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JESÚS DE NAZARET. QUÉ QUISO, QUIÉN FUE. GERHARD LOHFINK.

EDITORIAL HERDER, 2013.

REFERENTE A LA REELABORACIÓN DEL TESTIMONIUM FLAVIANO: Así,


el historiador judío Josefo (siglo I d.C.), en su obra Antigüedades judías, aporta una noticia
sobre Jesús (Ant. 18,63-64) en la que se habla de sus milagros. En el pasado, esta noticia
estuvo, desde el principio hasta el fin, sujeta a la sospecha de que se trataba de una
inserción cristiana. Hoy día, la mayoría de los investigadores admiten que en este pasaje
Josefo habla efectivamente de Jesús, aunque el texto ha sufrido una reelaboración
cristiana. Son muchos los indicios que hablan en favor de la hipótesis de la reelaboración.
Apenas es posible ciertamente reconstruir en su integridad el texto original. Con todo, la
sustancia de la noticia podría responder a la frase: «Fue autor de hechos extraordinarios»
(paradoxon ergon poietes). Josefo aludía, con estas palabras, a los milagros de Jesús.1

LA CENTRALIDAD DE LO MILAGROSO EN LA ANTIGÜEDAD: En aquel tiempo


se contarían sin cesar hechos taumatúrgicos, habría sido muy grande la fe en hechos
milagrosos, se habrían contado muchos prodigios de un gran número de «hombres
divinos». Lo milagroso flotaría, por así decirlo, en el aire. Y la situación no habría sido
muy diferente en el judaísmo en tiempos de Jesús.2

Para expulsar a los demonios Jesús nunca recurrió a un nombre. Actuaba por su propia
autoridad. Y sobre todo: nunca echó mano de prácticas mágicas.3

SOBRE EL CONCEPTO DE “MILAGRO”: El concepto bíblico de milagro no coincide


con el elaborado con intenciones apologéticas, por la neoescolástica del siglo XIX y
comienzos del XX… No se trata de «leyes de la naturaleza» en el sentido moderno y menos
aún de su quebrantamiento. Para la Biblia es milagro lo inhabitual, lo inexplicado, lo
inconcebible, lo desconcertante, lo inesperado, lo pasmoso, lo terrorífico, lo que provoca
asombro, lo que desborda lo cotidiano, aquello con lo que Dios arranca a los hombres de su
indiferencia y hace que dirijan la mirada hacia él… Para el hombre bíblico, Dios habla
continuamente a su pueblo. Por eso todo resultado feliz, toda historia de salvación y la
misma gloria de la creación pueden experimentarse como milagro.4

LO DEMONIACO EN LA ANTIGÜEDAD: En la Antigüedad y en el judaísmo podía


atribuirse a poderes demoníacos todo lo caótico y destructor. Esto era particularmente
aplicable a los casos de psicosis y de enfermedades psíquicas. Si un enfermo veía destruida

1
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, pp. 153-154.
2
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 156.
3
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 163.
4
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 166.
o perturbada su identidad o no tenía ya ningún control sobre sí mismo, se recurría, con
excesiva facilidad, a la explicación de la posesión diabólica.5

Un poseso [poseído] podía ser librado de los demonios con ayuda de exorcismos. Se
facilitaba así la tarea, muchas veces plenamente inconsciente, de asignar el papel de
posesos a los enfermos, impedidos, oprimidos, a personas en situaciones sin salida, en
resumen, a todos los estigmatizados por la sociedad. Los expulsados al margen disponían
así de un «constructo social» que les permitía expresar «en un lenguaje sintomático
públicamente aceptado» su situación social sin esperanza. Conseguían por este camino ser
tenidos en cuenta, que se preocuparan por ellos, que recibieran «tratamiento». 6

Jesús no recurrió nunca a prácticas mágicas como el exorcista Eleazar, de quien informa
Josefo. No empleó amuletos, raíces mágicas, ni fórmulas del tipo «abracadabra»: en sus
expulsiones de demonios no invocó «nombres» poderosos. Tampoco sus órdenes a los
demonios tenían nada que ver con la magia. Jesús impera sobre los demonios del mismo
modo que, según los salmos, impera Dios sobre las fuerzas hostiles a su divinidad. Incluso
cuando introduce los dedos en los oídos del hombre sordo o cuando utiliza la saliva para
curar al ciego, no recurre a prácticas mágicas, sino que se sirve de los medios terapéuticos
de su tiempo.7

CARACTERISTICA DE LOS MILAGROS DE JESÚS: Sus milagros giran siempre en


torno a los demás, nunca en torno a él mismo. Los milagros de Jesús son pura inclinación
afectuosa a los hombres sumidos en la necesidad. Esta afirmación es aplicable no solo a las
curaciones milagrosas y a las expulsiones de demonios, sino también a las resurrecciones
de muertos, la calma de la tempestad y la multiplicación de los panes. Jesús jamás se ayudó
a sí mismo.8

Estaba ampliamente difundida la idea de que el Mesías o el portador de la salvación tenía


que acreditarse y, además, por medio de un milagro específico que demostrara su poder y
su legitimidad. Josefo informa que antes de la guerra judía aparecieron pretendidos Mesías
y pseudoprofetas que soliviantaban al pueblo contra los romanos… Es evidente que estos
falsos profetas encontraron numerosos seguidores. Prometían al pueblo una clase de
milagros a los que llamaban «señales de la liberación», aunque todos ellos encerraban algo
de excesivo y teatral.9

5
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 170.
6
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 170.
7
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 172.
8
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 172.
9
LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 173.
LOS MILAGROS DE JESÚS SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO. XAVIER
LÉON-DUFOUR. EDICIONES CRISTIANDAD, 1979.

LOS MILAGROS DE JESÚS Y LA DEMONOLOGÍA JUDÍA.

¿Se distinguía en aquella época la enfermedad de la posesión diabólica y la curación natural


del exorcismo? ¿Penetró Jesús en la mentalidad de sus contemporáneos hasta compartir sus
creencias en ese terreno? ¿Qué significaban a sus ojos las curaciones que él interpretaba
como liberaciones de posesos? ¿Pueden tener para nosotros el mismo significado?10

LA DEMONOLOGÍA Y SU CULTURA: La creencia en los demonios y en las


posesiones diabólicas es un hecho cultural común a todos los contemporáneos de Jesús.
Quien se pregunta por las fuentes arcaicas de esta creencia descubre sin dificultad la
persistencia de una mentalidad animista: todas las cosas de la naturaleza, las
manifestaciones de las fuerzas que el hombre considera superiores a sí mismo, la
alternancia de hechos felices y desgraciados, etc., se atribuyen a espíritus que albergan
intenciones favorables o desfavorables.11

En Israel fue tomando forma una doctrina sobre los ángeles y los demonios en la que se
podrían señalar elementos tomados de todas las civilizaciones del entorno: Canaán, Egipto,
Mesopotamia e Irán, sin contar el sincretismo griego, con el que se encontró finalmente el
judaísmo en su ruta por los países de la diáspora y en la propia Palestina.12

Por más que la religión judía elimine el culto a las divinidades paganas, viejos dioses
destronados simbolizan ahora el ámbito del mal, como Beelzebul, «Baal el Príncipe»,
convertido en el «príncipe de los demonios» (Mt.12:24).13

Por lo demás, en el ambiente en que vivió Jesús se practicaban exorcismos (Mt.12:27),


práctica ambigua cuando se procuraba conseguir formularios eficaces e invocar nombres
poderosos (Hch.19:13-16). Los ambientes paganos conocían evidentemente prácticas
análogas, con un énfasis todavía mayor en la mentalidad mágica vinculada a las tradiciones
arcaicas.14

¿Hasta qué punto esas creencias tenían repercusiones en el problema de la enfermedad y


la curación? La respuesta debe ser matizada. En la antigüedad oriental se acudía desde
siempre a los sacerdotes en busca de recetas para curar y de exorcismos para librarse de

10
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 61.
11
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 62.
12
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 63.
13
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 63.
14
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
64-65.
maleficios. Existía también una farmacopea popular; pero el recurso a las fórmulas
imprecativas y a la invocación de los «nombres» tenía tanto éxito como ella, si no mayor.15

Los testimonios concordantes de la Misná, el Talmud y los evangelios muestran la


existencia de numerosos médicos en las ciudades y aldeas de Judea y Galilea. La profesión
figura una vez entre los oficios menos honorables, pero funciona con toda normalidad. No
sería, pues, razonable exagerar los rasgos arcaicos atribuibles a la mentalidad de la época.16

La creencia en el influjo oculto de los demonios y de los espíritus malignos estaba quizá tan
extendida en el ambiente judío como en el griego u oriental, salvo que para los judíos, en
último término, Dios seguía siendo el dueño.17

LA ENFERMEDAD ATRIBUIDA A LOS ENTES ESPIRITUALES: Otros episodios


muestran claramente que ese trasfondo es percibido con fuerza por la muchedumbre y por
los enemigos de Jesús, por sus discípulos y por los que se entusiasman de su poder. Los
mismos evangelistas, en algunos sumarios, atribuyen las enfermedades a la acción de los
demonios o de los espíritus impuros.18

El caso del joven al que no pueden curar los discípulos es particularmente interesante. Es,
con toda evidencia, un epiléptico cuya crisis se describe con un lujo de detalles calcado del
natural: un «lunático», dice Mateo. En los tres evangelios, la enfermedad es atribuida a un
espíritu (o un demonio) que posee al niño.19

EL NOMBRE DE JESÚS EN LOS EXORCISMOS: La reputación del nombre de Jesús


le sigue por todas partes. Según Marcos y Lucas, un exorcista ajeno al grupo de los
discípulos expulsa demonios «en nombre de Jesús» (Mc.9:38-40 par.); Jesús no niega,
según Marcos, que sea posible «hacer un milagro (dynamin) en su nombre» y concluye que
«quien no está contra nosotros está con nosotros».20

En Lc.10:9 son enviados en misión y reciben el poder de curar a los enfermos. A su retorno
exclaman: «¡Hasta los demonios se nos someten en tu nombre!» (10:17). Según esto, la
curación de las enfermedades va acompañada de exorcismos hechos «en nombre de Jesús»,
es decir, apelando a su poder.21

15
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 65.
16
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
65-66.
17
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 66.
18
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 67.
19
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
20
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
21
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
Ahora bien, en la magia antigua la invocación de los nombres divinos dotados de «poder»
ocupaba un lugar muy importante. ¿Cómo, pues, es posible emplear legítimamente el
nombre de Jesús con esa finalidad?22

Es instructiva una comparación con el texto paralelo de Mc.6:13: los Doce expulsan
muchos demonios y curan a los enfermos ungiéndolos con aceite; esto supone una mezcla
inextricable de exorcismos y farmacopea popular.23

La expulsión de Satanás, signo del reino de Dios, es por tanto un acto «escatológico» de
Jesús, puesto que manifiesta la victoria final de Dios sobre las potencias enemigas de su
designio y hostiles al hombre.24

Jesús no enseñó nada nuevo en materia de demonología: en este punto empleó el lenguaje
de su tiempo. Lenguaje que era naturalmente simbólico o, mejor, mítico… Pero es evidente
que, para Jesús, el lenguaje simbólico servía para traducir una experiencia a la que él
atribuía el máximo realismo.25

NOTA AL PIE DE PÁGINA: Actualmente, la conjunción de la psicología, la etnología y


la lingüística descubre en el lenguaje mítico una forma de expresión indispensable que
aparece en todas las culturas para traducir lo que no puede explicarse en conceptos claros.
En este sentido hablamos aquí de mito para designar las representaciones que «describen»
el mundo demoníaco. Según esto, la interpretación de tal lenguaje plantea precisamente un
problema de «desmitologizacion» que no lleva en manera alguna a una «reducción» del
mito, sino que, interpretándolo, intenta explorar la realidad psicológica y espiritual
expresada en él.26

PERSPECTIVAS RABINICAS SOBRE EL MILAGRO.

La única fuente que permite presentar el milagro en la tradición judía es la abundante


literatura rabínica. Ahora bien, ¿en qué medida esta literatura, que va del siglo II al V e
incluso llega a los siglos XI y XII, refleja las ideas difundidas entre el pueblo judío en la
época del cristianismo naciente? La dificultad es grave porque, si bien la antigüedad de tal
o cual tradición ha podido ser confirmada en algunos casos gracias a otros documentos
situados cronológicamente, la mayoría de los textos no pueden datarse con certeza. Pero
aquí contamos con el apoyo de la tradición rabínica como tal. Se admite generalmente que
la literatura en cuestión es portadora de tradiciones muy antiguas.27

22
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
68-69.
23
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 69.
24
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 71.
25
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 73.
26
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 73.
27
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 75.
Para la tradición rabínica, el Dios de Israel es el dueño absoluto de su creación, «el único
que hace maravillas» (Sal.136:4); todo vino a la existencia por orden suya. Nunca se
discutió que el Dios creador pudiera operar en todo momento cualquier prodigio. Por tanto,
sólo Dios puede ser el autor de un hecho milagroso: tal es la convicción fundamental de la
tradición rabínica.28

LOS MILAGROS DE JESÚS EN SU ENTORNO.

Para la masa del pueblo, que se veía sumergida en un mundo de ángeles y demonios, el
milagro era una realidad indiscutible y cotidiana. Obsesionado por las ideas de la corriente
apocalíptica, el pueblo vivía en la espera de la redención mesiánica definitiva.29

28
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 77.
29
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 91.

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