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Z Feminismo, género
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Palinodia
C o l e c c ió n A r c h iv o F e m in is t a
Feminismo, género
y diferencia(s)
Palinodia
Rcgitrr» <lc prop:<¿jd ¡mri<ciii»!: N®J690.*8
ISBN:!>78-'»56.8438 I--3
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D ucfoydM gM nucidn: l'»lo*ru Canillo Morí
Presentación 5
Bibliografía 113
Presentación
Nelly Richard
¿Tiene sexo la escritura?’
' F í k texto es u n í v tn .'ó r <r>rrep.ki» dei v»pí:.ilo que !k » a el mismo tl«u!o en N c ’íy
Rich-e.l S h a h Ií m /fr m e n ltw f’ikfÚ M ¿ t U Uifrrtn ia y (tt/ tw j i.lw ./. Santia
go. F n n o K O Zefters. 1993
El C o n d e so In te rn u K tiu ld e L n e ritiiíi Femcnin» I J tin o * m e titia i fue oo-otguú-
wri'i pix Carmen Rereii^uír (C li le). I>ii.-ne.i Eltit tCh.le). I ncii Guerra (ím m Ii»
Unido»). E i j r i O r i r p (Estado® Unidos! y N elly Richard tCK <>. I m intervenciones
ptrwriir*.)» en el Congreso í w o o reunidas en 'a publicación ü n r itv r n i btiitin,
editor* C . i'crenpurr y otras. S w in ifD de Chile. C uan© Pn«|'U>. 1989.
• A'l lf>c¿liftca Eugenia Briro en su Imroduixi^n i Eteribrr» ¿ii ivnlti. p.
transformación culinr.il con las que esas energías ¡rían a conec
tarse, se arriesgó sin embargo a pensar desde el margen de la
diferencia sexual como una zona de desafio y cuestionan) iento a
las hegemonías discursivas.
IJ lSpreguntas lanzadas por el Congreso secontextuaiua-
ron bajo una doble marca de enunciación: la de la violencia y la
censura p c líti^s d i! Chile de la dictadura en cuyo dislocado
paisaje se reali/ó el evento; la de la marginalidad periférica de !a
escritura latinoamericana frente al discurso académico metro
politano. Si bien la primera de estas dos marcas se vio luego
transformada por la rca|>criura democrática, la segunda de ellas
sigue enfrentando la crítica local a la necesidad de reajustar el
saber importado de la teoría feminista internacional en función
de lo que provocan y demandan en Chile la poética y la narrati
va emergentes.
’ Recojo mui pregar. t.\sde uní reseña Je M > rn C i> uu rr.tf 'F ite lo io d c w¡"
Je M arina Arrute, publicada t il Rcvími / .,/ V i l l;.l..ñ tn t t p e á J i M ujer )• escri
m ía , Ca.icepción, agosto 198.\
ts mía la tradi#cii>.-i Je « U <¡tx <lr Jcan FuncoU l.;\>urd, tacjidi del capitulo
‘ F ^ n l d i l í dj.fi í la m e r j l j n j u í ' J e ÜKihm eni: f A t ñ t , Pjris. U n io n Genérale
d-Editioos, r r T-p, 213/214.
metafísica Je lo hiimauo-univcrs.il. Lo supuestamente neutro tic la
lengua, su aparente indiferencia a las diferencias sexuales, carnuda
de hecho el operativo que unlversalizó a la fueraa las marcas de lo
masculino para convertir así a la masculinidad en representante ab
soluta del género humano. I-j teoría feminista ha demostrado la
arbitrariedad filosóficade este operativo de hiena ejecutado en nom
bre de lo masculino-universal, al dejar muy cu dan» que la lengua
no es el vehículo neutral y trascendente quedioe el idealismo meta-
fisico sitio un soporte modelado por diversos procesos do hcgeino-
ni/.Rión y oomra-ÍKgemoni/.ación simbólico-culturaJcs. Una vez
demostrada la falsa universalidad deí canon de la literatura, una pri
mera cxíi a.» literaria feminista 5c propuso: I ) evidenciar los abusos
de la autoridad simbólico-insiimcional que obligan las «senioras
mujeres a dejarse regir por cataiog.u iones masculinas; 2) estimular
modelos afirmativos y valoradvos del ‘‘ser mujer" como experiencia
"propia del genero: 3) crear un sistema de referencias autónonui-
mtnte femenino, pira que las obras de las mujeres no sean leídas
distorstonadamcntcend código ajeno— enajenante— de una cul
tura impuesta desde fuera. Pero cita primera crítica feminista que
buscaba li jar un sistema de propiedad-identidad de lo femenino,
parece suponer que ta cultura de l.u mujeres es una cultura indepen
diente que se trama en una dimensión paralela y alternativa a la
cultura de los hombres, lisia visión autorreferencial de la consrruc-
cion femenina l.i priva de una comunicación plural y dialógica con
¡as múltiples redes de la cultura en las que se inscriben los signos
“hombre" y “mujer . y confina por lo tan to lo femenino al reducto
separatista de una identidad completamente aparte. Lo masculino
y lo femenino son fucr/¿$ relaciónales que interactiian entre sí como
partes de un mismo sistema de identidad y poder que las conjuga
tensionalmcntc. Si bien debemos cucsiionar las asimetrías del po
li.
ilcr simbólico que confisca las señas de lo humano a favor de una
masculinización de la cultura, no tenemos por que pensar que la
cultura de las mujeres obedece a ¡a única clave — monosexuad»—
de !o femenino. Ia escritura designa una travesía simbólica de las
categorías de la identidad y la diferencia por vía de la ahondad. No
podemos liablar. entonces, tan separadamente, de escritura mascu
lina y de escritura femenina, ya que el lenguaje creativo y la textua-
lidad poética son espacios de desplazamiento y transferencia del V
que, contrariamente a lo que suponed realismo biográfico-sexual
del ser 'hombre" o “mujer", remoddan incesantemente las fronte
las simbólicas de la lengua y la subjetividad cultural. Josefina I aid-
mer afirma, por ejemplo, que "la escritura femenina no existe como
categoría |x>rque toda escritura es asexual, bisexual, omnisexuaP .
Ella alude a lina subjetividad creativa que combina varias marcas de
identidad cn un proceso fluctuante de significación que desordena
las pertenencias de género, ampliando y diversificando aquella zona
fronteriza — la de la escritura— en la que se modulan los trazados
simbóiico-scxuales de subjetivación e identificación. Para j. Lud-
mer, volver a cifrar el lenguaje en una clave monosexual. es decir,
definir el texto como un/uocamtutt masculino o bien femenino,
equivale a restringir d potencial transimbóhco (transgenerico) de U
creación como flujo y desbordamiento plurales de la identidad y
del sentido, lista afirmación de l. Ludmer se relaciona con las teo
rías de Julia Kristcva1* quien afirma que, más allá de los condiciona
mientos hiológico-sexualcs y psico-soctales que influencian el com
portamiento socio-literario de una autora mujer, la escritura pone
" Dice I- Sthop!’: “Habría que pirpu-irane s,, en cfcc«i>. la lengua «ni
Kmwlópcameme irMirtopolisuladtlimli por il pumo ele■ ■
•>>.*masculinoo si, mív
alláde k» Mgi'.t'x-J™ n:>•i i ■ - 1 '!%. «r.e¡ piara Je la rsormi i.rj'.iÍKica. notsiwc
! i pnilvIM nl i!el ............ . . . lo <c>nmonia el «Jítarrolio b propia historia, o
el ircV.it>trabajn <lc la imtirr mili u ‘ lt.ietio> Scb<i|"4. "V.^lem eito' * su ‘Aihtr-
icixi.i preliminar” que pfol»|!« I* imoli./.Ii /'v. m d u l/n j dthty. linvm Día». Sm-
nigp. D ocum cnt». 1991
mente ci tema de la mujer y de la identidad femenina para que
el trabajo cor. la lengua produzca -y no simplemente ic-pro-
duzca— la diferencia gcnérico-sexual. I.a pregunta no consiste,
entonces, en saber qué sería lo “propio", lo distinto, de una escri
tura-“mujer" {como si el texto fuese el vehículo expresivo de un
conjunto de atribuios predeterminados por las razones del gé-
ncro que vienen de una realidad externa a la literatura misma)
sino, m is bien, en tim o icxtualizar las marcas de lo femenino
para que la diferencia gcnérico-sexual logre romper desde la es
c u llir á con las identidades homogéneas y precomtituidas.
' Rm e. Sesm bt) iv tñ tfu U a ftiu * * . Londro- \ trto. 1*)H(\ p. 103 il»
tradutdón o mía).
propone desencajar los registros ideológicos y culturales del
texto y hacer reventar las cadenas lingüísticas que amarran el
* J tín Franco. ‘ Un retr*:i>' cn tUvil!■*tb trltu * eutt*m iN ' 11. Siniixgo, junio 19W,
p.2<J
’ Aunque ci-.i no r» repleten mi <vj iic I; n A iK ic iin ieoti>» con li if.n en L
primen pane de tu libra (/-*» (ragmnthuUihuuri.trtr unttgnt, SuKiig», Cuarto
Propio, 1995) I «4.a Guerra i c i w í U hm<fia cultural deí npivi 'mujer', es inicie
u n 'c nocir que. «huido »t iraia Je "insertar lo pcnfeico-’ cn 'el p a c » J o Je el centro
pir* tí centro*, el to t» de I* JIMora se « m im e n tik u "Fuera Je los im K n » orinales
dr is>* cultura centrad) cn I* escritura y U dtfcf.iiiii r>r filosófica, cn el rcu.-o de l«
n pillen -e vuei.u ur.i (el in ltu t o 111(0) cocí el Kilo y Li aguja p i n
inscribir!« ir.emori» e lU-anar 1 la mujer en su dolor* (p 'I ) . Par* un comentario al
l.brodri ix'í» Guerra. vec Nrflf Hicbard. I í:,ií- íotm, Jip.ilrray dcconsinKCKV' cu
J tfíñ u J t O üúm C 'i!iu’.i.'N ‘ \2. S»nti»^o. junio 1956.
confirmar el estereotipo primitivista de una "otredad que
sólo cobra vida a través de los afectos y sentimientos. Esta
“otredad" es ro n un tizada por la intelectualidad metropolita-
na que concibe lo popular y lo subalterno, lo femenino y lo
latinoamericano, com o un antes tU la traducción, dejando
así intacta la jerarquía rcprcscntacional del centro un centro
«pie sigue hfcgemonizando las mediaciones tcórico-concep-
cuales del pentar mientras relega la periferia a la tm pirie del
(foto para su sociologizacióu y antropologi/ación a través de
las historias de vida y el testimonio-.
C rítica de la representación
y m u ltip lic a ció n de sentidos
■Pwa un.» lectura <,t\a del u n r <n»|«>lnini' del tci: n:on •> Urinoinrciicíno.
stn Nelly Richard. * B o o io .d m ir n * i¿ :i poMmotiemisniP una m ttifo»U rinoi-
intfKjni de fin ¿< siglo* <n iiu!tam 4cfin dt ligia enAm/fiu Latín4. COmp.:
JoicfilM l.udmcr. Rm irio, Bo m Ij V i k i I » Fdito»a. 19!M.
nino (un femenino re-absoluw-ado como el reverso único de lo
dominante), volvería a excluir lo diverso y lo heterológico. El
sueñode un cierto feminismo que idealiza un más acá (origina
rio) o un más allá (mítico) del patriarcado donde encontrar un
lenguaje puramente femenino (un lenguaje depurado de toda
contaminación de pndei masculino), convierte ese lenguaje en
una "a-topfa: una utopía, m i refugio sin lev'"1; un habla que se
sueña enteramente liberado de los controles ile dominación,
habitando un m undo completamente translúcido: definitiva
mente libre de las opacidades y resistencias ile los antagonismos
de poder. Si toda demarcación de identidad supone el afuera
constitutivo de un “ellos" que se opone al nosotros", no puede
haber una cultura de mujeres "completamente inclusiva donde
el antagonismo, la división, el conflicto’’ Ddesaparezcan para siem
pre. De ser así, nos encontraríamos con un universo — por fe
menino que sea su modelo- en el que nada Íntert umpé la lógi
ca cerrada de lo idéntico a sí mismo. C om o todos los demás
signos de identidad, lo femenino está incesantemente envuelto
en disputas y rcncgociaciones de fuerzas que rcarticulan su defi
nición en planos >10 Usosde representación. 1-0 femenino no es el
dato expresado por una identidad ya resucita (“ser mujer”), sino
un conjunto inestable de marcas disímiles a modelar y producir:
una elaboración múltiple que incluye el género en una com bi
nación variable de significantes heterogéneos que entrelaza dife
rentes modos de subjetividad y contextos de actuación E.sta di
mensión situacional de la diferencia-mujer es la que debería ser
’ Umberco Eco. E lIn ttr tn filM * . B uc d o iu, Lumen. 19S1 |' 82.
modo la femineidad ocupa un rol central en establecer puentes
entre las disyunciones locales y globales, reconfigurando mensa
jes en una promesa novedosa de unificación" En contra de lo
que dictan esta», regias del mercado literario globaÜzado, la críti
ca feminista debería interesarse en proyectar lo femenino no
como una representación homogénea y homogeneizante, sino
como un vector de dttttiurawiento significante que interroga
los mecanismos de unificación del sentido y de la identidad que
(también) operan en la formación discursiva llamada ‘ literatura
de mujeres". Acentuar teóricamente esta función dcsestabiliza-
dora de lo “femenino" que se resiste a cualquier oposición bina
ria (masculino/femenino, identidad/diferencia, centro •' perile-
tia, etc..) sólo es posible desde un feminismo la(s) diferencia^:
un feminismo que postula múltiples combinaciones de signos
en ‘ transiciones contingentes" (Laclau-MoulTe) entre registros
hcteiogeneos, plurales y contradictorios de identificación sexual,
de representación social y de significación cultural. Nada más
alejado de este feminismo teórico de la(s) diferencia(s) que aborda
el significante “mujer’* en la discontinuidad de sus planos de
representación discursiva, que el rescate de lo vivencia! contó
conciencia primaria de un femenino latinoamericano reducido
fusionalmcnte a los mitos del cuerpo y la orahdad.
* M u id lo , op cu., p 809.
Los desafíos crítico-políticos
del fem inism o deconstructivo
teórica y práctica.
rcdefiuición de la subjetividad’” .
La filosofía postmetaftsica suele ocupar lo femenino para
simbolizar el juego — fluido y multicentrado— de las diferen
cias. Pero la diferencia sexual es, para dicha filosofía una dijeren
c:,i entrto!r.u: una de las muchas variaciones del proceso de p a
ralización de lo Uno que ha liberado la critica amimctafisica al
dogma de la idcmidad-centralidad-totalidad La filosofía de la
deconstrucción parece no acusar recibo de lo demostrado por la
teoría feminista, a saber que. lejos de ser una diferencia entre
otras, la diferencia masculino/femenino es la que estructura toda
R o m B n id o 't t , « p . ir ., p K l.
nidades colectivas en corno a un vector genérico-sexual de iden
tificación social; o bien que el sujeto del feminismo es "el géne
ro” cuando nos convenga insistir en el carácter rcladonal del sis
tema de poder sexual; o bien que el sujeto del feminismo es "la
operación crítica de lo femenino" cuando se trate de conjugar
múltiples fuerzas de disidencia de identidad que desborden el
realismo sexual de los cuerpos de mujeres; o bien que el sujeto
del feminismo es “la corporeidad-mujer" cuando, por el contra
rio. necesitamos ponerle un limite a la borradura filosófica del
género que promueve la infinita dcslocalización «le la diferenc ia
sexual, etc. Desplazándose tácticamente ele un planteamiento de
sujeto a otro, el feminismo hace valer conexiones, afinidades,
oposiciones, rechazos, negociaciones, según los encadenamien
tos provisorios y contingentes de respuestas siempre localizadas.
Esta movilidad de desplazamientos requiere de ia fuerza
de intervención del feminismo peto también de su capacidadde
invención, a la hora de dibujar diferentes escenas de figuración
del “yo" que varían según los modos en que el “ser mujer ' decide
ponerse en palabras o en imágenes. Son cada \
’c¿ más los textos
feministas que buscan nuevas formas de escritura capaces de cruzar
diferentes registros discursivos hasta convertirse en "ficciones
apasionadas" (asi las describe Ana Amado a propósito del traba
jo de D . Haraway) que “no reconocen fronteras entre la reflexión
especulativa, la estética y la política"1*.
F.stc cruce de fronteras entre teoría, estética y política,
que caracteriza a la búsqueda feminista de hoy le permite entrar
y salir de las composiciones de identidad mediante un zig-zag
entre diversos "yo" que, muchas veces, no coinciden entre sí como
68
es que la transición democrática ha significado la fragmentación
y la dispersión de los movimientos de mujeres que desplegaron
toda su fuerza político-contestataria en los tiempos de la lucha
antidictatorial'y, también, la desactivación del discurso femi
nista como un eje de debate político y cultural. Varios factores
parecen converger en este notorio repliegue de las propuestas
feministas durante la transición chilena:
1) el deseo de expandir la conciencia de género en redes
político-institucionales para hacerles ganar a las mujeres
mayor representación en las instancias de representación
pública de la sociedad, hizo que varias feministas aban
donaran la dinámica de los movimientos sociales con la
promesa y la seducción de una nueva participación efec
tiva en los mecanismos de gestión estatal que abrían los
gobiernos de la Concertación;
2) el gesto realizado desde el Estado por el primer go
bierno conccrtaciomsta que le encargó al S E R N A M
(Servicio Nacional de la Mujer) coordinar políticas
públicas de igualdad y no-discriminación sexuales, re
orientó el enfoque crítico de la problemática de género
lanzada por el feminismo duiante la dictadura hacia rl
sintagma mujer-familia trabajado por el S E R N A M en
el registro dominante de la Democracia Cristiana;
3) el tono de moderación impuesto por la lógica recouci-
lv O le » señal* com n "lo* X íio r c i Itm in ifO s i Kfcpei>J<nt« if.ic *po).<Kin ...
ci'jl •.¡■ir. tic gobierno coosiatiiban y» en <1 primee afto J e w *im ción que »u» po»i-
clone» — y Ijiu b iín vjs Ifclcrc»— sjLrm lo O f It r.tcu tic p *c i»i“ y corno,
Minbifrt, "Ia v k « v in l <¡>.l nu)\>iiurl»nvente ( ó r g a n o , i-iivts y m ovim iento»s.x .i-
k í. ag ru p a c ió n » c.-munturU», O N G 't ) y entre e!Jj. kys sectores frimntusn. han
q u e it d a pengretivAmcnie excluidos J e Us ncgpciacioors protaetraÜAdis par los
poderes institucionales representados en lo» partidos políticos y la iglesia católica .
IU<|i.el Olea. ■
'T cmir.ir.oy feminismo en transición'', tnrirn>n¡ je ¿ t tiiftm K U x m .it,
editora: Raquel O tc i. Sm tiago, I.otn. l.a M orada. 2000. pp. 53-55.
fiadora de la “democracia de los acuerdos” obligó el dispo
sitivo de la transición a marginar de sus circuiros de dis
curso publico a aquellas posturas mis confronracionales y
a rebajar, entonces, el acento polémico de los debates va
lóneos (aborto, divorcio, etc.) que podrían haber enfren
tado el feminismo al discurso oficial del SER N A M sobre
mqjer y familia;
4) las nuevas reglas de adecuación del saber a un modelo
social que privilegia crircrios — tecnificados— de pragma
tismo y eficiencia, desplazaron lo feminista-militante hacia
Jo profesional, dándoles protagonismo a las O N'G s como
fuentes de investigaciones y conocimientos que les propor
cionan datos funcionales a los organismos de Estado.
Es así como durante los años de la transición en Chile,
la energía crítica del feminismo militante que bahía reflexio
nado activamente sobre los modos de desorganizar y reorgani
zar las simbólicas del poder (económico, social, moral, políti
co, cultural) se retrajo de los campos de movilización pública
y se desplazó hacia dos áreas principales de institucionalización
de las prácticas y los saberes ganados por las mujeres:
— las O N G s que pasaron a desempeñar un rol princi
pal en la articulación entre feminismo y rtdetnotratiza-
ción debido, sobre todo, a “la asimilación de algunos de
los temas culturalmente más aceptables de la agenda fe
minista” por parte de las organizaciones del estado que
hicieron crecer la demanda de "información especializa
da sobre la situación de ¡a mujer para que ésta pudiera
ser “traducida" en el proceso de las políticas públicas"*;
El escenario Bachelct
ño
tico” (homologarse a la invariante de lo Uno). V todo eso por
que la sociedad teme de que las mujeres, par representar lo am
ento y lo particular de la diferencia de genero, no sean capaces de
velar por lo» intereses generales de la ciudadanía universal que,
hasta ahora, sólo se reconoce en el lenguaje masculino de la im
parcialidad de la razón abstracta. Vencer estos prejuicios en con
tra de lo 110 -neutro de lo femenino implica ser capaz de alternar
el particulariinio de la diferencia (ser mujer y acceder a! poder
desde la reconocida especificidad de esta condición genérico-
sexual) con el univcruilitmo de ia igualdad (defender una varie
dad de puntos de vistas que excedan los intereses de género de la
comunidad de las mujeres y combinarlos con las demandas
emancipáronos de la ciudadanía en general).
No basta con “ser mujer" — con pertenecer al grupo dis
criminado de las mujeres— para activar en ia cultura y la socie
dad los efectos de transformación crítica que se espera de lo
minoritario. FI sólo hecho de “ser mujer” no garantiza siquiera
que una representante de lo femenino adquiera conciencia res
pecto de cómo se ejerce la violencia simbólica de la desigualdad
sexual, m seque sienta espontáneamente moiivada para luchar
contra ella. Sólo la “conciencia de género”, fortalecida crítica
mente por los avances teóricos del feminismo, permite des-na-
turalizar las identidades sexuales y problematizar las relaciones
de géneto en términos de construcciones simbólico-disoirsivas
y de articulaciones político-sociales.
El progresivo debilitamiento de la voz crítica del femi
nismo durante los años de la transición, hizo que las aperturas
más progresistas del gobierno de Bachelet en materia de género
quedaran o bien neutralizadas porel conformismo de los parti
dos políticos (rutinariamente dedicados al ejercicio del poder y
no a sil transformación) o bien censuradas por la hegemonía de
voz de la Iglesia Católica que sigue adueñándose del debate so
bre sexualidad, cuerpos y valores, con la complicidad de los sec
tores más conservador» de la sociedad chilena.
N o se puede celebrar el ingreso de un número propor-
cionalmente significativo de mujeres al actual gobierno, sin ha
cerse al mismo tiempo la pregunta que. en los años 80, formu
laba J. Kirkwood: "¿quésignifica realmente hacerpolítica desde
La mujeres?'. El sub-texto de esta piegunia deja en claro que
"no se trata de establecer que o cuánto les falta a las mujeres para
incorporarse, en la forma y en el fondo, a una política que ya
está en marcha y predeterminada"’ . Se trata más bien de imagi
nar, más provocan vamen re, cómo los ¡nserfrrenciiu degénero que
puede deuttar el signo "mujer” son capaces de generar descalces e
interferencias críticas en el universo de sentidos de la política tra
dicional.
Prevalece un sentido com ún según el cual les correspon
dería a las mujeres añadir a la política (masculina) la supuesta
complcincntaricdad “natural" de rasgos "propiamente'' femeni
nos (emocionalidad, delicadeza, intuición, sentido práctico, etc..).
Este sentido común asume que la participación de las mujeres
en política debería prolongar socialmente aquellos rasgos -per-
tcnecicntcs a la esfera privada de lo sensible y lo afec tivo- que las
destinaría "naturalmente" a desempeñarse en las áreas, preferen
temente asistencialcs. de la salud, la educación, la familia, etc .
Trasladar este convencional reparto de atributos y capac¡dado
entre lo masculino y lo femenino a! ejercicio del poder, equivale
a separar lo político-general ílo umversalmente político) de lo
as
c u múltiple do las diferencias" y que sabe combinar “la parciali
dad y la discontinuidad con la consoucción de nuevas formas
de interrclación y proveeros políticos colectivos”:J. Un trayecto
de profundización democrática podría usar la "posición de ge
nero" como pivote simbólico de una zona de intersecciones,
alianzas y coaliciones entre las múltiples redes de simbolización
identicaria (no exclusivamente sexuales) y fuerzas subjetivas que
buhan contra las representaciones autoccntradas de los poderes
excluyentes.
86
Arte, fugas de identidad
y disidencias de códigos"
' F.sl.i n I . veitiiVi en <i|'iíV,l ,!:l texto |'.il>!ii i*ío <n el d U lo g o Je u <«po>¡c«li
VSSutfAti ¡i'iJ tiir f m in h i ftnoJuii. ’t (M O C A . Xlunrum o l í ■'•nKntponrf A/i. c:i
l/H Andelo), marco 200“ .
toiia. EJ folclore, i.i música popular, el teatro, los murales po-
bladonalcs. etc. retratan la identidad sacrificial de un Chile már
tir a través de un arte de la denuncia y la protesta, todavía regido
por tina épica del meta-significado (Pueblo, Memoria. Identi
dad. Resistencia, etc.) que se transmite mediante lenguajes d i
rectamente rdcrcnciales y testimoniales. Hacia fines de los 70,
emerge «na escena de prácticas neovanguardista* rcagrupodas bajo
el nombre de Escena de Avanzada1que, a diferencia de! arte mi
litante. despliego >u aurorcflcxividad crítica en torno a micro-
políticas delsignificante que hablan, a ras de cuerpos y de super
ficies. de fragmentación y diversión, de vaciamiuuos y estalli-
dos de la historia y de la memoria. La Escena de Avanzada se
distingue por sus transgresiones conceptuales, sus quiebros de
lenguaje y sus exploraciones de nuevos formatos y géneros (la
performance, las intervenciones urbanas. Ja fotografía, el cinc y
el video, etc.) que batallaron contra el academicismo de las Be
llas Artes y la inst ¡racionalidad cultural de la dictadura, a la vez
que pretendían icnovar el léxico artístico y cultural del arte po
lítico. A diferencia del arte militante que se refugiaba en una
continuidad de la memoria del pasado roto, la Escena de Avan
zada reivindica — antihistorici Mámente- eScorte. el fragmento
y la interrupción, para enfatizar la violenta ruptura de los códi
gos con que la dictadota militar trastocó los universos de senti
do de la sociedad chilena. Por un lado, ¡as obras de la Avanzada
ierratan sujetos c identidades atravesados por múltiples íuerzas
de escisión — psíquicas, sociales, sexuales, biográficas- cuyo
Vcí Nrlly Richard. M j/p m H K .ífim ifiiiio m : <t>i i " <'h k n n x I9 7 J . S k lb o u m t , Ari
and'l'exr. I'MM». I.-m i- 1 ck-ci t» m ü .-i d f ' i ¡vil :<o-ci; m r J de -i
L ic c n id c A v t :iw d » .u i Nelly K k Im iJ . *).o*> : «>> I- p o lítk o c n el *r:c: '¡Q u ié n
u i i k j i i:eifvars,-i»' I -te<‘'iV/.-.f C ' u h u u ! :unu>2004 Sjn:;.ipi>
d r Chile.
vértigo descentra la inunumcnr.ilid.id heroica del sujeto de la
resistencia polícica que le serv ía de emblema a la cultura militan
te y. por otro lado, sus vocabularios artísticos (mayoinanamen
te fotográficos) participan de una estética del coltage, del recorte
y de la cita, cuyos cfecios de desconexión sintética pcrtutbaii las
ilusiones de totalidad y profundidad que mantenía vivas toda
vía la voluntad de "mensaje’' del arte comprometido de la cultu
ra partidaria El arte de la Escena de Avanzada trabaja desde la
separación y la interferencia, desde la discontinuidad, tanto en el
tratamiento de los materiales y el abordaje de las técnicas como en
sus relaciones de significado. Inspiración neovanguardista y corte
deconstructivo so conjugaron, inéditamente, en esta escena — la
Escena de Avanzada— para reconccptuaÜzar el nexo eiHic arte y
política fuera de los camino» trazados por la subordinación ideo
lógica a los repertorios de la izquierda ortodoxa.
Dentro de este conjunto — irruptivo y disruptivo— de
producciones artísticas, destaca el trabajo de varias artistas muje
res que elaboraron nuevas poéticas y políticas de la imagen. To
das ellas recurrieron a la figura del margen — el margen como
postura enunciativa y como recurso táctico— para simbolizar el
des-enmarque de prácticas fronterizas, de identidades en crisis
de pertenencia y representan ión, que se situaban en los boidcs lie
exclusión social y destitución simbólica del sistema dominante.
Si bien estas autoras chilenas compartieion los efectos doble
mente discriminantes.dc su condición de artistas mujeres y de
artistas contestatarias bajo el régimen dictatorial chileno, lo inte
resante de su trabajo radica en habei sabido transitar de la mar-
finalidad como externalidad a i poder al margen como cuestiona-
micnto de ia simbólica delpoder. Para eso trazaron líneas de fu
ga», de revueltas y dcscemramientos. en el interior de los ler.gua-
¡es de la represión y la censuia oficiales, cifrando cn lo “femeni
no" ¡as potencialidades metafóricas de una desobediencia a los
códigos (políticos, sociales, simbólicos, sexuales) que va mucho
más allá del simple binamrr.o de género.
Bien sabemos que no basta con que una obra de arte
sea firmada por una mujer, para garantizar que dicha obra pro
duzca significados culturales diferentes y alternativos a los pre
determinados por los marcos de significación dominantes. La
condición "mujer" es el dato de experiencia socio-biográfico a
partir del cual se construye la obla, pero el ai te debe ser capaz
de transformar ese dato cn mía posición de discuno, en una
maniobra de enunciación, para activar una descstructuración
crítica de los idcologcmas del poder que configuran la trama
de la cultura. En el caso de las obras chilenas aquí menciona
das, l o ‘ femenino-’ — que no se reduce a la simple identifica
ción de genero de sus autoras mujeres— designa el “devenir
minoritario" (Delcuze-Guattari) de formas de subjetividad
modelizadas por el arte que disienten de las identificaciones
hegemónicas y activan el plural contradictorio de la diferencia
en el tr.undo clausurado del sentido único, de los discursos y
las identidades regimentadas, de las racionalidades ortodoxas,
de las consignas programáticas, de las representaciones univo
cas, de los dogmas autoritarios.
' I » ot’ia de Virginia E<taiun< emer/,;. cu lot »r>.» (¡O. mío con I. de FriixuúJ
B/ugnoli. «orno |'i” cií{ c ía tendencia quepropoftc la rctctiunl dación litiooomt
ácana del .iri imctmcional, ((atujando con lo ctxiditnft-pcfiolar de objcc^i «1<
uio JunvíMK .1 y tutano. Eko» objcioi (,{jc dan cuenta ¡ic la modeinilación cécr.i-
ca a iravft de m enética de lo m a l ) acceden a la obra pw u iu lim pie maniobra de
■|>:c«r.|jción' que iÍoím.Iíj-i d d iu im o de la ’ re-pf<ttnuci¿n‘ mi un. ■ .
' Fn neiK O B ru g ix J.. 'A.uecetiei :cs público*' «n fin h u 4e C rilk d C ultura! N*2W
39. San:.a|!o de C Jiiíe. »io>ieir,l'fe 2004. p. 20
com l'iiu l.is pie/as sueltas Je un invcnt.iiiu ilc materiales y pro
cedimientos en deliberado e lu d o tic desarme, «le no-constitu
ción, de precatia resistencia .1 la solidez de lo finito y de lo defi
nitivo. 1.a obra trabaja indi; ialmentc la significación como un
horizonte discontinuo c inc ierto, un horizonte a penas esboza
do que no se afuma en nada concluyente y que deja los enlaces
entre significante y significado siempre abiertos a la relacionali-
*
dad continente de lo inacabado.
Generalmente, la obra de V. F.rrázurif fracciona los pla
nos visuales en los que vagan ciertos restos de significación dise
minada. para negarse así a la síntesis reunificadora de un punto
de vista general hecho para integrar, completar y dominar. Seña
les aisladas de una narratis-a entrecortada (ampolletas, marcos
fotográficos, cerámicos, tarjetas postales, etc.) que evocan resi-
dualmente transcursos íntimos, están repartidas en las zonas de
menor jerarquía artística de la sala de la galería como son las
esquinas y el suelo, hsta des-jerarqui/ación de la mirada del
espectador que se encuentra rebajada a la (1 1 0 ) altura del suelo y
desviada hacia direcciones contrarias al perspcctivismo único y
totalizador, cuestiona finamente el supuesto hegemónico de una
visión dominante (masculina) que monopoliza el ptivilegio de
ia frontalidad y la centralidad para controlar así toda la escena.
Fl fraccionamiento del campo de visión tiene por corre
lato la desarticulanión narrativa de relatos visuales también toros
en su lincalidad. expuestos al vacío de la interrupción: objetos al
abandono, geometrías semi construidas, marcos vaciados, etc.
La obra de V. I 11 aim/ piactica el espaciamiento.cl diferimien-
to, multiplicando en el interior de las unidades de significación
los espacios en blanco, sin llenar. La intermitencia del hueco es
el recurso de vaciamiento que le impide al sentido rigidÍ7arse en
b dogmática de una verdad explicativa Un objetualismo dis
perso de lo m ínim o y de lo ínfim o usa la contra-retórica del
fragmento para dar cuerna de la crisis de totalidad de un mundo
de significaciones trizadas. F.stc objetualismo disperso de lo m í
nimo y de lo ínfimo, que alude casi a un grado cero de la signi
ficación. contrasta eficazmente con su reverso: la fraseología
hcroica-masculina que guiaba el discurso de la izquierda m ili
tante en los combativos años tic lucha antidictatorial, con sus
categorías y verdades en mayúscula. Aquí lo tenue traía de refu
tar la voz. de los discursos que hablan fuerte. I.o mspemiiv pelea
contra lo afirmativo, en esta práctica del retraimiento y de la
substracción del sentido, de la minimalización de los signos tta-
bajados como huellas residuales de significaciones todas incom
pletas. Cuando el poder totalitario del régimen militar usa y
abusa de la propaganda ideológica pata imponer sus verdades
como absolutas; cuando la lucha antidictatorial fabrica un arte
cuya explicitud rcfcrencial y fuerza denunciante tienden a techa-
zar la ambigüedad y la indeterminación del sentido, el arte de
V. Errázuriz tiene la sutileza de modular un resquicio anti-decla-
mativo desde el cual lo 'femenino" coloca bajo sospecha la gran
dilocuencia de las metanarrativas.
* D ¡ « E. Brito: *E* Díamela Hltic quien, desde d género novelesco. gp¡er.i ¡inj biloca
cranigioión i los modelo*dominante*.,. D . tiltil se Ínsula i r a » ü ún:<» ir.jjer cn
1983 cn ;.i ' n o n a e*cen» tera/ia chilena. U política ¡i i c m n de I). Fitit o bastante
revoluoonaria en el medio >¡ bwrn tiene sus intceedentes en k » mcninüentosliterarios
del posi-Ikxvi! en la púi«tka. d cine y c! video contemporineoi. D k l u pol/tka
consiste ei\o r a r nuevas posiciones a it x v i* d t una figura proi igóeiica de la mujer para
lonccbií la ficción desde un «'croslinil otra q.ir integra zona* i. Jiras poco integrad»
ett la cultura chilena". Fuger_a línto, L 'jm p c ; m in e íi» . li t e r u t v m p y .t f d f t t n O tile .
Santiago, Fditorial C u in o Propio, 1990. ¡>p 167-177.
ic la rmina prostibularia de un lugar tradicionalmente marcado
por el intercambio de las mujeres entre hombres con una perfor-
m ana literaria que tenía por misión des-dasificar los géneros tan
to textuales como sexuales. Su lectura poética -cargada de un
imaginario erótico— quebró la lógica (masculina) del comercio
de los cuerpos pagados, con el don de una palabra suntuaria y
desenfrenada. Esta palabra de escritora rebasó el límite entre el
cuerpo, la ficción y la sexualidad; entre el dolot y el placer; cntie
el dinero (la subordinación mercantil del cuerpo femenino a los
códigos masculinos) y la pasión gratuita por el arte (el amor al
arte desatado — lujosamente— por una mujer creadora).
C on el corte neovanguardista de la textualidad de Lum-
périca. D . Eltit inaugura — solitariamente— la secuencia de una
nueva narrativa post-golpe bajo la dictadura militar. La orfandad
institucional de su palabra a la intemperie (literariamente desah
ijada) eligió vagar de soporte en soporte — de la escritura al arte,
del arte a la calle, de ia calle al cinc ames de volverse finalmente
libro publicado - como un modo de serle estéticamente fiel a
una pulsión errante de des-identidad, de transfugacidad.
Las marcas que la autora giaficó en su propia carne con
los tajos y las quemaduras designaban el cuerpo como una zona
de práctica automortificatoiiaque, en el Chile de la dictadura,
trazaba una dolorosa analogía con la brutalidad física de la vio
lencia militar. Estos cortes y quemaduras que la autora se auto-
inflingió llevaron el arte, en esos tiempos de tortura, a hacerse
corpoTAlmrntt solidario de las víctimas de la dictadura median
te la réplica de un com ún estigma de maltrato. En la tradición
primitiva de los sacrificios comunitarios, el daño autoinferido
con los rajos y las quemaduras ritual izaba aquella violencia que
el arte busca exorcizar. Pero el rebuscamiento teórico del gesto
de I). I ltii va mucho m is allá de- una merasintomatología del
dolor. (Cuando ella reincorpora l.i imagen fotográfica de sus
brazos y piernas corlados y quemados a la' páginas impresas
d i su novela l.umpériai, la autora so da el lujo de cotejarlos
una y otra vez con las metáforas del maquillaje, de la cicatriz,
del aiabesco cutáneo adornado por la cosmética tal com o el
texto poético adorna la realidad cruda transfigurándola en ale
goría. imagen fotografío del cuerpo y del texto que re
tocan la herida-pi i mera conjuga suplemento y femineidad para
burlar cualquier realismo primario del cuerpo natura! como
fuente metafísica. I .a cicatriz como artificio cosmético, como
suplemento decorativo, es el equivalente de la palabra barroca
que. en la novela l.umpérioi, sobre-actúa las torsiones del len
guaje para llevar las construcciones de sentido y de identidad
hacia su límite m is exuberante y feroz a la vez. l a palabra lite
raria y la cicatriz fotográfica recurren ambas a la pote para tca-
tralizat los sobregiros del "yo" que una femineidad transgresiva
modela como su anti-convención: "Yo poso con mis cicatrices
como síntoma de exclusión, como ruptura del modelo. Pero
así me reconozco como un lugar otro, superponiendo a! mis
mo cuerpo dañado, los Mgitos propiciados por el sistema: ropa,
maquillaje, etc. que puestos en contradicción, no resuelven sino
evidencian... el cuerpo como irreverencia frente a la aparien
cia... Por eso he quemado y cortado mis brazos y mis piernas.
No para el dolor sino para el placer. C o m o instancia inaugu
ral. en el cuerpo que yo misma he transformado con mis pro
pias manos en su diferencia, produciendo en mi carne los mis
audaces brillos"'.
' Diauxla Ellir, ' v>. (,.id.i ik sed diario R uflw tt del griijxi ('A D A (C.okítivc
Accíodcj de Artri. Samugo, ajoiio 1982.
El trabajo con el cuerpo de D . Eltil grabó el dolor físico
en la superficie tajeada y quemada de su cuerpo, en correlato
simbólico con c¡ daño causado a toda la comunidad nacional
por un régimen de violencia militar. Pero más allá de este signo
de equiparación victimal entredós identidades igualmente lasti
madas (la individual y la colectiva). D . Eltit movilizó !a imagen
pasiva — convencional de lo femenino en un deven it perfor-
mativo del "yo" que transformó lo destnictii o en autoconstructi-
vo v en decomtructivo. liste forzamiento extremo de las marcas
políticas y sexuales impresas en el cuerpo muestra cóm o !a fan
tasía creativa de una mujer en tom o a ¡a pose estética llevó la
seducción a volverse sedición
'Joriello, Guillermo: 81
Zcgcrs, Francisco: 9
Zurita, Raúl: 21.