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El autor argentino José Novellino, señala que las medidas cautelares son actos procesales
que se adoptan antes de deducida la demanda o después de ella, para asegurar bienes o
mantener situaciones de hechos existentes al tiempo de aquella y con el objeto de preservar
el cumplimiento de la sentencia que, en definitiva, recaiga sobre el proceso.
Pélaez Bardales, señala que la medida cautelar es un instrumento procesal que puede
plantearse antes o dentro de un proceso ya iniciado, con la finalidad de asegurar preliminar
y preventivamente la eficacia de la sentencia, a fin de proteger el derecho del accionante o
acto, que por fundadas razones puede suponer válidamente que su pretensión o el derecho
que invoca se encuentra en peligro ante el demandado, quien en tanto dure el proceso ,
puede disponer para eludir su propia obligación, de los bienes que finalmente pueden
garantizar su pretensión.
Carlos Hernández Lozano, citado en la obra “El proceso cautelar” de Peláez Bardales
refiere que las medidas cautelares no sólo tienen por objeto asegurar el resultado del proceso
de ejecución, sino también proceden para conservar un medio de prueba o para evitar la
inoficiosidad de la sentencia.
Podetti, sobre este tema, nos dice que mediante ellas el poder jurisdiccional satisface el
interés particular de asegurar un derecho aún no declarado, pero con mayor o menor
intensidad, según la especie de medida cautelar, satisfaciendo el interés general y público
de asegurar la paz en la convivencia social y evitar la pérdida o desvalorización de los bienes
económicos.
Los rasgos comunes de las medidas cautelares son, por un lado, prevenir posibles
perjuicios a los sujetos de un litigio o de un posible litigio, o más precisamente, a los titulares
o presuntos titulares de un derecho subjetivo material, que eventualmente pueda ser actuado
ante la jurisdicción (interés privado). Y por otro, procurar que la función jurisdiccional
pueda cumplirse esclareciendo la verdad del caso planteado, para decirlo conforme a
derecho y ejecutar lo decidido, restableciendo el orden jurídico, con el menor daño o
menoscabo en los bienes y en las personas, lo que constituye interés público.
Nuestro actual Código Procesal Civil en su artículo 608º, señala que: “Todo juez puede
a pedido de parte, dictar medida cautelar antes de iniciado un proceso o dentro de éste,
destinada a asegurar el cumplimiento de la decisión definitiva”.
El sentido o la finalidad que poseen las providencias cautelares, según el autor Jorge A.
Rojas, es que debido a la lentitud general de los procesos y frente a la necesidad de una
tutela urgente y efectiva, se concluye que la providencia cautelar es una anticipación
provisoria de ciertos efectos de la providencia definitiva, encaminada a prevenir el daño que
se podría derivar del retardo de la misma.
Di Iorio dice al respecto que las medidas cautelares están destinadas, más que a hacer
justicia, a dar tiempo a la justicia de cumplir a cabalidad su alta función, permitiendo
asegurar el resultado práctico de la sentencia que debe recaer en un proceso determinado,
para evitar que ésta no sea burlada haciéndola de imposible cumplimiento.
Por ende como la finalidad de la medida cautelar es asegurar el cumplimiento del fallo a
emitirse en el proceso principal, se concluye que si la pretensión demandada en este último
es desestimada entonces la medida cautelar deja de tener su razón de ser y vigencia.
Del artículo 611º, se perciben dos presupuestos o requisitos necesarios para una la
concesión de una medida cautelar: los institutos del fumus bonis iuris y del periculum in
mora, respectivamente la apariencia del derecho y el peligro en la demora; en tanto que para
su ejecución de la medida cautelar se requiere de la caución o garantía. Sin embargo, cabe
recalcar que el tema de medidas cautelares, tenemos que estudiarlo bajo la óptica del
derecho administrativo, es por eso que además de los dos presupuestos antes mencionados
para la concesión de la medida, también hay que agregar uno más que se señala en la Ley
del proceso contencioso administrativo que es: la adecuación. Estos presupuestos los
estudiaremos a continuación.
1.3.1. Verosimilitud o apariencia del derecho invocado
Este requisito es conocido por la doctrina como fumus boni iuris. No es otra cosa que
demostrarle al juez que resulta probable que al término del proceso, la pretensión planteada
va a ser amparada en la sentencia. Lo expuesto es explicado por Calamandrei en los
siguientes términos: “declarar la certeza de la existencia del derecho es función de la
providencia principal: en sede cautelar basta que la existencia del derecho aparezca
verosímil, o sea, para decirlo con mayor claridad, basta que, según un cálculo de
probabilidad, se pueda prever que la providencia principal declarará el derecho en sentido
favorable a aquel que solicita la medida cautelar.
“(…) Para tal efecto, se deberá ponderar los fundamentos expuestos por el demandante
con el principio de presunción de legalidad del acto administrativo, sin que este último
impida al órgano jurisdiccional conceder una medida cautelar.”
El profesor Giovanni Priori Posada, señala que la realidad judicial, nos ofrece día a día
resoluciones mediante las cuales se deja de brindar protección cautelar con base en el
principio de presunción de legalidad del acto administrativo, lo que nos anuncia que en
materia de lo contencioso administrativo aún nos encontramos librando una gran lucha por
las medidas cautelares.
que el juez tenga que presumir que el acto administrativo que cuestiona es válido.15 Sugiere
que lo que el debe hacer es cuidar que con la duración del proceso no se termine por lesionar
el derecho fundamental a la tutela jurisdiccional efectiva del ciudadano que acude a él
solicitando protección frente a un acto de la administración. Por último, dice también que
el actuar del juez no debe estar inspirado por el principio de presunción de legalidad, sino
por la tutela jurisdiccional efectiva.
Es así como, la ejecutoriedad del acto administrativo configuraba el ejemplo más claro
de peligro en la demora del proceso contencioso administrativo. Sin embargo en enero del
2004 se modificó la normativa y de este modo se dejó de lado el principio de ejecutoriedad,
que constituye la principal manifestación pero no la única, del peligro en la demora en el
proceso contencioso administrativo.
“La contracautela tiene por objeto asegurar al afectado con una medida cautelar, el
resarcimiento de los daños y perjuicios que pueda causar su ejecución (…).”
Es la fianza que se ofrece con el fin de asegurar el riesgo de una medida cautelar indebida,
perjudicial o exorbitante. Es decir, su objeto es para asegurar al afectado con una medida
cautelar el resarcimiento de daños y perjuicios. Corresponde al juez decidir sobre la
admisión de la contracautela, quien podrá aceptar la ofrecida por la parte solicitante,
graduarla, modificarla o cambiarla por la que considere pertinente.
Alfredo Wetzler Malbrán citado por Mariano Peláez Bardales, refiere que el objeto de la
contracautela consiste en poner a cubierto al destinatario de una medida cautelar, de las
derivaciones perjudiciales que le pudiere ocasionar la misma en caso de ser infundada,
asegurándole una garantía que cubra la responsabilidad de quien obtuvo tal medida.
Naturaleza de la contracautela
Por su parte Couture señala que es aquella por la cual el que asume la responsabilidad
del riesgo, se compromete bajo juramento a resarcirlo o a realizar determinado acto.
Graduación de la contracautela
Es necesario advertir que en sede nacional, es finalmente el juez quien decide en cuanto
a la naturaleza y monto de la contracautela, pues no está obligado a aceptar la que ofrece el
peticionante, pudiendo en su caso, graduarla, modificarla o sustituirla por la que estime
pertinente, conforme se verifica de lo preceptuado en el segundo párrafo del artículo 613º
del Código Procesal Civil.
El jurista Eduardo Néstor De Lázzari recomienda cuáles son principalmente los factores
o consideraciones que el juez debe ponderar para efecto de graduar convenientemente la
contracautela. Estos factores son:
Exceptuados de contracautela