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1. Insolvencia y Quiebra.
Si bien, las legislaciones que nos precedieron en materia penal, acuñaban a estos ilícitos “delito
de quiebra”, actualmente ya no se puede hablar con dicha propiedad ante el cambio
estructural de los tipos penales concursales. Menos podemos denominarlos delitos de
insolvencia o insolvencias punibles, como ya la doctrina española le asignaba como rúbrica,
esto en razón a que el tipo básico contempla la posibilidad de que el ilícito se consuma en el
ámbito de procedimiento distintos a la insolvencia, como lo es el procedimiento simplificado, el
concurso preventivo y el transitorio. En nuestra doctrina se ha acostumbrado utilizar estas dos
formas denominativas; pero, a excepción de la última, no son del todo perfectas. Aun así,
estimamos utilizar la denominación de insolvencia, porque en la mayoría de los ilícitos ésta se
presenta como un denominador en común, como un presupuesto de hecho.
Hay insolvencia cuando el patrimonio del deudor resulta insuficiente para satisfacer las
obligaciones que se ha contraído con el acreedor o acreedores. Es una situación de hecho
donde “el importe de las obligaciones exigibles supera al de los bienes y derechos realizables”.
Esta situación de hecho se presenta como un desequilibrio patrimonial en el cual se encuentra
una persona, sea física o jurídica, y en el que el activo no es suficiente para hacer frente al
pasivo. La insolvencia descansa sobre un presupuesto inicial, que es una relación jurídica
obligacional, y en ella encontramos, por un lado, al acreedor como sujeto activo de dicha
relación, quien exige el cumplimiento del crédito; y por otro, el deudor como sujeto pasivo,
quien tiene que satisfacer la exigencia.
Hay que distinguir cuándo nos encontramos frente a una insolvencia o frente a una
insuficiencia o falta de liquidez. En la insuficiencia, el pasivo es superior que el activo presente,
pero existen posibles expectativas que pueden generar créditos que satisfacen las deudas. En la
falta de liquidez, también el deudor no puede cumplir con sus obligaciones, ya que una porción
de su patrimonio no es pasible de ser ejecutado al instante; pero aun así, el activo en su
conjunto es mayor que el pasivo. En estas dos últimas situaciones, se presencia una
insuficiencia, pero que es momentánea, ya que se dan posibilidades de enfrentar las
obligaciones. El Derecho Penal no tutela dichos estados, ya que esas insolvencias pueden ser
afrontadas por el deudor. Lo que se busca es una insolvencia “definitiva y no meramente
transitoria o coyuntural”.
1. Generalidades
Con la reforma de 1999 dado por la octava disposición final de LFSRP, la figura delictiva de
insolvencia fraudulenta ingresa a nuestro código penal reemplazando la figura de la Quiebra
Fraudulenta. No obstante que esta reforma ha generado cambios sustanciales en el campo
de la intervención penal, más adelante notamos que la nueva estructura típica de la
insolvencia fraudulenta recoge casi las mismas conductas delictivas de su anterior
composición; y eso nos va a llevar a un análisis más detallado y a la ubicación de nuevos
elementos constitutivos para este tipo penal. También hay que agregar que el antiguo tipo
penal de la Connivencia Maliciosa que se hallaba regulada en el artículo 213° del Código
Penal, ahora pasa a formar parte del tipo penal del presente delitos, constituyéndose como
una de las conductas delictivas específicas de la insolvencia fraudulenta.
Descripción Legal
Art. 210.- “Si el agente realiza por culpa alguna de las conductas descritas en el artículo 209°, los
límites máximo y mínimo de las penas privativas de libertad e inhabilitación se reducen a la mitad”
Constituye un discurso legitimador del Derecho penal, que sólo ha de intervenir, amén de proteger
bienes jurídicos merecedores de tutela punitiva. Para tales efectos debe acreditarse la realización
de una conducta que genere un riego jurídicamente desaprobado que revele aptitud de lesión
(imputación objetiva) y una determinada vinculación anímica, que relacione espiritualmente el
autor con el resultado antijurídico producido, a esto último denominamos “imputación subjetiva”,
cuyo componente es el dolo, conciencia y voluntad de realización típica. A este elemento de
caracterización subjetiva, hemos de agregar otro factor desencadenante de imputación jurídico-
penal, que se determina de forma normativa, puesto que su basamento hemos de encontrarlo en
la contravención de los deberes de cuidado, que se objetivizan en la infracción de dispositivos
legales, cuando el autor sobrepasa con su comportamiento el llamado “riesgo permitido”, siempre
y cuando éste se concretice en un estado de lesión para con el bien jurídico protegido. La punición
de los injustos imprudentes se encuentra condicionada a la causación de un resultado, disvalor
que ha de ceñirse conforme a baremos de lesividad, lo cual se condice con la estructura subjetiva
de la tentativa, que solo puede guiarse bajo la naturaleza del dolo, según lo normado en el artículo
16° de la PG.
Lo dicho es importante en la medida que los delitos de la Parte Especial, son reprimidos por lo
general a título de dolo, de las cláusulas legales comprendidas en los artículos 11° y 12° del C.P.,
se desprende claramente que los delitos culposos son sancionados de forma excepcional, siempre
que la Ley así lo exprese en los tipos penales de forma específica. Esta declaración de
excepcionalidad, tiene como fundamento principal los límites que han de ajustar al Derecho penal
a un programa de “mínima intervención”. El aparato punitivo del Estado, no puede ser empleado
para socavar cualquier tipo de conflictividad social, sólo aquella que perturbe de forma
significativa las bases mínimas de una convivencia pacífica y cuando dicha condición sea
debidamente contrastada, ha de reprimirse con la conducta dolosa. Sólo será legítima la
formulación de los tipos penales culposos, cuando se trate de bienes jurídicos de especial
relevancia, tanto para el individuo como para la sociedad; así se refleja en el caso de los delitos
contra la vida, el cuerpo y la salud así como intereses jurídicos estaduales como la Administración
Pública, más no sobre otros, no tan importantes, con arreglo al principio de “jerarquización”.
Ahora bien, nos preguntamos con razón, como es que podremos apreciar un alzamiento de bienes
culposo, cuando la modalidad típica importa la “simulación, adquisición de deudas, enajenaciones,
gastos o pérdidas”, pues aquellas requieren de una conducta dirigida esencialmente de forma
fraudulenta, que solo podemos apreciar en el dolo del autor. Ocultar bienes de forma imprudente,
significa que el agente no debe ser consciente de lo que está haciendo, de que su esfera cognitiva
no alcance una virtualidad suficiente del riesgo jurídicamente desaprobado desencadenado por su
conducta; así, como realizar actos de disposición patrimonial o generador de obligaciones,
favoreciendo a alguno de sus acreedores, sin saber con exactitud, con rayana seguridad, de que
está cometiendo una conducta que desborda los contornos normativos que rigen estos
procedimientos concursales.
Se trata que, duda cabe, de las impericias y/o negligencias del deudor en la realización de ciertos
negocios jurídicos, que han de repercutir negativamente sobre su acervo patrimonial. La dejadez o
ligereza debe apreciarse con criterio relativo, en atención a las circunstancias particulares del
comercio de que se trata y del ambiente y momento de las conductas; aquellos riesgos inherentes
al mercado, propios del mundo de los negocios comerciales, al no desbordar los parámetros del
riesgo permitido, no podrás ser reputados como “delictivos”.
Parece que la verdadera intención, es de penalizar las meras desobediencias administrativas, pues
es de recibo, que entre las infracciones administrativas, pues es de recibo, que entre infracciones
administrativas y el delito culposo existe un patrón denominador, nos referimos a la contravención
de un dispositivo legal, cuyo matriz diferenciador, constituye en realidad criterios cuantitativos y
cualitativos, en cuanto a la magnitud de la lesión del bien jurídico tutelado. Por otro lado, no
olvidemos que las figuras delictivas que se compaginan en el artículo 209°, responden a la técnica
de los tipos de peligro, sin que ello sea incompatible que los actos anteriores a su consumación,
puedan ser objeto de punición, en mérito su especial estructuración típica.
Debe anotarse que el artículo en cuestión, fue modificado inicialmente por el Decreto Leislativo N°
861, luego por la Ley N° 27146 de junio de 1999.
La sanción que ha de recaer sobre las modalidades culposas, tanto en lo que se respecta a la pena
como a las sanciones accesorias (inhabilitación), son reducidas a la mitad, de las descritas en el
artículo 209°, por lo que la pena máxima de privación de libertad será de tres años y la mínima de
un año y medio.
Descripción Legal
Víctimas del injusto in examine, serán todos aquellos que cuentan con un título legítimo,
de exigir el cobro de una obligación contraída por el sujeto activo, que ven frustradas sus
legítimas expectativas crediticias, cuando se suspende la exigibilidad de sus acreencias.
Este tipo legal, fue inicialmente modificado por el Decreto Legislativo N° 861, luego por la
Ley N° 27146 de junio de 1999 y, finalmente por la Ley N° 27295 de junio del 2000.
Dice el artículo que también puede configurarse la tipicidad objetiva, con la simulación de
obligaciones o pasivos, los que tomarán lugar, cuando el agente incluye pérdidas
inexistentes, cuando informa sobre deudas inexistentes así sobrevaluando ciertos gastos,
en cuanto a la realización de inversiones, pago de asesorías, etc.
1. Descripción Legal
Art. 212.- “podrá reducirse la pena hasta por debajo del mínimo legal en el caso de autores y
eximirse de pena al partícipe que, encontrándose incurso en una investigación a cargo del
Ministerio Público o en el desarrollo de un proceso penal por cualquiera de los delitos
sancionados en este Capítulo, proporcione información eficaz que permita:
2. Conocer las circunstancias en las que se cometió el delito e identificar a los autores y
partícipes.
3. Conocer el paradero o destino de los bienes objeto material del delito y su restitución al
patrimonio del deudor. En tales casos los bienes serán destinados al pago de las obligaciones
del deudor según la ley de la materia.
La pena del autor se reducirá en dos tercios respecto el máximo legal y el partícipe quedará
exento de pena si, durante la investigación a cargo de Ministerio Público o en el desarrollo del
proceso penal en el que estuvieran incursos, restituye voluntariamente los bienes o entrega
una suma equivalente a su valor, los mismos que serán destinados al pago de sus obligaciones
según la ley de la materia. La reducción o exención de pena sólo se aplicará a quien o quienes
realicen la restitución o entrega del valor señalado”.
2. DESARROLLO DEL PROCEDIMIENTO DE COLABORACIÓN EFICAZ
Dispone la norma en cuestión que la reducción de la pena hasta por debajo del mínimo legal,
en el caso de autores y la exención de pena en el caso de los partícipes, requiere, que en el
marco de una investigación a cargo del Ministerio Público o en el desarrollo del proceso
penal, el imputado proporcione información eficaz, que permita alcanzar los objetivos que se
glosan en los incisos 1) al 3) del articulado.
Del precepto invocado se colige que al procedimiento podrán acogerse tanto el autor como el
participe, por tanto, podrán someterse a aquél los co-autores, cuando se trata de una
pluralidad de imputados, a quienes se le atribuye el co-dominio funcional del hecho así como
el autor mediato, cuando éste utiliza a un instrumento no doloso para la perpetración del
injusto.
Serán siempre aquellas personas físicas que ejercen en el seño de la persona jurídica los
órganos más representativos de la sociedad o aquellos que actúan en su nombre, según la
fórmula extensiva de autoría que se desprende del tenor normativo del artículo 209°. Cuando
el autor se trata, sea como autor inmediato, autor mediato o co-autores, la pena podrá ser
rebajada por debajo del mínimo legal, de igual forma sucede cuando el imputado se acoge a
los beneficios de la Confesión Sincera.
Partícipes serán todos aquellos que sin tener el dominio material del hecho, han contribuido
de forma decisiva para que el autor logre la realización típica; colaboración que puede ser
catalogada como esencial (complicidad primaria), para éxito del plan criminal o accesoria
(complicidad secundaria). Cabiendo agregar como variante de participación al Inductor, quien
actúa psíquicamente sobre el autor inmediato, creándole la decisión de cometer el delito, que
para ser considerado como tal, debe tener la cualidad suficiente que exige la tipicidad
objetiva para ser estimado jurídico-penalmente como autor. En estos casos, el colaborador
(partícipe), puede tener una exención de pena, es decir, es sustraído del ámbito de punición,
concordante con lo establecido en el artículo 68° del C.P.
Es de verse que el partícipe a diferencia del autor, debe recibir siempre una pena menor, con
arreglo a los principios de culpabilidad y de proporcionalidad.
Se dice también que la proporción de la información eficaz por parte del “colaborador eficaz”
debe tomar lugar en el marco de una investigación a cargo del persecutor público o en la
esfera propia del proceso penal; esto quiere decir, que se necesita de una Investigación
Preliminar debidamente formalizada por parte del fiscal competente o de un auto de
apertura de instrucción dictado por el órgano jurisdiccional que se avoca a la causa penal.
En lo que el nuevo C.P.P. se refiere, habremos de fijar estas instancias de la siguiente manera:
el primero, cuando el fiscal dispone formalmente la realización de las Diligencias Preliminares
y, el segundo cuando el persecutor público, formaliza mediante una disposición la
Investigación Preparatoria.
De forma resumida podemos decir, que uno de los cometidos más esenciales que ha de
obtenerse la información proporcionada por el colaborador constituye la identificación de los
autores y partícipes así como la forma de cómo se perpetro el injusto. En tal mérito, la fiscalía
está en inmejorable situación de proceder a una investigación preliminar contra dichas
personas y, con los elementos de convicción que cuente puede formalizar la denuncia penal
respectiva ante el Poder Judicial. No obstante parece advertirse de la norma, que está se
orienta sobre estructuras criminales, esto es sobre asociaciones delictivas que usualmente
cometen esta clase de delitos, pues el colaborador debe “delatar” a otros presuntos
sospechosos, cuya información la ha recogido precisamente por formar parte de la banda
delictiva. En el caso de un solo agente, que ha cometido de forma individual el delito,
difícilmente podrá acogerse a este procedimiento, al carecer de datos que puedan involucrar
a otro individuo. Parece ser que la ratio de la norma se dirige en dicha dirección, no obstante,
el partícipe que por ejemplo, ha intervenido en la realización delictiva, permitiendo el
ocultamiento de los bienes en un determinado lugar, si estará en posición de informar sobre
el paradero de los bienes – objeto material del delito-, para que puedan ser restituidos al
patrimonio del deudor.
Si son varios coautores, únicamente podrá ser beneficiado aquel que de forma primera se
acerque al Ministerio Público y brinde la información eficaz, por lo que el otro coautor, no le
quedará otra que someterse a la investigación y luego al proceso penal. Finalmente dos
sujetos que detentan un mismo nivel de responsabilidad penal, recibirán una sanción
punitiva, en suma diversa, lo que no es compatible con una Justicia material sujeta al Estado
de derecho, que debe tratar a todos por igual. Lo que se esta promoviendo en todo caso es la
delación, propiciando la disociación delictiva; que a nuestro entender, solo debería estar
circunscrito al caso de las organizaciones delictivas y no a la delincuencia ordinaria, a la larga
lo propuesto en esta norma genera una abierta contravención a los principios elementales de
un Derecho Penal democrático.
Finalmente se dispone que la pena del autor se reducirá en dos tercios respecto del máximo
legal y el partícipe quedará exento de pena si, durante la investigación a cargo del Ministerio
Público o en el desarrollo del proceso penal en el que estuvieran incursos, restituye
voluntariamente los bienes o entrega de una suma equivalente a su valor, los mismos que
serán destinados al pago de sus obligaciones según la ley de la materia. La reducción o
exención de pena sólo se aplicará a quien o quienes realicen la restitución o entrega del valor
señalado.
En este último apartado del artículo 212° del C.P., se regula una respuesta penal en realidad
mitigada, que se concede a partir de un criterio estrictamente patrimonialista, en el sentido
de que el premio (pena atenuada y/o exención de sanción), ha de tomar lugar solo cuando el
imputado devuelve voluntariamente los bienes o entrega de una información eficaz. La
restitución del bien o el pago de su valor constituye el contenido de la Reparación Civil, que el
juzgador determina conjuntamente con la pena en el marco de la resolución de condena,
según lo establecido en el artículo 93° del C.P., en tal medida, el adelantamiento de parte de
la indemnización ex –delicto vendría a generar las consecuencias punitivas favorables para
con el imputado, las cuales se supone no podrán ir sancionadas de forma repetida.
No se trata de una causal de atipicidad penal, de alguna circunstancia que se adecue a una
causa de justificación, tampoco a un estado de inexigibilidad que pueda disculpar el hecho
penalmente antijurídico, menos una excusa absolutoria, puesto que no se revela un interés
jurídico-político superior. El hecho de que el autor restituya el patrimonio ilícitamente
ocultado, para nada enerva el Estado antijurídico de su conducta. Sus fundamentos hemos de
encontrarlo en orientaciones de política criminal, que pretenden morigerar las cargas
patrimoniales que hayan de incidir sobre los agraviados de estos comportamientos
“socialmente negativos”.
Parece que la necesidad por cautelar la intangibilidad del patrimonio del deudor, con ello la
satisfacción de las acreencias de la masa concursal, resulta más importante que la debida
realización de la justicia, la concretización del ius poniendi estatal acorde al contenido del
injusto típico y al grado de reproche culpable que recae sobre el agente. Lo que de cierta
forma encontramos ajustado a criterios de racionalización de la violencia estatal, pero a
pregunta será ¿Por qué esta posibilidad de rebaja de pena, no puede concederse también en
el caso del Hurto, la Apropiación ilícita, la estafa o los Daños? No vemos mayor diferencia
entre estos delitos con las insolvencias punibles, máxime si tienen como común denominador
la tutela del patrimonio. A nuestra opinión esta diferenciación no tiene justificación alguna,
no se puede decir que es más importante cautelar la intangibilidad del acervo patrimonial del
deudor del marco de un procedimiento concursal, que cautelar el patrimonio personal del
injustamente desposeído de un bien por obra de un Hurto.
Puede tratarse de una pluralidad de imputados, unidos en base a una co-autoría, en tanto
ambos puedes realizar la restitución del bien o la entrega de su valor. Si hablamos de un
partícipe, que efectúa el acto de devolución podrá beneficiarse con una exención de pena, a
diferencia del autor, que sólo podrá ver reducida u sanción, en dos tercios respecto del
máximo legal.
Finalmente, queda decir, que el acceso a esta clase de reducción punitiva, importa que el
imputado se encuentre incurso en una Investigación a cargo del Ministerio Público
(investigación preliminar) o en marco de un proceso penal ya iniciado. Presupuesto a agregar,
es que la restitución del bien o el pago de su valor, debe obedecer a una conducta voluntaria
del imputado, es decir que no se revele indicios de vicio alguno que pueda desencadenar su
invalidez.
EJERCICIO DE LA ACCIÓN PENAL (Art. 213 CPP)
El proceso penal peruano se encuentra regido por dos cuerpos legales (Código de
Procedimientos Penales – 1941 y Código Procesal Penal – 1991), los cuales, respecto a la
acción penal la han establecido como facultad o atribución del Ministerio Público, como regla
general; y como excepción, a la acción privada. Asimismo, importante es la precisión
efectuada por el Código Procesal Penal, en cuanto distingue entre acción penal y el ejercicio
de ella, al señalar que la acción penal es de naturaleza pública. Su ejercicio corresponde al
Ministerio Público, salvo los casos expresamente exceptuados por ley.
2. Conceptos Generales
Se denomina delito privado o delito de acción privada, en Derecho procesal penal, a un tipo
de delito que, por no considerarse de una gravedad tal que afecte al orden público de la
sociedad, no puede ser perseguido de oficio por los poderes públicos (es decir,
policía, jueces o Ministerio público), sino que es necesaria la intervención activa de
la víctima como impulsora de la acción de la justicia y como parte en el proceso judicial.
El cauce procesal a través del cual una víctima de un delito de acción privada puede perseguir
la acción de la justicia se denomina querella.
El delito se contrapone al delito de acción pública, en dónde los poderes públicos tienen
la potestad de perseguir de oficio la acción de la justicia, y en dónde no es necesaria la
voluntad de la víctima ni su personación en el proceso.
Algunos ejemplos de delitos de acción privada son las injurias o calumnias, en dónde el
injuriado o calumniado es quien busca una condena a través de una querella, si bien
dependerá en cada caso del ordenamiento jurídico.
Acción privada es cuando el Estado considera que en la represión de ciertos delitos sólo tiene
interés el particular ofendido. Es disponible y el particular afectado por el delito puede
renunciar a ejercerla.
No debe confundirse el carácter público de la acción penal, con promoción de oficio y
tampoco debe incurrirse en el error de asimilar la acción penal privada con la acción pública
que se promueve a instancia privada.
Por último, cabe señalar que la acción penal privada en la mayoría de los países se encuentra
limitada a unos cuantos delitos referidos mayormente al honor y los que afectan bienes
jurídicos íntimos de la persona humana, violación de la intimidad personal o familiar, entre
otros.
4. Descripción Legal
La Acción Penal Privada donde proceden los delitos previsto anteriormente se encuentra
tipificada en el artículo 213°, Capítulo I (Atentados contra el Sistema Crediticio), Título VI
(Delitos contra la Confianza y la Buena Fe en los Negocios), Libro Segundo (Parte Especial
Delitos) del Código Penal Vigente
Artículo 213° En los delitos previstos en este Capítulo sólo se procederá por acción privada
ante el Ministerio Público. El Instituto Nacional de Defensa de la Competencia y Protección
de la Propiedad Intelectual (INDECOPI), a través de sus órganos correspondientes, podrá
denunciar el hecho en defecto del ejercicio de la acción privada y en todo caso podrá
intervenir como parte interesada en el proceso penal que se instaure.1 .
El código al establecer las acciones privada y las públicas dependientes de instancia privada,
consagra derechos subjetivos individuales (una facultad que el ofendido por el delito puede o
no ejercer) que condicionan el ejercicio de la potestad represiva del Estado, es decir la
actuación de la ley penal. Son derechos sustanciales que la ley procesal no puede modificar ni
negar, sino sólo establecer los medios o formas en que serán ejercitadas en el proceso penal.
En los delitos previstos en este Capítulo sólo se procederá por acción privada ante el
Ministerio Público. El Instituto Nacional de Defensa de la Propiedad Intelectual (INDECOPI), a
través de sus órganos correspondientes, podrá denunciar el hecho en defecto del ejercicio de
la acción privada y en todo caso podrá intervenir como parte interesada en el proceso penal
que se instaure.
En esta conducta encontramos que este tipo penal sanciona las conductas antes indicadas pero no
en cualquier situación, sino que estas conductas solo son sancionadas si son cometidas dentro de
un procedimiento concursal. Y es que este tipo penal solo sanciona aquellos actos cometidos por
el deudor dirigido a recortar su patrimonio y no dejar al acreedor cobrar su acreencia pero
siempre y cuando el deudor esté sometido a un procedimiento concursal. Entonces si el verbo
rector de este tipo penal no puede consumarse si no se realiza dentro de un procedimiento
concursal, este capítulo de los delitos contra la confianza y la buena fe en los negocios
denominado atentados contra el sistema crediticio devendría en demasiado amplio, por lo que a
mi parecer debe ser modificado, y es que de continuar así se podría llegar a mal entender que para
el derecho penal el sistema crediticio radica únicamente en los procedimientos concursales,
situación que es por demás equivocada debido a que el sistema crediticio es mucho más amplio
que un procedimiento concursal. Por ello soy de la opinión que es necesaria la modificación del
Capitulo denominado atentados contra el sistema crediticio, siendo la opción más lógica y correcta
la de denominar a este capítulo fraude concursal o delitos concursales.
Todo ello se suma a la idea de que este delito tipifica un hecho por demás limitado y que ya es
momento de ampliar el ámbito de imputación, y me refiero a que no es posible que en el Perú se
sancione una conducta defraudadora realizada por el deudor en contra del acreedor solo dentro
de un procedimiento concursal y no se sancione la misma conducta en contra del acreedor pero
fuera de un procedimiento concursal, ya que el derecho penal sanciona acciones y por demás está
decirlo en ambos casos las acciones tienen el mismo impacto negativo en la sociedad. Por ello
debemos adoptar las técnicas legislativas comparadas como la italiana donde tipifican en capítulos
separados los delitos de quiebra que se cometen dentro de un procedimiento concursal y los
delitos de insolvencia fraudulenta que son cometidos fuera de un procedimiento concursal. En
España se utiliza la denominación genérica de insolvencias punibles y dentro de ese capítulo están
las insolvencias que se cometen fuera y dentro de un procedimiento concursal.
Ello es importante para evitar lesiones al principio de legalidad como sucede por ejemplo en los ya
conocidos fraudes laborales, y que no son otra cosa que las simulaciones de deudas laborales por
parte de una empresa con la finalidad de impedir la ejecución de la garantía hipotecaria que
tienen a favor de una entidad financiera. Este hecho ha sido exageradamente tipificado como
fraude procesal violentando de manera inescrupulosa el principio de legalidad debido a que tratan
de extender el tipo penal antes mencionado para poder tipificar estas conductas, con lo que no
sólo se da como resultado la lesión antes mencionada, sino que también está ocasionando una
falta de uniformidad en las decisiones jurisdiccionales y en los operadores del derecho,
principalmente el Ministerio Público, cuando el problema está en la laguna de punibilidad que
existe en el Código Penal al no sancionarse los fraudes contra los acreedores que no se encuentren
dentro de un procedimiento concursal. Por ello es urgente una estricta modificación de este delito
en lo que respecta a su denominación y además considero que legislativamente se debe ampliar la
tutela penal a los actos similares pero que son cometidos fuera de un procedimiento concursal.
USURA.
1. Antecedentes
Entre todos los delitos ubicados en el Título VI “Delitos contra la confianza y labuena fe en los
negocios”, la usura se presenta como la figura más arcaica, confrontándose en el momento
mismo en que el hombre crea los medios que le permiten darle más eficacia a sus actividades
económicas e intercambio.
La usura, como figura delictiva, ha sufrido serias objeciones en la historia del Derecho Penal.
Con la influencia ideológica del liberalismo económico en una economía de libre mercado, la
intervención estatal en los contratos usureros era intolerable. Las relaciones contractuales
eran consideradas incólumes ante la inquietud regulativa estatal, esto generó mayor rigor al
Derecho Civil de entonces en su naturaleza individual, pero el cambio se va a sentir en el
ámbito penal. En algunos contratos establecidos, donde una de las partes va a abusar de su
poder o circunstancia, se estipulaban cláusula usureras que quebrantaban el normal
desarrollo del sistema de crédito a favor de un orden socioeconómico, pero para los
seguidores del liberalismo económico, esto no bastaba, siendo la intervención punitiva algo
tediosa e impertinente. Se estipulaba que toda intervención del Estado en esta materia era
contraria a la libertad de contratación.