Escolar Documentos
Profissional Documentos
Cultura Documentos
CONTEMPORÁNEO
Lo bueno es que ahuyentar fantasmas es una tarea fácil, en particular para quienes no creemos
que los fantasmas son una metáfora, mientras que el autoritarismo electoral es una realidad. 1
Azerbaiyán hasta Zimbabwe, desde Rusia hasta Singapur, desde Bielorrusia hasta Camerún,
El presente artículo aborda tres cuestiones analíticas medulares con las que lidia el incipiente
dedicada a problemas conceptuales, el texto explica cómo han respondido los estudiosos de
Asimismo, ofrece y justifica una definición formal de regímenes autoritarios electorales que
toma en cuenta tanto las propiedades constitucionales como las cualidades democráticas de
1
electorales, los resultados oficiales de las elecciones son el producto combinado de dos
autoritaria. Como el texto sostiene, podemos resolver este problema de observación usando
entrar en un conflictivo “juego anidado” (nested game), en el cual la competencia por votos
dentro de las reglas vigentes toma lugar junto con la lucha competitiva por las reglas del
simultánea e interactiva.
Los albores de los años 1990 fueron tiempos de optimismo democrático. América del Sur
desintegrado en relativa paz, y África subsahariana estaba pasando por una serie de
elecciones multipartidistas sin precedentes. Éstos fueron los tiempos en que leímos sobre el
fin de la historia, el triunfo de la democracia, el orden mundial liberal. Sin embargo, tanto
los observadores académicos como los observadores políticos son entrenados para ser
democrático y pacífico, no sucedería de un golpe, sino poco a poco, con altas y bajas y a
acompañó de advertencias en contra de “olas inversas” de regresión autoritaria. Las olas van
y vienen.2
2
Desde la Revolución Portuguesa de los Claveles en 1974, el drama político que marca el inicio
algo diferentes, la tendencia general es bastante clara. Por ejemplo, el informe anual de
Freedom House sobre derechos políticos y libertades civiles en el mundo catalogó 42 países
como “libres” en 1974. Tres décadas después, en 2004, identificó a 89 países como “libres”
(de un total de 118 naciones a las que clasificó como “democracias electorales”). 3 Sin duda,
reciente no tiene precedentes en la historia del sistema internacional. Sin embargo, hoy en día
la oleada de optimismo que acompañó al fin de la guerra fría ha decaído. Una parte del
pueblo global: en las guerras civiles e internacionales en las repúblicas sucesoras de la Unión
actuales en Afganistán e Irak después de su invasión y ocupación extranjera. La otra parte del
del mundo, sin ser sacudidas por serias crisis de régimen. Éste es el caso, por ejemplo, de los
regímenes unipartidistas de Cuba, China, Laos, Corea del Norte, Vietnam, Eritrea, Libia y Siria
y de las monarquías tradicionales del mundo árabe. Por otro lado, aun cuando hayan llevado a
una apertura inicial coronada por elecciones libres y equitativas (como en varias partes de África
finalmente a nuevas formas de autoritarismo ocultas tras una fachada electoral. Terminaron
estableciendo lo que hoy día posiblemente representa el tipo más difundido de régimen político
que celebran comicios regulares para la presidencia y una asamblea legislativa nacional. No
obstante, vulneran los principios democráticos de libertad y equidad de una manera tan
autoritario electoral, las elecciones son en general inclusivas (se celebran bajo el principio del
sufragio universal), así como mínimamente pluralistas (se invita la participación de partidos
oposición se les permite ganar votos y escaños), y mínimamente abiertas (los partidos de
oposición no son sometidos a represión masiva, aunque es posible que reciban un tratamiento
represivo de manera selectiva e intermitente). Sin embargo, todo en todo, las contiendas
presentarse con varios disfraces, todos los cuales sirven para contener la inquietante
incertidumbre de los resultados electorales. Los gobernantes pueden idear reglas electorales
violar sus derechos políticos y libertades civiles, restringir su acceso a los medios de
el bando opositor, o simplemente redistribuir votos y escaños por medio del fraude electoral. 4
Túnez y Yemen; en África subsahariana, Burkina Faso, Camerún, el Chad, Congo (Kinshasa),
Etiopía, Gabón, Gambia, Guinea, Mauritania, Togo y Zimbabwe; y en el sur y el este de Asia,
democráticos y prácticas autoritarias, estos nuevos regímenes autoritarios han perturbado las
4
rutinas conceptuales de la política comparada. Para comprender la ambigüedad
institucionalizada que caracteriza los regímenes autoritarios electorales, los especialistas han
adoptado tres estrategias conceptuales alternativas. Han concebido esos regímenes como
democratización, hemos sido testigos del surgimiento de regímenes políticos que cumplen
de la democracia liberal. A fin de capturar tales desviaciones de las mejores prácticas, los
autores han ido colocando adjetivos distintivos a los multifacéticos “subtipos disminuidos”
de democracia que han observado (véase Collier y Levitsky 1997). Las etiquetas específicas
que han elegido para describir tales “democracias con adjetivos” (ibid.) tienen por objeto
llamar la atención hacia déficit y debilidades estructurales específicos. Por ejemplo, las
las democracias “iliberales” no logran construir un Estado de derecho (Zakaria 2003), y las
democracias “clientelistas” son débiles en política partidista programática (Kitschelt 2000).
Ahora bien, ante regímenes que no cumplen ni siquiera con las normas democráticas mínimas, la
noción de “subtipos disminuidos” de democracia pierde su validez. Cuando tal noción se aplica
merma nuestro sentido de realidades autoritarias (véanse también Levitsky y Way 2002, Howard
y Roessler 2006).
estiramiento conceptual” (conceptual stretching) del que Giovanni Sartori nos ha alertado con
mucha elocuencia (Sartori 1984). Conscientes de esta falla potencial, algunos autores han
concebido los regímenes electorales de baja calidad que pueblan el mundo contemporáneo
como auténticos puntos intermedios entre la democracia y el autoritarismo. Dado que estos
regímenes combinan rasgos democráticos y autoritarios, estos analistas los sitúan en el centro
5
mismo del espectro conceptual, equidistantes de los dos polos, ni carne ni pescado, ni
(Brooker 2000: 252) y “la zona gris” (Carothers 2002) expresan la idea de “regímenes
dictadura.
(c) Nuevo autoritarismo. Una tercera manera de abordar las nuevas formas de gobierno
que los estudiosos han ido introduciendo conceptos como “pseudodemocracia” (Diamond,
Linz y Lipset 1995: 8), “dictadura disfrazada” (Brooker 2000: 228) y “autoritarismo
competitivo” (Levitsky y Way 2002), han abandonado la suposición de que estos regímenes
todavía de algún modo mantienen contacto con la tradición democrática- liberal. Muy por el
contrario, los han descrito como casos de gobierno no democrático que nos muestran “el disfraz
pero no la sustancia de la participación democrática efectiva” (Marshall y Jaggers 2002: 12). Los
han analizado como regímenes que practican “la democracia como engaño” (Joseph 1998b: 59),
regímenes que instauran, para citar al clásico John Stuart Mill, “instituciones representativas sin
en esta última perspectiva. Supone la tesis de que muchos de los nuevos regímenes electorales
de maneras que se alejan de las formas de gobierno autoritario tal como las conocemos. La
noción de “autoritarismo electoral” toma en serio tanto la calidad autoritaria que estos
regímenes poseen, como los procedimientos electorales que ponen en práctica. El énfasis en
elecciones, para separarlos de las autocracias “cerradas”. Las democracias electorales carecen
que se abstienen de organizar elecciones multipartidistas como la ruta de acceso oficial a los
la controvertida frontera que los separa de las democracias electorales (véase Schedler
2002b). Aquí quisiera examinar el umbral que los separa de sus vecinos autoritarios,
agrupados en la amplia categoría de “autocracias cerradas”. La pregunta clave es: ¿hasta qué
punto son distintivos los regímenes autoritarios electorales dentro del más amplio “espectro
de regímenes no democráticos” (Snyder 2006)? Desde luego, el hecho de que los regímenes
democracia representativa, se usaban casi universalmente. Como Guy Hermet, Richard Rose
años 1970 “se celebraron elecciones en casi todos los países del mundo” (Hermet et al. 1978:
viii). Asimismo, casi todos los regímenes – democracias y dictaduras por igual –
pretendieron encarnar el principio de la soberanía popular. Sin embargo, mientras que los
regímenes autoritarios electorales abren los cargos más altos del poder ejecutivo y del
legislativo a elecciones que son tanto participativas como competitivas en forma, otros tipos
la sociedad civil, los regímenes electorales autoritarios van un paso adelante y abren también
de los regímenes bonapartistas que de vez en cuando orquestan plebiscitos para demostrar el
de las oligarquías competitivas, como las de América Latina durante el siglo XIX o de
Sudáfrica bajo el apartheid, los regímenes electorales autoritarios no controlan las elecciones
restringiendo el derecho al voto, sino que operan sobre la base del sufragio universal. A
entre 1964 y 1989), los regímenes electorales autoritarios someten al jefe del gobierno a la
elecciones de un solo partido (o frente nacional), sea con o sin competencia intrapartidista,
competencia multipartidista.
populares), mientras que las tipologías convencionales del gobierno autoritario ponen el
énfasis en el ejercicio del poder (excepto para la categoría de las monarquías, que se definen
por sucesión hereditaria).5 Estas tipologías preguntan por la identidad de los gobernantes, sus
modos de ejercer el poder y sus fuentes de legitimación. Por ejemplo, la distinción seminal de
Juan Linz entre gobierno totalitario y autoritario (Linz 2000) giraba en torno a la estructura
preguntan por las bases de organización del gobierno autoritario (véanse, por ejemplo, Brooker
2000, Geddes 1999 y 2004, Huntington 1991, Morlino 2005: capítulo 2).
democrático del poder al acceso no democrático al poder, las preguntas por el gobierno
8
autoritario (quién gobierna cómo) no dejan de ser relevantes; más bien se vuelven
contingentes, sin respuestas uniformes para todos los casos (por lo que pueden servir para
acceso al poder y ejercicio del poder interactúan. Por un lado, a largo plazo, el ejercicio
poder. El gobierno autoritario tiende a subvertir las condiciones de libertad que las elecciones
democráticas demandan. Por el otro, las elecciones autoritarias no imponen las mismas
restricciones a los gobernantes como las elecciones democráticas. Si lo que determina los
resultados electorales no son las preferencias populares, sino las habilidades estatales para
como los gobiernos autoritarios engendran elecciones autoritarias, las elecciones autoritarias
¿Cómo reconocemos un régimen autoritario electoral cuando estamos ante él? Parece ser más
practican la dictadura, los regímenes autoritarios electorales tienden a suscitar intensos debates
en el seno de cada país acerca de la “verdadera” naturaleza de su sistema político. Como una
regla simple, quienes ejercen el poder tratan de vender su régimen como democrático (o al
menos como inmerso en un proceso democratizador), mientras que los actores de oposición lo
denuncian como autoritario. Cuanto más represor, excluyente y fraudulento sea un régimen,
más probable resultará que observadores desinteresados de buena fe, sean de la sociedad civil
como autoritario, en coincidencia con las acusaciones de la oposición. En los casos más
turbios, sin embargo, trazar la línea divisoria entre democracia electoral y autoritarismo
¿cómo podremos aspirar a clasificar grandes números de regímenes políticos de manera válida
y confiable?
El consejo metodológico estándar nos dice que basemos nuestras decisiones de medición en
“observaciones, más que en juicios” (Przeworski et al. 2000: 55). Esto quiere decir, entiendo,
una primera etapa, habremos de hacer todos los juicios que sean necesarios para seleccionar
y definir los fenómenos empíricos que admitimos como evidencia observacional; también
tendremos que establecer las reglas de codificación que nos permitan asignar categorías o
números a nuestros casos. En una segunda etapa, en cambio, habremos de desterrar todo
elemento de juicio personal y nos limitaremos a aplicar de manera mecánica las reglas de
indicadores empíricos que sean válidos, visibles y legibles. La evidencia empírica que
estamos buscando debe tener sentido teórico en diferentes contextos sociales (validez); debe
estar abierta a la inspección ocular (visibilidad); y tiene que ser lo suficientemente obvia
como para ser procesada a partir de reglas de interpretación simples que transformen posibles
obstáculos que los regímenes mismos establecen para impedir la visibilidad de sus prácticas
de manipulación.
y sus colaboradores toman tres atributos institucionales para identificar los regímenes
10
democráticos: (a) el jefe del ejecutivo es elegido en elecciones populares, (b) también la
más de un partido a la competencia electoral (para una síntesis, véase Przeworski et al. 2000:
de autoritarismo electoral que propuse antes. Lo que distingue a las autocracias electorales de
las democracias electorales no son las propiedades formales de las elecciones políticas, sino
donde las democracias electorales difieren de los regímenes autoritarios electorales, sino en
las condiciones de libertad política y seguridad jurídica que ofrecen. Los regímenes
procesos a controles autoritarios tan profundos y sistemáticos que privan a las elecciones de
su esencia democrática. Ahora bien, aunque los hechos institucionales formales son fáciles
inspección pública.
Lo que podemos ver en los regímenes autoritarios electorales son los resultados de los
comicios, la distribución oficial de los votos y los escaños entre partidos y candidatos. Bajo
condiciones de autoritarismo, sin embargo, las cifras electorales no pueden ser tomadas como
expresiones confiables de “la voluntad del pueblo”. Más bien representan el resultado
escribir:
v=i*p
oficial de los votos distorsiona la distribución real de las preferencias de los ciudadanos. En
11
el primer caso, el democrático, las instituciones y las prácticas de la gobernación electoral son
hecho de que normalmente desconocemos dos de las tres variables de la ecuación. A menudo,
las cifras oficiales de una elección son un “espejo deformador” (Martin 1978: 127) de
preferencias ciudadanas, poco confiables e imprecisas. Pero al menos están a la luz pública,
como productos tangibles de algún organismo estatal central. Los actos de manipulación
En una buena medida, la manipulación electoral es una actividad clandestina. Podemos ver
intentos de manipulación ocurren a plena luz del día, movilizan a agentes del Estado central e
muchas otras estrategias autoritarias de control electoral, como la alteración del padrón
día de los comicios, constituyen actividades más bien descentralizadas que involucran a un
sinnúmero de agentes públicos y privados que tratan de hacer su trabajo sin dejar rastros
públicos. A pesar de toda la información que seamos capaces de reunir, sea episódica o
constituye una caja negra impenetrable que (casi) nunca podemos transparentar en su totalidad.
Son muy pocos los regímenes que tienen las aspiraciones panópticas del régimen Fujimori-
Montesinos en Perú, cuyo extenso sistema de extorsión, vigilancia y video grabación permitió
al público inspeccionar la caja negra de las maniobras autoritarias al menos después de los
hechos, una vez que el régimen había caído (ver Cameron 2006, Conaghan 2005).
Normalmente, sin embargo, no llegamos a saber ni remotamente qué es lo que están haciendo
los actores no democráticos fuera de nuestro campo de vista, entre los bastidores de la política
12
electoral. Es más, aun cuando estuviéramos al tanto de todo, no podríamos saber que sabemos
todo. La lógica de la desconfianza que prevalece bajo los gobiernos autoritarios nos haría
sostener la sospecha de que lo peor puede estar escondido de nuestra vista. La regla informática
de WYSIWYG (what you see is what you get; lo que ves es lo que obtienes) nunca opera bajo
el autoritarismo. Los actores políticos saben que normalmente lo que ven no es lo que obtienen
del régimen autoritario. Saben que, si desean sobrevivir, tienen que practicar el antiguo arte
autoritarias, nunca sabemos hasta qué grado participan los ciudadanos en la falsificación
pública de sus preferencias privadas (Kuran 1995). Tampoco sabemos hasta qué punto sus
autoritario. A falta de autonomía y libertad individuales, las actitudes populares siempre están
populares.
Podemos manejar estos problemas de información imperfecta de dos maneras. (a) Una
sabiendas de que no podemos tomar las cifras oficiales como expresiones simples de las
menor elegancia matemática, podemos combinar información sobre las tres variables a fin
de llegar a un juicio aproximado acerca de la calidad autoritaria del proceso electoral bajo
(2000) como ejemplo de la primera opción (el uso de los datos sobre la elección como
vez afirmó que si quienes detentan el poder ganan más del 60 por ciento del voto popular en
dos elecciones subsecuentes, con toda seguridad podemos asumir que el sistema no es
adoptó un estándar aún más riguroso: la regla de la alternancia. Como él y sus coautores lo
en el poder. Sin embargo, sin la experiencia real de la alternancia no podemos saber a ciencia
el caso de una derrota electoral. Como Przeworski y sus colaboradores admiten sin reparos,
respondería el régimen a una derrota electoral?); y permite al analista quedarse con los
ambiguos y dispersos.
14
Juicios comprensivos de integridad electoral. Przeworski y sus coautores sostienen que emitir
un juicio sobre la calidad autoritaria de las elecciones es una empresa que se escapa a nuestras
fraude… no es algo que se pueda hacer de manera confiable” (Przeworski et al. 2000: 24).
las elecciones suelen ser polémicos, al menos en casos complejos y ambiguos, están en lo
correcto. Yerran si pretende implicar que los observadores electorales desinteresados son en
cuestionamientos públicos hechos por los políticos y expertos. Tomemos, por ejemplo, los
informes anuales sobre libertades civiles y derechos políticos en el mundo que el think tank
neoyorkino Freedom House ofrece desde 1973. A pesar de su notoria inclinación por la
opacidad metodológica (véase Munck y Verkuilen 2002), Freedom House lleva a cabo un
En sus valoraciones de derechos políticos, Freedom House plantea más preguntas de las que
necesitamos; aun así formula las preguntas precisas que necesitamos para juzgar la calidad
relacionan con el ejercicio del poder, más que con el acceso al poder, que es lo que nos
interesa aquí. Esto es cierto para sus preguntas sobre la soberanía nacional, la integridad
que primero aparecen en la encuesta de derechos políticos tienen que ver con la integridad
también examina los resultados de la elección, cuando investiga, en base a distribución final
15
de votos, el grado de competencia entre partidos: ¿está el sistema político– pregunta el
¿Observamos “un importante voto opositor, un poder real de la oposición y una posibilidad
políticos nacionales exige un buen sentido del juicio, además de conocimiento empírico y
una amplia gama de evidencia y de fuentes, el equipo de Freedom House logra evaluar la
calidad de los procesos electorales de una manera que en términos generales parece
políticos que Freedom House ofrece en sus informes narrativos de cada país siempre
excepción reciente), estos juicios sucintos acerca de la efectividad de los procesos electorales
A pesar de su aparente validez, hay obvios problemas metodológicos asociados al uso de las
calificaciones de derechos políticos de Freedom House como una base para clasificar
que combina preocupaciones acerca de las elecciones (el acceso al poder) con inquietudes
acerca del gobierno (el ejercicio del poder). Además, ya que el intento de medición es
multidimensional, no está claro cómo los juicios cualitativos sobre varias dimensiones se
traducen en la escala de siete puntos que Freedom House usa (aunque hay que añadir que
desde el reporte anual de 2006 se están publicando los valores de las subdimensiones tanto de
claro qué exactamente pretenden expresar las calificaciones específicas y las diferencias entre
16
ellas. Por la misma razón, cualquier intento por traducir la escala numérica del 1 al 7 en
No obstante, en general, como las preguntas de Freedom House sí tocan las inquietudes
electoral, sus datos sirven razonablemente bien para identificar regímenes autoritarios
electorales, cuando se complementan con algunos datos electorales básicos. Por ejemplo,
podemos clasificar (con un grado bastante alto de certeza) como autoritarios electorales a
todos aquellos regímenes que (a) celebran elecciones multipartidistas para elegir al presidente
así como a una asamblea legislativa, mientras al mismo tiempo (b) reciben calificaciones de
derechos políticos entre 4 y 6 de parte de Freedom House (véase Schedler 2004). Tales reglas
simples de delimitación operacional (que, por ejemplo, algunos autores en Schedler 2006 y
Lindberg [en prensa] también usan) parecen servir de manera bastante razonable para
electoral privilegia uno de ellos – la arena electoral. Asume que las elecciones constituyen la
democráticos cobra sentido sólo si son más que meros ornamentos del gobierno autoritario.
17
Hablar de autoritarismo electoral supone la tesis de que las elecciones importan, e importan
mucho, aun en contextos de manipulación autoritaria. Lo que es todavía más fuerte, involucra
la tesis de que es el intrínseco “poder de las elecciones” (Di Palma 1993: 85), antes que
cualquier otra cosa, lo que mueve la dinámica de estabilidad y cambio en tales regímenes.
En los regímenes autoritarios electorales, si han de merecer ese nombre, las elecciones son
mucho más que rituales de aclamación. Son constitutivas del juego político. Aun cuando
constitutivas del campo de juego, de las reglas, los actores, sus recursos y sus estrategias
disponibles.
Si bien los regímenes autoritarios electorales establecen las elecciones competitivas como la
electoral como el “único juego en el pueblo”. Al mismo tiempo que instauran el juego
electoral (la competencia por votos), introducen el meta-juego de la lucha institucional (la
competencia por reglas). En este meta-nivel, los partidos gobernantes buscan controlar los
mientras los partidos de oposición buscan establecer condiciones más libres y equitativas de
entonces “juegos” convencionales en los cuales los jugadores compiten dentro de un marco
institucional determinado, conocido, aceptado y respetado por todos. Son juegos fluidos,
adaptables y controvertidos. En lugar de asumir sus reglas básicas como restricciones dadas,
los jugadores tratan de redefinirlas sobre la marcha del juego. Según la terminología
propuesta por George Tsebelis, forman “juegos anidados” (nested games) en los cuales la
interacción estratégica dentro de las reglas va de la mano con la competencia estratégica por
las reglas (Tsebelis 1990). Las instituciones formales existentes no constituyen equilibrios
estables, sino treguas temporales. Si los resultados sustantivos del juego cambian, o si las
correlaciones de fuerza subyacentes cambian, los actores lucharán por alterar las reglas
18
básicas – sea para prevenir o para promover resultados más democráticos. La lucha partidista
por los votos está anidada en una lucha partidista por las condiciones fundamentales de la
votación (véase también Schedler 2002a). De la misma manera el la que las elecciones
componentes, en particular, a sus protagonistas y las estrategias con las que cuentan.
Los ciudadanos
Al abrir las cimas del poder estatal a las elecciones multipartidistas, los regímenes autoritarios
étnica), carismáticas (el liderazgo mágico) o sustantivas (el bienestar material, la integridad
consentimiento popular triunfa sobre los demás principios de legitimación del poder. Las
elecciones competitivas reconocen a los sujetos como ciudadanos. Los dotan del “máximo
poder de control” (Mill 1991: 97) sobre la ocupación de la cumbre del Estado. Al establecer
elecciones multipartidistas para el cargo más alto, los regímenes autoritarios electorales
soberanía popular dotan a los ciudadanos tanto de recursos normativos como institucionales.
Ante todo, las elecciones abren avenidas de protesta colectiva. Ofrecen “puntos focales”
(focal points) que pueden crear expectativas sociales convergentes y así permitir a los
los ciudadanos como portadores individuales de roles políticos, pero también les permiten
Al admitir la competencia multipartidista por posiciones de poder del Estado, los regímenes
intentan moldear el campo de los actores de oposición a su propio gusto. Algunos regímenes
convenientes, como en Egipto bajo Anuar el Sadat, y en Senegal bajo Léopold Senghor. Otros
de la antigua Unión Soviética. Sin embargo, las autocracias electorales de todos modos tienen
que convivir con fuerzas de oposición que gozan al menos de grados mínimos de autonomía.
Por el simple hecho de instituir una política multipartidista, abandonan ideologías de armonía
el contrario, una vez que los regímenes reconocen el principio de pluralismo político, es
probable que silenciar a la disidencia resulte contraproducente y que eleve el estatus de las
Como las autocracias electorales son sistemas en los que (se supone que) los partidos de
ambivalente para esos partidos. En la medida en que sirven para legitimar el sistema,
demostrar el poder y la popularidad del partido gobernante, así como la debilidad de sus
que en el consentimiento popular, las elecciones tienden a infundir nuevo vigor a los partidos
de oposición. En todo caso, las elecciones autoritarias no ofrecen ninguna de las razones
2
0
normativas para aceptar la derrota que los perdedores tienen en condiciones democráticas. No
se caracterizan por la equidad procedural ni la incertidumbre sustantiva que hacen que las
de un gobierno pro tempore ante el cual los perdedores puedan tener la esperanza de
reemplazarlo después de la siguiente ronda electoral. Lo que les queda a los actores de la
oposición es un cálculo de protesta en el cual tienen que ponderar los inciertos costos y
beneficios de sus diferentes opciones estratégicas, tanto dentro como fuera de la arena
electoral. Ante todo, cuando los gobernantes autoritarios convocan a elecciones, las fuerzas
abuchean desde la barrera (participación versus boicot). Después, cuando las casillas
oposición tienen que decidir si se resignan al resultado o llevan sus quejas a los medios, los
autoritarias limitan el grado de personalismo que pueden soportar. Los gobernantes que
como un Estado subsidiario) para movilizar a los votantes, y necesitan un Estado (así como
Para el partido gobernante, las elecciones también son herramientas ambivalentes, al igual
que para los partidos de oposición. Crean oportunidades para distribuir influencia, resolver
disidencia y escisión. Como sus rivales del bando opositor, los gobernantes tienen que tomar
2
1
algunas decisiones clave en lo que concierne a su conducta estratégica en la arena electoral.
electoral a fin de seguir ganando las contiendas electorales. ¿Hasta qué punto deben basarse
en controles autoritarios, y qué estrategias deben elegir del amplio menú de la manipulación
electoral? ¿Y hasta qué punto deben basarse en la persuasión de los votantes, y qué
estrategias deben elegir del amplio menú de la movilización electoral?15
Las elecciones autoritarias son instituciones creativas en la medida en que constituyen a estas
respectivos paquetes de estrategias básicas. Sin embargo, no son determinantes, ya que los
resultados de la interacción conflictiva entre los tres grupos no están definido de antemano.
democracia a través de la caída súbita del autoritarismo, como en Perú y Serbia en el 2000.
Puede provocar una regresión autoritaria, con una interrupción del ciclo electoral por medio
Asimismo, puede conducir a periodos prolongados de guerra estática en los cuales los
¿En qué condiciones las elecciones autoritarias cumplen un papel “estabilizador” (Martin
1978: 120) y cuándo actúan como fuerzas “subversivas” (Schedler 2002a)? ¿En qué
como actores unitarios? ¿En qué condiciones los gobernantes y los partidos de oposición
adoptan qué clase de estrategias y con qué consecuencias? ¿Cuándo tienen éxito sus
elecciones estratégicas y cuándo conducen al fracaso? ¿Hasta dónde impactan sus jugadas
en sus correlaciones de fuerza? ¿En qué medida la naturaleza de los actores y sus opciones
2
2
punto son moldeadas por condiciones estructurales, factores institucionales y actores
proporcionando cada vez más respuestas empíricas a estas interrogantes.16 Sin embargo,
claramente hace falta más investigación comparada para resolver una buena parte de estos
Notas
La elaboración de este texto contó con el apoyo financiero del proyecto 36970-D del Consejo Nacional
de Ciencia y Tecnología (Conacyt). Una versión anterior fue publicada en inglés bajo el título “The
Logic of Electoral Authoritarianism” en Electoral Authoritarianism: The Dynamics of Unfree
Competition, editado por Andreas Schedler, copyright © 2006 por Lynne Rienner Publishers (Boulder,
Colorado, y Londres). Agradecemos la autorización de su publicación en castellano. La traducción del
Inglés estuvo a cargo de Laura Manríquez.
1 La metáfora del fantasma político, de aparición frecuente en los textos sobre populismo y otras
amenazas esquivas a la tranquilidad pública, fue presentada originalmente por Karl Marx y Friedrich
Engels en la introducción a su Manifiesto del Partido Comunista de 1848. Ellos describieron el
“fantasma del comunismo” como una “cuento de hadas” que trataron de disipar por medio de su
declaración pública de principios (se pueden encontrar versiones del Manifiesto en Internet en
www.marxists.org).
2 En realidad, no se supone que las olas alteren el nivel del mar. Sobre la “tercera ola” de democracia,
véanse, entre otros, Huntington (1991), Diamond (1999: capítulo 2) y Doorenspleet (2004). Para una
posición contrastante que observa una gradual acumulación de democracias, más que la ocurrencia de
olas, véase Przeworski et al. (2000).
3 Véase los Reportes Anuales sobre Derechos Políticos y Libertades Civiles de 1975 y 2005 presentados
por Freedom House (www.freedomhouse.org). Como el número de Estados nacionales aumentó en el
período, en particular con la desintegración del imperio soviético en 1991, las cifras pro porcionales
son un poco menos impresionantes.
2
3
5 Sobre la distinción entre acceso al poder y ejercicio del poder, y su importancia para la bibliografía
especializada en regímenes políticos, véase Mazzuca (2007).
6 Por ejemplo, si nos enfocamos en las bases institucionales del gobierno autoritario (quién gobierna)
podemos distinguir entre autoritarismos electorales “basados en partidos” que se reproducen mediante
partidos gobernantes bien institucionalizados, “militares” en los que las elecciones ratifican el dominio
militar de la política, y “personalistas” que concentran el poder del Estado en manos de un individuo
(véase también Thompson y Kuntz 2006).
9 “No country in which a party wins 60 percent of the vote twice in a row is a democracy” (Przeworski
1991: 95).
10 Las citas provienen de la lista “Political Rights and Civil Liberties Checklist” incluida (en la página
697) en el apéndice metodológico a la investigación de derechos políticos y libertades civiles de
Freedom House en 2002 (Karatnycky, Piano y Puddington 2003).
11 Desde luego, ninguna regla de codificación es perfecta, y es casi seguro que basarse rígidamente en las
calificaciones de Freedom House produzca falsos positivos en el extremo inferior. Freedom House
asigna una doble calificación de 4 (en los terrenos de derechos políticos y libertades civiles) a algunos
regímenes que no están en manos de dictadores que ejercen controles autoritarios centralizados, sino
bajo la presión de rebelión violenta, crimen organizado o descontento militar que ponen en duda la
autoridad de los actores del Estado elegidos. Ejemplo de ello son Colombia a fines de los años 1990 y
Guatemala en años más recientes.
13 Para una discusión algo más extensa de las opciones y los dilemas de la oposición véase Schedler
2
4
(2002a).
14 Sobre las exigencias organizacionales del fraude electoral, véase Way (2006).
15 Sobre el menú de la manipulación electoral, véase Schedler (2002b). Sobre el menú de la movilización
electoral, junto con la distinción orientadora entre movilización “clientelista” y “programática”, véase
Kitschelt (2000).
Referencias
Aspinall, Edward (2005), Opposing Suharto: Compromise, Resistance, and Regime Change
Beaulieu, Emily (2006), “Protesting the Contest: Election Boycotts around the World, 1990–
Barros, Robert (2005), “Secrecy and Dictatorship: Some Problems in the Study of
Brooker, Paul (2000), Non-Democratic Regimes: Theory, Government, and Politics (Nueva
World: Definitions, Dynamics and Diffusion,” St. Antony’s International Review, vol.
Cameron, Maxwell A. (2006), “Endogenous Regime Breakdown: The Vladivideo and the
Fall of Peru’s Fujimori,” The Fujimori Legacy: The Rise of Electoral Authoritarianism
in Peru, ed. Julio F. Carrión (University Park, PA: Pennsylvania State University), pp.
268–293.
2
5
Carothers, Thomas (2002), “The End of the Transition Paradigm”, Journal of Democracy,
Diamond, Larry (2000), “Is Pakistan the (Reverse) Wave of the Future?”, Journal of
––– (2002), “Elections without Democracy: Thinking About Hybrid Regimes”, Journal of
Diamond, Larry, Juan J. Linz, y Seymour Martin Lipset (1995), “Introduction: What Makes
Democracy, comps. Larry Diamond, Juan J. Linz y Seymour Martin Lipset (Boulder
Donno, Daniela (2006), “Cheating Pays: The Impact of Electoral Manipulation on Party
Eisenstadt, Todd A. (2004), Courting Democracy in Mexico: Party Strategies and Electoral
Fish, M. Steven (2005), Democracy Derailed in Russia: The Failure of Open Politics (New
2
6
Gallie, W.B. (1956), “Essentially Contested Concepts”, Proceedings of the Aristotelian
Geddes, Barbara (1999), “What do we know about democratization after twenty years?”
––– (2004), “Authoritarian Breakdown” (Los Angeles, CA: UCLA), manuscrito inédito.
Hermet, Guy, Richard Rose y Alain Rouquié (1978), “Preface”, Elections without Choice,
comps. Guy Hermet, Richard Rose y Alain Rouquié (Nueva York: Halsted Press), pp.
vii–xi.
Howard, Marc Morjé and Philip Roessler (2006), “Liberalizing Electoral Outcomes in
Huntington, Samuel P. (1991), The Third Wave: Democratization in the Late Twentieth Century
––– (1998b), “Is Ethiopia Democratic? Oldspeak vs. Newspeak”, Journal of Democracy,
Karatnycky, Adrian, Aili Piano y Arch Puddington (comps.) (2003), Freedom in the World:
The Annual Survey of Political Rights and Civil Liberties 2003 (Nueva York y Lanham,
Kuran, Timur (1995), Private Truths, Public Lies: The Social Consequences of Preference
2
7
Lindberg, Staffan I. (2006), Democracy and Elections in Africa (Baltimore and London:
preparación).
Linz, Juan J. (2000), Totalitarian and Authoritarian Regimes (Boulder y Londres: Lynne
Lust-Okar, Ellen (2005), Structuring Conflict in the Arab World: Incumbents, Opponents,
Magaloni, Beatriz (2006), Voting for Autocracy: Hegemonic Party Survival and Its Demise
Mahyew, David R. (2004), “Events as Causes: The Case of American Politics”, Contingency
in the Study of Politics: A Conference in Honor of Robert Dahl, Yale, Yale University,
Martin, Denis (1978), “The 1975 Tanzanian Elections: The Disturbing Six Per Cent”,
Elections without Choice, comps. Guy Hermet, Richard Rose y Alain Rouquié (Nueva
Methods, ed. Gerardo L. Munck (Oxford: Oxford University Press), pp. 39–49.
de Política Comparada).
2
8
Mozaffar, Shaheen y Andreas Schedler (2002), “The Comparative Study of Electoral
(enero): 5–27.
Evaluating Alternative Indices”, Comparative Political Studies, vol. 35, no. 1 (febrero
2002): 5–34.
1 (enero): 55–69.
Przeworski, Adam (1991), Democracy and the market: Political and economic reforms in
Przeworski, Adam, Michael E. Alvarez, José Antonio Cheibub y Fernando Limongi (2000),
Democracy and Development: Political Institutions and Well-Being in the World, 1950–
Sartori, Giovanni (1984), “Guidelines for Concept Analysis”, Social Science Concepts: A
Systematic Analysis, comp. Giovanni Sartori (Beverly Hills: Sage Publications), pp.
15–85.
––– (2004), “Degrees and Patterns of Party Competition in Electoral Autocracies”, 100th
5 septiembre.
2
9
(Boulder y Londres: Lynne Rienner Publishers, en prensa).
Shevtsova, Lilia (2000), “Can Electoral Autocracy Survive?”, Journal of Democracy, vol.
en prensa).
Talbi, Mohamed (2000), “Arabs and Democracy: A Record of Failure”, Journal of Democracy,
Thompson, Mark y Philipp Kuntz (2004), “Stolen Elections: The Case of the Serbian October”,
Way, Lucan A. (2006), “Authoritarian Failure: How Does State Weakness Strengthen
en prensa).
Wilson, Andrew (2005), Virtual Politics: Faking Democracy in the Post-Soviet World
Zakaria, Fareed (2003), The Future of Freedom: Illiberal Democracy at Home and Abroad
3
0