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aprendizaje.
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manera diferente a una misma realidad, pues no todos la conciben de la misma manera ni son
afectados por ella de la misma forma.
Esto, además, es de especial relevancia en una época en la que a pesar de contar con
tantos recursos y probablemente como consecuencia de la cultura postmoderna, se ha hecho
notar que existe “una tendencia mundial de la actual generación de niños (…) a ser más
solitarios y deprimidos, más airados e indisciplinados, más nerviosos y propensos a
preocuparse, más impulsivos y agresivos.” (Goleman, 1995: 18)
Con respecto a la importancia que algunos de estos factores y, principalmente, las
relaciones interpersonales tienen en la actividad escolar algunos autores hacen notar que tal
interés “refleja la apreciación de los efectos negativos que un clima emocional desfavorable,
social y escolar, ejercen en el aprovechamiento académico, en la motivación para aprender y
en las actitudes deseables respecto de la investigación intelectual. Por ejemplo, si los
alumnos se sienten infelices y resentidos por la disciplina y el ambiente social de la escuela,
ni aprenderán mucho mientras estén en la escuela, ni permanecerán más de lo que deben
estar”. (Ausubel, Novak, Hanesian, 1976: 396)
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7. Definición de la afectividad.
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pueden alterar el funcionamiento normal del ser humano e impedir, facilitar y modificar el
razonamiento lógico. Por muy lógica y racional que sea una acción humana, siempre se verá
facilitada o inhibida por el tono afectivo en que está inserta.” (Gudín, 2001: 152)
Aunque la afectividad es una dimensión muy importante de la persona, conviene tener
presente que no es la que define a la persona, que también posee, además de la capacidad
afectiva, una dimensión cognitiva y otra de la que depende más directamente su actuar: la
libertad, su capacidad de querer actuar en un sentido u otro, a favor o en contra del gusto o
de la fácil disposición a realizar algo.
Las manifestaciones de la afectividad, no sólo son motor para la acción hacia lo
positivo, sino también hacia lo negativo y además el dominio de esas manifestaciones no está
asegurado (Yepes, 1996). Es decir, se puede actuar a favor o en contra de la manifestación
de la afectividad, dependiendo de las valoraciones que se hagan de la realidad (Marina, 1996)
(Malo, 2004).
En nuestro trabajo por encontrar los elementos que nos ayuden en una mayor
comprensión de la afectividad para poder utilizarlos en la labor educativa, nos referimos a
todas las características que hemos mencionado y que definen a la afectividad, la cual está
presente en la relación de la persona con el mundo y con los otros a través de sus valoraciones
personales, pero que tiene elementos que pueden ser aplicados a la forma en que dichas
valoraciones se producen en toda persona repercutiendo en su actividad.
REFERENCIAS
Ausubel, David P., Novak, Joseph D., Hanesian, Helen. (1983) Psicología educativa: un
punto de vista cognoscitivo. 2ª edición. México, Trillas.
Gardner, Howard. (1983) Estructuras de la mente; la teoría de las inteligencias múltiples.
Segunda Edición. México,Fondo de Cultura Económica.
Ginott, Haim G. (1974) Maestro-alumno. México. Editorial Pax.
Goleman, Daniel. (1995) La inteligencia emocional; por qué es más importante que el
cociente intelectual. México, Vergara.
Gudín, María. (2001) Cerebro y Afectividad. Pamplona, EUNSA.
Malo P., Antonio (2004) Antropología de la afectividad. Pamplona, EUNSA.
Marina, José A. (1996) El laberinto sentimental. Barcelona, Editorial Anagrama.
Otero, Oliveros F. (2000) Educar el corazón. Madrid, Ediciones Internacionales
Universitarias.
Rojas, Enrique. (1987) El laberinto de la afectividad. Madrid. Espasa Calpe.
Yepes S., Ricardo (1996) Fundamentos de antropología: un ideal de la excelencia humana.
Pamplona, EUNSA.
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