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La función social de la escuela 1

Norma Garrido Bazán


Introducción

Se dice que la educación tiene como objetivo primordial formar seres sociales, adaptables a cualquier circunstancia, la
escuela por su parte debe contribuir a la cohesión social, a la aceptación multicultural para terminar con las diferencias
sociales de que son objeto los individuos. En contraste con esta finalidad, la escuela se ha convertido en el factor
principal de exclusión social, en el espacio que marca y hace palpables las inequidades sociales.

La escuela pretende formar hombres que convivan armónicamente en sociedad; busca la adaptación, cuando ella es
incapaz de adaptarse al contexto que la envuelve, generando así, una separación entre su función social y su realidad.
A todo momento, exige de los niños el máximo provecho de sus recursos, pero pocas veces se preocupa por las
verdaderas necesidades de éstos.

La función social de la escuela reclama de la educación, el análisis de su origen, recordemos que hace más de una
década se comenzó a hablar de los pilares de la educación, ¿Pero que ha pasado con el saber ser, saber conocer y
saber convivir?, ¿Por qué la educación se ha preocupado más por el saber hacer?

Aún cuando la escuela debiera estar relacionada directamente con la sociedad, identificamos una brecha cada vez más
gruesa entre ambas; es decir, la escuela está formando seres con pocas herramientas para enfrentar las problemáticas
sociales que les esperan. En las aulas se está generando un trabajo débil para contrarrestar las diferencias sociales y
como consecuencia, la exclusión aumenta día a día.

Es preciso revisar la función social de la escuela, identificar la manera en que ha sido desarrollada y de ser necesario,
reconceptaulizar la dinámica social para no continuar con las desigualdades sociales.

De manera general presentaré las principales aportaciones de algunos sociólogos, que a mi parecer, han marcado un
análisis muy discutido en materia educativa; sociólogos como Durkheim, Althusser, Bourdieu y Passeron, nos permitirán
entender las acciones que desde hace años han dado origen a la exclusión social.

En apoyo a las teorías de reproducción, Paulo Freire y Celestin Freinet, dan una esperanza para mejorar las
condiciones sociales de nuestros alumnos, destacando la parte positiva de la educación. Es así como el presente
ensayo, pretende revisar la manera en que ha sido entendida la función social de la escuela, dejando espacio para
decidir hacia donde caminar.

Función social de la escuela

Se ha hablado mucho del papel social que juega la educación, incluso en varios textos, se ha hecho hincapié en la
relación escuela-comunidad, ¿Pero qué significa eso? ¿Por qué si la escuela es un fenómeno social, no ha cubierto
totalmente las expectativas de quienes asisten a ella? Durkheim enunció que “la educación es una cosa eminentemente
social”2, puesto que forma personas sociales y éstas a su vez, no pueden vivir aisladas del núcleo social (familia).

¿Cómo se forma al ser social? La respuesta es simple, recordemos que cuando un niño asiste por primera vez a la
escuela, posee ciertas características sociales que le ha inculcado su familia, aún así, en el espacio educativo adquirirá
valores, actitudes, conocimientos y habilidades que darán forma a su personalidad, harán de él, un individuo social, un
hombre útil a su comunidad.

De éste modo se entiende que la educación “tiene por objeto extraer de allí un hombre enteramente nuevo; crear un ser
que no existe, salvo en el estado de germen indiscernible: el ser social”3. El nuevo ser tendrá como fin la adaptación a
su entorno, por tanto, es muy importante que durante su educación se forme integralmente.

1 Texto de la ponencia presentada en el Segundo Foro de Educación Alternativa “Acciones Prioritarias”, realizado por CESE / SEB /
CESU / DGETI, México 2006. Reproducción autorizada si se cita la fuente.
2 Émile, Durkheim. “La educación como fenómeno social”. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias. Losada. P. 17
3 Émile Durkheim. Op cit. P. 18
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Si pretendemos hablar de la función social de la escuela, tendremos como primer tarea traducir las palabras de
Durkheim a nuestra realidad inmediata; es decir, al ámbito educativo en que nos desenvolvemos. Ya dijimos que dentro
de la institución escolar se aprenden conocimientos, habilidades y valores; todos ellos contribuyen a la socialización del
niño desde sus primeros años, lo forman social y moralmente para poder adaptarse a la sociedad sin ningún problema.

Cuando el individuo posee un bagaje cultural y ha desarrollado ciertas habilidades, la escuela ha cumplido ya con su
función social, no sólo ha formado un ser social, sino también un ser colectivo, capaz de entender su entorno, de vivir
en él y de enfrentarse a las distintas situaciones que se le presenten.

En dicho proceso interviene también la moral, como factor primordial para legitimar o rechazar los actos del individuo;
recordemos que según la sociedad, la moral será vista desde un punto religioso o laico, pero “no es por casualidad, por
un capricho del hombre, que la moral ha cambiado”4, sino como consecuencia de la evolución colectiva de la sociedad.

Así pues, la moral social será la encargada de juzgar los actos del hombre, éste a su vez, se verá obligado a acatar las
reglas ya impuestas, porque de lo contrario, será rechazado por la sociedad y no podrá vivir dentro de ella; la moral
colectiva rige los actos individuales, se encarga de formarnos para una adaptación y aquí entra la escuela como el
mecanismo principal para cumplir con tal objetivo social.

Hasta el momento hemos tocado parte de la función social de la escuela, vista como el medio para formar seres
sociales, pero dentro de ésta función, entran en juego ciertas instituciones que es preciso mencionar, hablaremos
entonces de los Aparatos Ideológicos del Estado (AIE, Althusser, 1988), entre los que desatacan la iglesia, la familia,
los partidos políticos, los medios de comunicación y la misma escuela, todos ellos funcionan mediante la imposición de
la ideología dominante, cuyo objetivo es unificar a la diversidad social.

Para que se de la reproducción social capitalista, el Estado hace uso de todos los AIE, en especial de la escuela,
puesto que en estos espacios resulta más factible imponer la ideología dominante; de este modo, la escuela se
convierte en uno de los aparatos ideológicos más importantes. “Si la escuela es un AIE privilegiado para la reproducción
social es por estas condiciones y por el hecho de ser el AIE quien tiene, durante un tiempo invariablemente largo, una
audiencia obligatoria”5

Los AIE trabajan en conjunto para formar al ser social, le imponen una ideología, que la mayoría de las veces
corresponde a la clase dominante; mediante el lenguaje y algunos actos disfrazados de neutralidad, le inculcan la idea
de sumisión para que él mismo acepte su condición y continué dentro de la reproducción de clases sociales.

“El sentido de los AIE hay que buscarlos en la lucha de clases, en la necesidad, por parte de las clases dominantes, de
perpetuar su dominio sobre las clases dominadas y de afianzar y perpetuar las condiciones de explotación, así como la
reproducción de esas condiciones”6. Con ésta idea queda más clara la función de la escuela, como reproductora de las
relaciones de producción.

La función reproductora de la escuela es ambivalente, si hablamos del sector público, estaremos de acuerdo en que la
reproducción se refiere a las clases dominadas, pero si nos adentramos en el sector privado, generalizaremos la idea
de considerar la reproducción de las clases dominantes. En ambos sectores siempre se dará la lucha de clases y la
escuela será sin duda, el espacio que sirva a la misma.

¿Pero cómo se da tal reproducción? La respuesta es proporcionada por Bourdieu y Passeron (1970), cuando se
refieren a la violencia simbólica como “la imposición, por parte de la acción pedagógica, de una serie de significaciones
impuestas como legítimas”7. Es decir, la escuela se encarga de enseñar un bagaje cultural, impuesto por la clase
dominante; en éste caso, los maestros actuamos violentamente al pretender que nuestros alumnos acepten y aprendan
aquello que creemos útil para su desarrollo social.

4 Émile Durkheim. Op cit. P. 42


5 Jesús, Palacios. “L. Althusser: El Estado y sus Aparatos Ideológicos”.La cuestión escolar. Críticas y alternativas. Ediciones
Coyoacán. P435
6 Jesús Palacios. Op. Cit. P. 434
7 Jesús Palacios. Op. Cit. P. 437
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En muchas de nuestras acciones ejercemos la violencia simbólica, consciente o inconscientemente buscamos el


desarrollo óptimo de un programa que a futuro, permitirá que los niños se desenvuelvan en cualquier ámbito social (eso
es lo que en él se enuncia). Por lo tanto, sí se cumple la función social de la escuela, sólo que ésta va encaminada a la
reproducción de clases sociales.

Al entender la escuela como un Aparato Ideológico del Estado, requerimos detenernos un poco para analizar este
hecho; ya que el lenguaje cobra sentido como la herramienta más idónea para cumplir con el propósito reproductor, en
él van inmersas las ideas de la clase dominante para justificar cualquier acción que se realiza. Ejemplo de ello es que
hoy en día, el lenguaje pedagógico ha tomado una dirección tecnológica y mercantil, se habla de competencias,
habilidades, capacidades y aptitudes necesarias en cualquier individuo social.

De ahí que en teoría educativa, se le de mayor importancia al saber hacer que al saber ser o conocer; y es que la nueva
educación “omite cuestionar las estructuras económicas, políticas y sociales que modelan nuestra vida diaria” 8; en lugar
de esto, nos envuelven y envolvemos a los niños con la idea de ser innovadores tecnológicamente.

Lo anterior no es un reclamo social, puesto que no se trata de negar los beneficios de los adelantos científicos y
tecnológicos que forman parte de nuestra vida, pero sí de revisar el papel que está jugando la escuela como
reproductora de clases sociales. Y es que la escuela tampoco puede privarse del uso de dichos instrumentos, porque
de hacerlo, estaría engrosando la brecha que la separa de la sociedad, ocasionando así, generaciones enteras de
seres antisociales.

Cuando reconocemos los beneficios de la tecnología, también detectamos las desigualdades que vienen tras de ella, en
este caso, me refiero a que si los medios tecnológicos no forman parte de toda la sociedad, “el peligro es que se
construyan sociedades con varios niveles de desarrollo, según el acceso que tenga cada grupo social a las
tecnologías”9

El aporte tecnológico es sólo uno de los factores que marcan la igualdad o la desigualdad social; de este modo, le
corresponda a la escuela contrarrestar dichas diferencias y es, pues, obligación de la escuela pública, incorporar en su
discurso los principios de igualdad, libertad y justicia, para hacer de su función social, palabras que cobren sentido.

De ahí que se exprese tanto en los discursos pedagógicos, la parte reformadora de nuestro sistema educativo, la
innovación y creatividad docente para generar aprendizajes significativos en los niños, las nuevas estrategias de
enseñanza y los aportes de la tecnología a ésta última, en especial porque “una pedagogía moderna debe adaptarse a
los cambios que han transformado la vida de los pueblos”10.

Resulta más que importante, analizar el papel reproductor de la escuela, puesto que en lugar de formar hombres
conformes con su realidad, en ocasiones pareciera ser la responsable de las diferencias sociales; al convertirse en un
aparato ideológico, recae sobre ella la culpa de coartar el futuro prometedor del individuo, de sumergirlo en las mismas
condiciones en que ha vivido y de impedirle que pueda prosperar.

Entramos entonces a dos dimensiones, a partir de las cuales debemos definir la función social de la escuela; la primera
tiene que ver con la reproducción de las clases sociales, en la que predomina la perpetuación de las clases dominantes;
en éste mismo rubro puede situarse la justificación de los planes y programas, el discurso prometedor de un futuro
inalcanzable y las promesas de una mejor calidad de vida.

La otra dimensión se refiere al papel desenmascarador de la educación, vista como “una forma de intervención en el
mundo”11; es decir, la escuela puede contribuir a la refutación de lo impuesto, al desenmascaramiento de los intereses
sociales de la clase dominante; si se lo propone, puede ser la responsable directa del fin de las diferencias sociales.

8 Henry A., Giroux. “La enseñanza y la cultura del positivismo: notas sobre la muerte de la historia.” Pedagogía y política de la
esperanza. Agenda educativa. P. 37
9 Jacques, Delors (1996). “De la cohesión social a la participación democrática”. La educación encierra un tesoro. Ediciones

UNESCO. P. 64.
10 Celestin Freinet (1999). “A tiempos nuevos pedagogía nueva”. Técnicas Freinet de la escuela moderna. Siglo XXI. P. 6
11 Paulo, Freire. “Enseñar es una especificidad humana”. Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica

educativa. Siglo XXI. P. 95


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Aquí mismo podemos encontrar el espíritu innovador de maestros, que como Freinet, se preocuparon por “demostrar
que la necesidad de creación y de expresión es una de esas ideas impulsoras sobre las que puede construirse una
renovación pedagógica incomparable”12. Ésta es quizá la aportación que ha servido de esperanza a la escuela pública
para continuar en su lucha por la igualdad humana.

Por tanto, notamos a simple vista que la escuela no puede entenderse como reproductora o desenmascaradora de la
realidad, todo lo contrario, “la neutralidad de la educación es, en verdad, imposible”13. Nuestra propia actuación siempre
estará ligada a uno de los dos polos, será decisión propia elegir donde queremos estar.

Vemos que la función social de la escuela, exige de ella una continua renovación, necesaria para seguir formando seres
sociales, capaces de desenvolverse ante cualquier situación; de ahí que sea importante rescatar la vinculación escuela-
comunidad en nuestras aulas. Si logramos plasmar dicha relación en nuestras prácticas de enseñanza, seguramente
haremos de la educación una intervención en el mundo.

Cuando logremos lo anterior, habremos pasado los límites de la reproducción de clases, a su vez, el individuo no se
sentirá objeto de un sistema que sólo extrae de él lo necesario, sino que al formar parte de su comunidad, se sentirá
responsable de la misma y por lo tanto, estará dispuesto a mejorarla para bien del colectivo.

Considerar la relación escuela-comunidad, no sólo significa formar seres adaptables a su entorno, sino también
“considerar las condiciones materiales desfavorables que experimentan muchos alumnos de las escuelas de la periferia
de la ciudad. Lo precario de sus viviendas, las deficiencias de su alimentación, la falta de actividades de lectura de la
palabra en su vida cotidiana”14, porque estas condiciones son esencia de la función social de la escuela.

Es preciso contemplar las características del lugar en que se encuentra la escuela, sus necesidades e inquietudes para
establecer conscientemente hacia donde se dirigirá, si continuará el camino de la reproducción de clases o será el
espacio que brinde una esperanza, desenmascarando los verdaderos fines de la educación.

La función social de la escuela es compleja, sobre todo si tratamos de entenderla a partir de sus dos dimensiones. Lo
cierto es que como acto social, no puede mostrarse indiferente ante las problemáticas que diariamente acontecen,
puesto que de una u otra forma, son resultado de sus acciones.

“La educación es el ingrediente sin el cual un proceso de desarrollo carece de la calidad necesaria para hacer sujetos
activos de su propia transformación y de la de su entorno social, cultural y político”15. Entonces, la escuela tiene como
tarea fundamental formar al ser, transformar su entorno y permitirle vivir en armonía con la sociedad.

A diferencia de la escuela tradicional, no se trata de formar eruditos, ni tampoco especialistas o técnicos únicamente;
todo lo contrario, recordemos que actualmente “la finalidad principal de la educación es el pleno desarrollo del ser
humano en su dimensión social”16. La escuela tiene el compromiso de cumplir dicha finalidad, de no hacerlo,
simplemente desaparecerá.

12 Celestin Freinet. Op. cit. P. 18


13 Paulo Freire. Op cit. P. 106
14 Paulo, Freire (1998). “Novena carta. Contexto concreto-contexto teórico”. Cartas a quien pretende enseñar. Siglo XXI. Pp. 116-

117
15 Sylvia, Schmelkes (1996). “La calidad educativa mira hacia afuera”. Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas. Biblioteca

para la actualización del maestro. SEP. P. 21


16 Jacques, Delors (1996) Op. cit. P. 51
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Conclusiones

 La escuela tiene como función social, hacer del hombre un ser social, un individuo que interactúe con su
entorno y que no sea simple sujeto de la reproducción de clases
 La complejidad de la función social de la escuela, puede insertarnos sólo en una de sus dos dimensiones o
caer en la mentira de su neutralidad, a su vez, esto puede acarrear una visión fragmentada de lo que implica dicha
situación.
 Si la actividad educativa no tiene como propósito fundamental intervenir en la sociedad, su acción simplemente
es obsoleta e innecesaria, si no ha logrado convertirse en un hecho social, su creación sólo es una falacia que juega
con nosotros.
 La función social de la escuela debe valorar las características contextuales que la emergen, a tal grado de
traducirlas en las prácticas de enseñanza de cualquier docente. En el propio discurso pedagógico, es necesario
considerarlas para reestablecer la relación escuela-comunidad.
 La escuela puede considerarse como un Aparato Ideológico del Estado o como un medio desenmascarador de
realidades; en cualquiera de los casos, es preciso replantear las directrices que guiaran a la función social de la
escuela, para especificar si será cómplice de la exclusión social o si buscará las vías apropiadas para mejorar la
calidad de vida de quienes asisten a ella.
 La tecnología debe convertirse en el medio que contribuya a contrarrestar las desigualdades sociales; si los
avances tecnológicos pertenecen a toda la humanidad, es preciso que desde la escuela sean utilizados para bien de la
sociedad y no para marcar las diferencias sociales.

Bibliografía

 Durkheim, Émile. Educación y Pedagogía. Ensayos y controversias, Losada.


Palacios, Jesús. La cuestión escolar. Críticas y alternativas, Ediciones Coyoacán.
 Giroux, Henry A. Pedagogía y política de la esperanza, Agenda educativa.
 Freinet, Celestin (1999). Técnicas Freinet de la escuela moderna, México, Siglo XXI, 1999
 Freire, Paulo. Pedagogía de la autonomía. Saberes necesarios para la práctica educativa. Siglo XXI.
 Freire, Paulo (1998). Cartas a quien pretende enseñar, México, Siglo XXI, 1998.
 Schmelkes, Sylvia (1996). Hacia una mejor calidad de nuestras escuelas. México, Biblioteca para la actualización
del maestro. SEP, 1996.
 Delors, Jacques (1996). La educación encierra un tesoro, México, Ediciones UNESCO, 1996.

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