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Reseña Bibliográfica # 1

Nombre: José Naún Alvarado

En la obra Discípulos modernos para Iglesias revolucionarias, el autor propone

“una nueva interpretación del término discipulado”. En el comienzo de su libro se hace claro

que se trata de una reacción contra la pasividad de miembros que se limitan a “asistir y

pagar”, desafía a los hermanos miembros de iglesia a convertirse en participantes en vez de

ser espectadores, ser activos en vez de pasivos, con el propósito que abandonen el letárgico

estilo de vida laodicense de relajación y contemplación, y tomarse en serio la tarea de llevar

las buenas nuevas al mundo.

Se propone una reevaluación en el estilo de evangelización. Promueve la actividad y el

compromiso de los discípulos en el ministerio. Este discipulado requiere instrucción, en

especial de los nuevos creyentes. La obra está animada por un propósito triple:

1.- Establecer el discipulado concienzudamente como el objetivo del proceso de

evangelización.

2.- Definir bíblicamente el discipulado.

3.- Examinar el proceso de evangelización.

Un punto importante en la argumentación del autor es aclarar el lugar del bautismo en

la evangelización. Arguye que muchos pastores adventistas han sido influenciados por el

fundador del Movimiento de Crecimiento de Iglesia, Donald McGavran, en un concepto que

no es bíblico. Al desarrollar el tema se dirige a la Gran Comisión de Mateo 28:16-20.

El autor propone también reorganizar las iglesias sobre la base del Nuevo Testamento.

En este sentido prefiere pensar que el origen de la iglesia está en la gran comisión y no en el

Pentecostés.

Un gran espacio se dedica a la difusión de lo que es un discípulo. Donald McGavran

separó el discipulado en dos etapas: discipular (el contacto inicial de las personas con Cristo)

y perfeccionar (edificar a las personas en la fe). Burrill considera que esta división no es
Bíblica más bien una confusión misionológica. Entonces habla del discípulo como de alguien

que aprende, es decir como una persona que tiene una relación de aprendizaje con el Maestro.

El autor se concentra en afirmar: que el discípulo no es quien ha tenido un encuentro

inicial con Cristo sino quien ha experimentado el llamado a hacer discípulos. También

combate la idea de que alguien pueda ser bautizado sin convertirse en miembro de iglesia.

Dice que el mandato de la gran comisión es hacer discípulos y que el bautismo simboliza la

entrada al ministerio, no un simple reconocimiento de Cristo como Salvador.

Uno de los temas propuestos en el libro es el asunto de la relación entre la iglesia y la

cultura. Dice que en el Concilio de Jerusalén (Hch 15) la iglesia tuvo que definir lo que era el

cristianismo y lo que era cultural, y lo hizo con éxito. Entonces piensa en la Iglesia Adventista

del Séptimo Día dirigida por líderes locales y que se expresa en la cultura local. El desafío es

separar la cultura de la esencia de la fe. Lo difícil parece ser determinar qué es culturalmente

aceptable. Propone no cambiar el mensaje sino la forma de presentarlo para ser una iglesia

culturalmente relevante.

Otro punto que se subraya bastante es el de la autosuficiencia del discípulo en

contraste con la dependencia espiritual de otros o de los pastores. El autor está en contra del

concepto de “pastor sustentador” de iglesia locales dependientes del ministerio remunerado.

Argumenta que los primeros pastores adventistas eran evangelizadores y plantadores de

iglesias y no ministros de congregaciones locales. Los lugares del mundo (tercer mundo)

donde se sigue empleando la idea del adventismo original experimentan mayor crecimiento.

Cree además que los pastores autóctonos favorecen el crecimiento.

En el resto del libro el autor hace su propia aplicación de “la teología de la gran

comisión”. Lo primero aquí sería recordar que la iglesia es un cuerpo, al cual deben integrarse

los bautizados y en cuyo contexto se desarrollan los dones. Apunta luego al movimiento

adventista como un movimiento laico.


Se hace también una defensa de las doctrinas de los tres ángeles de Ap 14 para lograr

el discipulado. “La metodología adventista de evangelización, por lo tanto, debe centrarse en

hacer la clase de discípulos ordenada por la gran comisión y el mensaje de los tres ángeles”

(99).

Como estrategia para el discipulado fomenta: (a) los grupos pequeños, (b) la

ordenación al ministerio por imposición de manos, (c) el descubrimiento de los dones

espirituales, (d) el proceso de hacer nuevos discípulos, (e) no dependencia de sermones y del

pastor ordenado.

Considero que el autor es acertado en su tesis al dar énfasis en el discipulado, ya que;

preparar discípulos maduros es el ideal de Dios para todos los que forman parte de su pueblo.

Al final, el no desea recibir solamente miembros bautizados o registrados en una iglesia, sino

discípulos que desarrollen una vida plena y productiva en la tierra, y se transformen en

ciudadanos del Reino de los cielos. Cuando una persona comprende el valor de ser un

discípulo y esta dispuesta a pagar el precio del discipulado, entiende que un modelo diferente

de vida fue establecido en la gran comisión que Jesús le dejo a su pueblo.

La realidad es que, si no hacemos discípulos de nuestros conversos, corremos el riesgo

de practicar la “gran omisión” en lugar de la gran comisión. Esa es una realidad que preocupa,

confirmada por la evasión y la fragilidad espiritual de nuestros miembros. John Wesley

acertadamente dijo en una de sus predicaciones que: “la iglesia no cambia al mundo cuando

genera convertidos, sino cuando genera discípulos”.

Considero que rescatar el concepto y la filosofía del discipulado no es una opción para

la Iglesia Adventista del Séptimo Día de hoy. Es una necesidad si deseamos tener iglesias

saludables. La iglesia necesita de esa visión para crecer mucho y bien. Es imperioso hoy en

día en nuestras iglesias un proceso que conduzca a cada uno de sus miembros y los nuevos

conversos de un nivel inicial a la madurez y la productividad, haciendo que disminuya el


numero de espectadores y aumente el de productores. Al fin de cuentas, ser productivo es una

de las verdaderas pruebas del discipulado cristiano.

La idea que se presenta del discipulado radical es un desafío para nuestra iglesia hoy

en día, pero es urgente retornar al modelo radical de hacer discípulos. Necesitamos dejar de

generar “consumidores” o personas que entran en la iglesia y permanecen descolocadas

porque nunca entendieron su papel en el cuerpo de Cristo. Como pastor tengo claro que mi

desafío no es ganar el mayor numero posible de personas, sino que la tarea principal no

termina en las aguas del bautismo, sino en hacer de las personas discípulos de Jesús.

Hay varios pensamientos del autor con los que no estoy de acuerdo, uno de ellos es

que; para bautizar a una persona, esta debe de pasar por un proceso largo de discipulado.

Estoy de acuerdo que debe de haber un proceso de preparación para el bautismo, no creo en

un bautismo instantáneo, pero tampoco creo en un tiempo largo de preparación para bautizar a

una persona. Yo creo en la obra del Espíritu Santo que es el que convence a la persona y unos

pueden ocupar un tiempo corto y otros un tiempo largo.

Considero que el autor visualiza la gran comisión siguiendo una secuencia cronológica

(Discípulo-Bautismo-Enseñanza), y coloca el énfasis en las evidencias que debe tener un

discípulo para que pueda bautizarse, pero me hubiera gustado que el autor hubiera ampliado el

tema considerando las siguientes preguntas: ¿las personas que Jesús llamo para que fueran sus

discípulos, ya eran bautizados o se bautizaron después del discipulado que Jesús les dio?

¿Cuándo Jesús presenta la gran comisión, quería que se siguiera la secuencia cronológica

(Discípulo-Bautismo-Enseñanza) o que se cumplieran las tres cosas independientemente del

orden? ¿los tres mil que se bautizaron en el pentecostés, recibieron antes un discipulado?

Estoy totalmente de acuerdo que antes del bautismo los candidatos deben recibir instrucción

previa, y después del bautismo también ya que son parte del proceso de discipulado. El
contexto Bíblico muestra que el énfasis de la gran comisión está en el propósito final de tener

creyentes maduros, ósea discípulos de Jesús, independientemente del orden cronológico.

Creo en la prueba del discipulado para el bautismo de una persona, y creo que el

producto final de la gran comisión es que las personas sean discípulos de Jesús y para ello hay

que bautizar y enseñar. Elena G. de White amonestó, “La prueba del discipulado no se aplica

tan estrictamente como debería ser aplicada a los que se presentan para el bautismo. Debe

saberse si están simplemente tomando el nombre de adventistas del séptimo día o si se

colocan de parte del Señor, para salir del mundo y separarse de él, y no tocar lo inmundo.

Antes del bautismo, debe examinarse cabalmente la experiencia de los candidatos. . . Hágase

sentir a los candidatos para el bautismo los requerimientos del evangelio” (Joyas de los

Testimonios, t. 2, p. 393).

El autor considera que muchos miembros actuales comenzarán a entrar en un

discipulado radical al ver que los nuevos miembros entran a la iglesia con esa base. Según el

autor, la mejor forma de discipular a la iglesia tal vez sea comenzar con los nuevos conversos.

Ellos les pueden ayudar a captar la visión a los miembros existentes. Considero que en la

practica es complicado, ya que los que manejan la iglesia, los que tienen los cargos directivos

son los miembros actuales y considero que los nuevos miembros discípulos, pronto de

adaptarían al sistema de los miembros antiguos. Para que funcione el discipulado a mi manera

de ver tenemos que hacer dos cosas:

a. Discipular primero a los que ya están, para que los nuevos que lleguen, puedan

desempeñar su discipulado de manera exitosa.

b. Que los nuevos discípulos puedan desarrollarse en iglesias nuevas.

Como pastor he sido desafiado con la lectura de este libro y creo que llego la hora de

involucrarme en la obra de hacer discípulos. Por demasiado tiempo hemos hecho "miembros".
Ahora debemos ir y hacer discípulos: personas que hayan entrado en un compromiso radical

para hacer de Jesucristo el Señor máximo, supremo y único de sus vidas.

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