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“Sería deseable que nuestras obras fuesen tan enjundiosas y tan llenas de útiles
instrucciones como la de éstos poetas (los Clásicos)” dice Racine en la introducción a
su Fedra, pensando en la utilidad que tendría la representación como medio de
formación. Es desde ésta perspectiva que haré un par de apuntes a la obra del
dramaturgo francés.
En un primer momento nos enfrentamos a un “drama psicológico” (por llamarlo de
algún modo), dicho drama tiene unas características particulares que lo diferencian de
sus antepasados griegos y latinos (Eurípides y Séneca respectivamente) que
centraban su obra en Hipólito y no en Fedra, como lo hace Racine. El planteamiento de
los personajes que hace éste autor difiere del planteamiento del destino como fuerza
divina superior a los personajes que los manipula y los quebranta, para reemplazarlo
por los conceptos imperantes en el mundo de la reforma y la contrarreforma como:
culpa, pecado, libertad y autodeterminación.
Para Hipólito su sentimiento es negativo (I,1), para Fedra es un crimen, una culpa, un
mal incurable (I,3) sin embargo quienes escuchan las confesiones de amor, ven en ello
algo natural, algo propio de las personas; Terámenes explica a Hipólito la incapacidad
humana para controlarlo (I,1 115) y le hace evidente sus efectos (I,1 128) Enone dice
a su señora –luego de conocer la aparente muerte de Teseo– que viva su amor puesto
que nada puede reprocharle (I,5 349) Ismene sabe del amor de Hipólito por Aricia
(II,1 410).
Sin embargo los personajes principales deciden confesar su amor: primero Hipólito a
Aricia (II,2 560) y luego Fedra a Hipólito (II,3 700) olvidando las convenciones
sociales y el orden reinante, se sobreponen a sí mismos y rompen incluso su voluntad
(habían decidido no confesar su sentimiento) el drama psicológico es a su vez un
drama social y religioso que presenta a través de una excusa clásica, una realidad del
s. XVII, la aparente posibilidad de autodeterminarse y de realizarse como personas a
pesar de su entorno y sus relaciones.
En un segundo momento Racine plantea un “drama pedagógico”, las acciones y el
desenlace de la tragedia (además de la propia opinión del autor) permiten reconocer
una finalidad en la obra de arte. Dice en el prólogo que la obra:
“tal vez sería un medio de reconciliar la tragedia con muchas personas, celebres con su
piedad y por su ciencia, que en estos últimos tiempos la han condenado, y sin duda la
juzgarían más favorablemente si los autores se propusieran instruir a sus
espectadores tanto como divertirlos, siguiendo de este modo la verdadera intención
de la tragedia”