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gasta
Es frecuente en nuestra sociedad escuchar expresiones como “He perdido el
tiempo haciendo esto”. El tiempo no se puede perder, sino que se gasta en una
cosa o en otra. Cada uno tenemos un tiempo limitado en La Tierra desde que
nacemos hasta que morimos, y después ya vendrá la vida eterna.
Durante nuestra vida podemos hacer cosas muy diferentes, pero la vida solo la
hacemos una vez, y nunca se puede repetir el experimento ¿Qué hubiera pasado
si yo hubiese estudiado otra cosa, si tuviera otra familia, si hubiese emigrado a
otro pais…? Nunca podré saberlo, porque lo que ya ha pasado es una historia
concreta e irrepetible. Habrá historias tal vez parecidas, pero nunca exactamente
iguales.
Mis queridos lectores, hoy habéis dedicado un ratito a leer esto y en este tiempo
de vuestra vida que ya no volverá habéis dejado de hacer otra cosa. Espero que
no lo consideréis tiempo perdido aunque ya no tenga remedio.
La percepción del
tiempo
La percepción subjetiva del tiempo, el cómo sentimos su paso, tiene
un papel muy importante en la vida, pues afecta a nuestra salud
somática y mental.
El sentido subjetivo del tiempo hace que tengamos una noción del
pasado, del presente y del futuro. Lo utilizamos para entender el curso
y la duración de los acontecimientos, situarlos en su momento y
generar expectativas sobre ellos. Nos sirve también para cosas como
apreciar la velocidad de lo que se mueve, valorar el tamaño de un
objeto cuando lo exploramos por el tacto, o ejercer la prosodia, el
mensaje emocional que va en la entonación y el curso de las palabras
habladas. Nuestra sensibilidad para percibir y responder al tiempo está
implicada también en tareas mentales complejas, como atender a lo
que pasa, pensar para solucionar problemas o tomar decisiones,
planificar el futuro o incluso entender las mentes ajenas.
Todo ello nos hace pensar que en el cerebro humano no existe un único
reloj biológico que marque el tiempo subjetivo, sino quizá diferentes
relojes que incluso pueden no estar sincronizados. De hecho, son
muchas las partes del mismo que han sido involucradas en la
percepción del tiempo. Entre ellas podemos citar, además de las
cortezas auditiva y visual, la corteza prefrontal, los ganglios basales e
incluso el cerebelo. Una amplia red de neuronas podría estar entonces
implicada en la percepción subjetiva del tiempo. Con todo, hay una
cierta especialización funcional, pues sabemos, por ejemplo, que la
corteza visual es necesaria para que percibamos la duración de una
imagen pero no para percibir la de un sonido. Sin embargo, todavía no
sabemos cómo puede representarse en esa o en otras partes de la
corteza cerebral el tiempo percibido para cada evento. El cómo esa
representación ocurre podría explicar mucho de lo que conocemos por
experiencia sobre la percepción del tiempo, como el que nos
equivocamos más cuando los tiempos a medir son más largos o, como
ya dijimos, cuando no le prestamos suficiente atención a la duración de
lo que sea. El cerebro, en cualquier caso, debe de funcionar bien para
que podamos percibir el tiempo con precisión. Los niños de menos de
ocho años tienen una precisión temporal pobre, debido probablemente
a falta de madurez de los circuitos neuronales que lo permiten, y al
llegar la vejez hay también cambios neuronales que hacen que los
marcadores internos se enlentezcan haciendo que el tiempo subjetivo
pase más rápido. Es entonces cuando los años se hacen cortos y la vida
en general va más deprisa.
Presente fatalista
Futuro trascendental
Segundo, hay componentes del tiempo humano que son percibidos gracias a nuestros
sistemas cognitivos. Tenemos la capacidad para marcar un ritmo, con compases más o
menos constantes, pausar el tiempo necesario para que el lenguaje sea entendido, o estimar
cuanto tiempo es correcto o socialmente esperable, de aguardar en la cola de un
supermercado o tienda.
En tercer lugar, tenemos una capacidad temporal crucial pra nuestra identidad: de recordar
nuestro pasado y pensar en nuestro futuro. Esto es, nuestra capacidad cognitiva de saber
que vivimos en un tiempo personal, único de cada individuo, que fluye. Esta capacidad para
viajar mentalmente en el tiempo es una habilidad exclusivamente humana. Recordamos
vívidamente los momentos que marcaron nuestra vida, así cómo nos emocionamos de
eventos que podrían pasarnos en el futuro. Esta capacidad para recordar y anticipar nuestro
futuro está anclada en un sistema cerebral para la cognición episódica.
Por último, el tiempo es un fenómeno cultural. Diferentes culturas tienen nociones sobre el
tiempo, la puntualidad o las demandas de pensar en el pasado, presente o futuro,
diferentes. Algunos pueblos son más nostálgicos que otros de su pasado, mientras otros se
enfocan mucho en vivir los placeres del día a día, sin parecer muy preocupados en las
demandas del futuro.
Estos procesos temporales, en diferentes niveles, son estudiados por nuestro grupo de
investigación en la Facultad de Psicología. Por ejemplo, realizamos investigación en los
siguientes temas específicos:
A qué edad y qué favorece la emergencia de la capacidad cognitiva para pensar en el futuro
en niños de la etapa pre-escolar (previsión episódica).
La influencia del entrenamiento musical en cómo percibimos el tiempo.
La capacidad para procesar duraciones y su vinculación con la hiperactividad en niños
Perspectiva temporal y la consideración de las consecuencias futuras en procesos
psicosociales como la criminalidad, el consumo de sustancias o la psicopatología.
Descuento temporal, personalidad y consideración de las consecuencias futuras. Puede ir al
sitio web descuentotemporal.psico.edu.uy para completar diversas escalas on-line. Asimismo,
puede conocer un poco más sobre nuestro trabajo en el desarrollo de la versión en castellano
de la Escala CFC aquí
Relación entre la memoria episódica y el pensamiento futuro
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La estructura de la pareja: implicaciones para la terapia cognitivo conductual