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Symploké revista filosófica octubre 2018

El antifeminismo
de Otto Weininger

Dardo Scavino
UBA

La misoginia es, sin lugar a dudas, algo su sexo.2


omnipresente en nuestras sociedades patriarca-
les. Pero para comprender mejor este fenómeno, El deber que impone el genio
habría que especificar cuál es la mujer a la que se
dirige esta actitud hostil, pues hoy sabemos que Otto Weininger presentó esta tesis en un
hay tres dimensiones de lo femenino: la biológi- libro publicado en Viena en mayo de 1903, al-
ca, la sexual y la genérica. Tomemos el ejemplo gunos días después de celebrar su vigesimotercer
de Madeleine Pelletier. Al decir que la mujer de- cumpleaños y cinco meses antes de dispararse
bía liberarse de la mujer, esta autora no disimu- en el corazón. En noviembre llegó a las librerías
la su desprecio hacia un cierto género femenino una segunda edición de Sexo y carácter. La obra
cuya subjetividad había sido moldeada por una fue reeditada veintiocho veces hasta 1932. Los
sociedad histórica particular: una mujer educada jóvenes hitlerianos estaban fascinados con ella,
para ser madre, esposa y ama de casa, alejada de pues Weininger no se limitaba a denigrar a la mu-
la vida política y cultural de su país.1 Un contem- jer, sino que, a pesar de pertenecer a una familia
poráneo de Pelletier, el austríaco Otto Weininger, judía de origen húngaro, acometía también con-
también pensaba que la mujer debía liberarse tra los judíos.3 Proponía el siguiente paralelo: el
de esa mujer que él despreciaba en igual medi- judío es al ario lo que la mujer es al hombre.4
da. Salvo que, desde su punto de vista, la mujer Parecería que el propio Hitler fue seducido por
en cuestión no era la manifestación de un cierto
género femenino ni el producto histórico de una 2 A pesar de ello, algunos autores han propuesto una lectura
“feminista” de Weininger. Cf. Allan Janik, Wittgenstein’s
sociedad particular, sino la consecuencia de un
Vienna Revisited, Transaction Publishers, New Branswick,
destino biológico: si las mujeres se encerraban en 2001, p. 40 y Steven Beller, “Otto Weininger as Liberal?”,
la vida doméstica, alejándose de la política y la en N.A. Harrowitz y B. Hyams (eds.), Jews & Gender. Re-
cultura, era a causa de un instinto sexual que las sponses to Otto Weininger, Philadelphia, Temple Universi-
inducía a actuar de esta manera. He aquí la dife- ty Press, 1995, p. 91.
3 En un artículo publicado en 1909, André Spire sostiene
rencia entre una feminista como Pelletier y un an-
que Weininger se suicidó por su odio de sí: André Spire,
tifeminista como Weininiger: para ella, la mujer Quelques juifs : Israël Zangwill, Otto Weininger, James
debía liberar su sexo, para él, debía liberarse de Darmesteter, París, Mercure de France, 1913.
4 Sobre el vínculo entre antifeminismo y antisemitismo
en Weininger, cf. el libro de Nancy Harrowitz y Barbara
1 Madeleine Pelletier, L’emancipation sexuelle de la Hyams, Jews & Gender. Responses to Otto Weininger, Phil-
femme, París, Giard et Brière, 1911. adelphia, Temple University Press, 1994.
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el joven vienés, pues en una ocasión le habría di- especie lo que el hombre es a la historia, pues la
cho a Dietrich Eckart que Weininger era el único historia no sería nada más que el engendramiento
judío honesto que había conocido (cosa que no le de la humanidad por sí misma.
impediría prohibir Sexo y carácter a causa de sus Contemporáneo de Sigmund Freud, de
reivindicaciones quizá demasiado efusivas del Ludwig Wittgenstein, de James Joyce, de Gustav
amor homosexual). Klimt o de Albert Einstein, Weininger creía, con
Pero los nazis no fueron los únicos en ad- todo, haber nacido en una época de decadencia
mirar a Weininger. También lo hicieron Reiner donde ya no habían más creadores de la talla de
Maria Rilke, Robert Musil, Hugo von Hofman- su ídolo, Richard Wagner. En su opinión, la culpa
nsthal y, sobre todo, Ludwig Wittgenstein.5 Ray de ese declive la tenían las feministas, quienes
Monk, el biógrafo de este último, llegó a utilizar estaban liberando la sexualidad de las mujeres de
una expresión central de Sexo y carácter como todos los lazos impuestos durante siglos por la
título de su biografía: El deber que impone el ge- religión, socavando de esta manera el orden pa-
nio.6 Wittgenstein adoptó este imperativo como triarcal. Las mujeres podían así abocarse sin obs-
lema de vida tras leer a su compatriota. El deber táculos a la misión que les era propia: seducir a
del hombre era la creación genial, la invención los hombres para perpetuar la especie. Los hom-
original, el hallazgo revelador. El deber del hom- bres dedicaban su tiempo, entonces, a corretear
bre era la poiesis en sentido griego: traer al mun- detrás de las faldas de encantadoras señoritas,
do algo que hasta entonces no existía. El hombre en lugar de consagrarse a la vida del espíritu; no
debía consagrar su vida, sus estudios y sus es- pensaban más que en el coito en lugar de inclinar-
fuerzos a engendrar algo en el terreno del arte, de se religiosamente sobre el estudio y la creación.
la filosofía, de la ciencia o de la política –nuevas Con el fin de conquistar mujeres, querían pare-
normas, nuevos paradigmas, nuevos valores–, sa- cer ricos y fuertes, ocupándose de sus fortunas y
crificando todo lo demás en el altar de esa voca- sus cuerpos en vez de dedicarse a los estudios y
ción creadora. al desarrollo de sus espíritus. Para Weininger, la
Al atraer sexualmente al hombre, la mujer sociedad debía ser un templo consagrado al per-
lo alejaba así de esta vida creativa para encerrarlo feccionamiento espiritual de la humanidad, pero
en la vida reproductiva, la familia y el hogar.7 Tal con su feminización y el declive del patriarcado,
era, según el joven austríaco, su función prima- devenía una incubadora destinada a la reproduc-
ria: la mujer no era más que un instrumento para ción del ganado humano.
la perpetuación de la especie. Sólo existía para
engendrar o traer al mundo individuos biológi- Bien macho
camente semejantes a sus progenitores. Para al-
canzar esos fines, la mujer debía buscar hombres La diferencia sexual suponía para Wei-
capaces de darle hijos sanos y de cubrir sus ne- ninger una asimetría de los sexos. Para el hom-
cesidades. Pero no era ese el destino del hombre: bre, el sexo solo es un “apéndice” (Appendix)8:
él había sido creado para crear, para engendrar él debe, por así decirlo, satisfacer rápidamente
y traer al mundo individuos espiritualmente di- esta urgencia fisiológica con el fin de dedicarse
ferentes de sus antecesores. El engendramiento a su función principal. Esta “apendicitis” sexual
femenino era carnal y biológico; el masculino, del hombre “no constituye todo el objeto de su
cultural y espiritual. La mujer era entonces a la vida, lo que le permite separarla psicológicamen-
te del resto de sus actividades, y con esto hacerla
5 Sobre la importancia del pensamiento de Weininger en consciente.”9. Para la mujer, en cambio, el sexo
Rilke, Musil, Hoffmannsthal y Wittgenstein, cf. Franco
Rella, “Weininger nella cultura viennesse del primo nove-
era todo y todo era sexual. Weininger escribió:
cento” en Il silencio e le parole, Milán, Fetrinelli, 1981, “Der Mann hat den Penis, aber die Vagina hat
pp. 11-29. die Frau”10, es decir, “el hombre posee pene, pero
6 Ray Monk, Le devoir de génie, París, ODile Jacob, 1993. la vagina posee a la mujer”. “La mujer es total
7 En una conferencia pronunciada en 1945, el filósofo ar-
gentino Francisco Romero, que tres años antes había tradu-
cido el diario íntimo del austríaco, sostuvo que esa miso- 8 Otto Weininger, Geschlecht und Character. Eine prinzipi-
ginia “monstruosa” se explicaba por una aversión psíquica elle Untersuchung, Wien und Leipzig, Wilhelm Braumül-
hacia el sexo y las mujeres: Francisco Romero, “La mujer ler, 1909, p. 115.
en la filosofía”, Anuario de Filosofía Argentina y America- 9 Idem.
na, nº 14, año 1997, p. 171-210. 10 Ibid., p. 116.
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y únicamente sexual”, explicaba Weininger, “ya “patológica”, es decir, “interesada”. Así pues,
que su sexualidad se extiende por todo su cuerpo, concluyó el austríaco, la mujer no es moral ni in-
y, por así decirlo, se presenta con mayor densi- moral: es amoral (amoralisch), incluso si a veces
dad en algunos lugares que en otros”11. De esta finge realizar actos morales con el fin de atraer
manera, Weininger se adelantó algunos años a su la atención de los hombres. Es amoral, puesto
compatriota freudiano Otto Fenichel, autor de la que su comportamiento, aunque interesado, no es
ecuación Girl = Phallus.12 egoísta. Su comportamiento no se explica por un
Pero esta sexualización integral del cuer- instinto de conservación del individuo, sino de la
po y de la vida no era, a su juicio, más que una especie; sus actos no son útiles para ella, sino para
consecuencia del destino biológico de las hem- su descendencia. Es la abnegación maternal. Ella
bras de las especies animales. Basta con ver lo protege su descendencia al punto de sacrificar su
que sucede con la mujer, dice el filósofo vienés, vida. Protege su progenie también al resguardar-
en el momento en que ya no está en edad de te- la de la dura lex del padre o de los imperativos
ner hijos y su belleza comienza inexorablemente del deber. Las mujeres serían “interesadas” sin
a marchitarse: desarrolla una vocación de casa- ser egoístas, “patológicas” sin ser inmorales, de-
mentera, de celestina (Kupplerin)13, con el fin de dicadas sin ser obligadas. No se doblegan ante
que las nuevas generaciones de hembras cum- el imperativo kantiano —ante la universalidad de
plan la misión que había sido suya, ayudándoles la ley—, pero tampoco obtienen ningún beneficio
a conseguir nuevos reproductores. Así, Weinin- personal.
ger creía dar una prueba contundente a su tesis. De hecho, Kant no había considerado esta
Cuando las mujeres asisten al teatro, escribe, son posibilidad en su Crítica de la razón práctica.
seducidas por un solo aspecto de la trama: quie- Habrá que esperar hasta que Freud, unos años
ren saber si el hombre y la mujer de la historia lo- después de la publicación de Sexo y carácter,
grarán unirse carnalmente14.El austríaco admitía aborde la cuestión en Más allá del principio del
que la mayoría de los hombres tenían dificultades placer. Había conductas humanas que no podían
para liberarse de los impulsos sexuales a fin de explicarse según el principio de placer o de la
dedicarse exclusivamente a los asuntos espiritua- utilidad individual, conductas que incluso iban
les (tal habría sido el caso de Richard Wagner, de en contra del interés del individuo, empujándolo
quien Weininger decía que era “el hombre más hacia el fracaso o la autodestrucción. Freud pen-
grande sobre la tierra después de Jesús”). Había, saba que estas conductas podrían explicarse por
pese a ello, una diferencia entre la vida espiri- las pulsiones de índole sexual, ya que estas no
tual del hombre y la de la mujer, ya que ésta es- estaban al servicio de la conservación del indivi-
taba completamente dominada por su sexualidad: duo, sino de la especie. Estas pulsiones no serían
todo lo que hacía, incluso aquellas cosas que, en de vida, sino de muerte. Freud suponía que estas
apariencia, más distaban del coito, no tenían otro pulsiones podrían en última instancia explicar
objetivo que el de seducir a los hombres para los actos altruistas o “puros” de la razón práctica
atraerlos hacia éste. Eso quería decir que, en tér- kantiana. Weininger veía las cosas de otro modo.
minos kantianos, la mujer no podía dedicarse de Para él había tres posibilidades: 1) un hombre
manera “desinteresada” a cuestiones morales o puede ser egoísta o no, inmoral o moral; 2) estos
estéticas. actos pueden seguir el interés personal o la ley
Es necesario recordar que, para Kant, las universal, la utilidad o el deber; 3) él podía ser un
acciones morales y las creaciones artísticas eran santo porque también podía ser un pecador. Una
esencialmente “desinteresadas”. Por lo tanto, mujer no sabía sino ser amoral, porque, aun sin
Weininger suponía que las mujeres eran incapa- ser egoísta, nunca cumplía con su deber.
ces de llevar una vida verdaderamente moral o
artística. Retomando el léxico kantiano, la ac- La mujer-objeto
tividad espiritual de la mujer no es “pura” sino
Al remitirse a los trabajos de Breuer y
11 Ibid., p. 117.
Freud, Weininger intentaba demostrar que la his-
12 Otto Fenichel, The Psychoanalytic Theory of Neurosis, teria no era un caso clínico entre otros, sino una
Londres, Odges, 1990, p. 80. característica esencial de la psicología femenina.
13 Weininger, op. cit., p. 347. El personaje de la mujer virtuosa era sólo una ac-
14 Ibid., p. 349.
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tuación para seducir al macho, un papel que la La mujer de la que el hombre se enamora
mujer representaba hasta el punto de la frigidez o no es más que un personaje creado por él mismo
de la devoción religiosa. Ese personaje era el que a su imagen; pero esa imagen no es su aspecto
Freud llamaba un “yo ideal”. Pero existía tam- exterior. Weininger adopta aquí también posicio-
bién el espectador que la mujer trataba de sedu- nes kantianas: la belleza de la mujer sería apenas
cir al interpretar ese papel: ese espectador era el la proyección de los ideales morales del hombre
“ideal del yo”. En el caso de la histérica –llamada sobre un cuerpo que al austríaco le resulta más
también la “histriónica”–, ese ideal del yo era el bien poco agraciado. El autor llegará a decir que
padre o una figura paterna. La escena montada el amor es una suerte de asesinato, pues el hom-
por la histérica buscaba, según Freud, seducir a bre mata a la mujer de carne y hueso para reem-
esta figura paterna, lo que explica por qué la re- plazarla por una efigie idealizada que se dedica a
presión del deseo sexual también tenía, en su opi- venerar. Si la mujer es esencialmente histérica, el
nión, un origen sexual. hombre sería esencialmente fetichista. El mejor
Weininger pensaba entonces que las hipó- representante de la psicología masculina no sería
tesis de su compatriota acerca del componente se- Don Juan, sino Pigmalión.
xual de la cultura no valían para la masculinidad, Si bien el amor humano no puede separar-
pues el hombre se consagra a la vida del espíritu se de lo sensible o de la sensualidad, Weininger
cuando logra abstraerse de sus apetitos sexuales o supone que este amor no deja de ser esencial-
“separarse psicológicamente” de ellos; la mujer, mente platónico. El hombre no se enamora de la
en cambio, ve en la vida cultural sólo un medio mujer real, sino de una mujer ideal creada por él,
más para llevar a cabo su misión reproductiva. como aquella estatuilla de la que hablaba Sócra-
Esta es la razón por la que Weininger sostenía tes en un pasaje del Banquete: el agalma. El amor
que la cultura de su época se estaba feminizando: no es del orden de la atracción sexual, sino más
ya no era una cultura del genio o de la creación, bien del orden de la veneración religiosa: de la
sino de la seducción, del espectáculo, de la apa- misma manera en que el hombre de Feuerbach
riencia y de la coquetería moral o estética. adoraba un Dios que él mismo había creado, el
Llegamos así a otra de las tesis centrales hombre de Weininger veneraba a esa diosa que él
de Sexo y carácter: puesto que las conductas de mismo había esculpido. Por ello, Weininger afir-
seducción son dominantes en la mujer, ésta tien- ma que el hombre no desea unirse sexualmente a
de irresistiblemente a convertirse en el objeto del esa mujer sublime que lo fascina.
hombre. “El falo es la causa de que la mujer sea Una vez más, Weininger se aproxima-
completa y absolutamente carente de libertad” ba a Freud y a sus dos resoluciones asimétricas
[unfrei],15 afirmaba el austríaco. Weininger lle- del complejo de Edipo. La mujer ideal de la que
ga a comparar la sensación de la mujer frente al Weininger habla es muy similar a aquella mujer
falo con la sensación del hombre ante la cabeza sexualmente prohibida y sublimada que el hom-
de Medusa: “El falo ejerce sobre ella una acción bre encuentra, según el psicoanalista, detrás de
hipnótica, fascinante”.16 Por esta razón, la mujer todas las mujeres que ama: la madre. En cambio,
evita la visión del hombre desnudo: cuando con- el hombre amado por la mujer sería un substituto
templa el sexo del hombre, la mujer se encuentra de una mirada idealizada: la del padre. El hombre
cara a cara con su destino. Para Weininger, la di- es seducido por un “objeto” inaccesible; la mujer
visión sexual entre el hombre y la mujer coincide intenta seducir un “sujeto” distante y, por así de-
con la diferencia entre sujeto y objeto. Pero no cirlo, inconmovible.
debemos olvidar aquí que se trata del sujeto de
la tradición del idealismo alemán, es decir, de un El hombre es el porvenir de la mujer
sujeto que constituye su objeto. Es por ello que
Weininger afirma que la belleza femenina es una Evidentemente, no había genio femenino
creación del hombre. para Weininger. Sin embargo, el austríaco estaba
obligado a reconocer que hubo mujeres de genio a
15 Ibíd., p.341. Slavoj Zizek confronta la teoría del falo
lo largo de la historia, comenzando por la primera
de Weininger con la de Jacques Lacan: Slavoj Zizek, The poetisa lírica: Safo de Lesbos. Pero este ejemplo
Metastases of Enjoyment. Six Essays on Woman and Cau- resulta valioso para Weininger, pues los poemas
sality, Londres, Verso, 1994, pp. 224-233. de amor de Safo se dirigían a mujeres. En este
16 Ibíd.
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detalle, el autor encuentra la prueba de la mascu- cribía por ejemplo en una sección del Figaro de-
linidad de las mujeres geniales. Según su teoría dicada a Petits blancs y a De quelle couleur sont
de la bisexualidad, en efecto, la masculinidad y la les blancs ? de Aymeric Patricot:
feminidad no son dos realidades completamente
separadas, sino dos polos de un continuo. Todos Miseria financiera, miseria social, miseria psíquica, miseria
los hombres tienen algo femenino; todas las mu- familiar, incluso miseria sanitaria, Patricot deja hablar a sus
interlocutores, quienes le confían sus pesares, su sentimien-
jeres tienen algo masculino. Para Weininger, en- to de privación, su odio hacia los otros y hacia sí mismos;
tonces, todo era una cuestión de grados: pensaba le confían hasta la miseria sexual de los jóvenes proletarios
que los homosexuales masculinos y femeninos blancos, quienes, educados en el universo del feminismo
eran los valores intermedios entre los dos polos occidental, no pueden rivalizar con la virilidad ostensiva de
de la escala. Las mujeres que poseían atributos de sus competidores negros o árabes, que seducen a muchas
mujeres blancas –rubias preferentemente-, como lo prueba
genio, en su opinión, tenían un fuerte componen- el éxito del sitio blanchablacks.com, que Patricot interpreta
te masculino que las empujaba al lesbianismo. como la revancha simbólica de la colonización, sin ver que
No había mujer genial sin una cierta inclinación ello expresa también la antigua atracción de las mujeres por
hacia las otras mujeres y sin un poco de bigote. el macho dominante, el vencedor, siguiendo el ejemplo de
Weininger pensaba entonces que ciertas mujeres esas francesas que se acostaban durante la Segunda Guerra
podían liberarse de su naturaleza femenina, pero Mundial con soldados alemanes y luego americanos.17
para ello debían poseer un componente biológico
y sexual masculino. Esto quiere decir que la mu- Más allá de los habituales fantasmas se-
jer totalmente liberada sería, para él, un hombre. xuales del racismo, podemos discernir en este
Por lo tanto, para combatir la feminiza- texto una de las más flagrantes contradicciones
ción de la sociedad, Weininger proponía la mas- de la doctrina de Weininger: las mujeres moder-
culinización de la mujer. Puesto que la biología nas amarían siempre a los machos dominantes
femenina era la causa de todos los problemas, pero, sin que se sepa por qué, ellas los habrían
esta masculinización debía ser, en primer lugar, destronado, humillado, castrado. Pero eso no es
biológica. Weininger era consciente de que esta todo. Considerando “la antigua atracción de las
liberación de la humanidad era utópica (al menos mujeres por el macho dominante, el vencedor”
en su época): para liberarse de la sexualidad era –“antiguo” no significa aquí viejo, sino atávico-,
necesario renunciar a la procreación y a la per- ellas buscarían los novedosos “conquistadores”,
petuación de la especie. Una humanidad espiri- los invasores de Francia provenientes de culturas
tualizada no tendría entonces nada de animal; no patriarcales y desbordantes de testosterona. Zem-
tendría nada de especie biológica. Una humani- mour parecería inquietarse entonces por los cam-
dad totalmente espiritualizada, liberada de la se- bios que esos extranjeros estarían introduciendo
xualidad, sería un mundo sin mujeres, sin aquella en la cultura francesa; pero de hecho, estaría
mitad de la humanidad cuyo papel sería asumir queriendo que el hombre blanco, el buen ario, se
la reproducción de la especie. La liberación de convirtiera en ellos, o que los extranjeros con su
la humanidad, en su opinión, era imposible sin la “virilidad ostensiva” terminaran de una vez por
liberación femenina, pero, para llegar a ésta, las todas con la cultura castradora del “feminismo
mujeres debían liberarse de su sexo y acercarse occidental”, restableciendo así la buena y vieja
biológicamente a los hombres. Así, el austríaco cultura patriarcal.
zanjaba la discusión bizantina sobre el sexo de Hay ciertamente otras huellas de la doc-
los ángeles: una humanidad perfectamente ange- trina de Weininger en el texto de Zemmour: cuan-
lical no conocería la diferencia sexual. do dice, por ejemplo, que las mujeres han amado
siempre a los “conquistadores”, él las ubica del
Conclusión lado de la naturaleza, pues su deseo no cambiaría
con los años. Los “jóvenes proletarios blancos”,
Sexo y carácter inspirará toda una tradi- por otra parte, serían el producto de una cultura
ción de la extrema derecha europea, aquella que histórica particular: han sido “educados en el uni-
explicará el declive de las sociedades a causa de verso del feminismo occidental” y no saben cómo
su “feminización” y la crisis del “patriarcado”. cambiar su manera de ser para competir con los
Uno de los promotores más populares de esas
teorías, el periodista francés Éric Zemmour, es- 17 Éric Zemmour, “Petits blancs et bonnes consciences”, Le
Figaro, 4 de diciembre de 2013.
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machos venidos del extranjero (remarquemos


aquí que el hispanismo “macho” ya sugiere que
–para una cierta cultura francesa- siempre vienen Dardo Scavino (2016), La fonction de la misogy-
del exterior, más específicamente del Sur). La nie dans la pensée d’Otto Weininger. En Maurice
“atracción de las mujeres” por los conquistadores Daumas and Nadia Mékouar-Hertzberg (dir.), La
sería algo natural; la actitud masculina de con- misogynie. Des vestiges du passé aux combats
quistar, cultural. Así, la feminidad sería biológi- d’aujourd’hui (pp. 63-73), Peter Lang.
ca, mientras que la virilidad sería histórica.
No habría entonces diferencia entre las Traducido en el marco del programa Interpres
mujeres de la horda primitiva, sumisas al macho de la Universidad Nacional de San Martín (UN-
dominante, y las mujeres de la actualidad; lo que SAM). Coordinador: Alejandro González. Par-
significa que las mujeres viven verdaderamente ticipantes: Gabriel Saia, Pedro Tenner, Santiago
fuera de la historia. Los jóvenes, en cambio, ha- Bellocq, Matías Amaya.
brían perdido el “antiguo” instinto de conquista
en tanto habrían sido enteramente moldeados por
una sociedad histórica dominada por la cultura
feminista (al menos los jóvenes europeos, ya que
los otros, incluso si viven en Francia, donde esta
cultura parece imponerse desde los años sesenta,
no habrían tenido inconvenientes para conservar
este instinto y su “virilidad ostensiva”).
Ciertamente hay diferencias entre Wei-
ninger y Zemmour, pues el austríaco no habría
lamentado “la miseria sexual de los jóvenes
proletarios blancos” mencionada por el francés,
sino que la habría percibido más bien como una
castidad beneficiosa. Pero, de cualquier mane-
ra, ambos comparten las mismas incongruencias
doctrinarias, pues es difícil saber por qué los
hombres (blancos) se habrían sometido un buen
día a esta cultura femenina, mientras que las mu-
jeres (¿blancas?) seguirían sus tendencias natu-
rales, biológicas, enteramente desconectadas de
la educación y la historia. Zemmour no explica
por qué la conducta sexual de los jóvenes blancos
(y por si fuera poco, “proletarios”, con toda la
connotación sexual de la antigua clase romana)
sería moldeada por la cultura dominante mientras
que la conducta de las mujeres occidentales sería
simplemente forjada por la naturaleza. Se abstie-
ne por otra parte de explicar por qué estas mu-
jeres dominan nuestra época si éstas desean ser
dominadas por los hombres. ¿Por qué las mujeres
occidentales han castrado a los machos blancos
para luego adorar la “virilidad ostensiva” de los
extranjeros? Es un misterio. Pero todos esos mis-
terios no son incógnitas de la ecuación femenina
que un día encontrarán una solución. Como los
misterios de la religión, se trata aquí de incon-
sistencias teóricas, el tipo de inconsistencias que
jamás impidieron a una doctrina conquistar los
espíritus ni traspasar las épocas.
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