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2019
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Contenido
Introducción .......................................................................................................................................1
1- Síntesis de los apartados: “El peso escatológico: su contenido” y “La destrucción del peso
escatológico” ......................................................................................................................................2
El peso escatológico: su contenido .................................................................................................2
a. El primer círculo: El Acontecimiento Cristo ......................................................................2
b. El Segundo círculo: El Acontecimiento Bíblico .................................................................2
c. El tercer círculo: El acontecimiento de la humanidad .........................................................3
La destrucción del peso escatológico. ............................................................................................4
2- Síntesis del capítulo: ¿Por qué permanezco en la Iglesia? ..........................................................6
1. Reflexiones preliminares sobre la situación de la Iglesia........................................................6
2. ¿Cuál es la verdadera eficacia de la iglesia? ...........................................................................7
3. ¿Por qué permanezco en la Iglesia? ............................................................................................9
3- Comentario para realidades universitarias. ..............................................................................12
Bibliografía .......................................................................................................................................15
Introducción
El presente trabajo consiste en una síntesis de las últimas 2/5 partes del libro llamado:
¿Por qué soy todavía cristiano? ¿Por qué permanezco en la Iglesia? Específicamente
trabajaré los dos últimos apartados en los que Urs Von Balthasar responde a la primera
pregunta y toda la segunda parte del libro en la que Joseph Ratzinger responde a la segunda.
Este tema me parece importante de analizar en una época en la cuál la Iglesia es cuestionada
en su ser y quehacer. Me propongo en este trabajo, obtener algunos argumentos desde la
eclesiología de estos dos teólogos tan reconocidos, para realizar algún comentario que brinde
razones de nuestra fe (I Pe 3,15), a personas quienes, en ambientes universitarios, se puedan
encontrar con dichas interrogantes.
En la vida limitada de Jesús de Nazaret, se contenían todas las vidas de los mortales,
pasados y venideros: en él, se identificó por primera vez el tiempo primario con el tiempo
futuro de la historia del mundo. En la resurrección de Cristo, el Padre justifica y respalda la
pretensión ambiciosa de Cristo, incluyendo la cruz desde el momento que tenía conciencia
que sus palabras le costarían el rechazo de Israel.
Los Evangelios han sido formados a la luz del acontecimiento pascual, esto no disminuye
su legitimidad (por ser medio humanos y condicionados por el tiempo), cuanto más se
reflexiona de su resurrección, más se confirma su Palabra como única Palabra. La teología
contenida en la pretensión de Jesús ha sido formulada casi totalmente con el lenguaje, el
alfabeto, las imágenes, los símbolos de la antigua Alianza, los cuales, al confrontarse con la
claridad pascual, se ponen en movimiento, encuentran su plenitud, su auténtico sentido, y su
identidad en Jesús resucitado.
El primero en creer en esta promesa fue Abrahán, pues creyó en el Dios que da vida a los
muertos y llama a ser lo que no es. Esta promesa está presente en cada una de las promesas
de Israel. Por esto la fe de Israel a diferencia de otros pueblos, combatió la muerte como una
potencia que había que quebrar.
Jesús puede parecer un teólogo político, pero en realidad estaba animado por una pasión
absoluta, venga tu reino, expresión en la que demuestra el extremo de su entrega: que venga
tu reino a través de la entrega de mi existencia y de todo mi ser. Cristo no se limita a esperar
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pacientemente la acción de Dios, sino que lleva a cumplimiento su propia obra, el sacrificio
total de sí mismo; pues, aunque la resurrección no es obra del mismo que muere, en realidad
es el Dios viviente, Padre, y Espíritu quién lo resucita.
La dificultad del cristiano consiste en el hecho de que, se debe lanzar al igual que Jesús,
a entregar completamente la vida. Esto es una disposición absoluta a la voluntad de Dios.
Puede parecer una utopía, al igual que el judaísmo, pero la diferencia es que el cristianismo
es una utopía real, esperanzada en la resurrección como garantía del porvenir.
Dos cosas no son suficientes: enseñar incluso con ayuda del arte, a superar por sí solos el
sufrimiento, porque queda siempre un gran número de gente que no conoce estos caminos
misteriosos, y, por otra parte, pensar en el poder de Dios, a quién se le reconoce capaz de
preservar la criatura, qué ha sido creada libre, de la culpa y de la condenación que le sigue,
por una intervención de su gracia todopoderosa.
Un Dios así no habría tomado en serio la libertad dada a su criatura, vemos en el relato
del hijo pródigo, que el Padre se juega la posibilidad de que este se pierda. Podríamos pensar
entonces, que también la creación podría perderse, y sólo le quedaría la oportunidad de
acompañarla con bondad, por el mismo camino de la perdición. Por ello dice Balthasar que
falta en esta parábola, la figura del hermano, quién al identificarse con el menor, penetra en
el estado de la perdición: Jesucristo Palabra de Dios, enviado al mundo por el Padre, para
hacerse de nuevo entender por quienes no querían oír hablar más de Dios. O sea, Jesús
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hermano de los más miserables, demuestra más con las obras que con las palabras, que Dios
en cuanto potencia es amor, y que en cuanto amor es omnipotencia.
La libertad del hombre no puede ser una realidad absoluta, en la que pudiera hacer de sí
y de su propia nada, tanto un Dios como un demonio. Tiene el lugar preciso su libertad, en
la que tiene Dios en Jesucristo para ayudar y acompañar al hombre en los caminos de su
perdición
Puede parecer simple humanitarismo, pero es algo mucho más grande, pues él nos ayuda
cuando el humanitarismo no puede más: en la soledad de la muerte, en el abandono de Dios
y en el abismo de la perdición definitiva: es Dios con nosotros.
La ayuda de Jesús no empieza por ser humana para llegar a ser al final eucarística; es
eucarística desde el principio: sobre la cruz, en el abandono de Dios, el cuerpo destrozado y
la sangre derramada están a disposición de los hombres, de ahí que la asistencia cristiana
debe tener en cuenta todas las provisionalidades de esta vida según la justicia social, y superar
los puntos de vista de la utilidad y del éxito para estar cerca en la oscuridad de lo absurdo de
este mundo.
El motivo que mueve el cristiano a ir más allá es la conciencia de que todo lo absurdo y
negativo de la vida humana recibe un sentido en Cristo, porque Dios ha seguido este camino
en Cristo, ha cambiado la soledad de la muerte y del diálogo roto entre Dios y el hombre, así
como la absoluta pasividad del ser abandonado, por el abandonarse en Dios.
Por esto no damos razón a la frase de Nietzsche en la que se veía al cristianismo como
una religión de débiles, qué cambia los valores positivos por negativos, pues es el
cristianismo más bien, la religión de aquellos que incluso tienen por positivo lo que todos los
demás dan por negativo.
superior a él. A pesar de que el mundo presente otras opciones, este peso no puede ser
valorado por ninguna balanza científica. Se requiere una reflexión que asuma toda la
existencia y una fe vigilante.
Aunado a esto, se podría argumentar qué los cristianos deberían aparecer más salvados y
que la iglesia debería ser más conforme a Cristo, que la iglesia no llega a representar de modo
plenamente creíble su propio origen con su peso escatológico. Pero podemos responder que:
la realidad de la iglesia no debe ocultar la de Cristo. Todos sus esfuerzos por imitarlo y
hacerlo presente son una indicación hacia él. Todo esto debe hacerlo a través de una
multiplicidad de carismas que no se pueden hacer coincidir, unos volcados en el presente
trabajan en él y para él, otros mirando el futuro, anuncian el reino escatológico de Dios
presente de modo escondido. Sin los últimos se corre el riesgo de atarse a este mundo, sin los
primeros, los otros se verían tentados a huir de las exigencias de este. Sólo en el prisma de
una comunidad eclesial pueden los cristianos difundir la luz de su origen, pero en este prisma
cada color debe fundirse con los demás, curación de amor que se da al salir de sí mismo cada
carisma para reconocer el valor de los demás, brotar de dones espirituales en la caridad, su
fin y fundamento.
como loco, pero no puedo exigir menos ni hablar a nadie un compromiso total y difícil, si no
quiere renegar de ser lo que es: el camino, la verdad y la vida.
Lo más exigente también es lo más bello. Lo más pesado, el amor, se muestra como una
carga ligera, yugo suave, aquello que hacemos complacidos a pesar de la resistencia.El amor
es la manifestación de la libertad divina revelada en la pretensión, la cruz, y la resurrección
de Jesús. Solamente aquí el ser puede ser amado como amor.
El punto desde el que se irradia toda esa luz es el lugar del encuentro entre Dios y el
mundo, y se llama Jesucristo. No solo motivo inspirador de una doctrina y un conocimiento
universales, sino acontecimiento permanente que revela el amor de Dios y el amor de los
hombres, la concreción de este doble amor, su punto focal en el sentido más pleno del
término. El tú de nuestro amor se desdobla en el tu inalcanzable del Dios trinitario del amor
y en el tú siempre nuevo el más pequeño de mis hermanos.
Alejarse de la Iglesia puede ser hoy tentación no sólo para quienes les es extraña la fe por
medio de esta, sino también a los que extrañan en ella sus épocas pasadas. Quienes
permanecen, pueden tener diversas razones: Porque creen en su misión, porque están por
costumbre, o porque no aceptan su historia, pero esperan transformarla en lo que a su juicio
debe ser.
Dice, sin embargo, que la realidad es distinta, pues existen fieles que realizan
silenciosamente la verdadera misión de la Iglesia. El detalle es que, en una imagen de la
Iglesia, pueden parecer sin sentido o precisamente se pueden encontrar escondidos.
Afirma el papa que para responder a la pregunta se debe analizar el contexto en el que la
palabra hoy entra de lleno en el tema y luego las causas de la situación actual.
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Hemos caído en ver la iglesia desde el punto de vista de la eficacia, intentando descubrir
qué podemos hacer con ella, para responder a los objetivos particulares de cada uno.
Pero solamente a través de la conversión se llega a ser cristiano, valiendo esto para cada
uno, como para la historia de toda la iglesia, volviendo al Señor y no encerrándose en sí
misma. Pero cuando la reforma se espera que venga sólo del cambio de los demás, es una
caricatura de reforma, pasando a ser algo secundario, y con ello la misma iglesia.
Sin embargo, no refleja esto exactamente la atmósfera general de la iglesia, más bien ha
sido inficionado por la ambigüedad debida a la desaparición de límites entre fe e incredulidad.
En vez de una iglesia moderna surgió una iglesia desgarrada y problematizada. Para el
Concilio Vaticano I, la Iglesia era señal que incluso desde lejos todos podían reconocer y que
a todos indicaba el camino a recorrer, pero hoy parece todo lo contrario pues con tantas
incoherencias de frente a esta historia, no se puede hacer otra cosa que cubrirse
vergonzosamente la cara, no tiene la iglesia una estabilidad indestructible sino, una
condescendencia con todas las corrientes de la historia, colonialismo, nacionalismo incluso
marxismo, esta iglesia no aparece ya como signo que invita a la fe, sino más bien como el
principal obstáculo para su aceptación.
Parece que la verdadera teología consiste sólo en quitarle a la iglesia sus predicados
teológicos, para tratarla bajo aspectos políticos solamente. No se ve como realidad de fe, sino
como organización de creyentes, puramente casual, poco accesible y necesitada de ser
remodelada según los más modernos criterios de la sociología.
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Una Iglesia que se considera solamente desde un punto de vista político no tiene sentido,
debe tener un sentido espiritual. ¿Qué tipo de Iglesia?
Los padres afirmaban que en el mundo cósmico la luna constituye la imagen de lo que la
Iglesia representaba para la salvación del mundo espiritual. La luna era el símbolo de la
fecundidad y la fragilidad, de la muerte y de la caducidad de las cosas, pero también de la
esperanza en el renacimiento y en la resurrección; imagen patética y consoladora al mismo
tiempo de la existencia humana.
El simbolismo lunar y telúrico se mezclan con frecuencia. Por su fugacidad y por su
reaparición, la luna representa el mundo de los hombres, el mundo terreno caracterizado por
la necesidad de recibir y por su indigencia, y porque obtiene su fecundidad de otro, del sol.
Símbolo del hombre de la naturaleza humana, de la mujer que consigue ser fecunda, en virtud
de la semilla que recibe.
Han aplicado los padres el simbolismo de la luna a la Iglesia por su relación luna-mujer
(madre), y por el hecho de que no tiene luz propia, y sin la cual sería oscuridad completa.
La luna resplandece, pero no es por sí misma. Por ello simboliza la iglesia, la cual
resplandece, aunque de por sí sea oscura en virtud de la propia luz. Sólo es luminosa en virtud
del verdadero sol, Jesucristo. Siendo tan sólo tierra, también la luna solamente es otra tierra,
para iluminar la noche de nuestra lejanía de Dios “la luna narra el misterio de Cristo".
Según la sonda lunar y los astronautas, la luna únicamente es una estepa rocosa y
desértica montañas y arena, no es luz, es desierto y rocas. Es por otro, y en función de otro
que ella es también luz.
Existe la verdad física y la simbólico-poética, las cuales no se excluyen mutuamente. Por
ello, ¿podría ser una imagen exacta de la iglesia?, si exploramos la Iglesia nos daremos cuenta
que también es solamente desierto, arena, y piedras, son las debilidades del hombre y su
historia a través del polvo, los desiertos y las montañas. También es cierto que es luz en virtud
de otro, del Señor: lo que no es suyo es verdaderamente suyo, su realidad más profunda, su
naturaleza es precisamente la de no valer por sí misma, si no sólo por lo que en ella no es
suyo; tiene una luz que no es suya, y, sin embargo, constituye toda su esencia.
Es el misterium lunae, y cómo tal interesa a los creyentes porque exige una constante
opción espiritual.
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En la traducción del suscipiat en donde dice: “el Señor reciba de tus manos este
sacrificio... Para nuestro bien y el de toda su Santa iglesia”, confiesa Benedicto que se veía
tentado a cambiarla por “nuestra Santa Iglesia”. Según él, este sería el problema en este
último período, pues en lugar de su Iglesia hemos colocado a la nuestra y con ella miles de
Iglesias, cada uno la suya, nuestras empresas, de las que nos enorgullecemos o nos
avergonzamos, propiedades privadas, obras maestras que conservamos o transformamos a
nuestro placer. Detrás de nuestra Iglesia ha desaparecido su Iglesia, pero esta es la única que
realmente interesa, si ésta no existe ya también la nuestra debe desaparecer. Si fuese
solamente nuestra, la Iglesia sería un castillo en la arena.
A pesar de todas sus debilidades humanas es la Iglesia la que nos da a Jesucristo. Sólo
por medio de ella puedo recibirlo como una realidad viva y poderosa, que me interpela aquí
y ahora.
Menciona a Henri de Lubac quien dice; aún aquellos que desprecian a la Iglesia, si
todavía admiten a Jesús, deben saber que ha sido la Iglesia quien lo ha mantenido visible,
pues de lo contrario se habría perdido, no sólo su memoria y su nombre, sino su influencia
viva, la acción de su Evangelio y la fe en su persona divina. Y qué sería la humanidad privada
de Cristo.
Por lo anterior dice Joseph Ratzinger que, si está en la Iglesia, es por las mismas
razones por las que es cristiano. No se puede creer en solitario. La fe solo es posible en
comunión con otros creyentes. Es fuerza que une, como en Pentecostés, incluso a hombres
de diversas procedencias e historias. Esta fe o es eclesial o no es tal fe.
Tampoco se puede tener fe por iniciativa propia o invención. Sólo si hay alguien que
me comunica esta capacidad, que me precede y me trasciende. Una fe fruto de mi invención
sería un contrasentido, porque me podría decir y garantizar solamente lo que yo ya soy y sé,
pero no podría nunca superar los límites de mi yo. También es un contrasentido, una Iglesia
que se hace a sí misma. La fe exige una comunidad que tenga poder y sea superior a mí y no
una creación mía, ni instrumento de mis propios deseos.
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Desde el punto de vista histórico, podemos decir: o Jesús fue un ser superior al
hombre con poder para extenderse a todos los siglos o sin poder para heredarlo a los demás.
Según lo último, estaríamos al arbitrio de mis reconstrucciones mentales, y él solo sería un
fundador que se hace presente a través de un pensamiento renovado. Si es algo más, no
depende de mí y su poder es hoy aún válido.
Plantea la pregunta: ¿qué sería el mundo sin Cristo? ¿Sin un Dios que habla y se
manifiesta, que conoce al hombre y a quien el hombre puede conocer?
Dice que la respuesta nos la dan quienes tratan de construir un mundo si Dios. Sus
esfuerzos se reducen a un experimento absurdo, sin perspectivas ni criterios de acción.
Agrega que, aunque el cristianismo siempre haya fallado de modo desconcertante, al mensaje
contenido en él, no ha dejado jamás de proclamar los criterios de justicia y de amor,
frecuentemente contra la misma Iglesia y, no obstante, jamás sin el secreto poder que hay
depositado en ella.
En otras palabras, dice: permanezco en la iglesia porque creo que la fe, realizable
solamente en ella y nunca contra ella, es una verdadera necesidad para el hombre y para el
mundo. Este vive de la fe aun allí donde no la comparte. De hecho, donde ya no hay Dios -y
un Dios que calla no es Dios- no existe tampoco la verdad que es anterior al mundo y al
hombre.
Pero en un mundo sin verdad no se puede vivir por mucho tiempo, donde se ha
renunciado a la verdad se sobrevive, porque aún no se ha apagado realmente, como la luz del
sol continúa brillando por algún tiempo antes de que la noche cerrada cubra el mundo.
Nuestra generación tiene como ideal una sociedad libre de la tiranía, del dolor y
miseria. Estas luchas brotan de un impulso cristiano, pero pensar en lograrlo por medio de
reformas sociales y por la eliminación del dominio y del ordenamiento jurídico para
conseguir aquí y ahora, un mundo libre de dolor, es una doctrina errónea. Pues el sufrimiento
no es el único peso que carga el hombre; debe también soportarse a sí mismo y sólo
liberándose de la tiranía del propio egoísmo, el hombre se encuentra a sí mismo, su propia
verdad, su propia alegría y su propia felicidad. Un engaño es el creer que se puede llegar a
ser hombres sin el dominio de sí, sin la paciencia de la renuncia y la fatiga de la superación,
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sin el sacrificio de mantener los compromisos aceptados y sin el esfuerzo de sufrir por lo que
se debería ser y aún no se alcanza.
El hombre sólo llega a ser salvado a través de la cruz, aceptando sus sufrimientos y
los del mundo, sólo así llega a ser libre.
También la belleza surgida bajo su mensaje, plasmada en obras de arte (que no las
puede hacer uno mismo, sino solo acoger), son un testimonio de verdad: lo que se traduce en
expresiones tan nobles no puede ser solamente tinieblas, no son algo casual. La belleza es el
resplandor a de la Verdad dijo Aquino. La ofensa a la belleza es la autoironía de la verdad
perdida.
Afirma Ratzinger que aún hoy, se pueden encontrar testimonios vivientes de la fuerza
liberadora de la fe cristiana. No es una vergüenza ser cristianos en virtud de estos hombres,
que, viviendo un cristianismo auténtico, nos lo hacen digno de fe y de amor. Es una prueba
(aunque subjetiva) el hecho de que el hombre cuando se acerca a Dios por medio del
cristianismo se vuelve más humano. Esto tampoco debe avergonzarnos.
Ante la afirmación, sin amor no se puede ver, explica el Papa que, el amor no es lo
contrario a la crítica, no es estático ni acrítico. La única posibilidad que tenemos de cambiar
en sentido positivo a un hombre es la de amarlo, transformándolo lentamente de lo que es
en lo que puede ser. De la misma manera ocurre con la Iglesia: presenta Ratzinger el ejemplo
de la reforma litúrgica de mediados del Siglo XX, la cual, para él, fue lograda porque
surgieron hombres con el don del discernimiento, que amaron la iglesia con corazón atento
y vigilante, con espíritu crítico, y dispuestos a sufrir por ella. Si hoy no lo hacemos es porque
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nos ocupamos demasiado en afirmarnos sólo a nosotros mismos. No vale la pena permanecer
en una Iglesia que para ser acogedora y digna de ser habitada tuviera necesidad de ser hecha
por nosotros. Permanecer en la Iglesia, porque ella es en sí misma digna de permanecer en
el mundo, digna de ser amada y trasformada por el amor en lo que debe ser, es el camino
que también hoy nos enseña la responsabilidad de la fe.
Con esto, el cristianismo como nos dice Von Balthasar, sigue siendo una propuesta,
no sólo válida, sino que exclusiva en cuanto a motivos, pues puede llenar de esperanza lo
absurdo de la vida, incluso aquella angustia de la muerte, por medio del peso escatológico
que le da la resurrección en Jesucristo.
Sin embargo, ambos autores expresan la realidad de la Iglesia, en cuanto a que esta
no ha transparentado siempre a Cristo, lo cual es motivo de decepción para muchos.
Pero no nos podemos quedar ahí, y quisiera proponer un ejemplo real del porqué es
razonable seguir dentro de la Iglesia: Cuando se ingresa a una universidad, se encuentra el
estudiante con profesores y cursos buenos, pero otros no tan buenos, puede darse cuenta de
muchos fallos en la formación, y, sin embargo, sabe que, si se aparta de ella, no tendrá el
respaldo que esta institución le puede dar. Además, si llega a amar, con sus defectos y
bondades, a su universidad, se puede sentir llamado a generar cambios profundos a lo interno,
por el bien de la misma.
Así es, lo anterior sólo se puede lograr desde adentro. De la misma manera creo que
nos sucede con la Iglesia, puede fallar de muchas formas, pero no podemos eclipsar por esos
fallos, sus bondades, pues también será, a pesar de ellos, quien asegura la presencia de Cristo
en el mundo. Y al igual que con el ejemplo de la universidad, podemos aportarle para que
sea cada vez más, según el ideal por el cual Jesucristo la instituyo: continuar su misión de
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llevar a los hombres la Buena Noticia, que les hace libres y les salva. Estoy convencido
también, de que se alcanzan más frutos si nos mantenemos unidos al alma mater.
16. Porque sin la fe que me ha transmitido la Iglesia, sobre Jesús sólo estaría al arbitrio
de mis reconstrucciones mentales.
17. Porque donde ya no hay Dios, no existe tampoco la verdad que es anterior al mundo
y al hombre.
18. Porque el deseo de salvación que ha ofrecido la Iglesia, es el anhelo que psicólogos y
filósofos también han buscado (la salvación), aunque a su manera y muchas veces en el lugar
equivocado.
19. Porque en la Iglesia el hombre encuentra también los medios para liberarse de sus
propias cargas como el egoísmo, y para acceder a virtudes, como el dominio de sí mismo.
20. Porque existe también la Iglesia de la fe fuerte e intrépida, que ha dado sus frutos a
través de todos los siglos en grandes figuras como Agustín, Francisco de Asís.
21. Porque la belleza surgida bajo su mensaje, son un testimonio de verdad, ya que lo que
se traduce en expresiones tan nobles no puede ser solamente tinieblas.
22. Porque el hombre cuando se acerca a Dios por medio del cristianismo se vuelve más
humano.
23. Porque ella es en sí misma digna de permanecer en el mundo, digna de ser amada y
trasformada por el amor, en lo que debería ser.
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Bibliografía
• RATZINGER, J.-BALTHASAR, U. ed., ¿Por qué todavía soy cristiano? ¿Por qué permanezco
en la Iglesia?, Salamanca 2005.