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Jesús Fueyo. “La vuelta de los budas”.

(1ª parte)
Jesús Fueyo. La vuelta de los budas. Organización Sala Editorial, S.A., Madrid
1973,- 595 págs.

Por Pedro Escolano

Una izquierda sin verdaderos prestigios intelectuales ha divulgado la estrafalaria


opinión de que en la España gobernada por Franco, no hubo sino falsos valores
académicos favorecidos de una u otra forma por la dictadura. Buena parte de la derecha,
por razones puramente tácticas y oportunistas –el acceso a la repartición política-, ha
endosado esa falsificación. De ahí que la política cultural de la derecha española, en su
desvarío centrista, pero ante todo cratológico, ha caído en el adanismo, como señalaba
Jerónimo Molina hace unos años.

La generación de juristas e historiadores políticos que surge tras la guerra civil en torno
a instituciones como el Instituto de Estudios Políticos, actual Centro de Estudios
Constitucionales, dejaron un legado de pensamiento político que no ha tenido la
continuidad deseable, ni hasta ahora se ha producido una filosofía política o jurídica con
el nivel suficiente para ser comparable, tanto en profundidad como en rigor y extensión.
Algunos de estos juristas e historiadores, cuya obra publicada en su mayor parte
transcurre en el periodo referido, son: Javier Conde, Manuel García Pelayo, Luis
Sánchez Agesta, Carlos Ollero, José Antonio Maravall, Luis Diez del Corral, Alvaro d
´Ors, Jesús Fueyo, Gonzalo Fernández de la Mora, Nicolás Ramiro Rico, Francisco
Murillo Ferrol, Enrique Gómez Arboleya, Antonio Truyoll, y el más joven de ellos,
Dalmacio Negro Pavón.

Si quisiéramos establecer un eje común entre ellos, podría ser el del realismo. Pero no
ese realismo vulgar que se suma a los hechos porque mandan, como síntesis puramente
refleja de sentido práctico, oportunista y esclavo de hechos menudos y circunstanciales,

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sino un realismo que comprende la fuerza de las cosas y su autoridad, para poder
interpretar lo histórico en sus ondas largas. Y este realismo, se modula en mayor o
menor grado dentro de un marco cristiano, nada clerical por otra parte. Otro eje común
es la formación jurídica de todos ellos, entendiendo el Derecho como objetivación
histórica del marco de posibilidades de expresión de la Justicia, y no cómo expediente
técnico de organización social del legista auxiliar del príncipe y representante de la
soberanía que aquel encarna. “Interesa subrayar que no hay ninguna técnica capaz de
arbitrar las recetas científicas para producir, bajo el impulso de criterios
exclusivamente técnicos, la justicia”, es un lema permanente en el pensamiento de
Fueyo, tanto en sus escritos como en su actividad docente. Pero sobre todo, nos
encontramos con singulares y originales pensadores y escritores, que quizá representan
la última generación de inteligencia universitaria libre que hemos tenido en España, por
supuesto, con las excepciones que todos podríamos apuntar.

Entre estos juristas e historiadores políticos, destaca sin duda la figura de Jesús Fueyo,
tanto por sus conocimientos y erudición como por la profundidad y calidad literaria con
que supo hacer público su pensamiento a través de la escritura. Dalmacio Negro ha
contado en alguna ocasión el prestigio del que gozaba Fueyo entre sus colegas más
notorios: “Si eso lo ha dicho Fueyo, es que es así”.

Jesús Fueyo (1922-1993), se licenció en la Facultad de Derecho de la entonces


Universidad Central de Madrid, hoy Universidad Complutense de Madrid, doctorándose
con la máxima calificación con una sugerente tesis sobre “Alexis de Tocqueville y la
Estructura de la Sociedad Democrática”. Por aquél entonces ejercían como docentes en
esta facultad, Javier Conde, que influyó mucho en él, y Carlos Ollero, que iniciaba su
carrera docente.

En 1947, obtiene por oposición la plaza de Letrado del Consejo de Estado, órgano al
que estuvo vinculado hasta 1987, siendo Letrado Mayor y Consejero de Estado en dos
periodos, 1962 a 1970 y 1974 a 1977.

En 1956 ganó por oposición la cátedra de Derecho Político de la Universidad de


Santiago, con votación unánime de todo el tribunal. En 1969 ganó por oposición la
cátedra de Teoría de la Política en la Facultad de Ciencias Políticas Económicas y
Comerciales de la Universidad Complutense de Madrid, también por votación unánime
de todo el tribunal.

Dirigió el Instituto de Estudios Políticos durante los periodos 1962/69 y 1974/77.

Hombre con aspiraciones políticas, fue nombrado Delegado Nacional de Prensa y Radio
del Movimiento en 1962, Procurador en Cortes en 1964, Consejero Nacional del
Movimiento por designación del Jefe del Estado en 1967. Los que le trataron
personalmente, aseguran que le hubiera encantado ser Ministro, “aunque sea de

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Marina”, decía él mismo, pero las circunstancias no le fueron favorables en su vocación

política.

En 1981, entró a formar parte de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas,


realizando aportaciones de singular interés hasta su fallecimiento súbito e inesperado en
junio de 1993. Su obra publicada se recoge en libros como La Epoca Insegura,
Esquema de la Subversión de Nuestro Tiempo, La Mentalidad Moderna, Estudios de
Teoría Política y otras publicaciones de carácter más circunstancial.

La Vuelta de los Budas se edita en 1973, un momento bastante agitado de la vida


política española, que se planteaba el fin del régimen como consecuencia de la edad de
su fundador, y sus posibilidades de evolución y transformación. La Universidad,
masificada desde hacía pocos años, vivía un ambiente agitado y ya muy infeccionado
por ideas de raíces marxistas y otros ismos, especialmente en la facultad donde Fueyo
ejercía como profesor. Creo que el impacto de La Vuelta de los Budas fue escaso en su
momento. Sólo tengo constancia de dos reseñas, una en las páginas del diario ABC,
escrita por José María Ruiz Gallardón, y otra, de José María Nin de Cardona, director de
la editorial que publica el libro, en la revista del Instituto de Estudios Políticos. Nunca
se ha reeditado posteriormente.

El autor subtitula su libro como “Ensayo ficción sobre la última historia del
pensamiento y de la política”, avisando al lector en una nota entre las páginas del libro,
que el contenido de este “tratase, pues, como casi todo en este libro, de una acrobacia
lúdica, de un juego peligroso al filo de la navaja de la realidad.” Y no es que el autor
esté disculpando una ausencia de rigor o descuido, sino que el libro es un ensayo
meditación que transita por las dimensiones más oscuras de siglos de especulación
filosófica y del pensamiento político. Esas zonas del pensamiento en que los mitos, las
profecías, lo esotérico y exotérico, los iluminados, las herejías apocalípticas, las
sabidurías oraculares, las utopías, los atavismos, los enigmas cabalísticos, las alquimias,
los místicos y sofistas, ocupan el lugar principal, o andan soterrados y envueltos en el
pensamiento aparentemente más lógico y racional. La historia de las maquinaciones
sobre lo divino y lo humano, que imaginando vías heréticas de salvación y órdenes
políticos diversos desde metafísicas disolventes de todas las tablas de valores, conducen
a los despotismos burocráticos y las gigantomaquias políticas de nuestra época. Con
estos ingredientes, no cabe duda que estamos ante “un juego peligroso al filo de la
navaja de la realidad”, por el que Fueyo conduce al lector con maestría, conocimientos

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sólidos, humor, ironía, un gran estilo literario y sin perderse nunca en ese intrincadísimo
laberinto de conexiones entre culturas diversas, filosofías, mitos y literaturas varias. Un
alarde de gran ensayística que atrapa al lector desde las primeras líneas hasta las casi
600 páginas, sin respiro.

La composición del ensayo se apoya en algunos recursos literarios eficaces. Crea Jesús
Fueyo un personaje, Herr Professor Gottlieb Erlöser Panaceo, Salvador Curalotodo
Amado de Dios, según traducción de Dalmacio Negro. El personaje es el arquetipo de
pensador agnóstico característico de nuestro tiempo y de su patogenia. Personaje unas
veces patético, otras tierno en su ingenuidad, otras ridículo y aborrecible, pero siempre
quimérico en sus cogitaciones hacia la Nada. Autor y personaje van conduciendo al
lector en el damero de las filosofías de salvación, mediante una cierta ambigüedad
calculada para no poder distinguir con nitidez, en ocasiones, cuando habla uno u otro. Y
es que tras más de doscientos años de talmud del “logos” omnisciente, ¿por dónde no
aparece Erlöser? Los saberes sin revelación del occidente moderno y contemporáneo
son tan invasivos, que el mundo sin forma y la sociedad sin identidad afloran sin
pretenderlo en el pensamiento más cauto y prudente.

Erlöser es el verbo que ya no está encarnado, la descomposición de la imagen


ontológica y física de la realidad, la subversión de las premisas teológicas y morales de
una concepción de la vida, la decadencia de la metafísica, que es, justamente, la
metafísica de la decadencia. Pero el alma atormentada del nihilista, desde el fondo
insondable de la nada, clama por un saber sotérico, por un mensaje de salvación,
pretendidamente ateiológico enclavado en el radiante firmamento de la Nada.

“La obra pública de Erlöser es una disolución crítica, sulfúrica de todas las tablas de
valores….autocrítica absoluta de la razón occidental, una infección búdica del genio
metafísico de Occidente, la nada como dialéctica en vana agitación mental. Una
filosofía que quiere construir ex nihilo el Universo y repetir la hazaña de Dios, pero
que necesita para ello destruirse cíclicamente como naturaleza, para alumbrar la
sabiduría virgen de la edad nueva del hombre”

El 30 de Mayo de 1930, Herr Professor Salvador Curalotodo Amado de Dios dictó su


última lección pública en la Escuela de la Sabiduría de Darmstadt, tras una vida
puramente mental, con el propósito de consagrar su espíritu a la salvación del mundo,
recluido en su mansión de Or Adonai levantada para tal propósito como piedra filosofal
hecha arquitectura. Su vida, como la de Kant, es un argumento estrictamente intelectual,
en la cual, toda noticia o sucedido, es referida a su vida académica. No consta que
conociera mujer. El sueño de la “epojé” de Husserl, de la suspensión de las
preocupaciones de lo cotidiano, camino habitual del intelecto de occidente y llevado al
paroxismo más descarnado por Erlöser. En su silente conversación consigo mismo y a
través de la exégesis textual, va intentando desgranar sobre bases nihilistas, el Novísimo
Testamento para la salvación de la Humanidad, desde la omnisciencia del “logos”
moderno y de su descenso a los desiertos de la Nada. En este caminar, conversa con
reencarnaciones de los espíritus de Schopenhauer, Sorel, Donoso, Rivarol, Saint Just,
Heine, Disraelí, Maurras, Soloviev, Marx, Engels, Hegel y Tocqueville, cuyo periplo
dialéctico con Erlöser, es un regalo impagable para el lector y un acierto de gran
eficacia por parte del autor.

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Estos recursos, digamos literarios, dan libertad expositiva al autor, siempre dentro del
rigor más exquisito, propio de alguien que conoce en profundidad el pensamiento de
esas ánimas encarnadas, y se complementan con un lenguaje rico, expresivo y lleno de
figuras brillantes en todo el libro.

Otro hilo conductor del ensayo meditación de Fueyo, es la tesis sobre el origen de la
deflagración mental de occidente como consecuencia de la patogenia invasiva y
recurrente de las esencias búdicas y extractos zoroastrianos, que desde el arcaico culto
gnóstico de Manes o Mani, rebrotan en la inteligencia occidental bajo la forma de
diferentes herejías –bogomilistas, cátaros, albigenses, patarinos, publicanos y otros
perfecti-, difundiendo con mística sublime la agonía inminente del mundo y su
inutilidad, su mensaje consolador de negación y renuncia, frente a la cultura de la
voluntad y de la creación de humanidad característica de occidente.

De estas fuentes bebió hasta el delirium tremens Nietzsche. Y Hegel, el deicida lógico,
con su teología absoluta del espíritu humano y negación de la verdad divina de toda
religión positiva, más su mortal metáfora de la religión como opio del espíritu. “Una
vez que Hegel contempla con impúdico gesto su propio ombligo, no queda más que
pensamiento búdico, arquitecturas de la Nada.” Y Schopenhauer con su filosofía de la
vida forzosamente genocida, puesto que descansa sobre la afirmación de que el
intelecto, ante todo y originariamente, es un instrumento en lucha por la vida y se
emplea como un arma, abriendo paso con estos planteamientos a las falsas sabidurías
que degradan el espíritu, haciéndolo esclavo de las fuerzas oscuras del sexo, de la raza,
de la materia, de la economía o del poder, es decir, esclavo de la necesidad. Nietzche,
Marx, y Freud reposan en su regazo, como involución inconsciente hacia el estadio fetal
de las sabidurías sin Revelación, triunfo búdico de las religiones cósmicas de la materia,
del panteísmo telúrico. Y la izquierda hegeliana, todos ellos profetas del humanismo
terrenal, de la salvación en este mundo, de la inversión política de la religión, que abre
la senda histórica del mundo invertido, cuyos resultados políticos visibles son la
producción de formas indígenas de despotismos estatales burocráticos como salvación
nihilista de lo humano.

La idea trascendental de salvación es la que ha conferido su estilo singular a la cultura


de occidente. Como decía Elio Gallego, coincidiendo con la tesis de fondo de Fueyo,
“la modernidad secularista no ha inventado una civilización distinta a la cristiana
occidental, tan solo la ha deformado”. La historia de esta inversión metafísica del
espíritu occidental, es en la tesis de Fueyo, la historia del retorno a Oriente, verdadero
pecado fetal de Occidente.

Jesús Fueyo. “La vuelta de los budas”.


(2ª parte)
(Continuación de “La vuelta de los budas”)

Por Pedro Escolano Belmonte

La senda histórica del mundo invertido en el humanismo terrenal –Homo homini Deus
est-, la recorre Fueyo a través de sus dos grandes momentos: El Tiempo de las

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Naciones y el Tiempo de las Hegemonías. Cada parte ocupa un número similar de
páginas en el libro.

En el Tiempo de la Naciones radiografía el alma cultural de las grandes naciones


europeas: Alemania, Inglaterra, Francia. El mito de sus revoluciones fundacionales fue
la Nación, pero las realidades son el Estado, donde las revoluciones nacionales terminan
siendo conducidas por la naturaleza y no por la política, en mutaciones y formas de
vida, sin mito que las presida. Un proceso que devuelve al hombre al mundo mecánico
de las cosas, al universo de las fuerzas telúricas de los Budas. “Si el cristianismo liberó
a la persona de su cosificación, mediante la postulación inderogable de tratar y ser
tratado conforme a su naturaleza y no a la Naturaleza, es decir conforme a lo que exige
aquél desenlace escatológico, que es el destino más grande y trágico del hombre
redimido, el empeño occidental del nihilismo y sus veneros intelectuales trabajan para
la catástrofe del segundo budismo anunciado por Nietzsche”.

A pesar del fracaso de las naciones europeas y su derrota militar en la II Guerra


Mundial, la nación metafísica y cultural sigue ahí, porque es la forma política en la que
viven real y efectivamente su pluralidad biográfica esa impalpable realidad que forma el
plasma vital de la Historia y que llamamos cultura.“ Todas las culturas son formas de
Revelación de la sobrenaturaleza, es decir de liberación y rebelión contra la
Naturaleza. El ser físico se transmuta en comunidad metafísica, cuyo organismo
histórico es la Nación”. Aunque estas realidades sigan ahí, Fueyo considera que han
sido vencidas sobre el terreno duro y vital de las realidades históricas, aunque de vez en
cuando asistamos a sus estertores últimos como Nación, como fue el caso De Gaulle.
Internacionalismo, cosmopolitismo, democracia universal, estructuras supranacionales,
están en la retorta de los experimentos de metafísica postmoderna en Europa. Si estos
experimentos siguen caminando por la vía del nihilismo, como así parece ser, en lugar
de rescatar el genuino impulso metafísico del que surgió Europa, incluso antes de sus
naciones, como Cristiandad, el futuro será sombrío. “Cuando el sistema de vida en una
cultura es sólo ya constitución y mercado, cortesía y contrato social, urbanidad y
moda, cuando todo el sentimiento civilizado tiene que ser, para serlo, internacional,
algo que en las vísceras más nobles del organismo social se niega a morir, produce el
nacionalismo que, así y todo, es, precisamente, el último delirio noble de los pueblos
acabados”.

Sólo en Europa la Nación ha pasado a ser atávica, porque las hegemonías que
actualmente dirigen el mundo, Rusia, USA y China, son naciones, con un sentimiento
nacional embriagado de su poder y de sus oportunidades, como decía Debré. Y
entramos en la segunda parte del libro, El Tiempo de las Hegemonías, en el que se
disecciona el alma cultural de USA, Rusia y China.

Los que hemos pasado gran parte de nuestra vida en el mundo dividido por el Telón de
Acero, llegamos a creer que esta partición del mundo respondía a algo cuyo sustrato
tenía algo que ver con el marxismo, algo así como un enfrentamiento entre
cosmovisiones metafísicas inversas de origen europeo. Pero el pensamiento de Fueyo se
mueve en ondas largas, y su visión del aparente éxito del marxismo, resulta de gran
actualidad para comprender el mundo tras el derrumbe de la fase soviética de Rusia y
las recientes mutaciones de China. Ya se decía en los años 70 del pasado siglo, por
algunas cabezas pensantes que no profesaban en el talmud marxista, que Jesús Fueyo
era el español que mejor conocía el marxismo.

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El comunismo ha sido siempre el morbo del cristianismo, su herejía fetal. Todas las
utopías de Occidente son más o menos comunistas. Prometeo es el arquetipo de
Occidente, rebelándose contra las prohibiciones de los dioses, afirmando la rebeldía
soberana del yo. Marx invierte este mito colectivizando el yo, disuelto en inteligencia
colectiva y dialéctica social. La Verdad deviene alumbramiento espiritual de las
estructuras sociales, fruto de la sociedad como entelequia pensante, cuya secreción,
expone Engels en el Antidühring, procede de su propia materialidad. Tesis del monismo
dialéctico materialista que Stalin eleva a decreto de Estado, estableciendo que todos los
fenómenos que se dan en la realidad, incluso la mística revolucionaria, son sólo
diferentes formas de la materia que se mueve por sí misma. La voluntad libre, es decir
independiente de la causalidad, deviene pura ilusión nacida de la ignorancia de las
causas que actúan sobre el sujeto. La metafísica inmanente de la naturaleza del
materialismo dialéctico, conecta con las esencias de las filosofías orientales, en estos
dos giros sobre el conocimiento (Verdad) y el sujeto (Libertad).

Pero la deflagración de lo que ha sido la historia del comunismo real para occidente, se
produce por la alquimia que aportó lo que los alquimistas llaman el fuego filosófico, la
mística revolucionaria de Bakunin, un escritor que gustaba de escribir catecismos y que
comprendió que religión y política son idénticas. Con las lógicas de Marx sobre el fin
irremediable del capitalismo y la concepción materialista de la historia, el marxismo
seguiría confinado en las universidades alemanas en una discusión interminable sobre el
fin del capitalismo. Es el mesianismo ácrata paneslavista de Bakunin el que enciende la
llama del bolchevismo, intento de redención nihilista mediante la revolución universal
proletaria. De las categorías lógicas de Marx, al apocalipsis, al suceso escatológico de
Bakunin. La inversión mística de Bakunin, la transformación del arrebato contemplativo
característico del alma rusa, en activismo arrebatado, tiene su secreto instrumental en la
discriminación maniquea y cátara entre los perfectos impecables y el rebaño de las
masas, origen del partido único como vanguardia del proletariado, conventículo
cabalístico, no sólo inspirado en una teología deicida sino en la muerte del hombre bajo
la autocracia del Partido, bajo la mística milenaria de la humanidad panrusa. El
bolchevismo fue pues, una solución totalitaria y agresiva del eslavismo revolucionario,
del paneslavismo eterno del alma eslava. Continuación del eterno odio de la Iglesia de
Oriente y los cátaros contra Roma, del odio de sus monjes, sus jerarcas, sus políticos y
humanistas contra el Occidente que consideran anticristiano y materialista. La mutación
bolchevique retradujo temporalmente este odio atávico, como nuevo Reino de Satán,
manifestado en la explotación capitalista de los trabajadores de las economías de
Occidente.

“La literatura catastrofal y redentora rusa, entre el fin del mundo y el paraíso
universal, su pensamiento historiosófico, prepolítico, estaba abierto a la recepción
bolchevique vía Bakunin de Hegel y Marx. La preocupación constante del alma rusa se
centra en el sentido, en el fin de la historia, en la escatología”.

El comunismo mágico de Mao parte del monismo dialéctico materialista desde el que
imagina su forma específica de humanidad, filtrando las aguas ideológicas del
comunismo occidental a través de los mitos telúricos de todos los grandes clásicos
chinos y su expresión geopolítica; la hegemonía del centro, el Imperio del Medio. “El
Emperador, como Hijo del Cielo, lejos de ser una variante de las teocracias
características de Occidente, o de las teologías políticas absolutas del derecho divino
de los Reyes, resulta ser la clave cosmológica que armoniza la Historia Universal con

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la dialéctica de la Naturaleza, rigiendo el eterno retorno dinámico y verdadera
doctrina de la representación política china”. Mao, con su poesía telúrica, es el
brillante revitalizador del taoísmo de la totalidad de la dialéctica, que en la pugna
universal Yang-Yin habían revelado ya los antiguos doctores del taoísmo con Lao-Tsé a
la cabeza.

“La fundamentación científica del marxismo, el materialismo dialéctico, es, en el


fondo, la versión contemporánea de las religiones cósmicas de la materia, de la ley
china del Tao que une los cielos físicos con las tierras del hombre, del panteísmo
telúrico, verdadero carácter fundamental de las religiones de Oriente”.

Norteamérica, “New Jerusalem”, combinación de representaciones cosmogónicas


atávicas en tensión con su frenética tecnología, es una metamorfosis metafísica del
espíritu europeo, mensaje renovado de la Tierra Prometida. Europa regenerada en
América por partenogénesis de una cultura. Según Fueyo, la autocrítica masoquista de
Europa, tendrá su hora también en Norteamérica. “El trabajo norteamericano está
guiado por la vocación de modelar para el bienestar del hombre, la creación divina”, la
Naturaleza, mediante “la apoteosis del homo faber”. La cuestión de esta metamorfosis
existencial, “es la de si cabe una vivencia personal del trabajo, un estado de gracia
laboral, o si, por el contrario, en esa vía no hay gloria más que para las estructuras”.

Tanto Norteamérica como Rusia no han cultivado la filosofía como disciplina mental,
pero en sus grandes novelistas emerge la visión de lo real. Fueyo analiza la genealogía
del pesimismo norteamericano a través de la obra literaria de Hermann Melville.

Fueyo, en el contexto de los agitados años 60 y 70 del pasado siglo, veía los síntomas de
una involución expresada como “mutación psíquica desde un optimismo eufórico a una
melancolía difusa que llega a manifestaciones francamente depresivas de pesimismo
metafísico…”, “un giro radical en el talante con que se afronta el metabolismo humano
con la Naturaleza y el reto histórico con el Tiempo,..”. Es decir una puesta en cuestión
de los mitologemas de la teología fundacional de los Estados Unidos de América, que se
podrían concretar en que “la economía de la salvación era la salvación por la
economía” “como libido de creación absoluta”, “la espiritualidad aplicada de la
Nueva Piedra Filosofal”.

¿De dónde procede esta inversión del optimismo y la libido creativa proyectada en la
Naturaleza? Por un lado está ese protoplasma de Norteamérica que es Europa. Por otro
lado, mientras Schopenhauer maquina en Europa, Herman Melville engendra Moby
Dick, “apocalíptico Leviathan norteamericano”, cuyas complejas claves simbólicas
anuncian el hundimiento de la democracia telúrica como naufragio oceánico de la
sociedad y del alma “de la Sociedad como Logos”. La inversión mítica de Melville
consiste en la disolución en la masa húmeda del océano de lo creado por el trabajo y sus
criaturas. “El océano es nirvánico. Y Melville es, por eso, el profeta norteamericano de
Buda,..” invirtiendo “todos los motivos característicos de la actitud frankliniana.”

Pero, observando los cuarenta años que han transcurrido desde la Vuelta de los Budas,
¿no será que aquella revuelta contra la teología fundacional de los Estados Unidos lo
que buscaba era un equilibrio entre el sentido celestial del instinto y el sentido común
que es economía? ¿Y que no fue nunca una metafísica del pesimismo como la europea,
sino una restauración del optimismo y la creatividad sobre nuevos equilibrios? ¿O quizá

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podemos verla hoy como rebelión ante la Astucia de la Técnica? Como Fueyo observó,
“No es el Dios ha muerto de la decadencia europea, es la protesta sobre la protesta, la
protesta contra la transmutación de Dios en el impávido gran motor de las
estructuras”. Diez años después, quince quizá, la misma generación subversiva que
había buscado por vías exóticas filosofías de salvación y de equilibrio entre instinto y
economía, presentaba uno de los perfiles más saludables y creativos de nuestro mundo.

Otro tema que ocupa a Fueyo meditando sobre América, es la tensión entre la whiteness
y la negritudo. Según él, es puramente epidérmica, contraste entre un sentido funcional
y un sentido animista de lo real, que produce a ritmo acelerado un sincretismo de almas.
La estética de la modernidad es primitivista y en el fondo religiosa, como compensación
emocional de la organización mecánica del bienestar. “El sincretismo negro-blanco
viene de la necesidad que el negro tiene de funcionar en el universo mecánico y de la
necesidad que el blanco tiene de sentir en el mundo de las estructuras”. La alquimia se
produce y buena parte de la cultura y los modernismos estadounidenses tienen una
genealogía negra. En un tiempo en que se acababa de asesinar a Martin Luther King en
un hotel de Memphis y los noticiarios de todo el mundo difundían la violencia racial,
hablar de sincretismo no era común.

Desde su desconexión del impulso metafísico que le dio origen y forma, la cultura
racionalista europea de la modernidad, celebra su remundización como avance
civilizatorio, y a la vez como oportunidad política de libertad. Pero Jesús Fueyo en La
Vuelta de los Budas, nos pasea por la cara oculta de la luna. El mundo sin forma y la
sociedad sin identidad, la sociedad naufragada como logos, urdirá de modo masivo,
contraataques, renacimientos y vueltas a las viejas reservas, puesto que los miembros de
estas sociedades no pueden seguir creyendo en serio que esa sociedad sea la suya. La
ausencia de fundamento ha alcanzado ya al ámbito de lo político, expresado en la
censura crónica a la clase política y al Estado, convertido en un gigantesco castillo de
arena. Y es que la verdadera alquimia contemporánea, que es la economía,
transmutando al hombre en trabajo, en energía combustible, en carbón, en acero y
finalmente en oro, si no fuera porque el sistema occidental del Estado de bienestar,
como nirvana uterino de ayuda social, ofrece una pálida y cada vez más dudosa
esperanza herética de salvación, su ausencia de finalidad común ya habría triturado las
sociedades de la era industrial. Su opiáceo soporte mítico es la igualdad, de la que
Fueyo decía que “…es el nirvana occidental, es la solución del problema de la
personalidad por dimisión en el todo social; es el budismo de occidente”.

“Es la voluntad de ser lo que permite romper con la pasividad monótona del acontecer
natural, y levantar aunque sólo sea una ironía titánica contra el aburrimiento. No ha
sido otro el gesto decisivo de donde ha salido todo, desde la metafísica a la técnica”.
“Así como la vida es lucha contra la postración, la Historia es lucha contra la
decadencia, voluntad de decir que no a la espirituosa llamada que invita a la Nada, a
la catástrofe nihilista del segundo budismo que anunció Nietzsche”. Esta podría ser la
conclusión que a los hombres de hoy nos quiso transmitir Jesús Fueyo, desde un texto
luminoso como es La Vuelta de los Budas, escrito hace cuarenta años, pero de total
actualidad y vigencia.

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