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Para expulsar a los demonios Jesús nunca recurrió a un nombre. Actuaba por su propia
autoridad. Y sobre todo: nunca echó mano de prácticas mágicas.3
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, pp. 153-154.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 156.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 163.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 166.
o perturbada su identidad o no tenía ya ningún control sobre sí mismo, se recurría, con
excesiva facilidad, a la explicación de la posesión diabólica.5
Un poseso [poseído] podía ser librado de los demonios con ayuda de exorcismos. Se
facilitaba así la tarea, muchas veces plenamente inconsciente, de asignar el papel de
posesos a los enfermos, impedidos, oprimidos, a personas en situaciones sin salida, en
resumen, a todos los estigmatizados por la sociedad. Los expulsados al margen disponían
así de un «constructo social» que les permitía expresar «en un lenguaje sintomático
públicamente aceptado» su situación social sin esperanza. Conseguían por este camino ser
tenidos en cuenta, que se preocuparan por ellos, que recibieran «tratamiento». 6
Jesús no recurrió nunca a prácticas mágicas como el exorcista Eleazar, de quien informa
Josefo. No empleó amuletos, raíces mágicas, ni fórmulas del tipo «abracadabra»: en sus
expulsiones de demonios no invocó «nombres» poderosos. Tampoco sus órdenes a los
demonios tenían nada que ver con la magia. Jesús impera sobre los demonios del mismo
modo que, según los salmos, impera Dios sobre las fuerzas hostiles a su divinidad. Incluso
cuando introduce los dedos en los oídos del hombre sordo o cuando utiliza la saliva para
curar al ciego, no recurre a prácticas mágicas, sino que se sirve de los medios terapéuticos
de su tiempo.7
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 170.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 170.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 172.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 172.
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LOHFINK, Gerhard. Jesús de Nazaret. Qué quiso, quién fue. Barcelona: Editorial Herder, 2013, p. 173.
LOS MILAGROS DE JESÚS SEGÚN EL NUEVO TESTAMENTO. XAVIER
LÉON-DUFOUR. EDICIONES CRISTIANDAD, 1979.
En Israel fue tomando forma una doctrina sobre los ángeles y los demonios en la que se
podrían señalar elementos tomados de todas las civilizaciones del entorno: Canaán, Egipto,
Mesopotamia e Irán, sin contar el sincretismo griego, con el que se encontró finalmente el
judaísmo en su ruta por los países de la diáspora y en la propia Palestina.12
Por más que la religión judía elimine el culto a las divinidades paganas, viejos dioses
destronados simbolizan ahora el ámbito del mal, como Beelzebul, «Baal el Príncipe»,
convertido en el «príncipe de los demonios» (Mt.12:24).13
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 61.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 62.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 63.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 63.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
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maleficios. Existía también una farmacopea popular; pero el recurso a las fórmulas
imprecativas y a la invocación de los «nombres» tenía tanto éxito como ella, si no mayor.15
La creencia en el influjo oculto de los demonios y de los espíritus malignos estaba quizá tan
extendida en el ambiente judío como en el griego u oriental, salvo que para los judíos, en
último término, Dios seguía siendo el dueño.17
El caso del joven al que no pueden curar los discípulos es particularmente interesante. Es,
con toda evidencia, un epiléptico cuya crisis se describe con un lujo de detalles calcado del
natural: un «lunático», dice Mateo. En los tres evangelios, la enfermedad es atribuida a un
espíritu (o un demonio) que posee al niño.19
En Lc.10:9 son enviados en misión y reciben el poder de curar a los enfermos. A su retorno
exclaman: «¡Hasta los demonios se nos someten en tu nombre!» (10:17). Según esto, la
curación de las enfermedades va acompañada de exorcismos hechos «en nombre de Jesús»,
es decir, apelando a su poder.21
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 65.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
65-66.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 66.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 67.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 68.
Ahora bien, en la magia antigua la invocación de los nombres divinos dotados de «poder»
ocupaba un lugar muy importante. ¿Cómo, pues, es posible emplear legítimamente el
nombre de Jesús con esa finalidad?22
Es instructiva una comparación con el texto paralelo de Mc.6:13: los Doce expulsan
muchos demonios y curan a los enfermos ungiéndolos con aceite; esto supone una mezcla
inextricable de exorcismos y farmacopea popular.23
La expulsión de Satanás, signo del reino de Dios, es por tanto un acto «escatológico» de
Jesús, puesto que manifiesta la victoria final de Dios sobre las potencias enemigas de su
designio y hostiles al hombre.24
Jesús no enseñó nada nuevo en materia de demonología: en este punto empleó el lenguaje
de su tiempo. Lenguaje que era naturalmente simbólico o, mejor, mítico… Pero es evidente
que, para Jesús, el lenguaje simbólico servía para traducir una experiencia a la que él
atribuía el máximo realismo.25
22
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, pp.
68-69.
23
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 69.
24
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 71.
25
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 73.
26
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 73.
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DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 75.
Para la tradición rabínica, el Dios de Israel es el dueño absoluto de su creación, «el único
que hace maravillas» (Sal.136:4); todo vino a la existencia por orden suya. Nunca se
discutió que el Dios creador pudiera operar en todo momento cualquier prodigio. Por tanto,
sólo Dios puede ser el autor de un hecho milagroso: tal es la convicción fundamental de la
tradición rabínica.28
Para la masa del pueblo, que se veía sumergida en un mundo de ángeles y demonios, el
milagro era una realidad indiscutible y cotidiana. Obsesionado por las ideas de la corriente
apocalíptica, el pueblo vivía en la espera de la redención mesiánica definitiva.29
28
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 77.
29
DUFOUR, Xavier. Los milagros de Jesús según el Nuevo Testamento. Madrid: Eds. Cristiandad, 1979, p. 91.