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El conocimiento es una manera de poseer.

En el nivel natural, el ser humano puede tener


diferentes maneras de posesión: la material, que es extrínseca y la posesión cognoscitiva que
junto con la posesión habitual son intrínsecas. Evidentemente, la posesión material es la
manera más inferior de poseer porque es extrínseca y entonces lo poseído se puede perder, en
cambio los otros niveles de posesión son modos más intensos de poseer. Por el conocimiento
humano el ser humano puede poseer todas las cosas. En general, mediante el conocimiento,
nos “hacemos” lo conocido. Es una manera de tener más intensa, ya que todo lo que nosotros
no somos lo podemos ser por medio del conocimiento. Nosotros no somos el mar, y sin
embargo nos podemos hacer el mar al conocerlo, no somos una flor, pero gracias al
conocimiento podemos poseerla, etc. Se vive más si se conoce. Aristóteles consideraba que la
vida más alta era la teoría. La apertura al mundo, a los principios y esencias más últimas de la
realidad, es una prerrogativa de todo ser humano que nos diferencia del mundo tan limitado
en el que están otros seres vivos como los animales y las plantas. En cambio el ser humano
tiene una riqueza vital mucho mayor, sólo así se entiende que sea posible la ciencia universal,
la amistad (la cual origina tanta unión como la posesión cognoscitiva del otro u otros lo
permita), etc. Para que la posesión de la realidad sea posible se precisa de lo siguiente: 1) La
apertura de la realidad: que las cosas sean cognoscibles. Si las cosas fueran incognoscibles, si
por más que pugnáramos por penetrar en ellas, guardaran su secreto, si fueran cerradas, como
un puño, entonces no sería posible la verdad. Algunos pensadores han negado varias veces la
cognoscibilidad de la realidad. Desde la antigüedad hasta tiempos recientes. Por ejemplo, M.
Kant considera que, en definitiva, la realidad es ignota, es el tema del famoso noumeno que es
incognoscible. Pero ya desde el comienzo es preciso advertir que no es posible verdad sin esa
cognoscibilidad de lo real. Si ésta se niega se deja el camino abierto en definitiva al
escepticismo. Pero si no es posible acceder a la verdad habría que quedarse mudo o inmóvil,
ya que no se estaría en condiciones de hacer ninguna afirmación de la realidad, ni siquiera
aquella de que no es cognoscible.

2) La capacidad de conocer: que nuestra mente pueda medirse con la realidad. De nada
serviría que la realidad fuera cognoscible si nuestra mente no pudiera hacerse con ella. Es un
requisito muy importante sabernos capaces de verdad. También esto se ha negado repetidas
veces. Por ejemplo, en la actualidad vivimos una época sofística precisamente porque se
sospecha de nuestra inteligencia.7 Esta sospecha de nuestra capacidad nos lleva en definitiva a
desistir de tratar de alcanzar a Dios con nuestra mente, pero entonces sin ese conocimiento
sin esa luz que integre e ilumine toda la realidad quedamos a oscuras. Por esto, no es de
extrañar que el hombre de hoy ya no sabe dónde va, cansado, sin empresas intelectuales de
categoría, proponiéndose sólo metas constatables, ha bajado el listón, ha sospechado de sí
mismo y entonces se ha negado la posibilidad de todas las posibilidades, la de acometer la
búsqueda de la verdad, y la de encontrar el Absoluto aquí incoadamente. No puede el hombre
actual, instalarse en esa situación, porque si sospecha de sí mismo y de los demás, si se ve él
como un miserable y sospecha que quien está enfrente también lo es; entonces no hay lugar
para empresas arduas que son precisamente tan necesarias en nuestros tiempos. Para
entender mejor cómo se da esa posesión veritativa es necesario que nos fijemos en que ella no
es un simple parecido o una relación cualquiera. Se trata de una cierta identificación, que sólo
es posible si hay acto de conocer. La verdad supone el acto de conocimiento. En éste la
inteligencia se hace lo conocido y lo conocido es poseído intencionalmente en el mismo acto
de conocer. Se trata de un acto en el que el objeto se entrega de manera inmediata. Aquí el
sujeto no "construye" nada. O hay acto de conocer y entonces hay verdad, o no se ejerce el
acto de conocer y entonces la realidad no se entrega y no hay verdad. La explicación de este
principio es lo que trataremos de hacer en las siguientes páginas. 2. Características del acto de
conocer. a. Todo acto de conocer es activo. Según sostiene el Filósofo Leonardo Polo en su
Teoría del Conocimiento8 , todo conocimiento humano es activo. Se rechaza entonces la
noción de pasividad cognoscitiva. La facultad sí tiene una dimensión de pasividad (potencia),
pero la facultad no es el acto de conocer. En la operación cognoscitiva el conocer y el objeto
conocido son uno en acto. De ahí que el objeto conocido sólo se da en el acto: Como sostiene
Polo: “no hay objeto sin operación”. El objeto no se da de su suyo (si se diera de suyo no haría
falta la operación). El conocimiento no es una intuición, en la que el sujeto no hace nada y sólo
contempla como un espectador. Lo conocido no se impone, ya que la cosa fuera de la mente –
extramentem– es real, pero no es, de suyo, actualmente conocida. Lo inteligible sólo es tal una
vez que se ha ejercido el acto de conocer. En suma, la realidad es cognoscible pero no lo es de
suyo, se precisa el acto de conocer. Por otra parte hay que ver qué tipo de actividad es la del
acto cognoscitivo. Se trata de una actividad que no es la de la acción transitiva que "construye"
su objeto. El acto de conocer es activo pero su actividad es peculiar, es inmanente. b. La
inmanencia del acto de conocer Inmanencia se refiere a una cierta permanencia: In=en, dentro
y manere=permanecer. Algo es inmanente cuando en su propia actividad posee su objeto, su
fin; se podría decir que lo posee dentro. Cuando se ejerce el acto de conocimiento se posee el
objeto conocido inmediatamente, es decir, junto con el acto se da su objeto, no se necesita de
ningún proceso medial, sino que instantáneamente el objeto conocido se da

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