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Aceptar las lesiones. Cuando sufra una lesión, intente averiguar por qué pasó, y si hay una causa
clara, ocúpese de ella para evitar que la lesión vuelva a producirse. Pero no dé por hecho que siempre
va a haber una causa identificable. Deje que su intuición nutra sus corazonadas sobre qué hacer de
forma diferente en su entrenamiento futuro. Si lo hace así, puede descubrir que su lesión conduce su
forma de correr en una nueva y mejor dirección incluso aunque nunca llegue a descubrir lo que la
causó.
Siga adelante y experimente la frustración que normalmente acompaña a los problemas físicos,
pero posteriormente transforme dicha frustración en pasión renovada por el deporte. Utilice esa
pasión para impulsar una reacción que lleve su carrera a un nuevo nivel.
Utilizar el miedo y la ira como motivación. El miedo es una parte natural de la experiencia del
corredor de nivel competitivo. Como todas las emociones, el miedo da información. Como corredor,
tiene usted mayor capacidad para interpretar la información codificada en sus miedos relativos a
correr que para intentar eliminarlos. Por ejemplo, al reconocerse a sí mismo que tiene miedo del
sufrimiento que posiblemente sentirá en la próxima carrera, tiene la opción de decidir si el dolor
merece la pena. Si determina que el objetivo merece la pena a pesar del dolor, comenzará la carrera
con una convicción superior al miedo.
La ira es también una parte natural de la experiencia de correr. La ira es una fuerte respuesta al
miedo y, como tal, cuando está presente aumenta más el rendimiento de los corredores que cuando no
lo está. No deje que nadie le diga que no debería correr estando furioso. De hecho, si alguien le dice
que no puede hacer nada como corredor, eso debería ponerle furioso (y motivado para demostrar de
lo que es capaz en la siguiente carrera).