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Pedro S.

Zulen

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

JOEL ROJAS HUAYNATES (EDITOR)


SEGUNDO MONTOYA HUAMANÍ
CARLOS REYES ÁLVAREZ

EN TORNO A
PEDRO S. ZULEN
SELECCIÓN DE ESCRITOS Y ESTUDIOS
COMPLEMENTARIOS

Universidad Nacional
Mayor de San Marcos
Fondo Editorial

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Selección de escritos

ISBN 978-612-46563-0-9
Hecho el Depósito Legal en la
Biblioteca Nacional del Perú Nº 2013-12089

Primera edición

Lima, diciembre de 2013

© Grupo “Pedro S. Zulen”


Email: pedrozulen@gmail.com
© Joel Rojas Huaynates
© Segundo Montoya Huamaní
© Carlos Reyes Álvarez
© Fondo Editorial de la UNMSM

Publicado con el apoyo de la Fundación Inca Garcilaso de la Vega.


Acción Intercultural por el Desarrollo Sostenible

Impreso en:
PARVIGRAF
R.U.C.: 10429687271
Jr. Rufino Torrico 462 Int.4 Lima 1

Edición y diagramación: Joel Rojas


joelix7@hotmail.com
Diseño de portada: Carmen Huancachoque
camiuch@live.com
Corrección de textos: Mabel Sarco
mabelsarco@gmail.com

Tiraje: 100 ejemplares

Impreso en el Perú

Queda prohibida la reproducción parcial o total de este libro


sin permiso expreso de los editores

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Pedro S. Zulen

ÍNDICE

Nota introductoria :
Raimundo Prado Redondez ................................................................ 7

Presentación del Grupo “Pedro S. Zulen”:


Joel Rojas Huaynates ..............................................................................9

Prólogo:
Rubén Quiroz Ávila ...............................................................................11

I. Selección de Escritos - Pedro S. Zulen


1. El pragmatismo en la educación ...................................................15
2. El problema nacional de la educación (5 partes) ............................ 20
3. Nuestro indígena y las conversaciones del “Centro
Universitario” .................................................................................... 41
4. Boceto de la perseverancia ................................................................. 47
5. La crisis filosófica contemporánea ................................................... 48
7. La ciencia, el arte y el ideal del educador ...................................... 53
8. William James (Síntesis de lectura) ............................................. 55
9. Pedantería y charlatanismo universitario ..................................... 59
10. Entre los aimaras de Chucuito ...................................................... 62
11. La Federación .................................................................................... 65
12. Una meditación en el 97° aniversario de la
independencia nacional .................................................................. 67
13. Harvard y San Marcos ...................................................................... 70
14. Revolucionarios; sí, revolucionarios .............................................. 74
15. ¡Destruyamos el latifundio! ........................................................... 75
16. Socialismo y problema social peruano .......................................... 76
17. Henri Bergson. Introducción de un estudio crítico sobre las
doctrinas del gran filósofo francés ................................................. 79
18. La modernidad de Kant ................................................................... 81
19. La personalidad de Bertrand Russell ............................................. 83

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Selección de escritos

II. Estudios complementarios

1. Joel Rojas Huaynates. Dominación, racialismo y centralidad en torno a


Pedro S. Zulen .............................................................................................. 91

2. Segundo Montoya Huamaní. Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis


sobre las posibles aproximaciones discursivas y vivenciales ........................ 105

3. Carlos Reyes Álvarez. La propuesta liberal de Pedro Zulen ..................... 119

III. Epílogo

Edgar Montiel ............................................................................................... 129

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Pedro S. Zulen

NOTA INTRODUCTORIA

El presente trabajo constituye básicamente un estupendo florilegio de textos


de uno de los más lúcidos filósofos peruanos: Pedro S. Zulen. Esta obra simboliza
la actividad académica grupal de los estudiantes de la Escuela Académica-Profe-
sional de Filosofía de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas que justamente
lleva el nombre de este imprescindible filósofo, que como bien los sostienen los
jóvenes investigadores, no ha sido lo suficientemente explorado y estudiado, a
pesar de su valioso aporte a la filosofía peruana y latinoamericana. Por ello, con-
sidero que esta clase de proyectos enriquecen la historiografía filosófica peruana
y, asimismo, alientan la investigación en nuestra universidad.

Dr. Raimundo Prado Redondez


Decano de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas
Universidad Nacional Mayor de San Marcos

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

PRESENTACIÓN DEL GRUPO


“PEDRO S. ZULEN”

Durante nuestras investigaciones en el Archivo Pedro Zulen, ubicado en la Bi-


blioteca Nacional del Perú, encontramos una nota de Zulen en la cual describía
una posible publicación de sus artículos enfocados en los problemas sociales y
políticos, titulado: “Gamonalismo y centralismo”. Por motivos que desconoce-
mos –pero, estamos seguros, fueron económicos– no pudo publicarlos. Fallece a
temprana edad en 1925 cuando tenía 35 años (el fatalismo peruano: Mariátegui,
Valdelomar, los hermanos Salazar Bondy, entre otros).
Nos interesamos por este filósofo sanmarquino después de revisar las inves-
tigaciones de destacadas figuras de nuestro país como José Carlos Mariátegui y
Augusto Salazar Bondy, así como actualmente Pablo Quintanilla, Augusto Cas-
tro, Song No, Wilfredo Kapsoli, entre otros. Estas indagaciones nos permiten dar
testimonio del potencial intelectual de Zulen y, sobre todo, de su agudeza crítica.
A partir de esto, se conformó un grupo de estudios en la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos, enfocado en la filosofía peruana y latinoamericana, que de-
nominamos “Pedro S. Zulen” en homenaje al gran filósofo peruano. A esto suma-
mos la significante dirección en nuestro camino académico del catedrático Rubén
Quiroz Ávila en cuyo seminario “Historia de la Filosofía Latinoamericana” pu-
dimos confluir nuestros intereses académicos. Los integrantes actuales del grupo
son: Cinthya Gonzáles, Javier Tong, Carlos Reyes, Segundo Montoya y Joel Rojas.
Uno de los objetivos de este grupo de investigación fue publicar los escritos
de Zulen. Pues, ya en el año 1944 hubo un justo reclamo de parte de Clodoaldo
Espinosa (poeta y escritor jaujino, amigo incondicional de Zulen) al mismísimo
Jorge Basadre (discípulo de Zulen) para que publicaran sus obras y se realizara
un homenaje en su alma máter San Marcos; lamentablemente no se logró realizar.
Sin embargo más adelante Wilfredo Kapsoli ha compilado algunos textos en su
libro El Pensamiento de la Asociación Pro-Indígena. Asimismo, en la revista Solar se
ha publicado la tesis de bachiller “La filosofía de lo inexpresable”.
Posteriormente, los homenajes fueron realizados en la Biblioteca Central en el
año 2002 por varios investigadores. Asimismo, el año pasado (2012) en la Facul-
tad de Letras se realizó una Jornada de Filosofía Peruana y Latinoamericana en
homenaje a Zulen, a cargo de nuestro grupo de estudios. Por tanto faltaba publi-
car una selección más extensa de sus escritos, de esta manera este proyecto intenta
honrar una deuda intelectual con Zulen por utilizar su nombre para simbolizar
nuestras aspiraciones e ideales. Ahora bien, el proyecto que exponemos consiste
en una selección de escritos que fueron reunidos de diversas revistas y periódi-

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Selección de escritos

cos. Y cuyo criterio de selección fue bosquejar su itinerario desde 1909 a 1924.
Además, se incluyen tres estudios complementarios de los integrantes del grupo.
Por otro lado queremos manifestar nuestra más profunda gratitud al Dr. Edgar
Montiel, al Dr. Raimundo Prado y al Mg. Rubén Quiroz Ávila por apoyar e in-
centivar esta humilde iniciativa. También agradecer a los profesores Pablo Quin-
tanilla, Song No, Wilfredo Kapsoli, Saby Lazarte y Augusto Castro que durante
su participación en el homenaje a Pedro S. Zulen nos dieron luces en nuestras
investigaciones. Asimismo, a nuestros compañeros: Héctor Rentería, Ana Lizeth
Sevedon, Gian Franco Sandoval, Alan Pelayo Soriano, José Luis Bulnes, Guillermo
Fernández y Carlos Enrique Álvarez por aquellas reuniones en torno a la filosofía
peruana y latinoamericana. Por último, reconocer infinitamente la colaboración
desinteresada material y espiritual de: Hilda, Yolanda y Nora Huaynates; María
Neciosup, Damiana Huamaní, Crisóstomo Gamboa, Hipatia Montoya, a lo lejos:
Alicia, Melisa Montoya, César Montoya, “Caliope” Menacho, Elvis Villanueva,
Flor Montoya, Liz Matos Berna, Manuel Cuipa y a mis abuelos, Zenaida y Maca-
rio, por su buen vivir.
Finalmente esperamos que esta investigación logre suscitar el interés de los fu-
turos investigadores ante el maremágnum de escritos perdidos o ignorados de la
filosofía en el Perú.

Joel Rojas Huaynates


Editor y Presidente del Grupo

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Pedro S. Zulen

PRÓ(LOGO)

El Grupo Pedro Zulen, cuyo nombre homenajea al filósofo peruano más audaz
del primer tercio del siglo XX, ha decidido, como consecuencia inevitable de su
persistencia en la investigación sobre la tradición latinoamericana, publicar una
serie importante de textos que consolidan el corpus filosófico peruano. Así, los
muchachos sanmarquinos, logran con brillantez, releer su propia memoria co-
lectiva intelectual y, sin remilgos, sugerir rutas de trabajo que dicen mucho de la
vitalidad del pensar y que auguran esplendor en parte del futuro peruano. Ya po-
demos hablar de una comunidad que interpela y propone horizontes dialógicos
desde un locus sin rubor y sin melodramas culturosos.
El activismo ciudadano y la agudeza creativa de Zulen, así como su profundo
compromiso con los marginados históricamente, su lucha permanente a favor de
los desposeídos, son una ecuación admirable de su conciencia cultural. Demues-
tra con lucidez que la filosofía tiene vasos comunicantes permanentes con las ne-
cesidades de transformación social, salvo una lectura falsamente desapegada de
la realidad o una posición cínica, que, valgan verdades, muchos aún practican con
insolencia. En la divertida y pintoresca tipología de aquellos que se dedican a la
filosofía como profesión hay sugerentes y provocadores perfiles. Desde el que se
cree a sí mismo como el actor principal de un filosofar universal, occidentalista,
supuestamente objetivo, que encarna el Espíritu, helenomaníaco y desdeñador.
Así, cual barata caja de resonancia, repiten acríticamente con la osadía del súb-
dito. Hay otro perfil de filósofo que busca, con alucinante insistencia, al Ser; en-
telequia algo complicada de encontrar en este mundo. También podemos hallar
con relativa facilidad al tipo de filósofo enmarañado y extraviado en capturar el
lenguaje o en extrañas y repentinas epojés ser iluminados por el fenómeno. Sin em-
bargo, hay filósofos, como Zulen, cuyas vidas son un testimonio de las complejas
y tortuosas maneras de hacer filosofía en el Perú, y cuya persistencia innegociable
asume que teoría y praxis son inseparables.
Saludo, así, a los integrantes de esta cohorte juvenil que edita estos textos, cuyo
ardor y sensatez permanente recogen la heredad espiritual del maestro de la filo-
sofía peruana.

Rubén Quiroz Ávila


Catedrático de Historia de la Filosofía Latinoamericana
Ciudad Universitaria, 2013

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

SELECCIÓN DE
ESCRITOS* 1

* Se han introducido algunas correcciones ortográficas por motivos de claridad para el lector, pero éstas
no modifican el contenido. También en algunos casos se ha agregado información entre corchetes.

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

EL PRAGMATISMO EN LA EDUCACIÓN*1

Bosquejo de una doctrina pragmática de la educación


La educación pragmática en el Perú

A Francisco García Calderón, con todo afecto.

En casi todas partes se reconoce que la educación no corresponde a la caracte-


rística del positivismo de nuestra época. Se constata generalmente, que el orga-
nismo educativo, lleva por lo menos medio siglo de atraso. Y esto, que si se toca
a países como el nuestro, sublevará el ánimo ver que los lugares que debieran ser
ocupados por el maestro educador de juventudes, formador del carácter y del
vigor intelectual, moral y físico de las nuevas generaciones, estén invadidos por
mediocridades irritantes, que conocen a la perfección ese arte criollo de la “vive-
za”. Apena al espíritu, por otro lado, que los defectos de la organización social,
obliguen a los alumnos a concurrir a esos cadalsos de sus espíritus, a esos campos
donde solo pudieron vencer aquellos que abdicaron del carácter que llevaron y
en quienes lograron cristalizarse los anhelos del profesor, de hacer del alumno
algo, poco menos, que un fonógrafo. Y ya sabemos lo que son cuando salen: “seres
sin virilidad, que por miedo a la lucha, no tendrán más que un objetivo: meterse
en cualquier oficina en que no hayan de reflexionar, en que no tengan que in-
quietarse por el mañana”. Aquí también son aplicables las palabras vertidas en
el parlamento español, en el último debate sobre cuestiones de enseñanza, por
un reputado escritor recientemente fallecido. Sostuvo el señor Perojo que “las
malas escuelas (como decía Pestalozzi) antes perjudican que benefician. Y más
vale tenerlas cerradas, que dejarlas haciendo daño a la educación”. Es verdad que
debemos reconocer, para no ser injustos, que hay maestros dignos de este nom-
bre, entusiastas y laboriosos, pero que constituyen minoría ínfima, que apenas si
pueden mantenerse independientes del terreno de las ambiciones pequeñas y de
las bajas intrigas.
Con el fin de remediar tal estado de cosas, constantemente se reúnen congresos
y abren enquêtes (encuestas), por los hombres superiores, que en toda época hay en
toda nación, preocupados del porvenir. Un periódico extranjero declaraba, hace
poco, con suma complacencia, que en Francia, hombres como Clemenceau, Ana-
tole France, Poincaré, Jules Lemaître –como se sabe de las creencias más opues-
tas– olvidaban las pequeñeces de partido, que los separan en la lucha cotidiana, y
encuentran tiempo para llenar con su obra personal el sentimiento de la juventud

* Publicado en tres partes en la revista El Hogar y la Escuela: núm. 4, febrero 15; núm. 5, marzo 1; y núm.
6, marzo 15 de 1909.

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Selección de escritos

y acentuar con su tributo, la trascendencia de la educación, la misión de la escuela.


Cada uno señala las ventajas del plan cuya adopción aconseja y los defectos de
los otros planes propuestos. Cada uno cree tener la verdad entre sus manos. Cada
uno se basa en determinada doctrina sociológica, olvidan todos que la Sociología
es una ciencia en pañales y que sus leyes son más relativas que las leyes biológicas
y sicológicas, las que a su vez lo son más respecto a las físico-químicas. Se reforma
continuamente los planes de estudio. Cada cambio de ministro, en la cartera de
instrucción significa una nueva variación en el organismo de la enseñanza pú-
blica. Pero, sea por la mala aplicación que se da a cada nuevo sistema, sea por la
ausencia de cooperación de los padres o tutores de los alumnos, sea en suma, por
la falta de ambiente preparado para recibir la reforma, el fracaso viene siempre.
Vamos, de este modo, de decepción en decepción, produciendo, con la disciplina
de esta experiencia diaria, el aumento constante de los escépticos y de los que
renuncian a la acción. Y así, el rebajamiento se va generalizando cada vez más.
Reaccionar contra esas tendencias, resistir a tales inclinaciones es a lo que con-
ceptuamos, se dirige a esa filosofía de la acción, que se conoce con el nombre de
pragmatismo.
Originario, etimológicamente, en un vocablo griego cuyo significado es: he-
cho, acto, acción. El pragmatismo es la filosofía de la acción de los hechos, de la
experiencia, de los actos de la vida práctica. Filosofía que viene desarrollando
con mayor amplitud William James, uno de sus más genuinos representantes en
la variedad del pensamiento contemporáneo. Hay varios sentidos de la palabra
pragmatismo. Nosotros, al bosquejar una doctrina pragmática de la educación,
lo tomaremos en el de su concepción de la verdad: “las verdades en particular y
la idea de verdad en general, son creadas por la ‘acción’, por la ‘práctica’, por la
‘vida’, y lo que nosotros llamamos verdad, es el carácter que presentan las creen-
cias más favorables a la acción, a la práctica, a la vida”; “una verdad será, en la
inmensa mayoría de los casos, lo que es útil, no solamente al individuo, sino a la
colectividad”; “la verdad de una idea no se distingue de su valor práctico”.
Es una filosofía que representa genuinamente el espíritu práctico que caracteri-
za al sajón. Quizá sí ha tenido mucha razón Mentré, al denominar al pragmatismo
como una filosofía de ingenieros, de clientes y de financistas, de frutos efímeros.
Claro es que aplicada a la ciencia, esta doctrina no es muy sólida. Pretender que
lejos de considerar en sí la verdad, en lo abstracto como en lo absoluto, debe juz-
gársela por sus consecuencias; que toda contemplación fría y desinteresada de
la verdad en sí, es una falsa esperanza; y, que el pensamiento es un acto, un pro-
ducto complejo, que sufre la reacción de todas las funciones vitales y psíquicas
y las expresa a su manera; es desconocer, como han observado los críticos del
pragmatismo1, que la ciencia, destacada de la esfera de la utilidad propiamente
2

1 Véase: F. Mentré, “Note sur la valeur pragmatique du pragmatisme”. Revue de Philosophie, 1907, G. Parodi.
“Le pragmatisme d’après W. James et Schiller”, Revue de métaphysique et de morale, 1908. Cantecor, “Le
pragmatisme,” L’ année psychologique contemporaine”. H. Poincaré, “La science et l’hypothèse”, “La

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Pedro S. Zulen

dicha, es un medio del desarrollo de la razón; que ella no es una simple provisión
de recetas. Cuya utilidad sería toda razón de ser; que el sabio no hace la ciencia de
manera arbitraria, pues “todo lo que crea un sabio en un hecho, es el lenguaje en
el cual lo enuncia”; que el carácter de la ciencia es esencialmente móvil, no estan-
do constituida para ella sino por “aproximaciones sucesivas, cuya convergencia,
como diría un matemático se acepta como un postulado”; que en fin, la verdad
encierra estas palabras, cuya mejor prueba es la misma historia de la ciencia que
Cuvier formulara, que Pasteur repetía con convicción y que hoy se relucen como
el arma más poderosa de la crítica antipragmática: “Las grandes innovaciones
prácticas, no son más que aplicaciones fáciles de verdades de un orden superior,
de verdades que no han sido buscadas con esa intención, que sus autores no han
proseguido más que por ellas mismas y únicamente llevados por su afán de sa-
ber. Aquellos que las ponen en práctica, no hubieran descubierto los gérmenes;
aquellos, al contrario, que han encontrado esos gérmenes, no hubieran podido
entregarse a los cuidados necesarios para sacar partido. Absortos en la alta región
a la que su contemplación les transporta, apenas se aperciben de ese movimiento,
de esas creaciones, nacidas de alguna de sus palabras. Esos talleres que se elevan,
esas colonias que se pueblan, esos navíos que hunden los mares, ese lujo, ese rui-
do, todo viene de ellos, y todo les es extraño. El día que una doctrina llega a ser
práctica, ellos la abandonan a lo vulgar; ello no les concierne más”.
Una doctrina pragmática de la educación, sí la creemos, no solo de mayor, sino
de incontestable solidez. Venga de la tradición, venga de los últimos progresos
científicos. La experiencia de todos los resultados, debe informar la educación,
desde el punto de vista pragmático. Hacer el mal más grande, quizás inconscien-
temente, a las nuevas generaciones, despreocuparse del porvenir de nuestros hi-
jos, sentar sobre bases inciertas, inseguras, el futuro bienestar individual y colec-
tivo significa el aplazamiento indeterminado de la solución, por no determinarse
a seguir un criterio definido en la educación.
La adopción de orientaciones definidas son propuestas siempre porque se cree
que después de la discusión vendrá la norma que se ha de seguir. Pero esos deba-
tes son estériles, por cuanto, como ya hemos dicho, cada pedagogo cree tener la
verdad entre sus manos, quiere imponer su ideal: es un exclusivista sugestionado
por tales o cuales ideas. Se olvida que “el ideal pedagógico (escribe un pedago-
go español) como concepción del resultado final a que el educando llegará con
el concurso de las diversas circunstancias que contribuyen a producir su desen-
volvimiento, tiene que ser indefinido, poco determinado y variable según el cur-
so y las circunstancias que ofrece el desarrollo de cada individuo. La educación
no puede proponerse la realización de un tipo humano perfectamente definido
en sus funciones y cualidades más elevadas y complejas. Además de que estas
cualidades y funciones son poco conocidas, en cuanto a su constitución y a sus

valeur de la science”, “Science et méthode”, etc. , etc.

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Selección de escritos

elementos íntimos; la educación solo puede influir directamente en una función


superior, cuando tal función aparece ya, ejerciéndose en forma bien visible. Mien-
tras esto no sucede, la acción pedagógica está reducida a obrar en las funciones
ya existentes, esperando a que las diferenciaciones y las complicaciones de orden
superior surjan como desarrollos naturales, sobre los elementos inferiores y por
una elaboración espontanea de ellos”.
La educación pragmática es esencialmente libre, con entera independencia,
sin prejuicios de ninguna especie; antidogmática, toma materiales de todas las
fuentes; no es sistemática ni doctrinal; selecciona los resultados de la experiencia;
escoge los que se presentan útiles para que la acción educativa reúna idoneidad,
eficacia y energía. En suma, todo lo que sirva de estímulo para que el trabajo cons-
ciente alcance, de manera racional, en cada instante de su evolución, intensidad y
variedad en el más alto grado.
En las discusiones sobre cuestiones educacionales, estamos en el peligro de
nunca acertar. El valor pragmático del pragmatismo en la educación es, eviden-
temente, no solo mayor que el del pragmatismo en la ciencia, sino que ambos se
contraponen. Por cuanto la educación pragmática, necesitando utilizar los datos
que, día a día, va suministrándole, podría no tomarlos de la ciencia, si ésta siguie-
se el criterio, de que una proposición que no engendra consecuencias prácticas,
no tiene sentido. Pues en la ciencia no se puede, como afirma Renán, predecir la
importancia práctica que el porvenir daría a lo que hoy no tiene aplicación inme-
diata, entendida en el sentido pragmático.
El valor de toda la educación pragmática está en que es más inmediata, más
conveniente, que cualquier otro de los exclusivismos sistemáticos. De acuerdo
con la sicología de cada individuo, ella utilizará del poder persuasivo de todas las
influencias sociales, económicas e históricas. La escuela, el colegio, la universidad,
los institutos técnicos, el taller, la conferencia, el libro, la revista, el periódico, el
buen ejemplo en el hogar y en el medio social, la naturaleza del medio físico,
serán todos los manantiales de que se aproveche la educación pragmática, para
que por la eficacia de ella; el hombre se eduque también, y sobre todo, a la edad
de la razón, por sí mismo, para que pueda él efectuar la cultura continua de su
conciencia moral.
El maestro pragmático deberá estar dotado de esa cualidad que Laisant consi-
dera como la primera virtud del educador2: saber sacar provecho de la gran curio-
3

sidad cerebral de que está dotado el niño. Debe reconocer que el niño es, a todo
hecho, rebelde a las fórmulas de nuestra lógica, a los razonamientos clásicos que
por hábito repetimos a menudo, empleando las mismas palabras con que nos han
sido enseñados. Debe tener en consideración que, respecto de las abstracciones,
el niño hace, de manera admirable, por sí mismo, todas las que le son necesarias;
pero que aquél, no comprende nada de aquellas que nosotros le aportamos ya

2 C.A. Laisant, “Première éducation scientifique”, Revue Scientifique, abril 1908.

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Pedro S. Zulen

hechas, las cuales son retenidas durante algún tiempo por el niño y nos la puede
repetir. Lejos de declararlo “buen alumno”, el maestro pragmático debe compren-
der que, en este último caso, ha atentado contra el desarrollo natural del cerebro
del niño.
Deberá, pues, apoyarse en el respeto a las leyes de la naturaleza, en un examen
constante del cerebro cuyo desarrollo se le ha encomendado. Empleará todos los
medios que tiendan a entretener y excitar, continuamente, su curiosidad nativa,
esto es, dejándole el placer de descubrir las verdades que se quiere hacerle cono-
cer. Deberá tratar, además, de tener pleno conocimiento de todas las influencias
que el niño reciba fuera de la escuela.
El doctor Capelo ha sido, entre nosotros, el único que ha mostrado ser prag-
mático, verdaderamente pragmático. En sus diversos trabajos sobre educación
ha tratado de llevarla a un terreno donde son aplicables con mayor eficacia las
doctrinas que predica el ya citado William James3. 4

Pero, para entrar de frente, en ese orden, al terreno de la educación nacional,


necesitamos hacer una previa labor de buena crítica, es decir que reúna saber, im-
parcialidad, inteligencia; una crítica como la que proclama Roosevelt, porque hay
que denunciar lo malo, vigorosamente y sin temores, y condenar a los hombres y
los principios perjudiciales. Necesitamos despojar la verdad de los velos que hoy
la cubren para que no maniobremos en falso. Pero el crítico debe ser hombre de
acción. Nuestros hombres y la juventud nos critican todo; hablan de la convenien-
cia de implantar grandes reformas, de adoptar grandes medidas; pero todo ello
no pasa de pura palabrería, engalanada de su respectiva retórica. Y en medio de
todas las censuras, los censurados hacen siempre lo que a sus intereses personales
conviene.
Hay dificultades en todas las carreras dice Omer Buyse, mas la sola irremedia-
ble es nuestra propia debilidad, nuestra impotencia de querer y perseverar hacia
el éxito. Reaccionar y luchar, pero luchar con inteligencia y firmeza, he ahí lo que
debe ser nuestra divisa.

3 Véase el trabajo del doctor Capelo publicado en las “Informaciones sobre la segunda enseñanza”, “El
problema de la educación pública” y “La vida intelectiva en Lima”, del mismo autor.

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Selección de escritos

EL PROBLEMA NACIONAL DE LA EDUCACIÓN1(Parte I) *


(Introducción al debate iniciado por el autor
en el “Centro Universitario”)

Aplicáos al estudio; trabajad por vosotros mismos; despojad


vuestro espíritu de todas las trabas que los prejuicios oponen a su
expansionamiento. Que vuestra conciencia sea libre, buscad lo verda-
dero con una buena fe absoluta y un espíritu de completa sinceridad.
No os dejéis guiar por algún otro interés que el de la verdad. Ella sola
debe ser vuestra ley suprema.
No seáis ni sectarios ni intolerantes. Formad vuestras con-
vicciones en el estudio y en el recogimiento. Que ellas sean serias y
razonadas. Una vez establecidas, tenedlas como el bien más sagrado.
Defendedlas con ardor y tomad la palabra siempre que la ocasión se
presente. Así, señores estudiantes, vosotros llegaréis a ser hombres,
ciudadanos útiles y devotos a vuestro país.12

Introducción
• Caracteres sociológicos del momento histórico actual.
• El problema de la educación y las preocupaciones de nuestro
tiempo.
• Necesidad e importancia de la injerencia de la juventud en el mo-
vimiento social.
• Efectos de su acción material y moral.
• Nuestra juventud y los problemas nacionales.
• Evolución de los caracteres de su sicología social.
• Los síntomas actuales.

La humanidad atraviesa hoy por un periodo de caracteres singulares. No hay en


los actuales tiempos de esas figuras que periódicamente vienen a dar direcciones
nuevas al pensamiento filosófico, a las investigaciones científicas o a las obras ar-
tísticas. No hay ningún Descartes, ningún Kant, ningún Newton, ningún Darwin,
ningún Miguel Ángel, ningún Wagner. No hay siquiera de esos espíritus de vas-
tas visiones generales como un Comte, un Taine o un Spencer. No hay siquiera

* Los siguientes cinco artículos forman parte de un estudio sobre la educación. Esta primera parte fue
publicada en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 26 de marzo de 1909.
1 Patriotisme & hérédité, discurso del rector de la Universidad Libre de Bruselas, M. Edouard Kufferath,
en la sesión de apertura del año académico 1904-1905. Rapport sur l’année académique 1904-1905, Bruxelles
1905.

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Pedro S. Zulen

de esas almas del apasionamiento por el estudio y la investigación positiva de un


Renán, un Pasteur, un Berthelot o un Lord Kelvin (William Thompson). No hay
ya de esos espíritus místicos, cuyo fanatismo haya ejercido tanta influencia, como
el Nietzsche de la religión de la fuerza o el Ruskin de la religión de la belleza; el
Tolstoy de la religión de la bondad ha llegado al ocaso de su vida para poder ar-
güir que nos pertenezca. Hombres tan admirados por el ardor de su misoneísmo
sectario no existen ya como Brunetière, tratando de renacer el ideal espiritualista.
No existen tampoco novelistas de la talla del Zola que desarrollara en toda su
amplitud el naturalismo que Flaubert introdujo con Madame Bovary. La potencia
fecunda y creadora de la imaginación de Julio Verne no tiene en los actuales fan-
tasistas de la ciencia, la genial originalidad del autor de Veinte mil leguas de viaje
submarino. En las esferas del gobierno ya no hay de esos grandes estadistas como
Gladstone, Gambetta, Bismark o Cavour. Genios guerreros que puedan colocarse
al lado de un Napoleón Bonaparte o un Moltke no hay tampoco.
Es verdad que existen en la actualidad hombres bastantes notables, pero parece
que en ellos se hubiera agotado ya el manantial de la inspiración. Boutroux des-
pués de haber revelado tan profunda originalidad en su contingentismo como
doctrina metafísica, hoy se dedica únicamente a hacer simples exposiciones de fi-
losofías ajenas. Burgeois, el filósofo de la solidaridad, no ha podido dar más de sí.
Ribot, que tanto impulso diera a los estudios sicológicos en Francia, hoy se halla
como paralizado en la dirección de la Revue Philosophique por él fundada. Y Foui-
llée, parece que con la publicación de su “Moral de las ideas fuerzas” ha cerrado
su carrera de filósofo, pues hoy se dedica a criticar en las páginas de la Revue Bleu
y Revue Scientifique, las tesis económicas del socialismo moderno.
¿Y qué diremos de las direcciones, en boga en el día, del movimiento filosófico?
¿Qué es el pragmatismo de James y Schiller, sino el viejo utilitarismo más o menos
modernizado?¿Qué es el criticismo científico de Poincaré, Duhem y Couturat, sin
uno de los matices de la filosofía de Pascal extendido al estado actual de la cien-
cia? ¿Qué son las doctrinas de Roosevelt sino la adaptación del individualismo
nietzscheano al actual momento histórico?
Para los pesimistas la humanidad retrocede. Para los optimistas vivimos
un tiempo de transición, preludio necesario de un mañana venturoso de ma-
yores y más elevados esfuerzos. Y mientras los primeros gritan: ¡degene-
ración! , los segundos se convencen cada vez más de la imposibilidad de la
retrogradación. ¿Retrocedemos? Imposible, responden. Si los pigmeos han su-
cedido a los gigantes, si no existen hoy, hombres “representativos”, –dicen–
es porque, al contrario nuestra época es “representativa”. Las obras colectivas
reemplazan la ausencia de obras individuales. La genialidad colectiva ha reem-
plazado al genio, dice Rossi. Mas entre las lamentaciones de los unos y el delirio
de los otros; a pesar del gigantesco desarrollo, como jamás se alcanzó, en todas
las esferas de la actividad humana; no obstante los esfuerzos de esos titanes del
pensamiento, consecuentes con sus ideales al no manifestarse nunca indiferentes

21
Selección de escritos

al malestar de las clases llamadas populares, éstas no han llegado a ser redimi-
das de su miserable situación intelectual, moral y económica. Entre los progresos
científicos e industriales y el actual estado social reina la más irónica discordancia,
tan admirablemente descrita por Max Nordau, y que diera lugar al anatema del
utopista de Resurrección, calificando de agentes corruptores a la ciencia y el pro-
greso. Y ¿cuál es la causa de ese profundo malestar? Grave la culpa a los defectos
de la educación, una educación que a la vez que mataba las individualidades, que
deprimía los caracteres, que debilitaba las energías, que inculcaba en los cerebros
una ciencia indigesta, especie de poutpourri que se hacía entrar de grado o por
fuerza, producía y desarrollaba en los espíritus una anemia de hipocresía, ini-
quidad y mentira. El autor de La sociedad futura conceptuaba que los directores y
explotadores habrán acabado cuando el número de individuos conscientes de su
ser, de su papel en la vida, de su fuerza y su voluntad, haya crecido. Reclus, ese
espíritu tan revolucionario, se lamentaba de la inconsciencia de la multitud en los
grandes movimientos que han tenido lugar hasta nuestros días y calificaba de ini-
cua la tarea de hacer revoluciones llevando al instinto por única guía. Hoy no tie-
ne razón de ser las que no sean conscientes y reflexionadas; para luchar es preciso
saber, –decía. “No es suficiente lanzarse furiosamente a la batalla como cimbros o
teutones, mugiendo bajo la adarga o con un cuerno de auroch; ha llegado la hora
de prever, de calcular las peripecias de la lucha y preparar científicamente la vic-
toria que nos traerá la paz social. La condición principal para asegurar el triunfo
es deshacernos de nuestra ignorancia”2.3
Y ¿cómo sacar fuerzas conscientes para estas luchas por la redención social, de
un pueblo que no ha recibido una educación que lo prepare? Chiapelli se atemo-
riza ante la posibilidad del triunfo del proletariado, mediante revoluciones vio-
lentas antes de que esté preparado y constituido civil y socialmente. Lo contrario
sería la sustitución de un amo por otro, el surgimiento de un nuevo despotismo,
como ya observaba Reclus, y en lo cual Spencer fundaba la aversión que por el
socialismo tenía.
Ante la urgencia de ese saneamiento ético-social por medio de la educación de
las clases inferiores, no son las tituladas dirigentes quienes han comprendido los
deberes que les incumbían. Es verdad que habían establecido escuelas. Pero el
ejemplo desmoralizador que venía de las alturas, destruía más tarde la acción que
aquella había podido ejercer sobre el niño. [Gabriel de] Tarde encontró en este
hecho uno de los más genuinos fenómenos sociológicos que le sirvieran para esta-
blecer las leyes de la imitación. Por herencia, por educación, por hábito, por los me-
dios que tienen en sus manos, por la satisfacción egoísta que les impide renunciar
al régimen a que están acostumbrados, en fin, por convicción propia, esas clases
dirigentes tenían necesariamente que seguir siendo indolentes y eternas explota-
doras de “la plebe”. ¿Ni cómo podían llevar a efecto esta urgente obra de higiene

2 Reclus, Evolución y revolución.

22
Pedro S. Zulen

ético-social quienes eran incapaces de higienizar por sí mismos su conciencia de


responsabilidad moral? Era ineludible, pues, que la juventud no invadida de vi-
cios, alimentada del ideal, sintiese la necesidad de realizar esa obra redentora que
la situación reclamaba. Y ¿cuál es el resultado de esa acción estimuladora de la
juventud? Es toda esa pedagogía democrática de la educación popular.
La irradiación imitativa ha llegado ya a estas repúblicas en que parece fenecer
el periodo de privilegio concedido a la anarquía. El último ejemplo que tenemos a
la mano es el establecimiento de la “extensión” por la juventud universitaria chi-
lena. Un joven iniciaba la idea en una conferencia dada en el mes de julio del año
próximo pasado, en la que después de mencionar la obra que había llevado a cabo
la juventud universitaria inglesa, sacando al obrero del atraso moral e intelectual
en que se encontraba; después de presentar esta tan grande y benéfica labor, como
el mejor ejemplo a la juventud universitaria chilena; después de hacer palpar que
el abandono en que se encontraba el pueblo era aprovechado por esos espíritus
malvados, agitadores de profesión que concluían por llevarlos a la revuelta enga-
ñándole con ideas falsas de bienestar social, terminaba señalando la aproximación
urgente de la juventud, amante de su patria, a la masa popular, el deber de contri-
buir a su educación, esforzadamente, poniéndose en contacto con aquella. La idea
terminó entre los entusiasmos juveniles y a los pocos días se daba comienzo a esa
obra tan patriótica como humanitaria. Obedeciendo a esa acción estimulante, “El
Mercurio”, de Valparaíso, decano de la prensa sudamericana, acaba de abrir una
biblioteca ambulante, con el fin de desarrollar en la multitud el espíritu de lectura.
Cuando se compara los orígenes de la educación popular con el estado a que
ha llegado actualmente en los países que marchan a la cabeza de la civilización,
obsérvase lo necesario que ha sido el que la juventud tomase injerencia en el mo-
vimiento social. Ejercitando a la vez una acción material y moral ha puesto ella
sobre el tapete la importancia del problema ético-sociológico, y su lugar al lado
del económico-social, viniendo a constituir fuerte y sistemáticamente esa segunda
educación del pueblo, de la cual, como ha dicho Fouillée, depende todo.
Nadie mejor que ese gran luchador que se llamó Juan Montalvo, ha expresa-
do la necesidad de acción social de la juventud en estas nacionalidades como la
nuestra. “Cuando los vicios invaden el pecho de los jóvenes en edad temprana,
decía, todo está perdido para el pueblo”. “Jóvenes, oh jóvenes, –exclamaba– nada
esperéis de los mayores; ellos no os ofrecerán sino depravación y cadenas: due-
ños sois de vuestro porvenir. En pueblos agraciados por la suerte con la libertad,
el pundonor y la ilustración, los hombres maduros son ejemplares respetables;
donde sometimiento vil, codicia, indiferencia por la cosa pública los infaman, la
patria nada tiene que esperar sino de los jóvenes: los libertadores nunca han sido
viejos”3.4
Después de la investigación social que hiciera González Prada, la única espe-

3 Juan Montalvo, Catilinarias.

23
Selección de escritos

ranza que queda a nuestro país está en la juventud actual. Pulir almas encalleci-
das en el egoísmo, en el vicio, y en el sectarismo misoneísta es obra materialmente
imposible. El mismo doctor Deustua, después de ratificar las aseveraciones del
ilustre pensador de Horas de Lucha, decía que: “Por mucha que sea nuestra deca-
dencia no debemos pensar en que todas las energías están agotadas, cuando con-
templamos ahora mismo espíritus jóvenes que hacen esfuerzos por vencer esa re-
sistencia, llevando a la corriente de la opinión pública nuevas ideas que rompen la
malla con que los viejos maestros tienen encerrada a la juventud que despierta”4.5
Hay que observar que el despertar de la juventud de ahora débese únicamente
a su autoformación intelectual y moral. Ojalá los jóvenes pudiéramos decir que
la escuela, el colegio y la universidad, han estimulado nuestras inteligencias, han
desarrollado nuestras capacidades. Quisiera estar en el error de declarar con toda
franqueza que no he aprendido nada sólido durante diez años de enseñanza pri-
maria, media y superior. Si mis palabras tuvieran autoridad, no vacilaría en per-
suadir a mis jóvenes condiscípulos, a mis amigos, de quien no deben esperar nada
fuera de una autoeducación. “Se ha observado, decía Spencer, que los niños cuya
inteligencia habían como adormecido los métodos escolares –con las fórmulas
abstractas, el abuso y el hastío del estudio– renacían vigorosamente a la vida in-
telectual tan pronto como cesaban de ser puros recipientes pasivos y entraba en
ejercicio su actividad”5.6 Y considerando la actualidad pedagógica nacional, una
juventud que no está educada por sí misma, no podrá, indudablemente, inculcar
hábitos de autoeducación en las masas populares, ignorantes de su eficacia, ni
prepararlas para una vida social superior.
El porvenir del Perú depende únicamente de los jóvenes que más tarde for-
marán sus nuevas clases dirigentes, pero de los jóvenes meditados, aspirantes y
altruistas. Y una autoeducación puede darles, a mi juicio, esas tres cualidades.
Esto no significa que los establecimientos de enseñanza deben suprimirse, porque
decir que son completamente inútiles, sería hacer una afirmación gratuita. La efi-
cacia de la educación de sí mismo, como acaba de demostrar el doctor Dubois6, no 7

puede comenzar más que en la edad de la razón.


Una defectuosa educación dada en los institutos docentes, que atrofiaba el es-
píritu crítico naciente por un absurdo y estrecho memorismo, y que no fabricaba
más que empleómanos78y diplomados sin iniciativa, educación a cuyo desarrollo

4 El problema de la educación nacional, Callao, 1905, pág. 45.


5 Spencer, Educación intelectual, moral y física, pág. 130.
6 P. Dubois, L’education de soi-même, París, 1908.
7 Uno de los jóvenes más preparados de la nueva generación intelectual del Perú, el señor don José de la
Riva Agüero, nos ha hecho a este una objeción. Según él, la empleomanía tiene que ser necesaria aquí
cuando los jóvenes no poseen medios para vivir o porque [una] vida industrial que aquellos puedan
actuar no la hay. Yo diré que ella no tiene más que fundamento en apariencia muy sólido. Me encuentro
más convencido de lo que sostengo. Para demostrarlo permítasenos una comparación: en Estados Uni-
dos los jóvenes de las clases acomodadas son lanzadas a la vida industrial directamente; unos mediante
capital prestado por la familia; otros, destinándose en algún empleo, pero o para, en virtud de sus
aptitudes, subir poco a poco a los empleos más elevados o haciéndose efectivo el hábito del ahorro para

24
Pedro S. Zulen

cooperaba erróneamente la familia, ha impedido hasta hoy la existencia de juven-


tudes conscientes de sus deberes sociales. Todo estaba hecho de tal manera que
los resultados no podrían ser otros. Hasta el medio físico, según las observacio-
nes de Unanue, convidaba a la inacción completa. Lejos de tratar de elevarse, de
salir de ese rebajamiento general, no se tendía más que a un fin: “no desentonar
en medio de la borrosidad circundante (Grave)”. Hoy, gracias a una evolución
operada por un reducido grupo de hombres de élite nacionales, hay una intelec-
tualidad juvenil que día a día engrosa más sus filas, que lee y medita y de la que
los problemas nacionales constituyen palpitante preocupación. Lo único que hay
que desear ante esos síntomas consoladores es que siempre sea sincera, que no se
envanezca nunca y que sea capaz de conducirse a la acción inteligente, de lo con-
trario, sería “digna de merecer la muerte (Manuel Ugarte)”. Un joven por quien
siento tanta simpatía escribía hace poco en una notable tesis universitaria: “Tarea
más elevada y eficaz, y también más activa y afanosa, incumbe a la actual juven-
tud. No nos reduzcamos a deplorar el mal: realicemos el bien, no nos empeñemos
en destruir: edifiquemos. No creamos cumplido nuestro deber cuando hayamos
denunciado lo ruinoso o lo podrido, o lo que tal se nos imagina si no lo reempla-
zamos con cosas mejores. En vez de arrojarnos mutuamente al fango, unamos
nuestros esfuerzos, y veamos si todavía se puede salvar algo de este naufragio de

independizarse más tarde y ser patrón o propietario. Este segundo caso es el que pasa también en los
que proceden de las clases populares. Así la intensa vida yanqui es producto de una virtud, la virtud del
egoísmo. Pero hay que tener en consideración que allí es la escuela la que desarrolla el espíritu de inicia-
tiva, de empresa y el deseo de aspirar que estimula el ejemplo de los archimillonarios. A esto se une no
solo la cooperación egoísta de la familia, sino su despreocupación saludable; de tal manera que si des-
pués de conseguido por aquella un empleo para el hijo, y si el comportamiento de éste es malo, la familia
se desentiende y lo abandona a sí mismo para no fomentarle el desarrollo de su mal comportamiento.
Aquí no pasa esto sino todo lo contrario. Obsérvese profundamente toda nuestra sicología social y
se verá que directamente depende de la defectuosa educación que se da a la juventud en la escuela,
colegios y universidades, a la cual coopera intensamente la familia, e indirectamente de la defectuosa
educación recibida por nuestras clases ricas. Aquí el movimiento industrial comparado con el de la Gran
República no existe. Pero podría ser mayor que la actual, si los ricos diesen el movimiento a sus cauda-
les. Aquí el ahorro, lejos de existir en las clases medias y populares, existe en las ricas; lo cual es un grave
defecto. Esta última opinión no es mía. Es de Ruiz de Berenguel, que tanto conoce de esas cosas, véase
su artículo “Paradojas económicas” en la “Gaceta Comercial” de julio de 1908.
Y ¿a qué se debe esto? Aquí ha dominado siempre un gran materialismo económico. Pero en la edu-
cación defectuosa que no estimula la iniciativa sino al contrario la atrofia, debe buscarse la génesis fun-
damental de tal fenómeno. Vemos, por ejemplo, que existen en nuestras costas hacendados que poseen
grandes extensiones de terreno, en que no se cultiva, no por falta de recursos, ni por falta de agua, sino
por su ignorancia, por la educación rutinaria que han recibido no se les ha ocurrido estudiar para ver
que podían aprovechar de mayores cantidades de ese líquido, si hubieran hecho repartición científica
de las aguas.
Otro hecho que revela más los defectos de la educación que recibimos es el siguiente: Le dije hace poco
a una persona que posee capital, que estableciese en Lima el lavado y planchado de ropa. Le manifesté
con números que se podía lavar más económicamente que como se lava hoy en Lima, así como las ga-
nancias pingües que podía obtener. ¿Saben Uds. qué me respondió? que sería falso lo que se le proponía
porque si fuera cierto alguien lo hubiera hecho ya. Y el espíritu de empresas, de iniciativa, es tan franco
aquí, que es muy corriente oír por ejemplo, la exclamación: -¡Ay! ¡si yo me sacara alguna suerte, lo pri-
mero que haría es comprar una finca!

25
Selección de escritos

ilusiones y esperanzas que se llama historia de la República del Perú”8. 9

Hay que ser consecuente con lo que se escribe. Por eso venimos hoy a este re-
cinto no con la pretensión ridícula de dar solución concerniente a un problema
tan complejo y difícil de resolver como el de la educación nacional, pues aun en
el caso de que pudiéramos dársela sería inútil mientras no haya salido del terreno
técnico. Lo que los jóvenes pretendemos ahora, al iniciar estas conversaciones es,
como medio, a la vez que definir nuestro criterio y regla de acción al lado de aquel
trascendental problema, aprender a discutir; y como fin, acostumbrarnos a lo que
no estamos acostumbrados: a hablar en público, para poder llevar a efecto esa
obra que constituye uno de los fines de esta institución, la extensión universitaria.
De allí, también, que deseemos, que queramos que vengan aquí todos aquellos
mayores que nosotros , profesores o intelectuales, que a la vez que ilustren y den
seriedad a estas conversaciones, prueben con su presencia que nos acompañan en
esta obra modesta que nos hemos impuesto. Ese será el mejor aliento que poda-
mos recibir.

8 José de la Riva Agüero, Carácter de la literatura del Perú independiente, pág. 214.

26
Pedro S. Zulen

EL PROBLEMA NACIONAL DE LA EDUCACIÓN (Parte II) *


La educación nacional desde los tiempos incaicos
hasta el periodo contemporáneo

No podemos conocer el presente sino por el pasado.


Para comprender las grandes cuestiones pedagógicas
actuales, es indispensable estudiar las evoluciones de
la educación a través de las edades y los pueblos.
Carlos Octavio Bunge, Evolución de la educación

En un país aislado como el Tahuantinsuyo, dotado abundantemente por la natu-


raleza de todo cuanto el hombre podía desear, era lógico que existiera el régimen
comunista. Tan aislados estuvieron que nunca pudieron imaginarse la existencia de
otras civilizaciones. Tan pródiga fue la naturaleza que las provisiones sobraban y el
uso doméstico de los metales estaba tan extendido. No había pobres en el sentido
que hoy damos a la palabra. La caridad privada no se conocía. A esto se unía el
fomento constante del espíritu de la comunidad, mediante festines colectivos, cuya
celebración periódica era ordenada por una ley. No había descontentos de su suer-
te. Era, pues, un comunismo absoluto.
La ausencia de estados adyacentes rivales, de las respectivas luchas industria-
les y del pauperismo, pudo conservar aquel régimen comunista y dentro de él, el
estancamiento de la vida social, “la supresión del pensamiento, la muerte del yo
(Proudhon)”. La educación propiamente dicha no existía. Los niños del pueblo se
habituaban a la vida únicamente en las costumbres del hogar. Escuelas solo había
para la juventud de las clases privilegiadas. La función de esos establecimientos
era la de instruirla para el preciso ejercicio de los puestos religiosos, políticos y
militares. El carácter de esta enseñanza era empírico. Y toda ella no era más que
una simple codificación de máximas, prácticas y ceremonias con un complemento
rudimentario de quipus, lengua e historia. Esta enseñanza debió ser tan mecánica y
tan primitiva y el uso de los placeres sería tan excesivo en todos los individuos de la
clase noble, que no puede imaginarse uno la posibilidad de atrofiamiento universal
de las facultades intelectuales de allí que no tuvieran escritura y el atraso en materia
de ciencia e industrias era verdaderamente lamentable. Esto nos permitirá inducir
un hecho probable.
El cultivo de la ciencia pura era para Descartes el medio más eficaz para el desa-
rrollo de la razón. Esta opinión ha sido relucida últimamente por Boutroux como
arma condenatoria del concepto pragmatista de la ciencia1. Razonar es pasar de una
10

proposición establecida a otra por establecer, es extraer un juicio nuevo de uno o

* Segunda parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 30 de marzo de 1909.
1 Boutroux, “La Philosophie de l’action” en Science et Religion dans la philosophie contemporaine, París 1908.

27
Selección de escritos

varios existentes. Y como la evolución de la ciencia no es sino el paso de explicacio-


nes más relativas a otras menos relativas, fomenta y desarrolla necesariamente esa
actividad intelectiva que caracteriza al sabio y que más tarde tiene que repercutir
ventajosamente en el medio social, haciendo progresar las industrias y extender el
comercio. “La ciencia, activa y cultiva directamente la facultad de la observación
que en muchas personas permanece dormida durante la vida entera; la fuerza a
una justa y rápida generalización, y da al entendimiento el hábito del método y
del orden orgánico. Acostumbra a los jóvenes a señalar la sucesión de la causa al
efecto, los familiariza con una manera de razonar que les interesa y que pueden
comprender prontamente; es quizá el mejor correctivo de esta indolencia, vicio de
los talentos medios despiertos, hostiles a todo esfuerzo que no sea, como el de la
memoria, simplemente mecánico”2.11
Todas estas consideraciones nos hacen pensar que los antiguos peruanos cons-
tituyeron una raza embrutecida, que no vivía más que del puro instinto. El medio
intelectual, moral y físico no ejercía sobre el indio la influencia educativa más mí-
nima que tendiera a combatir los caracteres de la herencia. Solo allí pudo tener ella
la importancia que Darwin le concediera. Las pocas evidentes variaciones del azar
biológico, que indudablemente las hubieron, serían muy débiles, pues eran pronto
exterminadas por inconsciente adaptación biosicosociológica. Allí donde no había
lucha por la existencia ni en el sentido darwiniano ni en el de Le Dantec3, la evolu- 12

ción no era posible. Y como según Binet4,13el razonamiento es condición necesaria


de la lucha por la existencia, la actividad mental en sus formas superiores no pudo
existir. Con razón Wundt conceptuaba el espíritu como una cosa que razona.
Evolución y genialidad son sinónimos, dice Max Nordau5,14queriendo explicar
con esto que las mutaciones orgánicas se deben a “cierta libertad del desarrollo, una
tendencia de desviarse del tipo de raza”. Es decir, que existe esa aspiración en el
individuo, ese effort vers la vie de Richet6 a variar de rumbos, de métodos. Ya pode-
15

mos imaginarnos lo bestializados que fueron los pobladores del Perú pre-colonial.
Manco fue sin duda un individuo, jefe de alguna tribu, dotado de cualidades ex-
traordinarias por uno de esos azares de la anfimixia de existencia tan posible7. Era 16

indudablemente un meneur, de gran poder fascinador, poseyendo la chifladura del


poder, de las riquezas, del mando de todas las tribus; pero inteligentemente –en el
concepto de su época– pudo idear un vasto plan que mantuviese de manera estable
ese orden característico de la organización incaica. Con gran intuición, descubrió el
medio de cautivarlos inventando la tradición del dios sol8. La circunstancia de ser
17

2 Citado por Lubbock en La dicha de vivir.


3 Le Dantec, La lutte universelle, cap. III.
4 Binet, Psychologie du raisonnement.
5 Max Nordau, Psicofisiológica del genio y del talento.
6 Ch. Richet et Sully Proudhomme, Le problème des causes finales.
7 Le Dantec, Traité de Biologie, libro II.
8 Esta suposición no deja de ser posible cuando se considera que ninguna innovación es impuesta por la
fuerza sino por su persuasividad; ella es el capricho de una élite antes de ser un deseo del público – Tar-
de, Les lois sociales…

28
Pedro S. Zulen

jefe de tribu y la consabida tendencia al fanatismo, de las multitudes de entonces,


pudo favorecer los anhelos de Manco, para establecer ese comunismo que debió
existir antes en estado más rudimentario9. Egoísta por naturaleza Manco, para que
18

la dinastía fundada pudiera mantener su duración, tenía que reglamentar las cosas
de tal manera que ese estado se conservara indefinidamente. De allí que la legis-
lación ordenara que solamente se instruyese a la clase noble. La naturaleza de la
instrucción mecánica que recibían, reducida a lo estrictamente necesario para el
ejercicio de las funciones que tenían que llenar durante su vida, la inmutabilidad
universal del medio ambiente y el tiempo desocupado, gastado todo en los place-
res, la satisfacción y el orgullo que da el poder, no dejó momento para que los diri-
gentes pensasen sobre los acontecimientos que pasaban alrededor de ellos además,
de la estricta observancia de las leyes, no podían darse, en fin, lugar para el cultivo
desinteresado de las ciencias puras. De allí que las operaciones intelectuales, en las
que solo el espíritu interviene, como el juicio y el razonamiento, permanecían ador-
mecidas durante la vida. El deseo de saber y de comprender no lo conocieron o por
lo menos no respondía a una necesidad imperiosa.
El mantenimiento de tal situación era de interés vital para la nobleza. En una
ignorancia absoluta, ocupado todo su tiempo en los usos de la vida, impedido de
toda lucha para la satisfacción de sus deseos fisiológicos, embrutecidos por las be-
bidas y las comilonas de festines tan seguidos, las clases bajas se animalizaron y
su grado de animalización sería tan grande que no es posible imaginárselo. Estos
seres nunca pudieron experimentar más que las primeras satisfacciones del instinto
animal. Su vida no pedía algo más noble, estaba encallecida en aquel, y la inercia
del bruto era el sueño en que dormitaba el ser.
Y no es exagerado juzgar así a nuestra raza aborigen cuando se considera que
un imperio de diez millones de habitantes pudo ser desorganizado y vencido por
ciento setenta españoles. La intromisión de una cultura extraña de una manera tan
violenta, su imposición inmediata dio al traste con ese comunismo envilecedor. Los
9 El señor José de la Riva Agüero cree que Manco “debió de ser un jefe bárbaro, fundador de una dinastía,
caudillo de una tribu belicosa; y nada más”. El señor Víctor Andrés Belaúnde, en su tesis para el docto-
rado en Jurisprudencia, resume la hipótesis de Markham, que en el fondo tiende a no suponer diferencia
esencial entre los tiempos preincaicos y los incaicos. Es la tesis de la imposibilidad de las transformacio-
nes sociales bruscas.
“El señor Markham sienta la hipótesis de la existencia de un imperio anterior al incaico, de que forma-
ron parte las diferentes tribus que después compusieron el Tahuantinsuyo. Así se explica la facilidad con
que los incas establecieron su sistema de religión y de gobierno. “Las naciones subyugadas hablaban
dialectos de la misma lengua y heredaron muchos usos e ideas de los antiguos conquistadores”…”El
desenvolvimiento del Perú se ha debido a factores internos”. “El especial interés que tiene el estudio
de esta civilización consiste en el hecho de que se desarrolló por sí misma; hasta el punto de que puede
sostenerse que no recibió ni ayuda ni impulso de contacto extraño” (“El Perú antiguo y los modernos
sociólogo, pág. 39”).
Nosotros hemos supuesto, sin tener razones para pensar con el señor Markham, simplemente que
hubo un comunismo más rudimentario, anterior al periodo incaico. De todas maneras, aprovechamos la
ocasión, para declarar que nuestra disertación sobre la evolución de la educación nacional tiene no solo
defectos, sino que es deficiente. En la próxima revisada que haremos, con el fin de publicarlo en folleto,
trataremos de enmendar ambas cosas.

29
Selección de escritos

españoles, con audacia y energía inherentes a todo conquistador, sin otro espíritu
que el de enriquecerse a toda costa, al encontrarse ante una raza tan degenerada, tu-
vieron sucesivamente que seguir métodos que han censurado hasta la exageración
todos aquellos que se han ocupado del Perú colonial, como si no fueran productos
de una lógica social.
Durante el virreinato una defectuosa educación desarrolló la vida de aparato, sin
fondo, pero con bastante forma, en los jóvenes que podían ir a la escuela, al colegio y
a la universidad, la aspiración era diplomarse, ser doctor. Esta tendencia, cuya insa-
nidad señalara el actual Ministerio de Instrucción en discurso memorable10, reducía 19

todo el mecanismo pedagógico a una simple preparación para los exámenes. El


carácter lejos de estimularse era rebajado, debido al uso de castigos vejatorios. El
régimen de la enseñanza pública era un rutinarismo escolástico del que son conse-
cuencias el estado intelectual tan deplorable del coloniaje. La mujer, y solo, la perte-
neciente a las clases acomodadas recibía en los conventos una educación religiosa,
y toda la instrucción estaba reducida al aprendizaje del catecismo y los rezos con su
poco de costuras y bordados.
La raza india no relegaba a otro papel que el de las “bestias de carga”, víctima de
la explotación ilimitada de los conquistadores, siguió tranquilamente su senda de
inconsciencia e instintos propios de la animalidad, ejerciendo así sobre el español
un efecto que el doctor Wiesse no pudo menos que calificarlo de funesto. “La vista
de una raza siempre dominada, sin iniciativa propia, la facilidad con que la hace
servir a sus ambiciones resiente su moral, porque es ley sin réplica que quienes se
hacen servir de los vicios de los demás, vuelven contra sí propias las armas con que
establecieron su superioridad”11.20
Vino la emancipación, producida ésta, no porque los explotados tuvieran con-
ciencia de sus derechos, sino por la acción de una élite de meneurs, que sugestio-
nados a su vez por ideas revolucionarias de 1789, vinieron a independizarnos del
dominio ibérico12.21
Al hacer el balance de la Revolución Francesa, Taine constató que las pérdidas
habían sobrepasado a las ganancias. Y si por lo menos, no ha tenido aquí los carac-
teres de aquella, la emancipación no ha sino débilmente equilibrado los gastos. Las
cosas hubieran pasado de otra manera, si el cambio de la forma política hubiera
sucedido el de la naturaleza de la herencia sicológica que recibiera la República.
Pero que esto sucediera era lógicamente imposible; de allí que hombres como don
Bartolomé Herrera y don José Gálvez, solo pudieron ejercer acción muy limitada y
momentánea, contra el materialismo reinante, la desmoralización contagiosa de las
clases dirigentes y el caudillaje ambicioso que caracteriza el periodo independiente.

10 M. V. Villarán, Las profesiones liberales en el Perú, Anales Universitarios, tomo XXVIII, Lima 1901.
11 Anales Universitarios, tomo XIV, Lima 188, pág. 215.
12 En un artículo inédito que debe aparecer en el primer número de la revista Contemporánea, trato de pro-
barlo con argumentación.

30
Pedro S. Zulen

EL PROBLEMA NACIONAL DE LA EDUCACIÓN


(Parte III) *22

La supresión de los males de la sociedad no puede hacerse de golpe, súbitamen-


te. Lo que hay que modificar, como dice Fouillée, es la naturaleza humana, poco
a poco, alumbrándola por la ciencia y moralizándola por la educación. Durante la
República pudimos haberlo hecho, si los que tenían la función de educar hubieran
comprendido el alcance de su misión social. Una ausencia completa de educación
y una instrucción apolillada, metodizada por una paporreta monstruosa, fabri-
caba hombres sin carácter, hipócritas, sin aptitudes, incapaces de iniciativa, iban
más tarde a vegetar en la empleomanía. Toda esta plétora de diplomados cuyo ca-
rácter principal era la petulancia, ocupaban cuanto puesto público, habido o por
haber, existía. La empleomanía no era aquí medio sino fin. El favor, la adulación,
los servicios prestados al caudillo triunfante, las intrigas, etc., era lo único que
guiaba el reparto de los ministerios, representaciones a Congreso, vocalías de las
cortes de justicia, cátedras universitarias, asignaturas de colegios, concejalías mu-
nicipales, etc. Lógico, pues, era que toda la actividad nacional no fuera conducida
sino en un camino ininterrumpido de errores y desatinos, que no hubieran resul-
tado tan garrafales y calamitosos si hubieran provenido de gente saneada, moral
e intelectualmente, y no de estos parásitos. De allí la gran verdad que veo en los
siguientes párrafos del discurso académico de la apertura del año universitario de
18881, discurso que, pronunciado por el doctor don Antenor Arias, entonces sub-
23

decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Administrativas, produjo, según el


doctor Salomón2, impresión honda en los círculos de la enseñanza pública.
24

“El movimiento político social de 1854 nos trajo como una consecuencia la nece-
sidad de disipar el caos en el que hasta entonces se hallaba envuelta la enseñanza
de las ciencias y de las artes en el Perú. El reglamento que se expidió introdujo el
orden y la unidad en los estudios y el dio a estos la extensión y el desenvolvimien-
to exigido por los adelantos de las ciencias modernas.”
“Pero si bien fue este un gran paso en el camino de las reformas y una exigencia
de la cultura nacional, las prácticas absorbentes y centralizadas de los gobiernos
de esa época, hicieron completamente ilusorias los efectos que dicho reglamento
estaba llamado a producir en el país. La dirección general de estudios en la capital
y las comisiones de instrucción en los departamentos, eran las instituciones crea-
das para velar por su observancia; pero como sobre ellas el Gobierno se reservaba
un poder discrecional y amplio, resultó, al fin, lo que naturalmente debía aconte-

* Tercera parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 31 de marzo de 1909.
1 Anales Universitarios, tomo XVI, Lima 1890.
2 Véase la Memoria del Decano del Ilustre Colegio de Abogados, Lima 1907, pág. 42-43.

31
Selección de escritos

cer. Cada uno de los gobiernos que se sucedieron principió a derribar el edificio
levantado por el anterior, dejando al reglamento reducido a un cuerpo informe y
a la instrucción convertida en un verdadero caos.”
“Cada ministro se creía autorizado a modificar el plan de estudios para abra-
zar tal o cual carrera, guiándose por caprichosas aberraciones u obedeciendo a la
vanidosa pretensión que busca solo los halagos efímeros de la novedad, hasta el
punto de que no pudiesen prever los escolares cuáles habían de ser los cursos del
año siguiente en esa vorágine reformadora.”
En cuanto al carácter de la enseñanza, el malogrado doctor Arias tuvo en su
discurso la siguiente opinión crítica:
“En materia de enseñanza primaria, el Estado no debe temer gastar en ella so-
brados caudales: todo gasto es evidentemente productivo. La escuela es el centro
más poderoso de donde irradia la civilización sin obstáculo que la desvie. Im-
plantada en todo el territorio y hasta en los confines más apartados de la aldea, es
favorecer la producción nacional, hacer innecesaria la administración de justicia
en materia criminal, economizar la cifra de los ejércitos: en fin, contribuir en todas
sus fases a la mejora del progreso nacional.”
“Todo sacrificio que se haga en este género de instrucción tiene, pues, que ser
fecundo en resultados.”
“Los que hayan recibido la instrucción primaria y aspiren a más alto grado en
la escala del saber, débanlo a sus propios esfuerzos y no impongan al Estado una
obligación contraria a las conveniencias de éste.”
“Crear colegios de instrucción media en las capitales de departamentos y en las
de algunas provincias, fomentarlos bajo el sistema de una enseñanza especulati-
va, con las contribuciones indirectas señaladas para tal objeto, es, a mi juicio, por
las condiciones especiales de nuestro país, proceder con muy pocas esperanzas de
un cumplido acierto.”
“La juventud que sale cada año escolar de esos planteles, no toda aspira a llegar
al término de una carrera. El tiempo de estudio los aleja considerablemente de
los umbrales de la adolescencia: y esos hombres ingresan a las agitaciones de la
vida activa con solo el caudal de una preparación incompleta y sin término de
aplicación. Provistos de un diploma, con la inteligencia llena de matemáticas, de
abstracciones filosóficas y de algunos años sacrificados al latín, ¿Qué puestos les
daríais en la sociedad para que llenasen las exigencias cada vez más apremiantes
de la época actual?”
“La agricultura les es completamente extraña; el comercio requiere una pre-
paración especial; y las industrias necesitan reglas asociadas al rudo y penoso
aprendizaje.”
“En vez de conseguir elementos útiles y de crear e impulsar fuerzas producto-
ras, solo se obtiene la educación de inteligencias sin aplicaciones ventajosas; solo
se crea verdaderos parásitos, a quienes por defecto de instrucción se les impide
la entrada a profesión alguna; no tienen ante sí más horizontes que las oficinas

32
Pedro S. Zulen

del Estado, a donde penetran por todos los medios, sin economizar para ello el
trastorno y la revuelta.”
Se observa en estos párrafos, del referido malogrado doctor Arias, al lado de
esa profunda verdad que revela, una substracción imposible a la manera como
siempre se han discutido los problemas de la enseñanza en el Perú. Ese modo tan
arraigado que caracterizaban la génesis de las reformas de la instrucción pública,
lo encuentro nítidamente expresado por el presidente de esta institución en su
reciente tesis universitaria sobre la reforma sobre el profesorado secundario. “Los
ministerios de instrucción y los consejos de educación que hemos tenido –ha di-
cho el señor Óscar Miró Quesada– se han reducido casi por completo a redactar
programas extensos y detallados y más o menos arbitrarios. La vida pedagógica
de esas instituciones, se reducía a discutir si en la enseñanza secundaria debería
enseñarse latín o lenguas vivas, si convenía la bifurcación o paralelismo, si la es-
pecialización o la generalización, etc., etc., pero como descuidaban el verdadero
instrumento de la educación, es decir, el profesor, el resultado era que ya fuera
clásica o moderna la enseñanza oficialmente aceptada, bifurcada o paralela, gene-
ral o especializada, de cuatro o de seis años de duración, con programas analíticos
o sintéticos, la instrucción considerada en sí misma era tan mala como antes, por-
que no se sabía enseñar a los alumnos las materias contenidas en los programas
adoptados. Este programismo, esta creencia en la eficacia de las leyes y de las re-
glamentaciones oficiales para modificar y mejorar la educación, no es un error ni
exclusivamente pedagógico ni únicamente nuestro; existe en casi todos los países
de origen latino y depende de su intelectualismo sicológico.”
Por esto creo, también, que la reforma de 1876 no fue algo más que un mero
cambio de forma. El fondo quedó así mismo. Soy de la opinión de que lo único
que se hizo fue “aumentar los gastos en materia de instrucción, crear innumera-
bles canonjías, en las cuales viene un numeroso personal; lo más que se ha hecho
es aumentar unas cuantas cátedras de enseñanza superior”3. Por imitación fran- 25

cesa se fundó el Consejo de Instrucción Pública, que durante sus veintiocho años
de existencia estancó la educación nacional dentro de ese programismo estúpido
a que antes nos hemos referido.

3 Palabras del discurso del senador doctor Joaquín Capelo, al proponer la supresión del Consejo Superior
de Instrucción Pública. Diario de los debates, 1904.

33
Selección de escritos

EL PROBLEMA NACIONAL DE LA EDUCACIÓN


(Parte IV)*26

Aunque en 1902 se había ya dado un gran paso en la ley reformando la segunda


enseñanza, y ese paso no solo era grande sino seguro con la ley de instrucción
primaria que se daba dos años más tarde, el movimiento de reacción contra ese
estancamiento de educación nacional, comienza propiamente en 1904, con la su-
presión de aquel Consejo Superior de Instrucción, supresión que iniciada en la
legislatura ordinaria de ese año por el senador doctor Joaquín Capelo, su triunfo
fue debido únicamente al poder de su dialéctica y a la elocuencia de su verbo.
Esto no quiere decir que años antes nadie hubiese tratado de reaccionar. Muy
al contrario se hizo labor manifiesta pero que por la falta de ambiente, pasaron
como desapercibidos.
González Prada en sus Pájinas Libres (1894) se pronunciaba por la educación
laica; señalaba los defectos de la enseñanza congregacionista de aquí, defectos
que vieron también más tarde el doctor Deustua en sus artículos del “Ateneo” y
últimamente García Calderón en su notable libro Le Pérou Contemporain.
“Aquí no se educa y apenas se instruye –decía González Prada. La enseñanza
libre superior no existe, la media y primaria, luchan desesperadamente por vivir
sufriendo la competencia de los clérigos; la enseñanza oficial, en todos sus ramos
se reduce a inoculación morbosa. Al peruano que termina su instrucción le queda
dos trabajos, si quiere vivir intelectualmente con su siglo: olvidar lo aprendido y
aprender de nuevo. Hay que ser auto pedagogo.”
González Prada con su consabida crítica mordaz, juzga, en seguida, todas las
instituciones de enseñanza y las pinta con frase acabada tales como en realidad
son. Sosteniendo una doctrina opuesta a la que ha sostenido posteriormente el
doctor Deustua, se expresa así el autor de Pájinas Libres.
“El fomento de la instrucción científica o superior a costa de la industrial y pri-
maria, ensancha más el abismo que separa las distintas clases sociales; de un lado
están los hombres que saben algo y creen saberlo todo; de otro lado, los que nada
saben ni esperan saber. ¿Qué vale la instrucción que se levanta en lugar de ex-
tenderse? Si los privilegiados adquirieran ciencia profunda y por consiguiente
humana, servirían de agentes civilizadores y benéficos; pero no, resultan sabios a
medias, con inteligencia suficiente para aguzar la malicia, sin moralidad necesaria
para refrenar los malos instintos: globos a medio inflar, vuelan a ras del suelo,
arrancando con el ancla los techos de las casas y las plantas de los sembríos.”
El doctor Manuel Marcos Salazar, aunque como profesor sus métodos han sido

* Cuarta parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 01 de abril de 1909.

34
Pedro S. Zulen

algo anticuados, aprovechó oportunamente del momento histórico en que se ini-


ciaba para nuestro país el resurgimiento nacional que caracterizó la administra-
ción de don Nicolás de Piérola, para decir en la memoria del decanato de la Facul-
tad de Letras correspondiente a aquel año:
“Un inmoderado deseo de utilidad, bajo la forma de placer sensible ha penetra-
do de tal modo en nuestras instituciones, aún las más ideales, que no se explican
ni se justifican ya entre nosotros las ideas y reformas sino por la suma de bienestar
próximo o industrial que prometen por el enriquecimiento o la holgura adquiri-
dos pronto y a costa de los menores esfuerzos. En una palabra, el egoísmo con
todo su poder de disociación, con todo su desdén por los intereses generales de
la sociedad, se empeña en destruir las escasas y muy débiles fuentes destinadas
a inspirar caracteres opuestos a esa especie de mercantilismo, que exaltando la
eficacia de lo práctico, tiende a convertir a la Nación en agrupación informe de los
hombres envueltos en una lucha de intereses puramente materiales y muy distin-
tos y del ideal trazado por el genio alemán.”
Y el doctor Manuel Marcos Salazar recordó entonces cuál debía ser el fin social
de nuestra Universidad. Trajo el recuerdo del discurso que Fichte lanzara a la
nación alemana; y dijo que la causa de los males del Perú eran debido a la deca-
dencia en que se encontraba “San Marcos”. El papel que aquel instituto debería
tomar en el pensamiento nacional de la regeneración era proclamado cinco años
antes por el doctor Deustua.
En 1902 salió a luz “La vida intelectiva en Lima”, complemento necesario del
libro aparecido antes en el mismo año y del mismo autor. Nos referimos a “El pro-
blema nacional de la educación pública” del doctor don Joaquín Capelo, la obra
sobre educación más original que se ha podido producir aquí. Este libro poco
conocido hasta ahora pasó en medio de la indiferencia y nadie se ocupó de él. Su
sabio y modesto autor saliéndose del camino general, no quiso hacer alharaca de
ninguna clase; vió que el ambiente no estaba preparado para recibirlo, y no ha tra-
tado de imponerlo a nadie, conceptuando que, así como a la bomba de dinamita,
tiene que llegarle la ocasión de hacer explosión.
¿Cómo fue posible de que trabajos como éstos se perdieran en el vacío de la
indiferencia nacional? El hecho nos prueba que sin la acción no podremos nunca
corregir errores, destruir males. Así lo comprendió seguramente el doctor Cape-
lo, cuando al dirigir una mirada al Consejo Superior de Instrucción, propuso la
medida radical de su completa supresión. Su arranque de sincero patriotismo era
juzgado así por un diario de Lima:
“Una ráfaga de intelectualismo sacudió hace pocos días los viejos muros del
Senado. Aquel ambiente de serena placidez en que deslizan sus días esos señores
fue turbado por los acentos llenos de majestad y elocuencia, con que el señor Ca-
pelo tronó, indignado y austero, contra nuestra pésima enseñanza. Su oración fue
todo un proceso, doliente y bochornoso, del que manaba sangre, y sus palabras
impregnadas de amargura patriótica, fueron a herir el organismo oficial que sus-

35
Selección de escritos

tenta todo ese edificio lleno de convencionalismos y mentiras de nuestra instruc-


ción pública. El Consejo Superior, consciente de una situación especial en nuestra
mentalidad recibió las acometidas del fogoso senador. Cuáles no serían la alteza
de sus conceptos y el cálido entusiasmo que pondría en su discurso el señor Ca-
pelo, que levantándose de sus curules sus compañeros de cámara, sin distinción
de los colores políticos, le presentaron su más rendido acatamiento.”

36
Pedro S. Zulen

EL PROBLEMA NACIONAL DE LA EDUCACIÓN


(Parte V) *27

Este asunto fue un acontecimiento pedagógico de actualidad palpitante enton-


ces. El caso significó, también, un nuevo progreso en la cultura del periodismo
nacional. La enquête tan característica de la Francia intelectual era introducida
aquí por primera vez, por LA PRENSA. Su entonces director formuló el siguiente
cuestionario, que fue contestado por un grupo de personas idóneas:
1ª – El Consejo Superior de Instrucción Pública, tal como se halla constituido
entre nosotros, ¿debe ser suprimido o modificado?
2ª – En caso de supresión, ¿con qué nuevo organismo o entidad se le debe sus-
tituir?
La mayoría de los opinantes demostraron la incapacidad de ese organismo para
llenar las elevadas funciones educativas en nuestro país; pidieron su supresión
y su reemplazo por una Dirección de Instrucción Pública, que se encomendase a
persona de competencia pedagógica reconocida.
Ya el doctor Deustua en sus artículos de “El Ateneo”, al abogar por la creación
de una Dirección de Instrucción, decía con mucha razón:
“En esa dirección es donde se concentra el interés que ella merece. El jefe del
Estado, por grande que pueda ser su competencia en esta materia, no puede con-
sagrarle toda su actividad, ni atenderla en todos sus detalles. Necesita descansar
en la labor de Ministro.
Pero los Ministros, aquí como en todas partes, son víctimas de las agitaciones
políticas, que embargan su atención e imprimen ese carácter de inestabilidad pre-
dominante en los gobiernos republicanos más o menos parlamentarios. Por otra
parte, la acumulación en el mismo Despacho de las atribuciones políticas relativas
a los ramos de justicia y de culto, que se consideran generalmente de mayor va-
lor, perjudica al ramo de instrucción, que necesitaría de Ministros pedagogistas;
muy raros, aún en los países más cultos. Nuestros ministros de instrucción, casi
siempre abogados, con la experiencia exclusiva de su profesión, y expuestos a
cada momento a los cambios bruscos de nuestra política revolucionaria, no pue-
den tener, no tienen ni el bagaje de una ilustración pedagógica, ni el interés para
formarla durante su permanencia en el Ministerio.”
“El Consejo Superior de Instrucción Pública, compuesto en casi su totalidad
de hombres de las mismas condiciones que las nuestras, más estables, es cierto,
pero menos interesado en la administración de este ramo, tiene todos los incon-
venientes de los cuerpos colegiados para la administración en el detalle, que re-

* Quinta, y última, parte del estudio. Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 03 de abril de 1909.

37
Selección de escritos

quiere atención incesante, estudio de pormenores, memoria de antecedentes y


una acción inmediata, rápida y responsable, que solo existen en la administración
individual, con toda la energía apetecible en este caso.”
“Por otra parte, se desnaturaliza, se relaja la naturaleza de esta institución cuan-
do se da a sus funciones administrativas ese carácter preferente y esa finalidad
particular. Mucho más elevada, y por lo mismo muy general, es la misión del
Consejo Superior, cuyas atribuciones administrativas y pedagógicas, contencio-
sas y disciplinarias se deben contraer a imprimir la unidad en el movimiento y en
la dirección de todos los órdenes de enseñanza.”
“Toda la labor de una adaptación acertada necesita, pues, pesar sobre una Di-
rección General, convenientemente organizada, que supla las deficiencias inevi-
tables de la suprema dirección política. Esta necesidad parece que se encuentra,
hace tiempo en la consciencia de los hombres públicos, en vista del estado en que
se encuentra todavía la solución del problema pedagógico en nuestro país. Es
inútil, por consiguiente, insistir en su demostración. De lo que se debe tratar es de
las condiciones que debe reunir para ser suficientemente provechosa. Consagra-
da de un modo exclusivo a la instrucción nacional, con absoluta independencia
de los demás ramos del Ministerio, debe reunir bajo sus atribuciones, tanto la
enseñanza primaria como la media y la facultativa, gozando de la misma autori-
dad que los más elevados funcionarios de este orden. “La unidad de dirección es
la primera garantía de una buena educación”, se ha dicho con gran verdad; esa
unidad, que se funda además en el carácter nacional que tienen todos los órdenes
de enseñanza, no podría conseguirse si manteniendo el error de considerar la ins-
trucción primaria como instrucción comunal, se continuara el régimen existente,
y atribuyendo a la enseñanza facultativa un carácter de independencia absoluta,
una superioridad intangible, se conservara el aislamiento en que se encuentra
respecto a la Dirección. Ya hemos manifestado cómo es necesario establecer el
principio de estrecha solidaridad entre todas las categorías pedagógicas, y ese
principio dejaría de ser práctico si la instrucción primaria, media y superior si-
guiesen viviendo, como hasta ahora, sin un centro que tienda a unificar sus fines
protegiendo la reciprocidad de sus influencias benéficas.”
“Con una legislación sencilla, de líneas muy generales, y dada la composición
política de nuestros gobiernos, no es posible organizar convenientemente una
Dirección técnica y administrativa sin acordarle ese grado de autoridad, esa am-
plitud de funciones, y además una gran libertad de acción. Encadenada ésta por
una reglamentación estrecha, tiene que volverse ineficaz necesariamente; porque
esa reglamentación será puramente teórica, y por muy provisora que pretenda
ser, tiene que estrellarse ante la variedad incalculable de nuestro medio natural
y social, y la carencia de formas habituales que determinan su criterio acertado.
Ya hemos hablado de esa libertad necesaria en la época de organización en la
cual se encuentra este ramo de la administración pública, época de estudios y de
experiencias, en que la amplitud de los detalles y la carencia de antecedentes no

38
Pedro S. Zulen

permite afirmar nada sobre el éxito de los efectos de la reforma.”


“Pero no bastan estas consideraciones para que la autoridad del Director sea
tan prestigiosa como necesita ser para su mayor eficacia. Se requiere, además, que
cuente con la confianza absoluta del Jefe del Estado y de su Ministro, y con apoyo
decidido de ambos durante su labor de reformas. Sin ese apoyo, sin la garantía de
un porvenir asegurado, es muy difícil que la Dirección haga de su libertad todo
el provechoso ejercicio que puede hacer de ella, ni que acometa obras de aliento,
de aquellas para las cuales se consagra una prolongada, asidua y enérgica aten-
ción. Para luchar con todo el esfuerzo de la voluntad, no bastan el entusiasmo por
un ideal, y una naturaleza dispuesta para vencer resistencias; casi siempre esas
virtudes se asocian a la garantía de la estabilidad, a la conciencia de una defensa
permanente, fundada en un sentimiento de estricta justicia y en un concepto claro
de la bondad de lo que se defiende. Cuando los empleos carecen de un título que
represente esa garantía, no pueden ser bien servidos sino con ese apoyo oficial
que reemplaza al título con ventaja. Sin el uno, ni el otro, la Dirección continuaría
siendo, como es hoy, una rueda que se mueve en el vacío.”
Pero ¿cómo conseguir esto último? Es necesario no conocer el estado de cultura
en que nos encontramos para pedir lo que en esta forma se pide. Donde el favor y
las intrigas políticas lo rigen todo y donde todo mundo se cree más de lo que es,
un mandatario, un ministro, atarían las manos a ese director. Y no podría ir allí el
hombre mejor preparado y digno de la confianza ilimitada de todos.
Dícese, en defensa del Consejo, que la centralización de un ministro abría más
campo al favor y a la arbitrariedad1. Esto es cierto en parte, pero no olvidemos
28

lo que era aquel Consejo Superior de Instrucción. Preguntadle a la conciencia de


cualquier persona que le conoció en intimidad y os responderá que ese organismo
era una camarilla política en la que el favor llegaba a tal extremo que dejaba muy
atrás al ministro más arbitrario. Y por otro lado, ¿no era saludable su supresión,
cuando se considera que además de inútil, era dañino? “No es posible, no es hu-
manitario, no es racional siquiera –dijo entonces LA PRENSA– entregar la supre-
ma dirección de la enseñanza, esto es, al porvenir de las futuras generaciones, el
bienestar social, el desarrollo de la riqueza, de la mentalidad del Perú, depen-
dientes de la cultura y de la educación que han de recibir los jóvenes a personas
que no tiene porqué saber nada de lo que se refiere a la ciencia pedagógica, ni en
la teoría en sus aplicaciones prácticas. En el Consejo de Instrucción hay médicos,

1 Con justa razón el señor de la Riva Agüero nos dice: “La supresión del Consejo Superior de Instrucción
y su resurrección en forma de cuerpo meramente consultivo, tienen el inconveniente de dar al Ministro
excesiva autoridad sobre los profesores, que puede fácilmente convertirse en arbitrariedad. Habría que
deformar el cuerpo y no destruirlo”. Me parece que el asunto se podría arreglar con una ley que pusiera
a los profesores a salvo de posibles arbitrariedades del Ministro. Pero aquí, también, las leyes son espe-
cies de elásticos que cada uno tira a su gusto. Y dígase que no necesitamos gente nueva.
No está la cuestión, creo, en reformar las instituciones sino en encontrar hombres sabios y virtuosos. Un
cuerpo necesita de muchas personas, y más fácil es a mi juicio, encontrar un ministro bueno que muchos
hombres sanos moral e intelectualmente.

39
Selección de escritos

hay abogados, hay magistrados. Muy distinguidos en su carreras profesionales,


de mucho talento, de merecido prestigio en la sociedad; pero que no disponen de
los medios, de la preparación indispensable para regir el complicado mecanismo
de la enseñanza de un pueblo”. De allí que resultasen muy atinadas las observa-
ciones del precoz criterio de Francisco García Calderón al decir en su contesta-
ción a la enquête de LA PRENSA: “El Consejo Superior ha mostrado amor a los
viciosos formalismos tan valientemente fustigados por Le Bon en su Psychologie de
l’Education: no ha tenido vigor en la iniciativa, ni originalidad en las discusiones;
ha vivido en la inconsciencia de su visión renovadora. Es una institución parasita-
ria, que ha enervado la acción centralizadora y que ha hecho de la instrucción un
simple engranaje administrativo, sin flexibilidad y sin porvenir.”
Un buen ministro tiene hoy la ventaja de llevar a la práctica, con entera libertad,
iniciativas provechosas. Hay que desengañarse de una vez. Lo que necesitamos,
–siendo esta la única solución– es que vayan a los ministerios, hombres que tra-
bajen “con sinceridad, con honradez, pero con pleno conocimiento de lo que tiene
entre manos”.
El Consejo Superior ha resucitado últimamente bajo la forma de cuerpo con-
sultivo. En cuanto a su personal basta señalar el caso sui géneris de que la misma
Facultad de Letras lejos de enviar como delegado a su catedrático de Pedagogía,
envió al de Literatura Castellana, y solamente ahora que este último ha renuncia-
do es que manda al anterior. Con honrosas excepciones casi todo su personal no
entiende de necesidades pedagógicas. Este es un hecho notorio. Y su labor viene
a probar una vez más que la tendencia a fabricar reglamentos, todavía no se ha
desterrado de nuestro medio. Si ellos se cumplieran podría palparse sus efectos
buenos o malos y entonces al formularlos no se habría hecho labor inútil. Pero no,
esto no sucede nunca aquí. Los reglamentos solo se cumplen con estrictez cuando
se quiere hacer daño a alguna persona.
A pesar de todo es un hecho palpable que con la supresión del Consejo Superior
de Instrucción quedó iniciado el movimiento de reacción. Hay, todavía, muchos
perjuicios que desterrar, muchas deficiencias que suplir, muchos vacíos que lle-
nar. Ello lo revisaremos en la segunda parte. Pero la obra de renovación educa-
dora, de resurgimiento nacional, se retrata desde entonces en acción saludable de
maestros, –aunque muy pocos– y discípulos; y jóvenes de espíritu y cuerpo, todos
unidos parecen repetir desde sus conciencias con Le Dantec: Ser es luchar, vivir es
vencer.

40
Pedro S. Zulen

NUESTRO INDÍGENA Y LAS CONVERSACIONES DEL


“CENTRO UNIVERSITARIO” * 1

Una tesis no se detiene con arranques de retoricismo hechizo. Estos juegan para
el pedantesco y de petulantismo mientras exista ausencia completa de razones
fundamentales que apoyan lo que afirmamos. No es libre pensamiento afanarse
en contrariar a lo que la razón, desprovista de todo prejuicio, defiende. Libre pen-
samiento no es sectarismo, ni mucho menos sectarismo infundado. Creo que se
discute actualmente en el “Centro Universitario”, lo que no debe discutirse. Creo
que la necesidad y posibilidad de educar al indio es indiscutible.
Se ha sostenido que nuestra raza aborigen es ineducable y por lo tanto digna
de hacerla desaparecer. Dominados por los mismos prejuicios que el autor de la
tesis universitaria sobre “El porvenir de las razas en el Perú”, el señor Paz Soldán
ha dicho que los indígenas constituyen una raza inferior degenerada sin aptitud
para una vida civilizada; es una raza en la que no se obtendría resultados favo-
rables al tratar de educarla. Por consiguiente, darle educación es labor perdida,
inútil. Hay, pues, lejos de preocuparse de atraerla a la civilización, tender a su-
primir lo que hoy constituye una rémora de nuestro progreso. El problema no es
pues de la educación de nuestros aborígenes sino el de la inmigración; traigamos
inmigrantes de razas superiores; ante ellos tendrán necesariamente que desapa-
recer.
Error. ¡Profundo error! Admitir la imposibilidad de regenerar lo que se dice
degenerado es por sí solo caer en un fatalismo que no tiene fundamento alguno.
“Hablar de la estabilidad o de la fatalidad psicológica de los pueblos –dice Finot–
es querer hacer creer que los círculos descritos por una piedra que cae sobre la
superficie del agua guardan su forma eternamente”.
No, la estabilidad o el fatalismo psicológico de los pueblos o de las razas no
tienen razón de ser ante el evolucionar eterno de las ideas y de las cosas. Lo mis-
mo puede una raza o un pueblo superiores llegar a ser inferiores que viceversa,
moral como amoral, pacífico como guerrero, noble y generoso como bárbaro y
cruel. “Todos los pueblos –como dice el director de La Revue– evolucionan bajo la
influencia de los factores exteriores, por consiguiente no hay lugar para que sean
condenados antes a ser los maestros o los esclavos de los otros, como no lo hay
para que estén condenados a una inmovilizada eterna. La virtud y el vicio de los
pueblos no son más que productos de las circunstancias.”
Por otro lado el naturalista Kohlbrügge se preguntaba el año último, si en rea-
lidad existían razas superiores e inferiores. En el estudio que hizo demostró con

* Publicado en La Prensa (Ed. mañana), Lima, 17 de abril de 1909.

41
Selección de escritos

irrefutables pruebas de carácter morfológico, que todas las razas humanas eran
equivalentes. Colocarse desde el punto de vista de la diferenciación anatómica
para deducir la superioridad o inferioridad de un raza era para Kohlbrügge algo
que no tenía fundamento de ninguna clase. Así por ejemplo se admite general-
mente que la forma llegada al más alto grado de evolución es la que posee rela-
tivamente la capacidad craneana más grande, la parte facial menos pronunciada
y el peso del cerebro más grande con relación al peso del cuerpo. Ahora en estas
condiciones los europeos no ocuparían de ninguna manera el lugar dominante,
porque los mongoles presentan una capacidad craneana más elevada, lo mismo
que los fueguinos y los esquimales y sobre todo los habitantes de las Islas Cana-
rias. La movilidad del dedo gordo del pie, tal como se la conoce en los australia-
nos, en los japoneses, etc., no sería según Kohlbrügge, signo de inferioridad, sino
de progreso. Puede decirse lo mismo de muchos otros caracteres morfológicos.
Estas investigaciones de Kohlbrügge, constituyen, pues, una comprobación más
de la tesis del autor de Le prejugé des races.
Como se ve, solamente el desconocimiento de hechos que la ciencia ha palpado,
puede conducir a afirmaciones desprovistas hasta de sentido común.
Entrañarían éstas, además, el desconocimiento del valor de la industria agro-
pecuaria serrana que, como acaba de demostrar el laborioso Director del Cuer-
po de Ingenieros de Minas del Estado (en un estudio que debe aparecer en
“Informaciones y Memorias”, órgano de la Sociedad de Ingenieros), “vale tan-
to como la de la costa y es susceptible de mucho ensanche, tan luego los ferro-
carriles permitan extender el radio de su comercio interandino y subsecuente-
mente costanero y montañés”. La producción, en efecto, puede valorarse en
más de 24.000,000 de soles anuales. Y ¿quiénes son los que extraen los minera-
les de muestras minas, que en 1907 representan 31.288,000 de soles?..... Bien dice
el señor Denegri: “Nuestro atraso político social nos ha privado hasta hoy, de
los instrumentos más indispensables para apreciar cuantitativamente, las nece-
sidades de los pobladores del Perú, y por eso ha sido posible difundir muchos
erróneos conceptos, con prejuicio de la columna vertebral del país, tales como
la improductibilidad del indígena, el de lo miserable de la agricultura serrana
y el de la importancia excepcional de las plantaciones de exportación de la cos-
ta, y por eso cuando se ha hablado de irrigación y colonización se ha sobreen-
tendido siempre, que se trataba de la conquista de tierras de las costa y de la
montaña, para instalar en condición privilegiada de independencia económica,
a los habitantes de otros países, a expensas del contribuyente aborigen, sin acor-
darse de él para nada que no fuera pedirle su compensación equitativa, su vitali-
dad en los latifundios y su vida en el campo de batalla.”
Para que se vea cómo se trata a los indios en nuestras minas, y todo lo que ellos
pueden dar de sí, voy a permitirme reproducir párrafos consignados en publi-
caciones oficiales de dos profesionales, jefes sucesivos de la comisión minera de
Yauli. Ellos nos demostrarán, también, que el indio no es tan desconocido como lo

42
Pedro S. Zulen

dio a entender en frase elocuente el señor Belaúnde.


El ingeniero Masías, en su informe correspondiente a 1905 dice, después de
constatar que toda la población minera de Morococha es indígena, y de describir
la manera cómo se engancha a los indígenas en Jauja y lugares adyacentes:
“El que gana de todos modos, es el enganchador, pues, además de la fuerte
comisión que cobra, como generalmente son comerciantes en pequeña escala, dan
parte del adelanto en mercaderías siendo el dinero con que negocian el mismo
que los mineros tienen siempre en su poder; y como los enganchados y los fiados
son propietarios de pequeñas extensiones de terreno cultivable, no hay lugar a
pérdidas, pues, si el operario se retira del trabajo, antes de cumplir su compromi-
so, proceden con él, mediante la justicia sumaria que tan bien manejan los jueces
de paz con los pobres indígenas; y sin muchos trámites, le quitan al infeliz su
chacrita, pues, la deuda crece rápidamente con los costos del juicio.
El jornal medio del operario corriente es de sesenta a noventa centavos. El del
barretero treinta a cuarenta centavos más y el de los muchachos de solo veinte a
cuarenta centavos.”
Algunos barreteros trabajan no a jornal sino por contrato, siendo este de tantos
soles por metro de avance y ganando, en tal caso, cosa de dos soles cincuenta cen-
tavos diario y aún algo más, bajo ciertas condiciones favorables.
Hay que tener en cuenta que el operario saca hasta nueve jornales a la semana,
pues, con pequeños intervalos de descanso, trabaja treinta y seis horas seguidas
y reposa doce, para volver a trabajar otras treinta y seis, y así sucesivamente; y
no hay otros días de fiesta que los domingos, el 28 de julio, el 25 de diciembre, y
quizás dos o tres días más en el año.
Si se tiene en cuenta que el precio de venta de algunos de los artículos de prime-
ra necesidad es como de 40 % mayor que en Lima, habrá que convenir en que el
operario está muy mal remunerado.
Los ranchos que se les da de habitación son de los más primitivos.
Un cuarto de cuatro por cuatro metros de superficie y dos de altura y general-
mente sin puerta sirve de alojamiento a 2,3 o 4 operarios, según los casos, con
las mujeres que hayan traído de su pueblo para que les cocinen y demás tareas
domésticas, chicos si los hay, etc., etc.
La asistencia en caso de enfermedad, deja mucho, muchísimo que desear. Hay
médico pagado por las minas, y bueno, y algunas de éstas tienen botiquín cos-
teado en parte con las multas que se impone a los mismos operarios; pero no hay
local especial ni personal dedicado a la asistencia de modo que, por mucha que
sea la buena voluntad del facultativo, no puede hacer gran cosa por ellos. Gene-
ralmente, lo primero que habría que hacer en cada caso, sería aislarlos, sacándolos
de su pocilga, para evitar que contagiasen a los demás y recetarles abrigo que no
tienen los pobres y ponerlos bajo el cuidado de persona entendida para que los
asista y les dé las medicinas, y con medida apropiada de que tampoco disponen;
y nada de esto puede hacer el médico.

43
Selección de escritos

Además de estos inconvenientes, hay que convenir en que no dejan de ser vícti-
mas de abusos de parte de algunos empleados.
Es muy frecuente el caso de que vaya a quejarse ante el comisario y éste los
manda a veces a la Delegación de Minería; pero ni uno ni otra tienen autoridad ni
medios de investigación suficiente para intervenir.
Las quejas versan generalmente sobre equivocaciones que creen ellos se ha co-
metido en el arreglo de sus cuentas.
Por ahora el mal no es grave, porque siendo la mayor parte de los empleados
superiores peruanos o extranjeros, con larga residencia y vinculaciones en el país,
tienen cierto deseo de ser justos y considerados con ellos, no solo por humanidad
sino también por patriotismo, pero si pasan estas propiedades a sindicatos de
fuera, como es más que probable suceda, hay que convenir en que la facilidad con
que cualquier individuo más o menos blanco, levanta la mano sobre los indios,
quizás porque hacen un reclamo justo, será un triste ejemplo que se dé a los em-
pleados extranjeros que vengan a manejarlos.
Además, la mayor parte de los que se enganchan son los que tienen alguna pe-
queña propiedad que cultivan parte del año y de cuyas cosechas viven, de modo
que el jornal que ganan en las minas les sirve para los extraordinarios, las fiestas
del pueblo a la que los incitan los curas que son tan costosas y algunas veces
también para ayudarse a pagar el importe de algún pedacito de tierra con el que
ensanchan su propiedad.
El Consejo Superior de Minería formuló un reglamento de locación de servicios
para sistematizar y legalizar los contratos con los operarios; pero no ha tenido
cumplimiento; probablemente, porque no lo han necesitado los patrones y engan-
chadores.
Se requeriría una Administración Pública ideal, mucho más poderosa, enérgica
y capaz que la nuestra para que pudiera mejorar este estado de cosas que no es
de Morococha solamente sino del Perú entero y que más bien aquí está algo sua-
vizado, pues, siquiera se les paga su jornal. Por más reglamentos que el ejecutivo
expida y por mejor inspirados que estén solo servirán para oprimirlos más aún, si
así les conviene a los poderosos.
Los dos eficaces elementos para levantar el carácter moral del indio y mejorar
su condición, son los grandes trabajos públicos e industriales que por necesitar-
los, en gran número les paguen más y los traten mejor; y las escuelas, pero no las
tristes de los muchos pueblos de la sierra, instaladas en chozas desaseadas y con
maestros humildes y andrajosos, sino la establecida en local amplio y cómodo que
les eduque el hábito de vivir mejor y les excite su ambición; y dirigida por persona
decente y capaz de infundirles algo de altivez y energía que se necesita para hacer
respetar un poco sus derechos en medio del ansia de expoliación y dominio que
caracteriza a la humanidad.
Por su parte el ingeniero Jochamowitz dice lo siguiente sobre los operarios, en
su informe sobre “La industria minera en Morococha en 1907”:

44
Pedro S. Zulen

“Algo ha mejorado la condición económica del obrero, pues el jornal medio que
era de 80 centavos ahora tres años, es hoy de S/.1 a S/.1.20”; pero poco o nada se
ha entendido a su condición moral. A pesar de nuestra activa comunicación con
la capital de la República del continuo roce con los empleados de minas, el indio
sigue siendo el ser inconsciente al que no se procura mejorar.
Si bien es verdad que se va desterrando el abuso que lo convertía en una especie
de esclavo, en cambio nada se ha hecho para sacarlo del estado de embruteci-
miento en que se encuentra, y en el que cada día caerá más, pues los reales ob-
tenidos en el trabajo, no le sirven sino para dar pábulo a su afición al alcohol tan
arraigada en ellos que es difícil encontrar un indio sobrio.
Hay un gran número de analfabetos, y el peón que sabe leer y escribir, es por-
que adquirió esos conocimientos en su Provincia, pues la única mina que en Mo-
rococha posee escuela, es “Gertrudis” en donde se instruyen 40 alumnos.
Se impone la creación de una escuela oficial; pues la población media de obreros,
en la que no figuran todas las minas, es de 1,425 y hay que considerar que una ter-
cera parte de ella la constituyen adolescentes a los que les ha sido imposible edu-
carse. Entre los adultos las tres cuartas partes, por lo menos, son analfabetos, y si se
agregara a este número el de las mujeres, se ve que no bajan de 2,000 los que ne-
cesitan escuelas.
No solo es la escuela el factor único de moralización; es la población culta a que
nos hemos referido la que tiene el deber de estimular la cultura de los operarios.
Debe estar en la mente de cada uno, que el indio, ese ser de psicología descono-
cida, al que se le achaca como cualidad congénita todas las insuficiencias y todos
los defectos, es uno de los elementos más valiosos para el progreso nacional. Esa
adaptabilidad a las serranías superior a la del “blanco” hace del indio el factor
esencial para el desarrollo nacional.
En Morococha, los nuevos métodos de explotación últimamente introducidos
han sido pronto asimilados por los naturales, siendo los caporales de las minas,
indios en su mayor parte, lo que demuestra cuánto puede esperarse aún de esa
raza oprimida.
Respecto a las habitaciones, no existe aún disposición ni vigilancia alguna de las
autoridades que tienda a mejorar la condición, en que hasta ahora se encuentra.
Solo la ranchería construida para la peonada de la mina “Churruca”, y una sec-
ción de la de “San Miguel” merecen citarse, por su aseo y la relativa comodidad
de que disfrutan los peones.
El desaseo reina en todas ellas, lo mismo que la promiscuidad de los que las
ocupan. Las habitaciones sirven simultáneamente para alojar toda una familia,
con varias clases de animales y a veces para satisfacer premiosas necesidades.
Esta absoluta falta de higiene, tiene que ser un poderoso factor para la transmi-
sión de enfermedades.
“La mortalidad se debe en gran parte, a la excesiva ignorancia de los principios
higiénicos de los peones, que rechazan toda medicación prescrita por facultativo”.

45
Selección de escritos

Con estas observaciones concuerdan de una manera general las que me han
sido administradas por personas que han estado por largos años en íntimo con-
tacto con los indios, viviendo con ellos aquellas personas con quienes he conver-
sado largamente, con anterioridad a la última conversación, sobre el carácter del
indio y la manera cómo vive, están acordes en declarar que nuestra raza indígena
es algo muy distinto de lo que generalmente se le cree. Una de estas personas me
decían lo siguiente:
“Estoy convencido de que nuestros indígenas son:
a) laboriosos y metódicos;
b) sobrios y robustos;
c) tercos por ignorancia;
d) torpes simplemente por ignorancia, y no por falta de inteligencia;
e) patriotas;
f) humildes por necesidad, y agresivos cuando se sienten fuertes.
No hay nada que cambiarles en el alma; hasta comunicarlos, no expoliarlos y
hacerles justicia para que en pocos años cambien de modo de ser”.
“No todos los indígenas tienen el mismo carácter. Hay profundas diferencias
en el modo de ser de los indígenas de las otras regiones del Perú. Los del Norte
como los de Cajamarca, Libertad y Ancash, donde hay más territorio adecuado
para que el hombre subsista, pues hay valles templados a 3,000 metros, y punas
cercanas a 4,000 y 4,200 metros; han tenido allí más contacto con forasteros que
han disputado sus servicios y por eso es allí menos deprimido que en el Sur, como
en Puno y Apurímac, donde el aislamiento y mayores dificultades para subsistir
de la tierra lo han mantenido más esclavo de otros y en una más oscura noción de
su derecho a la vida y al fruto de su trabajo o parte de él” …
“El alcoholismo o la pretendida afición a la borrachera es fomentada por los
expoliadores del trabajo, curas y latifundarios, no es ingénita”.
Y ante estos hechos ¿es posible, es racional, sostener que esta raza no se debe
educar, sino hacerla sucumbir? Es preciso desterrar aquel prejuicio de “esa raza,
en la que los hombres superficiales solo quien ver siervos o braceros, y no el único
almácigo de ciudadanos que tiene el Perú, para conservarse aún independiente y,
quizá conquistar poderío económico y social que repercute más allá de las fron-
teras”.
Para ello, hay que producir, ante todo un movimiento de opinión y a mi juicio
en la idea de una enquête como la proyectada, la parte buena, quizás única será la
de poder producir ese movimiento de opinión, necesario para la eficacia de toda
obra educativa. De allí que la aplauda con todo el valor que hay que poner en la
obra reformadora. Ella deberá hacer significar que existe aquí una juventud que
quiere acercarse a sus desgraciados compatriotas y compartir con ellos los goces
de una vida social superior, que quiere hacerles ver que son tan libres como no-
sotros; ¡que quiere, en fin, estrecharse con ellos en un ideal único de verdad y de
justicia!

46
Pedro S. Zulen

BOCETO DE LA PERSEVERANCIA* 1

Así como el Océano es incansable, lanzando sus ondas sobre las riberas, así es la
perseverancia. Así como la inmensa mole líquida sigue impertérrita su obra de intra-
remecimiento molecular, los seres humanos dotados de perseverancia llevan adelante
los planes que se proponen, sin desmayar ante el pensamiento de la lejanía de un
triunfo, sin sobrecogerse ante los peligros esperados o inesperados que se hallen en el
camino de su consecución. Pero, así como pertenece a un Océano la capacidad de po-
ner conmoción a las playas de todo un planeta , así solamente los hombres de carácter,
los hombres nacidos para la lucha, los hombres que llevan en sí el sentimiento de la
acción, son capaces de la perseverancia. Estos hombres, objetivación de energía, son
como las olas marinas del medio social en que viven, porque su tendencia es siempre
estar sobre su superficie, a la altura mayor, en el ramo de la actividad sociológica
asumida.
La perseverancia no es una cualidad corriente entre los hombres, por eso el perseve-
rante siempre llama la atención de sus semejantes. Porque, perseverar es luchar, y lu-
char sin doblegarse ante algún contratiempo; poner toda la energía debida en servicio
de una causa determinada; poseer una fortaleza de espíritu tal para poder avenirse a
que el éxito buscado, sea, si se halla, la coronación final de una serie de derrotas pre-
cedentes o de triunfos parciales. La perseverancia es la acción que perdura y vive en
el tiempo para hacer, dentro del concepto de relatividad de lo terreno, las cosas más
estables de la vida humana.
El esfuerzo del hombre perseverante, así no lograse el fin propuesto, jamás se pier-
de; porque sirve de escuela viva, de lección educadora a los demás hombres, estimu-
lándolos hacia la práctica, hacia la acción, hacia la vida misma.
Hay cosas en la vida social como en la vida individual, que todos los hombres con-
vienen que deben hacerse, pero que para lograrse solo se requiere perseverancia. No
se han hecho de otro modo las grandes campañas de reforma social de los pueblos.
Roberto Peel, logrando, al frente de su liga, la introducción del librecambismo en
Inglaterra; Emilio Zola, haciéndose una personalidad literaria con el realismo; he allí
dos ejemplos de perseverancia social y en lo individual.
Ante aquellos problemas del individuo y de la sociedad, unos tienen el entusiasmo
en el comienzo, pero les falta el entusiasmo perenne; en otros términos, les falta la
condición intrínseca de la perseverancia. La médula de la perseverancia es, pues, un
sentimiento antes que una convicción de nuestra razón, antes que un propósito me-
ramente formal de nuestro intelecto. El sentimiento de su doctrina, que era el nervio
de su perseverancia, llevó a Cristo al calvario; pero su credo se expandió entre los
hombres, fundando una religión sobre la tierra.
En Chucuito, en una tarde de marzo, mientras por el dorso de la Isla de San Lorenzo, el ocaso
se hundía en la penumbra.

* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, N°7, Lima, abril de 1913, pp. 56-57.

47
Selección de escritos

La crIsis Filosófica ContemporáneA* 1

Quien recorra las recientes publicaciones, constatará la existencia de un movi-


miento desesperado por salvar las construcciones penosamente levantadas du-
rante el siglo XIX. La inmensa ola del espíritu crítico de nuestros días va arrasando
con las embarcaciones que se creían más seguras. Las páginas antes consoladoras
de revues, rivistas, review y archiven, son hoy reflejo de una honda crisis del pensa-
miento filosófico.
La reacción idealista por un lado, la misma experimentación, por otro, han ve-
nido destruyendo, poco a poco, las conquistas más gloriosas de la ciencia positiva
y, con ellas, la quimera de Berthelot de fundar una doctrina moral basada en ella.
Los espíritus no podían someterse a este cambio constante y sucesivo en el modo
de explicar las cosas del universo. La única manera de satisfacerlos era la inmuta-
bilidad de todo. El descubrimiento de Galileo le valió ser conducido a la hoguera.
La idea de evolución, tan vieja como la humanidad, se estrelló siempre contra la
tendencia de las almas al dogmatismo. Lamarck pasó desapercibido; Cuvier pudo
vencer a Geoffroy Saint-Hilaire; Darwin levantó una tempestad que le fuera tan
hostil; guerra sin cuartel produjo a Spencer su evolucionismo cosmológico; y hoy,
De Vries recibe, por su teoría de las mutaciones bruscas, ataques rudos de lamarc-
kianos y darwinistas. Y es que el espíritu humano, disciplinado durante tantos
siglos por la construcción silogística, no podía resolverse a abandonar el criterio
de las ciencias exactas, cuya absoluta certeza nadie osaba poner en duda. Hoy,
cuando se demuestra que en esas mismas ciencias matemáticas la denominación
de exactas no le viene tan bien como la de relativas, la cuestión no deja de ser
poco desesperante. Ya Bourget previendo en uno de los capítulos de sus Essais de
psychologie contemporaine (1879), la final bancarrota del conocimiento que conduci-
ría al escepticismo, prefirió abandonar el terreno científico para ingresar al campo
de la novela. Y Brunetière, desde la Revue des deux mondes, primero, y desde su
libro Sur les chemins de la croyance, después, echa en cara a la ciencia lo frecuente
de sus equivocaciones. Esta ciencia imponente que hoy niega lo que ayer afirmó,
y que mañana tendrá, a su vez, que negar lo que hoy sustenta, no puede darnos
la fórmula definitiva. Esta ciencia ingrata destruye nuestras creencias y nuestras
esperanzas. Solo se limita a decirnos que todo tiene que cambiar y evolucionar,
puesto que todo se transforma. En el universo todo vive. Las cosas muertas no
tendrían historia.
Cabe preguntarse, entonces, se vendrá nuevamente el pirronismo. ¿Renacerá?
No hay que creerlo; sería el suicidio moral e intelectual. Para sobrevivir es preciso

* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, N°7, Lima, abril de 1913, pp. 56-57.

48
Pedro S. Zulen

luchar. Y si, como dice Patterson, luchar por sobrevivir significa luchar por creer
¿por qué, pues, no fundar una nueva creencia, una nueva doctrina que lleve la paz
del alma de las gentes? No hay que desilusionarse cuando, en el mundo contem-
poráneo, se ven esfuerzos sin límites en este sentido.
En defensa contra la tendencia de la antilegitimidad de la ciencia, salen los
mismos que han demostrado la falta de solidez de principios considerados como
definitivamente establecidos. Os admiráis –les dirán (Poincaré, Duhem, Le Bon,
Picard, Hoffdin, etc.)– de lo efímero que son las teorías científicas; las véis aban-
donadas sucesivamente después de algunos años de vida próspera; la acumu-
lación de unas ruinas con otras se presenta desconsoladora ante vuestra vista y
os parece que todas esas teorías son absolutamente vanas, puesto que las véis
sucumbir una vez pasadas de moda; y es a esto que llamáis bancarrota de la ciencia.
Pues bien, vuestro escepticismo es superficial; no os dáis cuenta del objeto ni del
papel de las teorías científicas; de lo contrario, comprenderíais que esas ruinas
que tanto denigráis han hecho vuestra vida muy distinta a la de un incivilizado;
con ellas habéis podido llegar a explotar a vuestro antojo los productos y las fuer-
zas de la naturaleza. Es verdad que la ciencia no podrá daros más conocimientos
que los de las relaciones de las cosas, y todos ellos, no de una vez, sino poco a
poco, en el tiempo y el espacio indefinidos; pero una ciencia que lo supiera todo
dejaría de poseer interés alguno; ¡el día que tal sucediera, no desearíais, quizás,
otra cosa que la muerte!
Una ciencia así comprendida, en la que los principios están reducidos a conven-
ciones momentáneamente cómodas, y en la que los hechos se relegan a hipótesis
de la realidad ¿satisfaría al espíritu? ¿una filosofía y una religión, no reclamarían
su lugar al lado de ella?
En cuanto a la filosofía hay quien pretende, como Le Bon, que ella constituye
mera adición de las generalizaciones científicas, que al fin tendrá que desaparecer.
Para el psicólogo de las colectividades, las explicaciones de las cosas naturales al
principio teológicas, después filosóficas, llegarán a ser únicamente científicas. Es
la clasificación de los estados de Comte con diferencia de que el término positivo
sea sustituido por el de científico; esto es, por uno más de acuerdo con el rela-
tivismo actual. Esta concepción no es completamente nueva. Ya el físico inglés
Oliverio Lodge al refutar el monismo materialista que Haeckel desarrollara en sus
Enigmas del Universo, proclamaba que, ante el estado actual de la ciencia, era ab-
surda la existencia de metafísica alguna. Significa esto una reacción contra el dog-
matismo de los filósofos. Es una reacción indudablemente saludable. Quizás si
ella conduzca a esa religión con que Guyau soñaba para el porvenir. ¿Por qué dog-
matizar? Le Bon decía: que si la teoría de lo incognoscible hubiera ejercitado una
influencia cualquiera sobre la marcha de la ciencia, todos sus progresos hubieran
sido paralizados. El análisis espectral ha revelado la composición química de los
cuerpos celestes que Comte relegó a la esfera de lo incognoscible. Se ha probado
últimamente que nuestros conceptos de espacio y de tiempo no son apriorísticos

49
Selección de escritos

como los consideró el dogmatismo kantiano. La experimentación ha puesto en


duda el Natura non facit saltum de Linneo y las mutaciones lentas del lamarckismo
y del darwinismo han perdido hoy todo el carácter dogmático que se les concedía.
La ley de la conservación de la materia, considerada como perfectamente estable-
cida, no está lejos de ser declarada completamente falsa. Concepciones tenidas
por largo tiempo absolutas, tales como las de masa y elemento químico, no son en
el estado actual de la ciencia más que una función de la velocidad de los electro-
nes. Se juzga inexacta la ley de la conservación del movimiento, una de las bases
fundamentales de la mecánica clásica, por cuanto hace abstracción arbitraria de
las radiaciones que, espontáneamente o no, se producen en todos los fenómenos
de manera continua.
Pero ¿no es una doctrina filosófica la que desarrolla Le Bon en L’évolution de la
matière y en L’évolution des forces? ¿No es una metafísica espiritualista de la ciencia
la que Lodge opone al haeckelianismo en Life and matter? Hay indudablemente
una filosofía, aunque es cierto formada por conceptos a posteriori. Es especulación
pero especulación fundada en los resultados del empirismo científico. Filosofía
de los datos objetivos por oposición a la de los datos subjetivos metafísicos. Es el
lamarckismo; es el darwinismo; es el biologismo de Le Dantec; es el bergsonismo.
Claro es que por hoy no tendrían razón de ser aquellas metafísicas dogmáticas.
Berthelot se separa de la doctrina comtiana cuando al lado de la ciencia “positiva”
supone una ciencia “ideal”. Mientras la primera investiga en el mundo de los
hechos materiales, la segunda, mediante las luces que le suministra la anterior,
aclara el mundo moral. La ciencia “ideal” no se auxilia de voluntad particular que
sea exterior a los fenómenos naturales en sus especulaciones sobre el origen y la
finalidad de la naturaleza y del ser humano. Penetrar el secreto de las cosas cons-
tituye deseo imperioso e invencible de todo espíritu. Mas, en el fondo, esta ciencia
“ideal” no es sino una metafísica como la cartesiana, la espenceriana o la ledante-
quiana. Y como el determinismo científico no es sino un determinismo psicológi-
co, no habiendo en realidad más determinismo que subjetivo, la ciencia universal,
será, pues, una metafísica, pero desprovista de todo dogmatismo. Este vocablo
no tendría allí la acepción que le daría una metafísica puramente intelectualista.
Gastón Rageot, en su bello libro Les savants et la philosophie, sustenta que si la
metafísica no es sino una universalización de la ciencia –la ciencia universal–, ella
no es hoy posible. La existencia de muchas ciencias diversas lo impide. No hay
“una ciencia”. Lo mismo que se le dijo a Berthelot cuando este sabio pretendía
reivindicar para “la ciencia” la aptitud de fundar una moral humana. ¿Cómo es
posible una ciencia universal ante la necesidad de la división del trabajo científi-
co? Recordando a un enciclopedista del Renacimiento, a Urbino Baldi (filólogo,
pintor, matemático, médico, poeta; sabía dieciséis lenguas, enseñó medicina en la
Universidad de Padua y se hizo notar en toda clase de cosas), Max Nordau decía
que si el dominio del saber no se hubiera acrecentado de manera tan considerable,
hoy todavía se podría cultivar cuanto se quisiera; un individuo, así lo pudiese, si

50
Pedro S. Zulen

viviere doscientos años. La mayor parte del tiempo no lo pasaría, sin embargo,
más que en imitar hábilmente lo ya producido. La labor inmensa que pretendie-
ron llevar a cabo Comte y Spencer tuvo que resultar incompleta. Un pensador
belga, Tiberghien, les echaba en cara el hecho de que se habían metido a reforma-
dores de la filosofía, sin llevar para ello una previa cultura filosófica. Se ha dicho
que la filosofía comtiana se reducía a una mera clasificación de las ciencias en el
estado en que se encontraban entonces. El autor de los Primeros principios no había
leído a Kant; aunque es cierto que si hubiera conocido las doctrinas del filósofo de
Koenisberg, quizás, influenciado por ellas, no hubiese realizado la metafísica de
las ciencias nuevas de la manera exclusiva con que caracterizó su evolucionismo
cosmológico, “filosofía del dato, opuesta a la del concepto”.
Pero no es solo el punto de vista de la imposibilidad del enciclopedismo, que
no pueda tener existencia la filosofía, entendida como sistema. El hombre hace
la ciencia y resultan inútiles todos sus esfuerzos por integrar en una resultante
única las diversas líneas del saber. La filosofía que Aristóteles conceptuó como
sistematización de los conocimientos universales, no se ha tentado en los tiempos
modernos sino en el radio particular de cada ciencia. Descartes, parte de las ma-
temáticas, Spencer, de la sociología (lo prueba en su Estática social), Bergson, de
la psicología y Le Dantec, de la biología. ¿Pero en ese sentido es aún posible? Los
estudios de Rageot evidencian que aquello que fue intuición de la conciencia, de
que alguna ciencia pretendiera regentar la realidad, no pasa de una quimera. El
fracaso se ha debido a que los filósofos han hecho generalizaciones prematuras.
Se pretendía colocar los rieles antes de que el terraplén estuviera listo para recibir-
los. Edificar el segundo piso antes que primero, fue la obra de esos arquitectos del
pensamiento. ¡Hacer una ciencia universal antes de conocer el universo!....
Ciencia y filosofía incapaces de satisfacer toda la amplitud de los más elevados
deseos morales e intelectuales del espíritu humano. Y la religión ¿no será entonces
necesaria? ¿No llenará el vacío que queda? Si ello sigue así; si el evolucionar de las
cosas humanas sigue ese sendero con la ligazón de continuidad que conceptúa el
evolucionismo, y no lo contrario, como la metafísica del moderno indeterminismo
pretende, todo ser razonable y culto no seguirá ya esa senda de estrecho dogma-
tismo que ha venido caracterizando a la ciencia, la filosofía y la región. La ciencia
será un relativismo, un dogmatismo de relatividad, que nos da goces constantes
en la vida práctica. La filosofía estará desprovista de todo carácter sistemático.
En una época como en la que Berthelot formulara su ciencia “ideal”, época en la
que no pudo creerse posible una relatividad de los principios, tan elevada y ma-
nifiesta como la reconocida hoy, el gran sintético de la química comprendió que
esa ciencia “ideal” no estaba en el estado de poder formular una vasta concepción,
material y moral, de conjunto, del universo; con mucha más razón es ello ahora
imposible. El concepto único que tenemos es lo que llamamos mundo real e ideal,
lo que llamamos certidumbre y error, todo esto, no es producto más que de la
combinación de los elementos de nuestras percepciones, de nuestras imágenes,

51
Selección de escritos

de nuestras ideas. Solo que esa combinación no puede ser arbitraria, aunque esto
último no lo podamos probar completamente.
Se dirá que la función de la filosofía ha sido la crítica del conocimiento, en virtud
del cual este último ha progresado (aunque en sentido negativo del conocimiento
de la realidad absoluta, pero positivo en el orden de los beneficios materiales que
el hombre ha recibido y recibe). Pero ¿esa crítica del conocimiento, imprescindi-
blemente dotada de espíritu de dogma y de sistema, es en la actualidad posible y
necesaria para los progresos posteriores? No es posible ni necesaria, no solamente
por la falta de dogmas inmutables en que basarse, sino porque al progreso de la
ciencia basta el encontrar lo que Le Bon ha dado en llamar reactivos. Y estos re-
activos no se encuentran, por cierto, sirviéndose del método del pragmatismo, tan
en boga en los filósofos contemporáneos. Lo más pragmático es, precisamente, no
servirse de él. Lo más pragmático es que los verdaderos hombres de ciencias sigan
el mismo camino que los Faraday, los Pasteur, los Berthelot, siguieron en las sole-
dades internas de sus laboratorios.
La religión será como deduce Souriau en Les conditions du bonheur (París, 1908).
“Una religión tolerante, que no impondría alguna mortificación estéril, que se
desprendería de todo elemento pesimista, que se conciliaría con todas las exigen-
cias de la razón y que, por consecuencia, desarrollaría la vida del corazón sin pa-
ralizar ni atrofiar el pensamiento, no podría más que hacer al hombre más feliz”.
Quedaría sí, una multitud anónima en los rezagos del espíritu tradicional, que
Guyau olvidó tener en consideración al formular la religión del porvenir, olvidó
que la potencia analítica de [Gabriel de] Tarde señaló después como hecho nece-
sario de la lógica social, hecho que a su vez, Boutroux acaba de ratificar.
Esa colectividad, imbuida de ideas misoneístas y sectarias, evolucionará, no hay
duda, pero su evolución hacia las esferas del libre pensamiento no guardará cohe-
rencia, no marchará con la misma velocidad que la élite de saber en el camino de
la asimilación de las nuevas ideas que germinen. ¡Oh, el sueño de L’ irréligion de
l’avenir! ¡Y si a este sueño se agregara el que resultaría de dirigir la acción humana
por la concepción tan finalista como optimista que Bergson acaba de desarrollar
en L’évolution créatrice!
Terrible evolución: ¿nos probarás algún día que la relatividad puede dejar de
existir?

52
Pedro S. Zulen

LA CIENCIA, EL ARTE Y EL IDEAL DEL EDUCADOR* 1

Se llama educación la acción directa que el educador ejerce sobre el educando con
un propósito determinado. El educador es el adulto, el maduro, como diría Berg-
man; el educando, el que no ha llegado todavía a la condición de aquél; el propósito
del primero es preparar en el segundo las disposiciones tendentes a hacer de él lo
que llamamos un hombre maduro; la acción directa supone necesariamente conve-
nio tácito entre el educador y el educando para producir así el hecho educacional,
el fenómeno pedagógico.
Puesto que el educador actúa sobre la persona del educando, y su propósito es
un propósito moral, el fenómeno pedagógico está vinculado al fenómeno sicoló-
gico y al fenómeno ético; y si hay una ciencia de los dos últimos fenómenos, debe
haberla del primero. Porque si la Psicología se ocupa de lo que somos, la moral de
lo que debemos ser, la Pedagogía trata de cómo llegaremos a eso que debemos ser.
El pedagogo acudirá a la Psicología para ver las energías que conviene modificar,
las asperezas sicológicas, por decirlo así, que deben limarse en el educando; el
educador pedirá a la Pedagogía los procedimientos que debe aplicar, y beberá en
la Moral el ideal que deben imbuirle para constituir su aspiración más elevada en
el porvenir de su vida social.
La pedagogía, por consiguiente, tiene una parte teórica y una parte práctica; hay
una ciencia y un arte pedagógico, o como designa Barth, una Pedagogía y una Di-
dáctica. Una fundamentación teórica, que lo mismo puede hallarse en el Emilio de
Rousseau o en La Escuela de Yasnaia Poliana de Tolstoy, que en la Pedagogía General
deducida del fin de la educación de Herbart, o en La Psicología y el Maestro de Münter-
berg; y un arte según el cual el educador ha [de] aplicar esos principios teóricos.
Aunque en su sentido más amplio, la educación es una función incesante de
la vida de todos, como observaba Flaubert, puesto que no solo educa el maestro
desde el pupitre de la escuela, sino el medio social mismo; este sentido amplio tras-
monta los límites de una ciencia propiamente dicha de la educación; porque todo
acto educativo que el individuo recibe de la sociedad en que vive, pertenece más a
lo contingente que a lo necesario, y no puede caber por lo tanto dentro de las previ-
siones de lo que se llama una ciencia. Cuando se habla de una ciencia de la educa-
ción, se entiende no aquel concepto amplísimo, sino otro concepto más restringido
pero más preciso, que la limita a las primeras edades de la vida: preparar al niño
para su existencia de hombre. De allí, frases como aquella de Guyau: “El porvenir
es lo que nosotros decidiremos quizás por la manera como habremos educado a
las generaciones nuevas”. ”The son is the father of man“, dice un proverbio inglés.

* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año I, N°22, Lima, julio de 1914, pp. 53-54.

53
Selección de escritos

Carácter de la ciencia pedagógica es ser general, universal; carácter del arte pe-
dagógico es ser particular, local. Como apunta Roerich, ciertos principios pedagó-
gicos sacados del Emilio de Rousseau, son unos y pueden aplicarse lo mismo a los
pobres que a los ricos, lo mismo a las escuelas primarias que a los Liceos, y los in-
gleses como los alemanes los han utilizado. El arte pedagógico, no; cada educador
lo entiende a su manera y depende de la sicología particular de sus educandos y
de las condiciones sociales de las localidades; el arte pedagógico del maestro de
escuela de un apartado villorio de nuestra serranía difiere completamente de uno
de Lima, que puede disponer de medios más perfectos de enseñanza y donde la
población escolar es socialmente distinta.
Ahora, por lo que respecta al propósito, a la finalidad que debe llevar en sí la
obra del educador, es indudable que debe ser algo que puede servir de guía; algo
que el educador debe impregnar, por así decirlo, en la mente afectiva del educan-
do. En la mente afectiva, sí, porque el hombre no obra solo por impulso de razón
o por la fuerza de la voluntad, obra por la acción de los sentimientos. No basta
que el hombre conozca los procedimientos dialécticos o las virtudes morales. “Ja-
más la ciencia de la Lógica –dice James– ha hecho pensar bien a un hombre, ni
la ciencia de la Ética le ha hecho conducirse honradamente“. Es necesario que el
sentimiento entre como motor de las acciones humanas.
Pero esta intervención del sentimiento significa una valorización que damos o
que tiene para nosotros la práctica de los actos de vida. Unos actos se harán por
placer o por la utilidad que puedan reportar al individuo que los ejecuta. Otros
actos se realizarán sin ninguna consideración premeditada o esperada de utilidad
o de placer personal o de un posible sacrificio material, pareciendo como que una
fe inmanente presidiera su ejecución; aunque después de realizados puedan pro-
ducir una satisfacción espiritual en la persona que los realiza. Estos últimos actos
tienen mayor significación en la vida, son valores que la elevan más que los prime-
ros, son los valores ideales de que habla Münsterberg. ”El placer –nos dice aquel
sicólogo– puede entrar como un elemento en la felicidad y en el amor; justamente
como una ventaja personal y práctica, puede entrar en nuestro conocimiento de la
verdad; pero la verdad no es verdad porque nos proporcione una ventaja, y el amor
y la felicidad no son bellos porque nos produzcan placer. La verdad, la belleza y la
felicidad son perfectas en sí mismas, y es gloriosa la vida que sirve para su reali-
zación”.
Es en esos objetivos elevados que van más allá de un mero acto de placer, es en
esos valores ideales de la vida, donde el educador debe buscar la finalidad direc-
triz de su sacerdocio, el derrotero de su aspiración modeladora del hombre que la
herencia deposita en sus manos.

54
Pedro S. Zulen

WILLIAM JAMES* 1

(Síntesis de lectura)

La aplicación de los métodos de las ciencias naturales al estudio de los fenóme-


nos de la conciencia, que trajo la emancipación de la Psicología del terreno puro
de la Filosofía, hacia el último tercio del siglo pasado, despertó en todos los países
de la tradición filosófica propia, un entusiasmo cada vez más creciente por los
estudios psicológicos. Los éxitos alcanzados en los descubrimientos científicos,
la rigurosa aplicación de las matemáticas puras a los principios de la Física, y la
creación artificial y sintética en los laboratorios de la Química, produjeron una co-
rriente directora, metodológica, que invadía triunfante los demás campos del sa-
ber humano. En Biología era Claudio Bernard estudiando un fenómeno vital. En
la Literatura era Zola escribiendo una novela. En Psicología produjo la Psicofísica,
primero, la Psicofisiología, después. En Educación, por influencia de los trabajos
de los laboratorios psicológicos, trae, más tarde, la consolidación científica de la
Paidología y de la Pedagogía experimental.
William James comenzó su carrera intelectual en esa época de la investigación
positiva y empírica, en que la Ciencia era todo, en que la Filosofía parecía ha-
ber dejado de ser. Pensador de pura cepa, filósofo por temperamento, se inclinó
reverente ante la Ciencia, pero fue más allá que ella; miró a las profundidades
puras de la conciencia y se planteó aquellos problemas altos que trasmontan los
límites del dato y de la experiencia científica y que ningún matraz, ninguna ecua-
ción, pueden encerrar problemas que, no obstante, son tan reales como cualquie-
ra combinación química, porque están en la vida misma, en nuestra vida, son
la Filosofía. Y por eso nos dice que “durante 150 años el progreso de la ciencia
ha parecido significar el aumento del universo material y la disminución de la
importancia del hombre”; y nos menciona el caso de un joven “que había creído
que al penetrar en una aula filosófica, tenía que trabar relaciones con un universo
distinto completamente del que dejaba en la calle.”
Fundador del primer laboratorio de psicología experimental en su patria,
en 1880, bajo los auspicios de la Universidad de Harvard, inició su produc-
ción psicológica con los Principios de Psicología que, publicados en 1890, atrajé-
ronle justamente el aprecio de sus colegas del mundo, que ya le conocían por
su teoría de las emociones. Esta obra revela ya, en el poder sutil de sus análi-
sis psicológicos, en el gran sentido crítico de su examen de las doctrinas filosó-
ficas particulares a cada fenómeno de la conciencia, como en la bella y amena
sencillez de exposición, la mente profundamente pensadora de James, que más

* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año II, N° 24, Lima, setiembre de 1914, pp. 65-68.

55
Selección de escritos

tarde debía introducir hondas preocupaciones entre sus contemporáneos, ya en


su valiente teoría del pragmatismo, ya en su vigorosa concepción pluralista, ya
en su interpretación empírica de la religión, ya en las esferas de la educación y
el maestro, ya en las preocupaciones morales de la civilización, ya en el sublime
campo de los ideales de la vida. James llega a ser así, el primer filósofo nortea-
mericano cuyo nombre será citado más a menudo en los libros europeos, y ha de
correr con veneración por los labios de los más grandes pensadores de Europa.
Un cuadro a grandes rasgos de su obra filosófica, es lo que nos proponemos
presentar aquí.

La vida mental

Un examen de nuestra conciencia, nos lleva la convicción de que ella está ca-
racterizada por “la persecución de fines futuros y la elección de medios para su
consecución”. El escolasticismo y el sentido común quisieron hacer de la concien-
cia un ente dotado de facultades; los asociacionistas pretendieron construir una
psicología sin alma; para los fisiologistas no hay más que epifenómenos. La vida
mental no es nada de esto; la vida mental, todo ese conjunto de sentimientos, de
voliciones, de conocimientos, que se suceden, que se compenetran, es un constan-
te devenir, es the stream of consciousness. La Psicología, ciencia que estudia estos
fenómenos y sus condiciones, debe considerar los hechos que caen bajo su do-
minio, como expresión de una actividad genuina; en otros términos, la voluntad
constituye lo más fundamental desde lo cual debe considerarse la vida consciente;
porque el querer se encuentra tan por doquiera de la vida psíquica, que las sensa-
ciones y las representaciones, las ideas y los sentimientos, no son comprensibles
más que en su relación con la voluntad. La manifestación suprema y más com-
prensiva del yo está, pues, representada por la voluntad.

El pragmatismo

La filosofía intelectualista ha sostenido que la verdad hay que plantearla, desde


el punto de vista de su valorización teórica y práctica, en el terreno de la razón y
de la inteligencia. El pragmatismo sostiene que la acción, la práctica, la vida, son las
que crean las verdades particulares y la idea general de verdad. El escepticismo
ha abolido toda distinción entre lo verdadero y lo falso; el pragmatismo la rechaza
y pretende que tal distinción solo está íntimamente ligada, antes que al conoci-
miento y a la teoría, a la acción y a la práctica.
Las ideas son verdaderas cuando podemos asimilarlas, valorizarlas, corrobo-
rarlas y verificarlas; las ideas son falsas cuando no podemos hacer esto. Si no se
ha juzgado así, es porque tenemos el hábito de las abstracciones y decimos, por
ejemplo, salud, riqueza, cuando no existe más realidad concreta que fenómenos
fisiológicos y monedas. Aunque el pragmatismo exagera y hasta contiene afirma-

56
Pedro S. Zulen

ciones vagas, como lo han hecho notar sus críticos, tiene el mérito de su antiinte-
lectualismo y representa por tanto una de las manifestaciones vivas de la filosofía
de nuestro tiempo.

El empirismo radical

Hace poco que el director de los Archivos de Filosofía Sistemática, el alemán Lud-
wig Stein, señalaba como límites del pensamiento filosófico el monismo y el dua-
lismo, diciendo que todo filósofo tenía que ser o monista o dualista. James dice
que las cosas que existen no pueden presentarse a nuestra experiencia en su tota-
lidad, porque ello implicaría un conocimiento de lo absoluto que nosotros jamás
podremos constatar; por consiguiente, las cosas deben existir indeterminadamen-
te con respecto a nuestra experiencia, de tal manera que así podremos descubrir
cosas nuevas, y el mundo es para nosotros siempre interesante, siempre estimula-
dor de la vida. El universo no debe ser, pues, uno ni doble, sino múltiple; cuando
más, se puede admitir que está arreglado en series u órdenes.
Este pluralismo es un empirismo más empírico que el tradicional, de allí que Ja-
mes le haya denominado empirismo radical. Como el pragmatismo, esta doctrina es
vigorosamente antiintelectualista, porque rechaza de antemano toda concepción
absolutista como la que se encuentran a menudo en la Historia de la Filosofía.

La experiencia religiosa

A más de nuestra experiencia ordinaria, consciente, existe otra experiencia que,


en el campo de la Psicología entraría bajo la rúbrica del automatismo, de la sub-
conciencia; del yo subliminal, como diría Myers; es la experiencia religiosa, desde
donde hay que contemplar esos problemas de la religiosidad y la vida mística y
de lo divino. Para James, la esencia de la religiosidad y la creencia en la realidad
de un universo invisible, que se coloca más allá de nuestra experiencia ordinaria,
es la relación con la cual puede revelarse la solución del misterio del orden natural
y aún el significado de nuestra vida presente. Hay que estudiar estos fenóme-
nos, no con un método apriorístico como el de los teólogos, sino con un método
empírico a fin de poder colocar la religión en su verdadero lugar en la historia.
Desde luego, no deben interpretarse como religiosas las actitudes de un Voltaire,
de un Renán, de un Nietzsche. James combate el materialismo médico que hace
de George Fox un degenerado por herencia, un visionario, un obsesionado, que
fundó la religión de los Quákeros; ese materialismo médico que relega a tipos
desequilibrados a Teresa de Jesús, a Francisco de Sales, a Bunyan. Es en la ra-
cionalidad filosófica y en su utilidad moral, donde hay que basar el criterio para
valorizar la vida de estos grandes místicos. Lo más natural es esa emotividad de
temperamento psicopático, como se sabe sine qua non de la percepción moral. Las
virtudes del santo son indispensables y por lo tanto útiles para la prosperidad de

57
Selección de escritos

la especie humana. La idea de que Dios existe, transforma nuestra experiencia,


conduce nuestra acción; y debe existir ante la alternativa de la noción mecanicista
del materialismo.

Sus ideas pedagógicas y morales

Pragmatista, James, en Pedagogía, da el verdadero valor y límite de la Psico-


logía como auxiliar del maestro. La Psicología no es más que una ciencia, y la
enseñanza es un arte. La actitud del maestro frente al discípulo es concreta y ética
antes que abstracta y analítica. No hay que confundir la perspicacia psicológica
del maestro, necesaria para su labor docente, con la pretensión de recoger obser-
vaciones psicológicas; esto último pertenece más al psicólogo de profesión que al
maestro. James insiste en toda la ventaja que obtendrá el maestro aliándose con
el interés del niño.
Hablando de los ideales de la vida, James proclama la simplicidad, la tolerancia,
la sencillez. Llevar la fe en el corazón y no solo en los labios. No basta la cultura y
el refinamiento, las aspiraciones ideales, si no están acompañadas por el valor y la
voluntad. Sin esa combinación química, por decirlo así, de todos esos elementos,
la vida no tiene significación alguna.
La educación en su forma más elevada, ha de contribuir a la expansión de estos
ideales. Haced hombres libres, que obren según la noción del bien; acostumbrad-
les a decir siempre la verdad, no precisamente mostrándoles la mezquindad del
mentir, sino promoviendo su entusiasmo por el honor y por la guerra; no ser
crueles con los animales; haced por poseer una naturaleza sana que desconoce los
excitantes y los narcóticos. He allí el evangelio que James presenta a los maestros,
porque ellos tienen en sus manos los destinos de un pueblo

58
Pedro S. Zulen

PEDANTERÍA Y CHARLATANISMO
UNIVERSITARIO* 1

“Ni son los que conocemos, ni son poetas, ni sabios, ni cosa que los valga;
son unas cuantas docenas de pedantones, copleros, ridículos,
literatos presumidos, críticos ignorantes, autores de tanta traducción
galicada, tanto compendio superficial, tantos versecillos infelices que
ni hemos inspirado ni hemos visto. Son de aquellos que de todo tratan
y todo lo embrollan...”
Moratín, La derrota de los pedantes

Una asfixiante atmósfera de exhibicionismo y superficialidad se viene expan-


diendo entre nosotros. El mal pulula allá en los claustros universitarios. Cada in-
dividuo se siente con la audacia suficiente para hablarnos de cosas que solo saben
que existen por referencias de otros. Una docena de nombres pomposamente pro-
nunciados; otras de citaciones de citas ajenas; un parafraseo en una que otra parte
para que no se vaya a decir que del todo es una copia; una perogrullada a manera
de conclusión; y leído el conjunto desde la tribuna de grado, si se trata de una tesis
de bachiller o de doctor; desde el banco de clase, si se trata de alguna composición
de curso; pero leído todo con desparpajo y entonación “para que produzca efec-
tos”; he allí la cuestión. Puede ser que el tema no haya sido abordado de manera
alguna, pero ha estado bien leído, ha arrancado aplausos a los compañeros, y el
catedrático, contagiado sin duda del humor de los estudiantes, no ha podido ha-
cer otra cosa que felicitar al joven “que tan brillantemente se inicia”.
El periódico dirá al día siguiente: “Ayer en la clase tal, el distinguido alumno
don Fulano, leyó un notabilísimo trabajo sobre el tema cual. El señor Fulano, con
una erudición asombrosa, un conocimiento admirable de la materia, un criterio
hondo, y, sobre todo, una frase galana, disertó sobre un punto como éste tan dis-
cutido en todos los tiempos por grandes pensadores. Al terminar fue objeto de
una verdadera salva de atronadores aplausos”.
Nuestro héroe se ha batido con felicidad. Se le ha consagrado. Triunfo y gloria;
honra para la familia. ¿Qué más? Y la receta es muy barata; está al alcance de
todos. Libros para el objeto, abundan. Ante un tema de Sociología o de Derecho,
basta tomar los de Posada o los de Squillace, –si mastica el italiano–, excelentes
catálogos de autores y de citas. Para un punto de Psicología, Guido Villa y algún
libro de Ribot. Para un trabajo de Metafísica, la Historia de la Filosofía de Janet y
Seailles; para otro de Moral, Fouillée, Scotti u Orestano. Para Filosofía contempo-
ránea basta con Chiapelli. Pero siempre bajo la pauta del Diccionario Enciclopédico

* Publicado en La Crónica, Lima, 16 de octubre de 1914.

59
Selección de escritos

de Montaner y Simón, sobre todo para los que apenas pueden balbucear en mo-
desto castellano.
Por eso tenemos a cada paso, por ejemplo, estudios sobre el pragmatismo de Ja-
mes, sin haber leído siquiera el libro del filósofo americano; conocemos a Post por
unas cuantas páginas de un librito de Petrone; hablamos de las ideas de Cunow
sobre el Perú antiguo, nada más que por un mero análisis de “L’Année Sociolo-
gique”. Para hacer una tesis sobre Bergson, el filósofo de moda, ¿qué necesidad
de tomarse el trabajo de leer esos libros un poco abstrusos y que dan dolor de
cabeza, como “Materia y Memoria” y “La Evolución Creadora”? Basta con tomar
los libritos de Guillouin o de Le Roy. Para doctorarme en Derecho y recibirme de
abogado, con mejorar el estilo de una de esas tesis argentinas que hay a montones
en la Biblioteca de la Universidad, es suficiente.
Y esta erudición a la violeta, esta petulancia sin límites, esta pedantería que
ahoga, nos invade por todos lados. Así, hemos visto entre nosotros cuántos han
creído haber ya resuelto el problema de la navegación aérea por la teoría del más
pesado, con solo un poco de ingenio en el manejo del lápiz. Otros, en cada huaco
creían ver nuevos dioses indígenas, y el prurito del descubrimiento descorría el
velo antes impenetrable de las mitologías autóctonas. Se permiten escribir sobre
escritura antes de la llegada de los españoles a nuestro país, sin conocer siquiera
el pequeño manual de Clodd relativo a la historia del alfabeto. Por fin, un verso
robado consciente o inconscientemente a Juan Ramón Jiménez o a Francisco Vi-
llaespesa, rimado “rubendaríamente” con “pantallas autunales” o “rumores au-
rorales”, y se tiene un poeta, una reputación en forma.
¿Adónde vamos?¿Por qué los verdaderos hombres de estudio, pocos es ver-
dad, que hay en el país, no descubren ante el público grueso –que no tienen ni la
cultura ni el tiempo para estudiar– a tales farsantes del saber? Como preguntaba
Moratín: “¿Por qué los que debían escribir callan, cuando los que aún no saben
leer escriben? ¿Qué tan grande será la tiranía de la ignorancia, tan común será ya
la superficialidad y el pedantismo, que no se atrevan, los que lloran en silencio
esta general corrupción, a declamar altamente contra ella?”
Toca a la Universidad reaccionar contra esos métodos que no pocos profesores
estimulan con su enseñanza. Para honra de San Marcos, la campaña la comenzó
hace ya algunos años uno de los catedráticos más prestigiosos entre la juventud,
en un discurso memorable, pronunciando el día de apertura del año académico
de 1900 (publicado en el tomo 28 de los Anales Universitarios), discurso que todos
los jóvenes deben leer; campaña que él mantiene viva todavía, con el carácter que
sabe imprimir a su curso, que dicta con la madurez, la profundidad, la precisión
y claridad impecables que solo el hombre que estudia realmente puede alcanzar;
que hace pensar al alumno, que le enseña efectivamente, y no le llena su cerebro
de fraseología y vaguedades.
“Es sorprendente la abundancia de personas que sienten aquí con vocación para
escribir bien o mal en prosa o verso, –decía el distinguido catedrático. Tenemos al

60
Pedro S. Zulen

país convertido en centro literario, patria de intelectuales y semillero de burócra-


tas. Nos hallamos poseídos de la enfermedad de hablar y de escribir y no de obrar,
de ‘agitar palabras y no cosas’, dolencia lamentable que constituye un signo de
laxitud y de flaqueza. Vivimos en un régimen de fervor por la instrucción deco-
rativa; preferimos la educación que adorna a la que aprovecha; la que da brillo a
los espíritus cultos y no la que forma inteligencias útiles; la que sirve para distraer
el ocio de los ricos y no la que enseña a trabajar al pobre. Es motivo de justificada
pena que aquí, donde estamos tan faltos de hombres laboriosos y positivos, haya
tomado cuerpo un gusto propio de gente imaginativa y desocupada, y se haga
una labor estéril que perturba la vida nacional.”
El maestro que tan valientemente habló tuvo razón. Precisa revivir el espíritu
de los jóvenes su frase cálida. Aquí creemos que la cosa más corriente es ser un
intelectual y un erudito. Como si la erudición fuera algo artificial, fabricado en un
momento dado, se le confunde con esa indigestión de lecturas, esa citomanía sen-
cillamente ridícula de autores que no se han leído nunca ni se leerán seguramente
jamás. La erudición es cosa muy distinta y hasta opuesta a ese enjambre de char-
latanismo. Se puede ser erudito solo por el estudio continuado de los libros, con
dilección y desinterés, sin buscar fin o utilidad inmediata, de manera que insen-
siblemente se va acumulando un caudal de ilustración que puede llegar la opor-
tunidad de aprovecharse más tarde, pero después de haber formado el criterio
propio. Por eso, el erudito es un verdadero bibliógrafo y hasta un filólogo, porque
debe saber muchas lenguas: latín y griego, inglés, francés, alemán e italiano, por
lo menos. Por eso, en todas partes, los eruditos son pocos; aquí pasa lo contrario:
todos los son. Solamente aquí puede llamarse intelectuales a individuos sin cul-
tura alguna, aparentando un estudio que no se ha tenido el tiempo de hacer, pero
que conocen admirablemente el arte del reclamo.
Hay que destruir esa educación de oropel; ese barniz de cultura que no se posee
efectivamente. Hay que hacer hombres y no farsantes: limpiemos el camino de los
segundos para dejar paso a los primeros.

61
Selección de escritos

ENTRE LOS AIMARAS DE CHUCUITO* 1

He vivido tres días entre los aimaras de Chucuito, distrito del Cercado de Puno.
Una balsa, una de aquellas curiosas y admirables embarcaciones indígenas he-
chas de la totora del Titicaca, nos condujo hasta un peñón cercano a la capital del
distrito. La navegación fue agradable, como que ese día hizo un día raro entre
los que he visto desde mi llegada a estos lugares. El cielo estaba completamente
despejado; las aguas del lago silenciosas; el sol, esplendoroso; el viento, débil. La
lluvia no interrumpió el hermoso panorama.
Pasamos la población de Chucuito; seguimos hasta La Platería a visitar la obra
de los evangelistas, a cuyo director encontramos enfermo, y ya de noche regresa-
mos a la estancia de Hutavelaya, donde el indígena Camacho fundó, en 1905, una
escuela para educar a su raza. Al día siguiente visito el ayllo de Ccota y vuelvo
nuevamente a La Platería a preguntar por la salud del doctor Stahl, el abnegado
director evangelista.
Por el camino nos encontramos, a cada paso, con indígenas que van a pie de
un pueblo a otro, recorriendo leguas sobre leguas del modo más natural. Dios
asqui jayppu churatma, nos dicen saludándonos y añaden al saludo, en su idioma:
“Cuanto gusto de que hayáis venido, señor; aquí no hay justicia”.
Todo está cubierto de vegetación. La agricultura autóctona ha ascendido hasta
sobre los cerros. En sus cuestas se ven las casitas donde viven los indígenas. A
causa de la rudeza del clima, las puertas de estas casitas son por lo general peque-
ñas, hasta el punto de que el indio tiene que agacharse para penetrar a ellas. El
ambiente es rico de poesía. Por aquí, un rebaño de ovejas es conducido por pas-
tores infantiles que van cantando. Por allá se oye el toque de algún licenciado del
ejército, entusiasta de la corneta, que él mismo ha hecho de hojalata y que imita
admirablemente el sonido. Por allá, la zampoña nos deleita con sus sentidos aires
indígenas.
Por algunos sitios veo casas grandes con techos de calamina. Pregunto a los in-
dios que me acompañan y me dicen que son fincas. Se denomina así toda hacien-
da formada por sucesivas detentaciones de tierras de ayllos. “Este es un terrible”,
dicen los indios por un afincado.
En todas partes del distrito se notan los resultados que va dando la obra comen-
zada [hace] diez años por el indígena Camacho, y reforzada de la manera más
meritoria por la misión de los adventistas del sétimo día, de cuatro años a esta
parte. Estos evangelistas están llevando a cabo una obra grande y trascendente
desde el punto de vista pro-indígena. He encontrado como director de los trabajos

* Publicado en La Crónica, Lima, 09 de febrero, 1915.

62
Pedro S. Zulen

de la misión, al doctor Stahl, médico de profesión, quien con una abnegación que
lo recomienda altamente ha renunciado a las comodidades de una city americana
para venir a internarse en un medio donde todo se sacrifica, hasta la salud. Feliz-
mente los indígenas han correspondido a estos esfuerzos en una forma que dice
muy bien de ellos. Ya pasan de quinientos los indígenas que no beben alcohol ni
mastican coca, que cultivan sus tierras con métodos menos rutinarios, y que, en
materia religiosa, han abandonado ese culto grosero, fomentador del alcoholis-
mo, corruptor de las costumbres.
En el ayllo de Ccota visité la escuela No.8933, creada por gestión de la Pro-
Indígena. El local y parte del material escolar, como el mapa del Perú, han sido su-
ministrados por los indígenas. Concurren a esta escuela hasta adultos y muchos
escolares vienen en balsas desde las islas vecinas de Quipata y Chilata. La escuela
está a cargo del señor Carlos García.
Ayer me dirigía a tomar la balsa que debía conducirme de regreso a Puno, cuan-
do fue sorprendido por los indígenas de Ccota que, en número mayor de un cen-
tenar, marchaban a mi encuentro con una banda de músicos a la cabeza. Venían
con el objeto de expresar públicamente su agradecimiento a la Pro-Indígena y
despedir a su secretario general. La banda de músicos estaba formada con zampo-
ñas, cornetas de hojalata, de las que ya he hablado, iguales por su forma y sonido
a las bandas de guerra de nuestro ejército; y bombo y tambores, construidos por
ellos mismos. Ejecutaron marchas militares y aires aimaras, con una perfección
armónica admirable.
También muchos indígenas de los otros ayllos habían venido al lugar de des-
pedida. Les dirigí la palabra, que iba traduciéndoles a su lengua mi compañe-
ro intérprete. He reconstruido mi improvisado discurso y allí va, al pié de estas
notas de viaje. Por último, la banda tocó el himno nacional y, en seguida, todos
los indígenas lo cantaron en alta voz. Dieron vivas al Perú, a su bandera, a la
Pro-Indígena y a su Secretario en medio de una efusión colectiva del sentimiento
patriótico. ¡Qué distinto todo esto del espectáculo que ofrecen hoy las otras clases
sociales, corroídas por la más honda depresión moral!
Hemos tomado nuestra balsa. Nada nos ha hecho presentir lo que vendría horas
después. Una tempestad furiosa nos ha sorprendido en el lago, cuando todavía
estábamos distantes de Puno. Pero se ha puesto a prueba allí la pericia de Marcos
Yupanqui, el indígena que nos conduce. La navegación ha estado llena de peri-
pecias y peligros, y no se sabe qué admirar más en estos indígenas, si la previsión
más segura de los vientos y de las tempestades, de su hora, dirección y duración;
si el dominio más completo en el manejo del remo y la vela, hasta en las situacio-
nes más desfavorables.

Discurso del Secretario de la Pro-Indígena a los indios de Chucuito:

Ha sido para mí una sorpresa contemplar este cuadro que tanto dice del va-

63
Selección de escritos

lor de vuestra raza y de las cualidades que os adornan. Lo que ahora presencio
aumenta la fé, enardece el sentimiento de los que soñamos en una patria mejor,
en una patria de ciudadanos libres, de ciudadanos con derechos; en una patria
sin charcos ni fincas, donde no habrá que pasar cargos ni soportar desmanes de
mandones, como fue la patria, de vuestros antepasados que la tradición hace na-
cer aquí, en la inmensidad misteriosa del lago grandioso, en estas aguas a ratos
tranquilas, a ratos tempestuosas.
Nuestro país no tiene nada que esperar de los que convierten los ayllos en fin-
cas; de las malas autoridades, de los malos jueces, de los malos magistrados; de
los que cimentan su riqueza sobre el trabajo y la miseria de los infelices, sobre el
sudor y la sangre indígena. El Perú futuro, el gran Perú de mañana se hará con vo-
sotros, con vuestras energías propias; con vuestras condiciones de moralidad, de
trabajo, de orden, de docilidad para el bien, de vigor físico único capaz de domar
a la naturaleza impertérrita y tiránica de estas regiones.
Por eso, es necesario que os elevéis para que nadie os desprecie. El hombre se
eleva por el amor a su raza, por la instrucción, por el respeto al derecho ajeno, por
la laboriosidad, por el cumplimiento de sus deberes de ciudadano y de patriota,
por la altivez y la confianza en sus propias fuerzas, por carecer de vicios entre
ellos el del alcohol.
Para satisfacción de todos, ya esta obra ha comenzado; se está realizando aquí,
en pequeño, con el concurso de seres abnegados entre los cuales hay uno de vues-
tra propia raza. Yo he venido a palpar su progreso manifiesto; llevo la impresión
más alentadora, y no me arrepiento de haber pasado algunos días entre vosotros,
recorriendo vuestros ayllos, viviendo vuestra vida; cautivado y absorto a veces,
admirado siempre; inmutado cuando me relatábais con dolor, con el dolor que
solo vuestras zampoñas saben decir, cómo aquel cura dejó en herencia a su hijo,
terrenos que os pedía diciendo que eran en calidad de préstamo y que estábais
obligados a darle para no ser excomulgados.
Seguid adelante. Que esta obra de renovación continúe con tesón entusiasta,
poderosa. El día de la victoria no está lejano. Si hoy la frase “No hay justicia”
acude a cada instante a vuestros labios, no se debe desesperar por eso. El día que
la libertad y la justicia triunfen, entonces veréis a vuestros pies a los mismos que
hoy os vejan, que hoy os arrebatan vuestro patriotismo. Este día ese suelo será de
vosotros solos, como lo fue antes, y por tal motivo vosotros también toca hacerlo
grande, porque solo así podrá surgir la nación que anhelamos, y entonces todos
podremos decir ¡Viva el Perú, el Perú regenerado por su raza!
En el ayllo de Ccota, a orillas del Titicaca, 28 de enero de 1915

64
Pedro S. Zulen

LA FEDERACIÓN * 1

Todo no es putrefacción y miasma.


Modesto Málaga, el firme y abnegado compañero en las labores pro-indígenas,
que sabe de las actitudes insólitas y de las rebeldías enhiestas, acaba de fundar en
la ciudad del Misti, el semanario “La Federación”, un nuevo vocero del espíritu
regionalista.
Aparece “La Federación” en circunstancias en que el Sur del Perú, se halla viva-
mente agitado por ideas y sentimientos anti-centralistas, y en que Lima se consi-
dera en las provincias como “La Sodoma peruana para cuyos vicios y sensualida-
des, se exacciona al país con exasperantes impuestos”.
Modesto Málaga es un valiente y un patriota.
La altivez de su frase, el vigor candente de su pluma, y la esperanza de ver al-
gún día a la Patria regenerada, están ardorosamente expresadas en las columnas
de su periódico.
El programa de “La Federación” no es un programa político. “Nosotros –nos
dice– no hemos venido a hacer política personalista a favor de ningún caudillo, ni
de ningún partido. Partidos y caudillos –esos que no merecen ni respeto ni afecto
de los hombres de bien– no nos arrancan sino censuras. A ellos, a su egoísmo, a su
ambición, debe el país su actual agonía.
Sacrificarse por hombres sin ideales, sin convicciones, sin patriotismo y aún
sin honradez personal ni política, sería una locura, una desgracia. Apartados del
mercado político, donde se venden y compran conciencias, nuestra acción perio-
dística significa algo más digno que la actuación del logrerismo y de la mentira
que señalan las tendencias de la política actual”.
“La Federación” cree que “La regeneración de la Patria, la invasión vital de sen-
timientos, ideas y principios que salvarán al Perú, no puede brotar en Lima. Ni en
el cubil de las fueras, ni en la guarida de los reptiles, brotan palomas ni flores…
La regeneración salvadora brotará de la provincias”.
El toque de llamada se dirige a “los peruanos de corazón sano y de patriotismo
sincero; los que todavía no se han corrompido por el contagio letal de las infamias
y de las ambiciones de lucro y de explotación nacional; los que desean un porvenir
de libertad y justicia para el pueblo; y los que sienten palpitar en sus corazones las
cóleras candentes contra las tiranías que se han guarecido y se guarecen en Lima”.
“Vamos –les dice– a combatir por el bien público, contra esas despóticas suplan-
taciones que se aceptan sin protesta y sin castigo. La suplantación de la voluntad
popular, en esas simulaciones democráticas que se llaman elecciones populares.

* Publicado en La Crónica, 22 de marzo, 1915.

65
Selección de escritos

La suplantación del gobierno responsable, constitucional y representativo, por


esos ogros de la fuerza que traicionan, que usurpan, que tiranizan, que saquean
los dineros públicos y que degüellan a los ciudadanos. La suplantación parla-
mentaria, la que hace posible que nuestros congresos no se formen de verdaderos
personeros de las provincias, por medio de la elección libre; sino de sobornados
lacayos del poder, impuesto por la fuerza consagrados por el fraude; razón por la
que nuestros congresos ya no son guardianes de las libertades, ni amparadores de
las leyes, sino cómplices de los grandes crímenes que las oligarquías del sable o
del cinismo comenten diariamente…”
En fin, “Vamos a levantar la bandera de la Federación, única forma de organi-
zación política y administrativa de devolver a los pueblos su autonomía demo-
crática y económica; único medio por el que libertaremos a la Nación del tutelaje
oprobioso, absorbente y desmoralizador del poder central; única solución que
cabe en las circunstancias actuales, para procurar que las provincias de la Repú-
blica dejen de ser pupilas esclavizadas y se conviertan en obreras de su propio
bienestar y su progreso…”
¡Bienvenido quien así sabe decir!
Piensen los hombres de Lima en esta agitación regional de que “La Federación”
es órgano. Nosotros no participamos, desde luego, de la idea de que el federalis-
mo sea conveniente en los momentos actuales, pues no sería en el hecho más que
el preludio de la desintegración nacional; ni tampoco pondría remedio efectivo
al malestar en que vegetan las provincias, donde el gamonalismo oligarca es una
institución. Pero si creemos muy fundada la opinión contra el parasitismo cen-
tralista, y por eso deben ser bien recibidos los órganos enérgicos que como “La
Federación” saben combatirlo.
En esta hora crítica para la Patria, no es el federalismo desunificador lo que de-
bemos proclamar, sino la unificación reaccionaria.
Que la presente agitación regionalista haga presentir que las provincias liber-
tarán a la República de la oligarquía sistemada en que nos hallamos hasta aho-
ra, restaurando el sentido democrático de las instituciones patrias. Que el grito
de alarma de “La Federación” repercuta hondamente en la conciencia regional y
contribuya a unificar ese pensamiento provinciano que hoy sería el más calificado
pensamiento nacional. He allí lo que deseamos.

66
Pedro S. Zulen

UNA MEDITACIÓN EN EL 97° ANIVERSARIO DE LA


INDEPENDENCIA NACIONAL* 1

¿Qué es el Perú? ¿Será Lima con sus callejones y su jirón de la Unión con sus
avenidas y sus balnearios? ¿Será Arequipa, será Trujillo? ¿Estará en los inmensos
latifundios costaneros de algodón y caña? ¿Será ese agrupamiento de pueblecitos
miserables de nuestros valles serranos?...
Así nos preguntábamos hace algunos años, tratando de hallar ese sedimento que
debe acumularse a través de todos los cambios de un pueblo y que todo ciudadano
debe conocer. Y, abriendo las páginas de nuestra historia, atisbando por todas las
esferas de la actividad nacional, no pudimos encontrar nada que nos satisfaciera
con la misma intensidad con que buscábamos. Aparecían hechos aislados, pero la
nacionalidad estaba por hacer. Años de inquietudes y preocupaciones los de enton-
ces acá. Aunque anhelos intelectuales nos convidaban a retraernos en el solaz de un
gabinete de estudio, lejos del contacto de las cosas públicas, esto tuvo que ser im-
posible en una atmósfera corroída por los hedores de un mar de fango en el que los
hombres se retorcían unos sobre otros disputándose una presa. La época –que si-
gue durando y durará aún– era como para descorazonar al más firme. Nadie había
sentido repugnancia al mancharse con el limo de nuestras miserias morales. Solo
un hombre ya anciano se había conservado fuera. Todavía nos parece verle la mi-
rada de sus últimos años, serena y al mismo tiempo triste y pensativa, como quien
medita en el pasado. En vano llenó de acciones y enseñanzas la mitad de nuestra
vida republicana. En vano luchó tantos años contra la plutocracia civilista. En vano
mostró sabios dotes de gobernante. En vano fundó un partido…. ¿en vano? No, no
fue en vano. Todo eso sirvió para dejar una lección objetiva a su pueblo, porque el
hombre público que da un ejemplo aunque no haya triunfado, ha puesto un jalón
en la patria del porvenir. Aquel que supo mantenerse altivo y digno hasta su muer-
te, enseñó a ser ciudadano, que a pesar de sus yerros fue un tipo de luchador, y de
patriota, dejó con su existencia un elemento vivo de la conciencia nacional. Porque
los pueblos forjan sus espíritus en el alma de sus grandes hombres. Y así como no
es grande la Francia que condena a Dreyfus, sino la que venera a Zola; así como por
sobre la España de [Francisco] Pi y Margall, Joaquín Costa y Alfredo Calderón; más
tarde, cuando reaccionemos contra este rebajamiento general, cuando terminemos
esta época desastrosa, cuando despertemos a la luz de la libertad y la moral, a este
Perú de alquilones y abyectos se opondrá el Perú de Piérola como un símbolo de la
altivez y la dignidad ciudadanas.
Época de inferioridad, las ideas dominantes giraban alrededor de la creencia en
que las fuentes del progreso, el bienestar, no están dentro ni se conquistan por el

* Publicado en Balnearios, Lima, 28 de julio de 1918.

67
Selección de escritos

propio esfuerzo. Por eso se clamaba por inmigración, repitiéndose hasta la saciedad
–y como muchas de escuela, sin haber investigado su sentido– aquella frase de Al-
berdi: gobernar es poblar; mientras nuestros irreemplazables indios –elemento único
de población nacional con que contamos– eran expoliados, asesinados y persegui-
dos como criminales por defender o reclamar lo suyo. ¡Y cuánto daño no ha hecho
aquel aforismo de que con la apertura del Canal de Panamá la riqueza se vendría a
torrentes al Perú!
Y no es que no hubiera hombres capaces de darse cuenta de las cosas, capaces de
mirar más allá de ese conformismo burocrático que hace decir lo que no se piensa
y sostener lo que no se cree. Les faltó la conciencia de la dignidad y la altivez, la
integridad de los caracteres. No tuvieron ese ímpetu que encamina a la realización
de las cosas supremas y grandes, hasta la heroicidad y el sacrificio. Carecieron de
voluntad, de vigor de sentimiento, esa voluntad y ese sentimiento que llevan a la
acción y que conducen a las transformaciones de la Historia. Eran de los hombres
que no pasan de la frase hecha, como diría Alfredo Calderón. La nota culminante la
dio ¡oh dolor! aquel maestro que puso en frase candente, límpida y marmórea nues-
tras faltas y nuestros vicios, para cremar después sus execraciones con el fuego de
sus propios actos al pasar el umbral de la calle de Estudios, allí donde se levanta el
eterno ejemplo para todas nuestras generaciones presentes y futuras, de la pureza,
la honradez, el convencimiento, la sinceridad, la sencillez de un Vigil; de aquella
vida hermoseada por esa unidad entre lo que se hace y lo que se siente, se piensa y
se dice, que es el distintivo de los hombres superiores.
Por mucho tiempo todavía seguiremos así. Vendrá la fecha del Centenario de la
Independencia y veréis a los oligarcas y opresores, a los explotadores y arribistas,
presidir los festejos a la Libertad mientras una raza –que quizás espera la santa re-
dención social de un nuevo Méjico– gime a sus pies entre cadenas.
Un movimiento que partiera de las provincias –llámase mejor revolución– fuera
de toda conexión con los partidos políticos existentes, que persiguiera como obje-
tivo inmediato, por un lado, garantías y restitución de sus propiedades a los indí-
genas, y, por otro lado, la autonomía local y la erección y el fomento del espíritu
municipal, únicos medios de combatir el centralismo y hacer efectiva la democra-
cia: un movimiento de esta naturaleza podría determinar un cambio en la faz del
país. Mas, ¿habrá nervio guerrero y levantisco bajo la depresión que nos consume?
¿Nos hallaremos con fuerzas suficientes para arrostrar una revolución tan magna
como la de la patria de Juárez? Quién sabe. La analogía entre el estado social del
Méjico de Porfirio Díaz y el estado social nuestro, deben permitir vislumbrar algo...
Quizás solo falte el agitador, el caudillo1. Verdad que el movimiento anticentralista
2

1 Los que piensen que al Perú le tiene que llegar su Méjico, y que es necesaria aquí la producción de un
movimiento de tan vastas y profundas consecuencias sociales, deben estudiar la génesis y el curso de
su revolución, pues hay mucho que aprender de ella, es una fuente de enseñanzas para los que aquí
conceptúan que a todo pueblo le llega su momento de conquistar la libertad y justicia que les niegan sus
clases dirigentes. Hay un libro fácil de conseguir: “Carranza y la Revolución Mejicana” por E. González
Blanco, editado en España. Pero el mejor libro a mi juicio, es el del escritor Rogelio Fernández Guel, ex-
director de la biblioteca Nacional de Méjico, titulado: “Episodios de la Revolución Mejicana”, Imprenta

68
Pedro S. Zulen

está latente no solo en el Sur sino en todas las provincias de la República, pero es
sensible que a muchos de sus sostenedores se les vea adormecidos por perspectivas
burocráticas; unos cuantos mendrugos de los desperdicios de festines de degenera-
ción y vergüenza, que les arrojan desde la Capital.
Si no se produjera este movimiento de las provincias, para el cual hay que comen-
zar por una vuelta de todas las individualidades al cultivo de virtudes ciudadanas,
hoy abandonadas, solo una guerra nacional podrá sacarnos del envilecimiento en
que vivimos. Las naciones que no pueden hallar dentro de sí mismas las fuerzas
para regenerarse, que no son capaces de salir de esa paz que es muerte porque han
muerto todas las aspiraciones ideales, han menester una fuerza exterior que las
mueva y conmocione profundamente, tienen necesidad de la guerra; no les queda
más esperanza que la de ese cataclismo necesario, fuente de renovaciones inespera-
das. La guerra si es una calamidad material, tiene también la virtud de ser creadora
de valores. Con ella surgirían caracteres y cerebros que hoy no se manifiestan y se
abrirían nuevos horizontes de vitalidad. Probablemente no nos traería más que la
derrota, pero podría ser el principio de un nuevo resurgimiento, de un vigoroso
despertar de la conciencia pública, suficiente para purificar el ambiente.
¡La guerra! ¡Saludad a la salvadora! Si no queréis que la derrota sea terrible, pre-
paraos; pero sabed que no son los armamentos los que hacen la eficiencia de los
ejércitos, sino el espíritu, y que este espíritu se hace con hombres que saben lo que
es justicia y lo que es derecho, porque los tienen, y que saben que van a defender
la dignidad de la Patria y no los intereses de las oligarquías reinantes. Mañana
cuando se produzca el conflicto, tendréis fatalmente que recurrir al indio. Pero ¿qué
defenderá éste? ¿Su hogar? Si se lo habéis destruido. ¿Su tierra? Si se la habéis arre-
batado. ¿Su libertad? Si lo tenéis aherrojado en las cárceles... ¡Ah! La guerra eviden-
ciaría entonces que el defensor de nuestra soberanía y nuestra honra, el guardián
de la nacionalidad, es ese paria a quien se roba y se mata diariamente, y que está
en nuestras conveniencias conservarle y educarle comenzando por hacerle justicia.
No creemos que la clase dirigente del Perú iría nunca a un conflicto armado; an-
tes cedería todo, como cedió hace poco 188,000 kilómetros cuadrados de nuestras
fronteras a dos países limítrofes. De allí que deberemos considerarnos felices si
fuésemos obligados a ir a la guerra.

Hemos escrito estas líneas en un momento de meditación ante los males de nuestra pa-
tria y con el recuerdo de unos pocos compañeros en los goces del batallar por la verdad y la
justicia. Una implacable dolencia física nos mantiene alejados. Cualquiera que sea nuestro
destino, templaremos siempre nuestras fuerzas morales. ¡Bendita la adversidad que pone a
prueba las energías, selecciona las almas y determina los valores humanos!

Trejos hermanos, San José, Costa Rica, 1914. De una prosa brillante y atrayente, lleno de bellezas de
forma y energía de fondo, sin timideces ni medias tintas, franco, sincero y sin exageraciones ni apasiona-
mientos, deja la fuerte impresión de un libro de verdad. Para estudiar en detalle las causas económicas
de la Revolución de Méjico, es importante conocer el libro “¿Qué es la Revolución?” de don Antonio
Manero (Veracruz, 1915).

69
Selección de escritos

Harvard y San Marcos*1

La verdadera Iglesia fue siempre la invisible Iglesia.


La verdadera Harvard es la invisible Harvard en las
almas de sus mayores buscadores de la verdad y de sus
más independientes y frecuentemente muy solitarios hijos.

William James, The true Harvard.

En el siglo XVI se fundó San Marcos, la más antigua Universidad de Hispano


América. Casi un siglo más tarde se fundó Harvard, la más antigua de la América
del Norte.
Harvard fue fundada por aquellos antiguos puritanos ingleses, no conformis-
tas, celosos amantes de sus creencias, que abandonaron su país y atravesaron el
océano y se establecieron en las costas de la Nueva Inglaterra, donde debían for-
mar ese hogar modelo de la democracia que había de dar al mundo un nuevo sen-
tido de la libertad. San Marcos fue establecida por una raza aventurera, sedienta
de riquezas materiales, que no creó aquí más institución que las encomiendas, nos
trajo la Inquisición y nos legó vicios que hoy, a los cien años de independencia,
son todavía la valla más terrible que se opone a los idealistas y los soñadores.
De Harvard como de las otras Universidades fundadas después en Nueva In-
glaterra, salieron aquellas generaciones cuyo pensamiento supieron ejecutar la
pluma de Harriet Beecher Stowe y la energía de Abraham Lincoln, y que acabó
para siempre con la esclavitud de una raza. San Marcos, como las demás univer-
sidades menores, se cruzó de brazos ante la explotación y exterminio de nuestros
aborígenes y de ella no ha salido ningún movimiento de redención y de justicia
para los oprimidos peruanos.
Harvard siguió los cambios de los tiempos, influyó en la vida nacional nortea-
mericana y fue una fuente renovadora de las fuerzas mentales y morales de su
pueblo. San Marcos se estancó, vivió separada de la realidad y no fue más que una
máquina de fabricar parásitos y burócratas.
A la sombra de Harvard crecieron los hombres de más valía que ha produci-
do la América del Norte en todos los órdenes del pensamiento, desde Emerson,
Longfellow y Russell Lowell hasta William James y Josiah Royce. Cuando en su
seno o en el país no hubo grandes maestros los trajo del extranjero como al gran
naturalista suizo Agassiz, al gran psicólogo alemán Münsterberg. Cuando en ella
la ciencia estuvo caduca envió a sus profesores a Europa, como a Bancroft, el his-

* Publicado en La Crónica, Lima, 20 de agosto de 1909.

70
Pedro S. Zulen

toriador, a Tickner, el hispanista, que fueron a estudiar a Göttingen, famosa uni-


versidad alemana. Cuando hubo necesidad de observar directamente los asuntos
sobre el terreno, mandó a Lowell, su actual presidente, para que estudiara el dere-
cho político de las naciones europeas; comisionó a su sabio médico y bacteriólogo
Strong, Director de la Escuela de Medicina Tropical, para estudiar en Asia el cóle-
ra y en el Perú la verruga. Cuando las investigaciones astronómicas demandaban
un cielo adecuado, estableció uno de sus tres Observatorios en Arequipa. Es que
en Harvard no se concibe Universidad si ésta no investiga ni crea ciencia.
A la sombra de San Marcos no se han formado las grandes figuras científicas y
literarias de país. Ni Ricardo Palma ni Manuel González Prada crecieron intelec-
tualmente dentro de su ambiente, ni dictaron nunca una lección en sus aulas. San
Marcos fue extraña a las investigaciones de [Jesús Toribio] Polo, González de La
Rosa, Pacheco Zegarra, Villar, Patrón. Tuvo a Barranca en su regazo, pero nunca
se dio cuenta de quién era el infortunado sabio que tantas veces para poder almor-
zar tenía que llevar a vender periódicos pasados a la pulpería. Y esa Universidad
que tiene dinero para cobijar tanto zoquete y holgazán y que publica una revista
de fiambres, no lo tuvo para publicar los manuscritos del ilustre naturalista y filó-
logo, incurriendo en la gravísima falta de haber dejado perder lo que debió cons-
tituir timbre de honor para ella y para el país. Es que en San Marcos no se tiene el
menor concepto de lo que es una Universidad y se cree que todo debe reducirse a
esa rutina de listas, copias, pasos, paporretas, exámenes, premios y diplomas; es
decir, a fosilizar la enseñanza, despojándola de su naturaleza científica.
En Harvard se tiene en cuenta la moralidad del estudiante y su saber positivo.
Años de estudio, cartulinas, notas; nada significan. Inteligencia, asiduidad; poco
valen si no hay buena conducta. Para otorgársele un grado no solo debe haber
probado durante el curso de su estadía en la Universidad o públicamente, que
es hombre capacitado en el orden de conocimientos que ha elegido, y debe saber
leer, por lo menos francés y alemán, fuera del latín y griego, en ciertos casos, y
del completo conocimiento del inglés. En San Marcos no se tiene en cuenta nada
de esto y por eso vemos esos clubs que nuestra farsa republicana mantiene, todas
esas tesis de falsa erudición y poco meollo, todos esos doctores que no saben, no
digo idiomas extranjeros, ni su propio idioma.
Una Universidad que investiga trabaja por el progreso de los conocimientos
como Harvard, que no es mera repetidora como San Marcos, supone museos,
laboratorios, observatorios, bibliotecas, todos extensos y ricos. Harvard los tiene.
San Marcos no ha tratado de procurárselos.
Un ejemplo de la grandiosidad de Harvard es su Biblioteca. Ésta tenía en 1915
cerca de un millón doscientos mil volúmenes y más de setecientos mil folletos, y
la proporción de su aumento al año siguiente fue de 45.000 volúmenes y 28.000
folletos. (Es el dato más reciente que poseo). Todavía hay que considerar las bi-
bliotecas particulares que suman 100. 000 volúmenes aproximadamente. El siste-
ma de catalogación es el más práctico que se conoce y apenas llega un libro se le

71
Selección de escritos

cataloga inmediatamente mediante el magnífico sistema de tarjetas. La Biblioteca


de San Marcos cuenta solo con veinte mil volúmenes, puestos en los estantes sin
orden ni criterio de ninguna clase. El catálogo no obstante tan pequeñísima canti-
dad de libros, es todavía un problema intrincado, un latín abstruso que no saben
allí cómo entenderlo. La marcha de ese importante departamento de la Universi-
dad, podrá juzgarse por el hecho de que hasta ahora no están a disposición de los
lectores los libros obsequiados por la institución Carnegie, y el que esto escribe,
para poder consultarlos, tuvo que ir hace pocos días a casa del señor Inspector de
la Biblioteca a pedirle una tarjeta para que el bibliotecario se lo permitiera. ¡Así
estamos! En los Estados Unidos las bibliotecas buscan a los lectores, les ponen
los libros delante de los ojos, si se quiere. En el Perú es cuestión de favor el con-
seguirlos y todavía con el riesgo de que algún empleado le salga a uno con “no
hay”, por ociosidad o por ignorancia. Otra cosa más, entre las muchas que podría
decir para asombro del que esto lea, es que en la tal Biblioteca universitaria se ha
inventado el sistema novísimo de empastar revistas no por volúmenes completos
sino por fascículos, como sucede con la “Columbia Quarterly Review”, órgano de
la Universidad de Columbia, de New York. Y creo que con esto basta.
Esta ligera comparación entre San Marcos y Harvard es suficiente para apreciar
el grado de atraso de nuestra Universidad. Se me dirá: Harvard tiene medios, San
Marcos no. Perfectamente. Pero allá, si en parte el adelanto de las universidades
se debe a las donaciones particulares, pues son absolutamente autónomas y no
reciben auxilio económico del Estado, aquí podría suceder lo mismo. Mas ¿quién
se animaría a erogar cátedras para que las obtengan paniaguados o vividores?
¿Quién daría para acrecentar la Biblioteca si ésta se considera como un hacina-
miento de libros y no presta la utilidad debida? ¿Quién erogaría para museos y
laboratorios que no llenen su objeto? Si la Universidad se regenerara, despertaría
las simpatías de las personas pudientes del país, y entonces esas donaciones se
harían con la largueza y constancia que se acostumbra en los Estados Unidos.
Desde luego, no hay que dar demasiada importancia a los recursos económicos.
Sería un error considerarlos como productores de ese tipo original de la universi-
dad norteamericana, de esa plenitud de vida que la caracteriza. Con justa razón
ha dicho el profesor Sadler, de Manchester, en el prefacio a la traducción inglesa
de la clásica obra de Paulsen sobre “las universidades alemanas y el estudio uni-
versitario”, que “El secreto de la grandeza de todas las instituciones no descansa
en la forma de su organización, ni en su estado legal, ni en sus recursos finan-
cieros, aunque, por supuesto, cada uno de estos tiene una influencia importante
sobre su eficacia y bienestar, sino en el espíritu de su trabajo y en una tradición no
escrita de servicio público”. Ya Emerson dijo: “El pensamiento y el conocimiento
son naturalezas en que el aparato y la pretensión nada valen. Las togas y las fun-
daciones pecuniarias, aunque sea de ciudades áureas, nunca pueden compensar
la menor sentencia o sílaba de ingenio. Olvidad esto y nuestros colegios america-
nos cesarán en su importancia pública, al paso que se harán más ricos cada año”

72
Pedro S. Zulen

(Discurso sobre el hombre pensador). Citaré en fin estas palabras de William James,
pronunciadas por el gran filósofo en la Universidad de Stanford, un día que ce-
lebrara a sus fundadores: “¿Y qué hace la cualidad esencial de una Universidad?
Hace años en Nueva Inglaterra se dijo que un leño al borde del camino con un
estudiante sentado en un extremo y Mark Hopkins en el otro, fue una univer-
sidad. Uds. pueden levantar alto su maquinaria de disciplina y tener perfectos
los métodos de instrucción. Uds. pueden gastar dinero hasta donde nadie pueda
hacerlo como Uds. ; y sin embargo, Uds., no habrán hecho más que agregar un
trivial espécimen al tropel común de colegios americanos, salvo que den a toda
esta organización algún soplo de vida, inoculándole algunos hombres que sean
reales genios. Y una vez que Uds. tengan los genios, podrán dispensarse la mayor
organización” (Discurso sobre El destino ideal de Stanford).
San Marcos, con los recursos que en la actualidad cuenta, podría muy bien estar
en otras condiciones. Lo que necesita es desperuanizarse y americanarse, no en
el sentido de una renuncia de la nacionalidad, sino en el de adoptar métodos y
sistemas que se acerquen a los de Harvard, por ejemplo, pues mientras que se crea
que la Universidad debe ser exclusivamente repetidora y no investigadora, care-
cerá de medios de renovación y el malestar de ahora será el de siempre. ¡Cómo
nuestro Rector se pareciera a uno de esos presidentes de universidad en los Esta-
dos Unidos, un Elliot, un Lowell, un Murray Butler, un Hadley, un Goodrow, un
Stanley Hall, que son ejemplos vivos de pureza moral, de juvenil entusiasmo, de
iniciativa, de acción, verdaderos orientadores de la mentalidad colectiva, fuertes
sugeridores de ideales; y que algo así como poseídos por la locura del progreso,
no reducen su actuación a ir a todas las mañanas a su despacho a poner firmas,
sino que están constantemente en todas las reparticiones de la Universidad para
comprobar por sí mismos si todo funciona como debe funcionar, si hay alguna
necesidad de satisfacer, qué se debe reformar o crear. ¡Cómo nuestros catedráti-
cos fueran como esos profesores que cuando son llevados a desempeñar puestos
públicos realizan en ellos los principios éticos que enseñaron en el aula! ¡Cómo el
espíritu de verdad y de justicia que emerge de las páginas vibrantes del discurso
sobre “Las profesiones liberales en el Perú” y del opúsculo sobre “El problema
de la educación nacional”, arrasara de una vez con ese concepto muy peruano
de que la Universidad es un conjunto de empleos que deben distribuirse entre
parientes y amigos, y surgiera un San Marcos renovado que comenzara por crear
no el alma nacional sino su propia alma, no un evangelio para los demás sino un
evangelio para sí mismo! Y que esos estudiantes que hoy se han revelado contra
todas las rutinas, mañana cuando abandonen el claustro y representen algo en las
actividades de la vida, no sean aquellos parásitos o burócratas que la Universidad
ha fabricado hasta ahora, y a cuya causa se debe que no tenemos nación aún. ¡Es-
piritualicemos San Marcos!

73
Selección de escritos

REVOLUCIONARIOS; SÍ, REVOLUCIONARIOS*1

El viaje de estudio que acabo de realizar por los departamentos del Sur de la
República, me ha permitido la ocasión muy grata de conocer personalmente a mu-
chos de los Delegados de la Asociación Pro-Indígena, que han izado la bandera
gloriosa de la redención indiana en regiones diversas del territorio nacional.
He visto a estos luchadores con sus rostros invívitos de entusiasmo, de valor,
allá, en las sierras y en las punas graves e inmensas, tristes y solemnes, donde
dormitaba una razón fuerte y noble. Ellos laboran en silencio el Perú del futuro;
ellos, que combaten gallardamente contra las tiranías locales, contra las inicuas
expoliaciones, contra los crímenes más inauditos que impide que el Perú sea lo que
debería ser, un pueblo respetado por la realidad de sus instituciones democráticas.
Allí he estado, entre otros con Francisco Mostajo, maestro espiritual de genera-
ciones; con Francisco Chuquihuanca Ayulo, heredero de la tradición y del alma de
una raza; con Luis Felipe Aguilar, intrépido soldado del regionalismo; con Modes-
to Málaga, denodado y templado como siempre. He gozado en compañía de estos
valerosos. Valerosos, he dicho, porque hay que comprender que en los lugares
donde las garantías se violan a diario, la acción defensora es más escabrosa, hasta
el punto de ser a veces verdaderamente heroica y por lo tanto más meritoria to-
davía. Adalides del pensamiento libre, batalladores del ideal; con la tenacidad, el
desinterés y la abnegación que requieren las grandes campañas redentoras, desco-
nocen las cobardías y los egoísmos. Todos ellos están unidos por un santo objetivo:
hacer nacionalidad y patria, aunque tal labor les traiga sobre sí la exasperación de
los explotadores y la indiferencia de los menguados.
Nada detiene su obra. Los escollos pueden presentarse constantemente, pero el
desaliento, jamás. El Delegado sigue con serenidad su camino; su divisa es luchar
con firmeza por respeto de los derechos de hombre y de ciudadano de que diaria-
mente se despoja al aborigen. No hay resultado hoy; no importa, se alcanzará ma-
ñana. El ladrido de los perros lo hará más avisado en su lucha, pero no detendrá
por ningún motivo la consecución de sus propósitos sagrados.
Ustedes son unos revolucionarios, se les dice. Sí, revolucionarios, responden
ellos. Solo que sin veintinueves de mayo, cuatros de febrero, ni partidos políticos,
despertaremos a la raza adormecida por el abuso; y la despertaremos sin más arma
que nuestra fe arrolladora e invicta.

* Publicado en El Deber Pro-Indígena, Año II, N° 30, Lima, marzo de 1915, pp. 116.

74
Pedro S. Zulen

¡DESTRUYAMOS EL LATIFUNDIO! * 1

Los bandidos de levita despojaron a los indígenas de sus terrenitos y tuvieron


así haciendas y peonada a un mismo tiempo.
El dueño de la tierra fue convertido en esclavo y con su sangre amasó la riqueza
del amo.
Y mientras la pequeña propiedad desaparecía, el latifundio se alzaba soberbio y
dominador, acabando con los pueblos, despoblando las regiones.
Los valles prósperos de antes, erigidos por la sabiduría de nuestros emperado-
res incaicos, ya hoy no existen. Las grandes obras de irrigación que construyó su
admirable ingenio, la ingeniería moderna no las ha podido imitar todavía. De los
antiguos propietarios, solo queda una masa ignorante de asalariados hambrientos
a los que la fuerza pública asesinará cuando se atrevan a pedir justicia.
De aquellos succionadores de la sangre de nuestros indios, de esos acapara-
dores de las tierras indígenas, se ha formado la clase dominadora, la clase alta.
Obsérvese quiénes son los hombres que rigen la política nacional, y se verá que
todos son hacendados, gamonales, caciques, ya de estilo provinciano, ya de estilo
limeño.
El capital ha unido a estos hombres en la Capital [Lima], y con el primero y
desde la segunda, tiranizan al país todo. Por eso ellos son los primeros defensores
del centralismo.
Una revolución que cambie radicalmente este estado de cosas, tendrá que ser
una revolución agraria, que logre la subdivisión de las haciendas para que no
haya ninguna familia peruana sin su lote de terreno propio, aunque reducido,
pero indiviso, inembargable y siempre heredado dentro de su seno. Así no faltará
nunca hogar y pan.
¡Destruyamos el latifundio! He aquí un lema de la futura revolución social pe-
ruana.

* Publicado en La Autonomía, Año I, N° 19, Lima, 27 de noviembre de 1915.

75
Selección de escritos

SOCIALISMO Y PROBLEMA SOCIAL PERUANO*1

Discurso pronunciado en la plaza principal de Jauja. El día de la fiesta del


trabajo, 1° de mayo de 1918, bajo los auspicios de la “Asociación Obrera”

Señores y amigos míos:

Permitid que les hable un libertario. Permitid que alce mi voz y entone con vo-
sotros el himno de las reivindicaciones proletarias. Desde que hubo un hombre,
según la frase de Rousseau, que tendió un cerco y dijo esto es mío, surgió un pro-
blema, que es el problema, de todos los siglos. Nació la sociedad y dentro de ella
la lucha de clases, dominadores y dominados, pobres y ricos, fuertes y débiles. Ha
pasado mucho tiempo, muchísimo tiempo, para que la humanidad se dé cuenta
de tamaña injusticia y trate de reparar y corregir tantos males. El mundo antiguo
vivió con parias e ilotas. Platón y Aristóteles, los genios más grandes de la enorme
Grecia, sancionaron en sus escritos la clase de los esclavos. Roma, la creadora del
derecho, no modificó esta vergüenza social. La Edad Media, colocando a hombres
e instituciones bajo el ideal cristiano, ofreció al siervo feudal, una justicia para
después de la muerte, porque este mundo es enemigo para él; porque la Edad
Media ha declarado la guerra en nombre de Dios, a la vida, a la naturaleza, a la
voluntad de vivir como diría Nietzsche. El mundo moderno, desde el humanismo
hasta la Revolución Francesa, apenas ha traído la libertad intelectual. Juan Jacobo
Rousseau, había dicho en el siglo XVIII que el hombre ha nacido libre y sin embar-
go vive esclavizado. El siglo XIX suprimió a los esclavos. Recordaré las palabras
memorables de Abraham Lincoln: “todos los hombres son creados iguales”. Pero
suprimida la esclavitud ante la ley del Estado, ¿fue realmente anulada? No, mo-
dificó su forma externa, cambió de nombre, quedó siempre la multitud de ham-
brientos y ahora asalariados, víctimas de un nuevo tirano: el capital. Marx fue el
primero que trató científicamente la cuestión, hasta crear una doctrina llamada el
materialismo histórico. Nace el socialismo que se ha denominado científico. Des-
pués de la revolución del 48 se produce el primer movimiento. El socialismo teóri-
co adquiere forma práctica, o mejor, quiere ser de acción. Se forma la “Asociación
Internacional de Trabajadores”. Marx y Engels, redactan el famoso “Manifiesto
del Partido Comunista”. Desde entonces la cuestión social está sobre el tapete de
las cuestiones que interesan a la humanidad. Y no es que en tiempos pasados no
haya ya existido el socialismo, sea en escritos, como un ideal de mejoramiento y
de justicia social; sea en la realidad histórica, pues las primeras épocas de todas

* Publicado en La Evolución, Huancayo, 07 de mayo de 1918.

76
Pedro S. Zulen

las sociedades son comunistas, y aquí tenemos el ejemplo cercano del comunismo
incaico. Pero es a nuestra época a la que pertenece la gloria de haber planteado y
tratado de resolver el problema en su forma más definida, alcanzando la realiza-
ción de mucho de lo que fue primitivamente el punto de un programa.
Cuando Marx comenzó a publicar sus libros, el socialismo creyó que la única
forma de conquistar sus anhelos era la agitación armada, la revolución sangrienta.
Se creía en una revolución inminente por la que las clases trabajadoras llegarían
al poder y suprimirían como pretendían hasta hace poco los socialistas franceses,
para no citar más que este caso típico, la presidencia de la República y el Senado.
No faltaron socialistas, desde luego, como Eliseo Reclus, que consideraron inicuo
el hacer revoluciones con multitudes inconscientes. El criterio cambió completa-
mente cuando los socialistas convinieron que lo práctico era ingresar a la política
como los demás partidos, entrar a las cámaras, adueñarse de los Ministerios, y
legislar desde allí para el proletariado. Es desde este momento que comienzan a
producirse las reformas sociales; desde Millerand, primer socialista que entra a
un Gabinete en Francia, hasta el presidente Wilson, que ante la amenaza de una
huelga ferrocarrilera, declara que el Estado debe intervenir en los conflictos entre
el capital y el trabajo, y ponerse al lado de los trabajadores para que no sean víc-
timas de la tiranía de los capitalistas, y el Congreso Americano da entonces la ley
de las ocho horas.
Solo entre nosotros, en esta nacionalidad enferma, todavía no se ha logrado una
conquista práctica en favor de las clases desvalidas. La mayoría de nuestra po-
blación constituida por la raza indígena, yace todavía en el mismo o peor estado
en que la encontró la República. El humilde leñatero de Tarapacá, a quien perte-
nece la primera mitad de nuestra vida independiente, Ramón Castilla, mejoró la
condición de esa raza, suprimiendo las mitas y otras obligaciones desdorosas e
inhumanas; pero hoy todavía las tenemos, solo que ahora se llaman enganches,
trabajos gratuitos y obligatorios, jornales de 5 centavos.
Porque el problema social peruano no está en el proletariado de Lima y Ca-
llao o alguna otra ciudad de nuestro país; está aquí, en el verdadero Perú que
no es Lima, está en las haciendas y en las minas, donde el empresario amasa
su riqueza con la sangre y el sudor de los infelices. Alguien me dirá: hay una
ley de accidentes del trabajo, sí; ley irrisoria, en la que el peón tiene que seguir
un juicio a un empresa. Señaladme algún acto en que las autoridades no han
acabado de remachar al desgraciado obrero, cuando este ha pretendido reclamar
justicia. La fuerza pública a golpe de metralla ha ahogado en sangre todo recla-
mo. Allí está Chicama, allí está Llaucán, allí está Vitarte, allí está Huacho, allí está
Lobitos…
Pero algún día se ha de hacer justicia. Fuertes y poderosos que lleváis la vida
en ese cubil del centralismo que se llama Lima, abrid los ojos ante la realidad,
poned oídos a la tempestad que se avecina; daos cuenta de vuestra situación y de
vuestro papel. Todavía no habéis despertado; la guerra que asola Europa aún no

77
Selección de escritos

os ha enseñado nada. ¡Ah! Cuidaos que no sea tarde cuando ya nuestras gentes
no se quejen sino reclamen sus derechos con las armas en el brazo. Méjico se repe-
tirá aquí. Por algo seguiremos pareciéndonos a ese pueblo a través de la historia.
¿Cuál es vuestro deber, clases dirigentes del país? Aquilatad el momento. Dad
instrucción a nuestras masas. Proteged al obrero, sea indio o no, contra la rapaci-
dad del empresario. Distribuid justicia por todo el territorio. Haced país que no
habéis hecho todavía. ¡Y que este pobre Perú de hoy resurja consciente, grande y
poderoso mañana!

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Pedro S. Zulen

HENRI BERGSON*1
Introducción de un estudio crítico
sobre las doctrinas del gran filósofo francés

Vive en Francia uno de los más discutidos maestros del pensamiento contem-
poráneo, el último iconoclasta de la filosofía, Henri Bergson. Desde los días en
que Juan Jacobo Rousseau, con el ardor febril de los inadaptados sedientos de
porvenir, arremetía contra el presente y removía el modo de pensar y sentir de su
época; en la patria de Descartes y Pascal, nadie había sabido hasta hoy cautivar
las almas de modo tan deslumbrante. Así como el inmortal ciudadano de Ginebra
reaccionaba contra los vicios y miserias de la civilización, preconizando una vuel-
ta a la sencillez y espontaneidad del hombre que todavía no ha sido esclavizado
y corrompido por la sociedad.
Bergson quiere sustraer la mente de un mundo estático, formal, encasillado,
mundo de irrealidad, artificio e insuficiencia interior, y colocarla en la primiti-
vidad y plenitud de la vida, en el impulso instintivo y creador que ésta lleva en
sí. Con una brillantez y elegancia de expresión, y ornado de metáforas que su-
gestionan y seducen por su sutileza y por la oportunidad con que son usadas,
Bergson pretende oponer al rígido esquematismo conceptual, el flujo íntimo de la
realidad; al poder analítico y mutilador de la razón, la fuerza intuitiva del espíri-
tu. Para prender fuego a los ídolos encerrados en la capilla ardiente del lenguaje,
bastole la llama de la vida. Su herejía le ha atraído sobre sí la condenación de los
escribas del intelectualismo, de ese intelectualismo que en la eterna deliberación
de las escuelas no ejecutó más tarea que la de elevar los castillos triviales y efí-
meros de sistemas que se derrumban al menor soplo de la realidad. Pero frente a
los escribas y al lado del pensador austero, cabalga un sinnúmero de papagayos,
dilettanti, amateurs, embrolladores en fin, que se ha apoderado de la doctrina del
maestro, y hay el peligro de que el triunfo corresponda a aquellas y no al vigor
propio de ésta; que “la victoria sea ganada no por los hombres en armas que
manejan la lanza y el sable, sino por los trompeteros, tamboreros y músicos del
ejército”, según la incisiva e irónica frase de David Hume1. 2

Efectivamente, el éxito de Bergson no ha alcanzado la anuencia de los mayores


pensadores actuales. No son, desde luego, dignos de tomarse en consideración los
juicios apasionados de Wundt a raíz de un discurso de Bergson, también apasio-
nado, con motivo de la guerra que acaba de asolar Europa. Mas, en Francia mis-
ma, donde se le ha colmado de los títulos más grandiosos por boca de sus propios

* Publicado en El Tiempo, Lima, 19 de enero de 1920.


1 A Treatise of Human Nature. Everyman’s Library, Book I, pág. 4.

79
Selección de escritos

discípulos, se ha dicho por un no al parecer antibergsoniano, “que el bergsonismo


se mezcla agradablemente al vapor de una taza de té en un salón mundano”2 . 3

Bergson se ha defendido en una carta al “Fígaro”, del 23 de febrero de 1914,


del calificativo de ser filósofo para el gran público. La única aprobación del valor
para sus doctrinas fue la de William James3 y ésta se mostró sin reservas para su
4

crítica del intelectualismo; pero hay que buscar las simpatías de James en el hecho
de haber sido anti-intelectualista, aunque por diverso camino, antes que Bergson.
Además, James mantiene sus reservas, al decir4 que duda de que Bergson sea
5

comprendido de un extremo a otro de su obra, y que está seguro de que él debe


ser el primero en confesar que hay muchas cosas en su filosofía todavía no clara-
mente emitidas.
Con todo, es justo decir que el pensamiento de Bergson representa una de las
floraciones más genuinas de la filosofía de nuestro tiempo. Se presentó al princi-
pio como una protesta contra la intromisión de los métodos de la ciencia física en
la esfera del espíritu y ha llegado a ser una oponente de aquella otra tendencia
que pretende que el mundo es apariencia o temporalidad y que la realidad ver-
dadera trasciende la experiencia inmediata. Muerto William James, formidable
penetrador del más allá y el más profundo de los psicólogos modernos; desapa-
recido Josiah Royce, metafísico enorme al estilo de Spinoza y de Hegel; Bergson
sería hoy el soberano único del reino filosófico a no existir las grandes figuras de
Francis Herbert Bradley y Bertrand Russell, sus contrarios.
Pero la filosofía de Bergson en su primitiva fase de restauradora de los fueros
de la conciencia, significa una contribución positiva y duradera a la Filosofía, no
así cuando pretende darnos una visión propia del conjunto de todo lo que existe,
porque entonces cae en un terreno que, no por ser más sutil y más ingenioso, es
menos racionalista que el del logicismo intelectualista que es justamente aquél
que quiso enterrar. Es el modo de las pequeñas apreciaciones siguientes.

2 Gilbert Marre: Les bergsoniens contre Bergson, La Revue, 1ro, février 1914, pág. 317.
3 Ver A Pluralistic Universe, págs. 214 a 275 y su artículo Bradley or Bergson? del Journal of Philosophy, Psycho-
logy and Scientific Methods, January 20, 1910.
4 A Pluralistic Universe, pág. 226.

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Pedro S. Zulen

La Modernidad de Kant*1

El pensamiento moderno es la inmortalización de Kant. Antes de él la filosofía


es o gabazo del entendimiento, pedantería de escuela, que dice pero no supera ni
transforma doctrinas del genio creador ante pasado; o es todavía un intento, un en-
sayo; o es diálogo de salón, paseo en un lujoso carruaje que proporciona vanidad y
placer exteriores. Con él la especulación ha erigido su templo en una cima a donde
no alcance el vapor penetrante de la tertulia mundana, y que parece elevarse al sen-
tir la proximidad de nuevas escolásticas y de nuevos juegos malares del raciocinio.
Desde el siglo XVIII Kant es para el mundo algo análogo a lo que fue Aristóte-
les durante las épocas postgriega y medieval. Pero el filósofo de Estagira fue una
segunda divinidad para las mentes de aquellos tiempos. Tomás de Aquino edifica
una catedral peripatética. Dante le proclama, en verso imperecedero, maestro su-
premo “il maestro di coloro che sanno”. Y Averroes declara que su inteligencia es
el límite de la inteligencia humana pudiendo decirse que la providencia le designó
todo lo que es posible saber.
Kant no es una superstición. Es un punto de partida. Los filósofos posteriores
examinan el extenso y rico almácigo de su doctrina, pero el pensamiento no está
circunscrito, porque jamás pierden de vista la realidad, que es tanto más vecina
cuanto más lejana se halla. Santo Tomás es aristotélico; Schopenhauer, Hegel no
son kantianos. El absoluto es la voluntad, que no es la cosa en sí, el incognoscible,
el noúmeno, sino el poder ínfimo y palpable que está vertido en la naturaleza y las
cosas, enseñará Schopenhauer. Templo sin santuario es esta ciencia sin metafísica
que es el culto de Alemania después de Kant, protestará Hegel. Y es de este modo
que Kant está redivivo en el mundo moderno. Sea impugnándole o alegando nue-
vas pruebas que justifiquen o aclaren puntos de vista suyos, sea edificando para la
filosofía en general, siempre tendrá que tocársele.
Porque la virtud de Kant fue enseñar que si es verdad que nuestros entendi-
mientos poseen poderes innatos, también hay en la realidad fuente de sugerencias,
horizontes escondidos o alejados de nuestra sensibilidad, que pueden modificar
nuestras creencias sobre la realidad y darnos nuevas miras respecto de nuestra
acción sobre las cosas. Hay siempre una novedad que escapa a la previsión de
nuestros conocimientos hay una möglich Erfahrung, una experiencia posible en el
cielo infinito de lo desconocido. La filosofía no es una ciencia hecha, no es una
matemática de la realidad, y enseñar a filosofar es poner nuestras facultades en
disposición de recibir la primicia que ofrece la rosa de lo real antes de ser arrancada
por los dedos el raciocinio.

* Publicado en el Boletín Bibliográfico, Nº 8 y 9, mayo-junio, Lima, 1924. Se ha excluido la bibliografía de


Kant que Zulen adjunta originalmente en este escrito.

81
Selección de escritos

La Crítica del Razón Pura no derribó para siempre a la metafísica. Al contrario,


ésta resurgió con más fuerza, y el mismo escéptico de Hume, “este hombre tan
bien constituido para el equilibrio del juicio” confiesa en aquella frase citada por
Kant, que “la metafísica y la Moral las dos ramas más vigorosas de la ciencia; las
matemáticas y las ciencias naturales no tienen ni la mitad del valor”.

For truth can never be confirmed enough. Though


doubts did ever sleep.

¿Qué sería el pensamiento filosófico si no hubiera nacido Kant o mejor si no hu-


biera escrito la Crítica del Razón Pura? William James dijo irreverentemente en su
discurso de Berkeley que “Kant no nos deja una sola idea que sea indispensable a
la filosofía o que la filosofía no poseía antes de él, o ella no debía inevitablemente
adquirirla en seguida reflexionando sobre la hipótesis por la cual la ciencia inter-
preta la naturaleza”. Que “Hume puede ser corregido y completado; que se puede
enriquecer sus creencias sirviéndose exclusivamente de sus principios y sin hacer
algún uso de los artíficos de Kant tan complicados y pesados (…) Hume no tiene
sucesores ingleses capaces de completarlo y corregir sus negaciones (…) En Ingla-
terra con las cautivantes expresiones de Kant y sus categorías, se ensaya esclarecer
el problema de la vida”.
Pero James funda en Peirce las apreciaciones de ese discurso, sin fijarse en que
el padre de los filósofos neoingleses declara que su doctrina del pragmatismo fue
adquirida después de haber leído la Crítica del Razón Pura; y sin fijarse en que él
(James) al negar que hubiera una verdad y que la verdad es verdad cuando ha
dado resultados prácticos, cuando es una experiencia; resulta afiliado a un aspecto
kantiano, no fundamental ni perdurable por cierto. Además, Kant no se propuso
hacer un catecismo para futuros filósofos, sino simplemente mostrar que más acá
de las carcomidas torres que ha levantado la elucubración humana para abando-
narlas después, está el “agua pura de la fuente misma de la razón”.
Verdad que Hume, –¡el hombre que tuvo que escribir ensayos en forma popular
para sustituirlos a su diáfano Tratado de la Naturaleza Humana!– no fue ni ha sido
comprendido en Inglaterra. Aquí esta uno de los méritos de Kant, el de haberle
descubierto. Pero Hume solo planteó problemas. Delante de la corriente de la rea-
lidad, se contentó con beber sus inspiraciones. Kant más audaz, tomó posesión de
ella, no se limitó a recorrerla de orilla a orilla o hacer sondajes desde una barca,
sino que, buzo del pensamiento, se internó en los ignorados abismos de sus pro-
fundidades.
Y de ahí la característica de su mentalidad, que es la característica de los pensa-
dores de su raza. Porque la mentalidad alemana no se satisface con la espuma de la
superficie, sino que escudriña por los rincones y repliegues y asciende solo cuando
lo han vencido todo. Sin Kant, la filosofía sería pues mero motivo de retórica, ejer-
cicio de escolástica, adorno de vestiduras, frase para almacenar la vanidad de los
dilettanti, y no simple y llano, humilde recogimiento interior.

82
Pedro S. Zulen

LA PERSONALIDAD DE BERTRAND RUSSELL*1

Bertrand Russell es una de las personalidades descollantes de estos tiempos.


Matemático y filósofo entre los más grandes e influyentes de nuestra época, la
guerra le hizo surgir a los ojos de la conciencia mundial. Hoy le vemos a la van-
guardia de los espíritus que sienten ya el anuncio de una humanidad más justa y
más libre.
Bertrand Arthur William Russell nació el 18 de mayo de 1872 en Trelleck Mon-
monuth (Inglaterra). Pertenece a la familia de Lord John Russell, su abuelo, uno
de los grandes premiers liberales ingleses de la pasada centuria. Se educó en el
Colegio de la Trinidad de Cambridge, donde distinguióse como estudiante y más
tarde como maestro. El problema social le preocupó desde su juventud y una de
sus primeras producciones fue el estudio de la Democracia Social Alemana (1886).
Su obra matemática-filosófica inicial es el Ensayo sobre los fundamentos de la Geome-
tría (1897), que fue discutida particularmente en Francia por Poincaré (Henri), Le-
chalas y Couturad, y traducida en fin al francés en 1901. Siguió a ésta su Exposición
crítica de la filosofía de Leibniz (1909), cuya traducción francesa (1908), lleva una in-
troducción de Levy-Bruhl, elogiosa del valor y originalidad del libro. En 1903 pu-
blicó el volumen primero de su obra fundamental Los principios de la Matemática,
trabajo de trascendentales proyecciones y que solamente una mentalidad en que
se hallan reunidos los genios matemático, lógico y metafísico podía intentar. La
obra marcó época en el pensamiento filosófico de nuestro tiempo. Situaba la Ma-
temática en el terreno de la lógica y la lógica se revolvía en matemática. En otros
términos, fundamentalmente no existen estas dos ciencias separadas o extrañas
la una de la otra, sino que constituyen una sola y misma ciencia. Por esta obra
Russell se coloca entre los grandes matemáticos de todos los países, y Couturat,
en Francia escribe un grueso libro para hacer el compte-rendu [reseña] de ella. La
obra definitiva y completa, cuyo plan trazó este primer volumen, fue elaborada
en compañía del matemático inglés A. N. Whitehead, y apareció bajo el título de
Principia Mathematica (3 vol., 1910, 1912, 1913).
En 1910 aparecieron en Ensayos Filosóficos, colección de estudios publicados en
revistas los años anteriores. En 1911, Los problemas de la Filosofía, pequeño tratado
escrito para una biblioteca popular, en el que las cuestiones filosóficas más intrin-
cadas son expuestas con admirable lucidez y claridad. En 1912 hizo la crítica de
las doctrinas de Bergson, de moda en ese tiempo, dando una conferencia ante la
asociación de “Los Heréticos” del Colegio de la Trinidad de Cambridge, a uno de
los bergsonianos ingleses, a la cual contestó Russell. Bergson por su parte prestó

* Publicado en Claridad, No. 7, Lima, noviembre de 1924.

83
Selección de escritos

aprobación a la réplica de Carr. Russell defendía los fueros eternos de la razón


contra el exagerado valor dado a la intuición, la que por naturaleza es vaga, incier-
ta, aunque sea real y pueda en alguna medida hacernos percibir lo desconocido.
A principios de 1914 Russell estuvo en los Estados Unidos, y habló sobre temas
filosóficos y sociales en Harvard, Chicago, Darmouth y Minneapolis. En marzo y
abril dio un curso en el Instituto Lowell de Boston sobre este tema. Nuestro cono-
cimiento del mundo exterior como un campo para el método científico de Filosofía, que
puede considerarse como un cuerpo organizado de su doctrina neorrealista. En
mayo 31, Russell salía para Inglaterra. Eran las vísperas de la tragedia que asola-
ría Europa para abrir nuevos cauces al río incontenible de la historia.
Cuando el incendio y la muerte se desencadenan sobre las masas humanas, los
pensadores asoman. Unos sienten renacer el patriotismo. Bergson, ante el pano-
rama de Francia devastada reniega de su raza judía y se proclama francés. Wundt
entona himnos a los triunfales cascos prusianos. Royce sondea en vano la patria
democrática en busca de fuerzas que repelan y arrasen para siempre con todos
los imperialismos guerreros. Bradley, el autor del libro de metafísica más hondo
quizás que se ha escrito en Inglaterra desde los tiempos de Hume, guarda silen-
cio: la catástrofe parece no resonar en sus oídos, acaso ella no sea sino nueva apa-
riencia de una realidad que no podemos escrutar. Bertrand Russell, más radical,
más rebelde, condena la guerra por santa o justa que se le predique. Quiere que
la resistencia individual impida que las naciones formen ejércitos, y de este modo
evitar las luchas que solo traen la orfandad y la miseria. Algo se logrará en esta vía
cuando los hombres se nieguen a acudir a los cuarteles a militarizarse.
Su acción personal es múltiple. Russell escribe en la prensa, habla en los mí-
tines populares, hace propaganda en los centros obreros. El gobierno toma sus
medidas para librarse de tan influyente pacifista. Las autoridades le prohiben al
fin toda comunicación con el pueblo. Un día debió presentarse en Glasgow para
dirigir su palabra a la Federación de mineros. El gobierno no le deja ir a esa ciu-
dad; entonces Russell manda sigilosamente el texto de su conferencia al miembro
de la Federación, Robert Smillie, quien la lee a los obreros, y dice al terminar la
lectura: esta es la conferencia que Mr. Russell hubiera dicho si él hubiera estado
aquí presente”.
Cuando un institutor, Everett, acogiéndose a la ley de conscripción inglesa, la
Military Act de 1916 (que admitía la objeción de conciencia sincera como motivo
de exención del servicio militar), desobedece una orden de la autoridad militar y
es condenado a dos años de trabajos forzados. Russell lanza un vigoroso panfleto,
sin firma, que levantó tempestades de opinión. El gobierno comenzó a apresar
a todos los que habían estado distribuyendo este panfleto, y Russell al saberlo
escribió al Times declarando que él era su autor. El gobierno le impuso entonces
una multa de £.100, y para hacerla efectiva tuvo que embargar los muebles de la
casa de Russell.
Su actitud idealista y gallarda le trajo otras represalias. Fue despojado de su cá-

84
Pedro S. Zulen

tedra en 1917 de la Universidad de Cambridge, y en 1917 cuando la Universidad


de Harvard le ofrecía la cátedra de Religión Natural, Filosofía Moral y Política
Civil, vacante por la muerte de Royce, el gobierno decretaba su confinamiento
temeroso sin duda que pudiera ejercitar su propaganda pacifista en la otra orilla
del Atlántico.
A los dos años de guerra, en 1916 Russell había dirigido su famosa carta al
Presidente Wilson: “Esta situación es intolerable. Vos, señor, podéis poner fin a
ella –escribía el pensador… El terror y el salvajismo han llegado a ser la verdadera
atmósfera que respiramos. Las libertades que nuestros antepasados conquistaron
después de siglos de lucha, las sacrificamos en un día, y todas las naciones están
bajo un régimen de lúgubre fin, de mutua destrucción…. El Gobierno de los Es-
tados Unidos tiene el poder no solo para obligar a los gobiernos europeos a hacer
la paz sino también para asegurar a las poblaciones, haciéndose el garantizador
de la paz. Tal acción, si ella despertara el resentimiento de los gobiernos, sería
acogida con gozo por las poblaciones… Mientras todos los que tienen poder en
Europa hablan por lo que ellos falsamente creen ser los intereses de sus naciones
separadas, yo estoy compelido por una profunda convicción para hablar a todas
las naciones en nombre de Europa. En nombre de Europa apelo a vos para traer-
nos la paz”.
No hubo en todo Estados Unidos más que un periódico que publicara esta car-
ta. Fue el semanario The Survey, en su número del 30 de diciembre de 1916. ¿Qué
pensaría Wilson al leerla? Acaso el maestro de historia y ciencia política que esta-
ba en el alma del estadista acudió a la llamada del filósofo británico y ocultamente
simpatizó con ella. Pero al año y meses después, en abril de 1918, cuando la acción
americana en Europa comenzaba a inclinar la balanza a favor de los aliados, Rus-
sell escribió un artículo en un periódico anticonscripcionista, el “Tribunal”, di-
ciendo al pueblo inglés que el empleo de tropas americanas en Inglaterra ofrecía
serios peligros; por este artículo fue condenado a seis meses de cárcel.
A esta época pertenecen sus libros La política de la Entente,1904 -1914, La justicia
en tiempo de guerra, Ideales políticos, Por qué luchan los hombres: método para abolir el
duelo internacional, Principios de Reconstrucción Social, Caminos para la libertad: Socia-
lismo, Anarquismo y Sindicalismo. Libros todos rebosantes de humanidad, diáfanos,
en que la mente justiciera del reformador halla la expresión enérgica, rotunda,
santa.
Buscando siempre rutas para salvaguardar el humano bienestar, en 1920 dirige
sus pasos a Rusia. La desilusión que recogió fue inesperada para él, comunista
antiguo y fervoroso. Justifica la revolución, pero condena su organización, sus
procedimientos y aún su ideología, porque cree que el bolcheviquismo no realiza-
rá el ansiado comunismo. Sin embargo Rusia es una experiencia, y la Revolución
Rusa es un evento más importante que la Revolución Francesa. Ningún hombre
tiene el derecho, dice Russell, de no definir su actitud favorable o adversa, ante
ese acontecimiento tan trascendental para la humanidad. Sus impresiones fueron

85
Selección de escritos

dadas en el libro Teoría y Práctica del Bolcheviquismo, que constituye la crítica más
seria de la teoría bolchevique que se ha hecho hasta ahora. Lloyd George la tomó
en apoyo de su política externa en las postrimerías de su gobierno.
En 1921 Russell estuvo en China y enseñó Filosofía en la Universidad oficial de
Pekín. Producto de su enseñanza es un libro El Análisis del Espíritu donde discute
los datos presentes de la Psicología y de la concepción psicológica de su pensa-
miento filosófico. De su estadía en este país es resultado su libro El Problema de
la China, que es la visión serena de un pensador occidental delante de una civili-
zación original, de una cultura antiquísima, errónea e ignorantemente juzgada, y
de una raza de inagotables energías físicas y morales, que acaso inaugure en un
futuro próximo la era socialista en el mundo.
De regreso a Inglaterra, estos últimos años continúa agitando el pensamiento
de reforma social. Su obra se ha realizado en conjunción con el partido laborista
hasta poco antes de que éste llegara al poder. En su reciente libro titulado Prospec-
tos de la Civilización Industrial (1922), escrito en colaboración con su esposa Dora
Russell, estudia el estado presente del industrialismo, describiendo los nuevos
caracteres con que se manifiesta y se diferencia del industrialismo preguerra.
Su actividad filosófica y científica no ha sufrido interrupción alguna y en este
orden sustentó en Londres, en los primeros meses de 1918, un curso de conferen-
cias sobre La Filosofía del Atomismo Lógico, que vieron la luz en The Monist. Este
mismo año se publicó su colección de estudios El Misticismo y la Lógica, que en-
cierra escritos hasta 1914. Ha elaborado, además, su Introducción a la Filosofía Ma-
temática (1919), admirable presentación de las concepciones fundamentales de las
matemáticas y del tratamiento matemático de la lógica, con una claridad que es
característica en él, pudiendo servir como introducción o conclusión a los eleva-
dos Principia Mathematica.
En otro libro, El ABC de los átomos (1923), discute las teorías atómicas actuales.
El mundo filosófico espera otro libro ya anunciado El análisis de la Materia, que
será una contribución nueva al viejo problema de si las cualidades primarias son
primarias y las segundas realmente segundas; libro que servirá de compañero al
titulado El análisis del Espíritu (1921) , que hemos citado ya.
Sus escritos polémicos recientes son: la Conway Memorial Lecture de 1922 e Ícaro
o el futuro de la Ciencia (1924). La primera se intitula Libre pensamiento y propaganda
oficial, donde los principios de libertad de conciencia y libertad de pensamiento
tienen un calurosa defensa contra los prejuicios sociales y los avances del poder
político, en estos momentos en que gobiernos y clases privilegiados sienten crujir
los muros de la vieja sociedad al paso de la ideas. Ícaro o el futuro de la Ciencia fue
escrito para refutar la opinión sustentada en otro libro reciente: Deadalus (1924),
escrito por J. B. S. Haldane, profesor de Bioquímica de la Universidad de Cam-
brigde, que hacía una pintura optimista sobre el porvenir de la ciencia, presentán-
dola como la mayor benefactora del hombre y que si su efecto inmediato ha sido
hasta hoy traernos la guerra y la destrucción; ella, la ciencia, labrará mañana la

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Pedro S. Zulen

felicidad absoluta sobre la tierra. “No, responde Russell, una larga experiencia de
estadistas y gobiernos me han hecho escéptico; la ciencia no será empleada para
hacer felices a los hombres, sino para estimular el poder de los grupos dominan-
tes. Ícaro habiendo sido enseñado a volar por su padre Dédalo, fue destruido
por su temeridad. Análoga cosa puede pasar por las poblaciones a las que los
modernos hombres de ciencia han enseñado a volar. La ciencia ha determinado la
importancia de las materias primeras en la competencia internacional. El carbón,
el acero y el petróleo son las bases del poder y la riqueza; y el moderno industria-
lismo es una lucha entre las naciones por las materias primas, y por los mercados
y “el puro placer de dominio”. En esa lucha para apoderarse del carbón, del acero,
del petróleo se producen las disputas de las naciones y sobreviene la guerra. Una
vez ésta declarada los hombres de ciencia se ponen incondicionalmente al servi-
cio de sus directores y sus satélites, los políticos y los diplomáticos, para destruir
a cuanto estos ordenen; porque –dice Russell– los hombres de ciencia tienen un
comportamiento “científico” pero no “político” en su cerebro. El hombre de cien-
cia hace sus invenciones y descubrimientos, pero éstos van a parar a las manos de
los explotadores y dominadores y todos los bienes se convierten en males.
En el mes de abril del presente año, Russell ha estado dando conferencias en los
Estado Unidos. Su temperamento radical y rebelde ha levantado una vez más pol-
vareda. Cuando la juventud de Harvard, después de haberle escuchado y aclama-
do pretende llevar a la misma tribuna a esos avanzados del espíritu que se llaman
Eugenio Debs, Scott Nearing, William Z. Foster; y el Consejo de la Universidad
se muestra reacio a permitirlo y se habla de ponerles en “cuarentena intelectual”,
Russell hace suyo el legítimo anhelo de esa juventud; califica de “actitud infantil”
la de Harvard, a quien acusa de estar gobernada por “un grupo de comerciantes
afortunados”. “Cuando un Colegio es gobernado por un grupo de financistas y
de hombres de negocios los intereses del liberalismo no son servicios… “Los Es-
tados Unidos no son gobernados por el Gobierno de Washington. El petróleo y los
Morgan son los que gobiernan a ustedes”. Las hirientes palabras de Russell, con
un fondo de verdad sin duda, levantaron la protesta del Presidente de la Univer-
sidad, Lowell, y en una declaración dada a los periódicos dijo éste que no podía
ser Harvard más acusada que Oxford o Cambridge, de falta de libertad académi-
ca. Lowell acordó que él (Russell) fue expulsado de Cambridge por el cuerpo de
profesores a causa de su campaña pacifista durante la guerra; mientras Harvard
tenía el orgullo de haber conservado en sus cátedras a los profesores alemanes
Münsterberg y Laski, que hacían propaganda germana en tiempo de la guerra.
Se creería que Russell es un místico o un sentimental. No es ni lo uno ni lo otro.
Es un gran libertario que habla sin temor alguno, en nombre de la verdad, la liber-
tad y la justicia, que no son para él irrealizables sueños, bellas utopías, sino cosas
meramente detenidas por los monopolios y sistemas de explotación y predominio
de grupos en que ha sido aprisionada la sociedad.
“El mundo que debemos buscar, dice Russell, es un mundo en que el espíritu

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Selección de escritos

creador exista; en que la vida sea una aventura plena de gozo y de esperanza,
basada sobre el impulso a construir, antes que sobre el deseo de retener lo que
poseemos o de apoderarnos de lo que está poseído por otros. Debe ser un mundo
en que el afecto juegue libremente; en que el amor esté purgado del instinto de do-
minación; en que la crueldad y la envidia hayan sido dispersadas por la felicidad
y el libre desarrollo de todos los instintos que edifican la vida y la llenan de delicia
espiritual. Tal mundo es posible: falta solo que los hombres se decidan a crearlo”.
He ahí el evangelio que Russell lleva al corazón humano, porque presiente la
cercanía de su liberación.

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Pedro S. Zulen

ESTUDIOS
COMPLEMENTARIOS

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

DOMINACIÓN, RACIALISMO Y CENTRALIDAD EN TORNO A


PEDRO S. ZULEN

Joel Rojas Huaynates


rojasleoj@gmail.com

El problema social no está en el proletariado de Lima y Callao o al-


guna otra ciudad de nuestro país; está aquí, en el verdadero Perú que
no es Lima, está en las haciendas y en las minas, donde el empresario
amasa su riqueza con la sangre y el sudor de los infelices.
Pedro S. Zulen, 1918

En consecuencia, es tiempo de aprender a liberarnos del espejo euro-


céntrico donde nuestra imagen es siempre, necesariamente, distorsio-
nada. Es tiempo, en fin, de dejar de ser lo que no somos.
Aníbal Quijano, 2000

RESUMEN

El propósito de este artículo es analizar y desarrollar aproximaciones al pensa-


miento social y político del filósofo Pedro S. Zulen (1889-1925) cuya praxis tendrá
una propuesta contra la dominación, el racialismo y la centralidad y que se en-
marca dentro del proyecto del Estado-nación peruano a inicios del siglo XX.
Por otro lado, en torno a la investigación sobre la historia de las ideas en nuestro
país, existe un desinterés en estudiar el desenvolvimiento del pensamiento crítico
en sus diversos ámbitos sociales; entonces, se omite las diversas producciones
de autores y de saberes populares (o locales) debido a que la linealidad de una
hegemonía se ha impuesto como lo “oficial“. Sin embargo, cabe destacar que en
el campo de la literatura y la sociología existe un gran desarrollo al respecto. Y,
sin duda, Zulen representa una discontinuidad o ruptura dentro de esta historia
oficial.

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Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos

Referente histórico: el positivismo y liberalismo de inicios del s.XX

Como sucedía en toda América Latina, la corriente filosófica positivista se cons-


tituyó en la doctrina dominante a través de la cual se realizó un análisis de la rea-
lidad nacional. En el claustro universitario peruano predominó el positivismo por
más de cuatro décadas1, se introduce en 1860 y llega a desarrollarse notablemente
entre 1885 y 1915. Esta corriente influyó en el campo de la filosofía, del derecho
y de las ciencias sociales, incluso a inicios del s.XX en la literatura, el periodismo
y la política. A diferencia de los demás países latinoamericanos que fueron in-
fluenciados en una primera etapa por Auguste Comte (1798-1857), los peruanos
lo fueron por el filósofo inglés Herbert Spencer (1820-1903). Además de los france-
ses Jean-Marie Guyau (1854-1888), Alfred Fouillée (1838-1912) y Émile Boutroux
(1880-1922)2. Por eso, el positivismo peruano3 coexistía con diversas posturas fi-
losóficas como el naturalismo, el materialismo, el espiritualismo, el neokantismo
y el krausismo.
Los positivistas, en el campo social y político, estuvieron preocupados en el
porvenir del país. Por eso sustentaron un discurso de modernización donde el
concepto de “progreso” fue fundamental en sus escritos. Como ya mencionamos,
así pretendían transformar las estructuras económicas y sociales. El antecedente
histórico, al contexto positivista, era la Guerra del Pacífico (1879-1883) que llevó
al país a una desolación económica y moral. Es así que el positivismo abrió pers-
pectivas desarrollistas debido a su carácter científico.
En el ámbito político, la élite independentista liberal tuvo un proceso de in-
numerables desequilibrios durante el s.XIX. Sin embargo, a inicios del siglo XX,
un grupo de familias acaudaladas4 detentarán el poder político y económico. És-
tos eran grandes hacendados y emergentes burgueses que juntos contribuían a
mantener una estructura de dominación hacia los demás grupos sociales. En este
sentido, estos mecanismos hacia las clases oprimidas se reproducían desde la co-
lonización española; así, pues, se analizó, a partir de un pensamiento crítico, la es-
tructura social establecida. Sin duda, Pedro Zulen5 será uno de estos intelectuales

1 Para ello revisar el libro Historia de la Ideas en el Perú contemporáneo de Augusto Salazar Bondy (Tomo I).
No está demás destacar la labor en estas investigaciones de David Sobrevilla, María Luisa Rivara Tuesta,
Rubén Quiroz y Pablo Quintanilla.
2 Como señalan en sus respectivos libros: Francisco García Calderón, El Perú Contemporáneo (1907) y Luis
Alberto Sánchez, Balance y liquidación del 900 (1941).
3 Actualmente no se concibe que el positivismo peruano sea una corriente filosófica monolítica o unifor-
me. Para tal caso, revisar la tesis de Helí Córdova: Los positivismos en la Facultad de Letras de la Universidad
San Marcos de 1969 a 1880, tesis de licenciatura para la UNMSM (2010).
4 Jorge Basadre llamó a este período la República Aristocrática (1899–1919).
5 Zulen se enmarca dentro de un liberalismo radical. Ya que, según los estudios sobre el liberalismo pe-
ruano, las posturas liberales en los intelectuales han tenido diversos matices. Para ello, revisar: El libera-
lismo peruano de Raúl Ferrero y Política y burguesía en el Perú de Ulrich Mücke.

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Dominación, racialismo yPedro
centralidad
S. Zulen
en torno a Pedro S. Zulen

comprometidos con la condición humana, en este caso, del indígena.

La dominación sobre la representación de la otredad

La Modernidad, como construcción europea, se reproducía en nuestro conti-


nente después de un largo proceso. De ese modo, se creó un nuevo patrón de po-
der donde el “sujeto criollo” ostentó el dominio de las relaciones intersubjetivas y
relaciones materiales6 heredadas del colonialismo. Así, los colonizados fueron los
marginados, explotados y condenados. Y esto repercutió durante la historia lati-
noamericana en una lucha constante de “relaciones de dominación”7. Esta domi-
nación anuló toda forma de diálogo intersubjetivo, es decir, sin el reconocimiento
de la otredad. Asimismo, este encubrimiento, a decir de Enrique Dussel, permi-
tió que la cultura europea se constituya como hegemónica y, del mismo modo,
permitió la constitución de la racionalidad moderno/colonial eurocentrada. Esto
atravesará, en términos de relaciones de poder, hasta el s.XIX época donde el
“sujeto criollo” logrará la independencia económica y política de la metrópoli,
pero, a la par, éste seguirá reproduciendo las relaciones de dominación hacia las
identidades constituidas en la colonia (indios, negros y amarillos). Es por eso que
la colonialidad8, después del periodo colonial, persistirá dentro de las relaciones
materiales e intersubjetivas. En ese contexto se explica cómo se mantenía el nuevo
patrón de poder eurocentrado legitimando a la clase criolla.
Para fines del s.XIX, según José Ignacio López Soria9, el discurso moderno de
la élite criolla se proponía crear las condiciones para el desarrollo pleno de la
justicia, la libertad y el bienestar, es decir, las promesas de la modernidad. Pero al
final fracasó debido al complicado diálogo entre los diferentes sectores sociales.
Por eso, Zulen, contemporáneo a este discurso, indica que la proclama indepen-
dentista no estableció, en la práctica, la idea de “libertad” dentro del proyecto
modernista liberal. Sino que se mantuvo disfrazada de cadenas, entonces era ne-
cesario desencubrir aquella estructura de dominación en la cual las formas de
explotación como el yanaconazgo, gamonalismo y enganche se desarrollaban a
diestra y siniestra. Por ello, declara Zulen, nuestro país es un “país de esclavos”.
Y que la “libertad” mientras es celebrada por unos, para la otredad (indígenas en
este caso) es negada. Por eso en un discurso Zulen dirá: “El día de la victoria no

6 Aníbal Quijano en su tesis de la “colonialidad del poder” menciona que estos dos ejes mencionados son
propios de la colonialidad.
7 Empleo este concepto a partir del estudio de Augusto Salazar Bondy expuesto en su tesis “la cultura de
la dominación”. Para este autor estas relaciones se reproducían entre países del Tercer mundo con las del
Primer mundo. Posteriormente, en Bartolomé o de la dominación o en su trabajo inconcluso Antropología de
la dominación, retoma este análisis en torno a las relaciones de dominación entre grupos sociales.
8 La colonialidad es uno de los elementos constitutivos del patrón mundial del poder donde se opera por
la racialización de las relaciones entre identidades sociales y geoculturales. Esta racialización naturalizó
el carácter autocentrado del patrón de poder mundial y, del mismo modo, las relaciones de dominación.
9 Véase el libro: Adiós a Mariátegui. Pensar el Perú en perspectiva posmoderna. Lima: Fondo Editorial del Con-
greso del Perú, 2007.

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Joel Rojas
Joel Rojas de
Selección Huaynates
Huaynates
escritos

está lejano. Si hoy la frase ‘no hay justicia’ acude a cada instante a vuestros labios,
no se debe desesperar por eso. El día que la libertad y la justicia triunfen, entonces
veréis a vuestros pies a los mismos que hoy os vejan, que hoy os arrebatan vuestro
patriotismo”10. En ese sentido Zulen ya es un desengañado de las promesas del
proyecto de modernización peruano.
Zulen, consciente de la relaciones del poder institucional político, realizó críti-
cas a la dirigencia criolla por permitir que los hacendados y los capitales extranje-
ros prosigan con la estructura de dominación. Por consiguiente, el rol activista de
Zulen, con la Asociación Pro-Indígena (API)11, tuvo como premisa revertir dicha
situación social. Por otro lado, nuestro filósofo pensó que la “nacionalidad” fue –y
es todavía– tarea ineludible por realizar. Entonces: ¿Qué es el Perú? fue –y sigue
siendo– una interrogante que muchos intelectuales, entre ellos Zulen, analizaron.
Para luego plantear sus respectivas propuestas para la constitución del Estado-
nación peruano. Por ello, la propuesta zuleniana sobre la educación indígena se
insertó dentro de este debate interpelando el discurso racialista (como veremos
más adelante) de aquella época.
Zulen asumió la heterogeneidad cultural del país desde la matriz prehispánica
y afirma, desde luego, que con la conquista española el dominio político y eco-
nómico europeo se constituyó en un encubrimiento de la otredad. Pues, no apro-
vecharon, dice Zulen, los conocimientos de las culturas amerindias para forjar
una nueva “nación”, incluso la mayoría de las organizaciones sociales de estas
culturas fueron desarticuladas como por ejemplo: el aprovechamiento agrope-
cuario y relaciones de cooperación de las comunidades andinas. De manera que
el encubrimiento del otro y, por ende, su respectiva racionalidad no participó de
la construcción universal de la racionalidad que el eurocentrismo hoy en día de-
tenta. Sin embargo, autores desde la colonia, como Bartolomé de las Casas, José
de Acosta y Garcilaso de la Vega han difundido las importantes características
de organización social de las culturas prehispánicas. Actualmente filósofos como
Antonio Peña Cabrera han meditado sobre la “racionalidad otra”12, en contra-
posición a la occidental. Asimismo, tenemos el análisis del antropólogo Jürgen
Golte13 en torno a la organización andina donde los habitantes americanos, desde
miles de años, han sabido adaptarse a la geografía accidentada de los Andes. De
la misma manera, Edgar Montiel14 recomienda un “proyecto comunitario” donde
se promueva “estructuras sociales de reciprocidad y solidaridad”. Hoy en día,
consciente e inconscientemente, no aprovechamos los grandes aportes de las cul-
turas prehispánicas porque seguimos reflejándonos en el espejo eurocéntrico y en

10 Zulen, Pedro. Entre los aimaras de Chucuito, La Crónica, 09 de febrero, 1915.


11 Esta institución abordó el tema de la condición humana del indio durante los intensos años de reivindi-
caciones sociales en la República Aristocrática.
12 Peña Cabrera, Antonio. Racionalidad occidental y racionalidad andina. Lima: CIDSA, 1993.
13 Golte, Jürgen. La racionalidad de la organización andina, Lima: IEP, 1980.
14 Montiel, Edgar. Un poco de filosofía de la historia para el Perú de hoy. La Habana: Casa de Las Américas,
N° XXXVI(203), Abril-Junio de 1996, pp. 103-107.

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Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen

representaciones ilusorias.
Entonces, volviendo al tema, Zulen admite que subordinada la raza indígena
se constituirá como una “nación dentro de otra”. En consecuencia, a partir de
esta diferenciación cultural desde la colonia, la sociedad criolla reproducirá, como
ya mencioné, el patrón de poder moderno/colonial en pleno siglo XX. De este
modo, la mayoría de la élite criolla propone que la “otredad” no participe de la
constitución de la nueva nación, de ahí que las políticas inmigratorias europeas
fueran parte de los preceptos del proyecto modernizador. Como sabemos los co-
lonizadores en vez de reconocer la particular subjetividad del otro, más bien ins-
titucionalizaron formas de explotación. En este sentido, Zulen observa cómo esta
estructura de dominación colonial se reproduce en la época republicana. En cierto
modo, nuestro autor compartía dicho proyecto de modernización, pero se distin-
guió por su radicalismo en donde la inclusión del indígena era una necesidad in-
discutible. Más adelante, en clave marxista, Mariátegui sistematizó las relaciones
materiales-productivas del capitalismo y, desde luego, le servirá para criticar a la
incipiente burguesía peruana.
Por otro lado, la religión católica y sus diferentes instituciones contribuían como
medio de dominación para el indígena según constan en las diversas denuncias
desde provincias15. Zulen se manifestará a favor de la tolerancia de culto por lo
cual apoyará la modificación de la ley sobre la religión16 en la Constitución del
Perú, ya que un ciudadano no podía ejercer una religión que no fuera la “católica,
apostólica y romana”.
Finalmente, éstas son las diversas posturas de Zulen para la constitución de una
nación donde se incluya al indígena con una clara propuesta crítica a las relacio-
nes de dominación.

El tópico racialista del criollo

El positivismo17, o los positivismos, será la principal corriente filosófica de la


primera década en los países latinoamericanos. En consecuencia, la mayoría de
intelectuales decimonónicos adoptaron los presupuestos del darwinismo social
espenceriano. Por eso, era constante el uso de los conceptos de “evolución“ y
“selección natural”. Otro punto importante dentro positivismo era el concepto
de “raza”, por lo cual se tuvo un discurso racialista18. Este tópico racialista, más

15 Las cuales fueron recopiladas en el boletín El Deber Pro-Indígena y el semanario La Autonomía.


16 Zulen, Pedro. Tolerancia de cultos, La Autonomía, 15 de noviembre de 1915.
17 En Historia de la Ideas en el Perú contemporáneo, Salazar Bondy se interesó en desarrollar las propuestas
educativas positivistas dejando de lado el análisis de los discursos racialistas de parte de los intelectua-
les positivistas. Sin embargo, esta omisión de Salazar, no nos ha permitido ver los diversos debates que
se realizaron en dicha época.
18 El racialismo, según Tzvedan Todorov, tendrá como principales características: 1) la existencia de diver-
sas razas, 2) lo biológico determina lo cultural y 3) el comportamiento del individuo depende del grupo
racial al que pertenece.

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Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos

que un hecho científico, se convirtió en un prejuicio racial, o mejor dicho racismo,


donde la jerarquización racial fue medio de dominación, y ésta significó en la
sociedad el constructo sociocultural y el enunciado ideológico de la oligarquía
civilista durante la República Aristocrática. Pues, igualmente, era común la re-
cepción de las teorías racialistas de Arthur de Gobineau (1816–1882), Ernest Re-
nán (1823–1892), Hippolyte Taine (1828–1893), Gustave Le Bon (1841–1931). Entre
ellas, las teorías que postulaban la degeneración de la “raza indígena” y, por tal
motivo, era imposible una regeneración. Sin embargo, no fueron admitidas por
Manuel González Prada, Joaquín Capelo y, sobre todo, Pedro Zulen.
En 1909, nuestro autor, organizó un debate sobre la educación en la que se
tuvo como uno de los puntos a tratar el tema de la educación indígena. Hubo dos
disertaciones antagónicas, por un lado Carlos Enrique Paz Soldán19 y por el otro,
Zulen. El primero es influenciado por la tesis de Clemente Palma20 que sostenía la
degeneración de la raza indígena. Por lo cual, sería inútil e innecesario educarlo
porque son seres inferiores física e intelectualmente. La única solución, según Paz
Soldán, es promover la migración europea y el posterior entrecruzamiento racial
con el criollo. De manera que éstos aumentarían demográficamente. En conse-
cuencia, poco a poco, se eliminaría cuantitativamente a los indígenas. Por eso,
sugiere Paz Soldán, que “no se debería oponer al cumplimiento del fenómeno de
selección natural”, esto es un claro ejemplo de la influencia del darwinismo social
de aquella época. Como hemos visto, el discurso dominante de exclusión conjun-
tamente con la política centralista (como veremos más adelante, se mantuvieron
indiferentes ante la situación del indígena, y, a su vez, éstos alejados de la capital
eran ignorantes de los acontecimientos de la vida nacional. Por lo siguiente, au-
tores como Paz Soldán, formularon un prototipo de nación proponiendo al crio-
llo como modelo racial para la identidad nacional, descartando a la otredad. Sin
embargo, Zulen refutó a Paz Soldán sustentándose en dos autores: el francés Jean
Finot y el naturalista danés Herman Jacob Friedrich Kohlbrügge. Finot en 1905
publicó El prejuicio de las razas donde define que el concepto de “raza”, a partir
de los escritos de Lamarck y Spencer, es un concepto subjetivo y artificial. Así en
relación a los antropólogos menciona:
“Comienzan a menudo hablando de razas, como categorías artificiales, y aca-
ban por considerarlas como barreras delimitativas entre los humanos. Entregados
por entero a sus divisiones mentales, olvidan que cada ser humano tiene una
individualidad propia y que el individuo es la única realidad objetiva”21.
Además, el francés, criticó a la antropología y a la psicología como ciencias mal
definidas debido a que están sujetas a toda clase de errores como las conclusio-

19 Carlos Enrique Paz Soldán (1885-1972) fue un médico peruano. Es considerado difusor de las ideas
eugenésicas en el Perú. Posteriormente a este debate, en 1916, publica su obra La Medicina Social.
20 Clemente Palma. El porvenir de las razas en el Perú, Lima: Impr. Torres Aguirre, 1897. O también revisar
el libro de Rubén Quiroz: La Razón Racial. Clemente Palma y el racismo a fines del siglo XIX. Lima: Fondo
Editorial de la Universidad Científica del Sur, 2010.
21 Finot, Jean. El prejuicio de las razas. España: Editores F. Sempere y Compañía, Tomo I, pp. 89.

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Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen

nes vertidas en la craneometría, donde se relacionaba la forma del cráneo con el


carácter y la inteligencia. Por eso, Finot afirmó que “la ciencia de la localización
de nuestras capacidades intelectuales sigue un camino penoso y sus conclusiones
están muy lejos de ser definitivas”22. Así Zulen, ante la disertación de Paz Soldán,
indica que es un error sostener aquello sobre el indígena y, por lo contrario, es
un fatalismo incongruente, puesto que no tienen relación alguna las razas con
el evolucionar eterno de las ideas y cosas. En ese sentido, Zulen reitera que el
sometimiento a los enganches, los bajísimos sueldos, el hacinamiento y el sistema
médico deplorable son también características determinantes para la situación del
indígena. Además, Zulen indica que el naturalista Kohlbrügge23 demostró con
contundentes pruebas de carácter morfológico que el volumen del cráneo no era
factor de alto grado de evolución. Dichas investigaciones dieron un giro para cri-
ticar las deficiencias de la antropología y la psicología enmascaradas en prejui-
cios raciales que imperaban por aquella época. De ese modo, Zulen engarzaría el
trabajo de Finot y Kohlbrügge para demostrar que los discursos racialistas eran
inválidos y deficientes. Desde esa posición, Zulen entiende que el indígena debe
insertarse dentro de los trabajos públicos e industriales. Y, además, mediante la
educación, éste será consciente de su situación.
Sabemos que en la representación del criollo se reflejó la fuerza con que gra-
vitaba el etnocentrismo racial europeo. Así, como ya hemos visto, se planteó la
eugenesia basada en el “blanqueamiento” de la población latinoamericana por
medio de la migración de europeos y, de este modo, los demás ciudadanos
no-criollos, por su herencia racial, los consideraron no aptos dentro del proyecto
moderno de nación.
Zulen, como actor de su época, no solamente entendió el problema del indio de
forma altruista, sino también como un problema socio-económico24 como ya ad-
vertía Manuel González Prada25 y, posteriormente, sistematizado por José Carlos
Mariátegui26. Zulen, denunció y se enfrentó al orden social y político de su tiempo
debido a que la corrupción y la desidia imperaban. Nuestro filósofo, sí compartía
el ideal modernizador y progresista de la élite criolla, pero no excluyendo o eli-
minando al indio:
“Es preciso –dice Zulen– desterrar aquel prejuicio de esa raza, en la que los
hombres superficiales solo quieren ver siervos o braceros, y no el único almácigo
de ciudadanos que tiene el Perú, para conservarse aún independiente y, quizás

22 Ibid., pp. 117.


23 Herman Jacob Friedrich Kohlbrügge (1865-1941) de origen holandés fue médico, anatomista y antropó-
logo. Estudió zoología en París y en la Estación Zoológica de Nápoles.
24 Zulen, Pedro. ¡Destruyamos el latifundio!, La Autonomía, 27 de noviembre, 1915.
25 Manuel González Prada es considerado como uno de los primeros intelectuales en abordar el problema
del indio, su ensayo Nuestros Indios fue escrito en 1904.
26 Se sabe por los escritos del mismo Mariátegui la corta amistad que tuvo con Zulen. Esa amistad se
originó a partir del interés de ambos en relación al problema del indígena. Pero, ya fallecido Zulen,
Mariátegui en algunos artículos caracterizará como filantrópica la praxis zuleniana. En ese sentido, el
Amauta tendrá limitaciones sobre la labor de Zulen en la etapa posterior a la API.

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Selección Huaynates
escritos

conquistar poderío económico y social que repercuta más allá de las fronteras.”27
Aunque Zulen, como cualquier personaje de su tiempo, entendió el concepto de
raza desde la perspectiva biologicista. Sin embargo intuyó que dicho concepto sir-
ve como instrumento de dominación. Al respecto, en las actuales investigaciones,
muy aparte de la crítica desde la genética, el concepto de raza es un instrumento
de clasificación social de la población y fue el primer criterio fundamental para la
distribución de la población mundial, según la tesis de Quijano. Tenemos hechos
históricos como la Controversia de Valladolid entre Bartolomé de las Casas y Ginés
de Sepúlveda donde el colonialismo europeo tuvo una nueva forma de legitimar
la idea de la relación superioridad/inferioridad entre dominadores y dominados,
respectivamente. Asimismo, más adelante se reproducía el racialismo a fines del
s.XIX e inicios del s.XX. Para Quijano el concepto de raza desde la colonia no se
relaciona a la naturaleza del ser humano en el caso de la Controversia de Va-
lladolid y, menos, al orden biológico como lo sustentaban en la época donde se
ubicaba Zulen, sino que será un constructo relacionado a la historia de las “rela-
ciones de dominación”. En este sentido, actualmente, es un eficaz instrumento de
dominación que sirve como clasificador universal en el patrón mundial del poder
capitalista.
Por último, Zulen advierte que el colonialismo creó una inferioridad mental
hacia la otredad28. Porque, en la época de Zulen, aún se mantenía la dualidad
civilización/barbarie que se arrastró desde la conquista española. En consonancia,
Mariátegui tendrá una reflexión similar, pues el Occidente blanco utilizó el con-
cepto de inferioridad racial para su expansión y conquista.

Descentrando la centralidad29

Desde la colonia, América se constituyó como periferia respecto al centro que,


por supuesto, sería Europa. A partir de esto, analizaré la dualidad capital–pro-
vincias en el contexto de Zulen. Éste considera que los logros más importantes
hasta el centenario son los movimientos pro-indigenistas y, por último, los pro-
yectos políticos descentralistas. En ese sentido hay un viraje político30 en Zulen
que luego se tornará más firme en su crítica al centralismo, el cual denominó
“centralidad”. Este movimiento tendría como objetivo restituir y garantizar la
propiedad de los indígenas y, por supuesto, la autonomía de las regiones. De ese

27 Zulen, Pedro. Nuestro Indígena y las conversaciones del Centro Universitario. La Prensa, 17 de abril de
1909 (Ed. mañana), pp. 3.
28 Aunque pone énfasis que los indígenas nunca perdieron, a pesar del sometimiento, su capacidad crea-
dora al igual que otras razas del mundo.
29 Existe una amplia literatura en torno a la relación de centro-periferia. Por ejemplo en los trabajos de Raúl
Prebisch, Walter Mignolo, Carlos García-Bedoya, entre otros.
30 Tal viraje se da en Zulen sobre la situación de las provincias donde tendrán protagonismo los
delegados de la API que luego participaron en el semanario La Autonomía cuya bandera será
un gobierno federalista.

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Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen

modo, serán éstas los medios para combatir la centralidad limeña y radicalizar la
democracia desde las provincias, es decir, desde la periferia. Por eso, uno de los
ejemplos a nivel latinoamericano, dice Zulen, es la revolución mejicana31 acaecida
en 1910. Más adelante, como alternativa, Zulen proyectó un movimiento político,
conjuntamente con algunos delegados provincianos de la API, cuyo espacio de
acción eran las provincias. Su propuesta política tendrá carácter revolucionario32
para dicha época, debido a la centralidad limeña. En este caso, el historiador Ge-
rardo Leibner acierta en distinguir el pensamiento zuleniano como “radical” a
diferencia de las otras posturas democráticas liberales33.
Zulen realiza viajes a provincias, así en un discurso en la plaza principal de
Jauja, disertó acerca del incipiente socialismo en el Perú. Entiende que el nuevo
modo de esclavitud se desarrolla en el capitalismo y que el proletariado perua-
no es solo una minoría34 en relación a otros grupos sociales. De este modo, para
Zulen, el verdadero problema no radica en el proletariado y tampoco se localiza
en la capital; al respecto menciona: “el problema social no está en el proletariado
de Lima y Callao o alguna otra ciudad de nuestro país; está aquí, en el verdadero
Perú que no es Lima, está en las haciendas y en las minas”35. Ya para esa época
reconocía la figura del indígena como “sujeto histórico”36 y donde el proletariado
debería sumar fuerzas en una acción revolucionaria. De este modo, el nuevo cam-
bio social surgiría desde provincias.
Por otro lado, en su visita a Puno, Zulen constata que Manuel Zúñiga Cama-
cho y Fernando A. Stahl37 crearon centros educativos para indígenas siendo así
una educación de vanguardia para aquella época, en contraste con la desidia del
poder central limeño. Asimismo, Zulen visitó la escuela creada por la API donde
acudían los indígenas de los ayllus cercanos. Por otro lado, las políticas sociales
inclusivas eran necesarias y vemos que partían desde las provincias ya que en
ellas, o sea en los márgenes del centro, se percibía claramente las relaciones de
dominación. Por tanto, esta educación resultaría liberadora ya que el indígena
sería consciente de su situación. Por ello, Zulen en su discurso en el ayllu de Ccota

31 Zulen, Pedro. Una meditación en el 97º aniversario de la independencia nacional, La Evolución, Huan-
cayo, 28 de julio de 1918.
32 Vale mencionar, o reiterar, que Mariátegui representará a Zulen como próximo al socialismo. En este
sentido, el historiador Wilfredo Kapsoli en sus investigaciones sostiene que Zulen es un socialista.
33 Gerardo Leibner, “Pensamiento radical peruano: González Prada, Zulen, Mariátegui”, Cuadernos Ameri-
canos, México, No.66, 1997, pp. 47-66.
34 La hegemonía política la tenían los terratenientes, así reproducían la estructura de dominación sobre las
regiones del país. Más adelante, la burguesía peruana tendrá protagonismo y, con éstos, el proletariado.
35 Publicado en el diario La Evolución, 07 de mayo de 1918.
36 A diferencia de Mariátegui, Zulen considera que el indígena será el próximo reformador social y no el
proletariado.
37 Estos dos pedagogos fueron predicadores adventistas. Éstos tendrán diversos problemas con la Iglesia
Católica y los gamonales debido a que los indígenas empezaban a tomar conciencia de su situación de
dominación. Por lo cual tendrán muchos avatares durante su labor educacional. Incluso Camacho, de
ascendencia aymara, fue azotado por un sacerdote donde se le acusó falsamente de corruptor de indí-
genas (1913). En el año 1902, Camacho, fundó la primera Escuela Rural en el departamento de Puno.

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escritos

(Puno) declara:
“El Perú futuro, el gran Perú de mañana se hará con vosotros; con vuestras
energías propias; con vuestras condiciones de moralidad, de trabajo, de orden,
de docilidad para el bien, de vigor físico único capaz de domar a la naturaleza
impertérrita y tiránica de estas regiones [...] ¡Viva el Perú, el Perú regenerado por
sus indios!”38 .
La centralidad, en ese sentido, se torna parte del poder en su dimensión polí-
tica y subsume a las provincias como periferia. De ahí que fuera menester la auto-
nomía económica y política que los delegados provincianos39 tenían como finali-
dad en sus respectivas propuestas. Asimismo, Zulen sostiene que el centralismo,
o centralidad, es un factor negativo en la constitución de una nación heterogénea
porque ejerce relaciones de dominación sobre la periferia. En este sentido era in-
dispensable una democratización del poder cuya fuerza central era detentada por
la oligarquía. De este modo, Lima significó, y significa, la reproducción de la cen-
tralidad. En resumen, Pedro Zulen, consecuente con la postura liberal, compartió
las premisas del federalismo y regionalismo de inicios del s.XX tanto en el plano
económico como en lo político.
Hoy, al igual que en la época de Zulen, es necesario repensar la relación de
centro-periferia y lo que esta implica, pues sabemos que actualmente Lima repre-
senta la hegemonía tanto en el ámbito político como intelectual. Tuvimos sucesos
que a partir de la privación de la autonomía40, por parte del poder central, se
subordinan las decisiones de las provincias. Además, Lima no solamente repro-
duce la centralidad propia de nuestro país, sino la lógica de la globalización del
mercado mundial que actualmente detenta el capitalismo.

Conclusiones

Como hemos visto la praxis zuleniana en torno a lo social y político posee mu-
cha significancia hoy en día para repensarla. Pero su aporte no se agota solo en
este campo porque Zulen desde 1919 hasta 1924 realizó un imprescindible trabajo
filosófico41. Cabe destacar sus dos tesis en la Universidad de San Marcos que cons-
tituyen un invaluable aporte a la filosofía peruana.
Asimismo, es importante, anotar algunas limitaciones de Zulen en torno a su
praxis social y política, y en relación al análisis de las relaciones de dominación
contra el indígena. Nuestro autor no rastrea las resistencias a las estructuras de
dominación que se dieron desde la colonia y, por ende, tampoco consideró el
aporte de defensores de la condición humana del indígena. Por ejemplo, desco-

38 Entre los aimaras de Chucuito, La Crónica, 09 de febrero de 1915.


39 Véase: La Federación, La Crónica, 22 de marzo de 1915.
40 Como el caso lamentable de Bagua en 2009 y ,recientemente, el de Conga en el 2013.
41 Consúltese el importante trabajo de investigación de Pablo Quintanilla, César Escajadillo, Richard Anto-
nio Orozco en el libro “Pensamiento y acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX”. Lima: Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2009.

100
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen

noció el libro La vida intelectual del Virreynato del Perú de Felipe Barreda y Laos,
publicado en 1909, donde uno de los objetivos fue documentar el pensamiento
colonial y la crítica a la postura hegemónica de la metrópoli42.
Por otro lado, Zulen realizó un bosquejo sobre la educación, donde mencio-
na que la educación incaica consistía de máximas, en prácticas y en ceremonias
por lo cual concluye que fue mecánica y primitiva donde los placeres eran muy
difundidos. Por ello no tuvieron una escritura ni avances en la técnica. En este
sentido, la teoría evolucionista, característica del eurocentrismo y reproducida en
el positivismo, influyó en Zulen en una primera etapa43 para sostener una visión
prejuiciosa sobre los incas. Vemos, pues, que no logró en un primer momento
distanciarse de la influencia positivista, porque al comparar la cultura incaica y
la europea lo realiza a partir de la evolución de la “razón” y de la “ciencia”; de
ahí que según esta visión, el pueblo incaico, con excepción de la nobleza, estu-
vo conformado por hombres animalizados que vivían del puro instinto y de los
placeres. Si bien, hoy en día, podemos decir todo lo contrario, pues las culturas
prehispánicas tuvieron importantes conocimientos, pero a inicios del siglo XX las
investigaciones de estas culturas eran aún imprecisas.
En cuanto a la nacionalidad, Zulen incluyó a los indígenas como parte constitu-
tiva del proyecto de nación peruana. Pero, me pregunto, ¿cuál sería la condición
de los afroperuanos o los chinos? En ese sentido, sus limitaciones en torno a una
nacionalidad heterogénea resultaban en una visión sesgada o, mejor dicho, solo
parcial porque las otras identidades subyugadas –desde y después de la colo-
nia– no formaban parte del debate sobre la condición humana. Incluso, Zulen de
ascendencia china no fue interlocutor válido para la defensa de los chinos explo-
tados.
Finalmente, estas aproximaciones en torno a Pedro Zulen forman parte de una
investigación más amplia en relación al concepto de “dominación” en la historia
del pensamiento peruano.

42 En aquel libro se analizó por ejemplo el libro Thesaurus indicus (1668) de Diego de Avendaño donde se
exigía eliminar la esclavitud de los indios y negros en la colonia.
43 Inicialmente Zulen sostuvo un discurso racialista, aunque posteriormente tuvo objeciones y críticas
como hemos visto en un capítulo anterior.

101
Joel Rojas de
Selección Huaynates
escritos

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------------------- El problema nacional de la educación (Parte V ), Lima: La Prensa

102
Dominación, racialismo yPedro
centralidad en torno a Pedro S. Zulen
S. Zulen

(Ed. mañana), pp. 2, 03 de abril de 1909.

------------------- Nuestro indígena y las conversaciones del “Centro Universitario”.


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------------------- Una meditación en el 97º aniversario de la independencia nacional.


La Evolución, Huancayo, julio 28 de 1918.

------------------- El Perú en su primera centuria republicana. La Prensa (New York),


28 de julio de 1921.

103
Segundo Montoya Huamaní
Selección de escritos

104
Pedro S. Zulen

VIDAS PARALELAS: ZULEN Y MARIÁTEGUI


Análisis sobre las posibles aproximaciones
discursivas y vivenciales

Segundo Montoya Huamaní


sersocial_18@hotmail.com

Pienso que se trata de dos vidas paralelas, dentro del


sentido que el concepto de vidas paralelas tiene en
Plutarco. Bajo los matices externos de ambas vidas
se descubre la trama de una afinidad espiritual
que los aproxima en el tiempo y en la historia.
J.C.Mariátegui, 1925

Introducción

El presente ensayo tiene por objetivo explorar y reflexionar sobre las posibles
aproximaciones discursivas y vivenciales entre Pedro Salvino Zulen y José Carlos
Mariátegui. Para tal efecto dividiré el ensayo en tres tópicos: en el primer tópi-
co reflexiono sobre la semejanza entre las nociones “perseverancia zuleniana” y
“agonía mariateguiana”, lo cual me permite evidenciar la dimensión psico-social
y las condiciones intersubjetivas para una “revolución democrático burguesa”
que acabe con el latifundio y libere al indígena de la servidumbre, desde la postu-
ra liberal zuleniana y socialista mariateguiana. En el segundo tópico analizo la re-
cepción e influencia del espiritualismo bergsoniano a través de Georges Sorel, “el
eslabón intelectual”, en el pensamiento de Mariátegui, y sostengo la hipótesis de
trabajo según la cual, Sorel asimiló y aplicó creativamente la teoría metafísica de
la duración (durée) como fundamento de la libertad humana a la esfera de la lucha
de clases, bajo la forma de la huelga general. En el tercer tópico analizo esquemá-
ticamente la recepción e influencia del pragmatismo jamesiano en el pensamiento
de Mariátegui, y sostengo que el interés de Mariátegui por el pragmatismo no es
gratuito y desinteresado, mucho menos obedece a un mero prurito intelectual,
pues surge del énfasis que James le otorga a la praxis o acción humana en general.
Nos proponemos a modo de hipótesis, desarrollar un sugerente y a la vez con-
troversial estudio comparativo entre Zulen y Mariátegui, al que yo denomino
“Vidas Paralelas”, a propósito del artículo “Vidas Paralelas: E. D. Morel-Pedro S.
Zulen”, escrito por Mariátegui (1925), que a su vez se inspira en la obra de Plu-

105
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

tarco. En ese sentido, creemos que en la historia de las ideas filosóficas, políticas
y literarias, no hay mejor forma de rendir un homenaje, de reconocer aportes y
limitaciones, de legitimar praxis y discursos, y sobre todo, visibilizar la inmensa
obra pensante y operante de un intelectual polifacético peruano como Pedro Zu-
len, sintomática y anecdóticamente conocido más por su escandaloso romance
con Dora Mayer, que por su ejemplar contribución académica en San Marcos y
social en defensa de los indígenas en las provincias del Perú a inicios del siglo XX.
El “ninguneo filosófico”1 hacia pensadores como Zulen es una práctica disci-
plinaria2 casi institucionalizada en algunas universidades de Lima, además de la
obediencia epistémica al eurocentrismo que no es la perspectiva cognitiva de los
europeos exclusivamente o solo de los dominantes del capitalismo mundial, sino
del conjunto de los educados bajo su hegemonía3. Lo cual impide, naturalmente,
que estos pensadores sean situados bajo un locus de enunciación distinto, y sean
estudiados con seriedad, rigurosidad y leídos bajo nuevas claves hermenéuticas.
En ese sentido veamos esquemáticamente algunas semejanzas y diferencias que
serán tematizadas en éste y en otros ensayos posteriores; no obstante, los paren-
tescos vivenciales y discursivos son en algunos casos evidentes, en otros, hay que
desentrañarlos apelando al agudo y paciente análisis de sus vidas y obras.
Zulen nació en Lima el 12 de octubre de 1889 y murió en Lima el 27 de enero
de 1925. Es decir, vivió apenas 35 años de edad de manera febril, intensa y perse-
verante4, cultivando las letras, las ciencias, estudiando filosofía en Harvard, ejer-
ciendo la docencia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos e incursio-
nando en el activismo pro-indígena, hasta que la tuberculosis acabó con su vida.
Asimismo, Mariátegui nació en Moquegua el 14 de junio de 1894 y murió en Lima
el 16 de abril de 1930, con efímeros 35 años de edad, hasta cuando la enfermedad
producto de una lesión en la rodilla lo llevó a la muerte. Vivió heroica y agónica-
mente, educándose por iniciativa propia (autodidacta), ejerciendo el periodismo,
viajando a Europa para consolidar su aprendizaje del marxismo, desentrañando
intuitiva y conceptualmente la realidad peruana en forma de ensayos, creando
órganos de prensa y fundando el Partido Socialista en el Perú (1928) para forjar
un sentimiento de clase en el proletariado y organizarlo para una eventual revo-
lución.
Por otro lado, Zulen recepciona críticamente el espiritualismo y el pragmatismo
al igual que el Amauta, y se oponen al positivismo e intelectualismo de la época;

1 Paz, Octavio. El laberinto de la soledad, pp. 48-49.


2 Véase el libro Las redes del poder de Foucault, pp. 15, donde sostiene: “Disciplina es, en el fondo, el meca-
nismo del poder por el cual alcanzamos a controlar en el cuerpo social hasta los elementos más tenues
por los cuales llegamos a tocar los propios átomos sociales, eso es, los individuos. Técnicas de indivi-
dualizaciones del poder. Cómo vigilar a alguien, cómo controlar su conducta, sus aptitudes, intensificar
su rendimiento, multiplicar sus capacidades, colocarlo en el lugar más útil, esto es, a mi modo de ver las
disciplina.”
3 Quijano, Aníbal. Colonialidad del Poder y Clasificación Social, pp. 343.
4 Véase el Boceto de la perseverancia de Zulen en El Deber Pro-Indígena, pp. 56-57.

106
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S.
discursivas Zulen
y vivenciales

Zulen se muestra interesado por el espiritualismo y Mariátegui por el mito a tra-


vés de Sorel y este a través de Bergson; Zulen asimila oportunamente las teorías
pedagógicas contemporáneas y propone una educación de corte demo-liberal,
moralista y pragmatista5, asimismo, Mariátegui defiende la educación única y
democrática de corte marxista6; Zulen se define implícitamente como un revolu-
cionario sin Partido y Mariátegui como un revolucionario con Partido7 (socialis-
ta); Zulen concibe al indígena como protagonista de la revolución democrático-
burguesa desde las provincias (periferia) y Mariátegui incluye al indígena en la
revolución democrático-burguesa, como aliado del proletariado desde la capital
(centro); Zulen publica la revista El Deber Pro-Indígena (1912) y el semanario Auto-
nomía (1915) al lado de intelectuales comprometidos con la causa indígena, y Ma-
riátegui publica la revista Amauta y el periódico Labor, más próximo a la prensa
de doctrina8 que a la prensa de información. Por último, Zulen critica el carácter
oligárquico, burocrático (empleomanía) y mediocre de la educación universitaria9
al igual que Mariátegui, quien lo analiza en su cuarto ensayo sobre El proceso de la
instrucción pública y en Temas de educación.

La perseverancia zuleniana y la agonía mariateguiana.

Las nociones “perseverancia” y “agonía” se encuentran literal, explícita y prin-


cipalmente en los artículos: Boceto de la perseverancia escrito por Zulen y La agonía
del cristianismo de Don Miguel de Unamuno escrito por Mariátegui, aunque debo
aclarar que ambas nociones están diseminadas implícitamente en varios de sus
textos. Ahora bien, mis reflexiones sobre estas nociones me han conducido a la
siguiente conclusión: “perseverancia” y “agonía” tienen casi las mismas conno-
taciones de tipo psicológico, político e incluso místico, de las cuales no podemos
prescindir si queremos a modo de conjetura, fundar un estudio comparativo entre
el Amauta y Zulen. Asimismo, creo que ambas nociones poseen un alto potencial
explicativo acerca de las condiciones intersubjetivas para una “revolución demo-
crático burguesa” que acabe con el latifundio y libere al indígena de la servidum-
bre desde la postura liberal zuleniana y socialista mariateguiana.
A continuación empezaremos por analizar la noción de “perseverancia zulenia-
na”. En las primeras líneas del Boceto, Zulen recurre poéticamente a la metáfora
del océano, leamos lo que dice: “Así como el océano es incansable lanzando sus
ondas sobre las riveras, así es la perseverancia. Pero, así como pertenece a un
océano la capacidad de poner en conmoción a las playas, los hombres que llevan

5 Véase Enseñanza única y enseñanza de clase de Mariátegui en Temas de educación, pp. 49-63.
6 Véase La ciencia, el arte y el ideal del educador de Zulen en El Deber Pro-Indígena, pp. 53-55.
7 Zulen, Pedro. Revolucionarios, sí, revolucionarios en El Deber Pro-Indígena, pp. 116.
8 Mariátegui, J. Carlos. Ideología y política, pp. 175-178.
9 Véase El problema de la Educación Nacional (introducción al debate iniciado por Zulen en el Centro Uni-
versitario en el 1909).

107
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

en sí el sentimiento de la acción son capaces de la perseverancia”10. De esta ma-


nera señala las dos principales características del hombre perseverante: 1) el sen-
timiento y entusiasmo perenne, y 2) la praxis o acción de luchar sin doblegarse.
De estos dos rasgos particulares y excepcionales se deriva una consecuencia
social y política edificante: la perseverancia de los “sujetos históricos” o actores
sociales (indígenas) es condición sine qua non para la reforma social de los pue-
blos. Por ejemplo, en el caso de Cristo, dice Zulen: “El sentimiento de su doctrina
que era el nervio de su perseverancia, llevó a Cristo al calvario; pero su credo se
expandió entre los hombres, fundando una religión sobre la tierra”11. En conse-
cuencia: sin perseverancia no hay “revolución”. Por último, la noción de perseve-
rancia entendida como sentimiento de lucha por el bien y la justicia social, estaría
vinculado al idealismo pragmático de Josiah Royce según la propuesta de Song
No en su artículo “Entre el idealismo práctico y el activismo filosófico: La doble
vida de Pedro Zulen”(2006). Como era de esperarse, su infatigable activismo se
relaciona con su muerte prematura a los 35 años producto de una tuberculosis.
Por consiguiente, su vida fue un ejemplo de tenaz perseverancia contra la enfer-
medad y la muerte.
Pero ¿qué carácter tiene la revolución para Zulen? Es que acaso estamos hablan-
do de una revolución burguesa de cuño liberal o revolución socialista de cuño
marxista, como lo sugiere Wilfredo Kapsoli en su libro El Pensamiento de La Asocia-
ción Pro-Indígena (1980). Lo cierto es que Zulen apuesta por un cambio estructural
de las relaciones feudales de servidumbre. Recordemos sus palabras plasmadas
en el semanario Autonomía (Nº 16, Lima 1915, pp. 8): “¡Destruyamos el latifundio!
¡He aquí el lema de la futura revolución social peruana”. Estas relaciones de pro-
ducción, obviamente, no solo despojan al indígena de la tierra en la que trabaja,
sino que además lo condenan al silencio y al anonimato por falta de legítimos
y efectivos derechos de ciudadanía. Zulen es sin duda un liberal consecuente y
radical. Consecuente, porque hay un manifiesto correlato entre su pensamiento
y su acción, desde la creación de la Pro-Indígena (1909-1916), buscando el recono-
cimiento legal de los indígenas como legítimos ciudadanos en el ejercicio y goce
de sus derechos fundamentales: derecho a la propiedad de la tierra, derecho a la
libertad de trabajo y de asociación, derecho a la igualdad y educación, etcétera.
Asimismo, denunciando los abusos que cometían los gamonales y autoridades
contra ellos. Radical, porque está convencido de que la única forma de lograr el
proyecto liberal es acabando con el régimen feudal y oligárquico en el Perú a
inicios del siglo XX. Mariátegui se aproxima a Zulen y va más allá en la propuesta
revolucionaria, a la cual denomina “revolución democrática burguesa” como fase
preparatoria para la revolución socialista de talante marxista leninista.
Nos corresponde ahora, analizar la noción de “agonía mariateguiana”12. Es el

10 Véase el Boceto de la perseverancia de Zulen en El Deber Pro-Indígena, pp. 56-57.


11 Ibid., pp. 56-57.
12 Véase La agonía del cristianismo de Don Miguel de Unamuno, escrito por Mariátegui en el libro Signos

108
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
filósofo español, Miguel Unamuno, quien explicita y divulga el significado eti-
mológico del término “agonía”, en su ensayo de estilo profundamente místico y
hagiográfico, escrito en la época de su destierro en Francia (1924-1930), La Agonía
del Cristianismo del cual recoge Mariátegui la idea de agonía, definida no como
el preludio de la muerte, tampoco como conclusión de la vida, sino como lucha
contra la vida misma y sus conflictos más íntimos. A mi parecer el significado, la
importancia y trascendencia de la noción “agonía mariateguiana” radica en cinco
aspectos, a saber: 1) instrumentaliza la noción unamuniana de agonía religiosa y
personal, en clave marxista, incorporando en ella la idea de clases sociales, 2) la
noción de agonía caracteriza las polémicas y debates que sostuvo el Amauta con
innumerables pensadores, políticos y partidos de la escena mundial contemporá-
nea13, 3) la noción de agonía no pierde elementos místicos, sino que los refuerza
y supedita a la lucha ideológica y de clases, 4) la agonía de las clases sociales
dinamiza la historia de la humanidad, dando origen a las grandes transforma-
ciones sociales, 5) la agonía de los “sujetos históricos” (proletarios e indígenas)
es condición sine qua non para las grandes transformaciones. En consecuencia, sin
“agonía” no hay “revolución”.
Sin embargo, la noción de agonía también es tomada en Mariátegui en un senti-
do intra-personal frente a las dolencias y malestares de su enfermedad que termi-
nó por apagar su vida a los 35 años, muerte a la cual se enfrentó con apasionada,
resuelta y digna agonía; en consecuencia, su vida fue una “dura agonía” intra-
personal (contra la enfermedad), social (contra las injusticias) y clasista (contra el
opresor terrateniente o capitalista).

Espiritualismo bergsoniano en el marxismo de Mariátegui a través de Sorel (“el


eslabón intelectual”)

El espiritualismo es una corriente filosófica contemporánea de origen francés


que surge en el siglo XIX como una reacción principalmente contra dos líneas
del pensamiento y sus respectivas consecuencias: el materialismo del siglo XVIII
(con su mecanicismo y determinismo) y el positivismo (con su cientificismo y
reduccionismo fisicalista). Asimismo, los espiritualistas proponen la prioridad
ontológica del espíritu (alma) por sobre la materia (cuerpo), es decir, la conciencia
es irreductible a los procesos físico materiales; así como la evidencia intuitiva del
libre albedrío como rasgo inherente de la condición humana. Ahora bien, Bergson
(1859-1941) no es el único espiritualista francés, él es heredero de toda una tradi-
ción que comprende a autores como Lequier (1814-1962), Ravaisson (1813-1900),
Boutroux (1845-1921)14, entre otros.
Es lugar común sostener que el concepto cardinal de la filosofía de Bergson es

y obras, pp. 116-120.


13 Véase el libro, La agonía de Mariátegui. La polémica con la Komintern de Flores Galindo. DESCO, 1980.
14 Reale y Antiseri. Historia del pensamiento filosófico y científico. Editorial Herder, Barcelona. Tomo III, 2005.

109
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

la intuición de la duración. Es por eso que su postura filosófica también adopta


el nombre de “intuicionismo” o “espiritualismo”, pero qué es la intuición para
Bergson. La intuición es una operación o forma conocimiento privilegiada de la
conciencia que penetra en lo que tienen las cosas de único e inexpresable. Por
intuición el hombre simpatiza con las cosas, capta su interioridad, y coincide con
ellas de un modo inmediato. Para Bergson la esencia de la realidad es la dura-
ción (durée), es decir, el progreso indefinido y continuo del pasado que muerde
el futuro, y se acrecienta; es un proceso por el cual deviene toda la realidad, y en
particular, la conciencia; es la maduración o tiempo vivido, de la conciencia.
Ahora bien, en lo que respecta a la influencia de Bergson en el pensamiento de
Mariátegui, nos encontramos con algunas dificultades ya previstas e identificadas
por nosotros, a saber: 1) si Mariátegui no escribió un texto exclusivamente filo-
sófico y 2) si son escasas las referencias a Bergson como representante del espiri-
tualismo en los escritos del Amauta. Entonces, 3) trataremos de desentrañar los
presupuestos filosóficos espiritualistas en el pensamiento del Amauta, examinan-
do qué es exactamente aquello de lo que se apropia y asimila de esta corriente fi-
losófica contemporánea. Las referencias bibliográficas sobre Bergson en las obras
de Mariátegui, se encuentran en Defensa del marxismo, Historia de la crisis mundial
y Alma matinal.
En el caso de Bergson es pertinente aclarar que Mariátegui se aproxima a sus
pensamientos a través de la lectura del libro Reflexiones sobre la violencia (1915) de
Georges Sorel (1847-1922), que representa otro de los libros del nuevo siglo en el
que se preludia una filosofía política anti-liberal, eminentemente revolucionaria15,
y no a través del contacto con Mariano Iberico16 y de la lectura de la Decadencia de
Occidente de Oswaldo Spengler, como sostiene David Sobrevilla17. Por la sencilla
razón de que Mariátegui no se aproxima a los filósofos ni a las filosofías en ge-
neral, por mero prurito intelectual, buscando “el saber por el saber mismo”, dado
que es un intelectual comprometido y parcializado18 por excelencia. De ahí que,
busque “el saber para el hacer”, es decir, utilice las teorías y métodos de la filo-
sofía contemporánea con fines políticos, consecuente con su manifiesta filiación
marxista.
Analicemos lo que dice el Amauta sobre Sorel ya que él representaría el “eslabón
intelectual” o pieza clave para explicar el nexo entre Mariátegui, el intelectual or-
gánico19, y Bergson, el filósofo y Premio Nobel de Literatura en 1927: “Superando

15 Mariátegui, J. Carlos. Historia de la crisis mundial. Véase el artículo: Veinticinco años de sucesos extranje-
ros, pp. 200.
16 David Sobrevilla. Escritos mariateguianos. Artículos y reseñas entorno a José Carlos Mariátegui, pp. 156.
17 Ibid., pp. 95.
18 Mariátegui, J. Carlos. 7 ensayos de la interpretación de la realidad peruana, pp. 230,233.
19 Para Gramsci, la categoría social de “intelectuales orgánicos” es producida por una clase social ascen-
dente que tiene la función de dar “homogeneidad y conciencia de la propia función, no solo en el cam-
po económico sino también en el social y el político”. Véase: A. Gramsci, Los intelectuales y la organización
de la cultura, B. Aires, Ed. Nueva Visión, 1972, pp. 9-27.

110
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
las bases racionalistas y positivistas del socialismo de su época, Sorel encuentra en
Bergson y los pragmatistas ideas que vigorizan el pensamiento socialista, restitu-
yéndolo a la misión revolucionaria”20. De este párrafo se desprenden cuatro ideas
reveladoras: 1) el socialismo de la Segunda Internacional (1889-1917), es decir, de
la época de Sorel, adolecía de una confianza ciega y dogmática en los criterios de
la razón, y por ende daba más importancia a la teoría que a la praxis, asimismo,
rechazaba los móviles místicos y prometeicos en el proceso revolucionario. 2) el
socialismo de la época de Sorel, adolecía de positivismo, esto es, defendía el mé-
todo de las ciencias naturales como el único método válido, no hay conocimiento
verdadero que no sea científico, creían ver en los cambios históricos un proceso
gradual y evolutivo, y en consecuencia, rechazaban toda forma de violencia re-
volucionaria como medio de transformación. 3) Mariátegui asimila elementos del
espiritualismo principalmente a través de Sorel, y este por medio de Bergson21. 4)
el pensamiento de Bergson a través de Sorel refuerza y le devuelve al socialismo
la mística revolucionaria.
Pero qué es exactamente lo que Sorel, teórico del sindicalismo revolucionario,
toma de Bergson, en materia de categorías, metodologías o sistemas filosóficos.
Al respecto Mariátegui comparte la idea sostenida por Sorel en sus Reflexiones
sobre la violencia (1915): “Bergson nos ha enseñado que no solo la religión puede
ocupar la región del yo profundo; los mitos revolucionarios pueden también ocu-
parla con el mismo título.”22 ...“Por el contrario Bergson nos invita a ocuparnos
desde dentro de lo que allí sucede durante el movimiento creador: “Habría dos
yo diferentes −dice− de los cuales uno sería como la proyección exterior del otro,
su representación espacial y, por así decirlo, social. Nosotros aprehendemos el
primero por una reflexión profunda, que nos hace palpar nuestros estados in-
ternos como a seres vivientes, en permanente vía de formación, como estados
refractarios a la medida. La mayor parte del tiempo vivimos para el exterior que
para nosotros. Hablamos más de lo que pensamos; somos actuados más de lo que
actuamos nosotros mismos. Actuar libremente es retornar a la posesión de sí, es
volver a situarse en la pura duración.”23
Lo que sostiene Sorel sobre las aleccionadoras enseñanzas de Bergson es resul-
tado de dos cosas: 1) la asimilación y aplicación creativa de la teoría metafísica de
la duración (durée) como fundamento de la libertad humana a la esfera de la lucha
de clases, bajo la forma de la huelga general y 2) sostener que el mito24 revolu-

20 Mariátegui, J. Carlos. Historia de la crisis mundial. Véase el artículo: Veinticinco años de sucesos extranjeros,
pp. 200.
21 Prueba de lo que estamos sosteniendo es que Georges Sorel cita reiteradas veces el libro de Bergson,
“Données immédiates de la conscience” (1889), en la que Bergson, a decir de Sorel, distingue la duración
que transcurre y en la cual se manifiesta nuestra persona, y el tiempo matemático, con cuya medida la
ciencia pone en orden los sucesos. Véase, Reflexiones sobre la violencia, pp. 36.
22 Sorel, Georges. Reflexiones sobre la violencia, pp. 40.
23 Ibid., pp. 35-36
24 Para Sorel, el mito se opone a la utopía. Los mitos son convicciones y voluntades de las masas que se
expresan en términos de movimientos revolucionarios, por ende, no pueden ser refutados, como por

111
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

cionario de la huelga general surge de la dimensión profunda del “yo”, respalda


la idea de que los actos humanos (lucha de clases) que se inspiren en mitos sean
plenamente libres y realizables. Profundicemos mejor estas dos propuestas, en la
primera, afirmamos que la huelga general es expresión de la lucha de clases y que
esta obedece a la propia autodeterminación de la conciencia de las masas traba-
jadoras; autodeterminación que se fundamenta en la concepción metafísica de la
duración (durée), que no es otra cosa que el progreso continuo, único e irreversible
de la conciencia, que crea el futuro manifestando de ese modo su libertad. En la
segunda propuesta, sostenemos que el mito proviene de las vivencias internas
del cogito bergsoniano, lo cual indica que comparte rasgos con la intuición de la
duración, como por ejemplo, su antirracionalismo.
Me refiero al hecho de que para Bergson, la intuición proporciona un tipo de
conocimiento no-simbólico, no-lingüístico y por ende no-conceptual, sino un co-
nocimiento directo e inmediato de los contenidos básicos de la conciencia, como
el tiempo, la voluntad o la duración. De modo muy parecido el mito que propone
Sorel es un conjunto de creencias, convicciones y voluntades creadas y apren-
didas “por y para las masas”, es decir, son contenidos de la conciencia no dis-
cursivos, no conceptuales, sino volitivos y afectivos. De este modo ponemos en
evidencia el anti-intelectualismo de Sorel25.
Por lo tanto, toda lucha de clases bajo la modalidad de la huelga general que se
inspira en mitos tiene la “garantía” no solo de cautivar y formar a las masas, de
granjear sus simpatías de modo directo e inmediato, casi como la intuición, sino
de efectuarse como proceso voluntario, libre y movilizador de las masas traba-
jadoras hacia su “liberación definitiva”. Ahora bien, retomando el problema de
“qué es exactamente aquello” que el Amauta toma de Sorel e indirectamente de
Bergson, sostenemos lo siguiente: Mariátegui asimila dos ideas importantes: 1) la
concepción del mito como revolución social del proletariado mas no como huelga
general. Sin embargo cabe hacerse la pregunta ¿qué es el mito para el Amauta
más allá de identificarlo con la revolución? Creemos que es el componente inter-
subjetivo más eficaz para conquistar el poder del Estado e instaurar un nuevo
orden social, que Mariátegui estaba “buscando”, y lo encontró en Sorel.
En ese sentido podemos notar que se operan algunos cambios en sus propues-
tas, esto se debe a que Sorel es visto por Mariátegui no como un falso y vulgar
revisionista, sino como un “revisionista verdadero”26, continuador y renovador
de la obra de Marx. 2) La moral de los productores, según la cual la aspiración de
una nueva sociedad no surge ni se reduce mecánicamente al interés económico y
de clase, sino que nace y se forma en el seno de la lucha de clase donde se practi-

ejemplo: “la huelga general”. En cambio las utopías son modelos teóricos inventados por intelectuales
que sirven para comparar y medir el mal o bien que encierran las sociedades existentes y que dan origen
a movimientos reformistas. Véase Reflexiones sobre la violencia, pp. 38-40.
25 Para Sorel la filosofía intelectualista es en verdad una radical incompetencia para explicar los grandes
movimientos históricos. Véase, Reflexiones sobre la violencia, pp. 33.
26 Mariátegui, J. Carlos. Defensa del marxismo, pp. 15.

112
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
carían reglas y valores como la organización, la disciplina, la justicia distributiva,
la solidaridad, entre otros.

Pragmatismo jamesiano en el marxismo de Mariátegui

El pragmatismo es una corriente filosófica norteamericana que surge a fines


del XIX e inicios del XX con Peirce, James y Dewey considerados los “pragmatis-
tas clásicos” y los continuadores considerados, “neopragmatistas” como Quine,
Goodman, Putnam y Davidson. La línea divisoria entre ellos es el denominado
“giro lingüístico” que se dio en los años cuarenta y cincuenta27. El término “prag-
matismo” fue acuñado por Charles S. Peirce y difundido por primera vez en una
conferencia que James impartió en la Universidad de Berkeley en agosto de 1898.
La amistad entre James y Peirce se remonta la época en que ambos eran estudian-
tes en la Escuela Científica de Lawrence de Harvard. Sin embargo, el intercambio
más productivo entre ambos pensadores se dio en un círculo de discusión filo-
sófica llamado Metaphysical Club de Cambridge, o Club Metafísico, el cual se
constituyó a principios de 1872; se reunían una vez por semana y duró apenas
un año, pero pasó a ser importante porque fue en él que el pragmatismo surgió.
El resultado de aquellas discusiones fue un artículo que Peirce publicó a prin-
cipios de 1878. En él Peirce anuncia el principio siguiente: “Consideremos qué
efectos, que puedan tener concebiblemente repercusiones prácticas, concebimos
que tiene el objeto de nuestra concepción. Nuestra concepción de estos efectos
es pues el todo de nuestra concepción del objeto”. Peirce formuló este principio
como una máxima para obtener mayor grado de claridad en las ideas a través
del análisis conceptual. Para lograr esto, señaló, solo tenemos que considerar qué
efectos prácticos, próximos o remotos, entrañan nuestra concepción de un obje-
to28.
Después de veinte años de publicado el artículo de Peirce, James no solo dio a
conocer al mundo este principio, sino que además, lo amplió y trasladó al terreno
de la religión y la filosofía al sostener que el significado de una proposición filosó-
fica es la consecuencia práctica que se desprende de aceptarla. En tal virtud como
él mismo lo señala, el pragmatismo inspirado en el principio de Peirce es un méto-
do útil para resolver disputas metafísicas que de otro modo serían interminables.
Pues cuando la discusión sea seria, debemos ser capaces de mostrar la diferencia
práctica que implica tener la razón29.
Como dirá el propio James en las conferencias que impartió en Harvard bajo
el nombre de Pragmatismo: “Según los principios pragmatistas, si la hipótesis de
Dios funciona satisfactoriamente, en el más amplio sentido de la palabra, entonces

27 Rorty, Richard. ¿Esperanza o conocimiento? Una introducción al pragmatismo, pp. 10.


28 Quintanilla, Pablo. Pensamiento y acción. La filosofía peruana a comienzos del siglo XX, pp. 68.
29 James, William. Pragmatismo. Un nuevo nombre para viejas formas de pensar, pp. 60-61.

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Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

es verdadera.”30 Ahora bien: sea cual sea el residuo de dificultades que arrastre, la
experiencia nos hace ver que indudablemente da resultado, y que el problema
estriba en construir y determinarla de tal modo que se combine satisfactoriamente
con todas las otras verdades operativas.
En consecuencia, el pragmatismo se aleja de abstracciones, de soluciones ver-
bales, de malas razones a priori, de principios inmutables, de sistemas cerrados
y pretendidos “absolutos” y “orígenes”, es decir, se vuelve hacia lo concreto y
adecuado, hacia los hechos, hacia la acción y el poder. Llegado a este punto, y
habiendo explicado brevemente el método pragmatista de James, analicemos lo
que dice el Amauta sobre esta filosofía. Sin embargo, no olvidemos las dificulta-
des que acarrea explicar la influencia de James en el pensamiento de Mariátegui,
estas dificultades son parecidas a las mencionadas anteriormente al explicar la
influencia de Bergson en Sorel y el Amauta, a saber: 1) Mariátegui no escribió un
texto exclusivamente filosófico y 2) son escasas las referencias a James como re-
presentante del pragmatismo en los escritos de Mariátegui.
Por consiguiente, 3) trataremos de desentrañar los presupuestos filosóficos
pragmatistas en el pensamiento del Mariátegui, examinando qué es exactamente
aquello de lo que se apropia y asimila críticamente de esta corriente filosófica
contemporánea. Reflexionemos sobre lo que dice el Amauta: “vitalismo, activis-
mo, pragmatismo, relativismo, ninguna de estas corrientes filosóficas en las que
podían aportar a la revolución, han quedado al margen del movimiento inte-
lectual marxista. William James no es ajeno a la teoría de los mitos sociales de
Sorel”31...“El pragmatismo que tan eficazmente mueve al hombre a la acción, es
en el fondo una escuela relativista y escéptica”32 ...“Esta filosofía, pues, no invita
a renunciar a la acción. Pretende únicamente negar lo absoluto…Pero reconoce
al mito temporal de cada época, el mismo valor y la misma eficacia”33. De es-
tos fragmentos podemos deducir cinco propuestas interesantes: 1) Mariátegui se
reconoce tácitamente como parte de un “movimiento intelectual marxista revi-
sionista verdadero”34, obviamente, la idea de “movimiento”, adopta un sentido
más religioso y místico (por compartir una fe, un mito o convicciones ideológi-
cas y políticas) que académico, sin dejar de serlo, y asume el reto metodológico
de cribar las ideas filosóficas contemporáneas por más extrañas, aparentemente
contrarias y peregrinas que sean, siempre y cuando, “sirvan” para desencadenar
cambios estructurales en las relaciones de dominación de la sociedad peruana. 2)
el “revisionismo verdadero” del cual formarían parte Georges Sorel e implícita-

30 Ibid., pp. 235


31 Mariátegui, J. Carlos. Defensa del marxismo. Biblioteca Amauta, Lima, pp. 39.
32 Mariátegui, J. Carlos. Alma matinal. Biblioteca Amauta, Lima, pp. 36.
33 Ibid., pp. 37.
34 Cabe señalar que en Defensa del marxismo pp. 15-16, Mariátegui distingue dos tipos de revisión: el verda-
dero en sentido de renovación y continuación de la obra de Marx, representado por Georges Sorel y el
falso en el sentido de parálisis, estancamiento y desviación de lo esencial de la obra de Marx, represen-
tado por Henri de Man, Vandervelde y Max Eastman.

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Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales
mente Mariátegui, es una posición de “apertura epistemológica del marxismo”,
que no margina las corrientes filosóficas per se, sino que se nutre de los mejores
“insumos” “ideológicos” que estas puedan tener para fortalecer la propuesta (el
mito en clave soreliana-mariateguiana) revolucionaria. 3) Mariátegui vincula la
teoría de los mitos sociales (huelga general) de Georges Sorel con el pragmatismo
de “talante religioso” de James, ya que en ambos, la verdad o verosimilitud de las
creencias (en Dios por ejemplo, o en el mito de la huelga general) dependen de
las acciones concretas de los individuos, de las consecuencias prácticas y útiles
que resultan de sus convicciones. 4) todo parece indicar que la primera semejanza
entre pragmatismo jamesiano y marxismo mariateguiano, radica en que ambos
son considerados “métodos por excelencia”.
En caso del pragmatismo jamesiano, se trataría de criterios y procedimientos
para hallar la verdad de nuestras ideas en las consecuencias útiles que esquemáti-
camente podemos dividir en tres momentos: 1) creencia, 2) acción y 3) verdad. De
estas tres fases, la más importante es la acción o praxis, así como la experiencia,
que surge del contacto con las “cosas” y “sujetos”del mundo, ya que en ella, la
creencia (mito) no solo se corrobora como plenamente verdadera para una época,
sino que además se convierte en una pauta indispensable para la acción indivi-
dual y colectiva. Pero si las creencias de los individuos son diversas y múltiples,
entonces, diversas y múltiples serán sus verdades, claro está, si estas reportan
consecuencias prácticas y edificantes. Por lo tanto, el método pragmatista jame-
siano desemboca inevitablemente en relativismo y escepticismo, como bien lo
señala Mariátegui. En efecto, podemos notar que el interés de Mariátegui por el
pragmatismo, no es gratuito ni desinteresado, pues surge del énfasis que James le
otorga a la acción humana en general. Por otro lado, el marxismo de Mariátegui,
es concebido como método de interpretación histórica de la sociedad peruana35,
donde la “práctica”, elemento indispensable del método marxista, es entendida
principalmente en tres sentidos: 1) económico-social: actividades humanas vin-
culadas a la producción de bienes y mercancías, de cuya relación (“relaciones
de producción”) surgen las clases sociales en la historia. 2) político: actividades
humanas vinculadas a la experiencia histórica de resistencia social, es decir, ex-
periencia en lucha de clases cuyo protagonista principal, pero no el único, sería
el proletariado y el indígena. 3) epistemológico: como criterio de verdad, es de-
cir, punto de “partida” y “llegada” de nuestros saberes sobre la “realidad”. La
podemos dividir en tres momentos: a) práctica (sensorio-motriz-productiva), b)
conocimiento (social-histórico-relativo) y c) práctica (verdad-productiva-política-
corroborada). En efecto, es en la acción o praxis “inter-subjetiva” donde surge el
saber y se corrobora la verdad, no en la pura y aislada abstracción de saberes y
discursos formulados por privilegiados sujetos desde la hybris del punto cero. La
verdad en Mariátegui es un criterio no solo epistemológico, sino también político,

35 Véase Ideología y política pp. 222 y Defensa del marxismo pp. 36, donde Mariátegui habla del marxismo en
términos de método praxis.

115
Segundo Montoya
Selección Huamaní
de escritos

puesto que hay “intereses” o “deseos” de diversa índole (económicos, clasistas,


religiosos, estéticos, etc.) en los científicos e intelectuales (en particular), que con
sus teorías y discursos beneficiarían de manera tácita o explícita , a un determina-
do grupo de poder, partido político estamento, o clase social.

Consideraciones finales

Analizar las posibles aproximaciones discursivas y vivenciales entre Zulen y


Mariátegui es una empresa muy ambiciosa y extensa, por lo que me he limitado a
tratar algunos tópicos, y otros solamente los mencioné de modo esquemático. En
el primer tópico abordamos la semejanza entre las nociones “perseverancia zule-
niana” y “agonía mariateguiana”, según nuestra interpretación ambos términos
significan la idea de “lucha” (agón) en dos dimensiones: 1) personal y 2) social o
colectiva. Por consiguiente, planteamos sin tergiversar a los pensadores, que sin
perseverancia o agonía no habría una eventual reforma o revolución social en el
Perú. En el segundo tópico abordamos la influencia de Bergson en Mariátegui a
través de Sorel, que denomino “eslabón intelectual”; indispensable para enten-
der cómo recepciona Mariátegui el espiritualismo contemporáneo y da origen
a la teoría de los mitos como revolución social. En el tercer tópico abordamos
la influencia de James en Mariátegui, para ello exploramos los presupuestos del
pragmatismo en el marxismo del Amauta, llegando a la conclusión de que el prag-
matismo jamesiano y marxismo mariateguiano, son considerados “métodos por
excelencia”. Asimismo, el interés de Mariátegui por el pragmatismo no es gratuito
y desinteresado, pues surge del acento que James le otorga a la praxis o acción
humana en general.

116
Vidas paralelas: Zulen y Mariátegui. Análisis sobre las posibles aproximaciones
Pedro S. Zulen
discursivas y vivenciales

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----------------- Revolucionarios, sí, revolucionarios, El Deber Pro-Indígena. Lima:
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118
Pedro S. Zulen

La propuesta liberal de Pedro Zulen

Carlos Reyes Álvarez


careyes_ra_2@hotmail.com

Introducción

En el siguiente artículo presentamos a un filósofo peruano, muy poco conocido


en los ambientes académicos, nacido en Lima a fines del siglo XIX, nos referimos
a Pedro Zulen Aymar. Filósofo que dedicó parte de su vida a una ardua labor
social e intelectual, presenta escritos filosóficos de gran agudeza y junto a eso
una incansable actividad como gestor de la Asociación Pro-Indígena, que nació
por aquellos años para denunciar los abusos contra la “raza indígena”. En este
texto, pretendemos visibilizarlo, sacarlo de los anales de la historia no oficial y dar
cuenta de su gran aporte al pensamiento peruano y latinoamericano a través de
su formación teórica y su propuesta política liberal.

Pedro Zulen y el indígena peruano

Pedro Salvino Zulen Aymar nació un 12 de octubre de 1889 en Lima, sus pa-
dres fueron doña Petronila Aymar y Pedro Francisco Zulen, un inmigrante chino.
“Neluz”, como escribía en los diarios, estudió la instrucción media en el Colegio
de Lima y en 1906 ingresa a la Universidad de San Marcos para estudiar Ciencias,
allí conoce al profesor y, más tarde su compañero de ruta, Joaquín Capelo, inge-
niero y diputado. En 1909 se traslada a la Facultad de Letras convencido de que
esa era su vocación y es aquí donde debatirá junto a otros intelectuales como José
de la Riva Agüero y Alfredo González Prada la posibilidad de que los indígenas
reciban educación.
La situación del indígena se había puesto en agenda de nuevo, después de la
guerra con Chile −el Perú atravesaba una época difícil− y las meditaciones de
izquierda y derecha dieron cuenta de que se necesitaba la reconstrucción de la
patria, por eso se tuvo que plantear un horizonte en el que ya no contaran las di-
ferencias y, más bien, se promoviera la integración, por eso se solicitó, a partir de
discusiones académicas en el Centro Universitario que promoviera Pedro Zulen,
la posibilidad de que los indígenas empiecen a formar parte de la nación a través
de la educación.
Zulen era consciente de la situación oprobiosa que atravesaba esta población ex-
cluida de los grandes y pequeños proyectos nacionales, de los abominables abu-

119
Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos

sos y abyecciones. Eran muchos siglos por los que solo recibían la conmiseración
de los sectores más sensibles. El debate en torno a este tema, sin duda, no lo inició
Zulen sino la polémica de Valladolid con Sepúlveda y Bartolomé de las Casas. La
llegada de los españoles a estas tierras supuso no una estrategia mesiánica o de
“conquista” como usualmente la llaman, sino de guerra cruel. Se perdieron más
vidas que en los campos de concentración nazi, y así se acuerdan de ésta solo para
conmemorar un hecho histórico.
Zulen reconoció este estado de cosas a partir de los abusos de los terratenien-
tes y del encubrimiento de éstos por la rancia oligarquía limeña, es decir Zulen
vio que la época colonial se había transferido a la república, y, cerquísima a los
cien años de vida republicana, no se habían cumplido las promesas de esta nueva
institución política, supuestamente democrática y emancipadora. El liberalismo
de Pedro Z. responde a eso, al pedido de que todas esas promesas inconclusas se
efectivicen y el Estado cumpla su función. Por eso dice respecto al centenario re-
publicano peruano “…habéis llegado a los cien años desde que jurasteis al mundo
el culto de la libertad y no obstante le habéis vilmente engañado…”1
Regresando a este mecanismo para “integrarlos” a la vida nacional, la educa-
ción, no tenía solo la finalidad de que se transfirieran ideas y valores occidentales
a los indígenas (que es un debate de ahora, del siglo XXI) sino que, para Pedro
Zulen, cumplía una labor “concientizadora”. Es decir, la educación tenía que ser-
vir para dar al indígena conciencia de su situación peliaguda y, así, él salga de
ella por sus propios medios. Esto desbarataba la tesis paternalista que Mariátegui
achacaba a la Asociación Pro Indígena, sin considerar la propuesta de cada miem-
bro.
Hasta entonces, el movimiento indigenista había aparecido. Era una ola social,
política, literaria, artística, que surgió de pronto para reivindicar la imagen del
“indio” como matriz de la nacionalidad. Tiene sus precursores en Manuel Gon-
zález Prada, cuando dijo: “…No forman el verdadero Perú las agrupaciones de
criollos i estranjeros que habitan la faja de tierra situada entre el Pacífico i los An-
des; la nación está formada por las muchedumbres de indios diseminadas en la
banda oriental de la cordillera…”2. Y en una serie de artistas como el cajabambino
José Sabogal Dieguez en la pintura, Clorinda Matto de Turner en la literatura, el
cusqueño Carlos Daniel Valcárcel en los estudios etnohistóricos y otros. Aparecie-
ron para colocar al indígena como símbolo de la patria en construcción, teniendo,
además, a sus adversarios los “hispanistas” que renegaban de estas propuestas
y, más bien, miraban el pasado colonial con ojos nostálgicos. Fue todo un debate
de inicios de siglo. Por otro lado, los positivistas proponían una modernización
del país con una educación técnica para todos. Querían insertar al país en el “pro-
greso” a través del capitalismo, como fase previa a la industrialización. Proyecto
que se vio, lamentablemente, truncado por el ingreso de Augusto B. Leguía y la

1 Pedro Zulen, Publicado en El Deber Pro-Indígena, Lima, Año I. N° 1, octubre de 1912, pp. 6 y 7.
2 González, Manuel. Pájinas Libres. Lima: Biblioteca Ayacucho, 1988.

120
La propuesta liberal
Pedro de Pedro Zulen
S. Zulen

persecución a líderes del civilismo, expresión política del positivismo.


El indígena, así, objeto de reflexión durante siglos, se había visto realzado por la
red académica y política de estos días, es decir, se había vuelto a poner en agenda
la discusión sobre su situación, teniendo en cuenta que pertenecían al más de 75
% de la población y estaban, hasta ese momento, en una situación precaria. Cree-
mos que fue un gran paso el de Zulen para comenzar a meditar sobre los proble-
mas como país, pues supo responder con agudeza, contrarrestando la tesis de que
el “indio” no podía responder a la educación por tener una constitución no apta
para ello (tesis de Clemente Palma), desechando las justificaciones de índole ra-
cista, que en nada contribuían a la búsqueda de una sociedad humana más justa;
desde ese momento, también, es que el indígena empieza a ser parte de la agenda
de los políticos en el siglo XX, y por ejemplo Augusto B. Leguía les otorga una
serie de derechos pero también, paradójicamente, una serie de deberes, siendo los
segundos superiores a los primeros, coartando sus libertades.

La propuesta liberal de Pedro Zulen

En esta sección detallaremos cómo Pedro Zulen indica que el papel del Estado
es importante en la protección del indígena. El liberalismo, como sabemos, co-
rriente europea, esencialmente anglosajona, que aparece en 1600 con John Locke y
todo un movimiento por contrarrestar el poder monárquico y equilibrar la gober-
nanza con un parlamento fuerte, con una serie de libertades comerciales, sociales
y políticas, es la expresión y la sensibilidad de una época.
En el Perú por una cuestión “imitativa” (revisar el libro ¿Existe una filosofía de
nuestra América? de Augusto Salazar Bondy) se desarrolló también una corriente
liberal entre nuestros pensadores, Raúl Ferrero lo clasifica en su libro El libera-
lismo peruano en tres etapas: la primera de “precursores”, en los que ubica a José
Baquíjano y Carrillo, Juan Pablo Viscardo y Guzmán e Hipólito Unánue, entre
otros, la segunda generación de los “republicanos”, en los que menciona a los
miembros del Primer Congreso Constituyente que expidió la carta de 1823, a don
José Faustino Sánchez Carrión, Francisco Javier Mariátegui y Francisco Javier de
Luna Pizarro y otros, y la tercera generación que tuvo su expresión en las cartas
de 1856 y 1867, entre ellos los hermanos Gálvez, Ignacio Escudero, Ricardo Palma
y Benjamín Cisneros.
A nuestro parecer, una nueva generación de liberales se vislumbra a inicios del
siglo XX en la Universidad de San Marcos, me refiero a las insólitas figuras de Pe-
dro Zulen y Joaquín Capelo, personas en el centro de la reflexión de este escrito,
como sus máximos representantes. Una generación de liberales que vivía en un
contexto distinto, difícil, que había hartádose de la hipocresía limeña burguesa,
centralista y colonial; apareció en un momento en el que la violencia hacia la po-
blación indígena era insostenible. Un liberalismo que exigía al Estado que cumpla
su papel como portador de los derechos que los ciudadanos le habían otorgado.

121
Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos

Un liberalismo que hacía hincapié en dos derechos fundamentales: a la libertad y


a la propiedad…
Por eso a este momento de Pedro Zulen le llamamos “periodo ingenuo” pues
pedía a regañadientes que el Estado acabe con la apropiación de tierras de los más
avaros grupos terratenientes en desquite a las innumerables poblaciones indíge-
nas, y se restituya a éstas a cambio de un canon anual que sería, como un garante
policial, para que no se les vuelva a arrebatar y se conviertan, así mismo, en pe-
queños propietarios. Por eso pide:
“…dividir los terrenos en lotes de una a cinco hectáreas, según la relación en-
tre el terreno y los pobladores a que atenderse para el uso de cada lote, a cambio
de un canon anual que asegurase la parte proporcional del servicio del capital e
intereses empleados en la operación… ”3.
O también solicitaba: “…un seguro que le da el Estado de sus derechos de pro-
piedad y libertad contra el gamonalismo que tiende incesantemente a despojarlo
de sus derechos… ”4.
Pero después Pedro Zulen reacciona al dar con que el Estado jamás realizaría el
proyecto republicano de otorgar a todos libertades y, por eso mismo, reconocer a
todos como ciudadanos, sin exclusión de raza ni de otra índole, a este momento
de Zulen le llamamos “periodo radical”, y es en este periodo en el que llama a los
indígenas, ya sin salidas posibles, a realizar la revolución.
Del mismo modo Joaquín Capelo, del que hablamos, también exponente del
liberalismo de inicios del siglo XX, avisa en sus escritos que en torno a los con-
ceptos de “libertad y justicia” los países deberían guiarse para lograr un grado
de civilización superior, y tendría su expresión en el aumento de su población y
no en la disminución (denunciando que es lo que ha promovido la “conquista”
española”) y en el progreso social (idea que proviene de los liberales progresistas
de Europa) y , con esto, se obtiene el bienestar de toda la colectividad. Es decir, un
bienestar guiado por la “libertad y la justicia”.

Consideraciones finales

Finalmente, damos cuenta que Pedro Zulen no se “acercó al socialismo” como


predica José Carlos Mariátegui en un artículo a la muerte de Pedro, ni socialista
como dice Wilfredo Kapsoli o, repitiendo, Saby Lazarte, sino fue un liberal radi-
cal, un liberal revolucionario, que quería y exigía que el Estado, concebido en un
proyecto republicano, identifique a todos como ciudadanos. No cabía aquí discri-
minación de ninguna clase por enarbolarse también los derechos de igualdad. La
“raza indígena”, llamada así por los criollos, quienes en realidad no pertenecían
a una raza sino más bien a un grupo humano, vivió bajo la injusticia desde la
llegada del español y, bajo ese hecho histórico, Zulen reclamaba vivamente por

3 Ibid.
4 Ibid.

122
La propuesta liberal
Pedro de Pedro Zulen
S. Zulen

su liberación.
Un aspecto que debemos considerar, es que ni Zulen ni Mariátegui ni González
Prada, anterior a ellos, dio cuenta de un país más diverso que el dualista: criollo-
indio, un país más bien heterogéneo (concepto que utiliza Antonio Cornejo Polar)
es el que ha movido la historia desde la colonia. Encontramos aquí a la población
africana llegada para sostener la economía mediante la esclavitud, a la población
china para reemplazar la mano de obra indígena (después de su breve “libera-
ción” en el gobierno de Ramón Castilla), grupos humanos que nunca fueron con-
siderados ciudadanos, y que ni siquiera estuvieron en el centro de la reflexión de
académicos o políticos.
Del mismo modo, la reflexión sobre la nación a inicios del siglo XX tiene una
larga historia desde la independencia, pues fue una ficción creada por burócratas
e intelectuales ligados al nuevo gobierno para homogeneizar a la población (en in-
tereses, ideas, actitudes, valores, etc) y legitimar su posición privilegiada. Es decir,
la utopía de la nación jamás pudo ser realizada ni podrá serlo en cuanto existe en
el Perú un conjunto de naciones unificadas en un gobierno, con leyes únicas para
todos, con características culturales distintas, este es el gran conflicto de hace 500
años reflejado hoy en luchas por la tierra, el agua y la vida.

123
Carlos Reyes
Selección Álvarez
de escritos

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La propuesta liberal
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Selección de escritos

126
Pedro S. Zulen

EPÍLOGO

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Selección de escritos

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Pedro S. Zulen

Saludo y bienvenida al Grupo “Pedro S. Zulen”

Tras leer con atención las diversas partes de esta valiosa selección de escritos y
estudios complementarios, deseo manifestar en primer término mi saludo y com-
placencia de la constitución del Grupo Estudiantil de Investigaciones Filosóficas
“Pedro Zulen”, integrado por jóvenes sanmarquinos con quienes vengo trabajan-
do en los últimos años.
Este libro atestigua la seriedad con que estos estudiantes abordan su quehacer
intelectual, el ejercicio del análisis, la crítica y la formulación de propuestas. Han
comenzado por rescatar el acervo textual e imprescindible del joven heroico Pe-
dro Zulen, que en sus cortos e intensos 35 años produjo diversas obras, donde
destaca la crítica de la educación en el Perú de principios del siglo XX, mostrando
la pertinencia de la educación pragmática que estimula la iniciativa y el fomento
de la inclusión del indígena. Este volumen nos recuerda hoy las intervenciones de
Zulen –sus escritos y acciones– en favor de los pueblos originarios, fundadores
del Perú, que hasta hoy se mantienen todavía en un estado de exclusión.
Este saludo al Grupo Zulen expresa, asimismo, una bienvenida. Su acceso –con
este libro bajo el brazo– al espacio público: el de las ideas, los debates, la práctica
teórica y las propuestas de acción. Este es un territorio competitivo –como tiene
que ser– donde se espera los aportes de “los Zulen” al desarrollo del pensamiento
creador en el Perú, para reflexionar junto a las otras tradiciones de pensamiento:
“el mundo global de nuestros días y la ciudadanía planetaria”. Por eso, desde la
Fundación Inca Garcilaso de “Acción Intercultural por el Desarrollo Sostenible”,
apoyamos la publicación de este primer libro del Grupo Zulen.
Los estudios complementarios expresan con claridad el abordaje intelectual del
grupo.
¡Larga vida y obra a los Zulen!

Edgar Montiel, Lima 15 de agosto del 2013

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Selección de escritos

SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EN DICIEMBRE


DEL 2013
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