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72 La Palabra de Dios

por la predicación de Pedro (Hch. 1:1) y la palabra que predicó Pablo en su primer viaje
misionero (Hch. 13:5, 7, 44, 48, 49; 15:35, 36), en el segundo (Hch. 16:32; 17:13; 18:11) y en el
tercero (Hch. 19:10). Fue el centro de atención de Lucas en el libro de los Hechos, en el relato
de su amplia y rápida propagación (Hch. 6:7; 12:24; 19:20). Pablo se preocupó también de
decirles a los corintios que les estaba transmitiendo la palabra que Dios le había dado, una
palabra que no había sido adulterada, y que era una manifestación de la verdad (2 Co. 2:17; 4:2).
Y Pablo la reconocía como la fuente de su predicación (Col. 1:25; 1 Ts 2:13).
Los autores de los Salmos 19 y 119 y de Proverbios 30:5, 6 hacen contundentes afirmaciones
sobre la Palabra de Dios, distinguiéndola de cualquier otro texto o instrucción religiosa de la
historia de la humanidad. Estos pasajes ofrecen los argumentos para que a la Biblia se le llame
“sagrada” (2 Ti. 3:15) y “santa” (Ro. 1:2).
La Biblia reivindica una autoridad espiritual completa en materia de doctrina, reprobación,
corrección e instrucción en justicia puesto que representa la Palabra inspirada del Dios
Todopoderoso (2 Ti. 3:16, 17). Las Escrituras afirman su suficiencia espiritual hasta el punto de
reclamar exclusividad para su enseñanza (véase Is. 55:11; 2 P. 1:3, 4).
La Palabra de Dios se declara inerrante (Sal. 12:6; 119:140; Pr. 30:5; Jn. 10:35) e infalible (2
Ti. 3:16, 17). En otras palabras, puesto que es absolutamente verdadera, es completamente digna
de confianza. Todas estas cualidades se derivan de que es Dios quien imparte las Escrituras (2
Ti. 3:16; 2 P. 1:20, 21), lo cual garantiza su cualidad divina en su origen y en sus escritos
originales.
A lo largo de las Escrituras, la persona y la Palabra de Dios se interrelacionan, tanto es así
que lo que es cierto del carácter de Dios, lo es también de la naturaleza de Su Palabra. Dios es
verdadero, perfecto y confiable, y por tanto, lo es también Su Palabra. Lo que alguien piensa
sobre la Palabra de Dios refleja, de hecho, su opinión de Dios.
La biblia posee muchas características importantes y singulares que la diferencian de
cualquier texto meramente humano y la sitúan a una inmensa distancia de ellos. Siete de sus
características más significativas nos la describen como, (1) activa (1 Ts. 2:13; He. 4:12); (2)
verdadera (Is. 55:10, 11; Lc. 16:17); (3) poderosa (Ro. 1:16, 17; 1 Co. 1:18); (4) viva (Jn. 6:63;
He. 4:12; 1 P. 1:23); (5) purificadora (Ef. 5:26); (6) nutritiva (1 P. 2:2); y (7) santificadora (Jn.
17:17, 19). La tabla 2.1 perfila los diferentes símbolos que utilizan las Sagradas Escrituras para
representar una serie de verdades espirituales en relación con la Palabra de Dios.

Inspiración de las Escrituras


Revelación e inspiración
Definición de inspiración
Preparación para la inspiración
Pruebas de la inspiración

Dios inició la revelación y manifestación de sí mismo a la humanidad (He. 1:1).[2] Lo hizo


mediante versículos diversos; unas veces por medio del orden creado y otras a través de
visiones/sueños o el mensaje de los profetas (He. 1:1 – 3). Sin embargo, las revelaciones más
completas y comprensibles de sí mismo fueron por medio de las proposiciones escritas de las
Escrituras (1 Co. 2:6 – 16). La Palabra escrita de Dios es singular si tenemos en cuenta que es la

[2] Los dos párrafos se han adaptado de MacArthur, MacArthur Study Bible: English Estándar Version, xviii-xix.
Usado con permiso de Thomas Nelson.

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