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SPHERELAND
SPHERELAND Una fantasía acerca de Espa-
cios Curvos y un Universo en Expansión
por D I O N Y S B U R G E R

TRADUCIDO DEL ALEMÁN AL INGLÉS POR Cornelie J. Rheinboldt


INTRODUCCIÓN DE Isaac Asimov

VERSIÓN EN ESPAÑOL: Sargont (2019)

© 1965 Dionys Burger


© 1983 Edición en Inglés
Contenido

EINSTEIN SUCEDIÓ
por Isaac Asimov
Prefacio
Una mirada a FLATLAND Una fantasía sobre la cuarta
dimensión por A SQUARE

1 Flatland y sus habitantes


2 Visión de ensueño de Lineland
3 La Visita de la Esfera
4 Al país de las tres dimensiones
5 Deshonrado

SPHERELAND Una fantasía sobre espacios curvos y


un universo en expansión por A HEXAGON

PARTE I El Mundo Recto


1 Tiempos de cambio
2 Alivio de la conciencia de clase
3 Exploradores y Viajes
4 Los árboles, la vida silvestre y el mar
5 El viaje alrededor del mundo
6 La Tierra es redonda
7 Nochevieja
8 La Esfera Reformada

PARTE II Congruencia y simetría


9 Pedigríes y Mestizos
10 Zapatito Rojo
11 Un truco de magia
12 Visión de Lineland
13 El caso Vertato
14 Experimentos en Spaceland

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PARTE III Mundos Curvos
15 Un rumor
16 La visita
17 Resultados sorprendentes
18 Un problema imposible
19 Triángulos extraños
20 La Facultad
21 Visión de Circleland
22 Revelaciones de la Esfera
23 Problemas
24 El camino más corto

PARTE IV Mundos en Expansión


25 Visiones a Distancia
26 Telemetría
27 Aumentan las distancias
28 En busca de la causa
29 Expansión de Circleland
30 Expansión de Sphereland
31 Milagros en Spaceland
32 Incomprendidos

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EINSTEIN SUCEDIÓ
por Isaac Asimov

¿Por qué fue necesario escribir una secuela de Flatland?


Flatland, publicado originalmente hacia 1880, es una encantadora
fantasía geométrica que, con el pretexto de tratar con criaturas vi-
vientes y pensantes, introduce al lector, sin dolor, en los misterios del
pensamiento dimensional. Incluso a ese concepto de “todo pero sin
asimilarlo”, la cuarta dimensión.
Pero seguramente las fantasías geométricas no están sujetas a la
obsolescencia. Triángulos, cuadrados y esferas son hoy lo que eran
en 1880 y lo seguirán siendo indefinidamente en el futuro. ¿Por qué,
entonces, continuar la historia? ¿Qué más hay que decir?
Por un lado, la Flatland original no se trataba sólo de matemáti-
cas. También describió una sociedad en la que se hacían suposiciones
casuales con respecto a las diferencias de clase y, en particular, a las
mujeres. La convención victoriana de las mujeres como una forma
de vida bastante inferior fue aceptada sin lugar a dudas.
En el siglo XX, este punto de vista, insultante y perjudicial, por
no decir falso, no pudo ser aceptado, y Dionys Burger, el matemático
holandés que publicó Sphereland en 1960, se esforzó por neutrali-
zarlo. (¡Bien por él!)
Pero había más. Incluso las matemáticas necesitaban adiciones,
porque, aunque un cuadrado sigue siendo un cuadrado, cambios su-
tiles en nuestra comprensión de cómo pueden ser los cuadrados se
producen a medida que ganamos una mejor comprensión del Uni-
verso.
Permítanme darles un ejemplo. La Tierra en la que vivimos, en
general, parece plana. Es abultado y desigual, por supuesto, con co-
linas y barrancos, pero no parece haber ninguna inclinación general.
Si los desniveles se promedian, todo sería plano. Al menos eso dicen
nuestros ojos. Y como la Tierra parece plana, los antiguos pensaron,
con considerable justificación, que era plana.
Hoy, sin embargo, sabemos que la Tierra es esférica. Su superficie
es curva. La Tierra se ve tan plana como siempre. Nada ha cambiado
en lo que a nuestros ojos se refiere, pero nuestra comprensión de la

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Tierra en su conjunto ha cambiado. Sabemos que la superficie es
curva, pero tan suave, tan imperceptible, que todavía parece plana.
Sin embargo, no podemos decir que es plano, porque si viajamos
grandes distancias, entonces un mapa guía dibujado sobre la suposi-
ción de que la Tierra es plana nos engañará. Sólo un globo terráqueo,
o un mapa que sea plano pero que tenga en cuenta la forma globular
de la Tierra, nos conducirá correctamente.
Bueno, el Universo tampoco es plano. Si fuera plano, entonces un
rayo de luz que viaja a través del vacío se movería en una trayectoria
perfectamente recta. Estaría tan cerca de una línea perfectamente
recta como podemos imaginar. Y si hiciéramos que tal rayo de luz
produjera un camino visible (como haciéndolo viajar a través de aire
nebuloso que dispersaría su luz ligeramente a lo largo de todo su pro-
greso), ese camino ciertamente se vería recto, tal como la Tierra cier-
tamente se ve plana.
Del mismo modo, el camino del rayo de luz no es perfectamente
plano. Se desvía ligeramente, muy ligeramente, de la línea recta. Se
desvía mucho menos que la superficie de la Tierra se desvía de la
planaridad.
Por supuesto, la desviación se acumula. Si imagináramos el ca-
mino del rayo de luz muy largo ―desde aquí hasta alguna estrella
lejana, por ejemplo―, entonces estaría bastante claro que no seguía
una línea perfectamente recta. Un mapa del Universo basado en la
luz viajando en línea recta no sería exacto y si tratáramos de usarlo
como una guía para viajar grandes distancias, nos encontraríamos to-
talmente extraviados, tal como lo haríamos si tratáramos de usar un
mapa de una Tierra plana para viajar desde los Estados Unidos a
Nueva Zelanda.
¿Quién nos dijo que el Universo no era plano, sino curvo?
Fue un científico alemán, Albert Einstein, quien entre 1905 y
1916 ideó una forma totalmente nueva de ver el Universo, una forma
que, a primera vista, parecía muy complicada y “contra el sentido
común”. En parte era que la luz no viajaba en línea recta, sino que
seguía caminos que tenían curvas muy leves para ellos.
De la misma manera, la visión de Einstein, por muy absurda que
le pareciera a la gente que no estaba preparada para ello, hizo intere-
santes predicciones que resultaron ser ciertas: que era imposible ir

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más rápido que la luz en el vacío, que ocurrían ciertos cambios ex-
traños a medida que uno se acercaba a la velocidad de la luz, que la
masa y la energía podían ser intercambiadas, y así sucesivamente.
Por supuesto, fue difícil aceptarlo, pero eso no es sorprendente.
Imagínese lo difícil que debe haber sido para la gente creer que la
Tierra era una esfera cuando podían “ver con sus propios ojos” que
era plana.
Cuando pensamos en un cuadrado normalmente, pensamos que
está delimitado por cuatro “líneas rectas”. Pero esas líneas rectas no
existen realmente en nuestro Universo. Cuando dibujamos una línea
recta, está realmente ligeramente curvada, porque sigue la curva del
Universo tal como lo hace un rayo de luz. La curva es tan leve que,
en todas las condiciones ordinarias, podemos ignorarla, pero hoy en
día hay situaciones científicas en las que tenemos que tener en cuenta
tales curvaturas, o nunca entenderemos por qué el Universo se com-
porta como lo hace.
Por eso fue necesario escribir Sphereland como continuación de
Flatland. Entre Flatland en 1880 y Sphereland en 1960, sucedió
Einstein, y de repente nos vimos obligados a darnos cuenta de que
todas esas líneas rectas con las que siempre hemos tratado con tanta
confianza eran un poco más complicadas de lo que pensábamos.
Sphereland, a su manera, entonces, es una introducción geomé-
trica al Universo Einsteiniano.
Sin embargo, no temas. No contiene ninguna matemática difícil y
no distorsionará tu comprensión. Sigue siendo exactamente lo que
Flatland era al principio: una agradable fantasía. No tendrás ninguna
sensación de “aprendizaje” en absoluto, pero aprenderás lo mismo.
No podrás evitarlo. Y cuando termines con Sphereland te darás
cuenta de que algún día, si te encuentras con la visión de Einstein,
será mucho menos difícil de entender, gracias a lo que has recogido
en este libro.

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Prefacio

[que no necesita ser leído]

Alrededor de 1880 apareció un libro que inmediatamente se pro-


pagó como reguero de pólvora. Su título era Flatland, una novela de
muchas dimensiones, de A Square, y fue escrito por el Dr. Edwin A.
Abbott (nacido en 1838), un educador dotado de cualidades excep-
cionales que se convirtió en director de una escuela de Londres en
1865. Además de varios libros de texto, escribió algunas obras teo-
lógicas, una biografía de Bacon y una gramática shakesperiana que
fue muy valorada. Con la aparición de Flatland, sin embargo, se ganó
una reputación generalizada que ha permanecido firmemente esta-
blecida durante muchas décadas y puede que siga haciéndolo durante
siglos.
Una de las cualidades sobresalientes del libro es su valor educa-
tivo, es decir, que le explica al lego un tema difícil de una manera
muy informal y fácil de entender, de modo que pueda captar el tema
con una perspectiva que un libro de texto ordinario no podría propor-
cionar. Sin embargo, no sólo los “legos”, sino también los científicos,
han disfrutado y siguen disfrutando de esta fantasía, a pesar de que
el estilo se ha vuelto bastante anticuado.
En Flatland las dificultades de imaginar cualquier idea de la
“cuarta dimensión” son retratadas a través de los problemas que A
Square, habitante de un mundo bidimensional, tendría al imaginar
una tercera dirección perpendicular a sus dos dimensiones.
Siguiendo esta misma línea, el autor de Sphereland habla del nieto
de Cuadrado, A Hexagon, que se enfrenta a problemas aún mayores
que sólo pueden entenderse asumiendo que el plano en el que vive es
curvo y, lo que es aún más confuso, que su mundo bidimensional se
está expandiendo. Sería muy difícil explicar estos fenómenos con fa-
cilidad en el marco de un libro de ciencia no ficción “popular”, y está
claro que la forma de la historia ha simplificado enormemente la ta-
rea. Pero Sphereland, al igual que Flatland, también va dirigida al

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científico, quien, esperamos, disfrutará mucho de la historia y sus
personajes.
Como este libro es una continuación de la fantasía de Abbott, co-
mienza con un resumen de Flatland que hará que muchos lectores
quieran leerlo por sí mismos. Afortunadamente, está disponible.
¡Vale la pena leer Flatland!
En los días de Abbott la cuarta dimensión sólo podía ser imagi-
nada matemáticamente. Hoy, con la estructura de nuestro espacio en
constante discusión, esta dimensión es aún más interesante que en el
siglo XIX. Abbott sólo habló de un espacio euclidiano de dimensio-
nes superiores. Deberíamos estar agradecidos de que no incluyera
ninguna discusión sobre los espacios no euclidianos: todo se habría
complicado innecesariamente. Por la misma razón, el autor de Sphe-
reland se ocupa únicamente de los espacios curvos de curvatura po-
sitiva regular (curvatura esférica) y no menciona las curvaturas ne-
gativas o incluso más intrincadas.
Es posible que, al describir sus inexistentes mundos de fantasía,
el autor haya cometido errores sobre las leyes físicas. El campo de la
física se está desarrollando muy rápidamente hoy en día. El concepto
de un universo en expansión cuyo espacio tridimensional es la super-
ficie de una hiperesfera en expansión ya es bastante obsoleto. Sin
embargo, si el autor hubiera tratado de seguir exactamente el curso
evolutivo de la ciencia, el propósito principal del libro ―dar al lector
una idea de los principios de los espacios curvos y en expansión―
habría sido derrotado.
La idea de que un hombre tridimensional podría ser “volteado”
por la Superesfera y devuelto a su propio espacio sin sufrir serias
dificultades debe ser tomada con pinzas. Tal transformación reverti-
ría todos los estereoisómeros, es decir, casi todos los compuestos quí-
micos de su cuerpo, de modo que no podría digerir los alimentos no
invertidos y pronto moriría de hambre. El autor permite que la anti-
materia exista, pero en realidad es destruida por la materia (el efecto
es mutuo). No se sabe de manera concluyente qué es la antimateria.
Puede ser que se trate de materia “invertida”. Si es así, un hombre al
revés explotaría instantáneamente.
No debemos ser tan excesivamente escrupulosos a la hora de es-
cribir una fantasía científica como para acabar con el valor de entre-
tenimiento del libro. H. G. Wells y Julio Verne cometieron muchos

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errores en sus historias científicas, y sin embargo, ¿no son sus pro-
ductos todavía bastante plausibles? Así, el autor se encuentra en
buena compañía.
Sphereland está escrito no sólo para el lector que quiere obtener
una idea de los problemas difíciles del espacio, sino también para
lectores científicamente entrenados que disfrutarán de esta novela de
fantasía a su propio nivel.
Si al leer este libro el lector experimenta sólo una pequeña parte
de la alegría que el autor sintió al escribirlo, éste quedará muy satis-
fecho.
DIONYS BURGER
Zeist, Países Bajos

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SPHERELAND

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Una mirada a FLATLAND Una fantasía sobre
la cuarta dimensión
por A SQUARE

1 Flatland y sus habitantes

Visualiza un plano chato en el que las figuras geométricas bidi-


mensionales ―algo así como sombras, pero con bordes duros y bri-
llantes y brillantes― puedan moverse en todas direcciones, esto es
Flatland y sus habitantes.
El país tiene una fuerza gravitacional débil en una dirección lla-
mada sur. La dirección opuesta se considera que es el norte y en el
medio, en ambos lados, están el este y el oeste. Esa fuerza permite a
los habitantes orientarse.
En algunas zonas moderadas, sin embargo, la fuerza es pequeña.
Mientras que la mujer “delicada” puede sentirlo muy fácilmente, el
hombre más tosco ocasionalmente tiene problemas con él. Por ejem-
plo, alguien que viaja fuera de las áreas habitadas puede perder el
sentido de la orientación. Si esto ocurriera, tendrá que esperar una
tormenta, ya que la lluvia siempre viene del norte.
Las casas se construyen teniendo esto en cuenta. Son pentagona-
les. TE-C-HO es el techo contra la lluvia. A la izquierda hay una
puerta ancha para los hombres, a la derecha una estrecha para las
mujeres, que son mucho más delgadas, como veremos.
No se necesitan ventanas en las casas privadas porque hay luz en
todas partes en Flatland. Nadie sabe de dónde proviene. ¿Quizás de
fuera del plano, en el espacio de las tres dimensiones? Las casas cua-
dradas y triangulares no están permitidas porque sus esquinas afila-
das serían peligrosas para los transeúntes. No debemos olvidar que
la visión en Flatland es bastante pobre ya que sus habitantes nunca
ven más que una línea y apenas son capaces de distinguir un ángulo.
Los lados de los objetos inanimados emiten muy poca luz y son aún
más difíciles para ver. Sólo se permite que las instalaciones militares

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como fuertes, polvorines, cuarteles y ciertos edificios gubernamen-
tales tengan esquinas más afiladas, si están ubicadas en terrenos no
abiertos al público.

La casa de Square. El dormitorio del hombre de la casa está


al lado del estudio. La mujer de la casa tiene su propia
entrada, la Puerta para Mujeres. Al lado está el dormitorio
de la hija, y tres sirvientes están en la cocina.

Los habitantes adultos miden unas 11 pulgadas de largo. Las mu-


jeres tienen la forma de una línea recta con casi ningún ancho; los
hombres son triángulos o polígonos. Los hombres menos desarrolla-
dos se forman como triángulos isósceles muy puntiagudos con una
base de no más de un octavo de pulgada y lados de aproximadamente
11 pulgadas cada uno1. En consecuencia, su ángulo superior es muy
pequeño, y como contiene los cerebros (y por lo tanto también es
conocido como el “ángulo cerebral”), está claro que tenemos aquí los
intelectualmente menos dotados.

1
2 × 28 cm

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A medida que cada generación sucede a la última, el ángulo su-
perior aumenta, proporcionando más espacio para los cerebros. Con
el buen comportamiento (y no de otra manera) cada generación su-
cesiva llega a tener un ángulo superior medio grado mayor que el
anterior. El mal comportamiento, o algo peor, puede hacer que un
individuo descienda de nuevo uno o más pasos en la escala social.
Siempre que se ha logrado un ángulo vertical de 60°, se verifica
primero por un Consejo Sanitario y Social establecido especialmente
para tal fin. Cuando la descendencia es certificada como equilátero,
se le quita a los padres y es criada por una pareja sin hijos del grupo
Equilátero.
El desarrollo avanza muy rápidamente. Los hijos de un Equilátero
son cuadrados, sus hijos a su vez son pentágonos (equiláteros), luego
hexágonos, etc., hasta que el número de lados se ha hecho tan grande
que la criatura se parece a un círculo. Entonces se le permite llamarse
a sí mismo Círculo y es admitido en la Clase sacerdotal a la que per-
tenecen todos los dignatarios. Esto está encabezado por el Círculo
Supremo.
Los equilaterales constituyen la clase media, compuesta por ten-
deros, comerciantes y oficinistas. Los “caballeros”, funcionarios y
eruditos, son cuadrados, pentágonos y hexágonos. Ya están entre la
nobleza, los polígonos (con muchos ángulos), que se consideran muy
por encima de la clase obrera común de los isósceles.
Los extremadamente subdesarrollados están constantemente en
guerra entre sí y las peleas entre estas criaturas de ángulo agudo son
a menudo sangrientas. Los Círculos miran esto con considerable sa-
tisfacción porque disminuye los peligros de la superpoblación y las
rebeliones peligrosas. Sin embargo, ha ocurrido más de una vez que
las clases bajas se han rebelado contra la administración. Puesto que
los individuos más peligrosos con los ángulos verticales más agudos
son también los que tienen los cerebros más pequeños, tal rebelión
siempre es liderada por los Isósceles menos agudos. Este hecho fue
aprovechado cuando los jefes de los rebeldes fueron operados en el
hospital, aumentando su ángulo vertical ―que ya era cercano a los
60°― a ese mismo valor, para que pudieran ser admitidos en los ran-
gos superiores. Otros líderes también fueron atraídos al hospital,
donde muy traicioneramente fueron hechos prisioneros de por vida
o, si no lo hacían pacíficamente, simplemente eran asesinados. Los

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rebeldes restantes, privados de toda forma de liderazgo, fueron inci-
tados a luchar entre sí para que la rebelión terminara en una fiesta de
asesinato mutuo.
Las mujeres tienen forma de línea. Es imposible determinar desde
su aparición hasta la casta a la que pertenecen y, por lo tanto, su linaje
se controla con cuidado. Un hombre de clase alta no querrá casarse
con una mujer de rango inferior por temor a que su recaída se mani-
fieste en su progenie. Curiosamente, los polígonos parecen tomar el
asunto con más despreocupación. Convencidos como están de su pro-
pia excelencia, se atreven a casarse con la chica de su elección sin
prestar mucha atención a los pedigríes y certificados.
En general, las mujeres son criaturas infelices. Su minúscula parte
superior les permite tener muy poco cerebro. Debido a que son afila-
das, una colisión con ellas es instantáneamente fatal. Por lo tanto, se
han promulgado leyes que están obligados a seguir. Cada casa tiene
una puerta ancha para los hombres y una pequeña y estrecha para las
mujeres, a las que se les permite utilizar sólo esta última. En la calle,
las mujeres deben mantener un grito de alerta constante. Si no lo
hace, se le castigará con la pena de muerte. Se decreta además que
toda mujer que sufra de la danza de San Vito, ataques, o un resfriado
crónico acompañado de estornudos violentos, o cualquier otra enfer-
medad que implique movimientos involuntarios, debe ser destruida
inmediatamente.
En algunos estados se les prohíbe a las mujeres salir a la calle.
Deben permanecer en casa toda su vida, excepto en ciertos días fes-
tivos. Pero esta norma ha resultado insatisfactoria porque el confina-
miento continuo hace que las víctimas se vuelvan extremadamente
irritables, lo que provoca muchas más peleas matrimoniales de lo ha-
bitual, por supuesto con consecuencias fatales.
Toda esta legislación restrictiva se promulgó en nombre de las
mujeres y de los hombres. Caminando hacia atrás, por ejemplo, una
mujer puede accidentalmente atravesar a alguien con una lanza y, al
no poder sacar su trasero afilado de la víctima retorciéndose, también
puede romperse en pedazos ella misma. El punto final de una mujer
es particularmente peligroso. En primer lugar, no puede ver lo que
sucede en ese lado y, además, su punto final es oscuro, lo que au-
menta el peligro de colisiones inesperadas. El punto frontal, que tiene
un órgano que funciona como boca y ojo, siempre se puede distinguir

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fácilmente como el punto que brilla. Por lo tanto, muchos países han
decretado que una mujer debe mantener su punto final en constante
movimiento. Esta encomiable costumbre ha recibido un impulso adi-
cional de la moda. Las damas de los rangos más altos, en particular,
son capaces de hacer un movimiento de meneo rítmico con una gra-
cia excepcional y todas las demás mujeres tratan de copiarlas tanto
como sea posible; sin embargo, siempre es fácil reconocer a una
dama de la aristocracia por su elegancia a este respecto.
En casa la mujer representa un peligro constante. Hacerla enojar
es sinónimo de suicidio. La recámara de mujeres, a la que ingresa por
la ya mencionada puerta de mujeres, es tan estrecha que no puede
girar en ella. El marido puede entrar por una puerta lateral, que tam-
bién puede utilizar para salir de nuevo si es necesario. Este tipo de
construcción previene un gran número de problemas de consecuen-
cias posiblemente fatales. Entre las clases bajas las peleas violentas
ocurren con frecuencia, pero los peligros son muy parecidos para am-
bos sexos, porque el ángulo superior de los hombres es también un
poder letal como las extremidades agudas de las mujeres.
En las sociedades refinadas de Polígonos y Círculos, es costumbre
que la mujer mantenga su ojo y su boca constantemente dirigidos
hacia su señor y maestro. Esto se suma a la generalidad de la seguri-
dad, ya que no se choca tan fácilmente con la parte delantera de la
mujer como con la parte posterior. Sin embargo, crea otros proble-
mas, ya que tener el ojo penetrante de su esposa y especialmente su
boca constantemente parlanchina dirigida a él todo el tiempo puede
llevar a un hombre a la distracción.
Los habitantes de Flatland nunca ven más de una línea, y te pre-
guntarás cómo se las arreglan para reconocer a alguien. En primer
lugar, utilizan el sentido del oído. La voz del Flatlander2 altamente
desarrollado suena más aristocrática que la del hombre común. Pero
esto no es del todo fiable, y además, algunos equilaterales pueden
hacer una imitación muy desleal de la voz de un Polígono.
El sistema táctil es mejor. La introducción de una persona a otra
se hace entre las filas ordinarias con la fórmula habitual: “¿Puedo

2
Habitante de Flatland.

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pedirle que sienta al Sr. X y que él lo sienta?” En una versión abre-
viada uno simplemente dice: “¿Puedo sentirlo, Sr. X?” Una expre-
sión bastante extraña, por supuesto, pero todo el mundo lo entiende
enseguida.
“Sentir” significa tocar cuidadosamente uno de los ángulos. Tan
pronto como están en edad de asistir a la escuela pública, los niños
empiezan a entrenar en esto y un adulto, después de un simple toque,
usualmente puede decir el tamaño de un ángulo con bastante preci-
sión.
Pero el reconocimiento también puede lograrse cara a cara. Dado
que en las Tierras Planas prevalece una neblina muy fina, los objetos
más distantes son siempre nebulosos. Cuando uno se encuentra cara
a cara con el ángulo de otra persona, los lados que se alejan de él se
vuelven menos claros. Esto hace posible, después de mucha práctica,
estimar el tamaño del ángulo con bastante precisión.
El método de tacto es usado principalmente por los rangos infe-
riores de la población, el método de visualización por rangos supe-
riores. En las escuelas exclusivas de las clases altas, esta última se
enseña desde el primer año.
La vida de la sociedad en general se basa en la regularidad de sus
ciudadanos. Ocasionalmente ocurre que aparece un niño muy irregu-
lar. Si la desviación no es demasiado extrema, algunos empujones y
tirones, realizados en las clínicas, pueden hacer mucho para mejorar
la forma. Si la irregularidad es demasiado grande, el único recurso es
matar a la criatura malformada sin dolor. De lo contrario, la estruc-
tura de toda la sociedad se vería perturbada por la existencia de esa
criatura, que podría parecerse a un pentágono cuando se la ve de un
lado, pero que tiene un ángulo mucho más agudo en el otro. Si estos
monstruos son realmente criminales desde el momento de su naci-
miento, o si se convierten en criminales por haber sido ridiculizados,
rechazados y despreciados desde la infancia, es una pregunta sin res-
puesta: pero constituyen un peligro para la sociedad en general y, por
lo tanto, no pueden ser tolerados en ella.
El estado está gobernado por los “Círculos”, que son realmente
polígonos con, a veces, hasta varios cientos de lados. Sería difícil
determinar el tamaño exacto de su ángulo, incluso con un tacto muy
cuidadoso. La ley natural de que un número tan grande de lados de-
nota una ascendencia distinguida no siempre es cierta, porque una

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práctica se ha colado en los rangos más altos de los polígonos, el
tener a sus hijos, cuando apenas tenían un mes de edad, remodelados
en la clínica estatal. El conjunto se rompe en muchos lugares, lo que
aumenta la multiplicidad de lados. Esta operación es excepcional-
mente peligrosa; sólo un pequeño porcentaje de los niños sobrevive
a ella. Pero la vanidad paterna lleva a los aristócratas a someter a casi
todos sus hijos a ella. La administración tolera esto ya que la fertili-
dad del individuo ha disminuido con el aumento de sus lados y si no
nacen suficientes Círculos, se deben hacer más.
Para nosotros, las criaturas tridimensionales, la vida en un plano
liso nos parece terriblemente aburrida. Todo el panorama que ve un
Flatlander tiene forma de línea. Además, hay muy poca diferencia de
color, por lo que sabemos. Esto fue diferente una vez, como nos dice
Square. Cromatista, un Pentágono que inventó el arte de la pintura,
lanzó una moda de color que se hizo muy popular. Todos los Flatlan-
ders empezaron a pintar sus lados de diferentes colores. Esto no sólo
hizo la vida más agradable, sino que también facilitó el reconoci-
miento mutuo. Ya no había necesidad de enseñar el arte de la visión
en ángulo. Los rangos más altos siempre habían sobresalido en esta
habilidad y esa superioridad sobre las criaturas menos desarrolladas
sufrió un doloroso revés. Esto a su vez llevó a un aumento de los
celos y la fricción entre las clases, junto con una creciente cantidad
de engaños. Por ejemplo, un simple Isósceles a veces se pintaba a sí
mismo con muchos colores, haciendo que otros lo vieran como un
respetable Pentágono. Como era previsible, la burbuja finalmente es-
talló. Los Círculos y Polígonos, que tenían sus dudas sobre el resul-
tado de una batalla abierta con los que estaban en ángulo agudo, re-
currieron a una trama vil. Bajo el pretexto de introducir una ley de
color más democrática, celebraron una reunión del consejo en la que
el Círculo Supremo, llamado Pantocyclus, se dirigió a la multitud. Al
enfatizar las desventajas de la nueva ley, anuló a la vacilante clase
media. Los Isósceles, que ya estaban cerca de ser Equiláteros, ya no
estaban particularmente interesados en la nivelación de todos los ran-
gos y se declararon en contra de la democratización. Cuando las co-
sas llegaron a este punto, se dio una señal preestablecida y se produjo
un terrible baño de sangre. Los partidos gobernantes ordenaron una
embestida contra los isósceles por parte de un ejército de soldados
muy agudos, que sabían poco o nada sobre el tema, y por parte de un

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regimiento especial de niñas huérfanas. No hacía falta una segunda
carga, porque la confusión en las filas de los atacados era tal que em-
pujaban ciegamente, infligiéndose a sí mismos innumerables bajas.
El hecho de que los soldados de ángulo muy afilado que luchaban
por los aristócratas también habían diezmado sus propias filas en la
confusión de la batalla no era mal visto por los Círculos.
Desde entonces, la pintura ha sido abolida y la prohibición se ha
aplicado estrictamente. La paz ha regresado y el mundo de Flatland
es gobernado estratégicamente como antes por el grupo de Círculos.

2 Visión de ensueño de Lineland

En la penúltima noche del año 2000 de la era Flatland, Square,


que nos ha estado explicando las particularidades de Flatland, tuvo
una visión. Vio una tierra con forma de línea, en otras palabras, un
mundo unidimensional.

Square visita Lineland.

Las criaturas que vivían en esta línea interminablemente larga


eran pequeñas líneas. Se movían de un lado a otro y, por supuesto,
no podían pasarse uno al otro.
Algo así como una ráfaga o un rugido salía de toda la línea, cam-
biando ocasionalmente en un chirrido o un gorjeo, y luego de repente
se detenía de nuevo a medida que todo se quedaba quieto una vez
más.
Una línea era más larga que las otras, y naturalmente pensando
que se trataba de una mujer, se dirigió a ella como tal y le preguntó
de qué se trataba la emoción.
El individuo al que se había dirigido dijo crudamente: “No soy
una mujer. Soy el gobernante de este mundo, el rey de Lineland.”

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Este potentado, por supuesto, no podía concebir nada que exis-
tiera fuera de su propio mundo en forma de línea. Por lo que él sabía,
su línea constituía todo el espacio existente. No podía imaginar de
dónde venía este extraño, que repentinamente se asomaba delante de
él, ya que él, el rey, no podía tener un concepto de dirección perpen-
dicular a su propio mundo.
Las pequeñas líneas de su mundo son los hombres, los puntos las
mujeres. El visitante vio a cuatro hombres ubicados a cada lado del
rey, seguidos de una línea más corta, un niño, seguido a su vez por
cuatro mujeres. Todos ellos podían moverse hacia adelante y hacia
atrás sobre un pedazo muy corto de su mundo, y ―sus dos ojos esta-
ban localizados con sus bocas en cada extremo― nadie veía nada
más que un punto.
Todo esto le parecía muy triste a nuestro Square y se preguntaba
si aquí era posible algún tipo de vida familiar. Con esto en mente, le
hizo al rey una pregunta algo personal sobre el estado de salud de su
familia.
“Oh,” respondió el rey, “mis esposas y los niños están sanos y
salvos.”
Esto sorprendió mucho a Square porque sólo los hombres estaban
a ambos lados del rey. Dijo que no entendía cómo Su Majestad podía
ver a sus esposas o acercarse a ellas, y que eso parecería ser esencial
para un matrimonio e hijos.
El rey lo encontró un poco tonto. “El nacimiento de los hijos
―explicó― es demasiado importante para depender de algo tan for-
tuito como el contacto”; y continuó diciendo que cada hombre tiene
dos bocas o voces, un bajo en un extremo y un tenor en el otro.
“No me molestaría en decirle esto,” dijo, “si no hubiera notado en
el curso de nuestra conversación que no escuché su voz de tenor.”
Square explicaba que sólo tenía una voz, lo que llevó al rey a ob-
servar: “Eso confirma mi impresión de que no eres un hombre, sino
una monstruosidad femenina con voz baja.”
Las mujeres de Lineland sólo tienen una voz, y es una soprano o
un contralto. Un matrimonio se materializa a través de la armoniza-
ción de las voces de bajo y tenor de un hombre con la soprano y el
contralto de dos mujeres, lo que a su vez resulta en el nacimiento

― 21 ―
siempre simultáneo de dos niñas y un niño. Por medio de esta dispo-
sición por parte de la naturaleza, el equilibrio de los sexos se man-
tiene siempre en Lineland.
A continuación, Square le preguntó al rey cómo podía reconocer
a sus súbditos, y éste procedió inmediatamente a mostrar cómo podía
llamar a sus esposas, que en ese momento se encontraban cada una
596 millas 397 yardas 33 pulgadas3 de distancia de él ― una al norte,
la otra al sur.
El rey puso ambas voces en acción. Al escucharlas, las mujeres
tomaron nota de la corta diferencia de tiempo entre las voces, lo que
les indicó, tras un breve cálculo basado en la velocidad del sonido,
que la distancia entre las dos bocas del rey era de 6,083 pulgadas4.
Como explicó el rey, el cálculo no era realmente necesario para sus
esposas porque ya conocían a su marido desde hacía mucho tiempo,
pero de esta manera se puede estimar con bastante precisión la lon-
gitud de un compañero Linelander5 en el curso de una conversación.
Entonces Square quiso explicarle al rey lo limitada que era su vida
en el mundo en forma de línea. Señaló que un hombre con su tipo de
visión nunca podría distinguir nada más que un punto mientras que
él, un Flatlander, podía ver la diferencia entre un punto y una línea.
Por supuesto que el rey fue incapaz de entender esto. “¿Cómo puedes
decir,” preguntó, “ver una línea, en otras palabras, el interior de un
hombre?”
Square decía que podía ver cuatro hombres, un niño y luego cua-
tro mujeres a cada lado del rey, pero esto no impresionó a Su Majes-
tad en lo más mínimo, porque hasta el niño más pequeño de su país
lo sabía.
Square tomó una dirección diferente y explicó que, además de la
dirección norte-sur, había otra dirección. Naturalmente, no pudo sa-
tisfacer la petición del rey de mostrársela. Para verlo, el rey tendría
que salir de su línea.
“¿Salir de mi línea?”, gritó el rey. “¿Fuera de mi mundo? ¿Fuera
del espacio?”

3 Unos 959.532,875 m
4 15,45 cm
5
Habitante de Lineland.

― 22 ―
“Sí”, contestó Square, “fuera de tu mundo, fuera de tu espacio,
porque tu espacio no es el espacio real. El verdadero es un plano y el
tuyo es sólo una línea”.
Huelga decir que esto fue más allá de la comprensión del rey. Otra
sugerencia de Square de que el rey intentara, por una vez, moverse
en la dirección de su lado en lugar de en la de sus extremidades, no
hizo nada para aclarar el asunto.
“¿Cómo puede alguien moverse en la dirección de su propio inte-
rior?”, preguntó el rey. Ahora Square se vio obligada a recurrir a la
acción. Se empujó a sí mismo delante y detrás del rey a través de
Lineland, con el resultado de que el rey seguía viéndolo reaparecer y
desaparecer. Pero el rey lo consideraba poco más que un truco de
magia más allá de su comprensión.
Cuando Square le dio un empujón lateral en su interior, el rey ex-
perimentó una sensación dolorosa en su estómago, pero esto aún no
le permitió comprender la existencia de una dirección perpendicular
a su línea.
Entonces Square se enfadó y empezó a llamar al rey estúpido y de
mente simple, y cuando volvió a abrirse paso por el mundo del rey,
y este último, ahora completamente excitado y furioso, quiso embes-
tir al desagradable intruso, Square se despertó a tiempo de su extraño
sueño.

3 La Visita de la Esfera

El día siguiente fue el último día del año 2000. A las doce en
punto el año 2001 amaneció y con él el tercer milenio de la era de
Flatlander. Square, que es conocido por haber sido un gran matemá-
tico, a menudo enseñaba a su nieto la geometría. Le gustaba mucho
hacer esto, porque el niño, que había vivido con él desde que perdió
a sus padres cuando era muy pequeño, era un hexágono muy bien
construido, con un intelecto claro y un talento excepcional para las
matemáticas. Y así fue como Square procedió, a última hora de la
tarde de este último día del milenio, a enseñar al niño la conexión
entre la aritmética y la geometría. Como material de enseñanza se
habían colocado en el suelo una serie de cuadrados con lados de 1
pulgada cada uno. Ahora ordenó nueve de ellos en un cuadrado más

― 23 ―
grande, cada lado de los cuales medía 3 pulgadas de largo, y señaló
que era muy fácil calcular el número de pulgadas cuadradas del cua-
drado, aunque el interior de un cuadrado nunca se puede ver. “De
hecho,” dijo el Square, “el interior es de 32 o 9 pulgadas cuadradas.”
El pequeño hexágono pensó en esto por un momento y luego dijo:
“Pero abuelo, también me has enseñado a elevar los números a la
tercera potencia. Entonces 33 probablemente tenga un significado
geométrico también”.
El abuelo me explicó que eso no podía ser. “Cada vez que un
punto se mueve sobre una distancia 3, ese punto describe una línea
de longitud 3. Si ahora la línea se mueve en una dirección perpendi-
cular a sí misma sobre una distancia 3, resulta un cuadrado que puede
ser representado por 32.”
“Bien”, dijo el nieto. “Si el cuadrado, que es 32, se mueve a lo
largo de una distancia de 3 en una dirección que no veo, tiene que
haber algo que pueda ser representado por 33.”
“¡Pero eso no es nada, después de todo!”, dijo Square.
“Yo tampoco lo veo,” contestó el chico, “pero simplemente sigo
con mis cálculos de la misma manera.”
“En geometría siempre debemos apegarnos a lo que es lógica-
mente posible”, declaró el abuelo y envió al niño a la cama.
“El chico dice tonterías”, dijo Square, más a sí mismo que a su
esposa, “un chico estúpido”.
“No es estúpido”, su esposa se resistió. “El chico tiene una mente
brillante. Y harías bien en recordar que, de acuerdo a la ley, tú como
cuadrado le debes respeto a un hexágono, aunque sea tu propio
nieto”.
“Lo que dijo sigue siendo una tontería”, volvió a murmurar
Square.
“¡No, no lo es! El chico no es estúpido. ¡Lo que dijo no fue una
tontería en absoluto!”
¿Quién ha dicho eso? ¿De dónde salió esa extraña voz? No se veía
a nadie, pero de repente se materializó un punto que se convirtió en
un pequeño círculo. Ese pequeño círculo se hizo cada vez más grande
hasta que tuvo una línea central de unas 12 pulgadas.
Por un momento Square y su esposa se quedaron sin palabras. Es
bastante extraño ser visitado en casa por un Círculo, pero cuando un

― 24 ―
dignatario hace su entrada de una manera tan inexplicable ― eso es
extremadamente extraño.
“Me gustaría hablar con su marido a solas. Tengo un mensaje para
él”, dijo el visitante.
La esposa, que, como todas las esposas de Flatland, era muy hu-
milde y obediente, se despidió y se fue a su habitación. Eran sólo las
doce; el nuevo milenio había amanecido.

La Esfera visita Flatland.

“No soy un Círculo ―explicó el desconocido―, o mejor dicho,


soy un Círculo más completo de lo que se puede visualizar en
Flatland. Soy muchos Círculos en uno.”
“¿De dónde vienes?”, quería saber Square.
“Desde el espacio”, fue la respuesta.
“Pero acabo de verte entrar en el espacio”, contestó el Square.
“Bueno, lo que usted llama espacio. Pero, ¿qué sabes realmente
tú, un Flatlander, sobre el espacio? Sólo conoces dos dimensiones,
largo y ancho, pero el espacio donde vivo tiene tres: largo, ancho y
alto”.
“Oh,” dijo Square, “también hablamos de longitud y altura, pero
eso es lo mismo para nosotros que longitud y anchura. Sólo hay dos
dimensiones, después de todo.”
“No con nosotros”, dijo de nuevo el desconocido. “Salí de una
tercera dirección que no puedes ver, una dimensión perpendicular a
tus dos dimensiones. Soy la criatura más perfecta imaginable, un Su-
percírculo y podría llamarme ―Esfera es lo que le llamamos en Spa-
celand.”

― 25 ―
“¿Quiere decir que existe una dirección que no es norte-sur, ni
este-oeste, sino perpendicular a ella? ¿Perpendicular a ambas direc-
ciones al mismo tiempo?”, gritó Square. “Entonces, por favor, mués-
trame esa dirección.”
“No puedes verlo”, dijo la Esfera. “Para hacer eso tendrías que
tener un ojo en tu interior.”
“¿Un ojo en mi interior? ¿En mi estómago? Pero no podría ver
con eso.”
“Puedo mirar dentro de tus entrañas”, resumió la Esfera. “Tu in-
terior está completamente abierto para mí. Cuando bajé aquí se podía
ver toda tu casa. Vi a los ocupantes en sus habitaciones; podía mirar
en sus armarios cerrados”. Después de una breve pausa, continuó:
“Lo he estado observando, querido Flatlander, desde hace varios
días. Vi el sueño de Lineland en tu cerebro. Estuviste hablando con
el rey de ese país y trataste de convencerlo de que eras capaz de mirar
dentro de él. De la misma manera que yo, que estoy viviendo fuera
de tu plano chato, puedo mirar dentro de ti, porque está abierto a mi
vista como lo estaba el interior de un Linelander para ti”.
Para aclarar esto, la Esfera desapareció del plano de Flatland y
poco después dio un pequeño empujón en el interior de Square. Tam-
bién sacó algunos objetos de los armarios cerrados y los depositó
frente a su anfitrión.
“Ahora descenderé una vez más a tu espacio”, dijo la Esfera. De
nuevo Square vio aparecer un punto que se convirtió en un pequeño
círculo y creció lentamente en tamaño.
“No puedo ver nada de tu descenso”, dijo Square. “Sólo puedo
ver un Círculo que sigue creciendo.”
“No puedes ver mi ascenso o descenso,” explicó la Esfera. “Ocu-
rre en una dirección que es invisible para ti. Si uno de tus Círculos
visitara Lineland, ¿qué vería el rey de Lineland?”
“Bien”, dijo Square, “primero que todo vería un punto, que se
convertiría en una línea. Al menos podría determinar eso por medio
del sonido. La línea crecería hasta alcanzar su valor máximo y luego
disminuiría de nuevo”.
“Exactamente”, dijo la Esfera. “El Linelander siempre ve la si-
guiente sección transversal del Círculo, y así es como es contigo.
Siempre ves mi sección transversal y estas secciones transversales
son círculos”.

― 26 ―
“En otras palabras,” resumió el Square, “¿sólo puedo entender
esto por medio de una analogía?”
“Precisamente”, continuó la Esfera. “Por medio de una analogía.
Y ya que estamos hablando de analogías, sólo supongamos que un
punto se está moviendo hacia el norte, dejando una estela brillante-
mente iluminada detrás de él. ¿Cómo llamarías a ese sendero?”
“Una línea recta.”
“¿Y cuántos extremos tiene una línea recta?”
“Dos”.
“Ahora sólo imagina,” continuó la Esfera, “que la línea recta se
mueve paralela a sí misma sobre una distancia igualmente grande ha-
cia el este. ¿Qué nombre le darías a la figura que se materializa?”
“Un cuadrado”.
“¿Y cuántos lados tiene un cuadrado? ¿Y cuántos vértices?”
“Cuatro lados y cuatro vértices.”
“Bien. Ahora pon tu imaginación a trabajar”, continuó la Esfera,
“e imagina que el cuadrado se mueve paralelo a sí mismo en una
dirección que es inconcebible para ustedes, completamente fuera de
Flatland; entonces se desarrolla algo que llamamos un cuerpo só-
lido”. No se puede visualizar, pero se puede calcular analógicamente
cuántos vértices tiene. Sólo recuerda: un solo punto consiste en un
punto. Una línea tiene dos puntos finales, un cuadrado tiene cuatro
vértices. La serie que resulta, 1, 2, 4, es aparentemente una progre-
sión geométrica, y el siguiente término por lo tanto es...”
“Ocho”, dijo Square.
“Correcto. Has razonado correctamente. Llamamos cubo al
cuerpo que se materializa a partir del movimiento lateral del cua-
drado. Y un cubo tiene ocho vértices.”
“¿Y cuántos lados tiene el cubo?”, preguntó Square.
“Eso también ―respondió la Esfera―, lo podemos descubrir por
analogía. La frontera de algo es siempre una dimensión detrás de la
cosa misma. Por consiguiente, una línea está delimitada por puntos,
una figura plana por líneas y un cuerpo sólido por...
Planos”, proporcionó Square.
“Correcto”, concedió la Esfera. “Un punto no tiene dimensiones
ni fronteras. Por lo tanto, número de fronteras: cero. Una línea está
bordeada por dos puntos, un cuadrado por cuatro líneas. Es una pro-
gresión aritmética: 0, 2, 4, y por lo tanto...”

― 27 ―
“Y por lo tanto,” Square tomó el control, “un cubo está bordeado
por seis cuadrados.”
“Así que ves que descubriste la respuesta por ti mismo, a través
del razonamiento”, resumió la Esfera.

4 Al país de las tres dimensiones

Después, Square no podría haber dicho cuánto tiempo duró la vi-


sita de la Esfera. ¿Realmente sucedió?, ¿la Esfera realmente lo le-
vantó por la fuerza de su plano, su Flatland, y lo llevó a Sphereland,
donde pudo ver su mundo desde afuera? Vio su propia casa como
nunca antes la había visto. Vio las varias habitaciones contiguas, sus
cuatro hijos pentagonales, sus dos nietos hexagonales, su hija, su es-
posa, los sirvientes. Afuera, pasaban dos policías. Vio toda la calle,
el teatro, y a lo lejos un gran edificio poligonal, la Sala de Consejo
de los estados de Flatland.
Se acercó más. Se estaba celebrando una sesión. Como era habi-
tual a principios de siglo, los estados se habían reunido para protestar
contra las manifestaciones de Spaceland. Era de dominio público que
a principios del año 1 y también del año 1001, una criatura de más
allá de Flatland había visitado la Conferencia de Estados para argu-
mentar a favor de la existencia de una tercera dimensión. Esta vez
también se esperaba una visita. Y tuvo lugar. La Esfera descendió a
la repleta Sala del Consejo para llevar a cabo su misión. Una vez cada
mil años se enviaba a un delegado para tratar de convencer a los ha-
bitantes de las planicies de la limitación de su mundo y de la existen-
cia de un mundo tridimensional, y esta vez era el turno de la Esfera
para llevar a cabo la misión.
Su repentina aparición en el Salón del Consejo causó mucha con-
fusión. El Círculo Supremo ordenó al guardia que atacase al desco-
nocido, pero este último escapó a una dimensión invisible.
Entonces, el Consejo de Círculos de Sabios resolvió que nadie
debía enterarse de estos asombrosos acontecimientos. Como los
Círculos eran los únicos considerados capaces de guardar secretos,
se decidió matar a todos los demás que habían estado presentes. Sólo
unos pocos asistentes de la Cámara estaban realmente involucrados
y, como medida de precaución, los seleccionados para ese puesto

― 28 ―
eran isósceles menos valiosos con vértices excepcionalmente agu-
dos. El guardia alertado arrestó a los desafortunados y llevó a cabo
el veredicto. Sólo había otra persona presente, el encargado de la gra-
bación, un cuadrado que fue reconocido con gran conmoción por
nuestro Square como su propio hermano. El pobre hombre, que sólo
podía ser acusado de haber tenido que estar presente en esta sesión
debido a su función oficial, no fue condenado a la pena de muerte,
sino sólo a la reclusión en régimen de aislamiento de por vida.
Después de completar su viaje, la Esfera retornó su huésped. Le
mostró un cubo, pero como Square no estaba acostumbrada a ver la
perspectiva, confundió este cuerpo con un “Irregular”. Sin embargo,
sobre la base de lo que podía ver y aplicando la analogía, Square
consiguió obtener una imagen bastante buena del mundo de las tres
dimensiones. Finalmente se volvió hacia la Esfera y dijo: “Desde la
tierra de las dos dimensiones se puede ver el interior de los habitantes
de Lineland. Me has llevado contigo a la tierra de las tres dimensio-
nes, desde la que puedo ver las entrañas de mis compatriotas. Ahora
me gustaría ir a la tierra de las cuatro dimensiones, desde la que
puedo echar un vistazo a tu interior”.

Un cubo (A). Square lo confundió con un irregular (B).

Esto fue demasiado para la Esfera. Se consideraba a sí mismo la


criatura más perfecta imaginable, y ahora esta insignificante criatura
bidimensional quería mirar dentro de él. Además, en su opinión, una
tierra de cuatro dimensiones era imposible. Cuando el Square le dijo
que la analogía podía continuar y que por lo tanto se podía predecir
un cuerpo de cuatro dimensiones, un Supercubo que según la progre-
sión: 1, 2, 4, 8, 16 debe tener dieciséis vértices y según la progresión:

― 29 ―
0, 2, 4, 6, 8, ocho cubos laterales, y cuando preguntó si ningún visi-
tante de cuarta dimensión había bajado alguna vez a la tierra de las
tres dimensiones, entonces todo se volvió demasiado para la esfera.
Admitió que había rumores de que algunas personas tenían visitas de
una criatura muy extraña de otro mundo, pero nadie se había tomado
esto en serio. Se atribuye generalmente a alucinaciones que surgen
en los cerebros de los enfermos, ¡resultado de su ‘confusa angulari-
dad’!
Cuando Square insistió, la Esfera lo empujó bruscamente de
vuelta a su estudio, donde gradualmente volvió a sus sentidos desde
el aturdimiento causado por el shock, sin estar seguro de si realmente
había hecho el viaje a la tierra de las tres dimensiones o sólo lo había
soñado.
Se fue a su habitación y se durmió profundamente. Y aquí volvió
a soñar. La Esfera lo llevó al país de las dimensiones cero, que con-
sistía en un solo punto que tarareaba autosuficiente y felizmente, pen-
sando que él era todo lo que había en el mundo, y en realidad era todo
lo que había en él, porque su mundo no tenía una sola dimensión.

5 Deshonrado

Al día siguiente, día de Año Nuevo, nuestro Square se encontró


frente al nuevo milenio con alegría y anticipación. Este iba a ser el
milenio de la iluminación. Habría nuevas ideas que marcarían una
época, empezando por una mejor comprensión de la existencia de un
mundo de tres dimensiones. Se sintió llamado a predicar la nueva
doctrina. El concepto “Hacia arriba, no hacia el norte”, grabado en
su mente, sería su guía.
¿Con quién debería empezar? ¿Con su esposa? En el mismo mo-
mento en que estaba considerando esto, escuchó la voz de un prego-
nero en la calle anunciando la decisión del Consejo de que cualquiera
que tratara de envenenar la mente del público con la pretensión de
recibir informes de otro mundo sería encarcelado o asesinado.
Esto no debe tomarse a la ligera, pero Square se sentía seguro de
sí mismo y fuerte. No haría ninguna declaración suelta, pero podría
dar una demostración científica, una argumentación, y eso cambiaría
las cosas considerablemente.

― 30 ―
Sin embargo, sería más prudente no empezar con su esposa, y mu-
cho menos con uno de sus cuatro hijos. Ninguno de ellos tenía más
que una aptitud promedio para las matemáticas, y además, no estaba
seguro de que su amor filial superara su sentido de obligación de re-
portar a su padre al prefecto: su padre era un mero cuadrado, y ellos
mismos eran pentágonos.
Por lo tanto, pensó que lo mejor era poner a prueba primero a su
nieto, que tenía una innegable gran aptitud matemática y había hecho
comentarios tan inteligentes. Hizo que el niño se acercara a él y trató
de explicarle que el tercer poder de tres podía tener un significado
geométrico. Dijo cómo un cuadrado puede originarse a partir de una
línea, y cómo, moviendo este cuadrado hacia arriba y no hacia el
norte... Pero ya encontró que sus palabras empezaban a carecer de
convicción, pues cuando quería ser claro moviendo un cuadrado, se
encontró empujando el cuadrado en una dirección arbitraria y repi-
tiendo: “Hacia arriba y no hacia el norte”; pero, por supuesto, no po-
día mover la cosa hacia arriba.
En ese momento el pregonero volvió a estar a la vista, amena-
zando a todos los que propagaban revelaciones de otro mundo con
los castigos más terribles. El niño también escuchó esto y lo entendió
muy bien. Se aterrorizó y, al estallar en lágrimas, dijo que no quería
decir nada y que algo como esto no podía tener ningún significado
geométrico.
Cualquier otro intento de convencer al niño de la corrección del
concepto que había sugerido antes no sirvió de nada. El niño tenía
miedo de que su abuelo se lo hubiera buscado y, terriblemente asus-
tado, salió corriendo por la puerta.
Square pensó que lo mejor era guardárselo para sí mismo, pero no
fue fácil, porque cualquiera que haya adquirido tal experiencia. natu-
ralmente arde con el deseo de darla a conocer a los demás. Y así su-
cedió que en una reunión de la Asociación de Ciencias Naturales ―y,
peor aún, en la misma casa del prefecto, donde uno de los miembros
daba una conferencia sobre la previsión de la Providencia al limitar
a dos el número de posibles dimensiones existentes, dejando así que
la Providencia fuera la única que pudiera ver las partes más íntimas
de las cosas― cuando alzó la voz y en una ardiente disertación argu-
mentó sobre la existencia de la tercera dimensión. Nos habló de la
visita de la Esfera y de su propio viaje a Spaceland.

― 31 ―
Por supuesto que fue arrestado, y en la medida en que no pudo
cumplir con el único requisito que se le pidió, para señalar la direc-
ción de “hacia arriba pero no hacia el norte”, fue condenado a cadena
perpetua.
En confinamiento solitario en una mazmorra se le permitía ser vi-
sitado una vez a la semana por su hermano, quien, como sabemos,
también había sido sentenciado allí de por vida. Con él Square ha-
blaba regularmente de Spaceland, pero sin éxito. Su hermano, que
había estado presente durante la visita de la Esfera a la Sala del Con-
sejo, no quiso aceptar su teoría.
A falta de seguidores, Square comenzó a escribir sus memorias
con la esperanza de que éstas llegaran más tarde a las manos de men-
tes más iluminadas que pudieran ver la verdad de la existencia de un
espacio de tres dimensiones.
Y estas son las memorias que bajo el título de Flatland han sido
publicadas en un mundo iluminado, ahora plenamente capaz de com-
prender su significado y significado.

― 32 ―
SPHERELAND Una fantasía sobre espacios
curvos y un universo en expansión
por A HEXAGON

PARTE I El Mundo Recto

1 Tiempos de cambio

Han pasado más de setenta años desde que mi abuelo, el famoso


Square, publicó sus ideas sobre otros mundos. Considero que es mi
deber mostrar lo mucho que han cambiado estas ideas. Y me siento
llamado a hacerlo porque un ligero, pero constante sentimiento de
auto-reproche me ha estado molestando y no he sido capaz de razonar
por completo. ¿No fui yo quien, contra mi buen juicio, abandonó a
mi abuelo? En el momento de la discusión en su habitación, cuando
trató de explicarme la posibilidad de la existencia de una tercera di-
mensión, lo postergué y actué como si pensara que estaba diciendo
tonterías, y todo el tiempo supe perfectamente bien que tenía razón.
Aunque trato de suavizar esto diciéndome a mí mismo que era sólo
un niño y que por lo tanto no era responsable de mis acciones, y que
tenía miedo de las consecuencias, el auto-reproche ha permanecido
conmigo a través de los años.
El honor de mi abuelo ha sido restaurado. Desafortunadamente él
no vivió para ver esto, pero sus descendientes han hecho todo lo que
estaba en su poder para corregir el mal que se había hecho. En la
plaza del mercado de la ciudad en la que nació se le ha erigido un
monumento de mayor tamaño que el real. Está rodeado por un círculo
de doce árboles y este círculo representa la sabiduría más elevada.
Cada año, una delegación compuesta por varios profesores de ma-
temáticas y física, el alcalde de la ciudad y notables personalidades
del mundo de la ciencia y la política realizan una visita oficial al mo-
numento. Se hace un discurso recordando lo atrasada que estaba la
sociedad cuando creía que podía restringir o coartar la ciencia.

― 33 ―
La estatua de mi abuelo en un círculo de doce árboles.

Pero también se han producido grandes cambios en otras áreas. El


atraso de las mujeres ha desaparecido casi por completo. La idea de
que una mujer es una criatura estúpida debido a su pequeña área ce-
rebral ha resultado ser falsa. Algunas mujeres ahora incluso estudian
y obtienen títulos universitarios. El hombre ya no tiene el monopolio
de la ciencia, aunque la naturaleza creó a la mujer en primer lugar
para el matrimonio. Es ella quien, en virtud de sus grandes dones de
amor y devoción, ha sido destinada a criar a los hijos y a dedicarse a
las tareas domésticas. Esto ocupa una parte tan grande de su vida
mental que generalmente no hay espacio en su intelecto para el estu-
dio de la ciencia. ¡Los inventos y descubrimientos realmente impor-
tantes sin duda seguirán siendo realizados por los hombres!
Incluso las rabietas de las mujeres, una vez tan temidas porque
podían causar tales desastres, son en su mayoría cosa del pasado. La
naturaleza ha dotado a la mujer del don del autocontrol. Esto no se
entendía antes y la educación de las niñas les ayudaba a pensar que
carecían totalmente de ella. Por lo tanto, no se ha desarrollado un
sentimiento de responsabilidad y una mujer sigue convencida de que
puede permitirse la rabia con impunidad. Después de todo, ¡sólo era

― 34 ―
una mujer! Ahora sabe, sin embargo, que al igual que el agresor mas-
culino, tendrá que responder por su comportamiento ante un juez.
Otro factor muy importante entra aquí. Como regla general, el
juez ordenará un examen de la capacidad mental de la acusada para
determinar si es responsable de sus actos. Con nosotros, tal examen
consiste simplemente en comprobar la forma externa de la acusada,
y una mujer teme mortalmente que se encuentre la más mínima des-
viación en su “línea”. Sería un golpe para su orgullo.
Prefiere que se la haga plenamente responsable, aunque tenga que
soportar las consecuencias.
El peligro que la mujer representaba para la sociedad desapareció
en gran medida con la innovación del zapato para mujeres. En pú-
blico, todas las mujeres llevan un zapato en el trasero. Incluso puedes
chocar con él a toda velocidad sin hacerte daño. La ley de que una
mujer debe mover constantemente su punto final hacia adelante y ha-
cia atrás ha sido derogada, ya no hay necesidad de ello, y una mujer
ya no necesita dar constantes gritos de advertencia cuando está en
público. La forma tradicional de moverse por las calles se mantuvo
en boga durante mucho tiempo entre las mujeres de las clases altas.
Después de todo, estaban orgullosos de los gráciles y rítmicos movi-
mientos de esa parte de su anatomía. Pero ahora incluso esto ha des-
aparecido. Las señoras aristocráticas se convirtieron en objetos de
burla para los chicos en la calle, y comenzaron a sentirse tontas; ade-
más, más de una vez sus movimientos rítmicos les hicieron perder el
zapato. Entonces los pilluelos se burlaban de ellas, gritando “¡Ceni-
cienta, Cenicienta!”
Para entender esto, debes saber que tenemos un viejo cuento de
hadas sobre “Cenicienta”. Era una joven hermosa, muy recta y del-
gada. Y tenía dos hermanastras que también eran muy hermosas, pero
no tan hermosas como Cenicienta. Eran, de hecho, considerable-
mente más gruesas. Naturalmente, esto las puso muy celosas y la
obligaron a hacer todo el trabajo sucio. Tenía que preparar las comi-
das, fregar la casa y limpiar la chimenea. Y como siempre estaba ro-
zando y soplando entre las cenizas, nunca podría parecerse a una
dama.
El destino quiso que se realizara un baile oficial en honor del prín-
cipe heredero, que acababa de alcanzar la edad para contraer matri-
monio. La chica más bella del mundo debía ser escogida para él, y

― 35 ―
todas las jóvenes que pensaban que podrían calificar para princesa
eran invitadas a venir al palacio a las nueve de la noche. Todos los
jóvenes de entre dieciocho y veintidós años también fueron invitados.
Su calificación particular era que debían tener al menos seis lados,
pero el control sobre esto no era muy estricto.
A Cenicienta le hubiera gustado mucho ir al baile, pero sus mal-
vadas hermanas se rieron de ella y le dijeron que no podía ir sin un
zapato de baile. Era costumbre que las damas en un baile llevaran un
zapato en todo momento, ya que de lo contrario podrían ocurrir acci-
dentes graves con los rítmicos movimientos de ida y vuelta en el
baile. Y así la Cenicienta se quedó en casa. Se sentó junto a la chi-
menea y soñó con el príncipe, un hermoso polígono joven de veinti-
cuatro lados que últimamente había sido el tema de conversación de
todos.
Mientras ella estaba sentada allí, una vecina entró y dijo: “Querida
hija, te daré un zapato de baile como nadie más posee: encantador,
elegante y transparente. Pero primero tendrás que arreglarte.”
Cuando la Cenicienta se lavó bien, se puso el zapato. Encajaba per-
fectamente. Ella agradeció a la amable mujer y se apresuró a ir al
palacio. La vecina le dijo que debía tener cuidado de estar en casa
antes de la medianoche, porque el pequeño zapato de baile estaba
hecho de un material químico que se mantenía duro y sólido durante
sólo tres horas, después de lo cual empezaba a convertirse en una
sustancia gelatinosa. Y ella se vería ridícula con un desastre tan vis-
coso pegado a su cuerpo. En realidad, esto no era cierto, porque el
zapato estaba hecho de un hermoso vidrio que podía soportar siglos.
Pero su benefactora era astuta. Sabía mucho de la gente y entendía
que el príncipe, que por supuesto se enamoraría de Cenicienta, reci-
biría un shock cuando su encantadora ninfa bailarina desapareciera
de repente.
Y eso es exactamente lo que pasó. Cuando la Cenicienta hizo su
entrada, las festividades ya estaban en pleno apogeo. Todos levanta-
ron la vista y el príncipe inmediatamente se apresuró a acercarse a
ella. De hecho, causó una impresión espectacular en todos los jóve-
nes presentes. Su zapatilla de cristal realzó su encantadora línea cor-
poral muy bien. El príncipe sólo bailó con ella hasta que los relojes
dieron las doce. Cenicienta se puso en movimiento, se despidió y
huyó. Las puertas del palacio estaban cerradas, pero ella escapó por

― 36 ―
el ventilador. El príncipe, que la había perseguido, quedó muy im-
presionado por el hecho de que pudiera pasar por una abertura tan
estrecha. Por supuesto que no podía seguirla, pero ¿qué fue eso? Ha-
bía visto el pequeño y delicado zapato que ella había perdido durante
su huida por el estrecho agujero. Se lo llevó consigo y juró que se
casaría con la dueña de ese zapato y con nadie más.
Al día siguiente recorrió la ciudad, precedido por heraldos que
informaron a la gente de las intenciones del príncipe. Todas las jo-
vencitas podían presentarse en persona para probarse el zapato de
vidrio. Muchos tuvieron que admitir con decepción que el zapato era
increíblemente delicado y pequeño. Las hermanas de Cenicienta se
lo probaron, pero por supuesto sin éxito. Entonces Cenicienta pre-
guntó si podía intentarlo. Sus hermanas se rieron de ella y dijeron con
desprecio:
“¿Tú, Cenicienta? ¿Quieres decir que quieres casarte con un prín-
cipe?” No la habían reconocido la noche anterior, pero habían visto
celosamente cómo el príncipe bailaba constantemente con la misma
hermosa joven y no les prestaba atención. No se les ocurrió que esta
joven podría haber sido Cenicienta.
Pero a Cenicienta también se le permitió probarse el zapato, y para
sorpresa de todos, el pequeño zapato le quedó como si hubiera sido
hecho a medida. Y ahora el príncipe reconoció a su amada y la llevó
triunfalmente al palacio. Se casaron poco tiempo después y vivieron
mucho y felices, con muchos hijos ―bonitos polígonos de veinti-
cinco lados y chicas hermosas y delgadas―.

2 Alivio de la conciencia de clase


Aunque la conciencia de clase que dominó nuestra sociedad du-
rante siglos no ha desaparecido por completo, ha perdido gran parte
de su agudeza. Cuando se comprendió que la mujer sí posee inteli-
gencia y que su retraso se debía principalmente a un entrenamiento
insuficiente, también se empezó a entender que el tamaño del ángulo
cerebral no es una medida absoluta de la inteligencia. Es verdad que
nunca encontraremos un científico con una base muy corta entre los
Isósceles, ni siquiera un niño con alguna aptitud para la educación

― 37 ―
avanzada, ¡pero ha sucedido repetidamente que un equilateral se ha
convertido en un profesor!
El aumento de la libertad de asociación entre los dos sexos tam-
bién ha contribuido en gran medida a reducir las diferencias de clase.
Ya se nota poca diferencia entre las niñas de diferentes clases, y sa-
bemos que incluso en los viejos tiempos no era inusual que un
Círculo eligiera para esposa a la primera jovencita que le cautivara.
Los muchos lados que poseía le hacían indiferente. ¿Y si sus descen-
dientes tuvieran unos pocos lados menos que él?
Esta indiferencia se extendió gradualmente a todos los grupos.
Primero afectó a los polígonos con muchos lados, después también a
los hexágonos, a los pentágonos, e incluso a los cuadrados y a los
equiláteros. Un equilateral que como resultado de un matrimonio mal
escogido tuvo hijos de Isósceles ya no se avergonzaba de ello y no
rechazaba a sus hijos, sino que los mantenía en casa con él, criándo-
los con tanto amor como si hubieran nacido cuadrados puros.
Por otra parte, se observó una fuerte disminución de la ambición
entre los isósceles. Conocí un Isósceles con un vértice de 59,5°. Ha-
bía hecho un matrimonio muy bueno y sus hijos eran todos puros
equilaterales. Sin embargo, no se le ocurriría presentarlos al Consejo
de Castas para que los examinara, y cuando se investigó la forma de
su descendencia en su casa, amenazó con “encontrar” de nuevo a los
funcionarios si se atrevían a pronunciar a sus hijos como equilatera-
les puros. Pero los funcionarios no pudieron ser disuadidos, con el
resultado de que los niños fueron llevados para ser criados ―como
prescribe la ley― lejos de sus padres en la familia de un equilateral
sin hijos. El padre entonces convocó a todo el vecindario y los pro-
pios niños también se resistieron amargamente. La policía tuvo que
entrar en él por fin antes de que se restableciera el orden. Sin em-
bargo, los niños no se adaptaron a su nuevo entorno. Decían que el
amor paterno era una virtud mayor que el equilibrio y continuaban
visitando a sus padres todos los domingos, aunque sus padres adop-
tivos lo habían prohibido. En su desesperación, estos últimos pidie-
ron a las autoridades que los liberaran de su tarea de educar adecua-
damente a esos jóvenes rebeldes. El Consejo de Castas pensó que era
aconsejable devolver a los niños a sus padres, pensando en que esto
sería un ejemplo horrendo, pero las consecuencias fueron muy dife-
rentes. Cuando nació un equilateral en otra familia de Isósceles, el

― 38 ―
padre lo anunció públicamente, añadiendo que se llevaría al niño a
casa y lo criaría él mismo. El Consejo estaba muy molesto por esto,
pero pensó que podría resolver el problema ofreciendo inscribir al
padre como un equilateral en los registros del registro civil, aunque
su vértice estaba cerca de 60°. Pero el hombre rechazó esta oferta,
diciendo que prefería ir por la vida como un Isósceles de estatura y
rango en lugar de un equilateral no apto al que todo el mundo le daría
la espalda.
La oposición comenzó a aumentar a pasos agigantados. Los esló-
ganes incluso empezaron a hacer las rutas de los Isósceles, procla-
mando: “Sigue siendo tú mismo. y “No te cases con una mujer con
pedigrí o caerás en las filas de los equilaterales”.
Todo esto era mucho peor que una rebelión, porque no constituía
una protesta contra las altas esferas, sino la siembra de un desprecio
generalizado. Asumió serias proporciones. En el caso de un equila-
teral, es fácil ver de qué lado está ubicado el ojo, aunque los tres
ángulos son de igual tamaño. Pero la práctica descortés que se ha
desarrollado ahora de abordar un equilateral en uno de sus otros vér-
tices y cuando no había respuesta para actuar como si se hubiera co-
metido un error, exclamaban disculpándose: “Por favor, discúlpame,
pero en tu caso es tan difícil distinguir entre el frente y la espalda”.
Como resultado de esta falta de respeto sistemática, se desarrolló
un sentimiento de autoestima entre los de menor rango. Si a esto se
añade la expansión de la educación, es evidente que la autosuficien-
cia de las filas de Isósceles estaba destinada a seguir desarrollándose.
Además, las ciencias médicas han hecho grandes progresos y las ope-
raciones diseñadas para aumentar el número de lados se han vuelto
mucho menos peligrosas y costosas. Donde antes el éxito de una ope-
ración de este tipo era la excepción, ahora el fracaso de la misma se
llamaba un desafortunado accidente. Recientemente un Isósceles
hizo que sus tres hijos se sometieran a operaciones simultáneas. Des-
pués de unas semanas, los chicos volvieron a casa del instituto. Uno
se había convertido en un hexágono, el segundo en un nonágono, y
el tercero en un dodecágono; los tres eran hermosamente regulares.
En lugar de que toda la familia fuera muy respetuosa con el dodecá-
gono, no sólo los hermanitos, sino también el padre triangular, se

― 39 ―
sentían libres para burlarse de él, llamándole “Dodecaído”, “Doce-
sito” o “Docena de cuarta”.6 Una oferta del Consejo de Casta para
que el joven dodecágono entrara en las filas de la nobleza fue recha-
zada. El padre lo consideró ridículo y el hijo respondió con el mismo
espíritu. A partir de ese momento se inventaron muchos apodos para
el niño y a veces se le llamaba “Conde Dodeca”, “Barón de los Doce”
o “Duque Docena”.7
Todo esto debe ser visto como una reacción contra el exagerado
respeto por los altos cargos que prevalecían en tiempos pasados.
Como con todas las reacciones, ésta fue sólo temporal. Sin embargo,
un poco permanecerá. La exagerada reverencia por un Círculo que a
la vieja guardia le gustaría que volviera ahora pertenece al pasado
para siempre. Hoy en día se presta más atención a los individuos, y
un Isósceles con grandes dones es más valorado que un Círculo pe-
rezoso que vive de su reputación ancestral.
Es extraño que hoy en día se preste aún más atención a los ante-
cedentes y al origen de alguien que en los viejos tiempos, cuando era
raro que alguien entrara en un rango mucho más alto repentinamente.
Un polígono de veinticuatro lados creado a partir de un equilateral
después de una operación exitosa generalmente no se considera que
tenga el mismo sello de pedigrí que un hexágono que ha subido cons-
tantemente la escala del desarrollo sucesivo. Los registros de la li-
nealogía siempre indican exactamente cómo la persona en cuestión
ha adquirido su pluralidad. No creo que la apreciación de las buenas
acciones disminuya en el futuro. Demasiado depende de ello y esto
es percibido incluso por los menos desarrollados, que suelen ser los
que más se oponen a las diferencias de clase. Sin embargo, por lo
general, las escuelas de los rangos superiores enseñan a los jóvenes
a darse cuenta de que la nobleza lleva consigo obligaciones, y les
recuerda constantemente la sabia frase de un viejo filósofo: “Lo que
heredéis de vuestros padres, tendréis que ganarlo para poseerlo ple-
namente”.

6 Versiones libres de “Do Decay”, “Little Twelver”, “Pint-size Dozen”.


7
“Dodeca Count”, “Baron of Twelve” o Duke Dozen”.

― 40 ―
Así pues, esta revolución silenciosa tuvo consecuencias importan-
tes, no sólo políticas, sino también científicas. Las nuevas condicio-
nes tuvieron un efecto refrescante. La ciencia se atrevió a deshacerse
de lo viejo. Se pueden plantear nuevas ideas, y un científico que pro-
clama la existencia de la tercera dimensión ya no es considerado un
criminal o un lunático peligroso. A veces se dice que en los días de
antaño se aceptaba todo lo nuevo sólo cuando es proclamado oficial-
mente por el Círculo Supremo, y hay algo de verdad en ello. Pero
hoy ya no se trata de quién fue el primero en tener una nueva visión.
Un cuadrado también puede tener ideas útiles, como lo hizo mi
abuelo.

3 Viajes de Exploradores
Otra razón para el cambio general de actitud es la ampliación de
los conocimientos como resultado de los viajes expedicionarios.
Hace poco tiempo se pensaba que casi todo el mundo había sido des-
cubierto y se conocía, y que, además, sólo las zonas que habían sido
visitadas eran importantes para la humanidad. No hace falta decir que
todavía había algunas zonas no visitadas, porque el mundo es infini-
tamente grande.
Todos estaban convencidos de que todos los países habitados es-
taban habitados por las mismas criaturas que vivían con nosotros, y
que en el pasado sólo los niveles de desarrollo y cultura podían dife-
rir. Se pensaba que los seres más desarrollados se encontraban en
nuestra sociedad y que las criaturas más desarrolladas eran impensa-
bles, al menos en la actualidad. Por supuesto, una raza mejorada y
ennoblecida podría habitar el mundo en el futuro. Tal vez se crearía
una sociedad en la que todos los hombres serían Círculos y todas las
mujeres serían muy elegantes, de líneas delgadas, igualmente nobles
de mente y espíritu. El crimen ya no sería conocido. Todos serían
espléndidos y buenos, llevando a cabo sus tareas asignadas con ale-
gría y dedicación en este hermoso mundo del futuro. No habría mu-
cho tiempo para la recreación, que a su vez se utilizaría para mejorar
el cuerpo; además, cada uno fortalecería voluntariamente su mente
en su tiempo libre con el alimento espiritual. Cualquier caso de delito
o, más bien, de “comportamiento menos refinado” sería visto como

― 41 ―
un síntoma de una enfermedad que debe ser tratada y sanada en las
clínicas.
Este era entonces el sueño de un estado ideal en un futuro lejano
como producto final de la evolución propicia de nuestra raza básica-
mente tan noble. Pero nosotros mismos estábamos convencidos, en
el mundo actual, que éramos los más desarrollados, todos, excepto
quizás uno o dos filósofos. Se atrevieron a argumentar la posibilidad
de que en algún país lejano vivieran otras criaturas mucho más desa-
rrolladas que nos consideraran una raza subdesarrollada, una especie
de animal domesticado tal vez. Pero esto no pudo ser verificado.
Dondequiera que iban nuestros exploradores, siempre se encontraban
con criaturas como nosotros, generalmente en un nivel de desarrollo
mucho más bajo que el nuestro.
Por ejemplo, una vez se descubrió un país donde el ángulo vertical
de los hombres nunca es superior a 10°. Al principio se pensó que se
trataba de una raza degenerada, pero tras una investigación más de-
tallada, parecía que había algún plan deliberado, ya que todos los ni-
ños con un vértice más grande eran simplemente eliminados. Una
investigación más profunda reveló que en un tiempo vivieron allí
criaturas más desarrolladas ―equiláteros, cuadrados e incluso polí-
gonos―, pero que una revuelta les puso fin. En una batalla que debe
haber terminado en un enorme baño de sangre, los muy puntiagudos
Isósceles se impusieron. No pararon de pelear hasta que todas las
criaturas de alto rango fueron asesinadas. La inspección mostró que
los únicos supervivientes eran isósceles, la mayoría de ellos con un
ángulo vertical muy pequeño. Por mayoría de votos se decidió enton-
ces establecer un límite máximo de 10°. Aquellos que tenían un vér-
tice más grande que éste fueron despiadadamente asesinados por el
ejército común y con ello se estableció un nuevo orden.
Al principio, la vida en este estado era alegre y feliz. Era un grupo
poderoso de gente y salieron victoriosos de cada guerra. Pero al cabo
de un tiempo se hizo evidente que algo había perjudicado el bienestar
público. Es cierto que los Isósceles con un ángulo vertical de 10° no
estaban completamente desprovistos de inteligencia, pero los practi-
cantes de las artes y las ciencias estaban casi totalmente ausentes. La
vida intelectual se había desvanecido y toda la sociedad estaba con-
denada a la decadencia. A largo plazo, la competencia con otros paí-

― 42 ―
ses que no habían experimentado esta “nivelación” no podía mante-
nerse. Aunque el país no estaba condenado a la destrucción total,
tuvo que pasar a un segundo plano y, sin duda, no podrá ocupar su
antiguo lugar cultural entre las demás naciones durante los siglos ve-
nideros.
En otro país, no lejos de éste, los habitantes sólo se habían intere-
sado por el desarrollo intelectual. Es cierto que la educación física no
se descuidó del todo y que todos los residentes participaron en acti-
vidades deportivas, pero no había ejército. Se consideraba que no ha-
bía necesidad de uno, y como resultado de una fina armonía entre el
cuerpo y la mente, la evolución había dado tantos pasos que apenas
quedaban Isósceles; los que lo eran, tenían un ángulo vertical de más
de 50°. Al mismo tiempo, el país fue desbordado con Polígonos y
Círculos. La vida en esta tierra era nada menos que el paraíso, de
hecho, hasta que se produjo un cruel desencanto. Un estado vecino,
que mantenía un ejército poderoso pero que tenía menos éxito en sus
relaciones pacíficas con otras naciones, se volvió envidioso de todas
las riquezas que se acumulaban tan cerca de sus fronteras y, sin em-
bargo, fuera de ellas. Siguiendo una teoría de su propia invención, a
saber, que todas las riquezas de la tierra pertenecen a los más pode-
rosos, atacó por sorpresa a sus vecinos amantes de la paz, matando a
la mayoría de ellos y tomando posesión de los recursos del país mien-
tras esclavizaba a los habitantes restantes.
Más al sur, donde la fuerza de gravedad es más fuerte y la atmós-
fera más opresiva, se descubrieron tribus enteras que vivían en un
nivel de desarrollo muy bajo en bosques densos. No se encuentran
allí equilaterales ni criaturas más desarrolladas. Todos son isósceles
y, además, todos tienen un vértice muy pequeño. En algunas tribus el
ángulo de la cabeza no es superior a 30°, y en otras es aún menor. En
estos bosques también se descubrieron pigmeos, enanos, que nunca
crecen más que los niños de nuestra tierra. Este descubrimiento sor-
prendió mucho al mundo civilizado. Los enanos aparecen a menudo
en los cuentos de hadas, pero nadie había pensado nunca que tales
criaturas existían realmente.
En medio de densos y oscuros bosques se descubrió una tribu de
irregulares. Como se entendió de inmediato, estas criaturas tenían
que ser inferiores intelectualmente, una tribu de criminales natos, de
hecho. Afortunadamente para el mundo civilizado, la mayoría de

― 43 ―
ellos fueron incapaces de ir más allá de su propio territorio. Eran de-
masiado grandes y torpes para moverse entre los árboles, así que se
vieron obligados a vivir en los espacios abiertos que quedaban en los
bosques y que ellos mismos se encargaban de limpiar. En aras de una
coexistencia armoniosa, el pueblo civilizado decidió entonces unirse
y exterminar a estas tribus, que eran una parodia de la sociedad. Casi
todas las naciones cooperaron voluntariamente en la limpieza, tanto
más cuanto que se sabía que los recursos descubiertos en los bosques
de las Irregulares eran de particular valor para los países civilizados.
De hecho, pequeñas diferencias de opinión sobre esto han resultado
en guerras entre naciones civilizadas.
Me llevaría demasiado lejos para elaborar sobre todos los pueblos
extraños descubiertos en nuestro mundo. Sólo quiero hablarles bre-
vemente sobre las Amazonas. Se trataba de un grupo que se creía
formado exclusivamente por mujeres, porque nadie había visto nunca
a ningún hombre allí. Se habían elaborado muchas teorías para ex-
plicar cómo era posible la procreación de estas criaturas, y los exper-
tos seguían debatiéndolas acaloradamente, cuando de repente se des-
cubrió que todas las teorías estaban equivocadas. Los hombres exis-
tían en el estado amazónico, pero vivían confinados. Eran muy pocos
en número y consistían en cuadrados y polígonos. Los niños que na-
cieron como Triángulos fueron inmediatamente destruidos, incluso
los equilaterales, junto con tantos del remanente como la sociedad
pudo prescindir. El resto de los hombres fueron mantenidos juntos en
un campamento donde, además de mantener la raza, eran utilizados
para tareas domésticas. Unas pocas mujeres custodias podían contro-
larlas fácilmente, y al menor signo de resistencia se les perforaba rá-
pidamente.
La historia cuenta que una vez estalló una rebelión entre los hom-
bres. Superaron a sus mujeres guardianas e intentaron escapar. Todo
un ejército de amazonas los persiguió, y como los hombres con los
ángulos más afilados eran sólo cuadrados, y otros con ángulos aún
más obtusos, fueron incapaces de defenderse a sí mismos. Como re-
sultado, fueron destruidos sin piedad por la horda de hembras que
literalmente las acribillaron.
La nación amazónica está ahora amenazada con la ruina a menos
que se tomen medidas para importar nuevos machos. Estos tenían

― 44 ―
que ser obtenidos de los estados vecinos, lo que no ocurriría sin en-
frentamientos. Pero, aunque las Amazonas sufrieron muchas bajas,
estas bien entrenadas hembras luchadoras lograron mantener la ven-
taja cada vez y se llevaron un gran número de prisioneros varones.
Si esto hubiera sucedido una sola vez, no sería tan malo, pero el
primer intento exitoso le había dado a las Amazonas el gusto por la
guerra. Parecía mucho más fácil robar machos adultos que criarlos
de los niños. En consecuencia, todos los niños nacidos entre las Ama-
zonas fueron asesinados y sólo se permitió que vivieran las niñas.
Estos últimos recibieron entrenamiento como soldados, sin interrum-
pirse por distracciones, como la presencia de niños. El suministro de
hombres era simplemente reemplazado de vez en cuando con otra
incursión.
Huelga decir que los estados vecinos no estaban muy contentos
con esto, especialmente porque las incursiones exitosas habían hecho
a las Amazonas muy imprudentes. Las Amazonas robaron y saquea-
ron todo lo que se les antojaba e hicieron que las naciones fueran
tributarias de ellas. Un día los tributarios se alzaron en rebelión y
organizaron un gran ejército que marchó contra el Amazonas. En una
batalla sangrienta, en la que ambos bandos sufrieron muchas bajas,
las mujeres salieron victoriosas. comprensiblemente, la venganza
concebida por Bellaforta, reina de las Amazonas, fue horrible. Todos
los niños de los países conquistados fueron ejecutados sin piedad y
las niñas llevadas como prisioneras. Las niñas muy jóvenes fueron
entrenadas para el servicio en el ejército amazónico; las mayores, que
ya parecían apegadas a su familia y a su país de origen, fueron des-
pachadas.
Las naciones que hasta entonces no habían sido perturbadas por
las Amazonas ahora se asustaron. Se convocó una gran convención
de jefes de Estado y se discutió en detalle la grave situación. Una
propuesta para lanzar un ejército femenino contra las Amazonas fue
rechazada porque su entrenamiento tomaría demasiado tiempo. Pero
estaba claro que se necesitaba un ejército capaz y bien entrenado,
formado por buenos soldados con vértices muy afilados.
La campaña, en la que yo mismo participé como un teniente muy
joven, siempre quedará registrada con gloria en los anales de
Flatland. El general, el príncipe Armato, era un decágono, un hombre
de excepcional perspicacia estratégica. Con su ejército emboscó a las

― 45 ―
Amazonas en el borde de un gran bosque, colocando una falange muy
cerrada justo delante de los árboles, tan cerca entre sí que el bosque
ni siquiera podía ser detectado desde el exterior. En el último mo-
mento, cuando las Amazonas subieron en una carrera salvaje, los sol-
dados se deslizaron detrás de los árboles. Las mujeres que corrían
salvajemente vieron el peligro demasiado tarde. Con sus puntas afi-
ladas se clavaron en los troncos de los árboles. Muchas hembras se
rompieron en el centro y otras permanecieron enraizadas en el bos-
que, convirtiéndose en presa fácil para los soldados de infantería, que
las atacaron desde un costado.

La reina de las Amazonas atacada por Quadratus (A) y


atrapada entre tres árboles (B).

La reina Bellaforta y su equipo, que estaban justo detrás de las


tropas, se pusieron en marcha. Fueron alcanzados y conducidos de
lado en dirección a un grupo de árboles. Allí pensaron que podían
escabullirse hábilmente entre los troncos de los árboles, pero en cam-
bio fueron atacados desde el costado por tropas cuidadosamente es-
condidas que los habían estado esperando. Un sargento llamado Qua-
dratus empujó a la reina de lado en el momento preciso para que se
quedara atrapada entre tres árboles, incapaz de moverse hacia ade-
lante o hacia atrás. Se la llevaron triunfalmente y la exhibieron pú-
blicamente en ferias y circos de muchos países diferentes. El valiente
sargento, que inmediatamente se convirtió en un héroe público por
su gran presencia mental, fue transformado en un Dodecágono a ex-
pensas del estado y se convirtió en un noble.

― 46 ―
4 Los árboles, la vida silvestre y el mar
Aunque hemos hablado repetidamente sobre los árboles y los bos-
ques, es posible que aún no sepas cómo son los árboles de Flatland.
Como es verdad en su tierra de tres dimensiones, ellos son criaturas
arraigadas de bajo desarrollo, que sólo pueden sentir, pero no ven,
oyen ni hablan. Con nosotros no crecen en línea recta con troncos
largos y delgados, sino que son ejemplares algo redondeados o a ve-
ces acanalados que aumentan lentamente de circunferencia. En la su-
perficie se forman semillas que se desprenden y arraigan dondequiera
que caigan, y a partir de ellas se desarrollan nuevas plantas. Cuando
han alcanzado una cierta edad, que en el caso de algunas variedades
puede ser superior a cien años, mueren y se disuelven en el aire.
Puede suceder que los árboles de un bosque se vuelvan tan grue-
sos que crezcan uno dentro del otro, convirtiéndose de hecho en un
bosque “impenetrable”. Pero incluso antes de llegar a ese punto, un
bosque puede ser tan denso que los individuos adultos ya no pueden
entrar en él; los niños todavía pueden meterse entre los troncos, pero
existe un gran peligro de que se pierdan en el bosque. Carecen de la
capacidad de orientación de los adultos, que pueden sentir bastante
bien la dirección de la gravedad (sur) y que también pueden determi-
nar por el color de los árboles donde está el norte. Todos los árboles
son algo verdes en la sombra y tienen un color más claro en el lado
norte, siendo éste el lado que recibe más lluvia.
Se han descubierto muchos tipos diferentes de árboles. En las zo-
nas meridionales son más húmedos y verdes y allí crecen más rápi-
damente. El ambiente es más caluroso y esto a veces hace que cami-
nar por el bosque no sea una experiencia agradable para los norteños.
Es bastante opresivo y deprimente, y sucede a menudo que un viajero
en un bosque denso es repentinamente presa por un gran temor, no
sin razón, ya que los bosques están habitados por animales que son
peligrosos para el viajero.
Ya que estos animales no pueden compararse con ningún tipo de
animal en su Spaceland, haríamos mejor en llamarlos “dragones”,
aunque difieren mucho en su forma y por lo tanto obviamente deben
pertenecer a diferentes especies. Si desea saber más al respecto, con
mucho gusto le recomendaré varios libros de texto de zoología en los
que se describen estos extraños animales. Generalmente los dragones
tienen una superficie áspera con costillas, o escamas, o como quieras

― 47 ―
llamarlos. Además, tienen unos pocos huecos o aberturas, hocicos, a
través de los cuales maniobran a otras criaturas dentro, ya sean dra-
gones o criaturas más desarrolladas. El hocico se cierra y la presa es
absorbida dentro del cuerpo.

Dragones variados.

Que la vida en el entorno de esos monstruos no está del todo


exenta de peligro es evidente por el hecho de que una reciente expe-
dición científica a las selvas para un estudio sistemático de la flora y
la fauna nunca regresó. Los leñadores que trabajan en la orilla del
bosque escucharon chillidos y gritos de ayuda. pero no se atrevieron
a entrar corriendo a ayudar, sino a avisar a un pueblo cercano. Una
expedición militar fue enviada de inmediato y todavía podía verse
dónde había ocurrido la calamidad. Entre arbustos y árboles encon-
traron algunos restos y parte de las anotaciones científicas hechas por
los miembros de la expedición.
Aunque siempre se encontrarán diferentes pueblos cuando se
viaja hacia el este o el oeste, los habitantes de nuestro mundo están
más interesados en lo que el sur tiene para ofrecer, porque cuando se
viaja hacia el este o hacia el oeste, las condiciones de clima, gravedad
y presión atmosférica siguen siendo las mismas, mientras que la
atracción gravitatoria y la presión atmosférica aumentan hacia el sur.
Además, la temperatura es más alta y el crecimiento de las plantas es
más exuberante.
Pronto se hizo evidente que no todo el mundo estaba en condicio-
nes de emprender el viaje al extremo sur. Muchos se convirtieron en

― 48 ―
víctimas de una enfermedad tropical llamada “dengue”, de la cual un
paciente puede morir en pocas horas. En el momento en que aparecen
los primeros síntomas, la persona enferma tiene que partir hacia zo-
nas más templadas. Por lo general, ya no puede hacer esto sin ayuda.
Pero como la persona enferma es incapaz de viajar sin ayuda cuando
la enfermedad es evidente, aquellos que viajan solos en ese momento
están arriesgándose. Sin embargo, incluso las expediciones a gran
escala han sucumbido a esta enfermedad tropical, lo cual es bastante
comprensible. Para emprender un viaje de este tipo en ese clima in-
salubre y bochornoso se requiere mucha valentía y perseverancia.
Los hombres que se fijaron esta tarea sólo tienen un objetivo en
mente: seguir adelante. Perseverarán y penetrarán en el peligroso país
tan lejos como sea posible. Cuando uno de ellos se enferma, los otros
no pueden optar por volver atrás mientras ellos mismos estén sanos.
Y así siguen adelante, llevando al enfermo con ellos o dejándolo al
cuidado de uno o dos más. El resultado suele ser que toda la expedi-
ción perezca.
Como resultado del ejercicio físico intenso y de una firme disci-
plina, junto con estrictos exámenes médicos, finalmente se formaron
grupos de hombres que podían resistir los efectos nocivos del clima,
y con la ayuda de tales grupos se exploraron cuidadosamente las re-
giones meridionales. Se descubrió que la vegetación se hacía más
frondosa hacia el sur y que la humedad aumentaba bruscamente. Los
árboles crecen rápidamente allí y su superficie suele estar cubierta de
musgo o moho, lo que en última instancia hace que se asfixien. Es
bien sabido que las plantas y los animales muertos se disuelven rápi-
damente en el aire. Esto ocurre aún más rápidamente en las regiones
cálidas que en las zonas más templadas. Sin embargo, el deterioro de
la vegetación en las selvas tiene un efecto negativo en la respiración,
con el resultado de que el poder de concentración de los expedicio-
narios, que ya están sintiendo los efectos de la atmósfera opresiva,
disminuye aún más. Se sienten mareados, sienten un zumbido en los
oídos y ya no pueden pensar con claridad. El líder de una expedición
tendrá que decidir el momento adecuado para regresar. Y, por su-
puesto, la ciencia se beneficia más de una expedición exitosa que re-
gresa y es capaz de registrar sus experiencias que de una que sigue
adelante pero no regresa.

― 49 ―
A pesar de las muchas condiciones peligrosas y difíciles que una
expedición tendría que enfrentar en estos bosques, continuaron las
exploraciones científicas. De esta manera se recogieron muchos da-
tos que indican que los bosques se están volviendo cada vez más im-
penetrables, no sólo por el crecimiento cada vez mayor de los árbo-
les, sino también por el sobrecrecimiento constante que se extiende
sobre los árboles. Finalmente, los exploradores se encontraron con
bosques que eran absolutamente impenetrables como resultado de
enredaderas y rastreros que crecían entre los árboles y que bloquea-
ban todos los pasillos.
Como la gente todavía quería saber a qué distancia del sur se po-
día viajar y si una zona abierta podría aparecer más allá de los bos-
ques, se lanzó una expedición equipada no sólo con investigadores
científicos, sino también con un pequeño ejército de trazadores de
rutas. Estos eran Isósceles muy afilados y especialmente entrenados
para trabajar en áreas calientes. Se convirtió en un famoso tour expe-
dicionario que duró mucho tiempo. Comenzaron a surgir dudas sobre
su regreso y se temía que todo el grupo hubiera sucumbido a enfer-
medades tropicales o hubiera sido devorado por peligrosos y aún des-
conocidos dragones, cuando el relato se difundió como un reguero de
pólvora por el mundo civilizado cuando regresaron algunos de los
miembros de la expedición. Contaron sus experiencias de penetrar
por fin en los densos bosques y llegar a un mar, el mar del mundo en
el que se recogía el agua de lluvia. Habían visto criaturas maravillo-
sas en la línea superior de ese mar, animales que, incapaces de salir
de la costa superior del océano, eran fáciles de atrapar y proporcio-
naban a la expedición una comida deliciosa.
Los hombres que regresaron fueron honrados y festejados. Los
líderes científicos dieron conferencias públicas y charlas a asociacio-
nes científicas. Eran considerados como los descubridores del mundo
exterior.
¿Quién se atrevería a iniciar una investigación sobre lo que queda
por descubrir bajo la línea superior del océano mundial? Pero, en lu-
gar de poner fin a los viajes exploratorios, esta expedición fue el co-
mienzo de intentos cada vez más audaces de explorar el mundo.
En menos de un año partió otra expedición, equipada con los me-
dios necesarios para sumergirse bajo la línea superior del océano en

― 50 ―
pequeñas embarcaciones herméticamente cerradas. Los hombres re-
gresaron con descripciones de animales vistos bajo el espejo del
océano y hablaron de peleas entre estas criaturas. Podría ser más sen-
cillo llamar a todos estos animales que viven bajo el agua simple-
mente “peces”, pero no debes pensar que los monstruos marinos di-
fieren entre sí sólo en grado. Por el contrario, varían mucho en forma
y tamaño. Algunos son casi redondos, otros tienen forma de lanceta
y otros son irregulares. Algunos parecen tener tentáculos largos, y
una de estas criaturas una vez logró controlar el pequeño barco de
investigación de la expedición. La tripulación ya había abandonado
toda esperanza cuando la bestia se soltó repentinamente y se hirió en
una de las esquinas afiladas del barco. Las aguas se volvieron rojas
con su sangre, pero no se pudo determinar si la criatura pereció, ya
que rápidamente desapareció de la vista.
Nuevas expediciones fueron equipadas para descender al fondo
del océano. Aquí se encontró una vegetación fantástica y lujuriosa en
la que un hombre podía enredarse fácilmente. Incluso era posible per-
forar en el fondo del océano y allí se encontró que el suelo estaba
formado por una sustancia dura que llamamos “piedra” o “roca”.
En otras palabras, el “límite inferior” del mundo ha sido realmente
descubierto y sólo los filósofos seguían hablando sobre el espesor o
la delgadez de la capa rocosa, ya sea que se trate de una masa infinita
o que oculte algo más, por ejemplo, un espacio abierto, otro mundo,
o lo que sea. Por el momento, la ciencia no ha podido responder a
esta pregunta.

5 El viaje alrededor del mundo


La coincidencia a veces puede jugar un papel inesperado en la
historia. Es obvio que una expedición científica, dotada de grandes
esfuerzos y gastos y que supone un gran peligro para sus miembros,
no siempre produce resultados proporcionales, pero que un viaje ex-
ploratorio bastante sencillo resulta ser de excepcional importancia
para la ciencia es sorprendente. Sin embargo, esto es lo que ocurrió
con un viaje que había sido realizado, no por una expedición cientí-
fica de expertos, sino por dos vacacionistas como resultado de una
apuesta.

― 51 ―
En cierta ciudad había una sociedad llamada “Club de Cuadra-
dos”, porque sólo los cuadrados eran elegibles para ser miembros. El
club incluía a dos personas muy viajeras que eran fanfarrones de re-
nombre. Una vez, cuando la conversación volvió a tratar el tema de
los países y pueblos extraños, sus amigos los enfrentaron, alentando
a cada uno de ellos a establecer de una vez por todas cuál de los dos
había viajado más. Se designó un comité como árbitro, pero pronto
se enfrentó a un grave problema. Al parecer, uno de los dos caballe-
ros, el Sr. Orientalis, ha visitado más países y ha llegado a conocer a
más gente, pero el otro, el Sr. Occidentalis, ha estado más lejos de
casa. Uno de estos dos debe recibir el más alto honor, y después de
largas deliberaciones el comité sintió que el Sr. Occidentalis era el
ganador. El Sr. Orientalis gritó entonces que sabía cómo viajar mu-
cho más lejos de lo que lo había hecho su rival. El resultado fue una
apuesta. Ambos hombres harían un viaje ―Orientalis al este, Occi-
dentalis al oeste―. Sus respectivos informes determinarían a quién
debe dirigirse el más alto honor.
Orientalis había decidido tomar unas largas vacaciones y hacer un
largo viaje de varias semanas, pero cuando supo que su oponente
aparentemente se estaba preparando para un verdadero viaje de ex-
ploración, adquirió un equipo igualmente elaborado. Luego arregló
sus asuntos de tal manera que pudiera mantenerse alejado tanto como
un año si fuera necesario.
Al llegar el día señalado, los miembros del club se reunieron, el
presidente pronunció un discurso que impresionó a ambos hombres
con la seriedad de su empeño, y después los trotamundos partieron
en direcciones opuestas.
Las diversas posibilidades de esta aventura fueron el tema princi-
pal de conversación en el club y los socios a menudo especulaban
sobre dónde podrían estar los dos hombres, si seguían adelante o si
ya estaban de camino a casa. Se hicieron muchas apuestas, lo que
indicaba que ninguna de ellas era una opción favorita, y que sus po-
sibilidades eran igualmente altas.
Sin embargo, cuando pasó un año, sin que regresara ninguno de
los dos, los miembros comenzaron a preocuparse. Los dos eran bien
conocidos por su terquedad. Por lo tanto, era posible que cada uno
hubiera ido cada vez más lejos hasta que cayera entre tribus salvajes

― 52 ―
que ahora lo tenían prisionero o quizás lo habían matado. Se consi-
deró un grave descuido que no se hubiera fijado un plazo para com-
pletar su viaje, pues incluso si uno de ellos regresaba, no podía ser
aclamado como el ganador, ya que no había forma de saber si el otro
seguía vivo y aun así informar al club. El presidente propuso enton-
ces que el primero que regresara fuera nombrado ganador; si el otro
regresaba más tarde de un viaje más largo, se le podría dar una cele-
bración extra. Esta propuesta fue bien recibida, pero pasaron los días,
luego las semanas e incluso los meses, hasta que finalmente pasó un
segundo año. La preocupación aumentó; el caso ahora sólo se discu-
tía en susurros, como si la conversación se refiriera a hombres muer-
tos. Se sintió algo de culpa por su muerte, ya que habían sido obliga-
dos a arriesgar esta aventura sin sentido.
Pasó un tercer año y nadie se atrevió a decir una palabra más sobre
el doloroso tema. Pero unos meses más tarde, los dos viajeros, su-
puestamente perdidos y que se habían ido para siempre, entraron en
el club y se sentaron entre sus amigos como si nada hubiera pasado.
El Sr. Orientalis anunció que su amigo había ganado la apuesta y el
resto del día no dijo una palabra más.
No fue hasta mucho más tarde que dieron un informe detallado
sobre sus experiencias, que fueron tan inusuales que todo el mundo
científico se involucró. ¿Qué fue lo que realmente sucedió? Orienta-
lis se dirigía al este. Al igual que su oponente, había llevado un me-
didor de gravedad preciso para ayudar a mantenerlo en un rumbo
recto hacia el este. Cada vez que el instrumento indicaba un valor
ligeramente menor, significaba que había virado un poco más al
norte; si la atracción de la gravedad aumentaba, era una señal de que
se había alejado hacia el sur.
Durante muchos meses vagó de ciudad en ciudad, de país en país.
Al principio los países estaban familiarizados y civilizados, pero más
tarde entró en áreas de gente más primitiva que miraba al viajero del
mundo con asombro asombrado. Dado que las personas menos desa-
rrolladas, que naturalmente ven un cuadrado sólo en raras ocasiones,
suelen tener un respeto ilimitado por las criaturas más desarrolladas,
a las que ven como curanderos hábiles, y pueden viajar con facilidad.
Dondequiera que iba era honrado como el infalible curandero. A me-
nudo se le llamaba a la cabecera del enfermo, y si un paciente se

― 53 ―
recuperaba, recibía el crédito. Cuando no había cura, esto se atribuía
a los espíritus malignos.
Y así siguió de pueblo en pueblo hasta que su viaje llegó a un final
repentino. Su movimiento se había visto afectado por un pequeño
accidente y fue acogido con mucho cariño por el pueblo más cercano,
que lo consideraba un mago enviado del cielo.
Aquí continuó viviendo durante meses. Se le dio buena comida y
bebida, pero poco a poco una nostalgia irresistible lo invadió. ¿Iba a
desperdiciar el resto de su vida en el exilio? ¿Con triángulos puntia-
gudos e incluso irregulares? Aunque aquí era venerado como un dios,
ese honor, que le fue otorgado por los pueblos primitivos, significaba
muy poco. Si tan sólo hubiera alguien cerca con sus propios antece-
dentes y desarrollo, podría aguantar aquí; pero estaba completamente
solo en medio de una tribu primitiva.
A menudo trataba de mantener el espíritu en alto argumentando
que vivía feliz aquí, ya que podía dar felicidad a un pueblo tan sub-
desarrollado que realmente debía ser considerado como un niño, pero
eso no ayudó mucho; su humor negro se incrementó con el tiempo.
Comenzó a recuperarse y pronto pudo moverse de nuevo; al prin-
cipio sólo dio unos pasos cortos cerca de su casa, pero después de un
tiempo volvió a ser él mismo y a veces hizo viajes de un día entero
para mantenerse en la práctica. Fue lo suficientemente sabio como
para esperar hasta estar completamente sano y ya no se cansó de ca-
minar. Entonces llegó el momento de irse, pensó, y quería volver a
casa. El largo período de descanso había matado todo su deseo de
viajar. Su oponente tenía que haber regresado hace mucho tiempo y
ahora estaría contando coloridas historias sobre los muchos países y
pueblos que había visto. Podía imaginarse a los miembros del club
sentados alrededor del narrador y escuchando atónitos sus cuentos.
¿Pero qué pensarían de él? ¿Que había ido mucho, mucho más lejos
y que por lo tanto debía ser nombrado el verdadero ganador? ¿O pen-
sarían que se había ido para siempre?
Estas especulaciones le hicieron sentirse mal, no tanto por él
mismo como por su competidor, que perdería el honor debido a este
último. Pero pronto él, Orientalis, podría viajar de nuevo y volvería
lo antes posible, entraría en el club, marcharía directamente hacia su
amigo y lo saludaría como el ganador.

― 54 ―
Por un breve instante se le ocurrió pensar que podría proclamarse
vencedor. Podía inventar algunas historias sobre gente extraordinaria
y países únicos donde ni un cuadrado ni un polígono habían puesto
nunca un pie, pero su honestidad no se lo permitía. Tendría que ser
un mentiroso endurecido para reconocer una aclamación inmerecida
por el resto de su vida a expensas de Occidentalis Hasta el fin de sus
días y quizás incluso durante muchos siglos después de eso.
Por fin se sintió preparado para emprender el viaje de regreso. Se
preparó en silencio y a hurtadillas, por temor a que los nativos se
resistieran a dejarlo ir. Y, de hecho, se dieron cuenta rápidamente por
su comportamiento que algo estaba en el aire y lo que estaba pasando.
Continuaron mostrándole amabilidad, pero una especie de guardaes-
paldas se instaló silenciosamente a su alrededor, ostensiblemente
para su propia protección, pero en realidad para evitar que llevara a
cabo sus planes de fuga.
Cuando se dio cuenta de que cualquier partida no anunciada es-
taba fuera de discusión, anunció su plan abiertamente al jefe de la
tribu. Dijo que estaba muy agradecido por toda la hospitalidad de la
que había disfrutado y por el cuidado fino y amoroso que había reci-
bido durante su enfermedad, pero que estaba bien de nuevo y que
ahora tendría que despedirse.
El alcalde de la aldea, como podemos llamarle, le dijo a quema-
rropa que esto era imposible, que había sido enviado por los cielos
para curar a los enfermos de la aldea, y que no había indicios de que
la Providencia hubiera cambiado de opinión. Como jefe de la tribu,
por lo tanto, se opondría activa y enérgicamente a cualquier intento
de partida del gran curandero.
Los argumentos y las protestas no sirvieron de nada, simplemente
no se le permitió ir y lamentó no haber sido aún más cuidadoso con
sus preparativos. Estaba bajo la más estricta custodia, sus paseos se
limitaban a “una vuelta a la manzana”, y la vida se volvió más abu-
rrida que nunca.
Mientras revisaba con desánimo sus posibilidades, un pequeño
rayo de esperanza surgió en su interior. ¿No era posible, se preguntó
a sí mismo, que se hubiera enviado una expedición de rescate para
encontrarlo? Cuanto más lo pensaba, más probable parecía, y decidió
usar esto como argumento para su liberación. Se dirigió perentoria-
mente al alcalde y lo amenazó con medidas de represalia mediante

― 55 ―
órdenes superiores si seguía oponiéndose a su partida. Otra divinidad
aparecería, dijo, más poderosa que él para liberarlo. Pero todas sus
palabras fueron en vano.
De todos modos, el rescate llegó, no desde el oeste, sino desde el
este. Su rival, Occidentalis, que había viajado en la dirección opuesta,
se encontró con él aquí, en este lejano pueblo de salvajes. En el mo-
mento en que el rumor llegó al asentamiento de que se acercaba otra
plaza, la población se preparó para celebrar. Se dispusieron a recibir
a la nueva divinidad con música y regalos para ponerlo de buen hu-
mor. Se le permitió ir a ver a su colega y los dos se saludaron muy
cordialmente. Unos días después se fueron. Nadie se opuso a su par-
tida.
Durante todo el camino de regreso, los dos viajeros trataron de
explicar el milagro de cómo alguien que viajaba hacia el oeste podía
regresar desde el este. No pudieron encontrar una solución y decidie-
ron presentar el misterio a los socios del club una vez que regresaran
a casa. Conviniendo en que el día de su llegada no era el momento
más apropiado para estos problemas, entraron en el edificio del club
con un simple “¡Caballeros, aquí estamos!”. Orientalis declaró sim-
ple y concisamente que su amigo era el ganador, después de lo cual
ninguno de los dos dijo una palabra más sobre el asunto.

6 La Tierra es redonda
Al principio el misterio dio lugar a muchos debates infructuosos
en el Club de Cuadrados, pero se convirtió en un tema popular en
todas partes en el momento en que el público se enteró de ello. Todos
trataron de explicar el milagro, pero fue sólo después de que el
mundo científico se interesó que se encontró una respuesta al rompe-
cabezas. Fue un profesor de la universidad de mi ciudad natal, el Dr.
X. Pert, un científico brillante, quien encajó las piezas por primera
vez, y su solución se puede resumir muy simplemente con unas pocas
palabras: “Nuestra tierra es redonda.”
La dirección hacia arriba, o “norte” como la llamamos, la direc-
ción que va en contra de la fuerza gravitacional, no es la misma para
todos los mortales. Cuando dos plomadas están suspendidas a cierta
distancia una de otra, parecen correr paralelas la una a la otra, pero

― 56 ―
las dos direcciones se intersectan en un punto que, aunque lejano,
está todavía dentro de una distancia finita: el centro de la tierra.
¡Nuestra tierra es redonda! En el sur hay un núcleo rocoso alrede-
dor del cual se extiende el océano de la tierra, lleno de extraños y
maravillosos peces. Esto es seguido por la atmósfera, en la cual pri-
mero tenemos la zona de los bosques tropicales. Más hacia el exterior
se encuentra la zona habitable en la que se encuentran las diversas
ciudades y pueblos, habitados por los civilizados y también por per-
sonas menos civilizadas.

Nuestro mundo-disco. El círculo exterior representa el límite


de la atmósfera, que en realidad no está tan claramente
definido.

Un residente de Spaceland podría compararnos con los pájaros,


porque podemos movernos en todas ―es decir, en dos direcciones―
dentro de la atmósfera. Y puede que tenga razón, aunque no necesi-
temos alas para movernos en nuestro bastante débil campo de grave-
dad. No se discutirá aquí cómo se produce este movimiento en las

― 57 ―
direcciones horizontal oeste-este y vertical norte-sur. Los interesados
deberán consultar uno de nuestros trabajos académicos en biología.
Otro erudito profesor, el Dr. Newtone, descubrió que la gravedad
debe ser atribuida al centro de la tierra. Su enorme masa atrae a todos
los cuerpos, tanto vivos como muertos. Causa que las gotas de lluvia
caigan hacia abajo hacia el centro y allí para formar el océano. La
evaporación restaura la humedad del aire. Una serie de condiciones
meteorológicas se combinan para formar nubes, a partir de las cuales
aparece la lluvia, y ese es el ciclo del agua.
Por supuesto, surge inmediatamente la pregunta de por qué no se
está cayendo todo. Los objetos sólidos como las casas y los edificios,
y las plantas como los árboles individuales y los árboles del bosque,
se quedan en su sitio y no muestran ninguna inclinación a hundirse.
La respuesta no es tan fácil, y tal vez sea mejor que lo deduzca de las
leyes naturales. Sin embargo, esto no altera el hecho de que se han
elaborado teorías científicas para explicar el fenómeno. Estaré en-
cantado de tocar el tema en pocas palabras, pero esta teoría en parti-
cular es tan complicada que no necesita preocuparse si no la entiende.
Considere por un momento que todos estos objetos sólidos están des-
cansando en un espacio paralelo a nuestro mundo; en otras palabras,
están sujetos a una lámina plana, directamente al lado del plano de
nuestro espacio. Admito que esta hipótesis ―no es más que una mera
suposición― es extremadamente difícil de comprender para un lego,
aunque no es tan difícil para una criatura tridimensional como lo es
para nosotros. Por lo tanto, señalemos simplemente como un hecho
que los árboles y las casas se quedan en su sitio, y no hay duda de
que lo hacen.
Los científicos pronto se sintieron cómodos con la teoría de la
vuelta al mundo, pero el público en general siguió teniendo proble-
mas con ella durante mucho tiempo. No podían entender que cual-
quiera que viajara hacia el oeste, siempre hacia el oeste, finalmente
regresaría desde el este. Se preguntaron si realmente había sucedido
de esa manera y si las plazas no se estaban burlando de todo el
mundo. Además, si sucedió, ¿por qué se necesita una teoría tan com-
plicada para explicarla? Sin embargo, los científicos no habían estado
sentados quietos y realizaron demostraciones claras que demostraban
que dos líneas norte-sur trazadas en diferentes lugares de nuestro

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mundo no son perfectamente paralelas entre sí. Pero en lo que res-
pecta al público en general, la repetición del viaje alrededor del
mundo fue aún más convincente. De hecho, estos viajes ya no son
inusuales y se realizan regularmente tanto hacia el este como hacia
el oeste.
Sin embargo, un problema seguía sin resolverse. ¿Tiene la atmós-
fera un límite superior o sigue rarificándose, hasta el infinito? Nadie
pudo dar una respuesta satisfactoria. Los argumentos de los eruditos
y científicos se contradicen entre sí y no satisfacen a nadie. Viajar
hacia el norte implicaba obstáculos insuperables. La atmósfera se
vuelve demasiado delgada para respirar. Se hicieron serios esfuerzos
por parte de deportistas especialmente entrenados, pero todo lo que
pudieron reportar fue que la atmósfera se vuelve más ligera a medida
que uno sube y que la visibilidad aumenta.
El viaje de Aerosalta fue un acontecimiento histórico. Era una jo-
ven atlética que, interesada en crear una sensación, decidió servir a
la ciencia con la esperanza de hacerse famosa. Ciertamente lo logró,
pero también la ciencia se benefició de sus esfuerzos.
Aerosalta había leído que era imposible moverse en las partes su-
periores de la atmósfera por falta de aire. Debes entender esto clara-
mente: nuestro organismo es capaz de permanecer vivo en estas ca-
pas atmosféricas enrarecidas, e incluso podemos durar por un corto
tiempo en un vacío total, pero nuestras funciones de movimiento es-
tán desactivadas, por así decirlo. Nuestra acróbata concibió la idea
de dejarse catapultar hacia arriba por medio de un mecanismo espe-
cialmente construido.
Comenzó entrenándose a una altitud moderada, primero a baja
velocidad y luego a velocidades mayores. Esto no estaba del todo
exento de peligro. A pesar de que sus sesiones de práctica tuvieron
lugar fuera de la ciudad, viajeros inocentes estuvieron a punto de
convertirse en víctimas de su aventura. El contacto con una “mujer
voladora” es, por supuesto, fatal al instante. Afortunadamente, todo
salió bien. Con una velocidad de vértigo, la dama voló justo entre dos
personas, que escaparon ligeramente con sólo un susto. Por casuali-
dad, se trataba de una delegación de notables que se dirigía a un país
vecino para resolver algunas diferencias allí. Lo primero en lo que
pensaron fue en un ataque a sus vidas. Se inició una investigación de

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inmediato y todos se sintieron muy aliviados al descubrir que no ha-
bía habido ningún complot malvado. Pero aún así se pensó que era
mejor poner fin al peligro con un ejemplo contundente y se exigió la
pena de muerte para la niña imprudente.
Afortunadamente para ella, la corte fue más generosa y le dio una
sentencia de por vida en su lugar. Su abogado pidió clemencia e hizo
un largo alegato. Durante su discurso siguió tocando con toda tran-
quilidad el instrumento catapultador que estaba allí como corpus de-
licti. Como los jueces lo miraban con bastante ansiedad, dirigió el
mecanismo, que entretanto había estirado para la acción, hacia la
ventana. Con un salto su cliente saltó sobre él, su abogado hizo un
movimiento de sobresalto que liberó el resorte, y como una flecha de
su arco Aerosalta salió volando por la ventana y hacia el espacio.
Es comprensible que se desatara una gran consternación en la sala
del tribunal. La policía y los agentes de policía fueron enviados in-
mediatamente para encontrar a la joven fugitiva y traerla de vuelta,
pero todo fue en vano. Aunque el abogado afirmaba no haber actuado
con premeditación y había que creerle ―su profesión era la piedra
angular de nuestra jurisprudencia―, la dirección del disparo se había
calculado con mucha precisión. La viajera espacial había volado en-
tre las casas y los árboles, aterrizando lejos en un bosque donde “por
una extraña coincidencia” se había colocado una red resistente entre
los árboles.
Los jueces, por supuesto, desconocían este último hecho, y como
el abogado parecía estar tan sorprendido como ellos, no despertó la
más mínima sospecha. La viajera espacial fue condenada a muerte en
rebeldía. El mecanismo debía ser confiscado y destruido. No sé si
esto sucedió, pero es un hecho que poco después los ejercicios de
lanzamiento con la catapulta y la red de seguridad se reanudaron en
una zona solitaria. Cuando Aerosalta se sintió suficientemente entre-
nada, se fue con su personal, incluido su abogado, con el que ya es-
taba casada, a las regiones más altas, lo más al norte posible, justo en
la frontera, donde una criatura viva todavía puede respirar con bas-
tante facilidad. Un buen día, cuando las condiciones atmosféricas
eran favorables, dio el salto. La catapulta se orientó hacia el norte y
se extendió lo más posible. Aerosalta se sentó en su asiento, y cuando
dio la señal, el resorte saltó y ella voló directamente hacia lo desco-
nocido.

― 60 ―
De acuerdo con su descripción, comenzó a hacerse más ligera a
su alrededor. La niebla se hizo más delgada, de modo que comenzó
a ver los objetos muy claramente a gran distancia. Debajo de ella, el
mundo habitado se extendía sorprendentemente lejos. ¡Era una vista
magnífica! Pero una imagen muy extraña se desplegó sobre ella,
¡nunca vista hasta entonces por ninguna criatura viviente! El firma-
mento no estaba vacío; a grandes distancias y en muchas direcciones
diferentes se podían ver otros mundos, algunos cerca, otros más allá,
otros muy lejos.

Hay muchos mundos en nuestro espacio. Nuestro propio


mundo-disco no es más que uno de ellos.

A su regreso al mundo habitado se le rindió un exuberante home-


naje. Los jueces indignados trataron de hacer que la justicia sigue su
curso, pero la opinión pública se opone firmemente y el mundo de la
ciencia también hace saber que nada puede derivarse ni de la pena de
muerte ni de la prisión perpetua. El más alto nivel de los rangos sa-
cerdotales emitió un veredicto que debía ser aceptado como ley, y
correspondía a los jueces ver cómo podían componer de tal manera

― 61 ―
que salvaran la reputación. Hace mucho tiempo que lo he olvidado;
el público ya no estaba interesado en saber cómo lo hicieron.
El viaje de la mundialmente conocida Aerosalta se repitió y no
tardó mucho en determinar que existen muchos más mundos en nues-
tro universo además de nuestro propio disco mundial. No se sabe si
los otros discos celestiales están habitados. Podemos filosofar todo
lo que queramos, pero eso no nos acerca a la respuesta. Y no pode-
mos ir allí porque no tenemos los medios. Tal vez será posible más
adelante cuando la ciencia haya descubierto formas de transportarnos
a través del vacío espacial.

7 Nochevieja
Era Nochevieja y estábamos todos reunidos en un círculo familiar
mientras les contaba a mis nietos el cuento de hadas de Blancanieves
y los Siete Enanitos. Los mayores también escuchaban atentamente
la emocionante historia. Me detuve un poco en la encantadora y de-
licada línea de Blancanieves y le conté que la madrastra también ha-
bía sido una línea delgada y llamativa cuando era joven y que incluso
ahora se consideraba como una línea delgada para su edad. Pero
Blancanieves fue la ganadora tanto en tamaño absoluto como en pro-
porción a su longitud.

Blancanieves y los siete enanitos. A la izquierda, la bruja; a


la derecha, el príncipe.

Mi nieta me preguntó cómo esa madrastra podía convertirse en


bruja tan fácilmente. Le expliqué que ella conocía el arte de curvar
su cuerpo bruscamente, cambiando así de ser una mujer delgada y

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hermosa a una monstruosidad fea, ¡y eso era suficientemente claro
para los niños!
Mi nieto menor quería saber cuántos lados tenía el príncipe. Era
una pregunta difícil. En las viejas historias, los príncipes y reyes sólo
tienen unos pocos lados como regla, a veces seis u ocho. Pero no se
puede inventar un príncipe de seis caras para niños que pueden tener
ocho caras. Y sin embargo, tampoco se le pueden dar demasiados
lados. Si se habla de un cuadragésimo octavo, a los ojos de un niño
se aproxima bastante a un sacerdote. Por lo tanto, me he acostum-
brado a dar a todos los príncipes doce lados, que es lo que he hecho
esta vez, sin oposición alguna.
Cuando la historia terminó, se produjo un largo silencio. Pero de
repente mi nieto mayor habló: “Abuelo, dinos algo más.”
“¿Qué clase de cuento de hadas quieres que te cuente?” Le pre-
gunté.
“No, no es un cuento de hadas, por favor, cuéntanos algo sobre
nuestro mundo, sobre el viaje de Aerosalta y todas las cosas que ella
sabía.”
Esa pregunta me gustó bastante. Era la primera vez que lo veía
interesarse por los problemas científicos. Con mucho gusto accedí a
su petición y le conté sobre la arriesgada aventura emprendida por
nuestra pionera y el maravilloso mundo que había visto en los cielos.
Les expliqué cómo había sido posible después de varios intentos su-
cesivos permanecer más tiempo en los límites de nuestra atmósfera
y determinar la dirección de los otros mundos.
Tuve una audiencia atenta y cuando pensé que les había dado un
esquema completo del universo con sus varios mundos, se produjo
un silencio general.
Uno de los niños quería saber si todos esos mundos, que parecían
ser discos celestes como los nuestros, estaban habitados. Hablé largo
y tendido sobre el tema y expliqué que no podíamos saberlo. Nues-
tros telescopios no eran lo suficientemente potentes para observar
criaturas vivientes en otros discos celestes, que además estarían en-
cerrados en una atmósfera densa. Si los habitantes serían criaturas
pensantes como nosotros, triángulos y polígonos regulares, eso era
muy cuestionable.
De repente mi nuera comentó: “Tal vez las mujeres tienen forma
de círculo y los hombres tienen líneas rotas en tres partes.”

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Eso levantó una tormenta de protestas. Suponer que las mujeres
tendrían la forma reservada en nuestro mundo para la forma más no-
ble de los hombres, y pensar que los hombres podrían tener la forma
de mujeres criminales, brujas dobladas en tres lugares, eso fue dema-
siado para los chicos.
Pero mi nuera tenía razón. Le expliqué cómo es posible que otros
discos del mundo estuvieran sujetos a leyes naturales completamente
diferentes que dictaban las formas de sus habitantes. ¡Tal vez las cria-
turas más nobles allí eran polígonos irregulares!
Esto también despertó mucha indignación. Mi público juvenil po-
día imaginar que horribles dragones o enanos o gigantes vivían en
otros discos del mundo e incluso que podría haber mundos poblados
sólo por círculos, pero que una irregularidad podría ser una criatura
civilizada y respetable estaba fuera de discusión.
El reloj dio las diez en punto muerto para los niños. Después de
un deseo de Año Nuevo, toda la tropa fue enviada a la cama. Me
quedé con mi hijo mayor.
Después de haber estado sentados en silencio durante un rato, mi-
rando el fuego, dijo repentinamente: “Papá, esta tercera dimensión
sobre la que tu abuelo escribió su famoso libro, ¿existe realmente?”
“¿Qué quieres decir?” Le pregunté.
“Bueno,” dijo, “quiero decir esto: ¿Existe realmente ese espacio
tridimensional con todas sus extrañas criaturas como Esferas y Cubos
o es ficción?
“¿Pero leíste por ti mismo en el libro de mi abuelo que había re-
cibido una visita de una Esfera, una criatura de Spaceland? ¿Qué otra
prueba necesitas?”
“Sí, claro, escribió sobre esa visita desde la Esfera, pero ¿no era
eso algo para animar su historia? ¿No era una invención? Podemos
visualizar una tercera dirección perpendicular a nuestras dos direc-
ciones conocidas, pero ¿existe realmente la tercera dimensión o es
sólo una imagen, muy interesante e importante para los filósofos qui-
zás, pero sin ninguna realidad?”.
No podría decir mucho en contra de esto. Yo mismo siempre ha-
bía considerado toda la historia de la visita de la Esfera como ge-
nuina, nunca lo había dudado de hecho, pero entonces era cierta-
mente posible que mi abuelo hubiera inventado la historia para hacer
que su argumento fuera un poco más colorido. Y sin embargo, no

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podía creerlo, porque no podía convencerme de que él habría tenido
el valor y la fuerza de pasar el resto de su vida en prisión, muriendo
finalmente allí, por una suposición ficticia, aferrándose obstinada-
mente a un concepto matemático irreal.
“Mira,” continuó mi hijo, “podemos imaginar a Lineland donde
todas las criaturas son rectas más largas o más cortas, moviéndose a
lo largo de la línea recta que es su mundo y en la que no pueden
cruzarse entre sí. Tal Linelander puede visualizar sólo una dirección,
y cuando le hablas de una segunda dirección perpendicular a su pro-
pio mundo, él no sabe de lo que estás hablando. Si fuera un genio de
las matemáticas, podría llegar lo suficientemente lejos como para en-
tender el siguiente razonamiento: Cuando uno se mueve un punto un
poco, se establece una línea con dos puntos finales. Si la línea se
mueve ahora una distancia igual perpendicular a su dirección, se ob-
tiene un cuadrado que tiene cuatro ángulos y está bordeado por cuatro
lados”.
“No creo”, interrumpí, “que un Linelander sea capaz de entender
eso. A tal criatura le falta el entender el concepto perpendicular que
es básico para este razonamiento”.
“Concedido, esto es sólo una suposición. En otras palabras, tal
genio matemático no puede existir en Lineland. Esa comprensión
matemática no se puede esperar de seres tan primitivos. Pero noso-
tros, las criaturas bidimensionales, estamos familiarizados con el
concepto y, por lo tanto, los más brillantes de entre nosotros podrían
seguir el argumento. Y así vamos aún más lejos y visualizamos el
movimiento del cuadrado en una tercera dirección, una dirección que
no podemos observar. Por lo tanto, podemos concebir un movimiento
de este tipo, aunque no podamos visualizarlo. El cuadrado ha sido
movido a una distancia igual perpendicular a nuestro espacio. El re-
sultado es un cuerpo tridimensional, un sobrecuadrado o cubo, un
objeto de forma regular que tiene ocho ángulos y doce líneas de
borde”.
“¿Por qué doce?” Le pregunté. Esta pregunta estaba dirigida es-
pecíficamente a averiguar si mi hijo simplemente estaba hablando de
la información tal como la había aprendido o si realmente podía en-
tenderla y discutirla.
“Bien”, dijo, “el cuadrado de la primera posición tenía cuatro lí-
neas fronterizas, y en la última posición también tiene cuatro. Juntos

― 65 ―
hacen ocho. Además, los cuatro vértices al moverlos describían cua-
tro líneas más, de modo que el cuerpo tridimensional tiene doce lí-
neas límite”.
“Doce bordes, como dicen en Spaceland”, interpuse. “Pero lo más
extraño de todo” ―continuó mi hijo― “es el hecho de que este cubo
está bordeado por planos, cuadrados, seis en número, de los cuales
cada punto, incluso los que están dentro del cuadrado, están situados
en el exterior del sólido. Los Flatlanders no podemos imaginarnos
que un punto dentro de un cuadrado puede estar en el exterior de un
cuerpo, pero así es. Por lo tanto, un cubo tiene ocho vértices, doce
bordes y seis planos laterales, de los cuales todos los puntos, inclui-
dos los interiores, están situados en el exterior del cubo”.
“No hay nada malo en esa línea de pensamiento”, proseguí, “pero,
¿pueden continuar y decirme qué tipo de objeto se crea si el cubo se
mueve ahora en una cuarta dirección, perpendicular a las otras tres
direcciones?
“Se convertiría en un cuerpo de cuatro dimensiones que podría-
mos llamar un hipercubo”, dijo mi hijo. “Por supuesto que no pode-
mos visualizar esto.”
“No, pero las criaturas tridimensionales tampoco pueden visuali-
zarlo, sólo pueden concebirlo a través de su razonamiento, así como
nosotros sólo podemos concebir un cubo, pero no visualizarlo. Pero
preguntémonos por un momento por qué elementos está bordeado
este hipercubo”.
“Naturalmente tiene dieciséis vértices, porque el cubo tenía ocho
en la primera y también en la nueva posición, es decir, dieciséis en
total.”
“Bien, ¿y cuántos bordes?”
“Treinta y dos”.
“¿Por qué?”
“Bueno, el cubo original tiene doce bordes, el movido también.
Ya son veinticuatro. Además, los ocho vértices han descrito cada uno
una línea, también bordes del hipercubo. Eso hace un total de treinta
y dos”.
“¿Y cuántas caras laterales?”
“Veinticuatro, es decir, seis del cubo original, seis del desplazado,
mientras que cada uno de los doce bordes formaron una cara lateral
adicional durante el traslado. Un total de veinticuatro.”

― 66 ―
“¿Eso lo termina?”
“¡No es probable, el punto más importante está por venir! El hi-
percubo está bordeado por ocho cubos laterales. Los seis planos la-
terales del cubo han formado cada uno un cubo. Junto con el original
y los cubos movidos, eso hace ocho cubos. Por lo tanto, un hipercubo
está bordeado por ocho cubos laterales de los cuales todos los puntos,
también los interiores, están situados en el exterior del cuerpo del
hipercubo. Por supuesto que no podemos visualizar eso”.
“Tampoco las criaturas tridimensionales.”
“Podemos seguir así”, dijo mi hijo, “y hacer que el hipercubo se
mueva en una quinta dirección, pero ya no está muy claro qué tipo
de cuerpo aparecería entonces”.
“Todavía es posible” ―respondí― “un cuerpo de cinco dimen-
siones, de forma muy regular, bordeado por treinta y dos vértices,
ochenta bordes, ocho caras laterales, cuarenta cubos laterales y diez
hipercubos laterales. Pero admito que ahora se vuelve más y más
complicado”.
Después de eso ambos estuvimos en silencio, perdidos en nues-
tros propios pensamientos. Estaba orgullosa de mi hijo, que real-
mente tenía una sólida visión de la geometría de las dimensiones su-
periores, un tema en el que muchos miembros de nuestra familia se
habían especializado. Es una especie de tradición familiar en honor
a nuestro gran antepasado, Square, que se hizo tan famoso después
de su muerte.
Mi hijo fue el primero en romper el silencio, preguntando: “To-
davía no sabemos si todo esto es simplemente una hipótesis aislada,
un juego matemático, o si realmente existe una tercera dimensión.
¿Mi bisabuelo fue realmente visitado por la Esfera o es sólo una anéc-
dota bien trabajada?” No teníamos idea de que obtendríamos la res-
puesta a esta pregunta tan rápido.

8 La Esfera Reformada
El reloj dio las doce de la noche y el gran momento que tantos
esperaban cada año había llegado. Puede que te parezca extraño que
mi familia ya no estuviera reunida en un círculo alrededor de la chi-
menea, pero pensamos que era mejor que los niños no se acostaran

― 67 ―
tan tarde. Por lo tanto, habíamos adelantado un poco la ceremonia y
celebramos la llegada del nuevo año con unas horas de antelación.
Como es nuestra costumbre, habíamos comido los círculos de masa,
un manjar muy apreciado por los niños, pero en el que los adultos
también pueden atiborrarse. Yo había contado un cuento de hadas, y
en general, pensamos que el cambio de años se había celebrado de
esta manera. Y eso terminó la fiesta para los niños.
Los adultos podían reunirse de nuevo, pero habíamos decidido no
hacerlo. El mismo instante de viejo-a-nuevo es sólo arbitrario, des-
pués de todo, y todo depende de nuestra propia división del tiempo y
nuestro calendario cuenta si este momento ―de lo contrario, no es
diferente de cualquier otro― se considera importante.
Así que el círculo familiar ya se había dispersado y yo estaba ha-
blando con mi hijo mayor sobre la tercera dimensión. Todos los de-
más ya se habían retirado a sus diferentes instalaciones para dormir,
cuando de repente sucedió. Me pareció oír un ruido extraño, un cru-
jido o un zumbido. Incapaz de averiguar de donde venía, miré a mi
alrededor.
“¿Tú también lo oíste?”, preguntó mi hijo.
“Sí, pero ¿qué es?” Me preguntaba.
“No sabría decirte. No puedo imaginarme de dónde salió ese
ruido”.
“Yo tampoco puedo.”
Sin embargo, esto se resolvió de inmediato. Entre nosotros apare-
ció un punto que se expandió rápidamente, convirtiéndose en un
círculo que se hizo más grande. Pero después de un tiempo empezó
a disminuir de nuevo, primero lentamente, luego más rápidamente,
hasta que se convirtió en un punto una vez más y finalmente desapa-
reció.
Nos miramos, sorprendidos, pero no asustados.
“Esa era la Esfera”, dijo mi hijo.
“Yo también lo creo”, estuve de acuerdo.
“¡Entonces es verdad!” continuó.
“Sí”, dije.
Así que no había sido una mera hipótesis, sino la verdad. ¡Mi
abuelo había conocido una Esfera real!

― 68 ―
Y ahora oímos una voz misteriosa que decía: “Regresé. Yo soy la
Esfera y me he deslizado a través de su plano. Espera un momento y
verás.”
Y con eso el pequeño punto reapareció, expandiéndose como un
círculo, la sección transversal más grande de la Esfera en nuestro
mundo bidimensional.
Por un momento ambos estuvimos completamente en silencio.
Entonces recordé que era mejor darle la bienvenida a mi invitado de
alto rango, y le dije: “Bienvenido, Su Excelencia, a nuestro mundo
de dos dimensiones.”
“¡Buenos días y feliz año nuevo!”, dijo la Esfera.
“Y lo mismo para ti”, respondí.
“¿No eres tú el nieto de Square que conocí hace muchos años?”,
preguntó mi invitado.
“Sí, así es”, dije con entusiasmo. “Admiro tu inteligencia para po-
der encontrarme entre los miles y miles de hexágonos de nuestro
mundo.”
“No fue fácil, y últimamente he tenido que escuchar a escondidas
muchas conversaciones. En el curso de esto me quedó claro que hay
una actitud totalmente diferente en su mundo hacia la tercera dimen-
sión respecto de lo que había antes. Ya no es un secreto, al contrario,
a todo el mundo le encanta hablar de ello aunque no lo entienda en
lo más mínimo”.
“Esa es una observación precisa”, dije. “Podrías hacer una demos-
tración abierta, como hiciste en tu visita anterior, pero con esta dife-
rencia, recibirías la bienvenida de un héroe”.
“Eso puede ser,” dijo la Esfera, “pero no quiero hacerlo ahora. Y
lo que es más, el tiempo no ha llegado todavía, porque aún no han
pasado mil años”.
“Así es”, le dije, “pero ¿puedo preguntar cuál es la razón de su
visita? Una visita que apreciamos mucho”, agregué apresurada-
mente.
“La pregunta es muy simple. Lo necesitaba. La última vez que le
hice una visita oficial por orden de las autoridades superiores para
que ustedes, los habitantes de Flatland, sean conscientes de las limi-
taciones de su mundo”.
“¿Y esta vez?” Me preguntaba.

― 69 ―
“Esta vez vine a hacer algo bien, lo cual hice mal antes. He enve-
jecido un poco. Aunque las Esferas en Spaceland viven considera-
blemente más tiempo que los Flatlanders, ciertamente no estaré aquí
cuando llegue el próximo milenio. Soy un poco mayor y tengo algo
en mente que es la razón de esta visita”.
“¿Por qué no nos dices lo que piensas?”, le aseguré.
“Si quieres hablar con mi padre a solas,” mi hijo interrumpió, “Me
iré.”
“Por favor, no lo hagas”, fue la respuesta silenciosa. “No tengo
secretos para ti. Puedes quedarte aquí y escuchar también. De sus
conversaciones concluí que eran descendientes del Square con quien
tuve mi última conversación aquí y a quien le mostré las maravillas
de Spaceland. Para mí fue fácil ver que los problemas geométricos
les interesan a ambos, y estoy convencido de que querrán escuchar
mi confesión y estar interesados en lo que me ha sucedido”.
“Mi hijo y yo somos todo atención”, le dije. “Estamos escu-
chando.”
“Recordarán” ―comenzó la Esfera―, “como puede leerse en el
libro de su abuelo ―que, por cierto, también publicamos en Space-
land y que leemos todos los interesados en las propiedades del espa-
cio― que con unas cuantas demostraciones demostré a su abuelo la
existencia de una tercera dimensión, y después, cuando aún no estaba
del todo convencido, lo llevé conmigo a Spaceland, donde podía mi-
rar hacia abajo a su propio mundo”.
“Sí, lo sabemos todo sobre eso”, le dije.
“Entonces probablemente también sepas que tu abuelo finalmente
trató de convencerme de que en la serie de mundos existentes es po-
sible ir un paso más allá y deducir la existencia de un mundo de cua-
tro dimensiones. No quería saber nada al respecto en ese momento y
me molesté. Cuando Square persistió, lo puse de nuevo en su plano
y desaparecí”.
Siguió una larga pausa. Mi hijo y yo guardamos silencio porque
sentimos que no debíamos interrumpir a la Esfera en su confesión.
Después de un tiempo, reanudó su historia: “La pregunta que tu
abuelo me planteó no era infundada desde su punto de vista, y tam-
bién muy comprensible. Para él, que acababa de conocer la existencia
de una dimensión totalmente desconocida hasta ese momento, sería
obvio suponer que uno podría dar un paso más y asumir la existencia

― 70 ―
de una cuarta dimensión, pero a mí me parecía ridículo. Esto también
es comprensible; nunca había experimentado nada inusual a este res-
pecto. Tu abuelo preguntó si mis compatriotas nunca habían sido tes-
tigos de un descenso de criaturas de un orden superior a habitaciones
cerradas. Tuve que admitir que los libros de historia mencionaban
tales incidentes, pero que estos fenómenos eran considerados como
visiones que se originaban en el cerebro del espectador, como resul-
tado de una angularidad confusa. Ahora lo veo diferente.”
Nuevamente se quedó en silencio y no pude resistirme a preguntar
si había recibido la visita de una criatura de cuatro dimensiones.
“Una Hiperesfera me visitó”, contestó, “una criatura de la región
de cuatro dimensiones que es tan extraña para nosotros como una
Esfera lo es para ti”.
“Te lo ruego”, le dije, “por favor, dinos en detalle cómo es que se
produjo. Sin duda, a mi hijo también le interesa mucho”.
Y ahora la Esfera contaba la historia más asombrosa que se puede
contar a una criatura tridimensional. Para nosotros, que ya estamos
acostumbrados a la visita de una Esfera a nuestro espacio, fue menos
extraño.
Contó cómo había estado sentado solo en su habitación cuando
oyó un extraño sonido y de repente, junto a él, mientras la puerta y
las ventanas permanecían cerradas, apareció un punto que crecía y
crecía. Primero se convirtió en una pequeña esfera y finalmente en
una grande que disminuyó de tamaño de nuevo, se convirtió en un
punto y desapareció.
¿Qué había pasado? Una Hiperesfera había cruzado su mundo tri-
dimensional. La sección transversal de un cuerpo de cuatro dimen-
siones en su mundo es una esfera, así como la sección transversal de
una esfera tridimensional en un plano es un círculo. Como sólo po-
demos ver la sección transversal de la Esfera, en otras palabras, un
círculo, sólo podía observar la sección transversal de la Hiperesfera
con su espacio, una esfera.

― 71 ―
La Hiperesfera también realizó otros trucos. Golpeó a la Esfera
muy suavemente dentro de su estómago, porque Spaceland está com-
pletamente abierta para Hiperspaceland así como Flatland está com-
pletamente expuesta a un Spacelander8.
El extraño visitante también sacó objetos de un armario herméti-
camente cerrado.
Entonces la Esfera habló de otro truco que es imposible de enten-
der para nosotros, los habitantes de Flatland. Para asegurar y sujetar
los objetos, los Spacelanders utilizan cuerdas y cadenas. Las cuerdas
están atadas con nudos. Es imposible para nosotros aquí en Flatland
visualizar esto, pero estaremos encantados de confiar en la afirma-
ción de la Esfera de que no es posible aflojar un nudo en una cuerda
si alguien está sosteniendo ambos extremos de esa cuerda. Sin em-
bargo, eso es exactamente lo que la Hiperesfera logró hacer en menos
tiempo del que se tarda en contar.
El otro objeto que mencioné, una cadena tridimensional, consiste
en eslabones: son piezas en forma de círculo o elípticas que se enca-
jan entre sí y que no pueden aflojarse sin abrir un eslabón. Pero el
Hiperesfera desenganchó los enlaces cerrados con facilidad.
Habíamos estado escuchando atentamente las interesantes histo-
rias de nuestro visitante. Había dos razones por las que esta visita era
tan importante para nosotros. En primer lugar, nos enseñó que el re-
lato de mi abuelo sobre su invitado peculiar era la verdad, no ficción,
y en segundo lugar, aprendimos que existe una cuarta dimensión ade-
más de la tercera. Pero lo que más nos gustó fue que la Esfera, a la
que habíamos llegado a apreciar mucho, se había reformado.
Con voz sombría nos contó cómo nadie en su país le creía. Es
cierto, no fue perseguido ni encarcelado, pero simplemente fue ridi-
culizado y la gente dijo que debía haber soñado toda la visita de la
Hiperesfera.
Nuestro invitado estaba obviamente deprimido por esto y recor-
dando el tono de nuestro antepasado Square, contando sus propias
experiencias en su libro, ciertamente podríamos simpatizar con él.

8
Habitante de Spaceland.

― 72 ―
“Estoy muy contento” ―intervine― “de que encuentres un am-
biente de confianza en mi casa donde hay comprensión hacia ti, un
ambiente que no puedes encontrar en tu propio mundo”.
“Gracias por esas amables palabras”, contestó la Esfera.
“Agradezco su simpatía, pero espero que mi mundo tenga pronto
una mejor visión de estos problemas.”
“Nosotros también”, le dije, “pero si eso sucede, esperamos que
no nos olvides. Valoramos mucho sus visitas”.
“Los amigos hechos en la necesidad son realmente amigos,” dijo
nuestro invitado, “y no pueden ser olvidados tan fácilmente.”
Prometió que volvería la próxima Nochevieja para que pudiéra-
mos volver a intercambiar ideas sobre los problemas espaciales. Te-
nía una necesidad apremiante de amistad y no podía encontrarla en
su propio mundo.
Le aseguramos que no tenía que esperar hasta la próxima Noche-
vieja, pero que prefería esa ocasión. Trataría de convencer a sus com-
pañeros Spacelanders de la existencia de una cuarta dimensión y ne-
cesitaría mucho tiempo para ello. En vez de venir al azar, llegaría a
una hora determinada. Algo nuevo, que valga la pena informar, po-
dría haber ocurrido para entonces.
Después de una cálida despedida, desapareció de nuestro espacio.
El círculo se hizo cada vez más pequeño y finalmente desapareció.
Seguimos hablando de ello durante un buen rato después de que
se marchara.
“Es realmente extraño”, observó mi hijo, “que algunas de nuestras
percepciones y actitudes sean más avanzadas que las de las criaturas
tridimensionales. Mi bisabuelo, Square, ya había logrado una noción
adecuada sobre la existencia de una tercera dimensión cuando la Es-
fera ni siquiera estaba lista para creer en la existencia de una cuarta…
y ahora que la creencia en un mundo de tres dimensiones se ha vuelto
común entre nosotros, el público en el mundo tridimensional todavía
se niega a creer en la posibilidad de una cuarta dimensión.”
“Es cierto” ―admití―, “pero no debemos olvidar que la casuali-
dad nos ha ayudado mucho. Mi abuelo fue visitado por una Esfera
hace mucho tiempo, mientras que la propia Esfera recibió su visita
de la Hiperesfera mucho más tarde”. Mi hijo tuvo que reconocerlo.
Sus pensamientos se alejaron en otra dirección, pues después de un
rato preguntó: “¿Crees que hay una quinta dimensión? ¿Sería visitada

― 73 ―
alguna vez la Hiperesfera por una criatura, mucho más desarrollada,
del mundo de las cinco dimensiones?”
“Eso podría suceder”, dije con entusiasmo. “¿Por qué un proceso
matemático ―porque no es eso lo que realmente significa― nunca
debe cesar? De hecho, ¡podría haber un número infinito de dimen-
siones!”
“Pero el hecho de que podamos concebir espacios multidimensio-
nales no es razón para que existan”, señaló mi hijo.
“Ese es un buen punto,” estuve de acuerdo, “porque sólo después
de recibir señales de vida de un mundo fuera del propio, uno puede
concluir que tal mundo existe. Hasta entonces, la suposición de un
mundo desconocido no es más que una fantasía”. “Sí, pero una pre-
ciosa”, declaró mi hijo. “Tal vez no sería nada agradable para noso-
tros encontrarnos con criaturas que viven en mundos de muchas más
dimensiones. Pensarían que somos muy primitivos y nos desprecia-
rían”.
Así que hablamos hasta bien entrada la noche. Era sólo un sueño
y no nos llevó más lejos, pero me había hecho bien encontrar a mi
hijo para que fuera alguien con quien pudiera intercambiar ideas so-
bre estos problemas con tanta facilidad.

― 74 ―
PARTE II Congruencia y simetría

9 Pedigríes y Mestizos
Durante el siguiente año encontré mis pensamientos vagando so-
bre la visita de la Esfera. ¿Cómo estaba ella? ¿Había hablado en su
mundo de su visita a Flatland? ¿Había continuado sus esfuerzos para
dar a sus semejantes una visión un poco más geométrica? ¿Había en-
contrado una audiencia? ¿O tal vez lo metieron en la cárcel por sus
ideas revolucionarias? Entonces no podría venir a vernos a la hora
señalada.
Una noche, después de que los otros ya se habían retirado, todavía
estaba discutiendo una serie de temas con mi hijo mayor, cuando la
conversación casi automáticamente se centró en el tema que tanto
nos interesaba a ambos.
“No creo ―dijo mi hijo― que la Esfera sea una prisionera, por-
que desde hace muchos siglos en Sphereland se están haciendo es-
fuerzos para convencer a los habitantes de las tierras planas de la
existencia de varias dimensiones.
Eso es verdad”, respondí, “en cuanto a que están ansiosos por con-
vencernos de la existencia de una tercera dimensión, pero no cuando
se trata de una cuarta dimensión, en la que no se creen a sí mismos”.
Si nuestra amiga la Esfera ha sido lo suficientemente descuidada
como para contarle a sus compañeros espaciales la existencia de una
cuarta dimensión, es muy posible que haya sido encerrada bajo llave,
y que no podamos rescatarlo”.
“Tienes razón”, continuó mi hijo. “La Hiperesfera es la única que
podría liberarlo sin ninguna interferencia por parte de los Spacelan-
ders, porque las prisiones están abiertas hacia la cuarta dimensión.”
“Esperemos que no haya pasado nada grave, y que la Esfera nos
mire en Nochevieja. Aunque no haya nada nuevo de que hablar, po-
demos renovar nuestro conocimiento y tener una agradable conver-
sación sobre la geometría de muchas dimensiones”.

― 75 ―
“Sí, no está sucediendo nada importante aquí”, dijo mi hijo, “al
menos, no mucho que pueda interesar a la Esfera. No creo que poda-
mos esperar que se interese mucho por Agatha y sus cachorros”.
Para aclarar esto, primero tendré que explicar qué son los “cacho-
rros” o “perros”, porque nunca he oído hablar de ellos, ni se mencio-
naron en el libro de mi abuelo.
De todos modos, no había animales en ese momento. Al menos,
nada de animales domésticos. Les he dicho que durante los viajes
exploratorios se descubrieron las selvas australes y también el océano
mundial que se encuentra en su interior. Las selvas estaban pobladas
por extrañas criaturas, todas las cuales hemos llamado vagamente
“dragones”, aunque los biólogos han distinguido y nombrado muchas
especies diferentes entre ellas. Incluso criaturas más extrañas viven
en el océano del mundo y no todas ellas han sido estudiadas todavía.
Ahora bien, no es justo que los animales se conozcan sólo como
resultado de viajes de exploración, porque en los relatos, leyendas y
cuentos de hadas antiguos se encuentran animales peligrosos que se
llaman dragones o lobos, y era bien sabido que vivían no sólo en las
regiones meridionales, sino también en los bosques y en los bosques
de las zonas más templadas, en los que sólo se podía entrar por cuenta
y riesgo propios.

Un lobo.

El lobo común es un animal con un hocico y dos apéndices llama-


dos patas, aunque su función real no ha sido determinada; no son
necesarios para el movimiento. Además, tiene dos protuberancias: la
más cercana al hocico es el ojo y la otra es la oreja. Un lobo es un
animal peligroso; puede devorarnos de un solo mordisco.
Hace años, hombres emprendedores capturaron lobos jóvenes
para exhibirlos en circos y ferias. Cuando los animales crecieron por

― 76 ―
completo eran peligrosos. Luego los encerraban en jaulas fuertes para
que el público pudiera ver las bestias de presa sin peligro.
Como resultado de la selección de los animales más mansos y de
su cría, fue evolucionando una especie tan dócil que pudo ser utili-
zada como animal doméstico. Fue llamado “perro”.
Los perros son mansos y manejables, y pueden ser mantenidos
fácilmente en la sala de estar. Duermen en un rincón del pasillo o
incluso en el dormitorio. Siguen a su “amo” o “señora” por todas
partes, en la calle, en las tiendas y en los paseos.

Un mestizo y un perro con pedigrí.

Pero volviendo a Agatha, mi única hija, una buena chica, delgada


y bonita. Tenía un perro, una perrita, y le encantaba. No era realmente
una posesión costosa porque no era de pedigrí, sino una auténtica
mestiza. No hay diferencia de forma, un perro de raza y un mestizo
pueden ser igualmente elegantes y elegantes, es una diferencia en el
“sentido de giro”.
Te lo voy a dejar claro. Cuando camino alrededor de un mestizo
en la dirección positiva,9 es decir: primero hacia el norte, luego hacia
el este, luego hacia el sur y finalmente hacia el oeste, paso sucesiva-
mente por la oreja del animal, su ojo, su hocico y sus patas. Si, por
otro lado, camino alrededor de un cachorro de raza en el sentido po-
sitivo, entonces la sucesión es: oreja, piernas, hocico, ojo, oreja. Un
perro con pedigrí y un perro mestizo son imágenes especulares el uno
del otro. Son “simétricos”, pero no congruentes, como lo llaman los
expertos.
No importa cómo se transforme un perro mestizo, nunca se puede
convertir en un perro de raza; sigue siendo un perro mestizo. Desde
el día de su nacimiento un perro es un perro mestizo o un perro de
raza, y así permanece.

9
Dirección horaria.

― 77 ―
Como resultado de un accidente de la naturaleza, sólo existen
unos pocos perros de raza en el mundo. Apenas hay uno por cada mil
perros callejeros. Por eso, un cachorro de raza se considera mucho
más guapo y noble, y a veces hay que pagar precios exorbitantes por
ello. Ahora se puede decir que esto no tiene ningún sentido, pero la
moda no se deja influenciar por la razón. Un cachorro con pedigrí es
raro y por lo tanto caro. Una dama que está paseando a un cachorro
con pedigrí es una dama chic. Todo el mundo la mira.

No importa cómo se convierta un mestizo, ¡no puede


convertirse en un perro de raza!

La mascota de Agatha era una mestiza. Le encantaba el animal y


estaba muy contenta con él, y probablemente se habría quedado así
si otra chica no hubiera vivido en la misma calle que se llamaba Cro-
mosa y tenía un perro de raza. E incluso eso podría haber sido sopor-
tado si no hubiera sido por el hecho de que un joven simpático, un
pentágono, que le había prestado mucha atención, ahora de repente
apartó su atención de ella y la concentró en Cromosa, cuya perra se
había convertido en la madre de siete cachorros, tres de los cuales
eran auténticos cachorros de raza pedigrí. ¡Qué orgullosa caminaba
Cromosa por la calle con su noble caravana de perros de pedigrí!

Cromosa paseando con sus perros.

Agatha estaba muy triste. Traté de consolarla y le dije que el chico


no valía la pena si miraba más a los perros que a la chica, pero esto
no ayudó. Por lo tanto, decidí hacerle un favor especial a mi hija.

― 78 ―
Fui a ver a un conocido mío, un equilátero, que tenía un macho
de pedigrí, y después de algunas negociaciones conseguí lo que que-
ría. Me costó un poco más de lo que había previsto, y debo decir
honestamente que mi amigo me cobró de más considerablemente,
pero ya había decidido hacerle un favor a mi niña. El resultado fue
que poco después tuvimos una visita de mi conocido y su perro.
Esperamos las semanas necesarias con gran suspenso. Un cacho-
rro con pedigrí es una rareza. Entre los cachorros de un padre y una
madre que son perros de raza, como máximo el 30 por ciento son de
raza, y en este caso la madre era una mestiza.
Por fin había llegado el momento. El perro de Agatha trajo doce
cachorros al mundo, pero .... no había ni un solo cachorro de raza
entre ellos.
Huelga decir que Agatha estaba terriblemente triste, y yo no lo
estaba menos. Realmente simpatizaba con ella. El joven ya no la miró
en absoluto y poco después se casó con Cromosa. Los cachorros de
pedigrí la siguieron hasta el Ayuntamiento y se puede imaginar que
la procesión atrajo mucha atención.
Agatha buscó consuelo con sus cachorros, a los que dio todo su
amor.

10 Zapatito Rojo
Una vez más era Nochevieja. La diversión para los niños comenzó
temprano y se dieron un festín con los círculos de masa frita hornea-
dos por mi esposa y mi nuera. Naturalmente, el abuelo tenía que con-
tar una historia. Había elegido el cuento de hadas de Zapatito Rojo
para este propósito. Todos lo habían escuchado muchas veces antes,
pero siempre es agradable oírlo una vez más, y el hecho de que era
la víspera de Año Nuevo lo hizo aún más emocionante.
“Zapatito Rojo”, comencé, “era una niña dulce, pero no muy obe-
diente. En su cumpleaños sus padres le regalaron un pequeño zapato
rojo que se veía muy bonito y que llevaba puesto todo el tiempo.
Toda la gente de ese pueblito la llamaba Zapatito Rojo”.
“Ella realmente usaba sus zapatitos todo el tiempo?” quiso saber
una de las más jóvenes, que había estado escuchando atentamente.

― 79 ―
“Por supuesto. Su madre le había dicho que estaría perfectamente
bien. ¿Por qué no?” Dije.
“Pero entonces, ¿por qué fue desobediente?”, se preguntó la pe-
queña.
“Oh, lo sabrás en un minuto”, le aseguré. “Sólo escucha.
Un día, su madre le dijo a su hija: “Zapatito Rojo, escucha”. Sabes
que la abuela ha estado enferma durante mucho tiempo. Ahora está
un poco mejor y le he preparado una cesta con estos buenos círculos
de masa y una botellita de vino. Ahora quiero que vayas y se lo lleves.
Pregúntale cómo está y deséale una recuperación rápida y completa”.
“Muy bien, madre”, dijo Zapatito Rojo, “Me encantaría”.
Pero escucha con atención”, continuó la madre, “asegúrate de to-
mar el camino principal que todo el mundo usa”. Es un poco más
largo, pero el bosque es demasiado peligroso, no porque te puedas
perder, sino porque allí vive un lobo y ese es un animal muy peli-
groso”.
“Muy bien, madre”, dijo Zapatito Rojo, y se fue. Era un día pre-
cioso y estaba contenta de poder dar este largo paseo sola. Por lo
general, cuando iba a visitar a su abuela, su padre o su madre le acom-
pañaban, pero hoy no tenían tiempo. La madre tuvo que quedarse en
casa porque tenía que preparar la comida, y el padre estaba traba-
jando. Era leñador y trabajaba en el bosque donde cortaba los árboles
de los que se hacían los estantes. Es cierto que no era realmente apto
para este trabajo porque su ángulo superior era de 10° ―un poco de-
masiado para un leñador―, pero su padre y su abuelo también habían
sido leñadores y por eso había llegado a tener el mismo trabajo. Si
alguna vez tuvo un hijo con un ángulo superior aún menos afilado,
tendría que buscarle otro tipo de trabajo. Pensaba en ello a menudo,
pero no tenía sentido preocuparse por ello de antemano. En este mo-
mento sólo tenía un hijo, una niña, Zapatito Rojo, una niña muy sim-
pática, y él y su esposa la amaban mucho. ¡Pero no siempre fue obe-
diente!
“Zapatito Rojo caminó muy rápido hasta que llegó a la bifurca-
ción de la carretera. La carretera principal rodeaba el bosque, era
realmente un camino más largo; un sendero más pequeño atravesaba
el bosque, hasta llegar a la casita donde vivía su abuela.

― 80 ―
“Madre había dicho que no debía atravesar ese bosque, pero ¿era
realmente necesario? ¿Por qué tendría que dar un rodeo? Había atra-
vesado el bosque tan a menudo con su padre y nunca había pasado
nada. Nunca había visto al lobo. ¿Realmente estaría allí hoy? Tal vez
siempre tomaba su siesta de la tarde a esta hora, y hoy especialmente,
porque hacía bastante calor. ¿Y no le tendría miedo? Después de
todo, tenía una punta muy afilada. El lobo era, por supuesto, muy
peligroso para los niños pequeños de la nobleza que no podían de-
fenderse tan bien.
“Mientras trabajaba en su mente de esta manera para explicar su
desobediencia, ya había recorrido un largo camino por el estrecho
sendero que lleva directamente al bosque. Después de llegar a los
primeros árboles dudó un momento en dar la vuelta... después de todo
este tiempo... no, ahora seguiría adelante. Si caminaba rápido, llega-
ría muy pronto. Y con esta firme resolución ingresó al bosque.
“Ella siguió adelante, mirando a su alrededor para ver si podía ver
algún leñador, porque se estaba asustando un poco después de todo.
Nunca se sabe qué tipo de animal podría saltar de repente de detrás
de los árboles. Pero quería ser valiente. Aunque no les diría en casa,
al menos no de inmediato, que había atravesado directamente el bos-
que, sin duda se jactaría un poco de ello a sus amigas. Ella quería ser
valiente y resolvió que, no importa lo que sea, ella no mostraría que
estaba un poco asustada. ¡Ella pondría buena cara si algo pasara!
“Y algo lo hizo. Acababa de llegar al corazón del bosque cuando
el lobo estaba de repente de pie justo enfrente de ella. Ella no lo había
oído venir. ¡Qué mal aspecto tenía! ¡Qué superficie tan irregular y
áspera! ¡Estaba terriblemente asustada!”
“Debería haber huido muy, muy rápido”, gritó uno de los niños.
“Correr de vuelta a casa”, dijo otro.
“Eso habría sido lo mejor”, continué, “pero la pequeña Zapatito
Rojo no era tan brillante. El lobo dijo con la voz más dulce y halaga-
dora: ‘Hola, niñita, ¿adónde vas?’ ”
“Cuando el lobo le habló así, Zapatito Rojo ya no se asustó. In-
cluso pensó que el lobo era muy simpático y le dijo exactamente
adónde iba: `Iré a ver a mi abuela que vive al otro lado del bosque.
Ha estado enferma y le llevo unos círculos de masa que mi madre le
horneó”. “

― 81 ―
Con gran interés los niños siguieron el cuento, que ya conocían
muy bien pero que seguían encontrando emocionante, aunque lo es-
cuchaban por enésima vez. Les conté cómo Zapatito Rojo entró en
una carrera con el lobo para ver quién sería el primero en llegar a la
puerta de la casita de su abuela, cómo el lobo fue capaz de entrar en
ella, y cómo la abuela estaba terriblemente asustada cuando vio a la
bestia salvaje frente a ella. “El susto no duró mucho, porque el lobo
se la tragó de un bocado.”
Es extraño que esto no molestara en absoluto a los niños. Pero
entonces, sabían cómo terminaría y además podían estar seguros de
que la abuela volvería a salir con vida. Pensaban que Zapatito Rojo
era una estúpida al no ver que no era su abuela, sino una criatura tan
irregular como un lobo que estaba acostado en la cama.
“Pero abuela, ¿qué le pasó a tu delgada figura?” Gritó Zapatito
Rojo.
“Eso es debido a la enfermedad, hija mía, que ha hecho que mi
cuerpo se hinche tan irregularmente”, respondió rápidamente el em-
baucador. Cuando la niña finalmente se dio cuenta de su error, ya era
demasiado tarde. Desapareció en el estómago del monstruo ham-
briento. Pero en ese proceso ella había perdido afortunadamente su
zapato.”
“¿Por qué, afortunadamente?” Uno de los chicos quería saber.
“Eso está claro”, dijo una niña pequeña, “ahora estaba afilada por
los dos extremos”.
“Correcto”, dije. “Zapatito Rojo finalmente entendió el peligro
que la amenazaba y el lobo se dio cuenta demasiado tarde de que casi
siempre es fatal engullir a una niña tan joven y animada. El que ella
estuviera vibrando de ira era bastante peligroso, pero aún no había
entrado completamente en el estómago del lobo cuando comenzó un
violento movimiento, de ida y vuelta, mientras pinchaba en el reves-
timiento del estómago en todas direcciones para que la bestia bra-
mara de dolor.
“Ni siquiera eso la habría ayudado si hubiera rápidamente enten-
dido que debía dirigir sus vibraciones en una dirección. Como resul-
tado de sus repetidos pinchazos, se desarrolló un agujero y antes de
que se diera cuenta, estaba fuera del cuerpo del animal moribundo”.
“¿Y la abuela? ¿Podría encontrar la abertura?”, preguntó una pe-
queña con simpatía.

― 82 ―
“No, la abuela ya no podía hacer eso. Su ojo estaba en muy malas
condiciones y el tiempo que pasó dentro de ese espacio tan estrecho
la había aturdido casi por completo. Afortunadamente, sin embargo,
todo el rugido y los gritos habían sido escuchados y el padre de Za-
patito Rojo vino corriendo con algunos guardabosques. Con sus án-
gulos superiores dividieron al monstruo en pedazos y ayudaron a la
pobre abuelita a salir al aire libre y a tomar el sol justo a tiempo.
“Zapatito Rojo, que de inmediato se había puesto de nuevo su pe-
queño zapato rojo, contó todo lo que había sucedido. Su padre estaba
tan contento de encontrar a su hija viva que olvidó regañarla por su
desobediencia”.
La historia terminó. Las chicas en particular estaban satisfechas,
ya que el cuento de hadas de Zapatito Rojo ¿no es realmente un
cuento de hadas para las chicas? Cenicienta y Blancanieves son fa-
mosas e importantes, pero admiran a un príncipe de varios lados
como su señor y maestro. Zapatito Rojo, por otro lado, sabe cómo
defenderse ―y esto de manera hábil y resuelta― de un monstruo
horrible. De hecho, podríamos considerar a Zapatito Rojo como la
patrona del movimiento feminista.
Pero no dejé que esto llegara a la fase de debate porque ya había
llegado a las diez y mandé a la cama a todo el mundo.

11 Un truco de magia
Después de acostar a los niños más pequeños, los mayores se
reunieron en un grupo acogedor. Se formó un gran círculo, formado
por mi esposa y los hijos mayores. Agatha tenía a sus perros con ella.
Había doce cachorros, ¡en realidad demasiados para mantenerlos
dentro de una casa! Mi segundo hijo, que puede ser un poco rudo, a
veces decía: “Dondequiera que vayas, te caes por los mestizos de
Agatha. Es ridículo tener tantos cachorros. Deberíamos acabar con
diez u once de ellos”.
Pero entonces Agatha hacía fuertes protestas y debo admitir con
toda honestidad que tengo un rincón tierno en mi corazón para mi
hija y a pesar de todo el alboroto y las molestias que hacen, no quiero
privarla de ninguna de sus mascotas.

― 83 ―
Estábamos esperando a nuestro visitante, la Esfera; aunque no era
seguro que fuera capaz de lograrlo, en nuestros corazones estábamos
convencidos de que él estaría allí. Cuanto más se acercaba a la me-
dianoche, mayor era la tensión.
“Podría estar enfermo”, dijo mi hijo mayor, sin decir a quién tenía
en mente, pero todos sabíamos que estaba hablando de la Esfera.
“Tal vez esté muerto”, dijo otro.
“O en prisión”, fue la opinión del tercero. Pero toda la tensión se
disipó cuando, al último toque de las doce, apareció un pequeño
círculo. Este fue el comienzo de la llegada de nuestro amigo la Esfera
a nuestro espacio.
Dejamos que el pequeño círculo creciera silenciosamente hasta
que alcanzó su mayor dimensión, bien conocida por nosotros desde
antes. Esperé un momento más y dije: “Bienvenida, Su Excelencia,
entre nosotros. Te damos la bienvenida como amiga”.
“Lo sé”, dijo la Esfera. “Lo entiendo y lo aprecio. En medio de
vosotros me siento entre amigos. De eso puedes estar seguro.”
De hecho, fue muy claro por el tono amistoso que adoptó la con-
versación. La Esfera preguntó por toda la familia y quiso saber si
había ocurrido algo importante en Flatland durante el año pasado.
Mi esposa y yo nos turnamos para relatar varios pequeños inci-
dentes que habían ocurrido, más para mantener la atmósfera acoge-
dora que porque creíamos que eran algo que podría interesar a nues-
tro amigo. En un momento dado pensé en hablar de los cachorros de
Agatha y su angustia por el hecho de que todos ellos eran mestizos,
pero no quise remover todo eso y abrirle viejas heridas.
La Esfera tampoco tenía mucho que contar. Solo unos pocos in-
formes de poco interés. La visita fue más una cortesía que un inter-
cambio de ideas sobre temas científicos.
Sin embargo, la conversación iba a dar un giro importante. Había
notado que nuestro invitado había estado observando a uno de los
cachorros durante bastante tiempo. De repente, preguntó si se trataba
de un joven criminal. Este comentario produjo una gran hilaridad.
Para que no pareciera que nos estábamos riendo de la Esfera a causa
de su comentario, inmediatamente empecé a hablar y dije algo como
sigue: “Es ciertamente comprensible que usted haría tal comentan
porque saben que en nuestro mundo las criaturas avanzadas son todos
polígonos regulares.”

― 84 ―
“O líneas rectas”, agregó rápidamente mi esposa.
“Por supuesto,” le dije, “como usted sabe, nuestras mujeres son
de línea recta. Los hombres menos desarrollados son triángulos isós-
celes y todas las figuras irregulares son criminales. Pero estas peque-
ñas criaturas que ven aquí son animales domésticos, descendientes
de animales salvajes domesticados hace siglos, muchos de los cuales
aún habitan nuestros bosques del sur”.
La Esfera parecía seguir mi explicación fácilmente, porque él res-
pondió que también en Spaceland había criaturas irregulares, los ani-
males domésticos. De estos muchos tipos diferentes eran conocidos,
como perros, gatos, ovejas, cerdos, caballos, vacas y cabras.
“¿Tu,” preguntó mi hijo, “guardas todos estos animales en tu
casa?”
“No,” dijo, “pero hay un animal doméstico de otro tipo, una cria-
tura rara que tiene una forma muy irregular.”
“En otras palabras, un criminal”, señaló mi hijo.
“Tal vez”, dijo la Esfera, “aunque no se considere a sí misma
como tal. Se llama a sí mismo ‘Homo sapiens’ y se cree una criatura
altamente desarrollada. Es un animal simétrico”.
Para darnos una impresión de este extraño animal, la Esfera co-
locó los bloques de construcción de mis nietos en una cierta forma
que todos examinamos muy cuidadosamente.

La Esfera presenta una figura que


se supone que representa al Homo
sapiens
A boca, B ojos, C oídos, D órganos
de agarre, E órganos de
propulsión.

― 85 ―
“¿Este monstruo no hace daño a nadie?”, preguntó mi segundo
hijo.
“Sí, lo hace”, contestó la Esfera. “Se considera justificado matar
y comer criaturas menos desarrolladas, o ponerlas en prisión, o ex-
terminarlas, como mejor le parezca.”
“¿Y todavía no es un criminal?”, se aventuró uno de los otros.
“No se considera a sí mismo como tal. Tiene una gran capacidad
de pensamiento”, respondió la Esfera.
“Pero ciertamente debe vivir en paz duradera con sus propios se-
mejantes”, dijo Agatha.
“Eso tampoco es cierto”, dijo de nuevo la Esfera. “Estos animales
están constantemente librando guerras violentas y sangrientas entre
ellos. Grandes grupos son llevados a la muerte por otros y a veces
torturados, atormentados y asesinados con todos los medios posi-
bles”.
“Entonces debemos estar de acuerdo en que son los mayores cri-
minales de todos”, dijo uno de nosotros, y estuvimos de acuerdo. In-
cluso la Esfera tuvo que admitirlo hasta cierto punto.
“En realidad, no puedo negarlo, pero el Homo sapiens tiene altos
ideales que espera realizar.”
“¿Y qué excusa da para sus fechorías?” Agatha quería saber.
“Bueno”, dijo la Esfera, “tienen todo tipo de excusas. Siempre se
culpan unos a otros por las grandes guerras, y cuando se trata de fe-
chorías innegablemente personales, la razón es así: ‘Tuve que hacerlo
para evitar algo peor’.” “No veo ―declaró mi hijo mayor― que ten-
gamos razones para no considerar al Homo sapiens como un criminal
sin conciencia. Y su forma también lo indica. Puede ser simétrico,
pero es muy irregular para todo eso.”
“Y las mujeres entre estas criaturas, ¿son de línea recta?” Mi es-
posa quería saber.
“No,” dijo la Esfera, “difieren muy poco de los hombres en su
forma.”
“Pero ¿cómo puede uno distinguir a uno del otro?” era la contra-
pregunta.
“En primer lugar, por su ropa. Excepto por las cabezas y los ór-
ganos de agarre, estas criaturas se cubren completamente con trozos
de tela”, nos informó la Esfera.

― 86 ―
Siguió un silencio. Esta noticia necesitaba primero ser digerida.
Agatha fue la primera en romper el silencio, preguntando: “¿Las
hembras de estas criaturas también usan zapatos?”
“Ciertamente,” dijo la Esfera, “y no sólo las hembras, sino tam-
bién los machos. Los zapatos de las hembras suelen ser más gráciles
y elegantes”.
Esto tranquilizó un poco a Agatha. Entonces uno de mis hijos me
preguntó: “¿Ese animal usa uno o dos zapatos?”
“Dos”, nos aseguró la Esfera, “uno en cada pie, un zapato iz-
quierdo para el pie izquierdo, y uno derecho para el pie derecho”.
Esto no fue inmediatamente claro para todos.
“Mira,” dijo la Esfera, “los pies son simétricos. Son las imágenes
espejo de los demás, pero no son congruentes. No importa cómo gires
o tuerzas un zapato derecho, nunca se convertirá en un zapato iz-
quierdo”.
“De la misma manera que un perro mestizo nunca podría conver-
tirse en un perro de raza”, observó mi hijo al respecto.
Tenía razón, por supuesto, pero no creí que fuera amable de su
parte decirlo con tanta franqueza. Podría haber usado otro ejemplo.
Agatha tenía una lágrima en el ojo. La importancia de esta observa-
ción había escapado a la Esfera, que naturalmente no sabía nada so-
bre los perros mestizos y de raza de Flatland. Pero se dio cuenta de
que nuestra atención se centró en los cachorros.
“Mira,” dijo, “aquí tienes dos perritos que son completamente
idénticos. Son congruentes”.
“Y seguirán siendo congruentes sin importar cómo se convier-
tan”, añadió mi hijo.
“Es decir ―dijo la Esfera―, si no se les saca de su espacio, del
plano chato, porque ciertamente se les puede dar la vuelta a través
del espacio tridimensional”.
Esto era demasiado para que lo entendiéramos. Por lo tanto, la
Esfera recurrió a la acción. Se apoderó de uno de los cachorros y lo
que sea que haya hecho con él, ninguno de nosotros pudo seguir.
Ahora, después, tengo claro que él sacó al animalito de nuestro espa-
cio, lo giró con un giro asombroso y lo trajo de vuelta a Flatland. El
pequeño cachorro mestizo se había convertido en un cachorro de
raza.

― 87 ―
Al sacar al pequeño mestizo de Flatland y darle la vuelta, la
Esfera lo convirtió en un cachorro de raza.

“Adelante, compárelo con este otro cachorro”, dijo la Esfera. “Ya


no son congruentes, pero son simétricos.”
Al principio Agatha se quedó muda por la sorpresa, pero de re-
pente dio un grito de alegría y acarició y apretó a su mascota con
mucho cariño.
La Esfera que pensó que era muy infeliz, le dijo: “No te preocu-
pes, pequeña. Lo devolveré a su antigua condición.”
Pero eso hizo que Agatha protestara con toda su fuerza. Por su-
puesto, la Esfera no entendía la causa de toda su excitación y no es-
taba segura de si había hecho algo malo o no. Me apresuré a tranqui-
lizarlo y le dije: “Deje el cachorro tal como está, pero ¿puede demos-
trarlo una vez más con uno de los otros cachorros?”
Nuestro invitado de Spaceland tuvo la amabilidad de demostrar el
truco de magia una vez más y a petición de Agatha once veces más
hasta que todos los cachorros y la madre se convirtieron en perros de
raza. Entonces la niña se despidió apresuradamente porque temía que
la Esfera continuara sus experimentos. Desapareció con todos sus pe-
rros, fingiendo que quería ir a la cama, pero en realidad no pudo dor-
mir en toda la noche. ¡Qué dirían todos sus envidiosos cuando ma-
ñana, el día de Año Nuevo, paseara con todo su rastro de perros de
raza!
Hablamos un poco más sobre esta cuestión de la simetría y la con-
gruencia.

― 88 ―
Agatha paseando con su tren de perros de raza.

“Si lo entiendo correctamente,” dije, “¿no es posible que algo así


ocurra en Spaceland?”
“Imposible”, contestó la Esfera. “Un zapato derecho sigue siendo
un zapato derecho, no importa cómo se tuerza o gire.”
Mi erudito hijo entró en la conversación y dijo: “Pero eso no
puede ser verdad. Si ese zapato derecho fuera levantado de su espacio
tridimensional y girado a través del espacio de cuatro dimensiones y
reemplazado en su espacio original, entonces cambiaría a su imagen
en el espejo y se convertiría en un zapato izquierdo”.
“No puedo concebir cómo sería posible”, dijo la Esfera.
“Por supuesto que no ―respondió mi hijo―, así como no pode-
mos concebir cómo se produjo ese giro a través del espacio de las
tres dimensiones. Podrías pedirle a tu amiga Hiperesfera que haga tal
hazaña.”
“No creo que sea posible”, repitió la Esfera. “Eso puede pasar en
Flatland, no en Spaceland.”
Se despidió y desapareció.

12 Visión de Lineland
No necesito decirte lo feliz que estaba Agatha. Al día siguiente
sacó a todos sus perros a pasear y llamó mucho la atención. ¡Miradas
admiradoras o envidiosas por todas partes! No le reproché esto, aun-
que creo que es muy tonto juzgar a alguien según el giro direccional
de sus perros.
De todos modos, la vida continuó plácidamente. El único tema de
discusión para nosotros después de la visita de Nochevieja de la Es-
fera fue la posibilidad de una inversión como resultado de un giro a
través del área de tres dimensiones. Por supuesto que no podemos
visualizar esto, pero podemos entenderlo un poco mejor si dejamos
que nuestros pensamientos nos lleven a Lineland.

― 89 ―
Me pasó en un sueño. No puedo llamarlo coincidencia, puesto que
mi mente había estado ocupada con el problema durante días, no es
de extrañar que mi tensión se expresara en forma de sueño.
Así que tuve una visión muy clara de Lineland. Lo pude ver ante
mí: una larga fila con todo tipo de criaturas en forma de línea, todas
las líneas, largas y cortas. El rey en el medio. A su izquierda y dere-
cha hombres, mujeres y niños. Vibraban alegremente de un lado a
otro en su espacio unidimensional. Por supuesto que no podían pasar
unos a otros, atados como estaban por su espacio, tan limitado e in-
finitamente grande al mismo tiempo. Sí, infinitamente grande, ¡aun-
que fuera una sola línea!
Hablé con el rey, que gritó con enojo: “¿De dónde viene esa voz?
¿Es ese un mago que se dirige a mí?”
“No,” llamé, “esa es la voz de una criatura más perfecta del
mundo de dos dimensiones. ¡Mi voz te llega desde fuera de tu propio
espacio!”
“No creo en cosas sobrenaturales”, dijo el rey. “O estoy soñando,
o sufro de alucinaciones.”
“Ninguna de las dos cosas es verdad,” le contesté, “pero iré a ti,
en tu espacio.”
Poniendo mis palabras en acción, bajé a su espacio.
“¿Cómo es posible, gritó el rey, que de repente se levante una
enorme criatura que antes no estaba aquí? ¡Es magia y nada más!”
Y con esas palabras se lanzó hacia mí. Me las arreglé para desa-
parecer de su espacio en el mismo instante y con un gran choque se
encontró con su vecino, que podría haber sido víctima de las violen-
tas reacciones emocionales de su rey en otras ocasiones, pero que
probablemente nunca antes había sufrido un choque semejante.
“¿Puedo preguntarle algo, Su Excelencia?” Dije con voz suave
pero firme.
La palabra “Excelencia” parecía tranquilizar al rey. Tosió un poco
y habló: “Te concedo unas palabras.” No quería arriesgarme a estro-
pear su buen humor y expresé mis frases de la manera más educada
posible.
“Su Excelencia”, le dije, “sin duda se ha encontrado ocupando el
mismo lugar en su espacio durante muchos años, con muchos hom-
bres, mujeres y niños a cada lado de usted. Por un lado, veo primero
dos hombres, luego una mujer, luego tres niños, y por el otro lado,

― 90 ―
primero un hombre, luego tres mujeres, luego otro hombre y luego
cinco niños”.
“Sí, lo sé”, me interrumpió el rey. “El niño más pequeño puede
decírmelo”.
“Entiendo, Su Excelencia,” continué, imperturbable, “pero, ¿qué
tal si le doy la vuelta?”
“¿Dar la vuelta al qué?”, gritó el rey.
“Volverse de tal manera”, les expliqué, “que del lado en que ahora
tienen dos hombres y una mujer, tendrán un hombre y tres mujeres,
y del otro lado en que ahora hay un hombre y tres mujeres, tendrán
en cambio dos hombres y una mujer”.
“Imposible”, respondió bruscamente.
“Observa,” le dije, “está sucediendo.”
Entonces levanté al rey de su mundo en forma de línea, le di la
vuelta y simplemente lo puse de nuevo en su línea.
“¿Qué me está pasando ahora? ¡Basta, mago!”, gritó.
“Ha ocurrido”, le dije. “¿Cómo te sientes?”

Cómo se dio la vuelta al rey de Lineland.

“Terrible, simplemente terrible”, dijo. “Me sacudiste por dentro


con todos tus trucos. ¡Me duele todo el cuerpo!”
“Cállate,” le dije, “pasará rápido.” Y es un hecho que el arrebato
que esperaba no llegó. El rey se mantuvo razonable.
“¿Dónde estoy en realidad?”, preguntó.
“En tu propio espacio”, le aseguré.
“¿Mi propio espacio? ¿Mi propio espacio? Sólo hay un espacio y
es el mío; tienes razón en eso, porque yo soy el rey. Pero es todo tan
extraño.” Inmediatamente puso a trabajar sus dos voces que se en-
contraban en cada extremo de su cuerpo. Intentaba establecer con-
tacto sónico con sus súbditos. Podríamos decir que estaba “pasando
lista”. Cada uno a su vez, los residentes de este mundo en forma de
línea ponen sus voces en acción.

― 91 ―
“¿Qué ha pasado?”, se quejó el rey. “¡El mundo ha cambiado! Lo
que estaba a mi derecha está ahora a mi izquierda, y lo que antes
estaba a mi izquierda ahora ha aparecido a mi derecha. ¿Cómo puede
ser eso?”
Esto me sorprendió. Yo había dado la vuelta al rey en su propio
mundo y ahora parecía que él no estaba totalmente al tanto de esto y
pensaba que no era él, sino el mundo entero el que había dado la
vuelta.
Estaba desconcertado. ¿Qué podía decirle al rey? En primer lugar,
tenía que aclarar el asunto yo mismo. Así que estaba de pie junto al
ajetreo y a los movimientos de ida y vuelta de todos los Linelanders.
Todo se nubló como si todo el pequeño mundo se hubiera evaporado
en una neblina. Me desperté y para mi sorpresa me encontré en mi
propio dormitorio, en mi propio mundo bidimensional.
Durante mucho tiempo anduve con este problema que el rey de
Lineland había planteado en mi sueño. Cuando se presentó el mo-
mento adecuado, hablé con mi hijo y descubrí que la reacción del rey
de Lineland le parecía perfectamente natural. El rey, cuyo cuerpo
vino a yacer en la dirección opuesta, ahora recibía todas las impre-
siones precisamente del lado opuesto como antes. Las voces de la
gente al este de él, por ejemplo, ahora llegaban primero a ese oído
que antes los oía por última vez. Claramente le parecería como si
estas personas estuvieran de repente en el lado oeste. Al ver el
mundo, no fue él, sino el mundo que dio la vuelta.
Sin embargo, debo admitir que no estaba convencido. Es cierto
que mi respeto por la perspicacia matemática de mi hijo era tal que
quería creer que tenía razón, y ahora lo sé. pero tuvieron que pasar
otras cosas para que me diera cuenta.
Con todo esto, nuestro círculo familiar tuvo suficiente para discu-
tir. Siempre que teníamos compañía, la charla giraba en torno a estos
extraños acontecimientos ―lo que es lógico, en vista de nuestra
preocupación por ellos― y el punto de partida solía ser la pregunta
de alguien, cómo Agatha había adquirido un conjunto tan magnífico
de perros de raza.
Agatha había querido que diéramos una respuesta evasiva a la
pregunta. Dio varias razones. En primer lugar, temía que el valor de
los cachorros se cuestionara si se descubría que habían nacido, no por
nacimiento como es habitual, sino por lo que ella llamó un truco de

― 92 ―
magia científico. En segundo lugar, temía que al cabo de un tiempo
la prescripción de convertir a los perros mestizos en perros de raza
se hiciera de dominio público, con el resultado de que dejara de ser
la única privilegiada que se hubiera beneficiado de ello. Probable-
mente había una tercera razón que ella no mencionó, a saber, que le
parecía más impresionante actuar misteriosamente. El mundo tendría
que pensar que los cachorros han costado una pequeña fortuna. Esto
agradó más su vanidad que la de contar la historia de un misterioso
mago que nos había visitado.
Sin embargo, mi naturaleza abierta se rebeló contra la ocultación
de la verdad. Sin embargo, la reacción fue diferente de la que yo es-
peraba, como lo demuestran los rostros incrédulos de nuestros invi-
tados. Claramente tenían sus propias opiniones sobre el asunto, es
decir, pensaban que no queríamos dar la verdadera razón. Si tuviéra-
mos un mago entre nuestros amigos y conocidos, un mago que apa-
reció sólo en la oscuridad de la víspera de Año Nuevo y a quien nadie
más había visto, ¿por qué no le pedimos simplemente al hombre que
conjurara grandes riquezas para nosotros en vez de dejarle hacer tru-
cos con perritos? ¿Cuál era la verdadera razón por la que no quería-
mos revelar cómo nos habíamos hecho ricos de repente? ¡Esto era,
después de todo, bastante sospechoso! No es de extrañar que se ha-
blaba mucho de nosotros y que la gente se volviera para mirarnos en
la calle. Cada vez que entrábamos en una sala llena de gente, la con-
versación se apagaba de repente. Pudimos sentir que habían estado
hablando de nosotros. En general, ¡éramos una compañía que era me-
jor evitar!
Los más amables atribuyeron el origen de los cachorros caros a la
magia negra. ¡Sí, podría ser que el visitante nocturno que estaba de-
trás de todo esto había sido realmente el diablo en persona, y la gente
que se asocia con Belcebú mejor que no se cuente entre los amigos
de uno!

13 El caso Vertato
Unos meses después tuve la oportunidad de hablar con un cono-
cido que es neurólogo. Como suelen hacer los médicos, habló de un
caso interesante que había aparecido en su consulta, un paciente que

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sufría de una ilusión nunca antes registrada en los anales de la historia
médica. Cuando este hombre se despertó una mañana de Año Nuevo,
el mundo entero le pareció que se había dado la vuelta. Su dormitorio
le parecía muy extraño. La mesa estaba exactamente enfrente de
donde solía estar y la puerta también parecía haber sido movida.
Cuando salió a la calle se dio cuenta de que los vehículos se mante-
nían en el lado equivocado del camino, pero lo que más le interesaba
era que todas las inscripciones estaban escritas en caracteres de es-
pejo. Pensó que podría estar teniendo un mareo, o que estaba so-
ñando, pero no fue así. Se sentía muy miserable; este extraño mundo
lo perturbó. ¿Cómo es que todo se volvió tan extraño de repente?
Intentó pensarlo con calma y tranquilidad. ¿Estaba enfermo?
¿Muy enfermo? ¿Sufriendo una enfermedad sin diagnosticar? Acortó
el camino y regresó a casa, donde se acostó rápidamente. Cuando
cerró los ojos se sintió normal de nuevo. Una y otra vez quería levan-
tarse porque estaba completamente descansado, pero luego veía los
objetos que lo rodeaban en la habitación, como siempre y sin em-
bargo tan completamente diferente, y decidió que era mejor que se
quedara en la cama.
Al día siguiente la situación no era diferente, pero no podía aguan-
tar más en la cama. ¡Qué difícil era encontrar su camino en su propia
casa! Cada objeto estaba precisamente en el lado donde no se lo es-
peraba. Con gran dificultad llegó a su oficina. La calle lateral por la
que tenía que pasar estaba en el lado equivocado, la puerta se abrió
hacia el otro lado. Todo era tan extraño como en su habitación.
Pero ahora empeoró aún más. Las cartas que le esperaban eran
ilegibles. ¡Fueron escritas en letra de espejo!
Se sentó y empezó a trabajar, escribió una carta comercial urgente
y se la entregó a su secretaria. Ella echó un vistazo a la escritura y se
quedó donde estaba, mirando a su jefe con asombro y atónito.
“¿Qué estás esperando?”, preguntó.
“No puedo leer esta carta”, dijo la chica.
Tomó la carta pero no encontró nada extraño en ella. La carta era
perfectamente legible, como siempre. Estaba más perplejo que
nunca. ¿Estaba enfermo después de todo? ¿Quizás un trastorno men-
tal grave? Tal vez sea mejor que vuelva a casa. Si no hubiera desa-
parecido para mañana, llamaría a un médico. Se fue a casa, pero no

― 94 ―
desapareció, ni ese día ni esa semana, en absoluto, de hecho. Se con-
fundió tanto que tuvo que ser admitido en una institución para enfer-
mos mentales.
He estado escuchando este informe con creciente interés. Mi ex-
plicación estaba lista: El hombre se había dado la vuelta como resul-
tado de una rotación a través de la tercera dimensión.
Sugerí esta hipótesis, pero mi amigo médico la rechazó y por su
sonrisa ligeramente burlona percibí que él tampoco me consideraba
normal. Por supuesto que había oído hablar de nuestra familia y era
obvio que pensaba que estaba tratando con alguien que mostraba una
desviación mental peligrosa.
Rechazó mi petición de permiso para visitar a este paciente, y no
me atreví a presionarlo con demasiada urgencia. De vez en cuando
preguntaba por el enfermo y oía que las cosas le iban bien. Ya había
aprendido a leer y escribir de nuevo de la manera habitual y después
de un tiempo fue dado de alta de la clínica por estar completamente
curado y ser capaz de reanudar sus actividades normales.
En cuanto a mí, estaba convencido de que se trataba de una histo-
ria similar a la de los cachorros de Agatha, y mi hijo, a quien por
supuesto había contado la historia con todo detalle, estuvo de acuerdo
conmigo. La única pregunta que quedaba era cómo se había produ-
cido este cambio de comportamiento. Nos torturamos el cerebro en
vano para explicarlo, y después de intensas deliberaciones, decidi-
mos que mi hijo visitaría al hombre en cuestión. Ahora sabíamos su
nombre; era el Sr. Vertato, un conocido hombre de negocios que vi-
vía en nuestro propio vecindario.
Mi hijo pensó que sería mejor si yo no buscaba al Sr. Vertato por
todo lo que se hablaba de mí. Lo acordé y decidimos que él iría en su
lugar.
Sin embargo, su visita no arrojó mucha luz sobre el incidente. El
paciente afirmó que había sentido náuseas y mareos en la víspera de
Año Nuevo, como si de repente estuviera gravemente enfermo. Por
lo tanto, había decidido quedarse en la cama todo el día siguiente y
al día siguiente había regresado a la oficina, como de costumbre,
donde se había encontrado con las sorprendentes experiencias des-
critas anteriormente. Nos contó que había sido necesario que apren-
diera a leer de nuevo. Las imágenes de palabras estaban al revés para
él y tenía que escribir de la misma manera. Había llegado a un punto

― 95 ―
en el que ya no le causaba problemas. ¡El resultado de todo esto había
sido que ahora podía leer la escritura en espejo tan fácilmente como
la ordinaria! Pero lo más importante de todo: había recuperado su
entusiasmo por vivir.
“Entiendo muy bien”, dijo mi hijo, “que el mundo le parecía ex-
traño, o más bien que tenía la sensación de que ya no estaba en su
hogar en el mundo, de que ya no pertenecía a él”.
“Eso es todo”, respondió Vertato. Me sentía como si estuviera en
una tierra extraña, y tenía que acostumbrarme a un entorno tan ex-
traño, mi propia casa, mi propia oficina, era incluso difícil para mí
encontrar a mi familia, mis amigos y conocidos en las personas que
me rodean. Tomó tiempo.”
“Pero, afortunadamente, todo salió bien”, comentó mi hijo. “¿Fue
un proceso largo y lento que le devolvió el valor para vivir o sucedió
de repente?”
“De repente”, continuó el Sr. Vertato. “Fue por la música. No sé
de dónde vienen estos sonidos. ¿Afuera? ¿En la puerta de al lado?
Pero de repente las notas de una pieza musical bien conocida se re-
gistraron en mi conciencia y de repente comprendí que había algo en
este mundo que no había cambiado, la sucesión y la combinación de
tonos en la música vinieron a mí exactamente como lo habían hecho
antes. Nunca he disfrutado tanto de una composición musical sencilla
como esta vez. Fue el punto de inflexión de mi enfermedad. Me dio
el valor para enfrentarme a la vida de nuevo”.
En casa escuchamos con mucho interés el relato de la visita de mi
hijo. Nos sorprendió el hecho de que el extraño evento hubiera ocu-
rrido en la víspera de Año Nuevo, cuando debíamos haber tenido una
visita de la Esfera. ¿Había alguna conexión? Esta pregunta era para
absorber a mi hijo y a mí el resto del año.

14 Experimentos en Spaceland
Para nosotros, exiliados como somos de la sociedad, fue una ver-
dadera celebración reunirnos en un círculo familiar en Nochevieja.
Era imposible que alguien se nos acercara y por esta razón podríamos
estar agradecidos de que nuestro amigo del espacio exterior, la Es-
fera, solía visitarnos esa noche en particular.

― 96 ―
Anhelábamos su llegada y la tensión aumentó cuando el reloj se
acercó a la medianoche. Por supuesto, nuestros queridos círculos de
masa frita fueron pasados de nuevo más temprano en la noche, y
como paterfamilias tuve que contar otro cuento de hadas. Esta vez
elegí La Bella Durmiente, una princesa que vivía en un gran castillo
en medio de un bosque casi impenetrable. Los árboles en este bosque
eran inusualmente espinosos y crecían tan gruesos y pesados que era
imposible caminar entre ellos. Pasaron más de cien años antes de que
un príncipe emprendedor, un príncipe de doce caras, por supuesto,
comenzara a intentar penetrar en el bosque. Nunca tuve claro cómo
se las arregló para hacer esto. Normalmente decía que los árboles
habían empezado a encogerse un poco con la edad, un fenómeno de
decadencia que ocurre en la naturaleza.
El príncipe encontró a la princesa y a toda la familia, incluido el
personal, profundamente dormidos. Aparentemente, el hacinamiento
de los árboles había cortado la circulación del aire, dificultando así
el suministro de aire fresco necesario para respirar, y se había produ-
cido un estado general de sueño. Los olores especiales de ciertas
plantas en los jardines del castillo habían mantenido a los ocupantes
del castillo en un estado milagroso de sueño crepuscular y no murie-
ron.
El príncipe fue inmediatamente encantado por la delgada prin-
cesa. La besó y así sopló aire fresco en sus pulmones para que se
despertara. El suministro de aire fresco era ahora suficiente para des-
pertar a toda la gente de su sueño de cien años. Siguió una boda. El
bosque fue raleado y el castillo arreglado, y la joven pareja vivió
larga y felizmente.
Había llegado el momento de mandar a los niños a la cama. Pero
a mi nieto mayor se le permitió quedarse despierto y estar presente
durante lo que estaba por venir.
Esperamos el gran momento con muchas ganas y, afortunada-
mente, no nos decepcionó. En el último trazo de las doce apareció un
pequeño círculo que se llenó hasta que la Esfera, su mayor sección
transversal en nuestro espacio, regresó con nosotros.
Aunque, por supuesto, me dirigí a él como “Excelencia”, lo con-
siderábamos un amigo de la familia y, al parecer, él también se sentía
como en casa. La conversación giró rápidamente sobre la inversión
de la gente en un espacio de más dimensiones y le conté la historia

― 97 ―
del hombre de negocios para el que la izquierda y la derecha se ha-
bían invertido repentinamente, lo que conocimos como el caso de
Vertato. Estaba muy interesado y nos dijo que él mismo le había dado
la vuelta al caballero. Inmediatamente después de dejarnos esa no-
che, dijo, se le ocurrió que era una pena limitar el experimento de
reversión a un perrito que era incapaz de comunicar sus experiencias.
Si lo hubiera pensado antes, habría dado la vuelta a una de nuestras
familias, pero no se le ocurrió hasta que ya había dejado nuestro es-
pacio. Simplemente llevó a cabo el experimento con el primer hom-
bre que conoció.
No podía decir exactamente dónde se encontraba la casa de su
víctima. Sin embargo, no podía estar lejos de nuestra casa. Recordó
que había sido octogonal, lo que concuerda con los hechos. No tenía
idea de que le causaría tantos problemas al hombre, pero ahora que
había sucedido no lo lamentaba, porque sería importante para la cien-
cia que tuviéramos a nuestra disposición estas experiencias de una
persona desarrollada.
Me interesaba mucho saber si nuestro amigo seguía convencido
de que un objeto en Spaceland no se puede girar de tal manera que la
izquierda y la derecha se intercambien, pero yo era un poco reacio a
sacar a relucir este tema tan delicado. No sé si la Esfera sintió que yo
estaba pensando en ello, pero mientras buscaba palabras para conti-
nuar la conversación, sus pensamientos habían sido ocupados con el
mismo tema, porque él dijo de repente: “Las experiencias del Sr. Ver-
tato son totalmente análogas a las de Spaceland.”
“¿Quiere decir que la gente también se dio la vuelta como resul-
tado de una rotación a través de la cuarta dimensión?” dije. “¿Pero
no es posible sólo a través de la intervención de una criatura de cuatro
dimensiones?”
“Sí”, dijo la Esfera. “He hablado de esta cuestión con la Hiperes-
fera. Me convenció de que es posible dar la vuelta a las criaturas tri-
dimensionales. Como no quería empezar con seres vivos, realizó sus
primeras pruebas con objetos. Bueno, no revelan mucho, pero enton-
ces concebí la idea de dar la vuelta a los libros. Con esto en mente
llevé el Hiperesfera a una librería donde le señalé varios libros de
política, todo de un tenor político con el que estaba en completo
desacuerdo. Les dio la vuelta. La impresión se transformó en una es-

― 98 ―
critura espejo y se convirtió en algo completamente ilegible. Sin em-
bargo, no se me había ocurrido que no engañaría a nadie más que al
librero, que era totalmente inocente. Los libros no se podían vender.
El librero los devolvió al editor, quien los sustituyó por otras copias,
con lo que él mismo incurrió en la pérdida, o dijo que no conocía
esos libros y que no tendría nada que ver con ellos. Una o dos copias
aterrizaron en un museo donde se exhibieron como un fenómeno tec-
nológico asombroso pero inexplicable, junto con una muestra no in-
vertida de la misma obra para su comparación. Todo lo que realmente
había logrado era llamar más la atención sobre los libros en sí mismos
en lugar de limitar su distribución, que es lo que yo quería hacer en
primer lugar”.
Esto tardó un rato en asimilarse. Después de un largo silencio pre-
gunté: “¿También se ha dado la vuelta a las criaturas vivientes en
Spaceland?”
“Sí, eso pasó. Al principio, la Hiperesfera no quería oír hablar de
ella debido a la posibilidad de que la víctima sufriera o se volviera
infeliz como resultado de ello. Y al principio no entendí esto. ¿Cómo
puede alguien ser infeliz por un cambio tan radical? Me preguntaba.
Pero la Hiperesfera persistió, así que tuve que pensar en algo que
evitara que el sujeto se volviera infeliz o simplemente se sintiera in-
feliz como consecuencia del experimento. Mientras pensaba en ello,
se me ocurrió un plan único. Hay una extraña enfermedad en Space-
land llamada “zurdo”. Las personas que padecen esta enfermedad
realizan todo desde la izquierda lo que los demás hacen desde la de-
recha, con el resultado de que son discapacitados en la vida diaria,
donde hay que llevar a cabo muchas acciones desde la derecha y al-
guien que es zurdo no puede hacerlo o lo hace mal. Otras acciones
que pueden ser realizadas tan fácilmente desde la izquierda como
desde la derecha por la mayoría de las personas se hacen desde la
derecha sólo porque son diestras. Si un zurdo no lo hace, los demás
se ríen de él”.
“¿Sólo porque no es lo habitual?”, preguntó mi nieto.
“En realidad, sí”, contestó la Esfera. “La moda es el rey en Spa-
celand como lo es en Flatland.”
“Probablemente sea lo mismo en Lineland”, añadió mi hijo.
“Pero ¿qué tienen que ver esos zurdos con tu plan?” Yo quería
saber.

― 99 ―
“Bueno, eso es bastante obvio. Cuando un individuo zurdo se da
la vuelta a través del espacio, la izquierda y la derecha son transpues-
tas en él y, en consecuencia, se convierte en una persona diestra”.
“Un plan maravilloso”, exclamé. “¿Y funcionó?”
“Sí”, dijo la Esfera. “O mejor dicho, no realmente. Según mis ins-
trucciones, el Hiperesfera le dio la vuelta a uno de esos individuos”.
“Así que funcionó”, dijo mi hijo.
“Eso es lo que pensábamos al principio, pero aunque esta persona
ahora era diestra, era muy infeliz. Verá, había aprendido a escribir
desde el lado izquierdo y cuando ahora lo hacía, el resultado era una
escritura que podía leer él mismo pero que era ilegible para todos los
demás. Era escritura en espejo. Y aunque podía leer su propia escri-
tura, no podía leer el de los demás. Incluso las cartas que escribió
justo antes de su curación ahora le parecían jeroglíficos. Fue tan malo
que realmente lo enfermó. El doctor no pudo encontrar nada malo.
Le dijo que dejara de leer y escribir por el momento y que diera largos
paseos, pero esto resultó ser fatal. Ahora que la izquierda y la derecha
se habían intercambiado por él, se apartó del camino de un vehículo
que venía en dirección contraria. Murió de las consecuencias”.
“Fue un final trágico para un experimento bien intencionado”, co-
menté.
“Sí”, añadió mi hijo. “El paciente fue dado de alta demasiado rá-
pido. Primero debería haber tenido la oportunidad de acostumbrarse
completamente a sus nuevas circunstancias. ¿No sería lógico mante-
ner a estos pacientes, en el futuro, en un hogar de reposo especial-
mente diseñado, donde se les enseñaría gradualmente a actuar en un
mundo que se ha invertido para ellos?
“Y la música podría jugar un papel tan importante allí como en el
caso de Vertato”, añadió mi esposa.
Pero en general estábamos convencidos de que la cura no era lo
suficientemente significativa como para repetirla a mayor escala. Los
problemas de un zurdo en el mundo no son tan grandes que ya no se
sienta a gusto en él, y un cambio repentino parece implicar tantas
consecuencias peligrosas que las desventajas son mayores que las
ventajas.
La Esfera ahora se despidió repentinamente y desapareció, deján-
donos atrás con mucho material para reflexionar y discutir.

― 100 ―
PARTE III Mundos Curvos

15 Un Rumor
La vida cotidiana continuaba plácidamente y los misterios del es-
pacio, que al principio habían causado tanta conmoción, ahora em-
pezaban a desvanecerse más y más en el fondo. La persona promedio,
que no entendía mucho sobre esto en primer lugar, ya hacía mucho
tiempo que se había interesado en otras cosas y podría, a lo sumo,
pensar para sí mismo: “Nunca se sabe lo que los científicos pensarán
después”. Los propios científicos, y aquí estoy hablando de los ma-
temáticos y físicos, estaban ahora convencidos de la posibilidad de
que existían mundos con más de dos dimensiones, aunque la mayoría
todavía dudaba del hecho de esa existencia. Si bien consideraban que
las historias sobre una visita de la llamada Esfera o hipercírculo de
un mundo tridimensional eran invenciones puras, también les daban
algún valor, ya que podían ser utilizadas para familiarizar a un pú-
blico más amplio con las características geométricas de otros mundos
concebibles. Pero iban a ocurrir cosas sorprendentes que, muy
pronto, arrojarían una nueva luz sobre el asunto.
Todavía recuerdo vívidamente que una noche estábamos todos
reunidos en un círculo familiar, charlando cómodamente de esto y
aquello, cuando uno de mis hijos me preguntó si habíamos oído que
el director del Servicio de Trigonometría había sido despedido. Me
quedé atónito, porque aunque no conocía a este hombre personal-
mente, sabía que era un funcionario concienzudo, competente en ma-
temáticas y tecnología y conocido como un observador meticuloso.
¿Cuál podría ser la razón de su repentino despido deshonroso?
Mi esposa sugirió que podría haber participado en algunas
transacciones financieras unilaterales, algo que ocurre a veces entre
funcionarios públicos de alto rango, pero no podía ver cómo un hom-
bre para quien la ciencia era tan importante y que además disfrutaba
de un salario atractivo podía sucumbir a una flagrante deshonestidad.

― 101 ―
“Por supuesto que no lo sabemos,” contestó mi esposa, “qué tipo
de problemas financieros pudo haber tenido. Por lo que sabemos,
puede que haya perdido mucho dinero en la bolsa”.
“O tiene una esposa derrochadora”, observó mi hijo.
“O un verdadero bribón por hijo”, replicó mi esposa.
Mientras tanto, todavía no sabíamos la verdadera razón y todo se-
guía siendo mera especulación.
“¿Qué significa ‘Servicio de Trigonometría’?”, quería saber mi
nieto mayor.
“Servicio de medición de triángulos”, le expliqué.
“Sí, ya lo sé ―respondió el niño―, pero, después de todo, todo
el mundo es un medidor de ángulos. Cuando me encuentro con al-
guien afuera, mido el ángulo que ha girado hacia mí simplemente
estimándolo, y todos sabemos el grado de precisión que hemos lo-
grado en esto, probablemente como resultado de la experiencia na-
tiva. En la escuela nos obligaron a practicar este asunto de medición
de ángulos hasta la saciedad. Y si uno es capaz de medir ángulos,
naturalmente aprende a conocer triángulos”.
“Y sin embargo,” interrumpí, “esto sirve para un propósito real.
El tiempo que se pasa en él no se pierde. Alguien que ha aprendido
a estimar ángulos con rapidez y precisión habrá adquirido al mismo
tiempo un conocimiento considerable de las personas”.
“No lo niego ―prosiguió el niño―, sólo hablaba del concepto de
goniometría y sostenía que no es algo especial ni muy difícil. Si que-
remos determinar los ángulos con más cuidado, utilizamos el sistema
táctil: incluso se pueden determinar sus ángulos científicamente en
ciertos institutos especiales que proporcionan al individuo un certifi-
cado de los resultados. Nunca oí el término ‘Servicio Trigonomé-
trico’ usado en este contexto.”
“Muy cierto”, declaré. “Pero el Servicio de Trigonometría es otra
cosa: es un instituto que se creó con el propósito de cartografiar el
mundo con precisión por medio de la trigonometría. El mundo entero
está dividido en triángulos para esto. Se miden los ángulos y se cal-
cula la longitud de los lados”.
“Pero, abuelo”, gritó mi nieto, “¡tú sabes que no es así! ¿Cómo se
puede calcular la longitud de los lados cuando sólo se conocen los
ángulos?”

― 102 ―
“No”, respondí inmediatamente, “tienes razón”. Naturalmente, un
lado tiene que ser conocido. Entonces, si los ángulos del triángulo se
conocen con precisión, se pueden calcular los otros lados”.
“Sólo hay que conocer un lado y dos ángulos. El tercer ángulo se
puede calcular fácilmente porque los tres ángulos de un triángulo jun-
tos equivalen a dos ángulos rectos o 180°”, pensó el chiquillo que
había que añadir. De todos modos, me sentí orgulloso de su observa-
ción. Mostraba una vez más lo cerca que estaba este hombrecito de
seguir las huellas de sus antepasados... ¿No era nuestro antepasado,
el famoso Square, su tatarabuelo?
El silencio prevaleció durante un tiempo. Todo el mundo estaba
reflexionando sobre el caso. Mi esposa fue la primera en reanudar la
conversación, diciendo: “Todavía no entiendo cómo un puesto de di-
rector del Servicio de Trigonometría puede conducir a cualquier tipo
de fraude. Todo lo que implica es medir los ángulos con la mayor
precisión posible y realizar los cálculos. El director podría tener que
decidir qué puntos deben ser considerados como esquinas para su red
triangular, pero sigue siendo un simple trabajo de reconocimiento
técnico”.
“No sabemos ―intervino mi nuera― qué clase de relación tenía
este hombre con sus subordinados, y hasta qué punto podría haber
entrado allí alguna deshonestidad”.
“No nos vayamos por las tangentes salvajes”, le dije. “Sólo esta-
mos especulando. No sabemos nada al respecto y no tiene sentido
dejar que nuestra imaginación corra con nosotros”.
“Podríamos oír más al respecto en un futuro próximo”, dijo mi
esposa.
“Bastante probable”, dije, sin sospechar que este sería el caso.

16 La visita
Una noche, unos días después, me senté en mi cuarto a estudiar.
Mi asignatura favorita, las matemáticas, me había vuelto a agarrar y
estaba inmerso en problemas complicados cuando un visitante fue
anunciado. Hice que entrara. Era un octógono majestuoso que se mo-
vía con gracia e inspiraba confianza y respeto desde el principio. Me
sorprendió mucho cuando se presentó como el Sr. Puncto, el director

― 103 ―
despedido del Servicio de Trigonometría, que había sido objeto de
tanta conmoción.
“Tal vez usted tenga alguna idea sobre el propósito de mi visita”,
dijo.
No le contesté de inmediato. De hecho, algunos pensamientos pa-
saban por mi mente, pero no me pareció apropiado expresarlos. Pensé
que podría querer pedirme ayuda en relación con su despido. Un
hombre, incluso un hombre inteligente y bien educado, puede estar
al final de su ingenio y empujado a recurrir a un adivino o a un char-
latán, ¿no tengo la reputación entre el público en general de ser al-
guien que practicaba magia negra? ¿No me consideraban como al-
guien que poseía poderes secretos? Es cierto que mi visitante no pa-
recía ser el tipo de persona que daría crédito a ese tipo de charla, pero
en una situación desesperada, y tal vez a instancias de su esposa, un
hombre bien podría buscar un recurso como su última esperanza
cuando todos los demás medios le habían fallado.
¿Qué quería de mí? ¿Podría tener que producir una gran suma de
dinero, que había malversado o perdido, y pensó que tal vez podría
conjurarlo para él fuera del mundo tridimensional? Estas cosas pasa-
ban por mi mente y no sabía cómo responder a mi visitante. Él debe
haber notado mi confusión porque continuó después de unos minu-
tos, diciendo: “Brevemente, el asunto es el siguiente: He venido a
pedirle consejo en conexión con mi despido del Servicio de Trigono-
metría, del que sin duda han oído hablar.
“Debo añadir,” continuó, “que los rumores más descabellados han
estado circulando sobre este asunto, pero creo que estoy en lo cierto
al pensar que su punto de vista diferirá del resto.”
“Debo admitir ―le contesté― que sólo sé el hecho de su despido
y que estoy completamente a oscuras sobre la razón de su despido.
Si quieres contarme más sobre ello, seré capaz de determinar mi pro-
pia actitud con más claridad, pero realmente no creo que pueda ser
de ninguna ayuda para usted”.
Si mis palabras sonaban un poco hostiles, quería que lo fueran.
Estaba resuelto a que en el momento en que mi visitante me pidiera
mi cooperación como mago, le mostraría la puerta, a pesar de sus
ocho lados regulares.
“Entiendo ―dijo mi huésped― que aún no vea de qué manera
puede ayudarme, y tampoco puedo decírselo, porque yo tampoco lo

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sé. Sigo viviendo en un complejo de problemas cuya solución me
parece lejana y oscura. Sigo sin saber en qué dirección buscar una
respuesta. Pero si usted no puedes hacerlo, nadie puede. Hay sufi-
cientes matemáticos en el mundo, en nuestro mundo bidimensional”,
añadió con un guiño, “pero me parece que nunca saldremos del bos-
que con nuestra antigua y clásica forma de matemáticas. Y porque se
ha mostrado receptivo, no sólo a los nuevos conceptos, sino también
a la propagación de nuevas ideas ―siempre y cuando le parezcan
justificar esto―, espero que sea capaz de ver los hechos con una
mente abierta”.
“Empiezo a ver ―dije― que toda la cuestión está relacionada con
un problema matemático. En otras palabras, no se trata de... ¿un
asunto legal o financiero?” Me aventuré a preguntar. “Me perdonará
si se lo pregunto con toda franqueza.” “Por supuesto”, contestó. “Por
el contrario, estoy muy contento de poder descartar toda la charla
inventada por el público, que es incapaz de entender ni la más mí-
nima parte del problema. Es una pregunta puramente científica, al
menos técnica, pero... una pregunta extremadamente extraña”, aña-
dió.
No sólo se desvaneció mi anterior antipatía hacia él, sino que mi
interés en el problema se había despertado completamente, aunque
todavía no sabía nada de él. Y entonces le dije: “¿Puedo preguntar si
esto implica alguna dificultad en la aplicación de los métodos de me-
dición o en el cálculo de los errores que se producen durante el pro-
ceso de medición? Debe tener en cuenta que no soy un técnico”.
“Por lo que veo, no es un problema técnico, sino teórico”, respon-
dió. “Aunque no estoy seguro. Es todo tan extraño, ¡tan extraño!” Y
con eso parecía estar contemplando vistas lejanas. Pensé que estaba
de luto, que se sentía enfrentado a un misterio insoluble, un misterio
con el que los demás ni siquiera podían simpatizar. Y pensé en ayu-
darlo con la observación: “¿No sería mejor dejar las cosas como es-
tán? Quiero decir, si realmente no hay respuesta al problema...”
Pero esto lo hizo estallar: “¿No hay solución al problema? Tiene
que haber uno. Todo tiene su razón de ser. Hay una explicación para
todo. Por eso pensé que usted, como matemático, estaría de acuerdo.
La explicación podría ser extraña... ¡incluso muy extraña, quizás!”

― 105 ―
“Mi querido señor,” le dije, “puede contar conmigo. En cualquier
caso, quiero profundizar en el problema. ¿Puede describirme lo esen-
cial en pocas palabras?”
“Es mejor que no lo haga”, dijo. “Podrías cuestionar mis observa-
ciones o incluso mis facultades mentales. ¿Tienes el tiempo y la opor-
tunidad de acompañarme mañana?”
“Sí ―dije―, no tengo ninguna objeción; al contrario, me gustaría
mucho acercarme a esta cuestión que ya me ha despertado mucha
curiosidad. Pero puedo ver que será una gran decepción si no encuen-
tro una explicación para el fenómeno que le está causando tales pro-
blemas”.
En primer lugar”, argumentó, “puede que me pille en un error,
aunque francamente lo dudo”. Pero si lo hace, el asunto se aclarará
fácilmente, y le estaré muy agradecido por su cooperación. Por otra
parte, mis observaciones podrían resultar ser correctas, y tan inexpli-
cables para usted como para mí. Entonces ya no estaría solo, sino que
podríamos compartir las dificultades y discutirlas. Eso sería un gran
consuelo para mí. En tercer lugar, no me parece imposible que en-
cuentre una solución al rompecabezas. ¿Me ayudará?” “Como dije,”
fue mi respuesta, “de ahora en adelante me interesaré mucho en el
asunto. Estaré encantado de hacer todo lo que esté en mi poder, pero
el resultado es dudoso y espero que no quiera reprocharme nada des-
pués”. “¿Reprochar?”, dijo. “Nunca. Quién sabe, quizá encontremos
juntos la solución. Si dos mentes pueden discutir un problema siem-
pre hay una posibilidad de que se encuentre una solución, pero será
muy difícil”.
“¿Puedo saber un poco más?” Pregunté cuándo nos despedimos
el uno del otro. “¿No podría levantar una punta del velo por mí, para
que pueda entender en qué dirección buscar una solución?” “Está
bien”, dijo. “Dime cuál es la suma de los ángulos de un triángulo.”
Esa pregunta inesperada me sorprendió, debo admitirlo, pero res-
pondí: “180°, por supuesto.”
“¿Siempre?”, preguntó, y se fue.

― 106 ―
17 Resultados sorprendentes
Este último comentario del ex director me hizo reflexionar. Había
estado hablando con él durante un buen rato y pensé que estaba tra-
tando con un hombre inteligente, pero después de esta pregunta, dudé
de él... ¿estaba el hombre realmente en sus cabales? ¿Estuvo todo el
tiempo allí? ¿Quién duda de que la suma de los ángulos de un trián-
gulo es de 180°? ¿Quién ha visto alguna vez otro tipo de triángulo?
¿O puede concebir un triángulo así? Además, es fácil demostrar que
los ángulos son de 180°. ¿No sería mejor que me retirara del caso?
Sería difícil deshacerse del hombre más tarde, y ¡tratar de convencer
a un maníaco de una verdad sin sentido o de cualquier otra una vez
que la tenga en su cabeza!
Estas reflexiones me provocaron una noche de insomnio. Consi-
deré inventar algún tipo de excusa, una enfermedad, una llamada
inesperada ―si es necesario, una muerte en la familia― para salir de
la situación, pero cuando se paró frente a mi puerta a la mañana si-
guiente, me inspiró de nuevo tanta confianza que decidí ir con él, y
hasta el día de hoy nunca me he arrepentido.

Una red de triángulos está colocada.

Me sirvió para salir de la ciudad. Aquí se había colocado una red


de tres esquinas con puestos de observación a distancias considera-
bles entre sí. Nos dirigimos al puesto A. Mediante un instrumento
trigonométrico preciso fue posible determinar los ángulos entre las
direcciones AB, AC, AD, AE, y AF. Mi guía me pidió que intentara

― 107 ―
usar el instrumento yo mismo y que midiera el ángulo entre la direc-
ción a C y la dirección a D. Me encontré disfrutándolo e incluso mi-
diendo los otros cuatro ángulos.
“Juntos, estos cinco valores tendrán una suma natural de 360°”,
declaré.
“Intentémoslo”, respondió mi nuevo amigo ―por qué no debería
llamarlo así― “para ponerlo a prueba”.
Esto es lo que hicimos y el resultado resultó ser cercana a una
precisión de 360°, ¡pero no exactamente de 360°!
“Por supuesto que uno nunca llegará exactamente a 360°”, dijo
mi guía. “Cada observación que se lleva a cabo, incluso con la má-
xima precisión, implica un pequeño error, un error de observación.
Debido a esto, la suma final nunca será del todo correcta, sino un
poco demasiado o demasiado poco. El observador entrenado obten-
drá una desviación menor que un hombre no entrenado, pero incluso
alguien que trabaje con la mayor precisión posible tendrá un pequeño
error en su resultado”.
“No hace falta que me digas eso”, le dije, “Hace tiempo que estoy
familiarizado con los errores de observación”.
“Entonces comprenderán también,” resumió el otro, “que con la
repetición sucesiva de las mismas mediciones el resultado será a ve-
ces demasiado pequeño y a veces demasiado grande.
“Por supuesto,” dije, “pero también se puede tener un resultado
que es demasiado, varias veces seguidas.”
“O, por otro lado, una que es demasiado pequeña en sucesivas
ocasiones”, finalizó mi amigo.
“Hasta ahora nos entendemos”, dijo, “pero ahora aparece lo ex-
traño. Si vamos al punto C y medimos el ángulo entre las líneas CD
y CA, después de lo cual vamos al punto D y medimos el ángulo entre
DC y DA, sumando finalmente los valores descubiertos para el ta-
maño de los tres ángulos del triángulo ACD...”.
“Entonces tenemos que llegar a 180°”, dije. “Es decir, nunca lle-
garemos exactamente a 180°, pero siempre un poco más o un poco
menos.”
“Exactamente, eso debería ser así”, dijo, “pero no es el caso.
Siempre estoy obteniendo un resultado demasiado grande y la des-
viación que encuentro es un poco demasiado grande para ser atribui-
ble a un error de observación”.

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“Esto significa ―concluí― que la desviación no puede ser el re-
sultado de un error de observación, sino que es una desviación ver-
dadera, que por lo tanto la suma de los ángulos de este triángulo es
realmente mayor de 180°”.
Mi conclusión era correcta, no podía ser refutada lógicamente,
pero cuando lo dije, me sorprendieron mis propias palabras. ¿Cómo
podría ser eso? ¿Qué acababa de decir? ¡La suma de los ángulos de
un triángulo es mayor de 180°! ¡Eso es imposible! ¿Cómo puede ser
eso?
Mi compañero de viaje notó mi confusión. Sonrió y dijo: “Sí, así
es, en mi opinión es la única deducción correcta. Pero, ¿cómo es po-
sible? Después de todo, no podemos afirmar que, por primera vez,
hayamos descubierto un triángulo cuya suma de ángulos es superior
a 180°. Eso sería contrario a la inteligencia razonable. ¡Va en contra
de los fundamentos mismos de la geometría! Y la medida se aplica
no sólo a este triángulo en particular, sino a todos los triángulos de la
red trigonométrica. No puedo encontrar la salida. ¿Puedes ayudarme?
¿Puede adivinar la razón subyacente de este sorprendente resultado?
¿Podría hacer una pequeña sugerencia sobre dónde deberíamos bus-
car una solución?”
“¿Qué pasó realmente?” Le pregunté. “¿Fue esta la razón de su
despido?”
“Sí,” dijo, “esta es la razón y no otra. Simplemente se negaron a
aceptar el resultado. Me llamaron para testificar, me escucharon, vi
que me miraban con compasión. O era un chapucero o no estaba del
todo en mis cabales. La suma de los ángulos de un triángulo es 180°
y eso es todo. Pero por el Santo Círculo, ¡también lo sé! En su opi-
nión, alguien que se atreve a considerar tales resultados no es apto
para mi puesto”.
“Pero, después de todo, uno no puede cambiar los datos que
tiene”, pensé en voz alta.
“Me complace oírle decir eso”, comentó. “Pero no esperaba que
dijera nada más. Mire, sería bastante fácil para mí alterar mis medi-
das, cancelando la diferencia descubierta, pero no podía justificarme
por eso”.
“Además,” continué, “otros podrían descubrir la diferencia en una
fecha posterior y sacar a la luz sus trampas.”

― 109 ―
“Eso es ciertamente posible”, dijo. “No, realmente no puedo hacer
otra cosa.”
“Hay otra forma de salir del enredo.”
“¿Y eso es?”, preguntó.
“Bueno, simplemente esto, que registre sus resultados con un
poco menos de precisión, redondeándolos, en otras palabras. Las pe-
queñas diferencias desaparecerán y los resultados se comprobarán”.
“Esa es una posibilidad, pero iría a contracorriente conmigo.
Hago mi trabajo lo mejor que puedo y doy los resultados de mis me-
diciones con la mayor precisión posible. ¡No puedo hacer otra cosa!
Considero que es la única actitud adecuada hacia mi trabajo.”
“Le entiendo”, le aseguré. “Yo miraría mi trabajo exactamente de
la misma manera.”
Siguió un largo silencio; ambos estábamos ocupados con nuestros
propios pensamientos. Yo fui el primero en hablar.
“Consideremos primero lo que tenemos que hacer. En mi opinión,
debemos establecer este fenómeno descubierto con la mayor preci-
sión posible”.
Lleno de entusiasmo, contestó: “Mi querido amigo, no sucede a
menudo en la vida que, más tarde, uno adquiere de repente un verda-
dero amigo. La mayoría de los amigos se hacen en la juventud, pero
ahora siento que he encontrado un amigo muy cercano en usted. Por
favor, déjeme llamarlo así. Mi querido amigo, no puedo decirle lo
agradecido que estoy por su ofrecimiento de ayudarme, por su dispo-
sición a dedicar tiempo y reflexión para ayudar a resolver una difi-
cultad que me concierne personalmente”.
“El problema no le concierne sólo a usted”, le dije. “Es un pro-
blema científico en el campo de la geometría y me fascina. Estaré
encantado de intentar encontrar la solución junto con usted, como dos
amigos de confianza o, al menos, si no se encuentra una solución, de
resolver el problema con palabras y cifras lo más clara y brevemente
posible, de modo que otra persona pueda utilizar nuestros resultados
en una fecha posterior”.
“Ese es el verdadero punto de vista de toda la ciencia”, dijo. “¡Va-
mos, pongámonos a trabajar!”
“En primer lugar ―dije―, ¿por qué cree que hasta ahora no se ha
descubierto esta desviación? ¿Acaso el método de observación del
pasado no era tan preciso como lo es hoy en día? ¿O hay otra razón?”

― 110 ―
“Eso es fácil de responder. Debido a la mejora de los instrumen-
tos, el método es mucho más preciso que antes, pero eso no altera el
hecho de que las desviaciones son tan grandes que deberían haber
sido descubiertas mucho antes de esto”.
“En su opinión, ¿por qué no lo descubrieron antes? ¿Podría tam-
bién haber implicado el miedo de hacer público un resultado fantás-
tico e inexplicable?”
“Su explicación es posible, por supuesto,” contestó el Sr. Puncto,
“aunque desacreditaría a los observadores anteriores y no deberíamos
hacerlo hasta que no haya absolutamente ninguna otra opción.”
“Entonces busquemos primero otra razón”, continué. “¿Los anti-
guos observadores dieron resultados redondeados o sus resultados
fueron calculados en el mayor número de lugares posible?”
“Lo investigué y descubrí que dieron sus resultados con la mayor
precisión posible. Sin embargo, nunca se habló de un valor dema-
siado grande de la suma de los tres ángulos de un triángulo. Las pe-
queñas desviaciones en sus resultados pueden atribuirse a errores de
observación”.
“En ese caso, deberíamos investigar si había alguna diferencia en-
tre el antiguo método de observación y el actual. En resumen, lo que
es diferente y lo que se hace diferente...”
“Bueno,” dijo, “hay una diferencia en un aspecto. Anteriormente
se usaba una red de triángulos pequeños, y ahora usamos triángulos
muy grandes”.
“Entonces tendremos que determinar si el tamaño del triángulo
seleccionado tiene alguna influencia en el resultado. ¿Cuál es la me-
jor manera de hacerlo? Ha sido despedido. ¿Significa eso que ya no
puede realizar el trabajo de observación porque ya no tiene los ins-
trumentos y asistentes necesarios y, si es así, podemos obtener los
instrumentos y los ayudantes capacitados de otra manera?
“Bueno,” suspiró, “creo que mis hombres, una vez que les haya
explicado el asunto, estarán perfectamente dispuestos a hacer todas
las medidas que creo que son necesarias.”
“Bien”, dije. “Espero verle en mi casa tan pronto como haya in-
vestigado esto y luego podremos seguir hablando de ello.”
Nos separamos como los mejores amigos. Estaba convencido de
que el Sr. Puncto haría su investigación con la mayor precisión y ra-
pidez, y en esto no me engañó.

― 111 ―
18 Un problema imposible
Apenas había pasado una semana cuando mi amigo el Sr. Puncto
se detuvo a discutir los resultados de su investigación conmigo. Ha-
bía colocado un gran número de triángulos grandes y pequeños y ha-
bía medido sus ángulos con el mayor cuidado. El resultado fue que
la suma de los ángulos de un triángulo excedió consistentemente
180° en una cierta cantidad, una cantidad que aumentó con el au-
mento en el tamaño de los triángulos y que no podía ser medida para
triángulos pequeños.
Pasé muchas horas revisando sus cálculos, pero no pude encontrar
ni un solo error.
“Bueno, estos hechos ya están establecidos”, dije enfáticamente.
“Al menos, estamos un gran paso adelante.”
“No estoy de acuerdo”, se reincorporó el Sr. Puncto. “El caso si-
gue siendo igualmente curioso y no tenemos la más mínima explica-
ción.”
“Las cosas no están tan mal”, le aseguré. “Primero los hechos,
luego la explicación. Estamos bien encaminados y no me cabe duda
de que se puede encontrar una explicación”.
Nos quedamos despiertos hasta altas horas de la noche teorizando,
pero sin éxito. ¡Realmente era un asunto curioso! Finalmente tuvimos
que interrumpir nuestra reunión, pero acordamos seguir pensándolo
mucho. Tal vez a uno de nosotros se le ocurra una buena idea. Pla-
neamos celebrar nuestra próxima reunión tres días después y com-
partir nuestros pensamientos con otros, incluso con aquellos que no-
sotros mismos habíamos rechazado como inútiles. A veces una no-
ción errónea puede llevar a otra persona a un pensamiento viable.
Nos despedimos con una cálida despedida, convencidos de que jun-
tos encontraríamos la salida del laberinto.
No necesito decirles que estaba constantemente preocupado por
el problema. Incluso cuando me iba a dormir, seguía pensando en
ello el mayor tiempo posible con la esperanza de que me viniera algo
en un sueño, que aunque no fuera la solución, al menos me empujaría
en la dirección correcta. Todo en vano, sin embargo. Durante el día
razonaba en voz alta conmigo mismo, tratando de establecer un ar-
gumento lógico, pero siempre se atascaba en alguna parte, ya que una
pregunta absurda indudablemente no debe producir una respuesta ló-
gica. Me volví impermeable a mi entorno y sólo vi triángulos y más

― 112 ―
triángulos delante de mí, grandes, pequeños, isósceles, equiláteros,
irregulares, toda clase de triángulos. En mis pensamientos caminaba
alrededor de ellos, medía los ángulos, y luego pensaba inmediata-
mente en el siguiente triángulo.
Mi familia me dejó sola porque no querían molestarme. De vez
en cuando me miraban con curiosidad. Cada vez que alguien me pre-
guntaba algo, no lo escuchaba, sino que respondía con una peculiar
contra-pregunta, como “Muéstreme un triángulo en el que la suma de
sus ángulos sea superior a 180°”.
En la mañana del tercer día ―la reunión con mi amigo el Sr.
Puncto iba a tener lugar más tarde esa noche― mi nieto entró en mi
habitación. “Abuelo”, dijo, “No sé si puedo ayudarte o no, pero ayer
estuviste todo el día pidiendo un triángulo cuya suma de ángulos es
superior a 180°”.
“Sí”, dije. “Sé lo que debes estar pensando, hijo mío. Por supuesto
que piensas que tu viejo abuelo está empezando a perder la cabeza.
Y así parece, lo sé, pero también sé que no lo soy. Estoy buscando la
solución a un problema y ni siquiera estoy seguro de si se trata de un
problema matemático o filosófico, pero para resolverlo, debo ser ca-
paz de visualizar un triángulo cuya suma de ángulos es superior a
180°”.
“Sí, abuelo ―dijo el niño―, sé que un triángulo ordinario no
puede ser diferente de cualquier otro triángulo que puedas imaginar.
Naturalmente tiene que ser un triángulo peculiar, porque sólo un
triángulo peculiar puede tener una propiedad peculiar. ¿Te muestro
un triángulo como ese?”

Mi nieto me muestra un
triángulo, cuya suma de
ángulos es superior a 180º.

Aunque no tenía confianza, algo más que amor por mi nieto me


hizo responder que me gustaría saber qué tipo de triángulo peculiar
había soñado. El niño estaba visiblemente contento de que su abuelo

― 113 ―
mostrara tanto interés en su descubrimiento y comenzó inmediata-
mente a dibujar una figura.
“Aquí tienes un triángulo, abuelo, la suma de cuyos ángulos es
mayor que dos ángulos rectos.”
“Sí,” me opuse, “pero los lados de ese triángulo no están rectos.”
“Ese es el punto”, dijo el joven virtuoso. “Ese es mi descubri-
miento. Después de todo, tuve que pensar en algo peculiar para res-
ponder a una pregunta peculiar”.
“Tienes razón”, le dije. “Pero, ¿qué debo decir? Los triángulos
que vi no tenían lados curvos”.
“¿Estás seguro de eso?”, preguntó el chico.
Esto me irritó un poco. Por supuesto que estaba seguro. Aunque
los lados de los triángulos que habíamos medido en el exterior no
habían sido dibujados, eran rayos de luz que venían de otras esquinas
hacia nuestro instrumento de observación, y si la luz no viaja a lo
largo de líneas rectas, ¡entonces nada tiene sentido!
Sin embargo, me conmovió que él hubiera querido ayudarme, y
no quise mostrar mi molestia. Aunque no me había llevado un paso
más allá, por lo menos había interrumpido mi sombrío hilo de razo-
namientos, mis especulaciones desesperadamente confusas que cons-
tantemente giraban en la misma dirección y no podían darme una
respuesta. Por la noche mi amigo venía a hablar conmigo sobre este
extraño caso, cuya solución parecía ahora muy lejana. Pero entonces,
quizás mi pareja había sido capaz de encontrar una respuesta al difícil
problema después de todo, o al menos había descubierto algo que nos
guiaría en la dirección correcta.

19 Triángulos extraños
Mis esperanzas de que el Sr. Puncto tuviera una sacudida cerebral
resultaron ser vanas. Había estado caminando con el problema du-
rante unos tres días, como él explicó, pero entendí por sus palabras
que dependía totalmente de mí para la solución. Él creía que como
nieto del famoso Square, yo estaba destinado a tener dones inusuales
que podrían aplicarse con éxito a los problemas más inusuales, espe-
cialmente a aquellos para los que las matemáticas ordinarias no po-

― 114 ―
dían proporcionar ni siquiera el atisbo de una respuesta. Esto fue ha-
lagador, pero aun así me irritó que no hubiera hecho todo lo que es-
taba en su mano. Se lo dije, pero se rió y me devolvió el reproche
cuando admití que no tenía la menor idea de qué camino tomar. No
podía aportar nada que nos impulsara en la dirección correcta, una
dirección que nos acercara un poco más a nuestro objetivo.
“Ni siquiera estoy pidiendo eso”, dijo mi invitado.
“Si la dirección es correcta o incorrecta sólo se aclarará más tarde.
Por el momento, tendremos que aceptar todas y cada una de las no-
ciones extraordinarias que nos llevan a triángulos con otras propie-
dades a las que estamos acostumbrados, como un posible paso hacia
una solución. Si tan sólo pudiera pensar en una figura que pudiera
pasar por un triángulo y que tuviera la propiedad de que la suma de
sus ángulos es superior a 180°, la consideraría como una forma de
salir de nuestro laberinto, pero hasta ahora no he logrado llegar a tal
figura”.
“Sí,” tuve que reconocer, “ese es un punto de vista. Si lo pones de
esa manera, tal vez se me ocurra algo”. Y produje el triángulo con
lados curvos que mi nieto me había mostrado.
El Sr. Puncto escuchó atentamente, examinó el triángulo en cues-
tión con mucho cuidado y no se rió. Finalmente dijo: “Tal vez este
sea un primer paso en la dirección correcta. Es una solución al pro-
blema en la medida en que la suma de los ángulos supera los 180°,
pero, por otro lado, me pregunto si realmente podemos aceptar un
triángulo con lados curvos”.
“Por supuesto que no podemos”, me puse un poco impaciente.
“Los rayos de luz se mueven a lo largo de líneas rectas.”
“Eso es cierto, por supuesto”, contestó con calma. “Y por lo tanto
puedo considerar esto como un primer paso, y posiblemente incluso
un paso en la dirección equivocada.”
Continuamos discutiendo nuestro problema durante mucho
tiempo, durante muchas horas de hecho, sin llegar más lejos. Cuando
finalmente nos separamos, mi amigo dijo: “Resumamos rápidamente
lo que parece. A través de mediciones hemos encontrado que la suma
de los ángulos de nuestros triángulos no es igual a 180° sino mayor,
y que el tamaño de la diferencia parece depender del tamaño del
triángulo. Los triángulos más grandes tienen una desviación mayor

― 115 ―
que los más pequeños. En segundo lugar, sólo podemos concebir que
tal desviación ocurra en triángulos cuyas líneas no son rectas”.
“Ese es el triste resultado”, dije.
“Pero es sólo temporal”, declaró con optimismo.
“Sí, ¿pero ahora qué?” Me preguntaba. “¿Tenemos que andar
otros tres días esperando otra inspiración feliz? Una mejor, espero.”
“No veo mucho futuro en eso”, contestó. “Sería mejor que hablá-
ramos un poco con los demás y viéramos cómo reaccionan a estas
ideas.”
“Tal vez debería volver a consultar a mi nieto”, le sugerí un poco
sarcásticamente. “Me parece que es la forma correcta de convertirlo
en un pequeño presumido.”
“Preferiría saber,” dijo mi amigo, “cómo reaccionan a esto los
hombres de ciencia y especialmente los matemáticos. ¿No podríamos
despertar algún interés? Ahora tenemos datos de observación que
justifican una explicación científica”.
“O refutación”, agregué.
“No se pueden refutar”, dijo, y tuve que estar de acuerdo, porque
los hechos observados eran innegables.
También pensé que era mejor recurrir a los recursos de la facultad
de Ciencias Matemáticas y Físicas, y me comprometí a tratar de in-
teresar a estas personas para que tomaran conciencia del problema.

20 La Facultad
Lo logré por encima de todas las expectativas. Había pensado que
la facultad con la que había solicitado una audiencia nombraría a un
solo profesor para que escuchara nuestra “defensa” de los asombro-
sos acontecimientos, pero resultó ser diferente. El Sr. Puncto y yo
fuimos invitados a asistir a una conferencia plenaria de la facultad en
la que pudimos presentar nuestros puntos de vista.
Con gran entusiasmo nos dirigimos a esta sesión solemne a la hora
señalada, pero en el momento en que fuimos admitidos tuvimos la
fuerte sensación de que nos habían convocado aquí para poner fin a
nuestras “tonterías” de una vez por todas, a través de un veredicto
oficial emitido por este colegio de expertos de alto rango, y este sen-

― 116 ―
timiento permaneció con nosotros a lo largo de toda la sesión. El pre-
sidente primero entregó la reunión al Sr. Puncto, a quien se dirigió
con el título de “ex agrimensor”. Fue lo suficientemente listo como
para convertir esto en “ex jefe de topografía, ex director del Servicio
Trigonométrico Central”. Pero el presidente simplemente reaccionó
a esto con un breve “Usted tiene la palabra”, con lo cual el Sr. Puncto,
tranquilo y serio, procedió a exponer todo el caso. Relató cómo las
mediciones realizadas bajo su guía mostraban que la suma de los án-
gulos de los triángulos en cuestión era superior a 180°, aumentando
proporcionalmente con el aumento del tamaño de los triángulos. La
razón por la que esto no se había descubierto nunca antes fue atri-
buida al hecho de que anteriormente sólo se habían utilizado triángu-
los relativamente pequeños y que allí la desviación era menor que el
error de observación. Afirmó que una serie de experimentos no deben
ser rechazados simplemente porque su resultado sea extraño, sino
que se debe intentar explicar científicamente dicho resultado. Afirmó
que una serie de experimentos no deben ser rechazados simplemente
porque su resultado sea extraño, sino que se debe intentar explicar
científicamente dicho resultado.
Después de haber explicado todo esto clara y sucintamente, el
profesor de matemáticas, Ergo, pidió la palabra. En una larga discu-
sión sostuvo que es indudablemente cierto que la ciencia debe tratar
de explicar los fenómenos observados, pero que estos hechos en
cuestión son de tal naturaleza que el hombre científico tendría que
rechazarlos de inmediato. Los ángulos de un triángulo juntos son
180° o dos ángulos rectos. Esto siempre ha sido así. Es un hecho in-
negable y no puede ser de otra manera. Si una serie de observaciones
está en conflicto con los primeros fundamentos de las matemáticas,
la serie es falsa. No depende de los científicos el rastrear el error, eso
lo tienen que hacer los investigadores responsables del lío en primer
lugar. La facultad debería dejar el asunto a un lado. Estaría por debajo
de su dignidad involucrarse incluso en el más mínimo grado.
Después de esto, el profesor de física, el profesor Supposo, habló.
Nos dimos cuenta enseguida de que aquí había un hombre dife-
rente. Construyó un argumento en el sentido de que la ciencia de la
física ciertamente había tenido que enfrentarse más de una vez a re-
sultados que al principio parecían muy extraños, pero que, al exami-
narlos más de cerca, habían resultado ser correctos. Ahora bien, era

― 117 ―
cierto, afirmó, que estos hechos eran extremadamente extraños, por-
que los primeros principios de las matemáticas fueron atacados,
“pero,” dijo, “no obstante, trataremos estas observaciones...”. con la
mayor buena voluntad. Debemos preguntarnos: ¿Podemos concebir
un triángulo cuya suma de ángulos sea superior a 180°? Nunca hemos
visto un triángulo así, ni en la realidad ni en nuestros pensamientos.
Por lo tanto, tendrá que ser una especie de triángulo muy extraño que
tiene una propiedad tan extraña. ¿Puede alguno de los caballeros que
han venido aquí deshacerse de la ciencia existente y nombrar tal
triángulo o mostrárnoslo? Si no, entonces considero que el asunto
está cerrado. Pero si pueden hacerlo, estoy dispuesto a pensar más en
el asunto”.
Fortalecido por esta corriente de pensamiento acomodaticio, me
sentí llamado a presentar la hipótesis de mi nieto. Por lo tanto, he
pedido la palabra y, tras obtenerla, he intervenido de la siguiente ma-
nera: “Señores, señores muy ilustres de este ilustre colegio, tengo el
privilegio de hacer algunos comentarios sobre las palabras del orador
anterior. Estoy en posición de mostrarle un triángulo que satisfaga la
propiedad requerida. El orador anterior ya ha establecido que tendrá
que ser un triángulo extraño, inusual. Pues bien, les digo que un trián-
gulo, cuyos lados no son rectos sino curvos, puede tener ángulos cuya
suma es superior a 180°”.
Hubo un momento de silencio que aproveché para delinear ese
triángulo.
“Me permito señalar aquí ―dijo el profesor Ergo― que en el
mundo la luz viaja en línea recta y que, por lo tanto, los lados de los
triángulos utilizados en las mediciones trigonométricas no pueden
ser curvados”.
Un murmullo de aprobación desapareció cuando el profesor Sup-
poso respondió:
“Sr. Presidente, no estoy completamente de acuerdo con esto. Si
fuera necesario suponer que la luz no viaja en línea recta sino en línea
curva, entonces habría que investigar si esta hipótesis no está en con-
flicto con otros fenómenos, pero tengo una objeción totalmente dife-
rente a la hipótesis. Consideremos dos triángulos de unión de la red
trigonométrica, ABC y BCD. Debido a que la suma de los ángulos de
ABC debe ser mayor de 180°, el lado BC ahora será curvado hacia
afuera, o de aquí hacia la derecha. Pero el BCD triangular también

― 118 ―
tendrá que manifestar el mismo fenómeno. La suma de los ángulos
de este triángulo también debe ser mayor de 180°, y esto requiere que
el lado BC esté curvado hacia la izquierda. Está claro que la línea BC
no puede curvarse simultáneamente a la izquierda y a la derecha, y
esto rompe toda la explicación que dio nuestro invitado”.

El lado BC no se puede
curvar simultáneamente a
la izquierda y a la derecha.

No podía responder a esto. El argumento del profesor Supposo


me pareció tan hermético que mi hipótesis tendría que ser anulada.
No había nada más que decir porque mi amigo el Sr. Puncto no tenía
nada más que aportar.
En un tono sarcásticamente amistoso, el presidente dijo: “Verán,
caballeros, la facultad ha dedicado todo su esfuerzo y tiempo consi-
derable a su problema, sin resultado. Ahora le toca a usted encontrar
los errores en sus observaciones, ciertamente no se puede esperar que
estos caballeros de la ciencia dediquen más tiempo a la cuestión. La
facultad sólo les pide que se den cuenta de que se equivocaron y que
no tratarán a nuestras espaldas de culpar a la ciencia por la supuesta
falta de cooperación, lo que nos pone en una mala situación. Si al-
guna vez nos pareciera que este es el caso, no dudaremos en informar
a la ley y demandarle por difamación de carácter. Tu presencia entre
nosotros ya no es apreciada”.
Ninguno de nosotros se atrevió a responder. Salimos de la sala y
con el ánimo agobiado caminamos hacia mi casa. Habíamos perdido
la batalla, pero aún no estábamos convencidos de que estábamos
equivocados. Por el contrario, los hechos estaban a nuestro favor y
correspondía a la ciencia explicar el fenómeno. Le pedí a mi amigo
que viniera a casa conmigo para discutir el asunto más a fondo.
Una vez que volvimos a mi estudio pudimos relajarnos de nuevo,
el mundo hostil se mantuvo fuera de los límites de la habitación. Du-

― 119 ―
rante mucho tiempo permanecimos sumergidos en nuestros pensa-
mientos hasta que el Sr. Puncto rompió el silencio. Sus palabras re-
flejaban un indestructible espíritu de optimismo.
“A pesar de todo ―dijo―, la entrevista con los caballeros erudi-
tos no ha sido infructuosa. El profesor Ergo, un caballero de la vieja
escuela, simplemente rechazó lo que no entendía, pero el profesor
Supposo dijo algo más, y su argumento incluía algunas cosas que
valía la pena considerar. Quería ver un triángulo que satisficiera las
características extrañas, y ―si fuera necesario― estaría satisfecho
con un triángulo con lados curvados ―sólo la dirección en la que
esos lados se curvan implica una imposibilidad. Es cierto que no veo
que hayamos dado un paso más allá, porque su conclusión me parece
perfectamente correcta. Si una línea no puede ser curvada a la iz-
quierda o a la derecha, no puede ser curvada en absoluto, porque no
hay otra dirección en la que pueda ser curvada”. “No a la izquierda,
ni a la derecha, no hay otra dirección en la que pueda curvarse”, re-
petí después de él. “No hay otra dirección en la que pueda curvarse.
Vamos, ¡nos hemos encontrado pensando tantas veces que no hay
otra dirección! Puede que no podamos verlo, pero ciertamente existe
una dirección que no podemos percibir, una dirección perpendicular
a nuestro mundo. Las líneas nos parecen rectas, pero quizás estén
curvadas en esa dirección invisible. Después de todo, ¡ese puede ser
el caso! ¡Ese debe ser el caso!” “No entiendo muy bien lo que está
diciendo”, resumió el Sr. Puncto, “pero entiendo que usted ve una
solución”.
“ ‘Ver’ no es la palabra correcta”, dije, “no ‘ver’, porque no puedo
verlo, pero entender, ‘entender’ es quizás lo correcto. Déjeme pen-
sarlo un poco más y continuemos nuestra charla mañana”.
Y con renovado coraje nos despedimos.

21 Visión de Circleland
¿La noche traería la solución o al menos guiaría mis pensamientos
en la dirección correcta? Pues cuántas veces el sueño ha resultado ser
favorable para encontrar el esquema de pensamiento correcto, ya co-
menzado mucho antes, quizás en algún momento del día. En el sueño

― 120 ―
nocturno, cuando todos los factores perturbadores han sido desco-
nectados, como los causados por ruidos externos y ocasionalmente
por combinaciones de pensamientos fallidos, a menudo aparece un
patrón lógico que no se encontraba en las horas de vigilia.
Tenía fe en la noche. Comprendí, sentí, que estaba tan cerca de la
conclusión correcta que mi mente podía dar el paso final en un sueño.
Simplemente tendría que ordenar bien mis pensamientos de ante-
mano, de acuerdo con los puntos principales. ¿Cómo hacerlo otra
vez? Lo que tenía que ver era un triángulo, un triángulo con tres án-
gulos que juntos superaban los 180°. Por lo tanto, los tres lados no
pueden ser rectos. Tienen que ser curvados, curvados, pero no a la
izquierda ni a la derecha, pero aun así curvados. ¡Simplemente no lo
veo! ¡No puedo verlo! Se curvan en una dirección invisible. ¿Pero
cómo es posible? ¡Curvado en una dirección invisible! ¿Cómo? ¿Es
concebible una dirección invisible? Sí, por supuesto, porque mientras
tenemos dos direcciones, la Esfera viene de otra completamente dis-
tinta, una que no podemos ver, pero que es visible para él, una direc-
ción perpendicular a nuestro mundo. ¿Será posible que el lado del
triángulo esté curvado en esa tercera e invisible dirección?
Nosotros mismos nunca podemos ver tal curvatura, pero podemos
observarla en el mundo de una dimensión, Lineland. ¿Puede haber
una curvatura en Lineland que sea invisible para los Linelanders,
pero visible para nosotros?

Circleland.

― 121 ―
Y vi a Lineland delante de mí, pero Lineland no era recta, era
curva, curvada en un círculo muy grande. No es Lineland, es Circle-
land. Mira allí, todos los habitantes están yendo y viniendo sin poder
pasar unos a otros. Qué seguros de sí mismos están, tarareando de un
lado a otro. ¡Ah, ahí está el rey!
“Rey”, le dije, “¡Señor, por favor, escúcheme un momento!”
“¿A quién debo escuchar?”, gritó el rey. “No veo a nadie. ¿Es ese
mago malvado de nuevo que puso en peligro mi reino hace años y
que desapareció en la nada justo a tiempo? ¡No dejes que vuelva a
aparecer ante mis ojos! ¡Yo lo haré...!”
“Señor”, le dije, “¡Yo soy ese ‘mago malvado’! ¡Pero yo no soy
malvado ni mago! Vengo del mundo de las dos dimensiones.”
“¿De qué estás hablando, espíritu o fantasma, o lo que sea que
eres? ¿Un mundo de dos dimensiones? Sólo hay un mundo y tiene
una sola dimensión. Ese es mi mundo y yo soy su rey y no toleraré
ninguna discusión, ni de mis súbditos ni de otros, ya sean espíritus,
espías o magos”.
“Escuche, Gran Jefe”, le dije.
“Eso al menos es un lenguaje respetuoso”, declaró. “Soy el jefe
de este mundo y, por supuesto, soy grande e importante. ¿Qué quie-
res de mí? ¿Viniste a continuar tu charla sobre otro mundo, el de
donde vienes? No tiene sentido. ¡No puedes hacerme creer eso!”
“En realidad,” le dije, “preferiría hablar de tu propio mundo esta
vez.”
“Muy bien ―dijo el rey―, veo que tendré que ser muy explícito
para dejarte claro cómo es mi mundo. Que yo lo sé mejor, y puedo
ver que tus ideas al respecto son bastante confusas”.
“Te escucho, sigue.”
“Bueno, en realidad es muy simple, al menos para alguien con
cerebro”, agregó despectivamente.
“Estoy escuchando con paciencia”, dije mansamente.
“Mi mundo”, dijo el rey, “el mundo, porque ningún otro es con-
cebible, porque ¿dónde podría estar? En ninguna parte...”
“¿Dónde estoy entonces?” Me aventuré a interrumpir. “¿No estoy
fuera de tu mundo?”
“Dónde estás, y si estás en algún lugar, no lo sé”, dijo el rey. “Pro-
bablemente no existes en absoluto y eres simplemente una visión de
ensueño para mí.”

― 122 ―
“Pero, ¿no te acuerdas ―continué― de que te golpeé por dentro?
¿Y no dirías que eso es posible sólo si estoy fuera de tu mundo? ¿Lo
hago de nuevo?” “Tonterías”, dijo el rey, “un calambre estomacal
puede venir en cualquier momento y no es el resultado de un puñe-
tazo que viene de fuera del mundo. ¡Tonterías!”
“Muy bien, ¿por qué no empiezas explicando qué forma tiene tu
mundo?”
“¡Forma! ¡Forma! ¿Qué es la forma? Una criatura puede ser más
larga o más corta. ¿Es una diferencia de forma? Y todas las criaturas
están situadas una detrás de la otra en un mundo infinitamente vasto,
porque el mundo es infinitamente vasto. Desde ambos lados, el
mundo se extiende hasta el infinito”.
“Permítame una sola pregunta, Sr. King. ¿Cómo sabes que tu
mundo es infinitamente grande?”
“¡Pregunta graciosa! ¿Cómo podría ser de otra manera? Si el
mundo se detuviera en alguna parte, ¿qué habría más allá de eso?
Después de todo, esa línea puede extenderse continuamente, conti-
nuamente, más allá de todas las fronteras. Y eso es lo que se llama
‘infinito’.”
“Pero, ¿alguna vez recibes informes de criaturas que se encuen-
tran a una distancia infinita? ¿Incluso si es sólo una señal de vida?”
“No, por supuesto que no, y si tuvieras algo de cerebro, o al menos
pudieras pensar un poco, pensar lógicamente, lo entenderías. Incluso
si el mundo se extiende hasta el infinito, no tiene que ser poblado
hasta el infinito. Pero supongamos que es así, entonces todavía no
podríamos recibir ningún signo de vida de residentes infinitamente
distantes porque su grito sólo nos llegaría después de un tiempo infi-
nito. En segundo lugar, el volumen del sonido disminuye gradual-
mente con la distancia. Más allá de un cierto límite, ya no podemos
oír ningún sonido. Si posees alguna inteligencia, esta explicación de-
bería bastar para darte una idea de la estructura del mundo. ¿Tiene
alguna otra pregunta, forastero?”
“Sin preguntas,” fue mi respuesta, “pero tengo algunas cosas que
decirle. En primer lugar, quiero señalar que su mundo no es recto,
sino curvo; además, no es infinito, sino finito. Es lo que los Flatlan-
ders llamamos un círculo, y no una línea recta”.
“Pero, interrumpió el rey, “¿cómo no puede el mundo ser infinito?
Si es limitada, ¿qué hay detrás de ese límite?

― 123 ―
“Tu mundo no es infinito”, dije, “pero tampoco está limitado.
Forma una línea cerrada que regresa a sí misma. Si pudieras avanzar
muchos kilómetros en la misma dirección ―lo cual es imposible por-
que tus conciudadanos se interponen en tu camino― regresarías al
mismo lugar donde estás ahora”.
“No entiendo nada de eso”, dijo el rey.
“No, obviamente no”, continué. “No te culpo. Tu mundo es finito
porque es un círculo, una línea curva que está cerrada”.
“¿Pero ¿cómo puede ser curvado nuestro mundo?”, preguntó el
rey. “¡No puedo percibir nada de eso!”
“No, no puedes. Su mundo lineal está curvado en una dirección
que no pueden observar, ya que esta dirección es perpendicular a su
mundo. Si la curvatura fuera muy pronunciada, y tu mundo por lo
tanto muy pequeño, tendrías la fascinante experiencia de percibirte a
ti mismo a una gran distancia, porque tu sonido sigue a tu mundo,
curvando junto con una ruta curva”.
“Todo esto me parece una tontería”, dijo el rey. “El sonido sigue
al mundo. ¡Naturalmente! ¿Cómo podría sonar? Lo llamas “cur-
varse”. ¡Qué tontería! ¡Inconcebible! Y lo que sea que llames cur-
vado, no puedo entenderlo. ¡Cada joven en Lineland puede decirte
cómo es realmente!”
“El sonido no recorre el camino más corto”, respondí. “Toma la
ruta más corta posible en tu mundo, pero en realidad, la ruta más
corta está fuera de tu mundo.”
“Ya no entiendo nada de lo que dices”, dijo el rey.
“Eso está claro”, le dije, “y no puedo pedirte que entiendas algo
que no puedes visualizar. No creo que hayas aprendido mucho de mí,
pero aprendí mucho de ti”.
“Eso ciertamente no es obvio en sus declaraciones”, replicó el rey.
“Algo más que no puedes ver”, dije y desaparecí, o mejor dicho,
Circleland se desvaneció y se disolvió en la noche.
Me desperté, y apenas podía recordar la visión de Circleland. Se
había curvado en una dirección que era invisible para los habitantes
de ese país unidimensional, porque la dirección era perpendicular a
su espacio. Ahora bien, ¿fue esto también cierto en nuestro propio
mundo bidimensional? ¿Podría ser que los lados de los triángulos que
nos miran directamente estén curvados en una tercera dirección que
es invisible para nosotros? Después de todo, es concebible, aunque

― 124 ―
los Flatlanders no podemos visualizarlo. ¿Cómo averiguarlo? Lo
único en lo que podía pensar era en preguntarle a la Esfera cuando lo
volviera a ver.
Y eso es lo que decidí hacer.

22 Revelaciones de la Esfera
Esperaba con ansias mi próxima reunión con el Sr. Puncto. Desde
el momento en que nos saludamos supo que tenía que haber una ra-
zón para mi buen humor. “¿Encontraste la solución?”, preguntó.
“No,” le contesté, “Todavía no puedo gritar Eureka, pero creo que
estoy muy cerca de descubrir la base del problema. Creo que nuestro
curioso fenómeno ―la suma de los ángulos de un triángulo que su-
pera los 180°― debe explicarse asumiendo que los lados del trián-
gulo son curvos pero que esta curvatura no es visible, es decir: no es
visible para nosotros. Ocurre en una dirección perpendicular a nues-
tro mundo. Una criatura tridimensional debe poder ver la curvatura;
nosotros no podemos”.
Y también le hablé de mi visión soñada de Lineland con forma de
círculo que el rey no podía entender porque no podía ver la curva.
“Sería muy útil si pudiéramos obtener una opinión sobre todo esto
de alguien que vive en un mundo de tres dimensiones”, pensó mi
amigo. Y eso me dio la idea de invitar al Sr. Puncto a la reunión de
Nochevieja en mi casa, donde ya estábamos contando, quizás dema-
siado definitivamente, con la visita de la Esfera.
Cuando se lo conté a mi esposa, ella no sólo aceptó la idea con
entusiasmo. Mientras que el Año Nuevo en nuestro país es un asunto
de familia, cuando se recuerdan todas las alegrías y penas de la fami-
lia, ¿por qué no invitar también a un amigo recién adquirido, ya que
nos sentimos, si no parias intelectuales, en todo caso, como exiliados
del mundo de la ciencia?
La víspera de Año Nuevo estaba a la vuelta de la esquina. Las
últimas semanas me parecieron meses, los últimos días, las últimas
semanas, pero finalmente llegó la noche. Mi gran círculo familiar es-
taba presente, mi esposa y yo, los hijos y nietos, y el Sr. Puncto en
medio de nosotros. Su naturaleza serena, sosegada, junto con su
adaptabilidad, nos hizo considerarlo uno de nosotros.

― 125 ―
La noche pasó deliciosamente. Por supuesto que conté un cuento
de hadas y nos comimos los habituales círculos de masa frita hasta
que se acercó la medianoche y pudimos esperar la visita de la Esfera
desde Spaceland. Fue todo un acontecimiento para nuestro invitado
cuando la Esfera apareció como un pequeño círculo que se hizo cada
vez más grande hasta que la mayor sección transversal de nuestro
visitante yació en el plano de nuestro mundo.
Después de los acostumbrados saludos de ida y vuelta, indiqué
cuán ansiosos estábamos por su visita, sobre todo porque nos enfren-
tamos a problemas difíciles que nosotros, el Sr. Puncto y yo, creímos
que podíamos resolver, pero que nos hubiera gustado mucho que al-
guien del mundo de las tres dimensiones los confirmara.
La Esfera dijo que él era todo oídos y yo empecé mi historia. Ha-
blé del problema que encontró el Sr. Puncto durante sus observacio-
nes trigonométricas. Para subrayar la importancia de su opinión, me
explayé sobre las consecuencias que todo esto había tenido para el
Sr. Puncto: su despido y su descrédito general ante los científicos y
el público en general. Después de eso, modestamente presenté la so-
lución que habíamos encontrado para el sorprendente problema de
que la suma de los tres ángulos de un triángulo en nuestro espacio
excediera180°.
Cuando le expliqué nuestra idea sobre los lados que deben ser
curvados en una dirección invisible para nosotros, el Sr. Puncto
pensó que era necesario decirle a nuestro huésped que se me debía
reconocer todo el mérito de esta solución, después de lo cual me tocó
cumplimentar al Sr. Puncto señalando que había entendido inmedia-
tamente que la desviación no podía ser atribuida a errores accidenta-
les, sino que debía tener un origen geométrico especial.
Luego esperamos a ver cuál sería la opinión de la Esfera. Hubo
un largo silencio. Tenía entendido que nuestro invitado estaba ocu-
pado elaborando una línea de pensamiento con la que aclarar los pro-
blemas, que por supuesto eran más difíciles de entender para nosotros
las criaturas bidimensionales que para un habitante de un espacio tri-
dimensional. Fue halagador que empezara diciendo que la descrip-
ción de nuestros problemas y la explicación de nuestra solución eran
perfectamente claras para él.

― 126 ―
La suma de los ángulos de un triángulo en una superficie
esférica es siempre mayor que 180°. El triángulo ADE tiene
dos ángulos de 90° en D y E; junto con el ángulo A forman
más de 180°, los ángulos del triángulo ABC son todos 90°,
por lo tanto, su suma es de 270°.

“Y lo que es más ―dijo―, su solución es correcta. La última vez


que estuve aquí en tu espacio, ya había pensado en contarte un poco
más acerca de la forma de tu espacio, pero pensé que así podría estar
violando innecesariamente tu concepto geométrico. Sin embargo,
ahora les diré: su mundo, su mundo bidimensional, no es plano sino
curvo. Permítanme señalar que además de un plano recto, los planos
curvos también son concebibles, incluso si no pueden visualizar esto
con sus poderes de observación bidimensional”.
Esto lo entendemos”, le interrumpí, “porque un residente de Li-
neland no puede saber si su mundo es una línea recta o una curva, ya
que es incapaz de observar la dirección en la que su mundo está cur-
vado”. Y así es realmente posible que su mundo sea realmente un
círculo y por lo tanto no infinito sino finito, aunque sin límites, es
decir, puntos finales”.
“Toda la razón”, resumió la Esfera, “y de la misma manera su
mundo, como lo descubrí hace algún tiempo, no es recto sino curvo.

― 127 ―
No estás viviendo en un plano infinitamente grande, sino en una su-
perficie esférica”.
“¿Podría explicarlo un poco más detalladamente, por favor?” pre-
guntó el Sr. Puncto.
“Ciertamente”, continuó tranquilamente la Esfera. “Usted sabe y
entiende que un círculo es una superficie de dos dimensiones bor-
deada por una línea curva, una línea circular de una dimensión. Del
mismo modo, en Spaceland una esfera es un objeto de tres dimensio-
nes, delimitado por una superficie, una superficie esférica de dos di-
mensiones”.
“Por lo tanto,” dijo el Sr. Puncto, “si lo entiendo bien, nuestro
espacio está curvado, curvado por todas partes, ¿sin que nos demos
cuenta de ello?”.
“Correcto”, contestó la Esfera, “así como un círculo se curva por
todas partes sin que un Linelander que vive en su línea circular lo
note”.
“Pero notamos la curvatura de nuestro espacio, después de todo”,
me aventuré a señalar.
“Sí y no”, contestó la Esfera. “Nunca podrás notar la curva en sí
misma, pero sí te diste cuenta de una de sus consecuencias. Debido a
que su espacio plano es curvo y no recto, la suma de los ángulos de
un triángulo no es igual a 180°. Esto lo han observado y les ha llevado
a una conclusión que me parece brillante. Pero precisamente porque
la curva no puede ser observada, usted probablemente continuará
permaneciendo solo con su conclusión. El hombre común, o incluso
alguien con formación científica, no será capaz de entenderte y por
lo tanto lo rechazará. Me temo que sólo la burla y el ridículo le salu-
darán cuando presente una conclusión tan extraña a sus compatriotas.
Cuestionarán tus poderes mentales. Puede que te escuchen con cor-
tesía, pero en el momento en que se te acabe el oído hablarán con
simpatía del deterioro senil o harán avanzar la opinión de que tus
poderes mentales han sido seriamente dañados por el sobreesfuerzo”.
“Pero,” me aventuré a decir, “simplemente voy a tener que decir
la verdad. No sólo porque todos los que han descubierto algo que aún
desconocen los demás tienen la necesidad de hacerlo público, sino
que en este caso también queremos liberar al Sr. Puncto de todas las
injustas acusaciones que se le han hecho.

― 128 ―
“Al principio se sospechaba que había dado la información equi-
vocada, y el único resultado de todos nuestros esfuerzos por erradicar
esta opinión fue que al menos se demostró la voluntad de no creer
que el Sr. Puncto había estado actuando de mala fe; en lugar de esto,
sin embargo, surgió la creencia de que era un observador extremada-
mente pobre, que sus resultados eran incorrectos, y que estaba tra-
tando de justificarse a sí mismo con las más fantásticas evasivas. Por
lo que a mí respecta, algunas personas pueden pensar que mi amistad
con la víctima de estos cargos fue la razón por la que arriesgué mi
buen nombre para tomar su lado ―mera cortesía, por así decirlo― y
que no podía haber otra razón. ¿Qué más podrían pensar? Después
de todo, todo lo que hice fue insistir en que los resultados que el Sr.
Puncto obtuvo de sus mediciones no se basan en errores de observa-
ción. Hablé de triángulos que están curvados en una dirección que es
invisible para nosotros, pero esa era una hipótesis inexplicable.
Ahora podemos explicarlo más claramente. Después de haberle dado
al problema una intensa reflexión, podemos aclarar esta curvatura,
tan inconcebible para nosotros, por medio de la analogía de Circle-
land, donde podemos ver claramente la curva del espacio unidimen-
sional mientras que el habitante del mundo curvado no puede enten-
der que su línea está curvada en una dirección que él no puede ver.
Finalmente, puedo llamar al testigo de mi visitante de Spaceland que
ha visto la curvatura de nuestro plano.”
Aquí dudé, pues de repente me di cuenta de que mi entusiasmo
me había dejado llevar. Nunca podría, ni siquiera en la facultad, ser
capaz de hablar sobre estas extrañas reuniones. Pensarían que había
perdido la cabeza o que tenía conexiones con criaturas del mundo de
los espíritus, lo que equivaldría a tener alguna asociación con el “ma-
ligno”.
La Esfera me había escuchado atentamente. Al final me dio su
opinión en unas breves palabras. Nos aconsejó enfáticamente que no
tratáramos de hacer público todo lo que sabíamos. De hecho, incluso
le pareció fatal que estas sorprendentes teorías llegaran a los eruditos
y científicos de nuestro mundo. Ciertamente no los aceptarían y los
descartarían como productos de nuestros cerebros enfermos.
Y después de una breve despedida nos dejó solos con nuestros
problemas.

― 129 ―
23 Problemas
Cuando la Esfera nos abandonó, permanecimos en silencio du-
rante un rato. Cada uno de nosotros estaba ocupado con sus propios
pensamientos, que probablemente eran paralelos, porque todos pare-
cíamos igualmente sombríos. Y había una buena razón para ello, ya
que, aunque sabíamos que nuestras hipótesis estaban bien fundadas,
no podíamos esperar que otros compartieran nuestras ideas con el
mismo entusiasmo. Nos mantuvimos firmes, de eso estábamos con-
vencidos, pero fuertes en la soledad, y no sabíamos si eso sería sufi-
ciente.
La facultad tendría que ser la primera en ser ganada a nuestro
punto de vista, pero estos individuos eruditos eran los mismos que
parecían menos receptivos a nuestras ideas, y ¿los argumentos, tan
claros para nosotros, causarían alguna impresión en los demás?
¿Podemos esperar que nuestro juicio se sitúe por encima del de la
facultad? Por supuesto que no. No es que la minoría sea considerada
necesariamente errónea, sino que va en contra de la autoridad del
cuerpo erudito ―que naturalmente se podría esperar que emitiera un
pronunciamiento público―, nuestra opinión no tendría mucho peso.
Propuse que pensáramos el asunto en voz baja y que no diéramos
ningún paso precipitado.
“Pero,” dijo el Sr. Puncto, “los hombres de ciencia tendrán que
descubrir al final que, para explicar las extrañas desviaciones descu-
biertas durante las mediciones, habrá que elaborar una hipótesis.
Después de todo, es el único punto de vista científico posible. Estos
fenómenos no pueden dejarse sin explicación”.
“Estoy totalmente de acuerdo”, respondí, “pero el asunto no es tan
sencillo como parece. Ciertamente, a veces hay que recurrir a hipó-
tesis extrañas para explicar fenómenos extraños, pero si nos ponemos
en el lugar de estos estudiosos, ¿es tan urgente y evidente la acepta-
ción de esas conclusiones extraordinarias? Por el momento, sólo no-
sotros estamos familiarizados con los resultados de sus mediciones.
Las desviaciones son tan pequeñas, llevan convicción sólo para al-
guien que ha pasado suficiente tiempo estudiándolas, y son tan
inusuales que, siempre que sea posible, uno querrá atribuirlas a un
error de observación”.

― 130 ―
“Eso es lo que hicimos al principio”, dijo el Sr. Puncto, “pero
como los errores ocurrieron con cada medición y como cada vez co-
locamos nuestros instrumentos de manera diferente, finalmente tuvi-
mos que creer en ellos”.
“Bien,” dije, “pero trata de conseguir que alguien dedique tanto
tiempo y energía a algo para lo que no ve la necesidad o el propósito.
La ciencia busca una explicación de los hechos observados, pero sólo
busca la hipótesis más simple para explicar los hechos. Y es más sim-
ple asumir que dos individuos ―por decirlo suavemente― están
“sesgados” que aceptar un concepto complicado de espacio que es
casi incomprensible para la persona promedio. No, en realidad, su
actitud de rechazo es la única postura científica, al menos a sus ojos,
que pueden asumir”.
El Sr. Puncto, mi colega en ciencia y estrés, tuvo que estar de
acuerdo y nos dimos cuenta de que simplemente tendríamos que de-
jarlo así. Mi esposa, tan cautelosa como siempre lo son las esposas,
no había sido capaz de entender nuestro empuje desde el principio.
Una esposa, no importa cuán estrechamente comparta los problemas
internos de su marido, considera su impulso de hacer público su co-
nocimiento como una gran intrusión en el mundo exterior.
“Me guardaría todo esto para mí si fuera tú”, pensó en voz alta.
“¿Por qué molestar a los demás si sienten que no les sirve de nada y
que sólo les causa más problemas?”
Aunque no estuvimos de acuerdo con todo esto, tuvimos que ad-
mitir que era lo mejor que podíamos hacer dadas las circunstancias.
¡Al menos por el momento!
“Si tuviéramos un solo hombre”, continuó Puncto, “un hombre
con prestigio científico, que viera la verdad: estaríamos mucho más
adelantados”.
Ese hombre que sí tenemos”, grité, “la Esfera, pero por el mo-
mento no le pidamos que haga demostraciones públicas porque sim-
plemente nos encerrarían en ese mismo instante acusados de magia
negra y asociación con el Diablo”. Saber que la Esfera comparte
nuestro conocimiento nos ayuda a nosotros y sólo a nosotros... a na-
die más”.
Mi hijo, que había estado escuchando atentamente, interrumpió
para decir: “Me hubiera gustado preguntarle a la Esfera si el mundo
tridimensional también está curvado en una dirección perpendicular

― 131 ―
al espacio tridimensional, en otras palabras, en una dirección que una
criatura tridimensional es incapaz de ver.”
“Es bueno que no lo hicieras”, respondí. “La Esfera es bastante
brillante porque ve cosas en nuestro espacio que nosotros no pode-
mos ver, pero no estoy tan seguro si es lo suficientemente brillante
como para descubrir si su propio espacio también es curvo, algo que
él no puede ver por sí mismo. Y me temo que le habríamos molestado
con esa pregunta. Afortunadamente te guardaste la pregunta para ti
mismo”.
“No tuve tiempo para ello porque se fue tan de repente”, respon-
dió mi hijo, “pero me gustaría que esa pregunta se contestara correc-
tamente de una vez por todas”.
“Más tarde, tal vez. No debemos enemistarnos con la Esfera. Ne-
cesitamos su ayuda urgentemente. Muy urgentemente.”
Era muy tarde, casi por la mañana de hecho, cuando decidimos
ponerle fin. El Sr. Puncto se despidió y nos fuimos a la cama, pero
pasó mucho tiempo antes de que pudiera dormirme.

24 El camino más corto


Era tarde cuando aparecí en el círculo familiar a la mañana si-
guiente y mi estado de ánimo dejaba mucho que desear. Mi nieto, por
otro lado, estaba de buen humor. Se sentó en la sala a jugar con sus
pequeños soldados, que son pequeñas figuras en forma de triángulos
isósceles afilados. Un triángulo equilátero es el comandante.

Mi nieto ha alineado a sus


soldados en un círculo.

Once soldados marchaban en círculo con el comandante a la ca-


beza. A la orden “Adelante, marchen” del comandante, toda la tropa

― 132 ―
comenzó a marchar. Mi nieto comenzó empujando al comandante,
luego al primer hombre, al segundo y así sucesivamente.
No sé si simplemente quería mostrar mi interés o si quería volver
mis pensamientos ―todavía ocupados con problemas de espacio―
en una dirección diferente, pero le pregunté por qué no marchaban
todos los soldados al mismo tiempo. Pensé que el niño respondería
que era imposible mover a todos sus hombres pequeños al mismo
tiempo. Por lo tanto, me sorprendió mucho recibir una respuesta to-
talmente diferente.
“No lo oyen todo al mismo tiempo”, explicó.
Ahora estaba muy interesado. El niño imaginó que el sonido de la
voz del comandante se movía más allá de la fila de soldados. Una
observación científica bastante única para un joven así, pero después
de todo, ¡venía de una familia de matemáticos y físicos!
Comencé a disfrutar de esto y quería ver si podía atraparlo. Así
que le pregunté: “¿El sonido llega a los soldados por la línea del
círculo en el que se mueven y no por líneas rectas?”
Eso trajo un momento de duda. Obviamente, había que tomar una
decisión. Pero entonces llegó, breve y decidido: “No, el sonido se
mueve por el camino que recorren. Dentro del círculo no hay nada.”
Por supuesto, él simplemente asumió lo segundo porque así lo
quería. Quería mantener las cosas simples. Sus soldados marchaban
en círculo. Todo tenía lugar en ese círculo y que el sonido se moviera
dentro de él a lo largo de varias líneas rectas simplemente complica-
ría las cosas innecesariamente.
Pero mis propios pensamientos ahora se movían en otra dirección.
Vi una foto de Circleland donde el rey estaba de pie entre sus súbdi-
tos. Su círculo es su espacio y su voz avanza en su espacio, es decir,
¡no sigue el camino más corto porque está fuera de su espacio! Y así
mi sueño reciente apareció repentinamente en mis pensamientos. El
rey de Circleland no pudo entenderme porque no sabía que había algo
fuera de su espacio. No fue la estupidez lo que le hizo incapaz de
comprender lo que yo decía, sino que simplemente no podía imaginar
que hubiera algo fuera de su espacio. Para él, por lo tanto, el sonido
se movía por el camino más corto posible en su espacio. En la escuela
aprendimos que el camino más corto entre dos puntos es una línea
recta, pero en realidad no siempre nos referimos a la línea recta
cuando hablamos del camino más corto.

― 133 ―
De repente recordé algo de mi infancia. Llegué tarde a casa y mi
padre pensó que esto requería un sermón. Me preguntó si había to-
mado el camino más corto a casa. No lo había hecho, pero preferí no
admitirlo abiertamente. Mentir iba contra mi naturaleza, así que bus-
qué un subterfugio, una laguna jurídica, y dije: “Por supuesto que no
llegué a casa por el camino más corto, porque eso es imposible.”
“¿Por qué imposible?” Mi padre quería saberlo.
“Bueno,” dije, “el camino más corto es la línea recta que atraviesa
las casas y todo tipo de obstáculos.”
He mencionado antes que todos somos miembros de una familia
matemática y por eso mi padre pudo apreciar mi comentario.
Y ahora me ocupaba de nuevo del problema de determinar cuál es
realmente el camino más corto. Supongamos que el comandante de
los pequeños soldados de mi nieto ordenara a uno de sus hombres
que se le acercara por la ruta más corta: ¿cruzaría el hombre el espa-
cio central en línea recta?
Puede ser que el comandante estuviera tan ocupado pensando en
la formación circular que esperaba que el soldado lo alcanzara por
esa ruta y no por otra. Además, puede haber un obstáculo en el centro,
un edificio por ejemplo, o simplemente un territorio prohibido. En-
tonces el comandante ciertamente no querría que su hombre usara lo
que matemáticamente era el camino más corto, sino más bien la ruta
más corta en el sentido práctico: el arco de círculo.
Pero ahora volvemos a Circleland, donde lo mismo es cierto. El
rey no sabe nada de un “territorio” en el medio. Para él no existe otra
posibilidad que la de moverse dentro de su propio espacio. No puede
saber que un camino más corto es concebible fuera de su espacio. Tal
vez un matemático muy brillante en Circleland podría sospecharlo,
pero le resultaría difícil convencer a sus conciudadanos de ello. Todo
lo que pertenece a ese espacio no puede salir de él. Ni siquiera el
sonido. Debe seguir la curva del espacio. Extraño, realmente, ¡muy,
muy extraño!
Estaba cansado, y era agotador repasar estas preguntas. Me dormí
y soñé. Pero, sorprendentemente, esta vez no vi una imagen de Line-
land ―el lugar que solía visitar como un Flatlander mucho más sa-
bio, empeñado en decir a sus ciudadanos la verdad, tan obvia para mí
mismo ya que podía ver las relaciones reales que la gente era incapaz
de percibir― no, soñé algo muy diferente. Yo era una Esfera del país

― 134 ―
de las tres dimensiones y estaba visitando mi propio mundo, mi pro-
pia Flatland. No, no Flatland, sino Sphereland, porque ahora podía
ver claramente que mi mundo estaba curvado en una dirección que
nunca antes había sido visible para mí. Pero ahora podía verlo, ahora
que era una Esfera, ¡una Esfera sabia! De repente pude entenderlo
todo tan bien, pero por supuesto no fue una gran hazaña, ya que ahora
era una criatura tridimensional.
¡Esa era mi casa! Lo vi desde arriba, desde afuera; en otras pala-
bras, como nunca antes lo había visto. Estaba mi esposa. ¡Mis hijos!
¡Mis nietos! No, no, es absolutamente asombroso. Ahí estaba yo
mismo, un lamentable hexágono bidimensional. ¡Qué importante me
había considerado siempre y qué insignificante era yo, una criatura
plana y bidimensional!
¿Debería ir solo? ¿Debería decirme a mí mismo cómo era todo
realmente y cómo se veía desde el exterior del espacio de Sphere-
land? ¡Oh no! Después de todo, no me lo creería de todos modos, era
demasiado estúpido para eso. No, no demasiado estúpido, sino de-
masiado limitado por mis facultades, que sólo podían obtener imáge-
nes bidimensionales de todo lo que me rodeaba.
No, no moleste a esa persona educada. ¡Sólo se sienta allí soñando
despierto un poco sobre problemas que en realidad son demasiado
complicados para él! ¡Déjenlo en paz! Ahora miraré yo mismo el
mundo bidimensional, mi propio mundo, mi propio Flatland curvado.
Más tarde, cuando despierte de nuevo allí abajo, ¿recordaré todo lo
que vi? ¡Oh, eso espero! ¡Es tan hermoso! Todo esto es tan extraor-
dinario! Veo toda la ciudad con sus casas, sus calles, sus árboles.
Tráfico en la calle. Veo todo junto a todo lo demás. Fascinante,
¿cómo es eso posible en un sueño? Porque sé que estoy soñando.
¡Hermoso! ¡Extraño!
Miro a la izquierda, a la derecha, a todos lados, y aún así el
mundo, mi mundo, no se extiende infinitamente en todas las direc-
ciones. Por supuesto que no, porque mi mundo no es infinito. No se
extiende por todos los lados hasta el infinito. Es una curva, un mundo
curvo. ¡Puedo rodearlo! Puedo ir y volar alrededor de mi mundo, mi
llanura esférica. Qué fantástico. ¿Cómo puedo entenderlo todo tan
fácilmente? En mi sueño, ¿me proporcionó la Esfera una visión es-
pecial? Entonces, ¿podría ser realmente viendo con los ojos de mi
amigo la Esfera? Posiblemente. ¿Quién puede decirlo?

― 135 ―
Sí, qué privilegiada es la Esfera de que pueda ver todo así. Pero
por otro lado, no se necesita mucha habilidad. Él lo ve, yo tengo que
visualizarlo, yo, un Flatlander, aunque en realidad soy un Flatlander
esférico, un Spherelander 10 . La Esfera no necesita imaginárselo,
puede verlo desde el punto de vista tridimensional.
¿Pero qué hay de esos rayos de luz? ¿Cómo viajan? ¿Derecho ha-
cia adelante? ¿En línea recta? No, por supuesto que no. No pueden
dejar el espacio, su espacio. Tienen que seguir la curva de ese espacio
porque le pertenecen. Para nosotros, los Spherelanders, parecen lí-
neas rectas. Creemos que la luz viaja en línea recta. Y no son real-
mente curvas en nuestro espacio, pero siguen la curva de nuestro es-
pacio. Tienen que hacerlo. Pero vistos desde el exterior, no son líneas
rectas, no son más que las líneas de conexión más cortas posibles en
la superficie de una esfera. Exactamente como las líneas por las que
viaja el sonido en Circleland. Esas tampoco son líneas rectas. Pero
entonces.... si la Esfera es tan inteligente como yo, debe darse cuenta
de que si su espacio es curvo, si su espacio tridimensional es curvado
en una dirección invisible para él, entonces los rayos de luz en su
espacio tampoco son rectos. Serán las líneas más cortas posibles en
su espacio. Los rayos tendrán que seguir la curvatura del espacio tri-
dimensional. “La Esfera tendrá que darse cuenta de eso. Si no lo hace,
soy mucho más sabio que él.”
Esto último lo dije en voz alta. Me oí a mí mismo decirlo, pero
estaba mal destinado. De repente oí una voz, la voz de la Esfera, la
cual dijo con reproche: “¡Cómo te atreves, criatura plana, a ponerte
por encima de mí! Soy tridimensional y desprecio tu mundo. Ingrato,
fanfarrón que eres. ¡De vuelta a tu pequeño mundo! Te dejo echar un
vistazo a tu mundo curvo desde fuera, pero se te ha subido a la ca-
beza. Ahora me menosprecias y me haces parecer una criatura sin
inteligencia que no puede ver la curvatura de su propio mundo. Bien,
no puedo ver esta curvatura, por la simple razón de que no existe. Mi
mundo es recto. Recto, ¿entiendes? Vives en un mundo curvilíneo,
no yo. ¡Y ahora de vuelta a él, de vuelta!”

10
Habitante de Sphereland.

― 136 ―
PARTE IV Mundos en Expansión

25 Visiones a Distancia
La vida volvió a su curso normal. Fuimos lo suficientemente sa-
bios como para no luchar por nuestras convicciones. El mundo no
estaba interesado. ¿Y por qué desear la fama cuando aparentemente
no se puede lograr de todos modos? Tal vez más tarde, ¡después de
muchos años! Tal vez algún día amanezca una nueva era en la que el
mundo sea más sensato.
Sin embargo, no fue fácil para ninguno de los dos, ni para mí ni
para mi amigo el Sr. Puncto. Cuando uno está convencido de la ver-
dad de algo, quiere que otros también se beneficien de ello. Pero na-
die podía apreciarlo. No había nada más que hacer. Después de todo,
no es muy agradable sentir que todo el mundo te considera un ma-
níaco equivocado.
Por lo tanto, vivíamos tranquilos, pero el interés por los proble-
mas del espacio estaba en nuestra sangre y así sucedió que fuimos de
los primeros en visitar la estación espacial que se había construido en
lo alto de la atmósfera. Esto era algo nuevo, ya que durante su cons-
trucción se tuvieron que aplicar conceptos completamente nuevos.
Como es sabido, nuestras casas permanecen donde están a pesar de
una pequeña cantidad de gravedad que está arrastrando todo hacia el
centro de nuestro disco mundial. No es muy fácil explicar cómo se
fijan estas casas en su sitio, y ya he hablado de ello una vez. Pero
hasta ahora no había habido ningún intento exitoso de construir una
casa estable a un nivel muy alto donde el aire es delgado ―esto fue
posible gracias a una invención técnica reciente―.
Una segunda dificultad estaba involucrada. Todo el material tenía
que ser transportado a un punto a gran altura. Para ello se había cons-
truido un mecanismo de catapulta desde el que se disparaba todo en
la dirección correcta y a la velocidad correcta. El personal en el lugar
de los hechos fue entrenado para captar todos los objetos que llega-
ban a la escena a una velocidad muy lenta. Ahora el edificio estaba

― 137 ―
terminado, y aunque todavía no estaba abierto al público, los que es-
taban especialmente interesados podían pedir permiso para visitarlo.
Y por lo tanto, cuando el Sr. Puncto me propuso que le echara un
vistazo, yo estaba listo para ir. Mi esposa quería venir también, y los
tres nos presentamos a la hora señalada en el ascensor de la catapulta.
El proyectil de pasajeros era una cómoda cabina con dos compar-
timentos, uno para los hombres y otro para las mujeres. Había cuatro
lugares en el primero. Además del Sr. Puncto y de mí, un miembro
del personal también tomó asiento. Él sería nuestro guía. Por su-
puesto que no tenía nada que hacer mientras subíamos, pero puede
pasar que algo salga mal y entonces es bueno tener a un oficial tran-
quilo y experimentado en la máquina. No pensemos ni siquiera en
todas las cosas que podrían suceder; sólo preocuparían innecesaria-
mente a los pasajeros. En el peor de los casos, podría haber una coli-
sión con algún objeto, pero afortunadamente la posibilidad es muy
pequeña. No hay nada con lo que la máquina pueda chocar. A lo
sumo, uno podría imaginar que un proyectil lanzado por otra estación
había entrado en el curso equivocado. También podría ocurrir que
como resultado de una explosión en algún lugar debajo, los fragmen-
tos de una fábrica podrían que ser lanzado al aire, pero tendría que
ser una tremenda explosión, que además tendría que ocurrir exacta-
mente en el momento adecuado. Lo más probable es que la potencia
elegida al principio sea demasiado alta o demasiado baja. Cuando le
pregunté al guía sobre esto, él respondió lacónicamente que los inge-
nieros estaban tan a la altura de su tarea que un error era imposible.
Dejé de hacer preguntas, pensando que la posibilidad de ser parte de
un accidente es siempre muy pequeña de todos modos.

El proyectil de pasajeros.

El compartimento para las damas estaba al lado del de los caba-


lleros. Está claro que sería demasiado peligroso transportar a las mu-
jeres en el mismo compartimento que a los hombres en una máquina
de este tipo, que recibe un golpe en el momento del lanzamiento.

― 138 ―
Ciertamente tendría consecuencias sangrientas. El pequeño compar-
timento acondicionado para las damas es muy estrecho para que los
pasajeros no puedan girar por sí mismos. Las paredes de ambos ex-
tremos tienen muelles que absorben el choque. Un grupo entero de
mujeres puede ser puesto en esta cabina.
El choque de lanzamiento no fue tan malo. Nuestra fuerza de gra-
vedad no es muy grande, lo que hace innecesario dar al proyectil una
gran velocidad de arranque. Cuando la señal de salida se encendió,
contuvimos la respiración porque siempre se está un poco ansioso la
primera vez que se experimenta algo así, pero los pisos llenos de re-
sortes de las cabinas absorbieron el choque silenciosamente. El viaje
en sí parecía durar bastante tiempo. No vi la estación final hasta que
estuvimos a punto de llegar. Momentos más tarde estábamos tumba-
dos tranquilamente en la red de seguridad elástica y pudimos salir.
Hacía frío a esta altura y el aire era escaso, por lo que estábamos
contentos de pasar a través de la esclusa a una cámara calentada que
tenía una presión de aire más normal.

La estación de observación. (PQ Red de seguridad, A


esclusa, B cantina, C sala de conversación, D sala de lectura,
E y F salas de servicio, G cámara de observación.)

El edificio está completamente cerrado. Consiste en dos pisos. En


la planta baja hay varias habitaciones, una sala de lectura, una sala
de conversación y una cantina; en la planta alta se encuentra la sala
de observación u observatorio. Es una sala muy grande, cerrada
desde arriba por una cúpula de material transparente. Aquí mucha
gente puede disfrutar de la fantástica vista al mismo tiempo.

― 139 ―
Estuvimos mucho tiempo en éxtasis, disfrutando de la magnífica
vista. Todo lo desagradable del mundo de abajo fue olvidado aquí.
¡Uno miraba las insondables profundidades del universo! Mis pensa-
mientos se detuvieron. La profundidad insondable de nuestro uni-
verso, nuestro universo limitado, que es ciertamente curvado en una
tercera dirección invisible para nosotros, pero que, mientras tanto,
sigue siendo un universo limitado.
Dirigimos nuestra mirada a los muchos mundos que flotan en el
espacio, mundos como el nuestro, otros “universos”, como a uno le
gusta llamarlos de una manera digna. Algunos estaban muy cerca,
claramente visibles como pequeñas líneas, otros estaban lo suficien-
temente lejos como para ser vistos como pequeños puntos, y los pe-
queños puntos que estaban muy lejos parecían nebulosos, porque to-
davía hay una cierta cantidad de absorción de luz en el espacio vacío.
Una dama cercana le preguntó al guía, que nos estaba mostrando
todas las bellezas del universo, si los otros mundos estaban habitados
y qué clase de seres podrían estar viviendo allí. El funcionario res-
pondió que no se sabía nada al respecto, pero que este observatorio
había sido construido específicamente para responder a esas pregun-
tas. Las observaciones se harían aquí, y predijo que en los próximos
años los periódicos estarían llenos de los resultados de esta investi-
gación.
“Una estación hermosa, que más tarde se usaría como punto de
salida para viajes espaciales”, declaró mi esposa.
“Sí”, dije. “Tal vez vivamos lo suficiente para verlo. Por el mo-
mento, nuestras catapultas no son lo suficientemente poderosas como
para alcanzar el ‘universo’ más cercano.”
El Sr. Puncto no estaba escuchando, pero parecía estar profunda-
mente preocupado con sus propios pensamientos. Resultó que estos
iban en otra dirección, porque de repente dijo: “Si el espacio es curvo,
deberíamos ser capaces de vernos a nosotros mismos, es decir, a
nuestro propio universo, en la distancia.”
“¿Dónde?” Mi esposa quería saber.
“No lo sé”, dijo el Sr. Puncto. “Uno de esos mundos, muy lejanos,
que aquí vemos como puntos nebulosos, es quizás el mismo en el que
vivimos.”
“Mi esposa preguntó con entusiasmo: “¿Podremos ver nuestro
mundo?

― 140 ―
“Por supuesto que sería posible,” dije, “si la distancia no es de-
masiado grande, en otras palabras, si nuestro espacio no es dema-
siado grande.”
“Términos graciosos, pero totalmente correctos”, dijo Puncto. “Si
nuestro espacio no es demasiado grande. El hecho es que nuestro es-
pacio no es infinitamente grande”.
“Silencio,” dijo mi esposa, “no dejes que nadie te oiga, porque
pensarán que no somos completamente normales.” Y se veía preocu-
pada por ella.
Sí, había llegado a eso. Nos habíamos vuelto tímidos en público,
temerosos de ser reconocidos y señalados como tontos que tenían no-
ciones locas.
Quería distraer su atención y pregunté en voz alta: “¿Cuán lejos
de nosotros crees que están esos mundos?”
Nuestro guía, que pensó que la pregunta le había sido dirigida,
respondió: “Eso no se sabe. Las mediciones se harán en esta estación,
pero es cuestionable si producirán algún resultado, porque las distan-
cias son muy grandes”.

26 Telemetría
Este último comentario aparentemente había causado una gran
impresión en el Sr. Puncto desde el momento en que nos dirigimos
de regreso no paraba de hablar de la posibilidad de telemetría. Nues-
tro guía, que también regresaba con nosotros, no sabía nada al res-
pecto. No tenía la menor idea de cómo se podían hacer esas medicio-
nes.
“No me parece factible”, dijo el Sr. Puncto, “medir las distancias
a los Mundos distantes desde esta estación fija. Para establecer una
distancia, uno tiene que observar el objeto involucrado desde dos
puntos. En otras palabras, hay que tener una línea base. A partir de la
longitud de esa línea y de los dos ángulos adyacentes, es posible cal-
cular la distancia”.
“Eso es obvio,” respondí, “es la única manera de determinar la
distancia a un objeto que no puede ser alcanzado.”
“Por supuesto”, resumió Puncto, “sólo quería decir que esta esta-
ción no es adecuada para ese propósito”.

― 141 ―
“Pero la cámara de observación es bastante grande, después de
todo”, dijo mi esposa.
“Ciertamente”, observó Puncto, “pero la distancia que se puede
trazar aquí es extremadamente pequeña comparada con las enormes
distancias a todos los mundos observables”.
“¿Pero no se puede hacer de alguna manera desde un solo
punto?”, sugirió mi esposa.
“Imposible”, le dije inmediatamente.
“Pero,” insistía mi esposa, “cuando estábamos allí arriba, usted
señaló que los mundos más distantes parecían más nebulosos que los
más cercanos porque hay un medio que absorbe la luz en el espacio”.
Esa fue una observación astuta y admiré a mi esposa por haberla
hecho. Tuve que admitir que tenía razón, pero le expliqué que este
método de medición era demasiado impreciso y que no era el ade-
cuado. que la única manera fiable de obtener resultados fiables es por
medio de trigonometría.
“Entonces tendrán que construir una segunda estación”, concluyó
mi media naranja.
“Es cierto”, dijo Puncto, “pero ya están contentos con esta esta-
ción de observación y las autoridades se sorprenderían si les pidieran
que construyeran una segunda estación similar en las cercanías”.
“La segunda estación no tendría que ser tan grande o costosa”,
replicó mi esposa, y, bueno, ella también tenía razón.
El Sr. Puncto se había vuelto muy callado, pero descubrí la razón
sólo más tarde. Estaba ocupado elaborando planes para mediciones
de larga distancia a gran escala. Pasaron muchas semanas sin que lo
viéramos, por lo que no nos dimos cuenta de los preparativos con los
que estaba avanzando en silencio. No sólo hizo las rondas por varias
autoridades, sino que también buscó el contacto con la facultad. Al
principio su recepción fue todo menos amistosa, pero su propuesta
despertó el interés e incluso la simpatía de los sabios caballeros. Se
estaban preparando mediciones telemétricas más extensas y precisas
para la ciencia y los profesores estaban encantados de prestar su
apoyo al plan. El gobierno, que al principio se había opuesto a lo que
llamaba el gasto innecesario de una segunda estación espacial, final-
mente se convenció de que serviría a un propósito científico y, en lo
que respecta al gasto, no era tan malo como pensaban, ya que la se-
gunda estación espacial sólo requería una construcción muy simple.

― 142 ―
Además, como resultado de las experiencias adquiridas en la
construcción de la gran estación, los costes de construcción estaban
muy por debajo de las estimaciones originales, y además, las visitas
regulares del público interesado que pagaba aportaban tanto dinero
que parecía como si los costes del gran y costoso observatorio se cu-
brieran en poco tiempo, y parte del dinero se pudiera destinar a la
construcción del pequeño observatorio.
Sólo cuando todo estaba “en la bolsa”, por así decirlo, el Sr.
Puncto se detuvo para ponernos al día sobre sus esfuerzos. Nos sor-
prendió especialmente saber que había sido puesto a cargo de los pro-
cesos de medición. Esto se había hecho no tanto para enmendarlo,
sino porque el Sr. Puncto era un topógrafo excepcionalmente preciso.
Aquí no había peligro de que se viera sometido a otro capricho ex-
traño y tratara de explicar con extrañas teorías las pequeñas desvia-
ciones que encontraría, ya que sólo se trataba de la determinación de
la distancia. Sólo se midieron dos ángulos en cada triángulo, por lo
que no había peligro de que volviera a descubrir que el tercer ángulo,
junto con los otros dos, no medía exactamente 180°.
Huelga decir que estaba de buen humor y que comenzó sus pre-
parativos para la construcción de su pequeño observatorio con gran-
des esperanzas y coraje. Cuando se terminó, mi esposa y yo fuimos
los primeros en ser permitidos a visitarla.
Al igual que el anterior, este edificio constaba de dos plantas. En
el primer piso se ubicaban las oficinas del director y su personal y
sobre ellas se encontraba el área de observación. Este era bastante
decepcionante a primera vista, no sólo por su tamaño, sino también
porque no había una cúpula transparente. Puncto explicó que es me-
jor que las observaciones se hagan al aire libre que a través de las
paredes de un techo que transmite luz. Los cálculos se llevaron a cabo
en su taller de abajo, que tenía calefacción central y presión atmos-
férica normal.
Podíamos entender esto muy bien, pero fue decepcionante para
mi esposa, que había contado con una hermosa cúpula de observa-
ción.
También visitamos la otra estación. No había ninguna conexión
entre los dos puestos de observación, lo que suponía un inconve-
niente para los observadores, pero simplemente no había sido posible
establecer un establecimiento de catapulta independiente. Así que

― 143 ―
uno tenía que bajar primero para dejarse catapultar de nuevo hacia
arriba.

Medición de distancias mediante trigonometría. (Se conoce


la línea base AB. Se miden los ángulos en A y B. A partir de
aquí se puede calcular la distancia de un mundo C o D.)

La otra estación había sido construida junto a la gran cúpula de


observación, donde se podían hacer observaciones tranquilas sin ser
molestados por turistas y veraneantes.
Y así el Sr. Puncto comenzó su nuevo trabajo. Junto con sus ayu-
dantes midió las distancias de los diversos mundos, trazando el espa-
cio, por así decirlo. Revivió y se convirtió en una persona diferente,
un hombre que sabía que tenía un empleo remunerado en una profe-
sión que amaba. Parecía como si nadie recordara sus errores anterio-
res, y se le tenía en alta estima una vez más.

27 Aumentan las distancias


Al principio nuestro amigo el Sr. Puncto venía regularmente, pero
después de unos meses dejó de visitarnos de repente. No estaba en-
fermo, pues me lo encontraba de vez en cuando, pero siempre tenía
mucha prisa y no tenía tiempo para conversar. Cuando sucede que

― 144 ―
una persona está terriblemente ocupada durante algún tiempo o que
se está esforzando por terminar una cierta cantidad de trabajo, no la
presioné para que volviese a pasar por aquí. Pensé que llegaría el
momento en que sentiría la necesidad de un intercambio íntimo de
pensamientos en un ambiente hogareño, y como sabía que siempre
era bienvenido en nuestra casa, esperaba volver a verlo allí a tiempo.
Pero cuando mi esposa me dijo un día que se había encontrado con
el Sr. Puncto y que le había impresionado lo mal que se veía y lo
nervioso que estaba actuando, decidí buscarlo y preguntarle sobre su
salud y su trabajo.
No era difícil forzar una reunión porque sabía exactamente a qué
hora pasaba por cierto lugar cada mañana. Fingí estar un poco sor-
prendido cuando lo conocí. Como me detuve delante de él, no podía
moverse a mi alrededor sin decir nada, así que se vio obligado a res-
ponder a mis preguntas más bien obvias: “¿Cómo estás? Con un
breve “Bien, pero muy ocupado”, quería seguir su camino. También
me sorprendió el hecho de que parecía ser muy tímido y cauteloso, y
antes de darme cuenta le pregunté: “No ha habido más problemas,
¿verdad?”
Su respuesta, “Sí, no, en absoluto”, me hizo pensar. Tenía que
haber algo y me quedé de pie cuidándolo, muy pensativo. Mi esposa
tenía razón. Había algo, algo andaba mal. Lo hablamos en casa e hi-
cimos algunas conjeturas. ¿Tenía el Sr. Puncto dificultades con las
autoridades o con su personal? ¿Se habían vuelto a desenterrar los
viejos rumores y estaban haciendo las rondas una vez más? Pero to-
das estas conjeturas no nos llevaron un paso más allá.
“Deberíamos instarlo a que venga”, dijo mi esposa.
“Sabe ―le contesté― que siempre es bienvenido aquí, que puede
hablar de sus problemas abiertamente con nosotros, y creo que pro-
bablemente vendrá cuando sea incapaz de resolver sus dificultades
por sí mismo”.
Sin embargo, mi esposa sintió que debíamos decírselo de nuevo
nosotros mismos. Si no quería aceptar nuestra invitación a venir y
hablar de las cosas, lo dejábamos en paz, pero quizás sólo necesitaba
un pequeño empujón para ayudarle a decidir el compartir sus proble-
mas con nosotros.
Nunca me ha resultado fácil ofrecer ayuda sin que me la pidieran,
y era reacio a presentarle crudamente una invitación abierta para que

― 145 ―
nos revelara sus secretos más íntimos. Afortunadamente, mi esposa
estaba inclinada a ser más drástica. Un día, cuando se encontró con
el Sr. Puncto por casualidad, dijo: “Sr. Puncto, no lo hemos visto en
años y nos gustaría mucho volver a hablar con usted.”
“¿Su marido tiene problemas?” preguntó el Sr. Puncto.
“Estamos preocupados de que usted pueda tenerlos”, contestó
ella.
“¿Tengo pinta de tenerlo?” Se le escapó con obvia preocupación.
Hemos estado hablando de ello entre nosotros desde hace algún
tiempo”, dijo, “pero ya sabes cuánto interés hemos tenido siempre en
su trabajo y también en usted mismo”. ¿Puede pasar un rato esta no-
che? No habrá otra compañía”. Y sin esperar una respuesta, ella si-
guió adelante.
Ella realmente lo había logrado muy hábilmente. Esa noche vino
el Sr. Puncto y saludé calurosamente a nuestro viejo amigo: “Esta-
mos muy contentos de que haya venido. Sabe lo mucho que hemos
apreciado sus visitas y lo ansiosos que siempre estamos de hablar de
todo tipo de cosas con usted”.
“Lo sé ―respondió―, pero me temo que no soy muy buena com-
pañía. Hace sólo medio año todo era alegría. Todos habíamos sido
revividos, pero ahora es diferente. Tengo miedo de aguarles el ánimo
a todos aquí.”
“Pero, ¿se han olvidado ―le recordé― de que también solíamos
hablar de todos los problemas difíciles de antaño y de que hicimos
un buen trabajo para resolverlos?
“Sí, ¿pero no lo ha olvidado usted también ―contestó―, cómo le
arrastré conmigo a través de toda esa miseria? Se nos consideraba
como el principal par de tontos de la ciudad, un par de maníacos des-
tartalados que pregonaban las ideas más descabelladas. No puedo y
no debo arrastrarle a través de ello de nuevo.”
“¿Es algo realmente serio?” Pregunté, y la expresión de mi cara
debe haber mostrado lo mucho que me había interesado de repente.
“Es serio. Algo anda mal otra vez”, fue su sombría respuesta.
“Entonces tendremos que dedicarle nuestros mejores esfuerzos”,
dije, con determinación.
“En cualquier caso, mi esposo y yo no le dejaremos solo con sus
problemas”, agregó mi esposa.

― 146 ―
“Sé que me ayudará”, dijo el Sr. Puncto, “y debe perdonarme.
Realmente no sé adónde más puedo acudir.”
“Querido amigo,” le consolé, “nos sentiríamos muy mal si no
compartiera esto con nosotros.”
Después de eso, nuestro invitado cedió. Comenzó a contarnos
cómo al principio había entrenado a su personal para las observacio-
nes que debían realizarse en las dos estaciones. En relación con esto,
surgieron dos dificultades que fueron superadas después de un es-
fuerzo intenso ―es decir, las observaciones tuvieron que hacerse si-
multáneamente, y además, los observadores en las dos estaciones tu-
vieron que tener el mismo objeto a la vista. Si los observadores cen-
traran sus instrumentos en dos objetos diferentes, el resultado sería
erróneo: mostraría la distancia a un objeto inexistente.
Después de una serie de sesiones de práctica todo salió bien. Para
controlar las observaciones, el director a veces medía de nuevo la
distancia al mismo objeto, y los resultados siempre se medían muy
de cerca.
Finalmente había llegado el momento de empezar a trabajar en
serio. Se determinó la ubicación de muchos mundos, algunos bas-
tante cercanos, otros más lejanos y otros muy lejanos, y ya se había
progresado mucho hacia la cartografía del universo como un todo.
Después de varias semanas de trabajo intensivo, el director se
concedió a sí mismo y a su equipo unos meses de vacaciones después
de los cuales todos reanudaron su trabajo con renovado ardor.
Para tener un buen comienzo, el Sr. Puncto primero hizo repetir
algunas observaciones anteriores. Las distancias a unos pocos mun-
dos, ubicados en diferentes rangos, fueron una vez más medidos para
su comparación con los datos anteriores. ¡Nada coincidía!
¿Qué había pasado? Su primera reacción fue dudar de los instru-
mentos, pero no pudo encontrar una razón para las desviaciones.
Luego repitió todas sus observaciones anteriores y comparó los re-
sultados cuidadosamente. Es cierto, todas las distancias han cam-
biado, todas han aumentado, algunas considerablemente, otras no
tanto. ¿Cuál podría ser la razón? ¿Cómo explicarlo?
No es que todos los valores descubiertos hayan sido cambiados,
pero ¿cómo es posible que todas las distancias establecidas hayan
sido modificadas según el mismo patrón? Huelga decir que el Sr.

― 147 ―
Puncto, que ya había tenido una mala experiencia con las autorida-
des, tenía miedo de ser considerado una vez más como un mal obser-
vador, un chapucero o incluso un tramposo. Y este desastre ya no
podía ser evitado. La facultad, que estaba supervisando la investiga-
ción, quería ver las cifras. Entonces todo salió a la luz y las conclu-
siones extraídas por los sabios caballeros no fueron muy halagadoras.
El gobierno de la ciudad no quiso actuar de inmediato ante la su-
gerencia de la facultad de despedir al Sr. Puncto y en su lugar lo des-
pidió con dos meses de licencia por enfermedad. Su personal fue
puesto a trabajar en otro lugar y las observaciones se interrumpieron.
Después del período de descanso, el Sr. Puncto reanudó su tra-
bajo, preguntándose ansiosamente cuáles serían los resultados esta
vez. Y fue realmente triste que encontrara discrepancias aún mayo-
res. Casi parecía como si los mundos se alejaran de nosotros en todas
las direcciones posibles. Pero, ¿fue aceptable esa conclusión? En
cualquier caso, parecía extraño.
Estos eran los problemas de los que el Sr. Puncto nos había estado
hablando. Fue, por supuesto, un caso interesante para los investiga-
dores imparciales, pero para el Sr. Puncto el asunto tenía otro lado.
Sus empleadores, el gobierno, apoyado por el juicio de la facultad,
no le creyó, y sus hallazgos habían colocado al Sr. Puncto, que no
tenía mucho más que perder, en una situación muy desfavorable con
ellos.

28 En busca de la causa
“Tiene que haber una causa”, fue mi primera reacción.
“Te precipitas un poco con tu conclusión”, dijo mi esposa.
“Pero me estoy aferrando a ella”, le dije. “Este tiene que ser nues-
tro punto de partida. Tiene que haber una causa. Sería demasiada
coincidencia si todas las distancias simplemente aumentaran sin ra-
zón. Cuando un tirador apunta a un blanco, no todos sus disparos dan
en el blanco. La mayoría de ellos caen fuera del rango, a la izquierda
o a la derecha. Hay tantas posibilidades de que vaya demasiado lejos
a la izquierda como a la derecha. Es cierto que incluso con un gran
número de tiros no exactamente tantos caerán de un lado como del
otro, pero la diferencia entre los números será pequeña. Ahora bien,

― 148 ―
si resulta que de un centenar de tiros, ni uno solo dio en el blanco y
ni uno solo cayó a la derecha, sino que todos fueron demasiado a la
izquierda, todos se darán cuenta inmediatamente de que debe haber
una razón. Por ejemplo, el arma puede ser defectuosa o el viento
puede haber soplado desde la derecha.”
“Cierto”, dijo el Sr. Puncto, apoyándome. “Tiene que haber una
razón, pero ¿cuál es?”
“¿Podría un viento muy fuerte estar soplando esos mundos lejos
de nosotros?” se preguntó mi esposa.
“Imposible”, contestó el Sr. Puncto. “Cuanto más alto vamos, más
delgada se vuelve la atmósfera. Tenemos que asumir que no hay at-
mósfera entre los mundos. No hay duda de que están separados el
uno del otro”.
“Entiendo eso”, resumió mi esposa, “pero no veo otra razón”.
“Nosotros tampoco podemos”, dije de nuevo, “pero sin duda hay
uno. Tiene que haberlo. Estoy convencido de ello, y el Sr. Puncto
también lo está, creo.”
“Sí”, contestó el Sr. Puncto. “No me atreví a decirlo, pero estoy
de acuerdo con usted de todo corazón. No se me ocurrió a mí porque
me pareció que buscaba una forma de librarme de la responsabilidad
de hacer observaciones erróneas”.
“No puede haber aquí ninguna controversia de observaciones de-
fectuosas”, declaré. “Le conozco por ser un observador preciso y es-
toy convencido de que tiene que haber una razón natural para este
fenómeno, esta dispersión de esos mundos.”
“Pero no podemos simplemente desviarnos de las leyes natura-
les”, resumió el Sr. Puncto, “sin especificar cuáles son esas leyes, y
no veo la manera de hacerlo”.
“Oh, pero no podemos estar seguros de eso de antemano”, le ase-
guré. “Tenemos que buscarlo y tratar de descubrir la razón. Después
de todo, no deberíamos empezar por perder la esperanza antes de ha-
cer una búsqueda seria”.
Ya lo he pensado largo y tendido”, dijo el Sr. Puncto con
desánimo, “sin resultados”. Los secretos de la naturaleza a veces re-
sultan ser insondables”.
“Haremos todo lo posible. En cualquier caso, es un problema in-
teresante”, fue mi opinión.

― 149 ―
Puncto suspiró pesadamente y dijo: “Por supuesto que le estoy
muy agradecido por su oferta de ayudarme, pero me temo que esta
vez no tendremos éxito; este es un ejemplo, yo creo, en que no sea-
mos capaces de arrancarle los secretos de la naturaleza.”
“Pero, por supuesto, ¿me ayudará y me dará toda la ayuda posi-
ble?” Grité.
“Ahora usted está dando la vuelta al asunto”, dijo sorprendido el
Sr. Puncto. “¿Yo le ayudo? Pero yo soy el que tiene los problemas,
después de todo, y ahora me está preguntando si le ayudaré”.
“Entonces trabajaremos juntos en ello”, volví a decir. “Sr. Puncto,
al igual que la última vez, pondremos a prueba nuestros pensamien-
tos e ideas unos sobre otros. En tal caso, los avances suelen ser mu-
cho mayores a través de la consulta mutua que por cuenta propia.
Empezamos mañana. ¿De acuerdo?”
“Encantado”, contestó Puncto, “pero... ¿empezar? ¿Con qué
quiere empezar?”
“Quiero empezar,” dije, “mirando su material numérico, no para
comprobar si hay errores, sino para ver si las figuras pueden enseñar-
nos algo, si pueden darnos una pista.”
El Sr. Puncto pensó que era un plan excelente y acordamos que
me uniría a él a la mañana siguiente para repasar los cálculos y sus
resultados. Visiblemente aliviados, nuestro invitado partió de nuestra
casa esa noche.
A la mañana siguiente estaba sentado en el estudio del Sr. Puncto
mientras me explicaba cómo se habían hecho las mediciones y de qué
manera se habían procesado las cifras. Al poco tiempo estaba pro-
fundamente inmerso en todo el problema. Pasaron varios días antes
de que tuviera una buena imagen general, pero finalmente lo hice, y
había llegado el momento de discutir la cuestión en cada detalle.
El Sr. Puncto pensó que no había nada más que discutir, ya que
ambos estábamos familiarizados con todos los aspectos de la pre-
gunta, y en realidad tenía razón.
“Pero, ¿por qué no comprobamos ―sugerí― si no podemos hacer
alguna variación en las observaciones, para ver si seguimos obte-
niendo los mismos resultados?
“¿Qué piensa cambiar?” preguntó Puncto. “Asumir otra línea de
base significaría pedir a las autoridades que construyan otra estación

― 150 ―
de observación, y en vista de nuestros cuestionables resultados hasta
ahora, los caballeros sin duda se negarían a seguir adelante”.
“¿Pero no podemos concebir un método completamente diferente
para medir las distancias de los objetos en el espacio a nuestro pe-
queño mundo?” Me aventuré a preguntar. La pregunta me pareció
superflua, sin perspectivas, pero al fin y al cabo, hay que planteársela
para explorar todas las posibilidades. Por lo tanto, no se dirigía al Sr.
Puncto como tal, sino a los dos juntos. Aunque ninguno de los dos
tenía una respuesta, la pregunta seguía siendo lo más importante en
mi mente durante todo el camino a casa, y yo seguía preguntándome
a mí mismo: “¿No hay otra forma de medir distancias?” Hice todo lo
que se me ocurrió. Caminar la distancia a medir y anotar el tiempo
que tomó fue, por supuesto, un método, pero impracticable en este
caso. Otra manera sería disparar un proyectil y ver cuánto tiempo
tarda en alcanzar el objetivo. Igual de imposible aquí, aunque .... No
quería descartar la idea por completo. ¿No había algo más que pudié-
ramos usar además de proyectiles? Pero, ¿qué? Por el momento no
tenía respuesta.
Esa noche no pude dormir. Cada pequeño detalle de nuestra in-
vestigación anterior vino a mi mente y de repente volví a ver a Line-
land frente a mí y escuché al rey explicar cómo determinaba las dis-
tancias a sus sujetos por medio del tiempo que le tomaba recibir una
respuesta a su llamada. Recibió la respuesta inmediatamente de aque-
llos de sus súbditos que estaban de pie cerca de él, pero a alguien más
lejano le tomó un tiempo, y esto le ayudó a tener una idea de la dis-
tancia. ¿No podría entonces la distancia ser medida por medio del
sonido también en nuestro espacio? No, imposible, porque en nuestro
espacio el sonido no viaja a través de un vacío a otros mundos. ¿Y
qué hay de la luz? ¡Sí, luz! Eso podría ser posible. Sin embargo,
¿cómo podría uno saber cuánto tiempo le toma a un rayo de luz de
un mundo distante llegar a nosotros? No podemos establecer el mo-
mento exacto en que el rayo de luz abandonó el mundo distante. Así
que esto tampoco funcionaría, y cansado de todo lo que pensaba, me
quedé dormido.
En mi siguiente conversación con Puncto le di todas las ideas que
se me habían ocurrido, incluyendo mediciones de distancia por me-
dio de sonido y luz, y le dije que ambas eran impracticables.

― 151 ―
“Quizás no ambos”, dijo Puncto. “Es cierto que no podemos de-
terminar a qué hora una señal de luz enviada por nosotros llegará a
un mundo lejano, ni tampoco podemos saber cuándo una señal de luz
que nos llega de un mundo lejano salió de allí, pero quizás podríamos
enviar una que nos sea enviada de vuelta cuando llegue a su destino.
Podríamos entonces ser capaces de calcular la distancia en base al
tiempo que le tomó a la luz viajar esa distancia de ida y vuelta. Des-
pués de todo, así fue como el rey de Lineland hizo sus cálculos. Dio
una señal sonora y el sujeto para el que estaba destinado enviaría in-
mediatamente una señal similar”.
Tuve que detenerme a pensar un momento, y se me ocurrió una
objeción. Dije: “Todo bien, pero no hay nadie en ese mundo lejano
que reciba nuestra señal y nos la devuelva. Podríamos suponer que
los otros mundos están habitados, pero aún así no podríamos instruir
a los habitantes, con los que aún no tenemos contacto, para que cola-
boren con nosotros en una prueba científica”.
Puncto estalló en risa. “No,” dijo, “eso es imposible, pero podría-
mos enviar una señal de luz que rebote en un mundo lejano y regrese
a nosotros.”
“Muy bien,” le dije, “¿pero cómo haría para poner un espejo en
ese mundo distante para que la luz rebote hacia nosotros?”
“Hay,” explicó Puncto, “rayos que pueden ser enviados por medio
de un instrumento especialmente diseñado. Se llaman haces de radar
y son rebotados por cualquier objeto. Se adaptan bien a nuestro pro-
pósito”.
Este fue un enfoque novedoso y decidimos aplicar haces de radar
a la medición de distancias. La instalación del nuevo instrumento en
la estación de observación sólo nos llevó unas pocas semanas y pro-
cedimos a realizar las mediciones de inmediato. Al mismo tiempo,
medimos la distancia a un objeto en el espacio a la antigua manera,
y los dos métodos dieron la misma solución cada vez. En el caso de
los objetos cercanos, el antiguo método trigonométrico demostró ser
el más exacto; en cambio, en el caso de los objetos remotos, para los
que la línea de base era demasiado corta en proporción para un
cálculo trigonométrico preciso, la medición por radar proporcionó un
mejor resultado. Sin embargo, cada vez los resultados de los dos mé-
todos coincidieron. No había duda: todos los mundos se alejaban de
nosotros, aunque a diferentes velocidades.

― 152 ―
Sin embargo, no nos habíamos acercado ni un paso más a la razón
del asombroso fenómeno de la dispersión de los mundos. Los resul-
tados ya no podían ser puestos en duda: por lo tanto, teníamos que
descubrir la razón de esos resultados.
Sugerí hacer una lista de todos los mundos observados con co-
lumnas separadas para las características que los diferencian, y para
la cantidad de velocidad a la que retroceden.
A pesar de que los mundos no tenían colores definidos, se debían
notar las diferencias en la tonalidad. Algunos eran más rojizos, otros
amarillentos o azulados, con otros matices entre ellos. Pero resultó
que no había conexión entre el color de un mundo y la velocidad a la
que retrocedía.
Los mundos remotos parecen naturalmente más pequeños que los
más cercanos, pero no siempre es cierto que un objeto aparentemente
grande en el espacio esté más cerca que uno que parece más pequeño.
El tamaño real puede determinarse a partir del tamaño aparente si se
conoce la distancia del objeto, y este tamaño real también se incluyó
en nuestra lista; pero también parecía no tener relación con la velo-
cidad de retirada.
Sin embargo, había otra columna que sí proporcionaba la concor-
dancia buscada, es decir, la distancia entre los mundos y nosotros.
Era obvio que los mundos más remotos se alejaban de nosotros más
rápido que los más cercanos, y parecía no haber excepciones. La ve-
locidad aumentaba constantemente con la distancia. Aquí, entonces,
estaba la conexión, pero ¿cómo explicarla?
Una suposición obvia sería que la luz está disminuyendo, que la
velocidad de la luz está disminuyendo. Incluso podríamos considerar
esta suposición si hubiéramos limitado nuestras mediciones de dis-
tancia a los rayos de luz. Pero las mediciones trigonométricas produ-
jeron los mismos resultados, anulando la hipótesis. Había que encon-
trar otra razón.

29 Expansión de Circleland
Durante días anduve con el problema y empecé a dudar si alguna
vez encontraría una solución. Aún así, mi ánimo se mantuvo alto.
Según mi experiencia, a veces aparece inesperada y de repente la idea

― 153 ―
correcta. Uno simplemente tiene que llevar el problema a todas par-
tes, estar más o menos ocupado con él todo el tiempo, y dormir sobre
él.
No pude encontrar ningún descanso. En mi habitación subía y ba-
jaba, mientras dormía me daba vueltas y vueltas, cuando estaba
afuera caminaba sin prestar atención al tráfico, todo sin resultado.
Pero no podía dejar ir el problema, y tampoco me dejaría ir a mí. Un
día, después de regresar a casa de un paseo por la ciudad solo con
mis pensamientos, encontré a mi nieto jugando con sus soldados en
el pasillo. Estaban alineados en un círculo, un círculo bastante pe-
queño, que no les daba mucho espacio para moverse. Eso también
pareció molestar al niño, y por lo tanto hizo el círculo un poco más
grande. Ahora los pequeños soldados estaban parados más lejos unos
de otros.
“¿Qué miras, abuelo?”, preguntó el chico. “Bueno, realmente es-
toy pensando sobre tu juego”, respondí. “¿Por qué has aumentado el
tamaño del anillo?”
“Para hacer más espacio, por supuesto”, se reincorporó. “Cuanto
más grande es el círculo, más espacio hay; la distancia entre los sol-
dados es ahora mayor. Eso es todo.”
“No, eso no es todo”, dije. “El oficial descubrirá que tardará más
tiempo en seguir sus órdenes porque el sonido tarda más en llegar a
los soldados.” “Sí, especialmente los que están más lejos”, añadió mi
nieto. “Cuanto más lejos estén, más tardarán en oír órdenes”.
Allí estaba yo, yo, el matemático profesional. Tuve que aprender
la respuesta a mi pregunta de mi nieto. Al menos, sus palabras tenían
una posibilidad, quizás la posibilidad. Las distancias se habían hecho
mayores aquí porque, porque... sí, porque el círculo en el que se ha-
bían establecido los soldados, el mundo mismo de esos soldados, en
otras palabras, se había hecho más grande. Su mundo se había expan-
dido. ¡Expandido! ¿Expandido? ¿No estaban mis pensamientos to-
mando un giro muy peculiar? ¿Podría realmente ser, podría un espa-
cio expandirse? Sí, aquí el círculo de los pequeños soldados se había
expandido realmente, pero ¿podría aplicar esto a un mundo, incluso
si tuviera forma de círculo? Como si en un sueño me dirigiera a mi
habitación y, cansado del paseo o de todo ese pensamiento, me quedé
dormido.

― 154 ―
Ahí estaba Circleland otra vez. Vi al rey con todos sus súbditos.
El rey parecía estar enfadado. ¿Por qué? Pronto me di cuenta de ello.
Estaba pasando lista. Cada vez que gritaba, uno de sus súbditos tenía
que responder. Primero los que están a su lado, luego los que están a
su lado, y así sucesivamente. Hizo esto como corresponde a un ver-
dadero rey, no una sino tres veces, ¿y qué pasó? Cada vez que las
respuestas volvían después de un intervalo más largo. Podría ver por
qué. Vi que su espacio aumentaba, su espacio, su espacio circular se
expandía lentamente. Las distancias entre sus sujetos aumentaban
gradualmente y, en consecuencia, una señal sonora a uno de ellos
tardaba más tiempo en volver la segunda vez que la primera. Cada
vez tardaba un poco más. ¡Lo he visto! Su espacio se hacía más
grande, pero el rey no lo entendía. Pensó que sus súbditos estaban
saboteando sus órdenes, pero debería ver que esa no podía ser la ra-
zón debido a la regularidad con la que los sonidos que volvían se
retrasaban.

Expandiendo Circleland. Las distancias entre los objetos


aumentan.

¿Debería decírselo? No, mejor que no. Tenía suficiente experien-


cia con ese pobre Circlelander11. Nunca quiso aceptar mis explica-
ciones. No fue realmente su culpa, por supuesto, no podía entender
nada acerca de la expansión de un círculo si no tenía idea de lo que
era un círculo en primer lugar. Una criatura que puede moverse a lo
largo de una sola línea nunca puede entender el concepto de una

11
Habitante de Circleland.

― 155 ―
curva ―por lo menos para eso necesitaría un concepto bidimensio-
nal. Demasiado complicado para un rey de Lineland o Circleland.
Pero pude verlo. Las distancias en su espacio aumentaban porque
su espacio se inflaba, se expandía. Esa fue la razón.
No sé cuándo me desperté, porque mi sueño se fue convirtiendo
poco a poco en una forma de pensar desvelada. ¿Había estado reco-
giendo tejemanejes o había hecho alguna reflexión profunda? Pensé
en Circleland, expandiendo Circleland, y ahora regresé a mi propio
mundo, mi Flatland, mi Flatland que estaba curvada en una dirección
que no era observable para mí, mi Sphereland. Aquí también las dis-
tancias fueron aumentando. ¿Acaso no lo haría... también aquí? Sí,
¿también aquí...?

30 Expansión de Sphereland
Era difícil dar el siguiente paso. ¿Difícil o sólo extraño? Después
de todo, fue sólo un paso. Como resultado de la expansión de Circle-
land, las distancias en ese mundo estaban aumentando. Entonces, en
el caso de la expansión de Sphereland, las distancias entre los varios
mundos aquí tendrían que aumentar, ¿no es así? Quería discutirlo con
el Sr. Puncto. ¿Qué diría él? Salí corriendo de la casa para hablar de
todo con mi amigo y compañero de trabajo.
Así lo hicimos. El Sr. Puncto pensó que la explicación era intere-
sante pero muy extraña. Y sí, fue extraño por supuesto, muy extraño
de hecho, pero ¿no fue eso porque éramos criaturas bidimensionales?
Una Circunvalación en expansión no es tan curiosa para nosotros,
pero ciertamente lo es para su rey, tan sabio dentro de su propio reino,
pero sin embargo incapaz de ver la curvatura.
El Sr. Puncto vino a casa conmigo. Ya no hablábamos más de ello
y no estábamos seguros de por dónde íbamos, ambos estábamos pen-
sando profundamente. Nos paseamos uno al lado del otro, mirando
todo y nada. Y así nos encontramos parándonos en la fábrica de gas
y mirando un contenedor de gas que se estaba llenando, sin prestar
atención a lo que veíamos. Tal contenedor de gas es un objeto circu-
lar de material dúctil. Cuando el gas es soplado en él, se expande. Lo
había visto muchas veces antes. Algo como esto es interesante para
un niño y muy ordinario para un adulto. Lo estaba viendo sin mucho

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interés cuando algo se me vino a la mente. La carcasa expansible
estaba inscrita con letras que deletreaban “cocinar con gas”. Al prin-
cipio las letras estaban cerca una de la otra, pero las distancias entre
ellas aumentaban en proporción al contenedor.
“¿Ves eso?” Le dije al Sr. Puncto. “El envoltorio se está expan-
diendo.”
“Sí,” contestó, “y las distancias entre las letras aumentan.”
Así que él también lo había visto.
“Ahora mira”, dije. “Toma sólo una letra. Las distancias de las
otras letras a esa aumentan. Ahora supongamos que alguna criatura
inteligente está posada encima de esa letra, observando las otras le-
tras. Verá que todos se están alejando de él, los más cercanos a baja
velocidad, pero los más lejanos a mayor velocidad”.
“Así es”, exclamó el Sr. Puncto. “Lo tenemos. ¡Esa es la solución!
En nuestra Flatland curvada en dos dimensiones, nuestra Sphereland,
por lo tanto, ¡algo como esto debe estar sucediendo también! Nuestro
espacio está aumentando, se expande, y como resultado las distancias
entre todos los mundos aumentan, y por lo tanto los vemos alejarse
más de nosotros”.
“Los que están más lejos retroceden más rápido que los que están
cerca”, agregué.
“¡Realmente hemos encontrado la respuesta!” El Sr. Puncto gritó,
visiblemente emocionado. Pero inmediatamente le siguió un desani-
mado: “Esta solución nunca será aceptada por los profesores.”
Desafortunadamente, tenía razón. Cuando fue llamado al depar-
tamento unos días más tarde para dar testimonio de su trabajo, y
cuando no pudo obtener mejores resultados que antes, intentó expli-
car el cambio en las distancias por medio de nuestro concepto de es-
pacio en expansión. Se le escuchó con fría indiferencia. Era obvio
que los caballeros pensaban que todo era una tontería, una forma de
que el Sr. Puncto saliera de sus dificultades. El Sr. Puncto sintió la
inutilidad de sus esfuerzos y no se sorprendió mucho cuando recibió
su despido en su casa unos días después. Las autoridades ya no ha-
bían podido oponerse al juicio del más alto instituto de enseñanza.
Fue un asunto triste. Sentimos que habíamos descubierto la solu-
ción correcta, pero ¿qué se puede hacer cuando el mundo de los sa-
bios es incapaz de entender la solución? Cuando hablamos del asunto
en mi casa, dije: “El Sr. Puncto es un hombre más culto que esos

― 157 ―
caballeros de la facultad.” A lo que mi esposa añadió lealmente: “¡Y
también mi marido!” Pero aunque fue agradable escuchar esto, fue
un frío consuelo, especialmente para el Sr. Puncto, quien ya había
sufrido un golpe similar una vez antes. Sin embargo, aceptó su se-
gundo despido con resignación. Aparentemente era un destino que
no podía evitar.

31 Milagros en Spaceland
La amistad con mi familia le hizo a nuestro caballero mucho bien,
ya que estaba solo en el mundo, y no hace falta decir que se unió a
nosotros en casa en la víspera de Año Nuevo, el momento en que
todo el mundo deja pasar todo lo bueno y lo malo del año pasado,
mientras reflexionaba con cautela sobre las perspectivas favorables
que el año que viene puede traer.
Era un grupo numeroso que se había reunido en la sala de estar y
como cabeza de familia yo era el centro de interés. No hace falta decir
que tendría que contar un cuento de hadas. Lo había estado haciendo
durante tantos años, y siempre me pareció un deber agradable. Para
entonces, todos los cuentos de hadas bien conocidos se habían tur-
nado varias veces ― no había nuevos. Y sin embargo... Había pen-
sado en algo, no en un nuevo cuento de hadas, pero vestiría uno viejo
con una prenda nueva, una nueva solución para un viejo problema.
Y así empecé con La Bella Durmiente.
¿Cómo es posible que el bosque alrededor del castillo, que había
permanecido impenetrable durante más de cien años, se volviera de
repente transitable para un príncipe, que no era un isósceles con un
ángulo vertical muy agudo?
La respuesta la encontré en la expansión de nuestro espacio, como
resultado de lo cual las distancias entre los árboles aumentaron. Si
los árboles estuvieran más lejos unos de otros, el espacio entre ellos
habría aumentado. Debo admitir que estaba encantado con mi descu-
brimiento y me sentí bastante decepcionado cuando mis nietos fueron
incapaces de apreciar esta solución. Los niños se apegan a un cuento
en su forma tradicional y no toleran el más mínimo cambio. Les dije
que las distancias entre puntos aumentan en un círculo en expansión,
pero cuando mi nieto mayor me preguntó: “Pero no estamos sentados

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en un círculo, ¿verdad?” Me di cuenta de que no podía comprender
la extensión a un espacio bidimensional en expansión. Los adultos
tampoco entendieron mi explicación, excepto el Sr. Puncto, por lo
que esta vez sólo el narrador y su invitado pudieron disfrutar de la
historia de todo corazón.
Afortunadamente, los círculos de masa frita, que se pasaron rápi-
damente, ayudaron a desviar la atención y se creó un ambiente ge-
nuino de Nochevieja.
Cuando los niños se fueron a la cama, los adultos se quedaron a
esperar la esperada visita de la Esfera. Y afortunadamente no nos fa-
lló. Al dar las doce, descendió a nuestro espacio. Cuando se inter-
cambiaron los saludos habituales, la conversación se orientó hacia
los temas candentes, y después de un extenso informe sobre todos los
acontecimientos del año pasado, le pregunté a nuestro invitado tridi-
mensional qué pensaba de nuestra solución. Para nuestra gran satis-
facción resultó que teníamos razón. La Esfera nos dijo que nuestro
espacio es un mundo bidimensional en expansión, no un círculo, sino
una superficie esférica que se expande a un ritmo regular.
Siendo una criatura tridimensional, podía ver fácilmente nuestra
expansión. Podía ver, por ejemplo, que las distancias entre todos los
puntos de la superficie de la esfera crecían y que los puntos de la
superficie de la esfera se alejaban unos de otros, por lo que las dis-
tancias entre los puntos más dispersos aumentaban naturalmente más
rápidamente que las distancias entre los puntos más cercanos.
Estábamos satisfechos, pero todavía tenía una pregunta candente
que no me atrevía a hacer. Sin embargo, mi hijo se atrevió, para mi
sorpresa. Pregunta si no se ha observado un fenómeno similar en el
mundo tridimensional. Afortunadamente, la Esfera no se enfadó,
pero dijo tranquilamente que así era. El universo tridimensional con-
tiene mundos que se llaman nebulosas, ya que sus grandes distancias
hacen que parezcan pequeños puntos nebulosos. Se observó que es-
tos pequeños puntos se alejaban unos de otros, y allí también, al igual
que en nuestra Esfera, la velocidad a la que se retiran de cualquier
otro punto aumenta con la distancia.
Por lo tanto, no sólo es posible que un mundo curvo y unidimen-
sional, Circleland, exista y se expanda constantemente, sino que tam-
bién es cierto para un mundo bidimensional, a saber, nuestra Sphere-

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land en expansión, e incluso para una de tres dimensiones, una Spa-
celand curvada que también se está expandiendo constantemente.
Fue inteligente por parte de la Esfera entender esto, aunque él no po-
día verlo, así como nosotros no podíamos observar nuestra superficie
esférica en expansión.
Todo estaba claro para nosotros ahora, pero éramos los únicos en
nuestro universo que lo entendíamos. Estábamos solos, ¡completa-
mente solos!

32 Incomprendidos
En lo que a nosotros respecta, habíamos alcanzado la cúspide de
nuestra gloria, y sin autoglorificación sentimos que nuestros compa-
triotas nos debían algún honor. Sin embargo, pronto nos dimos
cuenta de que nada saldría de ello. El mundo aún no está preparado
para estas ideas. No podían entendernos. Como ha sucedido tan a
menudo en la historia de la humanidad, probablemente se dirá de no-
sotros mucho más tarde: “¡Esos dos hombres se adelantaron a su
tiempo!” Algún día un monumento puede incluso ser levantado en
nuestro honor, como para mi abuelo, que también fue honrado sólo
después de su muerte.
Nos parece inútil seguir peleando con los sabios caballeros de la
facultad y dejarnos señalar por el público en general como dos idiotas
de primera. Llegará un momento en que se dará cuenta de que tenía-
mos razón, que nuestro concepto de las cosas es el único correcto.
Otros descubrirán también el crecimiento de las distancias, y al final
habrá que idear una explicación, y como esa explicación no se puede
encontrar en el supuesto de que nuestro espacio sea recto o no cur-
vado, habrá que formar el concepto correcto. Entonces se dará cuenta
de que nuestro espacio es curvo y que este espacio curvo se está ex-
pandiendo.
No podemos decir cuánto tiempo tomará para que todo esto su-
ceda. Mi nieto todavía puede ser testigo de la época en que su abuelo,
considerado un tonto en su época, es honrado como “el descubridor
del espacio curvo en expansión”. Por otra parte, es posible que se
necesiten muchas generaciones para que esa idea madure.

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La vida sigue adelante. He prometido a mi esposa no forzar mis
conocimientos en un mundo que no los quiere. No trataré de hacer
que el mundo esté listo para ellos. La aceptación tiene que ser natural
y así será. Más tarde. Es por eso que he grabado todo en este libro.
Dejaré que el manuscrito sea sellado y lo confiaré para su custodia
a la bibliotecaria de la ciudad. Le pegaré una etiqueta con la inscrip-
ción: “Para ser abierto siempre que la teoría del universo en expan-
sión haya sido aceptada.”
Mientras se considere que esta inscripción es una tontería, el pe-
queño paquete se quedará donde está, pero si algún bibliotecario
llega a verlo en un momento en que las opiniones del mundo han
cambiado tan radicalmente que se da cuenta del significado de mis
palabras, sin duda lo abrirá. Entonces, espero, habrá gente, hombres
de saber, con una visión más amplia que los profesores de la facultad
de hoy, que captarán la importancia de los datos en el libro y entonces
mi trabajo llegará a ver la luz póstumamente. Está destinado a suce-
der.
Nunca volvimos a ver la Esfera. Probablemente ha fallecido, y
otro delegado oficial de Spaceland puede aparecer en el nuevo mile-
nio, pero yo no viviré para verlo.
Como he alcanzado grandes mejoras, ya no dependo de la buena
voluntad de las autoridades. El Sr. Puncto, por otro lado, es más joven
y la inactividad va en contra de su naturaleza. Ahora que se ha man-
tenido callado durante mucho tiempo, se le ha dado otra posición.
Por supuesto, nunca más recibirá un puesto destacado en el mundo
de la ciencia. No se le pedirá que haga telemetría en el espacio y se
le considera no apto para la medición. En cambio, ha sido designado
como agente de los ingresos internos, un trabajo para el que se le
considera eminentemente cualificado. Después de todo, es conocido
por su aptitud para las figuras. La exactitud no es tan importante en
su trabajo y a los ojos de las autoridades sus ideas extravagantes le
han ayudado a estar bien cualificado.
Obviamente no tiene muchos amigos y no puede ser recibido en
casa de las familias de alto rango. En nuestra casa siempre es bien-
venido, sin embargo, y sigue haciendo un uso muy agradecido de la
hospitalidad que encuentra aquí.

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