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Michael E. Colby
1. Introducción
El alcance y escala de los problemas ambientales han aumentado considerablemente durante los pasados tres
decenios, desde los problemas de la polución descontrolada, y luego internacional, hasta la deforestación, la
erosión del suelo, la declinación de las láminas de agua y otras formas de agotamiento y degradación de los
recursos naturales, así como el interés mundial por asuntos tales como los cambios climáticos y la capa de ozono.
Esta expansión ha coincidido con un crecimiento sin precedente del alcance y escala de las actividades y, en
muchos países, con el mejoramiento del bienestar humano
Todas las actividades humanas ocurren en el contexto de ciertos tipos de relaciones entre la sociedad y el mundo
biofísico (resto de la naturaleza). El desarrollo implica transformaciones de estas relaciones. Consecuentemente,
el tema de la administración ambiental y su integración con el desarrollo se ha convertido en una gran
preocupación para los habitantes, las empresas y los gobiernos del mundo. Las prácticas de administración
ambiental y desarrollo económico, así como la planeación de ambos y las construcciones teóricas en las que
descansan están en un período de revisión a fondo.
Desde la Conferencia de Estocolmo sobre el Ambiente Humano, de 1972, ha habido mucho desarrollo que
presagia grandes cambios en la forma en que existirá la sociedad humana en el futuro. Sin embargo, en vísperas
de otra conferencia para la celebración del vigésimo aniversario de Estocolmo muchos de estos avances no se han
institucionalizado.
Como lo han reconocido muchos autores, lo que ahora llamamos problemas "ambientales" no son nada nuevo.
En efecto, es probable que hayan contribuido al colapso de muchas civilizaciones anteriores tanto como las
jornadas militares típicamente citadas (Cronon, 1983; Weiskel, 1989).
Se proponen aquí cinco "paradigmas" básicos en la relación entre los seres humanos y la naturaleza, o de la
"administración ambiental en desarrollo". Cada paradigma tiene diferentes supuestos acerca de la naturaleza
humana, de la propia naturaleza, y de sus interacciones. Cada uno plantea distintas cuestiones y percibe diferente
evidencia, imperativos dominantes, amenazas o riesgos (problemas para el desarrollo, y tiene diversas técnicas
de modelación para el funcionamiento del mundo, y diferentes soluciones y estrategias de administración
preferidas. También tienen fallas distintas.
A menudo se han reconocido deficientemente las implicaciones de las cambiantes condiciones e innovaciones
teóricas; el paradigma prevaleciente considera que todas las variaciones pertenecen a una sola canasta de ideas
extrañas. Aquí identificaremos las diferencias fundamentales entre los paradigmas y empezaremos a explorar sus
implicaciones.
En la gráfica 1 se representa la naturaleza de las relaciones "evolutivas" entre los cinco paradigmas. El cuadro 1
ofrece un resumen de las diferencias establecidas entre ellos según algunas dimensiones antes mencionadas.
También se podría elaborar una lista de problemas o riesgos particulares y luego una matriz adicional completa
de las "soluciones" preferidas para cada uno de los paradigmas (Colby, 1990a, pp. 194-198)
Tras el cuadro aparece un análisis de cada paradigma y muchos de los conceptos planteados. El diagrama trata de
indicar de modo esquemático el carácter no lineal de la evolución de los paradigmas en las formas siguientes: la
escala vertical representa progresión en el tiempo, de un paradigma al siguiente en sentido ascendente; la escala
horizontal indica la posición de los tres paradigmas superiores en el espacio que media entre los paradigmas
"diametralmente opuestos" de la economía de frontera y de ecología profunda.
El tamaño de las cajas denota (aproximadamente) el grado de la inclusión o de integración de los sistemas sociales,
ecológicos y económicos en la definición del desarrollo y la organización de las sociedades humanas. Las líneas de
guiones indican el futuro postulado.
Gráfica No. 1
4. La Economía de Frontera
Economía de Frontera es la frase usada por Kenneth Boulding (1966) para describir el enfoque que prevaleció en
la mayoría de los países por lo menos hasta fines de los años sesenta. En su aspecto más básico este enfoque trata
la naturaleza como una oferta infinita de recursos físicos (es decir, de materias primas, energéticos, agua, suelos
y aire) que pueden usarse para el beneficio humano, y como un resumidero infinito para los subproductos del
consumo de estos beneficios, con la forma de diversos tipos de polución y degradación ecológica.
Por lo tanto, la economía se separó de la naturaleza en la teoría y en la práctica. Se aceptaba generalmente "la
representación estándar de libro de texto del proceso económico se por un diagrama circular, un movimiento de
péndulo entre la producción y el consumo dentro de un sistema completamente cerrado", siendo todas las
afluencias completamente reversibles (Georgescu-Roegen, 1971).
Tanto en el análisis económico neoclásico como en el marxista se perciben el trabajo humano y el capital creado
por el hombre como factores primarios limitantes de la producción. Hay fe sin límites en el "progreso" del ingenio
humano, en la benevolencia del avance tecnológico y en su capacidad combinada para afrontar todos los
problemas que pudieran surgir, de ordinario mediante la sustitución cuando la escasez hace que se eleven los
precios. Dado que tanto la capacidad de la naturaleza como el ingenio humano se creen limitados, es poca la
posibilidad conceptual de que la combinación de la acumulación del daño y el agotamiento de los recursos
restrinja finalmente la producción y la oportunidad humana.
El agotamiento o degradación de los recursos aumenta su valor medido, pero con frecuencia reduce la calidad de
vida de la gente y degrada la funcionalidad del ecosistema en el que descansa haciéndolo más vulnerable. Esta
paradoja de la generación de "valor" mediante la creación de escasez proviene de una definición limitada de la
eficiencia dentro de la teoría del valor de intercambio en la economía moderna. Sólo los recursos intercambiables
que se consideran escasos deben usarse de manera eficaz, de modo que los bienes no escasos se tornan
inexorablemente escasos y por tanto valiosos.
De acuerdo con las interpretaciones populares de las grandes religiones y del "Programa Tecnológico" de Francis
Bacon para el desarrollo de la ciencia occidental moderna, se considera en este paradigma que la naturaleza existe
para beneficio instrumental del hombre, para ser explorada, manipulada, explotada, modificada e incluso
"engañada" en cualquier forma que pueda mejorar la calidad material de la vida humana (White, 1967, Berman,
1981, Pepper, 1984). En efecto, la naturaleza habría de ser reconstruida de acuerdo con la imagen del hombre;
transformada para hacerla más adecuada a las necesidades y los deseos de los seres humanos.
Muchas tecnologías que se han usado para el "desarrollo" son básicamente tecnologías o estrategias para la
administración del ambiente, ya que se desarrollaron con el propósito de aumentar el poder del hombre para
extraer recursos y producción de la naturaleza, y/o para reducir el efecto de variabilidad de la naturaleza en la
sociedad. Tenemos un ejemplo primordial en la moderna agricultura industrial, que a fin de resolver el problema
básico del hambre sustituyó los ciclos de nutrientes naturales, el clima, las interacciones de plantas y herbívoros,
y diversos ecosistemas con energéticos fósiles, riego, "plaguicidas" químicos de fabricación humana y
agroecosistemas de monocultivo especializados.
Otro ejemplo es la estrategia de "chimeneas altas" para la dispersión de desechos. Basado en la ilusión de que si
la polución se dispersa lo suficiente pasará inadvertida por la gente o por la naturaleza, esto ha conducido al
problema de la lluvia ácida.
La mayoría de los países en desarrollo ha limitado de una manera u otra este enfoque básico para la administración
económica y ambiental. Este enfoque de la economía de frontera se justifica a menudo como un mal menor,
"necesario" durante las primeras etapas industriales del desarrollo, junto con el rápido crecimiento demográfico,
a fin de alcanzar un estado más avanzado. Se cree que el daño podrá repararse fácilmente, cuando sea necesario,
después de que el desarrollo haya llegado a un punto donde pueda pagarse la administración ambiental (ver
sección IV).
La falta fundamental es una falta de conciencia en la dependencia básica de la economía humana de un vasto
conjunto de recursos físicos y biológicos en cuanto a los materiales, los energéticos y los alimentos y, lo que es
más importante aún, el fino equilibrio de los servicios ecológicos interdependientes de los que dependen todos
ellos (Westman, 1977).
5. La Ecología Profunda
Se conoce como Ecología Profunda (Naess, 1973; Devall y Sessions, 1985) una visión del mundo que se ha
interpretado ampliamente como todo lo contrario de la economía de frontera: un sistema de valor y ético
fundamentalmente diferente. En muchos sentidos es una reacción a las consecuencias del paradigma dominante.
Es mucho menos entendido o aceptado aunque está creciendo como un movimiento político. No debe confundirse
la ecología profunda con la ciencia de la ecología. En su forma actual es un esfuerzo por sintetizar muchas actitudes
filosóficas antiguas, y algunas nuevas, acerca de la relación entre la naturaleza y la actividad humana, con acento
particular en los aspectos éticos, sociales y espirituales que han sido subestimados en la concepción económica
del mundo dominante (Nash, 1989).
La ecología profunda está lejos de ser todavía una filosofía unificada, congruente, aunque algunos de sus
partidarios la consideran una fuerza más bien que una debilidad, ya que promueve la diversidad y la flexibilidad.
Se basa eclécticamente en diversas escuelas de pensamiento como el conservacionismo de la vida silvestre, el
romanticismo y trascendentalismo del siglo XIX; filosofía y religiones orientales tales como el taoísmo y el
budismo; varios conceptos filosóficos de la ética, justicia y equidad; el ecofeminismo; el pacifismo; la democracia
jefersoniana, descentralizada y participativa, y algunos aspectos de la igualdad social del socialismo, además de la
ciencia moderna de la ecología de sistemas.
Los ecologistas profundos aprecian algunos de los aspectos más científicos de la ecología de sistemas mezclados
con una visión "biocéntrica" (no antropocéntrica) o "armoniosa" de la relación hombre naturaleza. Entre los temas
básicos se encuentran "la igualdad intrínseca de las bioespecies", las grandes reducciones de la población humana,
la autonomía biorregional (reducción de las dependencias económicas, tecnológicas y culturales e intercambio
dentro de regiones enteras de características ecológicas comunes), la promoción de la diversidad biológica y
cultural; la planeación descentralizada con utilización de varios sistemas de valores, las economías no orientadas
hacia el crecimiento; la tecnología no dominante (común o baja), y un uso mayor de los sistemas locales de
administración tecnología. Los ecologistas profundos (y muchos otros) consideran que los avances tecnológicos
conducen de ordinario a problemas más grandes, costosos e intratables, más bien que al "progreso"..
En la práctica estas estrategias significan a menudo que el hombre se ponga al servicio de la naturaleza, o sea una
jerarquía contraria a la de la economía de frontera. La aplicación de esta filosofía provocaría cambios radicales en
los sistemas sociales, legales y económicos, y en las definiciones del "desarrollo". El imperativo extremo es una
"ecotopía" contraria al crecimiento, de una limitada armonía con la naturaleza. Aunque algunos de estos principios
pueden usarse para orientar los enfoques de la planeación del desarrollo futuro, la esperanza de que todo el
mundo retorne a los estilos y niveles de vida preindustriales, rurales, ha sido generalmente considerada como
algo muy poco práctico y para la mayoría de la gente, como algo no deseable. Probablemente sería imposible con
los niveles actuales de la población. Aunque la ecología profunda podría ser más "orgánica", tiende a no creativa,
y la creatividad constituye uno de los factores fundamentales de la evolución de la naturaleza o la sociedad
humana (Jantsch, 1980).
6. La Protección Ambiental
La dominación del paradigma de la economía de frontera empezó a debilitarse en los años sesenta, sobre todo
después de la publicación Silent Spring (1962), el libro de Rachel Carson. El reconocimiento del problema de la
polución en el contexto polarizado de la economía de frontera, frente a las nacientes escuelas de la ecología
profunda, condujo a la percepción de la necesidad de celebrar compromisos o transacciones; la percepción de la
"ecología contra el crecimiento económico" se hizo por fin explícita.
En algunos países industriales se institucionalizaron los "pronunciamientos del efecto ambiental". Su propósito
era la provisión de un instrumento racional para la evaluación de los costos y beneficios de las actividades de
desarrollo antes de que se iniciaran. En la práctica, las declaraciones se añadían a menudo cuando la planeación
y la elaboración de los proyectos se encontraban ya muy avanzados, de modo que las preocupaciones ambientales
tardías acababan siendo percibidas de ordinario como "contrarias al desarrollo". Esto explica gran parte de lo que
podríamos llamar la "agenda negativa o defensiva" en la política y la administración del ambiente. Se llama
negativa porque institucionalizó un enfoque que se centraba en el control de los daños en la reparación y la
limitación de la actividad dañina.
En lugar de centrarse en los procedimientos para mejorar las acciones de desarrollo y la resistencia ecológica, este
enfoque era inherentemente defensivo o correctivo en la práctica. También se ha descrito como el enfoque del
"final del tubo" o de "lo mismo de siempre, más una planta de tratamiento". Usando una analogía económica,
diremos que se aplica la "atención médica de la tierra", más bien que la "salud de la tierra".
El análisis económico se basa todavía en el modelo neoclásico del sistema económico cerrado; la estrategia
principal de este paradigma consiste en la legalización del ambiente como una exterioridad económica. Los
"niveles óptimos de polución" se definen más bien por su aceptabilidad económica de corto plazo, y en
consecuencia por consideraciones políticas, que por lo necesario para mantener la resistencia del ecosistema. Los
enfoques reguladores de "comando y control" intentan alcanzar tales niveles. La dispersión de la polución aún es
un enfoque común para el mejoramiento, aunque en el proceso genera problemas mas grandes y costosos (como
el transporte internacional de la precipitación ácida). La prescripción de nuevas soluciones tecnológicas para
mitigar los problemas de la polución (como las caras "raspadoras" de chimeneas) se ha convertido también en
una parte de esta estrategia.
En ciertas ocasiones se pasaron a la propiedad estatal parcelas pequeñas de propiedad comunal, para destinarlas
a la preservación o conservación como parques nacionales o reservas silvestres. Sin embargo, un dogma
conceptual más generalizado en este sentido es la creencia neoclásica en la privatización de la propiedad como
una de las soluciones principales para el abuso de los recursos. La alegoría clásica de Garrett Hardin de la "tragedia
de las tierras comunales" (1968) ha sido ampliamente aceptada por los investigadores y los practicantes del
desarrollo como una base para esta prescripción. Los regímenes de propiedad comunal se asocian a la degradación
"inevitable" de los recursos. Esto se convirtió en la perspectiva dominante desde la cual los científicos sociales
consideran los problemas de los recursos naturales.
La percepción de imposibilidad e injusticias se debe por lo menos en parte al hecho de que el enfoque de la
protección ambiental es básicamente la variación moderada del paradigma de desarrollo de la "economía de
frontera". Se añaden algunas restricciones a la actividad, cuyos efectos se interpretan a menudo como una
conservación de la dicotomía de ricos y pobres. En virtud de que el análisis económico busca sólo tipos de
información limitados, de base monetaria, y los beneficios ecológicos resultan difíciles de cuantificar, la
administración ambiental sólo aparece como un incremento de los costos en esta variante del modelo.
Las actividades de desarrollo benignas o incluso benéficas desde el punto de vista ecológico se reconocen raras
veces como tales. Los efectos de la polución en la salud humana, la calidad estética del ambiente y las especies
salvajes raras constituyen a menudo las preocupaciones "ambientales" primarias de los gobiernos de los países
industriales; por esa razón algunos economistas han sostenido que se trata principalmente de una preocupación
de la clase media industrial.
Los gobiernos de países en desarrollo con frecuencia han considerado las preocupaciones ambientales, en
particular la polución y la protección de las tierras y la vida silvestre, como un interés de la clase elitista de los
países ricos, y como algo contrario a sus necesidades e intereses. De manera algo paradógica, los gobiernos ceden
de ordinario ante los grupos elitistas nacionales cuando se resisten a tomar medidas de reforma agraria que
podrían ayudar a resolver algunos de sus problemas de recursos.
La publicación del esfuerzo de modelación dinámica de los sistemas globales del Club de Roma, The Limits to
Growth (Meadows y otros, 1972), constituyó otro hecho histórico. Este informe, junto con subsecuentes intentos
de modelación tales como el Global 200 Report to the President (US CEQ, 1980) fue ampliamente censurado
porque proyectaba un futuro de "sombría declinación" basado en la extrapolación lineal de las tendencias sin
considerar el potencial positivo de cambio tecnológico, la sustitución de recursos y los mecanismos de precios.
Pero muchas de las amenazas pronosticadas en los primeros esfuerzos de modulación aún son graves, a pesar que
a menudo leemos declaraciones en el sentido de que las situaciones de sombría declinación se han "superado".
Organismos no Gubernamentales e internacionales, como la Unión Internacional para la Conservación de la
Naturaleza y los Recursos Naturales (IUCN) y las Naciones Unidas, prepararon la Estrategia de Conservación
Mundial (1980) y la Carta Mundial de la Naturaleza (1982). Se emprendió el Plan de Acción en la Silvicultura
Tropical (WRI, 1985) para frenar la deforestación.
La administración de los recursos es el tema básico de informes tales como Our Common Future (WECD, 1987),
de la Comisión Brundtland; la publicación anual del Instituto Worlwatch titulada State of the World, y los bianuales
del Instituto de Recursos Mundiales titulados World Resources. Ese tema implica tanto una extensión teórica muy
natural de la economía neoclásica como un cambio fundamental en la práctica. Por lo tanto, podría calificarse de
"evolutivo" más bien que "revolucionario":
La idea básica consiste en incluir todos los tipos de capital y de recursos - biofísicos, humanos, infraestructurales
y monetarios - en los cálculos de las cuentas nacionales, la productividad y las políticas de desarrollo y de
planeación de la inversión. El clima y los procesos que lo regulan se están considerando ahora como un recurso
fundamental, vital, que debe administrarse según este paradigma. La interdependencia y los valores múltiples de
diversos recursos se toma más en cuenta (por ejemplo, el papel de los bosques como vertientes que afectan la
energía hidroeléctrica, la fecundidad del suelo y la productividad agrícola, la regulación del clima y aun la
productividad de las pesquerías).
La creación de parques o reservas se basará en el futuro en mayor medida en su capacidad de regulación de los
recursos genéticos y del clima. Los administradores de recursos naturales consideran la estabilización de los
niveles de la población, de los recursos genéticos y del clima. Los administradores de recursos naturales
consideran la estabilización de los niveles de población en los países en desarrollo y las reducciones del consumo
per cápita (mediante un incremento de la eficiencia) de las naciones industriales, como algo absolutamente
esencial para el logro de la sostenibilidad. De nuevo estos recursos se designan al uso de los seres humanos; de
hecho esto es lo que implica el término "recurso".
Los recursos "comunales mundiales", como la atmósfera y su capa de ozono en particular, el clima, la biodiversidad
y los recursos oceánicos, han surgido como problemas para los que resultan completamente inadecuadas las
estructuras y los conceptos legales, económicos, políticos e institucionales prevalecientes. En consecuencia, se
han realizado varias iniciativas nuevas en el derecho de las propiedades comunales mundiales, y otras más podrían
realizarse.
Otra paradoja es que, mientras que los pobres son perjudicados en mayor medida que los ricos por la polución y
la degradación de los recursos, las prioridades de la supervivencia inmediata de los pobres superan de ordinario
a su interés por la calidad ambiental. La economía política y las preocupaciones prácticas de la administración
ambiental en los países en desarrollo son muy diferentes de las de los países industrializados.
El agotamiento de los recursos se siente a menudo más gravemente que los efectos de la polución, pero los más
afectados han tenido escasos medios para generar un cambio significativo. Esto está empezando a cambiar en
algunos países (por ejemplo, en el Brasil y la India), donde al igual que en la Europa Oriental se están iniciando
movimientos que cuentan con el apoyo de sectores internacionales - NGO, los medios masivos, los políticos - y
con la moderna tecnología de las comunicaciones.
La preocupación por el ambiente ya no implica que sea uno necesariamente enemigo del desarrollo. En efecto, el
desarrollo sostenible depende del ambiente. Aunque hay una retórica considerable en este sentido, muchos están
teniendo dificultades para entender su significación operativa, y para tomar las decisiones necesarias para
cambiar el statu quo. Es muy fácil caer en el lenguaje tradicional, polarizador, del debate de la economía de
frontera contra la ecología profunda. Todavía se considera al imperativo neoclásico del crecimiento económico
como la meta primordial del desarrollo, pero la sostenibilidad se ve como una restricción necesaria para el
crecimiento "verde" (Pezzey, 1989).
La corrección de los sistemas de incentivos a fin de aprovechar las fuerzas del mercado en la administración
eficiente del ambiente, constituye un tema importante:; los permisos negociables para las emisiones constituyen
un ejemplo primordial. Gran parte del trabajo se centra en la "determinación correcta de los precios de todos los
recursos". En esencia, la ecología se está tornando económica.
8. El Ecodesarrollo
El Ecodesarrollo (véase Riddell, 1981; Glaese, !984) trata más explícitamente de reestructurar la relación entre la
sociedad y la naturaleza en un "juego de suma positiva", mediante la reorganización de las actividades humanas
para que sean sinergéticas con los procesos y los servicios de los ecosistemas, por oposición a la "simbiosis
sencilla" de regreso a la naturaleza defendida por los ecologistas profundos. "Eco" significa a la vez "económico"
y "ecológico", ya que ambas palabras provienen de la misma raíz griega. El uso de la palabra "desarrollo", en lugar
de "crecimiento", "administración" o "protección", denota una reorientación y un mejoramiento explícito del nivel
de integración de las preocupaciones sociales, ecológicas y económicas.
El Ecodesarrollo expandiría las fronteras del sistema considerado con la administración de los recursos. Se
reemplaza el modelo del sistema económico cerrado por el modelo de "economía biofísica", de una economía
termodinámicamente abierta incrustada en el ecosistema: los recursos biofísicos (energéticos, materiales y ciclos
de procesamiento ecológico) fluyen del ecosistema hacia la economía, y los energéticos degradados (no útiles) y
otros subproductos (la polución) fluyen hacia el ecosistema (gráfica No. 2). Este modelo trataría de sustituir el
principio del contaminador paga por el de "la prevención de la polución es rentable" reestructurando
explícitamente la economía de acuerdo con principios ecológicos para reducir este "transumo" a niveles
sostenibles.
Gráfica No. 2
No perseguiría sólo eficiencia tal como se entiende tradicionalmente, sino también las sinergias provenientes de
la elaboración de los procesos agrícolas e industriales para imitar la lógica de los procesos de los ecosistemas, y
su uso efectivo cuando ello es posible. Ejemplos de la ingeniería ecológica (Mitsch y Jorgense, 1989) son las tierras
húmedas construidas y la purificación acuífera in situ para procesar las aguas de desecho, la administración
integrada de las plagas, los cultivos múltiples y la agrosilvicultura, y la conversión de los subproductos no usados
de un proceso de producción en los insumos de otro proceso (Sachs y Silk, 1988). Campos nuevos tales como la
agroecología y la ecología industrial se basan en este tipo de lógica.
Los premisos negociables para las emisiones (polución), un instrumento económico proveniente del principio de
que el contaminador paga, no incluyen adecuadamente los problemas de la incertidumbre ecológica y la equidad
social. No sólo crean un mercado de "males" sino también nuevos regímenes de propiedad, como en el derecho
a contaminar. Una vez creados los nuevos derechos de propiedad (un problema de asignación políticamente difícil
por sí mismo), no son fáciles de eliminar. Dadas las incertidumbres extremas implicadas en el cálculo de los niveles
de polución sostenibles, o incluso de la cosecha de recursos, es probable que deban cambiarse los estatutos de
los permisos.
Desde la perspectiva del ecodesarrollo, uno de los cambios de actitud más importantes que necesita la sociedad
moderna es el abandono de la noción de que la gente tiene derecho a hacer cualquier cosa que haya hecho en el
pasado (lo mismo de siempre). La ecologización gradual de los códigos fiscales, elevando los impuestos a la
extracción de recursos y a las actividades contaminantes, al mismo tiempo que se reducen los impuestos a otras
actividades que deberían alentarse (trabajo, ahorro, inversión, reciclaje de los recursos, incremento de la
eficiencia, protección de las funciones de ecosistemas, etcétera), pueden ser un medio más flexible y socialmente
más equitativo que los derechos de polución negociable, para alcanzar la sostenibilidad (Colby, 1990b).
El ecodesarrollo pretende también incluir las preocupaciones de la equidad social y la cultura expresadas por las
diversas escuelas de la ecología profunda. Por ejemplo, la implantación del plan de acción de la silvicultura tropical
(los PAST nacionales) ha sido ampliamente censurada, incluso por algunos de sus creadores, porque empeora el
problema de la deforestación al concentrarse en la silvicultura "industrial" más que en las comunidades y en la
diversidad biológica (Winterbottom, 1990).
En el ecodesarrollo se otorga por lo general mayor significación al papel del conocimiento y la experiencia nacional
en la administración de las interacciones de los ecosistemas humanos. Los regímenes de propiedad comunal
ecológicamente apropiados serían mantenidos y quizás ampliados (Berkes, 1989; Bromley y Cernea, 1989).
Paralelo al surgimiento de las escuelas de pensamiento del "análisis de sistemas" usadas en la administración de
recursos apareció otro enfoque de sistemas para la planeación y la acción para los sistemas sociales, el que
reconocía las limitaciones de la planeación centralizada (Ackoff, 1974; Passmore y Sherwood, 1978; Vergara y
otros, 1980). Ha habido diversas variantes de este enfoque de "sistematización suave de sistemas", algunos más
directamente centrados que otros en la integración de las metas ecológicas y de desarrollo (véase en particular
Hawk, 1979, 1984; Bandurski y otros, 1986; y Caldwell, 1988). Un elemento básico, común a estas variantes, es la
idea de que la planeación debería encuadrarse en el ambiente total de los sistemas que se están planeando,
incluídas todas las partes afectadas.
La controvertida "hipótesis gaia" (Lovelock, 1979) ha inspirado muchas ideas acerca de la relación entre la
actividad humana y la naturaleza (incluidas justificaciones tanto de la ecología profunda como de la economía de
frontera). Esta teoría postula que la Tierra es un sistema viviente autoorganizado, autorregulado, en que la vida
misma influye activamente en las condiciones ambientales que la sostienen. (Se ha demostrado que esto no
requiere una conciencia deliberada como han sostenido los críticos de la hipótesis).
Lovelock (1989) ha propuesto una nueva ciencia de la "geofisiología", basada en la unión de la biología, la
geoquímica y las ciencias atmosféricas. Las ideas inspiradas por ésta hipótesis han provocado muchas
investigaciones que deberían resultar muy útiles sobre el cambio del clima, por ejemplo. El trabajo realizado en el
campo de la teoría del "desarrollo coevolutivo" de los seres humanos y la naturaleza (Norgaard, 1988) está
intentando unir las nuevas teorías de sistemas, gaia y la autoorganización social.
Cuadro No. 1
En muchos caos los factores conductistas (ya sea individuales, de organización institucional o políticos) son más
importantes que los factores económicos y tecnológicos en cuanto a la influencia en las acciones sociales (Allison,
1971). Hay una tendencia a considerar como amenazas las sugerencias de cambio, ya sean conductistas o
tecnológicas. Sin embargo, los "milagros económicos" de la Alemania Occidental y el Japón después de la Segunda
Guerra Mundial, se basaron en tales cambios radicales, no sólo en la mítica naturaleza de trabajo arduo de esas
culturas.
Estos países fueron obligados a renovar por completo su infraestructura económica con inversiones en nuevos
sistemas de producción de la tecnología más avanzada, y con formas innovativas de organización de los factores
sociales de la producción. Es probable que al reestructurarse de acuerdo con los lineamientos del ecodesarrollo,
las compañías y las naciones desarrollen nuevas ventajas comparativas que ayuden a hacer a los más adaptables
más competitivos y prósperos en el largo plazo, y no menos como se teme ahora con frecuencia. Algunos países
en desarrollo podrían incluso "saltar" la fase de la "protección ambiental" hacia un estado de desarrollo más
sostenido y autodefinido.
La gráfica No. 3 representa la progresión en que la economía ha considerado tres tipos de problemas: de
asignación, distribución y escala (Fox y Daly; 1989). Desde fines del siglo XIX se han considerado estos problemas
y opuestos, con una batalla fundamental entre la economía de la asignación y de la distribución, mientras se
omitían las cuestiones biofísicas. Pero ni las economías de libre mercado ni las socialistas han usado de manera
sostenible el ambiente (Redclift, 1987). Es posible que una gran parte de lo que requiere el ecodesarrollo surja en
una nueva síntesis económica que vuelva a integrar los tres tipos de problemas.
La economía ecológica se asemejaría así más a la economía clásica que los tres paradigmas económicos
intermedios, aunque utilizando muchos de sus conceptos y técnicas más refinados y poderosos (Bandurski, 1973;
Goodland y Ledec, 1987; Martínez Alier, 1987).
Sin embargo, este es un supuesto pernicioso e innecesario. Pueden obtenerse grandes beneficios económicos y
sociales de enfoques plenamente integrados de la administración ambiental. La calificación errada de diversos
embrollos sociales como problemas "ambientales" es en muchos casos embrollos sociales como problemas
"ambientales", es en muchos casos lo que ayuda a perpetuarlos, porque permite que los profesionistas los
conciban como "exterioridades" que deben ser resueltas, eliminadas o administradas por personas diferentes de
quienes fueron responsables de la creación de los embrollos, más bien que como una manifestación de un sistema
de lógica defectuosa con el que la sociedad hace sus elecciones (Miller, 1985). También ayuda a mantener
innecesariamente polarizados los debates acerca del desarrollo sostenible, lo que impide el surgimiento de
soluciones funcionales.
Todavía hay en los márgenes reductos pequeños pero crecientes de defensa del enfoque más positivo, ya sea
mediante las metodologías de planeación de "sintetización de sistemas", o mediante los enfoques contextuales,
filosóficos basados en los valores, de lo que son ahora algunos de los campos más avanzados de la ciencia. El
enfoque coevolutivo requeriría la inclusión de todos los grupos de usuarios, o interesados, en el desarrollo de
futuras estrategias de administración ambiental y desarrollo.
Debería recordarse que los cinco paradigmas presentados aquí (resumidos en la gráfica 1 y cuadro 1) no son
especies separatas. Como ocurre en épocas de gran cambio, hay cierta fluidez entre ellos. Ningún enfoque singular
tiene la mejor respuesta para cada tipo de problemas de administración ambiental o de desarrollo. A medida que
evolucionan los nuevos paradigmas incluyen gran parte de los antiguos.
Se postula aquí que pueden combinarse tres conjuntos de condiciones para proporcionar las fuerzas necesarias y
suficientes para la convergencia hacia un paradigma según los lineamientos del ecodesarrollo, con mayor rapidez
de lo que parece a veces políticamente conveniente defender en las circunstancias actuales: 1) el grado sin
precedente de amenaza de cambios globales en la capa de ozono y el clima; 2) los problemas muy difundidos del
agotamiento y la degradación de los recursos; y 3) el suavizamiento de la competencia militar e ideológica entre
las superpotencias, lo que ha creado la posibilidad de redefinir el significado de la seguridad nacional para incluir
los problemas ecológicos al lado de los económicos y militares (Mathews, 1989; Myer, 1989; Renner, 1989). El
tiempo parecería estar del lado del ecodesarrollo. Por otra parte, podría ocurrir que los paradigmas fuesen reacios
a la evidencia, que las instituciones fueran muy difíciles de cambiar, que los partidarios de cada uno de ellos no se
comuniquen entre sí, evitando las discusiones y los conflictos reales que son necesarios para alcanzar en última
instancia una síntesis.