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¿Cómo funciona la economía fascista?

Edgar Vargas • febrero 15, 2015

INTRODUCCIÓN

El fascismo como doctrina política es


ampliamente conocido, sin embargo es muy poco conocido como sistema económico.
El padre indiscutible del fascismo fue Benito Mussolini, como jefe de Estado desde la
perspectiva política su discurso estaba encaminado a la creación de un Estado
Corporativo, entendido como la unión monolítica entre población y gobierno mediante
el caudillismo o populismo nacionalista, la violencia institucional y la propaganda.

Desde su creación, distintos gobiernos (marxistas inclusive) han adoptado en todo o


parcialmente la doctrina política fascista en la praxis pero siempre bajo una constante
negación frente a las masas por su asociación con regímenes como la Alemania Nazi.

Pero desde el punto de vista económico, el fascismo se distancia de su concepto político


ya que busca la consolidación del Estado Corporativo a expensas de una población
obligada a sostenerlo con cargas fiscales, lo cual ha sido y sigue siendo de gran utilidad
por los políticos. El gobierno y la población ya no son idealizados románticamente
como unidad corporativa sino que desde el prisma económico el fascismo se revela en
toda su pureza y esplendor como el parasitismo que es: el gobierno como parásito y la
población como huésped.

LA ECONOMÍA FASCISTA

La economía fascista se caracteriza por ser esencialmente antiliberal, por ende


antimercado y anticapitalista, en palabras de Benito Mussolini ‘‘El fascismo rechaza
frontalmente las doctrinas del liberalismo, tanto en el campo político como
económico’’, y del propio Adolf Hitler ‘‘Somos enemigos del sistema económico
capitalista’’ es decir, se trata de una economía planificada, controlada o dirigida por un
órgano centralizado de poder: el monopolio estatal.

A decir de Murray Rothbard: ‘‘El fascismo y el nazismo fueron la culminación lógica


en los asuntos internos de la corriente moderna hacia el colectivismo de extrema
derecha. Se ha hecho habitual entre los defensores de las libertades, considerar el
fascismo y el comunismo como fundamentalmente idénticos. Pero si bien ambos
sistemas fueron indudablemente colectivistas, diferían mucho en su contenido socio-
económico’’, en efecto, a diferencia de una economía marxista donde todos los medios
de producción están en manos del Estado o en propiedad colectiva, el fascismo
económico permite la propiedad privada de medios de producción y la competencia de
mercado aunque bajo el control o la influencia directiva del Estado; la empresarialidad
se encuentra subordinada a los intereses del proyecto colectivista de unidad nacionalista
de la administración pública, donde pueden existir algunas nacionalizaciones o
confiscaciones dentro sectores de la economía considerados presuntamente
‘‘estratégicos para el interés nacional’’ así como el proteccionismo de empresas
igualmente consideradas ‘‘estratégicas’’ en el mismo sentido.

La regulación fascista de la economía se realiza obviamente como toda intervención en


la economía, a través de un marco de derecho positivo, pero destinado especialmente a
estructurar un esquema jurídico capaz de proporcionar las condiciones institucionales
necesarias para el desarrollo del Bienestar Corporativo (en inglés Corporate Welfare).

BIENESTAR CORPORATIVO

Este mecanismo por lo general se


mantiene oculto de las masas, porque dentro de la propaganda y el populismo fascista
suele hablarse del llamado Bienestar Social (o Estado de Bienestar Paternalista) que se
trata de un conjunto de programas o políticas de subsidios, que se obtienen con dinero
arrancado por la fuerza a través de impuestos bajo el pretexto de sostener un supuesto
interés colectivo o ‘‘ayudar’’ a la población o a un sector determinado de la misma
manteniéndolos en estado de expectativa y mendicidad, mientras que el Estado
Corporativo se desarrolla detrás del velo populista. La alegoría que resulta es la del
borrego (la población) persiguiendo constantemente una zanahoria (subsidios) atada a
una caña que sostiene el político montado en su lomo, así básicamente funciona el
llamado Bienestar Social.

El principal objetivo del fascismo económico es el de ejecutar una política fiscal para
beneficiar un entramado compuesto por burocracia y empresariado privado, a través del
proceso llamado cabildeo (en inglés lobbying) que es una simbiosis que se manifiesta de
las siguentes formas:

● Políticos miembros de la burocracia propietarios o accionistas de empresas privadas


que utilizan su influencia para apartar a la competencia de su camino o ser rescatados de
una inminente quiebra (también pueden operar a través de testaferros)

● Empresarios privados que se valen de favoritismo o conexiones políticas usando los


mismos medios para perseguir los mismos fines del punto anterior.
Como les había comentado, un mecanismo jurídico de regulaciones, subsidios y
concesiones selectivas sobre sectores de la economía es esencial para desplegar el
fascismo económico por ello los elementos de la intervención del Estado fascista sobre
la economía los he logrado diseñar en un Esquema del Bienestar Corporativo. A
continuación haré una explicación detallada de los elementos en los que todo libertario
debe enfocarse para abolir de raíz el sistema fascista.

1.- Regulación de la competencia

También llamadas leyes anti-trust o antimonopolio, son


aquellas que según la versión demagógica dicen estar elaboradas con el propósito de
proteger al consumidor de los monopolios, pero que no por casualidad, terminan
siempre en detrimento tanto de los consumidores como de las pequeñas empresas,
porque transforman el ambiente natural de cooperación contractual y civilizada de
mercado en un entorno troglodita, donde la supervivencia del más apto, es decir el que
tenga mejores conexiones políticas, es el que siempre se posiciona por encima de los
demás competidores por medio de la violencia legal del monopolio estatal, formando en
consecuencia monopolios u oligopolios coercitivos y distorsiones dentro de la
economía.

Las leyes anti-trust se basan en una lógica totalmente absurda y ajena al funcionamiento
del mercado: cobrar más que la competencia sería abuso de posición dominante, cobrar
menos sería competencia desleal y cobrar lo mismo que la competencia sería colusión,
así que la única forma de evadir esta situación es colocándose por encima de la misma
Ley, en pocas palabras, las leyes antimonopolio proporcionan sus propios incentivos
para corromperse.

Las leyes anti-trust no son originales del fascismo económico pero si son un elemento
complementario para la realización del bienestar corporativo, por lo tanto derogar las
leyes anti-trust sería un paso fundamental para desmontar el corporativismo estatal
fascista. No se debe entorpecer el surgimiento y desarrollo de PYMES, que las
empresas se posicionen en el mercado por los méritos en satisfacer mejor a sus
consumidores, no por pertenencia o contactos con las mafias políticas.

2.- Propiedad intelectual

las patentes de propiedad intelectual son una concesión


muy particular ya que con ellas se está otorgando un monopolio sobre las ideas. Con el
pretexto de proteger o incentivar la creatividad o la investigación, las patentes siempre
logran exactamente lo opuesto, sólo incentivan costosos litigios judiciales por un lado y
aumentan el coste para investigar por el otro, cuando la realidad demuestra que sin las
patentes de todas formas habría incentivos para la investigación.

Las ideas son bienes incorpóreos que cuando se hacen públicas son automáticamente de
dominio universal, no se debe controlar o impedir por la fuerza el proceso humano de
percepción, aprehensión y difusión de ideas, persiguiendo físicamente a todos aquellos
que deseen emprender soluciones usando ideas precedentes no solamente se impide el
mercado, sino que en muchos casos también la libertad de expresión.

Las patentes si bien tampoco son propias del fascismo económico si constituyen un
instrumento de relevancia, no son más que otra forma de intervención del Estado sobre
la economía que termina gestando monopolios protegidos bajo el mismo principio
explicado en el punto anterior, ninguna empresa puede por sí misma impedir
violentamente que otra le haga competencia. Si se quiere abolir el corporativismo
fascista es necesario que el Estado deje de conceder patentes.

3.- Subsidios corporativos


Es un elemento sine qua non de la política económica fascista. Es el mecanismo por
medio del cual se sostiene todo el andamio de bienestar corporativo donde por medio de
la exacción fiscal y subsidios selectivos al sector privado se internalizan las ganancias y
se socializan los costes y las pérdidas.

De esta política económica surge el aforismo ‘‘socialismo para ricos’’: los empresarios
adláteres del gobierno, testaferros y políticos que en muchos casos son accionistas o
propietarios de grandes empresas privadas recurren a las arcas del Estado para salvar su
patrimonio de una eventual insolvencia.

De todos los subsidios, los corporativos se caracterizan por ser uno de los más excesivos
y despilfarradores, son colosales cantidades de dinero robadas a través de los impuestos
al ciudadano trabajador destinadas a financiar grandes empresas de manera
extremadamente anti competitiva, con la excusa de amparar un supuesto bienestar
general o nacional, una de las mentiras populistas más grandes jamás inventadas.

Usualmente los políticos dicen que son subsidios destinados a financiar a productores
independientes y PYMES cuando en realidad rescatan a las corporaciones más
influyentes, por ejemplo, el gobierno fascista de Estados Unidos destina de 40 a 50
billones de dólares anuales de su presupuesto para supuestamente ‘‘incentivar’’ la
pequeña y mediana empresa cuando en realidad se tratan de beneficios para los peces
gordos de la industria.

Este proteccionismo cuyo origen es mercantilista, de ganancias concentradas y pérdidas


difusas es especialmente nocivo porque perpetúa un círculo vicioso de ineficiencia y
distorsiones de mercado profundas de gran impacto social, son empresas que en un
mercado libre están destinadas a ser absorbidas o quebrar para dar paso a una
competencia que ofrezca bienes de mejor calidad o servicios más eficientes logrando un
ritmo de desarrollo sostenido y saludable en la economía.

4.- Banca central


Es una herramienta fundamental de la
economía fascista, por medio del banco central se obtiene un poder ilimitado para
efectuar la planificación central, desde donde se orquestan los ciclos de expansión y
contracción de la economía y se fijan por decreto las tasas de interés. Cuando el banco
central compra bonos suministra dinero nuevo y no ganado para el vendedor del bono,
los banqueros centrales hacen absolutamente nada para ganarse el dinero, simplemente
lo crean de la nada, es lo que se conoce como impresión de dinero FIAT, es decir dinero
sin ningún respaldo real de valor en metales preciosos o en su valor intrínseco sino
simplemente por la confianza en un decreto estatal y una promesa de pago, es una estafa
a gran escala, este mecanismo se conoce como inflación.

Los primeros receptores del dinero fresco de la imprenta, el gobierno y las grandes
corporaciones bancarias son los que se benefician directamente del poder adquisitivo
adquirido recientemente mientras que los ahorradores comunes sufren la evaporación
de su poder adquisitivo con el antiguo dinero.

Los bancos centrales fijan artificialmente las tasas de interés muy por debajo de lo que
vendría siendo el precio normal del mercado para proveer financiamiento barato y casi
regalado a la administración pública, incentivando el derroche y crecimiento del Estado
en actividades que no hubiesen tenido lugar bajo precios o tasas de interés normales o
de mercado, por lo tanto se hace necesario abolir la banca central para acabar con éste
mecanismo perverso de fascismo monetario.

CONSIDERACIONES FINALES

La solución elemental para abolir el


Estado Corporativista fascista es la vía liberal: reducir progresivamente cargas fiscales
hasta eliminarlas, con ello se disuelve la burocracia, todo subsidio, privilegio, controles
y lógicamente toda posibilidad de financiamiento o rescate de corporaciones
ineficientes. Lo contrario sería contraproducente, mantener el statu quo del fascismo
económico o la vía marxista: amplificar la burocracia y la coacción en todos los
aspectos, que es el sendero que desgraciadamente están tomando muchas naciones
desorientadas por la ignorancia supina en ciencia económica.

En el capitalismo las empresas privadas que tengan que desaparecer tienen que quebrar,
asumir ganancias pero también las pérdidas, así de sencillo, la realidad es que no existe
interés colectivo o nacionalista alguno que justifique la semejante arbitrariedad de un
rescate corporativo.

Una vez más está de parte de nosotros los libertarios ilustrar a la población en general,
especialmente a los marxistas declarados y de closet y anarquistas confundidos sobre la
naturaleza esencialmente antiliberal, anticapitalista, antimercado del fascismo.

El liberalismo como medio y el anarcocapitalismo como fin es la solución


verdaderamente revolucionaria, la única vía sensata y posible para lograr la tan
anhelada sociedad libre.

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