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ERNESTO BALDUCCI

LA EXPERIENCIA
DE LA VIDA DIVINA

XI

23 - Lo Sobrenatural
pn!l, :¡h MIH'I'I('IHMO N/\'I'lllli\l. V MfH'I'I('.!\ ('/\'I'(')I,It'A
:35 Ml!:)'I'ICltiMO u N 1VI':IlHAJ,
356 J>L MISTICISMO CATÓLICO
MISTICISMO NATURAL Y MISTICA CATOLlCA
356 EL CONOCIMIENTO AMOROSO DE DIOS .-
356 LA REVELACIÓN GRATUITA
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358
CARÁCTER

VIDA MÍSTICA
SACRAMENTAL

ADQUIRIDA
DE LA UNIÓN CON DIOS

Y SU DINAMISMO
U N estudioso que no tenga, como suele decirse, prejuicios teológicos cae fácil-
mente en la tentación de agrupar bajo una misma categoría los innumerables
MIH'I'I(:IHMO
IINIVIIJItH¡\I.
testimonios espirituales que emergen de las culturas más diversas y que convergen
358 EJERCICIO AMOROSO DE LAS VIRTUDES TEOLOGALES
en una común y luminosa exploración de lo divino. Los místicos, tanto budistas,
359 CUANDO «EL ALMA OBRA POR SÍ MISMA»
como musulmanes, tanto hindúes como griegos, tienen de común sobrepasar, en un
359 LA DOBLE NOCHE .impetu de ascensión personal, las fórmulas estáticas, teóricas o sociales de la reli-
360 EL ALMA ACTIVAMENTE PASIVA ANTE DIOS gión que les ha precedido y amamantado, volando hacia Dios con -un proceso tal
360 UNA NADA QUE LO ES TODO 'Que presenta una artículaciónsíquica extraordinariamente afín y un lenguaje de
la misma sintaxis imaginativa y de las mismas explosiones paradójicas. Tienen en
361 EL TOQUE DE DIOS 'suma una vida común y una misma lengua, como si perteneciesen, en su diáspora
361 LOS DOS ARROYOS IMPUROS
tempor aly geográfica, a una sola raza de ,privilegiados. Los místicos resplandecen
362 CONTACTO ENTRE VIDA SENSIBLE Y ESPIRITUAL
en el firmamento de la humanidad como una constelación ideal, que ilumina con
362 DETERMIN ACIONES TEOLóG ICAS única luz la multiforme fatiga humana.
362 SUBJETIVISMO DE LOS MÍSTICOS Bergson, que podría ser precisamente el estudioso del que hablábamos, ha ana-
363 PRESUPUESTOS DE LA MÍSTICA CRISTIANA lizado en páginas que se han hecho famosas' el misticismo griego y el hinduista,
364 LA MÍSTICA NO ESTÁ EN CONTRASTE CON LA TEOLOGÍA poniendo de relieve sus afinidades, inexplicables a su parecer, a menos que se ad-
mita la existencia real del-Ser, con el QUe los místicos ..creen estar en comunica-
364 EL LENGUAJE MÍSTICO ción. La «carencia ontológícaxde eu ímétodo no.Ie 'permite salir de los confines' de
364 EL CONOCIMIENTO OSCURO un empirismo radical, es decir que,' al mismo' tiempo, que iIo.Ileva a reconocer que
365 EXAGERACIONES Y PARADOJAS DEL LENGUAJE MÍSTICO la única mística perfecta es la del catolícismoc.le' cierra, IrO obstante, la posibilidad
de una comprensión plena no sólo -B..e esta- mística; 'ca1:ólica sino 'de cualquier
366 LOS FENÓMENOS PSÍQUICOS
'Otra experiencia religiosa. Su caso merece ser torrrado.ren consideración, porque
367 ESPÍRITU, PSIQUÉ, CUERPO
Bergson puede representar dignamente la' falange innumerable de hombres :'de
367 LOS ESTIGMAS
cultura que no ocultan ya su simpatía por el misticismo, sin lograr superar su
368 LA SABIDURÍA ACTIVA DE LOS MÍSTICOS positivismo sícológico, incapaz de captar el elemento específico de la experiencia
368 CÓMO AMAN LOS MÍSTICOS A LOS HOMBRES mística, complaciéndose POI _COl}SÜ~.ill~n.1E!enll~,,-ar---<t __~º_Q_~mPªr:ejami~Dtos sin-
368 LA GRACIA, PRINCIPIO OPERATIVO DE LOS MÍSTICOS cretístícos sumamente peligrosos
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para \las conciencias
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ingenuas.
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369 EL MÍSTICO EN LA PERSPECTIVA DE LA REDENCIÓN CÓSMICA No hay dificultad en admitir' la semejanza (de la estructura sicológica propia
del itinerario místico, dondequiera que se encuéntreT'éro pueae"-e:xplicarse, mas
que por la presurosa y ambigua tesis de Bergson, por las leyes que dominan la
II:rllesto Balducci, de la Orden de los PP. Escota- naturaleza humana, sobre todo-cuando tratan 'de realizar: su aspiración funda-
plus, nació en Santafiora (GTossetto, Italia) en mental. Así como en todos los' pueblos son 'Idérítlóas 'las leyes de-Ia' creación poé-
I !i:!2. Doctorado en Filosofía y Letras en la Uni- tica, lo son también las leyes de la exper'iencia religiosa, siempre y -cuando ésüa
111' de Florencia,
rsi.dad ha desaTrollado siempre se realice en los límites de lo natural. ' ."
1'// esta ciudad su actividad de sacerdote, de pTO- Un eminente estudioso de la sicología de los místicos" establecía asnos aignos
I"sor y de conferenciante hasta 1959, año en que comunes a toda .experiencia religiosa superior: (d. Uñaatracción. intensa del alma
1/(' trasladado a Roma como Visitador General hacia lo Absoluto. mediante el amor; 2. Una noción cualquiera de este Absoluto';
ell' las escuelas de su OTden. Recientemente ha 3. La vaga percepción de una relación con dicho Absoluto». Dentro de este cuadro
11/ "dado la revista «Testimonianze». Abierto a la genérico, que lleva, como puede apreciarse, una tenue línea metafísica posible
IIIIÍS viva problemática de nuestro tiempo, ha di- en toda cultura, es fácil precisar un contexto síquico común a: los 'mismos místicos
rl"ido su atención a asumir sus instancias más atólicos: 1. Apartamiento del mundo de lo múltiple, múltiple que estorba la 'con-
/lllra,~ en los cuanros de la tradición. Recorda- templación; 2. Superación de la simple cognición conceptual de Dios; 3. El éxta-
III),~ de él: «Antonio Fogazzaro», ed. MorceUiana, Ris como situación sicológica extraconceptual ; 4. Convicción de una comunión
J !J!¡1; «Concordanze spirituali», ed. RAl, 1959. on Dios, que imprime en el alma un sello de consagración especial.

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1';. IJ\LI)Ut:<.:l I.A l'lXI'I'lllll':N('IA 1)1': I.A VII)A I)IVINA

Lu comunión con Dios es, pues, el término real o supuesto de la experiencia El conocImicnio mistlco no CH, pues, slno una tormo CiljJ{l(·lr!eU do un cono
míatlca, La realidad de esta comunión, sin la cual el misticismo no es auténtico, cimiento más difuso comunicado a los hombres a quienes la re ha Jntroducld
no puede verificarse más que por un procedimiento extraño a la sicologia, de en el orden nuevo de la encarnación. Mientras que el místico no cristiano funda
r-nrácter filosófico Y teológico. El momento final y esencial del itinerario místico, sus ascensiones en la relación creaturil con el Dios omnipresente, el simple cris-
lo unión con Dios, está fuera de la línea sicológica y ninguna semejanza de tiano que viva su fe funda su conocimiento de Dios en la relación de sustancial
\'omportamiento podría autorizamos a equiparar todas las experiencias místicas intimidad que Cristo ha instaurado entre el hombre y el Dios vivo. Porque la
r-omo igualmente válidas. Los criterios discrecionales son posesión de la teología encarnación no sólo ha restaurado el orden creaturíl subvertido por la primera
y no de la sicología. Y la teología nos demuestra que el contacto experimental culpa, sino que ha elevado a la criatura hasta el misterio de la unión vanamenie
con Dios sólo es posible en Cristo, en quien habita la plenitud de la divinidad, soñada por los místicos del paganismo. No importa que los estados normales de
y a través del cual plugo a Dios revelar sus inaccesibles profundidades y asumir la sicología de un cristiano sean más pedestres e insignificantes que los de un
a la criatura a la luz de su mismo misterio. místico alejandrino, ni que su apartamiento del mundo de las criaturas sea me-
Ningún fenómeno de orden sicológi~o podrá darnos la seguridad que el deseo nos real que el de un místico budista. La unión con Dios no se efectúa en virtud
de la unión con Dios se haya realizado. Más aún, puede ocurrir que all donde í
del nivel sicológico, sino por una iniciativa gratuita del mismo Creador, a la
falta la noción de la .gracia, la «física» que prepara y acompaña a la contempla- que suele llamarse gracia santificante.
íón, adquiera un relieve vistoso, provocando fenómenos sicológicos excepcionales,
mientras que, en el clima mental y moral creado por el conocimiento de los No se crea exagerada esta insistencia sobre el carácter sacramental de la VA It¡\C "I'lm
unión con Dios, que parece menospreciar las experiencias místicas superiores. Hi\C'IlAMI'IN'I'
misterios de la revelación, la experiencia religiosa presenta una propia pacífica
J)I~ I,A "Nln
suavidad, una humildad esquiva a los esfuerzos convulsivos, un pudor que pre- Tal insistencia pretende ser una reacción contra el excesivo sicologismo, que ha
CON 1)10
.fiere interiorizar toda experiencia de Dios. invadido incluso ciertas corrientes teológicas, con la consecuencia más bien grave
Una cosa es, pues, cierta: «Si se tropieza, en la escuela hinduista, o musul- de una valoración demasiado naturalística del misticismo por una parte, y de una
mana o en cualquier otra parte, con algún caso de experiencia mística auténtica, capitidisminución de las condiciones sobrenaturales de la vida cristiana por otra.
este caso procederá de la gracia divina y de la contemplación infusa, más o menos El bautismo es ya una «noche oscura», si es verdad, como enseña San Pablo, que
modificada en sus formas típicas por las especiales condiciones de desarrollo, por medio de él muere el hombre y es sepultado con Cristo; y es ya un «matri-
fuera del aflujo de gracias sacramentales y de la irradiación visible de la ver- monio espiritual», si es verdad que por medio de él nace el hombre a la misma
dad. No hay sino una mística sobrenatural auténtica, y es la que llueve del co- vida de Dios. Entre el conocimiento de Dios que confiere el bautismo y la visión
razón radiante de Cristo. En cambio, se podrá hablar de manifestaciones de la beatifica existe un proceso de continuidad, como el que corre entre la semilla y el
mística cristiana en climas no cristianos» 3, fruto (el purgatorio suple el desarrollo inadecuado debido a nuestros defectos).
La contemplación infusa verifica hasta en el tiempo, si bien no perfectamente, las
vírtualidades cognoscitivas insertas en nosotros por la grada, dotándolas no ra-
ramente, si bien no necesariamente, de estados de ánimo sicológícamente excep-
cionales, y modificando no la sustancia de su normal conocimiento sobrenatural
EL CONOCIMIENTO AMOROSO DE DIOS sino sus modos, como expresamente veremos dentro de poco.
El mismo san Juan de la Cruz, que con su sistema típicamente sícológíco ha
acreditado entre los más la tesis de la excepcíonalidad sustancial del conocimiento
que la teología vuelva a llevarnos de la mano, aclaremos los motivos místico, afirma que todas las almas llamadas a la felicidad del cielo son también
D EJANDO
por los que no es posible una experiencia de Dios, ni ordinaria, ni extraordi-
naria, fuera del orden sobrenatural actuado en la Iglesia.
llamadas, con una llamada general y común, a entrar ya en esta vida, a través
de la contemplación infusa, en las primicias de aquella felicidad 5.
Santo Tomás distingue tres formas de conocimiento de Dios: de la razón, Lo extraordinario de la contemplación infusa lo es «de facto», por cuanto
de la revelación gratuita, de la visión beatífica. La primera es propia g,el orden la grada de Dios que la realiza presupone por parte del cristiano una prepara-
natural, y da lugar a una noción abstracta de Dios, iluminada por reflejos aná- ción activa, que implica la noche de los sentidos, verdadera des carnación de la
logos. La última es el término final de la vida de gracia y es propia de aquellos vida afectiva, y la noche del espíritu, difícil dragado de las facultades superiores.
u quienes la muerte física ha puesto cara a cara ante Dios. No es de extrañar que, ·a pesar de ser tantos los llamados, sean tan pocos
los elegidos.
N El conocimiento que interesa a nuestro propósito es el segundo, el de la reve-
'A Jación gratuita, que comporta dos formas diversas de sabiduría: una ligada aún
ni instrumento de los conceptos, afirmativa, «catatátíca», propia de todos los
ristíanos en cuanto tales, la otra trasconceptual, silenciosa, «apof'átíca» 4; es pre-
lsamente el conocimiento sícológico de Que .estamos tratando.

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VIDA MISTICA ADQUIRIDA y SU DINAMISMO


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es decir, CLIÚ"do obra el alma por sí misma'! Jnduclublemcnte en 01 conochnlcnto 111111, "I,M
i-ou MI Mil
de analogía, cuando, partiendo de los cosas visibles o de la experiencia íntomu,
se eleva hasta la esencia de Dios, de la que formula nociones abstrae las y no sa-
I 'SJGUE siendo, pues, prácticamente válida la clásica distinción entre vida mís- tisfactorias. Pero también cuando Dios se ha hecho presente en el fondo del alma
I
tica adquirida y mística infusa. La primera se reduce en sustancia a un ejer- con la oferta gratuita de sí mismo y suscita en ella el nuevo poder de la fe, esto es,
M
cicio amoroso de las virtudes teologales que está dentro de las posibilidades in- de una comprensión que ya no es conceptual sino experimental; también en est
M
M mediatas de cualquier cristiano. Su momento más elevado es la oración de reco- caso se ve el alma obligada a obrar por sí misma, para acrecentar la cognición d
gimiento activo, descrita por santa Teresa G. De Grandmaison describe así, con su Dios, según un modo racional, discursivo. Ciertamente, la fe es visión de Dios, y
habitual finura, el normal comportamiento sicológico de esta vida: «Hay, dice, visión concreta. pero siempre con la mediación de conceptos y de signos humanos,
en el claustro y fuera del claustro un número bastante crecido de hombres y complejos y múltiples, y por tanto arduos y fatigosos en cierto modo, Estos signos
mujeres que han desarrollado ampliamente en sí mismos la vida mística, mediante tienen su origen en el mundo de la carne y de la sangre, y si bien, adoptados por
la oración, el despego, la penitencia y mediante el ejercicio del recogimiento y la Cristo para ofrecernos su misterio, son medios no arbitrarios sino normativos
habitual pureza de corazón. Su oración es, las más de las veces, muy sencilla y de nuestro viaje hasta Dios, no .por eso dejan de entorpecer nuestro arrojo o de
(salvo períodos de aridez o de actividad espiritual motivada por necesidades es- obstruirle más o menos el camino, rompiendo la unidad del ser amado y de la
peciales) sobre todo afectiva. En ciertos momentos les penetra un vivo sentido intención profunda en la multiplicidad de las distinciones, En la visión beatifica
de la presencia de Dios, que persiste, atenuándose luego ligeramente; o al revés, caerán los signos, que expresan el misterio, y éste se ofrecerá al entendimiento
un sentido penoso de desolación, de vacío, de abandono y soledad. Otras veces sin mediación alguna. Hasta entonces seguirá esta desproporción entre el objeto
les acucia una necesidad de conversación divina, una necesidad de oración, de terminal de nuestro conocimiento, que es el mismo Dios en su interioridad san-
recogimiento. 'I'ienen hambre de agradar a Jesucristo, de imitarle, de trabajar tísima, y el modo del conocimiento, que suministra nuestra naturaleza,
por él, de configurarse a su vida dolorosa y a su redención. Temor ansioso de Con todo, es verdad que la fe es susceptible de incremento indefinido, porque
no servir bien, de no hacer lo bastante; compunción acerba y agradable; amar- el amor la empuja más allá de los conceptos de que se sirve: el amor es «extá-
gura deseable a la vista de su propia miseria, humillación íntima que rebaja sin tico», arrastra siempre al sujeto fuera de sí mismo. En nuestro caso arrastra al
desanimar, que mortifica el amor propio sin sugerir ni deserción ni desesperación. alma creyente desde el ámbito analógico y «catafático» hacia la experiencia silen-
Se nota que una oración ha sido escuchada; se percibe claramente un cierto paso ciosa, «apofática» del místico. A medida que la fe se hace incandescente de
como deseable; un sacrificio como digno de' ser realizado; se asocia un reproche amor, el entendimiento afloja sus cadenas, aumenta sus transparencias, como
sin iluminismo pero sin miedo de error, a la voz del Maestro interior, una voz a la resina bajo el sol, provoca él mismo las prevarícaciones del espíritu que sale
la que ninguna otra se parece» 7. Ninguno de nosotros, los que habitamos los va- del valle conceptual para explorar el misterio que espera. Prescindiendo ahora de
lles del reino de Dios, desconoce del todo esta existencia, que no produce vértigos, grandiosas expertencias, el cristiano no desconoce del todo esta tensión. Por eso
es verdad, pero que en último término está bañada por la misma 'luz que ilumina las palabras de los grandes místicos son también las suyas: la realidad a la que
las cumbres. ellos se refieren y que se ha precipitado en su horizonte, como sol en un im-
De hecho, esta es también una existencia mística, es decir, sobrenatural, por provisto mediodía, la conoce también él, aunque sólo sea en incierta aurora, en
su objeto, el Dios revelado, y por la virtud de la fe de donde procede. Sigue la que el deseo le hace esperar que la luz disuelva las tinieblas y la experiencia
siendo natural en cuanto a su modo de conocer, porque se vale aún de los con- de su miseria le hace temer que las tinieblas se traguen a la luz,
ceptos y los esfuerzos morales, extraña como es a la suprema pasividad que exi-
gen y promueven los dones sobrehumanos del Espíritu Santo. No es aún entera-
mente un «pati Deum», sino más bien un «quaerere Deus». A esta manera de
conocer a Dios alude san Juan de la Cruz, cuando trata de hacer comprender
mejor, la otra, la infusa, propia de los místicos: «En Lo que es hacer el alma actos LA DOBLE NOCHE
interiores con el entendimiento, no puede amar sin entender; mas en los que DiQS
hace en -elLa es diferente, porque se puede comunicar en una potencia sin la otra;
L ideal del cristiano es el que se realiza en los místicos: el contacto inmediato
y así puede inflamar la voluntad eón el toque del calor de su amor, aunque no
entienda el entendimiento, bien así como una persona podrá ser calentada del E
. con el Dios escondido, pero sin el medio formal de los conceptos, una intuición
ruego, aunque no vea el fuego. De esta manera, muchas veces se sentirá la volun- simple, acompañada de estupor y de gozo. «Muy bien haces, oh alma, en bus-
tad inflamada o enternecida, y enamorada, sin saber ni entender cosa más par- carle siempre escondido, porque mucho ensalzas a Dios, y mucho te llegas a 61,
ticular que antes, ordenando Dios en ella el amor, como 10 dice la Esposa en los teniéndole por más alto y profundo que todo cuanto puedes alcanzar. Y, POI'
Cantares diciendo: Introdújome el rey en la celda vinaria y ordenó en mí la tanto, no repares en parte ni en todo lo que tus potencias pueden comprehondcr.
caridad» 8. Quiero decir que nunca te quieras satisfacer en lo que entendieres de Dios, sino

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E. BALDUCCI LA EXPERIENCIA DE LA VIDA DIVINA

¡'II lO Que no entendieres de él; y nunca pares en amar y deleifarte en eso que por el mismo caso que no hace nada, te probaré yo aquí que hace mucho. Porque
ClIILl'ndieres o sintieres de Dios, sino ama y deléitate en lo que no puedes entender si el entendimiento se va vaciando de inteligencias particulares, ahora naturales,
y Mentir de él: que eso es, corno habemos dicho, buscarle en la fe» 9. ahora espirituales, adelante va, y cuanto más vacare a la inteligencia particular
Esfuerzo vano esta apasionada búsqueda, esta renuncia a la claridad, si con- y a los actos de entender, tanto más adelante va el entendimiento caminando al
lrurlamente a las palabras que denotan actividad, no se resolviese en una pasivi- sumo bien sobrenatural. i Oh l , dirás, que no entiende nada distintamente y así
<llIclhumilde y amorosa. Lo mismo que el inicio de la fe, también esta plenitud no podrá ir adelante. Antes te digo que si entendiese dístintamente no iría ade-
\10 visión que la fe contiene en germen, viene de Dios. Es Dios el que obra, exo- Iante. La razón es porque Dios, a quien va el entendimiento, excede al mismo en-
ncrundo al alma del empleo de esos medios, que son el límite de su condición tendimiento; y así es incomprensible e inaccesible al entendimiento, y por tanto
rurnal. cuando el entendimiento va entendiendo, no se va llegando a Dios, sino antes
apartando. Y así antes se ha de apartar el entendimiento de sí mismo y de su
Dios es, pues, el agente principal; ante él el alma está en una pasividad su- inteligencia para llegarse a Dios, caminando en la fe, creyendo y no entendiendo.
prema. He aquí un primer carácter de la contemplación infusa, en el que están y de esta manera llega el entendimiento a la .perfección, porque por fe y no
(lo acuerdo todos los místicos. No resulta difícil comprender cómo la pasividad por otro medio se junta con Dios, .. porque el entendimiento no puede saber cómo
dol místico está en el vértice de una espantosa actividad. El adjetivo no es retó- es Dios, de necesidad ha de caminar a él rendido ... en la contemplación de que
rlco : basta pensar en esa fase, que no es además la primera de la pasividad vamos hablando, en que Dios infunde de sí en el alma, no es menester que haya
mística: la noche de los sentidos. Las primeras sombras de esta noche son sufi- noticia distinta ni que el alma haga actos de inteligencia, porque en un acto la
t-Ientes para hacernos temblar, por lo ligados que estamos a las criaturas. El está Dioacomunicando luz y amor juntamente, que es noticia sobrenatural amo-
mlstíco ha doblado ya el ideal de la apatheia que los antiguos predicaban y rara rosa, que podemos decir es como luz caliente, que calienta; porque aquella luz
V('Z realizaban: esto pertenece simplemente a las premisas de su experiencia. juntamente enamora, y ésta es confusa y oscura para el entendimiento, por,
Mús allá de la noche de los sentidos, el asceta pagano no tiene ya aventuras: los que es noticia de contemplación, la cual como dice san Dionisio, es rayo de
couceptos filosóficos clavetean como frías estrellas la os-cura bóveda de su cielo, tiniebla al entendimiento» l0.
1'11 torno al eje del egoísmo espiritual. Para el místico existe todavía otra noche,
1/\ más insidiosa. i Cuántos se quedan en el umbral de esta noche y creen haber
tocado ya la orla de Dios! Su misticismo funesto arroja sobre la humanidad los
nzotes del orgullo espiritual. Más allá de la selva oscura de los sentidos, el mís-
tlco debe extinguir las luces fatuas de los conceptos, las iridíscencías de las vir .. EL TOQUE DE DIOS
tudes morales, las transparencias de un espíritu que corre el riesgo de pagarse de
HlIpropia pureza, Tiene que hacer noche en el alma. Vencer los sentidos, en nom-
mejor que un místico, tan experto de Dios y en traducir en palabras
bre de la misma razón. Pero ¿en nombre de qué se vencerá a la razón y sus con-
r-optos metafísicos, sus lógicos titubeos, y sus preciosas distinciones? En nom- N ADIE
limpias las más inexplor adas zonas del alma, podía narrarnos
la noche y el primer alborear de Dios. El encuentro entre el rayo de tinieblas
la espera de
I,()H I)O~
AltltOvoP'
lMI'WWI'
bre de un Dios, que aún no se ve, de un Dios que había depositado una imagen
do sí mismo precisamente en el claro espejo de aquellos conceptos y de aquellas y el entendimiento se hace posible sólo porque el entendimiento arrancado a sus
dnlTIostraciones. Por eso, el alma entra en una noche tan terrible que se asemeja «procedirnientos rampantes» se ha tendido en el reposo nocturno de la inconscien-
Ii In nada sicológica. cia. ¿ Qué es el entendimiento privado de su actividad? ¿Qué es la voluntad pri-
vada de sus objetos finitos? El manantial del espíritu reclama así de su distinto
Pcrmítaseme una digresión, nada inútil por cierto, en un tiempo como el curso 'a los dos arroyos impuros y en el cóncavo inmóvil confunde y clarifica sus
nuestro, que gusta sádicamente de' las introspecciones analíticas, que ha llegado aguas. ¿Dónde se espeja Dios? ¿En el entendimiento o en la voluntad? Problema
1'11r-lcrtas expresiones filosóficas hasta a identificar con la nada el resultado del inútil acaso, porque así como en el acto de la justificación la gracia toca al alma
,,,¡(¡llsis existencial. Los místicos no se divierten, como los literatos intimistas, en la raíz de sus potencias, así en la contemplación infusa Dios se revela al rostro
1'11recoger los jugos secretos de la interioridad en las coloradas copas de las: secreto del alma, allí donde ella no es propiamente entendimiento ni voluntad.
111I(l/t('IlOS,
para algún festín profano. Y tampoco reducen la inteligencia a una Sea lo que fuere (y ciertamente ninguna sícología podrá nunca definirlo clara-
1'I'1'H'1I
rn vacía para encuadrarla luego en la desolada categoría de la nada. Claro mente) tal conocimiento de Dios es un conocimiento unitívo, que no va de enten-
11110también ellos exclaman « i nada, nada! », pero su grito no es una impreca- dimiento a sustancia, sino de sustancia a sustancia. No existen mediaciones na-
\'Ibrl, os una imploración. Ellos saben muy bien que la noche en que se sumergen turales, Dios es el objeto que se ve y la luz por la que se ve.
mi uccosaría para que la luz resplandezca. ISU amor por el vacío es un amor que' y no es que el contacto con Dios se realice, por así decirlo, sólo en el ápice
lo truspasa, su amor por la nada es en realidad un amor por el todo. del espíritu, de suerte que todo el resto quede enteramente sumergido en la
«Por tanto no digas, exclama el gran cantor de la noche espiritual: Oh el almo noche. En nuestras normales y míseras elevaciones la movilización de 'las tacut-
111)vn udclante porque no hace nada. Porque si ello es verdad que no hace nada" tacles (f'ísi('!1.4, sícuícss, intelectivas y volitivas) realiza, aunque rara vez, uno

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1':. 11AI,I'11{'(') I,A 1':XI'I':I(II':N(',A 1)1': I,A VII)A DIVINA

('()lI('cl1lraci6n orgánica que produce la conquista de una pálida luz, con un vicisitudes que acompañan y siguen al encuentro. El azul del 1111\1', 01 verde do
('HI'l,lcrZO al que fatalmente sigue a poco la relajación. La luz nace en el punto los prados, el blanco de las cumbres nos narran la misma belleza tlel sol. CL1(lu
do confluencia de nuestras facultades y éstas se quedan cada una con su propio místico ofrece un panorama idéntico y diverso a la vez. Al leer sus págínu« Il().~

cunsancio. En la unión mística la laboriosa purificación vale sólo como causa entra un estupor profundo, demasiado afín al tenue y pálido reservado a nucstrn
ti lspositiva : la luz irrumpe desde lo alto e invade la naturaleza desde el vértic mediocre experiencia de Dios, para que nos sea posible dudar de la validez de HUH
hasta la base con una inundación de gozo. «Aspira por mi huerto y corran atrevidas exploraciones. Pero a pesar de todo hay que reconocer a la teología el
HUS olores - y pacerá el Amado entre las flores» 11. El acontecimiento místico nace derecho de trazar los límites de esa validez y sobre todo las modalidades objetivos
en los confines superiores del espíritu pero encuentra repercusiones en todas las con que lo sobrenatural entra en la vida del hombre, para asumirla y trans-
articulaciones del ser humano. Nos lo confirma la exquisitísima doctrina de 103 formarla. También en los grandes místicos hay siempre algo de subjetivo y por
sentidos espirituales, propia de muchos místicos. Los sentidos y el entendimiento ende de arbitrario, que no será prudente elevar al nivel de norma espiritual. El
están enlazados en subordinación funcional, y el límpido cristal del concepto itinerario de la vida mística, los grados de elevación, las diversas fases de la
ontiene siempre la imagen original. unión con Dios dan lugar a las clasificaciones más diversas. «Sería poco decir:
tantas tentativas de clasificación cuantos místicos. Habría que decir más bien:
"1'0 Más en general: entre la vida sensible y la espiritual existe un nexo que tantas tentativas de clasificación cuantas obras de mística», escribía Zahn 13. Con
tI¡\ sólo un falso ritualismo considera execrable y humillante. En el estado de jus- el desarrollo de la mística sicológíca, aumentan también las distinciones. De la
'1 v
11\ 1,
ticia original los sentidos participaban de los goces del espíritu. El místico restau- tripartición del Areopagita: vida purgativa, vida iluminativa, vida unitiva, a
ra el orden primitivo, llega a abolir (volveremos a esta idea) al menos por un olas «siete moradas» de santa Teresa, han sido innumerables los modos de jalonar
instante, la malicia que los sentidos han contraído por el pecado original. «Tú te la ruta del alma .hacia Dios. A medida que del' eje sicológico nos apartamos ha-
escondes en mi alma, i oh Señor!, oraba san Anselmo, en la luz de tu beatitud; cia el teológico. la simplificación va en aumento y muchos términos resultan si-
y esto porque el alma se mueve aún en las tinieblas y en la miseria. Ella mira y nónimos. En teología, por ejemplo, el éxtasis no es más que el vivir del cristiano
no ve tu bondad; escucha y no oye tu armonía; olfatea y no percibe tu olor; fuera de sí en Cristo: «No soy yo quien vive, Es Cristo quien vive en mi».
prueba y no gusta tu sabor; palpa y no siente tu ligereza. Porque tienes todas El «matrimonio espiritual», que es un éxtasis prolongado, es un término sicológico
estas cosas, Señor Dios, de un modo inefable y las has dado a los objetos por ti que deriva de la teología paulina de la Iglesia, esposa de Cristo, y se aplica por
'creados, bajo una forma sensible; pero los sentidos de mi alma se han entorpe- fácil extensión ~t alma humana, esposa de Dios.
cido, se han hecho insensibles y han sido ocluidos por el largo dolor del peca-
do» 12. El carácter experimental del encuentro místico se vale de una cierta cola- El ámbito de la experiencia mística está, en suma, inscrito en el objetivo e 1'11 JilIoj111'111'
boración sensorial. Purificados por la noche, los sentidos se asoman, por así de- inmutable de la revelación, que es de competencia del conocimiento teológí .)11) 1,1\
cirlo, al cristal del espíritu, también purificado, con su rostro carnal y mientras al cual falta en cambio la posibilidad de seguir, en sus desarrollos fatalmen le MIM"'U'l\
ofrecen el socorro de la sensibilidad para que el conocimiento sea completo, beben subjetivos, las configuraciones de la experiencia mística. Por otra parte, ningún .'111101'1'11\1\/
también ellos de las fuentes del goce. Las armonías celestiales, los perfumes, los místico católico ha tenido nunca miedo de confrontarse con las medidas absolutas
colores admirables de que a veces nos hablan los santos, y también los fenómenos de la teología. Por vario que sea su lenguaje, y por complicadas que resulten a
sensoriales que no raras veces circundan a las almas escogidas, tienen acaso este veces las narraciones de sus experiencias, no faltan nunca a ciertos presupuestos,
origen, y son para el corazón del hombre no animal, el signo de una condición que conviene elencar aquí, entre otras cosas porque constituyen los criterios dis-
í'utura en la que no sólo el alma sino también el cuerpo exultará en Dios. crecionales para decidir sobre la validez o falsedad de cualquier experiencia con-
templativa:
a) La mística cristiana es la mística de Cristo, a diferencia de las místicas
tea céntricas que prescinden del Mediador;
DETERMINACIONES TEOLOGICAS b) la unión con Cristo implica una participación real en su pasión 14 ;

c) el conocimiento místico es conocimiento de la Trinidad. No conduce al


Uno filosófico sino al Dios vivo, uno en su inefable esencia, pero distinto en In
MO ,"(;1 N este punto, nuestra exposición no puede menqs de detenerse. Es como si espl.endorosa sociedad de las tres personas;
,0/'1
10/'1
n nos encontrásemos a las puertas de una ciudad, situada en el corazón del d) la experiencia mística no puede abolir la antinomia entre el hornbr
'desierto y nos rodeasen muchos guías ofreciéndonos sus servicios, ¿A quién eS- sobrenatural y el hombre viejo, tributario aún de la carne y de la sangre y por
('o~er? Y digo más, saliendo de la metáfora: ¿ cómo podremos reducir a un es- consiguiente inscrito en la única sociedad santa y santificante que es la IaleHlll.
quema común las numerosas reconstrucciones que de su experiencia suprema nos Examinaremos más ampliamente esta característica dentro de poco;
+inn dado los grandes místicos? El Dios de quien hablan es ciertamente el mismo, ) la experiencia mística es siempre escatológica : anticipa las condlcíoncs
poro ellos no nos pueden hablar de él, sinc .rle sí mismos, de los reflejos y de las del reino pero se guarda bien de considerar santa y deflnítíva la condición torre-

362 3i)3
1'1. IIAI.IJU<':<':! 1.1\ l'lXI'I':I(II'lN('IA DI': I,A VillA DIVINA

nu, característica ésta menos frecuente de lo que parece y que se echa en falta este caso) traspasa sln romperse un cristal que le da la justa dlreccíón. Eniro Ju
slcmpre que el misticismo cae en las fáciles sugestiones del f!}anteísmo. línea del dogma y Dios todo tiene lugar en las tinieblas y en ese momento el
Es, pues, falsa la enfática representación que Bergson (y no sólo él) nos da verdadero lenguaje es el silencio. Todos los místicos lo han confesado. El conoci-
de los místicos, representantes luminosos de una religión dinámica por encima miento que entonces se realiza es por su naturaleza incomunicable Y se le llama
del rígido organismo de la religión estática, o sea, hablando claro, de la Iglesia, oscuro porque, a diferencia de la visión beatífica, le falta el «lumen gloriae», y,
con sus dogmas, y su disciplina. Si, como el citado autor protesta, los místicos .a diferencia de la visión intelectual, le falta el concepto. Cuando llega la hora
merecen ser escuchados y creídos cuando nos hablan de sus excepcionales expe- del reflujo y la ola que se había lanzado a la orilla de Dios retorna a la orilla
riencias, no se ve por qué hay qUE;;retirarles esa fe precisamente cuando mani- humana, entonces es posible (digo posible; i con los místicos que no han hablado
I'iestan con palabras claras, su fidelidad a la fe teologal que la Iglesia les ha ni han escrito!) el acto reflejo sobre lo que acaba de suceder. Pero lo acaecido
comunicado y de la que es guardiana para ellos y para todos los hombres. .se ha desvanecido ya: sólo así le es posible al místico expresar lo que cree haber
sentido. Lo que cree haber sentido. No lo he escrito sin intención. Porque, si en
\ Bergson ha tenido muchos precursores En la historia de la Iglesia, desde los la actividad sicológica normal todo sucede para nosotros bajo el tenso arco de
la .atanclón que alimenta a la memoria, ¿cómo podrá el místico narrar lo que ha
"
1'1
t\
rnontanistas a los modernistas, que se ponen de acuerdo para defender como po-
sible una comunión con el Espíritu Santo fuera de la Iglesia visible, como si los probad.o, si la conciencia refleja le había sido ya inmolada en la noche oscura?
De ahí que el místico se disponga a hablar a pesar suyo (cdiga lo que dijere,
i\ místicos estuviesen destinados a renovar, de siglo en siglo, una revelación en
continuo peligro de agotamiento en las chorreras muertas de la doctrina común. me parece que estoy blasfemando», exclamaba Angela de Foligno) y sólo la
amo se ha explicado antes, el conocimiento místico se especifica precisamente :gloria de Dios y el bien del prójimo pueden decidirle a contaminar el inefable goce
por ser unconocimiE;;nto más alto, sí, que el de la teología, pero no opuesto, del silencio.
porque a pesar de sus diversos modos conceptuales y racionales, el primero tiene
el mismo elemento formal que el segundo. El mismo san Juan de. la Cruz defiende, «La verdad una y desnuda anula
con la limpidez tomista que le caracteriza, la «sabiduría secreta» de la contem- toda razón,
plación infusa contra todo deseo de revelaciones parciales de carácter teológico: me tiene en esta vaciedad, me adapta
«La principal causa por qué en la ley de Escritura eran lícitas las preguntas que ·a la simple vida del Eterno.
se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y Cesa aquí todo discurso» 16.
visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe,
ni establecida la ley evangélica, y así era menester que preguntasen a Dios y Permítaseme decir en este punto que en pocos aspectos como en éste es
que él hablase, ahora por palabras, ahora por visiones, y revelaciones, ahora en Ja experiencia de los místicos un carisma tan visiblemente útil a la Iglesia de
Hguras y semejanzas, ahora en muchas otras maneras de significaciones... Pero Dios. Nuestro resurgente antropomorfismo muerde el polvo ante el sentimiento
ya que está fundada la fe en Cristo y manifiesta la ley evangélica en esta era .de la trascendencia inefable de Dios. Si somos teólogos, la presuntuosa obtusidad
de gracia, no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable de espíritu respecto de las cosa.s sagradas, que nace del necesario empleo de defi-
ni responda ya como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que .niciones y silogismos, queda profundamente resquebrajada por un lenguaje a la
es una Palabra suya - que no tiene otra - todo nos lo habló junto y de una vez tan ilógico y tan justo; si somos predicadores, nuestra petulancia de palabre-
vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar ... Por lo cual el que ros queda destrozada Y redimida por sufridas reticencias, frente a la tembló-
nhora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo .rosa reverencia de estos hombres, que sin embargo tenían su morada en el mis-
haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente '±erio 17.
\'n Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad» 15.
No raras veces chocan contra la lógica las paradojas, y contra el sentido esté- IllX 1\ WHI 1\ I
y 1'l\lll\l)O
-tíco las exageraciones del lenguaje místico: justo es admitirlo. Pero recuérdese
J)JOI, 1,I1NIH
.que objeto de dicho lenguaje es precisamente lo indecible: las contradicciones MfM'I'II'()
.apuntan justamente a expresar algo tan trascendente que abarca en sí todas las
EL LENGUAJE MISTICO .contradíccíones. El énfasis imaginativo obedece a un soplo que desconocemos:
por eso nos parece gratuito, incapaces como somos de revivir en nosotros una
.conmocíón que no es propiamente conmoción poética. Pero el hecho línguistico más
.caracterizado y escandaloso es la predilección por imágenes cuyo origen es dema-
P OR otra parte, el mismo lenguaje de los místicos se sitúa a las claras más
allá de toda presunción doctrinal. La experiencia mística, como hemos visto, .siado a las claras terreno y carnal. Hemos ya visto la estrecha solidaridad que el
.conocimiento místico lleva a cabo entre el espíritu y los sentidos. Solidaridad qu
('H trunspsicológica (permítasenos estos términos) y transconceptual. No que eluda
los conceptos teológicos (Dios nos salve del misticismo irracional, espesa niebla -el hombre animal ha destruido por su cuenta, y que el asceta, no lamido aún
C!" tantas conciencias), sino que los traspasa, como un rayo de luz (el amor en por 01 nrnor, no logra alcanzar. En ningún momento nos parece tan obtuso Y !us-

364 365
I.A I':XI'I':IIII':NI'IA "1': I.A VillA "IVINA
l!:. BALDUCCI
de Dios son malas si se rccubu vunldad; y uunuuu vlnl(ll'(111tI(oj (\('II\I)llllI /wn
Ilcll(mo el materialismo como cuando, aprovechándose de las aUd,aces analogías de:
buenas si obligan a humillarse pensando que vienen tic Dlo» Hln sor !\Oi4'OirOH dll{-
oHLe lenguaje. pretende descubrir el abominable truco del qué los místicos ha-o
hrtan sido víctimas. No recuerdo si fue Bergson quien escribió que el erotismo nos de ellas.
moderno ha robado a los místicos sus imágenes encendidas, hinchando la trama ¡';~H'IIII·I'II.
Hoy somos muy astutos en conocer las relaciones entre espíritu, siquc Y I'MH!II/II.
llana y normal de las diplomacias carnales con un énfasis que era antes des con 0-
cuerpo: tres anillos unidos uno al otro y sometidos a un juego de sutilÍsimas reac- <:1110)111'0
e+do. Una cosa es cierta a mi entender y es que nunca una criatura nos parece:
ciones. Sabemos, por ejemplo, que una misma reacción siquica corresponde a
emancipada y a la vez reconciliada con la humana condición carnal, como cuando
diversas provocaciones espirituales. La oración y el amor tienen idéntica reac-
,('1 místico mueve su propia imaginación con una libertad. que la moral común,
ción síquica. y asimismo numerosos estados siquícos corresponden a una única
110consentiría, que nuestro pudor de buenas personas rechazaría con desdén. Así
reacción física. El desmayo puede próvenir de un exceso de alegría o de un exceso
romo san Pablo se atrevió ya a comparar la unidad carnal de los cónyuges con
de dolor. Nada de extraño, pues, que el histerismo y el misticismo tengan mu-
In unión mística entre Cristo y su Iglesia, así también los místicos saben exten-
chas veces un mismo cuadro de reacciones síquicas. Tampoco nos costará admitir
der hasta lo inverosímil el giro de las analogías. Lo que a nosotros nos parece au-
que no es lícito colegir de un estado síquico experimental un determinado suceso
dacia es en ellos serena libertad de mirada, nacida de una superior libertad del
espiritual. También nosotros somos capaces de sonreír ante el equívoco de los
corazón que ha perdido toda desordenada gravitación.
antiguos que confundían embriaguez mística con embriaguez del vino, o ante el
Los puros de corazón saben entender. «Las cuales semejanzas, así se de-o
éxtasis de la Pizia debido a las exhalaciones de un protóxido, o finalmente ante
rendía ya uno de los imputados más responsables, no leídas con isencillez del es-
la estatua de Bernini preferida de la pruderie de los sicoanalistas, en la que
píritu de amor e inteligencia que ellas llevan, antes parecen díslates que dichos,
santa Teresa. se nos muestra como una enamorada en vulgar deliquio.
puestos en razón» 18.
Lo que rechazamos es el paralogismo que, sobre las bases de tales observa-
Filósofos y teólogos deberían recordar, como escribía Massignon, que «el
ciones, pretende degradar la experiencia mística, si no precisamente a la patraña,
léxico de los místicos no es ontológico sino afectivo, individual más bien que per-
al menos a la patología síquíc'á' La turbación -de la siqué, cuando tiene lugar en
sonal». El desprecio de los místicos por la realidad creada. es un medio expresivo
los. rhístieos,-'P~ed~- explicarse sin: faltar a la' reverencia debida al acaecimiento
110 ya del valor de las cosas, sino de Aquel del que las' cosas nos separan por
espiritúa'l.' La exp-erienc'ia de Dios' no es cosa de poca monta. Esta experiencia
lo general. El humanista que lee a un místico se irrita' fácilmente (estoy pen-
arranca al espiritu de las normales alianzas con las facultades inferiores, suelta
sando ahora en Carducci). Con mayor razón podría irritarse un místico, si tu-o
'el nudo en que se enlazan 10s componentes de l-a personalidad humana natural,
viese tiempo que perder con los humanistas, que se olvidan de que son abomina-
provocando suspensiones de actividad, ínsensíbíudad parcial o total, levitaciones,
:\)Ies. El místico tiene el derecho de despreciar a la criatura sólo porque su des-o
desmc:yo~, ~tc. Así paga el místico su tributo a la humana fragilidad. «Incidentes
precio sirve para restaurar en su corazón (y en el nuestro gracias a Dios) la
de viajé», los llama Bergson, que disminuyen a medida que el instrumento se va
justa proporción entre un Dios que lo es todo y las criaturas que sin él no son'
templando en el fuego superior, esto es, a medida que el equilibrio siquico des-
linda. Vistas desde el ángulo ontológico las criaturas son todas ellas buenas y ad-
mirablemente ordenadas. Vistas desde el ángulo sicológico (¿ quién podrá negarlo") compuesto se recompone en un nivel más alto.
HC han metido en nuestras. entrañas, como enjambre desordenado y, obsesivo, I.OM II,WI'ICIM
A pesar de tcdo.vno sería justo relegar todos los fenómenos sensibles al ám-
muérdago que roba la savia, i niebla! El grito del místico nos exhorta al desgarro.
bito de la patología.I;Iél.Y algunos, como los estigmas, que pueden expresar una
111 arrojo decidido, a la violencia liberadora.
participación real en los sufrimientos de Cristo. La laceración física podría ser
algo más que. un .efecto de la concentración especialmente intensa en los miste-
rios de la pasión. «No es 'c-asual, la suposición es de Stolz 19, que la estigmatización
se manifieste por primera vez el').la historia en la época de san Francisco de Asís
cuando la mística corría peligro de descuidar la unión con la pasión de Cristo:
LOS FENOMENOS SIQUICOS
hay que entenderla, pues, corno una señal de aviso».
Otros podrian ser consecuencia normal de una restauración del orden crea-
turil, como el dominio de ciertos santos sobre las criaturas irracionales, la inco-
P I-:HO el capítulo más «curioso» del lenguaje místico lo constituyen los fenó-
menos. Lenguaje sin embargo demasiado equívoco, para que pueda ser aco-
rrupción del cuerpo, etc. Si los místicos son, y ya lo vimos, las primicias del orden
futuro, es más que conveniente atribuirles la reconstitución de la armoniu del
Hielo con inconsiderada admiración. Los mismos místicos, sin esperar las agudas:
paraíso. San Pablo nos explica que el desorden de la creación es debido a In pri-
I'('velaciones de la sicología contemporánea, han mostrado siempre desconfianza'
mera culpa. Los que se han hecho dóciles a la voluntad de Dios podriun ()X}'H'·
luu'ia dichos fenómenos, considerándolos como sugestiones demoníacas o como,
rlmentar, hasta en el orden sensible, la verdad enunciada por san Pablo: «0111111n
('Ol1scC'ucncia de la humana debilidad, o finalmente como dones de Dios capaces
dc' provocar pecaminosas complacencias. Decía santa Teresa que el bien o el mal vestra sunt: 20.
y no s610 esto. El místico, corno hemos visto, no lo os pura HLI propio prOV(l
no ('stú en las visiones sino en el uso que de ellas se hiciere; aunque viníercn
~(1
~66
E. BALDUCCI

ho, sino de la Iglesia. Si bien la era de los carismas tan difundidos en tiempos
apostólicos se haya cerrado según una economía que encontramos providencial,
dichos carisma s pueden renovarse según una frecuencia que solo Dios puede es-
tublecer. Aunque no pertenezcan, pues, a la esencia de la mística, muchos fenó-
menos (pensamos sobre todo en algunas visiones recientes) pueden llevar, como
carismas que son, una dirección eclesial.

LA SABIDURIA ACTIVA DE LOS MISTICOS


_._---------

XISTEN aún, entre los místicos, otras formas de obrar profundamente sobre la
"AN
¡C'OH
IIWH
E 'comunidad de la Iglesia y sobre la entera humanidad. Así, ante todo, su ma-
nera de amar a los hombres, que renueva en el mundo el estupor ante la caridad
con que Dios, en primer lugar, nos ha amado. No es la fraternidad que los filó-
sofos han recomendado en nombre de la razón, como reconocía Bergson con finu-
ra y emoción: el amor místico hacia la humanidad es «el amor de Dios hacia to-
dos los hombres». «No es el dejarse llevar de un instinto, no deriva de una idea;
no pertenece ni a lo sensible ni a lo racional, pero es implícitamente lo uno y lo
'Otro y es efectivamente mucho más. De hecho, semejante amor está en la misma
raíz tanto de la sensibilidad y de la razón como de todas las otras cosas. Se
identifica con el amor de Dios por su Obra, amor que ha creado todas las cosas,
y está en grado de revelar, a quien sepa interrogar le, el misterio de la crea-
ción» 21. Nosotros sabemos que el misterio de la creación se ha revelado ya y es
precisamente el amor, difundido en nuestros corazones por el Espíritu Santo.

IC'1 A, El principio operativo que estalla en los místicos en un esplendor de obras


'II'H) extraordinarias se encuentra también en el simple cristiano y es la gracia, con
I'IV()
'Su eflorescencia de virtudes sobrenaturales: fe, esperanza y caridad. Mas, según
I,OH
explica 'Santo Tomás 22, las virtudes infusas, aunque 'Sean princípios de actos
IC'OH
sobrenaturales, por estar empifionadas en las facultades humanas y subor-
dinadas al conocimiento racional, se uniforman al modo de obrar puramente na-
tural del hombre. Cuando, en cambio, como en los místicos, el Espíritu Santo
actúa directamente con sus dones, entonces la sabiduría 'Sobrenatural emancipa
al alma del triste yugo de la prudencia y de las reflexiones que esta última pre-
'Supone. Por eso rebosan los místicos de una sabiduría eficiente, tranquila e irre-
sistible. Ellos no conocen la oscilación entre el reclamo que baja de los cielos del
alma, y la cotidiana necesidad de encarnar en las situaciones exteriores la vo-
luntad de Dios. El contemplar y el obrar, que 'Son moralmente dos líneas sin en-
.uentro, se anudan en el corazón de Dios, al que ha subido el corazón del místico,
para quedar allí en sosegada seguridad.
A esta trascendente concordia entre el obrar y el contemplar, añaden un
discernimiento de las situaciones y de los hombres, comparada con la cual, la
prudencia humana parece estupidez. Tensos en orden al fin último, parece que
leberian pisar la tierra como sonámbulos e ignorar la autonomía de las con-

68 (11,,'(0 ¡\,,~c'lk(). SIl). '\'O"lIh, dt-tu lh- dI' 111(',"<111,1"", 1'11",·",11" MI",,' d,' " MilI. l. ,\1 "","
1,1\ 1':XI'I':ItII':N('IA 1)10: I,A VillA IIIVINA

ciencias y de lUH crlnturus, como les sucede ti los CnnÓLlC()H. y ..,1" c'lll)ul'¡Jo, J)M
estar privados de iodo orgullo, respetan, lo que muchas veces no sobe hacer 01
moralista, la delicada articulación de los instrumentos humanos y tocan las co-
sas sin aplastarlas, en homenaje al Absoluto. Confesérnoslo : son los ascetas los
que dan miedo, esos tremendos principiantes del reino de Dios, que anatematí-
zan frecuentemente los afectos humanos y a las insignificantes criaturas, con su
rígida voluntad en tensión por encima de las cosas. Para amar a Dios han
comenzado por no amar ninguna otra cosa: sálveles Dios de no completar 01
camino. Pero el asceta que ha sido rociado por la luz del rostro de Dios
vuelve hacia las cosas con una visión del todo y de los detalles tan precisa, quo
nos parece en posesión de una geometría sobrenatural que combina, sin forzar
nada, las rectas y las curvas, para que se cumpla el designio que solo Dios conoce.

Si para terminar, situamos al místico en la perspectiva tan grata a san Pa- /IlI, MIM'I'II
blo de la redención cósmica, se nos presenta claramente como una porción elegi- 11JN I,A
1'llJltHl'lllC'
da allí donde el orden antiguo ha sido destruido y el orden nuevo instaurado.
l." ItIWI~~
No que deje de existir en él el «fermentum vetustatís», como en cada uno de (\()HMl(lo'\
nosotros, pero las señales de la novedad futura resplandecen inequívocamente
en su rostro. Es como yema fresca que brota del tronco, expresando su vida y
refigurando su plenitud. Hay ven la esfera cósmica interrogantes, a los que la
teología no da sino respuestas sobrias, suficientes para la fe, pero insuficientes
para el corazón, ·es decir incapaces de contener y de aplacar la impaciencia de
nuestra expectativa, de esa expectativa que a través de nosotros levanta la crea-
ción irracional como la sorda ola de un gemido 23. El místico da una respuesta
1/ genio de Aquino canfió la Providencia el y no importa que no sea siempre tan explícita y tan vasta como la del Cántico
"'"or a perfecta desarrolla y agotar del modo de las criaturas. «Si alguno adquiere la pureza todo se le someterá, como a Adán
"riS exhaustiva la teologia de la gracia. Ava-
l/ti/o sistemáticamente sus conclusiones, el
antes de la caída», dijo un antiguo ermitaño 2"
que había visto acaso en j'll de-
'uucilio de Trento (ses. VI) coniirmaba de sierto convertirse a los animales feroces en obedientes amigos de los monjes. La
'1/('110 al Santa Doctor el titulo de «Doctor grc- misma revelación nos obliga a reponer el principio reordenador del universo en
(/('» que le atribuyó la Liturgia. La teología el corazón del hombre, así corno es inmanente al hombre el principio de su des-
'" 111 gracia se articula, en el pensamiento del orden. El hombre que se domina a sí mismo, domina al cosmos. San Gregario
iuiuate, en dos premisas de orden metai i- explicaba: «El hombre tiene algo de cada criatura. Efectivamente, con las pie-
/1 '11: nada puede existir que se sustraiga a la dras tiene de común el ser; con los árboles, la vida; con los animales, la sensa-
!l/'''I'lIla causalidad divina; el orden de la gra- ción ; con los ángeles, la inteligencia. Y si tiene algo de común con cada criatura,
1 excede netamente al de la naturaleza, ni el hombre es en cierto modo la entera criatura» 25.
IIII/iera existe entre ambas relación de exi- De modo análogo describe santo Tomás 26 el estado de inocencia, como un
I'IWW a de positiva ordenación. A esta luz se
dominio espontáneo del hombre sobre sí mismo y sobre todas las criaturas. El
/,IIII('CII1y resuelven todos las demás proble-
hombre que en la unión mística ha cambiado su corazón por el de Dios se en-
111\: esencia y división de la gracia, eficacia
/, iut rinseco, transmision e infusión, valor del cuentra en el centro de la armonía de la creación. «Míos son los cielos y mía es
I",.¡I(), gratuidad de la sobrenatural, justicia la tierra, míos son los hombres, los justos son míos y míos los pecadores; los án-
1/.1:111(//, sublimacián de la naturaleza, dina- geles son míos y la Madre de Dios y todas las cosas son mías; y el mismo Dios
11',1110 de la virtud y de las dones, inhabita- es mío y para mí. .. »: así cantaba, bajando de la cumbre de su monte el poeta
111/ I riuitaria, etc. A siete siglas de distancia, de la nada, el explorador de la doble noche, con una bizarría digna de Adán
¡ U,'¡ ':Iante las iorzadas interpretaciones de en la mañana del Edén 27 •
nuuslados teólogos, las últimas seis cuestio- No se trata, pues, de una concesión a la oratoria, cuando se afirma qu
"', (109-114) de la 1-11 mantienen su vigor éxtasis de un místico es un acontecimiento cósmico: él hace que alboree 011
1111 rapetir, a quien quiera oirla sin apasiona- horizonte, sobre el que aún pesa la noche del tiempo, la luz del día venid
,1"IIIU, la respuesta más exhaustiva al problc-
Verdad es que cada cristiano, en cuanto arrastra en su secreto un rayo d
,(/ vlta! de la Revelación.
.,
w

21 - [.0 SObl'c!1OlUI al
E. BALDUCCI

gloria de Dios, va construyendo bajo el desorden de las criaturas la trama invi-


sible, del orden definitivo. Pero el místico hace que Irrumpa a la superficie de
'las cosas y de los sucesos ese rayo que llevan oculto los otros: al igual que la
columna de fuego, él señala la justa dirección al fatigoso caminar de las cosas
'creadas.

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