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LA METAFORA PATERNA
Superyé, Realidad, Ideal del yo
Variedad de la carencia paterna
La delicada cuestién del Edipo invertido
El falo como significado
Las dimensiones de la Otra cosa
De forma excepcional, anuncié el titulo de aquello de lo que iba a ha-
blarles hoy, o sea, la metéfora paterna.
No hace mucho tiempo, alguien, un poquito inquieto, me imagino, por
el cariz que iba a dar yo a las cosas, me pregunté — ; De qué piensa hablar
usted el resto del afio? Y yo respondi — Pienso abordar cuestiones de es-
tructura. De esta forma, no me comprometi. De cualquier manera, de lo que
pienso hablarles este aiio a propésito de las formaciones del inconsciente
es, ciertamente, de cuestiones de estructura. Por decirlo simplemente, se
trata de situar las cosas de las que hablan ustedes todos los dias y con las
que todos los dias se hacen un lio de una forma que acaba por no molestar-
les siquiera.
Asi, la metéfora paterna concierne a la funcién del padre, como se di-
ria en términos de relaciones interhumanas. Tropiezan ustedes todos los
dias con complicaciones por la forma en que pueden Ilegar a usarla como
un concepto que ya ha adquirido cierto cariz familiar desde que hablan de
ella. Se trata de saber precisamente si hablan de ella en la forma de un dis-
curso lo bastante coherente.
La funcién del padre tiene su lugar, un lugar bastante amplio, en la his-
toria del andlisis. Se encuentra en el coraz6n de la cuestién del Edipo, y ahi
es donde la ven ustedes presentificada. Freud la introdujo al principio de
todo, porque el complejo de Edipo aparece ya de entrada en La interpreta-
cion de los suefos. Lo que revela el inconsciente al principio es, de entra-
da y ante todo, el complejo de Edipo. Lo importante de la revelacién del
inconsciente es la amnesia infantil que afecta, {a qué? A los deseos infan-
tiles por la madre y al hecho de que estos deseos estan reprimidos. Y no s6lo
165LA LOGICA DE LA CASTRACION
han sido reprimidos sino que se ha olvidado que dichos deseos son primor-
diales. Y no sdlo son primordiales, sino que estén todavia presentes, He
aqui de d6nde partié el andlisis, y a partir de qué se articulan una serie de
cuestiones clinicas.
He tratado de ordenarles en cierto nimero de direcciones las cuestio-
nes que se han planteado en la historia del andlisis a propésito del Edipo.
Distingo tres polos histéricos, que voy a situarles brevemente.
: Inscribo en el primero una cuestién que hizo época. Se trataba de saber
siel complejo de Edipo, promovido al principio como fundamental en la
neurosis pero que en la obra de Freud se convertfa en algo universal, se
encontraba no s6lo en el neurético sino también en el normal. Y ello, por
una buena raz6n, que el complejo de Edipo tiene una funcién esencial de
normalizacién. Asi, por una parte se podia considerar que lo que provoca
Jas neurosis es un accidente del Edipo, pero también se podfa plantear la
pregunta — {Hay neurosis sin Edipo?
Algunas observaciones parecen indicar, en efecto, que no siempre de-
sempeiia el papel esencial el drama edfpico sino, por ejemplo, la relacion
exclusiva del nifio con la madre. Asi, la experiencia obligaba a admitir que
podia haber sujetos que presentaran neurosis en las cuales no se encontra-
raen absoluto Edipo. Les recuerdo que “Neurosis sin complejo de Edipo?”
es precisamente el titulo de un articulo de Charles Odier.
La nocidn de la neurosis sin Edipo es correlativa al conjunto de las
cuestiones planteadas sobre lo que se Ilamé el supery6 materno. Cuando
se plante6 la cuestin de la neurosis sin Edipo, Freud ya habia formulado
que el supery6 era de origen paterno. Entonces surgié la pregunta — zen
verdad el supery6 es tinicamente de origen paterno? ,No hay en las neuro-
sis, detrds del supery6 paterno, un supery6 materno todavia mas exigente,
mis opresivo, mds devastador, mis insistente? :
No quiero extenderme mucho porque tenemos un largo camino que
recorrer. He aqui, pues, el primer polo, donde se agrupan los casos de ex-
cepci6n y la relacién entre el superyé paterno y el supery6 materno.
Ahora el segundo polo.
Independientemente de la cuesti6n de saber si el complejo de Edipo esta
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LA METAFORA PATERNA
presente o si falta en el sujeto, surgié la pregunta de si todo un campo de la
patologia que entra en nuestra jurisdiccién y se ofrece a nuestros cuidados
no podria ser referido a lo que Ilamaremos el campo preedipico.
Estd el Edipo, se considera que este Edipo representa alguna fase, y si
hay madurez en cierto momento de la evolucién del sujeto, el Edipo sigue
ahi. Pero lo que el propio Freud habfa planteado muy pronto en los inicios
de su obra, cinco afios después de La interpretacién de los suefios, en los
Tres ensayos para una teoria sexual, daba a entender que lo que ocurre
antes del Edipo tenia también su importancia.
Por supuesto, en Freud, esto adquiere su importancia, pero a través del
Edipo. S6lo que, en aquella época, la nocién de la retroaccién, de una
Nachtriiglichkeit del Edipo sobre la cual, como ustedes saben, Namo aqui
constantemente su atencién con insistencia, no habia sido nunca, nunca,
puesta de relieve. Esta nocién parecia eludir el pensamiento. Sélo se con-
sideraban las exigencias del pasado temporal.
Ciertas partes de nuestro campo de experiencia se relacionan en espe-
cial con este terreno de las etapas preedipicas del desarrollo del sujeto, a
saber, por un lado, la perversién, por otro lado, la psicosis.
La perversién era para algunos el estado primario, el estado sin culti-
var. Gracias a Dios, ya no estamos del todo en ese punto. Si bien en los
primeros tiempos esta concepcién era legitima, al menos en calidad de una
aproximacién al problema, ciertamente lo es menos en nuestros dias. La
perversién era esencialmente considerada una patologfa cuya etiologia de-
bia ponerse en relacién con el campo preedipico, y tenia como condicién
una fijaci6n anormal. En consecuencia, por otra parte, la perversién no era
considerada sino como la neurosis invertida, 0, mds exactamente, como la
neurosis que no se habia invertido, la neurosis que habia permanecido pa-
tente. Lo que en la neurosis se habja invertido, se vefa ala luz del dia en la
perversion. Al no haber sido reprimida la perversin, por no haber pasado
por el Edipo, el inconsciente se encontraba a cielo abierto. Es una concep-
cién a la que ya nadie presta atencién, lo cual no quiere decir, sin embargo,
que hayamos adelantado.
Asf, sefialo que en torno a la cuestién del campo preedipico se agrupan
la cuestién de la perversi6n y la de la psicosis.
Lo que aqui estd en juego puede esclarecerse para nosotros de diversas
formas. Ya sea perversi6n o psicosis, se trata en ambos casos de la funci6n
imaginaria. Aun sin estar especialmente introducido en la forma en que la
manejamos aquf, cualquiera puede percatarse de la especial importancia de
Ja imagen en estos dos registros, por supuesto desde angulos distintos. Una
167LA LOGICA DE LA CASTRACION
invasi6n endofisica y hecha de palabras auditivadas no es como el caréc-
ter engorroso, parasitario, de una imagen en una perversi6n, pero tanto en
un caso como en el otro, se trata ciertamente de manifestaciones patolégi-
cas en Jas cuales el campo de la realidad est4 profundamente perturbado por
imagenes.
. La historia del psicoandlisis atestigua que la experiencia, la Ppreocupa-
ci6n por lacoherencia, la forma en que la teorfa se construye y se mantiene
en pie, han hecho atribuir especialmente al campo peedipico las perturba-
ciones, en algunos casos profundas, del campo de la realidad por la inva-
sion de lo imaginario. El término imaginario, por otra parte, parece prestar
mejores servicios que el de fantasma, que serfa inadecuado para hablar de
las psicosis y las perversiones. Toda una direccién del andlisis se empeiié.
en la exploraci6n del campo preedipico, hasta tal punto que incluso puede
decirse que todos los progresos esenciales después de Freud han ido en esta
direcci6n. E
Subrayo a este respecto la paradoja, esencial para nuestro tema de hoy,
del testimonio que constituye la obra de la Sra. Melanie Klein. ,
En una obra, como en toda produccién a base de palabras, hay dos pla-
nos. Esta, Por una parte, lo que dice, lo que formula en su discurso, lo que
quiere decir, en tanto que en su sentido, separando el quiere y el decir, se
encuentra su intencidn. Y ademés, no serfamos analistas en el sentido en
que {rato de hacer que se escuchen las cosas aqui, si no supiéramos que a
veces dice un poco mis all de eso. En esto consiste incluso, habitualmen-
te, nuestro planteamiento — captar lo que se dice més alld de lo que se quie-
re decir. La obra de la Sra. Melanie Klein dice cosas que tienen toda su im-
portancia, pero a veces sélo a través de las contradicciones internas de sus
textos, susceptibles de ser criticados, como en efecto lo han sido. Ademis,
esta también lo que dice sin querer decirlo, y una de las cosas més Hamati-
vas en este sentido es la siguiente.
Esta mujer que nos aporté impresiones tan profundas, tan escla-
recedoras, no slo sobre el tiempo preedipico, sino sobre los nifios que
examina y analiza €n una etapa que se supone preedipica en una primera
aproximacién de la teoria — esta analista, que por fuerza aborda en esos
nifios una serie de temas en términos a veces preverbales, casi cuando apa-
rece la palabra — pues bien, cuanto mas se remonta hacia el tiempo de Ia
historia presuntamente preedfpica y cuantas mds cosas ve alli, ve siempre
y en todo momento, permanente, la interrogacién edipica.
Lean su articulo, sobre el Edipo precisamente. En él describe una etapa
extremadamente precoz del desarrollo, la etapa llamada de la formacién de
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LA METAFORA PATERNA
los malos objetos, anterior a la fase lamada paranoide-depresiva, relacio-
nada con la aparicién del cuerpo de la madre en su totalidad. Si nos fiamos
de ella, el papel predominante en la evolucién de las primeras relaciones
objetales infantiles lo desempefiaria el interior del cuerpo de la madre, que
centrarfa toda la atencién del nifio. Ahora bien, uno constata con sorpresa
que, basdndose en dibujos, en dichos, en toda una reconstruccién de la psi-
cologia del nifio en esta etapa, 1a Sra. Melanie Klein nos manifiesta que
entre los malos objetos presentes en el cuerpo de la madre — como son to-
dos los rivales, los cuerpos de los hermanos y las hermanas, pasados, pre-
sentes y futuros —, se encuentra precisamente el padre, representado en for-
ma de su pene.
Es, ciertamente, un hallazgo que merece que le prestemos atencién,
porque se sitda en las primeras etapas de las relaciones imaginarias, con las
que pueden ponerse en relacién las funciones propiamente esquizofrénicas
y psicéticas en general. Esta contradiccién tiene todo su valor, cuando la
intencion de la Sra. Melanie Klein era ir a explorar los estadios preedfpicos.
Cuanto més se remonta en el plano imaginario, més constata la precocidad
—bien dificil de explicar si nos atenemos a una noci6n puramente hist6ri-
ca del Edipo — de la aparicién de un tercer término paterno, y ello desde
las primeras fases imaginarias del nifio. Por eso digo que la obra dice més
de lo que quiere decir.
He aqui, pues, ya definidos dos polos de la evoluci6n del interés en tor-
no al Edipo — en primer lugar, las cuestiones del supery6 y de las neurosis
sin Edipo, en segundo lugar, las cuestiones relativas a las perturbaciones
que se producen en el campo de Ia realidad.
Tercer polo, que no merece menos puntualizaciones — Ja relacién del
complejo de Edipo con la genitalizacién, como se suele decir. No es to mismo.
Por una parte — punto éste que tantas exploraciones y discusiones en la
historia han hecho pasar a un segundo plano, pero sigue estando implicito en
todas las clinicas —, el complejo de Edipo tiene una funcién normativa, no
simplemente en la estructura moral del sujeto, ni en sus relaciones con la
realidad, sino en Ja asunci6n de su sexo — lo cual, como ustedes saben, per-
manece siempre en el andlisis dentro de cierta ambigiiedad. Por otra parte, la
funcién propiamente genital es objeto de una maduracién después de un pri-
mer desarrollo sexual de orden orgdnico, al que se le ha buscado una base
anatémica en el doble desarrollo de los testiculos y 1a formacién de los es-
permatozoides. La relacién entre este crecimiento orgénico y la existencia
en la especie humana del complejo de Edipo ha quedado como un proble-
ma filogenético sobre el que planea mucha oscuridad, hasta tal punto que
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