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Magister
Gobierno y Sociedad
Coloquio de profesores
Universidad Alberto Hurtado
12 de agosto de 2005
I. Imposibilidad de lo real
Lo social puede ser entendido como aquello que emerge a partir de la no-identidad de
las perspectivas entre los seres humanos a pesar de disponer de un trasfondo común
que va desde lo biológico hasta lo cultural. Lo social emerge dada la incongruencia de
perspectivas entre los seres humanos —fundamento total de la diversidad en sus más
diferentes manifestaciones— y a pesar de esas incongruencias se producen acuerdos,
convenciones, coordinaciones sobre la base de que ningún ser humano es autárquico, ni
plenamente autónomo. La evolución social podría ser caracterizada como la
transformación histórica de las formas de coordinación social, cada vez más abstractas y
complejas.
• La disputa acerca de porque tenemos visiones del mundo tan diversas no puede
resolverse apelando a la fórmula de contar aún con un saber insuficiente, sea
esta insuficiencia de índole técnica o social. La razón de fondo radica en el
enunciado siguiente: La estructura de los objetos reales no constituirían un
criterio de verdad independiente de los intereses cognitivos de los individuos. No
podrían ellos acercarse a este criterio en forma de una creciente certidumbre
sensitiva.
Para este paradigma sería al mismo tiempo válido hablar de una no-adecuación entre
sistema y entorno y, cuando el ‘contacto’ con el entorno se pierde, de patología.
Estaríamos en un mundo de la experiencia, de las vivencias que no mantiene la
pretensión de verdad en el sentido de correspondencia con la naturaleza (o ‘naturaleza
de la cosa’). Sin fundamento seguro y ante una sospecha de una evolución ciega o
¿dependerá todo de cómo se decida socialmente lo viable?
La capacidad de observación del sujeto es vista por Foucault como un efecto secundario
de aquello que el designa como discurso de una determinada época. Tampoco es figura
titular del mismo, sino que una vez situado en el discurso es dependiente de él. Es el
orden del discurso el que pone al ser humano en condiciones de observar el mundo.
Los cambios no son producidos ni explicados como el efecto de una acción innovativa
del sujeto, sino que serían producto de la mutación de una estructura donde el sujeto
juega el rol —no el que él cree— sino el que le es asignado por los mecanismos del
proceso. La dialéctica de lo general-particular-individual queda abolida.
Queda instalada la duda acerca de quien se apodera de los criterios, pero también la
pregunta acerca de cómo supo Lyotard que se trata de relaciones inconmensurables.
¿Cómo habrá de constatarse que existió un disenso?
Esta tesis es entonces la que le permite sostener que es posible reclamar como sólido el
argumento que supone en las formas mismas de la reproducción social la existencia de
una potencial razón aprisionada y, sin embargo, capaz de surgir, brotar y desplegarse a
través del lenguaje. Al respecto cobra especial relevancia su teoría de la verdad.
Sucintamente: Los criterios habermasianos estarían dados por las siguientes
pretensiones de validez:
1. La principal actividad del ser humano sería el habla. Hablar es un tipo especial
de acción.
La racionalización del poder para Habermas sólo la podemos alcanzar de las relaciones
que a través de discursos favorezcan el vínculo del poder político al pensamiento
surgido de tales discursos. La comunicación sería constitutiva de todos los fenómenos
sociales, con discurso en cambio, Habermas designa una comunicación especial, que
consiste en una interrupción-suspensión de supuestos aceptados de manera tradicional
o natural. El objetivo es someter a las convicciones de fondo a una problematización y a
explicitaciones argumentativas.
Para la ética del discurso, las normas morales y jurídicas son sólo legítimas cuando han
sido resultado de procedimientos que aseguran el respeto por igual a la dignidad y
autodeterminación de los seres humanos. Como fundamento del vínculo normativo se
propone sólo el acuerdo y el consenso, que es el fundamento de toda validez normativa.
En contraste con Kant, no es el individuo aislado el depositario, o el lugar desde donde
se construye la regla moral.