Você está na página 1de 3

1

UN ESPACIO DE PERMISIVIDAD PARA EL ESPÍRITU


La Biblia como cartografía espiritual
Pbro. Samuel Gallegos

PRELIMINARES
Al leer éste documento les resultará un tanto extraño y tal vez hasta difícil la manera en
que lo redacto. Es intencional. Intento articular ideas de la fe cristiana en el lenguaje del
fenómeno escénico. Lenguaje que iré explicando y aclarando. Busco que el llamado del Espíritu
suene y sea nuevo, fresco, provocativo, dinámico y corporal. Intento transmitir las “acotaciones”
(instrucciones en un guión o libreto) por las que invito a moverse en el escenario de la vida.
INTRODUCCIÓN
¿Cómo estudiar la Biblia de tal manera que recuperemos la capacidad de escucharnos y
de escuchar a los demás? ¿Cómo hacer del estudio bíblico un acto de percepción de la realidad
propia y ajena, de las necesidades de todos, de los aciertos, del cariño, de la ayuda mutua y un
etcétera tan largo como la vida? El estudio bíblico que les propongo realizar es difícil, pero no
imposible. Es un estudio interactivo, comprometido, diferente (por lo menos eso quisiera). Se
asemeja más a un viaje, no solamente de placer (¿porqué no?), sino también un viaje necesario
(más parecido al de la vida) con todo lo que implica hacer maletas y dejar lo estático cotidiano
para volver cotidiano el movimiento, para moverse de lugar –físico o espiritual. Eso sí: no es un
viaje solitario, sino siempre acompañado.
Se trata también de explorar posibilidades de encuentro, con nosotros y con Dios
(finalmente es en el encuentro humano donde se prueba la adhesión a Dios, al decir de Juan). Es
decir, es un viaje para tratar de desobturar -quitar los obstáculos- que nos impiden acceder a los
canales de la expresión del Espíritu. Les propongo crear un espacio de permisividad, un espacio
en donde nos demos la chance, la oportunidad de hacer sin prejuicios, de pensar sin límites, de
articular el misterio divino sin miedo a las formas, de escuchar la voces interiores y externas
para descubrir la Voz de Dios.
HACER MÁS QUE LEER
Les propongo escuchar, caminar y hacer, más que leer. Transitar (considerando que
Pascua, del hebreo “pasaj”, significa justamente eso: tránsito, paso). En éste sentido
consideraremos al texto bíblico más como un mapa -una cartografía espiritual- que un modelo a
imitar (Tal vez se dirán: ¿no se trata el cristianismo de imitar a Jesús, quien es el modelo a
seguir? Yo contesto: No, no se trata de éso). Precisamente desarticulando las preceptivas de las
interpretaciones comunes con actos de presencia en nuestra realidad cotidiana, es como podemos
realizar la experiencia del relato bíblico: no se trata de imitar, sino de hacer, atentos a la
percepción de lo que ocurre. Es el camino de la vida misma en el que hay que ver y oír lo que
hay y construir lo que queremos que haya. La tarea del estudio bíblico tiene que ser precisar lo
que vemos, sentimos y escuchamos, precisar la acción y lo que percibimos. No se trata de
precisar el concepto o la idea, aunque a veces haya que hacerlo y tengamos que preguntarnos,
por razón de método, ¿qué quiso decir el autor? Las preguntas más importantes serán ¿qué
quiso que hiciéramos o cambiáramos o accionáramos o creáramos o incorporáramos el
autor? Importa más la vivencia del significado.
Él estudio bíblico requiere de no apresurar ni la interpretación ni el sentido, si no de tratar
de recuperar la capacidad de transmitir experiencias por intermedio de la palabra hecha acción.
Se trata de transmitir la experiencia de los milenios (la Escritura) y la nuestra. La experiencia se
Ha Hecho y se Hace, se Ha Vivido y se Vive. Hay que aprender a vibrar con las resonancias que
nos provoca la cartografía bíblica al vivirla como experiencia en acto. Lo que produjo en otros
2

tiempos es materia de la historia. Una voz desconocida y nueva nos espera en cada texto bíblico
que abordamos. Palabras que cobran vida en la experiencia. Transitar el texto bíblico no es lo
mismo que leerlo. Transitar la experiencia que ese texto porta es escucharlo y obedecerlo. No ha
de entenderse lo que digo como si quisiera que construyéramos soportes materiales para que
nuestro accionar tuviera significado. Dicho más simplemente: no se trata de activismo. Se trata
de accionar el texto bíblico y de ser accionados por él. La palabra en la Biblia es percepción en
devenir más que concepto. No es una idea, sino fundamentalmente una experiencia perceptiva.
Cuando hablo del hacer, del accionar, del crear, pienso en que, más allá de las
definiciones que puedan hallarse, la acción es lo que hacemos con el cuerpo –en el sentido
individual (somos templo del Espíritu) y colectivo (somos cuerpo de Cristo)-. La acción reside
en el cuerpo. Es su territorio. No es una extensión significante que cuenta una historia: la acción
es la puesta en signos del cuerpo, la acción se convierte en lenguaje, la acción sustituye al
lenguaje, la acción es una construcción que arrebata y simplifica el sentido del texto bíblico y lo
monopoliza, lo traduce, lo calca, lo "individualiza" y lo “corporaliza”. La acción es mimesis.
Pero no en el sentido en que Platón lo entendía, sino en el aristotélico. Es decir, la acción nos
ayuda a situarnos o nos deja sitiados. Para un creyente la acción es la objetivación de sus
posibilidades de llevar a cabo la Palabra transitada de Dios. La acción hace emerger al Espíritu,
no para "significar", sino para hacer evidente. Si hay copia, la acción cumple la función de
ilustrar el modelo (el Jesús de cualquier cristianismo denominacional); si hay mapa, la acción es
la posibilidad de devenir forma de expresión en la vida tal cual es –incluyendo, si gustan, el
cristianismo denominacional-. El mapa, a diferencia de la copia, nos permite orientarnos.
¿QUÉ MÉTODOS UTILIZAR PARA LA INTERPRETACIÓN?
Los que permiten desobturar aquello que interfiere en la "emergencia" de la expresión del
Espíritu y sus posibilidades. Tarea nuestra es hallar la manera de hacer. Sí, ciertamente hay que
respetar los métodos “correctos” de la interpretación bíblica. Tampoco se trata de decir lo que sea
ni de ser sensacionalistas ni heréticos ni cosa parecida. Pero también hay que reconocer las
interpretaciones nocivas que han arrastrado a las iglesias a un proceso mimético que
"desterritorializa" su capacidad de crear dando ingreso al modelo, la copia. El expresar al
Espíritu en acciones, no se aviene a normas: es un proceso creador. No es el manejo de una
interpretación lo que favorecerá nuestra creatividad espiritual, sino más bien el desarrollo de la fe
en la materia de expresión que Dios nos ha dado y de la responsabilidad indelegable de crear
nuestros propios procedimientos y herramientas para viajar.
Es una aberración sectaria jerarquizar los métodos de interpretación o las interpretaciones
mismas por encima de nuestra capacidad creativa. Los métodos de interpretación son eso,
maneras de enfocar, no son maneras de hacer. Las maneras de hacer son tanto de índole personal
como de índole comunitaria. Claro que se puede delegar en otro y copiarle la manera de hacer. El
estudio bíblico no es para acercarse a la Biblia con la ilusión de que lo que quedó escrito de la
experiencia del pueblo hebreo en el AT y de la comunidad cristiana en el NT, es el conocimiento.
Su testimonio es un diario de viaje. No el viaje. El conocimiento hay que hacerlo. Entonces se
intenta "revivir" esas experiencias y "apropiárselas transformándolas". Si han de usarse
interpretaciones, sólo debe hacerse como elemento organizador.
UN GRUPO. UN VIAJE.
El estudio bíblico ha de ser un viaje y en ése sentido no importa el tiempo que dure. Hay
viajes que duran más que otros y no es una cuestión de distancias. No hablamos de religiosidad,
ni denominaciones, ni de confesiones. Ningún martirio, ningún "tendría qué", ninguna deuda. Se
trata de acompañamiento, de “ser parte de”, de “resonar” juntos. La reunión, como cualquier
reunión humana, es una especie de "simulacro" y en ése sentido damos cuenta de lo humano.
3

Todo encuentro humano (un estudio bíblico, una celebración litúrgica, etc.) está viciado
de ilusión. Como la vida. La ilusión se nutre de la falta, de la ausencia, de la búsqueda, y
desplaza hacia delante la experiencia de conocimiento. Y sí, la ilusión frustra. Es posible que no
podamos sustraernos a ella, pero podemos regular sus grados. Aprender a regular la ilusión
puede ser útil para contrarrestar el automatismo con que nos “amoldamos al presente siglo”. Se
trata de contrarrestar la compulsión a la copia, a la domesticación, a la irreflexión, a la falta de
crítica Propongo que el estudio bíblico provoque espacios en donde podamos encontrarnos con
nuestra capacidad de crear formas originales (en el sentido de que original tiene su origen en un
sujeto que origina) de expresión del Espíritu. En el cristianismo, lo eficaz es la presencia, no la
ilusión de presencia.
ACTITUD FUNDAMENTAL: HACERSE NIÑO
Dice Jesús que para entrar al reino de su Padre hay que hacerse niño. Me parece que es
claro que hacerse niño nada tiene que ver con reproducir la conducta de un niño o hacerse el niño
o "como si" fuéramos niños. Tiene que ver más con la memoria corporal. Se trata del “cuerpo
memoria” –mi cuerpo y el cuerpo que formo con otros-. No se trata de recordar cuando éramos
niños, sino más bien traer al presente lo niño que hay en nosotros. Que nuestro cuerpo recuerde
cuando éramos niños: “creer de a de veras”, “jugar de a de veras” (mi cuerpo partido, mi sangre
derramada –dijo Jesús a sus discípulos- hagan esto en memoria de mí. Tal vez, lo que quiso decir
Jesús es créansela, juéguensela, con todo y que con eso se les partirá el cuerpo y derramarán
sangre). La memoria corporal es el recuerdo del porvenir (hasta que regrese –añadió Jesús-).
No se trata de vivir la vida de Jesús, sino la nuestra. Éso sí, con la misma actitud, con el
mismo Espíritu con que él vivió la suya. Les propongo una experiencia creativa. Es verdad que
el camino del cristianismo está trazado, incluso probado, pero no reprime la creatividad. También
dijo Jesús que hay que negarse a sí mismo y en ése sentido no partimos de nosotros mismos y
hacia nosotros mismos, sino que nos sustraemos del yo, para dar paso a la multiplicidad, al
cuerpo que hacemos juntos, a la experiencia de los demás, al juego con todos. Esto no quiere
decir que negamos las cualidades expresivas con que Dios nos ha dotado: hemos de abrevar
también en la fuente de nuestras propias experiencias (digo “también” porque tengo en mente
que hemos de beber de ésa otra fuente de experiencias a la que llamamos Sagrada Escritura). Se
trata de actualizar el potencial expresivo con el que Dios nos ha dotado en la experiencia de la
vida, interrelacionándonos con el material expresivo con el que Él dotó al pueblo de Israel y a las
primeras comunidades cristianas. Sí, una parte de nuestra metamorfosis nos toca a nosotros
mismos (aunque haya quien lo niegue). Le toca especialmente al niño que hay en nosotros.
PARA TERMINAR (¿O DEBIERA DECIR “PARA EMPEZAR”?)
El estudio bíblico que propongo no pretende que todos caminemos a la misma velocidad
y que lleguemos en el mismo tiempo. Hemos de transitar, por razón de nuestras diferencias,
intensidades distintas, velocidades distintas. No pretendo ni siquiera que nos “identifiquemos”
con Jesús como una experiencia empática o que nos “distanciemos” de él para “entenderlo”
mejor, por que no es esto lo que quiere decir Pablo cuando nos invita a ser semejantes a él en
todo. No se trata de “mimetismo”. Pretendo, eso sí, que nos afectemos, que haya un espacio de
permisividad donde seamos “detonados” por el Espíritu.

Você também pode gostar