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Neoliberalismo y crisis…

Neoliberalismo y crisis agroalimentaria: adaptación


y resistencia de los ejidatarios mexicanos1

María Cristina Steffen Riedemann2 y María Tarrío García3

Resumen

Este trabajo aborda las estrategias productivas trazadas por ejidatarios productores
de granos para lograr la competitividad y participar con éxito en el libre mercado
implantado por las políticas gubernamentales desde 1989. También estudia las formas
de resistencia al modelo neoliberal emprendidas por las organizaciones que han forjado
los ejidatarios y las alternativas campesinas que defienden. Destaca en especial que,
así como se ha globalizado la agricultura industrial comandada por los agronegocios
trasnacionales, también el movimiento campesino ha alcanzado un grado de inter-
nacionalización que le permite fortalecer las luchas nacionales. Con la finalidad de
contar con los elementos que permitan contextualizar el análisis, el trabajo presenta
una reflexión sobre los cambios recientes en el sistema agroalimentario mundial y
la crisis agroalimentaria. Expone, a su vez, las limitaciones e insuficiencias de las
políticas gubernamentales para el campo que se establecieron en México durante los
últimos veinte años a instancias de las instituciones internacionales, así como los
efectos de éstas en los pequeños productores y algunas de las estrategias impulsadas
por los ejidatarios para defender su subsistencia.

Palabras clave: Neoliberalismo, crisis agroalimentaria, ejidatarios.

1
Recibido 10-08-2010. Aceptado 27-09-2010

2
Departamento de Sociología, UAM-Iztapalapa, cristinasteffen@yahoo.com

3
Departamento de Producción Económica, UAM-Xochimilco, talud1937@yahoo.com.mx

análisis del medio rural latinoamericano 11


debates teóricos

Neoliberalism and agrifood crisis: adaptation


and resistance of mexican ejidatarios

Abstract

This work elaborates on the productive strategies proposed by ejidatarios dedicated


to the production of grains, to achieve competitivity and to participate successfully
in the free market instrumented by government policies since 1989. The work also
studies the forms of resistance to the neoliberal model carried out by organizations
created by ejidatarios, and the peasant alternatives they defend. The fact that just as
industrial agriculture, led by transnational agribuissiness, has become globalized, the
peasant movement has reached an international level which allows it to strengthen
national struggles, outstands. In order to have elements that would allow for a con-
textualization of the analysis, this work presents a reflection on the recent changes in
the world agrifood system its crisis. Limitations and insufficiencies of government
policies on the countryside established in Mexico over the last twenty years and
promoted by international institutions, are also highlighted, along with their effects
on the small scale producers and some of the strategies promoted by ejidatarios to
defend their livelihood.

Key words: Neoliberalism, agrifood crisis, ejidatarios

1. Introducción

Luego de vivir cerca de cinco lustros bajo las reglas de juego del sistema neoliberal,
el sector agroalimentario mexicano, subordinado a los lineamientos impuestos por
los organismos financieros internacionales, experimenta un deterioro progresivo que
se expresa en una creciente dependencia alimentaria, en el abandono de tierras de
cultivo, en la caída del nivel de ingreso de los productores y en el incremento de la
migración. Son los ejidatarios, de manera especial los que producen granos a pequeña
escala, quienes han sido de los más golpeados y quienes enfrentan las consecuencias
del modelo de libre mercado. A pesar del inocultable descalabro que éste ha ocasio-
nado en el campo y en la sociedad rural, agravado por la crisis mundial en curso y

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la violenta oscilación de los precios de los alimentos en el mercado internacional,


el gobierno mexicano y las autoridades del sector rural siguen sosteniendo que no
existe una forma alternativa de desarrollo económico y social a la impuesta por las
instituciones internacionales, para las cuales la agricultura campesina existente en
los países del tercer mundo debe ser desplazada porque frena el progreso.

En las últimas décadas las formas impuestas que han afectado a los ejidatarios
mexicanos, incluyen el despojo de sus parcelas amparado en las reformas de 1992
a la Ley Agraria y la supresión o reducción drástica y progresiva de los subsidios al
crédito y a los insumos para la producción; y los apoyos a la comercialización que
deberían compensar los bajos precios internacionales. Por el contrario, los programas
gubernamentales de fomento a las actividades productivas en el campo son cada vez
más escasos y con menor ámbito de influencia, pues casi todos se destinan a las zonas
de agricultura comercial y se focalizan hacia un número reducido de productores que
en su mayoría son grandes empresarios.

A lo anterior se agrega la inestabilidad de los programas que pretenden dar res-


puestas coyunturales a problemas estructurales y, por lo tanto, la ausencia de políticas
de mediano y largo plazo que pudieran promover el desarrollo sustentable del sector
rural y otorgar algún grado de certidumbre a los ejidatarios.

A pesar de las condiciones adversas que conlleva el nuevo modelo neoliberal para
los pequeños productores, algunas organizaciones de ejidatarios productores de maíz,
trigo, sorgo, frijol, arroz y demás productos comerciales, han adoptado estrategias
que han permitido su sobrevivencia ante la difícil competencia que representa el
mercado internacional y el dominio cada vez mayor del mercado nacional por parte
de las grandes empresas comercializadoras de granos tanto nacionales como trasna-
cionales. Considerando lo anterior, este trabajo estudia las crecientes dificultades que
enfrentan los ejidatarios productores de granos para garantizar su reproducción social,
mediante el análisis de los efectos que han tenido en ellos los principales programas
públicos orientados al sector rural. Y, por otra parte, las estrategias impulsadas por
las organizaciones ejidales, que comprenden su adaptación a las condiciones del libre
mercado, su resistencia a políticas que los aniquilan y sus propuestas alternativas que
les permitan subsistir como campesinos.

A fin de presentar los resultados de este trabajo, la exposición se inicia con una
reflexión sobre la situación del sistema agroalimentario mundial en la actualidad,

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con énfasis en la crisis que lo afecta. Más adelante, luego de una referencia histórica
a los orígenes del sistema alimentario mexicano actual y cómo se manifiesta hoy la
crisis, se abordan las características y resultados de algunas de las principales políticas
públicas para el campo y los programas que las impulsan, teniendo como referencia
central a los pequeños productores de granos, cultivos ampliamente predominantes
en el campo mexicano y, en la mayoría de los casos, única fuente de subsistencia
de los ejidatarios. A fin de profundizar en los efectos de estos programas en dichos
productores, en este apartado se hace constante referencia al caso de ejidatarios del
sur del estado de Guanajuato, con quienes se ha mantenido contacto durante cerca
de veinte años. El apartado siguiente se inicia con una reflexión sobre las formas
organizativas que han generado los campesinos a escala mundial para enfrentar su
difícil situación. Luego se estudian algunas experiencias de organización de los
ejidatarios graneleros orientadas a incrementar su productividad y el mejoramiento
de las condiciones de comercialización de sus granos, con la finalidad de participar
en el mercado en mejores condiciones de competitividad. Y finalmente se examinan
los movimientos de resistencia más significativos que han encabezado en la última
década, para defender su derecho a seguir siendo campesinos y productores de ali-
mentos básicos para la población nacional.

2. El sistema agroalimentario mundial y la crisis alimentaria

Trabajos de numerosos investigadores de la problemática agroalimentaria elaborados


en los tiempos recientes señalan que para entender el origen de la crisis alimentaria
que ha afectado al mundo en los últimos años, no basta con analizar las causas co-
yunturales que la hicieron estallar, sino que hay que ir a la raíz del problema, es decir,
a la causa estructural de la que se derivan los factores coyunturales.

El factor de carácter estructural que está en la base de la crisis alimentaria en el


mundo, señalan, es la intensificación progresiva de la industrialización de la agri-
cultura, que ha implicado la globalización de la cadena agroindustrial de producción
y comercialización, y la integración vertical de la producción a través de distintas
formas de agricultura bajo contrato que consagran la estrecha vinculación entre
los agricultores y los proveedores de insumos y compradores de los productos, de
tal manera que son los agronegocios los que toman las decisiones acerca de qué y
cómo cultivar. Estas decisiones no toman en cuenta la obligación de proporcionar

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alimentación tanto a las familias de los productores como al conjunto de la población


mundial, sino alcanzar las tasas de ganancia a las que aspira el agronegocio. Por
su parte, el uso comercial de la investigación científica y biotecnológica también
busca profundizar el control del capital sobre la producción agrícola, impidiendo
que la propiedad de los productos generados por ésta pase a manos de los pequeños
agricultores, fomentando así el crecimiento de una enorme masa de productores que
pierden su autonomía y se convierten en trabajadores subordinados al agronegocio,
pero sin ningún tipo de contrato colectivo que defienda sus derechos. Este proceso,
destacado por diferentes investigadores en los años noventa del siglo pasado, entre
ellos Magdoff y Lewontin (Magdoff et al. 1998: 5; Lewontin, 1998: 78), ha cobrado
actualmente especial intensidad, provocando una profunda crisis del sistema alimen-
tario mundial y la destrucción de los sistemas alimentarios de los países subordinados.

En años recientes, investigadores como Holtz-Giménez (2008:4), Magdoff y Tokar


(2009: 1, 7), Bello y Baviera (2009: 4), Mc Michael (2009ª: 150) y McMichael (2009b:
7-10) han profundizado en los análisis referentes a la situación del sistema alimentario
mundial. En las observaciones de algunos de ellos se fundamenta la caracterización
que se hace en este trabajo de los aspectos fundamentales de la crisis agroalimenta-
ria. Holt-Giménez (2008: 3) señala dos de los programas de desarrollo económico
impuestos a los países subordinados por los países capitalistas dominantes, que han
utilizado dichos programas como instrumentos para llevar a cabo esta destrucción.
Uno de ellos es la “revolución verde” impulsada desde los años cincuenta del siglo
XX y dirigida por centros de investigación agrícola de organismos internacionales.
Ésta se destinó a modernizar la agricultura de los países “en vías de desarrollo”, y
condujo al control de las nuevas semillas y agroquímicos requeridos por ésta, por
parte de las empresas trasnacionales. Tuvo como resultado una drástica pérdida de
la biodiversidad, de los mantos freáticos, la erosión y salinización de los suelos y el
desplazamiento de los campesinos a las tierras de menor potencial productivo. El
otro programa es el de ajuste estructural enmarcado en el modelo neoliberal de libre
mercado, impuesto por los organismos financieros internacionales a partir de los años
setenta del siglo pasado, cuya culminación se concretó con la creación en 1995 de
la Organización Mundial del Comercio (OMC), mediante la cual Estados Unidos y
los países europeos mantuvieron los subsidios a su producción, mientras a los países
subordinados se les impuso la total apertura comercial. Para el campo esto significó
el fin de los precios de garantía y por ende de la protección a la producción nacional,
la supresión de los apoyos a los pequeños productores, a los centros de investigación
y a los procesos de reforma agraria. El ingreso descontrolado de granos importados

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de Estados Unidos de América y países europeos a los países subordinados, que se


venden en el mercado internacional a precios inferiores a su costo de producción, ha
ocasionado la ruina de la agricultura y el empobrecimiento de los pequeños produc-
tores de los países subordinados del sur, la destrucción de su biodiversidad y de sus
recursos naturales y ha provocado la expulsión de sus tierras de grandes sectores de
estos pequeños productores agrícolas empobrecidos. Se ha señalado que de 1950 a
1997 la población rural en el mundo disminuyó en cerca de 25% y que actualmente
63% de la población urbana mundial habita en los márgenes de las caóticas ciudades
del sur global. Se estima que hacia finales del siglo veinte entre 20 y 30 millones de
campesinos habían perdido sus tierras como consecuencia de la imposición de las
políticas neoliberales (McMichael, 2009b: 5,7).

De esta manera continentes enteros se han sometido a la expansión de las grandes


empresas trasnacionales que controlan desde la producción de semillas, plaguicidas
y fertilizantes, hasta las almacenadoras, procesadoras y supermercados. Así, Cargill,
ADM y Bunge controlan hoy 90% del mercado mundial de granos, Monsanto la quinta
parte de la producción de semillas y Bayer, Syngenta y BASF 50% del mercado de
agroquímicos. En 2007 cinco supermercados controlaban casi 50% del mercado en
Estados Unidos de América, de los cuales el más poderoso es Wal-Mart, fenómeno que
también encontramos en los países subordinados, en donde además han provocado la
desaparición de los mercados locales y del pequeño comercio alimentario. La evidente
incapacidad estructural del sistema capitalista para producir los alimentos de manera
sana y sustentable y para solucionar los problemas de la población rural, es un tema
que las instituciones y las empresas trasnacionales no están dispuestas a abordar.

En este contexto, desde mediados de 2006 convergen factores coyunturales que


provocaron el alza considerable de los precios de los granos básicos que desembocó
en lo que se ha denominado crisis alimentaria global. La agudización brutal de esta
crisis se ejemplifica con el hecho de que entre fines de 2007 y comienzos de 2008,
el precio del maíz se duplicó, el del trigo se incrementó en 50% y el del arroz en
70% (McMichael, 2009b: 1). Numerosos investigadores, entre ellos los ya citados,
han analizado los mencionados factores coyunturales. También las instituciones
internacionales como el Banco Mundial (2008:2), la FAO (2008: 4, 6, 7,10), la
OMC y las del Estado mexicano que se ocupan del sector rural, coinciden en este
señalamiento, a diferencia de su actitud con la razón estructural de la crisis antes
descrita que ellos evitan mencionar o no quieren reconocer. Más bien insisten en
profundizar las políticas que desde hace muchas décadas han producido esta crisis

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(Grain, 2009: 1). Estas causas coyunturales de la crisis alimentaria global son, por
una parte, el incremento del precio del petróleo, que se duplicó entre 2007 y 2008 y
que arrastró al de la energía y de los fertilizantes utilizados en los procesos agrícolas
de producción, y la drástica reducción de la reserva mundial de granos, consecuencia
de las políticas neoliberales que sustituyeron a los cultivos alimentarios de los países
subordinados por productos exportables: en 2008 la reserva mundial fue la menor en
25 años. La utilización de 5% de la producción mundial de granos en la fabricación
de agrocombustibles, es otro elemento influyente. También se ha señalado que el
incremento del consumo de carne a escala mundial ha ocasionado que un creciente
volumen de granos se destine a la alimentación del ganado, sustrayéndolo al consumo
humano directo (Holt-Giménez, 2008: 2,3). Finalmente, una de las causas de corto
plazo más determinantes en el alza de los precios de los granos es la especulación
financiera internacional, con la entrada del capital financiero especulativo en las bolsas
de los contratos a futuro de los cereales y otros alimentos. El derrumbe del mercado
inmobiliario de Estados Unidos, llevó a la búsqueda de nuevas oportunidades de
inversión con los alimentos, “mercancía” imprescindible para la subsistencia de los
seres humanos (Vía Campesina, 2008: 3,4; Rosset, 2008). Los efectos en los pequeños
productores rurales de la política de ajuste estructural impulsada en México desde
mediados de los años ochenta del siglo pasado y de la crisis alimentaria que estalló
en 2006, es el tema que se aborda en el siguiente apartado.

3. Las políticas y programas para el campo y su impacto en los ejidatarios

En los años cuarenta del siglo pasado, bajo el gobierno de Manuel Ávila Camacho,
México se convirtió en un paradigma de la modernización de la agricultura, cuya
expresión más acabada se dio en 1945, cuando el gobierno mexicano y la Fundación
Rockefeller inauguraron un programa conjunto de investigación agrícola que generaría
la tecnología que posteriormente se conoció como “revolución verde”. Su aplicación
en el país significó la creación y consolidación de un número reducido de grandes
empresas agrícolas que, utilizando todos los avances tecnológicos en los nuevos
distritos de riego, sobre todo en el norte del país, concentraron la riqueza producida
en el campo, en desmedro de la gran masa de productores campesinos. Por lo tanto,
esta modernización de la agricultura agravó la desigualdad en el campo. Aunque se
incrementó la producción de manera significativa gracias a estos nuevos enclaves
de agricultura comercial, lo cual favoreció el proceso de industrialización del país,

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la gran masa campesina quedó al margen de esta bonanza. En 1970, como lo señala
Hewitt, treinta años después del inicio de la modernización de la agricultura, “más de
cuatro quintos de todos los campesinos con tierra de México” no podían satisfacer las
necesidades de su familia sólo con los ingresos provenientes de la parcela (Hewitt,
1999: 17, 32, 99, 114).

En 1989, cerca de cuarenta años después de que Ávila Camacho lanzara su


iniciativa de modernización de la agricultura, Carlos Salinas de Gortari impulsó la
industrialización de la agricultura con un nuevo programa de modernización del
campo, esta vez enmarcado en el modelo neoliberal adoptado por el gobierno unos
años antes. Las reformas a las políticas para el campo de esta modernización compren-
dieron, en primer lugar, la cancelación del proceso de reforma agraria iniciado por la
revolución en 1917, mediante una reforma a la Ley Agraria, presentada por Salinas y
aprobada por el Congreso en 1992, que decretó el fin del proceso de reforma agraria y
abrió las puertas a la privatización de la tierra del sector social y su incorporación al
mercado de tierras. Por otra parte, de manera abrupta y más radical que en cualquier
otro país, se abrió el sector agropecuario al mercado internacional abandonando la
protección y fomento a la producción nacional y suprimiendo la política de seguridad
alimentaria; este abandono afectó especialmente la producción de granos, ya que el
gobierno mexicano aceptó la premisa de las instituciones internacionales referente
a que México no tiene ventajas comparativas en la producción de ellos. De manera
concomitante, el Estado se retiró de la esfera de la producción y suprimió la mayor
parte de los subsidios al crédito, fertilizantes, agroquímicos y comercialización
(Steffen y Echánove, 2003: 83). Esta nueva propuesta de modernización que persiste
hasta hoy, ha implicado la profundización de la desigualdad social en el campo al
propiciar el cada vez mayor enriquecimiento de un pequeño grupo de agroempresa-
rios trasnacionales y nacionales, y el empobrecimiento de los ejidatarios y pequeños
productores en general. A continuación se describen las principales políticas públicas
diseñadas para imponer la nueva etapa de modernización del campo.

3.1. La política agraria

Aunque son muchos los temas importantes que se destacan al evaluar los efectos que
ha tenido en los ejidatarios, comuneros y trabajadores rurales la reforma de 1992 a la
Ley Agraria, las siguientes consideraciones se centran en lo que significa para ellos

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el fin del reparto agrario y en la posible inserción de las tierras ejidales y comunales
en el mercado. Con respecto al primer tema, se puede señalar que, según un estudio
publicado en 2001 por la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), basado en la
Encuesta Nacional de Empleo levantada por INEGI en 1999, en el país existían más
de 5, 708,186 jornaleros agrícolas (Sedesol, 2001, Anexo estadístico). Cuatro años
más tarde la Secretaría de Agricultura, fundamentada en la Encuesta de Empleo de
2003, sostenía que los jornaleros eran 4,415,832 (Sagarpa, 2006: 47). Y en 2007
la Confederación Nacional Campesina (CNC) insistía en una cifra semejante a la
señalada para 1999 (CNC, 2007: 1). A pesar de una factible inexactitud de las cifras
aportadas por las encuestas mencionadas y de que una parte de los jornaleros tiene
pequeñas parcelas (cuyo escaso potencial productivo no les permite sobrevivir), las
instituciones reconocen que el número de trabajadores sin tierra es superior al de los
ejidatarios y comuneros que, según el IX Censo Ejidal 2007, suman 4,210,899. Para
este gran sector de los jornaleros el fin del reparto agrario constituye la imposibilidad
de acceder a la tierra y, por ende, de mejorar sus condiciones de vida. Este hecho es
una de las causas del brutal crecimiento de la migración en la última década.
Un estudio reciente sobre los efectos en el campesinado mexicano de la reforma
de 1992 a la Ley Agraria (Robles, 2008: 10-29), concluye que en 2007, quince años
después de implantada, se estaba muy lejos de alcanzar el objetivo oficial que bus-
caba incorporar a los ejidos y comunidades al mercado de tierras para, por esta vía,
combatir el minifundismo y tecnificar al campo. Según los datos que arrojan el VII
Censo Ejidal levantado en 1991 y el IX Censo Ejidal realizado en 2007 analizados
por el autor, el minifundismo se ha agudizado en el campo mexicano, ya que en
dicho periodo la superficie de ejidos y comunidades se incrementó sólo en 2.5%,
mientras que el número de ejidatarios y comuneros creció 19.5% (Cuadro 1). Esto no
como resultado de nuevas dotaciones, sino sobre todo por la división de las parcelas
ejidales entre miembros de la familia. Por otra parte, también se redujo el nivel de
tecnificación de los núcleos agrarios, que cuentan con menos infraestructura tanto
para sus labores agrícolas como pecuarias (Robles, 2008: 10).

Cuadro 1. Ejidos y comunidades: número, superficie y número de ejidatarios


y comuneros 1991-2007.

Año # Ejidos y comunidades Superficie total (ha) # de Ejidatarios y comuneros


1991 29,983 103,290,099 3,523,636
2007 31,518 105,949,097 4,210,899

Fuente: Elaboración propia con datos de Robles (2008: 15-16)

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Con respecto a la inserción de las tierras ejidales y comunales al mercado, hay que
señalar que desde antes de la reforma a Ley Agraria existían las transacciones de
tierras en el sector social, pero por estar prohibidas por la Constitución no se llevaba
un registro legal de ellas. Se ha señalado que a comienzos de los años noventa más
del 50% de las tierras de mejor calidad de los ejidos y comunidades estaba rentada.
La contrarreforma agraria de 1992 profundizó esta tendencia al propiciar la recon-
centración de la tierra de alto potencial productivo en manos de grandes productores
comerciales, caciques y funcionarios gubernamentales (De Ita, 2006: 161, 162).
Robles señala que los resultados del Censo Ejidal 2007 muestran que en dos tercios
de los núcleos agrarios hay venta de tierras; es decir, en 20,990 ejidos y comunidades
se registró este tipo de operación que abarcó una superficie de 3, 097,000 hectáreas.
Sin embargo, al darse a menudo la compra-venta de la tierra de manera irregular, sin
inscribir la transacción en el Registro Agrario Nacional, no hay certeza de quiénes
son en realidad los propietarios (Robles, 2008: 26, 27). Aunque la superficie de poco
más de 3 millones de hectáreas involucrada en las operaciones de venta representa
sólo 2.9% de los más de 105 millones del sector social, no hay datos acerca de qué
tipo de tierras se trata. Tampoco existen datos certeros acerca de las dimensiones de
la renta de la tierra ejidal.

Sin embargo, información obtenida en entrevistas a ejidatarios y una somera


revisión hemerográfica de los últimos tres años permiten aproximarse al fenómeno
de la venta y renta de las tierras del sector social que apunta a una expansión de
éstas, especialmente en las que disponen de riego, que tienen mayor biodiversidad,
bosques, que cuentan con recursos minerales o aquellas que se encuentran en las
playas y cerca de los centros urbanos (Becerril, 2007: 11). Por ejemplo, el Módulo
de Riego IV de Valle de Santiago, Guanajuato, cuenta con 2,587 usuarios y abarca
una superficie de 12,750 hectáreas, de las cuales cerca de 80% estaba rentada en
2009 (Módulo de Riego IV, 2009). En este mismo sentido, Faustino Delgado, de la
Dirección de Agronegocios del FIRA, señala que si a inicios de los años noventa
10% del total de la tierra ejidal estaba rentada, en 2008 lo estaba más de 50% y 5%
había cambiado de propietario; incluso en el caso del noroeste del país, 70% culti-
vaba bajo renta ( Delgado, 2008). Otra forma de apropiación de las tierras ejidales
por parte de los empresarios privados consiste en corromper a autoridades ejidales
para que los incluyan en el padrón de ejidatarios, como sucedió en abril y mayo de
2009 en ejidos cercanos a Mérida, Yucatán (Chan, 2009; Cob, 2009). El auge de la
fabricación de agrocombustibles es también un acicate para la apropiación privada
de tierras ejidales como en Sonora, por ejemplo, en donde la empresa BioFields

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compró 22 mil hectáreas en el ejido Puerto Libertad para producir etanol con algas
cultivadas, combustible que se destinará prioritariamente a Estados Unidos y Japón
(Ramírez, 2009).

3.2. El crédito

En febrero de 1990 el gobierno reestructuró el sistema de crédito para el campo. El


nuevo sistema se fundamentó en la opción macroeconómica neoliberal de restringir
el gasto público, en la exigencia de que el campo se autofinanciara, en el traspaso a
la iniciativa privada de la responsabilidad de financiar las labores productivas y en
instaurar una política de crédito regida por la recuperación financiera.

Con este fin el Banrural eliminó los subsidios a las tasas de interés; otorgó recursos
sólo a los ejidatarios y comuneros que dispusieran de superficies de cultivo con buen
potencial productivo, retirándose de las zonas de alta siniestralidad; e instauró una
severa política de recuperación de las carteras vencidas y de supresión del crédito
para los deudores del banco (SARH, 1990: 31,32). El Banrural desde 1990 presionó
a los ejidatarios para que vendieran su maquinaria, implementos agrícolas y enseres
domésticos para pagar sus adeudos. Al aprobarse las reformas a la Ley Agraria en
1992, el banco empezó a embargar maquinaria y a llamar a subastas públicas para
venderla, recurriendo incluso al embargo de cosechas. Desde entonces, muchos de
los ejidos más productivos del país perdieron su maquinaria, viéndose obligados a de-
pender de la renta de ésta para realizar sus labores productivas (Steffen, 1992: 38,39).

La decisión de que Banrural dejara de ser un banco de fomento y de que se rigiera


por la recuperación financiera, condujo a una drástica reducción del crédito que ha
afectado profundamente a ejidatarios y comuneros. La superficie promedio que el
banco acreditaba cada año hasta 1989 era de alrededor de 7 millones de hectáreas, y
en 1990 había caído a 1,951,000, es decir, disminuyó cerca de 73%, desplome que
se intensificó a más de 85% entre 1991 y 1995 (CUADRO 2). Según el VIII Censo
Agrícola, Ganadero y Forestal levantado en 2007, la superficie agrícola del país
ocupaba 31.5 millones de hectáreas (INEGI, 2009b: ). De manera que, al observar
el Cuadro 2, se constata la radical escasez de crédito que ha afectado al campo; si
antes de 1990 sólo se acreditaba cerca de 23% de la superficie agrícola, en 1990 cayó
a 6.4%, y en 2006 la banca oficial acreditó 8.8%.

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Cuadro 2. Superficie acreditada por Banrural 1980-2006.

Año Superficie en hectáreas


1980 5,507,000
1985 7,174,000
1990 1,951,000
1991 1,236,000
1992 1,198,000
1993 1,045,000
1994 1,129,000
1995 1,251,000
1996 1,851,000
1997 2,178,000
1998 2,115,000
1999 2,105,000
2000 2,236,000
2001 1,520,000
2002 1,833,000
2003 297,000
2004 2,730,000
2005 3,562,000
2006 2,661,000

Fuente: Tercer Informe de Gobierno 2003, Anexo Estadístico; CNA 2008: 109

Por otra parte, es interesante señalar que según datos del Censo Agropecuario 2007,
en ese año existían 5’548,845 unidades de producción en el campo mexicano, de
las cuales 4’069,957 tenían actividad agropecuaria o forestal (INEGI, 2009: Cua-
dro 1). De estas últimas, indica el Censo, 146,437 disponían de crédito, es decir, el
equivalente a sólo 3.6% de las unidades de producción con actividades productivas
(INEGI, 2009: Cuadro 107).

Como concluye un estudio reciente de la CEPAL (CEPAL, 2007: 11), en México


el sector primario “participa cada vez menos del crédito total”; la Financiera Rural
“ha reducido tanto las cuotas de los avíos como el monto total de los créditos refac-
cionarios que otorga”; tanto Finrural como FIRA tienen como prioridad atender la

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agricultura de riego del norte del país, a los grandes productores y a algunos medianos,
excluyendo a la mayoría de éstos y a los pequeños.

De la situación descrita se infiere que el no disponer de crédito oportuno es uno de


los principales problemas de los ejidatarios. De éstos, quienes tienen buen potencial
productivo y un historial de buenos pagadores, pueden obtener financiamiento a través de
su constitución como intermediarios financieros de Finrural. Una minoría organizada en
Fondos de Autoaseguramiento Campesinos puede acceder al crédito que éstos ofrecen a
una parte de sus socios. Los que tienen capacidad para aportar garantías líquidas y contar
con un aval, acuden a Cajas Populares privadas en donde deben mantener un depósito.
Y la mayoría recurren al crédito informal, que obtienen bajo condiciones onerosas con
los comerciantes, prestamistas e intermediarios que adquieren su producción (Unión de
Ejidos 16 de Abril, 2007; Fondo de Aseguramiento Domingo Ledezma, 2009).

El caso de ejidatarios de temporal de escaso potencial productivo se inscribe en la


última modalidad señalada en el párrafo anterior. Eventualmente, las instituciones públi-
cas impulsan programas de crédito orientado a este tipo de productores. Un ejemplo, es
el Programa de Insumos Baratos (hoy denominado Adquisición de Insumos Agrícolas)
puesto en marcha en 2007 en Guanajuato bajo la responsabilidad de las presidencias
municipales. Consistía en la entrega de $700.00 por hectárea a los productores tem-
poraleros, con la finalidad de que pudieran adquirir los insumos, no a un precio más
reducido, sino de manera oportuna. La permanencia en el programa se condiciona al
pago oportuno del crédito cada año. Pero es un programa de alcance muy reducido y
sin garantía de continuidad. En el caso del municipio de Valle de Santiago, Guanajuato,
en 2007 se entregó este subsidio a 1,280 productores, cifra que en 2009 se había des-
plomado a 699 (COPLADEM, 2010). Ejidatarios de El Salitre señalaban que muchos
de ellos quedaron fuera del programa cuando perdieron toda la cosecha y no pudieron
pagar como consecuencia de la terrible sequía del ciclo primavera-verano 2009. Como
uno de ellos decía con amargura: “Para acá no llega el perdón” (Andrade et al., 2010).

3.3. Procampo

El Programa de Apoyos Directos al Campo (Procampo) se creó en 1993 con la


finalidad de compensar la supresión de los subsidios a los insumos para la produc-
ción y los precios de garantía, y garantizar la competitividad de los productores

análisis del medio rural latinoamericano 23


debates teóricos

nacionales en el mercado internacional. Consiste en un apoyo monetario pagado


directamente al productor por hectárea cultivada, lo cual hace de él un subsidio
redistributivo al que acceden incluso los productores de autoconsumo que dis-
ponen de menos de cinco hectáreas. La superficie beneficiada ha oscilado anual-
mente en torno a 13 millones de hectáreas cultivadas por menos de 3 millones de
productores. Un estudio sobre los efectos del TLCAN en el sector agropecuario
destaca la concentración de los subsidios en el año 2001, cuando se apoyaron 13.6
millones de hectáreas de 2.7 millones de productores. En efecto, en esa fecha los
productores que tenían menos de dos hectáreas y que representaban 48.3% del
total de beneficiarios, disponían sólo de 13.2% de la superficie elegible según
el Programa. Y los que poseían más de 10 hectáreas, que representaban 8% del
total de beneficiarios, contaban con 44.6% de la superficie elegible (Rosenzweig,
2005: 47). Años más tarde se mantenía esta polarización: en el año agrícola 2007
la superficie apoyada fue de 13 millones de hectáreas y benefició a 2 millones
420 mil productores. Los que sembraban hasta cinco hectáreas representaron
76% del total de los productores involucrados en el programa, con una superficie
equivalente a 33% de lo subsidiado, pero sólo recibieron 34% de los recursos
financieros. En el otro extremo, quienes sembraron más de 30 hectáreas y que sólo
son 2% del total de productores, controlaron 26% de la superficie y recibieron
23% de los apoyos entregados (Sagarpa, 2008: 8, 9).

Es decir, como el programa no establece límites de superficie subsidiada por


productor, desde su implantación el apoyo se ha concentrado en los productores que
cuentan con los predios más grandes (De Ita, 2000: 43, 44, 45).

La conclusión anterior se ratifica en una reciente evaluación del papel que des-
empeñan los subsidios del Estado en la producción agrícola nacional. Allí se aborda
el papel de Procampo y se concluye que siendo el programa agrícola más dirigido
a los productores de maíz y el más inclusivo, “no sólo excluye a la mayoría de su
población objetivo, sino que está sesgado para favorecer a los productores más adi-
nerados” (Fox y Haight, coord., 2010: 8).

Por otro lado, si bien una parte importante de los ejidatarios, como los tempora-
leros de Valle de Santiago ya mencionados, son beneficiarios de Procampo, reciben
el subsidio tarde, no pueden comprar la semilla con este recurso y deben recurrir al
dueño de la bodega que les compra el grano, quien se las proporciona a crédito con
un interés que oscila entre 2 y 3 por ciento mensual (Andrade et al., 2010).

24 textual
Neoliberalismo y crisis…

Cuando se publicaron las nuevas reglas de operación del Procampo, el 8 de abril de


2009, investigadores y campesinos insistieron en denunciar la mala distribución de este
subsidio, el uso político que de él se ha hecho y cómo ha conducido a incrementar el
enriquecimiento de agroempresarios, funcionarios, políticos y narcotraficantes. Esto ha
acontecido en lugar de que el Programa creara las condiciones para que los productores
mexicanos se capitalizaran y elevaran los rendimientos en sus cultivos para alcanzar
niveles de competitividad en el mercado mundial de alimentos, objetivo pregonado por
el Programa (ver información de prensa 2009 en www.inforural.com.mx).

3.4. La comercialización: El programa de apoyos directos al productor por


excedentes de comercialización

En 1991 el gobierno creó Apoyos y Servicios a la Comercialización Agropecuaria


(Aserca), cuyo objetivo fue implantar programas que compensaran temporalmente
al productor nacional por las deficiencias estructurales existentes en el país y por
las asimetrías con los subsidios recibidos por los competidores extranjeros (Steffen,
2003a: 138-140). A partir de su creación, Aserca ha sido la encargada de impulsar
una variedad de programas y subprogramas de apoyo a la comercialización, pero
orientados sólo al universo de los 300,000 productores que la Secretaría de Agricul-
tura considera que disponen de excedentes para comercializar. Los programas más
significativos han sido el de Apoyos Directos al Ingreso Objetivo y el de Apoyos para
la Agricultura por Contrato en sus dos vertientes: la orientada fundamentalmente al
trigo y al sorgo y la de Compras Anticipadas de Maíz Blanco (Aserca, 2008: 18).

3.4.1. El subprograma de apoyos directos al ingreso objetivo

Subsidia a productores de granos y oleaginosas. Si el precio de mercado que ellos


obtienen es inferior al ingreso objetivo determinado por Aserca, ésta le proporciona
directamente la diferencia. Dicho ingreso objetivo se calcula con base en el precio
en el mercado internacional, las ofertas de los compradores durante la cosecha, los
precios pactados en la agricultura por contrato, y las condiciones que presenta el
mercado regional (DOF, 2003: 36-37). Sin embargo, quienes en realidad imponen
los precios son Cargill, ADM, Bachoco, Arancia, Maseca y Minsa gracias al control
monopsónico que ejercen en el mercado de granos.

análisis del medio rural latinoamericano 25


debates teóricos

Con respecto a los volúmenes subsidiados, en 2004 equivalieron a 38% del total
producido y en 2005 a 48% (Aserca, 2005: 11-12; Aserca, 2006: 14). En 2007, debido
al incremento de los precios de los granos en el mercado internacional, el programa
disminuyó drásticamente su cobertura y en 2008 casi no operó.

Es un subsidio muy inequitativo, ya que privilegia a los estados del norte del país, en
donde predomina la agricultura comercial. En 2004 éstos acapararon 62% de las toneladas
apoyadas, y en 2005 concentraron 72%. Jalisco, Guanajuato y Michoacán conjuntaron en
2004 cerca de 29% del volumen apoyado y en 2005 un 16%. Si se suma la participación
de ambos bloques, en 2004 acapararon 91% de las toneladas y en 2005, 88%.

Con respecto a los productores apoyados anualmente por el Subprograma, son


muy pocos (ver Cuadro 3), ya que ni siquiera representan la mitad de los productores
excedentarios oficialmente reconocidos.

Cuadro 3. Productores receptores de apoyos directos al ingreso objetivo, 2001- 2007.

Años 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007


Productores
beneficiados 118,752 100,721 129,271 184,246 118,010 133,382 11,757

Fuente: (Aserca, 2006ª: 100-102; Aserca, 2008b)

Por otra parte, los trámites para recibir el apoyo son engorrosos y los pagos se retardan.
En Guanajuato, por ejemplo, los ejidatarios que vendieron el sorgo en octubre de 2001
recibieron el apoyo en julio de 2002; por el trigo cosechado en mayo de 2002, los
ejidatarios recibieron el apoyo directo a fines de agosto; por el maíz que vendieron en
octubre de 2004 los ejidatarios accedieron al subsidio en mayo de 2005. El retardo en
la entrega de los apoyos a la producción, característica común a todos los programas
de este tipo, ha ocasionado la constante protesta de los productores, quienes señalan
que el apoyo complementario al precio de sus granos llega demasiado desfasado y
conduce a convertirlos en deudores morosos cuando han cultivado con crédito.

El alza de los precios de los granos en el mercado internacional desde mediados de


2006, hizo considerar a las autoridades la posibilidad de suprimir este programa. El
descenso posterior de los precios y la incertidumbre provocada por la crisis, desataron
la movilización de los productores para mantenerlo, logrando que se reestructurara.

26 textual
Neoliberalismo y crisis…

Así, en enero de 2009 la Sagarpa decidió su permanencia y publicó nuevos montos


de apoyo al ingreso objetivo, pero éstos son considerablemente inferiores a los costos
de producción, como lo señalan los productores.

3.4.2. El subprograma de apoyos para la agricultura por contrato

Existe desde 2001 para el maíz amarillo, y consiste en que el productor vende al comprador
antes de cosechar el producto, mediante la celebración de un contrato de compra-venta
a término, bajo condiciones específicas de volumen, calidad, tiempo, lugar y fecha de
entrega, fórmula para fijar el precio y condiciones de pago (Aserca, 2005ª: 4; Sagarpa,
2007). Al productor participante, Aserca le entrega un apoyo directo al precio al término
de la cosecha y un porcentaje, que puede variar del 50 al 100% del costo de la cobertura
en el mercado de futuros para productor y comprador. Los precios se determinan de
acuerdo a los vigentes en la Bolsa de Chicago.4 Puesto que todo se cotiza en dólares, el
precio final al productor en moneda nacional se calcula con base en el tipo de cambio
del dólar en el día de la entrega física del grano al comprador (Aserca, 2005ª: 4-6).

A partir de 2005, Sagarpa incluyó en este esquema al sorgo y trigo. En 2007 el


volumen total apoyado de sorgo, trigo y maíz amarillo alcanzó 5’532,358 toneladas
(Aserca, 2008: 47-48), en circunstancias de que en ese año sólo la producción de
sorgo y trigo alcanzó casi 10 millones de toneladas y la de maíz amarillo cerca de
un millón y medio. Cifras oficiales mencionaron que ese año los productores que
recibieron este apoyo fueron 41,022, número que está muy por debajo de los 300,000
productores susceptibles de recibirlo según definición oficial.

Las cifras disponibles para los ciclos posteriores no son definitivas, pero se mantiene
la tendencia a subsidiar a una baja proporción del volumen producido. En el ciclo O/I
2007-2008, información oficial señaló que se habían apoyado 7’548,206 toneladas de
sorgo, trigo y maíz amarillo (www.aserca.gob.mx/sicsa/programas). En el P/V 2008,
Sagarpa programó apoyar un máximo de 1’500,000 toneladas de los mismos granos,
más soya (Sagarpa, 2008a:10). Y en el O/I 2008/2009, otorgaría subsidios hasta para el
70% de la producción de sorgo programada, para un millón de toneladas de trigo crista-
lino y, sin límites de volumen, para el maíz amarillo y trigo panificable (Aserca, 2009).
4
Precio del grano en agricultura por contrato es igual a: precio de la Bolsa en el mes más cercano a la entrega; más la base
de la zona consumidora (precio del producto en zona consumidora menos el precio a futuro en la Bolsa); menos la base
regional (costos de fletes, almacenaje y financiero para llevar el producto a la zona consumidora).

análisis del medio rural latinoamericano 27


debates teóricos

La participación de las organizaciones ejidales para la producción ha sido


limitada. De hecho, la Sagarpa ha preferido fomentar la de organismos privados
que funcionan como intermediarios entre productores y empresas compradoras,
desplazando a las genuinas organizaciones ejidales. Por otra parte, sólo de manera
eventual este programa ha dado a los productores la prometida certeza de contar
con un mercado seguro y oportuno para sus granos, contraviniendo así su principal
objetivo. Una situación especialmente grave se dio en Guanajuato con el sorgo
del ciclo primavera-verano 2008. Los ejidatarios habían firmado contratos con las
empresas en que los precios establecidos iban desde US$254.00 a US$328.00 por
tonelada, cuando un dólar equivalía a $10.33. Pero en octubre, durante la cosecha,
cuando se debía entregar el grano a los empresarios, el cambio oficial había subido
a más de $13 por dólar, y éstos se negaron a cumplir el contrato, pretextando falta
de recursos para cubrir el nuevo precio del dólar. Esto llevó a que, más de un mes
después de la cosecha, las bodegas y patios de las organizaciones de los pequeños
productores estuvieran saturadas de granos que los empresarios manifestaban estar
dispuestos a recibir sólo si los productores aceptaban un tipo de cambio inferior
al oficial, lo que Aserca aseguró rechazar por ilegal. Sin embargo, luego de una
intensa presión de los empresarios, Sagarpa incluyó un adendum en los contratos,
permitió la negociación del precio del dólar por debajo del cambio oficial y el 23
de diciembre recomendó a los ejidatarios que sacrificaran parte de sus ganancias.
Así, la Unión de Ejidos 16 de Abril de Valle de Santiago, por ejemplo, entregó el
sorgo a Bachoco, que cotizó el dólar a $11.90 en lugar de $13.50, que era el precio
oficial vigente, y a Texco, que lo cotizó en $12.30. Esto condujo a que la Unión
pagara a sus socios $2,950.00 por tonelada en lugar de los $3,437 prometidos, con
el consiguiente descontento de éstos. El Módulo de riego IV de Valle de Santiago
mantuvo en bodega hasta marzo de 2009 más de 10,000 toneladas que había con-
tratado, a pesar de que aceptó un dólar a $12.50.

La certeza de contar con mercados seguros se rompió también en 2009, cuando


la Integradora Agropecuaria del Centro, S. A. de C.V. (IAGROCEN), conformada
por 33 agrupaciones de productores y cuya creación fue respaldada por el gobierno
del estado de Guanajuato, incumplió los contratos que hizo con sus asociados para
comercializar tanto el trigo como el sorgo. Acopió los granos y no los pagó, defrau-
dando a más de 9 mil campesinos. Todavía a mediados de 2010 éstos no recibían el
pago de sus granos, y hasta julio de este año tampoco lograban una acción efectiva
del gobierno que les permitiera resarcirse de sus pérdidas (Unión de Ejidos 16 de
Abril, 2010; González, 2010).

28 textual
Neoliberalismo y crisis…

3.4.3. Las compras anticipadas de maíz blanco

Es un esquema creado en 2007 para comercializar la cosecha de maíz blanco de


Sinaloa en el nuevo contexto del alza de su precio en el mercado internacional. Sus
objetivos son garantizar el abasto de maíz blanco a las empresas consumidoras,
ofrecer un precio competitivo para la cadena maíz-tortilla, promover la compra de
coberturas de precio por productores y compradores subsidiada con 100% y 50% de
su costo, respectivamente, y otorgar apoyos para fletes y cabotaje a los comprado-
res. Los participantes firman un contrato de compra-venta a futuro, con referencia
al mercado internacional, que para el productor constituye un precio piso y para el
comprador un precio techo que le permite cumplir con el contratado aunque éste
haya bajado, gracias a la cobertura (Sagarpa, 2007). A diferencia del subprograma de
agricultura por contrato analizado antes, en este caso el precio al productor se fija en
pesos mexicanos según el cambio oficial vigente al firmar el contrato (Sagarpa, 2007).

También en este caso, los subsidios se concentran en los estados con agricultura
comercial: en los ciclos O/I en Sinaloa y en P/V en Jalisco, Guanajuato y Michoacán.

El Cuadro 4 muestra que, por ejemplo, en el ciclo O/I 2006-2007 se apoyaron


3’523,765 toneladas de un total de 4.4 millones producidas en Sinaloa. En el P/V 2007
participaron 13 estados, pero el volumen subsidiado sólo fue de 1’714,694 toneladas.
Jalisco, segundo productor de maíz a nivel nacional, recibió apoyos para algo más de
un millón de toneladas de las más de 2 millones que produce anualmente (Aserca,
2008: 48-53). Si se recuerda que anualmente en el país se producen alrededor de 23
millones de toneladas de maíz blanco, se comprueba el reducido alcance del programa.

Cuadro 4. Compras anticipadas de maíz blanco 2006-2009.

Ciclos agrícolas Toneladas


O/I 2006/7 3’523,765
P/V 2007 1’714,694
O/I 2007/8 3’850,000
P/V 2008 2’200,000
O/I 2008/9 3’850,000

Fuente: elaboración propia con información de Aserca (www.infoaserca.gob.


mx 2007-2009)

análisis del medio rural latinoamericano 29


debates teóricos

Además de beneficiar a muy pocos productores, estos programas funcionan de


manera deficiente y con la constante presión de los grandes consumidores que impo-
nen las condiciones para comprar, bajo amenaza de adquirir los granos en el mercado
internacional si el precio asumido por los ejidatarios les parece excesivo. De esta
manera, los contratos son violados con la complicidad de las autoridades de gobierno,
ocasionando graves problemas a los ejidatarios y pequeños productores en general.
Por otra parte, una falla de origen, común a todos los programas de apoyos directos
a la comercialización de los granos, es el retraso con que se publican las reglas de
operación y el retardo con que se entregan los subsidios, que alcanzan periodos de
hasta más de un año (Steffen, 2009:11-20).

Para el ciclo agrícola otoño-invierno 2009/2010 este programa se sustituyó con la


modalidad de agricultura por contrato empleada para el trigo, sorgo y maíz amarillo,
de tal manera que en la actualidad la comercialización de maíz blanco se rige según
la misma normativa que rige a los tres granos mencionados.

Sin embargo, hay que resaltar que a pesar de los numerosos y cambiantes trámi-
tes que deben realizar las escasas organizaciones ejidales que pueden postular a los
subsidios otorgados a través de la agricultura bajo contrato, sus dirigentes y socios
manifiestan que cuando pueden acceder a ella y Sagarpa y compradores respetan
las normas establecidas, constituye un beneficio. Esto se manifiesta en que logran
obtener mejores precios que los vigentes en los mercados locales y regionales, como
lo demostró la Unión de Ejidos 16 de Abril con datos de 2007 y 2008. Es decir, en el
ciclo P/V 2008 recibieron un promedio de $150 más por tonelada de maíz que en el
mercado libre; en el O/I 2007/2008 alcanzaron hasta más de $1,000 más por tonelada
de trigo; en el P/V 2008 cerca de $800 más por el sorgo y unos $110 más por el maíz.

La insuficiencia de estos programas de apoyo a la producción analizados bre-


vemente en párrafos anteriores, ha motivado la movilización de los ejidatarios y la
formación de organizaciones que construyen propuestas alternativas a las políticas
oficiales, y que buscan alianzas con los campesinos organizados de otros países y
continentes.

30 textual
Neoliberalismo y crisis…

4. Organización campesina: adaptación y resistencia

4.1. Alternativas campesinas: el contexto internacional

Los campesinos de América, Asia, África y Europa saben desde mucho antes de
que se implantara el neoliberalismo, que la penetración de las formas capitalistas
de producción en el campo, es decir la expansión de la agricultura industrial, sólo
conduciría a su expulsión de la tierra, a la expropiación de los recursos genéticos, a
la destrucción de los recursos naturales y a la producción de alimentos nocivos para
la salud humana. La historia muestra las recurrentes formas de resistencia que a lo
largo de más de un siglo han protagonizado los campesinos en el mundo. Estas luchas
generaron un acervo de experiencias que contribuyeron a crear las condiciones para
la formación de una organización campesina de carácter mundial, la Vía Campesina,
que unificó la lucha de organizaciones de los distintos continentes que sufren los
daños ocasionados por las mismas políticas neoliberales implantadas indiscrimina-
damente en cada uno de ellos. La coordinación entre ellas comenzó en abril de 1992
en Managua con organizaciones campesinas, indígenas y de pequeños productores de
Centroamérica, Norteamérica y Europa. En 1993 se realizó la Primera Conferencia
de Vía Campesina en Bélgica, constituyéndose como Organización Mundial. Tres
años más tarde se realizó la Segunda Conferencia en México con la participación de
69 organizaciones de 37 países (Vía Campesina, 2002: 1). Cuando en 2008 se realizó
la Quinta Conferencia en Mozambique, contaba con más de 150 organizaciones de
68 países de América Latina, América del Norte, Caribe, Europa, Asia y África (Vía
Campesina, 2009: 9,10; Desmarais, 2007:17; Borras, 2008: 260).

Vía Campesina nació cuestionando que fuera inevitable la hegemonía de la agricul-


tura industrial capitalista, y sostiene que son los campesinos y pequeños agricultores
el elemento principal en la producción alimentaria, ya que constituyen más de un
tercio de la población mundial y dos tercios de los productores de alimentos (Bello,
2009: 9,10). La defensa de la soberanía alimentaria es el eje central de su programa,
concepto creado por Vía Campesina y que ella define como “el derecho de los pue-
blos a los alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de
forma sostenible y ecológica. Se trata del derecho de los pueblos a decidir el propio
sistema de alimentación y producción. Esto coloca a quienes producen, distribuyen
y consumen alimentos en el centro de los sistemas y de las políticas alimentarias, por
encima de las exigencias de los mercados y de las empresas” (Vía Campesina, 2009:

análisis del medio rural latinoamericano 31


debates teóricos

16). Por lo tanto, defiende el derecho humano a la alimentación, a la reforma agraria,


a la biodiversidad y los recursos genéticos, a la agricultura campesina sostenible y al
comercio justo (Vía Campesina, 2002; Desmarais, 2007:176,200).

Cuando se desató la reciente crisis alimentaria atribuida por gobiernos e institu-


ciones internacionales a la expansión de los agrocombustibles, a la mayor demanda
mundial de alimentos, al calentamiento global e incremento del precio del petróleo,
Vía Campesina puntualizó que si bien esas eran causas coyunturales de la crisis, la
razón fundamental era el resultado de muchos años de políticas públicas que debi-
litaron las producciones nacionales de alimentos que fueron sustituidas por cultivos
comerciales para compañías trasnacionales, mismas a las que se debía comprar los
alimentos faltantes (Vía Campesina, 2008: 1).

De esta manera, si bien el mundo está inserto en el torbellino de una crisis estruc-
tural alimentaria global, también se cuenta con un movimiento campesino mundial,
el movimiento social más numeroso y contestatario del modelo neoliberal desde que
éste se implantó, que levanta como alternativa la defensa de la soberanía alimen-
taria, una estrategia adecuada para poder alimentar a toda la población mundial y
que tendría que ser el objetivo central de cualquier sistema agroalimentario. En esta
iniciativa participan organizaciones campesinas mexicanas cuyas luchas se analizan
a continuación.

4.2. Un esfuerzo de adaptación de los ejidatarios

La crisis en que viven los pequeños productores ejidales de granos, los ha conducido
a construir diferentes estrategias que involucran desde la emigración y el trabajo
asalariado, hasta el ingente esfuerzo por mejorar sus condiciones de producción
para poder permanecer como productores campesinos en un mundo que los desecha.

La organización de los ejidatarios orientada a mejorar las condiciones de pro-


ducción tuvo un impulso significativo con la profundización de la reforma agraria
realizada por Lázaro Cárdenas en los años treinta del siglo pasado, cuando además
de dotarlos con tierras de riego creó las instituciones para concederles crédito, ma-
quinaria, semillas, etc. Gracias a ello el sector social contribuyó con más del 50% del
valor de la producción agropecuaria nacional. Sin embargo, esta situación fue efímera,

32 textual
Neoliberalismo y crisis…

ya que desde inicios de los años cuarenta, en concordancia con la revolución verde,
el Estado redujo los programas destinados a los productores ejidales y los orientó a
los grandes productores. Tres décadas más tarde, para enfrentar la crisis agrícola de
los años sesenta, Echeverría buscó fortalecer al ejido como unidad productiva con
la reforma de la Ley de Crédito Agrícola y al Código Agrario, que definió al ejido
como una institución política y económica cuya prioridad era el desarrollo rural.
Esto permitió un crecimiento de la organización de los ejidatarios, que llegaron a
crear 181 uniones de ejidos que agrupaban a unos 3 mil ejidos. Muchas de estas
organizaciones desaparecieron, pero cerca de quinientas, formadas por campesinos
con vieja tradición de lucha, propiciaron el surgimiento de lo que años más tarde
constituyó el movimiento campesino en lucha por la apropiación del proceso produc-
tivo que, en 1985, culminó con la fundación de la Unión Nacional de Organizaciones
Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA). La propuesta de autonomía de la
UNORCA implicaba la defensa de una economía rural basada en la organización de
la producción campesina y en la riqueza cultural que tiene este sector social (Steffen
y Echánove, 2005: 211-213).

La organización ejidal para mejorar las condiciones de producción sufrió un duro


golpe cuando a mediados de los años ochenta el gobierno decide implantar el modelo
neoliberal, con la cauda de políticas hacia el sector rural que implicaron la supresión
de la mayor parte de los subsidios a la producción y el fin del reparto agrario. La res-
puesta por parte del Estado a las protestas campesinas ocasionadas por su exclusión,
ha sido plantear la necesidad de que se reconvierta la agricultura campesina para que,
mediante la capacitación e incorporación de tecnologías de punta, pueda competir en
el mercado mundial. Muchos ejidatarios que conservaron sus organizaciones resolvie-
ron adaptarse a estos cambios, buscando su participación en los mercados altamente
competitivos controlados por empresas trasnacionales. Con este fin, los ejidatarios
organizados que disponen de tierras de buen potencial productivo, y gracias a ello del
acceso a los escasos programas de subsidio a la producción, han generado estrategias
que combinan los cambios en el patrón de cultivos, en las tecnologías que emplean y
en el uso de agroquímicos para incrementar la productividad necesaria para competir;
y, por otra parte, han asumido diferentes modalidades para comercializar sus produc-
tos impulsadas por programas gubernamentales (Steffen y Echánove, 2003: 94-103).
Sin embargo, como consecuencia de la reducida superficie de la que disponen los
ejidatarios, aunque alcancen una elevada productividad no pueden competir con las
trasnacionales, ni logran garantizar su sobrevivencia como productores agrícolas, lo
cual les ha obligado a asumir múltiples actividades, incluyendo las extraparcelarias.

análisis del medio rural latinoamericano 33


debates teóricos

Los años noventa vieron la evolución de estas organizaciones en su decisión de


que los ejidatarios se adaptaran a la economía de mercado. Para poder permanecer
en el mercado en condiciones aceptables, han fundamentado su permanencia en
la lucha por la implantación de políticas públicas que garanticen la superación de
la crisis del sector agropecuario, y sobre todo la de los productores campesinos.
Algunas de estas organizaciones se han debilitado y otras se han consolidado,
como por ejemplo la Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de
Productores del Campo, A. C. (ANEC). Amparada en la UNORCA, esta orga-
nización se constituyó en 1995 con la finalidad de enfrentar los problemas de
la comercialización de los granos, profundizados con la apertura al mercado
internacional, y lograr la comercialización directa y organizada de las cosechas
campesinas. Con este objetivo, ANEC impulsó la creación de empresas comer-
cializadoras campesinas a nivel local, regional y estatal que fueran capaces de
compactar la oferta para contar con mejores condiciones de competencia en el
mercado. Posteriormente se desligó de UNORCA y amplió su campo de acción.
En 1997, a fin de enfrentar la privatización del mercado, la apertura comercial y la
desregulación de la economía, ANEC impulsó la creación de Servicios Integrales
de Almacenamiento y Comercialización de México, S.A. de C.V. (Siacomex),
empresa que ha tenido un crecimiento sostenido desde entonces (S/A, 2008: 8).
Además de Siacomex, ANEC promovió, para proporcionar autonomía financiera
a los productores, la fundación de una Sociedad Financiera de Objeto Múltiple
(Sofom ANEC) (ANEC: 2007: 14). Otra de sus creaciones es la empresa Servi-
cios Integrales para el Desarrollo Campesino, S.C. (Servir), que presta asistencia
para contribuir al fortalecimiento de empresas formadas por productores y para
promover el desarrollo del sector agropecuario, más específicamente de la agri-
cultura campesina (www.laneta.apc.org/anec).

Actualmente la ANEC está constituida por 60,000 pequeños y medianos produc-


tores de granos básicos; cuenta con 160 empresas comercializadoras campesinas
locales, 13 empresas integradoras en 17 estados de la República y 160 unidades de
almacenamiento. Su capacidad anual de comercialización llega a 600,000 toneladas
de maíz, 200,000 de sorgo, 50,000 de trigo, 25,000 de frijol y 20,000 de arroz. Para
mejorar las condiciones de vida y de trabajo de sus socios, ANEC ha ampliado de
manera fundamental sus objetivos y su campo de acción, promoviendo la agricultura
campesina sustentable y familiar; la expansión de mercados agroalimentarios justos
e incluyentes socialmente responsables; la soberanía alimentaria y el derecho a la

34 textual
Neoliberalismo y crisis…

alimentación; la defensa de los recursos naturales; el fomento de la organización au-


togestiva a nivel local y regional; y la promoción de políticas públicas que privilegien
el desarrollo de la agricultura, la alimentación y el desarrollo rural con campesinos
y campesinas (ANEC, 2007: 4-6).

El creciente número de campesinos asociados a esta organización, el volumen


considerable de granos que comercializa y la diversificación de actividades que
desarrolla en beneficio de sus asociados, permiten considerar a esta empresa cam-
pesina como exitosa. Sin embargo, como parte de un sector rural inserto en una
economía de mercado controlada por las grandes trasnacionales agroalimentarias,
enfrenta la constante competencia de éstas y la reticencia del Estado para entregar
subsidios a los ejidatarios equivalentes a los que otorga a dichas trasnacionales.
Decisión ésta consecuente con su concepción de desarrollo para el sector rural
fundada en la expansión de la agricultura industrial. Esta realidad implica una lucha
cotidiana entre la organización y el Estado, y entre ejidatarios y Estado en general,
que ANEC, aunque ha tenido un papel fundamental, no libra sola, sino en alianza
con otras organizaciones campesinas que se coordinan para defender sus derechos.
Una expresión reciente es el Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas, A.C.,
que agrupa a siete organizaciones nacionales: ANEC, AMUCSS, CNOC, CEPCO,
MAÍZ, FDCCH y RED MOCAF. A su vez, este Consejo Nacional establece alianzas
con otras organizaciones de carácter nacional. Por otra parte, ANEC, como otras
organizaciones nacionales,5 ha establecido vínculos internacionales y es parte de
la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones Campesinas (CLOC) y de
Vía Campesina.

Un sector considerable de los ejidatarios, como en el caso de los afiliados a


ANEC y de otras de las organizaciones mencionadas, se ha involucrado en el in-
tento de integrarse a la economía de libre mercado, haciendo esfuerzos ingentes por
competir, en condiciones dramáticamente desiguales, en los mercados controlados
por las trasnacionales. Sin embargo, el espectacular incremento de la productividad
en los cultivos y las adecuadas formas de comercialización que practican, no han
sido garantía para asegurar la permanencia de muchos de ellos en el mercado e
incluso en la producción agrícola. De hecho, la eficiencia productiva no emancipa
a los pequeños agricultores, insertos como están en un mundo rural regido por los
monopolios (Bartra, 2009: 10).

5
UNORCA, CNPA, CIOAC, CODUC, AMUCSS, FDCCH.

análisis del medio rural latinoamericano 35


debates teóricos

4.3. Experiencias de resistencia de los ejidatarios

La brutalidad del modelo que excluye a la mayoría de los productores del campo
ha llevado a que, de manera paralela a los esfuerzos de adaptación al libre mercado,
las organizaciones ejidales encabecen periódicamente movilizaciones y diferentes
tipos de acción directa de masas para hacer valer su derecho a seguir siendo campe-
sinos. Una manifestación de su resistencia que cobró especial relevancia a inicios
del presente siglo fue el movimiento El Campo No Aguanta Más, que estalló en
noviembre de 2002. En esa fecha doce organizaciones campesinas independientes6
emitieron el manifiesto Seis propuestas para la salvación y revalorización del campo
mexicano, que planteaba como demandas centrales la renegociación del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y el retiro de éste del maíz y frijol;
una reforma al sistema de financiamiento rural; el incremento del presupuesto para
el campo; la implantación de una política de seguridad alimentaria que garantizara
alimentos sanos a la población con base en la producción nacional; la modificación
al artículo 27 constitucional; y el reconocimiento de los derechos y cultura de los
pueblos indígenas (El Campo No Aguanta Más, 2002). La amplitud del movimiento,
al cual también se sumaron El Barzón, el Congreso Agrario Permanente e incluso
la CNC, más el apoyo de diferentes organizaciones sociales, obligó al gobierno a
negociar. Negociación que llevó en abril de 2003 a la firma del Acuerdo Nacional
para el Campo. Sin embargo, este acuerdo descartó las principales demandas del
movimiento, pues excluyó la renegociación del TLCAN y el retiro de éste del maíz
y frijol, las reformas al artículo 27 constitucional y el respeto a los derechos de los
pueblos indios; tampoco consideró el aumento al presupuesto para asegurar un cam-
bio estructural en el campo. En cambio, destinó recursos para programas de corto
plazo y apoyos sólo para algunas organizaciones (Rubio, 2004: 110), sembrando así
la semilla de la división al interior del movimiento campesino. La evidencia de este
tropiezo y posiciones diversas de las organizaciones campesinas participantes ante
el Acuerdo con respecto a la relación con el Estado, llevaron al movimiento a una
disgregación y, por consiguiente, a un reflujo.

6
Asociación Mexicana de Uniones de Crédito del Sector Social (AMUCSS); Asociación Nacional de Empresas Comer-
cializadoras de Productores del Campo (ANEC); Coordinadora Estatal de Productores Cafetaleros de Oaxaca (CEPCO);
Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos (CIOAC); Coalición de Organizaciones Democráticas Urbanas
y Campesinas (CODUC); Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras (CNOC); Coordinadora Nacional Plan de
Ayala (CNPA); Frente Democrático Campesino de Chihuahua (FDCCHIH); Frente Nacional en Defensa del Campo Mexicano
(FNDCM); Red Mexicana de Organizaciones Campesinas Forestales (RED MOCAF); Unión Nacional de Organizaciones en
Forestería Comunitaria (UNOFOC); Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas (UNORCA).

36 textual
Neoliberalismo y crisis…

Sin embargo, las organizaciones más consolidadas nunca abandonaron sus objeti-
vos y han continuado encabezando movimientos que han cristalizado en significativas
movilizaciones. Una experiencia relevante es la Campaña Nacional en Defensa de
la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano que se inició el 25
de junio de 2007, ante la inminencia de la total apertura comercial a partir de enero
de 2008, según lo establecido con la firma del TLCAN. Numerosas organizaciones
campesinas, de consumidores, urbanas, de ambientalistas, de mujeres, de derechos
humanos, científicos e intelectuales la impulsaron, pero entre ellas destacan el
Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (CONOC), que agrupa a siete
organizaciones,7 la Coordinadora Nacional Plan de Ayala (CNPA) y el Barzón-Alianza
Nacional de Productores Agropecuarios y Pesqueros. La frase “Sin Maíz no hay País”,
tomada del nombre de una magna exposición montada por personalidades y ONG en
el Museo de Culturas Populares de la Ciudad de México en 2003, se convirtió en la
consiga inicial del movimiento, luego ampliada a SIN MAÍZ NO HAY PAÍS, SIN
FRIJOL TAMPOCO. ¡PON A MÉXICO EN TU BOCA! Las principales deman-
das que la campaña Sin Maíz No Hay País enarboló, y que sostiene hasta el día de
hoy, son sacar al maíz y frijol del TLCAN; prohibir la siembra de maíz transgénico
en México; aprobar el derecho constitucional a la alimentación por la Cámara de
Diputados y la Ley de Planeación para la Soberanía y Seguridad Agroalimentaria
y Nutricional por la Cámara de Senadores; luchar contra los monopolios del sector
agroalimentario; crear una reserva estratégica de alimentos; promover el consumo
de alimentos campesinos; promover la inscripción del maíz y sus expresiones cultu-
rales en la Lista de la UNESCO de Patrimonio Oral e Intangible de la Humanidad;
reconocer los derechos de los pueblos originarios; proteger los territorios campesinos
y sus recursos naturales; conservar los bosques de manera sustentable; garantizar el
principio de la equidad de género; reconocer los derechos humanos, ciudadanos y
laborales de los jornaleros agrícolas y trabajadores migrantes (Marielle, 2007: 98-99;
ANEC, 2007: 18).

En su primera etapa, que se extendió hasta marzo de 2008, la campaña realizó


numerosas acciones: juntar un millón de firmas que respaldaran su planteamiento;
presencia constante en los medios de comunicación; siembras simbólicas de maíz en
la Ciudad de México; expansión a los estados; conciertos; movilización campesina
ante la Secretaría de Economía; feria campesina en el Zócalo; cinco días de ayuno
por la independencia alimentaria; muro humano contra el TLCAN en el puente Las

7
ANEC, AMUCSS, CNOC, CEPCO, MAIZ, FDCCH, RED MOCAF y UNOFOC.

análisis del medio rural latinoamericano 37


debates teóricos

Américas de Chihuahua; y la gran Marcha Nacional Campesina el 31 de enero de


2008 (S/A., 2007: 4), que fue uno de los momentos culminantes de la Campaña. De
junio de 2008 a junio de 2009 vivió su segunda etapa, que, motivada por la profunda
crisis alimentaria y económica que vivía el país, denominó “Alimentos campesinos
para México. El hambre no espera”, enfatizando la presión para que el derecho a la
alimentación alcanzara rango constitucional. La etapa actual, sin postergar los obje-
tivos fundamentales del movimiento, ha definido como eje central la lucha contra el
cultivo de transgénicos y el uso de la tierra y los alimentos para fabricar agrocom-
bustibles (Pérez, 2009: 16).

Para difundir sus planteamientos y recoger las experiencias campesinas del país,
Sin Maíz No Hay País impulsó otras acciones durante la segunda fase de la Campaña,
como la realización de la Asamblea Nacional por la Soberanía Alimentaria y de las
Asambleas Comunitarias, Intercomunitarias, Regionales y Estatales por la Soberanía
Alimentaria a fines de 2008 (Sin Maíz No Hay País, 2008: 32). Entre sus acciones
más significativas, sostenida de manera constante, está la elaboración de propuestas
de políticas públicas para el campo alternativas a las del Estado, para instaurar la
soberanía alimentaria tal como lo hace la Vía Campesina Internacional, preservar la
agricultura campesina y romper con el injusto reparto de los recursos públicos que
se destinan al sector agropecuario en desmedro de los campesinos.

5. Reflexión final

La expansión del capitalismo en la agricultura rompió fronteras geográficas e irrum-


pió en la agricultura campesina a escala mundial. Hoy está totalmente integrada al
capitalismo global dominante, ya que los campesinos se han convertido en consumi-
dores que dependen de las corporaciones trasnacionales que les venden los insumos
a precios en constante incremento, y son presa de los oligopolios que controlan la
comercialización de los alimentos en el mundo. Resultado de este modelo excluyente
es el sistema agroalimentario mundial insustentable y depredador de la naturaleza.

El Banco Mundial, la FAO y demás organismos afines, a pesar de la evidencia


del fracaso del modelo alimentario que ellos pregonan, sostienen que no existe una
vía para promover el desarrollo en el campo diferente a la implantada en los países
dominantes. Sin embargo, como lo señala Samir Amin (Amin, 2008: 15), la agricultura

38 textual
Neoliberalismo y crisis…

familiar moderna vigente en los países de capitalismo dominante constituye una vía
excepcional, imposible de extender a más de un tercio de la humanidad conformada
por los campesinos de los países del sur. A pesar de que la agricultura familiar mo-
derna demostró su capacidad para adaptarse, el modelo de desarrollo capitalista, por
su esencia misma, imposibilita que los campesinos puedan de manera simultánea
ser competitivos y respetuosos del equilibrio ecológico mundial. Por lo tanto, la
única manera de resolver el problema de la pobreza predominante en la agricultura
campesina de los países del sur, sería desaparecerlos mediante su exterminio físico
(genocidio, como dice el autor) o confinarlos en tugurios en las periferias urbanas.

Puesto que el capital aún no ha culminado la imposición de estas últimas op-


ciones, a pesar de los enormes esfuerzos involucrados y manifiestos en el despojo
de sus tierras, en la supresión de apoyos a la producción, en la represión contra sus
organizaciones sociales, económicas y políticas, los campesinos siguen existiendo
y no hay señales que permitan suponer que desaparecerán en un futuro próximo.

El problema estructural y los problemas coyunturales actualmente presentes en el


sistema agroalimentario mexicano, son semejantes a los del sistema agroalimentario
mundial, ya que está inserto en éste. Y la crisis agroalimentaria mexicana tiene los
mismos rasgos que la que aqueja a los demás países de capitalismo subordinado.
Una coyuntura marcada por el desplazamiento de las semillas criollas a causa de
la expansión de los transgénicos; por el uso para producir agrocombustibles en las
tierras adecuadas para el cultivo de alimentos; y por la cada vez mayor apertura co-
mercial que permite el ingreso indiscriminado de alimentos importados controlados
por trasnacionales, aniquilando la producción nacional.

A lo anterior se suma el resultado de las políticas “modernizadoras” del campo que


se arrastran desde los años cuarenta del siglo pasado, que implican el fin de la reforma
agraria; la profundización del minifundio y, como contrapartida, la concentración
encubierta de la propiedad en pocas manos, no registrada legalmente; la ausencia
del crédito formal; y el otorgamiento de subsidios a la producción y comercializa-
ción cada vez más magros, focalizados en las zonas de agricultura comercial, en los
grandes productores y en las grandes empresas trasnacionales que monopolizan el
comercio de los granos.

En este contexto, ¿pueden empresas campesinas, como las mencionadas en este


trabajo, competir en un mercado como el descrito y lograr su autonomía? Como res-

análisis del medio rural latinoamericano 39


debates teóricos

puesta a este interrogante están las aseveraciones de Samir Amin citadas en párrafo
anterior y un análisis de Bartra (2009: 10) cuando señala que la eficiencia productiva
no implica la autonomía de los pequeños productores, porque al estar intervenidos los
mercados por los monopolios no existe libre concurrencia. De modo que, a pesar de
los arduos esfuerzos sostenidos por las organizaciones campesinas, los campesinos
no pueden alcanzar la sustentabilidad y autonomía mientras persista la decisión del
gobierno de ampliar y fortalecer el modelo de agricultura industrial predominante
a nivel mundial.

Las limitantes estructurales de estas organizaciones forjadas por los ejidatarios para
intentar adaptarse a las exigencias del libre mercado, los impulsaron a participar en
distintos movimientos de resistencia y en la creación de la organización internacional
de los campesinos y pequeños agricultores, Vía Campesina: ante la trasnacionalización
de la agricultura, la internacionalización de las organizaciones campesinas. Desde su
fundación en 1993, Vía Campesina ha sido un actor influyente en el escenario global.
Es así por su internacionalismo y, según lo sostiene Bello (2009: 9), por haber logrado
la identificación de los intereses de la clase campesina con los intereses universales
de la sociedad, lo que fue una característica de los antiguos movimientos obreros.
Esta coincidencia se produce gracias a que Vía Campesina enarbola una propuesta
alternativa a la agricultura industrial impuesta por el capitalismo que arrastra dile-
mas insolubles, como la producción de alimentos perjudiciales para el conjunto de
la humanidad y la progresiva e irreversible destrucción de los recursos naturales y
la naturaleza en el mundo.

La propuesta alternativa a la agricultura capitalista industrial de la Vía Campesina


y organizaciones aliadas, como se mencionó, se centra en una soberanía alimentaria
que defiende el derecho de los pueblos a acceder a alimentos nutritivos y cultural-
mente adecuados, producidos de forma sostenible y ecológica, y el derecho a decidir
sus propios sistemas alimentario y productivo. En síntesis, defiende el derecho a la
autonomía para organizar el sistema alimentario: los que producen, distribuyen y
consumen alimentos constituyen el corazón de los sistemas y políticas alimentarias,
y no las imposiciones del mercado y de las empresas que sólo buscan el incremento
de su capital, malbaratando la riqueza ecológica y explotando a los trabajadores con
salarios miserables.

Por esta alternativa luchan y resisten de manera activa y propositiva los campesinos
y sus organizaciones mencionadas en este trabajo, junto a campesinos de todos los

40 textual
Neoliberalismo y crisis…

continentes, productores de todos los alimentos. Puesto que no hay posibilidad de


adaptación sostenible y consolidada al actual sistema agroalimentario mundial que
conduce a la aniquilación de la humanidad y, en cambio, sí existe una alternativa
garante de la sana reproducción del ser humano y de la conservación de la naturaleza,
una y otra vez han organizado la resistencia. Entre las expresiones más significativas
en el país en los últimos años, están las grandes movilizaciones de El Campo No
Aguanta Más y de Sin Maíz No Hay País, que, en común con Vía Campesina, de la
cual forman parte, han levantado como eje de la lucha el derecho a implantar la so-
beranía alimentaria. Sin embargo, este no es un camino fácil, sino una ruta sembrada
de múltiples barreras que van desde la supresión de los apoyos institucionales a los
ejidatarios, pasando por la expulsión de la tierra, la cooptación de algunos de sus
dirigentes, hasta la represión abierta que incluye los asesinatos y la criminalización
de las protestas sociales tan cotidianos en la actualidad.

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