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REPORTE DE LECTURA

LA AUTONOMÍA DE LA RAZÓN
Luis Ángel Iturrioz

En este artículo que se divide en cinco apartados y que lleva por nombre “La
Autonomía de la razón” de Luis Ángel Iturrioz, se hace un breve recorrido sobre
la razón a través de la historia, puntualizando de manera concisa el realce que se
le dio en cada etapa de la historia a la razón pero solo tomando en cuenta de la
edad media hasta la contemporánea; se trata de ver la postura que se ha tomado de
la razón hacia la fe y viceversa.

En el primer apartado se nos trata de esclarecer que la razón no es autónoma en


un sentido radical como lo pretende el racionalismo, sino que más bien, necesita
de otro campo para ejercer sus funciones específicas, pues la fuente de todo
conocimiento reside en la unión de los sentidos y de la razón. Por ejemplo, el
primer acercamiento con la realidad es gracias a las sensaciones y posterior, con la
razón tenemos o adquirimos un conocimiento científico de la realidad. Se puede
hablar de autonomía de la razón a la hora de realizar sus funciones específicas, así
como los sentidos tienen su autonomía a la hora de su actuación. Por lo tanto, la
razón no debe de jactarse en llamarse autónoma, porque en sí, necesita hacer
síntesis con la experiencia sensorial para lograr todo lo que, el hombre ha realizado
a través de los tiempos (ciencia y técnica).

Por otro lado, también en este apartado resalta nuevamente, que la experiencia
sensorial y la razón son facultades de un individuo que percibe y conoce la
realidad; y que, al entrar al contacto, surgen varias preguntas que ahora llamamos
como fundamentales y que Kant las formulo de la siguiente manera ¿Qué puedo
saber? ¿Qué debo hacer? ¿Qué me cabe esperar? y en estas preguntas anida la
cuestión radical por el sentido de la vida. También estas preguntas por medio de la
razón llevó que nacieran unas nuevas ciencias: Arte, religión y filosofía que son
otros modos de razón que unifican la realidad en contextos de sentido. Estas
ciencias que parten de la razón van a buscar de comprender la verdad que circunda
al sujeto pensante, y al igual la fe tendrá ese objetivo, es por eso que los siguientes
apartados se hablara de como se ha tratado de conciliar estos dos campos del ser
humano: fe y razón, que tienden hacia el mismo fin

En el segundo apartado se centra especialmente en todo que concierne a la fe en el


campo del cristianismo; en lo que consiste. En este apartado encontramos a varios
autores de la época patrística y de la escolástica; etapas donde ya se trata de
conciliar la fe con la razón, solo se llega a una aceptación de la razón. En primer
lugar, está San Agustín, quien en su itinerario de vida, le aquejaba bastante conocer
la verdad y fue en los libros sagrados donde la encontró, es por eso que el primer
paso para él, es creer para entender para posteriormente, entender para creer.
Después de haber aceptado todos los presupuestos de la fe cristiana, busca las
razones para probar el contenido aceptado. Igual que el obispo de Hipona, San
Anselmo, acepta la razón o en otro termino, a la filosofía para extraer la fuerza
aprobativa de su fe.

Y por último, en este apartado encontramos a Santo Tomas, quien es el unificador


de estos dos campos, con él, se llega a crear una relación de armonía, donde las
dos ciencias son vistas como iguales, cada una con su autonomía. Y, es que en el
tiempo de la escolástica se veía con mala cara la filosofía, propiamente la de
Aristóteles, que por antonomasia, el pagano. El pensamiento de este griego, era
algo revolucionario en aquella época, es por eso que el Aquinate lo ve adecuado
para integrar lo antiguo con lo nuevo y así, tener más coherencia las verdades de
fe, mismas verdades por las cual, la razón emprende su camino hacia la búsqueda
pero con matices muy diferentes. Gracias a Santo Tomas y a su trabajo unificador,
se ha podido comprender los contenidos de la fe y el porqué de la misma fe.

En el tercer apartado, se desvía un poco el tema sobre la armonía que se trató en el


apartado anterior. En este apartado nos retrocedemos un poco, nos remontamos a
los primeros siglos del cristianismo, donde al encontrarse estas dos ciencias hubo
muchas discrepancias, pues al encontrarse, se dan cuenta que la dos pretenden ser
totalizantes, dado que se refieren al mismo ámbito de las ultimas preguntas, las que
orienta la vida del ser humano. Fue primero la fe, quien vio con ojos de desprecio
a la filosofía, por ejemplo, tenemos el caso de Tertuliano, el cardenal Pedro
Damián, entre otros; quienes no querían esa armonía entre estas dos ciencias,
querían la autonomía de la una sobre la otra. Era tanto el desprecio, que tiempo
después, cuando se empezó a ocupar de las herramientas de la filosofía, esta fue
catalogada como la sierva o esclava de la teología, haciendo menos a la filosofía.

Pero, ahora en el apartado cuarto, las cosas son diferentes. Aquí, se hace un
recorrido en la edad moderna, donde propiamente, la razón ve con desprecio a la
Fe, la filosofía a la teología, cayendo en el racionalismo. Entre los pensadores que
iniciaron este alejamiento, están dos principales, Descartes, Kant, pero después
encontramos, por ejemplo: un Hegel, un Comte o un Marx. Primero, con Descartes
la Razón se considera autónoma y suficiente como para orientar la vida del
hombre, se desecha todo presupuesto religioso o de fe, pero lo paradójico es que,
tiene que recurrir a la idea de Dios para salvar su sistema. Pero este pensamiento
de Descartes, de que la razón es autónoma, es una quimera, lo que sí se puede
decir, es que, la razón realiza su trabajo de manera aislada. Los otros autores
mencionados, ayudaron en gran parte con la ayuda de la “sola razón” el auge de
las ciencias y el progreso, y sí que se logró mucho, pero lo triste es que las ciencias
no sondean hasta lo más hondo del hombre, no se pregunta sobre que es el hombre
y cuál es su destino, pues rechazan la religión y a la metafísica, que se ocupan de
ello.

En el último apartado, se analiza la reacción que tuvo la filosofía cristiana hacia


el pensamiento moderno, este, dio un duro golpe a la filosofía con el auge de las
ciencias experimentales, hizo que perdiera coherencia y autoridad, fe, y por ende,
la religión cristiana. Su reacción posterior al pensamiento moderno, es un poco
radica. Algunos autores, usaron la falacia del ataque persona, pues atacaba en sí,
en forma de desprecio al pensamiento, más no, sus argumentos; usaban muchos
términos peyorativos para referirse al pensamiento moderno.

De la que sí se puede ver como una buena reacción por parte de la fe (iglesia
católica) al pensamiento moderno, fue la encíclica Aeternis Patris de León XIII,
donde el pontífice, toma una vez más el pensamiento de Sto. Tomas, quien ocupa
el centro de todo el documento. Debemos de recordar que el hizo esa armonía entre
estas dos ramas (Fe y Razón) y que, ahora, nuevamente se reindivicado a su
pensamiento para incrementar y perfeccionar lo antiguo con lo nuevo.

Entre otros pensadores que se pueden rescatar por su positiva reacción al


modernismo y que trataron de unificar con la fe, encontramos a, M. Blondel con
su metodo de la inmanencia, Pierre Teilhard con su unificación de teología,
metafísica y ciencia, evolución y creacionismo, por otro lado, Jacques Maritain
con su renovación en el tomismo, y en este contexto renovador, encontramos a
Lovaina, Maréchal que emprenden una metafísica cristiana de raíz Kantiana, pero
con un logro mejor, superando al mismo Kant, Karl Ranner también se mueve por
esta línea. Son más los autores cristianos, que lograron esa renovación tomista para
bien de la fe y que en la encíclica los menciona, pero después el teólogo Ratzinger
reclama el hecho de que a varios autores no se les toma en cuenta o no se les da
sus méritos.

Por último, el autor cierra con la importancia de retomar o conjugar estas dos
ciencias, pero más aún la importancia de la fe en el pensamiento moderno. La fe
puede volverle esa parte esencial a la filosofía, que es la metafísica para volver a
preguntarse esas cuestiones fundamentales del hombre. El autor considera que para
que se logre lo anterior, es necesario que el hombre ilustrado conozca el valor del
otro, o sea, que haga exaltar la intersubjetividad.

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