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Sicarios -
Delictividad
Narcos
Contrabandistas Coima
«Piratas»
Informalidad
Comerciantes informales
Empresas legales
Formalidad
Costumbre,
Comunidades + tradición
Si uno analiza casos concretos, a pesar de que no tengamos una idea de la totalidad de estos para
indicar variaciones, podemos verificar la existencia de mafias de criminales que venden sus
productos en mercados informales y que luego compran propiedades formales. Hay
asimismo, informales que abastecen a los formales, no faltando formales que venden en los
mercados informales. Finalmente, no faltan mafias y delitos al interior de la formalidad o
conectados con las no formales, como por ejemplo el ladrón que comparte ganancias con
los policías. Entonces, aunque las actividades no formales choquen ocasionalmente con las
formales y amenacen el todo, estas suelen interactuar cuando hay beneficios mutuos y
existir porque «compran» su derecho a la existencia con la coima. Estos ejemplos indican la
complejidad de estas relaciones.
Podemos incluso discutir otros casos donde en una misma actividad económica ocurren
transacciones que expresan distintos tipos de legalidad. Si consideramos la producción y
comercialización de hoja de coca (o la minería del oro, para poner un ejemplo más reciente),
vemos que existen interactuando juntas operaciones de tipo formal, informal y delictivo.
En el caso de la hoja de coca, su producción y consumo pueden basarse en la
tradición, expresándose en el autoconsumo y en el abastecimiento a los pequeños
mercados y ferias rurales, que no necesitan de ningún permiso y que nadie vigila. Al mismo
tiempo esa producción puede ser formal porque existen cocaleros registrados en la Empresa
Nacional de la Coca (ENACO), empresa estatal que les provee de un documento que los
«formaliza» bajo la condición de que, en teoría, le vendan toda su producción de la hoja de
coca. ENACO se encarga de vender la hoja de coca a comerciantes, sea para uso tradicional,
o a la Coca Cola, que la usa en su fórmula secreta. ENACO también fabrica y vende cocaína
para la industria farmacéutica. De ese modo, el Estado trata de ordenar el sistema,
respetando el derecho consuetudinario y el moderno formal, aunque su existencia es
ignorada por otros actores informales y criminales pues en esa actividad predominan la
producción y la venta ilegal de hoja de coca, existiendo además, conexiones perversas con lo
formal.
El productor que no participa en el padrón de ENACO (que son muchos, más cuando
se trata de un padrón viejo de los años 1980 que no ha sido actualizado) la puede vender en
el mercado para uso tradicional. Esa es la venta informal, no autorizada y levemente
transgresora. Existen finalmente los productores ilegales que la venden a las mafias para la
producción de pasta, cocaína ilegal y derivados. Estos delincuentes, a su vez, se abastecen
de químicos y equipos producidos o vendidos por empresas formales. Luego realizan lavado
de dinero en bancos, compran propiedades y fundan empresas de fachada, contaminando
el mundo formal. Además, en ese proceso delictivo pagan coimas al Estado para poder
seguir manteniendo sus actividades, ya sea a policías, jueces, militares o cualquier
funcionario que deba hacerse de la vista gorda. Esta complicidad neutraliza el sistema de
control y lo supera.
Así tenemos que en una sola actividad se pueden ver varios de los tipos y niveles
de transgresión existentes, donde las tres economías se diferencian en cuanto a la legalidad de
sus operaciones y a la relación que deberían tener con el Estado como garante de la legalidad.
Igualmente, en esta sola actividad también podemos ver como se relacionan entre sí lo
formal, lo informal y lo delictivo de modo complejo, pero para nada sorprendente en tanto es
parte de la cotidianidad socioeconómica del país.
En teoría, debería ocurrir una acción represiva y de control regular de parte del
Estado para combatir decididamente la delic- tividad y reducir la informalidad, «formalizando a
los informales». Sin embargo, como ya hemos visto, lo que ocurre es una tolerancia, porque el
Francisco Durand 12
Estas conclusiones son de carácter realista antes que pesimista, en la medida en que
existen alternativas viables y se reconocen algunos éxitos, principalmente en la
formalización, pero ciertamente se requiere de un esfuerzo colectivo decidido para
enfrentar el reto que significa la no-formalidad sobre la base de un mayor conocimiento del
problema y su variación tipológica y espacial. Esperamos que estas líneas y los trabajos que
siguen nos permitan avanzar en esta dirección integral que tanto necesita este país abrumado
por la anomia, cercado por la no-formalidad e incluso penetrado por la transgresión en el
propio Estado y partes de la sociedad civil.