Los argumentos se elaboran con propósitos diversos. No todos los argumentos se esgrimen para la defensa formal de una afirmación categórica. Sin embargo, este tipo particular de argumentos recibirá la mayor parte de nuestra atención en los presentes capítulos: nuestro interés se centrará en los argumentos justificados utilizados para apoyar afirmaciones, en las estructuras que pueden reivindicar para sí y en el modo en que nos enfrentamos a ellos al clasificarlos, nos formamos un juicio sobre ello y lo criticamos. Creo que se puede argumentar que está es, de hecho, la función primaria de los argumentos y que el resto de usos, las restantes funciones que cumplen los argumentos , son en cierto sentido secundario y respecto al uso justificado primaria son parásitos.
La Cuestión podría ser quien será seleccionado en el equipo
americano para jugar la Copa Davis contra Australia, si se halló culpable a modo justo a Crippen de la muerte de su esposa, si el pintor
Piero della Francesa realmente merece las alabanzas de sir
Kenneth Clarck, si la teoría de la súper-conductividad del profesor Frohlich es en verdad satisfactoria, cuándo tendrá lugar el próximo eclipse o jugarnos nuestra reputación a propósito del teorema de Pitágoras.
Los argumentos justifica torios pueden ser de muchas clases
diferentes, de modo enseguida surge la cuestión de hasta que punto pueden ser valorados por el mismo procedimiento, en la misma clase de términos y apelando al mismo tiempo de estándares. Ese es el problema del que nos ocuparemos en el primer capítulo. ¿Hasta qué punto los argumentos justificados adoptan una sola y la misma forma o apelan a una misma serie de estándares en todos los diversos tipos de casos que tendremos ocasión de considerar? Y en consecuencia ¿hasta qué punto, cuando evaluamos los méritos de estos argumentos diferentes. El primer problema que hemos propuesto puede ser reformulado en la pregunta, ¿Qué elementos relacionados con los modos en los que evaluamos los argumentos son invariables respecto al campo y cuales dependen del campo? ¿Qué elementos relacionados con los que evaluamos los argumentos, los estándares por referencia a los cuales los valoramos y la manera en que sacamos conclusiones sobre ellos son idénticos con independencia del campo.
LAS FASES DEL ARGUMENTO:
Hay una distinción preliminar, que resulta basta evidente. El
carácter de las pruebas relevantes será, naturalmente, muy variable según los diferentes tipos de caso. Cada caso requerirá apelar a pruebas de diversos tipos. Así, establecer que ha existido negligencia en un caso civil es algo muy distinto de probar intencionalidad en un caso de asesinato o demostrar la legitimidad de un nacimiento. Para empezar, se ha de presentar el problema. Lo cual como mejor puede hacerse es planteado una pregunta clara; incluso si, como sucede muy frecuentemente, nos limitamos a apuntar solo la naturaleza de nuestra confusa búsqueda de modo interrogativo. Nos centraremos no en el modo en que se llega a una conclusión, sino en su siguiente establecimiento gracias a la elaboración de un argumento que la respalde.
La relación entre el significado de estos vocablos y el tipo de
situación indicada es estrecha, pero no de modo que pueda ser adecuadamente expresada en la forma de una definición de diccionario.
En otras palabras, una de las propuestas originales puede
resultar después de todo inadmisible. En una situación de este tipo, otros términos de modales hallan un uso natural: “no puede ser” “imposible” y por otros estilos. FUERZA Y CRITERIOS:
La importancia de la distinción entre la fuerza y criterios
quedará clara del todo a medida que vayamos avanzando. Quizá pueda apreciarse deteniéndose por un momento en la noción de imposibilidad matemática. Numerosos teoremas de geometría y de matemática pura afirman imposibilidad de un tipo u otro.
La analogía entre la evaluación racional y la práctica judicial
nos ofrece un modelo que puede hacerle la competencia al modelo matemático para reflexionar sobre la idea de forma lógica.