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María Inés García Canal 19

El imposible duelo

María Inés García Canal

La melancolía no fue siempre un estado patológico de la psiquis, tal como


es conocida a partir del siglo XX y por el memorable texto de Freud, Duelo
y Melancolía... Se inscribe en la historia, y adquiere connotaciones diferentes
en distintos momentos.
Inicia su avatares en el desierto, espacio interminable, sin principio ni
Þp."ukp"htqpvgtcu"pk"n okvgu0"Cnocu"chgevcfcu."gp"nqu"rtkogtqu"c‚qu"fgn"etku-
tianismo, por el peor de los vicios y dominadas por la fuerza devastadora
de Qètèb, el demonio del mediodía. Acedia la llamaron los Padres de la
Kingukc"gp"nqu"rtkogtqu"c‚qu"fgn"etkuvkcpkuoq."xkekq"tgrwvcfq"eqoq"wpq"fg"
nqu"oc{qtgu"rqt"uw"kpuqngpekc"gp"fgucÞct"{"tgejc|ct"gn"coqt"fg"Fkqu0"Ogpvg"
vagabunda con una curiosidad que no da tregua, llena de rencor y malicia,
de desesperación y tristeza.
La acedia fue el precio a pagar del eremita por su libre elección de la
soledad, por el gozo de la pereza, por el recurso de la siesta, por su someti-
miento a los designios del demonio del mediodía Qètèb: esa bola de pelos
que rueda a los pies del anacoreta cuando el sol se ubica en el zenith y le hace
ecgt"c"vkgttc"rctc"uwoktnq"gp"wp"rgucfq"{"uqhqecpvg"uwg‚q0"Gn"uwg‚q"ng"cdtg"
ncu"rwgtvcu"cn"gtqvkuoq"egtgdtcn"{"dclq"gn"kpàwlq"fg"uwu"rgpucokgpvqu."swg"
viajan en libertad desorbitada sin control posible, se sume en la inquietud
y desesperación al aparecer esa oscura y presuntuosa certitud de estar con-
denado de antemano. Se abisma en su propia ruina, en una tristeza ansiosa
que le hace desertar del mismo desierto.
O u"vctfg."c"Þpgu"fg"nc"Gfcf"Ogfkc"{"eqokgp|qu"fg"nc"¡rqec"En ukec."
{c"pq"ugt p"cnocu"eqpvtqncfcu"rqt"gn"fgoqpkq"fg"nc"rgtg|c"{"nc"vtkuvg|c."ukpq"
cuerpos por los que transitan a libertad y sin límites jugos y humores negros
y viscosos, la bilis negra que provoca la noche del alma aún a mediodía, para
ser conocida ya bajo el nombre de melancolía.
C"rctvkt"fg"Þpgu"fgn"ukinq" XV, esos humores que segregan los cuerpos
{"swg"fgÞpgp"uwu"vgorgtcogpvqu"qnxkfcp"gn"xkekq."{"acedia y melancolía se
entrelazan para marchar a un mismo paso.

© 2014 Universidad Nacional Autónoma de México, Programa Universitario de Estudios de Género.


Este es un artículo Open Access bajo la licencia CC BY-NC-ND
(http://creativecommons.org/licenses/by-nc-nd/4.0/)
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20 desde la memoria

Ya en el siglo XVI, el humor melancólico —la bilis negra—, es perci-


dkfq"eqoq"gn"o u"eqttqukxq"fg"nqu"ewcvtq"swg"tkigp"nqu"vgorgtcogpvqu."
o u"eqttqukxq"swg"gn"jwoqt"ucpiw pgq."swg"gn"àgo vkeq"q"gn"eqnfitkeq0"Gn"
melancólico, atenazado por el miedo, la ansiedad, la misantropía y el
cdcvkokgpvq."gu"hgq"{"rgtg|quq="nke pvtqrq"vcodkfip."rqtswg"ucng"fg"pqejg"
en funestas expediciones. Su palabra es rara; su tinte terroso; su delgadez
cuwuvc0"Gu"vtkuvg="rfitÞfq="uqopqnkgpvq="egnquq="cxctq="v okfq="rwukn pkog="
gpxkfkquq=" htcwfwngpvq=" cuvwvq=" coctiq=" rtqpvcogpvg" xkglq" {" fgetfirkvq="
{"vcodkfip."citgicp"nqu"ofifkequ."fg"qlqu"{"ecdgnnqu"pgitquÈ0"nq"rgtukiwg"
wp"ukndkfq"eqpuvcpvg."kpvgtokvgpvg"gp"uw"q fq"k|swkgtfqÈ"eqoq"gn"geq"fg"
la voz del viejo demonio de mediodía que habitaba el desierto y que la
medicina no pudo silenciar con su discurso humoral.
La voz de este temperamento atrabiliario es prontamente conocida
por su atonía, monocorde y quejumbrosa. Y la bilis negra"swg"àw{g"rqt"
su cuerpo encuentra sus concordancias, analogías y semejanzas en el
gngogpvq"vkgttc="gp"nq"ugeq"{"nq"ht q="gp"gn"qvq‚q"{"gn"kpxkgtpq="gp"gn"eqnqt"
negro; temperamento que sigue los encolerizados vaivenes del planeta
Saturno que rige su hacer, con una tenaz vocación contemplativa para
ocpvgpgtug"Þlq"g"korgtvfittkvq"gp"nq"kpceegukdng"fg"uw"rtqrkq"fgugq."rctc"
querer obstinadamente abrazar lo imposible. Humor nefasto capaz de
invertir la privación en posesión.
Fqu"cpeguvtqu"ogoqtcdngu<"nc"acedia, el demonio de mediodía que asola
al eremita en el desierto, y la bilis negra, ya conocida por los griegos, que
eqttqg"rqt"fgpvtq"nqu"ewgtrqu"rqt"nqu"swg"àw{g"ukp"fguecpuq"rctc"quewtg-
cer la visión e invadir al afectado de fantasías desbordadas y fantasmas
aterrorizantes.
Freud, por su parte y a principios del siglo XX."fgÞpg"nc"ogncpeqn c"rqt"
la obstinada y patológica estrategia de un sujeto que se resiste al necesario
e inevitable trabajo del duelo con el cual podría resignar el objeto perdido y
gn"fqnqt"fg"uw"rfitfkfc"rctc"cdtktug"uw"nkdkfq"c"wpc"pwgxc"d¿uswgfc0"Fwgnq"
y melancolía hallan, en Freud, sus puntos de conjunción, de distancia y
fg" fkhgtgpekc0"C" rctvkt" fg" csw ." guvc" eqpÞiwtcek„p" eqpegrvwcn" rtgukfg" nc"
comprensión de la melancolía, en tanto negación obstinada a la fuerza
reparadora del duelo, a la capacidad de resignar lo perdido y a emprender
la búsqueda de nuevos objetos.
Gn"ogncpe„nkeq"ug"pkgic."xkqngpvcpfq"gn"rtkpekrkq"fg"tgcnkfcf."c"uqnvct"
gn"qdlgvq"fg"uw"coqt"fgÞpkvkxcogpvg"rgtfkfq."rctc"crtkukqpctnq"ow{"fgp-
tro, para hacerlo ahora sí, completamente suyo y propio, para confundirlo
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María Inés García Canal 21

con su ser y su yo, para fundirse y ser uno y el mismo, ambivalentemente


amado y odiado.
Gn"ogncpe„nkeq"ng"etgc"cn"qdlgvq"rgtfkfq."ow{"fgpvtq"fg"u ."wp"jqict/
rtkuk„p" fqpfg" nq" gpekgttc." wpc" efinwnc" ectegnctkc" fqpfg" vqfc" fkuvcpekc" gu"
dqttcfc."fgucrctgekgpfq"nqu"n okvgu"rtgekuqu"gpvtg"gn"{q"{"gn"qdlgvqÈ"C"uw"
vez, el objeto es velado por la bruma que trae consigo la tristeza para ser
ewdkgtvq"rqt"wp"crncuvcpvg"qnxkfq"ukp"tguecvg"rqukdng<"fgn"qdlgvq"pq"tguvct "
o u"swg"nc"jwgnnc"dqttquc"fg"wpc"cwugpekc."gn"jwgeq"swg"ukownc"rtgugpekc0"
Gn"vkgorq"ug"fgvkgpg."{c"pq"àw{g<"wp"rtgugpvg"gp"uwurgpuq"ukp"fgxgpkt"
swg" encwuwtc" vqfc" kocikpcek„p" jcekc" wp" rqukdng" oc‚cpcÈ" Gn" rcucfq."
rqt"uw"rctvg."ug"ukngpekc."ncu"Þiwtcu"fgn"tgewgtfq"ug"fknw{gp."ug"rkgtfgp"
entre la bruma y la mudez, para fabricar, en su interior, con dedicación y
preciosismo, un monumento a la ausencia en la que se sostiene precaria-
mente el sujeto.
Nc"pgegfcf"{"nc"qduvkpcek„p"nq"fgÞpgp."{c"swg"ug"tgukuvg"c"tgcnk|ct"gn"
duelo por lo perdido, capaz —se dice— de cobijar y reparar el dolor que
ceqpvgeg"cpvg"nc"rfitfkfc"{"rqukdknkvctng"wpc"crgtvwtc"jcekc"nq"pwgxq<"c"wp"
pwgxq"qdlgvq."c"wp"pwgxq"vkgorq."c"wp"pwgxq"cxgpkt0"Crgtvwtc"swg"ng"rgtok-
vkt "rqpgt"c"tqfct"pwgxcogpvg"gn"vkgorq."gpnc|ct"gn"rtgugpvg"eqp"gn"rcucfq"
y el futuro para hacer que el tiempo devenga tiempo, que cure y minimice
nc"rfitfkfc"gp"uw"àwkt."fgurnc| pfqnc"fgn"egpvtq"fg"nc"guegpc"rukeqn„ikec0
Ewcn" guvtcvgic." ngxcpvc" nc" dcpfgtc" fg" vtkwphq" htgpvg" c" nq" rgtfkfq." jc"
logrado apropiarse de lo que no puede ser apropiado, ha vencido lo im-
posible al hacer propio el objeto inapropiable pero sólo y en tanto objeto
fgÞpkvkxcogpvg"rgtfkfq."c¿p"fgn"rncpq"fg"nc"eqpuekgpekc0"No sabe lo que se
perdió ni sabe lo que ha perdido en su consciencia"Ðfkt "Htgwf0"U„nq"ucdg"swg"
ha perdido, fabricando inventivamente un "objeto-otro": ni apropiado ni
rgtfkfq="pk"cÞtocfq"pk"pgicfq="pk"tgcn"pk"xktvwcn="pk"hcpvcuoc"pk"ukipq0"Wpc"
jwgnnc."wpc"hcpvcuoci„tkec"uknwgvc"kpukpwcfc"fgufg"ncu"uqodtcu0"Gpkio vkec"
rfitfkfc"kpuvcwtcfc"gp"qdlgvqÈ0"Wpc"rukswku"chgevcfc"rqt"wp"gzvgtkqt"swg"ug"
tgvtcg"rctc"cnglctug"o u"{"o u"vtcpuhqto pfqug"gp"kpceegukdng"{."gp"tgxcpejc"
y para cerrar el fatídico círculo, el sujeto se retira incesantemente del mundo
rctc"dwuect"eqp"fgugurgtcek„p"{"qduvkpcek„p"xkqngpvct"nc"rfitfkfc"{"iq|ct"fg"
nq"rgtfkfqÈ"Guvc"guvtcvgikc."eqoq"vqfcu."vkgpg"uw"equvq<"una extraordinaria
rebaja en su sentimiento yoico, un enorme empobrecimiento del yo0]È_"describe su
yo como indigno, estéril y moralmente despreciable; se hace reproches, se denigra y
espera repulsión y castigo0"]È_"desfallecimiento de la pulsión de vida —dice Freud.
*3;39<"465/466+"Wp"fwgnq"korqukdng."wpc"fgpkitcek„p"fg"u È0
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22 desde la memoria

Jq{."wp"ukinq"o u"vctfg."nc"ogncpeqn c."fgufg"nc"rukswkcvt c."gu"wpc"


dolencia que se expresa en el derrumbe del deseo y la cancelación de la
palabra; por la lentitud psíquica, ideatoria y motora; por una actividad escasa
o nula y una atracción por el suicidio y la muerte, que alterna con estados
de excitación y que se funde y confunde con lo que a menudo se conoce
eqoq"fgrtguk„p0"Lwnkc"Mtkuvgxc"nncoct "c"guvg"ewcftq"$eqplwpvq"ogncpe„nkeq/
depresivo", caracterizado por la desinvestidura de los lazos y la ruptura de
las relaciones (Kristeva: 1987).

**********
Frantz Fanon, en Piel Negra. Máscaras blancas, hace claro que si queremos
fctng"cniwpc"wvknkfcf"c"nqu"rncpvgcokgpvqu"htgwfkcpqu."pq"swgfc"o u"swg"tg/
situar sus conceptos en nuestro propio tiempo, en el tiempo de nuestra
tgàgzk„p0"Rtqrqpg"rtqxggt"c"nqu"eqpegrvqu"htgwfkcpqu"fg"wp"eqpvgzvq."fg"
wp"gurcekq"{"wp"vkgorqÈ"rgpuctnqu"gp"pwguvtq"rtqrkq"vkgorq"{"pq"gp"gn"
vkgorq"fg"uw"fkuewttkt0"Wdkect"c"nc"rukswku"gp"wp"rckuclg"{"gp"wpc"jkuvqtkc0
Ok"rtgvgpuk„p"csw "pq"gu"qvtc"swg"tgàgzkqpct"cegtec"fg"nc"rqukdknkfcf"
del duelo y de su trabajo, a la luz de las formas que asume la experiencia
eqorctvkfc"gp"guvg"rtgugpvg"{"gp"guvc"cevwcnkfcfÈ"Ocpgtc"kpfktgevc"fg"cdtkt"
la interrogación sobre la melancolía que emerge como la vía patológica de
un duelo no realizado, no concluido, desde el texto de Freud.
C"rctvkt"fg"csw "wpc"ugtkg"fg"kpvgttqicpvgu"ug"cdtgp"½gu"rqukdng"jc-
cer un duelo "verdadero" cuando la violencia atraviesa y subyuga a las
sociedades, cuando arrebata indiscriminadamente nuestros "objetos" de
coqt." ewcpfq" encwuwtc" nqu" jqtk|qpvgu" fg" gurgtcA" ½Guvcoqu" gphgtoqu"
de melancolía cuando social y masivamente los deseos se sofocan y las
creencias se derrumban?
"Swkukgtc"tguecvct"vtgu"kpvgttqicekqpgu"cntgfgfqt"fg"nc"fkÞewnvcf"eqp"
la que nos enfrentamos para realizar hoy el llamado "trabajo del duelo",
en tanto estrategia para pensar, desde ahí, la melancolía. Para pensarla
hoy, en el tiempo de nuestra actualidad y en los espacios que habitamos
signados por coordenadas geopolíticas: por el poder, la violencia, la usura
y la guerra.

I. Primera interrogación
½Gu"rqukdng"swg"gn"vtcdclq"fgn"fwgnq"$eqpenw{c$"{"gn"yo se vuelva, otra vez,
"libre y desinhibido", desanudados ya los lazos que lo ligaban a ese objeto
perdido, y dispuesto a aceptar su sustitución, su intercambio?
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María Inés García Canal 23

He de hacer explícito que cada vez que leo Duelo y Melancolía algo en mí
rechaza la manera en que Freud caracteriza el trabajo de duelo y las formas
en que presume que ha concluido. Y cito:
)Gn"gzcogp"fg"nc"tgcnkfcf"jc"oquvtcfq"swg"gn"qdlgvq"cocfq"{c"pq"gzkuvg"o u."{"fg"fin"
emana ahora la exhortación de quitar toda libido de sus enlaces con el objeto0"C"gnnq"ug"qrqpg"
una comprensible renuencia: universalmente se observa que el hombre no abandona
de buen grado una posición libidinal, ni aun cuando su sustituto ya asoma)"*È+0")Ecfc"
uno de los recuerdos y cada una de las expectativas en que la libido se anudaba al objeto son
clausurados,"uqdtgkpxguvkfqu"{"gp"gnnqu"ug"eqpuwoc"gn"fgucukokgpvq"fg"nc"nkdkfq)"*È+0")Rgtq"
de hecho, una vez cumplido el trabajo de duelo el yo se vuelve otra vez libre y desinhibido'
(1917-242-243) (cursivas mías).

Wp"ekgtvq"tgejc|q"og"rtqxqec"uw"ngevwtc."tguwgpc"gp"guvcu"cÞtocekqpgu"
wp"ekgtvq"fglq"fg"rtqokuewkfcf="wpc"uwgtvg"fg"kpÞfgnkfcf"c"u "okuoq"{"c"
nqu"chgevqu"nkicfqu"c"nqu"ugtgu"cocfqu"{"rgtfkfqu="wpc"uwgtvg"fg"kpÞfgnkfcf"
c"kfgcu"{"rtq{gevqu"uquvgpkfqu"gp"qvtq"vkgorqÈ"Wp"fkncrkfct"ncu"jgtgpekcu"
que esos lazos perdidos nos dejaron y nos siguen constituyendo en presen-
vgÈ"Gu"vcodkfip"wpc"ocpgtc"fg"fguxcnqtk|ct"nc"ogoqtkc."fg"xkqngpvct"gn"
regocijo de reconocernos al recordar-nos y recordar de manera acongojada
lo perdido, deseando aún —y ligados todavía a— las ideas y los seres que
nos siguen constituyendo, que continuamos reivindicando como propios y
rtgugpvgu"ow{"c"rguct"fg"uw"cwugpekc"{"lco u"vqvcnogpvg"tgukipcfqu"gp"nc"
ogoqtkc."rqt"ugt"kpuwuvkvwkdngu."kttgornc|cdnguÈ"Ecfc"xg|"swg"ug"rtqfweg"
nc"rfitfkfc."ecfc"xg|"¿pkecÈ0"ecfc"xg|È"gn"Þp"fgn"owpfqÈ"v vwnq"fgn"rtqfk-
ikquq"vgzvq"fg"Fgttkfc"uqdtg"gn"fwgnq"korqukdng"{"nc"ogoqtkc"ceqpiqlcfc"
swg"ceqorc‚c"ukp"fguecpuq"c"uwu"cokiqu"rgtfkfqu0
El yo se vuelve otra vez libre y desinhibido —dice Freud, cual si fuese posible
dejar de lado y resignar viejos ideales políticos, que aún por viejos no dejan
fg"ugt"cevwcngu"{"eqpvkp¿cp"uquvgpkgpfq"cn"uwlgvq0"Ewcn"uk"hwgug"rqukdng"qnxk-
fct"nc"chtgpvc"swg"ceqorc‚ctqp"owejcu"fg"pwguvtcu"rfitfkfcuÈ"Ewcn"uk"hwgug"
posible la resignación ante la violencia instaurada en lo social que provocó
rfitfkfcu"swg"rqft cp"jcdgtug"gxkvcfq"{"swg"pqu"eqpokpcp"c"pq"qnxkfct0"
Eqpenwkt"gn"fwgnq."xqnxgtug"qvtc"xg|"$nkdtg"{"fgukpjkdkfq$."rtguwrqpft c"
la capacidad del sujeto de sustituir un objeto por otro, sin que nada reste.1

1
"Gp"nc"ectvc"swg"Htgwf"gpx c"c"Dkpuycpigt"gp"3;4;."eqp"oqvkxq"fg"nc"owgtvg"fg"wpq"fg"uwu"
hijos, muestra una posición contraria a la sostenida en el texto de 1919, si bien no aparece esta
rquvwtc"gp"pkpiwpq"fg"uwu"vgzvqu<"$Ug"ucdg"swg"fgurwfiu"fg"wpc"rfitfkfc"vcn"gn"fwgnq"ciwfq"
pq"vgtokpct ."rgtq"rgtocpgegtgoqu""kpeqpuqncdngu."rwgu"nc"rfitfkfc"ugt "rctc"ukgortg"kttgo-
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24 desde la memoria

Eqp"nc"fgucrctkek„p"fgn"qvtq"pq"u„nq"ug"rkgtfg"c"cniwkgp."Ð$wp"qdlgvq$"fkt "
gn"rukeqcp nkukuÐ"ukpq"swg"$gu"rgtfgt"c"cniwkgp"rgtfkgpfq"wp"vtq|q"fg"u $"
Ðvcn"eqoq"nq"cÞtoc"Cnnqwej"*3;;8+."vtq|q"swg"ugt "gpvtgicfq"gp"qhtgpfc"q"
gp"ucetkÞekq"cn"qvtq"fgucrctgekfq0"Rqt"gnnq."vqfc"rfitfkfc"gu"gpkio vkec."gp"
gnnc"ug"qewnvc"wpc"rctvg"fgn"uwlgvq"swg"nc"rfitfkfc"fgn"qdlgvq"cttcuvtc"eqpukiq0"
Jc"ukfq"$fgurqug fq$"fg"cniq"fg"u "{"ucdg"swg"{c"pwpec"ugt "gn"okuoq."uw"
vtcpuhqtocek„p"ugt "kortgfgekdng."pq"rwgfg"ogfktug"pk"rncpkÞectug0"
Gn"$qdlgvq$"fgucrctgeg."rgtq"gn"nc|q"swg"nqu"wp c"rgtukuvg"{"rgtocpgeg."
cwpswg"{c"pcfc"nngiwg"fgn"qvtq"ncfq."o u"swg"gn"ukngpekq0"$Vqfq"rgtocpgeg"
)gp"o )"q")gp"pquqvtqu).")gpvtg"pquqvtqu)"c"nc"owgtvg"]q"fgucrctkek„p"fgn"qvtq_"
Ðfkt "Fgttkfc0"
C"nc"owgtvg"fgn"qvtq"pqu"fcoqu"c"nc"ogoqtkc."{"cu "c"nc"kpvgtkqtk|cek„p."rwgu"gn"qvtq."
fuera de nosotros, ahora no es nada. Y con la oscura luz de esta nada, aprendemos que el
qvtq"tgukuvg"nc"encwuwtc"fg"pwguvtc"ogoqtkc"kpvgtkqtk|cpvg0"Eqp"nc"pcfc"fg"guvc"cwugpekc"
irrevocable, el otro aparece como"qvtq."{"eqoq"qvtq"rctc"pquqvtqu"]È_"U„nq"rqfgoqu"xkxkt"
esta experiencia en forma de una aporía: la aporía del duelo y de la prosopopeya, donde
nq"rqukdng"rgtocpgeg"korqukdng0"Fqpfg"gn"fizkvq"fracasa."]È_"Vtcpuhqtoc"cn"qvtq"gp"parte
de nosotros, entre nosotros, y entonces el otro ya no parece el otro, porque penamos por
fin"{"nq"nngxcoqu"en nosotros."eqoq"wp"pk‚q"pq"pcekfq."eqoq"wp"hwvwtq0"G"kpxgtucogpvg."
el fracaso triunfa: una interiorización abortada es al mismo tiempo un respeto por el otro
como otro, una suerte de tierno rechazo, un movimiento de renunciación que deja al otro
uqnq."chwgtc."cnn ."gp"uw"owgtvg."hwgtc"fg"pquqvtqu"*Ewtukxcu"gp"gn"vgzvq+0

["ug"rtgiwpvc"Fgttkfc<"$½Rqfgoqu"cegrvct"guvg"guswgocA"Pq"nq"etgq."
—responde— aunque es en parte una dura e innegable necesidad, la misma
pgegukfcf"swg"xwgnxg"korqukdng"gn"fwgnq"xgtfcfgtq$"*Fgttkfc"3;:;<"66/67+0"
Crqt c."fwgnq"rqt"ukgortg"korqukdng."lco u"eqpenwkfq."{c"swg"gn"qvtq"rgt-
manece otro, en su inalterable otredad y en su ausencia, que hace fracasar
toda sustitución o reemplazo. Resta para siempre una memoria acongojada
instaurada en herencia irrecusable, ya que "el ser de lo que somos es, ante
vqfq." jgtgpekc." nq" swgtcoqu" {" nq" ugrcoqu" q" pq0"[" ]È_" pq" rqfgoqu" ukpq"
testimoniarlo"]È_$"*Fgttkfc"3;;7<"8:+

II. Segunda interrogación


"Uk"gn"vkgorq"gp"gn"ogncpe„nkeq"ug"fgvkgpg."{c"pq"àw{g="uk"gn"cfxgpkt"ug"ekgttc"
rctc"fin"ukp"tguswkekq"rctc"gurgtc"q"gurgtcp|c"cniwpcÈ"½Gug"vkgorq."rtqrkq"

rnc|cdng0"Vqfq"nq"swg"xkgpg"gp"uw"nwict."cwp"eqno pfqnq"eqorngvcogpvg."ugt "ukp"godctiq"


siempre otro (Freud: 1929).
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María Inés García Canal 25

fgn"ogncpe„nkeq."fkÞgtg"fgn"ect evgt"jgigo„pkeq"swg"cuwog"gn"vkgorq"gp"nc"
cevwcnkfcfA"½Dclq"swfi"tfiikogp"fg"jkuvqtkekfcf"ug"jcnncp"uqogvkfqu"pwguvtq"
fkctkq"ceqpvgegt."pwguvtqu"cxcvctgu"eqvkfkcpquA"½Ew n"gu"gn"qtfgp"fgn"vkgorq"
swg"tkig"pwguvtc"cevwcnkfcf."eqp"eqpekgpekc"q"ukp"gnnc."swgtkfipfqnq"q"pqA
Que hay un orden del tiempo hegemónico que rige nuestro hacer, sentir, pensar e
imaginar, nadie lo pone en duda0"Qtfgp"fgn"vkgorq"swg"pq"gu"o u"swg"nc"ocpgtc"
singular, aunque social, en que los tiempos —pasado, presente y futuro— se
articulan entre sí. Órdenes diferentes conforme las disímiles articulaciones
entre el pasado, el presente y el futuro y que marcan y signan cada espacio,
modelando las formas del relato, la narrativa de la propia historia, las for-
ocu"fg"ukipkÞect"g"kpvgtrtgvct."fg"rgtekdkt"g"kocikpct."fg"rgpuct"{"cevwct0
Gn"qtfgp"swg"pqu"tkig"jq{"{c"pq"ug"eqplwic"gp"rcucfq."rtgugpvg"{"hwvwtq"
eqoq"gp"firqecu"fg"nc"Oqfgtpkfcf."gp"swg"gn"rtgugpvg"pq"gtc"o u"swg"wpc"
dtgejc"rctc"fglct"gn"rcucfq"cvt u"{"eqpuvtwkt"wp"hwvwtq"rngpq"fg"rtqogucu0"
Gn" rtgugpvg" crctge c" eqoq" gn" vkgorq" fg" nc" uwrgtcek„p" fg" nq" rcucfq" swg"
sería ubicado en la historia como un tiempo pasado en sentido estricto, y
gn"rtgugpvg."vcodkfip."eqoq"gn"vkgorq"ecrc|"fg"hcdtkect"kpxgpvkxcogpvg"wp"
rqtxgpkt"rngv„tkeq"fg"rtqogucu0"Gn"rtgugpvg"fg"gug"tfiikogp"fg"jkuvqtkekfcf"
se constituyó como el tiempo del deseo, de la cancelación de lo viejo y de la
crgtvwtc"jcekc"nq"pwgxq0"Wp"vkgorq"fg"ekgttg"fg"nq"xkxkfq"{"fg"gpvtqpk|cek„p"
de la creencia en la razón y la ciencia, en el progreso y el bienestar, creencias
que se abrían hacia la promesa.
Fgufg"Þpgu"fg"nc"ugiwpfc"iwgttc"owpfkcn"wp"pwgxq"qtfgp"fgn"vkgorq"
ug"rtgÞiwtc"{"pqu"tkig0"[c"pq"ug"eqplwic"gp"c{gt."jq{"{"oc‚cpc."u„nq"pqu"
resta un presente dilatado, interminable que resume en sí todo lo pasado
y todo lo por porvenir. Sin ser negados, el pasado y el futuro se integran
c"gug"rtgugpvg"swg"pq"jceg"o u"swg"fkncvctug"{"gzvgpfgtug."rtqxqecpfq"nc"
ugpucek„p"fg"swg"gn"vkgorq"pq"àw{g<"wp"rtgugpvg"ecuk"gvgtpq"g"kpowvcdng"eqp"
o pkocu"fkuvcpekcu"{"fkhgtgpekcu"gpvtg"nq"swg"jc"ukfq"{"cswgnnq"swg"rqft "
cfxgpkt0"Gn"vkgorq"fgvkgpg"uw"àwkt."nqu"f cu"ug"cttcuvtcp"wpqu"c"nqu"qvtqu"{"
ug"coqpvqpcp"nqu"c‚qu"ukp"rgtekdkt"ecodkqu."fkuvcpekcu"q"fkhgtgpekcu0"Nqu"
deseos se sofocan; los relatos se reducen a una desgastada repetición; la
rcncdtc"gu"xgpekfc"rqt"wp"twkfq"c/ukipkÞecpvg0
½Swkfip"c‚qtc"pquv nikecogpvg"gn"rcucfqA"Ug"jc"kpuvcwtcfq."csw "{"cnn ."
el convencimiento que nada merece ser reeditado ni resguardado de ese
rcucfqÈ."c"nc"xg|"swg"ncu"rtqogucu"ug"fknw{gp"q"ug"xwgnxgp"cpcet„pkecu0"
Fg"guvc"ocpgtc."gn"jqtk|qpvg"fg"gurgtc."fg"uwlgvqu"{"uqekgfcfgu."ug"guvtg-
ejc"ecfc"xg|"o u."ug"xwgnxg"tcsw vkeq"ewcn"uk"nqu"fgugqu"ug"cfgnic|ctcp."
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26 desde la memoria

rgtfkgtcp"uw"hwgt|c"{"gorwlgÈ."ewcn"uk"gn"fgugq"ug"hwgug"cegtecpfq"ecfc"
xg|"o u"cn"wodtcn"fg"nc"pgegukfcf="q"dkgp."{"fg"ocpgtc"kpxgtuc."ug"fgucvc"
en toda su potencia aterradora un deseo imperativo de poder, de uso, abuso
{"gzvgtokpkq"fgn"qvtq."swg"cuwog"hqtocu"swg"ug"kpuetkdgp"ecfc"xg|"o u"gp"
gn"jqttqt."ewcpfq"pq"gp"nq"ukorngogpvg"itqvgueqÈ0"
Uk"gn"rcucfq"{c"pq"gu"qdlgvq"fg"c‚qtcp|c"½swfi"ugt "gurgtcdng"fg"wp"hw-
vwtq"rt„zkoqA"½wp"oc‚cpc"o u"cogpc|cpvg"{"quewtq"c¿p"swg"gn"rtgugpvg"
de este ahora de la vivencia y de la experiencia?
Presentismo —lo denomina François Hartog a este nuevo Orden del
tiempo que se impone en Occidente desde mediados del siglo XX—, en el
cual, sin desaparecer, se funden y confunden el pasado y el futuro en un
presente dilatado sin distinciones: un pasado que no termina de pasar para
nunca constituirse en tiempo pasado en sentido estricto y que no logra di-
ferenciarse sustancialmente de ese presente que vivimos y experimentamos
eqp"fgueqpuwgnq"{"rqt"oqogpvqu"eqp"guvwrqt0"Wp"rcucfq"swg"ug"pkgic"c"u "
okuoq"rctc"kpvgitctug"c"wp"rtgugpvg"gzvgpfkfq"gp"gn"ewcn"eqpvkp¿c"tgrkvkfip-
fqug"eqp"o pkocu"fkuvcpekcu"{"fg"ocpgtc"kpukfkquc."eqoq"wp"ocn"uwg‚q000"
Y un futuro que se insinúa como rutinaria re-actualización de ese presente
fkncvcfq"jcekc"gn"c{gt="{"uk"cniwpc"hqtoc"gu"rtgÞiwtcfc"rctc"wp"oc‚cpc."
cfswkgtg"ncu"fkogpukqpgu"fg"nc"cogpc|c"q"fg"nc"ecv uvtqhg0
Cu ."gn"rtgugpvg"ug"fkncvc"jcekc"wp"rcucfq"swg"pq"ug"ecpuc"fg"rcuct="{"
hacia un futuro en el que no se vislumbran distancias ni diferencias, sin que
sea posible imaginar un resquicio capaz de abrir el horizonte hacia nuevas
gzrgevcvkxcu."fgugqu"q"gurgtcp|cu0"[c"pcfc"gu"gurgtcdng"o u"swg"nc"tgfwp-
dancia del presente, y aún peor, si algo puede esperarse es la reedición de
nq"okuoq."eqp"ghgevqu"ecfc"xg|"o u"ecvcuvt„Þequ0
Rtgugpvkuoq."gu"gn"pqodtg"swg"ug"ng"jc"fcfq"c"guvg"tfiikogp"fg"jkuvqtk-
cidad que experimentamos hoy de uno al otro lado del planeta, sin duda
eqp"uwu"xctkcekqpgu"nqecngu."rgtq"fg"gug"qtfgp"gu"korqukdng"guecrct0"Octec"
{"ukipc"pwguvtq"rgpuct."ugpvkt."kocikpct."jcegt"g"kpvgtrtgvctÈ"ng"fc"hqtoc"c"
un deseo sin fuerza y sin empuje, cuando no lo subyuga y lo anula.
Pwguvtc"gzrgtkgpekc."rqt"nq"vcpvq."ug"gorqdtgeg"f c"c"f c."ugc"rqt"nc"
aceleración de la vivencia o por esa sensación de repetición que nos invade
ante un presente dilatado y extendido y un horizonte de espera disminuido
hasta su propia anulación. Pareciera que la palabra es vencida, se vuelve
fgujcdkvcfc."uwokfc"gp"gn"fguetfifkvq."eqpxgtvkfc"gp"twoqt."ewcpfq"pq"gp"
ukorng"twkfq0"Wp"rtgugpvg"uwurgpfkfq."cvcuecfq."ukp"oqxkokgpvq="rtgugpvkfq"
eqoq"kpoqfkÞecdng"g"kpo„xkn0"
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María Inés García Canal 27

["c¿p"cniq"o u0"Gp"guvg"guegpctkq"ug"fgucvc."fgufg"nqu"c‚qu"ugvgpvc"{"
ochenta del siglo XX, la imperiosa necesidad social de recordar que encon-
vt„"wp"geq"kpuqurgejcfq"gp"gn"Uwt"inqdcnÈ"Korgtcvkxq"fg"pq"qnxkfct"swg"
conmovió todos y cada uno de los espacios de experiencia compartida,
vtcpuhqtocpfq"c"nc"ogoqtkc."o u"swg"gp"wpc"hcewnvcf."gp"wp"$fgdgt$0"Ug"
volvió imprescindible e imperativo el rescate de la palabra y el rostro de "la
otredad" sometida al silencio, a la violencia, al sufrimiento y a la ignominia.
Y ese deber imperativo de recordar a quienes se les negó la palabra, de darles
xq|."tquvtq"{"ewgtrq."pq"jce c"o u"swg"vtcunwekt"gn"ocnguvct"*gpvtg"jqttqt"
y culpabilidad) provocado por lo que fue interpretado como un olvido
propositivo que cubrió, sin distinción, a todas las víctimas de la historia
sepultadas en el silencio.
C"Þpgu"fgn"ukinq"XX, esta ola memorística tocó todas las riveras del mun-
fq."fg"Qtkgpvg"c"Qeekfgpvg."fgn"Pqtvg"cn"Uwt."{"eqpfwlq"c"nc"rtqfweek„p"fg"
la imagen de nuestro tiempo como un tiempo de crueldad y violencia sin
n okvgu0"Gn"ukinq"XX fue evidenciado como el tiempo del horror, de los asesi-
pcvqu"ocukxqu"ukp"ugpvkfq"pk"tc|„p="fg"nqu"et ogpgu"o u"cvtqegu"{."c¿p."fg"
nqu"o u"uqÞuvkecfqu"fg"nguc"jwocpkfcf<"vkgorq"fg"igpqekfkqu"rqt"fqswkgt"
y de la implantación sin compasión y hasta el "delirio" de una monstruosa
maquinaria industrial de muerte.
Et ogpgu"fg"nguc"jwocpkfcf."kortguetkrvkdngu"Ðpq"jc{"swg"qnxkfctnqÐ"
fgufg"gn"rwpvq"fg"xkuvc"lwt fkeq"{"fgn"fgtgejq"kpvgtpcekqpcn0"Gn"vkgorq"pq"
rqft "dqttctnquÈ$Ukp"qnxkfq"pk"rgtf„p$"hwg"gn"ngoc"swg"ug"korncpv„"csw "
{"cnn "gp"guvg"tkvwcn"fg"guectdct"{"fgugpvgttct"ecf xgtguÈ"ngoc"swg"tgukuvg"
todo y cualquier duelo, para transformarlo en un imposible. Se instaura una
memoria "acongojada", y el deseo toma la forma de exigencia vehemente
de reivindicación por los dolores y sufrimientos infringidos: esos crímenes
no han de quedar sin castigo.
Gug"vtcdclq"rtqrqukvkxq"fg"tgeqtfct"jk|q"gxkfgpvg"swg"fgn"rcucfq"pcfc"
jc{"swg"crtgpfgt"pk"tguecvctÈ0"Ug"nq"tgewgtfc"kpukuvgpvgogpvg"dclq"nc"hqtoc"
fgn"vguvkoqpkq."gn"tgncvq"fgn"fqnqt"{"gn"uwhtkokgpvq"fg"ncu"x evkocu0"Gn"rcucfq"
se inscribe en la voz, en el grito que se sostiene y repite en el gesto del testigo,
cswfin"swg"uwhtk„"nc"kipqokpkc"gp"uw"rtqrkq"ewgtrq"{"swg"vqocpfq"nc"rcncdtc"
relata y denuncia, sostenido por el deseo perentorio de reivindicación y de
ecuvkiq"c"swkgpgu"kpàkikgtqp"nc"chtgpvc0"
Wpc"vgorqtcnkfcf"kpfifkvc"pqu"etw|c."wp"vkgorq"fguqtkgpvcfq."gp"gn"swg"
la incertidumbre se instaura en categoría fundamental del pensamiento.
Gn"hwvwtq"pq"fgucrctgeg."ug"vk‚g"fg"eqnqtcekqpgu"ecfc"xg|"o u"quewtcu"{"
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28 desde la memoria

cogpc|cpvguÈ"Gn"okgfq."nc"ewnrcdknkfcf"{"gn"guvwrqt"uqp"nqu"chgevqu"rtkxk-
legiados de este paisaje cultural: miedo al desastre ecológico; a la falta de
agua y a la hambruna; al avance despiadado de la maquinaria industrial
fg"owgtvgÈ"Ewnrcdknkfcf."vcodkfip."rqt"pwguvtc"eqpvtkdwek„p"kpeqpuekgpvg."
cuando no indiferente, a la devastación del planeta, a los genocidios, a las
vqtvwtcu"{"àcigncekqpgu."c"nc"rtqnkhgtcek„p"fg"x evkocu000"Guvwrqt"swg"rctcnk|c0
Wp"vkgorq"fguqtkgpvcfq"swg"ectic"eqp"gn"rguq"fg"fgocukcfc"$ogoq-
tkc"fgdkfc$."korqukdknkvcpfq"gn"jcegt"fkutwrvqt"{"hgewpfq"fgn"qnxkfq0"Gug"
"deber de memoria" ha ido adquiriendo en algunas sociedades la fuerza
mística de ley produciendo un tipo de memoria ritualizada e iterativa, que
detiene el tiempo y la historia y sofoca el acontecimiento.2
½Ugt "nc"ogncpeqn c"jq{"wpc"fg"$ncu"pwgxcu"gphgtogfcfgu"fgn"cnoc$A"
½qvtc"xg|"$gn"ocn"fgn"ukinq$A"Ðrctchtcugcpfq"c"Lwnkc"Mtkuvgxc0"
Rctgekgtc"cu ."uk"nq"nggoqu"fgufg"gn"tfiikogp"fg"jkuvqtkekfcf"swg"pqu"tkig="
no lo pareciera totalmente, si es leído desde el "deber de memoria", ya que
ese trabajo propositivo de recordar hace que los sujetos no olviden, ni por
un instante, lo que han perdido y sostengan y mantengan vivo su recuerdo
como hacer social y actitud política.
"Wpc"c"wpc"ncu"rfitfkfcu."cn"ugt"ocukxcu."ug"kpuetkdgp"gp"nq"uqekcn."oct-
ecp"fg"ocpgtc"kpfgngdng"c"eqowpkfcfgu"gpvgtcu="rtgÞiwtcp."ukp"nc"ogpqt"
fwfc." wp" $pquqvtqu$" rtgectkq" swg" cfswkgtg" ecfc" xg|" o u" hwgt|c." swg" ug"
fkuvkpiwg"rqt"nc"tcdkc."gn"tgpeqt."nc"kpfkipcek„p"{"gn"fgugq"fg"wp"oc‚cpc"ukp"
rtgÞiwtcek„p"pk"wvqr cu."dwuec"swg"gn"rcucfq"pq"xwgnxc"c"tgrgvktug."rctc"
ello lo recuerda iterativamente para encontrar su expresión sintetizada en
nc"eqpukipc"$Pwpec"O u$0"
Nc"rfitfkfc."cn"cuwokt"hqtocu"eqngevkxcu"{"ocukxcu."jgtocpc"c"nqu"uw-
lgvqu."c"vqfqu"cswgnnqu"swg"nc"uwhtkgtqp."nc"uwhtgp"q"nc"uwhtkt p0"Gn"fwgnq."uk"
posible, desde esta perspectiva adquiere otras dimensiones, otra fuerza, se
eqpuvkvw{g"gp"kpuvtwogpvq"rqn vkeq."gp"v evkec"fg"nwejc="ug"uquvkgpg"gp"wpc"
ogoqtkc"ceqpiqlcfc"swg"gzkig"tgkxkpfkecek„p<"$Pk"qnxkfq"pk"rgtf„p$."{"swg"
ug"tgukuvg"c"nc"tgrgvkek„p"fgn"c{gt<"$Pwpec"o u$0

III. Tercera interrogación


½Vqfq"{"ewcnswkgt"uwlgvq"ukp"fkuvkpek„p."c"uw"owgtvg"q"uw"fgucrctkek„p."gu"
ogtgegfqt"jq{"fgn"fwgnq"{"ncu"n itkocu"fg"nqu"qvtquA"Ugi¿p"nqu"octequ"

2
"Citcfg|eq"c"Octkq"Twhgt"gn"jcdgt"ug‚cncfq"ncu"crqt cu"fgn"$fgdgt"fg"ogoqtkc$0
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María Inés García Canal 29

interpretativos actuales, no toda vida se hace acreedora del duelo; pare-


ekgtc"swg"pq"vqfqu"rqt"kiwcn"uqp"ogtgegfqtgu"fg"n itkocu."swg"pq"vqfc"
vida perdida merece ser llorada.
½Dclq"swfi"octequ"uqekcngu"fg"crtgjgpuk„p"{"tgeqpqekokgpvq"ekgtvcu"xk-
das, al perderse, se hacen acreedoras de duelo, adquieren el derecho a ser
lloradas? Los marcos interpretativos hegemónicos en nuestra actualidad
establecen discriminaciones dentro de "lo vivo", para distinguir de manera
enctc"swkfipgu"rquggp"gn"xcnqt"okuoq"fg"$nc"xkfc$."gzkikgpfq."uqekcnogpvg."ug"
realice el trabajo de duelo por esas vidas al perderse; en tanto que hay otras
vidas que no alcanzan ese valor, han sido llevadas casi al límite mínimo de
nq"rwtcogpvg"dkqn„ikeq."xkfcu"swg"pq"xcngp"nc"rgpc000."½Rqt"swfi"nnqtctncu"
gpvqpeguA"Xkfcu"pq"nnqtcfcu"gp"octequ"fg"iwgttc"Ðncu"fgpqokpct "Lwfkvj"
Dwvngt"*4228+0"["ukiq"uwu"tgàgzkqpgu<"
Nq"rtkogtq"swg"rgtekdg"vqfq"uwlgvq."ecuk"eqp"gn"ect evgt"fg"egtvg|c."gu"
nc"xwnpgtcdknkfcf"fg"uw"ewgtrq0"Pq"jc{"ewgtrq"swg"pq"ugc"xwnpgtcdng"gp"
vcpvq"$nwict"r¿dnkeq"fg"cÞtocek„p"{"fg"gzrqukek„p$"fg"u 0"Uk"uqekcnogpvg"
nqu"ewgtrqu"uqp"eqphqtocfqu"eqoq"ewgtrqu."guvct p"rqt"ukgortg"nkicfqu"
a los otros y, por lo tanto, constantemente amenazados por su posible
rfitfkfc="gzrwguvqu"vcodkfip"c"nqu"qvtqu"{"uwuegrvkdngu"fg"uwhtkt"nc"xkqngpekc"
propiciada por ellos a causa de ese estar siempre en exposición.
Gn"x pewnq"eqp"nqu"qvtqu."kpgxkvcdng"{"qdnkicfq"gp"nc"eqpuvkvwek„p"fgn"
sujeto, lo ubica en una situación extrema; por un lado de fortaleza (con
los otros constituye un tenue y precario nosotros); y, al mismo tiempo, de
vulnerabilidad: la amenaza y la posibilidad de perder a aquellos otros sin
los cuales dejaría de ser; y, a su vez, de estar continuamente expuesto al
ejercicio de su posible violencia.
Si bien la vulnerabilidad es compartida por todos, ya que todos somos
vulnerables en tanto requerimos de los otros para ser, es necesario remarcar
que la vulnerabilidad de los cuerpos no se halla democráticamente distribuida.
Uw"fkuvtkdwek„p"gu"fgukiwcn"g"kpgswkvcvkxc="cuqnc"{"c|qvc"ekgtvqu"itwrqu"o u"
swg"qvtqu="gp"ekgtvcu"|qpcu"igqit Þecu"ug"okpkok|c."gp"qvtcu"ug"jceg"o zk-
oc"g"kpuqrqtvcdng0"Fkuvtkdwek„p"igqrqn vkec"fgukiwcn"fg"nc"xwnpgtcdknkfcf."
cartografía precisa de esa inequitativa distribución: zonas marcadas por la
violencia y la guerra; sujetos, grupos y comunidades que llevan inscritos en
sus mismos cuerpos el signo de la alteridad que los ubica en el límite de lo
jwocpq<"ugc"rqt"ifipgtq."gfcf."tc|c"q"eqnqt"fg"rkgn0"Rctc"gnnqu."nc"xwnpgtcdk-
lidad se multiplica exponencialmente, exacerbada bajo ciertas condiciones
económicas, sociales y políticas, y muy especialmente cuando la violencia
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30 desde la memoria

atraviesa lo social y las formas de defensa que pueden esgrimir esos grupos
o comunidades son limitadas o inexistentes.
Rctc"guqu"ugtgu"½gzkuvg"gn"fgtgejq"c"ugt"nnqtcfqu"gp"uw"fgucrctkek„p"q"
gp"uw"owgtvgA"Fgucrctgekfqu"ukp"pqodtg."ukp"tquvtq."c¿p"ukp"uknwgvc."pq"ug"
jcegp"cetggfqtgu"fgn"vtcdclq"fg"fwgnq0"Uqp"xkfcu"swg"pq"korqtvcpÈ"Xkfcu"
pq"nnqtcfcuÈ
Uqekcnogpvg"pq"jc{"rqukdknkfcf"fg"kpuetkdkt"gucu"rfitfkfcu."fg"ectict"
luto por ellas. Lo social no las registra como vidas que valen la pena y no
ug"gphgtoct "fg"ogncpeqn c"rqt"uw"fgucrctkek„p"È0"
Guvc" fkuvtkdwek„p" fkhgtgpvg" fg" nc" rtgectkgfcf" gu." c" nc" xg|." wpc" ewguvk„p" ocvgtkcn" {"
perceptual, puesto que aquellos cuyas vidas no se 'consideran' susceptibles de ser
nnqtcfcu."{."rqt"gpfg."fg"ugt"xcnkqucu."guv p"jgejqu"rctc"uqrqtvct"nc"ectic"fgn"jcodtg."
del infraempleo, del abandono de las leyes y de la exposición diferencial a la violencia
{"nc"owgtvg"*Dwvngt"422;<"67+0

***********
Rctc"egttct."rtgectkcogpvg."guvcu"tgàgzkqpgu"swg"pq"jcegp"rqukdng"eqpenwkt."
se podría aventurar que si aceptamos que la melancolía es "el nuevo mal
fgn"ukinq$."uwu"hqtocu"pquqit Þecu"{"uw"gvkqnqi c"uqp"jq{"fkuvkpvcu."gp"vcpvq"
nqu"octequ"fg"crtgjgpuk„p"{"tgeqpqekokgpvq"ug"jcp"oqfkÞecfq"fgufg"swg"
Freud unió la comprensión de la melancolía al duelo no realizado.
Imposibilidad del sujeto de concluir su duelo, de volverse "libre y
fgukpjkdkfq$"wpc"xg|"o u0"
$Uk"gn"p¿ogtq"fg"fgrtgukqpgu"ug"cetgekgpvc."½pq"gu"vcodkfip"fgpvtq"fg"
wp"eqpvgzvq"uqekcn"fqpfg"nqu"nc|qu"ukod„nkequ"guv p"eqtvcfquA"Xkxkoqu"wpc"
htciogpvcek„p"fgn"vglkfq"uqekcn"swg"pq"rwgfg"qhtgegt"pkpi¿p"uqeqttq$"Ðfkt "
Lwnkc"Mtkuvgxc0"Rctc"kpvgttqictug"{"fglct"àqvcpfq"nc"rtgiwpvc"ukp"tgurwguvc"
rqukdng<"$½["uk"gn"fgugq"pq"hwgtc"ukpq"wpc"rgn ewnc"igpkcn"{"gpvtgvgpkfc"rgtq"
gzvtgocfcogpvg"ht ikn"swg"ug"fgucttqnnc"uqdtg"gn"qeficpq"fg"nc"rwnuk„p"fg"
muerte?"
O u"swg"jcdnct"fg"fwgnq"jq{."u„nq"rqfgoqu"tghgtktpqu"c"wpc"ogoqtkc"
por siempre "acongojada" que mantiene al otro perdido en su alteridad,
cnn "gp"uw"owgtvg."fgn"qvtq"ncfq0"Ogoqtkc"ceqpiqlcfc"pq"fg"wp"uwlgvq"ukpq"
de muchos, de colectividades enteras, que abre la posibilidad de construir
pwgxqu"nc|qu."rtgÞiwtct"wp"nosotros.
Gn"fwgnq."uk"rqukdng."cfswkgtg"wpc"pwgxc"fkogpuk„p"uqekcn."ug"eqpuvk-
tuye en acto político de resistencia para no repetir: uso del recuerdo para
combatir el olvido sostenido en la exigencia que los crímenes no queden
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María Inés García Canal 31

ukp"ecuvkiq="vqfqu"nqu"et ogpgu."c¿p"{"gurgekcnogpvg"nqu"swg"ug"gpuc‚cp"gp"
esos cuerpos vulnerables en extremo. Que el trabajo de duelo cobije a esas
vidas no lloradas todavía. Única posibilidad hoy, pareciera, de vencer la
melancolía y la depresión ̋

Bibliografía
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