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Licenciatura en Educación

ANTOLOGÍA

“EDUCACIÓN CÍVICA”

COMPILADOR

MTRO. CARLOS RICARDO CARRAZCO OREGEL

ABRIL 2019.
ÍNDICE

1. INTRODUCCIÓN A LA EDUCACIÓN CÍVICA.


1.1. Qué es la educación cívica.
1.2. Retos y desafíos de la educación cívica en México.
1.3. Para qué enseñar valores cívicos y éticos.

2. LA EDUCACIÓN CÍVICA.
2.1. Hacia una concepción política de la educación cívica.
2.2. La ética de la aliedad y el Estado de justicia social.
2.3. El acceso a la política desde la ética.

3. LA NUEVA CIUDADANÍA.
3.1. Acerca de los valores cívicos.
3.2. Los vectores del cambio.
3.3. Las nuevas necesidades cívicas.
3.4. La ciudadanía, objeto de la educación cívica.
3.5. Educación cívica y democracia.
3.6. Sociedad y cultura cívica.
3.7. Hacia una cultura de la participación cívica.

4. LOS DERECHOS HUMANOS.


4.1. Los derechos humanos.
4.2. El fundamento jurídico de los derechos humanos.
4.3. Derechos humanos y Constitución mexicana.

5. LA ENSEÑANZA DEL CIVISMO.


5.1. Estrategias didácticas que favorecen la enseñanza y el aprendizaje.
5.2. Recursos y materiales didácticos.
TEMA 1.- INTRODUCCIÓN A LA EDUCACIÓN CÍVICA.

Educación Cívica. Capacita a las personas para lograr su participación como ciudadanos
de su país. Busca que desde pequeños, los niños manejen conceptos que les permitan
enfrentar problemas sociales, al aprender a manejar sus emociones y, a través de hábitos,
lograr controlar su manera de proceder ante las situaciones de la vida. También es parte de
la educación cívica, lograr inculcar valores en las personas desde su infancia. La idea es que
desarrollen sentimientos de compasión y sentido de la solidaridad, además de capacidad de
servicio. El objetivo es ayudar al individuo a desarrollar capacidades para buscar soluciones
a los problemas por medio de aprendizaje teórico y práctico.

Es un tipo de educación que permite un conocimiento de la manera de entender y asumir el


papel de cada persona en su calidad de ciudadano de un país, al asumir responsabilidades
y derechos sociales y políticos. La educación cívica también fomenta el respeto por los
valores nacionales y fortalece el conocimiento de los iconos de una nación.

La educación cívica incluye también, la preparación de las personas en conceptos teóricos


de política y derecho. Esto se entiende porque está planteada para ser utilizada en gobiernos
democráticos en donde las personas necesariamente deben participar y aportar. Es por ello
que es mejor contar con ciudadanos conocedores de conceptos políticos y legales para que
en sí mismos sean soluciones ante problemas que surgen en un país y puedan estar listos
para cumplir con sus derechos de sufragio y lo hagan con decisiones fundamentadas.

La educación cívica, prepara a las personas para ser ciudadanos responsables, capaces y
autosuficientes, preparados para tener una participación activa en un gobierno democrático.
Por toda esta importancia, se está buscando con fuerza que en el sistema de educación se
incluya la educación cívica. Te cuento que el nivel de conocimiento sobre el tema de los
estudiantes chilenos y de otros muchos países, está bajo el promedio normal y es un tema
preocupante y por el que se está trabajando.

Según estudios, la educación cívica en la niñez se divide en tres factores importantes:

 Educación de la personalidad
La educación de la personalidad se trata de preparar a los niños a saber enfrentarse a los
problemas que les presente la vida. Se logra proporcionando recursos tales como hábitos y
conocimiento de valores y anti valores, la capacidad de establecer diferencias entre ellos y
lograr aprender los beneficios de los valores y cómo emplearlos en la sociedad.

 Educación de la convivencia

La educación de la convivencia tiene que ver con el comportamiento que tiene el niño con las
demás personas, tanto con su familia, como con sus amigos y compañeros. La idea es lograr
pulir en el niño los sentidos de cooperación, de solidaridad y de protección de sus semejantes.
Se busca también que se aprendan y se lleven a la práctica conceptos como la justicia, el
respeto, y todo lo que tenga relación con los valores éticos.

 Educación de la ciudadanía.

La educación de la ciudadanía tiene como objetivo enseñar al menor las normas que se viven
en una ciudad, familiarizarse con ellas y así desempeñarse mejor en su integración
progresiva a la vida en la ciudad y lo relacionado a ella.

Retos y Desafíos de la Educación Cívica en México.-

El debate actual de ciudadanía se da alrededor de la propuesta de Kymlicka, quien plantea


que para lograr el desarrollo de las democracias modernas es necesario el fortalecimiento de
una ciudadanía multicultural; sin embargo en México, a pesar de las exigencias teóricas, el
ciudadano no está listo para respetar la diferencia cultural, y contrario a este presupuesto
teórico presenta una alta discriminación hacia diversos grupos sociales. Este fenómeno
ocasiona que no se respeten los derechos básicos de las minorías y por tanto que se les
excluya, evitando así el desarrollo de su ciudadanía plena.

Cuando la discriminación está presente en la sociedad tiene, fundamentalmente, dos


consecuencias: en primer lugar, los sujetos que han sido formado en un clima adverso no se
creerán dignos no sólo de exigir derechos que les ayuden a fortalecer su diferencia, sino
tampoco que puede utilizar los derechos ya existentes; en segundo lugar, la sociedad no
ayudará a la generación de más derechos diferenciados y dificultara la garantía y el
fortalecimiento de los derechos que ya están en el marco legal.

Por tanto, la discriminación socava los derechos y limita la generación de otros que les
permitan a los ciudadanos mejorar su calidad de vida. Estas condiciones culturales y legales
llevan a al exclusión social y a la pobreza, por ende, bajo estas condiciones es imposible el
fortalecimiento de un ciudadano pleno que crezca en un ambiente de respeto a la diferencia.

En el caso mexicano se pudo observar hay una gran discriminación hacia las mujeres, adultos
mayores, discapacitados, indígenas y no heterosexuales. El análisis de cada uno de estos
grupos dejó ver que carecen de un reconocimiento a su diferencia, que son vistos con
inferioridad y que la sociedad los relaciona con características negativas, esto ocasiona que
estos sectores tengan una baja autoestima y no se consideren con igualdad de derechos
frente a los demás, se asumen como ciudadanos de segunda y se comportan como tales.
Esta realidad lleva que a que no sólo no usen los pocos o muchos derechos que les otorga
la ley, sino que tampoco sean capaces de exigir más.

Entonces, a partir de lo expuesto en este trabajo podemos señalar que uno de los elementos
que no ayudan al desarrollo de una ciudadanía plena en México es la cultura. Hay una gran
discriminación hacia diversos grupos sociales; dicha construcción cultural es resultado de
una socialización en donde participan la familia, la escuela, los medios de comunicación, el
trabajo, los amigos, las asociaciones; pero además, se está reproduciendo de generación en
generación, sin que los mexicanos seamos conscientes de ello. Mientras esta concepción no
se transforme, la formación de un ciudadano pleno en México es muy difícil; y por las
consecuencias que esto acarrea para la democracia, consideramos que se debe poner en la
agenda pública la formación de una cultura de la no discriminación y del respeto a la
diferencia social.

Valores Cívicos y Éticos.


Al nacer, nuestros hijos no son ni buenos ni malos, desconocen las normas que rigen su
familia o su sociedad. Su conciencia ética se va desarrollando con el paso de los años. Pero
necesitan nuestra ayuda ya que no llevan ningún chip incorporado que les diga si sus actos
son correctos o incorrectos, lo que está bien o lo que está mal.
Por eso es tan importante enseñar los valores cívicos que les permitan desarrollarse y
convivir en una sociedad plural.

Los valores son las normas de conducta y actitudes según las cuales nos comportarnos y
que están de acuerdo con aquello que consideramos correcto. Todos los padres deseamos
que nuestros hijos se comporten de forma educada, pero sin que se conviertan en niños
temerosos o conformistas, ni transformándonos nosotros en padres exigentes y quisquillosos.
Hay algunos valores fundamentales que todas las personas debemos asumir para poder
convivir unos con otros y que son importantes tener siempre presentes y cumplir sin
perjudicar a nadie.
Durante los primeros años nuestros hijos aprenden tanteando el terreno y probando cosas.
A través de pequeños actos, nuestro hijo va percibiendo qué está bien y qué no debe hacer. A
partir de la edad de 3 años, ya saben ver en otros niños lo que hacen mal y lo que hacen
bien: “Miguel es muy guapo porque me da besos” o “David se porta mal porque da patadas”. A
partir de los 5 y 6 años, los niños tienden a mirar a los adultos y ver en ellos el claro ejemplo
de lo correcto: por eso intentan ser como ellos y comportarse como ellos. De esta manera
aprenderán mucho sobre valores.
La adquisición de buenos valores depende, como casi todo en la vida de nuestro hijo, de
sentirse querido y seguro, de desarrollar lazos estables con sus padres y de tener confianza
en sí mismo. Sólo sobre una base de amor y seguridad podrá aprender e interiorizar los
valores éticos correctos. Lo más importante: el ejemplo que dan los padres en su forma de
relacionarse con los demás, de pedir las cosas, de ceder el asiento, de repartir lo que les
gusta, de renunciar a algo, de defender a alguien, etc. Un comportamiento de los padres que
transmite tolerancia, respeto, solidaridad, confianza y sinceridad empapa a los hijos de todos
estos valores y aprenden a actuar respetándolos siempre.
Los valores pueden variar mucho según las culturas, las familias o los individuos. Existen
diferentes tipos de valores:
 Valores familiares: Hacen referencia a aquello que la familia considera que está bien y
lo que está mal. Tienen que ver con los valores personales de los padres, aquellos con
los que educan a sus hijos, y aquellos que los hijos, a medida que crecen, pueden
aportar a su familia. Los valores familiares son los primeros que aprenderá nuestro hijo
y, si sabemos transmitirlos con paciencia, amor y delicadeza, pueden ser una buena
base en la que apoyar, aceptar o rechazar otras experiencias, actitudes y conductas con
los que se irá encontrando a lo largo de su vida.
 Valores socioculturales: Son los valores que imperan en la sociedad en el momento
en que vivimos. Estos valores han ido cambiando a lo largo de la historia y pueden
coincidir o no con los valores familiares. Puede ser que la familia comparta los valores
que se consideran correctos a nivel social o que, al contrario, no los comparta y eduque
a sus hijos según otros valores. En la actualidad, intentamos educar a nuestros hijos en
el respeto, la tolerancia, la renuncia a la violencia, la consideración y la cortesía, pero
vivimos en una sociedad en la que nuestros hijos pronto descubren que también imperan
otros valores muy diferentes como el liderazgo, el egoísmo, la acumulación de dinero,
el ansia de poder, e incluso el racismo y la violencia. Los valores
familiares determinarán, en gran medida, el buen criterio que tenga nuestro hijo para
considerar estos otros valores como aceptables o despreciables, o para saber
adaptarlos a su buen parecer de la mejor manera posible.
 Valores personales: Los valores personales son aquellos que el individuo considera
imprescindibles y sobre los cuales construye su vida y sus relaciones con los
demás. Acostumbran a ser una combinación de valores familiares y valores
socioculturales, además de los que el propio individuo va aportándose a sí mismo según
sus vivencias personales, su encuentro con otras personas o con otras culturas en las
que, aún imperando una escala de valores diferente a la suya, el individuo encuentra
actitudes y conductas que considera valiosas y las incorpora a sus valores más
preciados.
 Valores espirituales: Para muchas personas la religión es un valor de vital importancia
y trascendencia así como su práctica. De la misma manera, la espiritualidad o la vivencia
íntima y privada de algún tipo de creencia es un valor fundamental para la coherencia
de la vida de mucha gente. Los valores espirituales pueden ser sociales, familiares o
personales y no tienen que ver con el tipo de religión sino con el sentimiento que
alimenta esa creencia.
 Valores materiales: Los valores materiales son aquellos que nos permiten nuestra
subsistencia y son importantes en la medida en que son necesarios. En la actualidad,
vivimos un alza a nivel social, de los valores materiales: el dinero, los coches, las
viviendas y lo que a todo esto se asocia como el prestigio, la buena posición económica,
etc.
 Valores éticos y morales: Son aquellos que se consideran indispensables para la
correcta convivencia de los individuos en sociedad. La educación en estos valores
depende, en gran parte, de que se contemplen en aquellos valores que la familia
considera primordiales, es decir, que entre los valores familiares que se transmitan a los
hijos estén estos valores ético-morales imprescindibles:
1. Respeto: tiene que ver con aceptar al prójimo tal como es, con sus virtudes y
defectos, reconociendo sus derechos y necesidades. Decir las cosas
educadamente, sin herir, violentar o insultar a nadie, son muestras de respeto. La
educación en el respeto empieza cuando nos dirigimos a nuestros hijos
correctamente, de la misma manera que esperamos que ellos se dirijan a los
demás.
2. Sinceridad: la sinceridad es el pilar en el que se sustenta la confianza. Para que
nuestros hijos no mientan, no debemos abusar de los castigos: los niños mienten
por miedo al castigo.
3. Renuncia a la violencia: que nuestros hijos no sean violentos depende mucho de
que sus padres no griten, peguen o les falten al respeto.
4. Disposición a ayudar: conseguir que los niños ayuden a los adultos y a sus iguales
se consigue fácilmente: sólo debemos aceptar desde el principio sus ganas de
ayudar, encomendarles pequeñas tareas y adaptarlas siempre a su edad y sus
posibilidades.
5. Cortesía: tiene que ver con el respeto, la consideración y los modales. No tiene
que ver con no poder hacer algunas cosas porque no es de buena educación, sino
en hacerlas diciendo “por favor”, “gracias” y “¿puedo?”.
6. Consideración: tiene que ver con saber renunciar a los propios intereses en
beneficio de los de los demás. Si los niños ven que sus necesidades se toman en
serio, les será más fácil respetar las de las otras personas.
7. Tolerancia: tiene que ver con la aceptación y el respeto hacia la gente que es
diferente, a lo que nos resulta extraño, desconocido o poco habitual.
8. Responsabilidad: tiene que ver con la confianza que tenemos en que nuestros
hijos sabrán asumir algunas tareas y las cumplirán. Tiene que ver con la conciencia
de que los actos o el incumplimiento de los mismos tiene consecuencias para otras
personas o para nuestro propio hijo.
La responsabilidad que tenemos los padres en la transmisión de estos valores a nuestros
hijos es crucial. Los valores no se transmiten vía genética, por eso es tan importante tenerlos
en cuenta en la educación. Pero debemos saber que los valores no se enseñan
independientemente del resto de cosas, ni a través de grandes explicaciones o dando una
lista con aquello que consideramos correcto y lo que no, esperando que nuestros hijos la
memoricen. Los valores se transmiten a través del ejemplo práctico, a través de la
cotidianidad, de nuestro comportamiento en el día a día, en aquello que los hijos observar
hacer a sus padres.
TEMA 2.- LA EDUCACIÓN CÍVICA.
Concepción Política de la Educación Cívica.

En los últimos años se ha hecho presente una reiterada convocatoria al compromiso de la


educación con la preparación para la ciudadanía. Así, se ha producido una importante
elaboración de programas dirigidos a estimular acciones en este campo del aprendizaje de
los derechos y responsabilidades en la vida social y cívica: el Consejo de Europa, con su
proyecto sobre Educación para la Ciudadanía Democrática, emprendió en 1997 una tarea de
definición de conceptos y normas; poco más tarde, en 1999, el Comité de Ministros europeo
aprobaba la Declaración y Programa sobre Educación para la Ciudadanía Democrática,
fundada sobre los derechos y responsabilidades del ciudadano.

Hoy en día se reconoce ampliamente el valor de lo comunitario, se afirma el sentido de


pertenencia, se aboga por una real o deseada homogeneidad nacional, se promueve –otras
veces– el carácter del grupo identitario. Pero, de igual forma se aprecia que, en paralelo con
todo ello, se extiende de manera considerable el individualismo, se produce un repliegue a la
privacidad y lo doméstico junto con un alejamiento de la sociabilidad comunitaria en pos de
una cierta búsqueda del anonimato y la impersonalidad. Así, se observa con facilidad que
avanza entre nosotros una particular cultura individualista o del yo, que repercute generando
tanto una grave atomización social, como una carencia de referentes sociales, o una
peligrosa despolitización; esta última concebida y practicada como una creciente
desvinculación en cuanto a proyectos y pertenencias respecto a lo público y colectivo. Frente
a todo ello, aparece la necesidad de promover, en cambio, el interés responsable por el
espacio común y la vocación de presencia en la vida comunitaria. Esa es otra fuerza
generadora y constructiva de madurez cívica y política.

También es cierto que en este, nuestro tiempo, se elogian el logro y la importancia de contar
con ciudadanos bien informados; no obstante, nos encontramos en una sociedad de
sobreabundante información, aunque la misma es, en gran parte, objeto de manipulación o
sesgo. Esa facilidad de estar informado se traduce demasiadas veces en una especial
codificación y transmisión que provoca parcialidad o subjetividad, algo que conlleva la
uniformización de ideas y conductas anticipadamente construidas. Vivimos, igualmente, en
una realidad en la que la expansión de los conocimientos se corresponde con una galopante
reducción de la interpretación, con el fin, el estrechamiento o el olvido de las ideologías, con
la impactante crisis de los valores. Se asienta, en fin, la primacía de una cultura descriptiva
frente a una cultura valorativa; esta última, claro, es la que debería y podría contar con buenos
apoyos desde el quehacer educativo.

Por último, es preciso recordar la presencia de un inquietante descontento o desencanto en


amplios sectores de la población, producto de una situación producida en gran parte, por la
debilitación del sentido normativo de la democracia y el primado de una concepción
instrumentalista de la misma. Es este un hecho que se manifiesta de forma muy diversa, pero
siempre grave: en una importante reducción de la democracia al mero despliegue de
procedimientos dirigidos a resolver la pluralidad de los intereses que concurren en el espacio
de lo público; en su desesperanzadora reducción al simple ejercicio de actos de aceptación
o rechazo de nuestros gobernantes y –en todo caso– en un desmotivante y progresivo
desvanecimiento de diferencias ideológicas y de programas, en función de propósitos y
estrategias simplemente electorales.

Otra muestra la podemos constatar en la emergente y enfrentada sociedad argentina del xix.
Allí, dos nombres pueden ilustrar la centralidad que la dimensión cívica adquiere en el
pensamiento político-educativo: en primer lugar, el entendimiento por Esteban Echeverría de
que la democracia y la libertad, más allá de la simple independencia, o de aparentes
transformaciones, serían producto de la educación del pueblo y de la preparación que este
obtuviera para la nueva vida social, para la democracia, para poder gobernarse a sí mismo;
al pueblo hay que hacerle comprender y apreciar «los derechos y obligaciones de su nuevo
rango social». Por otra parte, el deseo de Domingo Faustino Sarmiento de extender la
educación se basaba en su creencia de que ella ha de ser apoyo y motor de la paz, la libertad
y las buenas costumbres cívicas. La educación popular es una educación cívica que asocia
su doble preocupación de pedagogo y político: formar ciudadanos con «íntima conciencia de
sus derechos» es uno de sus objetivos más importantes de cara a construir realmente la
nueva nación, lejos del caudillismo despótico que denuncia en el Facundo. En un discurso
dirigido al Congreso Nacional en el año 1870, Sarmiento calificaba como empresa gloriosa la
de educar a todos para acceder a la participación en las ventajas sociales y el gobierno de
todos para todos: no hay república sin esta condición, exclamará, y la palabra «democracia»
–añade– «es una burla donde el gobierno que en ella se funda pospone o descuida formar al
ciudadano moral e inteligente».

Y desde el punto de vista de la práctica educativa, desde los mismos albores de nuestra
modernidad pedagógica, Dewey apuntaba otra idea clave al sostener la importante función
social de la educación y la imprescindible presencia de un fuerte espíritu social en la
organización, los contenidos y los métodos escolares. Habla de la escuela como comunidad
de vida, como «una oportunidad para una atmósfera social», como «un grupo social en
miniatura», o «un medio auténticamente social». Son afirmaciones hechas en su influyente
obra Democracia y Educación, pero que ya había adelantado de alguna manera en La
escuela y la sociedad, donde reconocía que la debilidad de la escuela del momento consistía
en el hecho de que se proponía formar a los futuros miembros del orden social en un ambiente
en el que, sin embargo, faltaban las condiciones del espíritu social. Y un primer punto que
parece ahora oportuno señalar es su argumentación respecto a que una sociedad
democrática está más interesada que otras en una educación deliberada y sistemática,
fundamentalmente –dice– porque la democracia no es solo una forma de gobierno sino un
modo de vivir que ofrece a todos más diversidad de estímulos y exige mayor capacidad para
la iniciativa y la adaptabilidad.

Ya más cerca de nuestro tiempo Paulo Freire anima su movimiento de educación popular
desde planteamientos crítico-emancipadores, y subraya así un conocido compromiso
pedagógico con la realidad histórica, en el que lo educativo tiene un referente ideológico,
político y cívico esencial: la participación popular consciente y crítica en las decisiones y la
conquista de la democracia. Su pensamiento y su obra difunden la idea de que hay que
preparar para la libertad a la clase oprimida, y que hay que hacerlo politizándola,
concienciándola críticamente de la realidad y creando disposiciones democráticas; porque
Freire entiende que la criticidad es la nota fundamental de la mentalidad democrática. Por
todo ello la educación para la libertad que propugna es sustancialmente una pedagogía
política, y, por lo tanto, la realidad comunitaria y el nuevo proyecto cívico revolucionario es
algo fundamental en sus propósitos (Freire, P., 1973; 1975). La educación queda definida
como una fuerza de transformación social, y, por consiguiente, vinculada con la política y la
ciudadanía.
Y todavía debemos hacer una breve y ejemplificadora referencia a ciertos hitos de la
consideración política sobre el sentido y pertinencia de la educación cívica. En diciembre de
1979 la UNESCO realizó en México una conferencia1 en la que los ministros de Educación
y de Planificación Económica de los Estados miembros de América Latina aprobaban un
documento que contenía afirmaciones como estas:

Que la educación es un instrumento fundamental en la liberación de las mejores


potencialidades del ser humano, para alcanzar una sociedad más justa y equilibrada, y que
la independencia política y económica no puede realizarse cabalmente sin una población
educada que comprenda su realidad y asuma su destino.

Que es de urgente necesidad intensificar la acción educativa como condición necesaria para
lograr un auténtico desarrollo y orientar los sistemas educativos conforme a los imperativos
de la justicia social, de manera que contribuyan a fortalecer la conciencia, la participación, la
solidaridad y la capacidad de organización, principalmente entre los grupos menos
favorecidos.

Que en la educación deben tener primacía la transmisión de los valores éticos, la dignidad
de la vida humana y la formación del individuo en un mundo cada vez más conflictivo y
violento frente al cual esos valores deben ser reconocidos y respetados (Blat Gimeno, J.,
1981).

Democratización de la sociedad, democracia en el sistema escolar, participación, derechos


humanos, desarrollo, son nombres y objetivos ligados a lo que ha de ser un esfuerzo
inexcusable por formar para la construcción de una cultura cívica democrática y para una
adecuada colaboración de la escuela y otras agencias sociales a tan radical fin.

Formar un ciudadano activo y responsable, capaz de contribuir al desarrollo y bienestar


social, ha sido –como vemos– elemento fundamental de las finalidades y propuestas
elaboradas; y junto a ese propósito se ha venido insistiendo en la necesidad de contribuir al
desarrollo de la auténtica y productiva participación democrática, facilitando la cohesión
social, el entendimiento intercultural y el respeto de la diversidad y los derechos humanos.
Educar, en definitiva, para sostener algo, tan irrenunciable en las sociedades
iberoamericanas, como es la posibilidad de cooperar en la urgente, relevante y sustancial
tarea de extender, vitalizar y profundizar la vida democrática; algo que es tanto como
consolidar la autonomía personal, la libertad y la justicia... vinculadas siempre a
irrenunciables referencias ideológicas. En esa línea, y desde una perspectiva
fundamentalmente político-pedagógica, tal vez sea bueno anotar ahora algunos puntos que
resultan razones básicas para exigir el significado político de la educación cívica: el
protagonismo plural, la colaboración social constructiva, la responsabilidad del compromiso
activo. En definitiva, el valor de la vida política de la comunidad.

En esa dirección, consideramos que el trabajo educativo debería cooperar en algunos


propósitos:

 Conseguir que la vida política no sea un simple desempeño práctico y rutinario, sino
que signifique la auténtica posibilidad de apreciar, asumir y argumentar las
convicciones de la persona como sujeto político.
 Hacer posible que la profundización en la sociedad democrática descanse en la
formación de una más rica cultura de los valores democráticos, y asegurar el
fundamento de una sólida cultura política.
 Promover el adecuado y firme desarrollo de competencias para una cultura de activo
ejercicio cívico (Mayordomo, 1998, 2002).

Nos posicionamos, pues, en un enfoque que demanda el significado y dimensión política de


una educación cívica, interesada –como se ha escrito– en la creación de una paideia política
que forme políticamente a los ciudadanos (Colom y Rincón, 2007).

La escuela, de esa manera, se presenta también como escenario y experiencia


estimuladora de una acción asociativa y participativa dirigida a preparar la capacidad
de atención a los intereses colectivos; algo en lo que, según mostró Robert Putnam
(1993), es factor y condición clave la existencia y práctica de una rica red organizativa
y de un denso tejido participativo. Esa práctica en las instituciones educativas es
interesante como promoción de capital social y de confianza en las relaciones
cooperativas.
En la actualidad, y por esas razones, se exige hacer efectivo un concepto de
educación para la ciudadanía que, como recoge el ya citado documento de Eurydice,
no se despliega únicamente a través del currículo formal sino como un integrante que
impregna toda la vida diaria, el clima, la cultura de las instituciones escolares; y tal
actuación permite formar «en» y «desde» una posibilidad de experimentar de manera
directa el significado de una acción cívica responsable. Es un trabajo que, por lo tanto,
comprende varios asuntos: la organización del centro; la implicación participativa de
los alumnos y los padres; la propia conexión de los centros con la sociedad y su
participación en la comunidad local. Por otra parte, en aquel mismo documento se
manifiesta que todos los países europeos analizados apoyan la idea de una «escuela
democrática»: gestión y toma de decisiones participativa, y predominio de métodos
de enseñanza democráticos.

Para todo ello, consideramos que la formación en este campo debe contemplar el fomento
de ciertas capacidades básicas que engloban finalidades procedimentales, desarrollo de
destrezas sociales, promoción de actitudes y conocimiento:

A. Valorar los principios democráticos de libertad, justicia, solidaridad, igualdad, pluralismo;


los derechos humanos; el sentido de pertenencia a una comunidad política; las normas de
convivencia; la participación y responsabilidad; el interés general o público.
B. Conocer las teorías éticas que sustentan los derechos y libertades democráticas
fundamentales; las articulaciones o correspondencias que deben producirse entre las
cuestiones éticas, el poder y el derecho; las causas y manifestaciones de los problemas
socio-políticos de la actualidad; las instituciones y procedimientos básicos del sistema
democrático; el funcionamiento de la Administración y los servicios públicos.
C. Identificar y tomar conciencia de situaciones reales de vacíos e incumplimientos en el
desarrollo legislativo garante de derechos y libertades; insuficiencias y disfunciones en los
mecanismos democráticos; concurrencia de conflictos sociales, políticos, ideológicos, etc.;
desigualdad social, exclusión y discriminación; manipulación informativa.
D. Desarrollar actitudes y competencias para la argumentación y la crítica reflexiva;
capacidad de aplicación del juicio moral desarrollado sobre cuestiones sociales; capacidad
de juicio político y social; actitudes y competencias de diálogo y participación; estímulos y
habilidades para el ejercicio cívico; sensibilidad y reconocimiento de la diversidad; técnicas
de comportamiento útiles para las relaciones de convivencia y cooperación.
TEMA 3.- LA NUEVA CIUDADANÍA.

Una de las finalidades de la OEI es contribuir a una educación para la ciudadanía de todas
las personas que participan en algún proceso de enseñanza. No se trata solo de que los
alumnos reciban clases teóricas sobre educación cívica, sino también que vivan en
ambientes escolares plurales, participativos y equitativos, y que encuentren una oferta
educativa capaz de prepararlos para el ejercicio futuro de sus derechos y deberes
ciudadanos. La educación artística y el ejercicio del deporte pueden convertirse, asimismo,
en estrategias idóneas para el conocimiento de los otros, el respeto a las diferencias y el
disfrute compartido.

Una estrategia programática de tal naturaleza no puede resultar ajena a la necesidad de


mejorar el ambiente de los centros educativos, de fomentar la participación social en el
ámbito escolar y de propiciar un clima óptimo para un mejor aprendizaje. De este modo,
deberán promoverse innovaciones orientadas a favorecer el desarrollo de los niños y niñas
como sujetos de derechos y de deberes, como personas defensoras de las instituciones
democráticas y de la igualdad de género, como consumidores inteligentes, como agentes
de salud y de respeto al medio ambiente, como interlocutores de la comunicación social y
como miembros solidarios y participativos en una sociedad plural.

En última instancia, el objetivo que se pretende es preparar a todos los alumnos para que
puedan integrarse de forma activa en la sociedad, ampliar sus conocimientos, adaptarse a
los cambios sociales y laborales y disponer de la palabra y de la acción con las que ejercitar
sus derechos como personas libres. Desde esta perspectiva, toda la enseñanza ha de
orientarse a la formación de ciudadanos competentes, libres, responsables y solidarios.

Pocos temas han ocupado espacios centrales de la agenda nacional como los estragos de
la corrupción y la delincuencia organizada, que parecen contaminar el presente y el futuro de
nuestra vida como sociedad. Por disímiles que puedan ser, estas malas hiedras tienen una
raíz común: la ausencia de cultura cívica y la incapacidad de asumir que, en tanto
ciudadanos, tenemos derechos pero también obligaciones.
En ambos casos, igual en las altas esferas del poder que en la vida del ciudadano, existe la
amenaza de que estos males tomen carta de naturalización, que se vuelvan parte del paisaje
moral y ético de gobernantes y gobernados.

En el contexto social, político y económico de nuestro país, se vivió un clima de incertidumbre


por las próximas pasadas elecciones federales, estatales y municipales, que nos llevó a la
reflexión sobre la educación, el civismo, la democracia y la juventud, de tal suerte que sigue
siendo prudente hacer una reflexión sobre educación, civismo, democracia y juventud. El
presente artículo invita a una reflexión sobre el desarrollo moral y su relación con la
educación cívica de nuestros jóvenes, teniendo como marco de referencia la teoría
propuesta por Lawrence Kohlberg y el valor de la democracia. Asimismo se perfilan algunas
líneas de acción para favorecer el desarrollo cognoscitivo de niños y jóvenes base para el
desarrollo moral desde la perspectiva de las teorías estructuralistas de Jean Piaget y
Kohlberg.
Desarrollo moral: concepto clave en la teoría de Kohlberg que apunta sobre la formación de
juicio moral como un proceso cognitivo que nos permite reflexionar sobre nuestros propios
valores y ordenarlos en una jerarquía lógica.

Desarrollo cognoscitivo: estadios globales que permiten al ser humano la construcción del
conocimiento desde la infancia y la adolescencia, abordado particularmente por la disciplina
fundada por Jean Piaget.

Educación cívica: formación del ser humano dirigida a las relaciones sociales y la búsqueda
de espacios para la convivencia social.

Jóvenes: estadio del ser humano que se caracteriza por el inicio de la adultez y por el logro
de la autonomía.

Democracia: en sensu lato (sentido amplio), es una forma de convivencia social, cuyos
miembros son libres e iguales, y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a
mecanismos contractuales.
En el contexto social, político y económico de nuestro país, se vivió un clima de incertidumbre
por las próximas pasadas elecciones federales, estatales y municipales, que nos llevó por
decisión a la reflexión sobre la educación, el civismo, la democracia y la juventud.

Casi todos los ciudadanos de este país, o al menos parto del supuesto, conocemos o sufrimos
de manera directa o indirecta los graves problemas políticos, económicos y sociales que
aquejan a nuestra nación. Las personas viven cansadas de la violencia, de la inseguridad,
de la desigualdad, de la superficialidad de los medios masivos de comunicación, etc. Sin
embargo, como causa raíz de estos problemas existen otras dificultades de naturaleza
distinta que se tienen que afrontar para cambiar nuestra situación.

Comprometidos con el proceso educativo del país, propongo hacer una breve reflexión sobre
las ausencias que observo en la formación del carácter cívico de nuestros jóvenes y que da
como resultado una pobre participación ciudadana y democrática; se respaldará dicha
observación con una brevísima revisión sobre algunos principios básicos de la teoría de
Lawrence Kohlberg.

En la Teoría del Desarrollo Moral, su autor, el psicólogo y filósofo estadounidense, Lawrence


Kohlberg (1927-1987), fundamenta tres grandes niveles en el desarrollo moral de una
persona: preconvencional, convencional y postconvencional; cada uno contiene, a la vez, dos
estadios o etapas. En total son seis estadios de madurez creciente y con razonamientos
morales diferentes. El desarrollo moral se produce siempre pasando progresivamente por los
diferentes estadios, sin ningún tipo de salto evolutivo y vincula el desarrollo moral con el
desarrollo psicológico de la persona, uno requiere del otro; sin desarrollo psicológico no hay
desarrollo moral.

Para Kohlberg el desarrollo moral depende de estímulos entre los cuales destacan los
estímulos cognitivos puros, considerados como base necesaria para el desarrollo moral. La
ausencia de los estímulos cognoscitivos necesarios para desarrollar el razonamiento lógico-
formal puede ser importante para explicar los topes de nivel moral (Palomo).

Lo anterior nos lleva a una conexión con la Teoría del Desarrollo Cognoscitivo, propuesta por
Jean Piaget respecto a los estadios del desarrollo. En el primero, encontramos la etapa de
pensamiento sensorio-motora (desde el nacimiento hasta los dos años). En el último, el
desarrollo de las operaciones formales necesarias para la formación de los conceptos
morales.

En los años 90, la UNAM realizó un estudio sobre la situación de los adolescentes en nuestro
país, en relación al desarrollo cognoscitivo desde la perspectiva teórica de Piaget, cuyos
resultados revelaron que la mayoría no alcanzaba a desarrollar el último estadio
(Operaciones Formales). A continuación, se cita textualmente:

En el nivel de la enseñanza media superior y aun en la superior, las operaciones del


pensamiento formal deberían ser imprescindibles. La realidad, sin embargo, entrega datos
negativos (…) Investigaciones realizadas tanto en países desarrollados como en los que
están en vías de desarrollo demuestran que la mayoría de los estudiantes (…) no manifiestan
de manera sistemática esquemas de pensamiento formal. En el caso de Latinoamérica esto
ha sido demostrado (…) también para el caso de México (Rigo Lemir, 1983; Díaz Barriga
1984: Lule, 1986 y Rodríguez López, entre otros, citado por Uribe Ortega, CISE, UNAM,
1993)

Con el respaldo de la teoría antes expresada, se reitera que la formación cívica en nuestro
país se ha organizado a partir de enfoques que promueven la “asimilación de patrones
conductuales” y de modelos externos y no sobre la base de una comprensión social y
desarrollados como resultado de una interacción personal.

Esto implica que la adolescencia, debido a la ausencia de un desarrollo pleno de las


operaciones formales, conlleva una carencia del desarrollo moral desde el enfoque propuesto
por Lawerence Kohlberg. Y es que, justamente, la interacción se da a partir de patrones
asimilados y no como resultado de una fuerte interacción personal.

La educación cívica, como parte del desarrollo moral del ser humano, es un tipo de formación
vinculada al desarrollo de las habilidades sociales, la que permite a su vez, fortalecer los
espacios de convivencia social. Asimismo, encontramos dentro de ésta, la enseñanza de las
reglas de ordenamiento a través del desarrollo de comportamientos y conocimientos que le
facilitan al ser humano interpretar y evaluar información política y desarrollar un análisis crítico
de la democracia y del papel de los ciudadanos en la vida de un país.
En el nuestro, la educación cívica ha ocupado un papel importante dentro de los programas
educativos, fundamentalmente en la educación básica. Sin embargo, desde mi perspectiva,
los esfuerzos se han orientado casi con exclusividad a la “asimilación de valores o normas”
lo que “supondría una internalización” por parte de los niños (en términos de la postura de
algunos autores como Hartshorne y May, Bandura y Brown), de estas normas a lo largo de
su desarrollo. Así nos lo expresa Palomo González en la Teoría y Práctica del Desarrollo
Moral en la Escuela.

La educación cívica en México está obligada a dirigir su mirada bajo la perspectiva de las
teorías estructuralistas sobre el desarrollo moral, centrada en marcos interpretativos del
sujeto que forman sistemas de pensamiento unificados y globales, ya que a través de estos
marcos interpretativos el niño percibe las situaciones sociales y organiza los juicios sobre lo
que debe o no debe hacer. No se rige por las reglas a través de modelos externos -propio de
la teoría del aprendizaje social-, sino por esquemas de comprensión social desarrollados en
la interacción personal (Palomo).

Lo anterior nos compromete a una reformulación de los programas educativos o, dicho de


otra manera, a reconsiderar el enfoque del desarrollo moral de nuestros estudiantes, desde
los primeros años de escolarización hasta la educación media superior.

Por otra parte, en este esfuerzo por la formación moral de nuestros niños y jóvenes, no se
pretende que la escuela sea el único espacio de responsabilidad en dicha formación, ya que
los padres están incluidos intrínsecamente en el marco de responsabilidad en la educación
de sus hijos.

En el tercer nivel, el postconvencional, que explicó Lawrence Kohlberg en su tesis doctoral


sobre el desarrollo moral, se integra el estadio de derechos prioritarios y contrato social con
el de principios éticos universales. En tal estadio, el valor de la democracia encuentra total
sentido como una forma de organización de grupos de personas cuya característica
predominante es que la titularidad del poder reside en la totalidad de sus miembros,
ejerciendo la toma de decisiones en representación de la voluntad colectiva de los miembros
del grupo.
En sensu strictu (sentido estricto), democracia es una forma de organización del Estado, en
la que las decisiones colectivas son adoptadas por el pueblo mediante mecanismos de
participación directa o indirecta que le confieren legitimidad a los representantes.

En sensu lato (sentido amplio), democracia es una forma de convivencia social,


cuyos miembros son libres e iguales, y las relaciones sociales se establecen de acuerdo a
mecanismos contractuales.

Luego entonces, las generaciones de jóvenes y niños están muy alejadas de estos ideales
ya que no han podido desarrollar los llamados estímulos cognitivos puros considerados como
base necesaria para el desarrollo moral.

Entonces, parece pertinente hacer una relación causal entre las deficiencias que muestra
nuestra educación cívica y el desarrollo moral con la realidad citada por Hurtado en México
sin sentido (2011), en donde plantea que los tres problemas que nos agobian son el
estancamiento económico, la violencia criminal y el fracaso de la democracia. Subraya que
en México “hemos perdido el sentido de nuestra existencia colectiva”, y que debemos
“impulsar la transición de la democracia electoral a la democracia ciudadana desde la
democracia misma”, mediante un cambio en nuestra forma de vida con una reforma moral.
La sociedad mexicana está desintegrada, desorientada y desalentada. Hay un vacío de
ideas, de valores, de proyectos, de aspiraciones. En los días más grises todo parece
simulacro y tramoya. El sentimiento es de fracaso y la actitud de renuncia. No hay incentivo
para actuar, sobre todo para actuar de manera organizada. Esto se debe, entre otras causas,
a que el tejido social está desgarrado por la frustración y la violencia. La gente sospecha del
vecino, se recluye en círculos pequeños o, en el peor de los casos, dentro de sí misma.
Por lo anteriormente expuesto, no es de extrañar que se hagan afirmaciones tales como: No
hay moral, no hay valores, la juventud no presenta valores, etc. Lo que ha fallado en el intento
es que los esfuerzos han estado equivocadamente orientados.

Es necesario realizar transformaciones en los modelos didácticos que padres y maestros


siguen en la formación de los niños y jóvenes, hago énfasis en que me refiero a modelos
didácticos y no únicamente a modelos pedagógicos.
Asimismo se hace necesario el trabajo a fondo sobre el desarrollo cognoscitivo de nuestros
hijos, de nuestros estudiantes; las asignaturas pendientes en nuestras casas y escuelas son
la promoción del desarrollo de habilidades cognoscitivas y el desarrollo moral desde la
perspectiva de las teorías estructuralistas de Piaget y Kohlberg.

La educación formal debe ponerse al servicio de la transformación, como práctica de la


libertad y no para la reproducción de la desigualdad. Educación para la formación de un
pensamiento complejo al servicio de la formación de pensamientos formales y de
metacognición.

Sumado a lo anterior, si los padres utilizan unas técnicas coherentes de disciplina que
impliquen razonamiento y explicaciones o discusiones que tengan en cuenta las opiniones
de los demás, el juicio moral será maduro y la conducta moral más autocontrolada.

Un país que promueve la democracia como estado-gobierno, requiere el fomento del


desarrollo moral y prácticas de socialización e interacción desde edades tempranas.

Los valores, la moral, el liderazgo y la democracia hay que vivirlos y enseñarlos a través del
ejemplo de padres y educadores, respaldados por marcos de referencias fuertemente
interpretados.
TEMA 4.- DERECHOS HUMANOS.

Declaración Universal de Derechos Humanos

Adoptada y proclamada por la Asamblea General en su resolución 217 A (III), de 10 de


diciembre de 1948

Preámbulo

Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el


reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos
los miembros de la familia humana, considerando que el desconocimiento y el menosprecio
de los derechos humanos han originado actos de barbarie ultrajantes para la conciencia de
la humanidad; y que se ha proclamado, como la aspiración más elevada del hombre, el
advenimiento de un mundo en que los seres humanos, liberados del temor y de la miseria,
disfruten de la libertad de palabra y de la libertad de creencias, considerando esencial que
los derechos humanos sean protegidos por un régimen de Derecho, a fin de que el hombre
no se vea compelido al supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión,
considerando también esencial promover el desarrollo de relaciones amistosas entre las
naciones, considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en la Carta
su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el valor de la persona
humana y en la igualdad de derechos de hombres y mujeres; y se han declarado resueltos a
promover el progreso social y a elevar el nivel de vida dentro de un concepto más amplio de
la libertad, considerando que los Estados Miembros se han comprometido a asegurar, en
cooperación con la Organización de las Naciones Unidas, el respeto universal y efectivo a
los derechos y libertades fundamentales del hombre, y considerando que una concepción
común de estos derechos y libertades es de la mayor importancia para el pleno cumplimiento
de dicho compromiso.
La Asamblea General

Proclama la presente Declaración Universal de Derechos Humanos como ideal común por el
que todos los pueblos y naciones deben esforzarse, a fin de que tanto los individuos como
las instituciones, inspirándose constantemente en ella, promuevan, mediante la enseñanza y
la educación, el respeto a estos derechos y libertades, y aseguren, por medidas progresivas
de carácter nacional e internacional, su reconocimiento y aplicación universales y efectivos,
tanto entre los pueblos de los Estados Miembros como entre los de los territorios colocados
bajo su jurisdicción.

Artículo 1

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.

Artículo 2

Toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en esta Declaración, sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen
nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición.

Además, no se hará distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional


del país o territorio de cuya jurisdicción dependa una persona, tanto si se trata de un país
independiente, como de un territorio bajo administración fiduciaria, no autónomo o sometido
a cualquier otra limitación de soberanía.

Artículo 3

Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona.


Artículo 4

Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre; la esclavitud y la trata de esclavos están


prohibidas en todas sus formas.

Artículo 5

Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes.

Artículo 6

Todo ser humano tiene derecho, en todas partes, al reconocimiento de su personalidad


jurídica.

Artículo 7

Todos son iguales ante la ley y tienen, sin distinción, derecho a igual protección de la ley.
Todos tienen derecho a igual protección contra toda discriminación que infrinja esta
Declaración y contra toda provocación a tal discriminación.

Artículo 8

Toda persona tiene derecho a un recurso efectivo, ante los tribunales nacionales
competentes, que la ampare contra actos que violen sus derechos fundamentales
reconocidos por la constitución o por la ley.

Artículo 9

Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni desterrado.

Artículo 10

Toda persona tiene derecho, en condiciones de plena igualdad, a ser oída públicamente y
con justicia por un tribunal independiente e imparcial, para la
determinación de sus derechos y obligaciones o para el examen de cualquier acusación
contra ella en materia penal.

Artículo 11

1. Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se pruebe su culpabilidad, conforme a la ley y en juicio público en el que se le hayan
asegurado todas las garantías necesarias para su defensa.
2. Nadie será condenado por actos u omisiones que en el momento de cometerse no fueron
delictivos según el Derecho nacional o internacional. Tampoco se impondrá pena más grave
que la aplicable en el momento de la comisión del delito.

Artículo 12

Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su


correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a
la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.

Artículo 13

1. Toda persona tiene derecho a circular libremente y a elegir su residencia en el territorio de


un Estado.
2. Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso el propio, y a regresar a su
país.

Artículo 14

1. En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo, y a disfrutar de él, en
cualquier país.
2. Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por
delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 15

1. Toda persona tiene derecho a una nacionalidad.


2. A nadie se privará arbitrariamente de su nacionalidad ni del derecho a cambiar de
nacionalidad.

Artículo 16

1. Los hombres y las mujeres, a partir de la edad núbil, tienen derecho, sin restricción alguna
por motivos de raza, nacionalidad o religión, a casarse y fundar una familia; y disfrutarán de
iguales derechos en cuanto al matrimonio, durante el matrimonio y en caso de disolución del
matrimonio.
2. Sólo mediante libre y pleno consentimiento de los futuros esposos podrá contraerse el
matrimonio.
3. La familia es el elemento natural y fundamental de la sociedad y tiene derecho a la
protección de la sociedad y del Estado.

Artículo 17

1. Toda persona tiene derecho a la propiedad, individual y colectivamente.


2. Nadie será privado arbitrariamente de su propiedad.

Artículo 18

Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este


derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de
manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en
privado, por la enseñanza, la práctica, el culto y la observancia.
Artículo 19

Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el
no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y
opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.

Artículo 20

1. Toda persona tiene derecho a la libertad de reunión y de asociación pacíficas.


2. Nadie podrá ser obligado a pertenecer a una asociación.

Artículo 21

1. Toda persona tiene derecho a participar en el gobierno de su país, directamente o por


medio de representantes libremente escogidos.
2. Toda persona tiene el derecho de acceso, en condiciones de igualdad, a las funciones
públicas de su país.
3. La voluntad del pueblo es la base de la autoridad del poder público; esta voluntad se
expresará mediante elecciones auténticas que habrán de celebrarse periódicamente, por
sufragio universal e igual y por voto secreto u otro procedimiento equivalente que garantice
la libertad del voto.

Artículo 22

Toda persona, como miembro de la sociedad, tiene derecho a la seguridad social, y a obtener,
mediante el esfuerzo nacional y la cooperación internacional, habida cuenta de la
organización y los recursos de cada Estado, la satisfacción de los derechos económicos,
sociales y culturales, indispensables a su dignidad y al libre desarrollo de su personalidad.
Artículo 23

1. Toda persona tiene derecho al trabajo, a la libre elección de su trabajo, a condiciones


equitativas y satisfactorias de trabajo y a la protección contra el desempleo.
2. Toda persona tiene derecho, sin discriminación alguna, a igual salario por trabajo igual.
3. Toda persona que trabaja tiene derecho a una remuneración equitativa y satisfactoria, que
le asegure, así como a su familia, una existencia conforme a la dignidad humana y que será
completada, en caso necesario, por cualesquiera otros medios de protección social.
4. Toda persona tiene derecho a fundar sindicatos y a sindicarse para la defensa de sus
intereses.

Artículo 24

Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación
razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

Artículo 25

1. Toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, así como a su
familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentación, el vestido, la vivienda, la
asistencia médica y los servicios sociales necesarios; tiene asimismo derecho a los seguros
en caso de desempleo, enfermedad, invalidez, viudez, vejez y otros casos de pérdida de sus
medios de subsistencia por circunstancias independientes de su voluntad.
2. La maternidad y la infancia tienen derecho a cuidados y asistencia especiales. Todos los
niños, nacidos de matrimonio o fuera de matrimonio, tienen derecho a igual protección social.
Artículo 26

1. Toda persona tiene derecho a la educación. La educación debe ser gratuita, al menos en
lo concerniente a la instrucción elemental y fundamental. La instrucción elemental será
obligatoria. La instrucción técnica y profesional habrá de ser generalizada; el acceso a los
estudios superiores será igual para todos, en función de los méritos respectivos.
2. La educación tendrá por objeto el pleno desarrollo de la personalidad humana y el
fortalecimiento del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales;
favorecerá la comprensión, la tolerancia y la amistad entre todas las naciones y todos los
grupos étnicos o religiosos; y promoverá el desarrollo de las actividades de las Naciones
Unidas para el mantenimiento de la paz.
3. Los padres tendrán derecho preferente a escoger el tipo de educación que habrá de darse
a sus hijos.

Artículo 27

1. Toda persona tiene derecho a tomar parte libremente en la vida cultural de la comunidad,
a gozar de las artes y a participar en el progreso científico y en los beneficios que de él
resulten.
2. Toda persona tiene derecho a la protección de los intereses morales y materiales que le
correspondan por razón de las producciones científicas, literarias o artísticas de que sea
autora.

Artículo 28

Toda persona tiene derecho a que se establezca un orden social e internacional en el que
los derechos y libertades proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

Artículo 29
1. Toda persona tiene deberes respecto a la comunidad, puesto que sólo en ella puede
desarrollar libre y plenamente su personalidad.
2. En el ejercicio de sus derechos y en el disfrute de sus libertades, toda persona estará
solamente sujeta a las limitaciones establecidas por la ley con el único fin de asegurar el
reconocimiento y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las
justas exigencias de la moral, del orden público y del bienestar general en una sociedad
democrática.
3. Estos derechos y libertades no podrán en ningún caso ser ejercidos en oposición a los
propósitos y principios de las Naciones Unidas.

Artículo 30

Nada en la presente Declaración podrá interpretarse en el sentido de que confiere derecho


alguno al Estado, a un grupo o a una persona, para emprender y desarrollar actividades o
realizar actos tendientes a la supresión de cualquiera de los derechos y libertades
proclamados en esta Declaración.
TEMA 5.- LA ENSEÑANZA DEL CÍVISMO.

La enseñanza del civismo es fundamental en la Educación Básica, no solo por el hecho de


fortalecer la formación integral del individuo, sino, por la imperante necesidad de formar seres
capaces de discernir y organizarse en torno a ideales y valores que coadyuven en ejercicios
ciudadanos democráticos que permeen en la sociedad de forma positiva.
Para ello los docentes han de fungir como ejemplos conductuales que sirvan de modelo para
sus estudiantes.

1. Ayudar al niño a que adquiera la suma de información necesaria a fin de orientar


satisfactoriamente su conducta.
2. Despertarle en el mismo un interés profundo por las diversas manifestaciones de la vida
social y por los empeños, aspiraciones e ideales del grupo.
3. Crearle una conciencia social capaz de gobernar su conducta siempre en sentido
satisfactorio
4. Crearle actitudes cívicas favorables al ejercicio de la buena ciudadanía.
5. Ofrecerle oportunidades numerosas para que su conducta social pueda manifestarse
correctamente.
Resumir en cinco puntos fundamentales donde ha de desempeñarse el ejercicio docente, es
dar la pauta que permita medir avances significativos en las conductas de los alumnos, sin
perder de vista que la sana convivencia escolar y el Desarrollo personal y Social que ha de
desarrollarse en el educando serán la dirección que el maestro ha de sostener en el trabajo
áulico.

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