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Zulen
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
EN TORNO A
PEDRO S. ZULEN
SELECCIÓN DE ESCRITOS Y ESTUDIOS
COMPLEMENTARIOS
Universidad Nacional
Mayor de San Marcos
Fondo Editorial
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Selección de escritos
ISBN 978-612-46563-0-9
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú Nº 2013-12089
Primera edición
Impreso en:
PARVIGRAF
R.U.C.: 10429687271
Jr. Rufino Torrico 462 Int.4 Lima 1
Impreso en el Perú
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Pedro S. Zulen
ÍNDICE
Nota introductoria :
Raimundo Prado Redondez ................................................................ 7
Prólogo:
Rubén Quiroz Ávila ...............................................................................11
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Selección de escritos
III. Epílogo
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Pedro S. Zulen
NOTA INTRODUCTORIA
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
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Selección de escritos
cos. Y cuyo criterio de selección fue bosquejar su itinerario desde 1909 a 1924.
Además, se incluyen tres estudios complementarios de los integrantes del grupo.
Por otro lado queremos manifestar nuestra más profunda gratitud al Dr. Edgar
Montiel, al Dr. Raimundo Prado y al Mg. Rubén Quiroz Ávila por apoyar e in-
centivar esta humilde iniciativa. También agradecer a los profesores Pablo Quin-
tanilla, Song No, Wilfredo Kapsoli, Saby Lazarte y Augusto Castro que durante
su participación en el homenaje a Pedro S. Zulen nos dieron luces en nuestras
investigaciones. Asimismo, a nuestros compañeros: Héctor Rentería, Ana Lizeth
Sevedon, Gian Franco Sandoval, Alan Pelayo Soriano, José Luis Bulnes, Guillermo
Fernández y Carlos Enrique Álvarez por aquellas reuniones en torno a la filosofía
peruana y latinoamericana. Por último, reconocer infinitamente la colaboración
desinteresada material y espiritual de: Hilda, Yolanda y Nora Huaynates; María
Neciosup, Damiana Huamaní, Crisóstomo Gamboa, Hipatia Montoya, a lo lejos:
Alicia, Melisa Montoya, César Montoya, “Caliope” Menacho, Elvis Villanueva,
Flor Montoya, Liz Matos Berna, Manuel Cuipa y a mis abuelos, Zenaida y Maca-
rio, por su buen vivir.
Finalmente esperamos que esta investigación logre suscitar el interés de los fu-
turos investigadores ante el maremágnum de escritos perdidos o ignorados de la
filosofía en el Perú.
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Pedro S. Zulen
PRÓ(LOGO)
El Grupo Pedro Zulen, cuyo nombre homenajea al filósofo peruano más audaz
del primer tercio del siglo XX, ha decidido, como consecuencia inevitable de su
persistencia en la investigación sobre la tradición latinoamericana, publicar una
serie importante de textos que consolidan el corpus filosófico peruano. Así, los
muchachos sanmarquinos, logran con brillantez, releer su propia memoria co-
lectiva intelectual y, sin remilgos, sugerir rutas de trabajo que dicen mucho de la
vitalidad del pensar y que auguran esplendor en parte del futuro peruano. Ya po-
demos hablar de una comunidad que interpela y propone horizontes dialógicos
desde un locus sin rubor y sin melodramas culturosos.
El activismo ciudadano y la agudeza creativa de Zulen, así como su profundo
compromiso con los marginados históricamente, su lucha permanente a favor de
los desposeídos, son una ecuación admirable de su conciencia cultural. Demues-
tra con lucidez que la filosofía tiene vasos comunicantes permanentes con las ne-
cesidades de transformación social, salvo una lectura falsamente desapegada de
la realidad o una posición cínica, que, valgan verdades, muchos aún practican con
insolencia. En la divertida y pintoresca tipología de aquellos que se dedican a la
filosofía como profesión hay sugerentes y provocadores perfiles. Desde el que se
cree a sí mismo como el actor principal de un filosofar universal, occidentalista,
supuestamente objetivo, que encarna el Espíritu, helenomaníaco y desdeñador.
Así, cual barata caja de resonancia, repiten acríticamente con la osadía del súb-
dito. Hay otro perfil de filósofo que busca, con alucinante insistencia, al Ser; en-
telequia algo complicada de encontrar en este mundo. También podemos hallar
con relativa facilidad al tipo de filósofo enmarañado y extraviado en capturar el
lenguaje o en extrañas y repentinas epojés ser iluminados por el fenómeno. Sin em-
bargo, hay filósofos, como Zulen, cuyas vidas son un testimonio de las complejas
y tortuosas maneras de hacer filosofía en el Perú, y cuya persistencia innegociable
asume que teoría y praxis son inseparables.
Saludo, así, a los integrantes de esta cohorte juvenil que edita estos textos, cuyo
ardor y sensatez permanente recogen la heredad espiritual del maestro de la filo-
sofía peruana.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
SELECCIÓN DE
ESCRITOS* 1
* Se han introducido algunas correcciones ortográficas por motivos de claridad para el lector, pero éstas
no modifican el contenido. También en algunos casos se ha agregado información entre corchetes.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
EL PRAGMATISMO EN LA EDUCACIÓN*1
* Publicado en tres partes en la revista El Hogar y la Escuela: núm. 4, febrero 15; núm. 5, marzo 1; y núm.
6, marzo 15 de 1909.
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1 Véase: F. Mentré, “Note sur la valeur pragmatique du pragmatisme”. Revue de Philosophie, 1907, G. Parodi.
“Le pragmatisme d’après W. James et Schiller”, Revue de métaphysique et de morale, 1908. Cantecor, “Le
pragmatisme,” L’ année psychologique contemporaine”. H. Poincaré, “La science et l’hypothèse”, “La
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Pedro S. Zulen
dicha, es un medio del desarrollo de la razón; que ella no es una simple provisión
de recetas. Cuya utilidad sería toda razón de ser; que el sabio no hace la ciencia de
manera arbitraria, pues “todo lo que crea un sabio en un hecho, es el lenguaje en
el cual lo enuncia”; que el carácter de la ciencia es esencialmente móvil, no estan-
do constituida para ella sino por “aproximaciones sucesivas, cuya convergencia,
como diría un matemático se acepta como un postulado”; que en fin, la verdad
encierra estas palabras, cuya mejor prueba es la misma historia de la ciencia que
Cuvier formulara, que Pasteur repetía con convicción y que hoy se relucen como
el arma más poderosa de la crítica antipragmática: “Las grandes innovaciones
prácticas, no son más que aplicaciones fáciles de verdades de un orden superior,
de verdades que no han sido buscadas con esa intención, que sus autores no han
proseguido más que por ellas mismas y únicamente llevados por su afán de sa-
ber. Aquellos que las ponen en práctica, no hubieran descubierto los gérmenes;
aquellos, al contrario, que han encontrado esos gérmenes, no hubieran podido
entregarse a los cuidados necesarios para sacar partido. Absortos en la alta región
a la que su contemplación les transporta, apenas se aperciben de ese movimiento,
de esas creaciones, nacidas de alguna de sus palabras. Esos talleres que se elevan,
esas colonias que se pueblan, esos navíos que hunden los mares, ese lujo, ese rui-
do, todo viene de ellos, y todo les es extraño. El día que una doctrina llega a ser
práctica, ellos la abandonan a lo vulgar; ello no les concierne más”.
Una doctrina pragmática de la educación, sí la creemos, no solo de mayor, sino
de incontestable solidez. Venga de la tradición, venga de los últimos progresos
científicos. La experiencia de todos los resultados, debe informar la educación,
desde el punto de vista pragmático. Hacer el mal más grande, quizás inconscien-
temente, a las nuevas generaciones, despreocuparse del porvenir de nuestros hi-
jos, sentar sobre bases inciertas, inseguras, el futuro bienestar individual y colec-
tivo significa el aplazamiento indeterminado de la solución, por no determinarse
a seguir un criterio definido en la educación.
La adopción de orientaciones definidas son propuestas siempre porque se cree
que después de la discusión vendrá la norma que se ha de seguir. Pero esos deba-
tes son estériles, por cuanto, como ya hemos dicho, cada pedagogo cree tener la
verdad entre sus manos, quiere imponer su ideal: es un exclusivista sugestionado
por tales o cuales ideas. Se olvida que “el ideal pedagógico (escribe un pedago-
go español) como concepción del resultado final a que el educando llegará con
el concurso de las diversas circunstancias que contribuyen a producir su desen-
volvimiento, tiene que ser indefinido, poco determinado y variable según el cur-
so y las circunstancias que ofrece el desarrollo de cada individuo. La educación
no puede proponerse la realización de un tipo humano perfectamente definido
en sus funciones y cualidades más elevadas y complejas. Además de que estas
cualidades y funciones son poco conocidas, en cuanto a su constitución y a sus
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Selección de escritos
sidad cerebral de que está dotado el niño. Debe reconocer que el niño es, a todo
hecho, rebelde a las fórmulas de nuestra lógica, a los razonamientos clásicos que
por hábito repetimos a menudo, empleando las mismas palabras con que nos han
sido enseñados. Debe tener en consideración que, respecto de las abstracciones,
el niño hace, de manera admirable, por sí mismo, todas las que le son necesarias;
pero que aquél, no comprende nada de aquellas que nosotros le aportamos ya
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Pedro S. Zulen
hechas, las cuales son retenidas durante algún tiempo por el niño y nos la puede
repetir. Lejos de declararlo “buen alumno”, el maestro pragmático debe compren-
der que, en este último caso, ha atentado contra el desarrollo natural del cerebro
del niño.
Deberá, pues, apoyarse en el respeto a las leyes de la naturaleza, en un examen
constante del cerebro cuyo desarrollo se le ha encomendado. Empleará todos los
medios que tiendan a entretener y excitar, continuamente, su curiosidad nativa,
esto es, dejándole el placer de descubrir las verdades que se quiere hacerle cono-
cer. Deberá tratar, además, de tener pleno conocimiento de todas las influencias
que el niño reciba fuera de la escuela.
El doctor Capelo ha sido, entre nosotros, el único que ha mostrado ser prag-
mático, verdaderamente pragmático. En sus diversos trabajos sobre educación
ha tratado de llevarla a un terreno donde son aplicables con mayor eficacia las
doctrinas que predica el ya citado William James3. 4
3 Véase el trabajo del doctor Capelo publicado en las “Informaciones sobre la segunda enseñanza”, “El
problema de la educación pública” y “La vida intelectiva en Lima”, del mismo autor.
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Selección de escritos
Introducción
• Caracteres sociológicos del momento histórico actual.
• El problema de la educación y las preocupaciones de nuestro
tiempo.
• Necesidad e importancia de la injerencia de la juventud en el mo-
vimiento social.
• Efectos de su acción material y moral.
• Nuestra juventud y los problemas nacionales.
• Evolución de los caracteres de su sicología social.
• Los síntomas actuales.
* Los siguientes cinco artículos forman parte de un estudio sobre la educación. Esta primera parte fue
publicada en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 26 de marzo de 1909.
1 Patriotisme & hérédité, discurso del rector de la Universidad Libre de Bruselas, M. Edouard Kufferath,
en la sesión de apertura del año académico 1904-1905. Rapport sur l’année académique 1904-1905, Bruxelles
1905.
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Selección de escritos
al malestar de las clases llamadas populares, éstas no han llegado a ser redimi-
das de su miserable situación intelectual, moral y económica. Entre los progresos
científicos e industriales y el actual estado social reina la más irónica discordancia,
tan admirablemente descrita por Max Nordau, y que diera lugar al anatema del
utopista de Resurrección, calificando de agentes corruptores a la ciencia y el pro-
greso. Y ¿cuál es la causa de ese profundo malestar? Grave la culpa a los defectos
de la educación, una educación que a la vez que mataba las individualidades, que
deprimía los caracteres, que debilitaba las energías, que inculcaba en los cerebros
una ciencia indigesta, especie de poutpourri que se hacía entrar de grado o por
fuerza, producía y desarrollaba en los espíritus una anemia de hipocresía, ini-
quidad y mentira. El autor de La sociedad futura conceptuaba que los directores y
explotadores habrán acabado cuando el número de individuos conscientes de su
ser, de su papel en la vida, de su fuerza y su voluntad, haya crecido. Reclus, ese
espíritu tan revolucionario, se lamentaba de la inconsciencia de la multitud en los
grandes movimientos que han tenido lugar hasta nuestros días y calificaba de ini-
cua la tarea de hacer revoluciones llevando al instinto por única guía. Hoy no tie-
ne razón de ser las que no sean conscientes y reflexionadas; para luchar es preciso
saber, –decía. “No es suficiente lanzarse furiosamente a la batalla como cimbros o
teutones, mugiendo bajo la adarga o con un cuerno de auroch; ha llegado la hora
de prever, de calcular las peripecias de la lucha y preparar científicamente la vic-
toria que nos traerá la paz social. La condición principal para asegurar el triunfo
es deshacernos de nuestra ignorancia”2.3
Y ¿cómo sacar fuerzas conscientes para estas luchas por la redención social, de
un pueblo que no ha recibido una educación que lo prepare? Chiapelli se atemo-
riza ante la posibilidad del triunfo del proletariado, mediante revoluciones vio-
lentas antes de que esté preparado y constituido civil y socialmente. Lo contrario
sería la sustitución de un amo por otro, el surgimiento de un nuevo despotismo,
como ya observaba Reclus, y en lo cual Spencer fundaba la aversión que por el
socialismo tenía.
Ante la urgencia de ese saneamiento ético-social por medio de la educación de
las clases inferiores, no son las tituladas dirigentes quienes han comprendido los
deberes que les incumbían. Es verdad que habían establecido escuelas. Pero el
ejemplo desmoralizador que venía de las alturas, destruía más tarde la acción que
aquella había podido ejercer sobre el niño. [Gabriel de] Tarde encontró en este
hecho uno de los más genuinos fenómenos sociológicos que le sirvieran para esta-
blecer las leyes de la imitación. Por herencia, por educación, por hábito, por los me-
dios que tienen en sus manos, por la satisfacción egoísta que les impide renunciar
al régimen a que están acostumbrados, en fin, por convicción propia, esas clases
dirigentes tenían necesariamente que seguir siendo indolentes y eternas explota-
doras de “la plebe”. ¿Ni cómo podían llevar a efecto esta urgente obra de higiene
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Selección de escritos
ranza que queda a nuestro país está en la juventud actual. Pulir almas encalleci-
das en el egoísmo, en el vicio, y en el sectarismo misoneísta es obra materialmente
imposible. El mismo doctor Deustua, después de ratificar las aseveraciones del
ilustre pensador de Horas de Lucha, decía que: “Por mucha que sea nuestra deca-
dencia no debemos pensar en que todas las energías están agotadas, cuando con-
templamos ahora mismo espíritus jóvenes que hacen esfuerzos por vencer esa re-
sistencia, llevando a la corriente de la opinión pública nuevas ideas que rompen la
malla con que los viejos maestros tienen encerrada a la juventud que despierta”4.5
Hay que observar que el despertar de la juventud de ahora débese únicamente
a su autoformación intelectual y moral. Ojalá los jóvenes pudiéramos decir que
la escuela, el colegio y la universidad, han estimulado nuestras inteligencias, han
desarrollado nuestras capacidades. Quisiera estar en el error de declarar con toda
franqueza que no he aprendido nada sólido durante diez años de enseñanza pri-
maria, media y superior. Si mis palabras tuvieran autoridad, no vacilaría en per-
suadir a mis jóvenes condiscípulos, a mis amigos, de quien no deben esperar nada
fuera de una autoeducación. “Se ha observado, decía Spencer, que los niños cuya
inteligencia habían como adormecido los métodos escolares –con las fórmulas
abstractas, el abuso y el hastío del estudio– renacían vigorosamente a la vida in-
telectual tan pronto como cesaban de ser puros recipientes pasivos y entraba en
ejercicio su actividad”5.6 Y considerando la actualidad pedagógica nacional, una
juventud que no está educada por sí misma, no podrá, indudablemente, inculcar
hábitos de autoeducación en las masas populares, ignorantes de su eficacia, ni
prepararlas para una vida social superior.
El porvenir del Perú depende únicamente de los jóvenes que más tarde for-
marán sus nuevas clases dirigentes, pero de los jóvenes meditados, aspirantes y
altruistas. Y una autoeducación puede darles, a mi juicio, esas tres cualidades.
Esto no significa que los establecimientos de enseñanza deben suprimirse, porque
decir que son completamente inútiles, sería hacer una afirmación gratuita. La efi-
cacia de la educación de sí mismo, como acaba de demostrar el doctor Dubois6, no 7
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Pedro S. Zulen
independizarse más tarde y ser patrón o propietario. Este segundo caso es el que pasa también en los
que proceden de las clases populares. Así la intensa vida yanqui es producto de una virtud, la virtud del
egoísmo. Pero hay que tener en consideración que allí es la escuela la que desarrolla el espíritu de inicia-
tiva, de empresa y el deseo de aspirar que estimula el ejemplo de los archimillonarios. A esto se une no
solo la cooperación egoísta de la familia, sino su despreocupación saludable; de tal manera que si des-
pués de conseguido por aquella un empleo para el hijo, y si el comportamiento de éste es malo, la familia
se desentiende y lo abandona a sí mismo para no fomentarle el desarrollo de su mal comportamiento.
Aquí no pasa esto sino todo lo contrario. Obsérvese profundamente toda nuestra sicología social y
se verá que directamente depende de la defectuosa educación que se da a la juventud en la escuela,
colegios y universidades, a la cual coopera intensamente la familia, e indirectamente de la defectuosa
educación recibida por nuestras clases ricas. Aquí el movimiento industrial comparado con el de la Gran
República no existe. Pero podría ser mayor que la actual, si los ricos diesen el movimiento a sus cauda-
les. Aquí el ahorro, lejos de existir en las clases medias y populares, existe en las ricas; lo cual es un grave
defecto. Esta última opinión no es mía. Es de Ruiz de Berenguel, que tanto conoce de esas cosas, véase
su artículo “Paradojas económicas” en la “Gaceta Comercial” de julio de 1908.
Y ¿a qué se debe esto? Aquí ha dominado siempre un gran materialismo económico. Pero en la edu-
cación defectuosa que no estimula la iniciativa sino al contrario la atrofia, debe buscarse la génesis fun-
damental de tal fenómeno. Vemos, por ejemplo, que existen en nuestras costas hacendados que poseen
grandes extensiones de terreno, en que no se cultiva, no por falta de recursos, ni por falta de agua, sino
por su ignorancia, por la educación rutinaria que han recibido no se les ha ocurrido estudiar para ver
que podían aprovechar de mayores cantidades de ese líquido, si hubieran hecho repartición científica
de las aguas.
Otro hecho que revela más los defectos de la educación que recibimos es el siguiente: Le dije hace poco
a una persona que posee capital, que estableciese en Lima el lavado y planchado de ropa. Le manifesté
con números que se podía lavar más económicamente que como se lava hoy en Lima, así como las ga-
nancias pingües que podía obtener. ¿Saben Uds. qué me respondió? que sería falso lo que se le proponía
porque si fuera cierto alguien lo hubiera hecho ya. Y el espíritu de empresas, de iniciativa, es tan franco
aquí, que es muy corriente oír por ejemplo, la exclamación: -¡Ay! ¡si yo me sacara alguna suerte, lo pri-
mero que haría es comprar una finca!
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Selección de escritos
Hay que ser consecuente con lo que se escribe. Por eso venimos hoy a este re-
cinto no con la pretensión ridícula de dar solución concerniente a un problema
tan complejo y difícil de resolver como el de la educación nacional, pues aun en
el caso de que pudiéramos dársela sería inútil mientras no haya salido del terreno
técnico. Lo que los jóvenes pretendemos ahora, al iniciar estas conversaciones es,
como medio, a la vez que definir nuestro criterio y regla de acción al lado de aquel
trascendental problema, aprender a discutir; y como fin, acostumbrarnos a lo que
no estamos acostumbrados: a hablar en público, para poder llevar a efecto esa
obra que constituye uno de los fines de esta institución, la extensión universitaria.
De allí, también, que deseemos, que queramos que vengan aquí todos aquellos
mayores que nosotros , profesores o intelectuales, que a la vez que ilustren y den
seriedad a estas conversaciones, prueben con su presencia que nos acompañan en
esta obra modesta que nos hemos impuesto. Ese será el mejor aliento que poda-
mos recibir.
8 José de la Riva Agüero, Carácter de la literatura del Perú independiente, pág. 214.
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Pedro S. Zulen
* Segunda parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 30 de marzo de 1909.
1 Boutroux, “La Philosophie de l’action” en Science et Religion dans la philosophie contemporaine, París 1908.
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Selección de escritos
mos imaginarnos lo bestializados que fueron los pobladores del Perú pre-colonial.
Manco fue sin duda un individuo, jefe de alguna tribu, dotado de cualidades ex-
traordinarias por uno de esos azares de la anfimixia de existencia tan posible7. Era 16
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Pedro S. Zulen
la dinastía fundada pudiera mantener su duración, tenía que reglamentar las cosas
de tal manera que ese estado se conservara indefinidamente. De allí que la legis-
lación ordenara que solamente se instruyese a la clase noble. La naturaleza de la
instrucción mecánica que recibían, reducida a lo estrictamente necesario para el
ejercicio de las funciones que tenían que llenar durante su vida, la inmutabilidad
universal del medio ambiente y el tiempo desocupado, gastado todo en los place-
res, la satisfacción y el orgullo que da el poder, no dejó momento para que los diri-
gentes pensasen sobre los acontecimientos que pasaban alrededor de ellos además,
de la estricta observancia de las leyes, no podían darse, en fin, lugar para el cultivo
desinteresado de las ciencias puras. De allí que las operaciones intelectuales, en las
que solo el espíritu interviene, como el juicio y el razonamiento, permanecían ador-
mecidas durante la vida. El deseo de saber y de comprender no lo conocieron o por
lo menos no respondía a una necesidad imperiosa.
El mantenimiento de tal situación era de interés vital para la nobleza. En una
ignorancia absoluta, ocupado todo su tiempo en los usos de la vida, impedido de
toda lucha para la satisfacción de sus deseos fisiológicos, embrutecidos por las be-
bidas y las comilonas de festines tan seguidos, las clases bajas se animalizaron y
su grado de animalización sería tan grande que no es posible imaginárselo. Estos
seres nunca pudieron experimentar más que las primeras satisfacciones del instinto
animal. Su vida no pedía algo más noble, estaba encallecida en aquel, y la inercia
del bruto era el sueño en que dormitaba el ser.
Y no es exagerado juzgar así a nuestra raza aborigen cuando se considera que
un imperio de diez millones de habitantes pudo ser desorganizado y vencido por
ciento setenta españoles. La intromisión de una cultura extraña de una manera tan
violenta, su imposición inmediata dio al traste con ese comunismo envilecedor. Los
9 El señor José de la Riva Agüero cree que Manco “debió de ser un jefe bárbaro, fundador de una dinastía,
caudillo de una tribu belicosa; y nada más”. El señor Víctor Andrés Belaúnde, en su tesis para el docto-
rado en Jurisprudencia, resume la hipótesis de Markham, que en el fondo tiende a no suponer diferencia
esencial entre los tiempos preincaicos y los incaicos. Es la tesis de la imposibilidad de las transformacio-
nes sociales bruscas.
“El señor Markham sienta la hipótesis de la existencia de un imperio anterior al incaico, de que forma-
ron parte las diferentes tribus que después compusieron el Tahuantinsuyo. Así se explica la facilidad con
que los incas establecieron su sistema de religión y de gobierno. “Las naciones subyugadas hablaban
dialectos de la misma lengua y heredaron muchos usos e ideas de los antiguos conquistadores”…”El
desenvolvimiento del Perú se ha debido a factores internos”. “El especial interés que tiene el estudio
de esta civilización consiste en el hecho de que se desarrolló por sí misma; hasta el punto de que puede
sostenerse que no recibió ni ayuda ni impulso de contacto extraño” (“El Perú antiguo y los modernos
sociólogo, pág. 39”).
Nosotros hemos supuesto, sin tener razones para pensar con el señor Markham, simplemente que
hubo un comunismo más rudimentario, anterior al periodo incaico. De todas maneras, aprovechamos la
ocasión, para declarar que nuestra disertación sobre la evolución de la educación nacional tiene no solo
defectos, sino que es deficiente. En la próxima revisada que haremos, con el fin de publicarlo en folleto,
trataremos de enmendar ambas cosas.
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Selección de escritos
españoles, con audacia y energía inherentes a todo conquistador, sin otro espíritu
que el de enriquecerse a toda costa, al encontrarse ante una raza tan degenerada, tu-
vieron sucesivamente que seguir métodos que han censurado hasta la exageración
todos aquellos que se han ocupado del Perú colonial, como si no fueran productos
de una lógica social.
Durante el virreinato una defectuosa educación desarrolló la vida de aparato, sin
fondo, pero con bastante forma, en los jóvenes que podían ir a la escuela, al colegio y
a la universidad, la aspiración era diplomarse, ser doctor. Esta tendencia, cuya insa-
nidad señalara el actual Ministerio de Instrucción en discurso memorable10, reducía 19
10 M. V. Villarán, Las profesiones liberales en el Perú, Anales Universitarios, tomo XXVIII, Lima 1901.
11 Anales Universitarios, tomo XIV, Lima 188, pág. 215.
12 En un artículo inédito que debe aparecer en el primer número de la revista Contemporánea, trato de pro-
barlo con argumentación.
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Pedro S. Zulen
“El movimiento político social de 1854 nos trajo como una consecuencia la nece-
sidad de disipar el caos en el que hasta entonces se hallaba envuelta la enseñanza
de las ciencias y de las artes en el Perú. El reglamento que se expidió introdujo el
orden y la unidad en los estudios y el dio a estos la extensión y el desenvolvimien-
to exigido por los adelantos de las ciencias modernas.”
“Pero si bien fue este un gran paso en el camino de las reformas y una exigencia
de la cultura nacional, las prácticas absorbentes y centralizadas de los gobiernos
de esa época, hicieron completamente ilusorias los efectos que dicho reglamento
estaba llamado a producir en el país. La dirección general de estudios en la capital
y las comisiones de instrucción en los departamentos, eran las instituciones crea-
das para velar por su observancia; pero como sobre ellas el Gobierno se reservaba
un poder discrecional y amplio, resultó, al fin, lo que naturalmente debía aconte-
* Tercera parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 31 de marzo de 1909.
1 Anales Universitarios, tomo XVI, Lima 1890.
2 Véase la Memoria del Decano del Ilustre Colegio de Abogados, Lima 1907, pág. 42-43.
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Selección de escritos
cer. Cada uno de los gobiernos que se sucedieron principió a derribar el edificio
levantado por el anterior, dejando al reglamento reducido a un cuerpo informe y
a la instrucción convertida en un verdadero caos.”
“Cada ministro se creía autorizado a modificar el plan de estudios para abra-
zar tal o cual carrera, guiándose por caprichosas aberraciones u obedeciendo a la
vanidosa pretensión que busca solo los halagos efímeros de la novedad, hasta el
punto de que no pudiesen prever los escolares cuáles habían de ser los cursos del
año siguiente en esa vorágine reformadora.”
En cuanto al carácter de la enseñanza, el malogrado doctor Arias tuvo en su
discurso la siguiente opinión crítica:
“En materia de enseñanza primaria, el Estado no debe temer gastar en ella so-
brados caudales: todo gasto es evidentemente productivo. La escuela es el centro
más poderoso de donde irradia la civilización sin obstáculo que la desvie. Im-
plantada en todo el territorio y hasta en los confines más apartados de la aldea, es
favorecer la producción nacional, hacer innecesaria la administración de justicia
en materia criminal, economizar la cifra de los ejércitos: en fin, contribuir en todas
sus fases a la mejora del progreso nacional.”
“Todo sacrificio que se haga en este género de instrucción tiene, pues, que ser
fecundo en resultados.”
“Los que hayan recibido la instrucción primaria y aspiren a más alto grado en
la escala del saber, débanlo a sus propios esfuerzos y no impongan al Estado una
obligación contraria a las conveniencias de éste.”
“Crear colegios de instrucción media en las capitales de departamentos y en las
de algunas provincias, fomentarlos bajo el sistema de una enseñanza especulati-
va, con las contribuciones indirectas señaladas para tal objeto, es, a mi juicio, por
las condiciones especiales de nuestro país, proceder con muy pocas esperanzas de
un cumplido acierto.”
“La juventud que sale cada año escolar de esos planteles, no toda aspira a llegar
al término de una carrera. El tiempo de estudio los aleja considerablemente de
los umbrales de la adolescencia: y esos hombres ingresan a las agitaciones de la
vida activa con solo el caudal de una preparación incompleta y sin término de
aplicación. Provistos de un diploma, con la inteligencia llena de matemáticas, de
abstracciones filosóficas y de algunos años sacrificados al latín, ¿Qué puestos les
daríais en la sociedad para que llenasen las exigencias cada vez más apremiantes
de la época actual?”
“La agricultura les es completamente extraña; el comercio requiere una pre-
paración especial; y las industrias necesitan reglas asociadas al rudo y penoso
aprendizaje.”
“En vez de conseguir elementos útiles y de crear e impulsar fuerzas producto-
ras, solo se obtiene la educación de inteligencias sin aplicaciones ventajosas; solo
se crea verdaderos parásitos, a quienes por defecto de instrucción se les impide
la entrada a profesión alguna; no tienen ante sí más horizontes que las oficinas
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Pedro S. Zulen
del Estado, a donde penetran por todos los medios, sin economizar para ello el
trastorno y la revuelta.”
Se observa en estos párrafos, del referido malogrado doctor Arias, al lado de
esa profunda verdad que revela, una substracción imposible a la manera como
siempre se han discutido los problemas de la enseñanza en el Perú. Ese modo tan
arraigado que caracterizaban la génesis de las reformas de la instrucción pública,
lo encuentro nítidamente expresado por el presidente de esta institución en su
reciente tesis universitaria sobre la reforma sobre el profesorado secundario. “Los
ministerios de instrucción y los consejos de educación que hemos tenido –ha di-
cho el señor Óscar Miró Quesada– se han reducido casi por completo a redactar
programas extensos y detallados y más o menos arbitrarios. La vida pedagógica
de esas instituciones, se reducía a discutir si en la enseñanza secundaria debería
enseñarse latín o lenguas vivas, si convenía la bifurcación o paralelismo, si la es-
pecialización o la generalización, etc., etc., pero como descuidaban el verdadero
instrumento de la educación, es decir, el profesor, el resultado era que ya fuera
clásica o moderna la enseñanza oficialmente aceptada, bifurcada o paralela, gene-
ral o especializada, de cuatro o de seis años de duración, con programas analíticos
o sintéticos, la instrucción considerada en sí misma era tan mala como antes, por-
que no se sabía enseñar a los alumnos las materias contenidas en los programas
adoptados. Este programismo, esta creencia en la eficacia de las leyes y de las re-
glamentaciones oficiales para modificar y mejorar la educación, no es un error ni
exclusivamente pedagógico ni únicamente nuestro; existe en casi todos los países
de origen latino y depende de su intelectualismo sicológico.”
Por esto creo, también, que la reforma de 1876 no fue algo más que un mero
cambio de forma. El fondo quedó así mismo. Soy de la opinión de que lo único
que se hizo fue “aumentar los gastos en materia de instrucción, crear innumera-
bles canonjías, en las cuales viene un numeroso personal; lo más que se ha hecho
es aumentar unas cuantas cátedras de enseñanza superior”3. Por imitación fran- 25
cesa se fundó el Consejo de Instrucción Pública, que durante sus veintiocho años
de existencia estancó la educación nacional dentro de ese programismo estúpido
a que antes nos hemos referido.
3 Palabras del discurso del senador doctor Joaquín Capelo, al proponer la supresión del Consejo Superior
de Instrucción Pública. Diario de los debates, 1904.
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Selección de escritos
* Cuarta parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 01 de abril de 1909.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
* Quinta, y última, parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 03 de abril de 1909.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
1 Con justa razón el señor de la Riva Agüero nos dice: “La supresión del Consejo Superior de Instrucción
y su resurrección en forma de cuerpo meramente consultivo, tienen el inconveniente de dar al Ministro
excesiva autoridad sobre los profesores, que puede fácilmente convertirse en arbitrariedad. Habría que
deformar el cuerpo y no destruirlo”. Me parece que el asunto se podría arreglar con una ley que pusiera
a los profesores a salvo de posibles arbitrariedades del Ministro. Pero aquí, también, las leyes son espe-
cies de elásticos que cada uno tira a su gusto. Y dígase que no necesitamos gente nueva.
No está la cuestión, creo, en reformar las instituciones sino en encontrar hombres sabios y virtuosos. Un
cuerpo necesita de muchas personas, y más fácil es a mi juicio, encontrar un ministro bueno que muchos
hombres sanos moral e intelectualmente.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
Una tesis no se detiene con arranques de retoricismo hechizo. Estos juegan para
el pedantesco y de petulantismo mientras exista ausencia completa de razones
fundamentales que apoyan lo que afirmamos. No es libre pensamiento afanarse
en contrariar a lo que la razón, desprovista de todo prejuicio, defiende. Libre pen-
samiento no es sectarismo, ni mucho menos sectarismo infundado. Creo que se
discute actualmente en el “Centro Universitario”, lo que no debe discutirse. Creo
que la necesidad y posibilidad de educar al indio es indiscutible.
Se ha sostenido que nuestra raza aborigen es ineducable y por lo tanto digna
de hacerla desaparecer. Dominados por los mismos prejuicios que el autor de la
tesis universitaria sobre “El porvenir de las razas en el Perú”, el señor Paz Soldán
ha dicho que los indígenas constituyen una raza inferior degenerada sin aptitud
para una vida civilizada; es una raza en la que no se obtendría resultados favo-
rables al tratar de educarla. Por consiguiente, darle educación es labor perdida,
inútil. Hay, pues, lejos de preocuparse de atraerla a la civilización, tender a su-
primir lo que hoy constituye una rémora de nuestro progreso. El problema no es
pues de la educación de nuestros aborígenes sino el de la inmigración; traigamos
inmigrantes de razas superiores; ante ellos tendrán necesariamente que desapa-
recer.
Error. ¡Profundo error! Admitir la imposibilidad de regenerar lo que se dice
degenerado es por sí solo caer en un fatalismo que no tiene fundamento alguno.
“Hablar de la estabilidad o de la fatalidad psicológica de los pueblos –dice Finot–
es querer hacer creer que los círculos descritos por una piedra que cae sobre la
superficie del agua guardan su forma eternamente”.
No, la estabilidad o el fatalismo psicológico de los pueblos o de las razas no
tienen razón de ser ante el evolucionar eterno de las ideas y de las cosas. Lo mis-
mo puede una raza o un pueblo superiores llegar a ser inferiores que viceversa,
moral como amoral, pacífico como guerrero, noble y generoso como bárbaro y
cruel. “Todos los pueblos –como dice el director de La Revue– evolucionan bajo la
influencia de los factores exteriores, por consiguiente no hay lugar para que sean
condenados antes a ser los maestros o los esclavos de los otros, como no lo hay
para que estén condenados a una inmovilizada eterna. La virtud y el vicio de los
pueblos no son más que productos de las circunstancias.”
Por otro lado el naturalista Kohlbrügge se preguntaba el año último, si en rea-
lidad existían razas superiores e inferiores. En el estudio que hizo demostró con
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Selección de escritos
irrefutables pruebas de carácter morfológico, que todas las razas humanas eran
equivalentes. Colocarse desde el punto de vista de la diferenciación anatómica
para deducir la superioridad o inferioridad de un raza era para Kohlbrügge algo
que no tenía fundamento de ninguna clase. Así por ejemplo se admite general-
mente que la forma llegada al más alto grado de evolución es la que posee rela-
tivamente la capacidad craneana más grande, la parte facial menos pronunciada
y el peso del cerebro más grande con relación al peso del cuerpo. Ahora en estas
condiciones los europeos no ocuparían de ninguna manera el lugar dominante,
porque los mongoles presentan una capacidad craneana más elevada, lo mismo
que los fueguinos y los esquimales y sobre todo los habitantes de las Islas Cana-
rias. La movilidad del dedo gordo del pie, tal como se la conoce en los australia-
nos, en los japoneses, etc., no sería según Kohlbrügge, signo de inferioridad, sino
de progreso. Puede decirse lo mismo de muchos otros caracteres morfológicos.
Estas investigaciones de Kohlbrügge, constituyen, pues, una comprobación más
de la tesis del autor de Le prejugé des races.
Como se ve, solamente el desconocimiento de hechos que la ciencia ha palpado,
puede conducir a afirmaciones desprovistas hasta de sentido común.
Entrañarían éstas, además, el desconocimiento del valor de la industria agro-
pecuaria serrana que, como acaba de demostrar el laborioso Director del Cuer-
po de Ingenieros de Minas del Estado (en un estudio que debe aparecer en
“Informaciones y Memorias”, órgano de la Sociedad de Ingenieros), “vale tan-
to como la de la costa y es susceptible de mucho ensanche, tan luego los ferro-
carriles permitan extender el radio de su comercio interandino y subsecuente-
mente costanero y montañés”. La producción, en efecto, puede valorarse en
más de 24.000,000 de soles anuales. Y ¿quiénes son los que extraen los minera-
les de muestras minas, que en 1907 representan 31.288,000 de soles?..... Bien dice
el señor Denegri: “Nuestro atraso político social nos ha privado hasta hoy, de
los instrumentos más indispensables para apreciar cuantitativamente, las nece-
sidades de los pobladores del Perú, y por eso ha sido posible difundir muchos
erróneos conceptos, con prejuicio de la columna vertebral del país, tales como
la improductibilidad del indígena, el de lo miserable de la agricultura serrana
y el de la importancia excepcional de las plantaciones de exportación de la cos-
ta, y por eso cuando se ha hablado de irrigación y colonización se ha sobreen-
tendido siempre, que se trataba de la conquista de tierras de las costa y de la
montaña, para instalar en condición privilegiada de independencia económica,
a los habitantes de otros países, a expensas del contribuyente aborigen, sin acor-
darse de él para nada que no fuera pedirle su compensación equitativa, su vitali-
dad en los latifundios y su vida en el campo de batalla.”
Para que se vea cómo se trata a los indios en nuestras minas, y todo lo que ellos
pueden dar de sí, voy a permitirme reproducir párrafos consignados en publi-
caciones oficiales de dos profesionales, jefes sucesivos de la comisión minera de
Yauli. Ellos nos demostrarán, también, que el indio no es tan desconocido como lo
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Pedro S. Zulen
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Selección de escritos
Además de estos inconvenientes, hay que convenir en que no dejan de ser vícti-
mas de abusos de parte de algunos empleados.
Es muy frecuente el caso de que vaya a quejarse ante el comisario y éste los
manda a veces a la Delegación de Minería; pero ni uno ni otra tienen autoridad ni
medios de investigación suficiente para intervenir.
Las quejas versan generalmente sobre equivocaciones que creen ellos se ha co-
metido en el arreglo de sus cuentas.
Por ahora el mal no es grave, porque siendo la mayor parte de los empleados
superiores peruanos o extranjeros, con larga residencia y vinculaciones en el país,
tienen cierto deseo de ser justos y considerados con ellos, no solo por humanidad
sino también por patriotismo, pero si pasan estas propiedades a sindicatos de
fuera, como es más que probable suceda, hay que convenir en que la facilidad con
que cualquier individuo más o menos blanco, levanta la mano sobre los indios,
quizás porque hacen un reclamo justo, será un triste ejemplo que se dé a los em-
pleados extranjeros que vengan a manejarlos.
Además, la mayor parte de los que se enganchan son los que tienen alguna pe-
queña propiedad que cultivan parte del año y de cuyas cosechas viven, de modo
que el jornal que ganan en las minas les sirve para los extraordinarios, las fiestas
del pueblo a la que los incitan los curas que son tan costosas y algunas veces
también para ayudarse a pagar el importe de algún pedacito de tierra con el que
ensanchan su propiedad.
El Consejo Superior de Minería formuló un reglamento de locación de servicios
para sistematizar y legalizar los contratos con los operarios; pero no ha tenido
cumplimiento; probablemente, porque no lo han necesitado los patrones y engan-
chadores.
Se requeriría una Administración Pública ideal, mucho más poderosa, enérgica
y capaz que la nuestra para que pudiera mejorar este estado de cosas que no es
de Morococha solamente sino del Perú entero y que más bien aquí está algo sua-
vizado, pues, siquiera se les paga su jornal. Por más reglamentos que el ejecutivo
expida y por mejor inspirados que estén solo servirán para oprimirlos más aún, si
así les conviene a los poderosos.
Los dos eficaces elementos para levantar el carácter moral del indio y mejorar
su condición, son los grandes trabajos públicos e industriales que por necesitar-
los, en gran número les paguen más y los traten mejor; y las escuelas, pero no las
tristes de los muchos pueblos de la sierra, instaladas en chozas desaseadas y con
maestros humildes y andrajosos, sino la establecida en local amplio y cómodo que
les eduque el hábito de vivir mejor y les excite su ambición; y dirigida por persona
decente y capaz de infundirles algo de altivez y energía que se necesita para hacer
respetar un poco sus derechos en medio del ansia de expoliación y dominio que
caracteriza a la humanidad.
Por su parte el ingeniero Jochamowitz dice lo siguiente sobre los operarios, en
su informe sobre “La industria minera en Morococha en 1907”:
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Pedro S. Zulen
“Algo ha mejorado la condición económica del obrero, pues el jornal medio que
era de 80 centavos ahora tres años, es hoy de S/.1 a S/.1.20”; pero poco o nada se
ha entendido a su condición moral. A pesar de nuestra activa comunicación con
la capital de la República del continuo roce con los empleados de minas, el indio
sigue siendo el ser inconsciente al que no se procura mejorar.
Si bien es verdad que se va desterrando el abuso que lo convertía en una especie
de esclavo, en cambio nada se ha hecho para sacarlo del estado de embruteci-
miento en que se encuentra, y en el que cada día caerá más, pues los reales ob-
tenidos en el trabajo, no le sirven sino para dar pábulo a su afición al alcohol tan
arraigada en ellos que es difícil encontrar un indio sobrio.
Hay un gran número de analfabetos, y el peón que sabe leer y escribir, es por-
que adquirió esos conocimientos en su Provincia, pues la única mina que en Mo-
rococha posee escuela, es “Gertrudis” en donde se instruyen 40 alumnos.
Se impone la creación de una escuela oficial; pues la población media de obreros,
en la que no figuran todas las minas, es de 1,425 y hay que considerar que una ter-
cera parte de ella la constituyen adolescentes a los que les ha sido imposible edu-
carse. Entre los adultos las tres cuartas partes, por lo menos, son analfabetos, y si se
agregara a este número el de las mujeres, se ve que no bajan de 2,000 los que ne-
cesitan escuelas.
No solo es la escuela el factor único de moralización; es la población culta a que
nos hemos referido la que tiene el deber de estimular la cultura de los operarios.
Debe estar en la mente de cada uno, que el indio, ese ser de psicología descono-
cida, al que se le achaca como cualidad congénita todas las insuficiencias y todos
los defectos, es uno de los elementos más valiosos para el progreso nacional. Esa
adaptabilidad a las serranías superior a la del “blanco” hace del indio el factor
esencial para el desarrollo nacional.
En Morococha, los nuevos métodos de explotación últimamente introducidos
han sido pronto asimilados por los naturales, siendo los caporales de las minas,
indios en su mayor parte, lo que demuestra cuánto puede esperarse aún de esa
raza oprimida.
Respecto a las habitaciones, no existe aún disposición ni vigilancia alguna de las
autoridades que tienda a mejorar la condición, en que hasta ahora se encuentra.
Solo la ranchería construida para la peonada de la mina “Churruca”, y una sec-
ción de la de “San Miguel” merecen citarse, por su aseo y la relativa comodidad
de que disfrutan los peones.
El desaseo reina en todas ellas, lo mismo que la promiscuidad de los que las
ocupan. Las habitaciones sirven simultáneamente para alojar toda una familia,
con varias clases de animales y a veces para satisfacer premiosas necesidades.
Esta absoluta falta de higiene, tiene que ser un poderoso factor para la transmi-
sión de enfermedades.
“La mortalidad se debe en gran parte, a la excesiva ignorancia de los principios
higiénicos de los peones, que rechazan toda medicación prescrita por facultativo”.
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Selección de escritos
Con estas observaciones concuerdan de una manera general las que me han
sido administradas por personas que han estado por largos años en íntimo con-
tacto con los indios, viviendo con ellos aquellas personas con quienes he conver-
sado largamente, con anterioridad a la última conversación, sobre el carácter del
indio y la manera cómo vive, están acordes en declarar que nuestra raza indígena
es algo muy distinto de lo que generalmente se le cree. Una de estas personas me
decían lo siguiente:
“Estoy convencido de que nuestros indígenas son:
a) laboriosos y metódicos;
b) sobrios y robustos;
c) tercos por ignorancia;
d) torpes simplemente por ignorancia, y no por falta de inteligencia;
e) patriotas;
f) humildes por necesidad, y agresivos cuando se sienten fuertes.
No hay nada que cambiarles en el alma; hasta comunicarlos, no expoliarlos y
hacerles justicia para que en pocos años cambien de modo de ser”.
“No todos los indígenas tienen el mismo carácter. Hay profundas diferencias
en el modo de ser de los indígenas de las otras regiones del Perú. Los del Norte
como los de Cajamarca, Libertad y Ancash, donde hay más territorio adecuado
para que el hombre subsista, pues hay valles templados a 3,000 metros, y punas
cercanas a 4,000 y 4,200 metros; han tenido allí más contacto con forasteros que
han disputado sus servicios y por eso es allí menos deprimido que en el Sur, como
en Puno y Apurímac, donde el aislamiento y mayores dificultades para subsistir
de la tierra lo han mantenido más esclavo de otros y en una más oscura noción de
su derecho a la vida y al fruto de su trabajo o parte de él” …
“El alcoholismo o la pretendida afición a la borrachera es fomentada por los
expoliadores del trabajo, curas y latifundarios, no es ingénita”.
Y ante estos hechos ¿es posible, es racional, sostener que esta raza no se debe
educar, sino hacerla sucumbir? Es preciso desterrar aquel prejuicio de “esa raza,
en la que los hombres superficiales solo quien ver siervos o braceros, y no el único
almácigo de ciudadanos que tiene el Perú, para conservarse aún independiente y,
quizá conquistar poderío económico y social que repercute más allá de las fron-
teras”.
Para ello, hay que producir, ante todo un movimiento de opinión y a mi juicio
en la idea de una enquête como la proyectada, la parte buena, quizás única será la
de poder producir ese movimiento de opinión, necesario para la eficacia de toda
obra educativa. De allí que la aplauda con todo el valor que hay que poner en la
obra reformadora. Ella deberá hacer significar que existe aquí una juventud que
quiere acercarse a sus desgraciados compatriotas y compartir con ellos los goces
de una vida social superior, que quiere hacerles ver que son tan libres como no-
sotros; ¡que quiere, en fin, estrecharse con ellos en un ideal único de verdad y de
justicia!
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Pedro S. Zulen
BOCETO DE LA PERSEVERANCIA* 1
Así como el Océano es incansable, lanzando sus ondas sobre las riberas, así es la
perseverancia. Así como la inmensa mole líquida sigue impertérrita su obra de intra-
remecimiento molecular, los seres humanos dotados de perseverancia llevan adelante
los planes que se proponen, sin desmayar ante el pensamiento de la lejanía de un
triunfo, sin sobrecogerse ante los peligros esperados o inesperados que se hallen en el
camino de su consecución. Pero, así como pertenece a un Océano la capacidad de po-
ner conmoción a las playas de todo un planeta , así solamente los hombres de carácter,
los hombres nacidos para la lucha, los hombres que llevan en sí el sentimiento de la
acción, son capaces de la perseverancia. Estos hombres, objetivación de energía, son
como las olas marinas del medio social en que viven, porque su tendencia es siempre
estar sobre su superficie, a la altura mayor, en el ramo de la actividad sociológica
asumida.
La perseverancia no es una cualidad corriente entre los hombres, por eso el perseve-
rante siempre llama la atención de sus semejantes. Porque, perseverar es luchar, y lu-
char sin doblegarse ante algún contratiempo; poner toda la energía debida en servicio
de una causa determinada; poseer una fortaleza de espíritu tal para poder avenirse a
que el éxito buscado, sea, si se halla, la coronación final de una serie de derrotas pre-
cedentes o de triunfos parciales. La perseverancia es la acción que perdura y vive en
el tiempo para hacer, dentro del concepto de relatividad de lo terreno, las cosas más
estables de la vida humana.
El esfuerzo del hombre perseverante, así no lograse el fin propuesto, jamás se pier-
de; porque sirve de escuela viva, de lección educadora a los demás hombres, estimu-
lándolos hacia la práctica, hacia la acción, hacia la vida misma.
Hay cosas en la vida social como en la vida individual, que todos los hombres con-
vienen que deben hacerse, pero que para lograrse solo se requiere perseverancia. No
se han hecho de otro modo las grandes campañas de reforma social de los pueblos.
Roberto Peel, logrando, al frente de su liga, la introducción del librecambismo en
Inglaterra; Emilio Zola, haciéndose una personalidad literaria con el realismo; he allí
dos ejemplos de perseverancia social y en lo individual.
Ante aquellos problemas del individuo y de la sociedad, unos tienen el entusiasmo
en el comienzo, pero les falta el entusiasmo perenne; en otros términos, les falta la
condición intrínseca de la perseverancia. La médula de la perseverancia es, pues, un
sentimiento antes que una convicción de nuestra razón, antes que un propósito me-
ramente formal de nuestro intelecto. El sentimiento de su doctrina, que era el nervio
de su perseverancia, llevó a Cristo al calvario; pero su credo se expandió entre los
hombres, fundando una religión sobre la tierra.
En Chucuito, en una tarde de marzo, mientras por el dorso de la Isla de San Lorenzo, el ocaso
se hundía en la penumbra.
* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, N°7, Lima, abril de 1913, pp. 56-57.
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Selección de escritos
* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, N°7, Lima, abril de 1913, pp. 56-57.
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Pedro S. Zulen
luchar. Y si, como dice Patterson, luchar por sobrevivir significa luchar por creer
¿por qué, pues, no fundar una nueva creencia, una nueva doctrina que lleve la paz
del alma de las gentes? No hay que desilusionarse cuando, en el mundo contem-
poráneo, se ven esfuerzos sin límites en este sentido.
En defensa contra la tendencia de la antilegitimidad de la ciencia, salen los
mismos que han demostrado la falta de solidez de principios considerados como
definitivamente establecidos. Os admiráis –les dirán (Poincaré, Duhem, Le Bon,
Picard, Hoffdin, etc.)– de lo efímero que son las teorías científicas; las véis aban-
donadas sucesivamente después de algunos años de vida próspera; la acumu-
lación de unas ruinas con otras se presenta desconsoladora ante vuestra vista y
os parece que todas esas teorías son absolutamente vanas, puesto que las véis
sucumbir una vez pasadas de moda; y es a esto que llamáis bancarrota de la ciencia.
Pues bien, vuestro escepticismo es superficial; no os dáis cuenta del objeto ni del
papel de las teorías científicas; de lo contrario, comprenderíais que esas ruinas
que tanto denigráis han hecho vuestra vida muy distinta a la de un incivilizado;
con ellas habéis podido llegar a explotar a vuestro antojo los productos y las fuer-
zas de la naturaleza. Es verdad que la ciencia no podrá daros más conocimientos
que los de las relaciones de las cosas, y todos ellos, no de una vez, sino poco a
poco, en el tiempo y el espacio indefinidos; pero una ciencia que lo supiera todo
dejaría de poseer interés alguno; ¡el día que tal sucediera, no desearíais, quizás,
otra cosa que la muerte!
Una ciencia así comprendida, en la que los principios están reducidos a conven-
ciones momentáneamente cómodas, y en la que los hechos se relegan a hipótesis
de la realidad ¿satisfaría al espíritu? ¿una filosofía y una religión, no reclamarían
su lugar al lado de ella?
En cuanto a la filosofía hay quien pretende, como Le Bon, que ella constituye
mera adición de las generalizaciones científicas, que al fin tendrá que desaparecer.
Para el psicólogo de las colectividades, las explicaciones de las cosas naturales al
principio teológicas, después filosóficas, llegarán a ser únicamente científicas. Es
la clasificación de los estados de Comte con diferencia de que el término positivo
sea sustituido por el de científico; esto es, por uno más de acuerdo con el rela-
tivismo actual. Esta concepción no es completamente nueva. Ya el físico inglés
Oliverio Lodge al refutar el monismo materialista que Haeckel desarrollara en sus
Enigmas del Universo, proclamaba que, ante el estado actual de la ciencia, era ab-
surda la existencia de metafísica alguna. Significa esto una reacción contra el dog-
matismo de los filósofos. Es una reacción indudablemente saludable. Quizás si
ella conduzca a esa religión con que Guyau soñaba para el porvenir. ¿Por qué dog-
matizar? Le Bon decía: que si la teoría de lo incognoscible hubiera ejercitado una
influencia cualquiera sobre la marcha de la ciencia, todos sus progresos hubieran
sido paralizados. El análisis espectral ha revelado la composición química de los
cuerpos celestes que Comte relegó a la esfera de lo incognoscible. Se ha probado
últimamente que nuestros conceptos de espacio y de tiempo no son apriorísticos
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Selección de escritos
50
Pedro S. Zulen
viviere doscientos años. La mayor parte del tiempo no lo pasaría, sin embargo,
más que en imitar hábilmente lo ya producido. La labor inmensa que pretendie-
ron llevar a cabo Comte y Spencer tuvo que resultar incompleta. Un pensador
belga, Tiberghien, les echaba en cara el hecho de que se habían metido a reforma-
dores de la filosofía, sin llevar para ello una previa cultura filosófica. Se ha dicho
que la filosofía comtiana se reducía a una mera clasificación de las ciencias en el
estado en que se encontraban entonces. El autor de los Primeros principios no había
leído a Kant; aunque es cierto que si hubiera conocido las doctrinas del filósofo de
Koenisberg, quizás, influenciado por ellas, no hubiese realizado la metafísica de
las ciencias nuevas de la manera exclusiva con que caracterizó su evolucionismo
cosmológico, “filosofía del dato, opuesta a la del concepto”.
Pero no es solo el punto de vista de la imposibilidad del enciclopedismo, que
no pueda tener existencia la filosofía, entendida como sistema. El hombre hace
la ciencia y resultan inútiles todos sus esfuerzos por integrar en una resultante
única las diversas líneas del saber. La filosofía que Aristóteles conceptuó como
sistematización de los conocimientos universales, no se ha tentado en los tiempos
modernos sino en el radio particular de cada ciencia. Descartes, parte de las ma-
temáticas, Spencer, de la sociología (lo prueba en su Estática social), Bergson, de
la psicología y Le Dantec, de la biología. ¿Pero en ese sentido es aún posible? Los
estudios de Rageot evidencian que aquello que fue intuición de la conciencia, de
que alguna ciencia pretendiera regentar la realidad, no pasa de una quimera. El
fracaso se ha debido a que los filósofos han hecho generalizaciones prematuras.
Se pretendía colocar los rieles antes de que el terraplén estuviera listo para recibir-
los. Edificar el segundo piso antes que primero, fue la obra de esos arquitectos del
pensamiento. ¡Hacer una ciencia universal antes de conocer el universo!....
Ciencia y filosofía incapaces de satisfacer toda la amplitud de los más elevados
deseos morales e intelectuales del espíritu humano. Y la religión ¿no será entonces
necesaria? ¿No llenará el vacío que queda? Si ello sigue así; si el evolucionar de las
cosas humanas sigue ese sendero con la ligazón de continuidad que conceptúa el
evolucionismo, y no lo contrario, como la metafísica del moderno indeterminismo
pretende, todo ser razonable y culto no seguirá ya esa senda de estrecho dogma-
tismo que ha venido caracterizando a la ciencia, la filosofía y la región. La ciencia
será un relativismo, un dogmatismo de relatividad, que nos da goces constantes
en la vida práctica. La filosofía estará desprovista de todo carácter sistemático.
En una época como en la que Berthelot formulara su ciencia “ideal”, época en la
que no pudo creerse posible una relatividad de los principios, tan elevada y ma-
nifiesta como la reconocida hoy, el gran sintético de la química comprendió que
esa ciencia “ideal” no estaba en el estado de poder formular una vasta concepción,
material y moral, de conjunto, del universo; con mucha más razón es ello ahora
imposible. El concepto único que tenemos es lo que llamamos mundo real e ideal,
lo que llamamos certidumbre y error, todo esto, no es producto más que de la
combinación de los elementos de nuestras percepciones, de nuestras imágenes,
51
Selección de escritos
de nuestras ideas. Solo que esa combinación no puede ser arbitraria, aunque esto
último no lo podamos probar completamente.
Se dirá que la función de la filosofía ha sido la crítica del conocimiento, en virtud
del cual este último ha progresado (aunque en sentido negativo del conocimiento
de la realidad absoluta, pero positivo en el orden de los beneficios materiales que
el hombre ha recibido y recibe). Pero ¿esa crítica del conocimiento, imprescindi-
blemente dotada de espíritu de dogma y de sistema, es en la actualidad posible y
necesaria para los progresos posteriores? No es posible ni necesaria, no solamente
por la falta de dogmas inmutables en que basarse, sino porque al progreso de la
ciencia basta el encontrar lo que Le Bon ha dado en llamar reactivos. Y estos re-
activos no se encuentran, por cierto, sirviéndose del método del pragmatismo, tan
en boga en los filósofos contemporáneos. Lo más pragmático es, precisamente, no
servirse de él. Lo más pragmático es que los verdaderos hombres de ciencias sigan
el mismo camino que los Faraday, los Pasteur, los Berthelot, siguieron en las sole-
dades internas de sus laboratorios.
La religión será como deduce Souriau en Les conditions du bonheur (París, 1908).
“Una religión tolerante, que no impondría alguna mortificación estéril, que se
desprendería de todo elemento pesimista, que se conciliaría con todas las exigen-
cias de la razón y que, por consecuencia, desarrollaría la vida del corazón sin pa-
ralizar ni atrofiar el pensamiento, no podría más que hacer al hombre más feliz”.
Quedaría sí, una multitud anónima en los rezagos del espíritu tradicional, que
Guyau olvidó tener en consideración al formular la religión del porvenir, olvidó
que la potencia analítica de [Gabriel de] Tarde señaló después como hecho nece-
sario de la lógica social, hecho que a su vez, Boutroux acaba de ratificar.
Esa colectividad, imbuida de ideas misoneístas y sectarias, evolucionará, no hay
duda, pero su evolución hacia las esferas del libre pensamiento no guardará cohe-
rencia, no marchará con la misma velocidad que la élite de saber en el camino de
la asimilación de las nuevas ideas que germinen. ¡Oh, el sueño de L’ irréligion de
l’avenir! ¡Y si a este sueño se agregara el que resultaría de dirigir la acción humana
por la concepción tan finalista como optimista que Bergson acaba de desarrollar
en L’évolution créatrice!
Terrible evolución: ¿nos probarás algún día que la relatividad puede dejar de
existir?
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Pedro S. Zulen
Se llama educación la acción directa que el educador ejerce sobre el educando con
un propósito determinado. El educador es el adulto, el maduro, como diría Berg-
man; el educando, el que no ha llegado todavía a la condición de aquél; el propósito
del primero es preparar en el segundo las disposiciones tendentes a hacer de él lo
que llamamos un hombre maduro; la acción directa supone necesariamente conve-
nio tácito entre el educador y el educando para producir así el hecho educacional,
el fenómeno pedagógico.
Puesto que el educador actúa sobre la persona del educando, y su propósito es
un propósito moral, el fenómeno pedagógico está vinculado al fenómeno sicoló-
gico y al fenómeno ético; y si hay una ciencia de los dos últimos fenómenos, debe
haberla del primero. Porque si la Psicología se ocupa de lo que somos, la moral de
lo que debemos ser, la Pedagogía trata de cómo llegaremos a eso que debemos ser.
El pedagogo acudirá a la Psicología para ver las energías que conviene modificar,
las asperezas sicológicas, por decirlo así, que deben limarse en el educando; el
educador pedirá a la Pedagogía los procedimientos que debe aplicar, y beberá en
la Moral el ideal que deben imbuirle para constituir su aspiración más elevada en
el porvenir de su vida social.
La pedagogía, por consiguiente, tiene una parte teórica y una parte práctica; hay
una ciencia y un arte pedagógico, o como designa Barth, una Pedagogía y una Di-
dáctica. Una fundamentación teórica, que lo mismo puede hallarse en el Emilio de
Rousseau o en La Escuela de Yasnaia Poliana de Tolstoy, que en la Pedagogía General
deducida del fin de la educación de Herbart, o en La Psicología y el Maestro de Münter-
berg; y un arte según el cual el educador ha [de] aplicar esos principios teóricos.
Aunque en su sentido más amplio, la educación es una función incesante de
la vida de todos, como observaba Flaubert, puesto que no solo educa el maestro
desde el pupitre de la escuela, sino el medio social mismo; este sentido amplio tras-
monta los límites de una ciencia propiamente dicha de la educación; porque todo
acto educativo que el individuo recibe de la sociedad en que vive, pertenece más a
lo contingente que a lo necesario, y no puede caber por lo tanto dentro de las previ-
siones de lo que se llama una ciencia. Cuando se habla de una ciencia de la educa-
ción, se entiende no aquel concepto amplísimo, sino otro concepto más restringido
pero más preciso, que la limita a las primeras edades de la vida: preparar al niño
para su existencia de hombre. De allí, frases como aquella de Guyau: “El porvenir
es lo que nosotros decidiremos quizás por la manera como habremos educado a
las generaciones nuevas”. ”The son is the father of man“, dice un proverbio inglés.
* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año I, N°22, Lima, julio de 1914, pp. 53-54.
53
Selección de escritos
Carácter de la ciencia pedagógica es ser general, universal; carácter del arte pe-
dagógico es ser particular, local. Como apunta Roerich, ciertos principios pedagó-
gicos sacados del Emilio de Rousseau, son unos y pueden aplicarse lo mismo a los
pobres que a los ricos, lo mismo a las escuelas primarias que a los Liceos, y los in-
gleses como los alemanes los han utilizado. El arte pedagógico, no; cada educador
lo entiende a su manera y depende de la sicología particular de sus educandos y
de las condiciones sociales de las localidades; el arte pedagógico del maestro de
escuela de un apartado villorio de nuestra serranía difiere completamente de uno
de Lima, que puede disponer de medios más perfectos de enseñanza y donde la
población escolar es socialmente distinta.
Ahora, por lo que respecta al propósito, a la finalidad que debe llevar en sí la
obra del educador, es indudable que debe ser algo que puede servir de guía; algo
que el educador debe impregnar, por así decirlo, en la mente afectiva del educan-
do. En la mente afectiva, sí, porque el hombre no obra solo por impulso de razón
o por la fuerza de la voluntad, obra por la acción de los sentimientos. No basta
que el hombre conozca los procedimientos dialécticos o las virtudes morales. “Ja-
más la ciencia de la Lógica –dice James– ha hecho pensar bien a un hombre, ni
la ciencia de la Ética le ha hecho conducirse honradamente“. Es necesario que el
sentimiento entre como motor de las acciones humanas.
Pero esta intervención del sentimiento significa una valorización que damos o
que tiene para nosotros la práctica de los actos de vida. Unos actos se harán por
placer o por la utilidad que puedan reportar al individuo que los ejecuta. Otros
actos se realizarán sin ninguna consideración premeditada o esperada de utilidad
o de placer personal o de un posible sacrificio material, pareciendo como que una
fe inmanente presidiera su ejecución; aunque después de realizados puedan pro-
ducir una satisfacción espiritual en la persona que los realiza. Estos últimos actos
tienen mayor significación en la vida, son valores que la elevan más que los prime-
ros, son los valores ideales de que habla Münsterberg. ”El placer –nos dice aquel
sicólogo– puede entrar como un elemento en la felicidad y en el amor; justamente
como una ventaja personal y práctica, puede entrar en nuestro conocimiento de la
verdad; pero la verdad no es verdad porque nos proporcione una ventaja, y el amor
y la felicidad no son bellos porque nos produzcan placer. La verdad, la belleza y la
felicidad son perfectas en sí mismas, y es gloriosa la vida que sirve para su reali-
zación”.
Es en esos objetivos elevados que van más allá de un mero acto de placer, es en
esos valores ideales de la vida, donde el educador debe buscar la finalidad direc-
triz de su sacerdocio, el derrotero de su aspiración modeladora del hombre que la
herencia deposita en sus manos.
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Pedro S. Zulen
WILLIAM JAMES* 1
(Síntesis de lectura)
* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año II, N° 24, Lima, setiembre de 1914, pp. 65-68.
55
Selección de escritos
La vida mental
Un examen de nuestra conciencia, nos lleva la convicción de que ella está ca-
racterizada por “la persecución de fines futuros y la elección de medios para su
consecución”. El escolasticismo y el sentido común quisieron hacer de la concien-
cia un ente dotado de facultades; los asociacionistas pretendieron construir una
psicología sin alma; para los fisiologistas no hay más que epifenómenos. La vida
mental no es nada de esto; la vida mental, todo ese conjunto de sentimientos, de
voliciones, de conocimientos, que se suceden, que se compenetran, es un constan-
te devenir, es the stream of consciousness. La Psicología, ciencia que estudia estos
fenómenos y sus condiciones, debe considerar los hechos que caen bajo su do-
minio, como expresión de una actividad genuina; en otros términos, la voluntad
constituye lo más fundamental desde lo cual debe considerarse la vida consciente;
porque el querer se encuentra tan por doquiera de la vida psíquica, que las sensa-
ciones y las representaciones, las ideas y los sentimientos, no son comprensibles
más que en su relación con la voluntad. La manifestación suprema y más com-
prensiva del yo está, pues, representada por la voluntad.
El pragmatismo
56
Pedro S. Zulen
ciones vagas, como lo han hecho notar sus críticos, tiene el mérito de su antiinte-
lectualismo y representa por tanto una de las manifestaciones vivas de la filosofía
de nuestro tiempo.
El empirismo radical
Hace poco que el director de los Archivos de Filosofía Sistemática, el alemán Lud-
wig Stein, señalaba como límites del pensamiento filosófico el monismo y el dua-
lismo, diciendo que todo filósofo tenía que ser o monista o dualista. James dice
que las cosas que existen no pueden presentarse a nuestra experiencia en su tota-
lidad, porque ello implicaría un conocimiento de lo absoluto que nosotros jamás
podremos constatar; por consiguiente, las cosas deben existir indeterminadamen-
te con respecto a nuestra experiencia, de tal manera que así podremos descubrir
cosas nuevas, y el mundo es para nosotros siempre interesante, siempre estimula-
dor de la vida. El universo no debe ser, pues, uno ni doble, sino múltiple; cuando
más, se puede admitir que está arreglado en series u órdenes.
Este pluralismo es un empirismo más empírico que el tradicional, de allí que Ja-
mes le haya denominado empirismo radical. Como el pragmatismo, esta doctrina es
vigorosamente antiintelectualista, porque rechaza de antemano toda concepción
absolutista como la que se encuentran a menudo en la Historia de la Filosofía.
La experiencia religiosa
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
PEDANTERÍA Y CHARLATANISMO
UNIVERSITARIO* 1
“Ni son los que conocemos, ni son poetas, ni sabios, ni cosa que los valga;
son unas cuantas docenas de pedantones, copleros, ridículos,
literatos presumidos, críticos ignorantes, autores de tanta traducción
galicada, tanto compendio superficial, tantos versecillos infelices que
ni hemos inspirado ni hemos visto. Son de aquellos que de todo tratan
y todo lo embrollan...”
Moratín, La derrota de los pedantes
59
Selección de escritos
de Montaner y Simón, sobre todo para los que apenas pueden balbucear en mo-
desto castellano.
Por eso tenemos a cada paso, por ejemplo, estudios sobre el pragmatismo de Ja-
mes, sin haber leído siquiera el libro del filósofo americano; conocemos a Post por
unas cuantas páginas de un librito de Petrone; hablamos de las ideas de Cunow
sobre el Perú antiguo, nada más que por un mero análisis de “L’Année Sociolo-
gique”. Para hacer una tesis sobre Bergson, el filósofo de moda, ¿qué necesidad
de tomarse el trabajo de leer esos libros un poco abstrusos y que dan dolor de
cabeza, como “Materia y Memoria” y “La Evolución Creadora”? Basta con tomar
los libritos de Guillouin o de Le Roy. Para doctorarme en Derecho y recibirme de
abogado, con mejorar el estilo de una de esas tesis argentinas que hay a montones
en la Biblioteca de la Universidad, es suficiente.
Y esta erudición a la violeta, esta petulancia sin límites, esta pedantería que
ahoga, nos invade por todos lados. Así, hemos visto entre nosotros cuántos han
creído haber ya resuelto el problema de la navegación aérea por la teoría del más
pesado, con solo un poco de ingenio en el manejo del lápiz. Otros, en cada huaco
creían ver nuevos dioses indígenas, y el prurito del descubrimiento descorría el
velo antes impenetrable de las mitologías autóctonas. Se permiten escribir sobre
escritura antes de la llegada de los españoles a nuestro país, sin conocer siquiera
el pequeño manual de Clodd relativo a la historia del alfabeto. Por fin, un verso
robado consciente o inconscientemente a Juan Ramón Jiménez o a Francisco Vi-
llaespesa, rimado “rubendaríamente” con “pantallas autunales” o “rumores au-
rorales”, y se tiene un poeta, una reputación en forma.
¿Adónde vamos?¿Por qué los verdaderos hombres de estudio, pocos es ver-
dad, que hay en el país, no descubren ante el público grueso –que no tienen ni la
cultura ni el tiempo para estudiar– a tales farsantes del saber? Como preguntaba
Moratín: “¿Por qué los que debían escribir callan, cuando los que aún no saben
leer escriben? ¿Qué tan grande será la tiranía de la ignorancia, tan común será ya
la superficialidad y el pedantismo, que no se atrevan, los que lloran en silencio
esta general corrupción, a declamar altamente contra ella?”
Toca a la Universidad reaccionar contra esos métodos que no pocos profesores
estimulan con su enseñanza. Para honra de San Marcos, la campaña la comenzó
hace ya algunos años uno de los catedráticos más prestigiosos entre la juventud,
en un discurso memorable, pronunciando el día de apertura del año académico
de 1900 (publicado en el tomo 28 de los Anales Universitarios), discurso que todos
los jóvenes deben leer; campaña que él mantiene viva todavía, con el carácter que
sabe imprimir a su curso, que dicta con la madurez, la profundidad, la precisión
y claridad impecables que solo el hombre que estudia realmente puede alcanzar;
que hace pensar al alumno, que le enseña efectivamente, y no le llena su cerebro
de fraseología y vaguedades.
“Es sorprendente la abundancia de personas que sienten aquí con vocación para
escribir bien o mal en prosa o verso, –decía el distinguido catedrático. Tenemos al
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Pedro S. Zulen
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Selección de escritos
He vivido tres días entre los aimaras de Chucuito, distrito del Cercado de Puno.
Una balsa, una de aquellas curiosas y admirables embarcaciones indígenas he-
chas de la totora del Titicaca, nos condujo hasta un peñón cercano a la capital del
distrito. La navegación fue agradable, como que ese día hizo un día raro entre
los que he visto desde mi llegada a estos lugares. El cielo estaba completamente
despejado; las aguas del lago silenciosas; el sol, esplendoroso; el viento, débil. La
lluvia no interrumpió el hermoso panorama.
Pasamos la población de Chucuito; seguimos hasta La Platería a visitar la obra
de los evangelistas, a cuyo director encontramos enfermo, y ya de noche regresa-
mos a la estancia de Hutavelaya, donde el indígena Camacho fundó, en 1905, una
escuela para educar a su raza. Al día siguiente visito el ayllo de Ccota y vuelvo
nuevamente a La Platería a preguntar por la salud del doctor Stahl, el abnegado
director evangelista.
Por el camino nos encontramos, a cada paso, con indígenas que van a pie de
un pueblo a otro, recorriendo leguas sobre leguas del modo más natural. Dios
asqui jayppu churatma, nos dicen saludándonos y añaden al saludo, en su idioma:
“Cuanto gusto de que hayáis venido, señor; aquí no hay justicia”.
Todo está cubierto de vegetación. La agricultura autóctona ha ascendido hasta
sobre los cerros. En sus cuestas se ven las casitas donde viven los indígenas. A
causa de la rudeza del clima, las puertas de estas casitas son por lo general peque-
ñas, hasta el punto de que el indio tiene que agacharse para penetrar a ellas. El
ambiente es rico de poesía. Por aquí, un rebaño de ovejas es conducido por pas-
tores infantiles que van cantando. Por allá se oye el toque de algún licenciado del
ejército, entusiasta de la corneta, que él mismo ha hecho de hojalata y que imita
admirablemente el sonido. Por allá, la zampoña nos deleita con sus sentidos aires
indígenas.
Por algunos sitios veo casas grandes con techos de calamina. Pregunto a los in-
dios que me acompañan y me dicen que son fincas. Se denomina así toda hacien-
da formada por sucesivas detentaciones de tierras de ayllos. “Este es un terrible”,
dicen los indios por un afincado.
En todas partes del distrito se notan los resultados que va dando la obra comen-
zada [hace] diez años por el indígena Camacho, y reforzada de la manera más
meritoria por la misión de los adventistas del sétimo día, de cuatro años a esta
parte. Estos evangelistas están llevando a cabo una obra grande y trascendente
desde el punto de vista pro-indígena. He encontrado como director de los trabajos
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Pedro S. Zulen
de la misión, al doctor Stahl, médico de profesión, quien con una abnegación que
lo recomienda altamente ha renunciado a las comodidades de una city americana
para venir a internarse en un medio donde todo se sacrifica, hasta la salud. Feliz-
mente los indígenas han correspondido a estos esfuerzos en una forma que dice
muy bien de ellos. Ya pasan de quinientos los indígenas que no beben alcohol ni
mastican coca, que cultivan sus tierras con métodos menos rutinarios, y que, en
materia religiosa, han abandonado ese culto grosero, fomentador del alcoholis-
mo, corruptor de las costumbres.
En el ayllo de Ccota visité la escuela No.8933, creada por gestión de la Pro-
Indígena. El local y parte del material escolar, como el mapa del Perú, han sido su-
ministrados por los indígenas. Concurren a esta escuela hasta adultos y muchos
escolares vienen en balsas desde las islas vecinas de Quipata y Chilata. La escuela
está a cargo del señor Carlos García.
Ayer me dirigía a tomar la balsa que debía conducirme de regreso a Puno, cuan-
do fue sorprendido por los indígenas de Ccota que, en número mayor de un cen-
tenar, marchaban a mi encuentro con una banda de músicos a la cabeza. Venían
con el objeto de expresar públicamente su agradecimiento a la Pro-Indígena y
despedir a su secretario general. La banda de músicos estaba formada con zampo-
ñas, cornetas de hojalata, de las que ya he hablado, iguales por su forma y sonido
a las bandas de guerra de nuestro ejército; y bombo y tambores, construidos por
ellos mismos. Ejecutaron marchas militares y aires aimaras, con una perfección
armónica admirable.
También muchos indígenas de los otros ayllos habían venido al lugar de des-
pedida. Les dirigí la palabra, que iba traduciéndoles a su lengua mi compañe-
ro intérprete. He reconstruido mi improvisado discurso y allí va, al pié de estas
notas de viaje. Por último, la banda tocó el himno nacional y, en seguida, todos
los indígenas lo cantaron en alta voz. Dieron vivas al Perú, a su bandera, a la
Pro-Indígena y a su Secretario en medio de una efusión colectiva del sentimiento
patriótico. ¡Qué distinto todo esto del espectáculo que ofrecen hoy las otras clases
sociales, corroídas por la más honda depresión moral!
Hemos tomado nuestra balsa. Nada nos ha hecho presentir lo que vendría horas
después. Una tempestad furiosa nos ha sorprendido en el lago, cuando todavía
estábamos distantes de Puno. Pero se ha puesto a prueba allí la pericia de Marcos
Yupanqui, el indígena que nos conduce. La navegación ha estado llena de peri-
pecias y peligros, y no se sabe qué admirar más en estos indígenas, si la previsión
más segura de los vientos y de las tempestades, de su hora, dirección y duración;
si el dominio más completo en el manejo del remo y la vela, hasta en las situacio-
nes más desfavorables.
Ha sido para mí una sorpresa contemplar este cuadro que tanto dice del va-
63
Selección de escritos
lor de vuestra raza y de las cualidades que os adornan. Lo que ahora presencio
aumenta la fé, enardece el sentimiento de los que soñamos en una patria mejor,
en una patria de ciudadanos libres, de ciudadanos con derechos; en una patria
sin charcos ni fincas, donde no habrá que pasar cargos ni soportar desmanes de
mandones, como fue la patria, de vuestros antepasados que la tradición hace na-
cer aquí, en la inmensidad misteriosa del lago grandioso, en estas aguas a ratos
tranquilas, a ratos tempestuosas.
Nuestro país no tiene nada que esperar de los que convierten los ayllos en fin-
cas; de las malas autoridades, de los malos jueces, de los malos magistrados; de
los que cimentan su riqueza sobre el trabajo y la miseria de los infelices, sobre el
sudor y la sangre indígena. El Perú futuro, el gran Perú de mañana se hará con vo-
sotros, con vuestras energías propias; con vuestras condiciones de moralidad, de
trabajo, de orden, de docilidad para el bien, de vigor físico único capaz de domar
a la naturaleza impertérrita y tiránica de estas regiones.
Por eso, es necesario que os elevéis para que nadie os desprecie. El hombre se
eleva por el amor a su raza, por la instrucción, por el respeto al derecho ajeno, por
la laboriosidad, por el cumplimiento de sus deberes de ciudadano y de patriota,
por la altivez y la confianza en sus propias fuerzas, por carecer de vicios entre
ellos el del alcohol.
Para satisfacción de todos, ya esta obra ha comenzado; se está realizando aquí,
en pequeño, con el concurso de seres abnegados entre los cuales hay uno de vues-
tra propia raza. Yo he venido a palpar su progreso manifiesto; llevo la impresión
más alentadora, y no me arrepiento de haber pasado algunos días entre vosotros,
recorriendo vuestros ayllos, viviendo vuestra vida; cautivado y absorto a veces,
admirado siempre; inmutado cuando me relatábais con dolor, con el dolor que
solo vuestras zampoñas saben decir, cómo aquel cura dejó en herencia a su hijo,
terrenos que os pedía diciendo que eran en calidad de préstamo y que estábais
obligados a darle para no ser excomulgados.
Seguid adelante. Que esta obra de renovación continúe con tesón entusiasta,
poderosa. El día de la victoria no está lejano. Si hoy la frase “No hay justicia”
acude a cada instante a vuestros labios, no se debe desesperar por eso. El día que
la libertad y la justicia triunfen, entonces veréis a vuestros pies a los mismos que
hoy os vejan, que hoy os arrebatan vuestro patriotismo. Este día ese suelo será de
vosotros solos, como lo fue antes, y por tal motivo vosotros también toca hacerlo
grande, porque solo así podrá surgir la nación que anhelamos, y entonces todos
podremos decir ¡Viva el Perú, el Perú regenerado por su raza!
En el ayllo de Ccota, a orillas del Titicaca, 28 de enero de 1915
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Pedro S. Zulen
LA FEDERACIÓN * 1
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
¿Qué es el Perú? ¿Será Lima con sus callejones y su jirón de la Unión con sus
avenidas y sus balnearios? ¿Será Arequipa, será Trujillo? ¿Estará en los inmensos
latifundios costaneros de algodón y caña? ¿Será ese agrupamiento de pueblecitos
miserables de nuestros valles serranos?...
Así nos preguntábamos hace algunos años, tratando de hallar ese sedimento que
debe acumularse a través de todos los cambios de un pueblo y que todo ciudadano
debe conocer. Y, abriendo las páginas de nuestra historia, atisbando por todas las
esferas de la actividad nacional, no pudimos encontrar nada que nos satisfaciera
con la misma intensidad con que buscábamos. Aparecían hechos aislados, pero la
nacionalidad estaba por hacer. Años de inquietudes y preocupaciones los de enton-
ces acá. Aunque anhelos intelectuales nos convidaban a retraernos en el solaz de un
gabinete de estudio, lejos del contacto de las cosas públicas, esto tuvo que ser im-
posible en una atmósfera corroída por los hedores de un mar de fango en el que los
hombres se retorcían unos sobre otros disputándose una presa. La época –que si-
gue durando y durará aún– era como para descorazonar al más firme. Nadie había
sentido repugnancia al mancharse con el limo de nuestras miserias morales. Solo
un hombre ya anciano se había conservado fuera. Todavía nos parece verle la mi-
rada de sus últimos años, serena y al mismo tiempo triste y pensativa, como quien
medita en el pasado. En vano llenó de acciones y enseñanzas la mitad de nuestra
vida republicana. En vano luchó tantos años contra la plutocracia civilista. En vano
mostró sabios dotes de gobernante. En vano fundó un partido…. ¿en vano? No, no
fue en vano. Todo eso sirvió para dejar una lección objetiva a su pueblo, porque el
hombre público que da un ejemplo aunque no haya triunfado, ha puesto un jalón
en la patria del porvenir. Aquel que supo mantenerse altivo y digno hasta su muer-
te, enseñó a ser ciudadano, que a pesar de sus yerros fue un tipo de luchador, y de
patriota, dejó con su existencia un elemento vivo de la conciencia nacional. Porque
los pueblos forjan sus espíritus en el alma de sus grandes hombres. Y así como no
es grande la Francia que condena a Dreyfus, sino la que venera a Zola; así como por
sobre la España de [Francisco] Pi y Margall, Joaquín Costa y Alfredo Calderón; más
tarde, cuando reaccionemos contra este rebajamiento general, cuando terminemos
esta época desastrosa, cuando despertemos a la luz de la libertad y la moral, a este
Perú de alquilones y abyectos se opondrá el Perú de Piérola como un símbolo de la
altivez y la dignidad ciudadanas.
Época de inferioridad, las ideas dominantes giraban alrededor de la creencia en
que las fuentes del progreso, el bienestar, no están dentro ni se conquistan por el
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Selección de escritos
propio esfuerzo. Por eso se clamaba por inmigración, repitiéndose hasta la saciedad
–y como muchas de escuela, sin haber investigado su sentido– aquella frase de Al-
berdi: gobernar es poblar; mientras nuestros irreemplazables indios –elemento único
de población nacional con que contamos– eran expoliados, asesinados y persegui-
dos como criminales por defender o reclamar lo suyo. ¡Y cuánto daño no ha hecho
aquel aforismo de que con la apertura del Canal de Panamá la riqueza se vendría a
torrentes al Perú!
Y no es que no hubiera hombres capaces de darse cuenta de las cosas, capaces de
mirar más allá de ese conformismo burocrático que hace decir lo que no se piensa
y sostener lo que no se cree. Les faltó la conciencia de la dignidad y la altivez, la
integridad de los caracteres. No tuvieron ese ímpetu que encamina a la realización
de las cosas supremas y grandes, hasta la heroicidad y el sacrificio. Carecieron de
voluntad, de vigor de sentimiento, esa voluntad y ese sentimiento que llevan a la
acción y que conducen a las transformaciones de la Historia. Eran de los hombres
que no pasan de la frase hecha, como diría Alfredo Calderón. La nota culminante la
dio ¡oh dolor! aquel maestro que puso en frase candente, límpida y marmórea nues-
tras faltas y nuestros vicios, para cremar después sus execraciones con el fuego de
sus propios actos al pasar el umbral de la calle de Estudios, allí donde se levanta el
eterno ejemplo para todas nuestras generaciones presentes y futuras, de la pureza,
la honradez, el convencimiento, la sinceridad, la sencillez de un Vigil; de aquella
vida hermoseada por esa unidad entre lo que se hace y lo que se siente, se piensa y
se dice, que es el distintivo de los hombres superiores.
Por mucho tiempo todavía seguiremos así. Vendrá la fecha del Centenario de la
Independencia y veréis a los oligarcas y opresores, a los explotadores y arribistas,
presidir los festejos a la Libertad mientras una raza –que quizás espera la santa re-
dención social de un nuevo Méjico– gime a sus pies entre cadenas.
Un movimiento que partiera de las provincias –llámase mejor revolución– fuera
de toda conexión con los partidos políticos existentes, que persiguiera como obje-
tivo inmediato, por un lado, garantías y restitución de sus propiedades a los indí-
genas, y, por otro lado, la autonomía local y la erección y el fomento del espíritu
municipal, únicos medios de combatir el centralismo y hacer efectiva la democra-
cia: un movimiento de esta naturaleza podría determinar un cambio en la faz del
país. Mas, ¿habrá nervio guerrero y levantisco bajo la depresión que nos consume?
¿Nos hallaremos con fuerzas suficientes para arrostrar una revolución tan magna
como la de la patria de Juárez? Quién sabe. La analogía entre el estado social del
Méjico de Porfirio Díaz y el estado social nuestro, deben permitir vislumbrar algo...
Quizás solo falte el agitador, el caudillo1. Verdad que el movimiento anticentralista
2
1 Los que piensen que al Perú le tiene que llegar su Méjico, y que es necesaria aquí la producción de un
movimiento de tan vastas y profundas consecuencias sociales, deben estudiar la génesis y el curso de
su revolución, pues hay mucho que aprender de ella, es una fuente de enseñanzas para los que aquí
conceptúan que a todo pueblo le llega su momento de conquistar la libertad y justicia que les niegan sus
clases dirigentes. Hay un libro fácil de conseguir: “Carranza y la Revolución Mejicana” por E. González
Blanco, editado en España. Pero el mejor libro a mi juicio, es el del escritor Rogelio Fernández Guel, ex-
director de la biblioteca Nacional de Méjico, titulado: “Episodios de la Revolución Mejicana”, Imprenta
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Pedro S. Zulen
está latente no solo en el Sur sino en todas las provincias de la República, pero es
sensible que a muchos de sus sostenedores se les vea adormecidos por perspectivas
burocráticas; unos cuantos mendrugos de los desperdicios de festines de degenera-
ción y vergüenza, que les arrojan desde la Capital.
Si no se produjera este movimiento de las provincias, para el cual hay que comen-
zar por una vuelta de todas las individualidades al cultivo de virtudes ciudadanas,
hoy abandonadas, solo una guerra nacional podrá sacarnos del envilecimiento en
que vivimos. Las naciones que no pueden hallar dentro de sí mismas las fuerzas
para regenerarse, que no son capaces de salir de esa paz que es muerte porque han
muerto todas las aspiraciones ideales, han menester una fuerza exterior que las
mueva y conmocione profundamente, tienen necesidad de la guerra; no les queda
más esperanza que la de ese cataclismo necesario, fuente de renovaciones inespera-
das. La guerra si es una calamidad material, tiene también la virtud de ser creadora
de valores. Con ella surgirían caracteres y cerebros que hoy no se manifiestan y se
abrirían nuevos horizontes de vitalidad. Probablemente no nos traería más que la
derrota, pero podría ser el principio de un nuevo resurgimiento, de un vigoroso
despertar de la conciencia pública, suficiente para purificar el ambiente.
¡La guerra! ¡Saludad a la salvadora! Si no queréis que la derrota sea terrible, pre-
paraos; pero sabed que no son los armamentos los que hacen la eficiencia de los
ejércitos, sino el espíritu, y que este espíritu se hace con hombres que saben lo que
es justicia y lo que es derecho, porque los tienen, y que saben que van a defender
la dignidad de la Patria y no los intereses de las oligarquías reinantes. Mañana
cuando se produzca el conflicto, tendréis fatalmente que recurrir al indio. Pero ¿qué
defenderá éste? ¿Su hogar? Si se lo habéis destruido. ¿Su tierra? Si se la habéis arre-
batado. ¿Su libertad? Si lo tenéis aherrojado en las cárceles... ¡Ah! La guerra eviden-
ciaría entonces que el defensor de nuestra soberanía y nuestra honra, el guardián
de la nacionalidad, es ese paria a quien se roba y se mata diariamente, y que está
en nuestras conveniencias conservarle y educarle comenzando por hacerle justicia.
No creemos que la clase dirigente del Perú iría nunca a un conflicto armado; an-
tes cedería todo, como cedió hace poco 188,000 kilómetros cuadrados de nuestras
fronteras a dos países limítrofes. De allí que deberemos considerarnos felices si
fuésemos obligados a ir a la guerra.
Hemos escrito estas líneas en un momento de meditación ante los males de nuestra pa-
tria y con el recuerdo de unos pocos compañeros en los goces del batallar por la verdad y la
justicia. Una implacable dolencia física nos mantiene alejados. Cualquiera que sea nuestro
destino, templaremos siempre nuestras fuerzas morales. ¡Bendita la adversidad que pone a
prueba las energías, selecciona las almas y determina los valores humanos!
Trejos hermanos, San José, Costa Rica, 1914. De una prosa brillante y atrayente, lleno de bellezas de
forma y energía de fondo, sin timideces ni medias tintas, franco, sincero y sin exageraciones ni apasiona-
mientos, deja la fuerte impresión de un libro de verdad. Para estudiar en detalle las causas económicas
de la Revolución de Méjico, es importante conocer el libro “¿Qué es la Revolución?” de don Antonio
Manero (Veracruz, 1915).
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(Discurso sobre el hombre pensador). Citaré en fin estas palabras de William James,
pronunciadas por el gran filósofo en la Universidad de Stanford, un día que ce-
lebrara a sus fundadores: “¿Y qué hace la cualidad esencial de una Universidad?
Hace años en Nueva Inglaterra se dijo que un leño al borde del camino con un
estudiante sentado en un extremo y Mark Hopkins en el otro, fue una univer-
sidad. Uds. pueden levantar alto su maquinaria de disciplina y tener perfectos
los métodos de instrucción. Uds. pueden gastar dinero hasta donde nadie pueda
hacerlo como Uds. ; y sin embargo, Uds., no habrán hecho más que agregar un
trivial espécimen al tropel común de colegios americanos, salvo que den a toda
esta organización algún soplo de vida, inoculándole algunos hombres que sean
reales genios. Y una vez que Uds. tengan los genios, podrán dispensarse la mayor
organización” (Discurso sobre El destino ideal de Stanford).
San Marcos, con los recursos que en la actualidad cuenta, podría muy bien estar
en otras condiciones. Lo que necesita es desperuanizarse y americanarse, no en
el sentido de una renuncia de la nacionalidad, sino en el de adoptar métodos y
sistemas que se acerquen a los de Harvard, por ejemplo, pues mientras que se crea
que la Universidad debe ser exclusivamente repetidora y no investigadora, care-
cerá de medios de renovación y el malestar de ahora será el de siempre. ¡Cómo
nuestro Rector se pareciera a uno de esos presidentes de universidad en los Esta-
dos Unidos, un Elliot, un Lowell, un Murray Butler, un Hadley, un Goodrow, un
Stanley Hall, que son ejemplos vivos de pureza moral, de juvenil entusiasmo, de
iniciativa, de acción, verdaderos orientadores de la mentalidad colectiva, fuertes
sugeridores de ideales; y que algo así como poseídos por la locura del progreso,
no reducen su actuación a ir a todas las mañanas a su despacho a poner firmas,
sino que están constantemente en todas las reparticiones de la Universidad para
comprobar por sí mismos si todo funciona como debe funcionar, si hay alguna
necesidad de satisfacer, qué se debe reformar o crear. ¡Cómo nuestros catedráti-
cos fueran como esos profesores que cuando son llevados a desempeñar puestos
públicos realizan en ellos los principios éticos que enseñaron en el aula! ¡Cómo el
espíritu de verdad y de justicia que emerge de las páginas vibrantes del discurso
sobre “Las profesiones liberales en el Perú” y del opúsculo sobre “El problema
de la educación nacional”, arrasara de una vez con ese concepto muy peruano
de que la Universidad es un conjunto de empleos que deben distribuirse entre
parientes y amigos, y surgiera un San Marcos renovado que comenzara por crear
no el alma nacional sino su propia alma, no un evangelio para los demás sino un
evangelio para sí mismo! Y que esos estudiantes que hoy se han revelado contra
todas las rutinas, mañana cuando abandonen el claustro y representen algo en las
actividades de la vida, no sean aquellos parásitos o burócratas que la Universidad
ha fabricado hasta ahora, y a cuya causa se debe que no tenemos nación aún. ¡Es-
piritualicemos San Marcos!
73
Selección de escritos
El viaje de estudio que acabo de realizar por los departamentos del Sur de la
República, me ha permitido la ocasión muy grata de conocer personalmente a mu-
chos de los Delegados de la Asociación Pro-Indígena, que han izado la bandera
gloriosa de la redención indiana en regiones diversas del territorio nacional.
He visto a estos luchadores con sus rostros invívitos de entusiasmo, de valor,
allá, en las sierras y en las punas graves e inmensas, tristes y solemnes, donde
dormitaba una razón fuerte y noble. Ellos laboran en silencio el Perú del futuro;
ellos, que combaten gallardamente contra las tiranías locales, contra las inicuas
expoliaciones, contra los crímenes más inauditos que impide que el Perú sea lo que
debería ser, un pueblo respetado por la realidad de sus instituciones democráticas.
Allí he estado, entre otros con Francisco Mostajo, maestro espiritual de genera-
ciones; con Francisco Chuquihuanca Ayulo, heredero de la tradición y del alma de
una raza; con Luis Felipe Aguilar, intrépido soldado del regionalismo; con Modes-
to Málaga, denodado y templado como siempre. He gozado en compañía de estos
valerosos. Valerosos, he dicho, porque hay que comprender que en los lugares
donde las garantías se violan a diario, la acción defensora es más escabrosa, hasta
el punto de ser a veces verdaderamente heroica y por lo tanto más meritoria to-
davía. Adalides del pensamiento libre, batalladores del ideal; con la tenacidad, el
desinterés y la abnegación que requieren las grandes campañas redentoras, desco-
nocen las cobardías y los egoísmos. Todos ellos están unidos por un santo objetivo:
hacer nacionalidad y patria, aunque tal labor les traiga sobre sí la exasperación de
los explotadores y la indiferencia de los menguados.
Nada detiene su obra. Los escollos pueden presentarse constantemente, pero el
desaliento, jamás. El Delegado sigue con serenidad su camino; su divisa es luchar
con firmeza por respeto de los derechos de hombre y de ciudadano de que diaria-
mente se despoja al aborigen. No hay resultado hoy; no importa, se alcanzará ma-
ñana. El ladrido de los perros lo hará más avisado en su lucha, pero no detendrá
por ningún motivo la consecución de sus propósitos sagrados.
Ustedes son unos revolucionarios, se les dice. Sí, revolucionarios, responden
ellos. Solo que sin veintinueves de mayo, cuatros de febrero, ni partidos políticos,
despertaremos a la raza adormecida por el abuso; y la despertaremos sin más arma
que nuestra fe arrolladora e invicta.
* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año II, N° 30, Lima, marzo de 1915, pp. 116.
74
Pedro S. Zulen
¡DESTRUYAMOS EL LATIFUNDIO! * 1
75
Selección de escritos
Permitid que les hable un libertario. Permitid que alce mi voz y entone con vo-
sotros el himno de las reivindicaciones proletarias. Desde que hubo un hombre,
según la frase de Rousseau, que tendió un cerco y dijo esto es mío, surgió un pro-
blema, que es el problema, de todos los siglos. Nació la sociedad y dentro de ella
la lucha de clases, dominadores y dominados, pobres y ricos, fuertes y débiles. Ha
pasado mucho tiempo, muchísimo tiempo, para que la humanidad se dé cuenta
de tamaña injusticia y trate de reparar y corregir tantos males. El mundo antiguo
vivió con parias e ilotas. Platón y Aristóteles, los genios más grandes de la enorme
Grecia, sancionaron en sus escritos la clase de los esclavos. Roma, la creadora del
derecho, no modificó esta vergüenza social. La Edad Media, colocando a hombres
e instituciones bajo el ideal cristiano, ofreció al siervo feudal, una justicia para
después de la muerte, porque este mundo es enemigo para él; porque la Edad
Media ha declarado la guerra en nombre de Dios, a la vida, a la naturaleza, a la
voluntad de vivir como diría Nietzsche. El mundo moderno, desde el humanismo
hasta la Revolución Francesa, apenas ha traído la libertad intelectual. Juan Jacobo
Rousseau, había dicho en el siglo XVIII que el hombre ha nacido libre y sin embar-
go vive esclavizado. El siglo XIX suprimió a los esclavos. Recordaré las palabras
memorables de Abraham Lincoln: “todos los hombres son creados iguales”. Pero
suprimida la esclavitud ante la ley del Estado, ¿fue realmente anulada? No, mo-
dificó su forma externa, cambió de nombre, quedó siempre la multitud de ham-
brientos y ahora asalariados, víctimas de un nuevo tirano: el capital. Marx fue el
primero que trató científicamente la cuestión, hasta crear una doctrina llamada el
materialismo histórico. Nace el socialismo que se ha denominado científico. Des-
pués de la revolución del 48 se produce el primer movimiento. El socialismo teóri-
co adquiere forma práctica, o mejor, quiere ser de acción. Se forma la “Asociación
Internacional de Trabajadores”. Marx y Engels, redactan el famoso “Manifiesto
del Partido Comunista”. Desde entonces la cuestión social está sobre el tapete de
las cuestiones que interesan a la humanidad. Y no es que en tiempos pasados no
haya ya existido el socialismo, sea en escritos, como un ideal de mejoramiento y
de justicia social; sea en la realidad histórica, pues las primeras épocas de todas
76
Pedro S. Zulen
las sociedades son comunistas, y aquí tenemos el ejemplo cercano del comunismo
incaico. Pero es a nuestra época a la que pertenece la gloria de haber planteado y
tratado de resolver el problema en su forma más definida, alcanzando la realiza-
ción de mucho de lo que fue primitivamente el punto de un programa.
Cuando Marx comenzó a publicar sus libros, el socialismo creyó que la única
forma de conquistar sus anhelos era la agitación armada, la revolución sangrienta.
Se creía en una revolución inminente por la que las clases trabajadoras llegarían
al poder y suprimirían como pretendían hasta hace poco los socialistas franceses,
para no citar más que este caso típico, la presidencia de la República y el Senado.
No faltaron socialistas, desde luego, como Eliseo Reclus, que consideraron inicuo
el hacer revoluciones con multitudes inconscientes. El criterio cambió completa-
mente cuando los socialistas convinieron que lo práctico era ingresar a la política
como los demás partidos, entrar a las cámaras, adueñarse de los Ministerios, y
legislar desde allí para el proletariado. Es desde este momento que comienzan a
producirse las reformas sociales; desde Millerand, primer socialista que entra a
un Gabinete en Francia, hasta el presidente Wilson, que ante la amenaza de una
huelga ferrocarrilera, declara que el Estado debe intervenir en los conflictos entre
el capital y el trabajo, y ponerse al lado de los trabajadores para que no sean víc-
timas de la tiranía de los capitalistas, y el Congreso Americano da entonces la ley
de las ocho horas.
Solo entre nosotros, en esta nacionalidad enferma, todavía no se ha logrado una
conquista práctica en favor de las clases desvalidas. La mayoría de nuestra po-
blación constituida por la raza indígena, yace todavía en el mismo o peor estado
en que la encontró la República. El humilde leñatero de Tarapacá, a quien perte-
nece la primera mitad de nuestra vida independiente, Ramón Castilla, mejoró la
condición de esa raza, suprimiendo las mitas y otras obligaciones desdorosas e
inhumanas; pero hoy todavía las tenemos, solo que ahora se llaman enganches,
trabajos gratuitos y obligatorios, jornales de 5 centavos.
Porque el problema social peruano no está en el proletariado de Lima y Ca-
llao o alguna otra ciudad de nuestro país; está aquí, en el verdadero Perú que
no es Lima, está en las haciendas y en las minas, donde el empresario amasa
su riqueza con la sangre y el sudor de los infelices. Alguien me dirá: hay una
ley de accidentes del trabajo, sí; ley irrisoria, en la que el peón tiene que seguir
un juicio a un empresa. Señaladme algún acto en que las autoridades no han
acabado de remachar al desgraciado obrero, cuando este ha pretendido reclamar
justicia. La fuerza pública a golpe de metralla ha ahogado en sangre todo recla-
mo. Allí está Chicama, allí está Llaucán, allí está Vitarte, allí está Huacho, allí está
Lobitos…
Pero algún día se ha de hacer justicia. Fuertes y poderosos que lleváis la vida
en ese cubil del centralismo que se llama Lima, abrid los ojos ante la realidad,
poned oídos a la tempestad que se avecina; daos cuenta de vuestra situación y de
vuestro papel. Todavía no habéis despertado; la guerra que asola Europa aún no
77
Selección de escritos
os ha enseñado nada. ¡Ah! Cuidaos que no sea tarde cuando ya nuestras gentes
no se quejen sino reclamen sus derechos con las armas en el brazo. Méjico se repe-
tirá aquí. Por algo seguiremos pareciéndonos a ese pueblo a través de la historia.
¿Cuál es vuestro deber, clases dirigentes del país? Aquilatad el momento. Dad
instrucción a nuestras masas. Proteged al obrero, sea indio o no, contra la rapaci-
dad del empresario. Distribuid justicia por todo el territorio. Haced país que no
habéis hecho todavía. ¡Y que este pobre Perú de hoy resurja consciente, grande y
poderoso mañana!
78
Pedro S. Zulen
HENRI BERGSON*1
Introducción de un estudio crítico
sobre las doctrinas del gran filósofo francés
Vive en Francia uno de los más discutidos maestros del pensamiento contem-
poráneo, el último iconoclasta de la filosofía, Henri Bergson. Desde los días en
que Juan Jacobo Rousseau, con el ardor febril de los inadaptados sedientos de
porvenir, arremetía contra el presente y removía el modo de pensar y sentir de su
época; en la patria de Descartes y Pascal, nadie había sabido hasta hoy cautivar
las almas de modo tan deslumbrante. Así como el inmortal ciudadano de Ginebra
reaccionaba contra los vicios y miserias de la civilización, preconizando una vuel-
ta a la sencillez y espontaneidad del hombre que todavía no ha sido esclavizado
y corrompido por la sociedad.
Bergson quiere sustraer la mente de un mundo estático, formal, encasillado,
mundo de irrealidad, artificio e insuficiencia interior, y colocarla en la primiti-
vidad y plenitud de la vida, en el impulso instintivo y creador que ésta lleva en
sí. Con una brillantez y elegancia de expresión, y ornado de metáforas que su-
gestionan y seducen por su sutileza y por la oportunidad con que son usadas,
Bergson pretende oponer al rígido esquematismo conceptual, el flujo íntimo de la
realidad; al poder analítico y mutilador de la razón, la fuerza intuitiva del espíri-
tu. Para prender fuego a los ídolos encerrados en la capilla ardiente del lenguaje,
bastole la llama de la vida. Su herejía le ha atraído sobre sí la condenación de los
escribas del intelectualismo, de ese intelectualismo que en la eterna deliberación
de las escuelas no ejecutó más tarea que la de elevar los castillos triviales y efí-
meros de sistemas que se derrumban al menor soplo de la realidad. Pero frente a
los escribas y al lado del pensador austero, cabalga un sinnúmero de papagayos,
dilettanti, amateurs, embrolladores en fin, que se ha apoderado de la doctrina del
maestro, y hay el peligro de que el triunfo corresponda a aquellas y no al vigor
propio de ésta; que “la victoria sea ganada no por los hombres en armas que
manejan la lanza y el sable, sino por los trompeteros, tamboreros y músicos del
ejército”, según la incisiva e irónica frase de David Hume1. 2
79
Selección de escritos
crítica del intelectualismo; pero hay que buscar las simpatías de James en el hecho
de haber sido anti-intelectualista, aunque por diverso camino, antes que Bergson.
Además, James mantiene sus reservas, al decir4 que duda de que Bergson sea
5
2 Gilbert Marre: Les bergsoniens contre Bergson, La Revue, 1ro, février 1914, pág. 317.
3 Ver A Pluralistic Universe, págs. 214 a 275 y su artículo Bradley or Bergson? del Journal of Philosophy, Psycho-
logy and Scientific Methods, January 20, 1910.
4 A Pluralistic Universe, pág. 226.
80
Pedro S. Zulen
La Modernidad de Kant*1
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
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Selección de escritos
dadas en el libro Teoría y Práctica del Bolcheviquismo, que constituye la crítica más
seria de la teoría bolchevique que se ha hecho hasta ahora. Lloyd George la tomó
en apoyo de su política externa en las postrimerías de su gobierno.
En 1921 Russell estuvo en China y enseñó Filosofía en la Universidad oficial de
Pekín. Producto de su enseñanza es un libro El Análisis del Espíritu donde discute
los datos presentes de la Psicología y de la concepción psicológica de su pensa-
miento filosófico. De su estadía en este país es resultado su libro El Problema de
la China, que es la visión serena de un pensador occidental delante de una civili-
zación original, de una cultura antiquísima, errónea e ignorantemente juzgada, y
de una raza de inagotables energías físicas y morales, que acaso inaugure en un
futuro próximo la era socialista en el mundo.
De regreso a Inglaterra, estos últimos años continúa agitando el pensamiento
de reforma social. Su obra se ha realizado en conjunción con el partido laborista
hasta poco antes de que éste llegara al poder. En su reciente libro titulado Prospec-
tos de la Civilización Industrial (1922), escrito en colaboración con su esposa Dora
Russell, estudia el estado presente del industrialismo, describiendo los nuevos
caracteres con que se manifiesta y se diferencia del industrialismo preguerra.
Su actividad filosófica y científica no ha sufrido interrupción alguna y en este
orden sustentó en Londres, en los primeros meses de 1918, un curso de conferen-
cias sobre La Filosofía del Atomismo Lógico, que vieron la luz en The Monist. Este
mismo año se publicó su colección de estudios El Misticismo y la Lógica, que en-
cierra escritos hasta 1914. Ha elaborado, además, su Introducción a la Filosofía Ma-
temática (1919), admirable presentación de las concepciones fundamentales de las
matemáticas y del tratamiento matemático de la lógica, con una claridad que es
característica en él, pudiendo servir como introducción o conclusión a los eleva-
dos Principia Mathematica.
En otro libro, El ABC de los átomos (1923), discute las teorías atómicas actuales.
El mundo filosófico espera otro libro ya anunciado El análisis de la Materia, que
será una contribución nueva al viejo problema de si las cualidades primarias son
primarias y las segundas realmente segundas; libro que servirá de compañero al
titulado El análisis del Espíritu (1921) , que hemos citado ya.
Sus escritos polémicos recientes son: la Conway Memorial Lecture de 1922 e Ícaro
o el futuro de la Ciencia (1924). La primera se intitula Libre pensamiento y propaganda
oficial, donde los principios de libertad de conciencia y libertad de pensamiento
tienen un calurosa defensa contra los prejuicios sociales y los avances del poder
político, en estos momentos en que gobiernos y clases privilegiados sienten crujir
los muros de la vieja sociedad al paso de la ideas. Ícaro o el futuro de la Ciencia fue
escrito para refutar la opinión sustentada en otro libro reciente: Deadalus (1924),
escrito por J. B. S. Haldane, profesor de Bioquímica de la Universidad de Cam-
brigde, que hacía una pintura optimista sobre el porvenir de la ciencia, presentán-
dola como la mayor benefactora del hombre y que si su efecto inmediato ha sido
hasta hoy traernos la guerra y la destrucción; ella, la ciencia, labrará mañana la
86
Pedro S. Zulen
felicidad absoluta sobre la tierra. “No, responde Russell, una larga experiencia de
estadistas y gobiernos me han hecho escéptico; la ciencia no será empleada para
hacer felices a los hombres, sino para estimular el poder de los grupos dominan-
tes. Ícaro habiendo sido enseñado a volar por su padre Dédalo, fue destruido
por su temeridad. Análoga cosa puede pasar por las poblaciones a las que los
modernos hombres de ciencia han enseñado a volar. La ciencia ha determinado la
importancia de las materias primeras en la competencia internacional. El carbón,
el acero y el petróleo son las bases del poder y la riqueza; y el moderno industria-
lismo es una lucha entre las naciones por las materias primas, y por los mercados
y “el puro placer de dominio”. En esa lucha para apoderarse del carbón, del acero,
del petróleo se producen las disputas de las naciones y sobreviene la guerra. Una
vez ésta declarada los hombres de ciencia se ponen incondicionalmente al servi-
cio de sus directores y sus satélites, los políticos y los diplomáticos, para destruir
a cuanto estos ordenen; porque –dice Russell– los hombres de ciencia tienen un
comportamiento “científico” pero no “político” en su cerebro. El hombre de cien-
cia hace sus invenciones y descubrimientos, pero éstos van a parar a las manos de
los explotadores y dominadores y todos los bienes se convierten en males.
En el mes de abril del presente año, Russell ha estado dando conferencias en los
Estado Unidos. Su temperamento radical y rebelde ha levantado una vez más pol-
vareda. Cuando la juventud de Harvard, después de haberle escuchado y aclama-
do pretende llevar a la misma tribuna a esos avanzados del espíritu que se llaman
Eugenio Debs, Scott Nearing, William Z. Foster; y el Consejo de la Universidad
se muestra reacio a permitirlo y se habla de ponerles en “cuarentena intelectual”,
Russell hace suyo el legítimo anhelo de esa juventud; califica de “actitud infantil”
la de Harvard, a quien acusa de estar gobernada por “un grupo de comerciantes
afortunados”. “Cuando un Colegio es gobernado por un grupo de financistas y
de hombres de negocios los intereses del liberalismo no son servicios… “Los Es-
tados Unidos no son gobernados por el Gobierno de Washington. El petróleo y los
Morgan son los que gobiernan a ustedes”. Las hirientes palabras de Russell, con
un fondo de verdad sin duda, levantaron la protesta del Presidente de la Univer-
sidad, Lowell, y en una declaración dada a los periódicos dijo éste que no podía
ser Harvard más acusada que Oxford o Cambridge, de falta de libertad académi-
ca. Lowell acordó que él (Russell) fue expulsado de Cambridge por el cuerpo de
profesores a causa de su campaña pacifista durante la guerra; mientras Harvard
tenía el orgullo de haber conservado en sus cátedras a los profesores alemanes
Münsterberg y Laski, que hacían propaganda germana en tiempo de la guerra.
Se creería que Russell es un místico o un sentimental. No es ni lo uno ni lo otro.
Es un gran libertario que habla sin temor alguno, en nombre de la verdad, la liber-
tad y la justicia, que no son para él irrealizables sueños, bellas utopías, sino cosas
meramente detenidas por los monopolios y sistemas de explotación y predominio
de grupos en que ha sido aprisionada la sociedad.
“El mundo que debemos buscar, dice Russell, es un mundo en que el espíritu
87
Selección de escritos
creador exista; en que la vida sea una aventura plena de gozo y de esperanza,
basada sobre el impulso a construir, antes que sobre el deseo de retener lo que
poseemos o de apoderarnos de lo que está poseído por otros. Debe ser un mundo
en que el afecto juegue libremente; en que el amor esté purgado del instinto de do-
minación; en que la crueldad y la envidia hayan sido dispersadas por la felicidad
y el libre desarrollo de todos los instintos que edifican la vida y la llenan de delicia
espiritual. Tal mundo es posible: falta solo que los hombres se decidan a crearlo”.
He ahí el evangelio que Russell lleva al corazón humano, porque presiente la
cercanía de su liberación.
88
Pedro S. Zulen
ESTUDIOS
COMPLEMENTARIOS
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Selección de escritos
90
Pedro S. Zulen
RESUMEN
91
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos
1 Para ello revisar el libro Historia de la Ideas en el Perú contemporáneo de Augusto Salazar Bondy (Tomo I).
No está demás destacar la labor en estas investigaciones de David Sobrevilla, María Luisa Rivara Tuesta,
Rubén Quiroz y Pablo Quintanilla.
2 Como señalan en sus respectivos libros: Francisco García Calderón, El Perú Contemporáneo (1907) y Luis
Alberto Sánchez, Balance y liquidación del 900 (1941).
3 Actualmente no se concibe que el positivismo peruano sea una corriente filosófica monolítica o unifor-
me. Para tal caso, revisar la tesis de Helí Córdova: Los positivismos en la Facultad de Letras de la Universidad
San Marcos de 1969 a 1880, tesis de licenciatura para la UNMSM (2010).
4 Jorge Basadre llamó a este período la República Aristocrática (1899–1919).
5 Zulen se enmarca dentro de un liberalismo radical. Ya que, según los estudios sobre el liberalismo pe-
ruano, las posturas liberales en los intelectuales han tenido diversos matices. Para ello, revisar: El libera-
lismo peruano de Raúl Ferrero y Política y burguesía en el Perú de Ulrich Mücke.
92
Dominación, racialismo yPedro
centralidad
S. Zulen
en torno a Pedro S. Zulen
6 Aníbal Quijano en su tesis de la “colonialidad del poder” menciona que estos dos ejes mencionados son
propios de la colonialidad.
7 Empleo este concepto a partir del estudio de Augusto Salazar Bondy expuesto en su tesis “la cultura de
la dominación”. Para este autor estas relaciones se reproducían entre países del Tercer mundo con las del
Primer mundo. Posteriormente, en Bartolomé o de la dominación o en su trabajo inconcluso Antropología de
la dominación, retoma este análisis en torno a las relaciones de dominación entre grupos sociales.
8 La colonialidad es uno de los elementos constitutivos del patrón mundial del poder donde se opera por
la racialización de las relaciones entre identidades sociales y geoculturales. Esta racialización naturalizó
el carácter autocentrado del patrón de poder mundial y, del mismo modo, las relaciones de dominación.
9 Véase el libro: Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva posmoderna. Lima: Fondo Editorial del Con-
greso del Perú, 2007.
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Joel Rojas
Joel Rojas de
Selección Huaynates
Huaynates
escritos
está lejano. Si hoy la frase ‘no hay justicia’ acude a cada instante a vuestros labios,
no se debe desesperar por eso. El día que la libertad y la justicia triunfen, entonces
veréis a vuestros pies a los mismos que hoy os vejan, que hoy os arrebatan vuestro
patriotismo”10. En ese sentido Zulen ya es un desengañado de las promesas del
proyecto de modernización peruano.
Zulen, consciente de la relaciones del poder institucional político, realizó críti-
cas a la dirigencia criolla por permitir que los hacendados y los capitales extranje-
ros prosigan con la estructura de dominación. Por consiguiente, el rol activista de
Zulen, con la Asociación Pro-Indígena (API)11, tuvo como premisa revertir dicha
situación social. Por otro lado, nuestro filósofo pensó que la “nacionalidad” fue –y
es todavía– tarea ineludible por realizar. Entonces: ¿Qué es el Perú? fue –y sigue
siendo– una interrogante que muchos intelectuales, entre ellos Zulen, analizaron.
Para luego plantear sus respectivas propuestas para la constitución del Estado-
nación peruano. Por ello, la propuesta zuleniana sobre la educación indígena se
insertó dentro de este debate interpelando el discurso racialista (como veremos
más adelante) de aquella época.
Zulen asumió la heterogeneidad cultural del país desde la matriz prehispánica
y afirma, desde luego, que con la conquista española el dominio político y eco-
nómico europeo se constituyó en un encubrimiento de la otredad. Pues, no apro-
vecharon, dice Zulen, los conocimientos de las culturas amerindias para forjar
una nueva “nación”, incluso la mayoría de las organizaciones sociales de estas
culturas fueron desarticuladas como por ejemplo: el aprovechamiento agrope-
cuario y relaciones de cooperación de las comunidades andinas. De manera que
el encubrimiento del otro y, por ende, su respectiva racionalidad no participó de
la construcción universal de la racionalidad que el eurocentrismo hoy en día de-
tenta. Sin embargo, autores desde la colonia, como Bartolomé de las Casas, José
de Acosta y Garcilaso de la Vega han difundido las importantes características
de organización social de las culturas prehispánicas. Actualmente filósofos como
Antonio Peña Cabrera han meditado sobre la “racionalidad otra”12, en contra-
posición a la occidental. Asimismo, tenemos el análisis del antropólogo Jürgen
Golte13 en torno a la organización andina donde los habitantes americanos, desde
miles de años, han sabido adaptarse a la geografía accidentada de los Andes. De
la misma manera, Edgar Montiel14 recomienda un “proyecto comunitario” donde
se promueva “estructuras sociales de reciprocidad y solidaridad”. Hoy en día,
consciente e inconscientemente, no aprovechamos los grandes aportes de las cul-
turas prehispánicas porque seguimos reflejándonos en el espejo eurocéntrico y en
94
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen
representaciones ilusorias.
Entonces, volviendo al tema, Zulen admite que subordinada la raza indígena
se constituirá como una “nación dentro de otra”. En consecuencia, a partir de
esta diferenciación cultural desde la colonia, la sociedad criolla reproducirá, como
ya mencioné, el patrón de poder moderno/colonial en pleno siglo XX. De este
modo, la mayoría de la élite criolla propone que la “otredad” no participe de la
constitución de la nueva nación, de ahí que las políticas inmigratorias europeas
fueran parte de los preceptos del proyecto modernizador. Como sabemos los co-
lonizadores en vez de reconocer la particular subjetividad del otro, más bien ins-
titucionalizaron formas de explotación. En este sentido, Zulen observa cómo esta
estructura de dominación colonial se reproduce en la época republicana. En cierto
modo, nuestro autor compartía dicho proyecto de modernización, pero se distin-
guió por su radicalismo en donde la inclusión del indígena era una necesidad in-
discutible. Más adelante, en clave marxista, Mariátegui sistematizó las relaciones
materiales-productivas del capitalismo y, desde luego, le servirá para criticar a la
incipiente burguesía peruana.
Por otro lado, la religión católica y sus diferentes instituciones contribuían como
medio de dominación para el indígena según constan en las diversas denuncias
desde provincias15. Zulen se manifestará a favor de la tolerancia de culto por lo
cual apoyará la modificación de la ley sobre la religión16 en la Constitución del
Perú, ya que un ciudadano no podía ejercer una religión que no fuera la “católica,
apostólica y romana”.
Finalmente, éstas son las diversas posturas de Zulen para la constitución de una
nación donde se incluya al indígena con una clara propuesta crítica a las relacio-
nes de dominación.
95
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos
19 Carlos Enrique Paz Soldán (1885-1972) fue un médico peruano. Es considerado difusor de las ideas
eugenésicas en el Perú. Posteriormente a este debate, en 1916, publica su obra La Medicina Social.
20 Clemente Palma. El porvenir de las razas en el Perú, Lima: Impr. Torres Aguirre, 1897. O también revisar
el libro de Rubén Quiroz: La Razón Racial. Clemente Palma y el racismo a fines del siglo XIX. Lima: Fondo
Editorial de la Universidad Científica del Sur, 2010.
21 Finot, Jean. El prejuicio de las razas. España: Editores F. Sempere y Compañía, Tomo I, pp. 89.
96
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen
97
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos
conquistar poderío económico y social que repercuta más allá de las fronteras.”27
Aunque Zulen, como cualquier personaje de su tiempo, entendió el concepto de
raza desde la perspectiva biologicista. Sin embargo intuyó que dicho concepto sir-
ve como instrumento de dominación. Al respecto, en las actuales investigaciones,
muy aparte de la crítica desde la genética, el concepto de raza es un instrumento
de clasificación social de la población y fue el primer criterio fundamental para la
distribución de la población mundial, según la tesis de Quijano. Tenemos hechos
históricos como la Controversia de Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Ginés
de Sepúlveda donde el colonialismo europeo tuvo una nueva forma de legitimar
la idea de la relación superioridad/inferioridad entre dominadores y dominados,
respectivamente. Asimismo, más adelante se reproducía el racialismo a fines del
s.XIX e inicios del s.XX. Para Quijano el concepto de raza desde la colonia no se
relaciona a la naturaleza del ser humano en el caso de la Controversia de Va-
lladolid y, menos, al orden biológico como lo sustentaban en la época donde se
ubicaba Zulen, sino que será un constructo relacionado a la historia de las “rela-
ciones de dominación”. En este sentido, actualmente, es un eficaz instrumento de
dominación que sirve como clasificador universal en el patrón mundial del poder
capitalista.
Por último, Zulen advierte que el colonialismo creó una inferioridad mental
hacia la otredad28. Porque, en la época de Zulen, aún se mantenía la dualidad
civilización/barbarie que se arrastró desde la conquista española. En consonancia,
Mariátegui tendrá una reflexión similar, pues el Occidente blanco utilizó el con-
cepto de inferioridad racial para su expansión y conquista.
Descentrando la centralidad29
27 Zulen, Pedro. Nuestro Indígena y las conversaciones del Centro Universitario. La Prensa, 17 de abril de
1909 (Ed. mañana), pp. 3.
28 Aunque pone énfasis que los indígenas nunca perdieron, a pesar del sometimiento, su capacidad crea-
dora al igual que otras razas del mundo.
29 Existe una amplia literatura en torno a la relación de centro-periferia. Por ejemplo en los trabajos de Raúl
Prebisch, Walter Mignolo, Carlos García-Bedoya, entre otros.
30 Tal viraje se da en Zulen sobre la situación de las provincias donde tendrán protagonismo los
delegados de la API que luego participaron en el semanario La Autonomía cuya bandera será
un gobierno federalista.
98
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen
modo, serán éstas los medios para combatir la centralidad limeña y radicalizar la
democracia desde las provincias, es decir, desde la periferia. Por eso, uno de los
ejemplos a nivel latinoamericano, dice Zulen, es la revolución mejicana31 acaecida
en 1910. Más adelante, como alternativa, Zulen proyectó un movimiento político,
conjuntamente con algunos delegados provincianos de la API, cuyo espacio de
acción eran las provincias. Su propuesta política tendrá carácter revolucionario32
para dicha época, debido a la centralidad limeña. En este caso, el historiador Ge-
rardo Leibner acierta en distinguir el pensamiento zuleniano como “radical” a
diferencia de las otras posturas democráticas liberales33.
Zulen realiza viajes a provincias, así en un discurso en la plaza principal de
Jauja, disertó acerca del incipiente socialismo en el Perú. Entiende que el nuevo
modo de esclavitud se desarrolla en el capitalismo y que el proletariado perua-
no es solo una minoría34 en relación a otros grupos sociales. De este modo, para
Zulen, el verdadero problema no radica en el proletariado y tampoco se localiza
en la capital; al respecto menciona: “el problema social no está en el proletariado
de Lima y Callao o alguna otra ciudad de nuestro país; está aquí, en el verdadero
Perú que no es Lima, está en las haciendas y en las minas”35. Ya para esa época
reconocía la figura del indígena como “sujeto histórico”36 y donde el proletariado
debería sumar fuerzas en una acción revolucionaria. De este modo, el nuevo cam-
bio social surgiría desde provincias.
Por otro lado, en su visita a Puno, Zulen constata que Manuel Zúñiga Cama-
cho y Fernando A. Stahl37 crearon centros educativos para indígenas siendo así
una educación de vanguardia para aquella época, en contraste con la desidia del
poder central limeño. Asimismo, Zulen visitó la escuela creada por la API donde
acudían los indígenas de los ayllus cercanos. Por otro lado, las políticas sociales
inclusivas eran necesarias y vemos que partían desde las provincias ya que en
ellas, o sea en los márgenes del centro, se percibía claramente las relaciones de
dominación. Por tanto, esta educación resultaría liberadora ya que el indígena
sería consciente de su situación. Por ello, Zulen en su discurso en el ayllu de Ccota
31 Zulen, Pedro. Una meditación en el 97º aniversario de la independencia nacional, La Evolución, Huan-
cayo, 28 de julio de 1918.
32 Vale mencionar, o reiterar, que Mariátegui representará a Zulen como próximo al socialismo. En este
sentido, el historiador Wilfredo Kapsoli en sus investigaciones sostiene que Zulen es un socialista.
33 Gerardo Leibner, “Pensamiento radical peruano: González Prada, Zulen, Mariátegui”, Cuadernos Ameri-
canos, México, No.66, 1997, pp. 47-66.
34 La hegemonía política la tenían los terratenientes, así reproducían la estructura de dominación sobre las
regiones del país. Más adelante, la burguesía peruana tendrá protagonismo y, con éstos, el proletariado.
35 Publicado en el diario La Evolución, 07 de mayo de 1918.
36 A diferencia de Mariátegui, Zulen considera que el indígena será el próximo reformador social y no el
proletariado.
37 Estos dos pedagogos fueron predicadores adventistas. Éstos tendrán diversos problemas con la Iglesia
Católica y los gamonales debido a que los indígenas empezaban a tomar conciencia de su situación de
dominación. Por lo cual tendrán muchos avatares durante su labor educacional. Incluso Camacho, de
ascendencia aymara, fue azotado por un sacerdote donde se le acusó falsamente de corruptor de indí-
genas (1913). En el año 1902, Camacho, fundó la primera Escuela Rural en el departamento de Puno.
99
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos
(Puno) declara:
“El Perú futuro, el gran Perú de mañana se hará con vosotros; con vuestras
energías propias; con vuestras condiciones de moralidad, de trabajo, de orden,
de docilidad para el bien, de vigor físico único capaz de domar a la naturaleza
impertérrita y tiránica de estas regiones [...] ¡Viva el Perú, el Perú regenerado por
sus indios!”38 .
La centralidad, en ese sentido, se torna parte del poder en su dimensión polí-
tica y subsume a las provincias como periferia. De ahí que fuera menester la auto-
nomía económica y política que los delegados provincianos39 tenían como finali-
dad en sus respectivas propuestas. Asimismo, Zulen sostiene que el centralismo,
o centralidad, es un factor negativo en la constitución de una nación heterogénea
porque ejerce relaciones de dominación sobre la periferia. En este sentido era in-
dispensable una democratización del poder cuya fuerza central era detentada por
la oligarquía. De este modo, Lima significó, y significa, la reproducción de la cen-
tralidad. En resumen, Pedro Zulen, consecuente con la postura liberal, compartió
las premisas del federalismo y regionalismo de inicios del s.XX tanto en el plano
económico como en lo político.
Hoy, al igual que en la época de Zulen, es necesario repensar la relación de
centro-periferia y lo que esta implica, pues sabemos que actualmente Lima repre-
senta la hegemonía tanto en el ámbito político como intelectual. Tuvimos sucesos
que a partir de la privación de la autonomía40, por parte del poder central, se
subordinan las decisiones de las provincias. Además, Lima no solamente repro-
duce la centralidad propia de nuestro país, sino la lógica de la globalización del
mercado mundial que actualmente detenta el capitalismo.
Conclusiones
Como hemos visto la praxis zuleniana en torno a lo social y político posee mu-
cha significancia hoy en día para repensarla. Pero su aporte no se agota solo en
este campo porque Zulen desde 1919 hasta 1924 realizó un imprescindible trabajo
filosófico41. Cabe destacar sus dos tesis en la Universidad de San Marcos que cons-
tituyen un invaluable aporte a la filosofía peruana.
Asimismo, es importante, anotar algunas limitaciones de Zulen en torno a su
praxis social y política, y en relación al análisis de las relaciones de dominación
contra el indígena. Nuestro autor no rastrea las resistencias a las estructuras de
dominación que se dieron desde la colonia y, por ende, tampoco consideró el
aporte de defensores de la condición humana del indígena. Por ejemplo, desco-
100
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen
noció el libro La vida intelectual del Virreynato del Perú de Felipe Barreda y Laos,
publicado en 1909, donde uno de los objetivos fue documentar el pensamiento
colonial y la crítica a la postura hegemónica de la metrópoli42.
Por otro lado, Zulen realizó un bosquejo sobre la educación, donde mencio-
na que la educación incaica consistía de máximas, en prácticas y en ceremonias
por lo cual concluye que fue mecánica y primitiva donde los placeres eran muy
difundidos. Por ello no tuvieron una escritura ni avances en la técnica. En este
sentido, la teoría evolucionista, característica del eurocentrismo y reproducida en
el positivismo, influyó en Zulen en una primera etapa43 para sostener una visión
prejuiciosa sobre los incas. Vemos, pues, que no logró en un primer momento
distanciarse de la influencia positivista, porque al comparar la cultura incaica y
la europea lo realiza a partir de la evolución de la “razón” y de la “ciencia”; de
ahí que según esta visión, el pueblo incaico, con excepción de la nobleza, estu-
vo conformado por hombres animalizados que vivían del puro instinto y de los
placeres. Si bien, hoy en día, podemos decir todo lo contrario, pues las culturas
prehispánicas tuvieron importantes conocimientos, pero a inicios del siglo XX las
investigaciones de estas culturas eran aún imprecisas.
En cuanto a la nacionalidad, Zulen incluyó a los indígenas como parte constitu-
tiva del proyecto de nación peruana. Pero, me pregunto, ¿cuál sería la condición
de los afroperuanos o los chinos? En ese sentido, sus limitaciones en torno a una
nacionalidad heterogénea resultaban en una visión sesgada o, mejor dicho, solo
parcial porque las otras identidades subyugadas –desde y después de la colo-
nia– no formaban parte del debate sobre la condición humana. Incluso, Zulen de
ascendencia china no fue interlocutor válido para la defensa de los chinos explo-
tados.
Finalmente, estas aproximaciones en torno a Pedro Zulen forman parte de una
investigación más amplia en relación al concepto de “dominación” en la historia
del pensamiento peruano.
42 En aquel libro se analizó por ejemplo el libro Thesaurus indicus (1668) de Diego de Avendaño donde se
exigía eliminar la esclavitud de los indios y negros en la colonia.
43 Inicialmente Zulen sostuvo un discurso racialista, aunque posteriormente tuvo objeciones y críticas
como hemos visto en un capítulo anterior.
101
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos
BIBLIOGRAFÍA
Finot, Jean. El prejuicio de las razas, traducción de José Prat. Tomo I y II. Valencia:
Editores F. Sempere y Compañía, s/f.
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Zulen. Solar: Revista de filosofía iberoamericana (Lima), Nº 2, pp. 73–88, 2006.
Quiroz, Rubén. La Razón Racial. Clemente Palma y el racismo a fines del siglo XIX.
Lima: Fondo Editorial de la Universidad Científica del Sur, 2010.
Salazar Bondy, Augusto. Historia de las Ideas en el Perú Contemporáneo. Lima: Fran-
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Zulen, Pedro. El problema nacional de la educación (Parte I). La Prensa (Ed. maña-
na), pp. 2, 26 de marzo de 1909.
102
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen
103
Segundo Montoya Huamaní
Selección de escritos
104
Pedro S. Zulen
Introducción
El presente ensayo tiene por objetivo explorar y reflexionar sobre las posibles
aproximaciones discursivas y vivenciales entre Pedro Salvino Zulen y José Carlos
Mariátegui. Para tal efecto dividiré el ensayo en tres tópicos: en el primer tópi-
co reflexiono sobre la semejanza entre las nociones “perseverancia zuleniana” y
“agonía mariateguiana”, lo cual me permite evidenciar la dimensión psico-social
y las condiciones intersubjetivas para una “revolución democrático burguesa”
que acabe con el latifundio y libere al indígena de la servidumbre, desde la postu-
ra liberal zuleniana y socialista mariateguiana. En el segundo tópico analizo la re-
cepción e influencia del espiritualismo bergsoniano a través de Georges Sorel, “el
eslabón intelectual”, en el pensamiento de Mariátegui, y sostengo la hipótesis de
trabajo según la cual, Sorel asimiló y aplicó creativamente la teoría metafísica de
la duración (durée) como fundamento de la libertad humana a la esfera de la lucha
de clases, bajo la forma de la huelga general. En el tercer tópico analizo esquemá-
ticamente la recepción e influencia del pragmatismo jamesiano en el pensamiento
de Mariátegui, y sostengo que el interés de Mariátegui por el pragmatismo no es
gratuito y desinteresado, mucho menos obedece a un mero prurito intelectual,
pues surge del énfasis que James le otorga a la praxis o acción humana en general.
Nos proponemos a modo de hipótesis, desarrollar un sugerente y a la vez con-
troversial estudio comparativo entre Zulen y Mariátegui, al que yo denomino
“Vidas Paralelas”, a propósito del artículo “Vidas Paralelas: E. D. Morel-Pedro S.
Zulen”, escrito por Mariátegui (1925), que a su vez se inspira en la obra de Plu-
105
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
tarco. En ese sentido, creemos que en la historia de las ideas filosóficas, políticas
y literarias, no hay mejor forma de rendir un homenaje, de reconocer aportes y
limitaciones, de legitimar praxis y discursos, y sobre todo, visibilizar la inmensa
obra pensante y operante de un intelectual polifacético peruano como Pedro Zu-
len, sintomática y anecdóticamente conocido más por su escandaloso romance
con Dora Mayer, que por su ejemplar contribución académica en San Marcos y
social en defensa de los indígenas en las provincias del Perú a inicios del siglo XX.
El “ninguneo filosófico”1 hacia pensadores como Zulen es una práctica disci-
plinaria2 casi institucionalizada en algunas universidades de Lima, además de la
obediencia epistémica al eurocentrismo que no es la perspectiva cognitiva de los
europeos exclusivamente o solo de los dominantes del capitalismo mundial, sino
del conjunto de los educados bajo su hegemonía3. Lo cual impide, naturalmente,
que estos pensadores sean situados bajo un locus de enunciación distinto, y sean
estudiados con seriedad, rigurosidad y leídos bajo nuevas claves hermenéuticas.
En ese sentido veamos esquemáticamente algunas semejanzas y diferencias que
serán tematizadas en éste y en otros ensayos posteriores; no obstante, los paren-
tescos vivenciales y discursivos son en algunos casos evidentes, en otros, hay que
desentrañarlos apelando al agudo y paciente análisis de sus vidas y obras.
Zulen nació en Lima el 12 de octubre de 1889 y murió en Lima el 27 de enero
de 1925. Es decir, vivió apenas 35 años de edad de manera febril, intensa y perse-
verante4, cultivando las letras, las ciencias, estudiando filosofía en Harvard, ejer-
ciendo la docencia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e incursio-
nando en el activismo pro-indígena, hasta que la tuberculosis acabó con su vida.
Asimismo, Mariátegui nació en Moquegua el 14 de junio de 1894 y murió en Lima
el 16 de abril de 1930, con efímeros 35 años de edad, hasta cuando la enfermedad
producto de una lesión en la rodilla lo llevó a la muerte. Vivió heroica y agónica-
mente, educándose por iniciativa propia (autodidacta), ejerciendo el periodismo,
viajando a Europa para consolidar su aprendizaje del marxismo, desentrañando
intuitiva y conceptualmente la realidad peruana en forma de ensayos, creando
órganos de prensa y fundando el Partido Socialista en el Perú (1928) para forjar
un sentimiento de clase en el proletariado y organizarlo para una eventual revo-
lución.
Por otro lado, Zulen recepciona críticamente el espiritualismo y el pragmatismo
al igual que el Amauta, y se oponen al positivismo e intelectualismo de la época;
106
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S.
discursivas Zulen
y vivenciales
5 Véase Enseñanza única y enseñanza de clase de Mariátegui en Temas de educación, pp. 49-63.
6 Véase La ciencia, el arte y el ideal del educador de Zulen en El Deber Pro-Indígena, pp. 53-55.
7 Zulen, Pedro. Revolucionarios, sí, revolucionarios en El Deber Pro-Indígena, pp. 116.
8 Mariátegui, J. Carlos. Ideología y política, pp. 175-178.
9 Véase El problema de la Educación Nacional (introducción al debate iniciado por Zulen en el Centro Uni-
versitario en el 1909).
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Segundo Montoya
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de escritos
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Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
filósofo español, Miguel Unamuno, quien explicita y divulga el significado eti-
mológico del término “agonía”, en su ensayo de estilo profundamente místico y
hagiográfico, escrito en la época de su destierro en Francia (1924-1930), La Agonía
del Cristianismo del cual recoge Mariátegui la idea de agonía, definida no como
el preludio de la muerte, tampoco como conclusión de la vida, sino como lucha
contra la vida misma y sus conflictos más íntimos. A mi parecer el significado, la
importancia y trascendencia de la noción “agonía mariateguiana” radica en cinco
aspectos, a saber: 1) instrumentaliza la noción unamuniana de agonía religiosa y
personal, en clave marxista, incorporando en ella la idea de clases sociales, 2) la
noción de agonía caracteriza las polémicas y debates que sostuvo el Amauta con
innumerables pensadores, políticos y partidos de la escena mundial contemporá-
nea13, 3) la noción de agonía no pierde elementos místicos, sino que los refuerza
y supedita a la lucha ideológica y de clases, 4) la agonía de las clases sociales
dinamiza la historia de la humanidad, dando origen a las grandes transforma-
ciones sociales, 5) la agonía de los “sujetos históricos” (proletarios e indígenas)
es condición sine qua non para las grandes transformaciones. En consecuencia, sin
“agonía” no hay “revolución”.
Sin embargo, la noción de agonía también es tomada en Mariátegui en un senti-
do intra-personal frente a las dolencias y malestares de su enfermedad que termi-
nó por apagar su vida a los 35 años, muerte a la cual se enfrentó con apasionada,
resuelta y digna agonía; en consecuencia, su vida fue una “dura agonía” intra-
personal (contra la enfermedad), social (contra las injusticias) y clasista (contra el
opresor terrateniente o capitalista).
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Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
15 Mariátegui, J. Carlos. Historia de la crisis mundial. Véase el artículo: Veinticinco años de sucesos extranje-
ros, pp. 200.
16 David Sobrevilla. Escritos mariateguianos. Artículos y reseñas entorno a José Carlos Mariátegui, pp. 156.
17 Ibid., pp. 95.
18 Mariátegui, J. Carlos. 7 ensayos de la interpretación de la realidad peruana, pp. 230,233.
19 Para Gramsci, la categoría social de “intelectuales orgánicos” es producida por una clase social ascen-
dente que tiene la función de dar “homogeneidad y conciencia de la propia función, no solo en el cam-
po económico sino también en el social y el político”. Véase: A. Gramsci, Los intelectuales y la organización
de la cultura, B. Aires, Ed. Nueva Visión, 1972, pp. 9-27.
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Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época, Sorel encuentra en
Bergson y los pragmatistas ideas que vigorizan el pensamiento socialista, restitu-
yéndolo a la misión revolucionaria”20. De este párrafo se desprenden cuatro ideas
reveladoras: 1) el socialismo de la Segunda Internacional (1889-1917), es decir, de
la época de Sorel, adolecía de una confianza ciega y dogmática en los criterios de
la razón, y por ende daba más importancia a la teoría que a la praxis, asimismo,
rechazaba los móviles místicos y prometeicos en el proceso revolucionario. 2) el
socialismo de la época de Sorel, adolecía de positivismo, esto es, defendía el mé-
todo de las ciencias naturales como el único método válido, no hay conocimiento
verdadero que no sea científico, creían ver en los cambios históricos un proceso
gradual y evolutivo, y en consecuencia, rechazaban toda forma de violencia re-
volucionaria como medio de transformación. 3) Mariátegui asimila elementos del
espiritualismo principalmente a través de Sorel, y este por medio de Bergson21. 4)
el pensamiento de Bergson a través de Sorel refuerza y le devuelve al socialismo
la mística revolucionaria.
Pero qué es exactamente lo que Sorel, teórico del sindicalismo revolucionario,
toma de Bergson, en materia de categorías, metodologías o sistemas filosóficos.
Al respecto Mariátegui comparte la idea sostenida por Sorel en sus Reflexiones
sobre la violencia (1915): “Bergson nos ha enseñado que no solo la religión puede
ocupar la región del yo profundo; los mitos revolucionarios pueden también ocu-
parla con el mismo título.”22 ...“Por el contrario Bergson nos invita a ocuparnos
desde dentro de lo que allí sucede durante el movimiento creador: “Habría dos
yo diferentes −dice− de los cuales uno sería como la proyección exterior del otro,
su representación espacial y, por así decirlo, social. Nosotros aprehendemos el
primero por una reflexión profunda, que nos hace palpar nuestros estados in-
ternos como a seres vivientes, en permanente vía de formación, como estados
refractarios a la medida. La mayor parte del tiempo vivimos para el exterior que
para nosotros. Hablamos más de lo que pensamos; somos actuados más de lo que
actuamos nosotros mismos. Actuar libremente es retornar a la posesión de sí, es
volver a situarse en la pura duración.”23
Lo que sostiene Sorel sobre las aleccionadoras enseñanzas de Bergson es resul-
tado de dos cosas: 1) la asimilación y aplicación creativa de la teoría metafísica de
la duración (durée) como fundamento de la libertad humana a la esfera de la lucha
de clases, bajo la forma de la huelga general y 2) sostener que el mito24 revolu-
20 Mariátegui, J. Carlos. Historia de la crisis mundial. Véase el artículo: Veinticinco años de sucesos extranjeros,
pp. 200.
21 Prueba de lo que estamos sosteniendo es que Georges Sorel cita reiteradas veces el libro de Bergson,
“Données immédiates de la conscience” (1889), en la que Bergson, a decir de Sorel, distingue la duración
que transcurre y en la cual se manifiesta nuestra persona, y el tiempo matemático, con cuya medida la
ciencia pone en orden los sucesos. Véase, Reflexiones sobre la violencia, pp. 36.
22 Sorel, Georges. Reflexiones sobre la violencia, pp. 40.
23 Ibid., pp. 35-36
24 Para Sorel, el mito se opone a la utopía. Los mitos son convicciones y voluntades de las masas que se
expresan en términos de movimientos revolucionarios, por ende, no pueden ser refutados, como por
111
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
ejemplo: “la huelga general”. En cambio las utopías son modelos teóricos inventados por intelectuales
que sirven para comparar y medir el mal o bien que encierran las sociedades existentes y que dan origen
a movimientos reformistas. Véase Reflexiones sobre la violencia, pp. 38-40.
25 Para Sorel la filosofía intelectualista es en verdad una radical incompetencia para explicar los grandes
movimientos históricos. Véase, Reflexiones sobre la violencia, pp. 33.
26 Mariátegui, J. Carlos. Defensa del marxismo, pp. 15.
112
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
carían reglas y valores como la organización, la disciplina, la justicia distributiva,
la solidaridad, entre otros.
113
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
es verdadera.”30 Ahora bien: sea cual sea el residuo de dificultades que arrastre, la
experiencia nos hace ver que indudablemente da resultado, y que el problema
estriba en construir y determinarla de tal modo que se combine satisfactoriamente
con todas las otras verdades operativas.
En consecuencia, el pragmatismo se aleja de abstracciones, de soluciones ver-
bales, de malas razones a priori, de principios inmutables, de sistemas cerrados
y pretendidos “absolutos” y “orígenes”, es decir, se vuelve hacia lo concreto y
adecuado, hacia los hechos, hacia la acción y el poder. Llegado a este punto, y
habiendo explicado brevemente el método pragmatista de James, analicemos lo
que dice el Amauta sobre esta filosofía. Sin embargo, no olvidemos las dificulta-
des que acarrea explicar la influencia de James en el pensamiento de Mariátegui,
estas dificultades son parecidas a las mencionadas anteriormente al explicar la
influencia de Bergson en Sorel y el Amauta, a saber: 1) Mariátegui no escribió un
texto exclusivamente filosófico y 2) son escasas las referencias a James como re-
presentante del pragmatismo en los escritos de Mariátegui.
Por consiguiente, 3) trataremos de desentrañar los presupuestos filosóficos
pragmatistas en el pensamiento del Mariátegui, examinando qué es exactamente
aquello de lo que se apropia y asimila críticamente de esta corriente filosófica
contemporánea. Reflexionemos sobre lo que dice el Amauta: “vitalismo, activis-
mo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas en las que
podían aportar a la revolución, han quedado al margen del movimiento inte-
lectual marxista. William James no es ajeno a la teoría de los mitos sociales de
Sorel”31...“El pragmatismo que tan eficazmente mueve al hombre a la acción, es
en el fondo una escuela relativista y escéptica”32 ...“Esta filosofía, pues, no invita
a renunciar a la acción. Pretende únicamente negar lo absoluto…Pero reconoce
al mito temporal de cada época, el mismo valor y la misma eficacia”33. De es-
tos fragmentos podemos deducir cinco propuestas interesantes: 1) Mariátegui se
reconoce tácitamente como parte de un “movimiento intelectual marxista revi-
sionista verdadero”34, obviamente, la idea de “movimiento”, adopta un sentido
más religioso y místico (por compartir una fe, un mito o convicciones ideológi-
cas y políticas) que académico, sin dejar de serlo, y asume el reto metodológico
de cribar las ideas filosóficas contemporáneas por más extrañas, aparentemente
contrarias y peregrinas que sean, siempre y cuando, “sirvan” para desencadenar
cambios estructurales en las relaciones de dominación de la sociedad peruana. 2)
el “revisionismo verdadero” del cual formarían parte Georges Sorel e implícita-
114
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
mente Mariátegui, es una posición de “apertura epistemológica del marxismo”,
que no margina las corrientes filosóficas per se, sino que se nutre de los mejores
“insumos” “ideológicos” que estas puedan tener para fortalecer la propuesta (el
mito en clave soreliana-mariateguiana) revolucionaria. 3) Mariátegui vincula la
teoría de los mitos sociales (huelga general) de Georges Sorel con el pragmatismo
de “talante religioso” de James, ya que en ambos, la verdad o verosimilitud de las
creencias (en Dios por ejemplo, o en el mito de la huelga general) dependen de
las acciones concretas de los individuos, de las consecuencias prácticas y útiles
que resultan de sus convicciones. 4) todo parece indicar que la primera semejanza
entre pragmatismo jamesiano y marxismo mariateguiano, radica en que ambos
son considerados “métodos por excelencia”.
En caso del pragmatismo jamesiano, se trataría de criterios y procedimientos
para hallar la verdad de nuestras ideas en las consecuencias útiles que esquemáti-
camente podemos dividir en tres momentos: 1) creencia, 2) acción y 3) verdad. De
estas tres fases, la más importante es la acción o praxis, así como la experiencia,
que surge del contacto con las “cosas” y “sujetos”del mundo, ya que en ella, la
creencia (mito) no solo se corrobora como plenamente verdadera para una época,
sino que además se convierte en una pauta indispensable para la acción indivi-
dual y colectiva. Pero si las creencias de los individuos son diversas y múltiples,
entonces, diversas y múltiples serán sus verdades, claro está, si estas reportan
consecuencias prácticas y edificantes. Por lo tanto, el método pragmatista jame-
siano desemboca inevitablemente en relativismo y escepticismo, como bien lo
señala Mariátegui. En efecto, podemos notar que el interés de Mariátegui por el
pragmatismo, no es gratuito ni desinteresado, pues surge del énfasis que James le
otorga a la acción humana en general. Por otro lado, el marxismo de Mariátegui,
es concebido como método de interpretación histórica de la sociedad peruana35,
donde la “práctica”, elemento indispensable del método marxista, es entendida
principalmente en tres sentidos: 1) económico-social: actividades humanas vin-
culadas a la producción de bienes y mercancías, de cuya relación (“relaciones
de producción”) surgen las clases sociales en la historia. 2) político: actividades
humanas vinculadas a la experiencia histórica de resistencia social, es decir, ex-
periencia en lucha de clases cuyo protagonista principal, pero no el único, sería
el proletariado y el indígena. 3) epistemológico: como criterio de verdad, es de-
cir, punto de “partida” y “llegada” de nuestros saberes sobre la “realidad”. La
podemos dividir en tres momentos: a) práctica (sensorio-motriz-productiva), b)
conocimiento (social-histórico-relativo) y c) práctica (verdad-productiva-política-
corroborada). En efecto, es en la acción o praxis “inter-subjetiva” donde surge el
saber y se corrobora la verdad, no en la pura y aislada abstracción de saberes y
discursos formulados por privilegiados sujetos desde la hybris del punto cero. La
verdad en Mariátegui es un criterio no solo epistemológico, sino también político,
35 Véase Ideología y política pp. 222 y Defensa del marxismo pp. 36, donde Mariátegui habla del marxismo en
términos de método praxis.
115
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
Consideraciones finales
116
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
BIBLIOGRAFÍA
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James, William. Pragmatismo. Un nuevo nombre para viejas formas de pensar. Edicio-
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Quintanilla, Pablo. Pensamiento y acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX.
Lima: Fondo Editorial de la PUCP, 2009.
117
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos
118
Pedro S. Zulen
Introducción
Pedro Salvino Zulen Aymar nació un 12 de octubre de 1889 en Lima, sus pa-
dres fueron doña Petronila Aymar y Pedro Francisco Zulen, un inmigrante chino.
“Neluz”, como escribía en los diarios, estudió la instrucción media en el Colegio
de Lima y en 1906 ingresa a la Universidad de San Marcos para estudiar Ciencias,
allí conoce al profesor y, más tarde su compañero de ruta, Joaquín Capelo, inge-
niero y diputado. En 1909 se traslada a la Facultad de Letras convencido de que
esa era su vocación y es aquí donde debatirá junto a otros intelectuales como José
de la Riva Agüero y Alfredo González Prada la posibilidad de que los indígenas
reciban educación.
La situación del indígena se había puesto en agenda de nuevo, después de la
guerra con Chile −el Perú atravesaba una época difícil− y las meditaciones de
izquierda y derecha dieron cuenta de que se necesitaba la reconstrucción de la
patria, por eso se tuvo que plantear un horizonte en el que ya no contaran las di-
ferencias y, más bien, se promoviera la integración, por eso se solicitó, a partir de
discusiones académicas en el Centro Universitario que promoviera Pedro Zulen,
la posibilidad de que los indígenas empiecen a formar parte de la nación a través
de la educación.
Zulen era consciente de la situación oprobiosa que atravesaba esta población ex-
cluida de los grandes y pequeños proyectos nacionales, de los abominables abu-
119
Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos
sos y abyecciones. Eran muchos siglos por los que solo recibían la conmiseración
de los sectores más sensibles. El debate en torno a este tema, sin duda, no lo inició
Zulen sino la polémica de Valladolid con Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. La
llegada de los españoles a estas tierras supuso no una estrategia mesiánica o de
“conquista” como usualmente la llaman, sino de guerra cruel. Se perdieron más
vidas que en los campos de concentración nazi, y así se acuerdan de ésta solo para
conmemorar un hecho histórico.
Zulen reconoció este estado de cosas a partir de los abusos de los terratenien-
tes y del encubrimiento de éstos por la rancia oligarquía limeña, es decir Zulen
vio que la época colonial se había transferido a la república, y, cerquísima a los
cien años de vida republicana, no se habían cumplido las promesas de esta nueva
institución política, supuestamente democrática y emancipadora. El liberalismo
de Pedro Z. responde a eso, al pedido de que todas esas promesas inconclusas se
efectivicen y el Estado cumpla su función. Por eso dice respecto al centenario re-
publicano peruano “…habéis llegado a los cien años desde que jurasteis al mundo
el culto de la libertad y no obstante le habéis vilmente engañado…”1
Regresando a este mecanismo para “integrarlos” a la vida nacional, la educa-
ción, no tenía solo la finalidad de que se transfirieran ideas y valores occidentales
a los indígenas (que es un debate de ahora, del siglo XXI) sino que, para Pedro
Zulen, cumplía una labor “concientizadora”. Es decir, la educación tenía que ser-
vir para dar al indígena conciencia de su situación peliaguda y, así, él salga de
ella por sus propios medios. Esto desbarataba la tesis paternalista que Mariátegui
achacaba a la Asociación Pro Indígena, sin considerar la propuesta de cada miem-
bro.
Hasta entonces, el movimiento indigenista había aparecido. Era una ola social,
política, literaria, artística, que surgió de pronto para reivindicar la imagen del
“indio” como matriz de la nacionalidad. Tiene sus precursores en Manuel Gon-
zález Prada, cuando dijo: “…No forman el verdadero Perú las agrupaciones de
criollos i estranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los An-
des; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la
banda oriental de la cordillera…”2. Y en una serie de artistas como el cajabambino
José Sabogal Dieguez en la pintura, Clorinda Matto de Turner en la literatura, el
cusqueño Carlos Daniel Valcárcel en los estudios etnohistóricos y otros. Aparecie-
ron para colocar al indígena como símbolo de la patria en construcción, teniendo,
además, a sus adversarios los “hispanistas” que renegaban de estas propuestas
y, más bien, miraban el pasado colonial con ojos nostálgicos. Fue todo un debate
de inicios de siglo. Por otro lado, los positivistas proponían una modernización
del país con una educación técnica para todos. Querían insertar al país en el “pro-
greso” a través del capitalismo, como fase previa a la industrialización. Proyecto
que se vio, lamentablemente, truncado por el ingreso de Augusto B. Leguía y la
1 Pedro Zulen, Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, Año I. N° 1, octubre de 1912, pp. 6 y 7.
2 González, Manuel. Pájinas Libres. Lima: Biblioteca Ayacucho, 1988.
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La propuesta liberal
Pedro de Pedro Zulen
S. Zulen
En esta sección detallaremos cómo Pedro Zulen indica que el papel del Estado
es importante en la protección del indígena. El liberalismo, como sabemos, co-
rriente europea, esencialmente anglosajona, que aparece en 1600 con John Locke y
todo un movimiento por contrarrestar el poder monárquico y equilibrar la gober-
nanza con un parlamento fuerte, con una serie de libertades comerciales, sociales
y políticas, es la expresión y la sensibilidad de una época.
En el Perú por una cuestión “imitativa” (revisar el libro ¿Existe una filosofía de
nuestra América? de Augusto Salazar Bondy) se desarrolló también una corriente
liberal entre nuestros pensadores, Raúl Ferrero lo clasifica en su libro El libera-
lismo peruano en tres etapas: la primera de “precursores”, en los que ubica a José
Baquíjano y Carrillo, Juan Pablo Viscardo y Guzmán e Hipólito Unánue, entre
otros, la segunda generación de los “republicanos”, en los que menciona a los
miembros del Primer Congreso Constituyente que expidió la carta de 1823, a don
José Faustino Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui y Francisco Javier de
Luna Pizarro y otros, y la tercera generación que tuvo su expresión en las cartas
de 1856 y 1867, entre ellos los hermanos Gálvez, Ignacio Escudero, Ricardo Palma
y Benjamín Cisneros.
A nuestro parecer, una nueva generación de liberales se vislumbra a inicios del
siglo XX en la Universidad de San Marcos, me refiero a las insólitas figuras de Pe-
dro Zulen y Joaquín Capelo, personas en el centro de la reflexión de este escrito,
como sus máximos representantes. Una generación de liberales que vivía en un
contexto distinto, difícil, que había hartádose de la hipocresía limeña burguesa,
centralista y colonial; apareció en un momento en el que la violencia hacia la po-
blación indígena era insostenible. Un liberalismo que exigía al Estado que cumpla
su papel como portador de los derechos que los ciudadanos le habían otorgado.
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Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos
Consideraciones finales
3 Ibid.
4 Ibid.
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La propuesta liberal
Pedro de Pedro Zulen
S. Zulen
su liberación.
Un aspecto que debemos considerar, es que ni Zulen ni Mariátegui ni González
Prada, anterior a ellos, dio cuenta de un país más diverso que el dualista: criollo-
indio, un país más bien heterogéneo (concepto que utiliza Antonio Cornejo Polar)
es el que ha movido la historia desde la colonia. Encontramos aquí a la población
africana llegada para sostener la economía mediante la esclavitud, a la población
china para reemplazar la mano de obra indígena (después de su breve “libera-
ción” en el gobierno de Ramón Castilla), grupos humanos que nunca fueron con-
siderados ciudadanos, y que ni siquiera estuvieron en el centro de la reflexión de
académicos o políticos.
Del mismo modo, la reflexión sobre la nación a inicios del siglo XX tiene una
larga historia desde la independencia, pues fue una ficción creada por burócratas
e intelectuales ligados al nuevo gobierno para homogeneizar a la población (en in-
tereses, ideas, actitudes, valores, etc) y legitimar su posición privilegiada. Es decir,
la utopía de la nación jamás pudo ser realizada ni podrá serlo en cuanto existe en
el Perú un conjunto de naciones unificadas en un gobierno, con leyes únicas para
todos, con características culturales distintas, este es el gran conflicto de hace 500
años reflejado hoy en luchas por la tierra, el agua y la vida.
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Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos
Bibliografía
Basadre, Jorge. Historia de la República del Perú, Tomo VIII-XI. Lima: Editorial Uni-
versitaria, 1970.
Cotler, Julio. Clases, estado y nación en el Perú. Lima: Instituto de Estudios Perua-
nos, 2005 (3° ed.).
Ferrero, Raúl. Liberalismo peruano: una contribución a una historia de las ideas. Lima:
Biblioteca de escritores peruanos, 1958.
Kristal, Efraín. Una visión urbana de los andes. Génesis y desarrollo del indigenismo en
el Perú de 1848 – 1930. Lima: Instituto de Apoyo Agrario, 1991.
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La propuesta liberal
Pedro de Pedro Zulen
S. Zulen
Salazar Bondy, Augusto. Historia de las Ideas en el Perú contemporáneo, Lima: Fran-
cisco Moncloa Editores, Tomo I y II, 1965.
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
EPÍLOGO
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Selección de escritos
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Pedro S. Zulen
Tras leer con atención las diversas partes de esta valiosa selección de escritos y
estudios complementarios, deseo manifestar en primer término mi saludo y com-
placencia de la constitución del Grupo Estudiantil de Investigaciones Filosóficas
“Pedro Zulen”, integrado por jóvenes sanmarquinos con quienes vengo trabajan-
do en los últimos años.
Este libro atestigua la seriedad con que estos estudiantes abordan su quehacer
intelectual, el ejercicio del análisis, la crítica y la formulación de propuestas. Han
comenzado por rescatar el acervo textual e imprescindible del joven heroico Pe-
dro Zulen, que en sus cortos e intensos 35 años produjo diversas obras, donde
destaca la crítica de la educación en el Perú de principios del siglo XX, mostrando
la pertinencia de la educación pragmática que estimula la iniciativa y el fomento
de la inclusión del indígena. Este volumen nos recuerda hoy las intervenciones de
Zulen –sus escritos y acciones– en favor de los pueblos originarios, fundadores
del Perú, que hasta hoy se mantienen todavía en un estado de exclusión.
Este saludo al Grupo Zulen expresa, asimismo, una bienvenida. Su acceso –con
este libro bajo el brazo– al espacio público: el de las ideas, los debates, la práctica
teórica y las propuestas de acción. Este es un territorio competitivo –como tiene
que ser– donde se espera los aportes de “los Zulen” al desarrollo del pensamiento
creador en el Perú, para reflexionar junto a las otras tradiciones de pensamiento:
“el mundo global de nuestros días y la ciudadanía planetaria”. Por eso, desde la
Fundación Inca Garcilaso de “Acción Intercultural por el Desarrollo Sostenible”,
apoyamos la publicación de este primer libro del Grupo Zulen.
Los estudios complementarios expresan con claridad el abordaje intelectual del
grupo.
¡Larga vida y obra a los Zulen!
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