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innovacion-una-propuesta-para-avanzar/

Recursos didácticos como motor de la innovación: una propuesta para avanzar


Es un bien común que muchos centros educativos que inician un proceso de innovación
educativa comuniquen a los padres y las madres de la escuela que abandonan el uso de los
libros de texto. Es un mensaje claro y muy mediático: los libros de texto son el pasado, igual
que los exámenes.

Este mensaje responde a un análisis demasiado simple y poco reflexionado, pero muy
efectista. Ni los libros de texto impiden la innovación, ni el uso de dispositivos electrónicos
conectados a la red aseguran ninguna bondad didáctica en sí mismos. El debate no ha de ser
este.

Los libros, de la misma manera que el resto de recursos educativos, son herramientas,
mediadores que actúan de intermediarios entre el conocimiento y las competencias, el
aprendiz y el educador. Sólo herramientas, pero herramientas útiles al servicio de una
determinada metodología didáctica.

Para ser honestos, hay que reconocer el papel que han desarrollado los libros de texto como
un recurso valioso en la enseñanza a lo largo de los años. Son una recopilación ordenado,
riguroso y actualizado de los contenidos, expuestos de forma clara y organizada, que facilitan
su comprensión al alumnado y dan seguridad al profesorado en la organización del currículo.

Con todo, el libro de texto tiene muchas limitaciones. Por un lado, la falta de flexibilidad -las
páginas están encuadernadas según una estructura epistemológica indiscutible pero
rígidamente; por otro, la centralidad de los contenidos y la simplicidad competencial
propuesta, y, por último, la imposibilidad de personalización ante realidades educativas
diversas.

Pero esto tiene solución.

En este artículo proponemos alternativas para convertir los recursos educativos en motores de
la innovación educativa en los centros, facilitadores de las mejores metodologías necesarias
para operar cambios significativos en el proceso de enseñanza y aprendizaje.

Un nuevo ecosistema de aprendizaje


El ecosistema que envuelve el aprendizaje ha de adquirir actualmente una dimensión más
sofisticado. Aprender ahora no es tan sencillo como antes, puesto que obliga al uso experto de
inteligencias variadas, más allá de la memoria y requiere de la intervención de medios y
recursos diversos. Por tanto, no se trata de aparcar el libro de texto o de convertirlo en libro
digital. La cuestión es más compleja.

Hemos de tener claro que una descripción precisa de los objetivos de aprendizaje permite
adivinar el grado de innovación que se quiere alcanzar. Descubrir los objetivos del aprendizaje
no es un ejercicio meramente teórico, si no que fija el carácter más o menos innovador de la
propuesta de trabajo. Los materiales, sean en papel o digitales, han de ir en función de
aquellos objetivos.

En realidad, cuando están bien formulados, los objetivos de aprendizaje preconfiguran los
recursos que serán necesarios para conseguirlos. Es decir, al margen de la opción que se tome
a la hora de utilizar unos materiales didácticos u otros, cabe plantearse de entrada y con
claridad una opción metodológica que ha de estar orientada a conseguir unas finalidades bien
precisas. Los medios o recursos educativos son eso: medios que se deben a un fin.

Por lo tanto, debemos tener claro para qué educamos, qué queremos que aprendan los
alumnos, como lo intentaremos y como evalúa su resultados. Estas decisiones son
determinantes para dibujar el tipo de metodología didáctica por la que optamos y los recursos
que utilizaremos.

Modernidades que suponen poca novedad

En los últimos años, los materiales curriculares en formato digital no han hecho ninguna
aportación metodológica, en general, y se han limitado a reproducir el esquema de los libros
impresos sobre papel en formato electrónico, manteniendo en buena parte sus limitaciones
sin aprovechar las posibilidades del entorno digital.

En ocasiones, el uso prioritario de dispositivos conectados a la red bajo la premisa de que


«todo está en internet» ha lanzado a los alumnos a una navegación a la deriva en un océano
de información en el que a buen seguro naufragio.

El abandono de los libros de texto, en general, no ha dispuesto de una alternativa más


orientada a adquirir las competencias, más empoderadora y más avanzada.

Como ya hemos analizado, la cuestión es un poco más compleja que la simple introducción de
una tableta en el aula. Primero hay que definir con claridad cuál es la finalidad elegida para
orientar el aprendizaje, su objetivo y, a continuación, buscar el medio más adecuado para
conseguirlo.

Se puede innovar cuando la opción metodológica ofrezca oportunidades a los alumnos y sus
educadores para vivir experiencias educativas que les supongan la construcción conjunta de
aprendizajes profundos, duraderos y transferibles

Oportunidades que dejan el paso a los alumnos, para ceder el protagonismo que hasta ahora
tenían los contenidos.

Oportunidades para que el rol del profesorado permita que los alumnos puedan crecer con
autonomía y al mismo tiempo les asegure el apoyo cercano del profesorado, atento en la
distancia.

Oportunidades para equivocarse, para rehacer el camino, para trabajar colectivamente, en


cooperación, en la superación de retos verosímiles que den autenticidad a las situaciones de
aprendizaje.

Muchas de estas oportunidades pedagógicas asocian rápidamente al llamado trabajo por


proyectos. Este aspecto merece una reflexión que propondré en este mismo espacio
próximamente.

Cuando la metodología empleada incorpore, entre otras, estas oportunidades, estaremos ante
una propuesta educativa innovadora. Es en este marco pedagógico cuando hay que pensar qué
recursos didácticos pueden ser un apoyo, el motor, una herramienta que facilite el trabajo a
aprendices y docentes.

Entonces, ¿qué alternativa a los libros de texto puede imaginarse en un ecosistema educativo
avanzado?

Los recursos innovadores

La innovación metodológica que debe suponer una mejora en la práctica educativa vendrá
definida siempre por la determinación de la finalidad del aprendizaje, su objetivo. La
innovación en los recursos debe hacer visible siempre aquella mejora.
Por lo tanto, los cambios profundos se producen en el momento de definir los objetivos de
aprendizaje, que deben permitir que profesores y alumnos se aventuren a mejorar las
prácticas escolares tradicionales. Los recursos didácticos deben contener propuestas y
materiales diseñados y desarrollados expresamente con la intención de conseguir el objetivo
pretendido. No puede ser sólo un cambio de soporte o una digitalización de modelos caducos.

Para hacerlo posible, los recursos didácticos innovadores deberían tener ciertas cualidades:

• Contener una propuesta de secuencias didácticas en las que el alumnado participe poco o
mucho en las decisiones de lo que trabajan y cómo lo trabajan.

• Aportar un entorno virtual de aprendizaje que permita una relación fluida entre los
contenidos, el entorno digital, la secuencia didáctica y el aula (resto de la clase y el
profesorado).

• Compilar un conjunto de recursos textuales, audiovisuales y multimedia en lenguas diversas,


adaptados a las necesidades y posibilidades del nivel educativo: un material de consulta
indispensable para resolver los retos propuestos en la secuencia didáctica.

• Vertebrar la propuesta didáctica en el trabajo competencial que faculte a los alumnos a


aprender a aprender en entornos de trabajo colaborativos digitales.

• Suponer una oportunidad de resolución de retos intelectuales, manipulativos o artísticos que


se presenten como retos a resolver de forma individual o en grupo, en un entorno verosímil,
con fines auténticas que pongan en práctica habilidades diversas relacionadas con las
inteligencias múltiples.

• Permitir la personalización de los materiales a la realidad de los centros y de las necesidades


de los alumnos. El profesorado debe poder hacerlo se sus ampliándolos, convirtiéndolos o
reduciendo en función de las necesidades del grupo clase, de determinados alumnos con
necesidades educativas singulares y de los intereses del alumnado.

• Permitir la evaluación formativa entendida como una oportunidad de aprendizaje y


regulación.

• Ir acompañado de un apoyo al profesorado de carácter documental (programaciones,


orientaciones, herramientas de evaluación) y de programas de formación que permitan el
aprovechamiento de las posibilidades didácticas del material.
• Permita el trabajo en red de docentes y de alumnos en episodios de intercambio y
aprendizaje entre iguales que fomente la colaboración y la conectividad.

• Repensar la educación no es tarea fácil, pero no debe convertirse en una quimera imposible.
Los recursos didácticos deben servir para facilitar este tránsito. Estamos ante un movimiento
estratégico de los centros que pide coraje y audacia pero no se puede pedir heroicidades el
profesorado. Es más fácil tirar tabiques y diseñar espacios amables que construirse los
materiales didácticos que permitan vivir experiencias didácticas en las aulas.

Esperemos que los diseñadores de recursos didácticos propongan soluciones con estas
características que faciliten el camino de la comunidad educativa por conseguir los retos de la
innovación educativa que la sociedad reclama. Ya hay muestras aplicadas en algunos centros
educativos que permiten ser optimistas. ¡Avancemos!

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