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Entiendo que éste es un sector muy especializado, y por tanto me gustaría que
como ministro de Sanidad hubiera una persona que fuera del sector, con el
conocimiento, la experiencia y la trayectoria como para que todos viéramos en ella a
alguien con un discurso que es propio y no un discurso que alguien le escribe. En
ese sentido, siempre seré muy crítico cuando los ministros o los consejeros de
Sanidad no sean del sector, porque además es un sector que en las autonomías
supone un tercio del presupuesto y que es el más valorado por los españoles, y sin
embargo la sensación que se tiene con los dos últimos cambios que ha habido al
frente de la Sanidad es que el Gobierno español ha decidido que esto de la Sanidad
está federalizado y nos ha enviado un mensaje de que la Sanidad no fuera
importante.
Además, es un sector que ha demostrado que cuando ha habido una crisis sanitaria
ha sido solvente, y esperas que en el máximo rango de la autoridad sanitaria, a
nivel autonómico o español, haya una persona que sea un referente para nosotros
como modelo profesional en cuanto a su trayectoria y conocimiento en el sector.
Si es así, se tendría que explicar. Se tendría que decir “nos interesa más la Igualdad
y lo social que la Sanidad y por lo tanto vamos a buscar como segundo de abordo
en la Sanidad a una persona que sea un profesional de prestigio”. Ahora, siempre
hay alguien que preside un Consejo Interterritorial de Sanidad, y quien lo hace, y
quizá no tiene que ser el ministro si tiene un perfil más social, tiene que ser alguien
que entienda lo que se está discutiendo allí. Si es alguien que no entiende o tiene
que aprender lo que se discute, esto provoca un retraso en decisiones que nos
afectan tanto a los profesionales como a los pacientes.
En los últimos años, una de las filosofías que intentan trasladar desde el
Ministerio es que el paciente es el eje central del sistema, que todo gira
en torno al paciente, que se le quiere dar más protagonismo. ¿Ha
cambiado en algo en los últimos años la consideración que la
Administración tiene hacia los pacientes?
A final de su mandato, tuvimos una reunión con Ana Pastor que fue muy
prometedora. Con Salgado no tuvimos nada, porque fue una ministra que
textualmente dijo que no estaba para los pacientes. Bernart Soria tuvo una primera
reunión con nosotros, y Trinidad Jiménez tuvo una reunión con los pacientes en
general. Pero de esas reuniones salieron compromisos de reuniones bilaterales que
al menos con el Foro Español de Pacientes nunca se produjeron. Por lo tanto,
siempre te queda la duda de hasta qué punto ha sido una reunión en la que has
participado en una foto y poco más o si ha habido una voluntad que por razones
varias no se ha podido concretar.
Lo que sí vivimos con ironía es que como Foro Español de Pacientes ahora mismo
estamos más presentes en Bruselas que en Madrid, y eso es difícil de entender.
Tenemos una persona que forma parte de la Junta Directiva del Foro Europeo de
Pacientes, yo mismo estoy en varias comisiones en Bruselas, pero en cambio la
sensación es que en el Ministerio estos temas nunca se acaban de lanzar, no sabes
si porque no tienen las competencias o porqué. Pero lo cierto es que yo vivo ahora
mismo una situación muy paradójica, y es que viajo más a Bruselas que al Ministerio
de Sanidad.
Esta crisis no nos debería afectar a nosotros, sino a los sectores que la han
generado. Dicho esto, creo que si queremos ser competitivos como sistema
sanitario, el Producto Interior Bruto tiene que aumentar un 2 por ciento. Por lo
tanto, tenemos que gastar un poco más en Sanidad de lo que nos estamos
gastando.
Además, creo que la crisis está en la dirección política del sistema en general. Es un
sistema sanitario que cuesta explicar que es excelente, cosa de la que estoy
convencido, porque no tengo datos que lo avalen. Es un sistema que ahora mismo
tendría una buena oportunidad para medir las ineficiencias, y en vez de hacer
recortes por lo fácil, como la factura farmacéutica o retrasar la aprobación de
nuevos fármacos, debería plantearse qué es lo que se está haciendo mal.
Y luego en España tenemos otro problema del que creo que muy poca gente es
consciente, y es que, a pesar de ser un tercio del presupuesto de cada autonomía, a
pesar de ser una gran factura del Estado Social, no tenemos ninguna Facultad de
Medicina que tenga un departamento de Política Sanitaria. No tenemos, después de
tantos años de tradición autonómica y de gestión, suficiente poder académico para
desarrollar los estudios que ayudarían a los políticos a tomar decisiones.
El copago es una medida que indica el desespero en que se está viviendo. En primer
lugar hay que analizar cuál es la figura del paciente, que por definición es, en la
mayoría de los casos, una persona que tiene menos ingresos y más costes. Por lo
tanto, si le vas a hacer copagar estás tocando a una persona que está en situación
de vulnerabilidad económica conforme estaba cuando estaba sano. En segundo
lugar, nuestro sistema sanitario tiene un contrato social por el cual los sanos
pagamos por los enfermos con el entendimiento de que cuando estemos enfermos,
los sanos pagarán por nosotros. Y esto lo ha asumido todo el mundo, no tiene una
ideología política concreta, por lo que si alguien quiere romper ese contrato social,
va a tener que discutirlo con los agentes.
En tercer lugar, y es lo más irónico del tema, es que la evidencia científica sobre los
resultados del copago muestra que acaba afectando a los vulnerables y
beneficiando a los que tienen medios económicos. Es decir, si una persona que
tiene que esperar seis meses para hacerse una prueba diagnóstica sabe que
pagando quince euros yéndose a Urgencias le van a hacer la prueba el mismo día,
pues hombre, va a ir. Pero realmente la persona que no tiene medios económicos
va a retrasar la compra de medicamentos o la visita médica, y seguramente cuando
nos lo encontremos, su diabetes estará mucho más descontrolada y con mayor
riesgo de complicaciones que si fuera a todas las visitas que tiene que ir.
Hay que ser muy prudentes. Siempre he dicho que los economistas, que son los que
proponen esto básicamente, me enseñen el estudio que demuestra que el copago
realmente produce beneficios. Yo ese estudio no lo he visto. Sí he tenido el interés
de mirar en el MedLine todo lo que está bajo el epígrafe “cost sharing” y todo lo que
está bajo este epígrafe indica que o bien no aporta ninguna ventaja o bien aporta
inconvenientes. Por lo tanto, siempre pido a quien se pronuncia sobre este tema
que no sea frívolos.
Hay un discurso que me preocupa mucho de gente que está muy sana y que se
cree que vamos al médico porque queremos, cuando en realidad la gente cuando va
es porque tiene una necesidad. Y si en condiciones de necesidad encima te dicen lo
que cuesta, pues a mí me gustaría poder ir también a ver al que tiene la magnífica
idea de darme la factura sombra y darle mi declaración de la renta de los últimos
diez años y enviarle también la Constitución española.
Tengo unas cuantas llamadas de profesionales en los últimos meses, porque el que
sabe si hay racionamiento o no, no es el paciente, sino el profesional. Obviamente
no tengo ningún estudio porque nadie lo ha hecho. Ahora bien, siempre hay una
sensación que me preocupa: ¿por qué no medimos? ¿Por qué en este país no se
mide? Cuando alguien no mide, cuando alguien prefiere ignorar lo que está
pasando, uno puede tener legítimas sospechas de que algo está ocurriendo. Si uno
cree que se están haciendo las cosas bien, que es el discurso político formal, lo que
hace es medir, comparar, y eso es algo que todos deberíamos desear porque si no
te comparas, si no te mides, no aprendes, y si no aprendes, no mejoras.
Pero lo que me preocupa, lo que defiendo con más ardor, es la atención que van a
recibir las poblaciones vulnerables. Entonces, sí tengo la sensación de que la libre,
autónoma, decisión del médico, en algunas circunstancias, puede estar interferida.
Y de hecho, cuando en los incentivos del médico tú generas una variable que va en
función de qué y cómo prescribe sin que valores cuáles son las condiciones clínicas
de sus pacientes, claramente estás incluyendo lo que en economía se llama un
“incentivo perverso”. Porque claro, es perverso, cuando un médico de primaria te
dice “yo ya no cobraré la variable porque no he recetado el suficiente número de
genéricos” y lo que uno se pregunta es “¿tienes unos pacientes que realmente se
van a beneficiar de estos genéricos o es posible que estemos recetando no marcas
y en cambio estemos dando más genéricos de los que deberíamos?”.
Por lo tanto, hay una serie de elementos que son muy importantes y que a mí me
preocupan. Tenemos grandes planes estratégicos pero la evaluación de los mismos
no acaba de generar los resultados que nos permitan saber si el esfuerzo que se ha
hecho lo justifica.
En el Foro hay varias asociaciones que habían puesto grandes expectativas, o les
habían generado grandes expectativas, con la Ley de Dependencia, y que ahora
viven con una gran desazón que no se esté aplicando o que se esté aplicando tarde
o de manera insuficiente.
Por tanto, la gente experimenta por un lado una gran frustración y por otro lado un
gran enfado, porque no hay nada peor para un paciente que generar falsas
expectativas.
Hablando ya del Foro Español de Pacientes, ¿qué balance hace de los seis
años que lleva en funcionamiento? ¿Qué evolución se puede advertir en
una iniciativa que surgió con espíritu integrador? ¿Han cambiado los
planteamientos iniciales por el cambio de la realidad sanitaria del país?
En seis años han aparecido nuevas necesidades, nuevas realidades. Una que me
ilusiona mucho es cómo podemos interaccionar más con las sociedades científicas.
Nuestros aliados son los profesionales y nos hemos dado cuenta de que acuden
mucho a nosotros con sus problemas y con las cosas que les preocupa. Por lo tanto,
aunque no pueden ser miembros del Foro porque se desvirtuaría el objetivo,
intentaremos cambiar los estatutos para conseguir que las sociedades científicas
sean una entidad asociada o algún tipo de colaboración.
Desarrollar los foros autonómicos era uno de los objetivos. Nos consta
que el Foro Catalán sí que funciona, pero ¿qué ocurre en otras
comunidades autónomas?
Está costando. Me preocupa porque, según el diseño que tenemos pensado, lo ideal
es que el Foro Español se quede con la relación transversal, es decir, el Ministerio
de Sanidad, Bruselas, las sociedades científicas de ámbito estatal, los medios de
comunicación de ámbito estatal y especializados, y que los foros autonómicos se
queden con la relación con la comunidad autónoma. Dado que las competencias
están transferidas, para mí es muy difícil ir a una comunidad autónoma y hablar con
un consejero en nombre de los pacientes de esa zona.
Sí, llámese defensor del paciente, defensor del usuario o dirección general. Es
importante que en cada comunidad autónoma haya alguien que sea la conexión
entre el movimiento asociativo de pacientes y el consejero. No todas las
comunidades autónomas lo tienen solucionado y no en todas las que lo tienen
acaba de funcionar como quisiéramos. Somos una organización de promoción de los
derechos y de los deberes de los pacientes y, por lo tanto, nos gustaría encontrar
un interlocutor que trabajara en esto y que estuviera diferenciado de aquel que
trabaja con las quejas y las reclamaciones. Cuando en una comunidad autónoma
esta figura gestiona mucho los casos individuales, da la sensación de que el caso
colectivo no se está gestionando como a nosotros nos gustaría.
¿Qué relación tiene el foro con otras iniciativas que han intentado
aglutinar la defensa de los intereses de los pacientes, como la Coalición
de Ciudadanos con Enfermedades Crónicas o la Alianza General de
Pacientes?
Por las referencias que ha hecho al modelo inglés, ¿es este el espejo en el
que el Foro Español de Pacientes se mira?
Hay tres cosas que me gustan del sistema inglés. Primero, que Sanidad sea el único
ministerio, junto con Educación, en el que no tocan el presupuesto, lo que quiere
decir que se han dado cuenta de que la Sanidad es una inversión y no un coste,
mientras que aquí continuamente se plantea como un coste. Segundo, que hablen
de dar mayor protagonismo a los pacientes y a los profesionales. Por último, que la
ciencia política tenga un gran impacto.
Pero, sinceramente, no me gusta el NICE (National Institute for Health and Clinical
Excellence). Me parece que es un enfoque muy reduccionista de lo que es la
atención sanitaria. Los que hemos hecho farmacoeconomía sabemos las grandes
debilidades que tiene el método y los que hemos analizado el NICE en un sentido
longitudinal, nos damos cuenta de que moralmente tiene problemas cuando acepta
tratamientos por encima del umbral.