LA EUCARISTIA, MINISTERIO NUPCIAL.

La Espiritualidad Conyugal Según Juan Pablo II

“La eucaristía es la fuente misma del matrimonio cristiano”
Juan Pablo II
Cristo, esposo de la iglesia nos muestra como debe ser esta relación de alianza de Amor, así pues, debe ser igual de grande el amor de un esposo y una esposa.
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Caná y la Cena.
Mencionado en el evangelio según San Juan -El apóstol del
amor-, es aquí donde Jesús realiza su primer milagro dónde no
fue casualidad que fuera público. Jesús responde a la petición
de la virgen “No tienen vino” con “¿Qué hay entre tú y yo
mujer?, Aún no ha llegado mi hora”. Siendo la hora de su
pasión a la que se refiere Jesús como se menciona en San Juan
17 de esta manera: “Padre, ha llegado la hora, Glorifica a tu
hijo”. Y ambos momentos corresponden al inicio y fin de la vida
pública de Jesús. Sin embargo, es muy importante observar
que la oración solemne con la que Jesús inicia su pasión está
ubicada después de la última cena dónde Jesús instituye la
eucaristía, ofrenda redentora de su cuerpo y de su sangre por
la iglesia, teniendo en resumen la cena de Cana y su pasión,
dos puntos extremos en la vida de Jesús. Ambos banquetes de
bodas, pues la eucaristía se considera banquete nupcial de
Cristo-esposo e Iglesia-esposa. En su pasión Jesús se inmola
por su esposa, la iglesia.
El amor redentor se transforma en amor nupcial.
Es así que os esposos están llamados a entregarse el uno por
el otro, hasta la ofrenda extrema de sí mismo. Por eso el
sacramento del matrimonio tiene su pilar en el sacramento de
la eucaristía, y más concretamente en el momento del
ofertorio, pues los esposos se ofrecen el uno al otro, se
consagran el uno al otro. Entonces, jurídicamente el
matrimonio queda asentado en su propio sacramento, sin
embargo, las palabras son sólo palabras, y las promesas simple
promesas hasta que no se les da la vida con la acción, por
tanto, el sacramento del matrimonio es verdadero hasta que
este se consuma con la entrega de los cuerpos. Así como las
últimas palabras de Jesús en la cruz cuando en su pasión
entrega su cuerpo: “Esta Consumado”, en ese momento se
consuma la boda de Jesús con la iglesia. Las palabras
convertidas en verbo, convertidas en verdad.

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Intimidad Conyugal e Intimidad Eucarística.

La eucaristía se revela como el más nupcial de los
sacramentos, pues Cristo alimenta a su esposa la iglesia
con su propio cuerpo. Por tanto, recibir la eucaristía no
es recibir sólo un “corazón a corazón” de Jesús, sino un
“cuerpo a cuerpo”. Si la eucaristía es “fuente y cima de la
vida cristiana”, en consecuencia, los esposos no puedes
estar unidos más plenamente que en la comunión
eucarística, por eso, esta debe ser para los esposos
ocasión de perpetua regenerescencia de su unión
nupcial.
célibes como tampoco inferioridad en los matrimonios
que viven una vida carnal real. Entonces el sacramento
de la eucaristía es la preparación ideal para la entrega de
los cuerpos de los esposos, pues esta unión carnal deja
de ser sólo carnal unificando el corazón y las almas del
matrimonio, invitando al Señor a formar parte de esta
hermosa unión. La unificación de nuestro cuerpo y
nuestra alma, como la unificación de los esposos en la
comunión, deben ser signos radiantes de una verdadera
vida en Cristo.

Por este motivo es muy importante que los esposos no Así pues, los esposos deben mostrarse vigilantes para
se alejen del sacramento de la eucaristía bajo ninguna expulsar de sus vidas toda amenaza de alejamiento del
circunstancia o falso motivo, como la realidad carnal de sacramento de la eucaristía.
la vida conyugal, pues no existe superioridad en los

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Las Bodas del Cordero.
La entrega esponsal de la iglesia es perfecta y total, pues
la ofrenda de la cruz es plenamente consumada.
Entonces, la iglesia es cada una y cada uno de nosotros,
debe dejarse constituir como esposa por el esposo, es
decir, por Jesús mismo, a fin de llegar a la plenitud de la
entrega de sí misma, y esto sólo será posible purificando
las huellas del pecado. Es así, que nosotros siendo la
iglesia y la esposa de Jesús debemos prepáranos para
recibirle, convertirnos y purificarnos para recibir la
entrega total de nuestro esposo -Jesús- para cuando
vuelva en el último día y le glorifiquemos. Ese día la
esposa -nosotros-, debe presentarse al esposo “sin
mancha no arruga ni cosa parecida, sino santa e
inmaculada”. En ese momento la unión nupcial de la
iglesia con Jesús estará plenamente realizada y
consumada en una celebración, comunión y eucaristía
eternas.
Los esposos cristianos, en virtud de la gracia del
sacramento del matrimonio, están llamados a ser, desde
hoy y hasta el fin de los tiempos, los profetas de estas
bodas eternas en las que nuestra humanidad quedara
consumada.
Los esposos deben ser durante toda su vida, tanto
mediante cada uno de los gestos que expresan la verdad
del amor, como en cada ofrenda interior de ellos mismos,
aquellos que revelan, en la iglesia, la significación integral
del signo sacramental del matrimonio, a saber: las bodas
de Cristo con la iglesia, esas bodas que se consumarán
plenamente el último día en la resurrección final, cuando
Cristo-esposo vuelva glorioso a recibir el don esponsal de
su esposa.
Y por eso concluye Juan Pablo II: “En ese signo -mediante
“el lenguaje del cuerpo”- el hombre y la mujer salen al
encuentro del gran “mysterium”, para transferir la luz de
ese misterio -luz de verdad y de belleza, expresado en el
lenguaje litúrgico- en –“lenguaje del cuerpo”, es decir, en
el lenguaje de la práctica del amor.
Resumen: Cristian Javier Rangel & Mayra Quevedo Larios
“La Espiritualidad Conyugal Según JUAN PABLO II”
Yves Semen
© 2010 Presses de la Renaissance, París.
Editorial DESCLÉE DE BROUWER, SA., 2011
ISBN: 978-84-330-2488-6
Julio 5, 2016.
Centro Juvenil Juan Pablo II
Grupo de Matrimonios
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