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Para Portellano (2005).

El Área prefrontal constituye el “centro de la


humanidad” ya que es el responsable de ges-tionar la identidad de la
persona, el “cogito ergo sum” cartesiano. Gracias a las Funciones
Ejecutivas (FE) que alberga la zona prefrontal podemos transformar
nuestros pensamientos en decisiones, planes y acciones. En 1848 el caso de
Phineas Gage resultó paradigmático en la historia de la Neuropsicología
como ejemplo de los efectos que producen las lesiones prefrontales. Este
minero galés sufrió el impacto producido por la explosión de un barreno
que le atravesó la zona orbitofrontal, sin que afectase a sus funciones
sensoriales, vegetativas o motoras. A partir de ese momento pasó de ser un
trabajador responsable y bien adaptado, a convertirse en un sujeto
grosero, caprichoso, inestable y con gran labilidad emocional. Desde
entonces, su caso constituye el primer ejemplo documentado de síndrome
disejecutivo en la historia de la Neuropsicología. En 1875, Ferrier extirpó el
Área orbitofrontal en varios simios, observando que éstos desarrollaban con
normalidad las funciones motoras y sensoriales tras la operación quirúrgica,
aunque manifestaban una conducta excesivamente pasiva, apaciguada,
evitativa y poco inteligente. Tanto los localizacionistas como los
antilocalizacionistas asumieron la importancia funcional del Área frontal,
relacionándola con funciones jerárquicas de gran importancia como el
pensamiento y el lenguaje. A finales del siglo XIX ya se disponía de
suficiente evidencia para atribuir al lóbulo frontal la sede de la actividad
mental superior, albergando funciones como pensamiento abstracto,
predicción, la síntesis intelectual, comportamiento ético y autoconciencia.
Posteriormente los experimentos de leucotomía que realizaron Egas Moniz y
su discípulo Pedro Almeida de Lima con pacientes psicóticos, también
facilitaron el mejor conocimiento del Área prefrontal. El desarrollo de la
neurocirugía confirmó que la lesión prefrontal privaba a las personas de su
capacidad para el libre albedrío, ya que si bien las funciones sensomotoras
estaban preservadas, sin embargo muchas veces resultaba afectada la
capacidad para la programación voluntaria de la conducta, es decir se
alteraban las Funciones Ejecutivas. Aunque fue Alexander Luria el que por
vez primera se refirió a esta región terciaria del lóbulo frontal como una
superestructura capaz de controlar las restantes actividades del córtex, sin
embargo el término Funciones Ejecutivas fue acuñado por Lezak para
referirse a la capacidad del ser humano para formular metas, planificar
objetivos y ejecutar conductas de un modo eficaz. Las Funciones
Ejecutivas (FE) son una función supramodal que organiza la conducta
humana permitiendo la resolución de problemas complejos. Las FE incluyen
muy variados aspectos que se relacionan con los procesos cognitivos y
emotivos (Stuss & Benson, 1986).

a) Capacidad para seleccionar, planificar, anticipar, modular o


inhibir la actividad mental.

b) Capacidad para la monitorización de tareas.

c) Selección, previsión y anticipación de objetivos.

d) Flexibilidad en los procesos cognitivos.

e) Fluidez ideatoria.

f) Control de la atención (modulación, inhibición, selección).

g) Formulación de conceptos abstractos y pensamiento conceptual.

h) Memoria de trabajo.

i) Organización temporal de la conducta.

j) Habilidad para participar de manera interactiva con otras


personas.

k) Autoconciencia personal.

l) Conciencia ética.Las FE son responsables directas o indirectas de todas


las funciones que realiza el lóbulo frontal, ya que supervisan y coordinan las
actividades relacionadas con inteligencia, atención, memoria, lenguaje,
flexibilidad mental, control motor y regulación de la conducta emocional.

Principales características de las funciones ejecutivas

Portellano, Pérez y García. (2014). Las funciones ejecutivas (FE) son un


elemento esencial de la cognición humana y constituyen actualmente un
tema en ebullición dentro del ámbito de las neurociencias. Nunca como
hasta ahora su estudio había suscitado tanto interés entre los distintos
profesionales interesados por el cerebro. Parece como si anteriormente las
funciones ejecutivas no hubieran existido, pero en realidad su eclosión se
debe en buena medida al conocimiento más profundo del cerebro, que
ha posibilitado la confirmación de que el área prefrontal es el centro rector
de los procesos cognitivos de alto nivel, a través de las funciones
ejecutivas.

La autoría del término funciones ejecutivas se debe a Joaquín Fuster y


su divulgación a la neuropsicóloga Muriel Lezak, pero sin duda el mérito de
su conceptualización se debe a Alexander Luria, a partir de los años
sesenta del pasado siglo. Más allá de ser un constructo teórico, las FE
constituyen una realidad, como confirman los estudios de neuroimagen
funcional y las lesiones del área prefrontal. La utilización generalizada del
término funciones ejecutivas es relativamente reciente, ya que en los
manuales de neuropsicología de hace menos de tres décadas todavía no
se empleaba dicha denominación (Kolb y Whishaw, 1985; Gazzaniga,
1986).

Cuando se llevan a cabo actividades de menor dificultad o


previamente conocidas, la activación cerebral es menor porque el
aprendizaje previo facilita la ejecución del plan. Pero cuando surgen
problemas novedosos y más complejos que nos exigen emitir una
respuesta adecuada, la activación cerebral es más compleja,
necesitando un sistema rector, que coordine las acciones que nos
permitan llevar a buen puerto la conducta dirigida al logro de fines. Es en
este momento cuando podemos empezar a hablar de funciones
ejecutivas (FE) como un sistema de control y supervisión, capaz de regular
la conducta de un modo eficiente, permitiendo transformar los
pensamientos en decisiones, planes y acciones.

Para llevar a cabo las actividades intencionales, complejas y


novedosas, el ser humano dispone de un sistema múltiple (una 'función
defunciones") que se denomina funciones ejecutivas: involucra distintos
mecanismos, de los cuales unos forman el componente esencial, mientras
que otros constituyen los elementos auxiliares. Los componentes esenciales
son: actualización, fluencia, flexibilidad, inhibición, programación, toma de
decisiones y memoria de trabajo. Los componentes auxiliares son aquellos
factores relacionados con inteligencia, atención, memoria, percepción,
actividad motora y lenguaje, que facilitan el control de la actividad mental
superior por parte de las funciones ejecutivas.

Las funciones ejecutivas son un conjunto de habilidades cognoscitivas que


tienen como principal objetivo el logro del éxito en la culminación de
planes, tratando de dar solución a las tareas novedosas y complejas. Para
conseguirlo, es necesario establecer metas, organizar, planificar, iniciar,
anticipar, autorregular, monitorizar y verificar las actuaciones. De un modo
más específico, las funciones ejecutivas se pueden definir como una
función mental de alto nivel que permite dirigir el comportamiento hacia el
logro de nuevos objetivos, facilitando la resolución de problemas de mayor
complejidad frente a los que no existe una experiencia o conocimiento
previo para su solución. Las FE, por tanto, son el mecanismo de integración
capaz de ensamblar todas las piezas que regulan la actividad mental de
alto nivel. Como han señalado Verdejo y Bechara (2010), las FE incluyen
mecanismos de integración que permiten ensamblar tanto las
informaciones archivadas en el pasado como las actuales, para prever las
distintas opciones de respuesta en el futuro. Las funciones ejecutivas, por
tanto, se sitúan en la cúspide del desarrollo de la inteligencia, en el nivel
jerárquico más elevado de la actividad mental, siendo el máximo logro
que ha experimentado el ser humano a lo largo de su historia evolutiva.
Ninguna especie dispone de los recursos cognitivos que se aproximen, ni
lejanamente, a las funciones ejecutivas de los seres humanos. Se puede
resumir el significado de las funciones ejecutivas, resaltando sus tres
características más destacadas:

a) Capacidad para llevar a cabo con éxito tareas dirigidas al logro


de un objetivo. Las FE facilitan la culminación de tareas dirigidas a la
consecución de objetivos. Cuando se lleva a cabo una acción
intencional que trata de conseguir una meta concreta, es necesario
emplear diversas estrategias: decidir qué actividad se va a realizar
barajando entre distintas opciones, establecer objetivos, planificar
las secuencias, prever las consecuencias de las actuaciones que se
llevan a cabo, monitorizar el grado de cumplimiento de las etapas
intermedias y evaluar el resultado final. Como ejemplo del modo de
procesamiento de las funciones ejecutivas para dirigir una conducta
dirigida al logro de objetivos, si nos planteamos la posibilidad de
adquirir un automóvil entre varias opciones de compra, una vez que
hayamos tomado la decisión de hacerlo, tendremos que elegir qué
marca o modelo queremos adquirir; posteriormente compararemos
las distintas ofertas en los concesionarios y procuraremos ajustarnos
a un presupuesto de financiación que sea asequible a nuestra
economía, o solicitaremos un crédito bancario si no disponemos de
suficiente liquidez para su adquisición. En el cuadro 7.1 se detallan
los distintos elementos que incluyen las FE para culminar con éxito la
conducta dirigida al logro de un objetivo.

b) Capacidad para resolver problemas complejos para los que no se


tiene una respuesta previamente aprendida. La complejidad se
refiere a la preponderancia que asumen las FE cuando se realizan
actividades mentales de mayor dificultad. Las tareas rutinarias
previamente aprendidas no constituyen el soporte de las FE. Por el
contrario, cuando se plantean problemas de mayor dificultad,
como aprender un nuevo idioma, resolver un problema matemático
o iniciar el aprendizaje de un instrumento musical, se ponen en
juego activamente los distintos resortes de las FE.

c) Capacidad para adaptarse y responder ante situaciones


novedosas, de las que se carece de experiencia previa. La
novedad de cualquier acontecimiento suscita una mayor
activación de las FE. Las tareas que ya conocemos o los problemas
frente a los que ya se dispone de un conocimiento previo para su
respuesta activan otras áreas del cerebro, pero no activan las áreas
prefrontales, donde se asientan las FE, o lo hacen en menor medida.

Estructura de las funciones ejecutivas

Componentes básicos

a) Las funciones ejecutivas son un sistema multimodal y complejo que


está formado por diversos componentes, cuyo funcionamiento
interactivo permite la resolución de problemas y el logro de
conducta dirigida a fines. Las funciones ejecutivas se asemejan a un
racimo de uvas, formado por la agregación cualitativa de distintos
subcomponentes funcionales con un nexo común. Asumiendo la
multimodularidad de las FE hay que tener en cuenta que sus distintos
componentes están estrechamente interrelaciona dos entre sí y, al
mismo tiempo, cada uno de ellos es una representación parcial del
funcionamiento ejecutivo global.

Cuadro 7.1. Componentes incluidos en las funciones ejecutivas para


conseguir el logro de objetivos

— Barajar entre diversos objetivos.


— Seleccionar y decidir qué objetivo se va a llevar a cabo.
— Preparar el plan de acción para lograr dicho objetivo.
— Tener conciencia de que se dispone de aptitudes para llevar a
cabo el proceso de un modo eficaz.
— Programar las etapas intermedias
— Mantener el plan de acción en la mente.
— Iniciar la ejecución del plan y disponer de capacidad para
proseguirlo.
— Inhibir los aspectos espurios y evitar la distracción durante la
ejecución.
— Cambiar de estrategias de modo flexible, si fuera necesario.
— Anticipar posibles efectos de cada acción intermedia, dentro del
proceso de realización de conducta dirigida a fines.
— Autorregular y evaluar el curso de la acción para asegurarse que
la meta propuesta está en vías de lograrse.
— Verificar si se ha logrado el objetivo final de forma precisa o si -por
el contrario- ha existido algún fallo en su consecución.
— Preparar nuevos planes de actuación, en el caso de que no se
haya logrado el objetivo planteado.

Diferentes investigaciones han tratado de determinar cuáles son los


componentes básicos incluidos en las funciones ejecutivas,
especialmente mediante el análisis factorial (Stuss y Benson, 2006; Tirapu
et al., 2008a, 2008b; Verdejo y Bechara, 2010; Portellano y Martínez
Arias, 2013, 2014). Se acepta que - cuanto menos - las funciones
ejecutivas están formadas por los siguientes componentes:
actualización, planificación, fluencia, flexibilidad, inhibición y toma
decisiones. En el cuadro 7.2 se presentan las principales características
que definen cada uno de dichos componentes.

Cuadro 7.2. Componentes primarios de las funciones ejecutivas

Actualización
— Adquisición, inserción y manipulación de nuevas
Informaciones para resolver problemas novedosos
y complejos.
— Facilita la realización de tareas continuas de modo
solvente e involucra inteligencia fluida, memoria
operativa, lenguaje expresivo, abstracción y
razonamiento.
Planificación
— Capacidad para determinar, seleccionar y
organizar las secuencias necesarias que permitan
conseguir un objetivo determinado.
— Implica la capacidad para anticipar, ensayar,
prever y ejecutar secuencias complejas, teniendo
en cuenta el conocimiento de las acciones
pretéritas y la perspectiva prospectiva,
— Involucra: memoria prospectiva, memoria de la
fuente y memoria temporal.

Fluencia

— Capacidad para procesar la información y emitir

respuestas de un modo eficaz, empleando el

menor tiempo posible.


Flexibilidad

— Emisión de respuestas adecuadas y pertinentes


para cada situación, generando nuevos patrones
de conducta que facilitan la alternancia, al mismo
tiempo que se inhiben aquellas respuestas que
resultan inadecuadas.
— Permite realizar la alternancia entre varias tareas
cambiantes que se ejecutan de modo simultáneo
o alternante.
— Implica: atención selectiva, atención dividida y
memoria prospectiva.
Inhibición
— Supresión activa de la información no relevante, o
de las respuestas automáticas que resultan
inapropiadas para realizar eficazmente la tarea
propuesta.
— Involucra: resistencia a la interferencia, atención
sostenida e inhibición motora.
Toma de — Selección de la opción más ventajosa entre un
desiciones repertorio de decisiones varias alternativas
disponibles, con el menor costo posible.
— Implica factores como: conciencia ética, control
de los impulsos, autorregulación, capacidad de
anticipación y capacidad de inhibición.

Referencia Bibliográfica

Portellano, J. (2005). Introducción a la Neuropsicología. McGRAW-


HILL/INTERAMERICANA DE ESPAÑA, S. A. U.

Portellano, J., Pérez J., y García, A. (2014). Neuropsicología de La Atención,


Las Funciones Ejecutivas y La Memoria. Editorial Sintesis.

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