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14 de septiembre de 2004
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Antecedentes
Seguidamente a la suspensión del pago de sueldos por tres meses, más del 90% de los
trabajadores del ex-SIN que habían pasado al nuevo CNI, comenzaron a ser despedidos
en etapas sucesivas, menospreciando su experiencia y conocimientos de inteligencia
estratégica - a través de equipos multidisciplinarios-, en su mayoría sin motivo justificado
y bajo el señalamiento de ser «sospechosos» de haber integrado una red delictiva que
operó en el sistema entre 1990 y el 2000.
Para cubrir las plazas vacantes y sin reparar en el daño que le causaban a la seguridad
nacional, se inició un desordenado proceso de contratación de personal militar en retiro y
civil -vinculado al partido de gobierno o a la jefatura del CNI-, casi todos sin contar con
experiencia o estudios para el trabajo que efectuarían (directivos y analistas de
inteligencia estratégica, procesadores de información y agentes), o se encontraban
visiblemente desactualizados.
Después del desacertado Panizo, el otro jefe del CNI, desde el 21 de enero de 2002, fue
Juan Velit, un civil militante y fundador del partido gobiernista, conocido por su falta de
carácter y ejercicio real en el ámbito de inteligencia, a pesar de tener experiencia como
docente en institutos castrenses. Es considerado por algunos, un teórico banal pero
honrado y con buenas relaciones políticas y diplomáticas. Ninguna de estas últimas
cualidades le sirvieron para reflotar al CNI.
Su fugaz gerencia -se alejó en julio de 2002- se vio empañada, ya que varios sectores
culparon al CNI por no realizar una correcta y oportuna apreciación sobre la intensidad
de las cruentas y generalizadas protestas desatadas en la ciudad de Arequipa y Tacna (sur
del país) durante mayo de 2002, y la violenta revuelta de campesinos en Tarapoto
(oriente peruano), a fines de junio.
El presidente Toledo cambia a Velit y designa como nuevo jefe a Fernando Rospigliosi,
otro personaje que renunció a su cargo de ministro del Interior por los sucesos de
Arequipa. Rospigliosi es periodista y sociólogo (entre 1968 y 1980 militó en Vanguardia
Revolucionaria, etapa izquierdista que sus adversarios siempre le recuerdan).
Rospigliosi tiene una visión negativa de los institutos castrenses, a quienes adjudica
violaciones sistemáticas de los derechos humanos en la lucha antisubversiva (1980-2000)
y una injerencia nefasta en el campo de inteligencia. Con ese enfoque, su ingreso provocó
que saliera del CNI, otro grupo de militares en retiro que venía ganando experiencia en
administraciones post Fujimori.
Otra etapa de frustración llega para el CNI, cuando el 27 de enero de 2003, Rospigliosi
dimite solidarizándose con su «compañero de ruta ideológica» y también renunciante,
ministro del Interior, Gino Costa. Comportamiento que denotó una falta de identificación
con el fortalecimiento institucional del CNI y preferencia por intereses ligados a sectores
de izquierda moderada.
Ingresando a una fase degradante, por la ineficacia e intromisión política en el manejo del
CNI, el 30 de enero, Toledo escoge a César Almeyda, como nuevo jefe. Quien
inmediatamente fue criticado por la opinión pública y diversas tiendas políticas, debido a
su total desconocimiento en materia de inteligencia y a su indudable cercanía al
presidente: era su abogado familiar, asesor presidencial y desempeñó puestos claves en el
aparato estatal (Petroperú, Indecopi y Conasev).
Hasta que luego de una bochornosa conferencia de prensa donde directivos del CNI
mostraron gran ineptitud para explicar temas básicos de inteligencia y no descartaron la
posibilidad de comprar información a la «red de Montesinos»; el 26 de abril de 2003, fue
destituido César Almeyda y nombrado en su lugar, nuevamente Alfonso Panizo.
Este incidente envolvió en una aguda crisis de gobernabilidad al régimen de Toledo y las
investigaciones prosiguen a nivel judicial y congresal. Sin embargo hubo más, estando ya
preso Almeyda, por las denuncias referidas, ha sido acusado por un «colaborador eficaz»
-reconocido por la justicia peruana-, de haber recibido coimas por unos 2 millones de
dólares de la empresa transnacional colombiana «Bavaria» -pagos que según el testigo-
habrían beneficiado incluso al mandatario Toledo.
En esta lista apareció el nombre de Anatolio Toledo - hermano del presidente- y de dos
empresarios navales del puerto de Chimbote, que lo acompañaron para entrevistarse con
el ex jefe del CNI Almeyda, y el embajador de Italia en el Perú, Sergio Busetto; todo
esto, durante las negociaciones para comprar dos fragatas misileras usadas, de la Armada
italiana.
Incompetencia extrema
Otros cuestionamientos contra Mora vinieron de los opositores Partido Aprista Peruano y
Unidad Nacional, a quienes no inspiraba confianza, por sus vínculos políticos (era
«secretario nacional de ética y disciplina» del partido oficialista). Al respecto, el líder del
APRA, Alan García, propuso que en el futuro el nombramiento del jefe del CNI sea
ratificado por el Congreso.
Por su parte, el programa «Cuarto Poder» de Canal 4 de Lima, difundió audios -producto
de una fuga de información-, con diálogos realizados en el CNI por el ministro del
Interior Fernando Rospigliosi, cuando éste dirigía el servicio secreto. En esas semanas, el
mencionado ministro sentenció: «nunca le pido datos de inteligencia al CNI, porque sé
que no me los podría dar, es una institución que está destruida».
En marzo de 2004, «La Ventana Indiscreta», divulgó -con pruebas en la mano-, que el ex
jefe del CNI César Almeyda, así como el general Mora, estuvieron al tanto de una
operación («Plan Cazador»), de ubicación y recuperación de equipos para interceptar
comunicaciones, que fueron empleados entre 1990 y el 2000, pero no lo comunicaron a
las autoridades correspondientes.
Antes de relevarse en su cargo como director de la DINIE, Mora expuso al entonces jefe
del CNI, Rospigliosi, los operativos secretos en curso, pero le ocultó el «Plan Cazador».
Este proceder anómalo, salió a la luz, cuando el periodismo difundió una auditoria interna
del CNI de agosto de 2002, por el posible mal uso de unos 89 mil nuevos soles (más de
25 mil dólares), de los «gastos reservados» del plan.
Vergonzoso desenlace
Como desenlace de su funesta participación, Mora fue obligado a renunciar luego del
escándalo estallado, por la precisa y bien documentada investigación -con grabaciones y
filmaciones incluidas- del diario Correo de Lima, el 18 de marzo de 2004; donde se
responsabilizaba al director de Contrainteligencia del CNI y hombre de confianza de
Mora, coronel en retiro José Valdivia, como el ejecutor material de un complot para
difamar al ministro del Interior Rospigliosi.
Lo que ocurrió luego, revela la torpeza y caos administrativo en el que pueden caer, un
jefe de Estado y su entorno: para reemplazar a Mora, nombran el 20 de marzo, a quien
fuera jefe de la Marina hasta el 2003, vicealmirante Ricardo Arbocco, que tampoco había
ejercido cargos importantes en inteligencia; pero sí tiene un proceso judicial abierto en
contra, por su presunta responsabilidad en la compra sobrevalorada en 1996, de terrenos
de una entidad financiera que maneja fondos de las Fuerzas Armadas y la Policía.
Mientras el CNI está en «reorganización», y a pesar de sus ínfimos recursos, los servicios
secretos militares y policiales asumen las funciones de esta vapuleada entidad,
supervisados por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas.
Una parte del régimen de Toledo -influenciada por su aliado el Frente Independiente
Moralizador-, insiste en aprobar una nueva ley de inteligencia, donde, bajo el loable
discurso de «enmarcar el rol de la inteligencia nacional dentro del estado de Derecho y la
cultura democrática», buscan ejecutar un proyecto del ministerio de Justicia y un pequeño
círculo de académicos antimilitaristas, que difunden una interpretación sesgada del
modelo de reforma chileno - donde se oculta el poder real de los servicios secretos
militares-, valiéndose para ello del auspicio de la Universidad de Harvard.
Los ejes centrales de esta propuesta tienden a controlar, restringir y someter a aprobación
previa, las operaciones de los servicios secretos militares y policiales, creando dos
subsistemas: uno de inteligencia de los campos no militares (político, económico y
social), bajo el ámbito del ministerio del Interior y otro de inteligencia militar, dirigido
por el ministerio de Defensa.
Agence IPI
http://www.voltairenet.org/article121752.html