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Que un puente de acero y hormigón oscilase no era nada normal y, desde luego, no
era algo esperado por los constructores y promotores de la obra. Desde el punto de
vista de la física, el puente experimentaba un movimiento ondulatorio que era
provocado por las vibraciones de los vehículos que lo cruzaban y que, por un efecto de
resonancia mecánica, el puente lo amplificaba. Galloping Gertie, que fue el nombre
que recibió el puente, se convirtió en un fenómeno turístico de la zona apto,
únicamente, para valientes que soportasen viajar en su coche, o cruzar el puente a
pie, sintiendo el vaivén de una montaña rusa.
Los resultados del estudio realizado para esclarecer las causas muestran que sí hay
un efecto de torsión a 0,2 Hz, tanto más violento cuanto mayor fuese la velocidad del
viento. Experimentalmente, pues, el túnel de viento muestra que el puente debió
romperse, y eso es exactamente lo que hizo. Pero no se trató de un fenómeno de
resonancia.
Pero si el viento sopla con fuerza, el remolino recorrerá el puente con rapidez y saldrá
por el lado de la derecha antes de que el tablero del puente haya vuelto a la
horizontal. Cuando la torsión sea la opuesta, será la parte inferior la que genere un
remolino
Eso es lo que pasó en el puente de Tacoma Narrows. Cada vez que se inclinaba
lateralmente, se generaban remolinos, los cuales ejercían un momento de torsión que
retorcía el puente cada vez más. A cada oscilación, la torsión crecía, lo que
incrementaba el tamaño de los remolinos, que a su vez aumentaba la torsión, y así
sucesivamente. El efecto es un “bombeo” de energía del viento al puente. En apenas
una hora, la energía cinética acumulada partió el puente y lo hizo añicos.