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La Suralidad y su relación con la interculturalidad.

El concepto de suralidad, planteado por Arellano y Riedemann en el ensayo


homónimo1, reivindica una identidad sureña frente al norte, en este caso más bien frente
al centro, representado por Santiago, al que se le acusa de ejercer una suerte de
colonialismo interno, y al que se lo opondría la multiplicidad de propuestas que en el sur
se entrelazan y alían para oponerse a su influjo negativo. También se cuida de delimitar
un sur geográfico, concreto, en el que delimitar este territorio donde se darían estas
relaciones anticolonialistas.

En otras propuestas como la de Boaventura da Souza Santos el sur no es tanto un


espacio geográfico –aunque pueda coincidir relativamente con él- como un espacio de
resistencia del pensamiento:

“O sul é aquí concebido metafóricamente como un campo de desafíos epistémicos, que


procuram reparar os danos e impactos historicamente causados pelo capitalismo na sua
relacao colonial com o mundo”2

Es cierto que se matiza que tanto el norte como el sur geográfico pueden contener
espacios de dominación y de resistencia, teniendo en cuenta que primordialmente los
países colonialistas se encuentran preferentemente en el hemisferio norte y los
colonizados en el sur.

El planteamiento de Suralidad, pues, enfatiza los vínculos comunes al sur frente al


norte/centro. Y estructura su(s) discurso(s) a partir desde la condición de subalterno,
como han formulado Gramsci, Spivak3 y otros.

Una de las formulaciones más claras de esta dicotomía la expresa AntoniaTorres en la


entrevista que le hicieron precisamente para el libro Suralidad:

“Creo que la “poesía del sur de Chile” intentó elaborar discursos literarios y extra-
literarios fuertemente críticos del canon promovido por las instituciones tradicionales
(gubernamentales, académicas, editoriales y comunicacionales) emplazadas en el centro
geográfico, político y administrativo de nuestro país (su capital, la ciudad de Santiago).
Un canon que operaría, según sus detractores, con criterios hegemónicos y centralistas,
y cuyo efecto más evidente sería la “ceguera” para identificar bienes simbólicos
suficientemente representativos más allá de los límites geográficos y simbólicos del
centro”.

Las dicotomías, no obstante, no parecen la mejor manera de comprender la diversidad,


polarizan y simplifican relaciones complejas. Podríamos decir que del mismo modo en
que Boaventura da Souza considera la presencia de comportamientos de las elites en el
sur realizando funciones de norte –lo que se ha dado en llamar sur imperial- así también
el centro estaría presente en el mismo sur chileno, desde su afán invasivo y asimilador,
desde su fuerza centrípeta que se expresa a través de los medios masivos, y que van
1
Riedemann Clemente, Arellano Claudia (2012) Suralidad: antropología poética del sur de Chile, Pto.
Varas-Valdivia: Kultrun.
2
Da Souza, Boaventura (2009) Epistemologías do Sul, Coimbra: Almedina.
3
Spivak, Gayatri (2009) Muerte de una disciplina. Santiago de Chile: Palinodia 8 (citado en Riedemann
(2012).
ganando terreno en las conciencias. La poesía, no obstante, sería un ámbito de
resistencia más auténtico, menos asequible al desaliento, más tenaz en sus propuestas
frente a la capital avasalladora. El planteamiento, en cualquier caso, es dicotómico:
Santiago en este caso frente a lo que los autores vienen a llamar sur para contestar que
Santiago no es Chile.

Alfredo Gómez Muller4 matizó unas reflexiones de Ernesto Sábato centradas en la


oposición Norte-Sur apuntando algo similar:

“La visión del escritor argentino sobre la situación de la cultura en el Norte y en el Sur
es sin duda algo simplista” –y después, en nota al pie: “Por un lado, Sábato desconoce
las formas de resistencia a la deshumanización, que tienen lugar en los países
avanzados; por otro, parece ignorar que el nihilismo capitalista ya se ha extendido
prácticamente (pero desigualmente) a todo el planeta, y que todas las culturas del
planeta se ven afectadas en mayor o menor medida por el fenómeno”.

Esta matización de Gómez Muller puede muy bien servirnos para aplicarla a la propia
formulación de la suralidad planteada en términos de oposición con la capital. De paso,
alcanzamos a entrever algo acaso importante: los márgenes vendrían a ser, tal y como el
propio Gómez Muller plantea a partir de Heidegger, con especial atención, además, a la
poesía (tomando a Hölderlin como referente5) un espacio de resistencia del ser más
profundo frente al no-ser propiciado por el nihilismo-capitalismo, que considera incluso
impertinente la pregunta por el ser, que se ve reducido a su valor de uso. En ese sentido,
la supuesta centralidad de Santiago frente a las provincias –el sur, en este caso- oculta
una dependencia primordial de ese centro respecto a la economía y cultura globales,
ante las que está mucho más expuesto, resultando, de este modo, punta de lanza del
modo de ser deshumanizado, algo que habría que recordar que ya formulara Ortega y
Gasset refiriéndose al hombre gris planetario idéntico en todas partes6. Algo similar, tal
vez, al avance de la Nada frente a la imaginación en Fantasía7.

Pero la razón por la que Gómez Muller valora el aporte de Ernesto Sábato es
precisamente su planteamiento de salida al nihilismo capitalista: y esta propuesta no es
otra que la de la interculturalidad; esta propuesta se asemeja también a la de suralidad:

Los sujetos que conforman las colectividades identitarias del sur de Chile no pueden
ser caracterizables por esencias auto contenidas, sino que, más bien, hay
“identificaciones que se combinan y mezclan, en actos de relación”. (…) Por tanto, se
trataría de grupos discursivos que se mezclan, se articulan, y se renuevan, dentro de un
“universo de reconocimiento”, al cual Proust llama “territorio retórico”, donde el
lenguaje es primordial, pues “teje la trama de las costumbres, educa la mirada e
informa el paisaje”, en tanto que una alteración en la comunicación retórica manifiesta
el paso de una frontera, es decir, el reconocimiento de un otro diferente.8

Este “universo de reconocimiento” expresado por Riedemann y Arellano, no obstante,


parece obviar la conflictividad inherente a la sociedad chilena del Bío-Bío a Chiloé, por
4
Gómez Muller, Alfredo (2016) Nihilismo y capitalismo, Bogotá: Desde abajo (p. 147)
5
Heidegger, Martín (1994) Hölderlin y la esencia de la poesía. Barcelona: Anthropos.
6
Ortega y Gasset, José (2004) La deshumanización del arte y otros ensayos de estética. Madrid: Austral.
7
8
Riedemann Clemente, Arellano Claudia (2012) Suralidad: antropología poética del sur de Chile, Pto.
Varas-Valdivia: Kultrun. (Capítulo 4).
seguir las referencias geográficas que nos proporcionan estos autores para delimitar el
territorio que abarca la estudiada suralidad. El hecho de que se destaque la relación
implica también la existencia de la diferencia, y en ella no puede darse por
sobreentendida la armonía y la comunicación, sino que incluso podríamos asumir que el
conflicto es parte de las relaciones interculturales. La oposición Norte-Sur, en este caso
planteada como Centro-Sur provoca una idealización del sur como espacio liberador,
pero precisamente esa consideración del sur como espacio de resistencia hace que los
conflictos presentes en el propio sur aparezcan como apaciguados o hasta armoniosos.

Frente al planteamiento de la oposición global entre Norte y Sur, que ya hemos visto
cómo matiza Gómez Muller, la oposición centro-sur que aquí se presenta resulta
inevitable que haya un trasvase de conceptos y que resuene lo global en lo local. La
mística del sur tiene tantas resonancias culturales, a todos los niveles, que resulta casi
imposible sustraerse a ellas y a su encanto o sus cantos de sirena, que pueden también
obnubilar el juicio -y si no comenzamos a citar es para no empantanar un texto con una
miríada de citas; pero este sur no es el de los mares del Sur, ni ha salido de una canción
de una rubia italiana, aunque seguramente sí estamos más cerca de ese sur que también
existe. El discurso de Benedetti, que ha sido popularizado por Joan Manuel Serrat, es
casi un himno de resistencia y de identidad, en el que Norte y Sur funcionan como
símbolos, más allá de cualquier matiz intelectual. Es lo que tienen los símbolos: frente
al poder del Norte, el sur se limita a existir: pero ese existir es de otra calidad, no se
basa en tener, sino en ser; es una diferencia ontológica, como bien estudia Gómez
Muller en el libro ya citado.

El sur de la suralidad, por más que nos lo delimiten, sospechamos también que no es
meramente identificable con la geografía: de hecho, así se nos dice, se trata de una
categoría establecida en un estudio de antropología poética; cabría interrogarse acerca
de la naturaleza de un estudio así, a caballo entre la antropología y la crítica literaria.
Entrados en el terreno de lo poético, los límites geográficos pasan a subjetivizarse, y
entramos por tanto en el terreno de lo imaginario, de los imaginarios. Además, si el
territorio es delimitable, los poetas pueden moverse. ¿Cuánto tiempo ha de pasar un
poeta del sur en Santiago para volverse santiaguino? ¿Cuánto tiempo ha de pasar un
santiaguino en el sur para suralizarse?

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