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El Estado Argentino

El Estado Argentino es producto de un largo proceso de desarrollo de la


sociedad nacional cuyos inicios pueden remontarse a la Revolución de Mayo
de 1810. No se trató de un proceso espontáneo ni fue definitivo, ya que el
Estado va transformándose y, al mismo tiempo, moldeando las características
de la sociedad.

Hacia un Estado Argentino


El Estado es definido como: una relación social histórica que surgió con el
capitalismo; una institución de dominación política que posee el monopolio de
la coacción física, y que actúa en el ámbito ideológico creando identidades y
valores nacionales; una organización que despliega su soberanía sobre un
territorio claramente delimitado. Aluden a relaciones que se producen en una
sociedad, en un contexto capitalista; un poder soberano con monopolio de la
coacción física; capacidad de encarnar valores nacionales; y un territorio
delimitado.
La sanción de la Constitución Nacional en 1853, se considera el momento
fundacional del Estado Argentino.

El período poscolonial
El período histórico revolucionario de 1810 estuvo marcado por cinco décadas
de sucesivos fracasos en la organización de un Estado. Todos los elementos
necesarios para la existencia de un Estado estaban ausentes.
La economía no estaba integrada al mercado nacional. Buenos Aires
controlaba la aduana y el puerto, que representaban la principal fuente de
ingresos y las clases terratenientes porteñas no querían compartir recursos
con el resto de las provincias.
Sin integración económica no era posible desarrollar el capitalismo y sin
desarrollo capitalista no era posible constituir un Estado Moderno.
El territorio nacional se encontraba disgregado en territorios provinciales,
cuyos centros urbanos y zonas productivas estaban separados por grandes
distancias y barreras geográficas y las vías de comunicación eran escasas.
Mendoza y San Juan orientaban su comercio hacia Chile. La Rioja y
Catamarca, quedaban marginadas y mostraban importantes signos de atraso y
desconexión. El Interior mediterráneo había perdido el comercio de la época
virreinal e intentaba reemplazarlo con la producción y el intercambio locales. El
Litoral quedaba relegado ante la supremacía del puerto de Buenos Aires. Las
regiones del nordeste y la patagónica, y gran parte de la pampeana, se hallaban

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bajo el dominio de distintos pueblos indígenas. Esto traía como resultado una
fuerte desunión territorial, y en cada región prevalecían las instituciones de
gobierno, las autoridades, las tradiciones y los caudillos locales que
defenderían sus cuotas de poder en detrimento de una organización nacional.
En este escenario resultaba imposible establecer una identidad que
trascendiera el ámbito local.
Las luchas en pos de la Independencia no fueron suficiente para generar una
verdadera conciencia del ser nacional. Los habitantes de cada región se
identificaban con las características culturales, económicas y políticas de su
ámbito inmediato; la idea de "nación argentina" tardaría todavía algunos años
en madurar.
La imposibilidad de organizar el Estado-nación se vio reflejada en el predominio
del poder local, el caudillismo y la violencia desatada por las guerras civiles y
los enfrentamientos entre unitarios y federales.
La derrota del gobernador de Buenos Aires, Juan Manuel de Rosas, en la
batalla de Caseros de 1852, puso en manos del vencedor entrerriano, Justo
José de Urquiza, el desafío de reunir el poder y organizar un Estado con
verdadero alcance nacional. Para ello se sancionó la Constitución en 1853 y se
creó la Confederación Argentina, procurando establecer las bases del
Estado-nación y desplazando el centro del poder político y económico hacia el
Litoral. La ausencia de Buenos Aires como integrante de la Confederación puso
en evidencia que sin los recursos de las rentas aduaneras no habría manera de
sostener instituciones nacionales a lo largo del tiempo, ni de integrar a las
economías regionales del extenso territorio nacional.
Con la batalla de Pavón, en 1861, Buenos Aires se impondría definitivamente
sobre la Confederación y se unificaría al país bajo la hegemonía porteña.
Durante las dos décadas siguientes tuvo lugar un proceso de formación y
consolidación de las instituciones propias del Estado-nación.

La formación del Estado


El triunfo de Buenos Aires sobre la Confederación puso los recursos de la
aduana a disposición de la construcción de las instituciones del Estado-nación
y a la consiguiente organización de la Argentina. Durante las presidencias de
Bartolomé Mitre (1862-1868), Domingo Sarmiento (1868-1874) y Nicolas
Avellaneda (1874-1880) se puso en marcha un conjunto de políticas para
organizar la nación.
La Constitución de 1853 ofrecía las bases para la organización nacional. Las
instituciones estatales fueron adquiriendo mayor desarrollo y el Estado
comenzó a tomar forma, las economías regionales fueron articulándose en un
mercado nacional de acuerdo con las reglas del capitalismo internacional.
Quedó en evidencia la dinámica implícita en la organización nacional:
economía capitalista y Estado-nación se auxilian mutuamente y son parte de
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un mismo proceso.

El ejército y la coacción
El Estado es la única institución capaz de aplicar la fuerza para obligar a
cumplir las normas.
El Estado nacional debía constituir un ejército de auténtico alcance nacional y
terminar con las múltiples milicias locales que obstaculizaban el ejercicio del
poder centralizado. Era necesario reemplazar el sistema de lealtades
personales y locales por una nueva lealtad hacia el Estado nacional y ponerle
fin a la disgregación territorial del poder.
En 1864, Mitre creó un Ejército Nacional utilizando como base la Guardia
Nacional de la Provincia de Buenos Aires. El Ejército Nacional convivía con las
fuerzas de la provincia. En 1876, durante la presidencia de Avellaneda, se
decretó el licenciamiento de la Guardia Nacional y el quehacer militar quedó
exclusivamente en manos del Ejército Nacional bajo las órdenes del Ministerio
de Guerra y Marina. Se crearon el Colegio Militar de la Nación (1869) y la
Escuela Naval Militar (1872). La actividad militar estuvo destinada
fundamentalmente a cuidar y extender la frontera interna. Avasallaron a los
pueblos indígenas, empujándolos a tierras marginales e imponiendo el orden
del Estado.
El Ejercito Nacional sirvió para reprimir los últimos "levantamientos" de los
caudillos provinciales que defendían las autonomías locales ante la amenaza
que representaba el desarrollo del Estado-nación y la centralización del poder
en Buenos Aires. Las rebeliones de Ángel "Chacho" Peñaloza, Felipe Varela, y
Ricardo López Jordán, fueron sofocadas por el Ejército Nacional.
La Guerra del Paraguay (1865-1870) constituyó el bautismo de fuego del
nuevo ejército.
El Ejército Nacional consiguió definir los límites territoriales, tanto internos
como internacionales, que conformaron el nuevo mapa de la Argentina. Quedó
organizado uno de los elementos clave de todo Estado: el territorio nacional.
El Estado nacional consiguió implementar las funciones de control y orden,
estableció la dominación estatal sobre una población que empezaba a tomar
las características de sociedad nacional.
La Constitución Nacional, el Código Civil y el Código de Comercio, la
recaudación de impuestos y la administración de justicia, no habrían sido
acatados sin la fuerza del ejército.

El mercado nacional

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El ejército ordenó el territorio y creó las condiciones necesarias para articular
las economías regionales en un mercado nacional.
La economía del país se internacionalizó. Al avanzar a la segunda fase de la
Revolución Industrial, las potencias europeas demandaron más productos
agropecuarios.
El abaratamiento de los costos del transporte posibilitó que la Argentina
reemplazara la exportación de cueros y tasajo por la de lana, cereales y carne.
La economía pampeana se orientó hacia los mercados ultramarinos, mientras
que las economías del Interior perdieron su arraigo local y se insertaron, a esa
misma dinámica internacional.
El Estado nacional y capitalismo argentino se constituían y consolidaban
mutuamente: este modo de producción y sus intercambios guiaron las
intervenciones del Estado.
Resultaba necesario conectar los sectores productivos con el puerto de
Buenos Aires, principal boca de salida hacia el mercado internacional.
Las obras del Estado se orientaron a la comunicación, infraestructura y
administración destinadas a conectar el territorio nacional en función de la
agroexportación.
La instalación de ferrocarriles fue el ejemplo más representativo de la época.
Con el ferrocarril se terminaba el aislamiento regional y se unificaba el
mercado nacional.
El Estado encaró la construcción de caminos y puentes. Se aseguró la
exclusividad de moneda, la unificación de los sistemas de medidas y pesos, la
creación y expansión de correos y telégrafos, el registro estadístico del
comercio y la navegación, la creación de ministerios, la extensión del sistema
judicial y de los organismos de recaudación de impuestos, la fundación del
Banco Nacional y la del Banco Hipotecario de la Provincia de Buenos Aires.
Los recursos que el Estado recaudaba resultaban insuficientes. Se recurrió a
capitales externos como empréstitos a cargo del Estado (endeudamiento
externo) y como inversiones directas de empresas extranjeras en obras y
prestación de servicios públicos para las cuales el Estado garantizaba buenas
tasas de rentabilidad.

La inmigración
El desarrollo del mercado y el capitalismo nacionales requirió, disponer de
fuerza de trabajo. Se impuso la idea de que la mano de obra debía conformarse
con inmigrantes provenientes de Europa.
A diferencia de la obtención de cuero y tasajo, la producción de lana, cereales y
carnes requería mayor cantidad de trabajadores. Esa mayor demanda,
combinada con la escasez de población disponible para el trabajo, generaba
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altos salarios.
Italianos, franceses, rusos, suizos, portugueses, alemanes, españoles y galeses,
entre otros, protagonizaron la oleada migratoria de la segunda mitad del siglo
XIX.
El Estado intervino para fomentar la Ilegada de los extranjeros. "Gobernar es
poblar" era la máxima de Juan Bautista Alberdi y se concretó gracias a las
políticas implementadas desde el Estado.
En 1869 se creó en Buenos Aires la Comisión Central de Inmigración y en
1876 se sancionó la Ley de Inmigración y Colonización. A los recién llegados
se les ofrecían algunos días de alojamiento gratuito en el puerto de Buenos
Aires, se los eximía de impuestos en herramientas y efectos personales, se los
ubicaba en trabajos de acuerdo con su especialización y, en algunos casos, se
les entregaron tierras para formar colonias agrícolas.
Santa Fe fue la provincia donde más colonias agrícolas se fundaron desde el
establecimiento, en 1856, de la colonia Esperanza, la primera del país.
En conclusión: los inmigrantes fueron bien recibidos como fuerza de trabajo,
pero no como propietarios de tierras.

La identidad nacional
Cuando el territorio y las zonas productivas comenzaban a conectarse en un
mercado nacional, se sumaron a la sociedad importantes contingentes de
inmigrantes con orígenes, lenguas y tradiciones bien diferentes. De ese modo
se configuró una población muy heterogénea a la que se consideró necesario
homogeneizar para lograr un sentido de nacionalidad.
Esta identidad nacional, propia de los Estados modernos, garantizaba un
mayor acatamiento al orden establecido.
Había que crear una identidad nacional (un sentido de pertenencia a una
sociedad territorialmente delimitada, por medio de una lengua común, una
cultura y expectativas de futuro compartidas).
Era necesario generar las bases de aceptación del sistema capitalista (para
ser percibido como un orden “natural”).
El Estado desplegó un sistema educativo que se convirtió en el principal
mecanismo de control simbólico y de creación de la identidad nacional.
La escuela buscaría actuar sobre el imaginario simbólico creando ideales
compartidos que daban la sensación de igualdad.
El Estado fue adquiriendo más funciones en materia de educación, algunas de
las cuales antes concentraban la Iglesia y otras instituciones. La Ley de
Educación Común 1420 (promulgada en 1884) que estableció la educación
primaria, laica y obligatoria, sintetiza este proceso.

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El estado liberal oligárquico
Hacia 1880 el Estado Argentino avanzaba en el desarrollo del capitalismo
atado al modelo agroexportador.
Las redes ferroviarias continuaban ampliándose hacia las zonas productivas y
se expandía la actividad colonizadora.
“Paz y administración”, el lema del presidente Julio Argentino Roca
(1880-1886), reflejaba fielmente las políticas de Estado.
El ejército debía imponer la “paz” (equivalente al “orden”) sobre todos
aquellos sujetos que se opusieran o entorpecieran el avance del modelo social
y económico diseñado.
Desde una perspectiva liberal, para que las relaciones de producción
capitalistas se desenvolviesen de manera adecuada, el Estado debía limitarse
a administrar, descartando cualquier idea de transformación o intervención.
Para los nuevos sectores sociales las puertas de la participación política y
económica permanecían cerradas.
El orden establecido mantenía a la mayoría de la población excluida de la vida
política por medio del fraude electoral, el empadronamiento “voluntario” y el
voto cantado. Las principales funciones públicas, incluida la Presidencia de la
Nación, quedaban en manos de un grupo reducido de personas pertenecientes
al seno de los grupos económicos.
Se había conformado un Estado liberal-oligárquico. Seguía los principios del
liberalismo en materia económica, a través de la no-intervención estatal en el
comercio de exportación (manteniendo bajos o nulos los impuestos a los
productos que se exportaban e importaban), sin respetar las garantías
políticas liberales de la mayoría de la población.
El régimen oligárquico solo habilitó la participación política para el pequeño
círculo que constituía la oligarquía de terratenientes y agroexportadores.
Mientras la economía progresaba y se diversificaba, el movimiento obrero
empezó a tomar forma e importancia.
Se fundaron partidos políticos que buscaron canalizar las fuerzas del
descontento popular para promover la democratización del sistema político.
La Unión Cívica Radical (1891) y el Partido Socialista (1896), y también los
sindicatos organizados y las acciones de los grupos anarquistas, presionaron
para incorporar en la agenda del gobierno una nueva cuestión social: La
reforma política y económica.
En 1912 bajo la presidencia de Roque Sáenz Peña (1910-1914), se sancionó la
Ley Electoral, que consagró el voto secreto, universal y obligatorio (para los
varones) y puso fin a la práctica del fraude electoral.

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Con las garantías de la nueva ley, la UCR se presentó a elecciones y logró la
presidencia con Hipólito Yrigoyen en 1916; por primera vez un partido político
de signo no oligárquico accedió al poder. Desde entonces y hasta 1930, se
alternaron en la presidencia gobiernos radicales.
Los cambios instauraban un Estado liberal-democrático.
En el contexto de la Gran Depresión económica mundial, las intervenciones del
Estado introdujeron las primeras modificaciones a la economía para fomentar
un incipiente perfil industrial. Eso determinó que los grupos sociales y el
Estado quedaran configurados de diferente manera. Pronto se pusieron de
manifiesto nuevas instituciones estatales: comenzaba el tiempo del Estado
social.

El impacto de la crisis internacional


La década de 1930 fue inaugurada por un golpe de Estado, el primero del siglo
XX argentino. Yrigoyen se vio obligado a dejar su segunda presidencia con la
irrupción del gobierno militar de José Félix Uriburu (1930-1932). Desde
entonces, durante los años conocidos como la "Década infame", la democracia
se desvirtuó con la aplicación sistemática del fraude electoral y la corrupción.

El Estado social
Las condiciones políticas y económicas de las décadas de 1930 y 1940
revelaban que la crisis del capitalismo y del Estado liberal requerían un nuevo
tipo de respuestas para superar el estancamiento.
El descontento generado por el desempleo y la fuerza de las huelgas
amenazaban la continuidad del capitalismo.
El Estado se convirtió en un activo interventor en materia económica y social
con el propósito de alivianar los conflictos políticos que ponían en crisis a la
sociedad.
El Estado tomó la iniciativa y promovió la industrialización por sustitución de
importaciones (ISI) por medio de subsidios a empresas privadas, créditos para
la inversión industrial, exención de impuestos o directamente asumiendo la
producción de insumos básicos y la provisión de servicios públicos.
Auspició la sindicalización de los trabajadores; de ese modo, sus demandas
serían canalizadas por instituciones sindicales con buenas relaciones y
dispuestas a negociar con los gobiernos.
Si el Estado liberal protegía derechos individuales, el Estado social pasó a
garantizar derechos sociales a través de una amplia red de servicios y
beneficios universales (salud, educación, vivienda, esparcimiento, deportes,
etc.).
Durante la fase del Estado liberal oligárquico se habían producido las grandes
oleadas de inmigración ultramarina; durante la época del Estado social fue el
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turno de las migraciones internas, desde las provincias del Interior hacia
Buenos Aires y otros núcleos urbanos del Litoral, donde se establecieron las
nuevas industrias y se generaba el empleo.
El Estado social tuvo su apogeo durante la primera presidencia de Juan
Domingo Perón (1946-1952). A diferencia de la segunda mitad del siglo XIX, en
la que el imperativo del "orden y progreso" legitimaba las acciones del Estado,
el peronismo encontró en la justicia social el principio legitimador para las
instituciones estatales.
Con el golpe de Estado que derroco a Perón en 1955 se abrió otra etapa del
Estado social.
Se perfiló un Estado desarrollista que mantenía enérgicos niveles de
intervención en la economía con el objetivo de garantizar la inversión e
integrar la industria con el capital extranjero.
En algunas etapas el Estado desarrollista fue profundamente autoritario y
represor de las demandas populares, como ocurrió durante el régimen
burocrático autoritario en la "Revolución Argentina".

La crisis del Estado social


La recaudación estatal no alcanzaba para financiar los servicios y las
prestaciones de Ia seguridad social que ofrecía el Estado como garantía básica
de derechos sociales. Ello llevó a crisis fiscales en las que los gastos del
Estado superaban sus ingresos y lo obligaban a recurrir a la emisión de
moneda y al endeudamiento externo.
La crisis mundial del petróleo encareció la principal fuente de energía, estancó
el crecimiento económico y contribuyó a agudizar la inflación.
En el marco de la globalización, las nuevas tecnologías y las formas de
organización empresarial actuaron sobre la relación entre capitalistas y
trabajadores conformando una gran heterogeneidad de sujetos sociales que
terminó por debilitar su poder y capacidad de negociación del trabajo.

La reforma neoliberal
Se impulsaron reformas tendientes a volver a la libertad de mercado y de
comercio internacional que consideraban asfixiados por las instituciones del
Estado.
Fue recién en la década de 1990 y bajo el gobierno democrático de Carlos
Menem cuando se completó el proceso de desmantelamiento del Estado
social. En los hechos, significaba volver al Estado liberal no-interventor, por eso
se conoció al surgente Estado como neoliberal.
Las transformaciones fueron conocidas como reforma del Estado y reflejaron
una nueva correlación de fuerzas entre los sujetos sociales y una nueva
relación entre el Estado y la sociedad.
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Entre las transformaciones se destacan las privatizaciones de los activos del
Estado dedicados a la producción de bienes y servicios. Privatizar empresas
del Estado significaba también reducir personal y elevar el desempleo.
Era imperativo de obtener superávit fiscal para enfrentar el endeudamiento
externo.
Se implementó la desregulación económica. Significó que el Estado redujera
notablemente su control sobre los mercados.
Favoreció la apertura económica hacia los mercados externos.
La flexibilización laboral significó un grave retroceso en materia de derechos
sociales e inclinó la balanza a favor del capital. El empleo sufrió una gran
precarización cuya máxima expresión fueron los "contratos basura".
Con la intención del ajuste (achicar del gasto público), el. Estado nacional se
deslindó de muchas de sus responsabilidades y las transfirió a los Estados
provinciales o directamente al sector privado.
La reforma del Estado implicó la eliminación de instituciones que articulaban a
la sociedad. A comienzos del siglo XXI la sociedad argentina había perdido la
cohesión social y la homogeneidad que la habían caracterizado durante las
décadas del Estado social.

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