la situación de Santo Domingo se inscribirá en estas diversas formas de su
carácter y de su intelecto. Pues, si bien ha leído los escritos de Moreau de Saint-
Méry (que utilizó entonces durante un tiempo como administrador en Italia), se
halla sobre todo marcado por las ideas del abad Raynal, otra figura importante del
tiempo de la Ilustración. Bonaparte, de hecho, está inf luenciado por las ideas de la
Monarquía y de la época revolucionaria al mismo tiempo. Se vale tanto de los ad-
ministradores del antiguo reino borbónico como de hombres nuevos. Sin embar-
go, tanto a sus ojos como a los de muchos de sus contemporáneos, la Revolución
debía terminarse, aunque encarnaba una herencia que se debe mantener y por lo
tanto conservar. Raynal (cuya obra principal data de 1770, se trata de una Histoire
philosophique et politique des établissements et du commerce des Européens dans les
deux Inde [Historia filosófica y política de los establecimientos y del comercio de
los europeos en las dos Indias]), como Voltaire, aprobaba la presencia francesa en
Canadá. Bien sabemos hasta qué punto la pérdida de Canadá, en 1763, condujo a
Choiseul a favorecer la conquista francesa de Córcega. Bonaparte no podía igno-
rarlo. La otra tesis de Raynal, que Bonaparte tampoco debía desconocer, consistía
en que, para el autor, Francia había cometido un error al ceder Luisiana a España
en 1762: esta concepción política en Raynal encontrará de nuevo en la opinión
pública de 1800 un eco correspondiente a una crítica generalizada del reino de Luis
XV. Sin embargo, Raynal, en su lógica americana, asignaba un gran precio tanto a
la Luisiana como a Santo Domingo y a las Antillas. De este modo, se esboza una
voluntad de reorganización y de reapropiación de las colonias francesas perdidas
del Atlántico hasta el Caribe. Esto respondía también a una necesidad económica,
agravada, luego del reino de Luis XV y de la Revolución, por la desorganización
de nuestra Marina.
Así, más allá del aspecto crítico e ideológico de las visiones de Raynal y de al-
gunos otros autores, Bonaparte deseaba profundamente que Francia recuperara en
el mar la inf luencia que había perdido y, era en América, desde las Antillas hasta el
Caribe (probablemente con la inf luencia de Josefina, aunque la de figuras guber-
namentales y políticas como F leurie y Barbé-Marbois, o incluso el cónsul Lebrun,
por ejemplo, era más importante), que el Premier esperaba encontrar los medios
para hacerlo, reanudando, en resumen, la política colonial y marítima de la Monar-
quía, único medio seguro de contener a los ingleses. Era necesario concretar estas
ideas, estas ambiciones. Para eso, las decisiones coloniales debían estar avaladas por
leyes especiales (como lo estipulaba la Constitución del Año VIII, poco después
del 18 Brumario, en su artículo 91). Que los representantes coloniales ya no fueran
tolerados en las asambleas nacionales (los electos blancos o criollos) no frenaba
completamente los lobbies coloniales. Según el círculo de Bonaparte y el de los
otros cónsules, era necesario tener en cuenta los principios de los medios mercanti-
listas y también una obligación casi mesiánica de la herencia de 1789. Por lo tanto,
lo que importa, junto a futuras operaciones en Luisiana, devuelta secretamente por
España y aún lejos de ser vendida a Estados Unidos –recordemos que la Luisiana
francesa tenía cerca de 1.700 km2, y que abarcaba parcial o totalmente 21 de los
50 estados actuales de Estados Unidos –, era retomar las riendas de la situación
en Santo Domingo, puesto que algunos rumores comienzan a agitar a los medios
diplomáticos acerca de una posible cesión de la F lorida española a los franceses.
Santo Domingo, colonia f loreciente por sus exportaciones antes de 1791, estaba
también en el centro de una gran jugada oceánica estratégica ¡por su posición clave
frente al golfo de México! Se trata de un Imperio francés de América que fracasó
por el desprestigio de la Monarquía en Luisiana y en Canadá, que podría recons-
truirse entre Santo Domingo, F lorida y Luisiana (recordemos que Napoleón, en
Santa Elena, aún planeaba establecerse en Luisiana o en México). ¿No era más que
un sueño? ¡Para nada! Sin embargo, ¡este sueño fracasará!