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1 El cambio y la transición
De todo esto se desprende que el cambio lleva una etapa de transición, muy
interesante para su estudio, que no debe eludirse y depende en última instancia
de la preparación de las personas, del grado en que sean proclives al cambio, de
sus capacidades de descongelamiento (figura 1.3) y, sobre todo de la
profesionalidad de los llamados "cambiólogos", personas que deben poseer una
gran experiencia y profesionalidad, y que son los agentes que marchan al frente
de estas transformaciones. Cambio no es lo mismo que transición. El cambio es
situacional: el nuevo puesto, el nuevo sistema, la nueva política.
Entonces ocurre que se están produciendo los cambios externos, pero no están
sustentados en la transición (proceso interno) de cada persona por lo que
irremisiblemente están condenados al fracaso y el revés.
La transición comienza con renunciar a algo. No hay nada que perjudique tanto al
cambio en la organización, como no ser capaz de determinar quién y a qué tendrá
que renunciar cuando ocurra el cambio.
El cambio implica también un lenguaje que debe evitar en su desarrollo todo tipo
de palabras con connotaciones negativas. El cambio debe asociarse a mejora,
optimismo, expansión y bienestar. Con ello podemos conseguir de manera quizá
más sencilla el convencimiento, el cumplimiento y la predicación de estas ideas
por todos.
1Fuente: Alberto, J. (2002). Recursos Humanos en las empresas del turismo y la hostelería, Ed.
Prentice Hall, Madrid.