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Consideraciones varias
2.1 Hilemorfismo
La mente humana conoce en dependencia de la experiencia sensible, y los primeros
objetos concretos que conoce son los objetos materiales con los cuales entra en relación a
través de los sentidos. Pero la reflexión sobre esos objetos lleva a la mente a descubrir una
distinción entre los objetos mismos. Veo que las cosas cambian y, sin embargo, siguen
siendo las mismas. Esta observación lleva a la mente a distinguir
entre sustancia yaccidente; sustancia, al igual que en Aristóteles, es aquello que permanece
constante debajo de los cambios; mientras que accidente es aquello que acaece a la
sustancia.
Ahora bien, dentro de los seres materiales no sólo podemos establecer distinción entre
sustancia y accidente. Hay, en efecto, una distinción más, la correspondiente a materia
prima y materia segunda.
Por ejemplo, cuando la vaca come hierba, la hierba no sigue siendo lo que era en el campo,
sino que se convierte en otra cosa por la asimilación, mientras que, por otra parte, no deja
simplemente de ser, sino que hay algo que permanece a través del proceso de cambio. Nos
encontramos en este caso ante un cambio sustancial, puesto que es la hierba misma lo que
ha cambiado; y el análisis del cambio sustancial conduce a la mente a discernir dos
elementos, un elemento que es común a la hierba y a la carne en que la hierba se
transforma, y otro elemento que confiere a ese algo su determinación, su carácter
sustancial, haciendo de ello primero hierba y, más tarde, carne. Además, es concebible que
cualquier sustancia material se transforme en otra. Así, llegamos a la concepción, por una
parte, de un substrato subyacente a los cambios, que, considerado en sí mismo, no puede
recibir el nombre de ninguna sustancia determinada, y, por otra parte, a la de un elemento
caracterizante o determinante, que hace que las cosas lleguen a ser lo que son. El primer
elemento es la “materia prima”, el substrato indeterminado del cambio sustancial; el
segundo elemento es la forma sustancial (“materia segunda”), que hace a la sustancia tal
como es, y la determina así como vaca, hierba, oxígeno, hidrógeno, o lo que sea. Toda
sustancia material está, así, compuesta de materia y forma.
La materia prima es la pura potencialidad, aquello en que un cuerpo está en potencia de
transformarse; mientras que la materia segunda, o forma sustancial, es el principio que
determina la esencia específica de un cuerpo. La materia prima está en potencia para todas
las formas (materias segundas) que puede adoptar un cuerpo; pero, considerada en sí
misma, es pura potencialidad. Por eso precisamente, por ser pura potencialidad, no puede
existir por sí misma, pues no tiene sentido hablar de un ser que sólo existe en potencia;
todo ser, para existir, ha de serlo en acto, y el acto viene determinado por la forma (materia
segunda). Por tanto, hay que concluir que la materia prima fue creada al mismo tiempo que
la materia segunda; es imposible que exista materia sin forma o, para decirlo en términos
tomistas, es imposible que exista materia primera sin materia segunda.
Sin embargo, la distinción entre materia y forma, o entre materia prima y materia segunda,
sólo es válida, según Sto. Tomás, para los seres corpóreos. En los seres incorpóreos no se
puede hacer esta distinción; los seres incorpóreos serían según Sto. Tomás, forma pura.
Ahora bien, ¿existen los seres incorpóreos?; y, en caso de que existan, ¿hay seres
incorpóreos distintos de Dios?
La respuesta a ambas preguntas es, según Sto. Tomás positiva. Existen seres incorpóreos
y, además, hay seres incorpóreos distintos de Dios: los ángeles.
La existencia de los ángeles queda demostrada por el carácter jerárquico de la escala de
los seres. En la escala de los seres nos entraríamos, yendo de abajo hacia arriba con las
siguientes clases de seres: en primer lugar estarían las sustancias inorgánicas (seres
inertes); a continuación, las formas vegetativas (vegetales); posteriormente, las formas
sensitivas irracionales de los animales; a continuación, el alma racional del hombre y,
finalmente, el acto infinito de Dios. Ahora bien, en esta escala hay una laguna: el alma
racional del hombre es creada, finita y encarnada, mientras que Dios es un espíritu puro,
increado e infinito; es pues perfectamente razonable suponer que entre el alma humana y
Dios hay formas espirituales finitas y creadas, pero que no tienen cuerpo. En lo más alto de
la escala está la absoluta simplicidad de Dios; en lo más alto del mundo corpóreo está el ser
humano, en parte espiritual y en parte corporal: deben existir, pues, entre Dios y el hombre,
seres totalmente espirituales que, sin embargo, no posean la absoluta simplicidad de la
Divinidad. Estos seres son los ángeles. Ahora bien, los ángeles son puramente
inmateriales, pues son inteligencias que se corresponden con realidades inmateriales y que,
por su lugar en la jerarquía de los seres, han de ser necesariamente inmateriales; por tanto,
al ser inmateriales no pueden estar compuestos de materia y forma, sino que han de ser
forma pura.
A pesar de que los ángeles son forma pura se distinguen de Dios, al menos, por dos
motivos: en primer lugar, porque los ángeles han sido creados; y, en segundo lugar, porque
en los ángeles la esencia y la existencia son distintas, mientras que en Dios esencia y
existencia coinciden.