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Clase 8.

Crisis económica y crisis del


pensamiento neoclásico ortodoxo. El
desempleo desde una perspectiva crítica
Por Axel Kicillof
Profundización: Licenciado en Economía y doctorando de la Facultad de Ciencias
Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Profesor adjunto de la misma
institución y de otras universidades públicas del país. Investigador titular del
Instituto de Investigaciones Económicas de la UBA y director del Proyecto UBACYT
sobre el desarrollo del capitalismo en Argentina (1880-1975). Publicó numerosos
artículos sobre la situación argentina y sobre historia del pensamiento económico,
en revistas nacionales y extranjeras.

Índice
Introducción
Breve descripción de la situación laboral en la Argentina
Conceptos básicos
Evolución del mercado de trabajo
La escuela neoclásica
Surgimiento
El precio según clásicos y neoclásicos: aproximación
La retribución de los trabajadores
El mercado de trabajo
Causas del desempleo
La teoría keynesiana
Crisis de 1930. La respuesta de la ortodoxia y el surgimiento del keynesianismo
La ocupación en la teoría keynesiana
El desempleo en Marx
Conclusiones
Bibliografía

Introducción
Durante las últimas décadas y de manera cada vez más acusada, el discurso
económico fue entrometiéndose en las ideas y las discusiones del ciudadano
común. No es que en épocas pasadas las cuestiones económicas carecieran de la
actual relevancia, sino que, gradualmente, fueron ocupando un papel central para
la comprensión del presente. Esta centralidad las llevó, hasta cierto punto, a
mezclarse e incluso a sustituir las antiguas discusiones de carácter eminentemente
político. Ilustra esta situación, por ejemplo, el hecho de que en la actualidad el
Ministro de Economía se haya convertido en una personalidad casi tan importante
para la opinión pública como el mismo Presidente de la nación.
El elevado peso de “lo económico” está seguramente emparentado con el
estado de declarada crisis económica crónica por el que atraviesan tanto el país
como la región desde hace más de 30 años. En efecto, desde mediados de la
década de 1970 la sociedad argentina sufre un constante deterioro en sus
condiciones de vida. Devaluación, inflación, caída de salarios, desempleo son los
nombres de las enfermedades económicas que se suceden y rigen –en cierta
medida- la vida de los argentinos.
Ahora bien, mientras los fenómenos económicos están a la vista de todos, en
boca de todos y todo lo afectan, su explicación se ha convertido progresivamente
en un saber de naturaleza técnica, que se expresa en un lenguaje críptico y cuya
comprensión es en apariencia inaccesible. En la pasada década de 1990, esta
proximidad de “lo económico”, acompañada de un alejamiento de las explicaciones
“económicas” se hizo particularmente evidente en nuestro país. En efecto, gran
parte de las más significativas decisiones políticas fueron tomadas en nombre de
ciertas leyes económicas cuyo fundamento, sin embargo, se presentaba como
incomprensible para el público. Se da así la paradójica situación de que un factor
clave para comprender la realidad de todos es patrimonio de unos pocos
especialistas, un misterioso mundo de símbolos y jeroglíficos. La teoría económica
se convierte en un mecanismo de exclusión y en una traba para la discusión
democrática y pluralista.
Sin embargo, este enfoque “críptico” no es característico de todas las escuelas
de pensamiento económico, sino más bien de la corriente predominante en la
actualidad, la “escuela neoclásica”, cuyas recomendaciones de política económica
están íntimamente ligadas al denominado “neoliberalismo”. Esta escuela adoptó
desde su nacimiento un lenguaje eminentemente matemático, que contribuye en
gran medida a oscurecer sus concepciones hasta el punto de hacerlas inteligibles
sólo para los expertos. Pero existen también corrientes teóricas alternativas y,
aunque se encuentran relegadas en los centros académicos ortodoxos, crecen en el
seno de los movimientos sociales que observan la realidad desde una perspectiva
crítica.
Exponer extensa y profundamente los distintos enfoques propios de las
múltiples escuelas de pensamiento económico es una tarea que excede el objetivo
de esta clase. En lugar de ello, daremos cuenta de algunos de sus conceptos
teóricos centrales, centrándonos específicamente en un fenómeno económico
particular que se ha convertido en un problema central del presente: el desempleo.
Nuestra intención es mostrar la manera en que las distintas corrientes de
pensamiento encuentran explicaciones completamente divergentes para un mismo
fenómeno. El desempleo es un buen ejemplo, porque de las explicaciones diversas
se desprenden a su vez recomendaciones políticas de distinta naturaleza, que nos
resultarán familiares. Se podrá así llegar a ligar estas opiniones corrientes al
fundamento teórico en que se sostienen.
Comenzaremos describiendo la evolución reciente del mercado laboral en la
Argentina, a modo de ejemplo y con el propósito de introducir algunas de las
variables empíricas más importantes junto con sus definiciones. Veremos que en la
década de 1990 las tasas de desocupación se incrementaron sustancialmente con
respecto a su trayectoria. Expondremos, además, otros indicadores que retratan el
deterioro en las condiciones de vida de los trabajadores argentinos. En las
secciones siguientes expondremos las explicaciones que las distintas corrientes
contemporáneas tienen sobre el aumento del desempleo y las recomendaciones de
políticas que surgen de ellas. Una de estas corrientes es la ya mencionada escuela
neoclásica, cuyo predominio en el terreno de la teoría económica se remonta a los
últimos años del siglo XIX y se extiende a lo largo de todo el siglo XX. Luego nos
referiremos a la escuela keynesiana, que surge como un producto de la crisis
económica más profunda del siglo, ocurrida en la década de 1930. Por último
buscaremos las explicaciones correspondientes a la escuela clásica y marxista, y
comentaremos también algunos de sus desarrollos contemporáneos.
La exposición de las diversas teorías será sumamente sintética. Se sacrificarán
por lo tanto gran parte de las complejidades que requeriría una explicación
detallada. Para un estudio pormenorizado, puede recurrirse o bien a los autores
originales (citados en el texto de la clase) o bien a los tratados de historia del
pensamiento económico que se sugieren en la bibliografía complementaria.
Breve descripción de la situación laboral en la
Argentina
Conceptos básicos
Antes de efectuar una breve descripción de la situación del mercado laboral en
la década del noventa, es conveniente repasar algunos conceptos usualmente
utilizados en las mediciones vinculadas a ese mercado.
Estas mediciones se realizan en general a partir de encuestas, que pueden ser
hechas a las empresas o a los trabajadores. En la Argentina, la información se
obtiene principalmente de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), realizada por
el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) a las personas.

Profundización: Si bien los resultados de la EPH se interpretan en general como


representativos de la situación general del mercado de trabajo, lo cierto es que la
encuesta releva información sólo de los 31 aglomerados más grandes del país
(incluyendo todas las capitales de provincia). Por lo tanto, no es posible conocer la
situación laboral en los aglomerados más chicos y en el ámbito rural.
Para conocer más sobre la EPH, puede visitar el sitio web del INDEC en:
www.indec.mecon.gov.ar y cliquear en el link Trabajo e ingresos. Allí se pueden
conocer también, periódicamente, los resultados de nuevos relevamientos. Para
esto, hay que buscar los Informes de prensa.

El total de la población se divide en población económicamente activa (PEA) y


población inactiva. Se llama “población económicamente activa” al total de la fuerza
de trabajo, es decir, a quienes están dispuestos a trabajar por el salario vigente,
con independencia de que trabajen efectivamente o no. En términos prácticos, se
trata de la suma de los ocupados y los desocupados. En oposición, se llama
“población inactiva” al conjunto de personas que no tienen trabajo ni lo buscan
activamente.
Dentro de la PEA, se define como ocupados a quienes han trabajado al menos
una hora en una actividad económica en la semana de referencia.

Profundización:
Tal como se explica en los Informes de prensa del INDEC, el criterio de una hora
trabajada para la definición de los ocupados, “además de preservar la
comparabilidad con otros países, permite captar las múltiples ocupaciones
informales y/o de baja intensidad que realiza la población. Para poder discriminar
dentro del nivel de empleo qué parte corresponde al empleo de baja intensidad,
pueden restarse del empleo total aquellos que trabajan menos de cierta cantidad de
horas (por ejemplo, los subocupados). La información recogida permite realizar
distintos recortes según la necesidad de información de que se trate, así como
caracterizar ese tipo de empleos”.

Los desocupados son aquellos que no tienen ocupación y buscan activamente


trabajo. Quienes, no teniendo ocupación, suspenden la búsqueda de trabajo, por el
motivo que sea, no son captados como desocupados, sino como inactivos.
Finalmente, se identifica en general a los subocupados como aquellos
ocupados que trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y
están dispuestos a trabajar más horas.
Con los conceptos anteriormente definidos pueden construirse las siguientes
tasas, con el fin de tener una idea relativa del peso de los ocupados, desocupados y
subocupados en un mercado laboral determinado.
Tasa de empleo = (ocupados / población total) x 100
Tasa de desocupación = (desocupados / PEA) x 100
Tasa de subocupación = (subocupados / PEA) x 100
Evolución del mercado de trabajo
El mercado laboral argentino muestra signos de deterioro desde mediados de
la década de 1970. Sin embargo –y como es sabido- puede identificarse el período
que comienza en los años noventa como aquel en el cual el retroceso se volvió más
acelerado, dramático y evidente.
La tasa de desocupación llegó entonces a niveles inusitados. Se mantuvo por
encima de los dos dígitos desde 1994 hasta hoy (véase el Gráfico I), cuando en las
décadas anteriores no había superado el 6%-7%. Incluso después de la
recuperación, que comenzó en 2002, las perspectivas respecto del tiempo y el
esfuerzo, que aun existiendo crecimiento económico son necesarios para bajar el
desempleo, resultan hoy poco alentadoras.

Gráfico I. Tasa de desocupación.


Gran Buenos Aires y total aglomerados EPH, 1974-2004.

20,0

18,0 tasa de desocupación GB

16,0 tasa desocupación total a

14,0
Elaboración propia sobre la base de EPH-INDEC.
Sólo desde 1990 es posible tener información sobre la situación laboral
en 25 aglomerados del país. Entre 1974 y 1989, se presenta la tasa de
desocupación correspondiente al Gran Buenos Aires, que sigue
12,0
aproximadamente la evolución de la tasa de desocupación general.

Pero la tasa de desocupación no constituye la única evidencia del deterioro de


la situación de los trabajadores argentinos. Antes bien, ésta se ha visto afectada
también por cuestiones relativas a la calidad del empleo, como el aumento de la
10,0
subocupación, el gran incremento de la proporción de empleo no registrado o “en
negro” y el estancamiento y la posterior caída de los salarios.
La tasa de subocupación creció sin pausa a lo largo de estos años y llegó a
más que duplicarse entre 1990 y 2002 (véase el Gráfico II). También la
sobreocupación se incrementó notablemente, de manera que se redujo el grupo
de trabajadores que tiene una jornada laboral que podría considerarse “normal”.
8,0
Definición de sobreocupación: se denomina sobreocupados a aquellos
ocupados que tienen jornadas de trabajo superiores a lo que se considera
“normal”. La definición del mínimo de horas a partir del cual se considera
6,0
que alguien está sobreocupado es -en cierto modo- arbitraria y depende
también del modo en que se presenta la información disponible. En este
texto consideramos sobreocupados a quienes trabajan más de 45 horas
semanales.

Gráfico II. Tasa de subocupación.


Gran Buenos Aires y total aglomerados EPH, 1974-2004.

25,0

tasa de subocupación

tasa subocupación tot


20,0

Elaboración propia sobre la base de EPH-INDEC.

Por otra parte, la proporción de empleos no registrados pasó del 28% a casi el
15,0
40% en el lapso de diez años (Gráfico III). Por la precariedad de estos vínculos
laborales, estos trabajadores sufren una situación de inestabilidad y no están
protegidos por la legislación laboral ni por la seguridad social.
Gráfico III. Porcentaje de empleos asalariados no registrados
Gran Buenos Aires y conjunto 10 aglomerados EPH, 1980-2002.

50
Total 10 Aglomerados Total 9 aglomerados
Gran Buenos Aires
45

10,0
40

35

30

25
1990
5,0
1991
1992 1993 1994 1995 1996 1997
Elaboración propia sobre la base de EPH-INDEC.
1998 1999 2000 2001 2002
Finalmente, la evolución de los salarios resultó negativa si se considera el
período en conjunto. Éstos tuvieron un impulso inicial a inicios de la década, que
fue resultado del freno a la hiperinflación y del crecimiento económico de esos
primeros años. Este impuso, de todos modos, resultó inferior al crecimiento de la
productividad laboral. Pero ya a partir de 1994 los salarios comenzaron a caer y,
tras la devaluación de inicios de 2002, su descenso en términos reales se volvió en
verdad dramático, como consecuencia del incremento de los precios sin un
incremento similar en el nivel de remuneraciones. Además, este proceso se
desarrolló juntamente con un aumento de la desigualdad salarial.
Definición de hiperinflación: la inflación es el aumento continuo y
generalizado de precios a lo largo del tiempo; llega a ser hiperinflación
cuando ese aumento de precios es además muy rápido. En Argentina, la
inflación llegó a ser del 5024% anual en el año 1989 (es decir, los precios
se multiplicaron en promedio por 50). Las hiperinflaciones provocan caídas
en los salarios reales, debido a que los salarios nominales no llegan a subir
tan rápidamente como los precios. Por ello, los salarios reales tienden en
general a recuperarse cuando cesa el aumento acelerado de los precios.
Definición de devaluación: pérdida de valor de la moneda local en relación
con las monedas de otros países. En Argentina esa pérdida se evalúa
generalmente en términos de dólares; por lo tanto una devaluación se
manifiesta como un aumento del precio del dólar en pesos (aumento del
tipo de cambio).

Gráfico IV. Evolución de los salarios reales.


Total aglomerados EPH. (índice 1990=100).

140

120

100
Elaboración propia sobre la base de EPH-INDEC

En pocas palabras, las condiciones de vida de los trabajadores sufrieron un


notable deterioro. Este hecho objetivo, al convertirse en un problema social y
político, mereció el análisis por parte de muchos economistas. ¿Cuál es la causa del
desempleo? ¿Cuáles sus remedios? ¿Debe el Estado intervenir directamente en el
80
“mercado de trabajo” o, por el contrario, “dejar las cosas en libertad”?
La urgencia que estas preguntas comenzaron a tener en el marco de la
evolución desfavorable de las condiciones del trabajo es una de las causas que
incidieron en la renovada participación de los economistas en los grandes debates
nacionales. Porque, después de todo, los economistas deberían suministrar una
respuesta “científica” para el problema de la desocupación. A continuación nos
referiremos a las principales explicaciones que históricamente esbozaron las
distintas escuelas.

La escuela neoclásica
Surgimiento
El surgimiento de la Economía Política suele ubicarse convencionalmente a
fines del siglo XVIII, tomando como punto de referencia la publicación de La
Riqueza de las naciones, del escocés Adam Smith, en 1776. El sucesor más
importante de Smith fue el inglés David Ricardo, que en 1817 dio a conocer sus
Principios de economía política y tributación, una obra cuya influencia se extendería
durante los siguientes cincuenta años. Se conoce a la escuela iniciada por Smith y
Ricardo como “Economía política clásica”, y veremos más adelante algunos de sus
argumentos.

Adam Smith
(1723-1790)
y David
Ricardo
(1772-
1823),
iniciadores
de la
economía
política
clásica.

En la década de 1870, tres autores -de manera independiente - presentan casi


simultáneamente y en principio sin mucho éxito los primeros escritos que rechazan
buena parte de las enseñanzas de los clásicos. En Inglaterra William Stanley
Jevons, en Suiza León Walras y Carl Menger en Austria desarrollan así los
fundamentos de lo que luego se llamará “revolución neoclásica”. Probablemente el
rápido éxito de la escuela neoclásica pueda inscribirse en la reacción que en Europa
se desató luego de las revueltas obreras de fines del siglo XIX.
A partir de 1890, los aportes de Jevons, Walras y Menger comenzaron a
cosechar adeptos en los países más desarrollados.

Una segunda generación de autores neoclásicos será la


encargada de sistematizar las teorías hasta ese momento
dispersas y de convertirlas en un cuerpo de pensamiento
consistente. El más influyente de estos nuevos economistas fue
el inglés Alfred Marshall, que dictaba clases en la Universidad
de Cambridge y publicó en 1892 sus Principios de economía.
Marshall sostuvo que era conveniente llamar a la disciplina
“economía” a secas, sustituyendo su antiguo nombre
compuesto “economía política”. El libro de Marshall se convirtió
en la nueva referencia para la ciencia, sustituyendo los viejos
tratados de la economía política clásica. La economía neoclásica Alfred Marshall.
se transformó a principios del siglo XX en la nueva ortodoxia.

El precio según clásicos y neoclásicos: una aproximación


Uno de los principales desacuerdos de los neoclásicos con los clásicos se ubica
en el punto de partida de la ciencia económica: la forma en que se determinan los
precios de las mercancías. Ricardo sostenía que: “El valor de cada artículo, o sea la
cantidad de cualquier otro artículo por el cual puede cambiarse, depende de la
cantidad relativa de trabajo que se necesita para su producción” (Ricardo,
1817/1993: 9). Su posición puede resumirse esquemáticamente de este modo: el
trabajo es la fuente única del valor de cambio de las mercancías. El precio de una
mercancía representa –con ciertas modificaciones- el tiempo de trabajo necesario
para producir una nueva unidad de la misma.
Vale la pena comentar algunos de los resultados que esta explicación del
precio (también llamada “ley del valor”) produjo en su tiempo. Sostener que las
cosas deben su valor al hecho de ser productos del trabajo y que el trabajo es la
fuente exclusiva del valor equivale a decir que el trabajo es, además, la única
fuente de la riqueza en la sociedad. Durante el siglo XIX, una larga lista de autores
utilizó este principio para fundamentar sus críticas al capitalismo. El razonamiento
es simple: si el trabajo es la única fuente de riqueza, ¿cómo es posible que los que
trabajan reciban una parte ínfima de la riqueza que sólo ellos producen? Pasajes
como el de Smith, reproducido a continuación, sirvieron de sustento a las denuncias
originadas en el pensamiento obrero y socialista: “[E]l producto íntegro del trabajo
no siempre pertenece al trabajador; ha de compartirlo, en la mayor parte de los
casos, con el propietario del capital que lo emplea […] Desde el momento en que
las tierras de un país se convierten en propiedad privada de los terratenientes,
éstos, como los demás hombres, desean cosechar donde nunca sembraron, y
exigen una renta hasta por el producto natural del suelo. La madera del bosque, la
hierba del campo y todos los frutos naturales de la tierra que, cuando ésta era
común, sólo le costaban al trabajador el esfuerzo de recogerlos, comienzan a tener,
incluso para él, un precio adicional. Ha de pagar al terrateniente una parte de lo
que su trabajo produce o recolecta” (Smith, 1776/1997: 48).
La escuela neoclásica –en el contexto de enfrentamientos entre capitalistas y
obreros- nace del absoluto rechazo de la explicación clásica sobre el origen del
precio. Para los neoclásicos, el precio se determina exclusivamente en el momento
del intercambio. Los precios se fijan en el mercado a través de la acción recíproca
de la oferta y la demanda. A los fines analíticos, ello implica que la sociedad no está
divida en clases sociales, sino en oferentes y demandantes.
Antes de abocarnos al problema del desempleo, veamos sintéticamente, la
explicación neoclásica del precio que –como veremos- no es diferente de la del
salario. En el mercado de un bien cualquiera, se reúnen quienes desean comprarlo
y quienes lo han producido. El comportamiento de todos los compradores puede
representarse mediante una tabla en la que se registran las diversas cantidades del
bien que se demandarán según cual sea el precio. A mayor precio, menor será la
cantidad demandada. Utilicemos como ejemplo el mercado de manzanas. El cuadro
I representa el comportamiento de los demandantes.

Cuadro I. Demanda en el mercado de manzanas.


Precio unitario Cantidad demandada
(en toneladas)
$1 10
$2 8
$3 7
$4 5
$5 4
$6 2
$7 1
‫׃‬ ‫׃‬

Los vendedores actuarán de manera “invertida”. A medida que el precio sube


estarán dispuestos a ofrecer una cantidad mayor de producto. El cuadro II
representa el comportamiento de los oferentes.

Cuadro II. Oferta en el mercado de manzanas.


Precio unitario Cantidad ofrecida
(en toneladas)
$1 1
$2 3
$3 4
$4 5
$5 7
$6 8
$7 10
‫׃‬ ‫׃‬

Veamos de qué modo puede utilizarse esta información para explicar el precio
de la manzana. Si el precio se fija en $7, los consumidores estarán dispuestos a
demandar 1 tonelada, pero los productores sólo querrán ofrecer 10 tn. Habrá un
exceso de oferta: quedarán 9 manzanas sin vender. Cuando en un mercado hay
oferta excedente, el precio tiende a bajar, ya que los vendedores están dispuestos
a reducir el precio para vender más. La reducción de precio provoca, a su vez, un
incremento de la cantidad demandada. Esta situación puede representarse
gráficamente. En el gráfico V dibujamos la curva de oferta y la de demanda. En el
eje vertical aparece el precio de las manzanas y en el eje horizontal la cantidad.
Gráfico V. El mercado de manzanas

Precio
Curva de
Oferta
8 Exceso de oferta
7
6
5
4 Punto de Equilibrio
3
2
Curva de
1 Demanda
2
10 Cantidad
1 3 4 5 6 7 8 9
0

Siempre que el precio se fije a un nivel en que la cantidad ofrecida sea mayor
que la cantidad demandada, el precio tenderá a bajar. Inversamente, cuando la
demanda sea mayor que la oferta, el precio tenderá a subir. Hay un solo punto en
que el precio no se modifica: en el punto en que se cruzan la curva de oferta y la
curva de demanda. Se lo llama “precio de equilibrio”. Según la teoría neoclásica,
ese es el mecanismo por el cual se determina el precio de todas las mercancías. Los
precios no reflejan el tiempo de trabajo, sino los “deseos” de los compradores y los
vendedores, que se evidencian en las curvas de demanda y de oferta.
Los neoclásicos sostienen que la fijación del precio a través de este
mecanismo, el mecanismo de mercado, es óptima o eficiente. Esto se debe a que
sólo en el punto de equilibrio todos los participantes del mercado consiguen realizar
sus planes y deseos. Cuando el precio está por encima del equilibrio, hay
vendedores que no pueden colocar su producto. Cuando se encuentra por debajo,
hay compradores que no consiguen obtener el bien que desean. Sin intervención
del gobierno ni de ningún otro “agente”, el mercado opera de manera automática y
lleva el precio al punto justo en que todos obtienen la máxima satisfacción. Si, en
cambio, una traba de cualquier tipo –la legislación, la asociación de oferentes o
demandantes, o el monopolio- fijara el precio en un nivel superior al de equilibrio,
impidiendo que actúen las fuerzas invisibles del mercado, se llegaría a una situación
sub-óptima. Sobre la base de esta sencilla explicación, los adherentes de la escuela
neoclásica abogan por el libre mercado y suelen oponerse a la intervención del
Estado.

La retribución de los trabajadores


Para los neoclásicos, las mercancías son producidas por los tres “factores” de
la producción que contribuyen en la fabricación de los bienes. El trabajo es uno de
esos factores; los otros dos son la tierra y el capital. Trabajo, capital y tierra
aportan sus servicios en el proceso productivo y reciben sus respectivas
retribuciones: salario, ganancia y renta. La retribución de cada factor tiende a ser
proporcional a su aporte. Veamos este punto más de cerca.
La teoría neoclásica sostiene que la contribución de cada uno de estos factores
a la producción puede medirse en términos físicos. Un sencillo ejemplo nos ayudará
a explicarlo. Supongamos que una empresa produce manzanas que están
disponibles libremente y que paga los sueldos también en manzanas. La empresa
tiene que decidir cuántos trabajadores contratar. Si el salario es de tres cajones de
manzanas por día nunca se contrataría a un trabajador que al cabo de un día sólo
logre cosechar dos cajones. En cambio, si un trabajador aporta cuatro cajones con
su trabajo, a la empresa le resulta redituable tomarlo, ya que de los cuatro cajones
emplearía tres para pagarle y se quedaría con uno como excedente.
La explicación neoclásica se completa con llamada “ley de la productividad
decreciente”. Esta ley supone que el segundo trabajador que se contrate
producirá menos que el primero; el tercer trabajador aportará a su vez menos que
el segundo, y así sucesivamente. En breve: la producción que aporta cada
trabajador disminuye a medida que aumenta la cantidad de trabajadores.

Profundización de la ley de la productividad decreciente:


La llamada “ley de los rendimientos marginales decrecientes” es uno de los pilares
teóricos de la economía neoclásica. Para los neoclásicos, se trata de una propiedad
“natural” de los procesos productivos. Suponen que, cuando se incrementa la
cantidad de trabajo (o de máquinas o de tierra), la producción crece pero cada vez
en una proporción menor. Dejemos la palabra a H. Varian, el autor de uno de los
manuales de enseñanza más populares durante la década de 1990. Se trata de un
libro de nivel “intermedio”, que se utiliza actualmente en la formación de los
licenciados en Economía.
“Con un hombre y una hectárea de tierra podríamos producir 100 quintales de
maíz. Si añadiéramos otro hombre y mantuviéramos la misma cantidad de tierra,
podríamos obtener 200 quintales de maíz, por lo que en este caso el producto
marginal de un trabajador adicional sería 100. Si continuásemos aumentando el
número de hombres y mantuviéramos constante la cantidad de tierra, cada
trabajador produciría un mayor volumen de maíz, pero a la larga la cantidad
adicional producida por un trabajador adicional sería inferior a 100 quintales.
Después de añadir 4 o 5 hombres, la producción adicional se reduciría a 90, 80, 70
o incluso menos. Si pusiéramos a trabajar a cientos de hombres en esa única
hectárea de tierra, podría llegar a darse el caso de que un trabajador adicional
redujera incluso la producción. Ya se sabe que ‘demasiada gente en la cocina
estropea el cocido’.”
A partir de sencillos ejemplos de este tipo, la escuela neoclásica generaliza esta
circunstancia y la convierte en una ley económica. Varian prosigue:
“Por lo tanto, normalmente cabe esperar que el producto marginal de un bien
disminuya a medida que se obtenga una cantidad cada vez mayor de él. Este
fenómeno se denomina ‘ley del producto marginal decreciente’. En realidad, no es
una ‘ley’, sino meramente un rasgo común a casi todos los procesos de producción”
(Varian 1993: 319-320).
Esta explicación fue fuertemente cuestionada durante el siglo XX por los modernos
ricardianos, como el italiano Piero Sraffa y la inglesa Joan Robinson.

Cuadro III. Productividad del trabajo.


Número de Aporte del último
Trabajadores trabajador contratado
(en cajones de manzanas)
1 10
2 9
3 7
4 5
5 4
6 3
7 2
‫׃‬ ‫׃‬
El cuadro III permite resolver el problema del productor. En la primera
columna, figura la cantidad de trabajadores contratados y en la segunda, la
cantidad de manzanas que aporta el último trabajador que se contrata (los
neoclásicos lo llaman el trabajador “marginal”, en el sentido de que su aporte se
mide “en el margen”). Si el salario es de tres cajones de manzana diarios, a la
empresa le convendrá -evidentemente- contratar al primer trabajador, que aporta
10 cajones y sólo retira 3. Otro tanto puede decirse del segundo, el tercero y así
hasta llegar al sexto. Este será el último trabajador que el productor contrate
porque el siguiente producirá menos que su propia remuneración. Claro que al
capitalista le conviene tomar a los seis trabajadores, pero a todos les pagará el
mismo salario de tres cajones y se quedará con el excedente total.

8.1. Sólo para verificar que se ha comprendido el ejemplo numérico, utilice


los cuadros anteriores para calcular el excedente que queda en manos del
capitalista después de pagar los salarios a sus 6 trabajadores.

8.2. Los trabajadores son remunerados según su productividad. Argumente


a favor del carácter “justo” o “injusto” de la distribución del producto
entre el empresario y los obreros de la manzana.

De este modo –aunque con un mayor grado de sofisticación matemática- la


teoría neoclásica pretende demostrar que cada factor de la producción recibe tanto
como lo que aporta. Sobre esta base podría decirse que el capitalismo retribuye el
trabajo de manera “justa”. Como la retribución del capital y de la tierra están
sujetas al mismo proceso, lo mismo puede decirse de los restantes factores.

El mercado de trabajo
Para la escuela neoclásica, el trabajo es una mercancía como cualquier otra. El
precio y la cantidad de trabajo se determinan, como sucede con cualquier bien, en
el mercado correspondiente –el de trabajo- a través de la interacción entre la oferta
y la demanda.
El cuadro III del apartado anterior sirve también para determinar la curva de
demanda de trabajadores por parte de la empresa. En el ejemplo suponíamos que
el salario era de tres cajones de manzanas. En esa situación, el empresario
conseguía el máximo beneficio contratando seis trabajadores. No es difícil observar
que, si el salario se incrementa a cinco cajones, la demanda de trabajo será sólo de
cuatro trabajadores; contratar al quinto y al sexto trabajador no sería ya
redituable, porque producirían menos que su salario.
En todos los procesos productivos ocurre lo mismo que en esta empresa, de
modo que sumando la demanda de trabajo de todas las empresas se obtiene la
curva de demanda de trabajo para la economía en su conjunto. Ésta tiene la misma
apariencia que la curva de demanda de manzanas: cuando aumenta el precio cae la
cantidad demandada. Sólo que mientras los consumidores eran los que
demandaban un bien cualquiera, ahora son los productores de mercancías los que
demandan trabajo.

8.3. Los economistas neoclásicos suelen explicar el funcionamiento del


mercado de trabajo “sumando” las conductas y preferencias psicológicas
individuales. El resultado es que reemplazan a los individuos por un
“agente representativo” que actúa como el promedio de los individuos.
Mencione los elementos objetables de esa explicación, desde la
perspectiva de las restantes ciencias sociales.

Para completar el mercado, tenemos que investigar la oferta. Los que ofrecen
trabajo son los obreros. Ahora bien, ¿qué cantidad de horas está dispuesto a
trabajar un obrero? La escuela neoclásica lo explica de manera casi intuitiva. El
trabajo representa un esfuerzo, un sacrificio. Pero a cambio de una hora de trabajo
se recibe una retribución que, hasta cierto punto, compensa el sacrificio de
trabajar. Nuevamente recurrimos a un ejemplo para simplificar la explicación.
Supongamos que el salario es de $3 por hora. El trabajador individual debe decidir
cuántas horas trabajar y lo hace comparando el sacrificio que representa la primera
hora de trabajo con la retribución que recibe. Si la satisfacción que le provocan los
tres pesos compensa el sacrificio de trabajar una hora, ofrecerá al mercado una
hora de trabajo. Para decidir si ofrece una hora más compara el sacrificio de
trabajar la segunda hora con el placer que obtiene por la retribución. La escuela
neoclásica sostiene que el sacrificio es creciente: trabajar la segunda hora es más
penoso que trabajar la primera, así como trabajar la tercera hora es peor para el
trabajador que hacerlo durante la segunda. De esta forma, existirá una cantidad de
horas de trabajo que compense justamente el sacrificio del esfuerzo con la
satisfacción que produce el salario. Supongamos que esto pasa en la octava hora. A
un salario de tres pesos por hora, nuestro supuesto trabajador está dispuesto a
ofrecer ocho horas de trabajo al mercado. La novena hora le produce una
insatisfacción que no es compensada por los tres pesos que recibe a cambio. Si por
algún motivo el salario se incrementara, el trabajador estaría dispuesto a trabajar
más horas. De ahí que la oferta de trabajo se incremente cuando sube el salario.

Profundización:
Palabras como “sacrificio” o “satisfacción”, de las que se vale la economía ortodoxa
para explicar el comportamiento individual, suelen ser empleadas también en otras
disciplinas, como la psicología. Sin embargo, desde su surgimiento, la escuela
neoclásica se valió de estos conceptos para dar cuenta de las actitudes y decisiones
de los que denominan “agentes económicos”. El ya mencionado W. S. Jevons
afirmaba en su Teoría de la Economía Política de 1871:
“En esta obra he intentado tratar a la economía como un cálculo del placer y el
dolor, y he esbozado, prescindiendo casi totalmente de toda opinión anterior, la
forma que la ciencia, en mi opinión, debe tomar a la larga. Desde hace tiempo
vengo pensando que, puesto que se ocupa de cantidades de principio a fin, debe
ser una ciencia matemática en cuanto al contenido, si no en cuanto al lenguaje (…)
La teoría económica, así tratada, presenta una fuerte analogía con la mecánica
estática, y encuentra que las leyes del intercambio se asemejan a las leyes del
equilibrio de una palanca determinadas por el principio de las velocidades virtuales.
La naturaleza de la riqueza y del valor se explica mediante las consideraciones de
cantidades indefinidamente pequeñas de placer y de dolor, de la misma forma que
la teoría estática se hace descansar sobre la igualdad de cantidades
indefinidamente pequeñas de energía” (Jevons 1998: 36).
La terminología ha cambiado ligeramente, pero la moderna teoría neoclásica se
mantiene esencialmente en la misma línea analítica.

Teniendo la oferta y la demanda de trabajo de toda la economía podemos


reconstruir el mercado de trabajo. El gráfico VI reúne una hipotética curva de oferta
de trabajo con una también hipotética curva de demanda. Es notoria la semejanza
con el gráfico I del mercado de manzanas; en lugar del precio de las manzanas
aparece el salario y en lugar de la cantidad de manzanas el empleo. Como ya
mencionamos, la escuela neoclásica supone que el mercado de trabajo funciona
exactamente igual que el mercado de cualquier producto.
Gráfico VI. El mercado de trabajo.

Salario Curva de
(en $) Oferta
700
800 Exceso de oferta

600
500
400 Punto de Equilibrio
300
200
Curva de
100 Demanda
2
10 Empleo (en millones
1 3 4 5 6 7 8 9
0 de trabajadores)

El gráfico VI muestra un mercado que llega al equilibrio cuando el salario se


ubica en $400 y el empleo alcanza los 5 millones de trabajadores. Los neoclásicos
argumentan que, si el mercado opera sin obstáculos, se alcanzará el equilibrio sin
intervención de la autoridad. Notemos que el punto es también de “pleno empleo”.
La curva de oferta de trabajo muestra que para ese nivel de salario están
dispuestas a trabajar 5 millones de personas. En el equilibrio, todos los que quieren
trabajar pueden hacerlo y todos los empresarios que deseen contratar más
trabajadores encontrarán brazos disponibles.

Causas del desempleo


Estamos ahora en condiciones de ensayar una explicación del desempleo
según esta teoría. Tomemos el caso de la Argentina, donde una masa de
trabajadores no consigue emplearse. Cuando una mercancía cualquiera no puede
venderse a pesar de la voluntad de sus dueños, los neoclásicos afirman que hay un
exceso de oferta. Mostramos en el caso del mercado de manzanas que el exceso de
oferta se resuelve autónomamente. El precio baja y la cantidad vendida aumenta.
El proceso se detiene cuando el mercado alcanza su posición de equilibrio: la
cantidad ofrecida es igual a la demandada. En el mercado de trabajo debería
suceder lo mismo. Observemos el gráfico II. A un salario de $700 hay 9 millones de
personas que ofrecen su trabajo, pero a ese salario, los empresarios sólo desean
contratar a 1 millón de trabajadores. Cuando el mercado de trabajo realice su
ajuste se resolverá el problema del desempleo. El salario caerá hasta el nivel de
equilibrio y esta caída incrementará la demanda hasta que todos los que ofrecen
trabajo puedan emplearse, a un salario de $400.
Los neoclásicos suponen así que el desempleo es un problema de solución
automática. Sin embargo, en los hechos, países como la Argentina muestran una
elevada tasa de desempleo que se sostiene en el tiempo. La única explicación
posible para esta situación desde la perspectiva neoclásica consiste en atribuir el
desempleo a un sólo y único problema: los salarios elevados. El desempleo se
sostiene porque el salario no desciende. ¿Qué fuerza impide el descenso del
salario? La respuesta es obvia: las organizaciones de los trabajadores, es decir, los
sindicatos y/o la acción protectora del Estado. Al resistirse al descenso de los
salarios, los trabajadores provocan su propia desgracia.
La teoría keynesiana
Crisis de 1930. La respuesta de la ortodoxia y el
surgimiento del keynesianismo
La quiebra de la bolsa de Nueva York del 29 de octubre de 1929 suele
tomarse como el punto de arranque de la llamada “crisis de 1930”. En los Estados
Unidos y Alemania, los países inicialmente más afectados, el nivel de producción se
desmoronó; la caída fue de más de un 30%. Pero la más dramática de sus
consecuencias se hizo sentir sobre los trabajadores. El desempleo alcanzó niveles
nunca antes vistos. Aunque la recuperación comenzó en 1933, los niveles de
desempleo previos a la crisis sólo se alcanzaron nuevamente con el estallido de la
Segunda Guerra Mundial.

Cuadro IV. Tasas de desempleo en el mundo, 1932-1933.

País Tasa de desempleo


Alemania 44% Fuente:
Austria 29% Hobsbawm, 1995.
Bélgica 23%
Dinamarca 32% La
Estados Unidos 27% desocupación y la
Inglaterra 23% miseria afectaban a
Noruega 31% un elevado
Suecia 24% porcentaje de la
fuerza de trabajo
en los países centrales. Hemos estudiado ya la explicación del desempleo que
sostiene la escuela neoclásica. En pleno desarrollo de la crisis (1937), un discípulo
directo de Marshall en Cambridge y uno de los más renombrados autores
neoclásicos, A. A. Pigou, explicaba el desempleo del siguiente modo: “Concluyo que
lo que es cierto bajo condiciones de competencia perfecta lo es también,
probablemente, bajo condiciones de monopolio o de competencia imperfecta, esto
es, que el volumen de empleo no disminuirá ni quedará fijo como consecuencia de
un recorte en los salarios reales –en caso de un cambio sustancial- sino que se
incrementará […] En todos los casos en que un recorte en el salario real provoca
una expansión del empleo, un recorte en el salario monetario tendrá el mimo
efecto” (Pigou, 1937: 420; traducción propia).
El problema se resuelve, tal como mostramos, recortando los salarios, ya sea
en términos de su poder adquisitivo (salarios reales) como en términos monetarios
(salarios nominales).
En 1936, el otro discípulo predilecto de Marshall, John Maynard Keynes,
publicaba un libro que provocó una verdadera revolución en el pensamiento
económico: Teoría general de la ocupación el interés y el dinero. Hasta su aparición
Keynes había sido también un economista neoclásico. Sin embargo, en el Prólogo
sostiene que la teoría ortodoxa perdió “toda su influencia práctica”. Es más,
continúa, “sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los
hechos reales” (Keynes, 1936/1992: 15).
La denuncia no apunta a los gráficos, funciones matemáticas o teoremas de
los neoclásicos, sino al corazón mismo de la construcción: las premisas sobre las
que construyen toda la teoría: “Si la economía ortodoxa está en desgracia, la razón
debe buscarse no en la superestructura, que ha sido elaborada con gran cuidado
por lo que respecta a su consistencia lógica, sino en la falta de claridad y
generalidad de sus premisas” (Keynes, 1936/1992:9).
La escuela neoclásica supone, es decir, sostiene sobre la base de sus
premisas, que en el mercado de trabajo funcionan mecanismos automáticos que
llevan a la economía al pleno empleo. En primer lugar, construyen modelos que
niegan por completo el problema: “Tal optimismo es el causante de que se mire a
los economistas como Cándidos que, habiéndose apartado de este mundo para
cultivar sus jardines, predican que todo pasa del mejor modo en el más perfecto
posible de los mundos, a condición de que dejemos las cosas en libertad” (Keynes,
1936/1992: 40).
Mientras los economistas ortodoxos construyen una teoría que excluye la
posibilidad de la desocupación, la realidad transcurre por otro camino y –según
Keynes- produce un grado de conflicto que exige rápidas soluciones: “En verdad el
mundo no tolerará por mucho tiempo más la desocupación que, aparte de breves
intervalos de excitación, va unida -y en mi opinión inevitablemente- al capitalismo
individualista de estos tiempos” (Keynes, 1936/1992: 335).
Keynes relaciona el estado de “desgracia” de la economía y su pérdida de
influencia práctica y política con la forma en que los neoclásicos explican el
desempleo. Como mostramos al revisar el modelo neoclásico y tal como Pigou
repite, la causa última del desempleo son los altos salarios: “Un economista […]
puede simpatizar con el obrero cuando éste se niega a aceptar una reducción de su
salario monetario, y admitirá que puede no ser inteligente obligarlo a sujetarse a
condiciones transitorias; pero la integridad científica lo fuerza a declarar que esa
negativa es, a pesar de todo, el motivo último de la dificultad” (Keynes,
1936/1992:26).

8.4. Resuma las diferencias entre la posición neoclásica y la de Keynes


planteadas hasta aquí.

Obreros norteamericanos manifestándose en Boston en los


años de la Gran Depresión.

La ocupación en la teoría keynesiana


La crítica de Keynes apunta al centro de la explicación
neoclásica del desempleo: el mercado de trabajo. Se propone
demostrar que la representación del comportamiento de los
trabajadores no se corresponde con la realidad (crítica empírica) y
que, además, tiene fallas lógicas (crítica teórica). Según la curva de
oferta de trabajo neoclásica, cuando el salario real aumenta, más

John M.Keynes.
hombres estarán dispuestos a trabajar. Esto implica que, si el salario real
disminuye, debería ocurrir lo contrario, es decir, debería reducirse la oferta de
trabajo. Keynes observa que, cuando aumentan los precios y el salario nominal
permanece constante -lo cual implica una caída del salario real- los trabajadores no
abandonan sus trabajos. Demuestra así empíricamente que la curva de oferta de
trabajo no refleja el modo en que los trabajadores actúan realmente.
La diferencia entre el salario real y el salario monetario es fácil de comprender
desde el punto de vista del trabajador. Si un empleado recibe un sueldo fijo
mensual de $500 durante 3 años consecutivos, su salario monetario no habrá
cambiado. En general se utiliza la letra W (“wage”, salario en ingles) para
representar al salario monetario, también llamado salario “nominal”. En este caso,
W=500 durante los 3 años. Ahora bien, para el trabajador, el valor de su salario en
pesos tiene una importancia sólo relativa. Lo que realmente le preocupa es la
capacidad de compra de esa suma, es decir, el “poder adquisitivo” del salario. Si en
el transcurso de los 3 años se incrementa el precio de los bienes que consume, por
más que su salario nominal no haya sufrido una disminución, esos mismos $500 le
permitirán acceder a una cantidad menor de productos que antes. Es obvio que, si
los precios se hubieran duplicado, aunque el salario monetario no se hubiera
modificado, su salario “real”, es decir, el poder adquisitivo de su salario se habría
reducido a la mitad. Si llamamos P a la suma de los precios de todos los productos
que consume, el salario real puede expresarse como el cociente entre W y P. En
símbolos, el salario real (w) se define como
W
w=
P

Profundización: Un ejemplo numérico sirve para aclarar el concepto. Si la suma


de los precios de todos los productos que consume fuera también de $500 al
principio del período, pero se duplicara a $1000 al final, su salario real inicial sería
de 1 primero y de 0,5 después.
El índice de precios al consumidor de INDEC mide las variaciones en el costo de una
“canasta” de productos de consumo típica, y suele usarse como aproximación a la
evolución del nivel de precios general de la economía, con el fin de realizar cálculos
en términos reales; entre ellos, el salario real.

Keynes también cuestiona la oferta de trabajo -como ya dijimos- desde un


punto de vista estrictamente teórico. Según los neoclásicos, cuando hay
desempleo, los trabajadores deberían aceptar una rebaja del salario real y así se
terminaría con el exceso de oferta. Keynes demuestra que los trabajadores son
incapaces de reducir voluntariamente el salario real. Lo máximo que pueden hacer
es aceptar un recorte en su salario monetario. Pero si caen todos los salarios de la
economía, deberán caer también todos los precios. Entonces el salario monetario se
reduce en la misma medida en que se abaratan las mercancías; el salario real no
sube ni baja, permanece constante.

Cuadro V. Efecto de una caída de los salarios nominales.


W
↓W entonces ↓P entonces permanece constante
P

(siendo W= salario nominal y P= nivel de precios)

Para los neoclásicos la responsabilidad por el desempleo recae sobre los


obreros, que se niegan a reducir sus salarios. Keynes muestra que los trabajadores
no pueden -aunque estuvieran dispuestos a hacerlo- disminuir sus salarios reales.
Después de cuestionar la teoría según la cual el nivel de empleo se determina
por la libre acción de la oferta y la demanda de trabajo, Keynes expone su propia
explicación del fenómeno. Su aporte principal es el “principio de la demanda
efectiva”. Los neoclásicos supusieron siempre que el pleno empleo era un resultado
automático del sistema económico y nunca se hicieron –o simplemente les pareció
poco relevante explicitar- una pregunta fundamental: Si cuando aumenta el
empleo, la producción total necesariamente aumenta, ¿habrá siempre demanda
para esa producción creciente?
Según Keynes, el límite para el aumento de la producción y del empleo es
precisamente la demanda. Para producir más los empresarios tienen que tener a
quién venderle la producción incrementada. Los neoclásicos supusieron –
implícitamente- que cada vez que la producción aumenta, aumenta el poder de
compra y, con él, la demanda. Sostenían entonces que la economía funciona de
acuerdo a la “ley de Say” que reza que “la oferta crea su propia demanda”. Si crece
la producción -pensaban los neoclásicos- la demanda crece proporcionalmente.
Keynes viene a destruir el razonamiento que está detrás de este mecanismo. “Si
ésta no es la verdadera ley respecto de las funciones globales de oferta y demanda,
hay un capítulo de importancia capital en la teoría económica que todavía no se ha
escrito y sin el cual son fútiles todos los estudios relativos al volumen de la
ocupación global” (Keynes, 1936/1992: 34-35).
El “nuevo capítulo” es el que refiere al “principio de la demanda efectiva”. Lo
explicamos en términos sencillos. La producción global de una economía tiene dos
usos: una parte de la producción se destina al consumo de la población y la otra
parte se emplea productivamente como inversión de las empresas. Según Keynes,
siempre que aumenta la producción, la demanda de consumo aumenta, pero en
menor proporción que el producto.
Un simple ejemplo sirve para comprenderlo: si la producción aumenta en 100
millones de pesos, quiere decir que alguien recibe un ingreso equivalente a 100
millones de pesos. Pero los que reciben el ingreso sólo destinan una parte de lo que
reciben al consumo, digamos 80 millones. Hasta aquí, si los empresarios deciden
incrementar la producción en 100 millones, sólo podrán vender 80 millones a los
consumidores. Queda el equivalente a 20 millones sin vender. Los empresarios
sufrirían fuertes pérdidas; por lo tanto, en esta situación, nunca incrementarían la
producción a 100 millones. La única posibilidad que permite que la producción se
incremente es que los 20 millones restantes sean destinados al otro gran rubro: la
inversión. En resumidas cuentas Keynes sostiene que la producción sólo puede
aumentar si aumenta la inversión en la medida necesaria (en nuestro ejemplo, 20
millones). Así de la producción de 100 millones se destinarán 80 al consumo y 20 a
la inversión.
Ésta es la pieza clave en la explicación del desempleo. Para Keynes el mismo
es resultado de la insuficiencia de inversión. ¿Quién decide cuánto se invierte? La
respuesta es obvia: los propios empresarios. Cuando la inversión que deciden
realizar los empresarios es reducida, la producción será baja y el desempleo, alto.
Por medio de este mecanismo Keynes pone “patas para arriba” el argumento
neoclásico. Para éste, el desempleo era un producto de la resistencia de los obreros
a que sus salarios disminuyan. Para Keynes, es la consecuencia de que los
empresarios no inviertan lo suficiente. De esta nueva explicación se obtiene una
novedad fundamental en términos de las recomendaciones prácticas de la teoría
económica: existe un remedio para el desempleo que no consiste simplemente en
esperar que el mercado ajuste automáticamente o en forzar a los trabajadores a
que se “flexibilicen”. Cuando los empresarios no quieren invertir, el Estado puede
hacerlo en su lugar. Dice Keynes: “Espero ver al Estado […] asumir una
responsabilidad cada vez mayor en la organización directa de las inversiones”
(Keynes, 1992: 164).
La publicación de la Teoría General... abrió una profunda zanja que divide a
los economistas hasta el presente. De un lado, están los que pertenecen a la
corriente neoclásica que, en términos generales, confían en la libertad plena de los
mercados como un mecanismo para asegurar el pleno empleo y recomiendan
remover todas las trabas al funcionamiento del mercado cada vez que se presenta
una situación de alto desempleo. Del otro, los economistas keynesianos, que
sostienen que la solución al desempleo es que el Estado intervenga realizando
inversiones para reactivar la demanda efectiva.
Brevemente, para concluir, nos referiremos a una tercera escuela de
pensamiento que convive con éstas: la escuela marxista.

8.5. Responda sintéticamente: ¿Cómo se determinan la producción y el


nivel de empleo según los neoclásicos y según Keynes?

El desempleo en Marx
Buena parte de la discusión entre los economistas neoclásicos y keynesianos
-incluso remontándose más allá del problema del desempleo-, gira en torno al
grado de participación del Estado en el proceso económico. Libertad de mercado
versus intervención del Estado. Ésta es la línea divisoria de aguas.
Desde la perspectiva marxista, se han articulado fuertes críticas a ambas
concepciones. Por un lado, es evidente que la economía capitalista provoca de
forma recurrente la existencia de una masa de trabajadores que no puede
conseguir ocupación. El mercado no asegura el pleno empleo. Pero tan cierto como
esto es que el Estado no puede representarse como un “deus ex machina” que
viene a solucionar los problemas que crean las leyes económicas. La visión
caricaturizada del Estado que tienen los keynesianos supone ingenuamente que
éste puede intervenir “desde afuera” para garantizar el bien común. Del
endiosamiento del mercado se pasa, sin escalas, al endiosamiento del Estado.
Los clásicos como Ricardo sostenían que, aunque en cada momento la oferta y
la demanda de trabajo modifican el salario de manera circunstancial y transitoria, el
salario tiende a fijarse en el nivel estrictamente necesario para la subsistencia de
los trabajadores. Fue el reverendo Thomas Malthus el primero en exponer esta “ley
de hierro de los salarios”: Cuando el salario se encuentra por encima del nivel de
subsistencia, crece la población obrera hasta que el salario disminuye al nivel
mínimo. Cuando el salario está por debajo de la subsistencia, la población
disminuye y el salario se recompone.

Marx rechazó la
explicación clásica de
los salarios, sintetizada
por Malthus en la “ley
de hierro”.

En El Capital (1871), Marx rechaza esta explicación que concibe a la población


obrera como si fuera un rebaño animal o una colonia de insectos, cuya población
está controlada sólo por la disponibilidad de alimentos. Afirma que, en primer lugar,
el salario de los trabajadores no tiende a fijarse al mínimo necesario para la
reproducción física, sino que contiene, además, un “componente histórico-moral”
que se incrementa según avanza la sociedad capitalista, cundo los obreros deben
realizar trabajos cada vez más complejos y calificados. Sin embargo, para que el
salario no exceda con mucho ese nivel, en el capitalismo se forma lo que Marx
denomina un “ejército industrial de reserva”. Se trata de una porción excedente de
la clase trabajadora que, al estar disponible para el trabajo, impide que los salarios
crezcan demasiado por falta de brazos.
Dice Marx: “Ahora bien, si la existencia de una superpoblación obrera es
producto necesario de la acumulación o del incremento de la riqueza dentro del
régimen capitalista, esta superpoblación se convierte a su vez en palanca de la
acumulación del capital, más aún, en una de las condiciones de vida del régimen
capitalista de producción. Constituye un ejército industrial de reserva, un
contingente disponible, que pertenece al capital de un modo tan absoluto como si
se criase y mantuviese a sus expensas. Le brinda el material humano, dispuesto
siempre para ser explotado a medida que lo reclamen sus necesidades variables de
explotación e independiente, además, de los limites que pueda oponer el aumento
real de población” (Marx, 1871/1992: 535).
Esta explicación permite comprender ciertos aspectos cruciales del régimen
capitalista. En primer lugar, el desempleo no es un fenómeno “anormal”, una
enfermedad de la economía capitalista, que, de otra manera, crearía empleo y
bienestar para todos. Por el contrario, el desempleo permanente es un resultado
necesario de la operación normal del modo de producción capitalista. Por otro lado,
el proceso económico –como han aceptado ya algunos keynesianos y neoclásicos-
tiene una trayectoria cíclica: a lo largo de su historia la economía capitalista pasa
repetidamente por etapas de quietud, creciente animación, prosperidad,
superproducción, crack, estancamiento y estabilización. La crisis tampoco es un
hecho excepcional, tal como lo mostró la evolución del capitalismo.
Por último, el fenómeno del desempleo no tiene la misma fisonomía en todos
los países. A lo largo de la historia, se establecieron fuertes diferencias en la
estructura productiva de los diversos países, de manera que, en la última etapa, el
ejército industrial de reserva comenzó a fijarse en ciertas zonas, mientras en otras
la población gozaba de mejores condiciones.
Marx sostenía: “Cuanto mayores son la riqueza social, el capital en funciones,
el volumen y la intensidad de su crecimiento y mayores también, por tanto, la
magnitud absoluta del proletariado y la capacidad productiva de su trabajo, tanto
mayor es el ejército industrial de reserva. La fuerza de trabajo disponible se
desarrolla por las mismas causas que la fuerza expansiva del capital. La magnitud
relativa del ejército industrial de reserva crece, por consiguiente, a medida que
crecen las potencias de la riqueza. Y cuanto mayor es este ejército de reserva en
proporción al ejército obrero en activo, más se extiende la masa de la
superpoblación consolidada, cuya miseria se halla en razón inversa a los tormentos
de su trabajo. Y finalmente, cuanto más crecen la miseria dentro de la clase obrera
y el ejército industrial de reserva, más crece también el pauperismo oficial. Tal es la
ley general, absoluta, de la acumulación capitalista” (Marx, 1871/1992: 546).
El desempleo, la crisis y la pobreza no pueden “solucionarse” por la acción de
un Estado benefactor ni por el movimiento incondicionado de los mercados. Son
fenómenos que acompañan necesariamente a las economías capitalistas.
La tradición de la economía política marxista difiere de la economía neoclásica
y de la keynesiana en algunos puntos fundamentales. Mientras estas corrientes
comparten una tendencia a estudiar al capitalismo como si se tratara de un
régimen que surge directamente de la naturaleza humana, la tradición clásica y
marxista intenta comprender las leyes históricas específicas de este régimen de
producción, al que consideran de naturaleza transitoria. Esto tiene, como hemos
visto, una manifestación clara en la explicación de los fenómenos económicos –
como el desempleo- así como en la articulación de sus posibles soluciones.
Recorriendo las universidades del mundo pueden identificarse importantes
economistas pertenecientes a estas tres tradiciones. Como mostramos, aunque los
fenómenos son los mismos, las explicaciones son, a veces, profundamente
divergentes.
8.6. En la materia que usted imparte en la escuela, ¿cuáles de los
contenidos abordados hasta ahora en esta clase son contemplados? ¿Con
qué fin? ¿De qué modo? ¿Son inscriptos en un contexto histórico? ¿Y en un
contexto disciplinar? ¿Qué reflexiones podría plantear al respecto?

Conclusiones
Las posiciones encontradas de las escuelas mencionadas resaltan cuando sus
representantes pretenden dar cuenta del fenómeno del desempleo en un caso
concreto, como el de Argentina. Claro que los economistas renombrados no están
obligados a revelar su pertenencia a estas distintas corrientes, de manera que el
proceso adecuado para “descubrir” los fundamentos en que se inspiran es el
inverso: en necesario partir de sus recomendaciones para reconstruir luego su
filiación teórica. Por otra parte, muchos de los economistas –siguiendo una
tradición bastante difundida en ciencias sociales- no adscriben a las ideas de una
escuela de pensamiento en su “pureza”, sino que construyen sus propias opiniones
a partir de una combinación de distintas teorías. Sin embargo, para utilizar una
metáfora, podríamos decir que las explicaciones clásica, neoclásica y keynesiana
vienen a ser los “colores primarios” sobre la base de los cuales se produce la
variada gama de posiciones que sostienen los economistas contemporáneos.
En la década de los noventa se produjo, como mostramos más arriba, un
incremento sustancial en la tasa de desempleo. ¿A qué atribuir este salto? ¿Cuáles
son las posibles soluciones para la desocupación? Las posiciones extremas, que
adhieren estrictamente a cada una de las vertientes teóricas, serían las siguientes:
Un neoclásico ortodoxo tendría que afirmar que el desempleo es la consecuencia
necesaria de ciertas “rigideces” propias del mercado de trabajo. El salario se
encuentra fijo en un nivel demasiado elevado y esto es así porque las
organizaciones de los trabajadores y la legislación entorpecen el libre juego de la
oferta y la demanda, impidiendo el ajuste hacia el pleno empleo. Hay un exceso de
regulaciones –generalmente atribuido al poder que los trabajadores tenían en
épocas pasadas. Recomiendan entonces “desregular” el mercado de trabajo para
quitar las trabas y “flexibilizarlo” para acabar con las rigideces.
Esta descripción de la teoría neoclásica y sus conclusiones aparenta
demasiada sencillez. Pero, aunque simplificada, es la explicación que los
neoclásicos pueden dar para el desempleo. De esta explicación se siguen las típicas
recomendaciones neoliberales que fueron moneda corriente en la Argentina desde
inicios de la década de 1990. Las llamadas “leyes de flexibilización laboral”
constituyen una expresión acabada de este tipo de explicaciones y propuestas. Su
objetivo era eliminar las rigideces del mercado de trabajo (de ahí el término
“flexibilización”) para lograr que el desempleo se redujera, lo que en concreto
significó facilitar y abaratar los despidos, quitar beneficios indirectos para reducir
los salarios y restarles fuerza de negociación a los sindicatos.

Profundización:
Como ejemplo de los argumentos que se esgrimían en apoyo de las sucesivas leyes
de flexibilización, cabe mencionar dos citas captadas en el momento en que se
discutía la ley laboral 25.250, popularizada luego como "ley Banelco". Pablo
Gerchunoff, jefe de asesores del Ministerio de Economía en aquel entonces,
afirmaba: “La ley de reforma laboral aprobada por el Senado es una bisagra en la
historia del modelo sindical argentino. Es un golpe muy fuerte al régimen
tradicional y un progreso fundamental en el camino hacia la modernización” (La
Nación, 28/04/00, cit. en El trabajo en Argentina, Condiciones y perspectivas # 1,
CENDA, otoño 2004).
Por su parte, Javier Tizado, titular de Siderar (Grupo Techint), se ilusionaba: “La
nueva ley es un sustancial avance para mejorar las relaciones laborales y la
competitividad argentina, y crear empleo y mejorar la productividad” (La Nación,
28/04/2000, cit en El trabajo en Argentina, Condiciones y perspectivas # 1,
CENDA, otoño 2004).
8.7. Durante la década de 1990 se sancionaron diversas leyes en materia
laboral: en 1991, la llamada “Ley de empleo” (Nº 24.013); en 1995, la “Ley
de formación y empleo” (Nº 25.465); en 1998, la “Ley de reforma laboral”
(Nº25.013), en 2000 la “ley de empleo estable”. Los textos pueden
encontrarse en el sitio web del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad
Social: www.trabajo.gov.ar en el link Legislación. La fundamentación de
estas medidas puede también encontrarse en varios de los documentos
producidos por la Fundación FIEL, por ejemplo, “El Empleo en la Argentina.
El rol de las instituciones laborales”, disponible en
http://www.fiel.org/publicaciones/Libros/elempleo.pdf. Lea esos textos y
fundamente por qué puede afirmarse que –aunque con avances y
retrocesos- tendían a la flexibilización.

La explicación de corte keynesiano se ha hecho más habitual -o más visible-


después de la crisis económica de 2001. Desde esa corriente se considera al
desempleo un resultado no de los salarios altos, sino de la falta de demanda. La
solución se lograría estimulando los componentes de la demanda: la inversión -en
el caso de un keynesianismo puro- y también el consumo. El siguiente fragmento
del discurso de asunción del presidente Kirchner podría ubicarse –en sus rasgos
generales- dentro de esta línea: “Es preciso promover políticas activas que
permitan el desarrollo y el crecimiento económico del país, la generación de nuevos
puestos de trabajo y la mejor y más justa distribución del ingreso. Como se
comprenderá el Estado cobra en eso un papel principal, en que la presencia o la
ausencia del Estado constituye toda una actitud política … Al contrario del modelo
de ajuste permanente, el consumo interno estará en el centro de nuestra estrategia
de expansión. (Aplausos). Precisamente para cumplir con esta idea de consumo en
permanente expansión, la capacidad de compra de nuestra población deberá crecer
progresivamente por efecto de salarios, por el número de personas trabajando y
por el número de horas trabajadas. Esas tres variables juntas definen la masa de
recursos que irán al consumo y al ahorro local y su evolución no puede ser fruto de
una fantasía o de puro voluntarismo”.

Profundización
El discurso completo de asunción del presidente Kirchner se encuentra disponible
en línea en: http://www.presidencia.gov.ar/prensaoficial/discursos_show.php?
id=122)
Puede consultar además otro texto que también se inscribe en la corriente
keynesiana –nuevamente con matices: la propuesta elaborada por la Central de
Trabajadores Argentinos: “Shock Distributivo, Autonomía Nacional y
Democratización. Aportes para superar la crisis de la sociedad argentina”. El texto
completo puede encontrarse en:
http://www.cta.org.ar/instituto/aportes/aportes1.html

Es más difícil, en cambio, encontrar propuestas de corte clásico y marxista,


porque desde esa perspectiva o bien la intervención del Estado es incapaz o bien la
relevancia de sus acciones se considera limitada para evitar un fenómeno que
acompaña inevitablemente al desarrollo (y subdesarrollo) de la sociedad capitalista.
Aunque se trata sólo de un panorama introductorio, las teorías recorridas
brindan un punto de partida para comprender las posiciones no sólo teóricas, sino
prácticas que se adoptaron y se adoptan en la actualidad para enfrentar el
problema del desempleo.

Bibliografía
CENDA, El trabajo en Argentina, Condiciones y perspectivas # 1, otoño 2004
(BIBLIOGRAFÍA OBLIGATORIA).
Hobsbawm, E. (1995) Historia del siglo XX, Ed. Crítica, Barcelona
Keynes, J. M. (1939/1936) The General Theory of Employment, Interest and
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Ricardo, D. (1817/1996) On Principles of Political Economy and Taxation,
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